Cromomagazine magenta

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CROMO MAGAZINE de Escuela de Color

marzo / 2013


CROMOM

de Escuela

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#1/M


AGAZINE

a de Color

Magenta


Editorial: José Alberto López + Rosa Muño

Mª. Ángeles Robles + Ignacio López Fand

José Alegre + Juan Ma

Paco Cano + Alejandro Botubo

Jesús Mic

Jesús Maeso + José Alberto Lópe

Los Vendava

Juan Reyes + María Reyes Nuch

Yolanda Aldón + Miss Vam 4

Juan Carlos González-Santiago + Rosa Muño

Clara Guzmán + Cuéntame Abalorio

Lola Rodríguez Suárez + Gary Basema

Javier R. Miró + Ocean

Rosario Troncoso + Amalia Quiró

Pepe Maestro + Prem Rawat + Antonio Sánchez Alarcó

Ricardo Carrer


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ÍN DI CE


Texto: José Alberto López / Imagen: Rosa Muñoz

Editorial “El color es el lugar donde nuestro cerebro y el universo se encuentran.” Paul Cézanne

En Escuela de Color sabemos por experiencia los beneficios de la cromoterapia en nuestra salud física y mental.

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Nuestros talleres están enfocados, no solo en el aprendizaje de la técnica pictórica, sino en el proceso creativo en sí, en la posibilidad de sentir el color con intensidad y de la influencia que éste puede ejercer en nuestras vidas. Creemos en la capacidad de las personas para crear o transformar no solo objetos, sino a nosotros mismos. Cromomagazine surge para compartir nuestra necesidad de poner color en nuestras vidas. Queremos impregnarte de color y, para ello, vamos a dedicar cada entrega de esta revista digital a un color. Cada número se centrará en una de las vibraciones que la luz provoca en nuestra visión, en un color concreto. Tengo que agradecer la entrega generosa de los artistas que, sin dudarlo, se han prestado para colaborar en este capricho editorial. Con imágenes y textos, ellos serán los conductores de esta idea y, a través de su sensibilidad y su trabajo, podremos disfrutar de cada color y sus tonalidades, podremos disfrutar de sus interpretaciones, de la inspiración que ha supuesto para ellos cada color.


Son ocho los colores utilizados principalmente en cromoterapia. Hemos elegido para inaugurar este magazine el magenta, por su peculiaridad: es un color compuesto por dos longitudes de onda opuestas, por un lado el color rojo y, por otro, el frescor del violeta. Nuestro cerebro interpreta esta fusión inventándose un color entre el rojo y el violeta. El magenta es considerado en cromoterapia como un color espiritual, que permite descartar ideas y pautas de pensamiento que ya no sirven. Actúa sobre cuerpo, mente y espíritu. Esta alta vibración de tonalidades finas debilita el frío, calma el fuego, representa lo sublime, el poder, la distancia, la transformación y el desarrollo intelectual.


Texto: Mª. Ángeles Robles / Imagen: Ignacio López Fando

Melodía. El aliento de las flores detenido en el tiempo, congelando el instante en el que fluyen las emociones. Y gira el mundo en torno a ese instante en el que caen girando los pétalos magenta de la pasión.

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Por un momento no sobra nada. Estás dentro del péndulo cristalino que deambula en el aire tras soltarse de la rama que lo aprisiona. La voluntad etérea de ser ese suspiro detenido, de sentir la ingravidez monótona de la felicidad que espera. Y no tocar el suelo en una fracción eterna del tiempo que presagia la frescura inminente de la fuente, el golpe seco de la tierra, de la blanda acogida de la hierba. En el reverso de ese instante, la noche que no existe en este recuerdo apasionado en el suspiro cálido del mediodía y que será para siempre únicamente nuestro.



Texto: José Alegre / Imagen: Juan Mar

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El vórtice de la Galaxia uno, mientra el otro sangra, ese ojo que no olvida, o que no te olvida, o que no puedes olvidar que te ha visto, te anda mirando. Poco importa el tiempo, es una causa antigua y de ahora mismo, si lo ha hecho, o lo va a hacer; poco importa pues el pensamiento ya ha roto las cadenas de las causas y los efectos y rebasado todo límite. La sangre de tu hermano clama contra ti desde el primer pensamiento. La sangre que es tu propia sangre no hay dolor que el siente que tú no quieras sentir, que tú no sientas. No hay dolor que tú no sientas que tú no quieras que él sienta también. Y no hay otra cosa que dolor vuelto odio y locura y miedo de uno mismo más allá del miedo a uno mismo. Y lo peor es que ese ojo que te desafía y te mira va cargado con una razón que está en la sangre, en la última razón de lo humano; el primer y el último aledaño de lo humano, lo que aún nos queda por comprender de cuanto llevamos dentro. El porqué el hombre no puede estar en paz consigo mismo. Caín te mira y te estremece: - ¿estás por completo seguro -te dice- que no me llevas dentro?, ¿es seguro que es Abel, tu nombre, hermano? ¿estás por completo seguro que no te estás viendo a ti mismo, mirar? A las puertas de tu inocencia.


Caín se asoma para que no duermas en paz, te mira y te vigila, te duele, te odia, te teme, se duele, se odia, se teme. Una galaxia de sangre que gira y gira hacia el fondo de un agujero negro, un oscuro coágulo de sangre que supura son sus ojos de alimaña enloquecida y a fuerza de mirar y mirar el abismo ya no puede mirar más; la sangre todo lo ocupa, el vacío en el corazón y el blanco en el cerebro, todo se va desvaneciendo como una pantalla incendiada y volatilizada hacia un magenta cegador.


Texto: Paco Cano / Imagen: Alejandro Botubol

Somos luz. Una luz magenta reflejada en la pared que protege nuestras espaldas como un ángel guardián. Esta pieza de Alejandro Botubol, una de sus primeras obras generadas en Nueva York, conserva el gusto por lo escenográfico habitual en su producción, pero incorpora la síntesis y el riesgo que la influencia de la cultura y el arte americano empieza a ejercer en él.

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No sé si Alejandro Botubol es consciente de ello, pero en esta serie de nuevas obras suyas hay reminiscencias de autores como Ellworsth Kelly, Luis Tomassello o César Paternosto. No es esta la tribuna adecuada para analizar en profundidad la pieza, sino para darle visibilidad a la apuesta por la luz y el color. La luz que somos y el color que reflejamos. Magenta.



Texto e imagen: Jes煤s Mic贸

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Iñaki y David posan para mí en el divertido sofá magenta de su casa. Barcelona, 2009 (Obra perteneciente al diario autobiográfico Natura Hominis: Escenarios -interludios fotografiados y filmados de biografía-).


Texto: Jesús Maeso / Imagen: José Alberto López

Garza y palacio

La garza de cuello blanco y largas patas aguarda una ráfaga de viento para echar a volar. Levanta los ojos y descubre el cielo magenta. Frente a ella el Palacio Púrpura, el de los arcos carmesíes, donde los alquimistas del príncipe buscan la inmortalidad con las miradas perdidas en el errar de las nubes escarlatas.

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La garza blanca busca el camino que comienza más allá de las moreras y espera la tarde paciente, mientras contempla las flores imaginarias de papel. Aguarda la primera estrella, posada en los cerros donde gotean las hojas de los sauces y brotan los cerezos, las camelias, los lotos y las peonías. Ahora se siente poseída por la tristeza. Está anhelosa por irrumpir en el Pabellón de los Deleites, el alminar donde habitan las sensuales damas que componen poemas de amor y los combatientes buscan la quietud. Ella es como una crisálida, nacida para transfigurarse cuando aparezca el astro celeste y los arrayanes exhalen su perfume nocturno. Solo entonces volará hasta el minarete, convertida en amante del sultán. Porque el magenta es ciertamente el color de las quimeras, de las utopías y de los sueños.



Texto e imagen: Los Vendaval (Rocío Arévalo + Pablo Alonso de la Sierra)

El interés por la ocupación y transformación espacial, unido a su preocupación por ofrecer arte contemporáneo en espacios alternativos con el objeto de establecer diálogos con nuevos públicos marcan su trayectoria, caracterizada por un discurso abierto en cuanto a la diversidad de temas que abordan en sus investigaciones. Han desarrollado un lenguaje propio caracterizado por el uso del color y piezas modulares (geométricas, iconos y símbolos). Sus intervenciones en espacios públicos generan piezas de fotógrafía y vídeo doucmental.

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Love Songs Project: Stories of Requited and Unrequited Love conceptualmente se ocupa en la huella que en nuestra memoria dejan las canciones de amor y desamor, esas canciones que todos/as tenemos grabadas a fuego en el subconsciente, que siempre nos acompañarán. La primera etapa se ha desarrollado a través de las redes sociales (Facebook), donde se invitó a los internautas a compartir los títulos de sus canciones de amor y desamor favoritas, dando lugar a un interesante intercambio de comentarios y reflexiones. Los participantes usualmente vincularon sus recuerdos a enlaces de Youtube y Spotify. En la segunda fase los títulos recopilados se trasladan a la calle mediante intervenciones, donde stickers cerámicos en forma de corazón los llevan grabados.


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Texto: Juan Reyes / Imagen: María Reyes Nuche

La contradicción Magenta

Cuentan las crónicas que tras la batalla de Magenta (0406-1859) entre una coalición Sardo-Francesa y ejércitos del Imperio Austro-Húngaro, en el marco de la guerra de independencia italiena y en la que murieron nada menos que 14.800 personas, lo primero que se les ocurrió a los vencedores fue, por la parte gala, poner este nombre a un boulevard parisino, y, por la italiana, cambiar el nombre al color fucsia por el de magenta, en homenaje a la sangre derramada en la batalla. Esto supuso a posteriori su inmediata subida a la efímera palestra de la moda, como color favorito de las patrióticas “Fashion victims” italianas de la época. 20

Sus atributos estéticos nos dicen que el efecto de este color es tan único como su naturaleza (mezcla de luz roja y azul a partes iguales) y que su visión da una impresión tanto de seriedad como de dignidad (cuando se acerca al azul). Otros aspectos, no menos importantes, son que nos transmite benevolencia y gallardía (cuando se acerca al rojo). A mí particularmente nunca se me ha pasado por la cabeza al ver el color magenta (antiguo fucsia) ninguna de esas palabras tan formales. Lo siento sinceramente. Mi relación con este tono es mucho más prosaica y hasta placentera, diría yo. Cuando vuelvo a ver este color mi memoria me traslada a los movidos años 80, al inolvidable recuerdo de unas largas piernas bronceadas con una minifalda de volantitos teñida en la susodicha y viva tonalidad. ¿No es maravilloso y superficial a partes iguales? Para que ese color me transmitiera seriedad, dignidad, benevolencia y gallardía, que son grandes virtudes y cualidades deseables en cualquier ser humano, lo tendría que relacionar, por ejemplo, con algo tan serio,


digno, gallardo y que me despertara tanta benevolencia como la que solo puede aportar la contemplación de una tumba y, por supuesto, no hablo de cualquier nicho en un moderno cementerio. Creo que para evocar esas cualidades tendría que admirar una sepultura como la que, dibujada con juvenil maestría por mi queridísima hija María, ilustra estas líneas. La tumba de Miecislas Kamienski en el precioso Cimetière de Montmartre, en París. Kamienski fue un joven voluntario polaco que murió en 1859 en la batalla de Magenta, y fue inmortalizado en 1861 recogiendo el preciso momento en que recibió el impacto de una letal bala, por el escultor Jules Franceschi (1825-1893). Admirando su magnífico sepulcro se puede llegar a comprender cómo un color y su nombre, para mí en un principio alegre y superficial, puede albergar tanto y formal significado... ¿Lo pillan?


Texto: Yolanda Aldón / Imagen: Miss Vam

Brilla, baila y seduce MAGENTA en forma de estrellas. Sedas al viento presumen cabellos de gracia, sirena.

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Mechones traviesos colgados al rostro amable despierta. Libre melena de Miss mimosa se siente MAGENTA. Sus labios se enfadan con ella. Los lleva color carmín, ¡se quiere princesa! pintarlos de su matiz jugando con su MAGENTA.


Imagen cortesĂ­a de GalerĂ­a Blokker (Madrid)


Texto: Juan Carlos González-Santiago / Imagen: Rosa Muñoz

Se dice que es en las crisis cuando la humanidad aprovecha para avanzar, pero el camino de la evolución humana está lejos de ser una línea recta. Los niños crecen después de varios días en la cama con fiebre, la humanidad progresa encarando nuevos retos que a su vez nacen de crisis profundas como la que vivimos. Unas veces vamos para adelante, otras muchas para atrás...

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En 1859 se produjo una sangrienta batalla, uno de los interminables episodios de la unificación de Italia: la batalla de Magenta. La ciudad dio nombre a un colorante rojo-sangre, recién descubierto. El color se puso de moda. El general francés que obligó a retirarse al ejército austro-húngaro se hizo duque de Magenta y Napoleón II le dedicó un bulevar en París. Nosotros, los fotógrafos, odiamos el magenta, es una “dominante” de color que nos pone a menudo las cosas difíciles. Y no sé si es frío o caliente, miro la foto de Rosa Muñoz, y veo ese color en medio de la nieve, como un objeto caído del espacio formulando preguntas. En “Peluches de invierno” se plantea el encuentro improbable de un objeto incandescente en la nieve. Es una imagen que se ha aparecido en un sueño, donde hay un conflicto en lucha: el magenta


pretende derretir la nieve y el bosque helar la arrogancia de color. Rosa MuĂąoz tiene una obra que enfrenta al espectador con su propia actividad onĂ­rica. Todo lo que ocurre en sus piezas uno parece haberlo ya vivido durante el sueĂąo. Pero este caso yo lo he vivido estando muy despierto. Solo que al contrario: yo era un


bloque de hielo, una persona aturdida, rígida, un “pre-antipático” recién desembarcado en la estrepitosa ciudad de Quito. Se le puede echar la culpa al jetlag, pero sé que dentro de mí hay una “dominante siesa” que me cuesta neutralizar. Quito es la ciudad más bonita que yo hubiera visto jamás, pero además la gente, como en toda América latina, es sinceramente amable, cercana y cordial, eso acrecentaba mi sensación de hombre de hielo, de europeo más preocupado de que no le roben o no pillar unas cagaleras: yo era un imbécil, a veces me pasa.

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En una plaza, una asociación de lucha contra el maltrato a la mujer estaba llevando a cabo una hermosa actividad. Habían puesto buzones y varias mesas con papel y bolígrafo invitando a los viandantes a escribir cartas, cartas donde contaras tu experiencia. Yo acababa de individuar esa dominante mía y quería hacerle un retrato del natural; ser sieso es también una forma de maltrato. A mi lado una mujer de unos cuarenta años, bellísima, con un pañuelo rosa-magenta en la cabeza, sin cabello a causa de las agresivas terapias contra el cáncer, terminaba su carta -mucho más larga que la mía- y nos pusimos a charlar. Acababa de volver de Madrid, donde había emigrado hacía años y de donde había tenido que volver a causa de


la enfermedad... Estaba claro que tenía mucho que escribir, su vida aquí había sido dura, enfermar hoy en España es inviable para una mujer ecuatoriana, incluso si es una persona inteligente, preparada, que irradiaba energía, fuerza y amor. Me fascinó esa mujer a quien nuestro gobierno retiró su tarjeta sanitaria y que, para huir del frío, tuvo que volver a su tierra. Imaginaba su llegada a España, igual que en la foto de Rosa Muñoz, el entorno helador casi consiguió apagar el color del trópico. Solo espero que después de esta crisis atroz, nuestra sociedad crezca, como los niños cuando tienen fiebre, y sepamos premiar a losque nos ayudan a crecer, y no como hoy solo a los que nos roban.


Texto: Clara Guzmán / Imagen: Cuéntame Abalorios

Los poderes curativos del color

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A veces me pregunto por los poderes curativos del color. Estás apagado, recogido, replegado, con el alma en claroscuro, aparece esa ráfaga que te sacude y que te va levantando la vista... Y por fin el ánimo hasta regodearte en la contemplación de esa puesta de sol, de ese rompecabezas chispeante que conforma un collar, que hace aletear ese jersey. Esa camisa, antes anodina y ahora con nombre y apellidos. Cálida, refulgente, vibrante, divertida, alegre... Ese color que adelanta tiempos mejores. Se ha descorrido la cortina y ha aparecido ese magenta, ese turquesa, ese dorado pegando brincos; diciéndote que estás vivo, que estás en guardia a la espera de más vida, de más color, porque el color tiene poderes curativos. Y yo no me resisto a dejarme curar. Y no me he resistido a contártelo. Porque si no se cuenta, no se entera nadie de eso; de que el color sana. Sana de la enfermedad del gris.



Texto: Lola Rodríguez Suárez / Imagen: Gary Baseman

La osadía de flotar Siempre caminaba a ras de suelo. Lo lógico, lo normal, lo que se espera de cualquier persona de orden. Y ordenada. Todo en su lugar, en equilibrio. Ni un solo casillero vacío, ni incógnitas por resolver, ni una duda, por estúpida que fuera. Como qué ropa ponerse para ir a trabajar. Estaba seleccionada y preparada en el galán desde la noche antes.

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Vivir en la continua certidumbre era algo a lo que se había acostumbrado desde que en el colegio, ya sabía de antemano que iba a sacar las mejores notas. Como también sabía que a los quince le darían su primer beso de verdad, que a los veinte se echaría el primer novio y los primeros suegros y que a los treinta llegaría lo que era menester: la boda, el niño, el dolor de cabeza y las estrías. Pero un día su marido se marchó o el coche no arrancó o las muñecas rusas no estaban perfectamente alineadas según el tamaño y las leyes cuánticas de la armonía universal de los espacios infinitos. O quizá fue que su madre también se marchó. Pero no voluntariamente, como el marido. Aunque posiblemente fue que el vecino le miró el escote, pese a estar abrochado hasta el cuello. O que el médico fue más atrevido y hasta se lo tocó. ¡No! Nada de eso. Fue la bombona, que se agotó en mitad de la ducha y no había nadie en casa. Eso sí que es una putada. Bueno, qué más da. Fuera lo que fuere, el caso es que ese día, el del


Imagen cortesĂ­a de GalerĂ­a Blokker (Madrid)


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butano, la tortilla de patatas no cuajó bien. Claro, que lo tenía bien merecido por preparar una comida tan jaranera para un lunes. Y es que el lunes era su día de la semana favorito: el inicio de la bienhallada rutina. El placer que sentía al llegar a la oficina solo era comparable al del sonido del despertador a las siete de la mañana. Así que la tortilla no salió perfecta, aunque igualmente se puso en la mesa y se comió. Para acompañarla, ya que estábamos, se abrió un botellín de cerveza, siempre con la certeza de que al día siguiente expiaría sus culpas con un plato de legumbre y solo agua. El día siguiente llegó, y se sirvió unas lentejitas, pero con una copa de vino. Por la mañana había llegado un par de minutos tardes el trabajo, y buscó un poco de consuelo en el rioja que algún amigo había llevado para alguna comida y que por mesura no llegaron a descorchar. Esa noche se quedó dormida con un libro entre las manos y la luz de la mesita encendida. Por la mañana insistió un poco más con el colorete e incluso se puso un toque de brillo labial. Por primera vez en mucho tiempo -en todo el tiempo- no sabía qué iba a almorzar. Le dio pereza no poder quedarse en casa, con el libro. Y desde la una miraba cada dos minutos el reloj del ordenador, deseando que dieran las tres. No supo qué decirle al camarero cuando decidió sentarse sola en la barra y comerse un par de tapas. No supo qué película elegir cuando de repente se sorprendió frente a un cine. No supo qué estaba haciendo allí, si era miércoles y ella al cine solo iba los fines de


semana. No supo por qué estaba contenta, si se había quedado sin butano. Y tampoco supo que le estaba pasando a sus pies. Siempre caminaba a ras de suelo. Ese día comenzó a flotar.


Texto: Javier R. Miró / Imagen: Oceanu

Flying River nadando hasta el fin del mundo. Hasta el fin de los días. En una piscina de lágrimas. De peces sin ojos ni escamas. Y allá a lo lejos la vida. El amado que vuela, tocada su belleza con delicadas plumas de magenta. Y amapolas. 34



Texto: Rosario Troncoso / Imagen: Amalia Quirós

De mis sueños copiando los colores de nubes (.) Luis Cernuda

Desde niña sugro sinestesia grave, entre otras dolencias del espíritu. Las calles, las canciones, las personas, siempre son de un color determinado. La luz, y los matices en las tonalidades que manan de unas u otras manos, la intensidad fluorescente de la voz esperada o la oscuridad hiriente y cegadora en los silencios impuestos. 36

Un mundo, mi mundo, polícromo y extraño, del que a veces huyo, un instante, buscando algún recodo de vacío transparente, para volver, saturada de azul “como los ojos de las sirenas”, después de bucear en la inmensidad oceánica de todos los añiles. Y me entretengo a veces escogiendo qué elementos me sirven para imprimir en la memoria recuerdos en cuatricomía. Igual que revisar viejas fotos: el sabor amarillo del pan con aceit, el aroma gris y ocre de noviembre, el tono exacto de aquel mayo, en viernes. También las personas. Unas frías. Otras cálidas. Para mí, unas primarias y otras, secundarias.



Me asustan aquellas que no son, porque se marchan la vida. Que no existen, pero están, y solo se intuyen cuando es la sangre de otros la que dibuja, fugazmente, su contorno incoloro y difuso. Me asustan, como me asusta no volver a sentir el color del viernes. Aprendí a mantenerme a salvo. Y a vestirme la boca de carmín, intentando distraer, intentando alejar las miradas de mis ojos, atónitos por caminar entre la gente, descubriendo demasiado color, o la total ausencia. Como los viernes que perdí.

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Dolor, color y carmín, para apreciar la belleza de los días. De lunes a jueves, pinceladas en bronce, y toda la gama de grises. Sonámbula opacidad y café con leche. El cansancio me enfermó, y los sábados rojos y los domingos azules empezaron a difuminarse en el miedo a perder los colores. Pero solo empezaban a mezclarse. En afluentes de tinta líquida desembocaron en un viernes de lienzo repentino y blanco. Azul, rojo. Rojo, azul. Pintura de dedos. Amor y plastilina. Magenta Helena. Completamente magenta. Sobre todos los colores posibles e imposibles.



Texto: Pepe Maestro y Prem Rawat / Imagen: Antonio Sánchez Alarcón

¿Cuál es la naturaleza de la luz? Todos sabemos que cuando llega la luz, la oscuridad no puede quedarse; se marcha. La luz es lo único que puede hacer que la oscuridad se disipe. Pero ésta no es su única cualidad, hay otra más: ilumina todo cuanto toca, y este proceso sucede por reflexión. Cada objeto, cada persona, las paredes, el techo, la alfombra, poseen la cualidad de reflejar la luz. Cuando eso ocurre, la luz incide en tu ojo y tú puedes ver ese objeto.

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¿Qué significa esto para nosotros como seres humanos? Significa que cuando una luz incide sobre nosotros, lo que absorbemos, y especialmente lo que reflejamos, nos confiere un color. Y ése es el color con el que nos ven. Si lo absorbes todo y reflejas odio cuando está oscuro, no hay problema; pero si te ilumina una luz, el odio se hará visible. Si reflejas paz, también se hará visible. Solo con una mirada, el resto de la familia sabe cuándo el padre está molesto: “Vaya, nuestro padre está enojado. Desaparezcamos”. Así que la cuestión es: ¿qué reflejas?, ¿reflejas el color de “yo me lo sé todo”? Y no estoy emitiendo un juicio. Yo no estoy aquí para decir si ese color es bonito o feo. No soy decorador de interiores. Una vez alguien me preguntó: “¿cómo describirías lo que haces?” Le contesté: “yo soy el que lleva el espejo, lo pone delante de la gente, y dice:


Una vez mรกs, me arrimo a desnudar la plenitud. Solamente poseo este silencio. Pepe Maestro


Contémplate a ti mismo. Si te gusta lo que ves, estupendo; pero si no te gusta, a lo mejor puedes enmendarlo. Eso es lo único que puedo hacer, llevar el espejo”. Algunas personas no quiern mirarse en ese espejo. Muchos se sienten amenazados por el tema de la paz, porque no quieren que nadie redefina su mundo explicándoles en qué consiste la paz o qué es la alegría. Sin embargo, yo estoy aquí para señalar algunos hechos muy simples en tu vida, existes, has venido aquí temporalmente, y esta Tierra es temporal. Un día, aunque no mañana, dejará de estar aquí.

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Hace poco, estaba en una terraza desde la que dominaba la ciudad. Aún era temprano. Todo cuanto se veía eran las luces encendidas de las casas. El panorama parecía muy tranquilo, pero estaban teniendo lugar historias increíbles. Había personas felices e infelices, algunos se peleaban y otros solo querían dormir. Entre esas luces se fraguaban nuevas esperanzas, y algunos sueños se rompían en pedazos. Había una historia tras cada una de esas cortinas que parecían tan tranquilas, una historia asombrosa. Así es que tú tienes esa habilidad de reflejar. Pero, ¿qué es lo que quieres reflejar?, ¿te gustaría reflejar paz y satisfacción porque es eso lo que sientes?, ¿te gustaría irradiar los matices sutiles de la gratitud?, ¿te gustaría sentir alegría?, ¿una alegría que es real, que viene de dentro de ti, que no busca catalizadores en el exterior? Estas tonalidades no son imaginarias. De hecho, tienen


que ser reales porque, de no serlo, no se reflejarán. Mucha gente dice: “¡Ah!, ya he sentido paz antes”. Eso es como decir: “No necesito comer hoy porque ya comí la semana pasada”. Algunos piensan que si sientes paz una vez en la vida, es suficiente. No. Tienes que sentirla cada día, ésa es la clase de paz que necesitas. Hay personas que cuando están cerca de un lago en calma dicen: “¡Oh, qué paz!”. Pero la calma no es un atributo de la paz. Tienen su propia definición de la paz y eso es lo que buscan. Pero si buscas la paz de acuerdo a una descripción, nunca la encontrarás. ¿Por qué? Porque ¿cómo puedes buscar algo que ya tienes? La palabra “buscar” implica que lo has perdido, pero nunca lo perdiste. Está dentro de ti. Tienes una posibilidad increíble: reflejar el color del infinito que está dentro de ti. Olvídate del verde, del azul y del amarillo. Si vas a reflejar un color, refleja el del infinito. Este color tiene matices de paz y tonalidades de satisfacción. No tiene preguntas, sino respuestas; tampoco ideas, sino realidades. Cuando empiezas a llenarte con el color de lo que tienes dentro, brillas. Mientras estés vivo, esa luz no dejará de brillar. Tú también necesitas brillar. Y puede suceder.


Texto e imagen: Ricardo Carrero

José Alberto en magenta

Hola!!! He intentado casar mis recuerdos con la realidad añadiendo un poco del pasado, un poco del presente, para sacar el “parecido”, más que físico, espiritual. Intento captar algo intemporal, ese encanto (y esa sonrisa) que siempre tuviste y aún tienes, que es muy característico de tu persona. 44

El fondo muy gaditano... he dejado mucha parte de árbol y la figura un poco baja, para “restarle” importancia al retrato, pero sin que deje de ser el foco. Las hojas son una alegoría de la “corona de la victoria” y también de tus motivos decorativos vegetales. Espero que te guste. Besos.




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CROMO MAGAZINE de Escuela de Color

Dirección José Alberto López Diseño y maquetación Paco Mármol

www.escueladecolor.com www.josealbertolopez.blogspot.com www.cromomagazine.blogspot.com


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