Isla Descubierta #3

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Pedro Felipe

El estreno y la buena acogida de Seis puntos sobre Emma coincide con la fase de postproducción de El Clan y los últimos retoques al guión de Las palabras de Abu. Roberto Pérez Toledo, Jaime Falero y Guillermo Ríos son los responsables de cada uno de esos títulos. Tres realizadores con estilos, inquietudes y trayectorias diferentes pero con una cosa en común: todos han transitado con éxito los caminos del cortometraje y se apuntan al reto de dar el gran salto al largo.

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Seis puntos sobre Emma se estrenó el pasado noviembre en salas de Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote. La película de Roberto Pérez Toledo “se va abriendo hueco a bastonazos si hace falta, como la propia Emma” y definiendo una fecha de estreno para su lanzamiento nacional en marzo o abril de este año. “Es muy complicado encontrar un hueco. Se estrenan muchas películas y vuelan de la cartelera muchas de ellas antes de que el espectador se percate de su existencia”. La trayectoria de Pérez Toledo invitaba a pensar que en su puesta de largo mantendría las máximas de sus cortometrajes, donde creció a base de narrar pequeñas historias creadas a partir de relaciones personales en las que la confianza, las traiciones, las verdades a medias y la fidelidad o infidelidad se convierten en el motor de la acción. “Está claro que me siento más cómodo contando un tipo de historia, explorando las miserias y contradicciones de las relaciones de pareja, pero no ha sido una estrategia, sino lo que me nace contar”. Tras títulos como Vuelco, Manguitos o Chico especial, entre otros, su dominio del formato corto alcanzó su cénit con Los gritones, obra que condensa de manera magistral todo su trabajo previo y que acompaña de una excelente dirección de actores. “En los cortos suelo ser muy impulsivo, pocas veces he reescrito un corto más allá de cambiar un detalle aquí o allá. Con el largo el proceso ha sido más concienzudo”. Ese trabajo tiene su reflejo en la gran pantalla, pues Seis puntos sobre Emma es, sobre todo, un guión bien armado y pautado, una historia de personajes destinada a desmontar tópicos sobre las relaciones interpersonales y que sorprende en la exhibición de sus motivaciones. “Quise crear una amalgama de personajes claroscuros, que no hubiera buenos y malos, sino gente con sus circunstancias. Uno de los mayores retos era conseguir que el público entendiera y acompañara a Emma y a los demás personajes durante toda la historia, incluso cuando hacen cosas bastante cuestionables”.

Roberto pertenece a una generación que creció con referentes audiovisuales muy definidos, casi siempre asociados al entertainment pero del que se pueden extraer otras lecturas. El cine americano de los ochenta invadió muchos hogares a través del videoclub y regaló historias que llegaron a todos los públicos. “Crecí con todo el cine juvenil de los ochenta, que me fascina. A simple vista, lo que yo hago ahora tiene poco que ver con esas pelis, pero también son historias donde el amor (el primer amor o el desamor, los amores no correspondidos…) es muy importante y quizás de ellas he heredado una cierta visión muy naïf de los sentimientos”. De ese cine también aprendió a valorar la posición del espectador, aspecto que tiene muy en cuenta desde la concepción de la historia. “Una de mis principales obsesiones era que no me quedara una película plúmbea o pedante, sino contar una historia con su toque de profundidad pero de un modo ligero, que no superficial, y siempre entretenido”. Esa preocupación ya tiene su recompensa, pues “lo que esperaba lo estamos consiguiendo, que encuentre su público y conecte con la gente, que les emocione y divierta durante hora y media”.

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Jaime Falero ha tenido siempre claro qué tipo de historias quiere contar. Sólo es necesario acercarse a su filmografía para descubrir que se encuentra cómodo en la poltrona del cine negro, un género siempre presente en la historia del cine y en continua evolución estilística. En ese

Roberto Pérez Toledo

sentido, El Clan no será una excepción. Tras dos meses en la sala de montaje, la primera película de Falero ya está en manos del compositor musical Diego Navarro, que grabará la banda sonora el próximo mes de febrero con la Orquesta Sinfónica de Tenerife. Historias de venganza, personajes oscuros, mafiosos en constante deambular por los bajos fondos, amenazas, violencia, sexo y dinero. Un cóctel puramente cinematográfico que hemos visto desfilar cada vez que Falero se ha puesto detrás de la cámara. Por dinero negro, El último negocio y Cause and effect le sirvieron para ensayar un estilo que ahora se dibuja en su primer largometraje. “En mis cortometrajes aplicaba lo que quería conseguir cuando hiciera una película. Sinceramente, creo que en realidad yo no sabía hacer cortometrajes, ya que suelen llevar otra esencia narrativa”. El hecho de enfrentarse al formato largo le llevó a escribir el guión junto a Pedro J. Mérida. “Partimos de un gran guión, muy divertido, entretenido y dinámico. Tiene momentos muy hermosos de amistad y valores humanos. Mis cortos eran más superficiales”. Así, Falero entiende su trabajo como una evolución constante, un aprendizaje del que extraer conclusiones para seguir creciendo. “Siempre he querido hacer cine divirtiéndome. Todos los trabajos que hace un cineasta ayudan para que el siguiente sea mucho mejor, y esa es la meta que me he puesto, mejorar con cada película para enfrentarme a mayores retos y responsabilidades”. Su apuesta es un cine con altas dosis de acción, crudo, vivo y donde es necesario un concepto apropiado

Jaime Falero


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