Acostumbrado a los sonidos del silencio --que noche a noche se fundían con la acompasada respiración de Pedroche, nuestro protagonista--, el zumbido, casi imperceptible de un “zancudo” rompió con ese concierto arrancándolo aturdidámente de su profundo sueño para enfrentarlo con la realidad. Armado de un “luido” cojín –herencia de su abuela- a tientas prendió la luz y esperó a que sus ojos cesaran en su involuntario extravío. Mientras se despabilaba nuestro protagonista, rascándose mecánicamente un brazo y la mejilla y entre bostezo y bostezo mascullaba sendas ofensas y mentadas de madre contra el intruso que no sólo interrumpió su descanso, sino que ya lo había picado, cuando menos dos veces. ¡“Desgraciado… infelíz!, se decía, ¡pero de aquí no sales vivo. Todo está cerrado y no tienes a donde correr…” !. Y al decir esto no pudo contener una soñolienta carcajadilla al darse cuenta que los moscos no corren, sino vuelan; no corren, sino que se esconden. ¡Y vaya que se saben esconder! Consciente de esto Pedroche pulsó firmemente su cojín y se dio a la tarea de cazar pacientemente a quien hubo osado extraerle algunos microgramos de su preciada sangre. Esto lo llevó al recuerdo de su juventud, cuando trabajando como agente viajero por el su-
reste de nuestro país, México, se enfrentaba diariamente al ataque masivo de cientos de zancudosque increíblemente lograban penetrar en los cuartos del hotel, a pesar de las telas protectoras, mosquiteros y "pabellones" que protegían las hamacas o camas. Y aun cuando el personal rociaba con “dedeté” para combatirlos, siempre quedaban algunos que se daban un banquete con su sangre. Odiaba reconocerlo, pero estaba
sumamente sorprendido por la audacia y temeridad de estos vampirescos insectos. No acertaba a comprender que con un peso de fracciones de microgramos y ¿un cerebro? de menos peso todavía estos mosquitos poseen toda una elaborada, y sobre todo, eficáz, estrategia natural de ataque; desde entrar furtivamente, luego esperar pacientemente a la obscuridad para después fijar a sus víctimas, merodear alrededor de ellas, detectar la parte vulnerable...y