2002 IX CSE, Palma (2 de 2)

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IX Conferimcia de Suciologia de l'Educuciú

prueba -o pruebas- final antes de obtener el título, cuestión sobre la que volveré al final de este artículo. Si fuera así, incluso podríamos prescindir de tantos exámenes con los que castigamos a los estudiantes. Antes de seguir adelante debo advertir de que esta es una reflexión tentativa y preliminar que se verá sustancialmente modificada si es que este texto es capaz de provocar un debate. En consecuencia, considero absolutamente fundamentales las críticas, las sugerencias y todo tipo de apm1acioncs que se puedan hacer. Básicamente voy a cóntar Jo que hago y/o Jo que pretendo hacer y por qué lo hago. Por desgracia, lo que hacemos en las aulas rara vez es objeto de discusión pública. Hay un pudor insuperable para abordar estos temas. Es como si el profesor de Universidad se identificara con el referente de su área específica y no con la labor docente. Es decir, un profesor de Universidad parece sentirse a gusto con la etiqueta de jurista, botánico o psicólogo e incómodo con la de docente -no en vano se habla de carga docente para referirse a esta faceta de su trabajo-. La ley del silencio que pende sobre la docencia incrementa considerablemente el riesgo de estar equivocado y, sobre todo, el de no cambiar nunca. Incluso en el área en que más trabajo -la Sociología de la Educación- apenas se debate sobre estas cuestiones. De hecho, hace poco, en una entrevista realizada por Julia Varela (2001), Carabaña señalaba que esta era una de las áreas de trabajo de este grupo que menos ponencias concitaban, a pesar de que conferencia tras conferencia dedicamos una sesión a este tema. En Jo que sigue trataré de trasladar algunas de las propuestas pedagógicas sustantivas que se plantean para Jos niveles obligatorios de enseñanza a la universidad.

Proyecto educativo y proyecto curricular de centro Todos los centros de niveles preuniversitarios vienen obligados por ley u elaborar los dos documentos que dan título a este epígrafe. El proyecto educativo es un documento cuya aprobación, y en buena medida su elaboración, compete al conjunto de la comunidad educativa -profesores, padres y alumnos- y es una renexión sobre el tipo de persona que el centro desea formar partiendo de un análisis previo del contexto en que se asienta el centro. El proyecto curricular es un documento -elaborado por los profesores- en el que se adapta el currículo nacional y/o regional a las peculiaridades del centro en cuestión. Entre otras cosas debe ser un instrumento que permita una coordinación eficaz de las enseñanzas a cargo de distintos profesores. Nada de esto, o su equivalente nominal, existe en la Universidad española. Es obvio que para una Facultad o una Escuela Universitaria el entorno es toda una ciudad, una provincia, una comunidad Autónoma o incluso todo el país. Sin embargo, lo que sí pudiera resultar de plena aplicación sería reflexionar sobre el tipo de profesional, de científico e incluso de ciudadano que queremos que salga de nuestro respectivos centros educativos. Por ejemplo, en una facultad de sociología deberíamos reflexionar sobre cómo conseguir que las personas que cursan esta licenciatura sean capaces de desarrollar -estén o no luego de acuerdo con ella- una mirada sociológica de la realidad, el grado de importancia que concedemos a la presentación oralmente o por escrito de las propias ideas, Jo que nos importa que sean capaces de trabajar autónomamente, cte. Nada me ha parecido más lamentable en mi escasa experiencia militante en el ámbito educativo --con padres, profesores innovadores, cte.- que tropezar con licenciados en sociología, miembros de grupos preocupados por la educación, que reproducen en sus amílisis todos los vicios de eso que Lerena (1980) llamaba el paradigma esencialista-psicologista-pedagogista. Es decir, blísicamente, una interpretación que hace u cada cual responsable casi exclusivo de su destino escolar. Bourdieu (1997, 2000) mantenía la idea de que uno de los grandes logros de la sociología es el desmontaje de la denominada ideología del don, de considerar que cada cual ocupa el puesto que ocupa en las jerarquías académica y social gracias a sus propios méritos. Desde la perspectiva de la sociología de la educación la escuela favorece justamente aquello


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