La ética de Cristo

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cu encías demasiado negativas y, a veces, desastrosas. Ahí está el ejemplo, ya citado, del uso del preservativo. La norma eclesiástica lo prohibe aun a sabiendas de que eso puede ser causa de la propagación de una enfermedad tan cruel como es el sida. Y como éste, tantos y tantos ejemplos, que se podrían recordar aquí, de mandatos y prohibiciones de la moral católica que se imponen o se mantienen porque así lo dispuso tal concilio o tal papa, así se deduce de una argumentación especulativa basada en un concepto de "naturaleza" que hoy ya poca gente acepta. Y todo eso se mantiene caiga quien caiga y por más que de todo ese discurso se sigan consecuencias desastrosas para la paz, la convivencia y el bienestar de las personas, las familias y los pueblos. Más aún, desde el momento en que la verdad divina y la voluntad divina están muy por encima de todas las verdades humanas y las voluntades humanas, se puede llegar, y de hecho se ha llegado, a situaciones y actos de la más brutal barbarie. Aquí no me resisto a recordar un hecho sencillamente sobrecogedor. En el año 1209, durante el pontificado de Inocencio III, en la cruzada contra los cataros, cuando los ejércitos cristianos, mandados por Simón de Montfort y el Duque de Borgoña, tornaron al asalto la ciudad de Béziers matando a más de 60.000 habitantes, se sabe que el abad Amoldo, cuando los soldados le preguntaban cómo podrían distinguir a los católicos de los herejes, para respetar a quienes se mantenían en la verdad de la Iglesia, el abad contestó sin reparos: "Matad, matadhs a todos, que luego Dios los distinguirá en el cielo"w. Es el efecto inevitable de una ética de la "norma" que se antepone a cualquier tipo de ética de "consecuencias". Pero el problema que se plantea, al tratar este asunto, es más profundo de lo que parece a primera vista. Porque, cuando hablamos del comportamiento moral de las personas, deberíamos tener presente que la moral o la ética, en la estimación que de estas cosas hace el común de la gente, suelen referirse a formas de conducta interpretadas a través del filtro que impone la institución. Ya se trate de la institución política, jurídica o religiosa. Y entonces, lo que ocurre es que ya no se trata solamente del 10. Un buen análisis de las circunstancias y la crueldad de esta cruzada contra los cataros, en Bernard Hamilton, Ihe Albigensians Crusade andHeresy, en The New Cambridge Mediaval Hislory, V, Cmbridge Univcersity Press, 1999, 164-181.


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