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Literaria

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Ciudad Guayana, Lunes 19 de Noviembre de 2012

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Notas para cuerdos

Alexis Romero y la respuesta de los techos Jairo Rojas El poemario La respuesta de los techos (Caracas: Equinoccio/Universidad Simón Bolívar, 2008), de Alexis Romero, abre con tres epígrafes. Uno de ellos, el primero, pertenece a Paul Celan, quien sentencia: “llevé mi vida al lenguaje”. Esa frase, sin duda, inaugura y expone un espacio claro donde podemos hallar un significado para la literatura y, por extensión lógica, para la obra de Romero. Esta voz poética pone de manifiesto una vida no tanto en el hecho biográfico como en las preguntas que nacen a partir de ella, llegando, incluso, a darle cierta forma. De allí que el poemario parezca la consecuencia de esas interrogaciones fundamentales que se encuentran en el camino existencial, aunque no en forma de respuestas, como lo sugiere el título, sino bajo el nacimiento de una imagen inaugural y punzante que luego se ramifica en continuos diálogos con el espejo, que en todo caso devuelve tales inquietudes. Esta obra se mueve sobre unas preguntas que reviven en casi todo los textos. Variantes sobre la soledad, la nostalgia, la duda y una forma de angustia general persisten y le dan coherencia a la obra, haciendo del libro un poema cercado de múltiples faces que ponen de manifiesto un reflejo de alta factura humana y su consecuente fragilidad, así como las diferentes formas de un mismo motivo.

Es legible en muchos versos de este libro el tema de la búsqueda, en ocasiones asfixiada por la duda o la imposibilidad de una aclaratoria: “cuando giro/donde nadie se atreve/ aparece el cuerpo que siempre disfrazo/a quien le arrebato las sonrisas/y le asigno mis dudas” (p. 26). Más adelante también dice: “verás en la duda/ el paisaje de la fe/ tu sonrisa sin paraísos” (p. 75). Todo eso va revelando, a causa de esa complicación, una sombra de desesperanza que se acomoda en muchas de sus líneas: “ya no me convocan las palabras/ éste es el comienzo de un grito que me ausenta/ de una rama endeble que perderá sus hojas/ de un rey bondadoso que lo habrá perdido todo” (p. 23). Esa sombra también pone en evidencia los límites del lenguaje, que deviene en cansancio a causa de tanta labor en vano, o en todo caso restringida: “entro por el patio/a la casa de los agotados/los invado sin piedad/los inundo de preguntas/ cuyas respuestas deforman los caminos/ (…) de esta casa hay que marcharse/dónde hallo la puerta de la opción” (p. 29). También hay versos que señalan: “para qué tantas alas si me sobra ausencia/y me ha sido ordenado aspirar la escasez” (p. 89). Otra de las tantas virtudes de este poemario es la cimentación de las imágenes que aceptan, debido a su discurso y a cómo

Poemas de Alexis Romero Última conversación con Thomas Merton me preguntas qué tengo a favor de la palabra inicialmente lo estéril de la satisfacción medianamente las primeras y únicas esperanzas del suicida últimamente los deseos del olivo para no ser crucificado entiendo la pobreza de mis respuestas pero ya no tengo la voluntad de la montaña el hombre que educaste con los pájaros sólo escucha ecos y crujidos heredé los oídos del patio el hacha y el pico clavados en la belleza

se edifican, gran variedad de intenciones. Un lenguaje cuidado, prudente y depurado—lo cual no le resta intensidad—parece ser la opción ante el silencio. La fluidez de la lectura denota la alta claridad y manejo de la forma y el sentido: la distancia con lo hermético y la cercana correspondencia con la metáfora y la ironía. A ello también ayuda la supresión de signos de interrogación y la aprobación de imágenes en ocasiones realmente explicitas: “veo podredumbre/donde otro ve prosperidad” (p. 66); o igualmente: “estoy a punto de partir/ nadie debe asombrarse/ es todo lo que siempre he hecho”(p. 42). El de Romero es un lenguaje que nombra lo real—que es asimismo lo complejo—, sabiendo que va a tientas por un pasillo oscuro. Eso lo empuja, lógicamente, a expresarse con cierta angustia y desesperación: “una grito/un llanto/como diciendo poema” (p. 80). Alexis Romero desdibuja adrede aquellos límites que le puedan obstaculizar el registro de su vivencia. De allí que también se presenten nombres conocidos del universo literario, ciudades, teorías y otros elementos que se aprovechan de manera intertextual, apuntando siempre las obsesiones ya señaladas. Todo esto—y más, obviamente—le dan al libro una fuerza delicada, como siempre lo ha demostrado este gran poeta.

Francisco Arévalo

Escuchando salmo 42 de Jacob Mendelson Veo con suspicacia el aleteo de las golondrinas Mientras destrozan insectos Vestida de alegría y embrujo una mujer insiste Desde lo mojado de su camino Advierto que esto nada tiene que ver con las topias Dispersas de la antigua Grecia Es tiempo de aguaceros, de mixturas El mismo que nos dispone a disfrazarnos fehacientes Ejercicios del subterfugio Insistimos con maña en quedar bien ante la nada Coloreamos nuestro futuro Pues todo radica en que somos mujeres y hombres Inacabados por los antojos Eso de esperar la estocada no indica el final Mientras en el traspatio se nos enturbian las escenas He heredado la pasmosa vejez de los seres que me han amado La pérdida del coraje para las fantasías La joroba que me arrima al silencio El cielo limpio de sus paladares cuando ríen Agradezco el haber dejado sus simientes en mis labios Ese persistente olor marino que enciende mi vela Los cuerpos magistrales de nuestro tráfico Los sabores crudos que siempre me esperan en las esquinas Cuando los ramajes del olvido no logran el paso seguro a la desolación. 28.05.2010. En la ensanchadura del pecado Flota la amargura Cuál es la queja Si Charly García vive desnudo Pero nada, nada loco El eslabón perdido o la copa escondida Siempre hay una luna blanquísima de escombros Siempre habrá una salida fácil para la página en blanco.

uso un báculo para encontrar el camino que me dejaron los guías de la calle me cuido de la respiración de mis padres ando a tientas entre restos de sudarios protejo una tez distante a la mía de la descarga de los nuevos soldados mantengo un rostro despierto que no me sorprenda la agonía de la alcaparra los mangos me habituaron su aroma bendijo lo indecible lo podrido de la ausencia aún le temo a la calma de mi padre aún me asusta la plenitud de sus ojos cuando tuvo que hincarse ante la luz no tengo otra huella distinta a la del madero que no seca de tanto recibir la burla del agua ésa que nunca será manantial De: Que nadie me pida que lo ame, 1997 Patología de una vigilia alguien me odia mientras duermo

Alexis Romero (San Félix, 1966). Los textos pertenecen al libro Los tallos de los falsos equilibrios (2001) Cumaná: edición cultura universitaria UDO-sucre & Fundación José Antonio Ramos Sucre.

se levanta da vueltas y vueltas borra los círculos de la sinceridad al despertar descubro restos de alas esas mujeres de los sueños deberían no hacer pública su ira su creencia de que sólo mata quien ama

Canto ajeno ellos insisten a pesar de la desolación en hallar dentro de mí las marcas de una ciudad perdida insisten en ver las sombras de las columnas de un metal superior al oro buscan huellas correrías las calles y el eco de los júbilos de ciertas ceremonias dicen tú no eres nadie diferente al testimonio de esa ciudad que nos reclama te habitamos míranos somos los seres del reclamo somos la respuesta que buscas déjanos excavarte recuperar cofres vajillas templos cementerios y palacios hundidos en tu cuerpo es hora de mostrarnos de recuperar el honor de que no cantes más por nosotros permítenos lo que fuimos


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