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Martes 8 de abril del 2014 GESTIÓN

Incluye contenido de The Economist

No valen lo que cuestan MUCHAS UNIVERSIDADES ESTADOUNIDENSES NO BRINDAN LA EDUCACIÓN QUE DEBERÍAN. EL GOBIERNO PUEDE AYUDAR A CAMBIAR ESA SITUACIÓN. BLOOMBERG

EDICIÓN IMPRESA

E

l saber es el alimento del alma”, dijo supuestamente Platón. La gran literatura “irriga los desiertos” de nuestras vidas, remarcó C.S. Lewis (el creador de “Las crónicas de Narnia”). No se puede poner un valor a la educación, pero la formación universitaria viene con un precio —de hasta US$ 60,000 anuales para estudiar una carrera de cuatro años en Estados Unidos—. Un informe de la firma investigadora PayScales intentó medir los retornos de la educación superior estadounidense y encontró que varían enormemente. Por ejemplo, un graduado de Ciencias de la Computación de la Universidad Stanford puede esperar que ganará US$ 1.7 millones más durante veinte años que alguien que nunca fue a la universidad, luego de deducir los costos de su educación. Por su parte, un grado en Humanidades e Inglés de la Universidad Internacional de Florida empeora la situación del graduado en US$ 132,000, mientras que en el 12% de las universidades analizadas, los grados en las especialidades de Artes ofrecen retornos negativos, y el 30% ofrece peores beneficios financierosqueinvertireldineroenbonos del Tesoro a 20 años. Nada de esto importaría si uno fuese rico y estudiase Bellas Artes para mejorar su apreciación de los cuadros de Rembrandt, pero la mayoría de los jóvenes estadounidenses va a la universidad para poder obtener un buen empleo. Es por ello que los universitarios de ese país han acumulado una deuda de US$ 1.1 millones de millones — monto superior a la deuda por tarjetas de crédito—. Para la mayoría de los estudiantes, la Universidad todavía es una inversión inteligente, pero para mu-

Desde 1978, el precio de la educación universitaria en EE.UU. se ha elevado más de cuatro veces que la inflación y ha superado el costo de las facturas médicas.

chos ya no lo es. Alrededor del 15% de los deudores de este segmento deja de pagar sus obligaciones con la banca a los tres años. Nada menos que 115,000 graduados trabajan cuidando a otras personas. Si el mercado laboral se recupera, esta deprimente situación mejorará, pero existe una forma obvia para aumentar los retornos de una educación universitaria: hacerla más barata. Desde 1978, el precio de este servicio se ha elevado más de cuatro veces que la inflación y ha superado el costo de las facturas médicas. Mucho de ese dinero se ha desperdiciando en cosas que no tienen nada que ver con la educación —suntuosas residencias estudiantiles, relucientes estadios y ejércitos de personal administrativo—. En 1976, el número de burócratas universitarios era la mitad del personal

Cada vez más educadores online ofrecerán una formación que los empleadores entenderán y valorarán.

académico, pero hoy el ratio es 1:1. De acuerdo con las universidades, estos gastos han generado resultados espléndidos: los alumnos tienen ahora más del doble de probabilidades de obtener una calificación A que en 1969. Sin embargo, cuando las evaluaciones no son realizadas por profesores de la institución, las notas son menos impresionantes. Un estudio halló que el 36% de los alumnos “no demostró ninguna mejora significativa en su aprendizaje” durante los cuatro años de estudios. Algún día, la revolución Con el paso del tiempo, es probable que la educación digital ejerza presión sobre las universidades. Los cursos online pueden brindarse con menores costos que los tradicionales puesto que no hacen uso de aulas 5 estrellas, ni necesitan vicerrectores encargados de fortalecer el ambiente del campus. En estos momentos, cursos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ya están disponibles online y son gratuitos. Cada vez más educadores online ofrecerán una formación que los empleadores entenderán y valorarán. A medida que esto vaya sucediendo, las universidades tradiciona-

El año pasado, el presidente Barack Obama presentó la “tabla de puntaje universitaria”, que informará a los estudiantes sobre el costo y la tasa de graduación del curso que han elegido. les tendrán que proporcionar una óptima relación costo-calidad —quizás conunacombinacióndecursosonline y presenciales— o dejar el negocio. Pero aunque sea posible seguir los cursos del MIT por computadora, las universidades estadounidenses todavía no ofrecen muchos grados reputados para alumnos online. La tecnologíaestádemorándoseenrevolucionar la educación superior. Mientras eso ocurre, el gobierno puede ayudar a reducir costos y ya lo está intentando. El año pasado, elpresidente BarackObama presentó la “tabla de puntaje universitaria”, que informará a los estu-

diantes sobre el costo y la tasa de graduación del curso que han elegido. Noobstante,esnecesariohacermás. Por ejemplo, se debe exigir a las universidades que investiguen cuánto ganan sus graduados y, sobre dicha base, proporcionar a los estudiantes una tasa de retorno de su inversión. Asimismo, las universidades deben tener más en juego en relación con el éxito de sus alumnos. En la actualidad, tienen una especie de incentivoparaasegurarsequesusgraduados no fracasen: si la tasa de interrupción del pago de los préstamos estudiantiles de una universidad se eleva por encima de 25%, entonces sus alumnos ya no tendrán acceso a créditos respaldados por el Gobierno Federal. Esta amenaza ha sido efectivacontralosmásegregiostrasgresores, pero hasta que las universidades no alcancen ese techo, tienen pocos motivos para preocuparse de que sus estudiantes se dirijan hacia opciones más remunerativas. Si se les hiciera responsables de una parte de las deudas estudiantiles impagas,digamos10%o20%deltotal, tendrían más que perder. Quienes se oponen argumentan que tales cambios condenarían a las carreras menos rentables —especialmente las artes—. Pero no es cierto.Algunaspersonasestudiarán Artes y Humanidades por el puro placer de hacerlo y otros encontrarán muy buenos empleos. Pero pagar decenas de miles de dólares por recibir educación superior es la primera gran decisión que la mayoría de jóvenes toma, una que para mejor o peor, dará forma al resto de sus vidas. Estados Unidos debe hacer todo lo que esté a su alcance para ayudarles a hacerlo correctamente. Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez © The Economist Newspaper Ltd, London, 2014


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