¿Dónde estaba el Buey?

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¿Dónde estaba el Buey? Invitación a leer con otra mirada “El Evangelio de la infancia” de Joseph Ratzinger.

Carta de Teófilo a Lucas. El evangelio griego de Lucas (Lucio en latín) comienza, como todos los relatos antiguos, haciendo un manifiesto de intenciones y una dedicatoria a un ilustre personaje llamado Teófilo (“amigo de Dios”), que según dicen los expertos, somos tú y yo, sus lectores. Si continuamos ese recurso retórico y nos imaginamos respondiendo a Lucas en estos días, a unos les preocuparía saber dónde estaba el buey, a otros por qué un ángel habla a un sacerdote, a una mujer y a unos pastores, o a otros, qué contaron los pastores y a todos, qué quiso decir con este relato. Con permiso de unos y otros inicio esta carta esperando que tú, ya excelente Teófilo/a, encuentres motivos para continuarla.

Excelentísimo Lucas. Puesto que muchos han intentado denostar sin verificar las narraciones de tu evangelio, ilustre Lucas, con interpretaciones de mostrenco sarcasmo e ignorancia, me ha parecido también a mí, tu amigo Teófilo, leer diligentemente el inicio de tu evangelio sin perder de vista tus referencias al emperador Augusto, para que se conozca la solidez de los relatos que has transmitido. Joseph Ratzinger, tu actual comentarista, sugiere hacer una interpretación preguntándose qué querían decir los autores en su momento histórico. Pero muchos han intentado preguntarse, no qué querías decir tú, Lucas, sino qué quería decir él, Joseph, por ejemplo cuando interpreta aquel gesto de la madre con el recién nacido en tu enigmática frase: “lo envolvió en pañales y lo colocó en un pesebre porque no había sitio en la posada”. Tú comenzaste este relato declarando que el momento histórico de todas las personas de aquella época estaba decretado y dominado por el emperador Augusto, cuyo nacimiento divino fue, según está escrito en los muros de Priene, la “buena noticia” (Euangelia) para todo el mundo, puesto que la Providencia lo envió como salvador (Servator en latín, soter en griego), su senado, le concedió en vida el título de “el Adorable” (Augusto, Sebastos), le otorgó la corona cívica, el escudo de la virtud, (clipeus uirtutis) y se emplazaron dos laureles (Laureado, Laurentius, Stephanos) en la puerta de su casa el año 27 a.e.c.


Los monumentos de Roma le declaraban “nacido para la paz” del Principado y el reloj (Horologium) proyectando su sombra sobre en el Ara Pacis marcaba el día de su nacimiento como el comienzo de una nueva era.

En el Ara Pacis, la Pax Augusta, la Diosa de Paz, la madre Tierra sentada sobre las rocas con cabeza velada y en sus brazos dos niños que rememoran los orígenes de Roma, Rómulo y Remo, acompañada por dos genios femeninos fertilizantes, el aire (sobre un cisne) y el agua, (sobre un monstruo marino) y, a sus pies, hay un buey y un cordero.


http://es.arapacis.it/

“Capita bubula” - “Las cabezas de los bueyes”. Cualquiera que leyera en tu relato del nacimiento de Jesús que la madre colocó a su hijo en un pesebre, se daría cuenta que tú estabas aludiendo a que Augusto, nació, no en un pesebre, sino en el barrio más lujoso del Palatino, “Capita Bubula”, “Las cabezas de los Bueyes”. [Suet. Aug. 5: Nació Augusto bajo el consulado de M. Tulio Cicerón y de Antonio, el IX de las calendas de octubre, poco antes de salir el sol, en el barrio Palatino, cerca de las Cabezas de los Bueyes, en el sitio donde ahora existe un templo, que fue construido poco tiempo después de su muerte. Natus est Augustus M. Tullio Cicerone C. Antonio conss. VIII Kal. Octob. paulo ante solis exortum, regione Palati ad Capita bubula, ubi nunc sacrarium habet, aliquando post quam excessit constitutum.]

Girnaldas del Ara Pacis sostenidas por bucráneos (cráneos de buey).

Cuando tú escribiste tu evangelio sabías perfectamente que la palabra evangelio, “buena noticia”, se refería al nacimiento del dios Augusto como todavía queda escrito en las inscripciones en piedra de Priene.


Inscripción de Priene, aludiendo al nacimiento del dios Augusto como “buena noticia” (Euangelio)

Inscripción de Priene. Fuentes: http://www.csad.ox.ac.uk/ http://www.artsci.wustl.edu/~fkflinn/Priene%20Inscription.html

Conocías también la vida del divino Augusto, su Res Gestae, escrita en las fachadas de piedra de los innumerables templos y “aedes” o espacios sagrados dedicados a su divinidad. Sabías que el mismo Herodes el Grande, amigo de la infancia de Octavio, cuando instituyó los juegos quinquenales en honor de Augusto construyó un teatro, en Jerusalén, en torno al cual había inscripciones (ἐπιγραφαὶ) de las grandes acciones de César (Octavio) y los trofeos de las naciones (ἐθνῶν) que había conquistado, todos de oro y plata como describe exageradamente Josefo: “En concreto, el teatro fue ornamentado todo alrededor con inscripciones con las gestas de César y los trofeos que aquel consiguió de las naciones (ἐθνῶν) a las que se enfrentó, todas mandadas fabricar por él de oro y plata”. (Josefo F.,Ant. Jud. XV, 272)

Sabías de la magnitud y esplendor del culto imperial romano en Judea y Galilea evidente en los templos de Cesarea y Sebaste, y un tercer templo de Augusto, construido cerca de las fuentes del Jordán, que estaba en Panias, (De Bello Judaico . I. 404; Ant. XV.363) en un lugar que más tarde fue llamado Cesarea de Filipo. Estaban decorados del mismo modo que los innumerables templos imperiales de Asia Menor, como los Augusteum de Antioquía de Pisidia, Afrodisias y Ancira (Ankara); este último, el Monumentun Ancyranum que cita tu actual comentarista Ratzinger, todavía conserva la “Res Gestae”, escrito en latín y en griego.


Versión latina y greiga de la Res Gestae inscrita en Templo de Roma y Augustus en Ankara. [Fuente: Rubin, Benjamin B. The Roman Imperial Cult in Asia Minor, 31 AC – Ad 68. University of Michigan 2008)]

Monumentum Ancyranum Fuente: Muro externo del templo a Divus Augustus. Paula Boteri, arqueóloga responsable del Ancyranum http://www.univ.trieste.it/

Y también habías leído la infancia de Augusto, escrita por Nicolás Damasceno, el secretario del Rey Herodes el Grande, cuya copia en griego encontró un anciano bibliotecario en la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. ”Excerpt ex insidii”, brotó de su garganta comida por el cáncer, y como un visionario, el discípulo de Agustín de Hipona nos condujo por las galerías hasta encontrar el tomo marcado con la letra griega omega, la letra latina I, y el número 11.

[Ἐκ τῆς ἱστορίας Νικολάου Δαμασκηνοῦ] [Historias de Nicolas Damasceno]. Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial. Omega-1-11. Excerpt ex insidii.


Última línea en que Nicolás Damasceno distingue el gran César (Megalos Kasaros) del joven César, Octavio (Kaisri tw Neo).

Sin duda para escribir tu evangelio seguiste esta y otras biografías, “Bioi”, como se llamaba a esta forma de escribir haciendo paralelos entre grandes hombres del pasado, como curiosamente también hizo Lucio Plutarco imitando al gran Homero, indicando su única intención con la expresión común a todos “no escribimos historias, sino Vida”. Lo creo así porque ambos, Damasceno y tú, tenéis la misma pretensión de veracidad vital y ambos os incorporáis a dicha corriente diciendo “también yo”: “A quien quiere adquirirse fama a través de grandes obras, se impone una carrera con discursos o escritos sobre la sabiduría y la virtud de este hombre, sea en la política actuada en la patria, sea en la condición de grandes guerras civiles y externas. También yo querría narrar sus empresas, a través de las cuales sea posible a todos conocer la verdad”. A medida que leo la infancia escrita por Nicolaus Damasceno, reconozco algunas frases y situaciones semejantes en tu evangelio, tales como el cuidado de su madre y su padre adoptivo, la sabiduría prematura, su mayoría de edad, su amor a los templos, y la expresión "progresaba con la edad" a la que añadiste las palabras “sabiduría y gracia”:

“A quien quiere adquirirse fama a través de grandes obras, se impone una carrera con discursos o escritos sobre la sabiduría y la virtud de este hombre, sea en la política actuada en la patria, sea en la condición de grandes guerras civiles y externas. También yo querría narrar sus empresas, a través de las cuales sea posible a todos conocer la verdad”. “En señal de estima los contemporáneos le dieron este nombre (Augusto, Sebastos, Adorable); extendido por islas y continentes, por ciudades y poblaciones, lo veneraron con templos y sacrificios, devolviendo así la grandeza de sus virtudes y los beneficios de él recibidos”. “La madre y su marido (su padre adoptivo porque había muerto su padre natural) vigilaban sobre él y

“Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.” (Sigue el relato del Anuncio del nacimiento de Juan Bautista) “Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado

Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna


todos los días se informaban de los maestros preceptores que les había puesto al día sobre lo que había hecho, hasta dónde había llegado, cómo hubiese transcurrido la jornada y con quién se hubiese entretenido”. “Ya hacia la edad de nueve años Octavio suscitó la gran admiración de los romanos, porque demostraba a tan joven edad la altura de ingenio. Cuando hablaba en medio de la gente, recogía entre los adultos grandes aplausos”. “A los catorce años aproximadamente bajó al foro para despojarse de la toga pretexta, orlada de púrpura, y vestir la completamente blanca que era el signo del registro entre los hombre adultos”. “Aunque, si bien inscrito entre los adultos según la ley, la madre le prohibía salir de casa, excepto para volver a donde había ido antes, cuando era niño, y lo constreñía a conducir la misma vida que en el pasado y a dormir donde siempre había dormido. Era por tanto adulto solo por ley, en la práctica era vigilado como un niño”. “En los días establecidos se quedaba en los templos, por la noche, ya que por el bello aspecto y el alto rango de su familia, cautivaba a muchas mujeres. Aunque era demasiado buscado por ellas, no fue conquistado por ninguna, sea porque de eso lo disuadía su madre, vigilándolo y no dejándole ir a ningún lugar, sea porque se guardaba a sí mismo, lo que progresaba con la edad”. “Acudiendo a una celebración de la fiesta Latina, con ocasión de la cual los cónsules debían subir al monte Albano para cumplir un tradicional sacrificio, y a los pontífices tocaba el deber de sustituirle en la jurisdicción, Octavio se sentaba en la tribuna en medio del Foro. Muchísimos se acercaron para tener justicia, muchos en cambio lo hicieron sin ningún motivo, sólo por ver al joven. Era objeto de admiración por parte de todos, especialmente en aquella circunstancia en la cual había sumido un aspecto solemne y dignidad de comportamiento”.

cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.”

(Sigue el relato de la visitación y el nacimiento de Juan Bautista). “Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él“. “Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”.


¿Qué decía el Ángel? Octavio, al mismo tiempo que consiguió ser nombrado Augusto (Sebastos “adorable”) por el Senado, logró, con el poder de las imágenes de su propaganda, que los romanos fundieran en sus mentes la Pax Augusta y la Victoria Augusta, como se visualiza magistralmente en su Camafeo:

Camafeo de Augusto En 29 a.C. celebró su triple triunfo en Iliria, Accio y Egipto, con la inauguraron el templo de Divus Iulius y la Curia que había mandado construir Julio César, en cuyo interior puso una estatua de una Victoria sobre la esfera universal colocada en una pilastra detrás de los cónsules para que presidiera las sesiones de los senadores.

[La diosa Victoria no debía recordar al enemigo derrotado en la batalla de Accio, pues nada debía recordar al vencido: Marco Antonio fue una personalidad, sus hijos eran sobrinos de Octavio y muchos de los caídos eran ciudadanos romanos]. Fue Octavio, ahora Augusto, quien impuso signos simples como quillas de trirremes, seres marinos, delfines y sobre todo, una Victoria sobre la esfera universal. Agradecido a Apolo –el que da la victoria- Augusto extendió la buena noticia (evangelio) desde Roma hacia todo el mundo. La imagen diosa Victoria griega se


convirtió en la “buena notica”, “euangelio” “eu angelos”, “el buen ángel”, se convirtió en el ángel que tú tan magistralmente conviertes en mensaje y mensajero contra Augusto. Estimado Lucio, -como pudieron llamarte también en latín, ya que ambas lenguas convivían en vuestra boca- es notorio que pones en labios del ángel de la anunciación los mismos títulos que Augusto se atribuía en sus monedas como propaganda política, DIVI F., (Divi Filius), pero con sentido contrario “el santo que va a nacer de ti será llamado Hijo de Dios”.

Denarios de Augusto. Fuente: http://wildwinds.com

Eres tan sutil que haces memoria de la sombra del reloj-obelisco que proyectaba su sombra esférica cenital sobre el Ara Pacis, el 23 de Septiembre, para sacralizar el nacimiento del Principe de la Paz, y le cambias su sentido en boca del ángel: “«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Y, aunque Augusto se proclamaba en sus monedas Salvador anunciando su evangelio en la acuñación de sus monedas con expresiones como “OS CIVES SERVATOS” (“por la salvación de todos los ciudadanos”) tú relatas que el ángel anuncia el nacimiento de una salvador a los últimos ciudadanos, a los pastores, y les anuncia la buena noticia: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y tras el anuncio del nacimiento a los pastores introduces “una multitud del ejército celestial” que construyen la paz no haciendo proscripciones y guerras hasta aniquilar a todos los posibles enemigos, como hacía Octaviano Augusto, sino cantando: “Gloria a Dios en lo más alto y sobre la tierra paz entre los hombres de su buena voluntad".


Tenías en tu mente, querido Lucas, la imagen de la coraza de Augusto que narra iconográficamente entre el cielo, Caelus, y la tierra, Tellus, las gestas de la Victoria que trae la Paz, con la entrega a Marte de las insignias arrebatadas en las guerras a Marco Antonio y Cleopatra, a los partos, a Hispania (a la izquierda caracterizada por el gladius hispaniensis) y a Galia (con su trompeta de guerra, insignias y espada ya inútiles). El Cielo y la Tierra contemplan la escena de Victoria y Paz. Caelus –Cieloprotege bajo su manto el curso del Sol en una cuadriga guiada por el Rocío y la Aurora. Tellus –Tierra- con la cornucopia y con dos niños en su regazo, y a ambos lados Apolo sobre un grifo y Diana sobre una cierva, que acuden a venerar al Emperador. Y el ángel no tiene el poder de las imágenes, sino el de la palabra, y vuelve a mostrar a los pastores la señal: “Encontraréis un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. Y, cuando se van los ángeles sigues insistiendo en que los pastores encontraron “al niñito envuelto en pañales y recostado en el pesebre”. El pesebre era la señal contra el emperador Augusto y ha quedado en la memoria de la tradición del cristianismo, que pone la cabeza del buey – en muchas representaciones sólo aparece la cabeza del buey y la mula o asna/o) adorando al niño. Ilustrísimo Lucas, sin duda has dejado muy claro que un ser humano recién nacido, que no tiene alojamiento o posada en este mundo, sino un pesebre, es en realidad el verdadero Salvador, el Hijo de Dios y el Príncipe de la Paz. Has escrito un “evangelio” profético, una “buena noticia” contra el emperador Augusto, cuyos sucesores no cesarán de aniquilar a quien les desenmascare, como profetiza el anciano Simeón a la madre del niño: “¡Y a ti misma, una “espada” te atravesará el alma!”. El anciano vislumbra la violencia que trae aquella señal de contradicción y la victoria que pone al descubierto las intenciones de muchos corazones. Ahora me doy cuenta que tu comentarista Joseph Ratzinger también ha sabido comprender lo que querías contar, cuando al comentar el mensaje del ángel a los pastores “os ha nacido un salvador que es el Cristo Señor” que derriba todos los conceptos de Augusto como salvador, príncipe de la paz, “buena noticia”, etc. concluye: “Ciertamente, estos paralelismos no son casuales. Lucas quiere decirnos: lo que el emperador Augusto ha pretendido para sí se ha cumplido de modo más elevado en el Niño, que ha nacido inerme y sin ningún poder en la gruta de Belén, cuyos huéspedes fueron unos pobres pastores.”


Entonces, Lucas, lo que tú querías que aprendiéramos a leer es, no tu evangelio en una visión conjunta con el de Mateo, como hacen los exégetas en su llamada sinopsis, (de σύν, junto con, y ὄψις, visión), sino tu evangelio en una visión conjunta con la historia, es decir tu evangelio como buena noticia contra los emperadores de hoy. El cristianismo siempre ha leído el evangelio así, muchas veces sin poder leer los sinópticos, sino leyendo la tradición de los mayores en sinopsis con la historia. La tradición que pasa de padres a hijos y a nietos, la tradición de los que “pasaron para la vida haciendo el bien”, expresión que en griego se dice “crestos” y por itacismo acaba en “cristos”. Dice tu comentarista Joseph Ratzinger que “las tradiciones locales son con frecuencia una fuente más fiable que las noticias escritas”. Para guardar la memoria de esta buena noticia contra los emperadores, “ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y asno”.

¿Qué contaron los pastores? Lo más curioso, excelente Lucas, es que dejas tu relato sin acabar e invitas a que sigamos imaginando contigo, cuando dices que los pastores, “al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían” (Lc 2, 17-18). ¿Qué decían?¿Qué contaban? Los pastores no han dejado de contar hasta hoy esta historia real del cristianismo a través de sus tradiciones, pastoradas, danzas y ritos de los pueblos en la Navidad o en el solsticio de invierno. Es “el evangelio que no nos atrevemos a leer”, como dice el etnógrafo Joaquín Díaz, que sigue reescribiendo hasta hoy una historia verdadera de la vida, contraria y crítica de relatos, divinizaciones y atropellos de los emperadores de cada época. Augusto, para que no hubiera tanto hacinamiento en las ciudades y volviera todo el mundo a ocuparse en cultivar la tierra, creó una propaganda política que convertía el campo, la naturaleza, las villas y los “pagus” en lo sagrado-bucólico. La literatura, -las bucólicas de Virgilio-, los frescos de las casas de la época y los bajorrelieves mostraban escenas de la vida del campo que, con la incorporación de los templos y sus dioses entregaban el mensaje sagrado de la tierra en paz, y la victoria se convertía en la Victoria de los Pueblos, que en griego se decía “Nikos-Laos” (de Nike, diosa victoria, y Laos, pueblo).


Aquí es donde los pastores, los cristianos o cristianos de cada época, volvieron a contar la historia verdadera, reescribiendo y transformando esta los relatos es imágenes del Imperio en las historia sagrada de sus propias vidas. Si se contempla los frescos y los bajorrelieves romanos de la época y se conoce cómo se construía el cristianismo frente al culto imperial romano, se comprende de dónde viene la costumbre popular de recrear los nacimientos o el nacimiento del Niño-Dios, con figuritas de los antepasados como las que llevaban consigo los legionarios y los veteranos emplazados por todo el mundo en colonias romanas. Y si se recuerda que las legiones que Pompeyo reclutó en Judea y regaló a Julio César por el matrimonio con su hija Julia, cuyos veteranos fueron emplazados por éste en las mejores tierras de Italia, la Campania, se puede descubrir por qué los belenes napolitanos mantienen esta hermosa tradición que escenificó posteriormente Francisco de Asís. Estos belenes, como el que se puede contemplar en el Museo de escultura de Valladolid, mantienen el mensaje sagrado-popular integrando escenas sagradas de la vida popular de cada época y estallando de gozo en torno al continuo nacimiento del Niño-Dios.

Bajorelieve sagrado-bucólico. Campesino con un buey y corderos. Siglo I. Fuente: Paul Zanker, “Augusto y el poder de las imágenes”.

Augusto casi nunca iba al frente de batalla, era Agripa quien dirigía las batallas y las ganaba, por ello no quería ir en persona a hacer los triunfos, pero mandaba sus “imagines” que iban en carros o a hombros, y solía ser representado en tamaño pequeño,


por su baja estatura, llevando en su mano la bola del mundo. Esas imágenes del emperador pronto fueron transformadas por el pueblo en el Niño-Dios o niño de la Bola al que todavía danzan en Cuéllar (Segovia) el día primero y sexto del inicio del año. Esta danza hacia atrás, cuesta abajo, siempre de frente al niño, desde la Iglesia de San Esteban, -cuyas paredes guardan todavía los vestigios las de un templo romano-, hasta la iglesia de San Miguel, tiene el mismo mensaje que tu relato del nacimiento, excelentísimo Lucas. Y este “niño de la bola” es el que aparece en el rito del encuentro en el día de Resurrección en San Esteban de Nogales (León) actualizado por las “mozas de la virgen” y los niños. Recordemos que “Stefanos”, “Laurentius”, significa el Coronado, y San Esteban se celebra al día siguiente del nacimiento del Niño-Dios. Antiguamente, en todos los pueblos de la comarca castellana zamorano-leonesa se hacía estos ritos, según cuentan los ancianos del lugar. Lo sagrado-idílico sigue expresándose etnográficamente en los ritos del solsticio de invierno, en todo tipo de danzas, como el Zancarrón de San Zoles (Zamora) por San Esteban y las representaciones como las mascaradas de invierno en la región de Aliste (Zamora), y otras comarcas de Castilla y León. Decía el antropólogo Francisco Rodríguez Pascual que hay que ver todas ellas en su conjunto, pues han quedado retazos del rito en cada pueblo. Así en Riofrío de Aliste se representará al inicio del año, a un emperador en un carro y un pobre ciego detrás, en Abejera se ofrece y canta la Cordera al Niño-dios, en Sarracín se entierra a un niño como si fuera la semilla de una vida nueva… La tradición del Cristianismo ya era vivida en Roma por los “popularis”, frente a los “optimates”. Los “popularis”, en gran mayoría de extracción hispana, luchaban por la abolición de la esclavitud, por el derecho a la ciudadanía para todos, etc. Los “optimates” se preciaban de ser ellos los únicos ciudadanos romanos y el resto del mundo, sus esclavos. Augusto que pertenecía a familias “popularis” acabó siendo el “optimate” por excelencia, eliminando de su familia y de las demás familias a todos aquellos que pudieran arrebatarle su poder absoluto y represivo que ejerció durante casi medio siglo. Los sucesores de Augusto siguen haciéndose visibles hoy, afectados por un especial “Síndrome del Emperador”. Vuelven los “optimates” a establecer su imperio. Los pastores, los “populares”, habitantes de los “pagus”, están al raso día y noche, desahuciados… Los cristianos necesitan volver a recrearse y construir en sus vidas un evangelio nuevo que un día sea escrito tan poéticamente como el tuyo, excelentísimo Lucas. Pedro García González

22-12-2012


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