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Conclusión

Los paradigmas univocista y equivocista de la educación han demostrado su insuficiencia, arrastrando consigo el valor de la figura docente. La propuesta de una educación analógica se presenta como una alternativa y una vía para la recuperación de ese valor, a partir del cumplimiento de los elementos que la constituyen, lo cual debiera repercutir directamente en la mejora de la calidad del educando y del proceso educativo todo, pues una de las principales características de este modelo es devolver a los actores su ser personas, evitando ponderar la función a la esencia.

El maestro deberá de agregar valor a su labor profesional, ir más allá de todas las actividades que técnicamente ello involucre y posicionarse como modelo para sus estudiantes. Es decir, el maestro debe reconocer que, indefectiblemente, al llevar a cabo el proceso de enseñanza de contenidos, también comparte una manera de interpretarlos y llevarlos a la práctica. Por ello, no debe perder de vista que, sean cuales sean los objetivos académicos, éstos conllevan una formación de las personas a su cargo. Es la antropología filosófica la que encuentra aquí su campo: ¿qué es el formando?, ¿qué

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puede llegar a ser? Y sumamente importante: ¿qué quiere llegar a ser? En última instancia, la formación de personas se orienta hacia la felicidad de éstas.

Es indispensable que la antropología filosófica se haga fuerte con ayuda de otras disciplinas que se ocupan de aspectos específicos constitutivos del ser humano. Dentro de éstos, conviene rescatar particularmente las intencionalidades, puesto que son las que fundamentan el sentido de la vida, sin el cual un mero proyecto de existencia se torna insuficiente. Una interpretación pertinente de dichas intencionalidades permite que el sentido de la vida sea propicio para la plenitud de la persona. Si el maestro ha de cumplir como modelo y formador, es indispensable que se ocupe seriamente de ello. El amor es nuestro norte, pues aporta perfeccionamiento y felicidad.

La educación no es sólo instrucción y formación de la persona, sino para la convivencia. Es esencial para el ser humano entrar en contacto con sus semejantes, pues de ello aprende lo propiamente humano. Y para ello requiere establecer las condiciones en la persona de cada uno y en la sociedad para que la convivencia sea posible. En la persona, la formación del carácter y de las virtudes propicias es uno de los objetivos de la educación; así como en lo social, la formación de reglas que permitan el intercambio cultural y promuevan el crecimiento de los integrantes de los diversos grupos que coexisten en territorios comunes.

La propuesta de Mauricio Beuchot, desde la hermenéutica analógica y respecto de la educación, trata de los sentimientos, las virtudes, la interculturalidad y el sentido. Todas se relacionan con la convivencia. Por ello pensamos que pueden reunirse dichos aspectos, con una dimensión claramente ética, en la idea de una educación analógica para la convivencia, que tenga como universales los derechos humanos.