BOCAS

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ENTREVISTA

JUAN FERNANDO QUINTERO

FUT URO

POR GALO MARTÍN /// POR DANIEL MATORELL SE RÍE COMO UN NIÑO TRAVIESO CUANDO DICE QUE LA MAMÁ DE JAMES RODRÍGUEZ TODAVÍA LO REGAÑA. PERO SE PONE SERIO CUANDO HABLA DE LINA, LA MAMÁ SOLTERA QUE LO SACÓ ADELANTE. SU CORTA CARRERA, IGUAL QUE SU MENUDA ESTATURA, YA CUENTA CON NOTABLES CAPÍTULOS QUE HACEN PARTE DE UNA TRAYECTORIA INUSUAL: A SUS 22 AÑOS HA JUGADO AL FÚTBOL EN DOS CLUBES DE COLOMBIA, UNO DE ITALIA Y UNO DE PORTUGAL; HA BRILLADO EN DOS COPAS DEL MUNDO, UNA SUB-20, EN TURQUÍA, Y LA MÁXIMA CITA, BRASIL 2014, DONDE MARCÓ UN GOL INOLVIDABLE ANTE COSTA DE MARFIL. ES JUAN FERNANDO QUINTERO, EL CRACK QUE RECUERDA CÓMO UNA FRACTURA DE TIBIA Y PERONÉ CASI LO SACA DE LAS CANCHAS, EL TALENTOSO QUE HABLA SIN VERGÜENZA DE UNA ADICCIÓN AL FÚTBOL, EL TÍMIDO QUE INVOCA AQUELLOS AÑOS EN LA COMUNA 13 DE MEDELLÍN. ES “JUANFER”, ESE OTRO POETA DE LA ZURDA.

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JUAN FERNANDO QUINTERO

Pasadas las doce del medio día comienza un desfile de carros de gran potencia. No vemos el Mini de Juanfer y nos impacientamos. Entonces aparece de copiloto subido en otro carro. Y respiramos aliviados. Como la gran mayoría de los jugadores habilidosos, Juan Fernando tiene el punto de gravedad bajo, a ras de hierba. Su rostro es imberbe, recuerda al de una adolescente. Viste de manera informal. Calzado deportivo negro, jeans desgastados y un saco gris con capucha y la cremallera a medio subir, que deja ver una camiseta de color negro. En la cabeza luce un gorro de lana negro, que a pesar de cubrirle las orejas se adivina un pequeño pendiente en el lóbulo de la izquierda. El reloj de gran tamaño que porta en la muñeca izquierda también es negro. Esa uniformidad tonal la rompe el anillo dorado que ostenta en uno de sus dedos de la mano derecha. Camina acompañado por una persona que se hace a un lado cuando él entra en la sala donde va a tener lugar la entrevista. Pregunta dónde sentarse y antes de hacerlo se quita el saco dejando al descubierto unos brazos decorados con varios tatuajes.

Esta es la historia de un joven jugador paisa, zurdo, talentoso y descarado, que responde al nombre de Juanfer. Después de su paso por varios clubes (Envigado, Nacional y Pescara), y muy a pesar de su juventud –hoy con 22 años–, en 2013 fichó por el Oporto de Portugal, club que desembolsó 5 millones de euros por su traspaso procedente del Pescara italiano. Un equipo idóneo para decirle al planeta fútbol: “Aquí estoy yo”. Y para eso hemos venido hasta acá, para que nos lo cuente de viva voz. Sus 1,68 metros de estatura recuerdan a Messi y a Romario –ambos también por debajo de los 1,70–, jugadores de “dibujos animados”, como diría el elocuente Jorge Valdano. La falta de centímetros la compensa con metros de agilidad, velocidad y regate. Con esas cualidades destacó por dos veces consecutivas en el afamado torneo infantil colombiano, Pony Fútbol, que ganó y del que fue su máximo goleador. En ese tipo de torneos infantiles, y luego juveniles, brilló por su técnica y por tener siempre un físico más pequeño que el de los demás. Por lo dicho hasta ahora, ya se sabe qué le hizo sobresalir a “Quinterito”. Que jugase con mayores desde que era un pelao hoy se nota en su osadía con el balón pegado a la zurda. Esperando en la puerta de las oficinas en las instalaciones deportivas donde entrena el Oporto, vemos cómo el futbolista paisa maneja su Mini deportivo y sale rápido. La historia debía esperar. Un miembro del personal de prensa del club con pena se disculpa y nos cita para el día siguiente: 24 horas después regresamos al mismo lugar. Es día de conferencia de prensa del entrenador Julen Lopetegui. Periodistas portuguesas se preparan para cubrir la intervención del técnico español, un par de periodistas franceses esperan a que les acerquen a los campos de entrenamiento y nosotros cruzamos los dedos para que Quintero no tenga que volver a salir de manera precipitada. 38

De primeras, su aspecto puede parecer un tanto duro, distante, como desconfiando de la presencia de dos extraños. Todo parece hacer parte de una armadura para protegerse fuera del campo. Y es que todo lo que hay más allá de las bandas es como si fuera territorio hostil para los futbolistas. Es un chico familiar que muy pronto tuvo que dejar atrás a los suyos. Jugó en Italia, en el Pescara, con apenas 19 años. Una temporada después fichó por el Oporto. El profesor Pékerman lo convocó para la cita mundialista de Brasil. El día de su debut en la Copa del Mundo, en un partido contra la selección africana de Costa de Marfil, el menudo jugador paisa metió un gol y Colombia ganó 2-1, sellando su pase a octavos de final. Lo que vino después ya lo conoce todo el mundo. Tras el verano tocaba regresar a Portugal a continuar jugando para crecer como futbolista. Han sido muchos cambios los que ha tenido que digerir: la presión de su fama, más la concentración para poder desplegar su mejor fútbol, ese que por fin espera que lo convierta en el jugador titular del Oporto. Y comenzó el 2015 marcando goles y las sensaciones fueron buenas, pero sigue en la banca y muy difícilmente salta con el equipo titular. Hoy tiene por delante varios retos: el primero, hacer parte de la convocatoria a la Copa América Chile 2015, lo cual parece ser un hecho. El segundo –de toda su responsabilidad–, liderar el equipo que conquiste el repechaje de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, que se disputará en marzo de ese mismo año contra el tercer mejor equipo de la Concacaf. Y el tercero, ser el compañero ideal de James Rodríguez en la selección Colombia absoluta, de cara a las próximas eliminatorias a la Copa del Mundo Rusia 2018. Todo por delante. Y hay con qué. Su zurda vale oro. Al saludar, una voz de niño grande lo delata. Se disculpa por no habernos atendido en el día de ayer.

Una primera sonrisa, al poco de intercambiar las primeras palabras, deja ver que ya se siente un poco más a gusto. Se crio en la comuna número 13 de San Javier, un barrio humilde de Medellín estigmatizado por la violencia, la delincuencia y las drogas… A mí me tocó muy difícil, durante una época en la que había mucha violencia. Hoy en día lo agradezco porque, a pesar de lo que me tocó vivir, siempre fui una persona muy responsable. No hice lo que hacen normalmente muchos jóvenes que crecen en barrios como el mío. Mi adicción al fútbol y la idea de sacar adelante a mi familia y que se sintiera orgullosa de mí, fue lo que me alejó de la violencia y las drogas. Además de esa adicción al fútbol, ¿quién le ayudó a salir adelante? Mi familia ha sido demasiado importante en todo esto. Siempre me inculcaron el respeto hacia las personas y el estudiar. Sabía que era un barrio complicado, pero también sabía que había mucha gente buena. Incluso de la mala se aprende algo. Soy una persona muy analítica. Cuando jugaba en las canchas de Antioquia y miraba a la banda, ¿quién estaba siempre? Mucha gente. Mi mamá, mi abuelo, mi abuela, cuando tenía la oportunidad de llevarme, mi tío Freddy, que tuvo una escuelita de fútbol, en la que comencé a jugar, mi tío “Caliche”, con el que me iba en moto, son muchos familiares los que siempre me llevaron a jugar y estaban ahí conmigo. Crecí con la adicción al fútbol y con el apoyo de mi familia. ¿Qué importancia tuvo para usted la escuela de fútbol de su tío Freddy? Mucha, mucha. Como te decía antes, en el barrio se crecía al margen del deporte, pero algunos niños y jóvenes queríamos crecer de manera diferente. Mi tío me exigía mucho, a pesar de que él era el entrenador y me colocaba sí o sí. Bueno, aparte de eso era bueno. Desde los 6, 7 años ya jugaba con niños de 10 y 11, y mi propio tío decía que ya marcaba diferencias. Esa exigencia fue el cambio que yo tuve en mi barrio, con la que crecí. Mi tío vio cualidades en mí que no tenían los demás y me apoyó.

fue mi proceso, corto, porque siempre fui un adelantado, jugaba con chicos más grandes que yo por dos años, lo que fue una ventaja para mí y mi fútbol. ¿Sabía que la mamá de James Rodríguez dijo en una entrevista: “Póngale cuidado que ese pelado Quintero va a ser un crack; es el mejor de todos, lo he visto desde niño, juega muchísimo y todos los disparos que hace son gol”? [Ríe]. Con Pilar –mamá de James–, la verdad, tengo muy buena relación. Le gusta mucho el fútbol, tiene más pasión que la mía, pero aun así las veo muy parecidas. Ella tuvo a James muy joven, le inculcó el fútbol, igual que mi mamá hizo conmigo. Cuando jugaba en el Envigado –donde también lo hizo James–, Pilar me regañaba, ¡todavía lo hace! Es una buena persona, que conoce, que entiende y que lo hace por el bien de uno. Me enorgullecen esas palabras, así como le agradezco que me abriera las puertas de su casa desde que era un niño para estar con James, para jugar Play, para cuidarnos. Todo eso hoy se ve reflejado en la amistad que nos une a James y a mí. Pero su mamá ya debe saber algo más de fútbol, ¿cierto? Clarooo. [Ríe]. El hecho de que mi mamá viviera el día a día de mi carrera, de una manera tan intensa, ha hecho que aprenda un poco más sobre el fútbol.

¿De qué están hechas algunas mujeres colombianas, como su mamá y la de James, que tiran hacia adelante con tanto ímpetu? Son madres guerreras, luchadoras. Quieren que sus hijos estén bien, que cumplan sus sueños, que alcancen sus metas. Se sienten demasiado orgullosas y hacen hasta lo imposible por el bien de sus hijos. Eso es de admirar, la mujer colombiana en ese sentido es exigente y darle las gracias a mi madre por todo lo que hizo en mi infancia, con muchos sacrificios, con muchos problemas, pero que gracias a Dios ahora estamos muy bien. Por lo visto, desde el principio levantaba pasiones. ¿Cómo es eso de que la hinchada del Envigado cantaba su nombre cuando le veían sentado en la banca? Fue en un partido –a ida y vuelta– de promoción para mantenerse en la serie A si ganábamos o bajar a la serie B si perdíamos. En el partido que jugamos como visitantes, en Pasto, yo hice el gol con el que ganamos 0-1. En ese partido hubo un jugador que no dejó de hablarme todo el tiempo. Yo era un niño, tenía 17 años. En el partido de vuelta, en casa, íbamos ganando. Yo estaba en la banca y el entrenador me hizo entrar porque la gente gritaba mi nombre. Quizá fue un cambio sin necesidad, pero la gente me quería por lo que había hecho antes, por lo que representaba en el club y porque sabían que, en ese año, tenía la oportunidad de

salir. Solo me querían ver en el campo y por eso la gente gritaba mi nombre. Las cosas tienen que pasar y no hay que echar culpas a nadie. A pesar de aquella mala experiencia, de la que después logré salir vencedor, adquirí una importante fortaleza mental. Entonces, cuando el entrenador Pedro Sarmiento le dijo que jugaba usted, no se lo pensó… Obvio, lo mío es el fútbol, a mí lo que me gusta es jugar. Era un partido en el que íbamos 2-0 ganando. Sí, es cierto, entraban fuerte, pero nada más. Como te dije antes, quizá no había necesidad de hacer el cambio, pero yo era un niño, con ganas de jugar y eso es lo que hice con diez minutos para terminar el partido. El caso es que a los cinco minutos me fracturaron la tibia y el peroné. Son cosas del fútbol y nadie tiene la culpa y uno tiene que aprender a vivir con ellas. Al acabar el partido, Pedro Sarmiento se enfadó con el público, declaró que no tenía por qué haberlo puesto. Lo pasó muy mal por cómo acabó usted. Sí, es cierto. Después del partido yo tuve la oportunidad de ver en las noticias cómo se había rebotado. Pedro me quería como un hijo, me cuidaba, por lo que era de esperar aquella reacción por su parte. Fue una patada sin necesidad, con mala intención. Es lógico que se enojara.

PÉKERMAN ES COMO UN PADRE, ME ACONSEJA MUCHO, CUENTA CONMIGO, ME CONVOCA PARA

JUGAR CON LA SELECCIÓN Y YO LE AGRADEZCO MUCHO HABERME DADO LA OPORTUNIDAD DE JUGAR UN MUNDIAL”.

Lina Paniagua, su mamá, cuando era un niño le decía: “Te cambias y te vas a entrenar” . Sí, sí, porque muchas veces uno como niño, con la pereza, con eso de estudiar por la mañana y por la tarde ir a entrenar lejos, era muy difícil, pero mi madre siempre fue exigente en ese sentido y yo hoy se lo agradezco. ¿En qué momento empezó a ser el fútbol un asunto tan serio en su vida? Desde muy pequeñito. Fui un buen estudiante, pero cuando llegó la oportunidad de jugar el torneo Pony Fútbol ahí se separó todo. Tenía 13 años, quedé campeón y ya estaba a las puertas de muchas cosas. Entonces me dije, bueno, me voy a dedicar ciento por ciento al fútbol, tengo una bonita oportunidad. Veía que era bueno, que las personas me admiraban y me inculcaban que siguiera adelante con el fútbol, que podía ser mi carrera. Ese

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Pensaría que su sueño se truncaba con aquella lesión... Fue difícil. En ese momento creí que no volvería a jugar al fútbol. Nunca antes había tenido una lesión de ese tipo. Verme el pie fracturado, la operación, las terapias, todo fue devastador. Pero ¿sabes qué?, sentí mucho apoyo de mi familia y de mis amigos. Además, con mucha fuerza de voluntad, porque sabía que tenía que recuperarme, lo logré, gracias a Dios. En la actualidad no siento ninguna molestia, camino y corro normal. Se recuperó muy rápido, en apenas cuatro meses Es cierto, en cuatro meses ya estaba listo para volver a jugar. Durante ese tiempo tuve la oportunidad de hacer más terapia, me preparé mejor físicamente, lo que hoy en día agradezco y por lo que no he vuelto a sentir ningún tipo de dolor. ¿Ha vuelto a saber algo de Germán Mera, el jugador que lo lesionó? No, nunca. Cuando pasó aquello sí me llamó y yo le dije que tranquilo. A pesar de que uno sabe cuál es su intención, nunca se sabe cuál va a ser el resultado. Yo no soy nadie para juzgar a los demás. Descarado dentro del campo y bromista en el camerino, como aquella vez que dijo que usted ya no jugaba más en arenilla… [Ríe]. Un quinesiólogo que tuve, muy amigo mío, con el que nos molestábamos en el camerino, un día me dijo: “Tú eres un jugador de arenilla”, yo lo miré y le dije: “¿Arenilla?, ¿por qué?”. Entonces añadí: “Yo ya no voy más para la arenilla, allá me da rinitis”. Como diciendo que no me espere por allá, que yo ya no voy más. ¿Pékerman fue arriesgado metiéndolo entre los convocados para jugar la Copa del Mundo de Brasil o usted fue un osado por no asustarse ante tamaño reto? En este caso el profesor Pékerman tiene mucha experiencia. Siempre ha estado con jugadores jóvenes, le gusta el talento. Creo que lo vio en mí, igual que lo tienen otros muchos jugadores en Colombia. La confianza que te transmite te da mucha tranquilidad. Uno cuando sale al campo tiene que hacer lo que sabe, sin pensar en nada más. Obvio, hay tácticas, estrategias colectivas, pero el fútbol que tú conoces al profesor le gusta que tú lo practiques en el campo. Además, con la ayuda de los compañeros nada es difícil. De esta manera me siento confiado. Pékerman es como un padre, me aconseja mucho, cuenta conmigo, me convoca para jugar con la selección y yo le agradezco mucho haberme dado la oportunidad de jugar un mundial. Ha jugado en el Calcio, en Italia, y en la liga portuguesa, ¿qué destacaría de su paso por cada una de ellas? La liga italiana fue para mí un aprendizaje muy bueno. Llegué con 19 años y tuve la oportunidad de jugar 17 partidos en apenas seis meses, demasiados para un joven recién llegado. Lo cogí como un proyecto de cara al futuro. Me mentalicé que debía jugar bien y demostrar mi valía en esa liga. No jugué en un muy buen equipo, pero personalmente me sirvió de mucho. Lastimosamente después del 40

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sudamericano sub-20 llegó una lesión que me sacó para el resto de los seis meses de competición. Aun así, a pesar de que el equipo finalmente descendió a la Serie B, fue un paso muy positivo para mí. En Portugal llegué a un club grande, que representa mucho en el país, un club que pelea títulos, por lo que la exigencia es grande, algo que me hizo cambiar de actitud y de mentalidad, haciéndome crecer como jugador. De esta manera puedo explotar al máximo mis cualidades. Mientras estuvo en Italia, ¿cuánto le antojó la moda? Me gusta la moda, pero no me fijo demasiado en eso. Claro, me gusta vestirme bien, no tiene que ser de marca, simplemente me tengo que sentir cómodo para ponerme una prenda. Pero en lo que más pensaba era en el fútbol. ¿Cuántas veces le han hecho alusión a Pablo Escobar desde que llegó a Europa? [Suspira y ríe]. ¿Pablo Escobar? Me lo mientan en todos lados. Cuando te preguntan de dónde eres y respondes que de Colombia, la gente dice: “Ah, Escobar, ¿no?”. Todavía el resto del mundo relaciona a Colombia con Pablo Escobar, a pesar de que el panorama en nuestro país es otro. ¿Qué hace más, ver partidos o jugar a la Playstation? Los dos me gustan mucho. Disfruto viendo partidos de las ligas europeas. Veo el fútbol colombiano, sigo su día a día. Otras veces juego Play con mis amigos, con mi primo, con mi familia en línea. Soy un hombre casero. El colombiano que llega al Oporto nunca está solo. Jackson cuenta que James le alojó en su casa e hizo labores de traductor durante su adaptación al club y a la ciudad. ¿El chocoano, Jackson, en qué le ha ayudado a usted? La misma historia [ríe]. Jackson es una buena persona, un gran consejero. Te habla con sinceridad y franqueza, algo que tienes que valorar. Él y su esposa me recibieron con los brazos abiertos en Porto. Porto y Colombia parece un matrimonio bien avenido... Al Porto le gusta contratar talentos. El legado que han dejado los compañeros: Falcao, Guarín y James, es brindarle la confianza a un fútbol donde hoy es más vistoso, pero que siempre ha exportado buenos jugadores. Nosotros nos sentimos orgullosos de hacer parte de este club y esperamos dar una respuesta de altura a la confianza que hay depositada en nosotros. Del Pony Fútbol a la Champions League... Soy una persona muy tranquila, muy sumisa en ese sentido. No me dejo llevar mucho por las emociones, porque sé que te pueden traicionar, pero claro, sé de la importancia de esta competición. Es el torneo más importante del mundo a nivel de clubes de fútbol. En cuanto al Pony Fútbol, mira que la emoción de un niño cuando llega a jugarlo es otra cosa, también muy especial. Ahorita, con experiencia y madurez, tomo conciencia de lo que significa poder jugar la Champions.

¿Cómo es eso de que después de un entreno le dijo a su exentrenador del Oporto, Fonseca, que si no lo iba a tener en cuenta en el primer equipo lo mandara para el filial que tiene el Oporto en la segunda división lusa? Mira que hubo controversia por este comentario. Después de un fin de semana en el que yo no jugué, había un día libre en el que teníamos la oportunidad de descansar. Yo le dije al entrenador que me dejara ir con el filial a jugar, que para mí era lo mismo hacerlo con el equipo B. En un momento el profe se asustó, pero a mí no me importaba jugar con el B, yo lo que quería era estar bien de ritmo para tener una oportunidad de ir al mundial que tenía por delante –Brasil 2014– y para eso debía estar en buena forma. Sonó como una bomba eso de jugar en el B, pero no fue nada malo. Al contrario, me sirvió de mucho de cara a mi preparación. ¿A qué se debe que a los jugadores talentosos como usted les cueste tanto hacerse un hueco en el once? Depende del gusto de los entrenadores. Obviamente no somos perfectos, nos faltan cosas, porque se trata de un equipo, no de un jugador solo. En un club hay muchos tipos de jugadores, cada uno con sus cualidades, las cuales dan un rendimiento particular al grupo. Unos hacen de enganches, otros corren, en mi caso trabajo el día a día para poder llegar a ser titular. Usted es un fanático de Rivaldo, ¿qué le atrae de él? Desde muy niño le sigo. Es un jugador que admiro mucho. Ver jugar a Rivaldo cuando era un niñito me encantaba, no me perdía sus partidos. Crecía con esa imagen de él, la de un jugador zurdo, que pegaba bien a la pelota, que tenía calidad, liderazgo, me basé mucho en él. ¿De qué tiene saudade de Medellín? Todo. Me encanta la ciudad de Medellín. Extraño a mi familia; mis tíos, mis primos y a mis amigos. Soy una persona muy familiar. ¿Y de la comida nada? Sí, claro, pero mira que la bandeja paisa también se puede hacer acá. En Porto se pueden conseguir los ingredientes, entonces no es algo que eche en falta tanto como la familia. Su carrera ha ido muy rápido. Debuta a los 16 años como profesional. A los 17 sufre una grave lesión. A los 19 ficha por el Pescara italiano y a los 20 por el Oporto portugués. Entre tanto, ya ha disputado su primera Copa del Mundo en Brasil. ¿Cuál es su techo? Objetivos hay muchos, pero también vivo el día a día. La realidad. Obvio, hasta ahora me han tocado vivir experiencias bonitas, que hacen parte de un aprendizaje de cara al futuro. Estoy muy contento acá, entusiasmado con esta nueva temporada en el Porto. Me llena de mucho orgullo poder estar en este club. En la próxima Copa América, ¿a qué le teme más: a Brasil o a un árbitro español? [Ríe]. Me da más miedo lo que no podamos hacer nosotros como equipo.

CREÍ QUE NO VOLVERÍA A JUGAR AL FÚTBOL. NUNCA ANTES HABÍA

TENIDO UNA LESIÓN DE ESE TIPO. VERME EL PIE FRACTURADO, LA OPERACIÓN, LAS TERAPIAS,TODO FUE DEVASTADOR”. ABR/15 41


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