Contratiempo 59 • Octubre 2008

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PREMIO JOHN BARRY DE CUENTO

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Arte en Chicago: Vocación viva

chicago, illinois, octubre 2008


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Directiva Frances R. Aparicio, Raúl Dorantes, Gregory X. Gorman, Jochy Herrera, Fernando Olszanski, Félix Masud-Piloto, Moira Pujols, Helen Valdez

Directora ejecutiva Moira Pujols

Director editorial Gerardo Cárdenas

Consejo editorial

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Beatriz Badikian, Gerardo Cárdenas, Julio Rangel, Raúl Dorantes, José Castro Urioste, Febronio Zatarain

Jefe de redacción Febronio Zatarain

Directora de arte Esmeralda Morales

Diseño gráfico Marisa Bueno, Esmeralda Morales

contrafoto Jesús Sereno

Correctora de estilo Mayavel Saborío Carranza y Julio Rangel

Portada Obra de Diana Solis Retorno de las almas 48cm x 61cm, tinta y lápiz de color sobre papel.

Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro.

©

contratiempo nfp

contenido 3.

Editorial

4.

José Gamaliel González, Aztlán en Chicago, Mark Zimmerman

5.

DF-Chicago 1985-2008. Centros de arte alternativos: Un breve recuento, Roberto Ferreyra

6.

El chamizo volador y varias cosas más, Georgina Valverde

7.

¿Fringe o Insider? Arte latino en Chicago, Moira Pujols

dossier 8.

Diana Solís y Patricia Acosta: La oscuridad y la luz de sus mundos de fantasía, Kari Lydersen

latinidad 10. La crisis de la educación financiera y la planificación para el retiro entre los latinos deshoras 11. Cuentos de César Silva Santisteban, Ganador del Premio John Barry 2008 mirada 14. Luis Fernando Uribe, Jesús Eduardo Rocha 19. Un testimonio de la gran marcha, Fausto Vallado Miguel 20. Aciertos y desaciertos de los gorriones, José Angel Navejas

1702 South Halsted St., Chicago Il 60608 (312) 666 7466

20. Lincolniana, Catalina María Johnson

Para obtener más información sobre las distintas secciones de la revista publicidad o suscripciones, escríbanos a: info@revistacontratiempo.com

22. El sistema de salud: un desorden total ¿Qué proponen Obama y McCain?, Kenneth A. Vatz

21. Rockotitlán: Una fusión muy chida con un poco de Skándalo, Catalina María Johnson 23. El discreto encanto de Penélope Cruz, Jochy Herrera

tiempo extra 24. Paulet, el peruano que cambió la historia, Álvaro Mejía 25. El fantasma de la Blockbuster, Gerardo Cárdenas

Para envío de colaboraciones: Gerardo Cárdenas

26. Los consejos del lobo, Marco Escalante

tiempo 26. contrafoto. Jesús Sereno desobra

directoreditorial@revistacontratiempo.com Raúl Dorantes tiempoextra@revistacontratiempo.com

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E DITORIAL Como sabemos, la arena pública suele estar ocupada con las prioridades políticas y sociales del día. El artista, como proveedor de signos que desafían, indagan, replantean o comentan la realidad, ocupa no un lugar prominente sino –voluntaria o involuntariamente– un espacio al margen en nuestras sociedades. En un ensayo publicado en números anteriores de esta revista, Febronio Zatarain y Raúl Dorantes hablaban del arte como “lo último que emigra”. Esto es, en una ciudad industrializada cuyo señuelo laboral está en la prestación de servicios y en el trabajo obrero, el arte parece ser lo último que florece en el seno de un grupo inmigrante que en su mayoría llegó a este país en busca de la más elemental sobrevivencia económica. La expresión artística, sin embargo, tiene muchos derroteros y siempre se abre paso en las sociedades, lo que resulta peculiarmente interesante en un contexto de trasplantación cultural, o de generaciones crecidas en familias inmigrantes y enfrentadas a una doble herencia cultural. Este mes, nuestro dossier echa una mirada a la situación del arte y los artistas de origen latino que luchan por abrirse paso en el panorama cultural de Chicago y los Estados Unidos. No pretendemos una definición totalizadora de lo que es el “arte latino” ni generalizar o clasificar la diversidad de lenguajes y propuestas que llega tanto a los muros de las galerías como a los muros de los barrios. Más bien, este dossier busca celebrar una vocación que persiste pese a los apremios de un entorno

centrado en el utilitarismo y los márgenes de ganancia. El arte tiene un lugar importante en el desarrollo de las sociedades, pese a su aparente inutilidad. Su discurso va a contracorriente de los discursos vertiginosos que acaparan el mainstream y nos hace detenernos a observar lo que ordinariamente damos por sentado. Al parejo con el esfuerzo de artistas por hacerse de un lugar en el mercado del arte y en los espacios educativos para vivir dignamente de su oficio, la lucha de pequeñas galerías independientes y cafeterías por consolidarse y convertirse en focos dinámicos de convergencia ha crecido entre la comunidad hispanohablante, de lo que dan cuenta estos artículos, que van del recuento y la exploración a la entrevista, la reflexión y el vistazo histórico. En este número aparecen interrogantes que invitan a la discusión, como la reseña de Georgina Valverde sobre una exposición en el Museo Nacional de Artes Mexicanas el pasado verano, donde al hablar de una de las obras expuestas comenta el “conflicto fundamental que enfrenta el inmigrante de preservar su identidad cultural a la vez que trata de asumir una nueva. Pero el conflicto se extiende más allá, pues así como la nueva cultura le exige cambiar al inmigrante, el inmigrante también transforma la nueva cultura.” Ideas que han rondado el discurso artístico de los últimos años en las sociedades multiculturales: asimilación o resistencia, identidad estable o inmersión inevitable en el crisol de nuestro tiempo. En este ir y venir el discurso artístico avanza, descubre, amplía su lenguaje. Asimismo, Roberto Ferreira hace un recorrido memorioso y paralelo entre los espacios que desde hace años han albergado el trabajo de artistas latinos en Chicago y la efervescencia de galerías y talleres de artes pláticas del DF en los ochenta; Kary Lydersen habla de y con Diana Solís y Patricia Acosta, artistas que participarán en el Open Studios de Pilsen del 17 al 19 de este mes, y Mark Zimmerman evoca la trayectoria de José González, un importante impulsor del arte y los artistas latinos cuyo trabajo merece ser reivindicado. Palabras e imágenes que buscan público, así que bienvenido, lector.

Detalle de la obra Libertad, de Esther Hernández, 1974. Grabado al agua fuerte.


José Gamaliel González, Aztlán en Chicago

Foto: cortesía de MarK Zimmerman.

Mark Zimmerman

José González frente al Mural de Ray Patlán, tomada en los 1990s.

Al comienzo de la década de los ochenta, antes de que la propuesta de un museo saltase a primera plana, José González lanzó el Consorcio de Arte Mi Raza, o MIRA, el cual a pesar del timbre chicano del nombre, buscaba ser un ente representativo del arte latino y no exclusivamente de los artistas mexicanos de Chicago y el Medio Oeste. José publicó varios números de un boletín de impecable diseño tirando más a revista especializada, ya que no sólo contenía información sobre eventos, proyectos y subvenciones disponibles sino también artículos sobre artistas y programas locales. La intención de José fue establecer esta organización artística con miras a fundar un centro cultural, museo o galería en el barrio de Pilsen en Chicago. A José y su organización se le debe la traída del promotor Felipe Ehrenberg desde México y que el Día de los Muertos se haya convertido en un evento celebrado en toda la ciudad, habiendo rebasado los confines del hogar mexicano para ser parte de la escena pública del mundo artístico angloamericano. Hubo, además, otros sucesos por los que MIRA alcanzó notoriedad. En vista de la conmoción política entre los grupos étnicos de la ciudad y al velar los latinos por sus propios intereses a raíz de la oleada de apoyo que la candidatura de Harold Washington a la alcaldía, había generado en la comunidad afroamericana, José se identificó con los progresistas mexicanos pro Washington, recaudando fondos a favor del futuro alcalde y otros candidatos latinos como Rudy Lozano, Juan Solíz, Juan Velásquez y Luis Gutiérrez. A medida que avanzaba la campaña de Washington, gracias a la iniciativa de José se logra la participación de toda una constelación de artistas y promotores de las artes en una serie de funciones de recaudación de fondos y solidaridad a favor de la campaña de Washington. Los esfuerzos que desplegara José González en apoyo del arte mexicano, chicano, latinoamericano y latino en la ciudad vinculándolos con el desarrollo general de la comunidad se verían coronados por el éxito en los años que siguieron. Pero ese éxito no le pertenecería, y

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se mantuvo muchos años en la oscuridad, cayendo casi en el olvido. Ni él ni sus seguidores gozaron de los frutos de su labor dentro de la comunidad mexicana; puesto que, en la opinión de José, Harold Washington buscaba extender su base política y los interesados en fomentar las artes para la creciente población mexicana de la ciudad decidieron dirigir su apoyo hacia otros promotores artísticos. En medio de todo el fervor que comportan tales eventos, tomé conciencia de que el hombre a quien consideraba cada vez más amigo padecía, efectivamente, de una enfermedad que se manifestó en los primeros años con una racha constante de agitación y depresión, con delirio de persecución. Mientras tanto, la otra organización, que se convirtió en el Mexican Fine Arts Center Museum, comenzó a florecer bajo la dirección de Helen Valdez y Carlos Tortolero, profesores ambos de escuelas públicas, bajo el mecenazgo del Illinois Arts and Humanities Councils, el Chicago Council of Fine Arts, representados por Juana Guzmán, y la sección cultural del consulado mexicano, representada por Argentina Terán de Erdman, y otros, ganando más prominencia entre aquellos deseosos de que se les identificara con los sucesos culturales de Chicago con un nombre mexicano. A mediados de los ochenta, en su afán por mantenerse relevante en la escena del arte mexicano en Chicago, su último esfuerzo concertado fue su campaña por traer, en colaboración con su amigo e historiador de arte Victor Sorell, una ambiciosa exposición de arte chicano —CARA (Chicano Art Resistance and Affirmation)— al Field Museum de Chicago. La exhibición CARA nunca llegó a presentarse en Chicago; y el Mexican Fine Arts Center, afianzado ahora como el embajador de todo lo mexicano, comenzó a adoptar una dimen-

sión chicana más populista, moldeada en su propia visión de mexicanidad. Y así comenzó su ascenso en la escena nacional chicana y la comunidad local. Sin embargo, como José siempre lo manifestó, ellos nunca usaron la palabra “Chicano” en sus exhibiciones. A medida que la nueva organización floreció, a José se le obvió de lo que ahora se considera la prehistoria del arte mexicano en Chicago. Hasta mediados de los noventa, el papel que jugó no se reflejó en ninguna de las exposiciones de arte comunitario del MFACM. En 1996, sus logros se colaron furtivamente en el Museo como parte de una presentación de gran escala dedicada a la vida y obra de Carlos Cortez, amigo de José, en la cual no pudo ignorarse el papel que tuvo como fundador y director de MARCH. Posteriormente apareció una referencia constructiva en un libro sobre el Chicago mexicano publicado por el MFACM y finalmente el Museo patrocinó una revista orientadas a los alumnos en la que se publicó una entrevista altamente positiva con José. Al continuar la expansión del museo y la salud de José deteriorándose, él seguía batallando en busca de apoyo para abrir un nuevo centro cultural mexicano, se empeñó en cambiar el nombre del Harrison Park a Zapata Park; y se opuso al aburguesamiento de Pilsen. Las altas dosis de medicamentos que ingería le impedían completar un proyecto, mantener un empleo e incluso terminar un cuadro o bosquejo. Su producción personal, en picada desde sus días en MARCH, salvo un breve momento de inspiración generado por el centenario de Van Gogh, quedó reducida a una pieza de madera de Siqueiros que cargaba con la ayuda de Carlos Cortéz y unos cuantos bosquejos que dibujó en una de sus estancias en el Hospital Northwestern del centro de Chicago. A pesar de todas la sombras y tristezas en el transcurso de los años, recuerdo ocasiones felices y jubilosas en la vida de José. Pero recuerdo sobre todo los días de enfermedad, el asedio de las alucinaciones, los frígidos días invernales que desaparecía por las calles y lo encontraban vagando sin rumbo pobremente vestido, días que en que supuestamente el FBI le había colocado micrófonos en las zapatillas o que lo espiaban por delitos que había cometido, días de diálisis, días de soledad. Fue en esos años, a mediados de los ochenta, que algunos de los artistas veteranos de Pilsen como Ray Patlán y Aurelio Díaz se fueron de Chicago, y otros como Mario Castillo, Alejandro Romero, Marcos Raya y Carlos Cortéz habían alcanzado considerable reconocimiento en el ámbito local e internacional. Mientras tanto, llegaron nuevos talentos como Héctor Duarte y artistas femeninas como Diana Solís y Esmeralda Gamboa. Aunque el Mexican Fine Arts Center pasó a ser el Mexican Fine Arts Center Museum y luego el National Museum of Mexican Art, otras orga-

nizaciones más modestas como el Taller del Grabado, la galería Prospectus de la Calle 18 y la galería Calles y Sueños que funcionaba en un departamento donde solía vivir José, contrarrestaron ese avance. Una nueva generación de latinos escritores lanzó proyecto tras proyecto; un grupo de jóvenes artistas formó POLVO, además de surgir unos cuantos cafés artísticos en la zona de Pilsen pese a que el aburguesamiento seguía su curso. Tales actividades guerrilleras, metafóricamente hablando, se daban al margen del proyecto MFACM, movimientos que la organización bandera pensó poder “colonizar” a pesar de que éstos ejercieron resistencia y mantuvieron su distancia y autonomía. En cierto sentido, la historia de José es una que su generación repitió a lo largo de los Estados Unidos, un visionario latino nacido en la comunidad, quizás con más sueños que técnicas, cuyos grandes esfuerzos fueron apisonados, adaptados y negados al llegar a la madurez una nueva generación de profesionales chicanos que pasaron por la universidad. A pesar de que José nació en México y se orientaba más por el arte mexicano, su historia refleja la lucha entre los sectores mexicano y méxico-americano de sus comunidades que vivieron aquellos más influenciados por el movimiento chicano, ya que trajeron corrientes más rebeldes que tenían peso en otras regiones pero no es las propias, y sus esfuerzos, a veces fructíferos y otras no, por inculcar una nueva visión y compromiso en su gente. Esta historia también le pertenece a esos artistas que están económica, social, cultural, ideológica y artísticamente marginados pero que quieren ser vistos y oídos, que quieren marcar y mantener una diferencia, a pesar de que los tiempos y las sensibilidades de sus comunidades inmediatas cambian. El relato narrado en este libro es relevante en sí mismo, pero también dentro de ese contexto más amplio que abarca la reseñas que conforman la historia de ese arte popular de minoría, latino y mexico-americano o chicano de Chicago y los Estados Unidos. Marc Zimmerman es jefe del Departamento de Lenguas Modernas y Clásicas de la Universidad de Houston. Extracto de la introducción al libro Bringing Aztlán to Mexican Chicago: My Life, My Work and My Art, José Gamaliel González, as told to, edited and introduced by Marc Zimmerman, que se publicará en 2009 bajo el sello editorial de University of Illinois Press. Traducción de Luisa Oblitas-Feuerstein, traductora peruana que radica en el área de Chicago.

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DF-Chicago 1985-2008 Centros de arte alternativos: Un breve recuento Roberto Ferreyra

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La Alianza Francesa hizo buen trabajo exponiendo a artistas que despuntaron después, como Mariza Lara y Arturo Guerrero, quienes en una de sus exposiciones invitaron a cantar a la aún no famosa Paquita la del Barrio. Hubo algunas galerías comerciales que se destacaron por la promoción de artistas radicados en la República Mexicana como la OMR, Praxis, Pecanins, Juan Martin, Shapiro, la Galería de Arte Mexicano fundada en 1933 y la Arvil en la Zona Rosa. La OMR le dio un sentido renovador al arte que se gestaba en esos años contando entre sus artistas al pintor/escultor German Venegas y al escultor Kioto Ota. La Galería Praxis en Polanco introdujo artistas latinoamericanos en nuestra vieja y mexicanísima ciudad. Siguiendo el mismo espíritu de Praxis, surgen otras como la López Quiroga y la Óscar Román, creando un corredor fuera de la Zona Rosa o el centro de la ciudad. En esos años comenzó el corredor cultural de la Condesa donde se abrían galerías, cafés, etc. Recuerdo que se contrataban “peseros” para llevar a los visitantes de una exposición a otra. Con cierto paralelismo en Chicago a principio de la década de los noventa, en el barrio de Pilsen nacía en el sótano de una casa de la Carpenter y la calle 19 un espacio cultural autogestivo llamado Calles y Sueños con José David a la cabeza. Pese a que este lugar funcionó si acaso tres años, fue un ejemplo para otros artistas y promotores culturales. Surgen espacios independientes y multidisciplinarios como Polvo y Colibrí Studio/Gallery. También han sido decisivos los cafés como vehículos de difusión del arte de que se hace en Pilsen y de otras latitudes: Jumping bean, Mestizo, Efebos, por nombrar sólo algunos. Las paredes del centro comunitario Casa aztlán han jugado un importante papel para el desarrollo de artistas como Marcos Raya y otros; además de ser un centro donde se conjugaron al mismo tiempo arte y activismo político. El Taller de Grabado Mexicano fue una iniciativa de varios artistas para poder crear colectivamente, pero la falta de visión de algunos de sus integrantes hizo que ese proyecto se desvaneciera y los organizadores iniciales dirigieran sus pasos a otras tareas; algunos de ellos como Benjamín Varela, René Arceo y otros iniciaron sus propios talleres. APO ha sido un lugar que también ha albergado a artistas y proyectos de diversa índole. Ahí se gestó la Galeria Meztli, que funcionó por algunos años. Con Álvaro Obregón de director, Proyecto Resurrección ha tenido una historia en este ámbito

especialmente en los últimos años con festivales anuales como Tardes en el Zócalo. En el marco de las instituciones, tenemos a Casa Michoacán centro político y cultural, ejemplo exitoso de espacios autogestivos. Fuera de Pilsen cabe recordar la tormentosa vida del IMCE y la Galería Arte de Mexico (espacio importante que se perdió debido a la mala administración, la grilla y los intereses personales); ahora hay una nueva mesa directiva que trata de mantenerla activa. Desde hace algunos años han estado activos los espacios del restaurante Las Palmas, Café Catedral y el de los hermanos Zhou en la 3302 S. Morgan que alberga la Galería 33 y otros estudios, además de una libreria y cafetería; el concepto de este espacio colectivo se parece al que tuvo el Flat Iron de Wicker Park en los años de su nacimiento con artistas interesantes y propuestas frescas. Desafortunadamente el Flat Iron se ha ido convirtiendo poco a poco en un edificio comercial y dejando de ser un centro de artistas. En el ámbito de las galerías que se proponen apoyar a los artistas y al mismo tiempo volverlo una actividad comercial, destacan dos. La primera es Prospectus Gallery, a cargo de Israel Hernández, fundada en 1991 sobre la calle 18 en Pilsen; la segunda es Aldo Castillo Gallery, abierta en 1993. Israel ha sostenido un lazo con los artistas que trabajan en Chicago no importando su lugar de origen. Y Aldo ha mantenido un balance entre artistas locales y de otras latitudes; su galería está entre las más activas de Chicago La iniciativa del Centro Cultural de Chicago de celebrar al artista que vive en la ciudad escogiendo octubre como su mes ha venido a reforzar y a ayudar a difundir el arte creado en Chicago. Pilsen no puede quedar fuera de esta iniciativa, ya que éste es el sexto año que los estudios, galerías, cafés y otros lugares han abierto sus puertas para exponer la obra de sus artistas, volviéndose ejemplo para otros barrios, como La Villita. Creo que tanta actividad cultural llevará a los artistas y promotores culturales hispanohablantes a dejar una huella dentro de la historia del arte de esta ciudad, aunque falta consolidar un lenguaje propio. Como ejemplos a seguir están Sergio Hernandez y Gabriel Orozco entre otros; también es necesario crear una identidad colectiva como lo han hecho en Mexico. Nos falta aún madurar, pero hay capacidad y pasión. En octubre visitemos a los artistas de Chicago y, en especial, a los de de Pilsen, donde seguramente veremos muchas imágenes sorprendentes y tendremos la oportunidad de charlar con los artistas en sus espacios de trabajo. Pilsen Open Studios Octubre 18 y 19, 12:00pm-8:00pm. Roberto Ferreyra: Artista mexicano. Radica en Pilsen. FOTO: WWW.THEFLATIRONPROJECT.COM

La exposición Escultura Social que montó el año pasado el Museo de arte Contemporáneo de Chicago trajo a la ciudad de los vientos una fugaz presencia del arte mexicano contemporáneo y acercó a un público que poco había frecuentado este museo. Por su parte, el Museo Nacional de Arte Mexicano desde su fundación ha tratado de llenar un hueco cultural con las exposiciones que periódicamente realiza enfocadas en figuras ya reconocidas o en vías de rescate (Frida Khalo, Muralismo Mexicano, surrealistas, generación de ruptura y otros); aunque también incluye artistas jóvenes mexicanos y mexico-americanos de buena talla, pero aun así no es suficiente, y la necesidad ha motivado a abrir más espacios culturales. En los 13 años que tengo radicando en Chicago he visto crecer instituciones que se han enfocado en la difusión del arte y la cultura; también he sido testigo de las ínsulas culturales que en los años ochenta y noventa estuvieron activas en la ciudad de México. Ambas ciudades ha ido creando a su manera estos espacios no institucionales. Después del terremoto que asoló al Distrito Federal en 1985, surgen algunos centros de arte autogestivos y galerías. Uno de estos espacios fue “La Quiñonera”, taller y galería que los hermanos Quiñones y otros artistas jóvenes mantuvieron para darle sentido y vitalidad a su labor profesional en un espacio libre. En esa línea, trabajó por un tiempo el grupo fundado por el performancero Miguel Ángel Corona; aunque de corta vida, sirvió de ejemplo para despertar la inquietud. A fines de los ochenta estuvo activo el centro cultural “Cuarto Creciente” en la calle de Licenciado Primo Verdad, a un lado del Templo Mayor y que comandaba Virginia Sánchez Navarro donde se llevaban a cabo exhibiciones de arte, conciertos y obras de teatro. También en 1988 se formaron brigadas de artistas que protestaron por el fraude electoral pintando muros plásticos (no murales) en diversas paredes de la capital. A mediados de los noventa surgen otros grupos que revitalizan formas de expresión como el performance y la instalación; recordemos al grupo La Panadería, recién desaparecido por falta de apoyo económico, que trabajaban en la Cololonia Condesa. O también a Epicentro Espacio Mediatico en la Colonia Guerrero; o el Programa Centro de Arte, en la Colonia Anzures. También al Multiforo Alicia que aún subsiste, a pesar de no tener apoyo gubernamental. La mayoría de estos centros tuvieron un compromiso social y político. En algunos casos el surgimiento del Zapatismo influyó en su quehacer plástico. Estaba la Librería Francesa que dirigía Tere de la Rosa y que en sus vitrinas fantásticas mostraba artistas emergentes que no estaban necesariamente en el ambiente oficial de galerías privadas o del gobierno.

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El chamizo volador y varias cosas más Georgina Valverde Era un gran tiempo de híbridos de salvajes y científicos, panzones que estaban tísicos… en la campechana mental en la vil penetración cultural en el agandalle transnacional, en la desfachatez empresarial… en la vulgar falta de identidad. Rodrigo González El Profeta del Nopal Soy Beaner semeja un calendario azteca con un Buda en el centro hablándonos por un monitor de vídeo cubierto por una pantalla de vidrio que deforma sus facciones; de manera que no es posible determinar si el rostro pertenece a un mexicano, un negro, un asiático… El calendario ocupa una pared entera y está construido de vidrio soplado y una impresionante colección de chucherías fabricadas en China y compradas en tiendas de descuento: 16 relojes encapsulados en botellas plásticas de Corona y Budweiser, todos marcando horas distintas; diminutas vírgenes de Guadalupe navegando en una superficie vinílica decorada con dragones; dinosaurios, reptiles y cangrejos de plástico; palitos chinos; y en la parte inferior, un junco de plástico color cromo con un reloj en la vela central donde aparece Mao proclamando la República Popular de China. Soy Beaner entremezcla culturas, lenguaje y símbolos para retar nuestras nociones sobre la autenticidad cultural.

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“Todos los chinos son iguales” nos revela el Buda. “Just like mexicanos in Florida become cubanos eating sushi.” Representando a más de sesenta artistas de diversas generaciones y comunidades inmigrantes en los EE.UU. la exhibición A Declaration of Immigration/Acta de Inmigración (ADOI) que se presentó en el National Museum of Mexican Art (NMMA) este verano se propone crear un foro donde discutir el polémico tema de la inmigración sin reducirlo a una

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cacería de brujas como se ha hecho en este país en los últimos años. La inclusión de otros grupos inmigrantes y de artistas norteamericanos e internacionales ensancha el marco para analizar la inmigración. Sin embargo, la muestra no consigue representar todas estas perspectivas. Tres cuartas partes de los artistas representados son méxico-americanos o latinoamericanos. Por lo tanto, me enfocaré principalmente en algunos de ellos y en la transformación de la representación del inmigrante que surge a lo largo de más de cincuenta años que abarca la exhibición. ADOI presenta una impresionante variedad de técnicas y géneros artísticos. Hay ejemplos de pintura, dibujo, grabado, escultura, vídeo e instalación. También se presenta una colección de artefactos como baúles, fotografías, crucifijos, trofeos y vestidos típicos de diferentes comunidades inmigrantes que forman parte de la historia de Chicago. Por si fuera poco, incluye un grupo de exvotos realizados entre 1912 y 1977 donde, entre otros milagros, la Virgen de San Juan de los Lagos acude al rescate de una inmigrante accidentada en Brownsville, Texas, y de un señor extraviado en las calles de Chicago en el año 1917. Aunque un poco descontextualizados (en vez de agruparlos sería interesante yuxtaponerlos en diálogo con diferentes obras de arte), estos objetos de la vida diaria y ejemplos del arte popular aportan una dimensión no sólo histórica sino también personal al enfoque de ADOI. Uno de los temas que surge en ADOI es lo híbrido, o el mestizaje, como resultado incontrovertible de la inmigración. Como sabiamente nos señala el Buda fronterizo: Although bearings remain straight, pathways melt and origin is forgotten. Este juego de palabras que alude a la migración de los amerindios por el estrecho de Bering (podría traducirse como aunque Bering continúa estrecho…), pone en relieve el conflicto fundamental que enfrenta el inmigrante de preservar su identidad cultural a la vez que trata de asumir una nueva. Pero el conflicto se extiende más allá ya que así como la nueva cultura le exige cambiar al inmigrante, el inmigrante también transforma la nueva cultura. Tanto que su presencia despierta un miedo cerval, xenofobia. Gracias al mestizaje, Latinoamérica ha desarrollado una actitud más o menos tolerante con respecto a lo híbrido. Podría decirse que el término nos caracteriza. Pero lo híbrido

no siempre se ha visto como un atributo positivo. De hecho, en ADOI se pueden ver ejemplos de obras cuyo objetivo central es afianzar la identidad cultural del inmigrante y resistir la asimilación cultural. En Libertad, un grabado al agua fuerte de Ester Hernández, de 1974, vemos a la artista cincelando sobre la Estatua de la Libertad para liberar una deidad azteca en su interior. En la base de la estatua está labrada la palabra Aztlán. Reclamar y reubicar conceptual y físicamente la tierra mítica de los aztecas es una de las ideas más fértiles de la ideología chicana. La reivindicación de Aztlán por sus habitantes originarios es también el tema en el dibujo original para el afiche Who’s the Illegal Alien, Pilgrim?/¿Quién es el Ilegal, Peregrino?, de 1978, de Yolanda López. Parodiando al afiche del Tío Sam que se utilizó en EE.UU. para reclutar soldados durante las dos guerras mundiales, López nos confronta con un guerrero azteca que apunta al espectador con el dedo índice en una actitud desafiante. Por su espíritu revisionista y lucidez gráfica, la obra de Eric García es descendiente directa del activismo chicano de Hernández y López. A diferencia de ellas, García no recurre al panteón amerindio para generar sus símbolos, se siente en casa con el lenguaje del cómic americano el cual subvierte para abordar el tema de identidad y pertenencia. En Tamale Man #2, el héroe, o más bien antihéroe, vestido con un traje parecido al de Superman y una máscara hecha con hojas de maíz, se enfrenta a un descomunal y descarnado George Washington que regresa de ultratumba como el máximo vigilante fronterizo (minuteman). El duelo toma lugar en la frontera entre México y EE.UU., la cual García repre-

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Fringe o Insider:

senta mordazmente como la Gran Muralla China. Desprovisto de armas, Tamale Man, un personaje autobiográfico, grita a Washington, “I’m from New Mexico!” Trojan Tumbleweed/Planta Rodadora (Chamizo Volador) de Troya de Juan Angel Chávez prescinde totalmente de signos autóctonos. Es una especie de cápsula espacial e incluso consta con un ala como de avioneta que está cubierta con pedazos de lámina de rótulos desechados. El esqueleto de esta nave lo conforman pedazos curvilíneos de madera que a su vez están forrados con tiras más delgadas de madera y cartón, pedazos de embalaje, cortinas, resortes y unas mallas a semejanza de persianas impresas con escenas de paisajes nórdicos. A un costado opuesto del ala va izada una bandera fabricada de viejas camisas blancas. En el interior de la nave vemos dos termos, un estuche y una pequeña cacerola roja colgados de los ejes del rústico armazón. Lúdica y elocuente, Trojan Tumbleweed es una metáfora inusual y crítica sobre la condición del inmigrante. Como símbolo, el chamizo volador está cargado de significados. Al igual que el vaquero americano, es un signo icónico del Lejano Oeste. En los westerns de Hollywood aparece rodando en el desierto enfatizando la soledad o presagiando un encuentro violento. Pero ni el vaquero ni el chamizo volador son autóctonos. El vaquero es oriundo de España y el chamizo volador de las estepas y cuencas saladas del sur de Rusia. Se cree que unos inmigrantes ucranianos lo introdujeron por accidente en Dakota del Sur a fines del siglo XIX al importar un cargamento clandestino de linaza. Chávez rescata materiales empobrecidos y cotidianos y los ensambla para crear un “organismo estético” que genera nuevos significados. La función implícita de Trojan Tumbleweed es infiltrar la cultura americana y apoderarse de sus medios para confrontarla con sus mitos de origen. El inmigrante está implícito en la nave, extensión de su cuerpo, que va equipada para la supervivencia y le sirve de camuflaje permitiéndole navegar el espacio xenófobo. Disfrazado de chamizo volador, el viajero/ inmigrante no necesita documentos de identidad porque nadie duda de su autenticidad. La realidad del inmigrante en la era de la globalización está patéticamente capturada en la fotografía Centro de Detención, del artista albanés Adrian Paci. En medio de una pista de aterrizaje, alrededor de 30 hombres esperan parados en una escalera móvil de abordar. Algunos miran al espectador, pero sus cuerpos están orientados hacia arriba, hacia el cielo, hacia la nada. No hay avión que abordar, no hay destino. La imagen de Paci es ambigua: los hombres parecen ser latinoamericanos, lo más probable es que sean de origen mexicano o centroamericano, pero la realidad es que representan a cualquier grupo de inmigrantes atrapados en una condición perpetua de desarraigo. Georgina Valverde: artista visual y trabajadora cultural en Chicago 5.

1. Libertad de Esther Hernández, 1974. Grabado al agua fuerte. 2. En Tamale Man #2, Eric García. 3. Who’s the Illegal Alien, Pilgrim?/¿Quién es el Ilegal, Peregrino? de Yolanda López, 1978. 4. Trojan Tumbleweed/Planta Rodadora de Troya (Chamizo Volador) de Juan Angel Chávez. 5. Centro de Detención de Adrian Paci. Gelatina sobre papel.

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El arte latino en Chicago Moira Pujols

Con Pilsen Open Studios, Around the Coyote y Chicago Artists Month a punto de comenzar, pesa la pregunta del sitial que tiene el arte latino en Chicago. Su integración al mundo más amplio del arte, tener acceso a los museos y galerías de la ciudad, son aspectos que retan a los artistas latinos locales. Le formulamos preguntas en torno al tema a Jeff Abbey Maldonado, artista radicado en Pilsen. MP: ¿Por qué hacer arte en Chicago? JAM: Chicago es mi hogar, sobre todo Pilsen. Hay una cualidad dinámica, compleja, aquí. Es un barrio esencialmente de clase trabajadora, y aunque están ocurriendo cam– bios, lo que reina es un sentido de historia y autenticidad. Esta comunidad valora y aprecia a sus artistas. MP: ¿Como ha cambiado el acceso a las galerías comerciales en Chicago para los artistas latinos, desde que vives aquí? ¿Sigue siendo fringe el arte latino? JAM: A menos que haya un mercado para el tipo de arte que produce el artista latino, es difícil conseguir la representación de una galería. Y a menos que el artista se sienta cómodo creando obras que quepan dentro del imaginario tradicional, esos cuadros con el cactus y el sombrero, es poco probable que una galería seria te ofrezca exhibir una muestra de tu obra. No obstante, las obras que ahondan y aprovechan nuestra rica historia cultural y la expresan de una manera diferente, pueden prosperar; todo depende de que se dé esa combinación idónea entre artista y galerista. Es igual que encontrar pareja para casarse. Te casas o divorcias por las mismas razones. Ahora bien, el aspecto comercial del mundo del arte exige la capacidad de crear contactos y de manejarse en esas aguas. El éxito de algunos artistas dependerá de lo bien que hayan pulido sus dotes de bullshit, de saber venderse. Sí hay más oportunidades hoy en día en galerías más jóvenes, y en comunidades artísticas prometedoras. MP: ¿Qué tal el acceso a los museos de arte de la ciudad? ¿El MCA? ¿El Museo de Arte Mexicano? ¿El Art Institute? JAM: El National Museum of Mexican Art (antes MFACM) me dio oportunidades como artista poco después de establecer mi estudio en Pilsen: la posibilidad de exhibir, conseguir comisiones, enseñar, conocer a otros artistas aquí y en el extranjero. El NMMA creció conjuntamente con la comunidad. Los demás museos, como el Museo de Arte Contemporáneo, han abierto sus puertas un poquito a los artistas latinos, sobre todo con su serie 12x12. El Art Institute tiene actualmente la muestra Razquache, pero que yo recuerde, la última vez que tuvieron otra que

enfocaba el arte latino fue Imaging Aztlan, hace como 13 años. ¿Será que nadie se ha molestado en proponer otra muestra desde entonces? MP: ¿Qué representa Pilsen en tu trayectoria como artista? ¿Representa una comunidad estética, política, social, o cultural? JAM: Yo he estado viniendo a Pilsen toda mi vida. Mi papá me traía todos los domingos después de ir a comprar menudo en el antiguo Maxwell Street. Recuerdo los viejos murales, la mayoría desaparecidos hoy. Leía lo que decían esas paredes, sus mensajes de justicia social. Me encantaban esas visitas. Así que cuando llegué aquí tuve la oportunidad de conocer la historia del barrio y de aprender de ella gracias a sus artistas y a los historiadores locales. Los temas de mi obra no son Pilsen o Chicago, sino que trata de mis experiencias, de quién he llegado a ser y a dónde me ha llevado estar aquí. MP: ¿Cómo ha cambiado Pilsen Open Studios? ¿Crece o pierde vigencia? JAM: 18th ST: Pilsen Open Studios existe desde el 2003. Yo fui el organizador por cuatro años. Mi meta era que no cayera en manos de los que hubieran querido que se convirtiera en otro Around The Coyote, vendiendo a la comunidad con dinero corporativo y cediendo el control a esos poderes corporativos. No sólo logramos hacerlo, sino hacerlo bien, utilizando los talentos de artistas, músicos y comerciantes locales para recaudar los fondos necesarios para que el público pudiera disfrutar del evento gratuitamente. La asistencia ha bajado en los últimos dos años pero para ponerlo en perspectiva, Chicago Artists Month ha duplicado su programa de actividades desde que el 18 POS entró en el escenario. Entonces, lo que es posiblemente el mismo público tiene más y más que ver según pasan los años, en octubre, por lo que tenemos que ser creativos para atraer a la gente a Pilsen. Dentro de los logros de 18POS, está el que Prospectus Art Gallery haya reabierto sus puertas, gracias a la revitalización que ha generado el evento. Debemos tener más eventos abiertos al público, como conciertos, teatro o performance art. Y en lugar de que crezca, debemos enfocarnos en la calidad. Pilsen Open Studios se celebrará del 17 al 19 de octubre, de 12:00 a 8:00 pm. Más info en http://artpilsen.blogspot.com Moira Pujols es directora ejecutiva de contratiempo.

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Alicia en el país de las maravillas, de Diana Solis. 48cm x 61cm, tinta y lápiz a color sobre papel, 2008

Jugando a las guerritas, de Diana Solis. 48cm x 61cm, tinta y lápiz de color sobre papel.

Diana Solís y Patricia Acosta: La oscuridad y la luz de sus mundos de fantasía Kari Lydersen Aunque con estilos divergentes, Patricia Acosta y Diana Solís, artistas de Pilsen, nos transportan con sus obras a un mundo enigmático de fantasía etérea. Las pinturas acrílicas y los dibujos de Solís son sobrios, principalmente en blanco y negro con pinceladas estratégicas de colores vivos. Las obras de Acosta son suntuosas con varias capas de pintura combinadas con distintos medios que rebalsan el lienzo hasta cubrir el marco. Aun ambas usan sus reinos fantasiosos para ahondarse en las profundidades de las emociones y el dramatismo humanos; para darle un toque ligero y burlón a temas serios; para reflejar tanto lo sombrío como lo jubiloso. Las artistas expondrán sus obras del 17 al 19 de octubre en el Open Studios de Pilsen; además, de otras exhibiciones programadas para este otoño (ver más abajo). Diana Solís Creciendo en Pilsen, Solís y sus hermanos siempre se sintieron atraídos por el arte, mientras el padre orientaba a los chicos en esa dirección, pensó que ella elegiría la abogacía o la banca como profesión. Diana retaba a concursos de caricaturas a los muchachos de su clase, y luego forjaría una amistad, que nació de un amor platónico, con uno de los mejores artistas. También decidió salirse del programa juvenil de empleos de verano del alcalde Daley, al cual encontraba aburrido, sin sentido y una

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pérdida de tiempo. En vez, se matriculó, junto con su hermano, en una clase de fotografía en la Iglesia San Procopio, usando lo que llama “cámaras básicas Diana”. “Nos la pasábamos sacando fotos de todo lo que veíamos, teníamos locos a nuestros padres y amigos”, dice. También se dedicaron a pintar murales, hacer teatro callejero y se iniciaron en la pintura al óleo a través del grupo comunitario Pros Arts de Pilsen, donde Solís sigue enseñando. Tenía pensado seguir arquitectura, decisión que su padre veía como un buen paso camino al matrimonio, pero lo último no estaba en sus planes. “Recibir una educación, estudiar una carrera, y después de frente al matrimonio, ¡ni hablar!” decía Solís. Ingresó a la Universidad de Illinois en Chicago al programa de estudios latinoamericanos, pero abandonó sus clases para irse a México, país que había dejado de bebé con su madre para reunirse con su padre en Pilsen. Una vez en la ciudad de México fue parte de un grupo bohemio de artistas, escritores, poetas y activistas. Comenzó a diseñar afiches para marchas, cayendo luego en los brazos del periodismo fotográfico. Siguiendo su llamado artístico, se fue al Perú a comienzos de los ochenta, cuando el gobierno se encontraba

en pleno conflicto armado con el grupo guerrillero Sendero Luminoso. “El país estaba pasando por uno de los peores momentos de su historia”, explica. “Era muy joven e ingenua. Así como guardo lindos recuerdos, también tengo tristes vivencias. Fui testigo de muchas cosas”. Regresó después a Chicago para ayudar a sus padres ya mayores, residiendo brevemente en Lakeview, Pilsen y por un buen tiempo en Wicker Park en el edificio Flat Iron, donde pasó a formar parte de una prominente comunidad artística, conocida por su inclinación a la juerga y la parranda. A los 40 años decidió regresar a la universidad y descubrió que la pintura le ofrecía un medio de expresión más directo, emotivo e inmediato que la fotografía —sobre todo antes de la era digital— volcándose de lleno a este género. “La gente me decía cómo se te ocurre dejar la fotografía, obviamente no servía para ello”, dice. “Pero la pasión que sentía era tal, que estaba convencida de que eso es lo que quería hacer el resto de mi vida”. Y lo ha logrado, ya que se gana la vida con sus pinturas, además, de dar clases de arte en programas extracurriculares y de la comunidad. Su estilo ha evolucionado de una forma abstracta, óleo en lienzo, a una obra más figurativa con acrílica en papel. Uno de sus estilos característicos es un fondo de capas que forma un relieve de pintura multicolor, sobre el cual “dibuja” usando un pincel de punta finísima, que termina con otra capa de pintura. octubre 2008


Hace cinco años se ganó una beca para estudiar arte en Oaxaca con un conocido grabador que elabora tintas de la grana cochinilla, parásito que vive en las plantas de cactus, cuyos huevos se trituran para extraer un tinte carmín que combinado con otros agentes —ceniza, sal y zumo de limón— pueden transformarse en otros colores. Allí descubrió el arte del grabado y se “enamoró” de los colores de Oaxaca”, abandonando su preferencia por los tonos en las gamas del marrón y beige por los espléndidos matices del sureño estado mexicano. Los mitos y cuentos de hadas son su fuente de inspiración. De primera impresión, sus obras parecen ser propias de una habitación infantil, pero al examinarlas más de cerca, son sombrías y perturbadoras, como casi todos los cuentos de hadas clásicos. “Mi obra nace de las experiencias infantiles, no personales sino más bien universales, el concepto de la niñez no es tan inocente como pensamos”, explica. “tiene su lado alegre pero también su lado tenebroso. Yo me concentro en la forma como la gente maneja lo tenebroso en la sociedad, lo hago a través de mis personajes y sus interacciones”. A menudo sus árboles reflejan una “cualidad de mal presagio”, con dientes y ojos. En una de las pinturas, aparece un niño con una bufanda sobre la boca, disfrazado de animal, quien con una escopeta está a la caza de bestias por el bosque. Pero es el bosque quien lo persigue, envolviéndolo en un manto verde amenazante en su intento por cazar. La serie titulada Somos de la Tierra representa nuestra relación con la tierra. En una pieza de colores excepcionalmente vivos, un chico recoge una manzana en un campo exuberante mientras una cascada de coloridas hojas forma un corazón sobre su cabeza. Una de las obras de esta serie será exhibida durante la celebración anual del Día de Muertos del National Mexican Museum of Art. Hay conejos por doquier —animales que considera “fascinantes”— y su perro Comino —una mezcla de chow, husky y esquimal— a veces “aparece como un conejo enorme”. Prevalece el antropomorfismo en ambas manifestaciones —hay mucha gente con máscaras de animales y animales con características humanas. Una pila de calaveras con simpáticas caritas de animales tiene por título Crispy Critter Calacas. Solís se encuentra actualmente diseñando afiches para la representación local de una de las obras de Mario Benedetti que trata sobre la tortura, y también algunas ilustraciones para libros. “No es fácil tomar una pieza literaria y traducirla a imágenes, pero estoy lista para dar cara al desafío”, dijo. “No voy a recurrir a lo didáctico, voy a buscar otra manera de lidiar con el asunto”. Por lo general, está más dedicada a las ilustraciones; recientemente diseñó la carátula de Revista Iberoamericana, revista especializada de la vanguardia latinoamericana publicada por la University of Pittsburgh. A pesar que residía en Wicker Park ha estado enseñando y formado parte de la comunidad artística de Pilsen por años, a dónde regresó a vivir el pasado mes de abril, a unas cuantas cuadras de dónde creció con sus seis hermanos. No extraña el ruido ni el laberinto de Wicker Park, y según ella pertenece más en este escenario de las artes orientado a la comunidad con los pies bien puestos en la tierra. Fue una de las principales organizadoras de Open Studios, incluida la exitosa campaña de recaudación de fondos realizada el 2 de agosto en el National Museum of Mexican Art. En cuanto a la evolución de Pilsen, como a muchos residentes de años, le preocupa el aburguesamiento del lugar. Pero también ve con optimismo una nueva ola de activistas y una cultural juvenil de resistencia que no recuerda haber visto durante su juventud. “Hubo como un paréntesis, pero ahora estamos presenciando un renacer musical y cultural entre los jóvenes, que no existía antes”, exclama. “Pilsen está “reventando” con música, que va de la tradicional a la metálica, de ska a reggae, y con tenor político. Para mí es energizante poder presenciar estos hechos”.

Patricia Acosta El mundo de Patricia Acosta es un remolino de estrellas, ojos, suaves figuras humanas, destellos de sol, y flores. La imagen de la propia Acosta o a veces otra cara femenina o un cuerpo que sustituye los suyos, están al centro de muchas de las obras, quizás representando lo que la artista de Pilsen y oriunda de Guadalajara describe como la sensación de felicidad y equilibrio que ha encontrado al hacer realidad sus sueños, enfocarse solamente en su obra artística y decidir cómo pasar su tiempo y vivir su vida. Acosta, de 34 años, vino a Chicago con visa de turista en 2002 después de haber estudiado artes plásticas en Casa Colomos, un centro de arte ubicado en un castillo al filo del Bosque los Colomos en el estado de Jalisco, México. Llegó a Chicago sin amigos, contactos, trabajo o dominio del inglés, pero no tardó en crearse un espacio en esta ciudad con la que se ha encariñado. Vivió en Lakeview un año y en Humboldt Park seis meses, antes de llegar a Pilsen. “Cuando vine a Pilsen, todo encajó,” dice. Ha renunciado al tipo de vida que la mayoría de su familia y la gente a su alrededor escogió: matrimonio, hijos y carrera estable. Lo que ha hecho es vivir de su arte. “Es difícil, pero vale la pena,” confiesa. La amplitud de su obra es de admirar. Actualmente expone en Prospectus Gallery (1210 W. 18th Street) hasta el 10 de octubre. También ha participado en exposiciones en el Consulado General de México, el Café Jumping Bean y una galería en Michigan, y sus cuadros han sido parte de dos versiones (en 2006 y hasta el 2 de octubre de este año en la galería Betty Rymer de la escuela de arte del Art Institute) de la muestra “Rascuache,” curada por Marcos Raya, un buen amigo y mentor. Rascuache es un término asociado originalmente con la cultura chicana, pero que Raya ha convertido en universal en su muestra y que nos remite a la vida callejera, la supervivencia, la creatividad dentro de la adversidad, y la libertad del espíritu. La obra de Acosta encaja perfectamente—retratos enormes y exuberantes llenos de brillo, estrellitas pegadas, mariposas y hondos remolinos de tonos morados—, como los sueños desinhibidos de una adolescente, plasmados en toda su naturalidad y hermosura. El trabajo reciente de Acosta incluye una serie de cajas de música que rinde homenaje a ciertas personas o temas. Encuentra las cajas en tiendas de segunda mano y les quita el mecanismo sonoro, que sorprende por su simplicidad: un manivela hace girar un cilindro giratorio con remaches, que al tocar un cepillo metálico produce el sonido. “Me encanta, parece poesía,” dice del pequeño mecanismo. Estos mecanismos los pone en cajas que ha decorado suntuosamente. Hay una con el tema del muro fronterizo: la faz de una mujer en piedra, una ampolleta de sangre (realmente tinta china roja), imágenes del muro, cruces y un medallón que muestra gente corriendo, el logotipo casi irreconocible del maratón de Chicago. Otra caja celebra a Rudy Lozano. Si bien gran parte de la obra de Acosta es meditativa, personal y etérea, mucha también es política. “Creo que no sólo tenemos el derecho sino la obligación de hacer esta obra”. Y continúa, “Si puedo por lo menos poner mi granito de arena…” En su época de estudiante, Acosta pensó que se dedicaría a la escultura, pero eliminaron ese programa y terminó especializándose en pintura, aunque sigue haciendo pequeñas esculturas, a veces en ámbar y piedra, para decorar sus cajas de música. También crea técnica mixta con objetos encontrados que muchas veces reflejan la personalidad industrial y resistente de Chicago que ha influido en su obra desde que llegó a la ciudad.

“Fui a un edificio desocupado en la Cermak que daba miedo, ¡pero encontramos tantas cosas lindas!”, dice. “Eso es muy Chicago. Me encanta lo nuevo y lo viejo de Chicago. Acosta pasó siete meses en Chiapas para una exposición, y parte de la obra que regresó a Chicago, como un autorretrato montado en una puerta, hablan de sus trayectos emocionales y físicos, y cómo son una metáfora de temas humanos universales. “El Miedo,” creado sobre un lienzo desgarrado, muestra a una mujer asustada que esconde la cara. Pero ella piensa que el miedo – y la desesperanza, el tema de otro cuadro – son sólo estados mentales que se pueden vencer. Otro cuadro habla de su búsqueda del silencio: una mezcla de caras y ojos en el bosque. “¿Puedes encontrar tu centro silencioso, tu verdadero yo?”, pregunta. “La gente siempre está hablando, preocupándose por el dinero y las cosas. Yo me encontré y me di cuenta de que es todo lo que necesito.” Acosta trabaja en una exposición titulada “Las ventanas de percepción,” que espera exponer en el Museo Nacional de Arte Mexicano. “Finalmente, tu vida se trata de tu percepción de ella, no del juicio de los demás”, me explica. “Toda tu obra, inspiración y sentimientos sobre el mundo, son tu propia percepción”. Kari Lydersen es escritora y periodista Exposiciones: Las obras de Diana Solís y Patricia Acosta será parte de Pilsen Open Studios, del 17 al 19 de octubre. La apertura del evento será en Prospectus Gallery, 1210 W. 18th Street, el 17 de octubre de 5 a 10 p.m. El 18 y 19, tanto Solís como Acosta tendrán una muestra en 1441 W. 18th Street.

Technochupacabras de Patricia Acosta, 2007. Óleo sobre cartón número 59

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La crisis de la educación financiera y la planificación para el retiro entre los latinos Karen Richman, Gia Barboza, Teresa Ghilarducci y Wei Sun Las personas que planean su jubilación y llevan a cabo todas las medidas para ello cuentan con mejores herramientas para incrementar sus ahorros, a la vez, que son capaces de acumular mayor riqueza que aquellos que no han hecho una planificación metódica para su retiro.

Según nuestro estudio, sólo 22 por ciento de los latinos –contra 34 por ciento de blancos y 23 por ciento de afroamericanos–, suele calcular cuánto dinero van a necesitar para su retiro, antes de llegar a la edad de jubilación. Entre los latinos que participaron en el estudio, y que dijeron estar planificando su retiro, un 35 por ciento contaba con un plan minuciosamente desarrollado. No obstante, en comparación con los latinos, una proporción significativamente mayor de afroamericanos (55 por ciento) y blancos (72 por ciento) dijo estar planeando para el retiro. Pese al hecho de que los blancos suelen tener mayores conocimientos que otros grupos en materia de planificación financiera, los porcentajes de participación en planes de retiro son bajos, independientemente del grupo étnico de que se trate. Los blancos tienen el doble de predisposición que los latinos para planificar su retiro; sin embargo; ambos grupos tienen más o menos el mismo nivel de éxito una vez que han dado los primeros pasos para generar un plan. El hecho de que los latinos tengan más disposición a mantenerse dentro del plan que hayan establecido, indica que, para ellos, ahorrar para el retiro es un acto más pasivo y menos voluntario que para otros grupos. Los latinos tienen menor predisposición a participar en planes de contribución, tales como los 401(k), aun si sus empresas se los ofrecen. Aunque estarían más dispuestos a tomar en serio su jubilación si sus empresas les ofrecieran planes de pensiones obligatorios. Nuestro estudio demuestra que, una vez inscritos en un plan de retiro, los latinos se mantienen en ese plan con mayor frecuencia que otros grupos. Los latinos suelen confiar más en recursos informales de planificación, como la familia y los amigos (34 por ciento), que los blancos (28 por ciento) y los afroamericanos (17 por ciento).Asimismo, y con pocas excepciones, los latinos están menos interesados en usar medidas formales de planificación, tales como asistir a seminarios sobre retiro o usar calculadoras financieras y hojas de cálculo. En la categoría de planificación formal, los latinos acuden menos que los blancos y los afroamericanos a profesionales que puedan asesorarlos. Más aún, un tercio de los latinos lo hacen con miembros de su familia, más que los otros dos grupos combinados. En Estados Unidos, conforme el marco de ahorro para el retiro cambie de beneficios federales a planes de contribución individual, será mayor la proporción de responsabilidad que el trabajador deberá asumir en relación con su jubilación. Nuestro estudio confirma que los estadounidenses, en general, y los latinos, en particular, no están en absoluto preparados para hacer frente a este creciente reto. Si en la planificación para el retiro no se combinan la responsabilidad y el ahorro, con la educación financiera, el resultado puede ser desastroso conforme la población envejezca. Ahora es el momento para tomar medidas concretas que prevengan esta crisis. La falta de preparación financiera es general y sistemática entre toda la población, pero es de particular preocupación en la comunidad latina. Otro problema es que, comparados con blancos y afroamericanos, es menos factible que los latinos trabajen para grandes corporaciones y empresas del sector público, que son los principales proveedores de servicios y programas de educación financiera. En cuanto a instituciones financieras, uno de cada cuatro latinos no ha abierto una cuenta de cheques, lo cual es el primer paso para acceder a los servicios y programas de educación financiera de los bancos. Basados en nuestra investigación, recomendamos que se generen políticas dirigidas a incrementar la cobertura de pensiones para los latinos, tomando en cuenta cuatro factores: I) Los latinos tienen menores posibilidades de ser elegibles para planes de pensiones, debido a su posición en el mercado laboral. II) Dado que es más factible que los latinos sean trabajadores de bajos salarios, es mayor la posibilidad de que estos trabajadores se concentren en aumentar su ingreso en efectivo, y menos probable que inviertan en planes de retiro. III) Un alto porcentaje de los latinos son nacidos en el extranjero. Latinoamérica (40 por ciento) o de origen mexicano (67 por ciento), lo que los aleja más aún del sistema financiero. IV) Si bien la educación financiera es un problema para todos los trabajadores en Estados Unidos, es una preocupación especial en el caso de los latinos; ya que sólo 20 por ciento de ellos, por ejemplo, saben cuánto necesitarán ahorrar para retirarse.

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Recomendaciones para facilitar una mayor participación de los latinos en los planes de retiro 1. Realizar cambios en las regulaciones sobre pensiones, a fin de incluir a trabajadores que actualmente no son elegibles, jóvenes y temporeros, inclusive. 2. Tomar medidas que atraigan a los trabajadores de bajos ingresos para que participen en planes de pensiones y que fomenten la idea del retiro entre los latinos. 3. Implementar iniciativas que resulten en mayor participación en sistemas financieros y de retiro, a través de soluciones a problemas que mantienen a los trabajadores mexicanos lejos de los bancos. 4. Explorar vías que hagan obligatoria la participación en planes de ahorro. 5. Establecer programas que mejoren la educación financiera de la comunidad latina, a través de iniciativas que incluyan, entre otras cosas, más matemáticas en los sistemas de educación para adultos. 6. Incrementar, en general, los niveles de educación financiera de la comunidad latina que resulte en un aumento a corto plazo de la participación de los latinos, no sólo en los planes de pensiones sino en todo el sistema bancario. 7. Desarrollar herramientas educativas, lingüística y culturalmente relevantes, que se enfoquen específicamente en ahorro, sistemas financieros y retiro. Esos programas deberían: • Promover la educación financiera en campus universitarios. • Expandir recursos de educación financiera, incluyendo la contratación y capacitación de educadores bilingües. • Incrementar los programas de planificación de inversiones para latinos. • Incrementar la preparación financiera de los latinos a través de métodos individualizados y culturalmente apropiados que inspiren confianza. 8. Crear políticas que reconozcan a los latinos como miembros de familias multigeneracionales, interdependientes y geográficamente dispersas. 9. Generar mejor comunicación con los latinos, para educarlos sobre los servicios disponibles para ellos y sus familias. 10. Expandir la elegibilidad de beneficios para trabajadores y sus familias, para incluir trabajadores actualmente no lo son, que considere a jóvenes, trabajadores recientemente empleados, trabajadores de medio tiempo, temporeros y empleados de pequeñas empresas. 11. Desarrollar medidas que incrementen el uso de servicios bancarios y financieros entre latinos que envían remesas a sus familias o que compran propiedades y hacen otro tipo de inversiones en sus países de origen.

NOMBRE DEL ESTUDIO: La Tercera Edad: Las pensiones y el retiro de los latinos, y su impacto en las familias.

Karen Richman es directora del Centro para Estudios de Migración y Fronteras del Instituto de Estuidos Latinos de Notre Dame. Gia Barboza es profesora adjunta de la Escuela de Asuntos Públicos de la Universidad Americana. Teresa Ghilarducci ocupa la Cátedra Irene & Bernard L. Schwartz de Análisis de Políticas Económicas de la Nueva Escuela de Investigación Social. Wei Sun es coordinadora de datos de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de Notre Dame.

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Cuentos de César Silva Santisteban Ganador del Premio John Barry 2008

n el 2008, el Premio John Barry de Cuento en Español entró en una nueva etapa. Después de cuatro ediciones en los que logró consolidarse localmente, el premio decidió trascender las fronteras de Chicago – en parte por necesidad lógica de crecimiento, y en parte por cumplir la misión emprendida por John Barry cuando comenzó a recopilar obras de escritores latinoamericanos: encontrar y celebrar la literatura en español escrita desde los Estados Unidos. Por estos motivos, el Premio John Barry decidió ampliar su convocatoria a escritores

latinoamericanos radicados en el resto de los Estados Unidos y Canadá. Era una propuesta ambiciosa, que cambió la estructura y la logística del certamen. La respuesta, sin embargo, fue mayor y mejor de lo que sus organizadores esperaban. Más de 120 cuentos fueron considerados para el premio. Cuentos provenientes de Illinois, por supuesto, pero también de Florida, Nueva York, Nueva Jersey, Texas, California, Canadá. Seleccionar finalistas no fue fácil para el jurado integrado por Verónica Esteban, Sandra Benedet, Diana Niebylski, Jorge Abril Sánchez, Mario Santana y Gerardo Cárdenas. Al final, las deliberaciones se inclinaron por el cuento titulado “Anatomía”, del peruano César Silva Santisteban (Trujillo, 1961), radicado en Texas y alumno de la maestría de Creación Literaria en la Universidad de Texas-El Paso. Que el ganador haya sido un escritor radicado fuera de Illinois prueba – además de los méritos de su trabajo – la validez de la visión de extender el premio Barry a la totalidad de Estados Unidos y Canadá. John Barry ya había previsto que la escritura en español en este país no era un fenómeno localizado, sino una veta viva de un idioma cada vez más profundamente arraigado en la vida colectiva. Mexicanos, peruanos, colombianos, dominicanos, argentinos, chilenos, bolivianos, españoles, cubanos y muchos otros, que hemos venido a vivir a este país y a Canadá por distintas razones, seguimos unidos por la lengua materna, y expresando nuestros sueños y ficciones en esa lengua, pese al tremendo peso ideológico y cultural del inglés. Hay Premio Barry para largo rato. Contratiempo, que desde la primera edición ha sido socio y cómplice del certamen, cumple con su compromiso de dedicarle las páginas de Deshoras al ganador, ofreciendo no sólo el cuento triunfador, sino otros textos del autor. “Anatomía” es una viñeta humorística y despiadada, de una broma llevada a sus últimas consecuencias en la Facultad de Medicina de la Universidad limeña de San Marcos. El texto fluye con notable sencillez, en un lenguaje directo y contundente. Los hechos se vuelven ineludibles, presentados con gran economía y precisión de trazos. Silva Santisteban, precisamente, estudió Medicina y Literatura en San Marcos, así como Pintura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido bibliotecario, librero, editor, guionista de televisión, conferencista y promotor cultural. Antes del Barry, sus relatos han ganado premios, como el de la revista Caretas, o el Premio Copé. Ha publicado un libro de ensayos Simples opiniones (1988), así como el poemario La soledad de los muertos (2000) y el libro de cuentos Fábulas y antifábulas (2004). Además de “Anatomía” ofrecemos en estas páginas “El Exilio”, “Zarabanda con manuscrito” y “Reunión”, que ya habían sido publicados en el Perú – los dos primeros en Fábulas y antifábulas, y el último en una antología de relato breve titulada Colección mínima. Como en “Anatomía”, los tres relatos están marcados por un lenguaje directo, puntual, golpeador, sin florituras innecesarias. Esperamos los disfruten.

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‘Los cadáveres frescos están allí detrás’, dijo el loco Vizcarra. Se

refería a lo que nosotros llegamos a conocer como La Bañera, un sitio siempre húmedo donde se apilaban los cuerpos para que, en orden de llegada, limpiaran sus venas y arte� rias de sangre y, a cambio, las empaparan con formol diluido. Aquel comentario no venía a cuento y, como tal, lo ignoramos. Quizá se

debía a los nervios, pero lo último que se nos hubiera ocurrido es que el loco tuviera miedo. Estrambó� tico, cínico y tosco en casi todo lo que decía y hacía, Vizcarra en el fondo era un tímido que se relajaba de sus aprensiones mediante la provocación. Estábamos dentro de la facultad de Medicina y eran las dos de la mañana de un viernes de octubre. Nos habíamos escondido seis horas atrás en el Jardín Botánico, frente a Farmacología, y tuvimos

que soportar el paso del tiempo debajo de unos pequeños robles antes de salir de allí. Calculamos que cada uno de los guardianes estaba en esos momentos muy lejos, apoltronado y adormilado en una de las cuatro casetas próximas a los portones de metal que daban a las calles laterales y a la avenida Grau. Por suerte, no anduvimos con problemas. La luna estaba linda, lo más parecida al borde convexo de una uña. Varias nubes cubrían la mayor parte de estrellas y, para la época, no se dejaba sentir mucho frío. Caminábamos evitando los faroles, apartados de las aceras, pegados a los muros de los distintos edificios y ensombrecidos aun más por los ficus, los arces y las casuarinas. Al cabo de unos minutos por fin llegamos hasta el anfiteatro de Anatomía. La puerta trasera estaba con candado, pero eso no representó ningún problema para el flaco Subauste, cuyo abuelo se había ganado la vida como cerrajero y con el cual había aprendido desde muy chico a limar llaves y a soltar los cerrojos con ganchitos para el cabello. Le tomó un par de minutos debido a la oscu� ridad, ya que habíamos decidido no encender las linternas allá afuera. ‘Listo’, dijo el flaco. ‘Apúrense.’ Y a su orden entramos los otros cuatro: Vizcarra, el sapo Vásquez, Silva y yo; el flaco nos siguió en cuanto hubo puesto de nuevo el candado en su sitio. El corredor que daba al salón principal, por un lado, y a La Bañera, por el otro, era una boca de lobo ya que no se veía nada, pero sólo nos arriesgamos a prender un fosforito cuando sentimos que nuestras manos tocaban el metal helado de los guardarropas, a unos metros de la entrada. Todo estaba en orden. Silva sacó de una mochilita las linternas forradas con celofán azul para aminorar el brillo y las repartió. Las encen� dimos apuntando hacia el piso de mármol, como habíamos acordado, para evitar que relumbraran hasta los tragaluces. Por las ventanas no había de qué preocuparse: por dentro tenían hojas de madera con pestillo y aislaban el interior del anfiteatro de cualquier mirada indiscreta. El plan era simple pero nos iba a tomar unas horas. El día anterior cada uno de nosotros había hecho un recuento de los cadáveres menos destazados, de manera que cono� cíamos su ubicación; lo más difícil, según creíamos, era entrar a las cámaras donde las chicas que estudiaban enfermería colgaban sus mandiles y, luego, abrir y cerrar sus casilleros. Pero teníamos al flaco Subauste y dimos por descontado el asunto, así que, bastante relajados para tales circunstancias, nos pusimos a trabajar en seguida. El sapo Vásquez, Silva y yo fuimos hacia los salones de disección; el loco Vizcarra y el flaco se dirigieron hacia el otro lado del anfiteatro para abrir las cámaras.

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Nuestras clases de anatomía y fisiología empezaban a las nueve de la mañana y terminaban a las cuatro de la tarde, lunes, miércoles y viernes; los sábados arrancaban a las ocho y terminaban a la una. El resto de la semana nos machacaban radiología, embriología e histología, siempre tratándonos bastante bien, diciéndonos doctores aquí y allá y engordando nuestras vanidades. Así, claro, nos tenían jodidos. En cambio, a las chicas de enfermería les mareaban la paloma diciéndoles que iban a recibir las mismas clases pero condensadas, de siete a ocho y cincuenta de la mañana, y después, por supuesto, se iban a pique cuando no tenían ni una remota idea del reco� rrido de la vena basílica o ignoraban si las neuronas centrales tenían algo que ver con el yeyuno. Pero, en fin, allí conti� nuaban tercas e indesmayables. Inclusive algunas, en rarísimas ocasiones, nos daban tanda porque habían estudiado por su cuenta mucho más de lo debido. El caso es que deseábamos gastarles una broma pesada y, de paso, sacar provecho de algunas sobras. Unos cuantos alumnos, los más adinerados, pagaban bien por un ojo con toda su parafernalia adjunta de nervios, músculos y piel, y más por algún miembro completo o una víscera en perfecto estado. De modo que era noche de juego y recolección. El sapo Vásquez iba haciendo cálculos de cuánto podíamos cobrar por esto y aquello, mientras Silva, siempre más juicioso, se fijaba en la hora y nos apuraba. Cuando entramos al primer salón de disección, nos dimos con la sorpresa de que los cadá� veres habían cambiado de mesas y que nuestros apuntes ya no correspondían a los hechos. ‘Mierda’, dijo el sapo. ‘Esto es culpa de Cóndor.’ Para que se entienda: Cóndor era un viejo indio que había crecido en el abandono, a sus aires, y con una afición tal al cigarrillo que parecía haberla adquirido en el útero de su madre. De chico dormía bajo los puentes y en más de una ocasión lo habían metido en el Orfelinato, pero nunca fue posible que abandonara el carácter solitario e independiente que mamó del resuello sucio de Lima, de forma que si lo internaban x veces, él se escapaba x + 1. Feo, encorvado, cetrino y de pocos dientes, su genuino apellido parecía no ir en broma y sólo la perseverancia de nuestro decano, que le permitió, primero, comer y dormir en el Centro de Estu� diantes de la Facultad a cambio de varias labores de limpieza, y, después, lo animó a entender de qué manera se aseaban, desecaban y cosían los muertos llegados de la morgue, pudo aliviar un poquito su dureza. Sin embargo, jamás nadie logró domar su soledad ni pudo arrancarle más de dos palabras

sobre cualquier tema. Como fuera, todos sabíamos que el único lugar en el mundo que podía sentir como su casa era la Facultad y, también, que el único sitio en el cual se hallaba a sus anchas era La Bañera. ‘Ese cojudo, vez que se aburre, mueve los fiambres’, siguió diciendo el sapo Vásquez con fastidio mientras buscaba los cuerpos más idóneos. Miope hasta la médula, no les atinaba, pero Silva, muy seguro entre las tinieblas y el resplandor cobalto de las linternas, sondeaba con los dedos, localizaba el justo cadáver y nos pasaba la voz. Luego, entre los tres, bajá� bamos al fulano del tablero y lo cargábamos hasta la puerta que daba a las cámaras de enfermería para que lo recogieran el loco Vizcarra y el flaco Subauste. Aquella era una semana de difuntos, no de difuntas, pues la única mujer que había era bajita, mulata, de unos treinta y pico de edad, con la marca firme de una llanta de automóvil que la hizo puré desde el hombro derecho hasta la cadera del mismo lado y, por consi� guiente, no servía. En toda esa operación nos atrasamos mucho. Silva miró su reloj y nos largó la noticia: iban a dar las cinco de la mañana y teníamos que salir de allí de inmediato. Ya el sapo se había embolsado un respetable número de órganos y otras piezas convenientes para el negocio y cada uno de nosotros había dispuesto los cadá� veres conforme lo previsto. Así, tratamos de borrar cualquier huella que pudiera delatarnos y rápidamente nos encaminamos hacia nuestra salida, pero al llegar a la misma puerta por la que irrumpimos el corazón nos dio un brinco: estaba cerrada por fuera. Tal vez alguien había notado que el candado estaba abierto y, sin imaginar ninguna intrusión, lo cerró. ‘Mierda, de seguro fue uno de los guachimanes’, dijo el loco Vizcarra, ahora sí nerviosísimo. ‘Nos jodimos’, dije yo, tratando de ser positivo. El flaco se afanaba en vano por pescar alguna forma de abrir la maldita puerta, en tanto que el sapo, abstraído en la cuestión, se mordía enérgicamente los pulgares. El único que parecía tranquilo era Silva, aunque sabíamos que él llevaba las procesiones por dentro. Por eso lo respetábamos. Por eso y por su físico de boxeador de peso medio y su ánimo leal pero irritable. La verdad es que aguan� taba muy pocas pulgas. octubre 2008


‘�Trato de romper los postigos?’, preguntó Silva. ‘No’, le dije, porque eso significaba ocasionar un ruido de los mil demonios que alertaría a los guardias. ‘Si no podemos abrir ninguna puerta de salida, lo mejor será que nos escondamos en el anfiteatro’, agregué. Tanto el loco Vizcarra como el sapo Vásquez estuvieron de acuerdo. ‘Lo que decida la mayoría’, dijo Silva. El flaco Subauste no abría la boca más que para resoplar, concentrado como estaba en desmontar las bisagras de la puerta, pero todo su empeño fue en vano. No hubo manera de aflojar ni un tornillo. Iba a amanecer pronto y ya la completa negrura había dejado paso a una atmósfera gris; el frío estaba húmedo y nos calaba hasta la médula. En un plan trazado al vuelo deci� dimos robar de las cámaras unos mandiles para justificar nuestra presencia. Quien tenía las llaves del anfiteatro era Cóndor y él, con su afán de verificar que todo estuviera en orden en La Bañera, llegaba siempre unos veinte minutos antes de las siete; del resto ya se había ocupado hasta las diez de la noche del día anterior, sin falta, de modo que no husmearía en cada uno de los ambientes. Por fortuna para nosotros, Cóndor tenía el vicio de fumar y le estaba prohibido hacerlo en el interior de los edificios, así que sus primeros pitillos los consumía mientras tomaba un café en el quiosco de Bioquímica, que ya estaba abierto desde las primeras luces. ‘Cuando salga con su pucho’, dijo el flaco, ‘nos vamos.’ Entre tanto, no había nada que hacer y ninguno tenía humor para contar chistes ni sueño para dormir. Cada cual se ensimismó un largo rato en sus pensamientos. Nos habíamos refugiado en un extremo del ala izquierda del anfiteatro, juntándonos todo lo indispensable para darnos un poco de calor, pero no nos bastaba. Fue entonces cuando a Silva se le ocurrió, no sé por qué, empezar a narrarnos una historia. El flaco Subauste no estaba para cuentos, pero �qué más daba? Mal que bien, se trataba de una distracción indispensable en aquellas circuns� tancias. La historia se situaba muy lejos, en un país que para nosotros tenía menos de realidad que de leyenda. Acaso a Silva se le vino en mente porque, según nos dijo, fue ahijado de un tal Hirata, viejo sastre que del idioma caste�

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llano no aprendió ni pío aunque sí memorizó, para señalarlo, la expresión mestiza ‘papacho’, o sea, papaíto. Vez que el señor Hirata le hablaba eran sus hijas quienes traducían; por este motivo, su voz, para Silva, siempre fue femenina. Así pues, el relato que imaginó y que nos tuvo en vilo hasta poco antes que despuntara el día fue llamado por nosotros, unánimemente, ‘La bailarina inmóvil’, y fue en esencia el mismo que, tras pasarlo años después al papel, iba a darle a Silva el segundo premio de un concurso. Lo recuerdo bien, y pienso que en ese instante se le metió la tonta idea de que podía ser escritor y también de que debía abandonar el internado. En fin, aquel cuento, el de la bailarina, al terminar nos dejó algo cansados y con ganas de pasar a otra cosa. Lo mejor, claro, hubiera sido echarnos a dormir, pero como no podíamos darnos el lujo me puse a hacer estiramientos, sentadillas y, después, unas cuantas lagartijas, por lo que Vizcarra empezó a reír. ‘Ese está más loco que yo’, dijo, y se levantó para imitarme. Al minuto, los cinco estábamos haciendo ejercicio. El que más se quejaba era el sapo Vásquez. ‘Carajo’, decía, ‘nos van a botar de la Facultad, pero por imbéciles.’ En eso, entre brinco y brinco, oímos que abrían la puerta trasera. ‘Puta,

tuvimos una mejor ocurrencia y seguimos el consejo, yendo en fila india y de puntillas hasta los lavatorios, maldiciéndonos por la idiotez de nuestra situación. Nos aseamos lo más rápido que pudimos, rogando que nadie entrase todavía. Al parecer, la suerte estaba de nuestro lado. Tuvimos que ser meticulosos para no dejar ninguna huella que nos delatara y, al cabo, con muchísima desconfianza, nos encami� namos hacia la puerta trasera. Al aproxi� marnos al corredor, el flaco Subauste, que iba a la cabeza, nos detuvo con un gesto y asomó la vista para saber si no rondaba Cóndor. ‘Nadie’, dijo, y nos apuró. Yo sentía los pies de plomo, aunque los escasos metros de esa ruta de escape dispararon mi adrenalina hasta el tope. No sé cómo pero logramos salir sin que alguien se percatara. En seguida amino� ramos el paso y, fingiendo pachorra, tomamos el rumbo al Centro de Estudiantes donde, bajo un espacioso sillón de cuero adjunto al estante de libros, habíamos guardado nues� tros mandiles e instrumentos de disección. A los otros mandiles los embolsamos, convini� vendo en que, de hallar la oportunidad, los devolveríamos, porque una cosa era bromear y lucrar con los muertos y otra, muy distinta, robar a gente aún viva. El primer grito lo sentimos a la distancia, cuando estábamos ya de regreso, a la altura de Bioquímica. Fue la primera chispa de un reguero de pólvora que se extendió de estampía y que no cesó hasta que volvimos a pisar el anfiteatro. Las chicas de enfer� mería, por supuesto, ya se habían topado con los cadáveres. Hubiera sido imposible lo contrario: en los baños, parados aunque en

El primer grito lo sentimos a la distancia, cuando estábamos ya de regreso... llegó Cóndor’, dijo el flaco Subauste, y uno tras otro nos arrastramos hasta debajo de la última mesa de disección, la más apartada de la entrada al salón B. Apenas eran las seis y treinta. El tipo era silencioso y había que afinar las orejas para escuchar siquiera un poquito de lo que estaba haciendo. Lo bueno era que arrastraba los pies. Al cabo de otro tiempo indefinido, se instaló en el local un silencio enorme, como si estuviéramos metidos en un estanque bajo el agua, y eso, según opinamos, era el indicio de que ya Cóndor estaba chupando su cigarrillo en otra parte. Nos levantamos con harta precaución, inten� tando no hacer bulla, y ya nos aprestábamos a largarnos de allí cuando escuchamos el inconfundible rodar de la camilla de madera sobre la cual montaban los muertos frescos. ‘Puta madre, justo ahora’, rezongó el loco Vizcarra, y Silva tuvo que taparle la boca para que no cascara más la lengua, arras� trándolo de nuevo hasta el salón seguido por el resto de nosotros. Allí, con la presión por las nubes, recapitulamos lo que sin duda estaba haciendo Cóndor: empujar al nuevo inqui� lino hacia La Bañera. ‘�Qué hacemos?’, preguntó el sapo. ‘Hay que lavarnos las caras’, dijo con toda serenidad Silva, y lo miramos como si nos estuviera tomando el pelo. ‘En serio. Tenemos los mandiles y, si acaso nos cogen, sólo tenemos que decir que llegamos bien temprano para estudiar, o para lo que sea.’ La verdad es que no

flojo equilibrio, algunos de ellos se lavaban las manos o los muñones y otros estaban sentados sobre los excusados en actitud resignada; en el salón previo a los vestidores, algunos de ellos se abrazaban imitando el arte erótico de la cerámica chimú, mien� tras que otros, en los armarios particulares, esperaban contraídos como resortes y tal resortes se desplegaban sobre las muchachas cuando éstas abrían las puertas para sacar sus mandiles; y, por último, last but not least, la cereza sobre el pastel, sin duda, fue el finado más despachado, con dos meses a cuestas de jalones, tajos y hurtos, durmiendo su sueño indiferente y eterno en los brazos de mármol de Ferrara de don Hipólito Unánue, nuestro mejor prócer de la Independencia, cosmógrafo, cirujano, humanista y legis� lador, fundador de la Facultad de Medicina Humana de la Universidad Mayor de San Marcos, centro mismo y creador incuestio� nable de todo el hemiciclo de anatomía.

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mirada cómplice Luis Fernando Uribe Jesús Eduardo Rocha

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Me encontré con Luis Fernando Uribe una tarde bastante soleada de agosto. Abrió la puerta e hizo su propia presentación. Cada pulgada de pared en su departamento está cubierta por sus pinturas, no sabía para dónde mirar, todas me llevaban a un sitio distinto de la imaginación—en su mayoría las pinturas pertenecen a la nueva exhibición.

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Luis Fernando me dio un “tour” corto por el lugar, explicándome la razón de ser

Su nueva exhibición se presenta en la galería Aldo Castillo, donde

de cada una de sus pinturas. Apuntaba los símbolos, los detalles, los colores; se

el artista muestra también algunos de sus trabajos escultóricos. Pequeñas y

podía ver la magia y la emoción a través del sonido de su voz y sobre todo su

medianas esculturas semejantes a los personajes que incluye en sus pinturas.

lenguaje corporal. Fue tan interesante la forma en que describía los detalles que

La distribución de sus piezas y la composición del resto de las pinturas hacen

me envolvió con la misma energía que transmitía. Los adjetivos se convirtieron

de esta una armoniosa muestra de lo que Luis Fernando Uribe está compuesto:

en cosas tangibles, su descripción fue tan exacta que viví cada una de sus

arte, mente, sentimiento, sensibilidad, y sobre todo pasión.

pinturas. Se sentía el orgullo que lleva por cada una de sus obras. Lo transmite en cada pincelada, en sus lienzos se puede sentir un poco de él, de su espíritu.

Al preguntarle sobre la dirección a dónde va como artista, contestó: “Seguir el camino, pero saber a dónde ir y seguir trabajando muchísimo”.

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Para Luis Fernando la presencia de los artistas latinos se hace notar a voz abierta, cada vez más. “Debemos empujar fuerte y sin mirar atrás”, dijo. Este artista de Antioquia, Colombia, tiene el don de contarle a la gente una historia a través de sus pinturas. Desde 1977 ha exhibido con éxito su arte

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alrededor del mundo. Algunas de las nuevas piezas del artista son en blanco y negro. Están llenas de detalle y símbolos -- sin duda nos harán recordar lo que es el otro Chicago. Sin luces, sin colores y que nos despierta a la realidad al primer vistazo. “Un buen trabajo encuentra su espacio, es contar una historia en dimensiones diferentes”, comentó. Estas también incluyen detalles de su más reciente viaje a Italia. En particular lo atrapó Florencia. “Nada más tienes que voltear a tus alrededores para ver arte de todo tipo”, dijo. Luis Fernando habló de los conciertos de violoncelo que se ven anunciados por las calles empedradas de Florencia, de la magia que es vivir en una ciudad que ofrece una inspiración que no se puede ni se debe negar a nadie. “Esta ciudad forja a sacar lo que uno lleva dentro, apunta a tus sentimientos y te hace ser real, humano”, dijo. Siempre veremos en sus exhibiciones pinturas a colores y, sobre todo, sus ya reconocidos personajes entrelazados. Esos personajes son los que nos cuentan una historia, es como un baile hecho poesía, plasmada en el lienzo. En sus pinturas sus personajes no discriminan y viven en unidad. “No somos una sola cosa, estamos compuestos de muchas cosas como pensamientos y personas, es el recuento de un montón de gente, es un recuento general de la memoria”, agregó.

1. One of Many III, 2008 óleo sobre lienzo.

4. Party with Orchestra, 2008 óleo sobre papel.

2. Memory Veil, 2008 óleo sobre lienzo.

5. Shadow Dance, 2008 óleo sobre lienzo.

3. FLOW II, 2008 óleo sobre lienzo.

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La exposición de Luis Fernando Uribe estará hasta el 11 de octubre en la galería de Aldo Castillo, ubicada en el: 675 N. Franklin Avenue, Chicago, IL, 60610. Más información en el (312) 337-2536 o en la página web: www.aldocastillocontemporary.com Jesús Eduardo Rocha es pintor y artista plástico de Chicago

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Zarabanda con manuscrito Nunca, nunca sabréis cómo me ilumina la sombra que se pone a mi lado… Ungaretti

Husmeando entre los manuscritos del siglo XVII en pos de relatos marítimos en Sudamérica, mis buenos amigos Raquel y Antonio Caro, filólogos e historiadores, desempolvaron casualmente en los archivos del segundo piso de la Biblioteca Nacional un texto bastante raro de la segunda mitad del XVI. Su traslación paleográfica les dejó, hasta ahora, una incómoda curiosidad por la identidad del autor, pues el relato en primera persona refiere varios nombres famosos con la confianza que sólo proviene de la camaradería. 1577 (folio 9). La versión que ellos ofrecieron fue justa y apareció en el número He oluidado el tiempo destos suçessos en el Qosqo donde uiuia Teodoro Ullqa vrganista del trono y veintitrés de los anales del Archivo sonido enamorado de vna coxa que poniale el agua y que comenzo, en so delas cabeças a bolar en plena de Tierras Coloniales, en 1995, misa, y vnos tales Pedro Sarmiento y Diego de Gonçalez le oyeron y uieron y el cura saco vozes cortando bajo el curioso título de «Anécdota como arcabus al aire y mandolos que le prendieran a Ullqa, y al estos tirar donde Ullca se atreuieron indiana» (pp 70-81). Entre nuessolo a aurir la boca como lagartixas quando uen al yndio que estaua rrezando con temoredad y como los tros académicos la recepción del angeles Chukchan almuaday kusk’a kay niña puñuchkan! A yawya waqaylli! Unuksaykita yakuksaykita trabajo fue más bien indiferente, kachallamuway! Y a Ullqa le fustigaron las manos brabicimos con fereza y miedo y en el grande tiempo en quizá porque parecía una broma, que aci no pudo cantar kiries pidio que lo casaran con la coxa y el cura penssando que este dicho Ullqa una fábula irresponsable, caprino recebiria beneficio cino castigo los caso. chosa y erudita. Pero creo que esto Yo Diego de Gonçalez y musico de poca rrequiesa y por derecho de dios hazedor de vn laud en forma no sólo se debió al breve conjunto de romuo para su onrra, doy fe deste dicho yndio aci como dixo y de su hichesera. de hechos ahí referidos: también se desconfió de su origen debido a ¿A qué se deben estas curiosas alteraciones? En un principio, realmente son inexplicables. Tal vez los traducla pésima condición del manuscrito tores franceses consideraron, conciente o inconscientemente, mudar los enrevesados textos de siglos pasados en publicado. lecturas urbanas y convencionales. Tal vez leyeron una pésima trascripción o procuraron embellecer con sensatez un Ahora, inesperadamente, en la discurso casi onírico. Tal vez, simplemente, ocurrió lo de siempre en una lectura (cualquier lectura), que siendo como compilación de crónicas sudameries, de por sí, una traducción, los investigadores adecuaron de forma automática todos los mensajes a sus exclusivas canas publicadas por Les Editions características psicológicas. Sea como fuere, en Les Editions Polyglotes optaron por limar lo imposible y transcribir Polyglotes (Pour une sociologie de lo probable. l’absence. La naissance de la civilisation américaine, París, 2002), aparece una reedición imperceptiblemente modificada de la historia, pues se ha extinguido la significación de varios párrafos (he procurado indagar el motivo: nadie lo sabe). Retraduzcamos, pues, apenas un medio folio de la versión del libro francés (p 112): He olvidado la fecha exacta, pero fue en mil quinientos tantos, en el Cusco. Teodoro Ullca, el organista del templo, enamorado de una tullida que le alcanzaba el agua, comenzó a improvisar imparable en plena misa. Pedro Sarmiento y yo le escuchamos. El cura, enardecido por no poder llevar a cabo el sacramento, mandó a los monaguillos para que le prendieran. Éstos, al llegar al lado de Ullca y antes de cogerlo, aún pudieron oír lo último que recitaba como loco: Su cabellera es como una almohada, decía; sobre ella duerme y duerme la niña. A Ullca le azotaron las manos hasta el cansancio. En el tiempo en que no pudo más cantar ni pulsar el órgano en la Iglesia, pidió que lo casaran con la tullida. El cura, pensando que así doblaría el castigo, los casó por rencor. Yo, Diego de Gonzáles, músico pobre pero por gracia divina inventor de un laúd extraordinario, doy fe de lo hasta aquí dicho sobre este indio cautivo de amor. Contrastemos de inmediato con el manuscrito (p 75):

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* En el siglo XVIII, el famoso ensayista británico Richard Steele describía a la mujer en términos muy parecidos: «Una mujer es una hija, una hermana, una esposa y una madre, un mero apéndice de la raza humana». (¿Es necesario decir que todavía hoy son vistas así muchísimas de ellas?)

Esto tiene que ver no sólo con lo ya denunciado muchas veces acerca de las traducciones parametradas; también, y singularmente, con un curioso presupuesto de algunos estudiosos que leen crónicas de la Conquista y de la Colonia: «La realidad para los indios, aunque multiforme, es fantástica; por lo tanto, toda descripción de dicha realidad será —deberá ser— realista» (Augusto Marsi: Introducción a la lectura de Guamán Poma, FCE, 1995, México D.F., p 66. Algo parecido escriben Louise Naquet y Philippe Lefort en el prefacio de Pour une sociologie...). Con lo cual se subraya el nivel de dificultad que exige la adecuación de un texto renacentista latinoamericano. Además (esto lo noté una noche, junto a Raquel y Antonio), la actitud de los especialistas, casi en secreto y entre líneas, nos informa de una sospecha dolorosa con respecto a los pobres ribazos de nuestra existencia. Nosotros, aunque parezca un tour de force, también somos «textos», construcciones no sólo de nuestros sentidos sino, al mismo tiempo, del lenguaje; somos representaciones y, por consiguiente, los otros (por ejemplo, usted, lector peruano, no menos que el lector extranjero) nos entienden de acuerdo a como nos narran desde el temperamento, la sintaxis y la tradición cultural a la cual pertenecen. Más aún: de nosotros, de cualquier mujer u hombre tras una breve ausencia o tras la muerte, quedan apenas historias, fábulas, relatos que únicamente son tocados por un sinnúmero de indecisas lecturas, de complicadas o elementales interpretaciones. Lo precedente no constituye un dislate, ni mucho menos. En clave, singularmente, todo argumento alude a ello y nos da un indicio de cierta riqueza dentro de nuestra brutal insignificancia. Bien mirado, un individuo jamás será el mismo dos veces, al igual que la verdad o los demás individuos del orbe, y aquí radica la primordial semejanza entre nosotros: ejercemos una distintiva mudabilidad —es decir: somos connaturalmente mudables—. En tal caso, la máxima latina unum ego et multi in me («yo soy yo y todos los demás») no es una frase poética; es, más bien, el rastro de una cualidad humana intransferible. Veamos, pues, desde esta curiosa perspectiva, el caso relatado por la «Anécdota indiana». La pregunta que se me antoja es: ¿por qué extraño motivo el narrador de la historia, un español

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de fines de la primera centuria de la conquista, no fue capaz de admirar más que el hecho, el suceso, y no quiso fijarse detenidamente en la humanidad del indio (en tanto que, en el texto, el indio es menos un personaje que una excusa, menos un actor que un agente catalizador de la trama)? ¿Por qué no prolongó su admiración hasta asumir que ese otro era, en realidad, un semejante? (confróntese los folios 10, 11 y siguientes, donde la indiferencia es todavía más robusta). Se me ocurren varias respuestas, todas complementarias. La primera toma en cuenta la visión medieval del mundo. Para el europeo del siglo XVI, el indio era una criatura anecdótica en la medida que representaba lo salvaje, lo exótico, lo nocivilizado (la civitas fue el eje que dirimió las fronteras con los «bárbaros») y, por lo tanto, digno de mención pero no de fraternidad o derecho. La segunda respuesta se desprende de los estudios de etología contemporánea: en determinadas condiciones, las personas asumen a los individuos de otros grupos sociales como miembros de distinta especie zoológica, de ahí que a la mayoría de los conquistadores no se les fue jamás el sueño por los pegotes de sangre que sus matanzas dejaron en nuestro continente. La tercera registra que la noción de individuo se arraigó por fin con la Revolución Francesa, no antes. Incluso hasta más allá del Renacimiento el centro del mundo era Dios, y cada rey, su sombra; el resto de gente no ligada al poder divino o político era una masa cuyos miembros no valían en sí mismos, uno por uno, sino únicamente por su pertenencia a lo colectivo. Es cierto que, gracias a la tradición heroica, los guerreros lograban destacar su nombre, pero no es menos cierto que, con los sacerdotes y la aristocracia, formaban parte de ese grupo de privilegio que mediante la espada, los matrimonios y el veneno se entronizaba sobre los hombros de la gigantesca mayoría de una nación. Por todo ello deducimos el por qué al narrador sólo le importaba destacar una maravilla y por qué no tenía otra pretensión que compartir su asombro. Notemos, para probarlo, que podemos reemplazar a «Teodoro Ullqa» por cualquier otro sujeto lingüístico y la historia resultará igual de quimérica. El hecho es que un hombre —cualquier hombre— se alzó por los aires, voló como paloma por encima de las cabezas de los feligreses y lo echaron abajo quizá con tiros de arcabuz mientras recitaba extático unos pobres versos de amor. Se dirá que Ullqa era más y menos que un hombre: era un indio y, por consiguiente, por sus atributos, alteró radicalmente la percepción de lo vivido por el cronista. Es verdad. Pero aun así creo que el narrador de la «Anécdota...» no vio en el indio más que un elemento funcional de lo verdaderamente maravilloso: le importó el prodigio, no su causa ni su protagonista; le bastó y sobró con la descripción de lo que vio estupefacto. Ullqa sólo fue un instrumento para él, como un griego lo fue para su destino, un judío para Yavéh o nosotros lo somos para el azar. En los años en que escribió el supuesto Diego de Gonzáles, los milagros eran pan de cada día y santos y nigromantes se los disputaban. Unos y otros corrían los riesgos de la hoguera y la canonización. No es de extrañar, pues, la naturalidad con que narra el cronista, ni la ira del sacerdote o el pánico de los asistentes. La cultura occidental es una historia llena Como sabemos, el sentido de todo texto sobrepasa las intenciones de su de alucinaciones, y origina modas, privilegia por un tiempo ciertas origen. En este caso, en la narración de «Anécdota indiana» lo que hoy leemos ideas, provoca ésto que llamamos conocimiento. es, asimismo, los trastornos de una conmovedora pasión: el amor del indio por Transcribamos, pues, la versión de Raquel y Antonio para una lisiada en medio de los quebrantos de la esclavitud. Podemos suponer que evidenciar aún más lo dicho: era correspondido en sus sentimientos y fue feliz; sin embargo, nada hay que nos justifique para imaginar eso. Tal vez no era mutuo el afecto, y la tullida, He olvidado el tiempo de estos sucesos en el Cusco, una mujer extraviada en ese siglo donde no pudo ser más que un silencioso donde vivía Teodoro Ullqa, organista del templo [aquí dice: espécimen para el placer de otros, fue entregada como un objeto a él. Por del trono y sonido, lo que puede sugerir también que Ullqa otra parte, recordemos que el cura pensó que era un castigo ese matrimonio. fue un magnífico ejecutante], un indio enamorado de una Esto nos induciría a sospechar de la fealdad de la coja, o, simplemente, de su coja que le llevaba agua y que comenzó, encima de las poca utilidad como bestia de carga*. Como fuera, Ullqa la transfiguraba con su cabezas [de los feligreses], a volar en plena misa. Y unos emoción, y uno puede llegar a sentir que estaban hechos uno para el otro. tales Pedro Sarmiento y Diego de González le oyeron y Finalmente, hay un áspero humor en la historia, y una ingenuidad invencible, vieron, y [fue entonces que] el cura gritó cortando como [el además. ¿Es una farsa entonces el argumento de la crónica? ¿Son mentiras las disparo de un] arcabuz al aire, y mandó que le prendieran que se cuentan? Las respuestas no son simples ni unívocas. Ortega y Gasset, a Ullqa, y los hombres, al dispararle, sólo se atrevieron a por lo que recuerdo, ya dejó sentado que hay mentiras cuya sinceridad las abrir la boca como lagartijas cuando ven al indio que estaba libra del escarnio y las hermana con lo cierto, porque quien las enuncia termina rezando con temor y como los ángeles Chukchan almuaday confundiendo la realidad con la invención. De esta índole son los apuntes de kusk’a kay niña puñuchkan! A yawya waqaylli! Unuksaykita los poetas y, por lo que parece, Diego de Gonzáles lo era. Asimismo, puede yakuksaykita kachallamuway! argüirse que realidad e invención son dos aspectos tan imbricados y despóticos Y a Ullqa le fustigaron las manos bravísimos con feroentre sí, que resulta natural suponer que los momentos alucinados de la trama cidad y miedo, y en el largo tiempo en que de esta manera son tan vitalmente ciertos e importantes como los otros, los más ordinarios. no pudo cantar kiries, pidió que lo casaran con la coja, y el Por consiguiente, no creo que aquellas preguntas que ponen en duda el valor cura, pensando que este dicho Ullqa no recibiría beneficio del texto sean apropiadas ni mucho menos justas. Porque cualquier imaginería sino castigo, los casó. de colores vivos, con mujeres, hombres, animales y objetos elásticos, infanYo Diego de González, músico de poca riqueza y, por tiles, rabiosos, tiernos, sombríos o flotantes, retrata muy bien, sin duda alguna derecho de Dios, hacedor de un laúd en forma de rombo —y aunque no se lo proponga—, la magia, la deformidad y también la extraña para su honra, doy fe de este dicho indio, así como digo, y simetría de nuestro caprichoso mundo. de su hechicera. contratiempo

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Ésa fue la vieja tumba de mi padre. Luego, llevamos su cuerpo de pergamino hasta el cuerpo de mi madre, junto al mar. Un largo y polvoriento camino, sin duda. Un camino que empezó abriendo la boca del ataúd y observando el rostro de aquel hombre veintiún años después. ¿Había crecido su barba? me pregunto ahora. Y no lo recuerdo. Sí estoy seguro que crecieron sus uñas con una limpieza mineral y que me llamó la atención que se hubieran curvado como garras. (En él era extraña la limpieza, pues había tendido rieles entre los caña-

verales y hundía sus manos en la tierra, como también lo hacía en la frágil cintura de mi madre.) Nos advirtieron sin delicadeza que podía haberse reducido, que bastaba con un cofre de apenas noventa centímetros para guarecerlo de la intemperie. Y los diez hermanos discutimos sobre eso. Mi padre, en vida, había semejado una encina, y en muerte llegó a ser un cadáver espigado. Podría ser vergonzoso tenerlo encogido así, entonces, o, tal vez, sintiéndolo darse golpes de ciego en un féretro que ya podría ser hoy como su casa. Pero no importó este último augurio. Elegimos un buen ataúd de roble, de casi dos metros, y en el instante en que lo volvimos a ver, él, mi padre, como una piedra liviana y dócil, apaisada y sin roeduras, tenía la piel yerma y hacía memoria de un pañuelo gris consentido

El exilio

Amor meus, pondus meum, illo feror quoqumque feror. San Agustín

Aún no sangraba entre los muslos cuando María Magallesh adoptó a Jesús; ella tenía doce años y él treinta. Ella hilaba en el templo y él decidió, convencido por Juan Bautista, ser el Mesías de su pueblo. Sé que la adopción se hizo en el protocolo de las aguas y que María acompañó a Netzer, el recién bautizado, durante sus tres últimos años de peregrinaje. Así lo vio practicar el desdén a Ishtar y lo escuchó llamar cerdos y víboras a los gentiles. Lo sintió luchar contra el deseo y notó cómo los pelos le salían de su pubis. A María la conocí una semana antes de que Jesús lograse ser crucificado. Era hermosa, a pesar de tener la nariz pequeña y gurbia. En la crucifixión conseguí tomarle la mano y percibir su tibio sudor de hembra. Durante cinco años estuve a su lado, fui su alivio y le enseñé el griego y el latín. Casi al sexto año, una noche menos oscura que las demás noches, la noté entrar en mi tienda; venía tapada hasta el

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sobre sus amplios huesos. Y así pensé: He ahí lo que seremos, lo que ya vamos siendo en el empaque de nuestro pellejo. Nada nuevo, por lo demás. (¿Cómo serán después mis caladas vísceras?, murmuré. ¿Cómo se estarán alheñando mis arterias, las cisuras de mis huesos?) Que a mi padre lo quisimos tanto y su recuerdo se perderá con nosotros; luego, será únicamente dos fechas y unos cuantos nombres; luego, ni siquiera eso. Al fin, dos de mis hermanos lo alzaron con cuidado, como a una reliquia, y lo cambiaron de féretro. Yo no quise tocarlo, pero le dije a otro, quizá a Miguel, que le limpiara un poquito el moho de los zapatos. Y nadie elevó una oración, ninguno. Después, el viaje hacia la costa fue una caída extensa, sobre una carretera escoltada por ruinas de adobes y hojas de hierba buena. Allá arribamos a media mañana, cuando el olor del océano aún no escocía las entrañas y el brillo del sol se reflejaba en el faro como en un espejo roto. Los diez hermanos caminamos sobre aquel campo del que, cierta vez, se dijo que era el cabello suelto y hermoso de las tumbas. Y allá nos esperó, durante muchos años, del todo sola, ella. Mi madre.

cuello con un manto de lino granate, el cual se quitó en silencio. Se arro� dilló y besó mis pies, luego mis rodi� llas, mi piel saciada de cicatrices. Cuando intenté tocarla, ella detuvo mis manos y al cabo, lentamente, temblando, las condujo entre sus dedos. En la madrugada ya había desaparecido. Cuando después indagué por ella, supe que el griego Pablo llegó muy temprano y la persuadió en pro de la castidad. Una misiva escrita en arameo me hizo saber que María también me amaba. Gasté más de un año buscándola desespe� radamente, a través de poblados desechos y de palmeras que se esfumaban sobre los médanos. Desistía entonces cuando encontré sus huellas, cerca de Srinagar; allí me conduje. Al meterme en el cuarto de barro seco me mareó el incienso; en un rincón iluminado por unas cuantas velas amarillas estaba ella ardiendo en fiebre. A pesar del fastidio de Pablo estuve con María hasta que expiró. Desde mi arribo, sólo una vez ella murmuró mi nombre, cortado en su lengua por la saliva caliente. Por un momento creí que me reconocía, pero afligido me percaté que miraba con la misma extrañeza a todos los rostros y a todas las cosas, aun a las más insignificantes. Fue horrenda su muerte; la nitidez del día la vio revolcarse sobre su futura tumba y gritar y desgarrarse las vestiduras. Mis gemidos por ella duraron casi setenta años de estupor. Yo fui el que robó su cadáver intacto del sepulcro. Yo todavía beso sus cenizas.

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TIEMPO EXTRA Un testimonio de la gran marcha Fausto Vallado Miguel 10 de Marzo. La Marcha Víctor Cortés Ediciones La cuadrilla de la langosta/Mizisa

Le aprecio a Víctor Cortés haberme invitado a participar en la presentación de su más reciente libro intitulado 10 de Marzo. La Marcha. Su trabajo viene a enriquecer el debate sobre el análisis del fenómeno migratorio y, a la vez, deja huella de un acontecimiento social de inusitada trascendencia: la primera gran protesta inmigrante en la ciudad de Chicago en 2006. Quiero iniciar mis comentarios con una verdad de perogrullo: el fenómeno del desplazamiento activo de grupos humanos recorre el planeta entero en sus múltiples y variadas manifestaciones. La migración entre México y los Estados Unidos no ha sido la excepción ni tampoco un fenómeno socio-político menor o reciente. Al contrario, forma parte de una dinámica histórica que se acentúa en nuestros tiempos y representa una oportunidad para acrecentar nuestros acervos culturales y las posibilidades de encuentro. Como lo señala Elaine, Levine: “la frontera entre México y los Estados Unidos es la más larga del mundo entre dos países con niveles de vida tan diferenciado”. 1 “Actualmente existen evidencias que cerca de 20 millones de personas cuentan con un indicio de sus raíces en México”. 2 Sus ancestros llegaron a los Estados Unidos en uno de los cuatros diferentes periodos migratorios. 3 La mayoría de los países occidentales se han ido conformando mediante la participación de numerosos grupos étnicos de origen, nacionalidades y razas diversas. Los Estados Unidos son un claro ejemplo de cómo diversos grupos étnicos y religiosos generaron la nacionalidad estadounidense y cómo enfrentan ahora la llegada de nuevos inmigrantes, que modifican el statu quo y generan nuevos paradigmas. 4 Los grandes acontecimientos de las civilizaciones han demostrado que los movimientos sociales han respondido a una lógica y a una necesidad específicas. La migración de grupos humanos obedece a múltiples razones. Algunas de ellas son de carácter político, otras obedecen a consideraciones religiosas y una más a motivaciones de orden económico. El factor que ha motivado la migración de mexicanos a los Estados Unidos ha sido fundamentalmente económico. La disparidad de nuestras economías, el fracaso de las políticas de desarrollo industrial y agropecuario, los efectos de la globalización económica y el gran potencial económico de los Estados Unidos como receptor de mano de obra barata y accesible, hicieron posible una migración masiva. La explicación de este fenómeno es compleja, pues deriva además de la relación de vecindad entre un país con un alto grado de desarrollo económico e industrial con un país en vías de desarrollo y por ello con notables asimetrías. 5 La migración de mexicanos a Estados Unidos ha ido creciendo en las últimas tres décadas. El movimiento circular de ir y venir por temporadas entre los dos países, ha dado lugar al asentamiento por períodos más largos, y que para muchos se volvieron definitivos. Estimaciones oficiales dadas a conocer en 2004, señalan que el número de personas nacidas en México que número 59

radican de forma permanente en los Estados Unidos se ha multiplicado más de tres veces desde 1970, para alcanzar la cifra de 10.6 millones. El flujo promedio anual ha crecido de alrededor de 220 mil migrantes por año en el primer lustro de los ochenta, a alrededor de 575 mil anuales desde 2000. Cabe indicar que se considera que el 85 % de las personas que han ingresado en este último período son indocumentados. 6 A finales del siglo XX, el creciente flujo de mexicanos en busca de trabajo llevó a los Estados Unidos a construir cercas electrónicas y otras barreras para impedir el acceso. Antes de los ataques del 11 de septiembre, Estados Unidos había desarrollado un sistema policíaco de vigilancia, altamente sofisticado, cuya eficiencia se medía por el número, muy alto, de deportaciones cotidianas. El escenario es todavía más difícil después de los lamentables sucesos. Desde al ámbito gubernamental, el fenómeno migratorio ha sido tratado como un elemento importante de la relación bilateral entre México y los Estados Unidos, y en la agenda nacional de México se ha puesto especial interés en tratar este complejo asunto a partir de la protección y respeto de los derechos humanos de los migrantes mexicanos. Al nivel de los grupos organizados de la sociedad en el interior de los Estados Unidos, durante los meses de marzo y abril de 2006 grupos de migrantes, mayoritariamente mexicanos, salieron a las calles de las ciudades donde viven para manifestarse abiertamente contra la ley HR4437, mejor conocida como Sensenbrenner, votada por la Cámara de Representantes en diciembre de 2005. En la misma, se criminalizaba a los inmigrantes ilegales y a aquellos que los ayudaban. Ley que finalmente no fue aprobada por el Senado. El impacto de las movilizaciones fue una sorpresa para todos y decisivo en la determinación del Congreso de los Estados Unidos de discutir el tema migratorio, convirtiéndose en un tema de la agenda política estadounidense. En todo este complejo panorama sobre el fenómeno migratorio, aparece oportunamente el libro 10 de Marzo. La Marcha, de Víctor Cortés, para hacer la crónica de una manera novelada y coloquial de una parte del más importante y emblemático capítulo del más reciente movimiento social de Estados Unidos, protagonizado por latinos mayoritariamente. El libro da cuenta de la forma en cómo se gestó, organizó y realizó la movilización más exitosa llevada a cabo en esta ciudad de Chicago, a la que sólo se le anticipó la llevada a cabo en la ciudad de Washington, DC, y a la que le siguieron muchas otras en distintas ciudades de los Estados Unidos en donde viven miembros de la comunidad latina. El libro de Víctor Cortés se conformó también con el testimonio de organizadores, activistas, estudiantes, méxico-americanos de segunda generación (nacionales de Estados Unidos, pero con derecho también a ser mexicanos) que acompañaron a sus padres y acudieron a la manifestación para demandar, como una sola voz, el respeto a su dignidad y la defensa de lo que consideran sus derechos de tener mejores condiciones de trabajo, educación y salud, pero sobre todo para repudiar una ley calificada como racista: la HR4437.

Por estas razones el libro que nos ocupa, se inscribe desde ahora como una aportación a las crónicas que han surgido sobre las luchas contra la discriminación y en favor de la dignidad de un grupo social que ha contribuido con su esfuerzo y trabajo al desarrollo y crecimiento de la economía de este país. Por último, quiero comentar algunos aspectos del libro de Víctor Cortés, que me parecen relevantes: haber registrado tres acontecimientos importantes que surgieron del movimiento del 10 de marzo de 2006 y que seguramente darán pie al análisis multidisciplinario de un fenómeno complejo y relevante como es la migración de mexicanos a los Estados Unidos. El primero de ellos es el que La Marcha reunió tanto la protesta de los migrantes indocumentados como de aquellos que tienen documentos para vivir en este país. Segundo, que a la vez de que se trató de un movimiento de la sociedad civil para superar la invisibilidad y manifestar su indignación contra lo que consideraron la injusticia de una ley que pretendía violar sus derechos humanos, logró también la aparición de un fenómeno sociopolítico singular: la unificación de sus organizadores y/o promotores que, a pesar de tener afiliaciones partidistas claramente definidas, evitaron con inteligencia darle al movimiento tintes partidistas, enfocándose sólo en defender sus derechos como inmigrantes. Y tercero, que el libro del buen amigo Víctor Cortés deja establecida la solidaridad que mostraron otros grupos de las comunidades y concilios de migrantes en la organización de la marcha, incluso realizando donaciones de apoyo. Lo que denotó que la marcha tuvo un elemento de multiculturalidad inusitado. Esto queda reflejado en la frase lanzada en español por un representante de la comunidad asiática: “Sabemos que lo que les afecta a ustedes nos afecta también a nosotros y por eso estamos presentes para que esta marcha triunfe. ¡No al muro!”. Palabras del Lic. Fausto Vallado Miguel, director de UNAM Chicago, pronunciadas el 22 de agosto de 2008 en la sede de la Casa Michoacán, en la ciudad de Chicago, IL, en la presentación del libro de Víctor M. Cortés intitulado 10 de Marzo. La Marcha.

1 Elaine, Levine en su ensayo Condiciones laborales y

salariales para migrantes mexicanos en Estados Unidos, UNAM 2 Ver www.census. Gov/main/www.cen2000.html 3 Finding Your Mexican Ancestors. A beginner’s Guide, de George R. Ryskamp, Peggy Ryskamp, Ancestry Publishing 4 Migración a los Estados Unidos. Más allá de los números. UNAM, Escuela Permanente de Extensión en San Antonio, Texas, Universiy of Texas at San Antonio, Mexico Center, Fundación Mexicana para la Salud 5 Ibid 6 Ibid

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Aciertos y desaciertos de los gorriones José Angel Navejas

Lincolniana Catalina María Johnson Hay que aprender del pasado Triste es perder la memoria Juntos vamos a lograr ¡La Reforma Migratoria! Mucho queda por hacer Hasta alcanzar la victoria Lincoln y Juárez nos miran Desde el fondo de la historia.

El Corrido de Abraham Lincoln Elbio Barilari

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costal de emociones, de preocupaciones económicas y existenciales. A pesar de mostrar la mejor de las disposiciones, la situación no sólo no le favorece: conspira en su contra. Asediado por la necesidad, atormentado por la distancia y consciente de la imposibilidad de su regreso se pregunta, “¿Cuándo vas a regresar? ¿Y qué tal si te mueres por acá…?” Éstas son inquietudes que en algún momento asaltan a todo inmigrante cuando se encuentra solo. Y es precisamente el hecho de saberse solo que lo hace encontrar alivio en la compañía de Valentina, esa bondadosa gata que anteriormente también le había servido de consuelo a otro desafortunado que ocupara el mismo cuarto. Creo que uno de los aciertos de Dorantes en su adaptación fue la exploración de la vida del inmigrante, de sus preocupaciones tanto concretas como afectivas. No obstante ese gran acierto, el guionista descuida a uno de los principales personajes: la gata Valentina. Una de las pocas cosas que sabemos de ella es que es una gata parda. Y de esto nos enteramos sólo al final de la obra, cuando el inmigrante regresa y, preocupado por su paradero, se la describe al boxeador. Aparte de eso, Valentina es sólo un nombre, un fantasma que se mece entre los brazos del inmigrante, una pesadilla que incita la ira y los celos de la casera, que provoca una

mala broma del boxeador. Para una persona tan falta de imaginación como yo, el esfuerzo de tener que imaginarme a la gata fue una distracción innecesaria, una molestia que fácilmente pudo haberse solucionado con un gato de peluche. Otra de las flaquezas del guión es la imagen estereotipada de la argentina. Y es aquí, creo, que Dorantes debió haber roto con las imposiciones de la obra original. ¿Por qué no darle un giro existencial al dilema de la casera en lugar de seguir el guión original al pie de la letra? Después de todo, así lo hizo en el caso del inmigrante, y tanto éste como la casera provienen del mismo estrato social. ¿Por qué no permitirle que se descubra, que vea y vaya más allá de la carne? En términos de actuación hay partes que dejan mucho que desear. Es bien sabido que, cuando se trata de cuestiones laborales, el inmigrante es una persona que posee un gran entusiasmo: su disposición es insuperable. Así que la avidez con la que el inmigrante toma su cuaderno para apuntar nombres y direcciones es una mera exageración que sale sobrando y arruina la escena. Y, en general, la actuación del boxeador necesita mejorar bastante o jugar el papel de un tonto mayor, ya que del atleta que

El segundo concierto del Latino Music Festival del International Latino Cultural Center se celebró en Ravinia el 7 de septiembre, incorporando como parte del bicentenario de Lincoln, la premiere mundial de la obra “Lincolniana”, del uruguayo Elbio Barilari. El sustantivo en inglés “Lincolniana” se refiere a diversos elementos de colección relacionados con el difunto presidente —libros, objetos, documentos… De similar manera, la pieza de Barilari recoge en tres movimientos, diversos elementos musicales y literarios. En el primer y el tercer movimiento leyó con gran sensibilidad Henry Godínez, del Goodman Theater dos poemas sobre Lincoln, uno de Carl Sandburg y otro de Walt Whitman. La música de Barilari envolvía las palabras de los poemas casi de manera cinemática, a modo de banda sonora. El centro del segundo movimento es un corrido compuesto por Barilari en el que rinde un homenaje a Abraham Lincoln a través del prisma de su relación con Benito Juarez. Esta relación se inicia en 1846 cuando Lincoln, en su capacidad de congresista, denuncia rotundamente la injusta invasión de Mexico de parte de los Estados Unidos, y Benito Juárez le responde con una carta de agradecimiento. Al final, el corrido nos exhorta cumplir en el presente con los ideales de estas dos grandes figuras, haciendo un llamado a la reforma migratoria. Las piezas del concierto fueron tocadas por el trío Ondas Ensemble, acompañado en Lincolniana por varios reconocidos artistas chicagoenses —Juan Rivera, de Sones de México, cantando el corrido en elegante atuendo de mariachi, y el gran trompetista jazzístico Orbert Davis. El enorme talento de Davis, manifestado

Rosario Vargas y Oswaldo Calderón en una escena de la obra.

salió aspirando a ser un torbellino de puños no vemos más que una polvareda. Después de haber asistido a la obra, me quedé con la impresión de que éste fue un gran comienzo: el público se divirtió y la adaptación de la obra de Williams le otorgó a Dorantes la oportunidad de internarse en la dramaturgia al mismo tiempo que pudo exponer una realidad que a todos nos atañe. No obstante, como lo dije al principio, el hecho de que ésta haya sido una adaptación representa ciertas limitaciones. Dichas limitaciones impiden que el escritor alcance la libertad plena que el proceso creativo exige. Pero también creo que Dorantes tendrá tiempo para que de su pluma fluyan mejores obras. José Angel Navejas: Escritor mexicano. Vive en Chicago.

en las brillantes notas ya fueran tocadas estilo jazz o a lo mariachi, personificaron el espíritu de libertad de Lincoln. De estas notas pendían los distintos elementos que estructuraban los tres movimientos y gracias a ellas mantuvo su coherencia la pieza. Como parte del Latino Music Festival, nos quedan aún catorce conciertos de aquí al 24 de noviembre en los que se distinguirán las obras de otros compositores latinoamericanos tales como Gustavo Leone, de Argentina, uno de los fundadores del festival y director de Música en la Universidad de Loyola. Seguramente experimentaremos muchos otros ejemplos en los que compositores de todas partes de las Américas incorporan su latinidad y sus raíces dentro de formas y figuras clásicas, sin perder el folklore su identidad ni el rigor clásico su integridad. Maravillosas oportunidades de disfrutar de la riqueza que surge cuando se conjugan lo clásico y lo nuestro. Catalina María Johnson, Ph.D. es conductora y productora de programas de música latina para estaciones de radio pública. Para mayor información: www.beat-latino.com Para mayor información sobre la música mencionada: www.latinoculturalcenter.org/ Foto: Cortesía de Juan Rivera

Foto: cortesía de Jim Steere/Ravinia Festival

El mes pasado recibí un correo electrónico en el que se me invitaba a la presentación de la obra Hasta los gorriones dejan su nido en el reconocido Goodman Theater. La primera impresión que tuve fue que éste era un gran paso en la vida cultural de la comunidad hispanohablante de Chicago. Sin embargo, ahora me entero que ya van varias temporadas en las que se presentan obras en español en ese teatro. También me doy cuenta que mi entusiasmo inicial fue incitado más por el hecho de que el autor es amigo mío que por la obra en sí, ya que el teatro no es un arte al que me sienta particularmente atraído. Y es así que, consciente de estas limitaciones, me aventuro a hacer los siguientes comentarios. Hasta los gorriones dejan su nido es una adaptación al español de la obra de Tennessee Williams The Strangest Kind of Romance. Y el hecho mismo de que sea una adaptación se presta para que haya tanto oportunidades como retos. Raúl Dorantes aprovecha bien la oportunidad que ofrece la obra para explorar la vida del inmigrante. Desde el principio sabemos que la vida que presenciaremos estará plagada de desventajas. La obra nos presenta a un hombre cuya situación socioeconómica lo ha vuelto una función, es decir, el inmigrante se ha vuelto un músculo, una herramienta. Lleva una existencia que no es vida: es un itinerante

“Ondas Ensemble” y artistas invitados octubre 2008


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Rockotitlán: Una fusión muy chida con un poco de Skándalo Catalina María Johnson Creo a todos nos sucede que ingresamos a ciertos espacios, aún en nuestra propia ciudad —digamos Chicago—, en los que deambulando hacia algún destino pareciera que cruzamos una extraña aunque invisible frontera y repentinamente nos rodean los paisajes de un planeta desconocido en el que no logramos descifrar los signos. Algo así me sucedió al llegar al sitio donde hace unas semanas se celebraba el octavo aniversario de Rockotitlán, un proyecto musical, artístico y cultural Mex-Chicano. Desde 2000, este proyecto ha establecido espacios underground en los que se celebran conciertos, tocadas, eventos artísticos y comunitarios de excelente calidad en pro de construir “mundos en paz, creativos”, todo con la intención de abrirles en Chicago nuevos espacios a las más de cien bandas de Rock en Español, Ska, Punk, Funk, Bossa, Son, Trova y Hip Hop. Al igual han presentado con gran éxito conciertos de bandas mexicanas de larga trayectoria, como Salón Victoria en el mes de agosto. Me llamó la atención que la publicidad sobre la celebración del aniversario no identificara de nombre el sitio del concierto, y diera solamente su dirección, aunque al acercarme al cruce de la 39 con la Western, lo que se veía era un local grande, con un rótulo en alto que decía Cha-Cha´s y un estacionamiento muy amplio. Interesante. Me senté en el bar y disfruté de la música que tocaban Benjamín Anaya y los Extraños Unidos. Era sabrosa, un tropi-pop bien sazonado, que incorpora elementos electrónicos e instrumentos como el cajón. Hubo un momento en el que Anaya pronunció un breve discurso afirmando de parte del grupo y con gran ahínco que a las mujeres se les respetaba y se les quería y se les admiraba y etcétera. Confieso que al escucharlo quedé perpleja. Mucho rollo para el momento ¿no?, pensé para mis adentros.

Sin embargo, me había llamado la atención el espacio de Cha-Cha´s. Se suponía era restaurante pero no se distinguía por ningún motif en su decoración. Había visto fotos de otros eventos de Rockotitlán en los que se habían presentado obras de artistas locales, cuadros y hasta esculturas, pero en esta ocasión no veía demasiadas señas de arte. Eso sí, el enorme bar en el que me senté tenía un mostrador que brillaba mucho, altamente enlacado, como con vetas de tigre. A su alrededor todas las mesas eran relativamente pequeñas y redondas. También me llamó la atención que se paseaba de una lado a otro sirviendo muy contenta, una joven mesera en shorts pequeños y muy apretados que se balanceaba sobre unos zapatos de plataforma altos y muy plateados dando pasitos y meneaditas alegres. Al mismo tiempo observaba yo a varios señores que se veían confundidos. Uno, a pesar de los acordes de los Extraños Unidos, en algún momento se quedó dormido sentado panza arriba. Había visto a algunos caminar como perdidos mirando de una lado a otro al público joven que presentaba un estilo de latinidad súper contemporánea, y más bien se distinguía por vestimentas negras, tatuajes y peinados que daban muestras de haber requerido mucho tiempo y mucho producto especial para mantener formas y figuras en desafio total de las leyes de la gravedad. Todo esto era un rompecabezas semiótico. Estaba yo en un planeta desconocido y sin GPS. Hasta que un amigo que me encontré me aclaró que normalmente a Cha-Cha´s se le conocía por otro tipo de eventos, o sea, era un “gentleman´s club”. Y las mesitas redondas servían para que les bailaran encima de las plataformas plateadas, supongo que mujeres que en ocasiones prescindían de las mesas para bailar directamente sobre el cliente.

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Llegó el momento en que tocó “Los Vicios de Papá”. El grupo tiene una trayectoria de casi ocho años; fue el primero que tocara Latin Ska en la ciudad y aplican su gran talento a canciones dirigidas a diversos problemas humanos y sociales: de ahí que su lema sea “Fiesta y Lucha”. Tocaban un Ska político y sumamente movido, y el espacio frente al grupo se atiborró de latinidad alternativa en pleno brinco. Se volcaba tremenda energía sobre la pista. Al mismo tiempo me percaté de que el cantante principal de “Los Vicios de Papá” se lamentaba desde el escenario que la celebración de Rockotitlán se celebrara en Cha-Cha´s y de que hubiera publicidad indicando que Rockotitlán seguiría presentando música en vivo todos los viernes en este mismo lugar. Se corría la voz también de que había un grupo de feministas que manifestaban oposición a que Rockotitlan se celebrara en “ese sitio” donde consideraban que se denigraba a la mujer. Días después me llegó la noticia de que los viernes de Rockotitlán los cambiaron a Café Catedral en Pilsen. No he podido confirmar si realmente se tomó la decisión por el alarma feminista, u otros conflictos filosóficos o artísticos similares convencieran a los organizadores que Cha-Cha´s no era un espacio idóneo. Sin embargo, se me quedó muy grabado un momento de ese concierto de celebración: al ritmo del Ska de “Los Vicios de Papá”, el Cha-Cha´s se transformaba en mosh p0it, y en el centro se agitaba una feliz y ruidosa masa humana sobre resortes. Un joven —no de los vestidos de negro sino de los que portan bigote y botas— se le había acercado a la mesera de los zapatos plateados y le indicaba a jalones el deseo de bailar. Ella se reía y con cortesía pero sin dar tregua, a punta de pequeños caderazos lo apartó y lo impulsó hacia la pista para poder ella seguir bailando sola al lado de la barra mientras llegaba el momento de atender alguna mesa.

La filosofía que manifiesta Rockotitlán es crear “un mundo creativo en el que quepan muchos mundos… a través de la conexión íntima y casi espiritual que se forma entre la audiencia y el ritmo que los mueve”. Sin duda están logrando su objetivo. A pesar de los bemoles inherentes en el espacio de Cha-cha´s, por una noche se dignificó un espacio en el que quizás normalmente nunca se posibilite el que una mujer sienta la libertad de rechazar un acercamiento indeseado, sin tener que estar sometida a complacer a nadie más que a sí misma en el disfrute de la música. Los felicito y deseo a Rockotitlán muchos años más de música, arte y cultura, porque como dijo al presentar la música uno de los organizadores y fundadores del proyecto, Guadalupe “Lupillo” Ponce: es una fusión muy chida. Catalina María Johnson, Ph.D. es conductora y productora de programas de música latina para estaciones de radio pública. Para mayor información: www.beat-latino.com Para mayor información sobre la música mencionada: http://www.myspace.com/rockotitlanchicago http://blog.myspace.com/losviciosdepapa http://profile.myspace.com/benjaminanaya http://www.myspace.com/mambanegramusika http://www.myspace.com/drskabe 1. Mamba Negra. 2. Benjamín Anaya y los Extraños Unidos. 3. Los Vicios de Papá. 4. Guadalupe “Lupillo” Ponce (fundador) y Jaime Garza. Promotores culturales y artísticos de Rocotitlán. 5. Dr. Skabe

Todas las fotos: Santiago Weksler

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El sistema de salud: un desorden total ¿Qué proponen Obama y McCain? Kenneth A. Vatz

El problema fundamental del sistema de salud de los Estados Unidos es que se ha convertido en una entidad de tantas cabezas que a ninguna le importa la salud de la población. El sistema no responde a las necesidades y exigencias de sus clientes, o sea, los pacientes; opera con la ley de la oferta y la demanda. Los ejemplos abundan: van desde la publicidad de las compañías farmacéuticas dirigida a los consumidores ingenuos, hasta la industria de los proveedores que ofrecen “el mejor cuidado” para cada enfermedad o síntoma. El mercado de la medicina en el momento presente no es tan diferente del mercado de los coches o de los aparatos domésticos. La contraseña es “caveat emptor”—excepto que en el caso de la salud el consumidor generalmente no está bien informado para elegir la opción más apropiada. Las compañías de seguros y las compañías farmacéuticas —al parecer debido a un acuerdo tácito con nuestro gobierno actual— son los únicos jugadores en todo el sistema que no arriesgan nada. Las ganancias de estas compañías son protegidas a expensas de los pacientes, no importa si estos pacientes tienen seguro privado, o tienen Medicare o Medicaid. Y para las personas que no tienen ningún seguro, es casi imposible que reciban un cuidado médico, salvo cuando se trata de una emergencia. Hace unos años, un periodista le preguntó al presidente Bush sobre las 40 millones de personas que no tienen seguro. “Todo lo que alguien tiene que hacer es ir a la sala de emergencia”. Más allá de la falta de sensibilidad de la respuesta, el presidente pasó por alto que estas salas no proveen más que un mínimo de cuidado médico y que no le dan seguimiento en la mayoría de los casos; además, los hospitales les cobran a los pacientes sin seguro un precio sin descuento, y usan tácticas muy agresivas para cobrar la deuda. Esto es sólo un ejemplo de los muchos problemas que enfrentan las personas que no tienen seguro, pero es emblemático del estado del sistema actual. Obama y McCain En enero de 2009 tendremos una nueva administración. ¿Qué nos prometen los candidatos? ¿Cuáles son las diferencias entre el plan de Obama y el de McCain? Claro que los dos planes son sólo preliminares, que faltan detalles muy importantes; y el plan que finalmente llegue al escritorio del presidente —después de un viaje muy difícil y prolongado en el Congreso— será muy diferente del que los candidatos nos han presentado hasta ahora. Al tiempo que ninguno de los planes llega al fondo del problema, ambos ponen de relieve las diferencias filosóficas entre los dos candidatos y entre los Demócratas y los Republicanos. Es casi seguro que el Congreso será controlado por los Demócratas. Esto significa que Obama, más que McCain, podría contar con que su plan original sobreviva en una forma menos distante

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del plan original, aunque cualquiera de los dos planes sin duda será propenso a mucha presión de los grupos de interés que representan tanto a las compañías de seguros como a las empresas farmacéuticas. La Fundación (independiente) de la familia Kaiser ha preparado una gráfica muy clara que hace destacar los principios de los planes de Obama y de McCain así como las diferencias más importantes. Vea el sitio de Web, http://www.health08.org/sidebyside_results. cfm?c=5&c=16. Hay muchas similitudes entre los dos, especialmente con respecto a las metas para proveer de cuidado médico a toda la población, así como para asegurar a todos de que los recursos del sistema de salud estén disponibles sin importar la situación financiera de cada persona. La diferencia principal se da entre los métodos para lograr este último objetivo. Los Republicanos —a través del plan de McCain— quieren depender casi completamente de las aseguradoras privadas que ya existen. Para cubrir el seguro, en gran parte eliminarían a las empresas como pagadores de las primas de seguro, mientras que darían créditos monetarios (sustraídos mayormente de los impuestos) a los ciudadanos. Aparte de ayudarle a la gente a conseguir el dinero para pagar el seguro, este plan no cambiaría mucho los componentes básicos de nuestro sistema actual.

Precio de la medicina

Los Demócratas seguirían el modelo que ya existe, basado en el seguro de salud financiado por los empleadores, pero darían ayuda financiera a las pequeñas empresas y a los individuos que no puedan costear las primas y otros gastos imprevistos. Además, el plan de Obama crearía un sistema paralelo y competitivo de compañías aseguradoras; este sistema sería administrado por el gobierno para que el individuo pueda elegir entre los dos planes, dependiendo de los costos y los beneficios de cada uno. Su plan también requeriría que cada niño tenga un seguro adecuado y que las compañías de seguro lo ofrezcan a todas la personas menores de 25 años. Por desgracia, en ningún caso se resuelven las necesidades y los problemas de los inmigrantes no documentados y de los desempleados. Como escribí en esta publicación en diciembre de 2007, los políticos no se dan cuenta de que las enfermedades y la mala salud de una parte de la población nos afectan a todos directa e indirectamente. No ahorramos ni dinero ni recursos al negarle a un sector de la sociedad los beneficios que poseen los demás. Es una política muy miope y autodestructiva. Los costos Los dos programas se dirigen principalmente a reducir los costos del seguro y del cuidado médico para los ciudadanos. El plan

de McCain quiere reducir la responsabilidad de las pequeñas empresas. No propone lo mismo el plan de Obama. Los dos hablan de reparar los abusos y el derroche en el sistema. Pero como dice el refrán: “el fraude de una persona es la ganancia de otra persona”. Por eso podemos anticipar que los “lobbyists” de los grupos de interés —especialmente los de las compañías aseguradoras— harán todo lo posible por impedir cualquier cambio positivo en nuestro sistema médico. Pues la corrupción ya está demasiado inculcada. Desde mi perspectiva —como médico— estos planes no reconocen ni el tamaño ni el alcance del problema del sistema de salud. Son meros remiendos que sirven principalmente para salvaguardar los intereses de las grandes máquinas de ganancias, esas máquinas que sólo fingen trabajar en beneficio nuestro. Ningún plan cambia de manera significativa los medios por los que la asistencia médica se entrega, ni hace el esfuerzo de crear un sistema médico universal. El plan de McCain afirma que cada persona podría pagar su seguro. Este plan ni reglamentaría a las compañías de seguro, ni establecería ninguna alternativa a las compañías; sólo promovería más competencia entre los médicos y entre los hospitales, como si una falta de competencia entre los proveedores fuera la razón por la cual las clases medias y bajas de la sociedad no pueden costear su cuidado médico. El plan de Obama no sólo reglamentaría a las compañías de seguro sino, como he dicho arriba, establecería un seguro manejado por el gobierno —una alternativa real— que serviría como competencia con las compañías privadas y garantizaría que cada persona que quiera seguro lo llegue a tener. Este plan también propone bajar los costos y mejorar la eficiencia en el sistema de asistencia sanitaria; sólo falta la participación obligatoria para los adultos (como lo proponía el plan de Hillary Clinton). A pesar de todos los problemas mencionados, está claro que se necesita una reforma lo antes posible. Como es norma en la política, deberíamos empezar con aquello que es posible. Yo creo que el plan de Obama —más que el de McCain— intenta dirigirse a los problemas fundamentales y por eso va a generar más resistencia de las compañías de seguro. Si gana Obama y podemos contar con suficientes Demócratas en el Senado para superar la maniobras obstruccionistas de los Republicanos (se requieren 60 miembros del Senado para hacerlo), tendremos la oportunidad de ver cambios significativos en el sistema de salud en este país. Kenneth A. Vatz, M.D., es neurólogo en Arlington Heights, IL

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El discreto encanto de Penélope Cruz Jochy Herrera Carne trémula y Todo sobre mi madre, Cruz penetra el mercado anglo en 1998 con su primer papel en inglés, The Hi-Lo country. Este período de su carrera está caracterizado por proyectos comerciales de tono mediocre: filmes como All the pretty horses, Blow y Vanilla Sky, preceden una etapa de películas indies poco conocidas que se extendió hasta 2004 justo cuando termina el romance de la icónica pareja Cruz and Cruise. Las nuevas Penélope: Raimunda, Maria Elena y Consuela... Son las mujeres de las más recientes apariciones de Cruz en la pantalla: Volver (Almodóvar, 2004), Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen, 2008) y Elegy (Isabel Coixet, 2008), las dos últimas, a juicio de Charlie Rose, “la han encumbrado a un nivel de talento superior”. Volver, como muchos de los trabajos de Almodóvar, es una autobiografía difícil de catalogar: es comedia, tragedia y drama donde el incesto y la muerte son excusa, las costumbres de los pueblos Penélope Cruz en Volver, Vicky Cristina Barcelona y Elegy manchegos el escenario, y la mujer, abuela, madre, hija, hermana o amante En Elegy, la última película de Penélope el propósito: se trata del mundo de una familia Cruz, presenciamos una secuencia donde ella de mujeres, a juicio del Director. Sin la escen(Consuela Castillo) es seducida por un hombre cialidad de un hombre, ellas sobreviven, lloran varias décadas mayor, el profesor David y ríen en una suerte de supermujer, encarnada Kepesh (Ben Kingsley), personaje salido de en Raimunda, que es hermosa, tierna, frágil y la novela The Dying Animal, de Philip Roth, fuerte, y sobre todo real. Raimunda, que le hizo adaptada para este filme. Kepesh sorprende ganar el Premio Goya 2007 por Mejor Actriz la estudiante comparando su hermosa mirada Principal, de acuerdo con Penélope Cruz, “es con los ojos goyescos de La maja vestida. La una sorprendente fuerza de la naturaleza”, que imponente belleza de la actriz madrileña es, al igual que todas las mujeres protagonistas en esta cinta quizás más que en ninguna otra, de Volver, no ha vivido una historia de amor; un personaje escencial encarnado dentro del “es que ninguna hemos tenido suerte con los verdadero personaje; aquí la belleza física hombres” confiesa el fantasma de la madre a representa la pieza de ajedrez que deberá aparsus dos hijas, y lo peor, en sus propias palabras, tarse a fin de mostrar la Consuela real: la inte“es que los fantasmas no lloran”. ligente y decidida mujer que pone al desnudo las contradicciones del casi misógino Kepesh. Un hombre vacilante, que atemorizado por sus propios sentimientos y fragilidad es simultáneamente abrumado por “...la suerte de austera apariencia” que Consuela despide, el discreto encanto capaz de envenenar el corazón de cualquier dying animal. Penélope Cruz nació en el Madrid de 1974 pocos meses antes de la muerte de Francisco Franco; a pesar de haber estudiado jazz, ballet español y clásico en el Conservatorio Nacional, su carrera fue sellada como actriz tras conocer Átame y los subsecuentes filmes de Almodóvar en plena adolescencia formativa. Trabajó en video clips musicales con Mecano, en series televisivas, spots publicitarios y como presentadora de programas en la pantalla chica hasta su primer largometraje, El laberinto griego. Jamón Jamón y Belle Époque, ganadora de nueve Premios Goya y Oscar de Mejor Película Extranjera en 1992, fueron los roles decisivos que le lanzaron al estrellato internacional. Luego de aparecer en dos cintas de Almodóvar, número 59

La pasión según Woody Allen Maria Elena es Penélope Cruz en la última cinta de Woody Allen, Vicky Cristina Barcelona, un ménage `a trois completado por Javier Bardem y Scarlett Johansson, en la más sexy de las películas allenianas. El personaje de Maria Elena, una tempestuosa pintora que no aparece en escena sino hasta más allá de la mitad de la película, se circunscribe en su relación con su ex marido, Juan Antonio (Bardem) mientras ella existe en una realidad dividida entre la brillantez artística, un autodestructivo modus vivendi y la dependencia emocional. Gracias al triángulo amoroso que complementa Cristina (Johansson), una turista norteamericana veraneando en Barcelona, recién novia de Juan Antonio, Maria Elena se recupera de un intento de suicidio. Su personaje está repleto de una intensa energía vital que suplementa el indiscutible atractivo físico con el talento de una pintora, fórmula que la hace demoladoramente irresistible no sólo frente a Cristina, sino también a Jose Antonio y hasta a su envejeciente padre (quien confiesa tener sueños eróticos con su nuera). Ese oscuro objeto del deseo En Elegy, a mi parecer una de las más complejas actuaciones en la carrera de Cruz, hay una lucha por salvar el amor y confrontar el miedo que éste desencadena en aquellos que ya le han tenido, perdido y reencontrado. Hay además otra sutil batalla en este provocador filme de la española Isabel Coixet (la primera mujer en dirigir a Penélope Cruz): la exorcización de la belleza de Consuela encarnada en sus pechos, que dará paso a la tragedia de perderlos físicamente resultado de una cirugía. Más sus senos no desaparecerán de la memoria de Kepesh, quien, tal como en las demás novelas de Roth, se obsesiona con ellos, con el fetiche que Amedeo Modigliani plasmó en el cuadro Le grand nu y que sirve de portada a “The Dying Animal”. Consuela, quien gracias a su fortaleza sobrevivirá esta crisis, espera que Kepesh la ame igual a pesar de la mutilacián de su cuerpo-belleza.

Gracias al magistral ojo de Coixet, quien en algunas secuencias toma la cámara en mano, Elegy regala escenas llenas de un intimísimo poder que se filtra en la pantalla con una realidad pocas veces igualada. De hecho, Coixet confiesa que en algunas escenas la filmación se completaba con apenas cuatro almas en el set: el sonidista, ella, Cruz y Kingsby, quienes escuchaban el llanto emocionado de la brillante directora ante sus poderosas actuaciones. Esta participación “directa” en la filmación, similar a la libertad de improvisación que Allen otorga a sus actores, es lo que ha logrado hacer el “padre cinematográfico” de Penélope Cruz, Pedro Almodóvar, en cada una de las tres películas que juntos han rodado: una especie de confort que hace que la actriz se entregue por completo en y por el personaje. Las últimas tres películas de Cruz han sido europeas o filmadas por europeos, y son las que la han consagrado mas allá de su sex appeal, como la versátil actriz que Almodóvar había descubierto décadas atrás. En Volver éste recurre a las amas de casa del cine italiano neorealista de los años cincuenta (Sofia Loren o Claudia Cardinale) para trabajar la imagen de Raimunda; en su recién concluída cinta Los abrazos rotos, ha sido Audrey Hepburn la que inspira otra antiheroína, una aspirante a actriz rural que vive dos vidas, encarnada una vez más en Penélope Cruz. Almodóvar admite que le complace trabajar los personajes femeninos mucho más que los masculinos; a las mujeres las encuentra más vivas, alegres y faltas de prejuicios, y de tal manera, es capaz de lograr un mejor rol en sus actrices. Y es quizás por esta influencia y cuido que desde aquellos memorables ocho minutos de debut en Carne trémula cuando Penélope apenas contaba con 22 años, ella haya saltado hoy al roster de las grandes actrices. Un hecho que no debe sorprendernos dada su demostrada capacidad histriónica y su entrega absoluta a los roles que los grandes directores le han adjudicado, un proceso que ella ha definido como de educación interminable. Jochy Herrera: Dominicano. Es parte de la Mesa Directiva d Contratiempo.

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Paulet, el peruano que cambió la historia Álvaro Mejía

A principios del siglo XX, el peruano Pedro Paulet (1874-1945) abrió las puertas de la que sería la llegada del hombre a la Luna en 1969. El autor de esta nota, quien prepara una película sobre Paulet, es un acucioso investigador de la vida y los inventos del pionero de la astronáutica y la era espacial. Fantasía y ciencia. El niño Paulet lanzaba ratones en cohetes caseros. Julio Verne inspiró su sueño de llegar a la Luna. Y él experimentaba con el rigor lógico y la precisión matemática que, decía Víctor Andrés Belaúnde, primaban en el colegio donde ambos estudiaron. Por su origen humilde, casi no fue a la universidad. El Rector de la Universidad San Agustín, Luciano Bedoya, sabía de sus dotes de genio y pidió al jurado que le tomaran un examen, el cual superó entre aplausos. Luego el gobierno de Remigio Morales Bermúdez supo de él y lo becó para estudiar Ingeniería y Arquitectura en La Sorbona, en Francia. A fines del siglo XIX, inventó ahí el motor a reacción de combustible líquido. A inicios del XX, en Bélgica, diseñó una nave espacial, el Avión Torpedo. Verne aún vivía. ¿Se conocieron? En 1903, los hermanos Wright hicieron volar un aeroplano. Paulet vino al Perú seguro de que su nave era mejor. Pero se impusieron los aviones de hélice. Él volvió a Europa en busca del ambiente propicio para su invento. No lo hallaría tan pronto. En 1927, el norteamericano Lindbergh logró volar de New York a París en treinta y tres horas y media. El austriaco Max Valier, en su artículo De Berlín a New York en una hora, propuso el modelo de una nave empujada por cohetes para batir ese récord. A continuación, Paulet publicó una carta, diciendo que tres décadas antes él había diseñado un avióncohete superior y estaba buscando los fondos para fabricarlo. Para él, su nave era mejor que la de Valier porque tenía un ala delta pivotante con varios motores-cohete en la base. Con la punta hacia arriba, despegaría verticalmente. Al girar el ala, se desplazaría en forma horizontal. De nuevo en posición vertical, el descenso sería cómodo. La de Valier, que no tenía algo así, obligaría a sus ocupantes a dar volatines al volver a Tierra.

Pero el plato de fondo era su motor de Días antes, Die Rakete (El Cohete), boletín de combustible líquido. El rumano-alemán la VfR, había mencionado brevemente a Paulet. Hermann Oberth había dejado claro, en su Aquí un hecho importante: el 24 de mayo libro Los cohetes hacia el espacio interplanetario Paulet representó al Perú en el Centenario de (1923), que los viajes al espacio serían posibles la Sociedad Geográfica de Berlín. ¿Estuvo un con motores de esa clase. La carta de Paulet día antes en el autódromo viendo las demosllegó cuando los alemanes buscaban desarrotraciones? ¿Se vio con los miembros de la VfR? llar uno. Hay indicios para creer que sí. Como que en su Oberth era el líder moral de la Sociedad informe posterior al congreso pedía traer cienpara Vuelos Espaciales (Verein für Raumstíficos alemanes al Perú. Pero hay más. chiffahrt o VfR) Alemana. Valier era La pasión por los vuelos espaciales el hombre de la acción. Había de la mano de Valier, que Según Paulet, crecía publicado en 1925 un libro, ya era un héroe popular. El El Avance en el Espacio, cineasta Fritz Lang iba a para difundir las ideas de filmar la película La Mujer su motor podía lograr Oberth entre la gente en la Luna y pensó que común y se convirtió sería buena publicidad un funcionamiento de al en un líder de opinión lanzar el día del estreno en la materia. Luego, un cohete de combusdispuesto a pasar tible líquido fabricado menos una hora. Pero a la práctica, viajó por Oberth. por Alemania, dando Oberth no tenía habilos alemanes parecían lidades charlas para explicar su de mecánico, así plan: probar cohetes en que la gran oportunidad era autos, luego en aviones y al también un gran reto. Ese año escépticos. final en una nave espacial; además salió el libro El cohete para transporte de construir un motor de combustible líquido. y vuelo, donde el ruso A.B. Scherschevsky, Buscaba adeptos pero sobre todo financistas. miembro de la VfR, consagraba al peruano: “El Halló uno: el fabricante de autos Opel. advenimiento de la era espacial se hizo realidad Según Paulet, su motor podía lograr un con el desarrollo del motor a propulsión y de funcionamiento de al menos una hora. Pero la nave espacial diseñada y construida por el los alemanes parecían escépticos. Valier y Opel peruano Pedro Paulet”. empezaron con autos impulsados por cohetes Die Rakete elogió el libro. Oberth contrató de pólvora negra, o sea combustible sólido. al ruso para que fabricase la cámara de combusApenas lograron una combustión de segundos, tión de su cohete. Pero éste tampoco sabía de decidieron hacer presentaciones masivas. Una mecánica y no lograron nada que volase. Lang de ellas, el 23 de mayo de 1928, ante dos mil rompió el contrato. asombradas personas en un autódromo En 1929, entró a la VfR un adolescente cerca de Berlín. Irónicamente, ese que, por imitar a Valier, puso cohemismo día, Oberth defendía sus tones a su deslizador y acabó preso. teorías ante el stablishment científico alemán.

Le pusieron “El joven delincuente”. Se llamaba Wernher von Braun. Pero Valier ya no creía en cohetones. En 1930, agotadas las etapas de su plan, actualizó su libro y dijo que Paulet “ha probado por primera vez -comparado con los pocos segundos de combustión de los cohetes de pólvora- que es posible, usando combustibles líquidos, construir un motor cohete que logre una combustión de horas”. Se sabe que la VfR quiso desarrollar la nave de Paulet. Él se negó al descubrir que querían hacer misiles de guerra. Esto tendría que ver con que Valier se reunió con Hitler -según el propio Führer- para pedirle financiar los misiles. Ése fue el punto de quiebre. Valier construyó un motor de combustible líquido pero su auto no corrió muy veloz. Paulet había mantenido en secreto la fórmula del combustible. Valier sabía que era cosa de probar. En una de esas pruebas, en mayo de 1930, una explosión le quitó la vida. Su asistente, Arthur Rudolph, perfeccionó el motor y en pocos años sería de los científicos que secundaron a Von Braun en el desarrollo de los odiados misiles V-2 en la Segunda Guerra Mundial. Paulet siguió buscando que el Perú financiara su nave. Sin éxito. Murió en 1945, meses antes de que las fuerzas norteamericanas capturasen a Von Braun, Rudolph y otros, quienes después construirían para la NASA el Apolo XI, que pondría al hombre en la Luna. Valier fue enterrado con honores por todo lo que aportó a la cohetería espacial. Un cráter en la Luna lleva su nombre. Nuestro Pedro Paulet hizo mucho más. Alvaro Mejía: Guionista de cine y televisión. Es profesor universitario. Vive en Lima, Perú.

Pedro Paulet (1874-1945)

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El fantasma de la Blockbuster Gerardo Cárdenas A veces me vence la pereza y no voy al cine. Nadie es perfecto. Aunque no hay sensación parecida a la de sentarse frente a la gigantesca pantalla, y experimentar como de la luz pasamos a la oscuridad, y de la oscuridad al país de los sueños en 35 milímetros —y eso sin hablar de las palomitas de maíz, la cocacola gigante y las pastillitas de ‘emandem’. Pero a veces no me da la gasolina para tanto. Cuando ese marasmo llega, no me queda más remedio que acercarme a una Blockbuster que me queda cerca, y dedicar una media hora, o más, al complejo procedimiento de seleccionar unas cuantas películas. Mi mujer me ve llegar, más tarde, con una pila de DVD’s en la mano y una extraña mirada en los ojos, y sólo mueve la cabeza, consternada. Hago la aclaración ya mismo: esto no es un comercial para Blockbuster. Simplemente ocurre que hay una Blockbuster que me queda a tiro de piedra, en Berwyn, y he acudido a ella, en tardes y noches de sequía cinematográfica, desde hace seis años. El personal me conoce, y ya ni me preguntan si me pueden ayudar. Saben que voy a tomarme mi tiempo revisando las últimas novedades, las cintas en el pasillo de ‘foreign’, las comedias, las de ciencia ficción, las de terror. Hay una complicidad explícita, que llega al punto de que ya ni me llaman por teléfono cuando me cuelgo en devolver alguna cinta de estreno, de las que sólo alquilan por 48 horas. El gerente de la tienda –cuya identidad protejo para que no haya represalias, o quizás porque se me ha olvidado su nombre– conoce mis gustos y me hace saber de la llegada de algún estreno, o cuando alguien ha devuelto una cinta largamente anhelada. Un día, inclusive, me ayudó a encontrar un largometraje protagonizado por Bruno Ganz. ¿Quién habría de imaginar que en Berwyn saben quién es Bruno Ganz?

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Así las cosas, un día, un sábado de puente vacacional, con la parienta de vacaciones y el prospecto de una casa silenciosa y aburrida, me dirigí a la Blockbuster con una larga lista mental de estrenos, cintas de terror, y viejos clásicos del género western. Apenas mediaba el día, y habría no más de dos o tres clientes recorriendo los pasillos. De hecho, había más empleados que visitantes. Lo prefiero así, se corren menos riesgos de que alguien se me adelante en rentar una cinta que quiero ver. El gerente me hizo un breve gesto de saludo con la cabeza. Sin prisas ni competidores, me pude concentrar en la labor y al poco tiempo tenía ya una pila de DVD’s, incluyendo un animé japonés, y me dirigí a la caja. El gerente me atendió. Estaba de buen humor. Reía, divertido, haciendo comentarios con sus colegas. En su mano derecha tenía una película, cuyo título me sorprendió: Gay in Ámsterdam. —¿Explorando nuevas posibilidades?—le pregunté. Tras una carcajada, el hombre me contestó: —De ninguna manera, es que acabamos de asistir a otro golpe del “fantasma de la Blockbuster”. Fantasma homofóbico Según me contaron, la historia es así: desde hace algunos meses, un misterioso individuo (o individua, nadie está seguro) merodea por la Blockbuster y, cuando encuentra una película de género gay … no la roba … no la destruye … no pintarrajea la caja … no sermonea al personal. Discretamente, esconde la caja del DVD detrás de otras películas, llegando al extremo de orientar el frente de la caja hacia la pared, para que ni siquiera el título sea discernible. Terminada su labor, el fantasma desaparece, tan anónimo —o anónima— como cualquier otro cliente.

Esto ha venido sucediendo desde hace meses. No es que esa Blockbuster tenga muchos títulos gay. Ha sucedido que, por ejemplo, El beso de la mujer araña ha sido “reubicado” en dos ocasiones, lo mismo que Muerte en Venecia. El gerente cree que el fantasma apareció por primera vez poco después de que se exhibiera en los estantes de estrenos, un gran número de copias de Brokeback Mountain (2005). El personal de la Blockbuster ha acudido varias veces a los vídeos de seguridad de la tienda, sin poder dar con el fantasma, a quien quieren descubrir in fraganti, en el momento en que trata de ocultar una cinta detrás de otras. Gay in Ámsterdam, por ejemplo, fue descubierta detrás de varias copias de La novicia rebelde. —Pero el día menos pensado lo vamos a descubrir —me dijo el gerente. ¿Y qué harán con él? No ha quebrantado ninguna ley, no ha destruido mercancía, no se mete con otros clientes. Fuera de avergonzarlo, es difícil que puedan hacer otra cosa. Regreso a casa con mi altero de películas y una melancólica reflexión sobre el Fantasma de la Blockbuster. De todas las formas de activismo homofóbico, la suya me parece la más patética, la más triste, la más solitaria. Dicen que, en este país, el movimiento homofóbico tiene sus raíces en los años setenta, cuando el escritor neocristiano Tim LaHaye publica el libro Lo que todo mundo debe saber sobre la homosexualidad. De entonces a la fecha, el movimiento antigay ha ido de los panfletos, a los intentos por generar leyes homofóbicas, o de rechazar leyes que afirman los derechos civiles de los gays; y a los hechos, con persecuciones, agresiones, y ocasionalmente, asesinatos. Pero a nadie se le había ocurrido intentar ocultar cintas de tema gay detrás de otras cintas. Hay quien ha quemado libros de autores gays. Pero nadie había pensado, tal vez, en recorrer subrepticiamente los pasillos de una franquicia de alquiler de películas. ¿Tendrá alguien el valor

de hacer lo mismo en, digamos, algún videoclub de Boystown? ¿Y si algún activista gay lee esto, y se decide a visitar su Blockbuster favorito, para tratar de esconder las cintas de Rambo, Vin Diesel, James Bond o Bruce Willis? Yo tengo mi teoría sobre el Fantasma de la Blockbuster. No me extrañaría que fuese un hombre de edad y estatura medias, con algunos kilillos de más en la zona medular, varios pelos de menos en la cima, y severos anteojos bifocales. Es contador público, o administrador. Viste todos los días un traje gris, azul marino, o negro, con camisa invariablemente blanca, y bajo ella una camiseta también blanca. Portafolio negro de imitación piel, corbata de rayas o de mínimos puntos. Le suele sudar la calva, aún en invierno, y a veces huele a la cebolla que acompaña a su invariable hamburguesa del almuerzo. Le han educado los lasallistas, o los dominicos. Es divorciado, la mujer lo dejó hace mucho. No hubo hijos, no hubo tiempo. Hay cosas que las mujeres son incapaces de entender. A veces, los viernes, pasa al Blockbuster aquel de Berwyn, y alquila alguna cinta de acción de Bruce Willis, o de The Rock. Se mueve rápido, nadie lo sospecharía qué tan rápido, y oculta aquella película escandalosa donde dos jóvenes, al parecer brasileños, yacen juntos sobre la arena del mar, detrás de copias de una comedia protagonizada por Reece Whiterspoon. Paga el alquiler del DVD, sale al estacionamiento. Aborda su Honda Civic, y conduce cinco minutos hasta su aburrido y macarrónico apartamento. Mete al microondas una cena precongelada que come mientras mira las noticias y el resumen de deportes. Se lava los dientes, se seca la calva, se pone el pijama de cuadros escoceses, y antes de dormir, con una lágrima en los ojos, se masturba ante el póster de Kirk Douglas en su papel de Espartaco. Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano, es Director Editorial de contratiempo.

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Los consejos del lobo Marco Escalante

“Querido Alfred, te lamentas desconsola­ damente por la falta de lealtad de tu amante. Extiendes tu odio al mundo entero, a la vida, solamente porque ella tuvo una pequeña aven­ tura con X, que por supuesto no fue la primera ni será la última. Te duele su volubilidad, la multiplicidad de su deseo, su franca entrega al amor libre. La calificas por ello de ramera, como si se tratara de una mujer vil, digna de algún burdel miserable. Piensa, sin embargo, en ella como si fuese una obra de arte, sin otor­ garle todavía ningún valor estético. Piensa en sus cualidades y defectos, sopesa los mismos, ponlos en la balanza. No veas solamente su infidelidad, sino también su entrega, sus sacrificios esporádicos, su apasionamiento, su sentido del humor, su belleza, su buen gusto. Piensa luego en un cuadro de Rafael e imagina que un experto ha descubierto en él una pequeña falla; evidente es verdad, pero no mayor que los méritos patentes en toda la extensión del lienzo. ¿Lanzarías a la basura tal cuadro solamente por un ripio que no afecta en mucho la totalidad de la obra? ¿Lo quema­ rías, dolido por su imperfección, sabedor que el género humano nunca creó nada perfecto? Obviamente no. Y por eso resulta ridícula tu pretensión de borrar de tu vida a tu pobre amante, para cuyas cualidades hoy estás ciego, por lo reciente de su traición, pero que mañana sabrás reconocer si lo piensas detenidamente. Como el cuadro imaginado de Rafael, ella es una obra imperfecta, al igual que todas las mujeres de la tierra; pero no es una obra delez­ nable ni mucho menos mediocre. Tienes que aprender a percibir la realidad de esta manera para convencerte de la medianía de tu infeli­ cidad y de la injusticia de tu actual parecer”. Entrecomillado está el consejo del lobo para Alfred de Musset, que escribió sus confesiones completamente destrozado por el idilio de George Sand y el doctor Pagello. Bello sofisma, es verdad, pero bastante limitado en la práctica. Si la gente razonara como lo ruega encareci­ damente el lobo, el mundo sería casi perfecto, con todos los seres humanos evaluando las circunstancias de sus pasiones con tal severidad y equilibrio, que no solamente desaparecería el dolor, vencido por la conciencia, sino también el rencor, dando paso a la templanza. El amor, sin embargo, es precisamente el sentimiento que más atenta contra cualquier equilibrio artificial. No hay nada más triste, más paté­ tico, más desequilibrado que el hombre inte­ ligente enamorado; dejado ya de sus libros, de sus teorías y elucubraciones, y convertido en

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payaso por una amante cruel que ignora hasta los preceptos básicos de la gramática. Casti­ llos de sabiduría construidos en décadas caen por una frivolidad aparente, porque el amor es así, profundamente igualitario, e igual eleva a quien está a ras de suelo como baja a quien pretenciosamente mira desde la cima. El clisé romántico del siglo XIX, por ejemplo, muestra al joven citadino, de moral disoluta y educa­ ción sofisticada, marchar al campo en busca de aire puro para contrarrestar los síntomas de la tisis (enfermedad romántica por excelencia); y allí, lejos de la artificialidad de las ciudades, de la complejidad de los libros, de la doblez de la gente de alta sociedad, se enamora, se tiene que enamorar, de una simple pastora, una muchacha campesina sencilla que en su imagi­ nación morbosa termina por fundirlo erótica­ mente con la naturaleza. La vida está llena de amores incomprensibles precisamente porque el amor no tiene el rigor racional de un diálogo platónico. Precisamente en el Lisis, resulta imposible responder si el amor es más probable entre dos seres de opuesta constitución moral o intelectual o si lo es entre dos seres semejantes en todos esos aspectos. Resulta imposible aplicar un análisis mesurado en una vivencia tan contradictoria, tan accidentada, tan ilógica, como lo es el amor, de la misma manera en que se analiza un cuadro, una novela, un poema o una pieza para piano. El joven Alfred no podrá perdonar jamás a su amante, siempre llevará dentro suyo la memoria de su deslealtad y tarde o temprano clamará por venganza, así su corazón sea noble, y así la amante infiel tenga cualidades tan innumerables como un lienzo de Da Vinci. Pero el lobo continúa: “Vives en un mundo donde todo lo rige el dinero. Todo es posesión en nuestros tiempos. Todo es tener. Se posee dinero, se poseen bienes, se poseen privilegios, se posee poder político. Y también, desgracia­ damente, se posee a las mujeres. Esa posesi­ vidad, esa manera tan inhumana de concebir a la mujer como una alhaja protegida en una caja fuerte contra los intentos de robo de algún truhán, es tan despreciable como la avaricia de un potentado elefantiásico que no repara en el dolor ajeno a la hora de engordar sus arcas. El amor no puede ser avaro, tiene que dejar fluir a los seres, tiene que dejarlos realizarse, ser en sí mismos, con independencia y libertad. ¿Por qué tú, siendo un muchacho inteligente y sensible, te lamentas porque descubres que tu amante no es enteramente tuya, de la misma manera en que se lamentaría un rico si el estado le aumentara los impuestos? Piensa además en la libertad que tú mismo ganarías si le otorgaras a tu amante la libertad que por derecho le corresponde. Estarías más ocupado en ser feliz que en torturarte pensando en los lugares en que ella puede estar, temeroso tal vez de que se encuentre con un viejo amante o que le presenten a un joven seductor y apuesto, cosa que de todos modos ocurrirá en cualquier momento. Levántate ahora mismo y piensa que ella, con su traición, no hizo algo malo, sino

que halló una manera severa, la única posible quizás, de otorgarte tu propia libertad, para que tú también seas feliz, como ella”. Esta vez el error del lobo es todavía más obvio. Precisamente porque la mujer no es una alhaja ni un bono escondido en un arca secreta, y precisamente porque su amante sabe tal cosa y la contempla en toda su dimensión humana, es que se resiste a perderla con esa tranqui­ lidad filosófica con que se pierde un piano o un mueble estilo Luis XV. No es la tristeza de perder algo que se considera como propio lo que genera el sufrimiento más intenso, sino la abrupta revelación de que nuestras sospechas, nuestros temores, eran ciertos; y de que en vano luchamos por contrariar la ley de la vida. El amor era una empresa digna, pero desespe­

ranzada. La única manera de construir la cons­ tancia, más allá del éxtasis y la poesía, era ceder al matrimonio o al concubinato, donde el amor se convierte en otra cosa, un sentimiento filial tal vez, sin la intensidad, sin la pasión que da sentido a la vida y a la vez se lo quita. El lánguido Musset no sufre de posesividad, sino de desilu­ sión, de tristeza al ver un Olimpo en llamas, un cielo caído, una vida tacaña estancada en cosas cotidianas, rutinarias e irrelevantes; una vida que se complace en asfixiar lo que se pretende eterno, la fusión total de dos almas en un senti­ miento mutuo, ajeno a este mundo. Marco Escalante. Escritor peruano. Autor de Las figuraciones y de Malabarismos del tedio. Vive en Chicago.

contrafoto Jesús Sereno

Y mis manos se extendieron buscando la tierra...

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