Edición nº12

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ILUSTRACIÓN: JOFRE CONJOTA

BRENDA J. ELSEY HACIENDO AL FÚTBOL HETERO OTRA VEZ

AGUSTÍN LUCAS A ESTOS PUTOS LES TENEMOS QUE GANAR

MATÍAS CLARO

CHUPETE, TE QUIERO VER

GABRIEL EBENSPERGER EL CÍRCULO

FACUNDO R. SOTO CUENTO: 6 NO SE LO DIGAS A NADIE


David Testo

Reconociรณ ser gay y nadie hizo escรกndalos. Bravo.


EDICIÓN N°12

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Thiago Alcántara

Brasileño, español y ¿Gay? Más militancia que izquierda universitaria.


EDICIÓN N°12 DE CABEZA 2017

Robbie Rogers

Guste o no, el fútbol gringo está a otro nivel en tolerancia.

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EDITORIAL N°12

ESTE ES UN JUEGO para hombres, no para maricones”. La frase la repetimos mil veces durante nuestra infancia ochentera y adolescencia noventera, épocas llenas de prejuicios donde los homosexuales no eran otra cosa que esas caricaturas grotescas que exacerbaban el culto a la “normalidad” y despreciaban las diferencias. Heredamos el prejuicio, lo reprodujimos, lo usamos para reírnos de ese niño que lloraba por un pelotazo en la cara, o como herramienta para arengar una remontada que parecía imposible. Los juegos de hombres se juegan a lo macho, sin llorar. Mea culpa, mea grandísima culpa. Nosotros, herederos culturales de la dictadura, no estuvimos en su momento del lado de los Lemebel, sino al contrario. Ni siquiera tuvimos con ellos la deferencia de odiarlos: los ignoramos y, más grave aún, nos compadecimos.

absoluto temible. Y que esa actividad que tanto amamos resultó ser el núcleo de la más violenta discriminación. Fútbol para todos, para los que quieran sumarse, para los que hayan entendido que, como dijo Camus, este juego nos enseña de la vida y de la debilidad humana, más que cualquier otro. Fútbol para quienes gusten de dormir con mujeres, con hombres o con ambos. De eso trata esta revista. Se han dicho muchas palabras de tolerancia en los camarines del fútbol profesional, pero falta una frase, la más importante de todas: “Soy homosexual”. No descansaremos –en pleno siglo XXI– hasta que los jugadores se atrevan a hacerlo.

“El fútbol es de hombres”, dijimos, sin saber que varios de nuestros compañeros de equipo (igual de buenos, malos o regulares para la pelota), eran hombres que terminarían gustando de otros hombres. La vida nos mostró que aquello que despreciamos –temimos, más bien– resultó que había estado siempre ahí y que, ¡oh sorpresa!, no era en

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SUMARIO EDITORIAL / p07

FÚTBOL GAY

EL CLAN / P16

POR FRANCESCO SCAGLIOLA

FASHANU / p26

POR SERGIO MONTES

EL VUELO DE LOS CÓNDORES / p32

POR PAULO FLORES SALINAS

LA OTRA JUVENTUS / P38

POR BRUNO RODRIGUES

A ESOS PUTOS LES TENEMOS QUE GANAR / P44

POR AGUSTÍN LUCAS

EL CÍRCULO / P48

POR GABRIEL EBENSPERGER

LA POLÍTICA SEXUALIDAD DE ALEXIS SANCHEZ / P52

POR BRENDA J. ELSEY

CUENTO: 6 NO LE DIGAS A NADIE / P60

POR FACUNDO R. SOTO

PICOS, PICHULAS Y PORONGAS; UNA EPOPEYA DE CAMARÍN / P66

POR FEISAL SUKNI GARCÍA

ENTREVISTA: LEÓN COHEN / P70

POR PATRICIO HIDALGO GOROSTEGUI

CHUPETE TE QUIERO VER / P76

POR MATÍAS CLARO

UN GOL EN HONOR A MARÍA PÍA CASTRO / P78

POR CRISTIAN ARCOS

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JONATHAN DO SANTOS

Casi, casi, fuera del clรณset.


EDICIÓN N°12 DE CABEZA 2017

TRINE RONNING

Se casó con una compañera de equipo. Se llevan el trabajo a la casa.

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STAFF EQUIPO DIRECTOR

CRISTÓBAL CORREA (@CRISTOBALCORREA) EDITOR GENERAL

NICOLÁS VIDAL (@NICOVIDAL79) EDITORES

PATRICIO HIDALGO SERGIO MONTES (@SMONTESL)

DANIEL CAMPUSANO (@dampusano2015) DIRECTOR DE ARTE

NICOLÁS PARRAGUEZ

ESCRIBEN EN ESTA EDICIÓN BRENDA J. ELSEY FRANCESCO SCAGLIOLA SERGIO MONTES MATÍAS CLARO PAULO FLORES BRUNO RODRIGUES AGUSTÍN LUCAS

VANESSA VARGAS GABRIEL EBENSPERGER FACUNDO R. SOTO FEISAL SUKNI GARCÍA PATRICIO HIDALGO NICOLÁS VIDAL

WEB MATÍAS PARRAGUEZ IGNACIO CORREA

ILUSTRACIONES

FOTOGRAFÍA

FRANCISCO ROJAS

CRISTOBAL CORREA

PORTADA

JOFRE CONJOTA

DISEÑO





Historias y crónicas, narradas al estilo De Cabeza. Ya somos los más escuchados, súmate!


EDICIÓN N°12 DE CABEZA 2017

Por Francesco Scagliola


CRÓNICA FRANCESCO SCAQLIOLA

A

LESSANDRO “Billy” Costacurta, legendario defensa del Milán, ganador de cinco Copas de Europa, actualmente comentarista por “SKY Sport Italia”, afirma en una entrevista que “su” último camarín –año 2007– era un entorno profesional completamente listo para aceptar a un compañero homosexual. Sin embargo, tras una década, todavía nadie se ha atrevido a levantar la mano. Mientras tanto, montones de jóvenes se han emborrachado juntos en los clubs más underground del planeta sin importar la orientación sexual y sin particulares cuestionamientos. ¿Acaso será el fútbol el único fenómeno social de portada galáctica incapaz de evolucionar como habría de esperar? O sea, manifestando esa (lenta) transformación de la sociedad, en lugar de amarrarse a una secular y crustácea especificidad. En la madrugada del 1° de julio de 1916, cuando el movimiento LGBT aún estaba lejos de surgir, a lo largo del frente de decenas de kilómetros que bordea el rio Somme en la Francia norteña, algo así como trecientos metros de polvo y pozas separan los nidos de las ametralladoras alemanas de las trincheras inglesas. Wilfred “Billie” Nevill (sí, otro apodado “Billie”), veinteañero capitán del Regimiento East Surrey, tiene el bigote bien cuidado y las polainas aseguradas desde la noche anterior cuando, en las tinieblas de sus últimas horas de vida, pudo encontrar un momento para sentarse a solas y arreglar su uniforme. Es un oficial tan joven como obs-

tinado. Apenas faltan instantes para el silbido que decretará la carga fatal, mientras avanza entre sus hombres que dentellan y vomitan. Crujen las botas. Brillan las bayonetas. La muchedumbre lo observa llegar, se abre a su paso, y se cierra nuevamente. El capitán, que ya conoce su destino, guarda secretamente la disparatada esperanza de lograr guiarlos al otro lado. Se ha formado un círculo alrededor suyo, dentro del cual se agacha levemente, como si quisiera hablar a las tripas más que a los cerebros. “Muchachos -murmulla emocionado- miren lo que tengo aquí en mis manos…” y los sorprende mostrando dos pelotas de castaño cuero brillante; de

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aquellas que están hechas para pegarles patadas en los céspedes del Kent, o del Sussex. “Escúchenme bien –ha levantado el volumen de su voz- quiero que salgan y lleven estas dos pelotas hasta adentro de la trinchera enemiga”. Los cuerpos tiritones se arriman. Los abrazos se aprietan. Los músculos se irrigan de agallas. Pues ahora, a los infantes que ya están en posición rampante para salir, les grita que corran abiertos y bien ensanchados. “¡Tal y como entrenamos!” les recuerda. “Solo eso les pido muchachos... ¡Quiero que se pasen estas malditas pelotas hasta llegar a la meta!”. Pulsa un zumbido innatural en los oídos. “¡¿Me entienden?!” alcanza a vocear el joven capitán; pero no hay segundo para respuestas. Rechina el silbido. Alguien –desde el fondo de la trinchera– patea largo. ¡Toc! Y luego, solo el traqueteo infalible de las ametralladoras alemanas. El capitán Nevill había transformado una batalla en un partido de fútbol. Para entender que la ecuación funcionaría igualmente al revés (partido de fútbol igual a batalla), fueron necesarios unos estudios antropológicos que ya no tuviesen como objeto de investigación los llamados “pueblos primitivos”, sino aquellas personas que el especialista tenía frente a sus ojos al salir de la casa. En particular el día domingo, momento en el cual se organizaban la mayoría de las manifestaciones donde una pelota es perseguida por veintidós personas. Ocurría entonces algo extraordinario: los ritmos regulares de la cotidianidad aparecían turbados por masas imponentes reunidas en un espacio físico definido (el estadio) o alrededor de cualquier aparato radiofónico, mientras brotaban pasiones y emociones fuera de lo común. Era un escenario que pedía ser interpretado. Pues así, dentro de la variedad de análisis adelantadas por esta “antropología del consuetudinario”, una acabaría prevaleciendo gracias a una metáfora sencilla: el partido de fútbol es una batalla ritualizada. Los hinchas, por su parte, lo habían entendido hace tiempo. Desmond Morris, cuya obra La tribu del fútbol jugó un papel determinante en las investigaciones mencionadas, recuerda a los supporters del Arsenal entonando frente al enemigo el himno militar que reza “tenemos frío, estamos empapados, aun así una paliza no nos han pegado”. Y es justamente tras esta metáfora que se clarifica una terminología comúnmente usada para la

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descripción de un encuentro: equipo combativo, estrategia, barricadas, ataque final, capitán (una leyenda cuenta que ese término se volvió de uso común en el fútbol luego del glorioso sacrificio de Nevill). Esta fraseología ha entrado tan profundamente en el lenguaje común que, por ejemplo, en Italia es posible toparse con una plaza dedicada a “Los héroes de Madrid”, donde la placa hace referencia a aquellos jugadores que en 1982 ganaron el Mundial en el Santiago Bernabéu. ¿Alguien se sorprendería si en unos años más, por las calles de Ñuñoa, apareciera una avenida “Héroes de la generación dorada”? La oscuridad del invierno austral envuelve a la Escuela de Aviación “Capitán Ávalos”, en la comuna de El Bosque. Es la noche entre el 1° y el 2° de junio de 1962. Debutaron los Rolling Stones, por primera vez un hombre ha orbitado la tierra, en Chile se está disputando el Mundial de fútbol y el Movimiento LGBT ya está a punto de nacer en el Greenwich Village. Desde afuera de la habitación se oyen solo el crepitar de las brasas de los cigarros que se consumen a cada fumada y unas voces, ensordecidas, apenas distinguibles. Quien escucha a escondidas, furtivo y afelpado, es Omar Sívori, oriundo, caprichoso, formidable diez de la selección italiana que se hospeda en el cuartel santiaguino. En la sala, que Sívori se imagina poco iluminada y brumosa, hay cuatro voces. Dos son fácilmente reconocibles por el mago rioplatense, porque pertenecen a la extraña e inexperta pareja de entrenadores que debería guiar al seleccionado nacional. Ambas no suenan a gusto en la conversación. Se está discutiendo, pese al muy buen empate contra Alemania, acerca de los masivos cambios de formación para el partido del día siguiente contra Chile. Un par de reporteros italianos escribieron palabras cortantes sobre la sociedad chilena y hay una seria preocupación por una posible “venganza” en la cancha; sobre todo por parte de las voces a las cuales Sívori asocia, aunque sin completa seguridad, los rostros de dos célebres plumas del periodismo deportivo italiano: en particular la de Gianni Brera, por décadas vate de la crónica futbolera italiana. Entrecortadas pero pesadas rumorean las expresiones “gladiadores”, “guerreros”, “combatientes”, contrapuestas a “señoritas”, “zalameros”, “calzonazos” y hasta “selección mujer”. Los primeros, para los dos importantes periodistas, tendrían que substituir a los segundos, o todo terminará como en Belfast en el



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‘58 cuando una Italia llena de campeones pelotilleros fue aplastada por las hordas irlandesas, técnicamente incapaces pero hambrientas de gloria. Así, ya casi apoyado contra la puerta –tanto que alcanzaría a oler el acre aroma del tabaco quemado en los ceniceros– Sivori asume con desdén que en menos de veinticuatro horas observará el partido desde la banca. Lo que “El Cabezón” no puede saber es que efectivamente será una batalla –la “Batalla de Santiago”– pero aquella Italia falta de “bailarinas” saldrá igualmente derrotada del Estadio Nacional. El grupo social “equipo” tiende entonces a configurarse, interna y exteriormente, como un grupo guerrero que sale a la cancha para enfrentar el duelo decisivo, acompañado por símbolos y rituales que respaldan ese concepto: gallardetes, uniformes, el momento de la concentración, la exaltación a través del abrazo, el grito liberatorio, etc. Esta equiparación entre grupo guerrero y equipo de fútbol es probablemente la clave que la antropología proporciona para comprender aquella “especificidad” de la sub-cultura del fútbol en términos de sexualidad. El héroe para ser invencible tiene que ser purificado y estar listo para la pelea, aislado como en un antiguo ritual caballeresco para cimentar en una vela de armas la solidaridad con el grupo. Es en este sentido que la homosexualidad puede aparecer como el enemigo más insidioso porque podría penetrar hasta dentro de este espacio de segregación del guerrero para quitarle la fuerza viril y derrumbarlo del pedestal de macho combatiente, que es fundamento de cualquier cultura militar (aunque existen excepciones. Por ejemplo, la idea griega del valor militar no estaba en antítesis con la relación sexual; es más: el “batallón sagrado” tebano estaba íntegramente constituido por parejas de amantes que luchaban atados por un lazo, símbolo de la indisolubilidad de su relación en la vida, en la muerte y en el simposio. O en el diálogo platónico acerca del amor, Fedro supone que el mejor de los ejércitos será aquel formado por amantes, tomando como respaldo la pareja prototípica de los amantes-guerreros, Aquiles y Patroclo). De todas formas, justamente como en cuartel, el camarín sigue oponiendo a los cambios sociales sus símbolos y sus rituales: y allá donde los símbolos se consolidan la transformación resulta muy complicada. Símbolo, ritual y lenguaje, entre ellos

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indisociables, refractarios a la mutación, exigen algo así como una eterna repetición y, paradójicamente, suelen endurecerse y defenderse ahí cuando la relación con las dinámicas sociales se debilita. Pues sin duda, a partir de la década de los ’60, la sociedad es testigo de profundas transformaciones culturales. Las ideologías militar y machista se ven paulatinamente arrastradas por una violenta crítica, y tambalean volviéndose dote de grupos minoritarios de extrema derecha. En todos los sectores de la vida pública sopla un viento de renovación. En todos… o casi. La sub-cultura del fútbol se muestra entre las más reacias al cambio. Tal y como la afirmación del cristianismo no había borrado los cultos paganos que, simplemente, se habían retirado en las zonas rurales y periféricas, así la homofobia –ya no sustentada por las ideologías– sobrevive en profundidad atada con su atávica conexión con la psique. En el fútbol, jamás abiertamente proclamada, se encomienda a la que ha sido llamada “pedagogía del camarín”; un clima, invasivo y alusivo, a menudo desarrollado en broma aunque, no por esta razón, portador de un mensaje menos claro: ¡Aquí no queremos maricones! De este “ruido blanco”, impalpable pero advertible a través del cual determinados ambientes transmiten sus “valores”, ciertamente habla la antropología; aunque es experiencia común para cualquiera que haya pateado una pelota. La “tribu del fútbol” se mantiene fiel a sus fundamentos arcaicos, no puede renunciar al eslogan que todo adolescente ha oído salir de la boca de su primer entrenador haciendo el papel de rudo sargento que recibe a los reclutas: “¡El fútbol no es deporte para señoritas!”. De hecho, la era de los “calzonazos” nunca ha terminado, y jugadores de clase cristalina, elegantes, refinados, pero ajenos (o casi) al choque físico han sido y siguen siendo blanco de alusiones abiertamente homofóbicas. En Italia existen casos ejemplares como el del fantástico mediocampista de la Juventus de los ’50 Boniperti, apodado “Marisa”, el del malabarista del Torino, Meroni, obstaculizado por su actitud anticonformista. Hasta les tocará a Cabrini y a Rossi (dos de los futuros héroes de Madrid) acusados, después de un decepcionante comienzo del Mundial, de ser “flojos por compartir la habitación”. Finalmente, la retórica viril-militar


CRÓNICA FRANCESCO SCAQLIOLA

vuelve a emerger no solamente pronunciada por la vox-populi, sino que por personajes cultos y autorizados. Así el presidente de FIAT y de Juventus Gianni Agnelli alaba el polaco Boniek por su furia agonística parecida a los soldados de caballería capaces de cargar contra los tanques de Hitler; viceversa –ya en plenos años ’90– no vacila en injuriar a un joven Alessandro Del Piero reo de escasa combatividad, apodándolo “conejo mojado”. Es de día. En una exquisita suite de algún hotel de cinco estrellas, seguramente con vista a alguna pulcra avenida de una indefinida capital europea, una joven de corto uniforme negro con encajes, adornado delantal, pelo rubio y magníficos ojos oscuros enmarcados en unas pestañas de pez afiladas, está cumpliendo meticulosamente su deber de mujer de la limpieza. Es el año 2010, las ideologías son un lejano recuerdo, la vida es líquida, touch e individual, y el Movimiento LGBT –por lo menos en occidente- es una realidad importante, conocida y respetada que ha logrado (y logrará) grandes metas con respecto a los derechos civiles de los homosexuales. Ahí está la joven: arreglando el volumen de un cojín, emparejando el terciopelo de un sillón, sacando una pelusa del respaldo. Hasta que –de pronto– mira hacia la izquierda abriendo de par en par sus ojos abismales. Del cuarto de baño está saliendo, en calzoncillos apretadísimos, una perfecta criatura que, además de parecerse a un cruce entre el “Doriforo” de Policleto y un androide de goma pensado por una superproducción hollywoodiense, es –la joven lo sabe– uno de los tres mejores futbolistas del momento. Esmerilado, plasmado, barnizado y aún

semi-desnudo (se ha puesto solo los pantalones), empieza a buscar algo para tapar su físico inhumano. La joven modelo de la limpieza, boquiabierta, hace lo que sea para hacerse notar: sonrisas, pestañeos, miradas maliciosas y –comprensiblemente– algo asustadas. Pero él, nada de nada. Ella se le agacha delante de las narices, y nada. Predispone levemente sus fines caderas, y nada. Se elonga hacia el techo para que la falda suba levemente, y nada. El lubricado hombre sigue concentrado en hallar su polera, como si la presencia femenina no existiese. Él, su cuerpo, y su imagen vienen antes que todo, parece decir. Finalmente, la misteriosa camiseta, con el estampado “Goldenblue Boy. Armani Jeans” la encuentra, debajo de una almohada, la misma señorita quien, pese a la completa falta de interés hacia sus dóciles movimientos, prestamente vuelve a esconderla. Poderosas fuerzas de carácter económico ya tienden a hacer flaquear las antiguas configuraciones ideológicas de la pelota. Estas, además de un marcado individualismo, ruedan alrededor de una espectacularización del cuerpo del futbolista, que se vuelve vehículo de mensajes publicitarios que apelan a pulsiones sexuales no específicamente declaradas, ambiguas, abiertas al consumo de diferentes géneros de destinatarios. El futbolista entra en el imaginario “televisivo-publicitario” que se dirige a una sociedad ya diversificada también en los gustos sexuales. Nace la figura del futbolista metrosexual; aquel que, después de marcar, corre hacia la grada sacándose la polera y revelando una musculatura perfectamente construida, depilada y bronceada. Es un ambiguo narcisismo exhibicionista que avanza paralelo con los dictámenes postmodernos y que, igualmente, parecería haberse separado de la retórica del atleta-soldado. ¿Será entonces esta la vía para lograr que el fútbol salga del impasse generado por la transformación de la relación con la sexualidad en la sociedad contemporánea? ¿O se trata –más probablemente– de una nueva re-formulación adecuada a los tiempos de los antiguos roles?

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pronto

en la retina del hincha

PROYECTOS

DE

CABEZA

2017


LIAM DAVIS

La sexta divisiรณn inglesa puede ser dura con un homosexual.



ABBY WAMBACH

La goleadora histรณrica gusta de las mujeres. Enorme.


Por Sergio Montes

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FASHANU / UNA VIDA ENTRE TITULARES

una vida entre titulares

C

UANDO VE VENIR la pelota, ya sabe lo que va a hacer. Está de espaldas al arco, con un marcador que no le permitirá darse vuelta cuando reciba. Pero Justin conoce el camino para superar esos obstáculos: recibe con su pie derecho, con el que eleva levemente el balón, mientras se gira y golpea de volea con la izquierda. No necesita mirar el desenlace, sabe que acaba de terminar su obra maestra y corre con los brazos en alto, buscando los abrazos de sus compañeros y los flashes de los fotógrafos. Después de esa tarde, no hubo nadie en Gran Bretaña que no supiera quién era Justin Fashanu, la joven promesa del Norwich City que le había marcado un golazo al Liverpool: el mejor de la temporada 80-81 de la Liga Inglesa. Justin era un nombre que no olvidarían, el destino de gloria era inevitable para él. *** Justin sonríe y muestra sus dientes blancos. “¿Más fotos?”, pregunta como si estuviera hastiado, pero su cara lo delata: disfruta de los flashes, se refocila con la atención de la prensa. Ha

hecho todo para llegar hasta acá, y va a gozar de éste, su momento de gloria: con apenas veinte años, hace minutos firmó un contrato millonario con el Nottigham Forest, actual campeón europeo de clubes. “¿Qué qué se siente ser el primer jugador negro por el que se ha pagado más de un millón de libras? Pues nada, no me gusta ser encasillado por el color de mi piel o por el precio de mi traspaso. Vengo a este club a dejar mi huella y con ese propósito trabajaré humildemente”. Mentiras: más allá de las palabras de buena crianza, Justin Fashanu adora ser el primero en algo.

La conversación, vulgar como cualquier diálogo introductorio, es un ritual a gritos. La única forma de hacerse entender con la música sonando a máximo volumen. El resto de la escena es predecible: al fondo, la larga barra en la que está sentado Justin, antes solo y ahora acompañado. En los costados, algunas mesas sobre las que reposan las pintas de cerveza o los gin con tónica. El centro es un gran pasillo con gente de pie. La oscuridad y el humo de los cigarrillos son el común denominador de todo el local.

***

Se diría que en la barra están los que buscan pareja, en las mesas los que ya encontraron, y en el pasillo quienes que van en tránsito desde la barra a las mesas. Algunos bailan en grupos o solos, pero aún es temprano. Más tarde, los que no hayan tenido suerte ya se habrán vuelto a sus casas, derrotados pero conscientes de que en los pubs, como en el fútbol, la revancha está a la vuelta de la esquina.

- ¿Eres Fashanu? - ¿Tú que crees? - Que si eres en verdad Fashanu me podrás invitar una copa. O dos. - Por supuesto, tomarás todo lo que quieras mientras estés sentado aquí, a mi lado.

Esto es Londres a principios de los 80s. La escena nocturna gay dista mucho de ser glamorosa. El que busque elegancia, y pueda, que se vaya a Nueva York. Como lo hizo Freddy Mercury. Acá en la isla la cosa es distinta, la sodomía

Pocos días más tarde, su foto sería portada de uno de los tantos diarios sensacionalistas ingleses: Fashanu sigue sonriendo, sentado sobre el capote de su nuevo auto deportivo, un BMW último modelo.

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era un delito hasta hace pocos años; ahora manda Thatcher y los derechos civiles han pasado a un segundo plano detrás de las urgencias derivadas del ajuste económico y las luchas entre el gobierno y los sindicatos. Pero Justin no piensa en esas cosas. Es joven, rico, deportista; le llueven hombres de todos los colores y sabores. No podría pedirle más a la vida. *** Último pique. Fashanu está agotado, pero sabe que no puede ahorrarse nada; necesita impresionar al entrenador, van tres partidos desde que llegó al Nottingham Fo-

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rest, y no ha jugado en ninguno. “Período de adaptación” le llama su representante, pero Justin no está tranquilo. Por eso está dispuesto a matarse en cada entrenamiento, alardeando de su físico atlético que se remonta a sus antepasados africanos, de su cuerpo y agilidad que le debe a sus tiempos como boxeador amateur juvenil, y a su tesón, consecuencia de años de guardar secretos, mentiras blancas y miradas solapadas. Ya está. Terminó el entrenamiento, a descansar. “Fashanu, dúchese y lo espero en mi oficina”. La voz de Brian

Clough se impone sobre todas las demás. No necesita ni alzar el volumen para que todos lo escuchen, es la leyenda viva, el autor intelectual del Nottingham Forest campeón de Europa, el entrenador que –cuando lo vio jugar en Norwich– decidió que Justin era la ficha que le faltaba a su equipo para seguir haciendo historia. “Por fin”, pensó mientras se duchaba. “Se fijó en mí, a partir del domingo entraré en el equipo titular”. Su esfuerzo y virtudes habían resultado. - Permiso, ¿se puede? - Por supuesto, señor Fashanu, adelante.


FASHANU / UNA VIDA ENTRE TITULARES

Fotografías, trofeos, fotografías de trofeos. Clough con la Copa de Europa, con miles de jugadores, con entrenadores rivales. Una vida de éxitos reflejada en la pared. Un muro que hablaba de un hombre hosco, duro, perseverante. - Dígame, señor Fashanu, cuando quiere pan, ¿dónde va? - A la panadería, supongo. - ¿Y cuando quiere un trozo de cordero? - A la carnicería. - Entonces, ¿qué mierda busca cuando va por las noches a esos bares de maricones? -… - Verá, en mis equipos juegan once hombres. De usted depende si cabe en esa definición. Ahora

“Jugador de un millón de libras lo reconoce: soy homosexual”. El titular de The Sun conmovió a la isla británica completa.

en la décima parte de lo que se había pagado por él solo dos años antes. Lesiones, indisciplinas, malas decisiones, la historia de siempre. ¿El previsible resultado? Deudas, peleas públicas, arrogancia basada en un pasado ya oxidado.

Al principio, muchos habían tenido que hacer un esfuerzo para recordarlo. ¿No era Fashanu aquel jugador que brilló en el Norwich City? ¿Qué había ocurrido con él después de su fugaz paso por Nottingham Forest? Solo los más fanaticos podían rememorar esa historia de decadencia: cedido a préstamo al Southampton en agosto de 1982, luego vendido al año siguiente al Notts County

Hasta ese día de 1990, Fashanu era un jugador olvidado, una respuesta a los desafíos de conocimiento y cultura popular que se hacen los amigos futboleros en el pub. Pero su confesión lo volvió a poner en órbita: nunca antes un jugador en actividad había reconocido públicamente su homosexualidad. Justin Fashanu lo hizo, a cambio de un buen puñado de

puede retirarse. ***

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diarios de los Estados Unidos. “Futbolista acusado de abusar sexualmente de joven de 17 años”. Nuevamente el acoso de la prensa, los juicios periodísticos, su imagen en televisión. Esta vez no hubo billetes y, en cambio, recibió varias visitas de la policía. “Soy inocente”, clamaba Fashanu, pero sus gritos se perdían en la multitud. Así como había cruzado el Atlántico arrancando del escándalo en su país, sintió que era necesario desandar el camino y volver a Inglaterra. Así lo hizo, aún cuando la causa en su contra se encontraba en pleno proceso.

billetes. Y no solo eso: dijo haber sido amante de varios miembros conservadores del Parlamento. En un país donde hacía solo dos años se había dictado una ley que prohibía a las autoridades hacer pública defensa de la homosexualidad, este era un escándalo sin precedentes. Las luces volvieron, pero no así la gloria. A falta de ésta, previsiblemente, llegó el desprecio: “es un paria”, declaró su hermano, también futbolista. “Más le hubiera valido guardarse su secreto. Es una vergüenza para nuestra familia”. Todo pasa en la vida; en especial, la fama. Otros escándalos igualmente sabrosos sucedieron a la confesión de Fashanu. Las luces también terminaron por irse, junto con las libras. Después de la fiesta, quedaban solo sus gastadas piernas y una decisión: volvería a intentarlo, aunque fuera en la liga semi-profesional de los Estados Unidos.

30 pag

*** El cartel de neón enseña el nombre del local: “Chariots Roman Spa”. Un local de mala muerte en un barrio obrero de Londres. Una puerta azul tras la cual se refugian los parroquianos que, por las dudas, miran hacia ambos lados de la calle antes de cruzar el umbral. No vaya a ser que algún vecino los vea entrando a lo que, todos saben, es un prostíbulo gay. El que cruza la puerta azul es Justin Fashanu. Viene saliendo y, a juzgar por su tambaleo al caminar, está completamente borracho. La mirada al piso, aunque es improbable que alguien lo reconozca: han pasado ocho años desde que fue noticia por su confesión, y muchos más desde que lo fue por su talento. Aunque eso no es del todo preciso: hace solo dos meses volvió a los titulares, pero en los

En esas cosas pensaba Justin mientras se alejaba del “Chariots Roman Spa”. Estaba de vuelta, pero no encontraba la paz que buscaba. Y ya no le quedaban libras, talento, amigos ni familia. Más grave que eso, no le quedaban ganas de volver a empezar. *** El cuerpo inerte de Justin Fashanu fue encontrado colgando en la cochera de unos desconocidos, a donde se metió pocos minutos después de abandonar el “Chariots Roman Spa”. Sobre la mesa había un trozo de papel que contenía su última confesión: “Me he dado cuenta de que he sido condenado como culpable. No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y familia. Espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida y, finalmente, encuentre la paz”. Jamás sabremos si la encontró, pero sí sabemos que pocos días después fue liberado de todos los cargos en su contra.


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interno: la forma en que siente y vive su sexualidad.

SANTIAGO, PRINCIPIOS DE LA DÉCADA DE 1990

Cristián se encuentra en una encrucijada. Juega en las inferiores del club Palestino desde hace cinco años, quiere ser futbolista profesional, y desde hace unos días ese objetivo está cada vez más cerca pues, de seguir todo bien y con un poco de suerte, la próxima temporada podría incorporarse a los entrenamientos del primer equipo del elenco árabe. Sin embargo, hay algo que podría atentar contra ese objetivo y que desde hace un tiempo le está provocando un conflicto

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Silente, pero con cierta angustia, abriga una condición que va a contracorriente del resto de sus compañeros y que podría ser tomada –incluso él mismo lo piensa así– como incompatible con la práctica del fútbol. La reacción del medio seguramente sería de rechazo… acaso, como decía la gran mayoría, ¿un cola podría ser capaz de jugar fútbol de la misma manera que una persona “normal”? Las cosas han llegado muy lejos, su cabeza no da más, es momento de decidir entre el fútbol o vivir tranquilo sin mayor exposición. La decisión es dolorosa, pero Cristian finalmente considera que es mejor desistir y emprender otro camino.

POR EL SIMPLE HECHO DE JUGAR

El deseo de practicar fútbol no se abandona. Corre el año 2006 y en las cabezas de un grupo de amigos va y viene la idea de participar en un torneo de fútbol para la comunidad LGBT denominado Campeonato Mundial de Futbol Lésbico Gay a disputarse el año siguiente en Buenos Aires, Argentina. Si bien este tipo de competencias se habían comenzado a disputar en otras latitudes desde hace una década, el grupo consideraba que a nivel nacional era necesario dar un paso más allá. El objetivo siguió tomando fuerza y finalmente se materializó en la creación de Chile Gay Deportes y en la fundación de su rama de fútbol: Cóndores Chile, el primer equipo nacional conformado por homosexuales. Tras la primera experiencia, las participaciones de Cóndores


CRÓNICA / POR PAULO FLORES

Chile en diversas competencias se hicieron más frecuentes, lo que les permitió consolidar su existencia y seguir trabajando en la idea de generar más espacios deportivos para la comunidad gay local.

GIMNASIO JOSÉ MANUEL LÓPEZ, SANTIAGO. AGOSTO DE 2017

Se juega una nueva fecha del Torneo Power Interbarrios, de fútbol sala, en la comuna de Santiago. Al entrar al recinto observo las arengas respectivas de los equipos que están por enfrentarse. He llegado sobre la hora, por lo que me acerco a un espectador y le consulto para confirmar los nombres de los equipos que ya comienzan a disputar el compromiso. Efectivamente, ya juegan Cóndores Chile y Andalucía. Primeros minutos: el trámite del partido es parejo y con bastantes llegadas, muy entretenido. Sin embargo, Andalucía –que viste de verde y blanco– rompe el equilibrio al abrir la cuenta en el minuto 18. A continuación, el juego se vuelve algo trabado y comienzan a aflorar algunos encontronazos. Precisamente, en una confusa situación, un jugador de Cóndores –en respuesta a una agresión previa– va muy fuerte abajo contra un rival desatando el enojo de los andaluces, que piden de inmediato la tarjeta roja. La situación queda eventualmente saldada con un par de tarjetas amarillas, pero algunos suplentes e hinchas del Andalucía reaccionan en contra del árbitro y la situación se vuelve tensa. Un par de tipos –que intuyo pertenecen a la organización del campeonato– se encargan de retirar a uno de los jugadores de alternativa del Andalucía. El

encuentro se reinicia entre gritos y algunos insultos desde un sector de la barra. A los pocos minutos se produce una falta a la entrada del área del Andalucía y la opción de pelota detenida es aprovechada por uno de los cóndores, que empata el juego con un derechazo. La situación vuelve a tensionarse. Sin embargo, hay más jugadores –de ambos cuadros– preocupados de calmar las cosas que de precipitarlas hacia una pelea. Tras varias amarillas y muchas advertencias arbitrales, y casi como una tregua, el fin del primer tiempo se sanciona en un momento en que viene bien un poco de paños fríos. La segunda etapa se inicia con ambos equipos ansiosos por romper el empate, y las ocasiones se dan en las dos áreas. Varios remates a distancia ponen a prueba a los arqueros, una que otra desaplicación defensiva alimenta fugazmente las esperanzas de los delanteros, y un par de desventuras ofensivas le dan una mano a los requeridos defensores. Aparentemente, la tensión por los incidentes del primer tiempo ha quedado atrás y ya no condiciona el trámite del juego. El equilibrio se rompe nuevamente, tras una falla de la zaga de Cóndores que capitaliza el ataque del Andalucía: gol y ventaja. Aprovechando el golpe, el equipo albiverde se va encima de los cóndores y en los últimos minutos marca tres veces más. El final del partido no esconde la tensión vivida: breves saludos protocolares y manifestaciones de enojo lanzadas al aire por algunos jugadores de Cóndores marcan el malogrado desenlace. Desde el borde de la cancha, Cristián (43) anima a sus compañeros. Ha sido un partido de trámite confuso, por eso varios de sus muchachos no concilian la derrota. Pero

también fue, sin duda, un partido entretenido, quizás como cualquier otro que se pueda estar jugando en otra parte a la misma hora.

“MÁS QUE UN CLUB”

Cristian estuvo en el grupo de quienes fundaron el club hace más de una década. Ha visto pasar a mucha gente por la institución, que hoy cuenta con casi una treintena de jugadores. Los Cóndores son representados en distintas competencias de fútbol sala, futbolito y fútbol. Además, ha sido testigo de cómo los objetivos han ido evolucionando. Por ello, cuando le pregunto por el propósito con que se creó Cóndores Chile, me señala que la meta original fue de crear un equipo para recibir a aquellos que deseaban practicar fútbol y que, por su gestualidad, no pasaban inadvertidos, por lo que eran objeto de discriminación. Es así como el simple hecho de jugar fútbol sin miedo a las burlas y/o a los actos discriminatorios, se transformó en el propósito fundamental del club. “Este lugar nació para ellos”, añade Cristian. Sin embargo, en la actualidad los objetivos han crecido a la par de la institución, que ya no solo se concibe como un refugio para los gays que quieren jugar fútbol, sino también como espacio de lucha y reivindicación de diversas minorías. Hace dos años, Daniel (35) estaba en busca de un equipo que le permitiera jugar al fútbol. En esas circunstancias se encontró con Cristian y Cóndores Chile. “Llegué acá para jugar, con gente que fuera igual que yo nomás y con la que pudiera reír tranquilo, sin preocuparme de lo que dirá el del lado”, me expresa con convicción. Le pregunto sobre su experiencia y metas con el club y me cuenta

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que su lucha, y la de Cóndores, es por la igualdad y contra el extendido prejuicio que señala que una persona homosexual no puede practicar este deporte. Por otra parte, reconoce especialmente que la labor educativa y social del club le ha ayudado a empoderarse frente a la sociedad, permitiéndole “pararse frente a cualquier persona, debatir y explicar mi punto de vista”. Michael (35) siempre ha jugado fútbol. Sin embargo, cuando comenzó a tomar conciencia de su orientación sexual decidió buscar un espacio donde refugiarse y practicarlo. Lleva más de diez años en Cóndores Chile y actualmente es jugador, capitán del equipo y dirigente. Enfatiza que el club es su “segunda familia” y que la importancia de este radica, en parte, en que implica una forma de lucha social clave en el ámbito LGBT. Por otra parte, reconoce que el fútbol es su gran pasión y que en Cóndores, “más allá de ser campeón, de ganar todos los partidos, de hacer goles… lo que me interesa es mantener un lugar donde la gente puede ir a hacer deportes, a encontrar las amistades que yo encontré, a desenvolverse, a ser uno mismo, sin esconderse”, sentencia el capitán. William (26) es venezolano. Lleva un año y medio en Cóndores y se desempeña como jugador, aunque señala que se considera “un integrante que trata de aportar en lo deportivo y colaborar en lo que haga falta”. William dice que le gusta “lo organizado del equipo, la seriedad con que enfrentan los retos y el nivel de compromiso”, y a su vez complementa: “Cóndores es un compromiso, una responsabilidad y un reto a seguir creciendo

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como organización”. Al igual que Michael, Cóndores le significa a William un soporte emocional y afectivo: “como extranjero y siendo obligado a dejar a mi familia atrás, he encontrado en Cóndores un apoyo incondicional, al punto de considerar al club como una familia”. Cree que el club debe “crecer en todos los aspectos, tanto en lo deportivo como a nivel de organización y que cada vez seamos más reconocidos a nivel nacional como internacional”. Finalmente, le pregunto cómo evalúa las respuestas de la sociedad chilena a los desafíos de la integración e inclusión, y sostiene que “en general, pienso que la respuesta de la sociedad chilena hacia la organización ha sido positiva. Como migrante he sentido apoyo y la inclusión al equipo, ya que no se trata solo de un equipo de diversidad sino multicultural, donde todos somos tratados con el mismo respeto y afecto”. Hoy en día, uno de los grandes objetivos de Cóndores Chile es obtener un espacio físico propio, fundamentalmente una cancha y una sede. Sin embargo, saben que como club amateur las dificultades económicas son importantes, aunque eso no les quita la posibilidad de proyectarse como institución deportiva y social. Cristian, y los otros entrevistados, ponen el énfasis en esto último, pues más allá de los resultados que han obtenido y los que puedan obtener, la meta del club es seguir abriendo espacios para aquellas minorías que, de distintas maneras, parte de la comunidad deportiva –y la sociedad en general– trata de invisibilizar. En este sentido, en nombre del club se realizan distintas intervenciones sociales hacia la comunidad, como charlas, capacitaciones, apoyo psicológico,

entre otras. Los resultados logrados por Cóndores Chile fuera de la cancha son magníficos: en sus filas comparten homosexuales, heterosexuales, bisexuales, transexuales, chilenos y extranjeros, un logro de inclusión que pocas instituciones pueden ostentar. Las personas que llegan a Cóndores Chile, de alguna manera, se acercan buscando refugio, tranquilidad y un espacio en donde practicar fútbol, pero terminan convencidos de que el club les permite generar más que una comunidad con intereses en común, sino también una ayuda para superar los problemas de autoestima, la soledad y la impotencia que generan las distintas formas de discriminación. “Con la madurez que tengo ahora, tengo claro que podría haber hecho las dos cosas sin ningún problema, pero en ese momento no era así… la cabeza no me daba para pensar que podía manejar ambas cosas… sabía que era gay y no iba a poder jugar a la pelota… en ese momento lo pensaba así”, sentencia Cristian, a más de veinticinco años de su decisión de dejar las inferiores de Palestino, y con la tranquilidad que le ha entregado el tiempo, su participación en Cóndores y el mismo juego que en algún momento lo enfrentó con sus propios miedos. Sin duda que el camino que decidió abandonar en aquella ocasión lo volvió a recorrer, esta vez sin el deseo de alcanzar el profesionalismo, solo con las ganas de jugar y de luchar contra los prejuicios. * Profesor de Historia. Autor y editor independiente de material educativo.


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Casey Stoney

Salió del clóset, se casó con su compañera y tuvo mellizos con ella. la hizo toda.

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ALEXIS SÁNCHEZ

Su noviazgo (y el alivio que lo siguió) desnudó nuestra homofobia. Ufff, llegamos a pensar que era gay.

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En una entrevista para Radio ADN sobre la posibilidad de tener un compañero gay, dijo: “habría que echarlo, no hay más qué decir”. OFRECÍO DISCULPAS. ESTEBAN PAREDES / 2011

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LA OTRA

Por Bruno Rodrigues

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L NOMBRE “Juventus” resuena como un sinónimo de fuerza y grandeza en el mundo del fútbol. Con un fantástico estadio, el equipo viene dominando el fútbol de Italia hace años. El sueño de alcanzar una vez más la gloria en Europa parece estar muy cerca, logrando sub-campeonatos en dos de las últimas tres finales de Champions League. Mientras tanto en Brasil, y especialmente en São Paulo, el nombre “Juventus” puede significar un tipo de fútbol totalmente distinto.

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Un fútbol de aquellos días más románticos, en que los estadios eran más simples y estaban lejos, muy lejos de todo el glamour y el poderío financiero de los torneos internacionales. Estamos hablando de un tipo diferente de Juve. Fundado en 1924, el Clube Atlético Juventus de São Paulo es un club del barrio de Mooca, históricamente conectado a los inmigrantes italianos que llegaban a la ciudad. Llamado también “Moleque Travesso” (o chico travieso), el club general-

mente compite a nivel regional, pero en 1983 alcanzó lo más alto ganando el torneo de Segunda División del fútbol brasileño. Sin embargo, la aventura nacional no duró mucho y hoy el club pulula entre las divisiones de ascenso del campeonato paulista.

UNA JUVE CON LOS COLORES DEL TORINO

Para los que conocen al club por primera vez, especialmente extranjeros fanáticos del fútbol, un dato curioso les llama inmediatamente la atención: ¿cómo


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es que un equipo de nombre Juventus juega con los colores del Torino? Según la creencia popular – incluso entre sus hinchas– el fundador de Juventus, Rodolfo Crespi, italiano y fanático de la Juventus de Turín, necesitaba agradar a algunos miembros de su familia que, a diferencia suya, hinchaban por el archirrival, el Torino. La solución fue nombrar al club en honor a la Vecchia Signora, pero recordando los colores granates de Il Toro. Sin embargo, esta leyenda es verdad solo en parte. Es cierto que Crespi era italiano e hincha bianconeri, pero el club que fundó se llamó originalmente Cotonifício Rodolfo Crespi F.C. La institución estaba básicamente formada por obreros de la fábrica textil de la que Crespi

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era dueño. Cuando decidieron cambiar de nombre, en 1930, Crespi rápidamente sugirió el nombre de “Clube Atlético Juventus”, para representar el amor por sus colores. El uniforme, que también necesitaría un cambio, no podía ser similar al de los otros clubes paulistas como Corinthians o Santos, quienes ya utilizaban el negro y blanco que originalmente vestía el Rodolfo Crespi F.C. Fue entonces cuando alguien propuso la idea de un color totalmente distinto, uno que ningún club tuviera. Como algunos de los miembros de la familia de Crespi eran hinchas de la Fiorentina, pareció justo para el patrono Juventino combinar el nombre de su amado club con un uniforme que recordara al de la institución de Florencia. En su búsqueda por encontrar las telas que le permitieran vestir a su club con el color viola sólo fue

capaz de encontrar material para confeccionar uniformes granates, dando paso al nacimiento de uno de los más distintivos uniformes del fútbol brasileño.

UN DÍA DE PARTIDO EN JAVARI

Mirar un partido en Rua Javari, la casa de Juventus, es una experiencia totalmente diferente si la comparamos con cualquier cancha de los equipos grandes de São Paulo. Los hinchas de Corinthians, Palmeiras y São Paulo cuentan con estadios patrocinados por grandes marcas con capacidad para más de cuarenta mil personas. En Javari no caben más de cuatro mil. Aquí no hay iluminación, así que los partidos no pueden jugarse por la noche. Casi todos los sectores del estadio, con la excepción de unos pocos lugares cubiertos en


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la tribuna principal, son plateas donde se ven los partidos de pie, como antes. La gastronomía local, por su parte, no olvida sus raíces italianas. El principal plato entre las diversas opciones de comida que se sirven en el estadio son los famosos cannolis de Seu Antônio, obligatorios en el entretiempo. La cola para saborear uno de esos manjares, típicos de la pastelería italiana, es larguísima pero vale la pena. En Javari, el fútbol es el protagonista. No existe pista de recortan ni rejas altas, ni fosos divisorios entre la cancha y la galería. La gente puede ubicarse a pocos metros del campo de juego. Los jueces de línea y los árbitros sufren con el constante abuso verbal de los hinchas, que aprovechan la proximidad con la cancha para comentar el partido con los pocos periodistas

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y reporteros gráficos que llegan a cubrir al equipo granate, mientras los jugadores rivales se exponen a todo tipo de insultos cada vez que cobran un lateral o salen a calentar. Es fútbol en su estado más puro.

EL FLACO MENOTTI Y LA JUVENTUS DE SÃO PAULO

Antes de coronarse Campeón del Mundo al mando de la Argentina de 1978, César Luis Menotti tuvo una carrera como jugador que duró aproximadamente 10 años. Luego de defender los colores de Rosario Central, Boca Juniors y Racing en Argentina –y de un breve paso por Estados Unidos– el Flaco llegó a Brasil para jugar en el Santos de Pelé. Con O Peixe se coronó campeón del campeonato estadual de 1968. Al año siguiente, el argentino firmó por Juventus, donde terminó su carrera.

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En la Mooca, Menotti no pudo causar demasiado impacto. Su participación más recordada por los hinchas vino en un partido contra São Benato, un equipo de la ciudad de Sorocaba. En ese partido anotó dos goles en un triunfo Juventino por 4 a 1. Su segundo gol –según los relatos– lo marcó mediante una linda bicicleta en la entrada del área. No hay videos ni fotografías.

EL GOL MÁS LINDO DE PELÉ

Tampoco hay videos del gol más lindo que haya visto Javari. En efecto, fue en la Rua Javari donde Pelé anotó lo que, a juicio del mismo “O Rei”, es considerado el gol más lindo que marcó entre los más de mil que registra en su carrera. Para rememorar el momento solo existe una foto publicada por la prensa de la época, donde

se muestra a Edson Arantes Do Nascimento cabeceando la pelota hacia el fondo de la red. En la película Pelé Eterno se logró recrear de forma digital el gol, donde el número 10 del Santos recibe la pelota en la entrada del área, supera a tres defensores pasando la pelota por sobre la cabeza de cada uno de ellos, para finalizar la jugada en un mano a mano con el arquero que termina con un cuarto sombrero por encima del portero y la posterior definición de cabeza, a estas alturas ya célebre. Hay tanta gente que dice haber visto este gol que, si contáramos a todos, Rua Javari sería capaz de albergar a más de sesenta mil almas. Ese día, Rua Javari fue más grande que el Maracanã o el Delle Alpi porque presenció el gol más lindo anotado por el mejor jugador de la historia del fútbol.


nunca jugaría con homosexuales en su selección porque afortunadamente, el fútbol solo lo juega la gente sana. Ivan Rakitić / 2012

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A estos putos les tenemos que ganar A la memoria de Justin Fashanu Por AgustĂ­n Lucas

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CRÓNICA / AGUSTÍN LUCAS

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A CÁMARA es el fetiche. La cámara es ver más allá de los ojos, es el otro cuerpo, el tercero, o el quinto cuerpo en la jugada. Como cada vez, ésta vez, Tomás y el Bicho se quedaron pateando penales, estirando la mañana a las risas. En el medio de la cancha fueron quedando los chalecos de dos colores, las botellitas de agua desperdigadas por todo el círculo. Las pelotas cerca de la bolsa, algún par de botines olvidados, y la última caminata del técnico que se aleja mientras el silbato le golpea el pecho con el tranco, y la mirada le cuelga del palco oficial. El Chino va juntando todo, les avisa que son los últimos aunque ellos ya lo saben. Siempre lo saben. Un diálogo más de voz gruesa, desde el área al medio de la cancha, el Chino, Tomás y el Bicho, y unas cuantas pelotas de por medio. La cancha la verdad que está divina. Tomás se entrega con el último penal que el Bicho sacó como si supiera. Ambos están en el plantel para el fin de semana. El verde y el blanco acaparan con tribunas, chalecos, carteles y cosas; cazan las pelotas bajo el brazo y la botellita con lo que queda de agua va de boca en

boca. Lo que sube es el vapor de los cuerpos. En el vestuario quedan las últimas voces. El técnico parece apurado pero los frena antes de salir, a Tomás le dice algo del partido pasado, que se dedique a cuidar el sector, que se olvide de subir, que no es delantero, que primero hay que defender. Al Bicho no le dice nada porque andan medios cruzados. Es que el técnico lo sacó faltando quince y el Bicho salió puteando. A nadie le gusta salir, más cuando el partido está picado. El Chino los apura por la ropa. Ya en el vestuario, el piso lleno de barro en arandelas que acaban de despedir los botines. Los tapones de fierro son una orquesta instrumental, hay una canilla que gotea, una cisterna perdiendo, el eco de antiguas jugadas en los rincones, recortes de diario de viejos goles, la tabla, Dios y la Virgen. Si queda un mate está recién dado vuelta, o lavado, o hay que hacer uno nuevo. Lo que nos puede dar un poco más de tiempo. La cámara es revivir, es volver a correr las cien hormigas que trepan por las piernas cuando la red se infla. Lo mismo que cuando un cuerpo se acaba. La cámara es traer aquello que la memoria tergiversa, la cáma-

ra es la selfie, lo último, el yo estuve aquí en este momento y fue más importante decírtelo que hacerlo. Más excitante. Un fetiche de los viejos pero último modelo, cuatro G, spotify, y netflix. La primera selfie es en cueros antes de la ducha, el Chino se presta a sacar una mejor y se va. Tomás y el Bicho quedan solos, las toallas apenas cubren las vergüenzas, se conocen, se miran, se miman. En las duchas todavía suena un chorro de agua y alguien que silba. Es Pablo, el pijudo, que se cree bien macho. Es Pablo el bufarrón, que dice que no es puto pero le gusta más un choque de pelotas que un par de tetas, o ambas, si viene al caso, las prefiere ambas. ¿Nos sacás una foto a los tres? El chino bufa porque se tiene que ir pero le gusta la joda. En las últimas semanas ya es un clásico de cuatro. Tomás le enjabona la espalda al Bicho, que lo mira a Pablo sacarse la espuma, peinarse para atrás el pelo mojado, sacudir la pija casi por gusto. Tomás se arrima, el Bicho siente el miembro rozándole las nalgas, sus ojos se dan vuelta y miran el techo del vestuario, Pablo abre la ducha que está más cerca y continúa enjabonándose, sobre todo los huevos. El Bicho no

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deja de mirarlo, el Chino aparece a juntar las últimas cosas, y Pablo que lo llama desde las duchas, desde el vapor. Los pasos se arriman, también lleva tapones de fierro, entonces avisa, clac, clac, clac, clac. El Bicho vuelve a los ojos blancos y la mirada perdida del techo. Pablo arrima ese miembro cabezón, el Bicho lo rodea con ambas manos. Tomás sigue sacudiendo su pene por las nalgas del Bicho, el Chino desempaña la cámara con la camiseta verde del cuadro, y filma una vez más. Un video cortito de apenas unos segundos, un par de fotos, enviar al grupito de whatsapp que hicieron los cuatro, sacarse la ropa y meterse en el vapor y en el sexo. Lo manda a su vez a otro amigo, que tiene otro grupo, donde se ríen de los putos, añoran las lesbianas pero las condenan, mandan fotos cogiendo cuando el otro ni se entera, o cuando el otro o la otra se prestan al juego de revivir las emociones, sin saber que habrá otro ciento reviviendo lo mismo, con la cara de goce que pocos conocen, estampada en las pantallas de los teléfonos. El Bicho se hinca, agarra con la mano izquierda el miembro pendular de Pablo, lo sacude a la vez que agarra la pija de Tomás que está bien dura como siempre. Que putos que son dice Pablo, mientras el Bicho ya se va poniendo una a una en la boca. El Chino deja el celular y se saca la ropa,

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la verga torcida va a parar a la cara del Bicho y el sexo fluye. Un video más y ta, así lo vemos después. El vapor sigue subiendo, el de los cuerpos. Las duchas quedan abiertas para despistar, el vestuario es sagrado y nadie más entra. Los cuerpos de los futbolistas entregados al sexo gotean sudor y jabón, las primeras leches de una felatio, o de varios a la vez. El Chino y Pablo penetran a los otros dos jugadores hasta acabarse. El golpe seco de los cuerpos húmedos es la música, ya no suenan los tapones, los gemidos gruesos se confunden con las nalgadas bárbaras, la ducha del final será fundamental. Los dos días que restan para el partido transcurrirán con normalidad. Lo anormal es lo que no se ve, lo que nadie hace, lo que nadie en el fútbol reconoce porque el fútbol es de machos, o de mujeres machos, pero los otros siempre, son todos putos. El empate los deja mejor parados que al rival, pero van uno a cero abajo y la tribuna que insiste con los goles. El Bicho se amigará con el técnico porque, aunque lo llevó al banco, lo puso los últimos quince para empatar el partido y en una jugada de éste contra la punta vino el penal que enloqueció a la parcialidad verdolaga. Se consiguió el empate en un tiro fuerte al medio como se tienen que tirar los penales, como los

tiran los hombres. El perseguidor de la tabla perdió un partido increíble y la semana se presta para lo mejor, volver a la victoria y colarse en el pelotón de los primeros puestos. Todavía hay chances. Pero el video se filtra. De un grupo a otro, sin querer queriendo, el video se viraliza como por arte de la magia del siglo que vivimos. En cada vestuario de América, el Bicho se agacha desnudo goteando, y sacude las pijas de sus compañeros, mira hacia la cámara y sonríe, todos sonríen, el sexo es sonreír igual que los goles. Tomás lo recibe en casa, su mujer no entiende nada y se toma los vientos. El Bicho vive solo, pero el pueblo es chico y el infierno es el sistema rígido del fútbol prendido fuego. Los cuatro son expulsados del plantel automáticamente y por teléfono. Los compañeros cerrarán el orto, literalmente. Pablo seguirá con su discurso arcaico del bufarrón que no es puto. El presidente declarará en contra de las acciones e intentará limpiar el nombre del cuadro con frases bíblicas colgadas en Facebook. De ninguno de los cuatro se ha sabido más nada. Del campeonato, tampoco.


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Michelle Heyman

DE TODAS LAS JUGADORAS AUSTRALIANAS QUE FUERON A RÍO 2016, LA ÚNICA LESBIANA. CHAPEAU.

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EL CÍRCULO Por Gabriel Ebensperger*


EL CÍRCULO

M

I PRIMER círculo fue una rueda que dibujé en un cuaderno de hojas blancas. Uno de esos marca Torre, cuadrados, con anillado metálico blanco y tapas de color verde agua medio neón. Tenía tres años y -aunque seguramente ya tenía alguna pelota de plástico en el patio de la casa- mi fascinación con la forma vino con las ruedas de los autos. “Huéas”, les decía. “¡Huéas!”, gritaba de la mano de mi mamá por la calle Valparaíso, apuntando con la otra que me quedaba libre. Seguramente más de algún peatón ochentero en el centro de Viña del Mar vio a un niñito apuntándolo y acusándolo de “¡hueva!”. Pero yo me refería a las ruedas de los autos estacionados. Cuando tenía que hacer pipí en la calle exigía regar una “huéa”, y no un árbol.

cansaba y se iba quedando callado.

Creo que existe algún documento fotográfico en que aparece mi papá pateando una pelota hacia mí, siendo un enano. En mi memoria de la foto -seguro que no es realmente así- la cámara logra atrapar una mirada furtiva mía al centro del lente con una mezcla de tedio y confusión.

Como yo aún “no sabía leer” formalmente, los puntos de exclamación eran algo inexistente y sin significado. Ni idea de por qué esa palabra llevaba esas íes tan extrañas. Estaba seguro de que eran simplemente íes. Al extremo más fino del palito de la letra había un círculo. Eso era una letra “i”. Lo que yo leía entonces era un enigmático “iplopi”. Jamás le pregunté a nadie por ese misterio. Me di cuenta solo en primero básico y guardé mi secreto. Si actualmente no encontrara tan problemático a Condorito por su representación de lo femenino y las mujeres, me tatuaría feliz un “iplopi”. Pero así tal cual: “i-plo-pi”.

No es que no me gustaran las pelotas. Aunque una vez contesté que no entendía la diversión de perseguir una pelota que solamente rodaba, solo estaba siendo pesado a propósito. Es que en realidad prefería mis cuadernos, mis lápices y dibujar autos e historias. En ese sentido ganó mi mamá, que cuando llovía en invierno me compraba pliegos de papel que esparcía en el piso de su pieza para que pudiera rayar y pintar con témperas. Mi abuela materna le decía que estaba loca. Luego empecé a aprender a leer. Aún no entraba a kinder. El problema era que preguntaba demasiadas cosas y hablaba todo el día, todo el tiempo. Cuando íbamos en auto con mi papá manejando y mi mamá de copiloto -y yo dando vueltas sin supervisión, correa ni sillita, the 80’s way- terminaba siempre preguntando por el auto que iba adelante. Eso condujo a que inevitablemente mis primeras lecturas fueran letras y números de patentes y nombres como “Peugeot” y “Citröen”. Mi mamá profesora siempre respondía con paciencia mis preguntas y me explicaba las cosas. Mi papá ingeniero pronto se

Cuando el mundo de la lectura automovilística se vio superado, encontré mi siguiente desafío en un kiosco de la calle Urmeneta, en Puerto Montt. Era el verano del 87 y estábamos visitando a mi abuela paterna. Ella vivía en la calle Colón y yo llegué con mi primer Condorito. No me enorgullece mucho que mi primera lectura en papel fuera esa, pero es la verdad. No entendía los chistes, ni tampoco sabía que debía ser chistoso leerlo, pero me gustaba ver cómo dibujaban los autos. Yo aún no podía hacerlo tan bien. Me llamaba la atención que todas las páginas terminaban con alguien cayéndose de espaldas, mostrando sólo los pies en el aire, con una fumeta exclamando “¡plop!”.

El año anterior hubo un terremoto grande. Pasó cuando estábamos todos en nuestra casa en Viña: mi papá, mi mamá y mi primer hermano nuevo, Diego. También estaba de visita Anita, una de las hermanas de mi papá, y su hija, mi prima Carolina. En ese tiempo ellas vivían en Puerto Montt. Yo solamente recuerdo estar dentro del auto de noche. Y todo el mundo dentro del auto. Durmiendo. El terremoto fue muy grande y no querían pasar las réplicas dentro de la casa. Mi mamá cuenta siempre que estaba en el segundo piso conmigo, y que los escalones de la escalera se movían como teclas de piano, así que me tomó en brazos y se montó a caballo sobre la baranda para deslizarse hacia abajo hasta llegar al primer piso.

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Ojalá me acordara de eso. También cuenta que mi tía Anita se asustó mucho y que gritaba rezando padres nuestros. Siempre encontré muy extraño ese detalle. Qué raro que alguien en Chile se asuste tanto con los movimientos telúricos. Pasan siempre. Vienen, se van. Y vuelven a pasar. Y rezar. Más raro. Ahora pienso que la gente reza siempre y nunca pasa nada. ¿Por qué entonces algo real, medible y periódico da miedo, y algo invisible y supuestamente poderoso, pero que es indiferente, no da miedo? A mí no me asustan los temblores y terremotos. Me ponen contento. Me gustan del mismo modo en que me gustan las tormentas, la lluvia y el viento fuerte: es la vida de un planeta. Son algo grande y uno es algo pequeño. Me ponen en mi lugar. Si el planeta fuera un animal -y a estas alturas creo que sí lo es- uno es la pulga de ese animal. Si creyera en un Dios y quisiera rezarle, le rezaría al planeta. Eso sí es para mí algo tangible, vivo, superior e inteligente, y obviamente le dio la vida a todo lo que camina, nada, vuela y persigue pelotas encima suyo. Y es un círculo. O sea, es perfecto, como un Dios. Después de ese terremoto supimos que venía mi otro hermano. También nos dijeron que nos iríamos a vivir a otro lado. Necesitábamos más espacio, pero además mis padres decidieron construir la casa más antisísmica y resistente que pudieron concebir y materializar en esa época. Con ello vino un nuevo barrio. Uno muy parecido al que se mudó Elliot en E.T. El Extraterrestre. Lleno de casas en construcción, bosques y animales desapareciendo lentamente, y muchos niños en bicicleta. Eso era algo nuevo para mí porque donde yo vivía no estaba lleno de niños jugando en las calles. Jugaba con hijos de amigas de mi mamá cuando iban a la casa, o con mis primas cuando íbamos a verlas a Santiago. Sólo conocía la calma de jugar con imaginación y entusiasmo, pero eso iba a cambiar pronto. Sucedió apenas nos mudamos. Yo aún era amistoso y confiado y partí corriendo a jugar con la primera pandilla de niños que vi, amontonados, corriendo y gritando. Estaban en plena pichanga al medio del pasaje. Desde arriba, el pasaje era como un pentágono deformado, conectado a una calle empinada con nombre de alga, que baja a otra calle con nombre de alga desde la que se puede ver el mar.

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Mi naturaleza alegre de ese entonces iba acompañada de una voz de pito y facciones femeninas. Hasta el día de hoy mi cara es como un trasplante de la cara de mi mamá, pero con barba. Así que en el fondo era una niñita con ropa andrógina. Tenía el privilegio de vestir ropa bonita que yo mismo elegía, y me gustaban los colores, todos. Aparecí casi corriendo, dando saltos. Contento. Aún puedo escucharme preguntar “¿¡puedo jugar!?”, alargando la “a” y la “r” casi musicalmente. Lo siguiente que recuerdo es la cara enrojecida y furiosa de un vecino gritándome “maricón” y la piedra que me lanzó y me golpeó en la frente. Luego correr llorando a mi casa. Mi mamá de pie, detrás de mí, en mi baño, echándome agua fría sobre el chichón que crecía y luego escurría por la mejilla derecha hasta el lavatorio blanco, nuevo. Mientras, yo lloraba callado y miraba uno de los pelícanos azules que volaban en los azulejos. Los había elegido yo antes de que terminaran de construir nuestra casa. Sentía mucho miedo. Si no me hubieran rechazado por extraterrestre, seguramente habría jugado con ellos y esa pelota. El fútbol mismo no me importaba, la experiencia de jugar y tener amigos era lo importante. De eso se trata -o debería tratar- la vida de los niños, creo. Las agresiones y burlas del vecino no se detuvieron y durante un corto tiempo me llevaron a ver a una sicóloga. Cuando pregunté por qué íbamos para allá me dijeron que era para que aprendiera a tener más paciencia porque me enojaba muy rápido. La “tía” con la que me juntaba a jugar tenía unos juegos de construcción con piezas triangulares que nunca había visto. Cuando entré por primera vez, tenía armada una figura en una mesita. Era una pelota hecha de triángulos. No sé si era exactamente lo que ahora conozco como un icosaedro, no sé si tenía veinte caras, pero se parece en mi recuerdo. Hace un par de años supe que la verdadera razón de esas visitas era lo que pasaba con mi vecino. Me estaba afectando. Cambiando. Natural, como cualquier niño que comienza a ser abusado de algún modo. Si miro mis cuadernos de esa época -existen cajas llenas de cuadernos de todos los años- es cuando empecé a dibujar edificios quemándose, y autos accidentados con gente mutilada colgando de las ventanas. Parece chiste. También supe que


la sicóloga fue muy clara con mis padres: “Se tienen que ir a vivir a otro lado, porque ese niño y su familia no van a cambiar”. 1989 fue el año del escándalo del Cóndor Rojas en las Eliminatorias. Me acuerdo de las noticias mostrando una bengala que lo había herido mientras jugaban contra Brasil. Y luego cuando se supo que había mentido usando una gillette. De esas mismas que según mi mamá la gente mala ponía al final de los toboganes gigantes de los juegos del estero Marga-Marga. Nunca me he subido a uno de esos. Mi colegio era mixto. En 1990 entré a primero básico y conocí el mundo de las clases de gimnasia separadas por género. El lado “de los hombres” estaba dominado por los partidos de fútbol. Yo le temía a la pelota. Le temía a cualquier cosa que pudiera volar y pegarme en la cara. Le temía a grupos de niños con un proyectil. Ese miedo llegó y se quedó, y yo en lugar de aprender a dominar la pelota, aprendí a dominar todas las técnicas para poder existir la mayor parte del tiempo posible en los bordes perimetrales de toda actividad de hombres y pelotas. Me volví invisible. Mi problema nunca fue el fútbol. Me sentía seguro en mi cuaderno y mis lápices. En los recreos se juntaban amigas a verme dibujar. Ahí no podía ser malo, no sentía miedo y podía ser una persona más normal. Podía hasta sentirme especial y ser “el que dibuja bien”. Tengo un grupo de amigos cercanos del colegio aún. Fuimos compañeros desde kinder a cuarto medio. Un día hablando de esto mismo me contaron que al principio los compañeros más futboleros me buscaban para jugar a la pelota, me querían ahí, y yo rechazaba la invitación y me quedaba dibujando. No recuerdo nada de eso, pero les creo. Quizá podría haber jugado fútbol a pesar de haber sido medio raro. Podría haber tenido más amigos que amigas, en lugar de “tantas amiguitas”, como anotaron con preocupación las tías del jardín infantil en sus informes. Podría haber perdido ese miedo que crecía y cambiaba de forma ganando terreno. Pero para bien o para mal lo mejor que pude hacer fue mantenerme afuera de ese círculo, haciendo los míos propios.

Al día siguiente de terminar el párrafo anterior, me avisaron que mi tía Anita había muerto. Hacía años que vivía con Alzhéimer y ya no nos recordaba. Pero antes, ella era esa persona que se acordaba de todos los cumpleaños. La que siempre te llamaba y se preocupaba en serio. La que mantenía los lazos unidos. La última vez que la vi fue hace un par de años. Me preguntaba un poco desfasada que quién era yo, que si era uno de los hijos del Fello, y que cómo me estaba yendo en el colegio. Yo nunca me atreví a visitarla. Le temí mucho a la pena. Recuerdo eso y siento vergüenza. Esa noche volví a Viña a la casa de mis papás. Partiríamos los tres temprano a despedirnos de la Anita. En auto hasta Puerto Montt, como lo hicimos cada año de mi infancia. Antes de acostarme me puse a buscar entre las fotos antiguas ese recuerdo con la pelota. No lo encontré. Pero sí encontré una foto en el patio de mis abuelos en el sur donde aparezco yo, pateando una pelota contento y Anita, corriendo detrás mío. Mi papá y mi mamá aún viven en esa casa grande que construyeron. * Autor del libro Gay Gigante (Editorial Catalonia, 2015).

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ILUSTRACIÓN: DAVE FLANAGAN 77

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CRÓNICA / POR BRENDA ELSEY

Haciendo al fútbol hetero otra vez:

La política de la sexualidad de Alexis Sánchez Por Brenda Elsey*

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OSPECHO que un número importante de chilenos respiraron aliviados cuando Alexis Sánchez hizo pública su relación romántica con la actriz Mayte Rodríguez. La profundidad de este suspiro estaba conectada a preguntas que han surgido a través de los años sobre la sexualidad de Sánchez, en particular sobre si es que es gay, o no. En efecto, el fútbol está saturado en partes iguales por homoerotismo y homofobia, lo que explica por qué uno de los trabajos part-time de los hinchas, agentes y directivos de los clubes ha sido históricamente establecer la heterosexualidad de las estrellas de turno. Ejemplo claro de esta obsesión lo encontramos en que en el año 2016 Chile fue el país con el mayor número de multas y sanciones de la FIFA por canticos homofóbicos durante las clasificatorias a la Copa del Mundo. El anuncio de Sánchez fue rea-

lizado a través de un video auto gratificante, acompañado de fotos de vacaciones mostradas una incontable cantidad de veces en televisión, prensa escrita y redes sociales. En el video, Sánchez sonríe cándidamente a la cámara, mientras Rodríguez posa detrás de él, parada en un sofá, vestida con una toga, y meciéndose suavemente, mientras la canción “The Prayer” de Celine Dion y Andrea Bocelli suena de fondo. La prensa británica describió el video como “bizarro” y “cursi”, algo con lo que es difícil estar en desacuerdo. Que millones de personas conversaran, conjeturaran y celebraran el nuevo romance de Sánchez, lo transforma en algo digno de reflexión. Los líderes del fútbol han postulado por más de un siglo que el juego desarrolla una masculinidad correcta y, por lo tanto, no es ninguna sorpresa que es importante la forma en la que Sánchez

(el mejor delantero de la historia chilena con solo veintiocho años, y una de las figuras públicas más queridas en Chile, más aún dentro del universo de aquellas con origen en la clase trabajadora y de provincia) representa su masculinidad, incluso cuando ésta no sea discutida de forma explícita. Lo que dice bastante sobre esos parámetros auto-impuestos es el desinterés de los medios chilenos en Sánchez como un ícono gay, o la forma en que no se manifiestan las diferencias entre él y sus compañeros de equipo. Sin tatuajes o peinados extravagantes, de hecho casi sin ningún pelo, y con sus shorts arremangados hasta el Aconcagua, su estética es impresionantemente distinta. Más aún, sus perros, Atom y Humber, tienen su propia cuenta de Instagram y le encanta Disneylandia. El silencio ha sido aún más ensordecedor ante el ataque mediático que siguió a “Maytegate”. Hay una razón por la que Arturo Vidal

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tiene el título de El Rey, mientras que Alexis Sánchez todavía es el Niño Maravilla, y tiene que ver con el pavoneo y dominación de mujeres, o la falta de este en el caso de Sánchez. Recordemos la extraña noticia del 2014 en que la polola de Sánchez, Laia Grassi, terminó la relación porque él no podía satisfacer sus necesidades sexuales. Fue necesario darle un gran giro y usar una buena dosis de gimnasia mental, para que la historia fuera presentada como un sacrificio que Alexis hizo para su club. La prensa británica no ha sido tan silenciosa en lo que respecta a la poda y acicalamiento de Alexis Sánchez. Después de que aceptó promocionar a las afeitadoras Gillette, el tabloide The Mirror escribió “¿Pero no debería un hombre tener un poco de pelo? Hemos visto muñecos Ken que lucen más rudos que el hombre del Arsenal”. La prensa gay ha celebrado el look de Alexis, así como ha respondido a una generación de futbolistas mundiales que han desafiado los modelos tradicionales de masculinidad. David Beckham, por ejemplo, abrió este camino hace una década, cuando el futbolista -consciente de su popularidad- proclamó que se sentía honrado de ser un ícono gay. En su propia manera, el nerviosismo, monogamia, y la cariñosa paternidad de Lionel Messi se desvían claramente del modelo del pibe Maradona, mientras que la apariencia de Sánchez se parece más a la de Cristiano Ronaldo en su atención meticulosa por la masa muscular y la eliminación del vello. Cabe recordar que la exhibición de cualidades que tradicionalmente se perciben como

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femeninas, normalmente lleva al cuestionamiento de la sexualidad de estas estrellas. A pesar de la carrera presidencial o la deliberación sobre las draconianas leyes de aborto, aquellos que cuestionaron la importancia del anuncio de Sánchez, como la periodista Lucía López, fueron forzadas a disculparse por su ofensa. López sugirió que el público debía enfocarse en el caso de Nabila Rifo, primordial en el tratamiento judicial que reciben las víctimas de violencia de género. En total desafío a la razón, la respuesta a la solicitud de López fue la indignación por su falta de sentimiento. El tráfico mediático de chismes de famosos es inquietante y distractor. Al parecer, la cultura popular ha logrado desplazar al análisis político y al periodismo de investigación. Así que, ¿deberíamos simplemente alejar nuestras miradas con disgusto ante la esfera corrupta, despolitizada y vaga de los deportes? Eso probablemente garantizaría la perpetuidad de la dominación actual de billones de dólares, tiempo en los medios y capital emocional de la elite política y económica. Después de todo, esta no es una estrategia nueva, los clubes de izquierda han estado usando el deporte para criticar a las elites políticas por un siglo. TVN, por su parte, dio al público horas de información ya conocida, siendo la más indignantemente repetitiva la de Muy Buenos Días, donde dedicaron veintitrés minutos al asunto, concluyendo que Rodríguez es la mujer más bonita de Chile, “una diosa”, y que Sánchez es “ultra-romántico”.

Los panelistas sugirieron que Sánchez se sentía más feliz que cuando ganó la Copa América y expresaron su orgullo de que haya elegido una mujer chilena, en lugar de una extranjera. Si alguien necesitaba más evidencia de la proyección nacional en esta relación, ahí estaba, dos mujeres profesionales proclamando la elección de Sánchez como una victoria para la mujer chilena (quizás similar a lo que la relación Bolocco-Menem significó para los hombres chilenos). No todos los chilenos celebraron la elección que Sánchez hizo con Mayte Rodríguez. Una carta de un hincha, que consiguió suficiente atención como para convertirse en noticia en sí misma, encontró que la elección de mujer de Alexis demostraba que era un “desclasao”. La carta preguntaba “¿de cuándo a las rucias les gustan los flaites, negros de 1,70?... De cuando ganan 100 palos a la semana. Washito rico. Cuica”. Acusar a Alexis de ser “desclasao” es raro en sí mismo, ¿pero decir que es flaite? Estamos hablando del buen soldado de Arsene Wenger, el que le pidió a los fanáticos que dejaran de protestar contra el director técnico del Arsenal, el tipo que tiene camisetas que dicen “Te Amo Mamá”. Más aún, comparar a Sánchez con Patronato o el Parque O’Higgins, lugares de la invasión cuica, es una muy mala política de clase. La narrativa de la subida meteórica de Alexis Sánchez tiene todos los elementos de un cuento futbolístico de ascenso desde la pobreza a la riqueza, de los que hacen que las personas sigan amando al deporte. Pero parte de lo que hace que una figura complicada diga lo que dijo de


CRÓNICA / POR BRENDA ELSEY

un ícono de la clase trabajadora, es que justamente, Sánchez ha carecido de toda política de clase; no como, por ejemplo, las francas simpatías izquierdistas que ha mostrado Jean Beausejour, quien también ha participado en campañas contra el machismo. La popular carta del hincha, así como muchas otras reacciones, usó insultos homofóbicos para describir a las personas ricas que han aburguesado algunas áreas de Santiago que solían ser populares. Cabe destacar que el uso de insultos homofóbicos como los contenidos en esta carta es común y refleja esfuerzos orientados a des-masculinizar a las elites al representarlas como gay. Y sobre todo, también refleja tensiones de larga data entre las clases trabajadoras e identidades sexuales. La homofobia furiosa del fútbol es parte de la obsesión de los medios deportivos con las esposas y novias de los jugadores. Consideren que nunca un jugador profesional activo de fútbol ha salido del closet. Ciertamente, el patrocinio corporativo juega un rol importante en las decisiones de los jugadores de dónde y cómo compartir información personal. Tomen un tiempo para pensar en las ‘filtraciones’ y noticias de las relaciones de Sánchez, y verán que coinciden minuciosamente con su historial de transferencias, lo que es muy común en el fútbol europeo. Que Alexis Sánchez provenga de la clase trabajadora y no sea rubio, que su cuerpo sea la base de su trabajo, solo aumenta el espectáculo público. Se incrementan las ganas de saber, de vigilar y de categorizar el deseo. Esto ocurre también en

otros ámbitos, como enseña la profesora Karen Alfaro Monsalve, que explica cómo figuras como el dirigente sindical Cristián Cuevas, confeso homosexual y ahora parte del Frente Amplio, “es sin duda un referente político que tensiona a la izquierda tradicional”. La homofobia, así como la exclusión de la mujer, no son privativas del deporte profesional. El organizador e investigador Roberto González explica que para el futbolista barrial la homosexualidad desborda los límites del género, la sexualidad y la modernidad, y como tal desborda también los límites estéticos del fútbol. Pedro Lemebel, uno de los escritores sobre fútbol más elocuentes de Chile, vivió las tensiones entre la identidad sexual y de clase. Se burlaba (“no me hable del proletariado. Porque ser pobre y maricón es peor”), describía agudamente la experiencia homoerótica de los partidos de fútbol, la traspiración, los torsos desnudos, las erecciones emergentes, y el peligro excitante de los estadios en los ochenta. En la superficie está el obvio amor por el club (“Como no te voy a querer”), pero hay tanto más que está pasando. Lemebel pensaba que la construcción del nosotros versus ellos desarrollaba atracción sexual, y que la insinuación que uno quería follar al otro, no era solo violenta, aunque frecuentemente lo era. Reflexionaba sobre la visión de disputa de masculinidad que ocurre en el fútbol, así como sobre la experiencia del gay que no pasa inadvertido en los partidos. Mi hombría fue la mordaza, no fue ir al estadio Y agarrarme a combos por el

Colo Colo El fútbol es otra homosexualidad tapada Como el box, la política y el vino Mi hombría fue morderme las burlas Comer rabia para no matar a todo el mundo Mi hombría es aceptarme diferente Entonces, ¿dónde caben las mujeres en este panorama? De la misma forma que el provocador Lemebel, ellas forman sus propias comunidades subterráneas. En el mundo de los medios masivos, ellas parecen confinadas al lugar de Mayte Rodríguez, como esposas y novias de los jugadores. Existen pocos espacios de tal segregación de género como el fútbol y, como cualquier otra forma de segregación, la separación no equivale a igualdad. Ciertamente, los fans, jugadores, periodistas, directores, expresan rutinariamente su gozo por la exclusión femenina. El Estado ha ayudado a los clubes profesionales a evitar su bancarrota y han subsidiado a los equipos nacionales de hombres, mientras que los equipos nacionales de mujeres han luchado por existir. Quizá en ningún otro sitio sea tan marcada esta disparidad como en Argentina y en Chile, donde los equipos masculinos están colocados en los lugares segundo y cuarto del mundo, respectivamente, y los equipos femeninos ni siquiera aparecen en la clasificación. La suposición de que las futboleras son marimachas es tan generalizada como el supuesto de que no existen. Las mujeres que trabajan en medios deportivos están sujetas a

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acoso, de forma privada y pública. Recientemente Vanessa Vargas analizó la cobertura de la Copa Confederaciones, sólo para encontrar la repetición nauseabunda de la objetivación de fanáticas y reporteras. Este mes, el debut de Grace Lazcano como panelista en un programa del “Canal de Fútbol” fue anunciado con orgullo y como una iniciativa pionera por los productores. El “periodista” Romai Ugarte se sentó a la izquierda de Lazcano. Mientras el panel y el público daba la bienvenida a Lazcano, Urgate se volvió hacia el camarógrafo y la audiencia, puso cara de disgusto y gesticuló como si estuviera poniendo un pene en su boca. Ugarte se disculpó, pero no antes de que Claudio Bravo y Gary Medel denunciaran su sexismo descarado. La reacción de los jugadores de fútbol es esperanzadora, especialmente dado que tener aliados es muy importante. Más allá del hecho que Ugarte buscó arruinar el debut de Lazcano y humillarla, es fascinante la forma en que escogió hacerlo, que involucraba la simulación de hacerle sexo oral a otro hombre. Ciertamente, Ugarte no nos pedirá que demos esto por hecho, pero el que nosotros solo leamos sexismo y no homoerotismo en el gesto es parte de la estructura que no reconoce los otros lados del sexismo y la homofobia. Ugarte necesita que sus pares masculinos entiendan el gesto y compartan su odio por la presencia de Lazcano. Para desafiar la homofobia y el sexismo en el fútbol se requiere la construcción de alianzas entre los grupos que intersecta, pero que no son intercambiables. De acuerdo con Karen Alfaro Monsalve de la Universidad Austral “el desafío fundamental para el movimiento

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LGBTQI es generar articulación con otros movimientos sociales, en particular con el feminista, con el objetivo de establecer un frente que pueda instalar la conquista de derechos como claves en los procesos de profundización democrática en el país”. A pesar del liderazgo de la clase trabajadora y mapuches en el movimiento LGBTQI, su presencia rara vez aparece. En cambio, “los medios de comunicación chilenos están dominados por la élite político-económica del país y prefieren poner imágenes de personas blancas, rubias y sonrientes, por sobre todo”, explica Hillary Hiner, historiadora feminista de la UDP. Las mujeres han jugado fútbol y han participado activamente en los clubes chilenos desde comienzos del siglo veinte. Enfrentar la apatía y el estigma social no les ha impedido disfrutar el compañerismo del deporte. Las jugadoras del equipo nacional femenino reportan que su falta de notoriedad les ha permitido evitar el escrutinio público al que son sometidas las estrellas masculinas. Entre la comunidad del fútbol de mujeres hay aceptación de atletas LGBTQI. La jugadora del equipo nacional Fernanda Pinilla explica que “no existe homofobia entre jugadoras, pero sí podría decir que de parte de entrenadores la he sentido. Me ha tocado escuchar comentarios de entrenadores que dicen que no se pueden hacer actos “lésbicos” en entrenamientos, concentraciones o utilizando ropa de la institución”. Otra jugadora del equipo nacional lo confirma: “en mi experiencia, la homofobia se da más fuera de los círculos del fútbol femenino que dentro de ellos, nunca entre las jugadoras.”; se les comunicó a las

jugadoras que, si actúan “como lesbianas”, las audiencias las van a encontrar menos atractivas y, consiguientemente, puede afectar al deporte. Esto no sólo pasa en Chile, sino que es una advertencia que ha venido desde la presidencia de la FIFA. La falta de discusión alrededor de la participación histórica de las mujeres en el fútbol ha servido para naturalizar las diferencias de género y justificar la negación de recursos a mujeres atletas. El frenesí sobre la vida amorosa de Alexis Sánchez, sin dudas,


continuará intensamente sometiéndonos a chismes sin fin sobre sus planes para un futuro matrimonio, infidelidad, conflictos con la familia política, etc. Para aquellos que no pueden evitarlo, quizás la mejor aproximación es confrontarlo, a través de explorar por qué a las personas les importa tanto y qué significa eso. Implica pedir que los periodistas cubran tanto a las mujeres que juegan fútbol, como a las que tienen relaciones amorosas con futbolistas. También requeriría reconocer tanto el homoerotismo como la homofobia en el fútbol.

En lo que respecta a lo segundo, yo no sé cómo o con quién Alexis Sánchez tiene sexo, o cómo se siente. Y tú tampoco lo sabes. * Brenda Elsey es doctorada en historia por la Universidad del Estado de Nueva York. Su libro, Citizens and Sportsmen: Fútbol and Politics in Twentieth Century Chile fue publicado por University of Texas Press en 2012, y ha escrito varios artículos, académicos y populares sobre la relación entre la política y el fútbol. En 2015 cubrió la Copa Mundial Femenina para Sports Illustrated.

Su libro actual (escrito con Josh Nadel) es Futbolera: Mujeres, Género y Deporte en América Latina. Josh Nadel es, a su vez, profesora de historia en Hofstra University en Nueva York y codirectora del programa de estudios sobre América Latina y el Caribe. Es co-editora de Oxford University Press “Research Essays in Latin American History”. Traducido por Camila Gatica Mizala, Institute of Latin American Studies, University of London.

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Ryan Atkin

El que imparte justicia duerme con hombres.


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Nadine Angerer

Balón de oro, una de las mejores arqueros de la historia, y bisexual.

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Por Facundo R. Soto

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E

L RELATO que sigue me lo contó “6” un sábado a la tarde, cuando nos quedamos solos en el vestuario, después de jugar en el Club Atlético de San Telmo. Le prometí que no se lo iba a decir a nadie. La historia la terminó en el quiosco de la esquina, donde nos bajamos dos Gatorade. Después, lo acompañé a tomarse el subte y me quedé pensando algunas cosas… Mientras cenaban, a las dos semanas de compartir el departamento, “5” le contó que había cambiado de novia y ahora estaba saliendo con Marcela, la referí de Cantillo. —La de las dos colitas, bah tres —especificó y se rió. También había otra con banderín, pero sin cola —volvió a reírse. A la mañana, cuando tomaban unos mates antes de ir a trabajar, le preguntó si le molestaba que Marce se quedara una noche a dormir en su departamento. El sol recién había salido y entraba por la ventana calentando el piso de madera. “6” se acercó a la maceta donde estaba empezando a crecer la planta de marihuana. Vio un caminito de hormigas. Las aplastó con el dedo, una por una. A las que estaban en el piso les tiró un chorro de agua caliente. —No, fierita. Ahora esta casa es de los dos. Hace lo que quieras… cuando yo me traiga un guachín vos no me vas a decir nada, ¿o sí? “5” le dio un abrazo y salió para el trabajo. A “6” ese día le pareció interminable. Trabajaba de seguridad en un shopping. Se la pasó todo el día deseando que llegara la noche; armando y desarmando planes. Hasta que tomó una decisión y pudo volver a observar a la gente que entraba y salía de los locales, con paquetes y bolsas de regalos.

Cuando llegó a la casa, “6” no tocó timbre. El corazón le latía como una bomba a punto de estallar. Se dio cuenta de que tenía la boca seca y que si hablaba no le iban a salir las palabras. Abrió una lata de cerveza y se la tomó de un saque. Acomodó en la heladera las otras que había comprado en el supermercado chino, una al lado de la otra. Las etiquetas miraban hacia la puerta. Caminó por el pasillo hasta llegar al living. Estaba cerrado. Abrió la puerta, sin golpear. Estaba oscuro. Encendió la luz. No había nadie. Fue al cuarto de “5”. No lo encontró. Bajó para comprar en la verdulería de la esquina. Se apuró por si cerraban. Pidió berenjenas, zanahorias y una docena de huevos. Preparó lasaña de verduras. Abrió otra cerveza y prendió una vela. La apagó. Tuvo miedo de que “5” se confundiera y lo estampara contra la pared de una trompada. Eran las diez y media y su amigo no llegaba. Después de tanto pensar, se decidió a llamarlo, pero saltó el contestador. Se fue a acostar. Había comido un pedazo de queso. Dio vueltas en la cama, pensando, sin poder dormirse. Se enroscó con las sábanas como un canelón. “5” no apareció. Tampoco al día siguiente. Recién lo vio el sábado a la mañana en el entrenamiento de Ezeiza. “6” estaba distante y enojado. Se hizo evidente cuando saludó a los chicos con un comentario y a él lo ignoró. No le dirigió la palabra durante todo el día, hasta que al finalizar el entrenamiento le dijo: —¿Vas para casa o no? —Sí, pa. ¿Vos? —le preguntó “5”. —Sí, también —le dijo “6” cansado, pero contento por la respuesta de su amigo. En el auto se sentó al lado suyo y le dijo:

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—Después quiero hablar con vos, tengo algo importante para decirte. —Ningún problema, pa. Esa noche “5” no tuvo ganas de comer lasaña. “6” pidió empanadas. Apagó la tele y comenzó hablar: —Chabón, estoy muy nervioso, por lo que tengo que... No me aguanto, te lo tengo que decir. Lo pensé mucho. —Sí, bolu, todo bien. Hablá… —¿Seguro? —preguntó “6”. —Sí, fierita. Hablá… ¿A quién mataste? ¿Cuánto querés? —y se rió. —Bueno, vos sabes que yo… yo nunca estuve con una mina. Bueno, quiero que me… me hagas la gamba. No sé, boludo. Me gustaría probar. O sea… a mí me re caben los pibes. Los chabones son lo más groso que hay sobre la tierra. Somos. Pero… no sé… ¿vos? Vos estuviste… andas con minas… y… no sé… es una idea loca que tengo hace tiempo y ahora más que nunca… No sé si llegás a entenderme. —Claro, ¿Cómo no voy a entenderte? Mirá… corté con Marcela porque me rompía las pelotas. Quería que me la empomara todo el día y la verdad, yo tengo en la mente al equipo… la mina es re puta. Le cabe todo. Si querés, mientras miramos a Boquita nos tomamos unas cervecitas y la garchamos. —¿La enfiestamos? —Sí, pero no te tenés que zarpar conmigo porque ahí sí que se pudre todo. —¿En serio me estás diciendo? —Sí. ¿Qué hay de malo? La vamos a hacer gozar tanto a la puta esa, que no vas a querer cogerte nunca más a un chaboncito. Igual, todo bien. Si te siguen cabiendo los tipos no es asunto mío. —Uy, no sabés lo feliz que me hacés. Ya acabé y todavía no empecé… —Ja ja. Pero tenés que portarte bien. Te repito una vez más, te zarpás tocándome la japi y te cago a trompadas. Chabón: se corta todo... ¿entendido? —Entendido. Palabra de hombre. De hombre gay.

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—Trato hecho. —Trato hecho, amigo. Volvieron de jugar. Llegaron a la casa y “5” llamó a Marcela sin bañarse. La negra llegó a los 20 minutos. —Parece que está caliente —le dijo “5” a su amigo que se retorcía de nervios en el inodoro, fingiendo leer un comic—, ya viene para acá… Sonó el timbre. “5” corrió para bajar la música. MGMT pareció desaparecer. Le abrió la puerta y ella entró. Lo primero que hizo fue prender la tele y poner un partido de Boca en DVD. Después destapó la cerveza con los dientes. Marcela se retorcía en el sillón, parecía aburrida. “5” no tenía indicios de calentura. Cortó el salamín en rodajas. Untó una fugacita con queso azul y le puso aceitunas. Hizo lo mismo con otros dos panes. Uno se lo dio a ella, el otro se lo llevó a la boca y el tercero quedó sobre la mesa. Marcela lo miró. “5” tocó el botón del control remoto y adelantó una parte. El partido apareció por la mitad. Empezaban a aburrirse. Se escuchó el botón de la cadena y ella le preguntó si había alguien más en la casa. “5” titubeó: sí, no, sí. Su amigo estaba vomitando en el baño. Apareció descompuesto, con los shorcitos de fútbol y la pija parada, pero se le bajó enseguida. Marcela se quiso ir. “6” temblaba. “5” tenía más sueño que otra cosa. Intentó tocarla. Le pasó la lengua por las piernas. Ella se resistió. “6” la miraba desde el pasillo con una bandeja en la mano y pensaba en lo fea que era. Trataba de asociarla con algún pájaro pero no le vino ninguno a la cabeza. Dijo en voz baja: “las mujeres son el bicho más raro que hay” y se metió en su cuarto. Se acostó a dormir. Soñó como nunca. Desde esa noche no hubo más pájaros en sus sueños. *Este cuento pertenece al conjunto de relatos Juego de chicos, publicado por Editorial Conejos en Argentina (2011) y por Emergencia Narrativa en Chile (2012).


Thomas Hitzlsperger

Primer futbolista alemรกn en salir del armario. Hay que tener huevos.


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arquero polaco que fue despedido por el equipo danĂŠs de Midtjylland por realizar declaraciones anti-gays en el 2009. Su autobiografĂ­a fue la culpable del despido, en la que dice abiertamente que odia a los homosexuales. Arek Onyszko / 2009

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Feisal Sukni García


CRÓNICA / POR FEISAL SUKNI GARCÍA

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N LUGAR. No cualquiera. Lo suficiente amplio y lo suficiente estrecho. Controlada promiscuidad, sonriente hacinamiento. Territorio del silencio y del grito. Del vapor del triunfo y el frío de la derrota en los descuentos. La última palabra antes de empezar. La astucia del descanso. El templo del final. Cuando se cierra la puerta del camarín comienza el rito. Corren las vendas, teclean los toperoles contra la baldosa o la madera. El calorub se huele de fondo. Silban los cordones al apretarse. Las medias crujen lisas. Se habla del rival. Hay risas. A veces no. El delantero, narciso por definición, suele tener un pene de difícil categorización. Lo que sí es inevitable es que la percepción que el goleador tiene de él es muy alta. Se sabe guapo aunque es feo. Se siente especial pero es un tipo corriente. Con la 7, la 9 o la 11 en la espalda se endurece. El sistema venoso de su callampa se enciende. Su ego está tan inflamado como su entrepierna. Es un golea-

dor. Nació para anotar. Tiene derecho a ser egoísta. La gloria le susurra al oído y sucumbe al canto de sirenas. Es el precio de inflar las redes, pero la verdad es que su órgano suele ser promedio, no como el del talentoso mediocampista. El virtuoso o el creador, en su generalidad calza poco, casi siempre el zapato más pequeño suele ser el del que juega de 10 o de 8. Pelé y Maradona calzaban 39, el Dr. Sócrates 38 y medía 1,92. Este arquetipo de jugador tiene un falo mediano inclinándose hacia lo pequeño. Pudoroso, según la función que se tenga en la cancha, el volante de creación no se caracteriza por un miembro poderoso o del que se haga mucha gala. Sabe que lo suyo no es el tamaño sino el juego, el divertimento, la seducción, lo colectivo, el todo por sobre la parte. Esto no sucede con la línea más defensiva y el arquero. Los de atrás son los de atrás. Van últimos pero meten primero. Hombres aguerridos deberían tener vergas dignas de su compromiso y vehemencia, pero no. La leyenda de que hombres

grandes poseen picos grandes es falsa. No hay evidencia clara y distinta de una directa ecuación entre tamaño corporal y la medida del bálano. Pero sí se puede advertir que entre los defensas hay dignos extremos. Desde el más contundente del camarín, con apodos como caballo o burro, hasta el más modesto. Pero el defensa no se achica. Enfila hacia las duchas sin bajar la cabeza. Se sabe poderoso aunque entre sus muslos haya más carencia que abundancia. El futbolista, profesional o amateur, logra –de algún modo misterioso- hacer dialogar sus funciones tácticas con sus dotes sexuales. Mitos añosos lo confirman como el aterrador tamaño de la pirula del puntero izquierdo Horacio Simaldone, el grosor y oscuridad del wañaño del defensa central Fernando “El león” Astengo o la fastuosidad de Faustino Asprilla, aplaudido tras su primera ducha en el camarín de la Universidad de Chile del 2003. Cosas que se escuchan en los vestuarios. Como la anécdota que describió Guarello y Chomsky, en la

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Historias Secretas del Fútbol Chileno II, sobre Alfio Basile y la selección argentina del 91. El técnico había recién asumido la albiceleste. Era un partido de entrenamiento y los jugadores flojeaban y en el entretiempo “Coco” entra al camarín, los putea y sale. De pronto, regresa y mira a Fernando Gamboa y le grita ¡Y vos Gamboa no podes tener una poronga tan grande! El arquero exuberante posee un manguaco mediano, casi chico, pero lo hace crecer con actitud, desparpajo y confianza. Con facha. Guantes limpios y fosforescentes. Muy bien combinado entre pantalón y camiseta. Pelo mojado. El arquero eficiente, y por qué no decirlo, más feo y humilde, suele contar con un albatros entre las piernas. Vuelan juntos de palo a palo. No se apoyan en grandes marcas deportivas. No sacan de sobrepique ni patean penales. La mitología nacional reconoce a Nelson Tapia entre aquellos. Quien sí detenta un lugar en cada camarín es ese detestable personaje que no se ducha. En su bolso no hay toalla. Llega semi vestido al partido. Desprecia el camarín porque sabe de su pequeñez. Teme ser descubierto. Me ducho en mi casa se le escucha decir. Siempre se va pronto. Siempre lo llama su mujer. Evita la desnudez fraternal del vestuario, porque siempre es visita. La frondosidad de la zona

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genital también oscila según posición en la cancha. El defensor se depila menos que el delantero. La vanidad gana por goleada entre los atacantes, en su mayoría lampiños. El jugador de marca no se depila, pero se rebaja. Se recorta. Poda pero se respeta. Sabe que el bello masculino pesa en la cancha. El volante de contención con bigote o el central de frondosa barba honran sus puestos y sus guascas, sean como sean, porque saben que su honor es su lealtad. El atacante-delantero-punta suele estar bien afeitado. Rostros lozanos. Rasurados. Dispuestos a recibir la bofetada y esperar el pitazo del árbitro. Caras de niños frágiles buscando la compasión y la gloria. El delantero profesional sabe que será fotografiado. El amateur sabe que no, pero quisiera. Se busca en el espejo. Ensaya festejos. Imagina. El rústico central no imagina, sabe. Sabe que su única condición es la confianza. La fe en su fuerza, en su ubicación, en conocer sus limitaciones. Sabe que nunca será la figura del partido y eso lo calma. El creador, como tal, conoce la osadía más que el sudor, y el aplauso después de tirar un túnel vale casi más que un gol. Es desprolijo porque tiene talento. Barbas insípidas, mal cortadas. Cortadas prolijamente para que parezcan espontáneas. Tienen sentido de personaje los volantes creativos. Abundan los hipsters entre ellos. Tienen sentido del

rigor los que destruyen. Correr y meter. No hacer una de más ni una de menos. Nada les importa salvo el equipo. Empujan el scrum del fútbol desde adentro a puro huevo, a puro pelo. Diucas negras, moradas, rosadas. Pichulas curvas, torcidas, lacias. Chotas gruesas y pequeñas. Grandes y medianas callampas. Porongas ocultas detrás del mato grosso. Insondables. Este arquetipo, frecuente en el siglo XX, ha entrado en retirada. Los pelos han sucumbido pero no lo que representan. Cada jugador le debe lealtad a su equipo, a su camarín, a su historia y a su pija. Todo se honra sobre la cancha. La vieja, el abuelo, la memoria, el padre, el amigo, el que salta contigo en un córner o el que se barre para salvarte el pellejo. El que no hace nada salvo el gol y lo hace todo. El que grita y ordena. El que le come la cabeza al rival. El que palabrea al árbitro. El que apoya de afuera. El que paga la cuota y juega poco. El que juega mucho y paga poco. El que hace los cambios, de ese nada se sabe. Nadie lo quiere. Dicen que jugaba. No se le ha visto desnudo, entonces se desconfía.


“Si nos fijamos en las estadísticas, es completamente irreal (que no haya jugadores abiertamente gays en la Premier League)” Arséne Wenger / 2014

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ENTREVISTA:

LEÓN COHEN “El Córner es una orgía. Es un momento de perversidades y de excitación, de decisiones y de situaciones oníricas. Hay allí una intensa radioactividad emocional emergiendo de la masa, la agresión, la angustia y el erotismo” Por Patricio Hidalgo Gorostegui

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UANDO DECIDIMOS dedicar un número a explorar el otro lado de la pelota, lo primero que hicimos los creadores de esta revista fue mirarnos bien a los ojos. Ahí estábamos, entre cajas de pizza y cervezas a medio tomar, seis varones heterosexuales queriendo tender un puente. Todos cómplices pasivos, más de una vez en la vida, de crueles chistes homofóbicos. Todos alguna vez le dijimos “puta de cabaret” a un arquero visitante. Todos alguna vez cantamos “salta, salta, salta, pequeño canguro…” y no sigo porque la vergüenza ha hecho su trabajo y ya no estamos para repetir esas cosas, menos mal. Visualizamos un puente, pero ninguno de nosotros es ingeniero civil ni Gustavo Cerati como para no caucasicar en el camino. Los dos lados del puente

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basculante debían caer plácidos y precisos para permitir el tránsito, el contacto, el reconocimiento. Todos treintones, nos sabíamos dañados por la década de los noventa y sus horrores, muchas veces en forma de rumorología irresponsable: Amavisca y Zamorano, Zamorano y Rocha, Estay y Zamorano, Zamorano y Navia, Zanetti y Zamorano. Intimidad como sinónimo de gay, lo mismo que débil, sensible y cariñoso. Queríamos salir de ese marasmo de prejuicios imbéciles, necesitábamos ayuda especializada, pero no nos bastaba con un psiquiatra cualquiera. Tenía que ser alguien que entendiera De Cabeza, pero también de la pelota. Porque fue mirarnos de nuevo, pero vestidos de corto, para reconocer la pulsión homosexual en casi todos los trances de una cancha. El córner. La celebración tipo montoncito. La barrera. El saludo. Todos, los casados, los padres y los casanovas de


FOTO: COSAS.COM

esta revista, teníamos que ser capaces de ver lo gay que había en nosotros. Así es cómo dimos con el desván virtual de León Cohen. Al igual que Julio Iglesias, León Cohen es en su origen un arquero, pero a poco andar otro oficio se llevó las luces y el reconocimiento. Durante algunos años ejerció de goal keeper de manera profesional, en un discreto segundo plano durante la mayor fiesta Azul del siglo XX, que no por nada llaman Ballet. Hoy sigue ejerciendo el oficio de los locos, pero en el equipo de viejas glorias de la U, y lo hace de manera destacada. Paradojas más o menos, León Cohen es fundamentalmente un psiquíatra de los buenos, también de la Chile. Esa es su voz cantante en la actualidad. Desde esta doble posición, nos regaló algunas luces sobre el fenómeno gay de a once por lado.

1. ¿Qué condicionantes emocionales surgen desde la intimidad de un equipo? ¿Cuál es la dinámica relacional distintiva de un equipo o un plantel? Doctor, ¿debo alarmarme por sentir la complicidad que siento por mis compañeros de equipo? El fútbol es un juego de contacto en el que dos grupos pequeños de hombres, en este caso, se enfrentan entre sí. Que sean grupos pequeños, es decir, de once miembros, no es indiferente. El grupo pequeño implica una intimidad que es más difícil en los grupos grandes, en los cuales la desconfianza es mucho mayor. La rivalidad cohesiona y estructura al grupo pequeño. Surgen diferentes roles. Es el caso del líder, que no es necesariamente el capitán, del anti líder, es decir, el compañero que explícita o implícitamente compite con el líder por la influencia en el grupo, en el camarín, en las concentraciones o en

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la actitud del entrenador e incluso de los dirigentes. También hay que considerar aquí la representación del equipo con la prensa. Uno y otro tienen aliados, amigos, cómplices. Esto puede adquirir un papel significativo en la cancha, en la interiorización de las instrucciones del DT o en las concentraciones. 2. ¿Cómo se vive esto en la cancha, por ejemplo en un córner? ¿Doctor, es normal que sienta tan intensamente cada tiro de esquina del equipo rival? Toda relación humana incluye sensaciones, experiencias y fantasías, muchas inconscientes y algunas conscientes. En todas está implicado el cuerpo como fuente de sensaciones, motivación y organización de la relación y de la mente. La mente es de hecho una red cuatridimensional, son las memorias en el tiempo vivido. Cuando una pareja se junta hay en principio seis. Los participantes y los padres internos de cada uno. Nótese que esto implica que a lo menos por ahora hay dos mujeres o más bien, funciones femeninas en la escena. Cuántos actores y actrices hay entonces en un córner, todos mirando hacia el objeto del deseo y de reojo al competidor, con lealtad o maldad, con arrogancia narcisista o temor reverencial. El córner es el lugar de los hoyos negros, donde la materia se condensa e indiferencia. Allí se pierde lo

Una situación especialmente erótica es la celebración de un gran triunfo en el camarín. Los abrazos y besos de los cuerpos húmedos son una manifestación de intimidad en medio de la alegría y el desenfreno por el triunfo logrado. Es un desafío para los obsesivos que temen el contacto de los cuerpos y de sus exudados y que le tienen terror a las fantasías homosexuales debido a un arcaico horror a las zonas anales y a la ambivalencia que tienen en torno a ellas.

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que es una cabeza, un tronco, unas manos, pies, ojos, es una fusión y a la vez es una orgía, hay allí una intensa radioactividad emocional emergiendo de la masa, la agresión, la angustia y el erotismo. La experiencia no es heterosexual ni homosexual por así decirlo. Es un momento de perversidades y de excitación, de decisiones y de situaciones oníricas ¿Cómo sacó ese cabezazo Gordon Banks el 66, o cómo hizo el gol histórico Elías Figueroa en Porto Alegre? El recuerdo es crepuscular, propio de los hechos movidos por el inconsciente, no pensados aunque intensamente deseados. En torno al punto penal, cuando el balón va a salir del rincón, se aprestan a desplegarse en la escena una multitud de experiencias edípicas de los actores, del arquero, de los defensas, de los delanteros, hasta del árbitro. Están allí la rivalidad salvaje en contra del que se desea humillar, la desesperación en la defensa del hogar materno, la ventaja de ese ser extraño llamado arquero, o más bien guardameta, el más responsable y afectado. Es el que mira al borde de la locura y, sin embargo, debe dar cordura y confianza, el que debe empinarse por sobre la torre de Babel. 3. Llama la atención, doctor, que hable derechamente de orgía y erotismo. ¿Podría estar viviendo, derechamente, procesos homosexuales? La libido, esa cualidad de la vida que impregna todos los actos y vivencias, estrechamente asociada con la sexualidad, es aquí de color verde, llena toda la escena, toda la piel, y transforma la mirada en una flecha enfocada en el objeto de deseo. Los cuerpos se tocan, se golpean, se elevan, caen, gritan, se miran, se admiran, se desprecian. Algunos no lo pueden tolerar y evitan bañarse en el camarín, se bañan en su casa, así como otros solo pueden defecar en el baño propio. Entre hombres, el deseo de ser como el padre y a la vez de odiarlo como rival y como autoridad, la intención de someterse y de rebelarse, el amor idealizado hacia el líder, el goleador, el famoso, el bello, el admirado, el ocurrente, el mago, el inteligente, el cuerdo, el sereno y el que se atreve, todo ello forma parte de los amores y odios entre hombres, entre jóvenes adolescentes y entre niños, compañeros, hermanos, camaradas. No es solo el tamaño del órgano sexual, la altura, la calidad de la ropa, lo glamoroso del auto, la potencia del verbo, de la presencia en la cancha, es todo ello, procesos homosexuales en el sentido funcional del término, son una condición para la identificación, el


ENTREVISTA / LEÓN COHEN

No es solo el tamaño del órgano sexual, la altura, la calidad de la ropa, lo glamoroso del auto, la potencia del verbo, de la presencia en la cancha, es todo ello, procesos homosexuales en el sentido funcional del término, son una condición para la identificación. desarrollo. Está a la base de los chistes en las concentraciones, en los camarines y en los baños. Cuidado cuando a alguien se le cae el jabón y se inclina a recogerlo, ¿es accidente o provocación? O cuando se agarran genitales, nalgas o se comparten fluidos, ¿es por excitación o provocación? Lograr contener y tolerar este humor, estas rivalidades y sostener lealtades y rivalidades manteniendo la unidad del equipo es tener camarín, una forma de política de la vida misma, un aprendizaje de las costumbres y de la moral de los hombres, parafraseando al maestro, Premio Nobel de Literatura francés, el arquero Albert Camus. 4. Cuando hablas de “una forma de política de la vida misma”, uno se figura la barrera frente a un tiro libre como un ejemplo de resistencia colectiva, pero también como un proceso muy personal del pensamiento. Como manifestación humana en el fútbol, en sus usos y en sus reglas, se insinúan, simbólicamente, algunas de las dinámicas de la mente. La barrera, por ejemplo, es una posibilidad, no una obligación, de obstruir el lanzamiento del adversario, sobre todo si es cerca del área propia. El lanzamiento tiene como propósito el logro del gol por una vía directa y a raíz de una decisión arbitral ocasionada por una falta. Los deseos, complejos engramas activos en el cerebro-mente, buscan manifestarse a través de su despliegue en la conciencia como pensamientos y fantasías y, sobre todo, en la conducta. Si lo logran pueden ser una fuente intensa de alivio y de placer individual, pero puede ser fuente de agresión y dolor en otros por su eventual carácter destructivo. Tal es el caso de los deseos homicidas o incestuosos. Por ello muy precozmente la mente requiere colocar barreras a esa descarga directa. Es

la única forma de sobrevivir en sociedad. Las primeras barreras mentales tratan de obstruir o desviar esa descarga, así como lo trata de hacer la barrera en el fútbol. A medida que se desarrolla la mente, las barreras son más sofisticadas, por ejemplo, la sublimación que trata de convertir esos deseos en fuente de creatividad. Un equipo que marca y se hace de la pelota puede jugar y llegar a ganar. Para ello debe funcionar como equipo y ser capaz de tejer en la cancha un juego que le permita llegar a la meta rival. Esta es la mejor barrera. En la mente eso se llama pensar. Hay que pensar antes de hablar y antes de actuar. Pensar es tejer en el cerebro, o tocarla sobre el campo. La barrera, o represión primaria, usa el cuerpo como obstáculo, los músculos como vía de descarga y por ello puede sufrir daño, por ejemplo una enfermedad psicosomática. Son las ocasiones en que nos defendemos sin darnos cuenta, con tensión, obstruyendo o desviando, pero no pensando. Este stress nos puede traer alergias, cefaleas, úlceras, etc. Ponerse en la barrera es un obstáculo primitivo y un arriesgarse a quedar dañado con el solo propósito de obstruir el ataque ajeno, dañado en cualquier parte, incluyendo las más sensibles, cara, genitales. El arquero sabe de eso. 5. Uno podría oponer a la idea del cuerpo como obstáculo, la imagen de los cuerpos desnudos y próximos en un camarín cualquiera. En la barrera el jugador es un objeto material, una res extensa. En el camarín es una res cogitans, un ser que se desnuda, se baña, fantasea, bromea, se ufana, se humilla, entra en alianza, en amistad, en comparación, en rivalidad, en admiración. El hombre tiene en la mujer, como la mujer, su primer objeto necesitado con la pasión propia de las necesidades que permiten sobrevivir. Luego integra, por cercanía, los placeres y hostilidades que vive por su presencia, al padre, sea quien sea ese hombre, incluso aunque sea una mera fantasía manifestada en las actitudes de la madre cuando no existe la presencia física del padre. La intimidad de esa figura con alguien tan necesitado y deseado como la madre inevitablemente implica rivalidad. Si el padre asume su rol y tolera la rivalidad y odio del hijo, se vuelve admirable para el hijo, un modelo con el cual identificarse, alguien amado, como cuerpo y como mente, en su totalidad. El hijo derrotado por su pequeñez se lleva esas identificaciones que lo harán hombre y un ser capaz de tener en

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el futuro una mujer. Así, funcionalmente para poder ser hombre heterosexual tiene uno que haber sido capaz de odiar y amar a un hombre. Ese hombre en el camarín puede ser el más hábil, el más potente, el más carismático o el más famoso, el más bello, etc. Un referente que a otro le dará un posicionamiento, estar dentro o fuera, tener éxito o quedar en el camino. Las ansiedades que esto puede provocar son sublimadas a través, por ejemplo, del humor. Por ello las bromas en torno a la homosexualidad son frecuentes y eso es posible verlo en la sociedad en general, sobre todo en las subculturas más primitivas. Hay que tener cuidado en que a uno se le caiga el jabón en las duchas o peor, si uno lo bota con intención. 6. En general, en el camarín suele ganarme el pudor. Pero si fue un triunfo apretado, si ganamos con un gol en el último minuto, me he visto en actitud de franca promiscuidad, de tono infantil por cierto, con personas a las que fuera de ese espacio saludaría apenas con un apretón de manos distante. Es un momento que excede a la conciencia. ¿Puede llamársele a eso placer? ¿Cómo son las experiencias placenteras en el fútbol? Una situación especialmente erótica es la celebración de un gran triunfo en el camarín. Los abrazos y besos de los cuerpos húmedos son una manifestación de intimidad en medio de la alegría y el desenfreno por el triunfo logrado. Es un desafío para los obsesivos que temen el contacto de los cuerpos y de sus exudados y que le tienen terror a las fantasías homosexuales debido a un arcaico horror a las zonas anales y a la ambivalencia que tienen en torno a ellas. Aquello es propio de los placeres de la experiencia lúdica y que tiene raíces en los contactos de la niñez y de la pubertad. Otra situación espe-

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cialmente sensual y plena de placeres olfativos y de nostalgias es el olor del césped húmedo, ojalá otoñal. Como los niños, es un placer total el dejarse abrazar por el césped, sobre todo si es el corolario de un hermoso gol. Se agregan a este placer la fusión de los compañeros, no como individuos, más bien como masa de contacto, como orgía oscura de amistad, complicidad y alianza. Cercano al placer intrauterino esta simbiosis es expresión de un solo grito: ¡Gol! El logro más placentero es el del arte, culminación del rigor de la técnica y del apoyo del talento. Paradojalmente, la disciplina de la técnica saca de las manos de la conciencia el quehacer y deja al sujeto como espectador de la perfomance, incluso a posteriori. Para los arqueros este un hecho habitual debido a que es requerido con una velocidad que excede a la de su conciencia pero que su cuerpo puede atender debido al talento y a la experiencia vivida en años de entrenamiento y de juego. Pero esto también ocurre en muchos otros momentos de la vida. Un súbito enamoramiento, una imprevista solución de un problema, una ocurrencia en medio de una reunión exigente, un broma aguda y didáctica que proporciona poder en una asamblea, etc. Todas surgen de un lugar no ubicable y de un modo que el sujeto no puede sino agradecer más que enorgullecerse ya que su yo no podría atribuirse la construcción de tal hecho. Banks seguramente dio gracias, así como también Bravo. Gracias por esa belleza. 7. Desde otro punto de vista, toda mi vida he sido defensa. Muy pocas veces, o nunca, he sentido esa emoción creadora. Lo mío es destruir. “No pasarán” es un lema combativo. Lo que tú dices es “No pasarán… a lo menos no con tobillo”. El futbol


ENTREVISTA / LEON COHEN

Los cuerpos se tocan, se golpean, se elevan, caen, gritan, se miran, se admiran, se desprecian. Algunos no lo pueden tolerar y evitan bañarse en el camarín, se bañan en su casa, así como otros solo pueden defecar en el baño propio. es de contacto. Va desde el suave y sutil toque al balón o a la espalda del centrodelantero cuando se empina a cabecear, al agarre clandestino de la camiseta del puntero corredor, o el provocador dedo en el traste del viril número nueve. Movido por la picardía, al borde de la ley o más allá de la norma, aprovechando la rapidez del juego o la oscuridad de los cuerpos en el córner. Pero cuando la venganza o la omnipotencia individualista supera a la táctica grupal se deja ver la violencia estúpida y autodestructiva, la segunda amarilla ridícula o la merecida roja. Salir en medio de la vergüenza, la rabia, la culpa, es lo peor. Peor que un autogol, peor que perder un gol hecho, peor que el trágico error del arquero. Dejar al propio equipo en inferioridad numérica por un egoísmo arrogante, como el que hace simulación y se retuerce en el campo buscando la amarilla cuando su equipo busca el gol y faltan pocos minutos. Estupidez imperdonable. O quizás esa es una forma de dañar la autoridad del padre entrenador. La función paterna y materna deben ser atributos del DT. Proyectar una

imagen emocional de respeto y de autoridad sobre el grupo, los dirigentes y la prensa, en la hinchada y quizás en la cultura local. Es lo que logró Bielsa, o Riera en su momento. Va más allá del éxito, aunque éste lo insufla. Son las condiciones que permiten internalizar en cada jugador y en el grupo la motivación, la seguridad para desplegar los talentos y los deseos de triunfar. Para que esto ocurra el jugador y el equipo deben sentir que el DT, cual madre suficientemente buena, puede contener las ansiedades, temores e inseguridades frente al partido que viene o frente a la derrota que ocurrió. Madre comprensiva, no permisiva ni vengativa. El DT vengativo es el que busca proyectar en los jugadores su propio miedo a la humillación, así que los humilla, incluso a través de la penetración anal, simbólica o real. Es una autoridad perversa. 8. Doctor, vi una tapada suya no hace mucho tiempo, en pleno estadio Nacional. Voló como una gacela, y de usted se podrán decir muchas cosas pero nunca que es joven. En el fútbol, el dolor más grande es la edad del retiro. ¿Es una frustración para usted no haber desarrollado en su momento una carrera más larga como arquero? Lo doloroso es el permanente duelo que es el paso del tiempo. El consuelo es la satisfacción reparatoria que entrega el presente, el recuerdo corporal de la atajada de hace unos días que fue como una de hace muchos años atrás. El cuerpo puede también ser generoso, siempre de la mano de la mente y sobre todo de la mente inconsciente. Nada es puro cerebro, solo es discreción, nada es pura pasión, sino que solo mayor expresividad.

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llegando a la final de la “Copa Litoral”. Suazo hizo dos goles, pero no alcanzó: perdieron cinco a tres contra Cóndor. Quizá en ese momento le dieron ganas de intentarlo de nuevo, otra vez más. Porque mucho antes, cuando era cadete, también se retiró y volvió.

Por Matías Claro*

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AN ANTONIO está rodeado de contenedores: grandes, brillantes por el sol, de un acero especial que impide que se oxiden. Se amontonan a orilla de la carretera, lejos del mar; están apilados en el puerto, entre grúas y barcos, viajando de país en país. Y también es posible verlos desde acá, detrás de las bancas del Estadio Municipal Doctor Olegario Henríquez, donde Humberto Suazo va a debutar ante su público por el Campeonato Nacional de Transición de la Segunda División Profesional 2017, que es, en realidad, la Tercera División. Aunque en la semana hubo cierta polémica por el alto precio de las entradas, pareciera que los hinchas de San Antonio Unido -el SAU- prefieren pagar los cinco mil pesos y no perderse a Chupete. Por un resfrío, no jugó la primera fecha, en la derrota como local contra Melipilla. La segunda fue de visita en el estadio Monumental, ante Recoleta, con triunfo del SAU por dos goles a cero. Suazo dio una asistencia de lujo para el segundo gol -un pase de globo entre tres defensores rivales- en su re-

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greso al fútbol profesional, veintiún meses después de ser despedido de Colo-Colo, en octubre del 2015. Por eso, para recibir a Chupete en su casa, en la puerta del estadio dos personas reparten globos con una caricatura de Suazo: pelado, usando la camiseta morada del SAU y con los dedos índices en los oídos, como si estuviera celebrando. La misma imagen, pero ahora como un esténcil, cuelga en la reja del arco norte, cerca de los camarines: Suazo, dedos y el festejo de un gol. Suazo y el número 26 en la espalda de los niños. Suazo en los comentarios del público que va llenando la tribuna. Suazo para la barra del SAU, “La 12 del Puerto”, que despliega una camiseta morada gigante con la insignia del equipo -una gaviota sobre un timón- y la frase “Cantando ganamos”. Suazo para el stand que vende artículos del SAU. Suazo para el equipo rival, Naval de Talcahuano, que no quiere saber nada del hombre venido del planeta gol. En estos casi dos años, Chupete ha seguido cerca del fútbol, jugando en la categoría senior del club amateur Deportivo Lo Gallardo,

Comenzó en el Deportivo Torino, mismo equipo en que su padre, Pedro, era delantero y goleador. Después de destacar en un campeonato regional, llegó a la Universidad Católica con 15 ó 16 años de edad. En la UC cuentan que, cada cierto tiempo, se arrancaba de la pensión del club para viajar de vuelta a su casa. A veces, dicen, era porque sentía que no le habían dado la pelota en el partido o porque extrañaba mucho a su familia. Como recibía un trato especial de los entrenadores -aparte de extraordinario jugador, era muy querido por sus compañeros- lo iban a buscar a San Antonio y lo convencían de retornar. Sin embargo, cuando su padre enfermó de un cáncer a la columna y, finalmente, falleció en 1999, las ganas de Humberto por jugar, y por volver, se empezaron a esfumar. La UC lo envió a préstamo a Ñublense en el 2000, donde se fracturó el peroné y estuvo siete meses lesionado. Luego, tras un breve paso por Magallanes, se retiró del fútbol y regresó a vivir a San Antonio. Humberto, con su talento descomunal, estaba cansado, triste. Y podría haberse quedado en su casa, pasando la pena con su gente, trabajando y jugando en el Torino o el Cerro Porteño o el Hurácan o el Deportivo Lo Gallardo, porque todos los clubes de su tierra le habrían abierto las puertas, felices de recibirlo. Pero decidió intentarlo de nuevo, otra vez más: llega al SAU y la rompe. Lo contrata San Luis de Quillota y lo mismo. Es


CHUPETE, TE QUIERO VER / POR MATÍAS CLARO

goleador, figura y capitán. De ahí parte a Audax Italiano, Colo-Colo, Monterrey, Zaragoza, la selección chilena, Bielsa y Bonini, Mundial de Sudáfrica, goles, récords, triunfos y copas. Entonces, que Chupete esté acá, con la camiseta morada y el 26 en la espalda, no es casualidad. Lo pasó mal en su salida de Colo-Colo, así que algo encontró en Deportivo Lo Gallardo y en San Antonio Unido para volver, una vez más, al pasto y al fútbol. Me acuerdo de un compañero de universidad que partía el viernes en la noche y aguantaba 18 horas en bus, hacia el norte, para almorzar el sábado en su casa y viajar al día siguiente 18 horas de vuelta, alcanzando a llegar a las clases del lunes. En el caso de Suazo, la última versión de esas muchas horas de viaje incómodo fueron las soportadas en tribunales. Según él, lo echaron “para no pagarle el contrato”; Colo-Colo dice que fue por los insultos que dirigió a Pedro Reyes y al Coto Sierra después de un cambio en un partido. En la demanda, Suazo -a través de sus abogados- contó al juez que el despido “…me ha ocasionado no

sólo un daño a mi reputación, sino un grave perjuicio en mi psiquis, ya que, como elemento interno de mi personalidad, siento que ya no podré jugar de la misma manera como lo hice durante toda mi carrera, he perdido confianza y tengo una profunda aflicción por caer en desgracia con la hinchada, lo que me ocurre a menudo en la calle, que me gritan insultos o comentarios que me llevan a un ostracismo social”. La redacción leguleya probablemente acentúa y exagera lo que vivió, pero aunque así fuera, sabemos que Chupete siempre se ha subido a los buses en busca de cariño. Las torres naranjas, grises, rojas y verdes de contenedores que bordean el estadio, mientras se juega el partido, cambian de altura: las grúas no paran de mover carga y cambiar la fisonomía del horizonte. Chupete es eso, una grúa que modifica el partido. Cada pelota que toca arregla la jugada: lo que es desorden y apenas empuje se convierte en movimiento y propósito después de pasar por él. Jugó 35 minutos antes de que una lesión en la rodilla le impidiera seguir, pero con eso fue suficiente:

ya había anotado dos goles, SAU ganaba y el resultado estaba definido. En esa media hora, ¿habrá encontrado lo que necesitaba? ¿El olor del pasto que crece gracias al aire húmedo y salado del mar? ¿La competencia, la presión de jugar por los puntos? El resto, los 55 minutos faltantes, fueron algo parecido al fútbol sin serlo: hubo tres expulsados -dos en SAU, uno en Naval-, varios remates de la visita que el arquero atajó bien, un penal en los descuentos y el tercer gol del local. Tres a cero, pitazo final. Los jugadores se dan la mano, el árbitro recoge la pelota y el sol comienza a descender. Chupete pasa cerca de la reja de la tribuna, sonríe, saluda. ¿La inquietud de terminar cuando él diga y no cuando ya no lo quieran? ¿Sintió que ya no podía esperar más? Camina hacia los camarines: tres contenedores viejos, reciclados para el equipo local, la visita y los árbitros. ¿O es que no siempre se puede volver? * Conductor del programa de radio “Libros a la cancha” (www. librosalacancha.cl), un espacio de fomento a la lectura mediante los vínculos entre literatura y deporte.

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SUS 19 AÑOS, María Pía Castro ya había deslumbrado a buena parte de la V Región con su talento. La joven vivía la pasión del fútbol a concho, mostrando lo mejor de sus condiciones naturales dentro de la cancha y también fuera de ella, como seguidora incondicional de su amado Colo-Colo. Vistió por seis años la camiseta de Municipal Limache, logrando junto a sus compañeras un bicampeonato y un total de tres copas. También jugó por los clubes quillotanos de San Lorenzo de Boco, Cajón de San Pedro y Unión Católica, mientras que en Olmué se abrió camino en El Venado, Montevideo y Juventud Narváez. Nadie podía poner en duda su destellante habilidad y

amor por el balón. El DT Luis Aparicio contó que recibieron la noticia de la aparición de su cuerpo en la cuesta El Pangal, mientras se encontraban en Ovalle, con el equipo femenino de Municipal Limache. Ahí participaban de un campeonato donde fueron descalificadas, después de ganar 4 a 1 con ocho jugadoras. Aparicio decidió transmitir la molestia del plantel y la propia jugadora, según consignó Olmué Noticias en la nota más completa acerca de su despedida: “Quizás Pía quiso que estuviéramos acá para despedirla, ya que fueron descalificadas por secretaría por un supuesta mala inscripción”.

en honor a María Pía Castro Por Vanessa Vargas

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Compañeras de todos los clubes en los que jugó fueron a acompañarla por última vez. También asistieron los dirigentes deportivos y autoridades comunales, además de Mario Vásquez, conocido como “el chico Piña”, quien la entrenó desde pequeña. Horas antes la habían velado junto a un altar improvisado donde se ubicaron sus botines, medallas y fotos de sus múltiples equipos, junto a la imagen de Matías Fernández en el Colo-Colo 2006 y una camiseta con el 10 extendido sobre el ataúd. María Pía había anotado el tercer gol en el reciente campeonato femenino de Peñalolén, frente al Club Mirador, donde junto a Municipal Limache lograron el tercer puesto. Todo


ello hizo meritorio el homenaje póstumo en el Estadio Gustavo Ocaranza, con la presencia de las delegaciones deportivas de la zona. En el lugar, las jugadoras del albirrojo anotaron un gol simbólico en su honor y entonaron cantos y gritos para celebrarla. Más tarde, en el Cementerio Parroquial de Limache, Luis Aparicio pasó la lista nombrándola por última vez, provocando un estruendoso “¡presente!” al unísono. Habían apagado el camino de una estrella que soñaba con ser seleccionada nacional algún día y trabajaba duro para conseguirlo. A más de alguno había enfurecido siendo una destacada futbolista lesbiana, una identidad que aún es digerida con dificultad en las ciudades rurales de Chile. Pero ella no les temía y no tenía nada que esconder, caminaba por las calles sin ocultar ninguna de sus pasiones.

A María Pía le dieron dos golpes contundentes en el cráneo y luego quemaron su cuerpo para abandonarla en un sitio eriazo, entre colchones. No se pudo descartar la violación debido al estado en que la encontraron los bomberos que llegaron al lugar. El caso se cerró sin imputados en abril de 2010 y en diciembre de este año podría prescribir. Su familia pidió reabrir la investigación en abril pasado e insistir en la búsqueda de justicia. Las acciones coincidieron con las diligencias realizadas en el marco del crimen de Nicole Saavedra, otra joven lesbiana asesinada en la misma ciudad hace un año. Otra historia que repite el peligro de la impunidad, la lógica de naturalizar las vidas de mujeres extinguidas por culpables anónimos. En los camarines en los que estuvo María Pía su orientación sexual nunca fue un problema. Entre mujeres, el amor

lésbico acapara complicidad y comprensión, no se constituye como un conflicto que motive zancadillas mezquinas. Las jugadoras no son expulsadas al mostrarse como son y, como dijo la arquera Christiane Endler en una reciente entrevista, la situación “no es tema y no debería serlo en ninguna parte (…) que cada uno haga lo que le hace feliz”. Al mismo tiempo, la meta reconoció que no se vive de la misma forma en el fútbol masculino. Mientras, muchas otras jugadoras siguen brillando como alguna vez lo hizo María Pía. Cada vez son más las que le hacen una finta a las imposiciones del patriarcado, dominando el balón y desafiando las posibilidades de ser, sin límites. Sin disimular ni agachar la cabeza, con el orgullo intacto. En todas ellas, los sueños asfixiados de la joven limachina reviven y toman vuelo para despegar otra vez.

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Mateo Musacchio

HA HECHO POCO POR ECHAR TIERRA AL RUMOR DE ESTAR EMPAREJADO CON GIOVANNI DOS SANTOS.


Lahm ha expresado que los futbolistas homosexuales no deben reconocer su orientación en público por el abuso que estos podrían sufrir. “Es una pena que ser gay en el fútbol sea un tema tabú”, afirmó mientras presentaba SU biografía titulada “LA sutil diferencia”. philipp lahm / 2014

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A LAUTARO CAMPUSANO HIDALGO, PADRE Y LECTOR NUESTRO. DELANTERO DE ÁREA CHICA, EN MÁS DE UNA MESA OBLIGÓ A SUS CONTEMPORÁNEOS A LEERNOS AUNQUE NINGUNO DE ELLOS PUDO MANEJAR EL ISSUE. VIGÍLANOS Y CUÍDANOS SIEMPRE. ABRAZO Y AMOR PERPETUO.

EDICIÓN DEDICADA A:

LAUTARO CAMPUSANO 27/09/1940 - 09/08/2017


PEQUEÑO, GRACIAS POR VENIR. SIEMPRE SERENO, SIEMPRE EN MI CORAZÓN. Tu papá.

EDICIÓN DEDICADA A:

LEÓN PARRAGUEZ ANTONIO 09/09/2017 - 14/09/2017


EL FÚTBOL DE PANTALÓN LARGO www.decabeza.cl


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