Rompiendo barreras maria moreno alfaro

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Dedicado a テ]gela y Paulino.


INTRO Ésta es una historia ajena a todas aquellas que son típicas de hadas y finales felices, en las que el príncipe y la princesa son comprometidos en matrimonio, se enamoran a simple vista y son felices para siempre. En este relato, el príncipe no es todo lo encantador que cabe esperar de un miembro de la realeza, lo que hace que la joven princesa se enamore de un guerrero comprometido con las injusticias de las guerras entre las bandas criminales y el pueblo. Pero, sobretodo, ambos lucharán para conseguir que su amor imposible no sea en vano y pueda dar su fruto.


LO QUE DEBERÍAS SABER ANTES DE LEER ESTE LIBRO

En primer lugar, el libro lo escribí con trece años si no recuerdo mal. Mi forma de escribir ha cambiado y la historia era bastante más absurda, pero no quería dejar este libro guardado en un cajón, he preferido que vea la luz. Mi imaginación era bastante absurda y estrafalaria por aquel entonces, por eso me he visto obligada a cambiar ciertas cosas de la historia. En la primera versión, los nombres de los personajes eran japoneses (¿Tal vez veía mucho anime por aquel entonces? ¡Quién sabe!). Había tanto reinos como ciudades – en vez de reinos únicamente – y eran nombres en inglés. Los reinos, sin embargo, fui un tanto irracional, e inventé nombres que nada significaban. Además, aparecían androides, cuando ahora sólo aparecen mini robots. También aparecían monstruos extraños, científicos malvados y muchísimos más personajes. El libro no se divide en capítulos al no ser muy extenso, sino que se divide por unas pequeñas cenefas creadas por TikiGiki, que forman parte de la página de imágenes libres de derechos de autor Open Clip Art. Doy las gracias tanto a la página como al autor de dichas cenefas. La portada del libro está creada por mí gracias a más imágenes de dicha página. Y ahora, querido lector, puede disfrutar de la lectura.


ROMPIENDO BARRERAS “Érase una vez una débil pero hermosa princesa de cabellos de oro que vivía encerrada en una interminable torre de ladrillo y cemento. Ella soñaba con poder corretear por la hierba mientras sentía el sol sobre su piel. Metida en sus pensamientos, contemplaba resignada el paisaje. El mundo pasaba ante sus ojos vacíos. Y cuando un día el príncipe guerrero llegó a su rescate y le brindó una nueva y digna vida, la princesa dejó de estar triste. Y vivieron felices y comieron perdices”. ─ Mamá, por favor, otra vez ─ suplicó la niña. ─ ¿Otra vez? Ya te lo he contado dos veces. Duérmete. ─ Vale. ¿Pero mañana me lo volverás a leer? ─ De acuerdo. Y ahora, duérmete. Te quiero, Aura. ─ Te quiero, mamá.

Cuando abrió los ojos, casi al instante, estaba bañada en sudor. Desgraciadamente, sólo era un sueño. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había soñado con su madre. Viendo imposible la posibilidad de volverse a dormir, se levantó de la cama y se dirigió hacia el tocador. Encendió la pequeña bombilla y se miró en el espejo. Tenía una pinta horrible. Para mitigar el efecto que le había producido el sueño, se desnudó y cerró tras de sí la puerta de su baño particular. El agua caliente de la ducha cayendo sobre su pelo y su piel la relajó. Cuando volvió a la habitación, Gina se acercó a ella, dejando tras de sí un rastro de humo y un sonido chirriante. ─ Vuelve a conectarte, todavía no se te ha recargado la batería. Mañana te voy a necesitar con la energía a tope. Es una orden. La pequeña máquina le hizo caso y se dirigió volando hacia el enchufe. Aura volvió a mirarse al espejo. Sacó del cajón del tocador la foto de su madre. El parecido era indiscutible. Todo el mundo la juzgaría a partir del día siguiente. Además, debía estar a la altura de las expectativas en su pueblo. Debía parecerse a ella. Pero una pregunta revoloteaba por su mente sin cesar: “¿Esto es lo que yo realmente quiero?”.


Una luz iluminó de repente la habitación. Manuela, la criada, había entrado en sus aposentos para despertarla, abriendo todas las persianas y corriendo las cortinas. Ella siempre tan despierta por las mañanas. Con los ojos entrecerrados, contempló a su criada. Era castaña, menuda, entrada en carnes y con unos ojos oscuros enormes. Siempre se había encargado de cuidarla, desde que era una niña; había sido la máxima prioridad para ella por encargo de su padre. ─ Buenos días, princesa. ─ Por favor, llámeme Aura. Hay confianza ─ graznó ella todavía por el sueño. ─ La hay, princesa. Pero si su padre, don Rodrigo, o cualquier otro criado me oyese llamándola por su nombre de pila me echarían del palacio, incluso del reino. ─ ¡Qué exagerada! ¡Si eres como de la familia! ─ Con todos mis respectos, princesa, le diré dos cosas. Primero, no soy exagerada. Y segundo, no soy de la familia. Llevar aquí tantos años no hace que me gane ese privilegio. Y ahora, ¡vístase! Su padre la espera abajo para desayunar ─ luego, dijo en voz más bajita ─: Feliz cumpleaños.

Cuando bajó al salón a desayunar, su padre ya la estaba esperando, como le había avisado Manuela. Sus ojos brillaban con la luz de la lámpara de telaraña que colgaba del techo. Su sonrisa y su rostro iluminado mostraban el orgullo que sentía por su hija. Su niña ya era mayor de edad. Una imperceptible lágrima le rodó por la mejilla. Ella iría a la universidad en el Reino de Cristal, donde contaría ─ para gran alivio de ella ─ con el apoyo y la compañía de sus dos mejores amigos: Samanta y Axel. Don Rodrigo veía en ella no sólo el físico de su difunta esposa, Aura también había heredado de su madre su carácter y buena fe. Ambas creaban en sus mentes mundos llenos de fantasía y aventuras, soñando con poder vivirlos algún día en la realidad. Sabía que su amada había sentidos deseos de salir del palacio y vivir con él apartados del mundo y viajar por otras tierras. Pero sus obligaciones reales se lo habían impedido. Su hija, ahora mayor de edad, sentía los mismos deseos. Son de ese tipo de cosas que un padre sabe. Mientras Aura se sentaba en una de las veinte sillas doradas y tapizadas que se hallaban alrededor de la suntuosa mesa de madera de cedro, cubierta con un mantel de seda y una vajilla de plata con los más deliciosos manjares del reino, Rodrigo se levantó y se aproximó a ella hasta llegar a su lado para besarle los cabellos.


─ Feliz cumpleaños ─ susurró ─. Ya eres toda una mujer. Ella se paró un momento a contemplarlo, le brillaban sus ojos marrones. Se había acicalado la barba y el pelo más de lo normal. Un traje cómodo, pero elegante de color grisáceo cubría su enorme corpachón. A Aura siempre se le antojaba pensar en que el aspecto fortachón y grandote de su padre pasaría inadvertido en la época de los vikingos, ya que era así como aparecían dichos tipos en las películas y series de televisión de todos los tiempos. Ambos se sentaron a la mesa y desayunaron tranquilamente. Al terminar, Jimeno ─ el mayordomo ─ hizo señas al rey para avisarle que un invitado acababa de llegar. Jimeno siempre se mostraba reservado y serio, y a Aura se le antojaba insensible. Nada tenía que ver con el carácter alegre y animado de Manuela, que la hacía sonreír cada mañana. En una de las salas reservadas para tomar el té, un señor trajeado de unos cuarenta o cincuenta años, con una peculiar nariz larguirucha y un gracioso bigote, les esperaba con unas cuantas cajas. ─ Buenos días, Señor Moreno. ─ Buenos días, Su Majestad ─ y se inclinó. Lo mismo hizo con Aura. ─ Puede proceder. El hombre comenzó a sacar mini robots esféricos voladores de metal y aluminio, de unos treinta centímetros, con pequeños brazos y piernas articulados. Sus brillantes y resistentes carcasas protegían un único ojo robótico de rayos láser y vista infrarroja. Eran versiones mucho más modernas que Gina. ─ ¿Qué significa todo esto, papá? ─ preguntó pasmada. ─ Tu regalo de cumpleaños. ─ Ya tengo un robot: Gina ─ y ésta se acercó volando mientras sus metálicas piezas internas resonaban nuevamente hasta llegar a los brazos de Aura. Ésta la cogió cariñosamente entre sus brazos. ─ Aura, Gina está obsoleta. Sólo tienes que ver su aspecto. ─ Con su permiso, Majestad, decirle que estos robots son de la última generación. Algunos de ellos no han salido siquiera al mercado y son los más costosos. Un privilegio que no puede permitirse la gente corriente. Aura se sintió molesta por la entonación que había dado a aquella última palabra. ─ El robot AXW36… ─ Se llama Gina ─ le cortó ella, tajante.


─ Su robot “Gina” es un modelo antiguo que ha sido mejorado y modernizado cientos de veces. Una princesa no puede fiarse de un robot que puede fallar en cualquier momento. ─ Gina fue un regalo de mamá. La tengo desde que nací ─ dijo, enfadada, mirando a su padre. ─ No digo que te deshagas de ella. Sólo que tengas otro robot para la agenda oficial y los actos reales. Este año se triplicarán ante tu mayor edad. ─ Gina ya es un robot agenda que apunta mis citas más importantes. ─ Y que el año pasado te falló más de una vez. Este año no te puedes permitir errores como el del Baile de Verano. ¿Lo recuerdas? Aura se calló ante el recuerdo. Por fin, admitió: ─ Sí, lo recuerdo. ─ Estos robots son más modernos y tendrán todas las funciones de Gina y muchas más. Mantén a Gina como una fiel compañera y amiga y el nuevo robot como una agenda, no tienes que cogerle cariño. Por favor, señor Moreno, continúe. ─ Por supuesto, Su Majestad. El BXZ40 es otro robot agenda con cámara de foto y vídeo. Calidad de imagen superior al AXW36. Además, incorpora una opción de vídeo novedosa no lanzada al mercado todavía. Es el que yo le recomiendo, Majestad, pero le explicaré el resto de robots. El VX575… ─ Elige tú el que quieras, papá ─ interrumpió Aura ─. No me importa cual escojas.

─ ¿No te parece emocionante, princesa? ─ preguntó Manuela, emocionada. ─ ¿El qué? ─ A partir de hoy ya es Usted mayor de edad. Se citará con príncipes y princesas, hablará de asuntos serios con personas importantes. Seguro que la soberana del Reino de las Estrellas la invita a tomar el té. ─ Pues aun así, tendría que pensármelo. ─ Pero… Don Rodrigo llamó a la puerta y entró. Manuela hizo una reverencia y luego, se marchó.


─ He adquirido para ti el HX437, creo que será el más apropiado para ti. El Señor Moreno ha insistido en venderme el BXZ40, pero creo que el HX437 te gustará más. Es el que más se parece a Gina. Aura frunció el ceño. ─ Cariño, jamás te pediría que te deshicieras de ella. Consérvala, pero deja que el HX437 se encargue de los asuntos importantes. Me quedaré más tranquilo. Y cuando ella asintió, Don Rodrigo le dio otro beso en los cabellos y se marchó haciendo una innecesaria reverencia ante la cual Aura no puedo evitar poner los ojos en blanco y sacudir sus hermosos cabellos cobrizos.

La fiesta privada para celebrar el cumpleaños de la princesa se celebró esa misma noche, asunto que fastidió a Aura, ya que hubiera preferido pasarlo con Samanta y Axel en vez de rodeada de personas a las cuales no conocía. Todos los príncipes, princesas, reyes y reinas, infantes y demás personas de la realeza habían acudido al evento. Tan sólo como conocía a unos pocos invitados, como su gran amiga Isis, del Reino de la Luz. Pero lo peor de todo fue no poder contar con la presencia de su tía Olivia y sus primos, que estaban de viaje. Consideró la posibilidad de escaparse, como había hecho en otras tantas ocasiones, pero supo que era un riesgo casi imposible. ─ Es tu fiesta de cumpleaños, no se te ocurra escaparte como haces otras veces. No puedo seguir siendo tan indulgente contigo. Han empezado a llegar príncipes y reyes, y de muchos de ellos ya hemos recibido peticiones ─ le comentó su padre, en susurros. ─ ¿Peticiones? ─ Cariño, has cumplido dieciocho años. Nos ofrecen la posibilidad de unirte en matrimonio a ellos. Pero no sufras, buscaré para ti el mejor de ellos. Además, dejaré que antes de dicho compromiso decidas tú también si es bueno para ti, te avisaré, lo juro. Aura frunció el ceño. Aquello no le sentó nada bien. ─ Si supieran que mi entretenimiento favorito es el arte de la espada en el área de la lucha y que en ocasiones soy poco femenina a causa de ello, esta noche, todos te pedirían que hicieras caso omiso a dichas peticiones. ─ No seas maleducada y sonríe. Ha venido gente de todos los reinos para la celebración. Y ella, a pesar de su disgusto, le hizo caso por una vez.


El día de su cumpleaños había estado repleto de acontecimientos aburridos y tediosos en el palacio. Necesitaba divertirse y olvidarse de que su mundo entero iba a cambiar a partir de ese cumpleaños. Viajó al Reino de Cristal, donde residían sus amigos, para pasar una agradable tarde. Yendo de incógnito, vestida con zapatillas, vaqueros y una simple camiseta nadie la reconocería. Y si añadía a su imagen una gorra y unas gafas de sol, completaría su camuflaje. Estaba esperándoles sentada en un banco de piedra de la plaza mayor cuando comenzó a escuchar gritos. Vio a mucha gente corriendo y se preguntó el porqué. Corrió hacia la dirección opuesta a la que se dirigía la asustada población cuando les vio. Tres tipos armando revuelo. No unos simples tipos gritando y dando patadas a papeleras. Hombres salidos de las clandestinas bandas organizadas para atemorizar a la población. Ella no entendía porqué en pleno siglo LXII no se había erradicado a este tipo de bandas. Uno era rubio y alto, iba fumándose un cigarrillo; el segundo era moreno y bajito, aunque bastante musculoso; y el tercero era moreno también, pero alto y fortachón, el que parecía llevar la voz cantante. Aura presenció como el más bajito cogía a un hombre de complexión fuerte por los hombros y lo lanzaba a unos metros de distancia, dejándolo inconsciente. Llevaban armas y bombas de mano, que iban lanzando por donde iban. Podía verse fuego a lo lejos. Ella no llevaba encima su espada, pues no habría creído que la necesitaría. Gina, a su lado, pidió al nuevo robot que mandase mensajes a todos los medios de comunicación y a todas las autoridades para acabar cuanto antes con el problema de aquellos tipos. En un cuerpo a cuerpo Aura no tendría ninguna posibilidad y además, llevaban armas. Sin embargo, era incapaz de quedarse de brazos cruzados. Moriría antes que huir o que sus ojos contemplaran la muerte de alguien. Intentó luchar contra ellos, que la miraron divertidos. Evidentemente, no sólo esquivaron sus golpes, sino que le devolvieron cada uno de los movimientos que no había podido realizar. Decidieron no matarla, como al resto de personas, pero acabó malherida, con numerosos golpes y moratones por todo el cuerpo. Se sintió defraudada consigo misma y completamente frustrada. Por sus mejillas caían lágrimas de impotencia. Rezó para que ocurriera un milagro. Y los milagros existen, al menos eso creyó ella en el mismo momento en que una silueta negra apareció ante los tres arrogantes tipos. Era un joven moreno con una soberbia espada, similar a la suya propia. No llevaba armadura, ni capa, ni sombrero, ni una máscara ridícula que ocultara su identidad. Sus ojos eran azules y severos, y Aura tendría el privilegio de comprobarlo por sí misma. También era alto y aunque no delgado, tampoco era musculoso. Acabó con ellos en lo que Aura le pareció un abrir y cerrar de ojos. Aunque igual podría haber sido a causa de los golpes que habían dañado su cabeza y no percibía la realidad tal cual era. Quién sabe. Todo había acabado, al menos, ese día. ¿Quién sabe cuántos tipos como aquellos seguían escondidos, esperando su oportunidad de atemorizar al mundo? ¿O cuántas bandas de criminales?


El joven muchacho fue acercándose a las personas que hallaba en el suelo para ayudarlas. Se percató de la presencia de un chaval de pelo castaño que había estado escondido tras un pequeño kiosco. Aura no logró entender qué le decía como consecuencia de la distancia, pero el chico sacó su teléfono móvil e hizo una llamada desconocida para ella. Cuando llegó hasta donde se encontraba la princesa, ésta comprobó que estaba muy serio por los múltiples daños físicos que ella presentaba. Sin embargo, ella no pensaba en aquello, simplemente se perdió en sus profundos ojos azules. ─ ¿Se ensañaron contigo? ─ Eso es porque intenté enfrentarme a ellos ─ consiguió decir ella, esforzándose en cada palabra. Comenzaron a llegar múltiples ambulancias y comprendió de qué había tratado la llamada del joven. El chico movió la cabeza y sonrió. Tras comprobar que aquella chica estaba perfectamente, se fue a atender a más gente, no sin antes dedicarle una encantadora sonrisa.

A pesar del triunfo del bien sobre el mal, ella se sentía intranquila y frustrada. No podía dejar de pensar en aquel joven, en los tipos, en los edificios destruidos, en la gente herida… si aquel chico no hubiese existido, ni Dios sabe cuál habría sido el catastrófico final de aquella jornada. Al instante, se sintió en deuda con aquel chico desconocido. Se sintió aliviada también tras llamar a sus amigos y comprobar qué estaban perfectamente. El reino se comenzó a reconstruir poco a poco y ella acudía cada día para ayudar en lo posible. Sin embargo, un día, el estrés provocado por los asuntos de palacio – por un lado – y las agotadoras horas de trabajo en el reino – por otro lado –, se apoderó de ella y decidió tomarse un respiro de ambas cosas. Anduvo durante horas y sus pasos la llevaron a un lugar que la marcaría para siempre, aunque ella en aquel momento no lo sabía. Lejos de unas tres o cuatro casitas de piedra, alejado de toda población humana, encontró un esplendoroso lago de agua cristalina, flanqueado una majestuosa cascada y decenas de árboles y altos arbustos plagados de flores. Se asomó tímidamente por entre dos arbustos y vislumbró una silueta. Una silueta masculina que, a pesar de tan solo haber visto unos minutos y de forma borrosa, le sonó completamente familiar. Todavía recordaba el amargo sabor de boca que le había dejado aquel día nefasto que sólo pudo arreglar aquel chico. Seguramente tendría tan sólo un par de años más que ella. Sin embargo, el HX437 la avisó de que se la requería urgentemente en el palacio y prefirió volver otro día, acción por la que – enseguida – se arrepintió. Cuando la princesa se marchó hizo un pequeño ruido que alertó al muchacho, pero cuando quiso llegar al sitio exacto donde había estado Aura, ella ya no estaba.


Los compromisos del palacio la mantuvieron encerrada durante unas semanas que a ella se le antojaron años. Asuntos básicos sobre la reconstrucción del reino que ella prefería arreglar con acciones de ayuda en primera persona que no con reuniones en las que los mayordomos sacaban tacitas de té en tazas chinas de porcelana y bandejas de plata con distintas variedades de galletas. Cuando por fin se sintió liberada volvió al lago, pero no encontró al muchacho. Regresó al día siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente también. Pero también ayudaba en la reconstrucción del reino y estuvo pendiente por si aparecía por allí, ayudando. Pero ningún día tuvo suerte. Sus esperanzas se esfumaron. Le recordó enfrentándose a aquellos tipos. Aquella imagen quedó grabada en su retina y soñaba con él cada noche, dándole las gracias. Tal vez no solía ir a aquel lugar, podría haber sido una visita casual y puntual. Un día, logró localizarle. Pero el encuentro no se produjo como ella siempre había esperado. Le divisó desangrándose en la orilla del lago, tiñéndolo todo de rojo. Se estremeció al ver la gravedad de sus heridas en su maltrecho cuerpo. Ella era incapaz de ayudarle, así que encargó un robot-médico a través del HX437. Sin que ningún guardia ni sirviente del reino les pillase, lo escondieron en uno de los muchos dormitorios que inusualmente se utilizaban para ocultarle allí. El robot-médico ayudó a la princesa a tumbarlo sobre una majestuosa cama de matrimonio y le curó las heridas, ante su atenta mirada. Después de permanecer dos días inconsciente, despertó. Todo a su alrededor se tornaba borroso, no sabiendo donde se hallaba. Lo primero que vio ante sus ojos fue a Gina, flotando sobre él. Gina avisó mediante pequeños chirridos a Aura, que se había quedado durmiendo. Unas imágenes difusas sobre una sangrienta lucha pasaron por su mente de forma intermitente. Se irguió sobre la cama, no sin esfuerzo, para encontrarse a una guapísima joven de pelo cobrizo desperezándose encima de un sofá verde pistacho con cojines azules. Cuando se acercó a él le dedicó una sonrisa amorosa que también transmitían sus marrones ojos brillantes. Él no entendía nada, mas aun así, quedó prendado de su belleza. ─ ¿Cómo te encuentras? ─ Eh… Bien, supongo. ¿Dónde estoy? ─ No hables muy alto ─ le dije ella en un susurro ─. Te estoy escondiendo, nadie sabe que estás aquí. Estás en el Reino Amapola, te hallé malherido en el lago y te traje aquí con ayuda de un robot-médico. Todavía no te ha bajado la fiebre ─ murmuró, tocándole la frente con la palma de la mano ─. Gina, tráeme una toalla pequeña con agua fría. El pequeño robot obedeció. ─ ¿Por qué haces esto? ─ preguntó, todavía receloso. ─ Porque alguien te debía el gran favor que nos has hecho a todos. Y, personalmente, yo te debía una.


─ No entiendo. Aura rió de forma encantadora. ─ Supongo que con la confusión y el caos de aquel día no te acuerdas de mí. Soy la chica a la que tomaste por loca cuando te confesó que se había enfrentando a los tres criminales. ─ Ahora te recuerdo, aunque vagamente. ¿Eras tú? No te recordaba así. Gina apareció en ese instante con la toalla fría. ─ Toma, póntela en la frente y túmbate de nuevo. El HX437 avisó a Aura de una nueva reunión. ─ Me tengo que ir. Gina se queda contigo, puedes quedarte tanto tiempo como quieras. Quédate tantos días como necesitéis, no habrá problema. ─ Me llamo James ─ soltó de repente. ─ ¿James? No parece un nombre de esta zona. ─ Soy de… bastante lejos. ¿Quién eres tú? ─ Me llamo Aura, hija del rey Rodrigo, del Reino Amapola. James la contempló fascinado y, acto seguido, se tumbó y cerró los ojos para continuar con su descanso. Supuso que no pasaría nada por olvidarse de sus problemas por un ratito más. Aura cerró la puerta al salir de la habitación y la fiel Gina echó el cerrojo para que sólo su ama pudiera pasar.

Tras una semana oculto en el palacio, James puso fin a su estancia. Justo aquel día, antes de que James tomara la decisión, Aura y Rodrigo recibieron con los brazos abiertos la vuelta al hogar de Olivia, Ezequiel y Maite, la tía política y los primos de Aura, respectivamente. Ezequiel era tan sólo tres años mayor que Aura y Maite tenía unos seis dulces añitos. Hacía años, treinta exactamente, Olivia había sido comprometida con Damián, hermano menor de Rodrigo. Pero hacía cuatro años la policía del Reino de las Estrellas lo había encontrado misteriosamente sin vida en un callejón. Un misterio que en la actualidad todavía envolvía su muerte. Aquel hecho había sumido a Olivia en una desfallecida depresión, de la que consiguió reponerse gracias a los viajes organizados por sus hijos, su sobrina y el hermano de su marido.


─ ¡Hola, cuñado! ─ saludó, de forma entusiasta. ─ Hola, Olivia. ¿Qué tal vuestro viaje por el Reino de la Luna? ─ Maravilloso e inolvidable. Y déjame decirte que, ahora que Aura es mayor de edad, me permitirás que me la lleve de vez en cuando a mis viajes. ─ Aura ahora tiene que cumplir con sus nuevas responsabilidades. ─ Eres injusto con ella. Si es menor de edad, ésa es la excusa. Si es mayor de edad, tiene responsabilidades. ¿Cuándo la dejarás disfrutar? ─ Ella ya es un alma libre que se escapa del palacio cuando le entra en gana. Costumbre que deberá olvidar a partir de ahora. ─ Rodrigo, sí la mantienes presa, jamás conocerá las maravillas del mundo. Sé que la amas más que a tu propia vida y que no soportarías la idea de que algo malo le sucediera, pero puede volverse en tu contra. ─ No… No lo creo. ─ Ni siquiera tú estás seguro. Aura apareció, bajando por las escaleras. ─ ¡Tía Olivia! ¿Qué tal por el Reino de la Luna? ─ Fabuloso, cariño. Te he traído un pequeño regalo sin importancia. ─ Tu último regalo sin importancia fue un reloj de oro con diamantes demasiado ostentoso. ─ Que tú despreciaste vendiéndolo a La Casa del Oro y entregando el cambio al Reino de los Pobres. Este regalo es un anillo de oro blanco que, espero, sepas apreciar ─ su tía le guiñó uno de sus ojos verdes, a modo de complicidad. ─ Olivia, por favor, deja de mimar a Aura. Yo nunca lo he hecho y no quiero que se vuelva una caprichosa. ─ ¿Caprichosa? Aura está lejos de ser caprichosa. El destino de este anillo que le acabo de regalar será el mismo que el del reloj, lo supe incluso antes de comprárselo. Pero yo se lo regalo igual, porque es un buen acto. Tu hija tiene un corazón de oro que no le cabe en el pecho, así que siéntete orgulloso de ella. ─ Me siento orgulloso de ella ─ dijo, mirándola ─. Siempre lo he estado y siempre lo estaré. ─ Gracias, papá. ─ ¿Y cuándo comenzarás la carrera universitaria?


─ Cuando acabe el verano. Me admitieron en la universidad del Reino de Cristal, pero no sabemos si la tendrán restaurada para entonces. Igual nos trasladan al Reino del Sol a otra o instalarán una sede provisional en algún otro edificio sin destruir. ─ ¿Irás con los plebeyos? ─ ¡No los llames así! ─ ¿No es lo que son? Como tus amigos, ¿no? ─ al ver fruncir el ceño a Aura, prosiguió ─: ¡Es broma! Ah, se me olvidaba, también te he traído una caja de bombones. Pero no comas muchos o perderás tu silueta. Tienes que mantenerla para estar tan estupenda como yo. Aura contempló con fingido horror las abismales curvas de su tía. Luego, ambas, rompieron a reír. ─ Tengo que volver a mi habitación, tía. Únicamente había salido para recibirte. Por cierto, ¿dónde están Ezequiel y Maite? ─ Ah, Maite quería repartir regalitos entre sus amigas y Ezequiel la ha acompañado, así que en un rato estarán aquí. ─ De acuerdo, me reuniré con ellos en cuanto lleguen. ─ Yo iré a deshacer mi maleta. Y tras esto, Aura subió a la habitación de invitados. Al principio sintió pánico pues James no estaba en la cama, pero él la llamó. Se estaba poniendo una chaqueta, listo para irse. ─ ¿Te vas? ¿Tan pronto? ─ Puedo andar ya. Te agradezco de corazón lo que has hecho. Dijiste que me encontraste en el lago, así que ya sabes donde encontrarme. ─ ¿Vives cerca de ahí? ─ Sí ─ dijo, sonriéndole. ─ ¿En una de las casas pequeñas que hay cerca de allí? ─ No. No tengo una casa, pero eso no significa que no tenga un hogar. Aura la miró extrañada. ─ ¿Necesitas que te ayude a escapar sin que nadie le vea? No te verán ni los guardias. Créeme, tengo experiencia. ─ No, gracias. Tengo mis propios medios. Soy ágil y rápido.


Se produjo un gran silencio mientras James se acercaba a la ventana. ─ ¿Me ayudarás? ─ masculló con voz tímida. ─ A todo lo que pueda. Te lo debo, aunque se me hará raro, teniendo en cuenta que eres una princesa. ─ Soy bastante buena en el arte de la espada, el otro día no la llevaba encima. ─ Pues esa es una norma importante de un buen luchador: lleva tus armas siempre encima. ─ Prométeme que me adiestrarás. Júrame que me convertirás en tu alumna y me contarás lo que pasó antes de descubrirte medio muerto en el lago. ─ Lo prometo. Con una ligereza y destreza dignas de presenciar, James salió de la habitación sin que nadie, excepto Aura y Gina, se enterase. Ella lo miró alejarse tristemente.

Haciendo con Gina unas compras para la reconstrucción del Reino de Cristal en el Reino de los Pobres, donde todo el mundo se hallaba oculto, Aura se topó con un tipo de lo más peculiar. Acababa de salir de la tienda que había justo al lado de la que ella había salido. Se encontraron solos ante la inmensidad de una calle que poco tenía que ofrecer. Era apuesto, sin duda, pero algo en él había que no acababa de gustarle. Y un horrible escalofrío le inundó los huesos. Rubio, de ojos azules, delgaducho y escuálido. Presuntuoso, engreído y vil. ─ Buenos días, bella dama. Estoy a merced vuestro, lucho por salvar a todas las hermosas muchachas que estén en peligro. Lucho con dragones y no me importa lo más mínimo poner en peligro mi vida. Aura no daba crédito a lo que oía. ¿Quién era aquel tipo arrogante y presuntuoso? A tenor de lo descrito, parecía un príncipe. ─ Eres una diosa, un ángel caído del cielo. ─ ¿Qué demonios estás diciendo? ─ Eh… ─ ¿Dragones? ¿En serio? Ja, ja, ja. Has debido de leer muchas historias antiguas de nuestros antepasados.


─ De pequeño siempre quise ser un caballero que salvara a princesas de monstruosos dragones. Aunque tú no eres una princesa y no hay ningún dragón. Y definitivamente, por tus ropas, no eres una princesa. ¿Qué princesa se vestiría con pantalones vaqueros, zapatillas y un jersey? ─ Primero, los dragones no existen. Y segundo, sí soy una princesa. ─ ¡Sí, claro! ¡Una princesa del chichinabo! ─ ¡Perdona! Estás hablando con Aura Montero, hija de Rodrigo, rey del Reino Amapola. ─ ¡No puedes estar hablando en serio! ¿De verdad? ─ Claro que sí. ─ ¡Bendito sea Dios! ¡Eres hermosa! En el Baile de Invierno apenas me fijé en ti. ¡Qué feliz soy! ─ gritó el muchacho lleno de alegría ─. ¡Tu padre y el mío han firmado un contrato para prometernos en matrimonio! ─ ¿Qué? ¿Sin avisarme? No, no, no. Estás equivocado. Mi padre no haría eso, me prometió que me avisaría y que no elegiría a nadie sin mi consentimiento. ─ ¿Cómo crees que va esto? Los reyes no consultan con sus hijos. ─ ¡Maldita sea! ¡Cállate! ¡Estás mintiendo, mi padre me prometió consultarme! ─ ¿Tan mala impresión te he dado? Te diré, bella dama, que muchísimas princesas, incluso reinas, han apostado por mí como primera opción. Soy adorado y muy solicitado. Deberías sentirte agradecida, soy un perfecto caballero. ─ ¿Un caballero? ¿Sabes al menos manejar una espada? ─ preguntó ella, petulante. ─ Soy Darío Ortega, hijo de Oswaldo y Alma, soberanos del Reino Amarillo, llamado así por sus girasoles, no tengo necesidad de aprender las artes de un plebeyo. ─ ¿Y cómo matas a los dragones para defender a las princesas? ─ Son tiempos modernos, damisela, llevo una pistola R4, la más moderna del mercado. Los dragones se matan a fuerza de balas y las princesas, por si no lo sabías, llevan zapatillas y pantalones vaqueros ─ dijo, escudriñándola de arriba abajo ─, en vez de vestidos de seda y zapatitos de cristal. Lo único que no cambia en esta historia es que yo soy un príncipe encantador, como los de antes. Ella puso los ojos en blanco y se dio la vuelta, marchándose junto a Gina y al HX437.


Después de su desagradable encuentro con Darío, su supuesto prometido, decidió volver al lago para enfrentarse a la historia que James debía contarle. Ya encontraría la ocasión de hablar con su padre y pedirle una explicación. No encontró a James allí, así que decidió darse un baño. Se quedó en ropa interior, no atreviéndose a desnudarse completamente, mostrando a la naturaleza unas piernas largas, una piel blanca y unos turgentes pechos. Su cabeza era un torbellino que giraba y giraba sin parar. Apenas conocía a James, pero algún tipo de sentimiento había surgido hacia él. Seguía cabreada por haberse enterado de aquella forma de que su padre la había prometido a sus espaldas. Ahora su futuro se tornaba oscuro y dudoso. De repente, oyó unos pasos que se acercaban. Ella se puso a la defensiva. Silenciosa pero rápidamente salió del agua y cogió su espada. Se sintió vulnerable, al estar mojada y medio desnuda, pero no disponía de tiempo para vestirse. Atacó a su contrincante, cuyas manos fuertes pararon su espada. Era James. Su semblante estaba serio y rabioso. ─ ¿A qué juegas? ─ le preguntó sarcásticamente. ─ A… A nada. No sabía quién era. Lo siento. ─ ¿Qué demonios haces aquí? ─ Yo, eh, lo siento. Venía a entrenar ─ contestó sorprendida ante su pregunta llena de repugnancia. ─ Ni hablar. ─ ¿Por qué? ¿Por qué has cambiado de idea? ─ Porque no te necesito para nada, princesa estúpida. ─ ¡No me digas eso! ─ Eres estúpida. Estúpida, estúpida, estúpida. Aunque tengo que decirte que tienes un cuerpo bonito, muy bonito. Aura se sonrojó. ─ Creo que te mueres por mis huesos, que estás loca por mí, que el corazón te late como un motor cuando me ves y que te has bañado en el lago en ropa interior con la intención de esperarme y que yo te vea. ─ ¿Qué? ¡No! ─ exclamó, horrorizada. ¿Qué le ocurría? De repente, parecía haber tomado prestada la mente de un pervertido.


Estaba desilusionada. ─ ¿Quién demonios eres tú? ─ preguntó sorprendido y aturdido otro James. ¿Dos James? ¿Quién era el real? Probablemente, el que acababa de llegar, debía serlo. Se colocó delante de ella, para protegerla del falso James. Perplejos se quedaron ambos cuando el impostor comenzó a menguar, transformándose y dando formas extrañas a su cuerpo hasta convertirse en un enano chato y gordo. ─ ¿Es ése tu verdadero aspecto? ─ preguntó James. ─ Sí ─ susurró, azorado. ─ ¿Por qué has adquirido mi aspecto? ─ ¿Quieres la verdad? Tengo debilidad por las chicas jóvenes y hermosas. Altas, bajas, rubias, morenas, pelirrojas, de pelo corto, pelo largo, gordas, finas, menudas, ojos azules… ─ Vale, vale, vale, ¡lo pillamos! ─ No soy alto ni guapo, así que me tengo que transformar en alguien… bueno, en alguien como tú. ─ Eres un enano azul, ¿no es cierto? ─ ¿Azul? ¡Yo no lo veo azul! ─ preguntó Aura en su ignorancia. Aquel enano tenía la piel de un color marrón chocolate. Tenía la nariz gorda y de apariencia aplastada y unos enormes ─ casi estrambóticos ─ ojos negros. También unas patas gordas y unos pies anómalos. Sus manos y brazos presentaban el mismo aspecto. Aura se lo imaginó a un montón de ellos echando una carrera, debía de ser una imagen pintoresca difícil de olvidar. ─ Sí, lo soy. Tú no lo sabes, princesita, pero los enanos azules se caracterizan por su capacidad para transformarse en la persona o animal que deseen, pudiendo adoptar también su voz. Y yo soy de los mejores. Me gustas, pelirroja. ─ No te acerques a Aura, es amiga mía. ¿Te queda claro? ─ Con esa espada en tu mano, vaya si me queda claro. Y ella es también aficionada a las armas, por lo que veo. ¿Te llamas James, verdad? ─ Exacto, ¿y tú? ─ Momono. Y tú, princesa, deberías vestirte antes de que los dos machos que habemos aquí nos pongamos malos. Y dicho esto, tanto Aura como James se sonrojaron.


Después de que Aura se secara y vistiera, James se encaminó hacia una cueva, oculta tras la cascada. Momono ─ que juró ser inofensivo ─ les acompañó. Escalaron un par de rocas salientes para llegar hasta allí. Ella resbaló y se dio un golpe en la rodilla, pero no dijo nada. La cueva, sorprendentemente, estaba seca, aunque se sentía la humedad del agua en ella. Conforme se adentraron en la cueva, el techo parecía alargarse y se mostraba más lejos del suelo. Los pasos de Aura eran lentos por precaución, pero James ya conocía cada rincón de aquel lugar. ─ ¿Vives solo? ¿No tienes familia? ─ preguntó Aura, carcomida por la curiosidad. ─ No tengo familia ─ contestó James a la princesa, medroso. ─ ¿No tienes padres o hermanos? ¿Ni novia o mujer? De hijos no te pregunto, porque creo que eres demasiado joven. ─ No. No tengo a nadie en este mundo. Apenas mantengo el recuerdo de unos padres y un abuelo que murieron hace años. ─ ¿Qué ocurrió con aquellos tipos? ¿De dónde salieron? ─ ella cambió de tema ─. Aunque imagino que pertenecerán a alguna banda de criminales preparados para hacer este tipo de cosas. ─ Habrán salido de algún tipo de asociación clandestina. Y deduzco que no sólo buscaban el Reino de Cristal. Probablemente estarán interesados en todos los reinos. ¿Estás preparada para escuchar la historia completa y sin censura? Al ser de tan alto estatus, como lo es una princesa, no sé si acostumbras a oír este tipo de relatos. ─ Estoy preparada ─ confesó, segura de su respuesta. Entonces James miró muy serio a ambos y asintió con la cabeza. Luego, se sentó sobre una piedra plana que sobresalía del suelo y dio unas palmaditas a otra roca para que Aura y Momono lo imitasen. Sin dejar de mirarlo fijamente, ambos hicieron lo mismo, y James comenzó a relatar su historia. Ya no había vuelta atrás.

“Era pequeño y una banda organizada mató a mis padres y mi abuelo. Un monje me acogió en su templo junto a otros de mi misma condición y que habían pasado por situaciones similares. Eran monjes guerreros. A aquellos que ya no teníamos nada que perder en la vida nos adiestraban para defendernos y matar a tipos como ellos y así poder defender a las personas. Esa era la labor de los monjes. Los adiestramientos eran


verdaderamente duros. Comencé mi entrenamiento como la tierna edad de siete años, cuando asesinaron a mi familia. Con dieciséis años maté a mi primera víctima, era la edad con la que nos permitían salir del monasterio bajo la supervisión de otro monje guerrero experimentado. Los monjes que nos asistían como maestros eran los más curtidos en el arte de la guerra; capturaban asesinos menores para nuestra instrucción. El año pasado maté a un hombre en lo que a mí se me antojó un tugurio más que un laboratorio y destruí todo cuanto había allí. No os creeríais cuan variedad de armas y artefactos había en aquel lugar, listos para ser usados contra las personas. Sin embargo, los ataques continuaron, lo que nos hace pensar que no había un laboratorio, sino que debe de haber más, decenas, cientos, miles, no tenemos ni idea. Así que no quiero ni imaginarme cuantas personas habrá sueltas con tan inhumanas intenciones”.

Aura quedó tan perpleja y anonadada que James temió haberla asustado demasiado pronto. Pero entonces ella se levantó rápidamente con un grácil movimiento y preguntó: ─ ¿Entonces qué hacemos de brazos cruzados? James sonrió ante su entusiasmo y se alegró de verla tan convencida. Igual no era mala idea que una princesa como ella formara parte de su secreto. Una vez fuera de la cueva y ante la atenta mirada de Momono, James explicó en qué consistirían los entrenamientos impartidos a Aura: ─ Conseguiré que tu rapidez sea increíble. Iremos despacio al principio, luego iré más rápido. Cuando estés a punto de pillarle el truco y te acostumbres, cambiaré la rapidez, aumentándola. Y así, sucesivamente. Unas veces entrenaremos con las espadas; otras, cuerpo con cuerpo. ¿Lo has entendido? ─ Sí. ─ Pues atácame con todas tus fuerzas. Así lo hizo. Tres horas aproximadamente duró el entrenamiento que, de no haber recibido Aura un mensaje de su padre para que volviera al palacio, hubiera durado más. Él quedó asombrado por la destreza de ella y la admiró en su fuero interno, sabiendo que la había subestimado al ser una princesa.

Aura no dejó correr el agua por su piel como hacía cada vez que se duchaba. Tenía prisa, así que bajó al comedor casi corriendo. Su sorpresa fue inmensa cuando descubrió a los invitados presentes: Darío y su padre, el rey Oswaldo. Se había olvidado


completamente del tema de su matrimonio de conveniencia. Ambos reyes dieron la bienvenida a Aura con una sonrisa amable mientras Darío se quedó callado, sonriendo maliciosamente y jugueteando con su tenedor de plata y una pequeña verdura en el plato. En aquel momento, se sintió morir. La rabia y la impotencia le mordieron el corazón y, no sin esfuerzo, trató de no llorar. ─ Aura, hija mía ─ dijo Rodrigo ─. Este es el rey Oswaldo, gobierna el Reino Amarillo y él es Darío, su hijo. Seguramente les recordarás del Baile de Invierno. ─ Sí, padre. Los recuerdo ─ mintió Aura. Al parecer, Darío no les había comentado nada sobre su primer encuentro, así que decidió hacer lo mismo. Desgraciadamente, jamás se olvidaría de la primera vez que le vio. Tan necio y egocéntrico. ─ Tengo una maravillosa noticia que darte. Darío se convertirá en tu esposo en unos meses. He pensado que podría ser en primavera, la estación más alegre del año, con todas las flores. Hasta entonces, tendréis mucho tiempo para conoceros. Ahí estaba la confirmación más temida. Comenzó a temblar. ─ Haré todo lo que esté en mis manos por hacerla feliz ─ dijo Darío con fingida dulzura. ─ No lo dudo, príncipe Darío. Como tampoco dudo que mi hija se sentirá afortunada. Hay tantísimas princesas que desean casarse con vos y su sabio padre ha decidido escoger a mi humilde hija. Será una esposa ejemplar y una perfecta madre para vuestros futuros hijos. ─ Solicito su permiso, rey Rodrigo, para dedicarle a solas unas hermosas palabras a su tan bella hija y futura esposa mía. ─ Por supuesto, príncipe Darío. Y Aura escuchó como su padre comentaba lo educado que era, mientras ambos jóvenes se alejaban a una pequeña sala privada. Ante el silencio de ella, él soltó una sonora y breve carcajada. ─ No voy a obligarte a hablar. No hables sino lo deseas, pero eso no va a cambiar nada. Eres la única que no desea esta unión. ¿Sabes? Puede que pienses que esto no viene a cuento, pero estás muy hermosa, he de decirlo. Me gusta ese vestido rosa, largo y elegante. El collar de diamantes, es precioso, al igual que los pendientes de plata. ¿Pero no crees que falta algo? ─ ¿A una alianza de oro te refieres? ─ contestó ella, vacilante. ─ ¡Bingo! Princesa, no hemos empezado muy bien este matrimonio en prueba, pero cuando sea definitivo, no habrá vuelta atrás. Serás mía te guste o no. ─ ¿Por qué me lo restriegas? ─ Porque me gustas, me gusta la idea de que seas mía. Y me apetece.


Y, acto seguido, le pegó una bofetada. Aura estaba indignada y sorprendida. ─ ¡Voy a decírselo ahora mismo a mi padre! ¡Anulará el compromiso y… ─ ¿En serio? Tengo una reputación excelente y tú sólo eres una princesa rebelde. Tu padre creerá que es una excusa para librarte de este matrimonio. No te va a creer. Ni él ni nadie. Después de aquello, los cuatro tomaron té. Aunque tan sólo dos personas sabían que aquello era una farsa y Aura no podía sentirse más humillada. El hombre que había elegido su padre para casarse con ella la había pegado una bofetada la segunda vez que le había visto y no podía decir nadie porque nadie la creería. No imaginaba nada más denigrante. Finalmente, se marcharon a su reino. Ella no olvidaría las miradas ladinas y feroces que Darío le había dedicado, ni su regalo en forma de manotazo. Sin embargo, Darío estaba dispuesto a conocer a su futura esposa y no dudó en salir de su reino a los pocos minutos de haber llegado, y haberse acercado a las afueras del palacio, a sabiendas de que Aura saldría de su casa y él podría seguirla.

Aura y James decidieron vigilar los alrededores en busca del tipo que atacó a James. Darío, al perseguir a Aura, se encontró con el lago y allí se encontró con Momono. ─ ¡Oh, qué horror! ¡No te acerques a mí, monstruo! ─ exclamó Darío, al ver al enano. ─ Oye, tengo un nombre. Me llamo Momono. ─ Y yo Darío, soy un príncipe que busca a su princesa. Soy el prometido de la distinguida Aura, ¿por casualidad no la habrás visto? ─ Lo cierto es que no ─ mintió. Entonces, Darío se fue. Momono no pudo evitar pensar en lo peculiar y extraño de aquel tipejo que decía ser de sangre real.

James y Aura llegaron al lago para seguir entrenando, ya que no había ni rastro del tipo. Esta vez, ensayaron el arte del cuerpo a cuerpo. Después de un largo precalentamiento, James se agazapó y se abalanzó sobre ella, cogiéndola fuertemente por la cintura y


tirándola al suelo, procurando que no se golpeara la cabeza contra las rocas. Aura debía aprender a defenderse, esquivando los golpes de su contrincante. El entrenamiento no era precisamente delicado, pero ambos veían fortalecidas sus fuerzas gracias a ello. Al atardecer, la princesa debía marcharse a casa. Estaba toda manchada y sudorosa, así que, con permiso de James ─ que se adentró en la cueva ─ se dio un baño en el lago y tras una despedida amistosa, se fue. Aura se enfrentó a un interrogatorio sobre dónde había estado, que había estado haciendo y con quién había estado; ya que llegó a casa con algunos moratones. La joven convenció a su padre de que el motivo de su ausencia había sido un duro entrenamiento junto a Gina y su espada, y que los moratones sólo habían sido como consecuencia de una caída estúpida. Y como consecuencia de que ella jamás mentía a su padre, él se quedó tranquilo.

─ ¡Vamos de compras! ─ Aura escuchó la voz entusiasta de su tía Olivia gritando a todo pulmón. ─ Tía, deberías dejar de hacer eso de gritarme mientras estoy durmiendo. Hay que hablarlo seriamente ─ graznó Aura, todavía grogui por el sueño. ─ ¡Oh, cariño, lo podemos hablar! ¡La cosa está en si te hago caso o no! ─ Gracias, ¡qué considerada! ─ exclamó irónicamente ─. Sin embargo, hoy no puedo. Tengo que ir a entrenar… con Gina. ─ Siempre estás entrenando con esa espada peligrosa. ¿Tu padre lo sabe? ─ ¡Dios mío, tía! ¿En qué mundo vives? Claro que lo sabe, ¿quién crees que me regaló mi primera espada con seis años? ─ Te dejaré un poco de privacidad para que te asees y te vistas. Luego nos iremos. ¡Qué bien lo vamos a pasar! ─ exclamó Olivia con su aguda vocecilla, haciendo caso omiso a Aura. Dicho esto, salió de la habitación y Aura supo que no se libraría de ella. ─ Gina, hazme un favor. Confío en ti. Tengo que llevarme obligatoriamente conmigo al HX437, así que necesito que te dirijas al lago y avises a James de que iré a entrenar por la tarde. ─ Entendido ─ dijo Gina con su robótica voz. ─ Gracias ─ susurró ella.


─ ¡James! ¡Aviso de Aura para James! ─ gritó Gina al llegar al lago. James la avistó en el cielo, mientras entrenaba duramente. ─ ¿Gina? ¿Dónde está Aura? ─ Me manda para avisarte que no podrá venir. Le ha surgido un contratiempo con su tía Olivia. Su intención es venir después de mediodía. ─ De acuerdo, no importa. Su familia no puede sospechar porque nos prohibirían volver a vernos. ─ Mensaje entregado. Ahora tengo que marcharme por instrucciones de mi ama.

Al final de la mañana, Aura y Olivia acudieron con un sinfín de bolsas de todos los colores y tamaños. Tía Olivia la había obligado a comprarse muchísima ropa y complementos. Cuando su padre le preguntó sobre lo que había comprado, ella contestó irónicamente qué la pregunta idónea que debía hacerle era “qué es lo que no se había comprado”. Maite bajó corriendo las escaleras y saltó para que Aura la cogiera en brazos. Después de jugar un poquito con ella, comió tranquilamente y se fue a entrenar, pidiendo permiso a su padre. Encontró a James trabajando sus puños y pies, forzándolos contra la rocosa pared de la cascada. Iba desnudo de cintura para arriba, y calado hasta los huesos por el agua que caía sobre él. Golpeaba su cuerpo con tanta dureza que un leve rastro de sangre que emanaba de su cuerpo iba tiñendo el agua sobre la que caía. Su semblante furioso se tornó sorprendido cuando se dio la vuelta y contempló a Aura, observándolo. Aura estaba perpleja. Le saludó, todavía aturdida ante la escena que acababa de presenciar. Le informó de que iría a buscar en aquel preciso instante al tipo rubio al Reino de Las Lunas y cuando preguntó a Aura si le acompañaba, ella le contestó que le ofendía con aquella cuestión.

Darío no cesaba en su empeño por conseguir ser más fuerte, para así enamorar a su prometida. Odiaba perder. Y odiaba no obtener lo que deseaba. Recordaba la charla que había mantenido con su madre, ya que ella deseaba que le aclarara sus dudas sobre el repentino entusiasmo por las espadas. Él, en un acto de confidencialidad, le había


revelado lo de su prometida, que era aficionada a las armas. No conocía a James, pero sabía gracias a su robot espía que se juntaba con aquel tipo cada día, a escondidas de su padre. Podría romperle el juego fácilmente, pero le gustaban los retos. Durante toda su vida siempre le habían puesto las cosas en bandeja y necesitaba acción. ─ Ese tipo quiere robarme a mi prometida, madre. Ella ha sido tan estúpida… la adoran e idolatran tantos reyes y príncipes como jamás se pueda imaginar nadie, y ella ha decido pasar su tiempo con un don nadie que no posee sangre real. No puedo decírselo a Padre, anularía la boda con ella y deseo recuperarla por mis propios medios ─ le había confesado. ─ ¿Y qué harás ahora, cariño? ─ Sé donde encontrarla. Y puso rumbo a la cascada y después de una breve charla con Momono, puso rumbo al Reino de las Lunas.

Cuando por fin iban a abandonar la búsqueda, todo cambió. Encontraron al tipo y Aura sintió como sus piernas débiles y flojas cuando le vio. El individuo rubio era alto y musculoso, realmente un temible hombre monumental, cuyo cuerpo sería el doble que el de James. Ella sintió ganas de morir. Él percibió al instante el miedo de su compañera y se arrepintió de haberla llevado con él. James corrió hacia el tipo y después de varios ataques, no logró conseguir nada. Desenvainó su espada aun sabiendo que era en vano y atacó con la desesperanza en sus ojos. Ningún efecto surgió en su destreza hasta que dio un gran golpe. Tendría que luchar cuerpo a cuerpo de nuevo. Aura no daba crédito a lo que veía. Jamás en su vida había visto un espectáculo igual. El mundo estaba en peligro y ella únicamente era una espectadora. Contemplaba paralizada a los dos guerreros, parecían no respirar, simplemente luchaban. James se destrozaba los nudillos y las rodillas, al igual que lo hacía el otro hombre. No parecía que ninguno fuera a rendirse ni que la pelea fuera a terminar. Mientras James dirigía su puño derecho hacia el individuo, éste le enviaba una patada. Y en cuanto James le devolvió la patada, el hombre consiguió poner las manos en el suelo para evitar la caída. Aura no podía dejar de mirar como James y el tipo no paraban de sangrar. La sangre y el sudor se mezclaban sin piedad en sus rostros. El hombre intentó esquivar a James para atacar a Aura, pero el muchacho se lo impidió. Afortunadamente, en un despiste del tipo rubio, James se abalanzó sobre él, tirándole al suelo. Ella seguía paralizada. James pensó que se trataba de un milagro cuando apareció Darío en su vehículo privado, y le suplicó que se llevara a Aura de allí mientras forcejeaba con aquel incansable sujeto. Darío echó una breve mirada a James, y sintió envidia de aquel tipo por el que suspiraba Aura, que no quería marcharse de allí. Sin embargo, ante una tajante orden, Aura subió al vehículo junto a Darío y pusieron rumbo al Reino Amapola.


─ Eres lo peor, Aura. Eres una vergüenza. Jamás se había visto a una princesa tan desaliñada. Esos son asuntos de plebeyos como él que no tienen familia y nadie los echará en falta. Me he informado sobre él, ¿sabes? Menos mal que el mastodonte matará a ese infeliz y nadie se enterará de que existió ni de que tú sentías algo por él. Tú y yo nos casaremos, tendremos hijos y mucho poder y seremos felices y comeremos perdices, tal y como indican los típicos cuentos. Menos mal que gracias a mi robot espía me enteré de la existencia de este individuo y agradecido estoy también a ese horrible enano que me dijo donde encontrarte. ─ ¿Momono? ─ preguntó, sorprendida. ─ El mismo. ─ ¿Dónde le conociste? ─ En el lago con cascada. Lo descubrí el día que nos prometieron oficialmente, ya que te seguí. Aura lo maldijo en su fuero interno.

Una vez llegados al Reino Amapola, ambos príncipes se quedaron en una cómoda sala de espera junto al resto de sirvientes, que no entendían el enfado de los mismos. Esperaban que su amada princesa o su prometido soltaran alguna pista en forma de palabra para entender el porqué de su enemistad. Sin embargo, Darío no podía soportar el irritante silencio de la princesa y acabó propiciándole una bofetada, con todos los sirvientes delante. Manuela no podía creer aquello. ─ Nadie preguntará el motivo de mi acción porque quedará entre mi prometida y yo. Y ninguno de vosotros dirá nada, si no quiere acabar desterrado de todos los reinos o enterrado vivo bajo tierra a manos de un sicario. Manuela vio como su ama estaba a punto de echarse a llorar y suplicó a Darío: ─ La princesa necesita descansar. ¿Le permitirá eso, Señor? Al fin y al cabo, estamos en su reino. ─ De acuerdo. No puede hacerle ningún mal dormir un rato para poner sus ideas en orden. Pero ella aprovechó la ocasión para escaparse en cuanto Manuela cerró la puerta de su habitación tras ella. Mientras tanto, Rodrigo se encontraba en el Reino de la Luz cuando se enteró de la desgracia que asolaba en Reino de las Lunas.


Aura llegó al Reino de las Lunas cuando nada quedaba allí, estaba completamente desierto, ningún soldado, ninguna cámara de televisión. La familia real y sus súbditos habían sido trasladados a otro reino para no sufrir daño alguno. El ejército no había hecho acto de presencia todavía. Quedó perpleja ante la enormidad de los daños. No halló a su compañero ni al tipo rubio, así que rastreó la zona en busca de los dos titanes. Contempló entristecida el ambiente: edificios reducidos a cenizas, coches carbonizados… por suerte, no vio a ningún herido ni ningún cadáver como en la desgracia anterior, en el Reino de Cristal. Se alejó del reino, acercándose a la zona boscosa. Oculto entre unos arbustos, un cadáver yacía en el suelo. Reprimió un grito de horror. Era el tipo rubio, al cual le faltaba parte de la cabeza, los dos brazos y un pie. Buscó desesperadamente a James, temiéndose que su suerte hubiera sido la misma, hasta que le encontró. Le flojearon las rodillas y casi se echó a llorar. Estaba completamente ensangrentado. Casi se abalanzó sobre él, entonces sintió su pulso. ¡Estaba vivo! ─ ¡Gina, ayúdame! Hay que llevarlo a la cueva, si lo llevamos al palacio, Darío lo matará. Llama a Samanta ahora, que se prepare, que traiga a un médico, mantas, almohadas y un botiquín al completo. Que le diga al médico que se le pagará muy generosamente si guarda silencio. Samanta desconoce la ubicación de este lugar, así que mientras lo prepara todo dirígete a su casa y tráela aquí, junto con el médico. Mientras Gina partía al encuentro con Samanta, Aura y el HX437 cargaron a James como sus pocas fuerzas les permitían, arrastrándolo hacia la cueva de la cascada, que se encontraba a tan sólo unos metros de aquella zona. Media hora más tarde, hicieron acto de presencia el médico ─ al que pagó espléndidamente por sus servicios antes de marcharse ─ y Samanta ─ que insistió en saber toda la verdad hasta que la princesa lo reveló todo. No podía levantar sospechas en el palacio, debía marcharse de inmediato. Únicamente se limitó a decirles a los demás que tenía un fantástico plan.

─ Acabo de subir a su habitación y no está. ¿Dónde la has escondido, maldita criada? ─ No lo sé, señor, se lo juro. Yo la dejé tumbada en la cama. ─ ¡Mientes! ─ ¡No! ¡Se lo juro! ─ suplicó Manuela, viendo que el príncipe Darío levantaba su mano para darle un manotazo.


─ ¡Aquí estoy! ─ exclamó la princesa, que apareció llorando por la puerta principal. Al instante, todos sus sirvientes sintieron un nudo en el corazón. ─ ¿Por qué llora, princesa? ─ preguntó Manuela, que acudió corriendo a su encuentro. ─ James ha muerto. Nadie sabía ─ excepto Darío ─ quién era aquel tal James. Las cabezas de todos los criados se poblaron de preguntas, no sabiendo quién era aquel desconocido personaje. ─ No sé de quién habla, princesa, pero siento su pesar. ─ ¡Oh, no, no! No se preocupe. Este acontecimiento merece una celebración. ¿Dónde está su cadáver? ─ Lo he incinerado en una hoguera, junto al otro tipo. ─ ¡Oh! Así que ambos están muertos. Genial. Me encanta. Aquella farsa duraría durante bastantes días.

Después de que James despertara al cabo de unos días, Aura le contó todo lo sucedido con detalle. De la historia, a James le llamó especial atención el asunto sobre la boda entre Aura y Darío. A lo cual, Aura le contestó que haría todo lo posible para que ésta no se produjera. Por su parte, él le contó con pelos y señales cómo había asesinado al tipo rubio. Cuando la luna se posó en el cielo con la intención de quedarse durante toda la noche, Aura anunció su propósito de volver al palacio para seguir con la farsa. James contempló fijamente la marcha de Aura y Gina. ─ Adiós, Aura ─ susurró él. Y sus palabras se perdieron en el aire, sin que nadie más que él supiera de ellas.

La gran pasión de Isis, soberana del Reino de la Luz y esposa del rey Gustavo, era la pintura. Pintaba cuadros que eran valiosísimos y que acababan subastados ─ mayormente ─ para hacer entrega de la recaudación a la princesa Aura y que ella se encargara de repartir la cantidad conseguida a los más necesitados. Por sugerencia de Aura, Isis quiso subastar algunos más para la reconstrucción de los dos reinos destruidos. Para escoger los mejores, y por los que más podía sacar beneficio, había llamado a Aura.


─ ¿Tú qué crees? Ahora mismo tengo todos estos terminados. ─ Siempre lo he dicho, desde que poseo uso de razón: tienes un don. ─ Gracias. Pero todavía tenemos que decidir cuántos de ellos pondremos a subasta y cuáles de ellos. ─ Son tuyos. Es decisión tuya. Pero si quieres mi opinión… ─ La quiero… ─ Aura sonrió ante la interrupción de su amiga. ─ Me gusta éste ─ señaló uno con una mujer abstracta con un fondo azul de puntos amarillos y verdes. ─ ¿Por cuánto crees que podría venderse? ¿Cuánto crees que pueden pagar por él? ─ preguntó Isis, preocupada. ─ Ni idea, sabes que no entiendo de arte. ¡Lo dejaremos al azar! ¡A ver cuánto pujan por él! ─ Mi cuadro favorito es éste. Me inspiró en mi relación con Gustavo. ─ Es precioso ─ inquirió Aura, que miró el cuadro. Entre pincelada y pincelada podía vislumbrar claramente una pareja abrazada, retorciéndose y alargándose a lo largo del lienzo. ─ Recuerdo cuando conocí a Gustavo. Cuando sientes como el corazón te va a mil por hora, cuando sientes mariposas en una espiral de fuego y pasión…, perdona, Aura. Supongo que me he dejado llevar. ─ No te disculpes. Lo que acabas de describir es hermoso. ─ Si tienes suerte, tú también sentirás lo mismo. Espero que Darío cuide bien de ti y te haga sentir la mujer más afortunada del mundo. Aura se quedó callada. ─ Supongo ─ suspiró abatida.

En sus descansos, James se escondía entre las rocas y espiaba durante largas e incansables horas a Momono, que parecía distante mientras hablaba solo. Sin embargo, sus palabras eran simplemente susurros, así que no alcazaba a oírlas.


Cuando Aura llegó a la cascada, él ya se había tumbado en la orilla del lago a descansar. A causa de sus heridas, su fatiga le atormentaba mucho antes. Debía recuperarse pronto. Él le comentó su preocupación por Momono a Aura. ─ ¿Puedes hablar con él? ─ Inquirió James. ─ Puedo intentarlo. Me parece rarísimo que llore. Cuado pasó a la cueva, estaba llorando nuevamente. Él se dio la vuelta, azorado, no sin antes de que Aura viera enrojecer su piel y secarse rápidamente las lágrimas que le rodaban por las mejillas. ─ ¿Qué ocurre? ─ le preguntó con voz amable y cariñosa, con el tono que puedes esperar de una madre o un hermano mayor. ─ Nada ─ susurró con la voz entrecortada. ─ Nadie llora por nada. Dímelo, quizá pueda ayudarte. Soy tu amiga y los amigos están para eso, para apoyarse y buscar soluciones. ─ ¿Eres mi amiga? ─ ¡Claro que sí! Ya paso más tiempo aquí en la cascada con vosotros que en mi casa. Eso tiene que contar algo. ─ Me siento solo. ─ Eso tiene fácil solución. Te buscaremos una chica. Encontraremos una enana y te organizamos una cita con ella. ─ ¿Y cómo la buscamos? ─ Tranquilo, ¡déjamelo a mí! Soy una princesa y tengo mis contactos. Ella salió de la cueva y James la interrogó con la mirada. ─ Todo solucionado ─ James la miró sorprendido ─. Ahora me voy, tú no puedes entrenar como antes, ya retomaremos el entrenamiento mañana o pasado mañana. Por cierto, todavía no te he dicho lo mucho que lo siento. Por no haber reaccionado en el Reino de las Lunas. ─ Eso está olvidado. Me salvaste la vida después, cuando me buscaste y me encontraste. De no haberme buscado y haber llamado a un médico, hubiera muerto desangrado. ─ Entonces, ¿estamos en paz? ─ preguntó, esperanzada. ─ Estamos en paz. Aura se marchó y Momono salió de la cueva con una sonrisa radiante.


─ ¡Soy tan feliz, James! ─ ¡Impresionante! Esta chica tiene recursos para todo. ─ ¡Claro, porque es una princesa! ¡Tiene sus contactos! ─ recitó las mismas palabras que Aura había citado. James suspiró, abatido y entristecido. ─ Sí, por desgracia.

Gustavo llegó al Reino Amapola para hablar de negocios con Rodrigo. Sin embargo, en una conversación privada entre ambos reyes, Gustavo no pudo evitar hablar de Aura y recalcar sus muchas virtudes. ─ Es una princesa inteligente y generosa que va de la mano de la belleza. No me extraña que tantos príncipes y reyes te pidan su mano. Es el vivo retrato de su madre. Fue una gran reina. ─ Sí, lo fue. Y espero lo mismo de Aura ─ a Rodrigo le falló la voz. ─ ¿Por qué te decantaste por el príncipe Darío? ─ Creo que será la media naranja de mi hija y es de su misma edad. Es atractivo, inteligente, con don de gentes y dotes de liderazgo. Sé que será feliz. Ahora no entiende muy bien porqué la he comprometido, pero lo entenderá. La boda no se producirá de forma inmediata, dejaré que el príncipe y mi hija se conozcan en profundidad, que se cojan cariño, se quieran… y así podrán casarse por amor. Es lo mismo que me ocurrió a mí y lo aprecié mucho.

Cuando Aura llegó a la cascada no pudo evitar mirar fijamente a James. Estaba tan guapo, mucho más que cualquier otro príncipe o rey. Era alto, atractivo, de ojos azules y moreno. ¿Quién no deleitaría su mirada ante aquel exquisito espectáculo? Iba vestido con unos vaqueros rotos y una simple camiseta blanca. De repente, se despertó de su ensimismamiento. Le llamó a voces, entrenaron como cada día y se despidió cuando la luna mostró indicios de salir. Sin embargo, no sabía que alguien la había estado espiando.


El mini robot TX568 llegó al palacio del Reino Amarillo y mostró unas escandalosas imágenes a Darío, que enfureció ante su contenido. Las instantáneas mostraban a una sonriente y relajada Aura entrenando y hablando tranquilamente con James, al que reconoció al instante a pesar de haberle visto en tan sólo una ocasión y apenas durante un minuto. ─ Maldita mentirosa…

Darío volvió a la cascada al día siguiente, dispuesto a matar a James. Momono fue el encargado de recibir a tan irritante personaje. ─ ¿Qué haces tú por aquí otra vez? ¿Buscas a Aura? ¿Era tu prometida, no? ─ No era mi prometida, ES mi prometida. Pero no la busco a ella, sino a James. Vengo a matarle, ¿dónde está? ─ No está. ¿A matarle? ¡Te lo prohíbo rotundamente! ¡Es mi amigo! Aunque, al principio, cuando hablaba sobre lo bonita que es Aura, me miraba enfurecido. Ahhh, ellos se aman. ─ De poco les servirá. Aura está obligada a casarse conmigo. ─ Poco importa. No es cuestión de acuerdos de conveniencia, sino de amor. Ambos se pertenecen. ─ Eso ya lo veremos ─ dijo, desafiante. Su decisión era importante y cruel, lo que cabe esperar de un tipo sin escrúpulos, que es lo que él creía conveniente: contarle todo a Rodrigo, incluidas las fotografías.

Por el rabillo del ojo, James vio una sombra pasar de refilón, escondiéndose entre las ruinas de los edificios del Reino de Cristal. Cogió las manos de Aura, que las tenía sujetas a su cintura, y se deshizo de ellas. Al oído le susurró que se preparara para luchar. El hombre salió de su escondite. No distaba mucho del otro tipo rubio,


únicamente la distinción que Aura veía era que este tipo llevaba la cabeza rapada. Al principio, Aura sólo miraba, observaba atentamente cada movimiento de ambos contrincantes. Intervendría únicamente en caso de que James urgiera su ayuda. Cada uno devolvía el golpe recibido del otro. Aquel guerrero no era tan fuerte como el hombre rubio, un punto a favor de James. Pero sin duda, ella temía por su vida, ya que el enemigo poseía unos impresionantes reflejos para evitar las agresiones de James. En una milésima de segundo, en un descuido de James, el tipo arremetió contra él mediante un potente puñetazo en la cara, y le tiró al suelo. Rápidamente se levantó y se apartó unos escasos metros de él. Ambos se miraron y sonrieron maliciosamente. Aura reprimió un escalofrío. Y volvieron al ataque. Pronto, James descubriría la valentía de Aura, que días atrás había quedado completamente bloqueada por el temor de su primera lucha. Se acercó rápidamente hacia el caos, aprovechando que el monstruoso tipo le daba la espalda. Se abalanzó sobre él, cubriéndole los ojos, hecho que James aprovechó para derribarle contra el suelo. Cogió su espada y se la clavó en el pecho, hiriéndole de muerte a los pocos segundos. Aura había caído junto a él; no se movía; no se dio cuenta al instante, pero ella estaba herida, el tipo le había clavado una cuchilla en el costado, cuando había forcejeado con ella, en su intento por quitársela de encima. La cogió en brazos hábilmente y puso rumbo al hospital más cercano. En el hospital, los médicos mantenían en observación a Aura, sin que a James le concedieran el permiso para verla. Gina se posó sobre el hombro del preocupado muchacho, que tomó una decisión que no le convenía para nada, pero no veía otra salida sin ella. Mandó a Gina y al HX437 al Reino Amapola para que explicasen al padre de Aura lo ocurrido. Ambos mini robots obedecieron y al cabo de una hora apareció Rodrigo, completamente desesperado. ─ ¡Eres un maldito caradura! Darío me ha contado todo, y justo cuando creo que no pueden darme peor noticia, me vienen los robots de mi hija a contarme esta desgracia. Tú estás tan tranquilo mientras mi hija está muriéndose ─ masculló con lágrimas en los ojos. ─ Estoy sufriendo por ella. Yo no la obligué a venir conmigo. ─ No te creo; sólo eres un pobre desgraciado que se ha aprovechado de ella. Quiero que te largues de aquí y no vuelvas a acercarte a mi niña. Eso en caso de que viva. No quiero imaginármelo de otra forma; pero en el hipotético caso de que no salga de ésta, te juro que te buscaré hasta el fin del mundo y te mataré. ─ Ella es fuerte, saldrá de ésta ─ aseguró, plenamente convencido. El médico apareció para informar de que una persona podía pasar a verla durante un par de minutos, y fue Rodrigo el que lo hizo. El corazón se le hundió y el mundo se le vino abajo al ver a su hija, tumbada en la cama, inconsciente. Los médicos le habían puesto una mascarilla de oxígeno y tenía el costado vendado. Cayó al suelo, arrodillado, al ver el penoso y lamentable estado de su hija. Podría destrozar cruelmente la vida de James


mediante la humillación pública, pero prefirió optar por el silencio. La reputación de su hija estaba en juego, así que ya encontraría otra forma. Se resistió a abandonar la habitación y dejar allí sola a su hija, con la única compañía de una botella de oxígeno y una mascarilla. Así que dejó a su cuidado a Gina, para que velara por ella. Rodrigo se opuso a abandonar el hospital, así que Jimeno regresó al palacio a dar la noticia al resto de sirvientes.

James se sentía fatal, como jamás en su vida. El único modo que halló para mitigar el dolor fue lastimarse físicamente, mucho más duramente que en los entrenamientos. Cuando gastó su último aliento, cayó rendido al suelo. No recordaba haber llorado nunca. Y no le importó hacerlo. Nunca se perdonaría haber puesto en peligro la vida de Aura. La amaba. En aquel momento se dio cuenta más que nunca, obtuvo la confirmación más certera. Sospechada que algo ocurría desde hacía un tiempo, pero se había engañado a sí mismo diciéndose una y otra vez que ese sentimiento tan sólo se trataba de cariño. Ella nunca sería feliz con él, debía olvidarla para siempre. Además, su padre no lo permitiría. Ella era una princesa que nada tenía que ver con un guerrero que no podía proporcionarle dinero, joyas ni poder. Pasaron tres meses y James se recuperó; siguió alejando de ella. Aura seguía inconsciente y tanto su padre como su prometido la visitaban cada día. James se moría por visitarla también, pero sabía que aquel deseo era imposible. Rodrigo la escuchaba en sueños pronunciar el nombre de James una y otra vez y, aunque dudoso al principio, acabó convenciéndose de que se trataban de pesadillas. En una ocasión, se lo comentó a Darío para que le diera su opinión y éste fingió darle la razón aunque, en el fondo, su corazón se consumía de rabia y envidia.

Manuela dio la orden al HX437 de que avisara a todos los habitantes del palacio, y especialmente a Rodrigo, de que la princesa había despertado por fin. Sus amigos se presentaron en el palacio, recién enterados de tan horrible noticia. Ambos estaban muy serios, pero fue Axel el que habló: ─ Nos acabamos de enterar de lo que ha pasado y ese tal James pagará por lo que ha hecho. Ese maldito idiota… ─ Te prohíbo que hables así de él.


La miraron, sorprendidos. ─ Siempre ha sido un perfecto caballero conmigo. ─ Pero, ¿acaso él no es el hombre que te obligó a ir a la lucha? ─ Nadie me obligó a nada. Y nunca nadie me obliga a nada, tomo mis propias decisiones, ya deberíais saberlo. Las decisiones de luchar junto a James son única y exclusivamente mías. Estuve entrenando muy duro para la ocasión de encontrar un enemigo. Aura mandó a sus amigos y a su fiel Gina a avisar a James ─ secreto que no compartió con nadie más. Impactó mucho a sus amigos verle saltándose la piel contra la roca de una monumental cascada. Samanta ya le había visto, pero medio muerto. Aquello no contaba, además él nunca la había visto a ella. James se percató enseguida de que alguien lo observaba y se dio media vuelta. Le explicaron todo lo sucedido, y él preguntó por el estado de salud de ella. James bajó la cabeza, sonrojado, al saber qué ella seguía de su parte y de que se encontraba sana y fuera de peligro.

Su padre le deseó que se divirtiera con sus amigos. Había pasado una semana y ella se vio con fuerzas suficientes para levantarse de la cama. Cuando llegó a la cascada, sin haberle avisado previamente, encontró a James bañándose en el lago, con todo su cuerpo ensangrentado y repleto de heridas. Se acercó cuidadosamente y se detuvo frente a él. Se alegró tanto de verla, que hizo ademán de salir del agua pero ella se limitó a sacudir la cabeza a modo de negativa. Se descalzó y abandonó toda su ropa a su lado, quedando en ropa interior. Entró poco a poco en el lago y cuando el agua le cubría las rodillas, se abalanzó sobre James. Ambos se abrazaron y sonrieron. Transcurridos unos segundos, alzaron la mirada para reencontrarse. Se acercaron más, cada vez más, hasta que sus labios se encontraron dulcemente. Aquel beso lo había deseado durante demasiado tiempo como para posponerlo más. Dentro del lago, pasaron de ser compañeros de lucha a amantes. Manifestaron sus sentimientos sin palabras; sólo los gestos bastaban. Sonrieron mutuamente, signo de la felicidad que sentían. Cuando salieron del lago, él contempló disimuladamente la hermosa figura de Aura. Finalmente, se despidieron y ella volvió a casa. Cuando llegó estaba la cena lista y su padre, junto a la señora Alma, soberana del Reino Amarillo y madre de Darío. Pudo apreciar la mirada cruel y maliciosa de ella y la seriedad y el enfado de su padre. Rodrigo mantenía la mirada fija en su plato de comida sin empezar. Levantó la mirada hacia su hija ─ a la cual se le heló la sangre ─ y la redireccionó hacia un sobre marrón en el que Aura no se había fijado. Comprendió enseguida y abrió el sobre. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Su contenido no era otro que unas fotografías tomadas aquella misma tarde en el lago, que reflejaban la felicidad en estado puro que sentía junto a James. Entonces, adivinó el motivo de la presencia de la señora Alma.


─ Con el permiso de Rodrigo, debo exigirte, princesa, que me des una explicación de porqué la prometida de mi hijo anda con un plebeyo y que me convenza de porqué no debo publicar y difundir estas fotografías por todos los reinos para ridiculizarla. Aura estaba a punto de echarse a llorar. Su padre habló por fin: ─ Siempre me he sentido muy orgulloso de ti. Te he criado para que esta vida de lujos no te volviera vanidosa y egocéntrica. Pero, tienes una reputación, eres una princesa muy respetada, prometida con un príncipe que no merece este desprecio, con un futuro laborioso por delante. Y vas a arruinarlo todo por un tipo que no es nadie, y vas a quedar como una maldita fulana. ─ He violado tu intimidad, princesa, porque mi hijo ya me advirtió la existencia de este tal James, al cual Darío no tiene nada que envidiar. ─ ¿Usted ya lo sabía? ¿Por qué no me dijo nada? ─ preguntó, sorprendido, Rodrigo. ─ Porque tenía esperanzas en la princesa. Esperanzas que se han esfumado con su traición. No diré nada porque sigue siendo pura, pero en el momento en que no lo sea, anularé el compromiso. Y evidentemente, tiene que dejar de ver a ese muchacho. Mi robot espía me lo advertirá. La señora Alma se fue del palacio y, tras una última mirada escalofriante, Rodrigo y Aura no volvieron a sacar el tema a la superficie. Decidieron encerrarlo en un cajón con llave. Aura se quedó en su habitación toda la noche, no abandonó su cama ni para cenar, a pesar de que estaba hambrienta. Su criada, Manuela, aprovechó la medianoche para llevarle un plato de sobras.

Aitor y Helena, soberanos del Reino de las Flores, acudieron al Reino Amapola a la mañana siguiente para hablar sobre su hija de dieciséis años, Nerea. Estaba dispuesta a convertirse en la alumna de Aura sobre temas de ayuda al pueblo. Su vocación era ayudar a los demás, así lo había decidido ella, y el orgullo de sus padres demostraba su aceptación. Rodrigo se sintió maravillado ante aquella noticia; sin embargo, la vergüenza todavía le mordía el corazón. Ese mismo día, por la tarde, Aura debía visitar el Reino de la Luz para hablar nuevamente de los cuadros de la reina Isis. Oportunidad que Rodrigo aprovechó para buscar a James. Pidió las coordenadas del lago y la cascada a Darío, a través de uno de sus mini robots, y se fue solo. No deseaba matarle, pero sí darle un buen susto para que se alejara de su hija. ─ No me sorprende verle aquí. De alguna forma le esperaba ─ dijo James cuando le vio.


─ Pues si me esperabas, sabes a lo que vengo: deja en paz a mi hija. ¿Qué deseas? ¿Dinero? ¿Poder? ¿Ser el nuevo rey de Amapola? Deberías saber, si no te has informado, de que un plebeyo no puede ser rey, bajo ninguna circunstancia. James no pudo evitar reprimir una carcajada. ─ Me van las emociones fuertes. Vivir. Conocer mundo. Ser rey no es más que postrarse en un trono y mandar órdenes a la gente. Y a mí no me gusta mandar a la gente, sino ayudarla. ─ Nosotros ayudamos a la gente. ─ Sí, al abrigo de vuestro palacio. Comiendo los mejores alimentos, vistiendo las mejores telas de alta costura, llevando puestas las más fabulosas y ostentosas joyas en vuestras numerosas fiestas privadas no aptas para el pueblo. Rodrigo se quedó callado. ─ Me pones enfermo. No sé que ha visto mi hija en ti. ─ ¿Sabes lo que ha visto? Que la comprendo, que tengo su mismo punto de vista. Esto que te acabo de contar no es simplemente mi opinión, también es la de tu hija. Por eso le gusta escaparse del palacio y vender cada regalo del que le hacen entrega. Por ese motivo no le gustan las fiestas que se organizan y se involucra en cada acto benéfico que se organiza. Para ayudar en todo cuanto puede desde su privilegiada posición.

Justo en aquel momento, Aura volvió al palacio y, al no encontrar a su padre, le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. No estaba segura, pero dedujo con facilidad donde se hallaba. Se fue directa al lago y su instinto no le falló. Su padre y su amado estaban luchando. Les gritó que parasen y ellos obedecieron al instante, sorprendidos. Suplicó a su padre que se fueran ambos de allí, dejando solo a James. El muchacho se sintió estúpido. Creyó haberla perdido ante aquella batalla, ¿le abandonaría? Al fin y al cabo, ella era una princesa. ¿Y si su amor no era verdadero? ¿Y si él únicamente había sido un impulso de ella en el intento de contradecir a su padre y todas las normas que conllevaba pertenecer a la realeza? Por su parte, Rodrigo recuperó la confianza en su hija. Se sintió feliz ante el rechazo que había demostrado hacia James.

Pasó una semana y Rodrigo ya había olvidado los incidentes de su hija con James, creyó haber recuperado la cordura. Pero en su interior, las palabras de James todavía hacían


eco. Tal vez fuese cierto que su hija se había revelado ante aquella injusticia. Bueno, él podía cambiar aquello, o al menos, intentarlo. Poco a poco podría ir modificando esa situación. Ella se casaría con Darío, serían felices y ella no abandonaría esa mentalidad de inmoralidad y se las transmitiría a sus futuros hijos. Por aquel motivo, serían respetados y queridos por el pueblo, y él ayudaría en todo cuanto pudiese. La señora Alma perdonaría la infidelidad de Aura hacia su hijo, porque ella ya no recaería más.

Aura se dirigió una mañana hacia el Reino de Cristal, para ayudar en su reconstrucción. También había empezado el proceso de reconstruir el Reino de las Lunas. Allí se encontró a Momono, el cual había quedado con una enana y cuya primera cita consistía en ayudar al restablecimiento del reino. ─ ¿Cómo te va la cita con la chica? ─ preguntó ella, entusiasmada. ─ Sobre ruedas. Gracias por presentármela, ¿cómo lo hiciste? ¿Es amiga tuya? ─ Bueno, no es amiga mía, pero la conozco porque es voluntaria en varias asociaciones de las que yo también soy miembro. Se lo comenté y le pareció bien. ─ Creía que la cita sería en plan romántico, pero me ha traído aquí. Aun así, estoy contento, es muy guapa. ─ No te estreses, ya tendréis una cita pasional e íntima, entiende que ahora hay mucho más trabajo que antes, y todavía queda pendiente también la reconstrucción del Reino de las Lunas. Ella está muy involucrada en esto. ─ Lo sé ─ luego la miró de reojo y cambió de tema ─: ¿Estás enfadada con James? ─ No ─ susurró muy bajito ─, pero no puedo hablar mucho de él, me rondan varios robot espías. No he encontrado la ocasión de ir al lago sin ser vigilada. ─ Yo le entregaré tu mensaje, está muy preocupado. Dicho y hecho, cuando Momono llegó al lago encontró a James ensangrentado, se había forzado de nuevo. Se había tumbado como pudo en las sábanas de Samanta, recubiertas de la sangre seca de la última vez. Con la única diferencia de que esta vez no tenía medicamentos, ni vendas, ni un botiquín con el que curarse. ─ Deberíamos llamar a Aura, que mande a un médico o algo. ─ No la molestes, me odia ─ graznó James, haciendo un gran esfuerzo. ─ No te odia, no ha venido porque la están espiando. Necesitaba disipar las sospechas que se cernían sobre ella. Acabo de verla en el Reino de Cristal y me lo ha explicado.


Aura no podía seguir soportando no ver a James aunque consideró que debía continuar con la farsa de que le odiaba. Sin embargo, una acción de Darío la hizo cambiar de opinión. El príncipe solicitó su presencia en el palacio del Reino Amarillo y, para hacerla escarmentar de su infidelidad con James, le propició un puñetazo, que acabó convirtiéndose en una tremenda paliza. Cuando Rodrigo subió a la habitación de su hija para preguntarle como había ido el encuentro con su prometido, la encontró vomitando y recubierta de moratones. Al principio, se temió que hubiera sido James, en venganza por su rechazo, pero ella no pudo reprimir las lágrimas ni la verdad, y se lo confesó absolutamente todo. ─ ¿Por qué no me lo has dicho antes? ─ exigió saber. ─ No lo sé, por vergüenza, por respeto, por honor… ¡No lo sé ni yo! ─ Su madre sabe lo tuyo con James, así que no te creerán, tampoco el rey. ─ Lo sé, por eso no lo he dicho nunca. Y tú tampoco me hubieras creído. Los criados también lo saben, pero no dirán una palabra porque están bajo coacción. ─ Si tuviéramos pruebas… ─ se lamentó. ─ Las hay ─ inquirió el HX437 ─. Tengo fotografías de cada movimiento de la princesa desde el mismo momento en que fui comprado y activado. Seguidamente, enseñó las pruebas. Rodrigo quedó horrorizado y Aura sonrió aliviada. ─ Estaba equivocada, fue una buena idea comprar al HX437, creo que te estoy cogiendo cariño y tendré que ponerte un nombre a ti también. Su padre la cogió de las manos y la miró muy serio. ─ No sólo no te casarás con el príncipe Darío, sino que pagará por ello. ─ Papá… ─ ¿Sí, hija mía? ─ ¿Entiendes ahora el porqué de mi acercamiento a James? ─ Sí, hija. ─ Necesito verle, explicarle todo ─ suplicó ella. ─ No ─ ella bajó la cabeza, decepcionada ─. Es tarde, mañana yo mismo te acompañaré.


Aura se sintió realmente feliz y abrazó a su padre. Entonces, comenzó el relato de James, desde la primera vez que le vio hasta aquel mismo instante.

Encontraron a James, malherido tras haber matado a otro enemigo. Le curaron gracias a un robot médico que acudió al instante de la llamada del rey. Hablaron durante horas, explicando todo cuanto había sucedido. Estaban a punto de marcharse cuando James se sonrojó repentinamente. ─ Esperad ─ les suplicó ─ Rodrigo, amo a su hija. No tengo nada que ofrecerle aparte de prometerle que la protegeré con mi vida, que la cuidaré siempre y que la amaré eternamente. ─ Estoy seguro de ello ─ se limitó a decir.

Al final de la semana, en el último día del mes, tanto Rodrigo como los reyes del Reino Amarillo habían organizado un acto para dar a conocer al pueblo el compromiso entre ambos príncipes; Aura y Darío. James decidió acudir también, pero de incógnito. Sin embargo, la señora Alma había cambiado de opinión y ya no deseaba este enlace, por lo que su propósito real fue ridiculizarla y destrozar aquella imagen que el pueblo tenía de ella. Enseñó aquellas fotografías de Aura y James en el lago y ella sintió que era la oportunidad de acabar con todo aquello. ─ Es cierto, no lo voy a negar. No es un montaje ─ explicó ante el pueblo, sorprendido y anonadado ─. El príncipe Darío tan sólo siente por mi obsesión y mi amor pertenece al hombre de las fotografías. Lo admito. Se llama James y es un muchacho humilde que nada tiene que ver con la realeza. Todos conocéis mi reputación de espíritu libre, pero si algo o alguien me impulsó hacia James, fue el mismísimo Darío. Y tengo la prueba de ello. Acto seguido, el HX437 mostró a todos múltiples fotografías del príncipe maltratando a Aura, y las consecuentes heridas de ella ante tales brutales maltratos. A efecto de ello, las autoridades no pudieron sino detenerle y llevarlo a prisión, hecho que enfureció a Alma y avergonzó a Oswaldo. Aprovechando que estaban presentes los habitantes de ambos reinos, Rodrigo hizo acto de presencia para soltar su discurso particular, para sorpresa de su hija. ─ A tenor de lo que acabáis de ver y escuchar, quiero hablaros de mi hija Aura. Conocéis su temperamento, sus sueños, sus inquietudes. Ella ama a un hombre muy


particular, al que habéis visto en las fotos: James. La ha defendido tantísimas veces, la ha protegido, la ha hecho ser importante durante todo el tiempo en que se han conocido. Sin embargo, las leyes no permiten que un miembro de una familia real se una en matrimonio con una persona que no lo es. Desgraciadamente, no puedo cambiar dichas leyes, por lo que la princesa debería renunciar a sus derechos reales para casarse con una persona humilde ─ miró a su hija. James, abatido, bajó la cabeza. Aquello eran malas noticias: la confirmación de que Aura y él no podrían estar juntos. Acto seguido, invitó a su hija a que se levantara y acudiese junto a él. También llamó a James, que se quedó varios pasos atrás. ─ A pesar de ser una princesa, considero que tiene derecho a elegir entre el amor y el poder. Seguramente más de uno se opondrá, pero yo voy a dar oficialmente mi consentimiento y sé con certeza que la decisión de mi hija será la correcta. ¿Cuál es tu decisión, hija mía? Aura quedó sorprendida ante tal noticia, también James y toda la muchedumbre. Ella miró al frente, la multitud esperaba expectante su respuesta. Finalmente, miró a James, incapaz de mirarla. ─ Nunca he estado tan segura de algo. He encontrado el amor junto a James y no puedo renunciar al él. A James se le iluminaron los ojos de puro asombro. ─ Pues, dicho esto, quedáis todos invitados al acontecimiento de renuncia de la princesa Aura. Se celebrará esta misma noche. Pero, si me lo permitís, quiero decir algo más: quiero que mi hija sepa que aunque deje de ser una princesa, siempre la querré. Puede venir al palacio de visita, puede… ─ se vio incapaz de seguir, consecuencia de la emoción que sentía. ─ Lo sé, papá ─ dijo ella. Ambos sonrieron y se fundieron en un abrazo.

Rodrigo temblaba de la cabeza a los pies. Ya había oscurecido y todo el mundo andaba tenso y nervioso. Él era el primero. Aunque seguramente James estaba tan histérico como él. Por el contrario, Aura no podía estar más tranquila y aliviaba. Se sentía feliz porque su sueño se cumplía por fin: era libre para abandonar definitivamente el palacio y escribir su historia como ella soñara, no como los demás le impondrían. Un enorme gentío acudió al acontecimiento, no sólo los habitantes del Reino Amapola, sino habitantes procedentes de todos los reinos. Reyes y reinas, príncipes y princesas tampoco quisieron perderse tal evento. Frente a una plataforma de madera a ras del suelo, la todavía princesa se arrodilló ante su padre, quien era el encargado de encabezar y presentar la ceremonia.


─ Aura Montero Rivera, princesa del Reino Amapola, hija de Rodrigo Montero Hidalgo y Aura Rivera Bernabé. ¿Renuncia a su título de princesa con todas sus consecuencias? ─ preguntó con la voz entrecortada. ─ Sí, renuncio ─ dijo, impasible, sin dudar. ─ ¿Renuncia a sus privilegios y derechos? ─ Sí, renuncio. ─ ¿Renuncia a sabiendas de que una vez despojada de tus poderes, no podrás recuperarlos jamás? ─ Sí, renuncio. ─ Tras esto, yo, Don Rodrigo Montero Hidalgo, declaro que oficialmente ya no eres… una princesa. Rodrigo se vio incapaz de seguir el protocolo y se arrodilló frente a ella, llorando, para abrazarla mejor. Todos los presentes se levantaron y aplaudieron ante su espontaneidad. Él no quería que su hija lo abandonara, pero estaba hecho. Recordó a su difunta mujer, Aura. Su hija era su único recuerdo viviente y aquello que le hacía respirar y levantarse cada mañana. Le vino a la mente aquel momento en que quiso quitarse la vida después de la desgracia y Manuela le llevó en brazos a su hija y le hizo recapacitar sobre sus intenciones. Se juró que se desviviría por su hija y que siempre haría lo que estuviese en sus manos para hacerla feliz. Y sabía que junto a James ella lo sería. Todos contemplaron la escena, conmovidos. Rodrigo vislumbró a James entre la multitud y descubrió la lucha interna dentro del muchacho. Se sentía culpable. El rey se levantó e hizo que su hija le imitase, y extendió la mano hacia James para que se acercara a ellos. Él, todavía dudoso, acudió a su lado. Rodrigo cogió las manos de ambos enamorados y las juntó. Miró a ambos y luego al resto de presentes, que guardaron silencio cuando el rey comenzó a hablar de nuevo: ─ Desde que murió mi querida esposa, yo me juré a mí mismo que la felicidad de mi niña sería eterna. No tengo duda alguna de que James cumplirá mi sueño. Y si mi primogénita y única hija lo es junto a él, yo lo seré siempre también, no importe donde le lleven los pies, o las ilusiones, siempre me sentiré orgulloso de ella. El rey abrazó a ambos jóvenes y la ceremonia concluyó en un estruendo de aplausos.

Maite, su prima pequeña, incluso siendo tan pequeña, mostró su entusiasmo por los actos de Aura, y declaró que quería seguir sus pasos al igual que Nerea. Ambas se convirtieron en las primeras alumnas de Aura en la escuela que fundó para hacer de


tutora de príncipes y princesas concienciados con los problemas del mundo. Esa escuela era tan sólo un granito de arena, ya que los problemas que acechan el planeta son demasiados como para que una sola persona los resolviera, pero por algo había que empezar. Por su parte, James fundó una academia para entrenar personas para luchar, al igual que los monjes lo habían guiado a él en su aprendizaje. En el Reino Amarillo se desconocía todavía quién sucedería al rey Oswaldo, ya que Darío era hijo único, aunque se sospechaba que podría llegar al cargo algún primo cercano a la familia. Rodrigo nombró sucesor a Ezequiel, su sobrino, a quién no quiso presionar sobre una posible boda, ya dejaría que las hormonas del joven siguieran su curso y decidiese por sí mismo quién sería la agraciada. Isis siguió con sus cuadros, y pidiendo consejo a Aura cuando las obligaciones en la academia se lo permitían. Aura y James fueron felices juntos durante toda su vida, con sus consiguientes obstáculos y complicaciones, y junto a dos hermosos hijos, Ángela y Fernando, a los que educaron de forma conjunta y de acuerdo a sus valores y principios éticos.

Dios los cría y ellos se juntan. Incluso aunque haya obstáculos de por medio. Esta historia es tan sólo uno de los muchos ejemplos que dan vida a la teoría de que el amor todo lo puede, pues el amor ha roto las barreras más fuertes. El amor ha ganado batallas, derrotado a la soledad, evitado guerras, abierto puertas… ha conseguido que mucha gente saque a la luz la verdadera persona que lleva dentro, rompiendo las barreras que separan las clases sociales.


Personajes REINO AMAPOLA Rodrigo: Rey, padre de Aura, esposo de Aura. Aura (†): Reina de Amapola, esposa de Rodrigo. Aura: Protagonista. Princesa e hija de Rodrigo y Aura. Damián (†): Hermano menor de Rodrigo, esposo de Olivia. Olivia: Mujer (y viuda) de Damián. Ezequiel: Hijo mayor de Damián y Olivia. Maite: Hija menor de Damián y Olivia. Jimeno: Mayordomo. Manuela: Criada de la princesa Aura.

REINO DE LA LUZ Gustavo: Rey, esposo de Isis. Isis: Reina, esposa de Gustavo. Ainhara: Hija menos de Gustavo e Isis. Adamaris: Hija mayor de Gustavo e Isis. [Realmente no pertenece a este reino, sino al de las Flores, al casarse con Felipe.]

REINO DE LAS FLORES Aitor: Rey, esposo de Helena. Helena: Reina, esposa de Aitor. Alejo: Hijo mayor de Aitor y Helena. Marido de Adamaris. Adamaris: Esposa de Alejo, procedente del Reino de la Luz. Nerea: Hija menor de Aitor y Helena.

REINO AMARILLO Oswaldo: Rey, esposo de Alma. Alma: Reina, esposa de Oswaldo. Darío: Hijo único de Oswaldo y Alma. Jairo: Criado.

PERSONAJES NO PERTENECIENTES A LA REALEZA Samanta: Mejor amiga de Aura. Axel: Mejor amigo de Aura. James: Protagonista y alumno de monjes guerreros. Momono: enano azul.


OTROS REINOS Reino del Sol. Reino de las Lunas. Reino de los Pobres. Reino de Cristal. Reino Paraíso.

MINI ROBOTS HX437: robot agenda. AXW36: robot agenda anticuado (Gina). BXZ40: robot agenda con cámara de foto y vídeo. KXT40: robot espía.


AGRADECIMIENTOS Y NOTAS Gracias a mis padres, Paulino y Ángela, por apoyarme en todo. También a mi hermano, Paulino, que me siempre me enseña cosas nuevas. Y al resto de mi familia. También a mis amigos (por orden alfabético): Aitziber, Alba, Alberto (los dos), Alejandro, Andrés, Cristina, David, Gabino, Irene, Jose Ángel, Jose Manuel (los dos), Ramón, Raquel, Sara y Víctor. Y por su puesto, a Javier, al que quiero con locura. Nota: Este libro es completamente gratis, por el cual yo no sacaré beneficio económico alguno, tan sólo la satisfacción de saber que más gente – además de mi familia, mis amigos y yo – puedan leer esta historia. Tengo que dar las gracias a Open Clip Art y sus respectivos autores, ya que cada imagen gratis utilizada es de dicha página. Sobretodo a TikiGiki, el creador/a de las cenefas que separan las distintas partes del libro.


AUTORA Me llamo María Moreno Alfaro y nací el 28 de junio de 1991. Muchos me conocéis como la desastrosa María o María Desastrosa. O por mis blogs "El desastre de María" o “Misterios de la vida y otros desastres”. Desde pequeña mi pasión fue leer y escribir y sigo conservando las poesías e historias que han salido de mi mente. En ellas se refleja mi imaginación y mi pasión por este mundo de letras. Uno de mis principales objetivos es publicar un libro o al menos que mis historias lleguen a la gente. Sin embargo, son demasiados los escritos que conservo y no tengo intención de publicar, pero que intentaré igualmente que lleguen de una forma u otra a la gente. Creo que es el momento de empezar a compartir, porque no hay nada más bonito que tocar el corazón de las personas a través de las palabras. En Internet ya pueden leerse trabajos míos como mis dos libros de poesías de la infancia (Poesías de una niña extraña) y la adolescencia (Amores y desamores de una desastrosa adolescente), que son completamente gratuitos. Se pueden encontrar en mi blog “El desastre de María” o en mi perfil de deviantart (eldesastredemaria.deviantart.com), donde tengo muchos más textos y escritos, así como una gran colección de fotografías dignas de ver. Puedes seguirme en: Facebook: https://www.facebook.com/eldesastredemaria Deviantart: http://eldesastredemaria.deviantart.com/ Twitter: https://twitter.com/desastrosamaria Youtube: http://www.youtube.com/user/MariiaWesley Mis blog: El desastre de María: http://eldesastredemaria.blogspot.com.es/ Misterios de la vida y otros desastres: http://misteriosdelavidayotrosdesastres.com.es/

Un saludo de parte de la desastrosa María. [María Moreno Alfaro]


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