REVISTA RUMBO MINERO Nº 41

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De entre todos los destinos, la selva parece estar imbuida, siempre, por un aire distintivo: magnificencia y belleza, cierto; pero también misterio, la promesa de jornadas difíciles, la posibilidad del peligro… En otras palabras, aventura y esfuerzo, que serán premiados, al final, con el deleite de poder observar algunos de los paisajes más majestuosos y formidables que se pueda imaginar hasta el viajero más curtido. Y en este caso, el Perú no tiene nada que envidiar a otros países: las cascadas y montes de Tingo María; la diversidad de especies animales y vegetales de Tambopata o Pacaya-Samiria; la imponente fortaleza de Kuélap en las cercanías de Chachapoyas… y, por si todo esto fuera poco, están también las cataratas de Gocta, un destino reciente que, sin embargo, ya se ha convertido en el favorito de muchos, así como en el sueño de otros tantos. Ubicadas a aproximadamente cinco kilómetros del pueblo de Cocachimba, en el departamento de Amazonas, las cataratas de Gocta son una de las nuevas sensaciones turísticas del Perú, por estar consideradas como la tercera caída de agua más alta del mundo (771 metros), después del Salto del Ángel en Venezuela y los Tugela Falls en Sudáfrica. La ruta que lleva hasta

“La región de las cataratas de Gocta y sus alrededores son muy ricas en biodiversidad. Entre las innumerables especies de animales y plantas que la habitan, no sólo no son pocas las que se encuentran en peligro de extinción como el gallito de las rocas”

muchos años, motivo de miedo suficiente para hacer palidecer aún al más osado, y nadie quería arriesgarse a estar en sus cercanías. ¿El motivo? Dice una leyenda que en esa región de la selva, en el lecho de la quebrada, habita una sirena rubia que acosa a los hombres, encantándolos para arrastrarlos hacia su perdición… otra, narra la presencia de una serpiente gigante que custodia una olla de oro que devora a los incautos que se atreven a acercarse.

allí atraviesa la selva, y puede hacerse, por partes, a caballo, para el que lo desee; el que lo desee, claro está, puede hacer la ruta entera a pie. Y, sin embargo, apenas si se conoce este destino desde hace muy poco, y hasta hace tres años nadie se acercaba a sus cercanía. Pero claro, todo esto tiene un por qué… Entre los pobladores de Cocachimba, las frondosas selvas y los montes que rodean las cataratas del Gocta fueron, durante

Una tercera leyenda (posterior a las otras dos) cuenta que uno de los habitantes de Cocachimba, un agricultor llamado Juan Mendoza Rojas, quedó encantado al acercarse a las rocas gigantes por las que serpentea la cascada en su caída; los lugareños, con una sombra de temor, afirman que algunos todavía ven la imagen fantasmagórica de Juan Mendoza de cuando en cuando, dependiendo de cómo esté el tiempo. ¿Temores infundados? Puede parecer así, pero recordémoslo: hablamos de selvas casi vírgenes, lugares de por sí sumi-


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