Contratiempo 13 - Mayo 2004

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Editorial Leonardo Tarifeño entrevista a Mike Davis La latinididad no es un slogan Carlos Monsiváis Las tradiciones emigran Raúl Dorantes y Febronio Zatarain Pilsen y sus fantasmas Susana Galilea Adiós a Nueva York Sam Quiñones Inmigrantes de Atolinga fundan una comunidad más vibrante Kari Lydersen entrevista a Saskia Sassen Globalización: del cono sur a Chicago Jochy Herrera entrevista a Silvio Torres-Saillant Acontecer diaspórico en Nueva York Max Castro La latinización de Miami

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deshoras om ulloa 4to feto: en el velorio Ricardo Armijo Jueves por la tarde Leda Schiavo Azar subjetivo José Ángel Navejas Esta lengua mía

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mirada cómplice Francisco Piña Haymarket y la amnesia colectiva: Una exposición de Héctor Duarte

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tiempo extra Juan Mora Torres El Álamo: Mito, nación y narración Manuel Zatarain “La modernidad y la otredad”

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Periscopio electoral Jorge Frisancho Abril es el mes más cruel

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Joel Soto De evangelios, tentaciones y pasiones Febronio Zatarain La pasión de Gibson: Anticristiana y antihistórica

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Desde el desván Josefina de Abad Don Samuel, el profeta II

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Delia Negro Las fuentes de la memoria Érika Buchancow El nuevo tango de Daniel Binelli

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Desnudo de un mundo artificial Iván Torrijos Sodoma se asoma

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Lance Selfa Emma Goldman

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tiempo de sobra León Leiva Gallardo Cambio o metamorfosis Bernardo Navia Neruda Universal Carmen González Relato breve sin título

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Este mes de mayo se cumple un año de la publicación del primer número de contratiempo. A los que integramos el colectivo nos motivaron y nos siguen motivando tres razones: por un lado, promover lo que en literatura y en artes plásticas se está creando en el mundo latino de Chicago y de los Estados Unidos; por el otro, reflexionar sobre los aspectos sociales y culturales que forman parte de la vida diaria de nuestros barrios; y finalmente, interpretar en forma crítica la nueva coyuntura mundial surgida a partir del 11 de septiembre de 2001. No es casual que la sección principal del primer número estuviese dedicada a la guerra en Irak. A poco más de un año de la invasión, seguimos sosteniendo que no hubo una justificación sólida para llevar al país en que vivimos a ocupar una nación ya de por sí flagelada por la dictadura y por las sanciones económicas y comerciales. Hoy sabemos que el argumento primordial para invadir Irak –la posesión de armas de destrucción masiva por parte de Hussein– carecía de fundamento. Y los sucesos de abril parecen decirnos de manera reiterada que la Casa Blanca cometió un grave error al precipitarse en su aventura belicista, a pesar de las llamadas de atención de la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y, sobre todo, de la opinión pública mundial. El horror en las tierras en que corren el Tigris y el Éufrates, antes lo constituían Sadam Hussein y sus soldados; hoy, por degracia, lo representan Bush y las tropas de ocupación. En abril murieron 126 soldados estadounidenses, casi el veinte por ciento del total de caídos desde que inició la guerra. En abril también se dieron a conocer imágenes que muestran a soldados norteamericanos y británicos torturando a prisioneros iraquíes. Y a juzgar por lo que escuchamos en la radio, vemos en la televisión y leemos en los diarios, a la ciudadanía de este país cada vez le va quedando más claro que la guerra en Irak se inició no para proteger la seguridad nacional, sino para beneficiar los intereses del grupo económico al que pertenece el vicepresidente Dick Cheney. Ya en el terreno político y militar, y tomando en consideración los sucesos de Faluja (ciudad sunita) y de Nayeb (ciudad chiíta), podemos deducir que, de continuar la ocupación, esta guerra no tendrá para cuándo acabar y que las bajas serán mucho mayores que las del mes pasado. Sin embargo, viendo el caos que prevalece en las ciudades más importantes de Irak, sería contraproducente, e incluso irresponsable, pedir el retiro total y repentino de las tropas de la llamada “Coalición”. Lo más sensato es pasar el mando de la reconstrucción a una fuerza internacional mucho más amplia comandada por la Organización de las Naciones Unidas. La presente edición de contratiempo está dedicada a otro tema que también tiene relevancia mundial: la migración y la ciudad global. Las prácticas económicas neoliberales han provocado la libertad casi absoluta de los capitales, muy de acuerdo a su conveniencia y dejando atrás cualquier tipo de consideración laboral o humana hacia los trabajadores del país que abandonan o del país al que

han decidido mudarse. Los reglamentos laborales ya no son establecidos de manera tripartita (es decir, por el Estado, el sector laboral y el sector empresarial) sino por el Capital mismo. Como reacción, hemos visto en las últimas dos décadas un movimiento migratorio sin precendentes, sobre todo a las principales ciudades del mundo. Para Saskia Sassen, profesora de la Universidad de Chicago, destacan Londres, Tokio, Frankfurt, París y Nueva York. Las corporaciones se han dispuesto a terminar con las conquistas laborales (recordadas por cierto el pasado primero de mayo en casi todo el mundo) obtenidas a lo largo de ciento cincuenta años. Pareciera que la meta del Capital es no rebasar nunca el pago de un dólar al día como salario; y en consecuencia con esa meta, muchas empresas han abandonado las zonas francas latinoamericanas para reinstalarse en China o en Indonesia. Ante estas circunstancias, millones de obreros tanto agrícolas como industriales, empleados de oficina, profesionistas, universitarios, etc., ven como única salida el emigrar a Europa, Japón y Estados Unidos. Emigrar es cada vez más el modo moderno de subsistencia. Y cuando se emigra (ya no como individuo sino como comunidad) y se llega a alcanzar cierta estabilidad, también en el país receptor se establece de manera marginal la cultura del inmigrado. En la crónica de Sam Quiñones podemos observar cómo ciertos rasgos culturales del pueblo de Atolinga, Zacatecas, se han asentado en un suburbio de Chicago. Pero esta cultura que se asienta periódicamente regresa trastocada al país de origen: el inmigrante en sus retornos lleva consigo elementos propios del país y la región en los que ahora vive. Si el neoliberalismo dirigido desde los rascacielos de los países ricos ha llevado a poblados enteros a abandonar su tierra, éste no ha podido del todo desarraigarlos culturalmente. Por el contrario, un pedazo de cultura marroquí, filipina y dominicana han logrado ya insertarse en Frankfurt, en Tokio y en Nueva York respectivamente.


Leonardo Tarifeño entrevista a

Mike Davis

Según el investigador y ensayista Mike Davis, el surgimiento de una “auténtica nación” latina en el seno del territorio estadounidense (con una población que para el 2050 superaría a Argentina y Colombia), abre las puertas a todo tipo de especulaciones: el posible desarrollo de una cierta izquierda política, un nuevo tipo de mestizaje social y cultural, y la superación del modelo chicano a la hora de pensar la identidad estadounidense del latino. Todo esto, mientras por primera vez aparece una intelligentsia latina a escala nacional, que igual lee a Theodor Adorno como a Carlos Monsiváis. La presente entrevista fue publicada en el suplemento El Ángel, del periódico mexicano Reforma, el 16 de junio de 2002. ¿Qué rol jugará la cultura latina en Estados Unidos en el futuro de su país? El futuro dependerá de las propiedades emergentes de esa constelación de identidades englobadas en el término “latino”. La “latinidad” no es una esencia; es una cultura en construcción con muchos futuros posibles. Por un lado, resulta evidente que el mundo latino va a tener una influencia significativa en la redefinición de la identidad nacional. Y por el lado político, el panorama es complejo: los republicanos confían en que los valores tradicionales de los mexicanos y los cubanoamericanos apoyen sus políticas conservadoras; los demócratas buscan desesperadamente el voto latino para compensar la erosión de su electorado blanco; y los socialistas como yo creemos que la unión de los latinos con los afroa-

mericanos puede formar una gran coalición, el primer movimiento hacia una verdadera izquierda de masas de Estados Unidos. ¿Considera que en Estados Unidos hay conciencia de este fenómeno? La “latinización” de Estados Unidos es un proceso trivial y profundo a la vez, que cambia para siempre nuestro ADN cultural. La conciencia se dará con el tiempo, pero ya aporta imágenes. En su versión más visible, supone que una familia de Des Moines convierte los tacos en su cena preferida con el mismo entusiasmo que los inmigrantes dominicanos de Washington Heights parecen sentir por el hot dog. Pero esta imagen es insuficiente, y forma parte de la trivialización y resistencia de la industria cultural estadounidense. El proceso es mucho más profundo, y comercialmente se advierte en la lucha de los mass media por comprar música en español y producir cross-overs a la Ricky Martin y Jennifer Lopez. Al mismo tiempo, por primera vez aparece una in telligentsia latina a escala nacional, que igual lee a Theodor Adorno como a Carlos Monsiváis y que entiende muy bien la dialéctica entre cultura popular e industria mediática. Así como los obreros latinos revitalizan el agonizante movimiento sindical estadounidense, los intelectuales y artistas latinos están reinventando la vanguardia. Son los nuevos bohemios. ¿Los latinos estadounidenses se integran entre sí o se limitan a convivir? Depende del lugar, pero la energía del proceso demográfico es irresistible. En ese sentido, Nueva York es la avanzada. En Nueva York, las culturas hispanoparlantes del Caribe han servido como conexión con el resto de los latinos y con los afroamericanos. Y la “latinidad” no es un slogan, ocurre en el dormitorio: mucho más que en Los Ángeles, Miami o Chicago, la mayoría de los matrimonios latinos se producen entre individuos de diferentes nacionalidades. Esto hace pensar que Nueva York se perfila seriamente para adoptar una auténtica identidad latina, como si allí la dialéctica bolivariana encontrara su mejor síntesis.

Portada del libro Magical Urbanism. Latinos Reinvent the U.S. City, Verso, 2001

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¿Los latinos estadounidenses mantienen sus raíces en sus países de origen? Da la impresión de que ese lazo afectivo y cultural se diluye. Muchos políticos estadounidenses todavía creen en el coercitivo modelo de la “asimilación” y “americanización” del inmigrante: no se dan cuenta de la profunda transformación que la globalización ha producido en la realidad de la inmigración y la identidad nacional. Por ejemplo, no hay cambio más significativo que la doble existencia a la que se ve sometido el inmigrante actual. Como en la realidad virtual, miles de latinos han tenido que aprender a aparecer en dos lugares al mismo tiempo. La supervivencia de miles de comunidades en México, América Central y el Caribe depende de las ganancias de los inmigrantes en los suburbios industriales de Estados Unidos. Un tercio de la población de un ejido en Guanajuato vive y trabaja en un barrio de Houston. Esta es la nueva norma. En el mundo feliz del TLC,

un pueblo sólo sobrevive si se reproduce a sí mismo –con sus redes laborales, sus tradiciones, sus santos– en dos locaciones permanentes. El talento de la gente hace este trabajo, y eso es lo que distingue a los nuevos inmigrantes mexicanos de los antiguos chicanos. ¿No hay una contradicción cultural entre recuperar el particularismo de las raíces originales y celebrar la “latinidad” trasnacional? En absoluto, porque precisamente la influencia latina ha generado una notable multiplicidad de identidades y posiciones culturales. Es importante recordar que en Estados Unidos se ha creado una identidad latina panétnica, que latiniza la cultura tradicional mientras permite la “gringuización” de las diversas identidades latinoamericanas. Ese doble movimiento es opuesto a la “asimilación” que se advierte en el chicano. Bueno, si yo tuviera que hacerle una crítica a la política tradicional chicana es la simplificación extrema que hizo de la identidad mexicana. Si había que creerle a los chicanos, México sólo era una princesa azteca en un calendario de panadería. Pero México es justamente una de las culturas más ricas y diversas del planeta. La complejidad histórica y cultural de México, la imposibilidad de reducirla a una “esencia nacional”, ahora provoca una redefinición de las políticas culturales al norte del Río Bravo. Por supuesto, los gobiernos y las corporaciones intentan imponer una identidad simplista y mercantil, pero la excepcional oportunidad histórica de “desamericanizar” Estados Unidos reconfigura la presencia de culturas reprimidas (de la zapoteca a la apalache) en partes subversivas de la nueva nacionalidad. ¿Cuál es el verdadero impacto de la explosión latina en las políticas de Estados Unidos? Es variable. Por ejemplo, la comunidad cubana en Miami tiene una influencia desproporcionada en Washington; para tener una idea, basta comparar su éxito en la política hacia Cuba con la frustración de miles de puertorriqueños en su lucha por erradicar los entrenamientos de la Marina estadounidense en Vieques. Mientras tanto, los descendientes de mexicanos son los árbitros de las elecciones en California. Obviamente, Bush quiere llevarse todo: conquistar el voto cubano en Florida y seducir a los mexicanos de California y Texas con una reforma inmigrante. Pero si el efecto político del boom latino puede ser manipulado, el cultural no tanto. En mi libro subrayo que en las escuelas estadounidenses se toma al español como un handicap en la enseñanza; en lugar de verlo como una ventaja, los profesores creen que esos alumnos van a tener más problemas en su educación. Lo positivo es que, a pesar de lo que piensen los profesores, nacer en una cultura e incorporar otra es un privilegio y una fortaleza. Y ese impacto es una de las fuerzas más extraordinarias que atraviesan este país.

Leonardo Tarifeño es periodista cultural del periódico Reforma.


Carlos Monsiváis ¿Qué tanto, sin moverse de su sitio, retiene una comunidad de sus tradiciones al trasladarse a otro país, y al trasladar ahí su noción al ritmo de las oportunidades y de la falta de oportunidades? ¿En dónde reside lo que cada persona considera lo no renunciable o lo no desprendible de sus herencias culturales y sociales? ¿Cuál es la energía de las costumbres y cuál es la inmovilidad de lo absolutamente novedoso? Si se habla de las experiencias de la nación mexicana, una interminable es la de Aztlán que viaja para fundar a diario la Tenochtitlán (la metáfora es inepta, el viaje no). Y, entre otras cosas, sin las migraciones a Estados Unidos, la nación crecería de escalas comparativas y de perspectivas de parálisis o dinamismo, por depender en lo absoluto de la ciudad de México como único criterio de movilidad. Es la migración lo que transforma a la provincia (término peyorativo) en las regiones (vocablo descriptivo); lo que alivia o deprime sin saberlo; lo que evita o atenúa las explosiones rurales y en gran medida urbanas; lo que mide psicológica y culturalmente las dimensiones del éxodo y del arraigo. Gracias a las migraciones masivas, tanto el que se queda como el que se va descubren su tierra prometida; gracias a los millones de personas del México de fuera, el México de dentro determina la velocidad de sus cambios. Estoy convencido; paulatinamente, las sociedad mexicana sin jamás reconocerlo explícitamente, localiza en las migraciones sus vivencias precursoras de algo inevitable y doloroso: la adaptación forzada y violenta a la modernidad. México, a lo largo del siglo, se ha transformado a saltos porque no le deja otro camino la imposición planetaria de la modernidad, pero la aceptación acrítica y la resistencia fanática a la modernidad han marcado dramática o trágicamente la vida nacional. ¿Qué son, por ejemplo, el desastre agrario, la violencia en el campo y la expansión del narcotráfico, sino encuentros con o aplazamientos de la modernidad, de la puesta al día del país con el exterior? El desastre agrario se produce cuando los métodos improductivos persisten, el caciquismo prefiere las pequeñas ínsulas de poderío sin límites a los riesgos de la democratización productiva, el narcotráfico crece cuando la desesperación de los campesinos elige las vías de la delincuencia. Y en cambio, lo verbalicen como quieran, los migrantes se dirigen a la modernidad y a esa forma tremolante de la modernidad: la versión popular del éxito que no es otra sino la huida de lo que les espera, según criterio aceptado, a todos los mexicanos: el destino previsible y fatal. El campesino que es hoy obrero o mesero o padre de un estudiante de la universidad de Yale, decepcionó la suerte que lo aguardaba. El campesino que muere en el desierto de hambre y de sed, cumplió con lo trazado por las generaciones de sus ancestros. Y de un modo similar, subrayando la burla a lo fatal, se ha dado la transformación mítica y cultural del norte de México en un “Far West” que frustra el desenvolvimiento típico de las tradiciones populares. La americanización en México es un proceso dual donde todo se mexicaniza y se americaniza con gusto y celeridad. ¿Quién hubiese concebido un México regido por el role model de John Wayne, en su variante de onda grupera, de conjuntos como los Tigres del Norte (y sus narcocorridos), los Temerarios, los Bukis, los Tucanes de Tijuana y así sucesivamente? ¿Y qué profeta hubiese anticipado la masificación de los John Wayne con camisas verde limón, rosa, azul eléctrico, rojo frenesí o morado éxtasis? ¿Quién hubiese adivinado lo que rebeló la confiscación de una de las casas de la narcofamilia Arellano Félix: una colección, en tamaño considerable, de figuras de Walt Disney hechas en Lladró? ¿Quién le hubiese dicho a los personajes de Juan Rulfo que un espectáculo predilecto de sus descendientes sería el rodeo, y que abundarían las fórmulas de Roy Rogers, Gene Autry, Dolly Parton y Willie Nelson en donde reinó la voluntad de Pedro Páramo, un rencor vivo? Diles que no me maten, y don’t fence me in. La moraleja del migrante físico (un sector muy amplio) y del migrante mental (casi todos) es muy obvia: a la tradición se le honra en los días y en las horas a ella consagrados, nada más. Y de ahí el gran lazo de unión entre los que se van y los que se quedan: la enorme frecuencia de la práctica que al mismo tiempo honra y jubila a las tradiciones. Sin duda, algunas se exceptúan: las devociones religiosas, algunos hábitos culinarios, el sitio de honor de la madre, el papel de sociedad reducida y ampliada de la

familia, y el rencor hacia el gobierno. Pero aún allí los cambios son muy perceptibles. Así por ejemplo el alto número de conversiones religiosas, los migrantes que son bautistas, presbiterianos, pentecostales, mormones, testigos de Jehová, esotéricos, espiritualistas. En su muy interesante estudio El dilema del retorno. Migración, género y pertenencia en un contexto trasnacional, Víctor N. Espinosa reproduce una oración del “Devocionario del emigrante”, redactado en las diócesis de Zamora y de San Juan de los Lagos: Mariachi en Nueva York. Foto: Gabriela Zamorano

Oh, Dios… he decidido salir de mi casa para ir a trabajar al extranjero. Me siento con el corazón destrozado, porque voy a dejar a mi esposa, a mis hijos, a mi padre y a mi madre. Tú bien sabes que lo hago por necesidad y no por buscar una aventura egoísta… Te pido que la fe que recibí de mis padres siga fuerte a pesar de encontrarme en otro ambiente, en otra nación… Oh Jesús… me encuentro en este momento en la frontera, decidido a pasar aunque sé que es contra la ley. No lo hago para desafiar los reglamentos de una nación, sino por necesidad. Es la desesperación que me hace cruzar. Es la realidad económica en que me encuentro y el aprieto de buscar una salida para mi familia… como ciudadano del mundo y de una Iglesia que no tiene fronteras, te pido, Dios, me concedas llegar a mi destino sin inconvenientes ni obstáculos.

Con todo respeto para el Devocionario, nunca supuse tanto legalismo en las conversaciones privadas de un migrante y Dios. Más bien, verbalizo, a partir de la información disponible, un rezo como el siguiente: Virgencita, madrecita mía: Vengo a ti para que me devuelvas la sensación del cielo, que es como si todo el tiempo fuera mío, no nada más el cansancio del escaso tiempo libre. Te reverencio en tu nicho, Jefecita, así luego las menos de las veces, ya no comulgue con tu fe y me haya vuelto pentecostal o adventista o congregacional o metodista, pero si sigo creyendo en tu Iglesia llevo tu imagen conmigo, y si ya no creo no dejo de verla porque de veras que eres la más reproducida y ubicua, por allí andas mi Reina, en restaurantes y caminos y carteras, y en las exposiciones de la comunidad. Y cuando veo tu imagen pienso en mi madre, que me ponía bajo tu cuidado, y no le fallaste conmigo, aunque sí le fallaste con Ramón y Chucho, que también te encomendó y ya viste cómo les fue con la Migra. Y a mi papá le daba por reír, pero es que siempre te rezaba cuando andaba borracho.

Si la religión es un signo distintivo, también lo es el estilo de la nostalgia. El mexicano o la mexicana que se quedaron le confían su nostalgia teatral al nacionalismo y su nostalgia más personal a lo mismo que cualquier otro ser humano. El mexicano o la mexicana que se han ido, y hasta fechas recientes por lo menos, hacían lo mismo, especializándose en la comparación. Así, concibo, sobre la base de muy distintos testimonios, su fluir de la conciencia:

¿Cómo estarán en el pueblo, con tanta bronca y tanto desempleo y las guardias blancas y los judiciales? ¿Y qué estará haciendo mi compadre Nicanor a estas horas? ¿Habrá terminado con las faenas del campo, se estará preparando porque le tocó ser mayordomo de la fiesta? ¿Y que hará mi comadre?... Bueno, a lo mejor ya debía decir algo distinto: ¿qué estarían haciendo mis compadres de seguir allá en el agujero? Porque casi todo mi pueblo ya está aquí, en California, y no sé quién se quedó allá, a lo mejor nos va a pasar lo de San Pedro Tumeyalco, que tuvieron que pagarle a una familia de otro lado para que vivieran allí y cuidaran las tradiciones. Y como no son del pueblo, pues las cuidan muy mal, y no hay quién ponga de cabeza a San Judas Tadeo cuando no llueve… ¿Y mi hermano Juan ya se habrá casado allá en la capital? Para mí que no, que el Juanito es gay como aquí dicen. Pues si no le da SIDA que haga de su vida un papalote o un navío espacial… Qué bueno que mi papá no vio sus desfiguros, y qué bueno que nosotros no conocimos a mi papá, porque así ni nos imaginamos sus reacciones.

Desde luego la caricaturización no permite las visiones de conjunto, pero es más cierta que el desdén antiguo a propósito del sentido de las migraciones y la metamorfosis de los migrantes. Ellos, para empezar, no sólo sienten opresivo el anonimato de Norteamérica, también ven allí indicios de la gran libertad posible. Su identidad más personal, paradójicamente, comienza cuando nadie los conoce, no porque partan de cero sino por la desaparición de la vigilancia. En un casino al estilo de Las Vegas, en el corazón de Los Ángeles, abarrotado por paisanos con sombrero, don X, que no quiere platicar sobre su vida delante de su esposa e hijos, le confía uno de los encantos de vivir en Los Ángeles: “Podía tener hasta diez personalidades sin que nadie lo supiera”, cosa imposible en su lugar de origen, donde la densidad social le impedía “hacer algo sin que lo supiera todo el mundo”. ¡Ah, esa asechanza pueblerina a la que tanto le convienen los versos de Carlos Pellicer!: “Mudo espío/ mientras alguien voraz a mí me observa”.

Carlos Monsiváis es escritor. Es autor de Entrada libre, Escenas de pudor y Liviandad, Aires de Familia, entre otros.

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Raúl Dorantes y Febronio Zatarain

A Juan Huitrado, in memorian

Hablar de México en Chicago, es hablar del barrio de Pilsen; y para hablar de Pilsen hay que partir de su calle Dieciocho. Al salir de la autopista Kennedy, media milla al sur del downtown, van surgiendo las casas, con techos de dos aguas, construidas a fines del siglo XIX y a principios del XX. El escaso mantenimiento de estas casas hace más fuerte el contraste con el moderno centro de la ciudad, que recién hemos cruzado. En la zona metropolitana de Chicago, de acuerdo al Censo de 2000, hay 1,603,761 latinos, de los cuales el 75% es de origen mexicano; no es aventurado afirmar que gran parte de los que constituyen ese porcentaje han vivido o viven todavía en Pilsen, esto a pesar de las políticas de desplazamiento que se han acentuado en los últimos diez años. Ahora estamos en la calles Dieciocho y Unión (aquí los nombres se castellanizan), justo en la esquina de la iglesia Providencia de Dios construida por los inmigrantes lituanos hace ya más de un siglo. Cabe señalar que Pilsen ha sido un barrio de inmigrantes y que desde mediados del siglo XIX cada ola migratoria que ha entrado a Chicago por esta puerta

Lavandería Pilsen. Foto: José Guzmán

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ha construido una iglesia. Por eso es que a tres cuadras al oeste de Providencia de Dios nos topamos con otro templo, erigido ahora por los croatas (San Procopio); luego el de San Adalberto, construido por los polacos; luego el de los checos (San Vito) y el de los irlandeses (San Pío). Hasta mediados de los sesenta, en todas estas iglesias las misas se celebraban primeramente en la lengua de los constructores y en segundo lugar en inglés; pero desde esa década la migración mexicana a este barrio más que una ola ha sido un oleaje. Las misas en lituano, polaco, serbio-croata, etc., se fueron volviendo una reminiscencia dominical. En su lugar, en cada una de esas iglesias el español de los inmigrantes mexicanos se fue apropiando del púlpito. Lo mismo ha pasado con la iconografía de los altares: al lado de la santa o del santo patrono del país europeo se halla la imagen de la Virgen de Guadalupe. Sin duda estas iglesias llaman la atención por su arquitectura (la iglesia de San Vito, por ejemplo, es considerada una joya de la arquitectura decimonónica), pues Pilsen es uno de los pocos enclaves que sobrevivió al Gran Fuego que arrasó Chicago en 1871. En estas iglesias, sobre todo los sábados, sorprende el número de bodas pero sobre todo de misas de quinceañera, que de muchos modos reproducen y enfatizan el vestuario y las maneras del México rural; al entrar a la iglesia vemos a muchos hombres con el sombrero en mano y a muchas de las señoras con un peinado que nos remite a las actrices de la Época de Oro del Cine Mexicano. La manera de saludarse, ya sea de mano o con un abrazo, se da de forma sosegada, como en los pueblos de México. Pero estas maneras y este vestuario innegablemente están permeados por el hálito de la modernidad: en la misma entrada, se ve a muchas de estas mismas personas apagando apresuradamente su celular y a otras preparando su cámara de video. Una vez adentro, nos damos cuenta que las velas no son de cera sino electrónicas. Y aunque la misa sea en español, los rumores entre las hileras de bancas y los pasillos se dan en ambas lenguas: por lo general los niños y los adolescentes se hablan en inglés, pero al dirigirse a los adultos lo hacen en español. Si nos apartamos de la Dieciocho, a una cuadra al sur, en la esquina de la Carpenter y Diecinueve encontraremos el local de lo que un día fue Calles y Sueños. Las paredes exteriores de la casa todavía conservan los dos murales. En uno de ellos se retoma el tema de la educación, y el instructor más que de un barrio mexicano en los Estados Unidos, parece un maestro rural de la época cardenista. La otra pared contiene un mural que parte de lo figurativo pero que arriba a lo abstracto. Tal vez sin proponérselo, e independientemente de la buena o mala factura, esta esquina nos remite a las dos grandes vertientes de la pintura mexicana del siglo XX, que se personifican en Diego Rivera y Rufino Tamayo. Y así como en el exterior de este edificio, hay

dos expresiones artísticas en el interior; a lo largo de los últimos siete años de la década pasada, Calles y Sueños organizó lo mismo la proyección de una película del cubano Tomás Gutiérrez Alea o un concierto de la banda punk Los crudos que una lectura de poemas del puertorriqueño Iván Silén o un performance del propio José David, fundador y alma del lugar. Espacios alternativos como éste (donde la intención es darles oportunidad a los artistas nuevos aceptando los riesgos que eso implica) han surgido y siguen surgiendo en el barrio: Mestizarte, Colibrí, Polvo... Seguimos por la Dieciocho. De la docena de cantinas que se encuentran a lo largo de esta calle, vale la pena detenerse en una: El Trébol. Por el frente parece una tienda de abarrotes. Pero lo que vende don Ramón son obviamente cervezas, licores, cigarros y frituras. Detrás del mostrador se encuentran los mismos refrigeradores que ya estaban aquí hace treinta y tres años, cuando la familia de don Ramón adquirió El Trébol y cuando al barrio de Pilsen llegaban los primeros mexicanos. La persona mayor que entra a comprar a El Trébol inmediatamente se siente atraído por la música de la vitrola, que llega constante desde la parte trasera: Las Hermanitas Huerta, Roberto Carlos, Chelo Silva, José Alfredo... De allá vienen el jolgorio, las risas, el destape y el choque de botellas. El extremo derecho del mostrador parece indicarnos el límite entre la tienda y lo que llamamos “la barra”. En ese límite hay estantes de anforitas, cajas de Miller y Budweiser y varios bancos. A algunos clientes les gusta apostarse en ese límite, con un pie en la tienda y el hombro recargado en el breve pasillo que lleva a la barra o la trastienda. El Trébol, a pesar de la presencia de tres o cuatro mujeres que rebasan los cuarenta años, tiene el carácter de las cantinas de la provincia mexicana. Es decir, es un espacio netamente para hombres. Y en Pilsen hay infinidad de lugares como El Trébol; tan sólo a media cuadra encontramos Los Tres Días y al cruzar la calle El 1040. Recordemos que hasta principios de los años ochenta el grueso de la migración mexicana era masculina y del campo. Y en Pilsen las cantinas adquirieron y siguen teniendo el carácter de las de los pueblos mexicanos en las que todavía a principios de los noventa era posible leer a la entrada un letrero borroso, legalmente obsoleto, que decía: “Prohibida la entrada a niños, mujeres y uniformados”. Pero el corazón de Pilsen se halla sin duda en el encuentro de esas seis esquinas que forman las calles Blue Island, Loomis y la propia Dieciocho. Hace dieciséis años, en una de esas esquinas todavía se encontraba el edificio del Teatro Villa, precisamente en el mismo lote que ahora ocupa la biblioteca Rudy Lozano. Esta biblioteca cuenta con casi cien mil títulos, de los cuales una cuarta parte son en español. Los usuarios, cabe decir, son indistintamente residentes documentados o indocumentados; los libros se pueden leer


en los escritorios de la biblioteca o bien llevarse a casa por un lapso de tres semanas. El acceso a los libros, es decir a la cultura universal, es una de las grandes ventajas de emigrar a las urbes estadounidenses, aspecto que es por cierto pocas veces considerado. Pues cualquier tarde hábil que la visitemos, veremos en sus mesas y pasillos a niños y jóvenes latinos haciendo la tarea, consultando el Internet o participando en el club de ajedrez. También veremos a “gente sin casa” leyendo algún libro o consultando algún periódico. Para estos últimos, sin importar su raza o idioma, la Rudy Lozano o cualquier otra biblioteca pública de la ciudad es un refugio para protegerse de las bajas temperaturas y del calor extremo. En contraesquina de la Rudy Lozano se encuentra hoy en día el centro de transmisiones de Radio Arte, sitio que muchos jóvenes de Pilsen y de otros barrios han elegido como punto de reunión desde 1998: hay clases de periodismo y de arte y, sobre todo, de locución. La estación de radio le ha permitido a muchos jóvenes latinos entrar en contacto con las actividades culturales y políticas de la ciudad, esto tanto en inglés como en español. Donde hoy se encuentran los ventanales que nos permiten ver las consolas, los micrófonos y a los locutores en acción, hace quince años aún se encontraba una legendaria cantina llamada El Jardín y a pocos pasos de ésta la entrada de otro lugar legendario: el restaurante La Parrillita. Desde las sillas y los sillones de La Parrillita se podía apreciar el ir y venir de personas y de coches sobre la Dieciocho, teniendo como fondo los edificios del dowtown. La tendencia pueblerina de los adornos, la música tradicional mexicana y su atmósfera siempre a media luz, de algún modo invitaban al peatón a entrar y a saludar a un conocido. El Jardín se cerró ya que se hacía necesario la expansión del restaurante. Pero al remodelarse, La Parrillita perdió todos sus encantos y con ellos su clientela. El florecimiento y el cierre de La Parrillita, son un reflejo del carácter improvisado del comerciante o empresario mexicano que se hace en los Estados Unidos. Así como un campesino de Apaseo el Alto, Guanajuato, acá se puede volver busboy o cocinero, así también un obrero de Ciudad Hidalgo, Michoacán, acá puede llegar a tener su propia cantina o su propio restaurante. Si nos desviamos dos cuadras al sur de la Dieciocho, sobre la misma Blue Island, llegaremos a la escuela secundaria Benito Juárez, fundada en 1977 y considerada el mayor logro social de la comunidad mexicana. La Benito Juárez fue proyectada por el renombrado arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vásquez y sus murales del interior fueron pintados por varios artistas mexicanos y chicanos. Desde su fundación, las clases se han enseñado primordialmente en inglés, pero en sus pasillos y escaleras los jóvenes no dejan de hablar en español. Es importante señalar que algunos de estos jóvenes, al no encontrar respuestas reales a sus diversos problemas tanto en el mundo de la casa como en el mundo de la escuela, han visto como alternativa el mundo de las pandillas donde, por desgracia, la violencia es pan de todos los días. Pero volvamos a la Dieciocho. Media cuadra al oeste de Radio Arte encontramos lo que a principios del siglo XX fuese el teatro Smirna, espacio de los inmigrantes checos en

Adiós a Nueva York Susana Galilea

Un hombre mirando a la Dieciocho. Foto: José Guzmán

el que se pesentaban óperas y conciertos de música clásica. A mediados de los ochenta, este edificio, ya para entonces abandonado, fue tomado por diversas organizaciones comunitarias que lo rebautizaron como Asociación Pro-Derechos Obreros (APO). Una de esas organizaciones fue la Coalición del Medio Oeste en Defensa del Inmigrante que, a mediados de los ochenta, vino a reafirmar el carácter no chicano sino mexicanista de los movimientos sociales del barrio. El trabajo político se centraba en la denuncia de las redadas que llevaba a cabo la ya expirada Oficina de Inmigración y en la lucha permanente por una amnistía para los indocumentados así como en la defensa de sus derechos laborales. Esta organización y las que le han sucedido, se han concentrado solamente en resolver los problemas a los que se enfrenta el inmigrante como ente laboral e indocumentado, y han dejado a un lado los problemas que éste enfrenta como padre de familia. Para muchas organizaciones que han surgido en Pilsen, pareciera que los hijos de los inmigrantes no existiesen. Como se carece de propuestas concretas en términos de barrio para resolver los problemas a los que se enfrentan los jóvenes, no queda otra más que acatar cualquier propuesta antipandillas (que también son antijóvenes) aprobada por el Ayuntamiento. En Pilsen ha habido intentos por establecer cafés-galerías como puntos de reunión para los jóvenes universitarios y los artistas del barrio. Sin embargo, sólo el Jumping Bean ha logrado mantenerse por más de una década. En el reducido e íntimo espacio del Jumping Bean, sentarse a tomar una taza de café implica mirar en las paredes las pinturas en exhibición o presenciar, a través de los ventanales, el movimiento de la Dieciocho. Visualmente, hasta hace un par de años, en la Dieciocho resaltaban antes que nada los anuncios de las agencias de trabajo diario (conocidas en inglés como Day Labors). Esas agencias nos recordaban que Pilsen no había dejado de ser un barrio obrero y puerto de entrada de los recién llegados. Las Day Labors que veíamos en abundancia en la Dieciocho –y que ahora vemos en otros barrios– tienen tres turnos, contratan por un día, se paga el salario mínimo y por supuesto no ofrecen ningún tipo de prestación. Sus nóminas se han vuelto para muchos inmigrantes mexicanos recién llegados y de otras nacionalidades la principal vía para integrarse a la economía de los Estados Unidos. Pero Pilsen ha dejado de ser el puerto de entrada por excelencia; ahora claramente es un puerto de entrada más junto con La Villita, Back of the Yards, Cicero, Aurora y muchos otros barrios y suburbios.

Adiós a la Gran Manzana. A la suculenta fruta codiciada, imaginada, vapuleada, explotada, mitificada, plasmada en mil historias, relatos, noticias, imágenes, recuerdos, anhelos... Adiós a mi barrio entrañable. Al río turbio que lo separa y lo resguarda de las desmesuras de Manhattan. A los barriles de olivas a granel del colmado griego, a la tienda de alquiler de videos de Bollywood, a los cafecitos de madrugada en el piqueteadero colombiano, a los vejetes endomingados de la Casa de Galicia, y al jukebox repletito de rancheras de la cafetería mexicana. Adiós al entramado mágico de puentes y túneles. Adiós a la espléndida “línea del cielo” encuadrada en la luna del vagón de metro. Adiós a los taxis amarillos. A la blancura de Coney Island bajo la nieve. Al Empire State Building iluminado de rojo chillón el Día de San Valentín. A las dos columnas de luz azules conmemorando un vacío donde antaño reinaban sendas torres. A la pesadilla naranja del nivel de alerta elevado. Al luto cerrado de la portada negra del New Yorker un mes después de los atentados. Al contagioso orgullo de los atuendos verdes del día de San Patricio. Adiós a la fauna humana del subway. A los rostros de mil y una procedencias e incontables destinos. A los desahuciados, los ejecutivos, los artistas y los carteristas. A los pasillos poblados de cantantes de ópera amateur y bailarines de “break dance” apenas adolescentes. A los andenes repletos de gente a cualquier hora de la madrugada. A las retahílas por turnos verosímiles y quijotescas de los más desdichados. A la invasión imparable de los carteles publicitarios en español, ¡ea! Adiós a los alquileres estrambóticos. Al engorro de las licas (leaks) y la escandalera de las paipas (pipes) de la calefacción. A las fiestas improvisadas en los tejados del East Village. Al alivio de una cervecita en la escalera de incendios en las tardes de verano sofocantes. A la alquimia de las siglas de los barrios de moda: SoHo (South of Houston), NoHo (North of Houston), NoLita (North of Little Italy), TriBeCa (Triangle Below Canal), DUMBO (Directly Under the Manhattan Bridge Overpass). Al desafío hispanizador de LoiSaida (ya tú me entiendes, mano, el Lower East Side). A mis caseros de Castrocaldelas y a mis vecinos de Barranquilla. Adiós a los antros de la salsa. A los devaneos, los frenesíes, las minifaldas vertiginosas y la más sana de las frivolidades. Al trance del clave y el delirio de las trompetas. Al descarado coqueteo de los varones acicalados y de las hembras de infarto. Al tremendo vacilón de los hijos de Borinquen y de Quisqueya. Al ritmo delicioso de los “ya tú sabes” y los “ahí no más”. A los desayunitos reparadores a las cinco de la mañana, con el alma contenta y las pantorrillas ardiendo. Adiós al vertedero sagrado de Staten Island. A las toneladas de escombros de las torres derruidas. Al documento de identidad de mi mejor amiga, encontrado intacto entre las cenizas meses más tarde. A los cielos de un azul inenarrable que permitieron que mi amiga sobreviviera ese día. Al elenco de ángeles que se ganó la ciudad esa mañana de septiembre atroz. A los que se fueron y a los que se quedan. Al pedacito de asfalto y desenfreno que llevaré siempre en el alma, vaya donde vaya. Próxima incógnita: Chicago… Susana Galilea es traductora y reside en Chicago.

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Sam Quiñones El siguiente fragmento es un adelanto del nuevo libro de Sam Quiñones que está en preparación. Este texto apareció originalmente en la revista del Chicago Tribune y lo reproducimos con permiso del autor que participará en la conferencia Los Latinos and the Global City en la Universidad DePaul el 7 y 8 de mayo. La noche que murió, Raúl Briseño estaba viviendo el sueño que salió a buscar hacía 20 años, cuando dejó su pueblo natal en México y se dirigió a Chicago. El 6 de marzo de 2001, él y uno de sus empleados se encontraban trabajando en Raul’s Burrito Express, el nuevo restaurante que Briseño recién había abierto en el suburbio de McHenry, copia del exitoso proyecto comercial que ya tenía en Wauconda. Pasadas las 7:00 P.M., dos hombres enmascarados irrumpieron en el restaurante blandiendo un arma y exigiendo dinero. Indignado, Briseño agarró un cuchillo y salió tras los asaltantes. La policía indica que logró alcanzar a uno de ellos y que lo trajo arrastrando hacia el restaurante mientras le gritaba al empleado que llamara al 911. El segundo asaltante disparó e hirió mortalmente a Briseño, de 35 años y padre de dos hijos. Los dos enmascarados huyeron. En los días posteriores se erigieron varios altares en uno de los restaurantes de Briseño en Wauconda, donde era reconocido por la comunidad de empresarios. Sus familiares velaron a un padre abnegado cuya visión y energía lo habían llevado de una vida de pobreza rural a la prosperidad y autosuficiencia en los suburbios de Chicago. El impacto de su muerte repercutió también entre los miles de inmigrantes que, como él, salieron de Atolinga, ubicado en el norteño estado de Zacatecas. En la década de 1970, los atolinguenses empezaron a abandonar su tierra en busca de trabajo en los Estados Unidos, y muchos de ellos terminaron trabajando como lavaplatos en los restaurantes de Chicago. Hoy son dueños de 45 restaurantes, parte de un imperio en constante expansión en el área de Chicago. Ahora esos propietarios de restaurantes entran confiadamente a los bancos en busca del financiamiento para sus negocios. En los días iniciales sólo tenían sus trabajos en los Golden Nugget Pancake House. Pero también tenían el apoyo mutuo, que fue de gran ayuda a la hora de abrirse campo en el mundo de los restaurantes. Hoy en día la red informal de atolinguenses es capaz de abrir un restaurante de la misma manera que los Amish construyen un granero. Briseño empezó con la ayuda de esta red, y posteriormente ayudó a otros. Raúl Briseño tenía tres restaurantes: los dos Raul’s Burrito Express y el Dos hermanos, restaurante familiar localizado en Wauconda. Cuatro de sus hermanos también son dueños de restaurantes. En México, y especialmente en Zacatecas, los negocios son territorio de las clases pudientes, no de los pobres y analfabetos. Visto dentro de este contexto, los 45 restaurantes atolinguenses son más que una proeza comercial; representan un verdadero acto de realización personal. En

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cuestión de 20 años, muchos atolinguenses pasaron de ser campesinos apocados a empresarios audaces, y hoy se comportan como verdaderos defensores del poder del pensamiento positivo. “Mucha gente tiene un gran enemigo: el miedo, miedo de luchar por lo que se quiere”, dice Rodolfo de la Rosa, que salió de Atolinga en 1975 y hoy es dueño de dos Taco and Burrito Palace en Chicago. “Uno tiene que ver otro mundo para entender todas las oportunidades que hay.” Su historia es uno de esos viajes que muchos mexicanos hacen de un pueblo aislado hacia el gran mundo. Y es tanto una revitalización como una prueba de su ingenio. Parte de la ola de recién llegados, que en la última década aumentó la población de mexicanos en un 50%; los atolinguenses formaron, en los Estados

jero construyeron casas modernas, de dos y tres plantas, con pisos de baldosas, antenas parabólicas, portones de hierro forjado, plomería y puertas deslizables. Algunas fueron construidas al estilo suburbano estadounidense, con caminos de entrada y césped. Las construyeron pensando que algún día regresarían pero, con la excepción de unas cuantas semanas en agosto y en diciembre, no han vuelto. Atolinga parece un pueblo próspero. Pero al mismo tiempo parece estar vacío, como el set vacío de una película. Alguna camioneta pasa de vez en cuando, y la camina por los silenciosos cañones de casas vacías sin nunca tener que darle preferencia al tráfico. El cielo es límpido y el canto de un gallo se logra escuchar desde el otro lado del pueblo. La calma habla de la nula actividad económica, razón por la que tantos emigraron al norte. Ningún otro estado de México envía tantos inmigrantes a los Estados Unidos como Zacatecas. Según algunos investigadores de la Universidad de Zacatecas, en los Estados Unidos viven cerca de 600,000 zacatecanos, o sea la mitad de la población del estado. Se calcula que el área metropolitana con más zacatecanos es Los Ángeles, seguida de Chicago y luego de la ciudad de Zacatecas, capital del estado. Estos investigadores calculan que los inmigrantes zacatecanos envían a Zacatecas un millón de dólares diarios. El estado no tiene industria, y tanto la ganadería como la agricultura están moribundas. “La industria más importante de Zacatecas”, dice Miguel Moctezuma, profesor de estudios migratorios de la Universidad, “es la producción de trabajadores para los Estados Unidos”. Aproximadamente 3,200 personas viven en el municipio de Atolinga, que abarca el pueblo y Atolinga, Zacatecas. Foto: atolinga.com 15 rancherías cercanas. Casi 10,000 atolinguenses viven en los Estados Unidos, con Unidos, un segundo “pueblo”, más dinámico, más enclaves en Chicago, Indianápolis, Atlanta y Pasadena, aventurero y más adinerado que el pueblo original. En California. el proceso encontraron que no sólo se habían deshecho “Nuestra economía opera enteramente en dólares”, de la pobreza sino también de una manera de pensar. dice Alejandro Castañeda, veterinario y alcalde de AtoAtolinga se encuentra en un altiplano al sur de linga. “Cuando el joven cumple los 15 ó 16 años, el Zacatecas, a unas 100 millas al noroeste de Guadalapapá o el hermano o el tío dicen: ‘Manda al chamaco jara. Una larga sequía ha marchitado los pastizales que al norte’. Es cierto que la gente se va por necesidad, conducen al pueblo, dándoles la apariencia de paja sepero también porque el viaje se ha convertido en parte ca. Los nopales y los huisaches, que parecen bonsáis de la cultura”. desbocados, brindan esporádicos trozos de verde entre Con eso, Castañeda da a entender que desde la infantanta resequedad. Desde la carretera uno puede ver las cia la juventud atolinguense está pendiente de los Estados murallas de piedra que se pierden en la distancia. A la Unidos. También implica que el fenómeno migratorio izquierda de la entrada al pueblo se yergue la pequeña tiende a perpetuarse a sí mismo. El precio de la tierra, casa de adobe donde la familia Briseño se crió. del ganado, de los carros y de las casas se especula en Muchos atolinguenses crecieron en casas de adobe. dólares. Para aquellos que no están conectados con los Los primeros inmigrantes que prosperaron en el extran- Estados Unidos, el costo de vida, exacerbado por el


dólar, es demasiado alto para sus salarios en pesos. Y aunque la migración es la cuerda de salvamento del pueblo, también podría ser el principal obstáculo para el desarrollo de la industria local. Aislado como está, Atolinga podría atraer negocios únicamente con la promesa de salarios bajos. “Ofrécele trabajo a cualquiera, y te dirá que estás ofreciendo demasiado poco”, dice Castañeda, que también es ganadero. “Como la familia les manda dólares, tienen lo suficiente para vivir”. Entonces, el destino de Atolinga parece ser que continúa siendo una especie de satélite de los Estados Unidos, pues depende de los coterráneos del norte. Los grupos de inmigrantes, junto con los gobiernos federal y estatal, han invertido mucho dinero en obras públicas: pavimentación, renovación de una que otra plaza, un parque. Pero esos proyectos no generan trabajos permanentes, y Castañeda piensa que el pueblo necesita romper con esa cultura de dependencia: “En vez de apoyar a la gente con estos programas paternalistas, debemos embarcarnos en proyectos que generen trabajos y darle a la gente otra forma de pensar, una cultura que sea más participativa”. Eso era lo que Raúl Briseño buscaba en los Estados Unidos. Llegó a cursar sólo el segundo grado, pero, según su familia, era muy vivo, siempre inquieto, siempre haciendo planes. Su viveza se hizo patente al llegar a los Estados Unidos, como que si el hecho de haber provenido de Atolinga –donde tanto se le niega a un niño pobre– alimentara su imaginación y de pronto todo le pareciera posible. Durante sus primeros años en el norte, frecuentemente tenía dos trabajos y por una temporada tuvo cuatro. “No era alguien que se conformara con un trabajo de 40 horas a la semana y ya”, dice Sergio, su hermano menor. “Trabajaba todo el tiempo y ahorraba dinero. Buscaba el sueño americano”.

cuales más de 1,100 son hispanos, inmigrantes mexicanos en su mayoría. Raúl pasó la década de los ochenta trabajando en restaurantes de Wauconda. Se casó y tuvo dos hijos. Siempre hablaba de querer abrir su propio restaurante. A mediados de los ochenta su deseo se había convertido en una posibilidad real, ya que algunos de los atolinguenses que trabajaban en restaurantes de Chicago ahora eran managers. En 1990, Briseño, que entonces tenía 24 años de edad, con la bendición, el asesoramiento y un préstamo de Asunción “Chon” Salinas –un coterráneo que de ser lavaplatos en un Golden Nugget había pasado a administrar una empresa multimillonaria– abrió el primer restaurante mexicano de Wauconda: Raul’s Burrito Express, “home of the 6-footlong burrito”. Los empresarios ya conocían a Briseño, ya que, cuando todavía era empleado de la taberna McFeeley’s, acostumbraba organizar una popular Noche de Tacos (Taco Nights). De ese modo Raul’s Burrito Express tuvo asegurado una clientela desde el día que abrió sus puertas. Lo que los atolinguenses como grupo habían creado en Chicago –una especie de sociedad de apoyo mutuo– Raúl Briseño ahora lo practicaba con su familia. Dentro de él había crecido un fervor casi religioso por los restaurantes. Pensaba que todo el mundo debía tener uno. Alentados por él, los hermanos Briseño, en cuestión de 10 años, formaron un pequeño imperio restaurantero en los suburRaúl Briseño y sus hermanos fueron parte del éxodo de Atobios al norte de Chicago. linga hacia Chicago que empezó a principios de los setenta. Prometiendo que lo ayudaría a abrir un “Éramos jóvenes y pensábamos en el futuro; pero en Atolinga restaurante en Mundelein, Raúl convenció no había futuro, a menos que tuvieras padres ricos y te dieran a su hermano Alonso a que se viniera de una educación universitaria”, dice Luis Briseño, hermano ma- Pasadena. Luego financió un restaurante en yor de Raúl, que salió en 1972. En un momento dado, los Rochelle para su hermana Rosalina. Luis, el atolinguenses de Chicago poblaron todo un edificio de aparhermano mayor, viendo lo que Raúl había logrado, dejó su tamentos de las calles Broadway e Irving Park. trabajo de factoría y abrió su propio restaurante en Island Raúl Briseño se unió al éxodo en 1980, cuando tenía Lake. Raúl se asoció con Sergio, otro de sus hermanos, y 14 años. Para entonces sus hermanos se habían asentado en juntos abrieron el Dos hermanos en el moribundo Wauconda Wauconda, pueblo turístico que se encuentra cerca de Banks Shopping Center, algo que las autoridades del pueblo hoy le Lake. En la década de 1980, los inflados precios de bienes reconocen por haber contribuido a su revitalización. raíces y seguros de playas privadas aniquilaron casi la totaliEse año fue importante por otra razón. Liderados por la dad de la industria turística de Wauconda. Entonces llegaron creciente clase de restauranteros, los atolinguenses de Chicalas fábricas e inyectaron nueva actividad al pueblo. go formaron uno de los primeros clubes de Zacatecanos de la Esto a su vez atrajo a más inmigrantes. Según cambiaba ciudad: el Club Atolinga. Era el testimonio de que el Atolinga la base económica, el pueblo se hizo parte de la expansión de de los Estados Unidos se había convertido en una comunidad inmigrantes mexicanos que se mudaban de Chicago hacia los en todo el sentido de la palabra. En 1994, el club financió la suburbios. Hoy, Wauconda tiene 9,400 habitantes, de los remodelación de una escuela primaria en el pueblo natal. Ese gesto simbolizó la distancia que habían alcanzado los que habían salido del pueblo y que ahora regresaban para donar dinero. Los clubes representan un testimonio del mundo dual que muchos inmigrantes habitan. Son parcialmente estadounidenses, sí, pero al mismo tiempo son incapaces de abandonar a México. Raúl Briseño era uno de ellos. Era miembro de la junta directiva del Club Atolinga, pero cada año regresaba a su pueblo natal. Y también llevaba una vida completamente nueva en Wauconda. A menudo se le veía patinando en la calle o dando una vuelta en su motocicleta. Carrera de Caballos en Atolinga, Zacatecas. Foto: atolinga.com

The Taco & Burrito House en la calle Belmont de Chicago. Foto: José Guzmán

Ayudó a recaudar fondos para el high school y el cuerpo de bomberos. Donaba comida a Waucondafest, la feria anual del pueblo. En el año 2000, él y su hermano Sergio llevaron el primer mariachi a la feria. “Como has pasado tanto tiempo en los Estados Unidos, te confundes porque ya dejaste ser de Atolinga”, dice Chon Salinas, sentado en la sala de su casa en Atolinga. “Pero tampoco es que en los Estados Unidos te acepten completamente. Muchos pudimos integrarnos de lleno a la cultura americana, pero muchos otros nunca lo harán. Raúl estaba muy integrado en la comunidad anglo. Era aceptado como un ciudadano de primera categoría. Tenía una casa bonita en un barrio elegante.” Más de 400 personas asistieron al entierro de Briseño. Estuvo presente una buena parte de la población de Wauconda, así como también participaron atolinguenses de lugares tan distantes como Indianápolis. La línea de carros al cementerio era de dos millas. Raúl fue enterrado en el Cementerio de Windridge, en Cary; no en Atolinga. Regresarlo a su pueblo natal hubiera sido demasiado caro y complicado para la familia. Todos los Briseño viven en Illinois, y en estos días su contacto con Atolinga es mínimo. El 14 de mayo la policía de McHenry anunció el arresto de cuatro personas sospechosas de estar involucradas en la muerte de Briseño: David Collett, de 18 años; Justin Houghtaling, de 19; Jennifer McMullan, de 19; y Kenneth Smith, de 25. Han sido acusados de asesinato e intento de robo. La policía no ha indicado por qué cree que cuatro son los involucrados, así como tampoco sabe cuál de ellos fue el que baleó a Briseño.

Sam Quiñones es periodista frilancero. Es autor de True Tales from another Mexico. Traducción: Ricardo Armijo

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Kari Lydersen entrevista

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Saskia Sassen La profesora de la Universidad de Chicago Saskia Sassen ha escrito extensamente sobre el tema de la globalización y sus efectos en las ciudades y en la vida humana en todo el mundo. Su libro Global Networks: Linked Cities (2002) incluye capítulos sobre Sao Paolo, la ciudad de México y Buenos Aires en la emergente economía global. Tiene 5 libros publicados en español: el último es Estragos de la Globalización (Buenos Aires: Fondo de Cultura Economica, 2004). “La transformación de los mercados del capital global en un nuevo orden supranacional se expande rápidamente a pesar de la actual crisis de mercado”, escribió Sassen en Foreign Affairs en 1999, describiendo una tendencia que, dice ella, continúa hoy en día. “Las operaciones financieras con base nacional se están reduciendo, en tanto las operaciones de orientación internacional están en un primer plano. La globalización normalmente implica descentralización. Pero, mientras la red internacional de centros financieros se expande, un delgado sistema dominado por un puñado de ciudades estratégicas comienza a entretejerse.” Saskia Sassen conversa con contratiempo sobre estos aspectos. ¿Cómo ha afectado la globalización a la vida rural latinoamericana? Estas áreas rurales están siendo afectadas de una manera devastadora. En lugares como Argentina, donde no había hambre, ahora tienes niños muriéndose de hambre. Al mismo tiempo hay muchas tierras buenas sin cultivar en manos privadas, y hay una creciente exportación al mercado global de productos de la agricultura, sin tomar en cuenta que los lugareños pasan hambre. ¿Es la globalización la causa que se emigre del campo a la ciudad? Tenemos migraciones no sólo de las áreas rurales a las zonas urbanas de equis país, sino que estamos viendo también patrones totalmente nuevos en la migración internacional: bolivianos que emigran a Sao Paolo y traen más bolivianos con ellos a trabajar. Quien verdaderamente descubrió este fenómeno (con empresarios coreanos) fue Simone Buechler, de la Universidad de Nueva York. En Buenos Aires tienes paraguayos y bolivianos trabajando en la construcción. Esto reproduce los patrones que hemos visto en los Estados Unidos. En América Latina, la clase media perdió suelo en la década de 1990. Actualmente en Latinoamérica tienes el surgimiento de un sector de la clase media con un ingreso muy alto; este sector es parte del circuito global, profesionales de alto nivel de todo tipo de sectores corporativos. Esto provoca la ilusión de que todo va de lo mejor. Pero éste es sólo el veinte por ciento. Enmascara el empobrecimiento del cincuenta por ciento de la población, incluyendo a la clase media más vieja que está ligada al sector público. ¿Ha habido grandes migraciones hacia los Estados Unidos y hacia otros países latinoamericanos en general? Creo que políticamente es muy problemático hablar de grandes migraciones, porque alimenta el miedo de la invasión. Hay que recordar que somos un mundo de más de seis mil millones de habitantes y la mitad de ellos, debido a las condiciones en que vive, tendrían razones de sobra para emigrar. Sin embargo, el total de la población inmigrante en el mundo es de 200 millones, de la cual la mitad continúa en países subdesarrollados; o sea el porcentaje que emigra del mundo subdesarrollado al desarrollado es muy pequeño. Ha habido mucha gente, especialmente en países latinoamericanos, que ha tratado de volver a los países de origen de sus ancestros –España, Portugal, Italia– y no a los Estados Unidos. Este es un tipo distinto de migración: personas de clase media que no quieren ser conserjes en los Estados Unidos. Hay flujos muy particulares. Puedes ver un flujo particular de ecuatorianos que han ido a algunas ciudades grandes de España y están involucrados en toda clase de trabajos como afanadores y conserjes. Puedes ver a grupos de cien personas enfrente de la embajada de España en algunos países de Latinoamérica, pero no estamos hablando de millones, estamos hablando de centenares. La mitad de la gente no tiene los medios para salir, y la otra mitad es muy selectiva –no están dispuestos a volverse seres humanos de segunda clase en los Estados Unidos.

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La gran pregunta en verdad sería por qué no emigra más gente; debido a la pobreza, deberían ser más. Pero hay miseria también en este país, y mucha gente ya lo sabe. Si hubiera una política más flexible (dejar que la gente venga por tres meses a trabajar, por ejemplo), a largo plazo se detendría el flujo de inmigrantes hacia los Estados Unidos. Creo que mucha gente se regresaría a sus propios países si tuviera la flexibilidad de trabajar acá por periodos de tres meses. ¿Estás a favor de la propuesta de trabajadores huéspedes, que daría a los inmigrantes visas de tres años para trabajar para un empleador específico? Hace diez años yo hubiera dicho que el tener trabajadores contratados era la política equivocada. Esto en verdad crea una fuerza laboral de segunda clase. Ahora no creo que podamos rechazar dicha idea como lo hubiéramos hecho hace diez años. Entonces teníamos grandes aspiraciones, había un mayor liberalismo insertado en nuestro sistema político. Ahora tenemos insertado un mayor neoliberalismo. ¿Qué clase de reformas le gustaría ver en la política de inmigración? Deberíamos permitir que el migrante potencial sea tratado lo más humanamente posible. Los niños aquí deberían ser legalizados, los migrantes deberían poder convertirse en ciudadanos, y a la gente se le debería permitir la doble ciudadanía. Finalmente, si en verdad ellos sólo quieren venir por periodos de tres meses –porque eso es lo que necesitan– ésa debería ser una opción. ¿De qué manera el concepto de ciudad global emergente con capital altamente concentrado afecta a las ciudades de América Latina? Hay alrededor de cuarenta ciudades globales en el mundo con una enorme jerarquía. En la cima están Londres, Tokio, Frankfurt, París y Nueva York. Ciudades como Sao Paolo y México son ciudades globales de segundo nivel, junto con Toronto, Sidney, Amsterdam y otras ciudades europeas. En un tercer nivel están todos los tipos de ciudades alrededor del mundo: Santiago, Bangkok, Seúl, Buenos Aires... Sao Paolo es más poderosa ahora de lo que fue hace treinta años. Ahora es más poderosa que Río de Janeiro. Es la mayor ciudad global de Sudamérica. En el pasado, Río fue vista como su igual. La ciudad de México ha ganado otro sitio a partir del Tratado de Libre Comercio (NAFTA), el comercio mundial, la apertura a la inversión extranjera directa y otras cosas que sucedieron a principios de los noventa. Se ha vuelto mucho más poderosa que Monterrey. ¿Y cómo afecta a la gente en las ciudades? La globalización trae mucho dinamismo económico a estas ciudades calificadas como mayores. Hay desplazamiento urbano (gentrification), pero también hay muchas construcciones nuevas, que generan empleos. Hay toda una nueva capa de consumo, que a su vez crea nuevos empleos mal pagados. El problema es que si todo se lo dejas al mercado tienes una creciente desigualdad. No es que tú quieras o puedas cerrar tu país a la globalización, sino que no puedes dejárselo todo al mercado. Necesitas maximizar la distribución de los beneficios de la globalización, en vez de permitir que esos beneficios se concentren en las manos del veinte por ciento de los habitantes de la ciudad. Está también la tendencia problemática en que los

empleos de la clase media ligada al sector público, están siendo privatizados o llevados fuera de la ciudad. Entonces se da la posibilidad de que surja una concentración de poder empresarial nacional y extranjero en las grandes ciudades. Un momento político de importancia es cuando el capital global aterriza en la ciudad global. Lo que era electrónico y digital de pronto se convierte en hombres y mujeres, que lo quieren todo y lo obtienen todo y por ende desplazan a las empresas y los hogares con menos recursos. En ese proceso el capital global se vuelve por un momento una nueva clase social que es visible y se puede confrontar, como por ejemplo en las luchas anti-gentrification. Debido a lo anterior, las ciudades se han vuelto mucho más politizadas en los últimos diez años. No es la política de la clase media, no es la política de un partido. Es la política de los trabajadores, de los desempleados, de los racialmente marginados, que usan la cultura (teatro callejero, conciertos de rock, etcétera) para hacer trabajo político. Tienes un movimiento ahora en muchas ciudades donde el pueblo siente que tiene derechos sobre la ciudad (a tener agua limpia, a eliminar las fábricas que contaminan, a tener parques, a tener transporte público, etc.). Existe la posibilidad de enganchar el poder del capital global directamente, en la calle. La globalización empobrece, pero también politiza a muchos de los residentes de las ciudades. Lo ves en Chicago, con el movimiento anti-gentrification. ¿Así que usted piensa que hay esperanza de que la globalización se cumpla de una manera que no oprima o empobrezca a tanta gente? Nunca tendremos equidad en el capitalismo. En las ciudades podemos ver muy claramente que tenemos un desplazamiento de gente con bajos ingresos, de pequeñas tiendas que sirven a residentes locales. Lo que necesitamos es más protección para los trabajadores de salarios súper bajos, una distribución más balanceada de la renta que produce la globalización económica. Eso significa que el gobierno debe intervenir un poco en dicha distribución. Y eso también significa que las élites locales necesitan reconocer que es por el beneficio de todos el tener una mejor distribución. Esta lógica permitiría que la ciudad en su conjunto se beneficiara. Creo que los pasados diez años han sido devastadores para mucha gente en el mundo y para un cincuenta por ciento en este país. Devastador. Y comenzó antes de Bush. Bush trae una cosa de seguridad y de control total, pero bajo Bill Clinton el cincuenta por ciento fue verdaderamente lastimado porque se dejó demasiado al libre mercado. Pero de este exprime-loque-puedas-de-la-gente viene la organización: trabajadores inmigrantes, conserjes, sindicatos organizados y movimientos como el de la campaña “Justicia para los conserjes” (Social Justice for Janitors). Saskia Sassen. Traducciones en español. Estragos de la Globalización. Buenos Aires: Fondo de Cultura Economica. 2004; Inmigrantes, Colonos y Refugiados. Madrid: Siglo XXI. 2004; Contra-geografías de la globaliza-ción. Género y ciudadanía en los circuitos transfronterizos, Madrid, 2003, Traficantes de sueños; ¿Perdiendo el control? La soberanía en la era de la globalización (2001); Barcelona: Bellaterra; La Ciudad Global. Buenos Aires: EUDEBA. 1996; La Movilidad del Trabajo y del Capital. Madrid. Serie del Ministerio del Trabajo. 1992.

Kari Lydersen es periodista independiente. Traducción: Julio Rangel


Jochy Herrera entrevista a

Silvio Torres-Saillant

Silvio Torres-Saillant es profesor y director del Programa de Estudios Latinoamericanos de Syracuse University en Nueva York. Sus numerosas publicaciones, monografías, conferencias y textos relativos al fenómeno migratorio, sin duda, lo colocan dentro de los más destacados intelectuales dominicanos contemporáneos. A propósito de su visita a Chicago, como invitado a la conferencia Latinos in the Global City en De Paul University, se le hizo una serie de preguntas relacionadas con la población latina de la urbe neoyorkina. En tus consideraciones sobre la naturaleza de la migración dominicana a los Estados Unidos, has planteado una interrelación entre los conceptos emigración / expatriación / transnacionalidad. En ese sentido, ¿cómo ves el rol del Estado del país originario en el acontecer de la diáspora, hay acaso una “internacionalización” en esos países como resultado del fenómeno migratorio? La diáspora dominicana, como lo hace ver Ramona Hernández en The Mobility of Labor Under Advanced Capitalism (Columbia UP 2002), surgió, entre otras cosas, de una voluntad del Estado dominicano con el respaldo del gobierno norteamericano. La promoción de la emigración buscaba inicialmente sacar del país emisor el excedente laboral y la disidencia política para darle respiro al proyecto de desarrollo que se llevaría a cabo con la llegada al poder de Joaquín Balaguer en el año 1966. Posteriormente, como resultado inesperado, las remesas monetarias provenientes de los emigrantes constituirían una de las principales fuentes de ingresos para la sociedad dominicana. La exportación de gente se convierte entonces en recurso necesario para la estabilidad económica del país. La República Dominicana comparte con otras sociedades del Caribe y Latinoamérica la desgracia de cifrar sus esperanzas de bienestar social en la expulsión sistemática de su población. Es este uno de los renglones fundamentales de la internacionalización que vivimos en el hemisferio. La proliferación de Zonas Francas (maquiladoras ), el crecimiento del turismo como industria por excelencia y la venta de las empresas del Estado a corporaciones extranjeras completan el cuadro. ¿Tiene la diáspora dominicana en Nueva York características vivenciales, participativas o sociales diferentes a las demás comunidades latinas de esa urbe? Los dominicanos tienen un perfil particular que los distingue de los demás asentamientos de grupos étnicamente diferenciados procedentes de Latinoamérica. Junto a chicanos, boricuas y cubanos, los dominicanos están entre los cuatro segmentos más numerosos de los hispanos en Estados Unidos. Pero cuentan con una experiencia estadounidense breve, y por tanto, una menor cuota de poder que los demás grupos. El inglés aún constituye un obstáculo para la mayoría, nuestro liderazgo político todavía se ve obligado a rendir pleitesía a representantes de otros grupos aun sin que estos hayan necesariamente demostrado solidaridad con la agenda dominicana. El sector empresarial todavía se siente sicológicamente dependiente de la legitimización que le pueda otorgar la sociedad ancestral. Por ello es mas fácil que invierta en una causa social, política o cultural de la República Dominicana que de un vecindario en determinada ciudad norteamericana. La cuestión racial, nuestra mayor cuota de negrura, también nos distingue de los demás hispanos, asunto particularmente digno de mención tomando en cuenta la negrofobia que cunde en la mente latina al igual que en la anglosajona. Los dominicanos constituyen la periferia del margen de los demás grupos latinos en este país, y eso los hace distintos. A partir del concepto Andersoniano de la nación como “comunidad imaginada”, ¿cuáles son los desafíos que enfrenta el pensamiento y ejercicio intelectual de la diáspora latinoamericana en Estados Unidos? Uno de los principales desafíos es el de ejercer eficazmente su papel ciudadano. A la diáspora le sobreviene una condición de hiperconciencia ciudadana, ya que tiene a su haber por lo menos dos sociedades que mejorar. Ello partiendo de la convicción de que la ciudadanía no es un estatus sino una práctica. Practicamos nuestra condición de ciudadanos al asumir la responsabilidad de hacer la sociedad más justa, igualitaria e inclusiva. La ciudadanía impone el deber de corregir los defectos de nuestra sociedad sobre todo en el área de los derechos humanos. Si es ésa una dura tarea

para el ciudadano regular, más dura habrá de ser para aquél cívicamente vinculado a dos sociedades. Similarmente, la intelectualidad diaspórica debe fungir como agente democratizador de los Estados Unidos y la tierra ancestral en forma simultánea, cuidándose de que su intervención en la sociedad latinoamericana de origen, no despliegue dejos de imperialismo cultural, de que su residencia en este país no le dé superioridad epistemológica con respecto a sus compatriotas allá. Además del hip hop, el regatón y el béisbol, ¿cómo ha influido la dominicanidad a las diferentes expresiones culturales presentes en Norteamérica? Esa influencia se percibe en la proliferación de las formas musicales mas allá del enclave étnico. Cuando vemos que en una película de Hollywood o que en un determinado episodio de un programa de una cadena televisiva suena un merengue o una bachata como fondo musical, te das cuenta de que esos ritmos traídos por dominicanos a este país ya forman parte del tejido sonoro del oído de la nación. Cuando se habla de la tropicalización de centros urbanos como Nueva York es justo destacar los loci específicos donde se manifiesta este fenómeno con distintivos que lo marcan como una dominicanización. Se puede también empezar a hablar con propiedad del componente dominicano en los planos económicos, políticos y sociales, sea mediante la prominencia de Oscar de la Renta, la pujanza de políticos dominicanos que se han insertado en escaños legislativos o en explosiones sociales de la comunidad como el alzamiento de Washington Heights en julio del 1992, a sólo días de la convención nacional del Partido Demócrata. Entonces el rostro de la población dominicana se hace progresivamente más presente en la conciencia de la ciudadanía. ¿Qué papel juega la conciencia racial en el fenómeno de la migración y cuáles son las dinámicas interraciales evidentes en Nueva York? Existe poca duda de que la condición racial desempeña un papel significativo en la posibilidad de que cada inmigrante eleve su calidad de vida en esta sociedad. La negritud de un grupo puede tener un impacto comparable a la insuficiencia de escolaridad, a la carencia de destrezas laborales o al desconocimiento de la lengua inglesa, aspectos que restringen la movilidad social. Hay una correlación entre el grado de negritud de un grupo hispano determinado y su más precaria ubicación en la escala social. Añádase a esto la lealtad etno-racial que ha fomentado la historia norteamericana entre los grupos minoritarios que ponen a cada quien a halar étnicamente para su lado. Así, se discierne que entre los distintos segmentos de la población hispana, el que posee una mayor cuota de poder se las arregla para mantener a raya o cerrarle el paso al grupo que le sigue en la escala de poder. Esto es evidente en Nueva York donde el crecimiento numérico y la participación política dominicana han llegado a inducir un “atrincheramiento político” en el liderazgo local.

Buscando trabajo en Nueva York. Foto: Gabriela Zamorano

La migración dominicana a Estados Unidos continúa tan activa como en el pasado reciente. A pesar de la relativa “juventud” de ese fenómeno, ¿consideras que existe ya una “identidad” literaria propia entre los escritores dominicanos radicados aquí? Al hablar de esa relativa juventud hay que referirse al éxodo que irrumpió a partir de la década de los sesenta, el cual dio pie al asentamiento de vecindarios dominicanos en distintas ciudades norteamericanas. Con ello no soslayamos la temprana presencia dominicana que data desde la segunda mitad del siglo XIX, incluyendo la llegada de Pedro Henríquez Ureña en 1901, antes de obtener su formación académica. Pero esa noción de juventud es válida porque define la inicial llegada masiva de dominicanos que aún continúa ininterrumpida. Y es la juventud de esa población que echa las simientes de una cultura dominico-americana lo que explica el hecho de que, con la excepción de Julia Alvarez y Angie Cruz, los escritores que logran insertarse en el mercado literario norteamericano nacieron en la República Dominicana. Existe ya entonces la conciencia de una diferencia dominicana en la escritura de la diáspora y una de sus características es precisamente el contrapunteo entre el aquí norteamericano y el allá caribeño. Los personajes de las obras de estos autores nunca pierden de vista la realidad de la tierra ancestral, no obstante el hecho de tener raíces sociales bien sembradas en este país. ¿Qué comentario te merece el pensamiento neonacionalista que retoma forma en Estados Unidos con respecto a la “latinoamericanización” del país y a propósito del discurso Hungtintoniano? La intervención de Samuel P. Hungtinton representa una ideología cultural y nacionalista superada tras la lucha por los derechos civiles y las transformaciones sociales que ella desencadenó; por lo tanto, es anacrónica. Ya existe un consenso acerca de la definición de nación, y no hay contradicción alguna entre lealtad a este país y la afirmación de la diferencia cultural. La aparición del discurso Huntingtoniano en este momento sólo se explica en el contexto del retroceso ideológico que los acontecimientos suscitados por el ataque del 11 de septiembre, principalmente la legislación del Patriot Act, ha permitido. Es decir, este país está viviendo un momento políticamente reaccionario.

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Max Castro El texto que publicamos a continuación forma parte del libro

Un rompimiento radical

Miami Now!, considerado ya una obra importante para entender la migración, la etnicidad y el cambio social de Miami.

La sucesión étnica antes descrita representó un rompimiento agudo con la historia anterior de Miami: había dejado de ser una ciudad predominantemente anglo con una gran población negra oprimida, una minoría judía sustancial y una insignificante presencia hispana (Porter and Dunn 1984). Mientras que las raíces de la presencia hispana en Florida estaban inscritas en el nombre del estado, el Miami hispano es definitivamente una creación atribuida al periodo que inicia en 1959. A diferencia de otras ciudades, donde los hispanos integran un gran porcentaje de la población (San Antonio, El Paso y aun Los Ángeles), en Miami, antes de que iniciase el proceso de latinización, había una escasa herencia hispánica; es decir, este proceso se dio de una manera drástica desconectada del pasado hispánico de la Florida. Sin embargo, esta ruptura fue considerada traumática para los residentes ya establecidos; la catalogaban una invasión extranjera, un “desplazamiento”, una relación al revés entre los ya establecidos y los inmigrantes recién llegados. El Miami Herald, en noviembre de 1980, indicó que muchos de los no hispanos del condado de Dade vieron la latinización como algo desfavorable.

La segunda mitad del siglo XX fue testigo del crecimiento acelerado de la población hispana en los Estados Unidos, tanto de la oriunda como de la migrante. El impacto cultural, político y económico del crecimiento hispano y de la “nueva migración” –relacionados, pero fenómenos distintos– ya se ha sentido con agudeza, especialmente en ciertas áreas del país. Las reacciones de la cultura dominante a la diversidad han variado: van desde la celebración del pluralismo y el multiculturalismo como la esencia de la sociedad estadounidense hasta el surgimiento de un nuevo nativismo.

La fuerza de los números: un relámpago de latinización La rapidez con que la migración y latinización creció en Miami entre 1960 y 1980 es excepcional. Pasó a ser de una minoría pequeña en la década de 1960 (5.3 por ciento) a una comunidad muy significativa (23.6 por ciento en 1970), sobrepasando a la población afroamericana (15 por ciento en 1970) y así se convirtió en la minoría más grande de la ciudad. A pesar de cierto estancamiento, la minoría hispana siguió creciendo en términos relativos. Para 1980, la tendencia demográfica era clara: los hispanos se habían convertido en la población predominante en Miami. En ese mismo año Miami City –considerado el municipio más grande de los 27 que conforman el área metropolitana–, era una de las tres ciudades estadounidenses que superaba los 250 mil residentes de origen hispano. Hay que agregar que la mayoría eran migrantes recién llegados. El impacto lingüístico de la nueva población migrante en Miami fue dramático. Pues el número de los hispanohablantes se incrementó abrumadoramente, incluso más que en otras ciudades que tenían una mayor población latina. Esto se manifestó en el trabajo, el hogar y los lugares de esparcimiento. El Cuban National Planing Council realizó un estudio en el que señalaba que en 1977 el 91.9 por ciento de los cubanos de Miami hablaba solamente español en la casa. Por otra parte, el español se fue convirtiendo en el idioma que se hablaba más y más fuera de casa, tanto en el mundo laboral como en los lugares de esparcimiento. En 1984, un estudio de mercado concluyó que los hispanos de Florida tenían más posibilidades de hablar español que inglés, no sólo en el hogar sino también en el trabajo y en su vida social. El español se había convertido en un idioma tanto público como privado; y esto se notaba más en Miami que en cualquier otra ciudad estadounidense con alta densidad de población hispana.

Una comunidad fortalecida políticamente

Lo más común en Miami es escuchar español por todas partes, incluso en los espacios que corresponden al mundo anglo. En contraste, en Los Ángeles el español se ha mantenido como un idioma escasamente registrado por la población anglo; sí se oye entre los trabajadores latinos al estar lavando los carros, podando los árboles o recogiendo las mesas de los restaurantes. En Miami, el español también lo habla la gente que come en los restaurantes y que es dueña de los carros y de los jardines. Lo que convirtió a los recién llegados en un reto especial para los nativos de la Florida no fue únicamente el poder que da las cifras del censo. Lo que distingue a los hispanos de Miami (y en especial a los cubanos) de todos los grupos latinoamericanos establecidos en otras ciudades de Estados Unidos, es que, a la par de una presencia cultural, fueron creando una base económica fuerte. El número de dueños de negocios hispanos se incrementó de 3,447 en 1969 a 24,898 en 1982 (Cuban American Policy Center 1988). Y lo que resalta es que muchos de estos negocios eran considerados medianas o grandes empresas: no estaban clasificados como negocios típicos étnicos, como restaurantes y tienEstudiantes latinos en Miami. Foto: latinbayarea.com das pequeñas. Al contrario, se trataba

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Ambiente latino en el Club Miami. Foto: latinbayarea.com

de pequeñas fábricas, constructoras, compañías de seguros, de bienes raíces y de financiamiento así como agencias publicitarias y empresas de exportación e importación (Portes and Bach 1985). El enclave económico hispano en Miami proporcionó no sólo una fuente de empleo y desarrollo económico para la comunidad sino también generó un grupo político sólido que fortaleció tanto a la esfera cultural como lingüística. Los hispanos de Miami han generado trabajos para la misma comunidad y consumidores para los negocios anglos, pero también han estado compitiendo, y a menudo con éxito, en el mercado anglo.

La ley migratoria de 1986 El Acta de Reforma y Control de Migración (IRCA por sus siglas en inglés) que se implementó en 1986, tuvo como objetivo principal parar la migración indocumentada, especialmente de Latinoamérica. Y más recientemente, se han presentado al Congreso otras propuestas para recortar la migración legal. Estas medidas intentan aminorar el peso de la reunificación familiar en el sistema de preferencia migratoria; esto con el propósito de reducir la migración que viene de Latinoamérica. A pesar de todos los intentos por frenar la migración, el crecimiento y desarrollo de la población hispana continúa tanto en Miami como en toda la nación. Al mismo tiempo, se espera la gran batalla por mantener o limitar el bilingüismo institucional de Miami, batalla que en gran medida marcará las tendencias a seguir en las comunidades hispanas de la nación.

Max Castro es profesor universitario y periodista. Coautor del ensayo “The Official English Movement in Florida”. Traducción: José Guzmán


Héctor Duarte: La quema de las horcas, acrílico sobre tela, 2001

En esta entrega de deshoras cuatro autores locales abordan el tema del erotismo, un tema que siempre ha incendiado la imaginación humana y el cual, sin embargo, cada generación ha sabido transmitir de manera distinta. Nada más distante de nosotros, por ejemplo, que la fidelidad idealizada del amante cortés a un amor cuya consumación sabía imposible de antemano. No obstante, ¿cómo no encontrar erotismo en el juego de esos amores inalcanzables? El erotismo, después de todo, es el rito que precede siempre al acto, más bien dicho, es puro deseo, ilusión, fantasía. Y es precisamente esta sed, este anhelo de comunión lo que encontramos en algunos de los textos aquí ofrecidos.


Héctor Duarte: The Chicago Martyrs, técnica mixta sobre papel, 2001

en el velorio om ulloa no entiendo su voz cuando habla porque no la escucho. me concentro en mirarle los labios y sus movimientos casi imperceptibles. me la imagino niña. me la imagino sentada en la playa, jugando en la arena. no capto sus pensamientos porque seguramente son parecidos a los míos, confusos, inciertos. ella eleva la taza de losa china y se la lleva a los labios, finos, pero bien delineados. saborea el té o la manzanilla o el café... y yo traspaso continentes con pies desnudos, febriles. me sacudo el polvo del sahara, el fango de los pantanos de brasil, la aridez y la escarcha de siberia, pero siempre detrás de ella. siguiendo sus piernas lentas en el vaivén cotidiano de caminar, me enredo en volver a marcar sus huellas. me acerco y respiro despacio en su cuello, sin que me oiga, sin que me sienta. alguien le pregunta sobre sus viajes y yo me cambio de butaca. la miro fijo porque no puedo evitarlo. es como un imán, su blusa abierta a la brisa leve y el pensamiento de lujuria que me embarga al verla. miro la caja de cedro y me la imagino muerta, cubierta de gasa y lirios blancos. escucho el llanto de su madre, de sus hermanos. vamos todos detrás del ataúd, lentos, todos muy lentos y quejumbrosos. la plaza del pueblo, de su pueblo, estalla de sol y el calor es asfixiante. pero todos vestimos de lino negro y vamos detrás de ella, que ya empieza a apestar a muerta, a momia, a olvido. la señora de la casa le pregunta si quiere más café o té o manzanilla y ella 14

asiente con la cabeza, distraída mirando al mar. no, no, aquí no hay mar, me digo y respiro hondo tratando de olerla desde mi butaca. en la alfombra detecto migas de pan, de los bocaditos de atún, y me la imagino acostada en la alfombra comiéndose las migas que caen de la punta de mi lengua, que le sabe salada. le digo que debe ser el salitre del mar. se ríe y me dice que aquí no hay mar, que estamos en el desierto. abro los ojos, amplios, y me la bebo toda diciéndole que donde esté ella siempre hay mar, mucho mar y salitre, y peces, arena y sol, y salitre. elevo mi zapato hasta casi alcanzar su rodilla y me la imagino detrás de una máquina de rayos x, sus huesos plateados brillando en la noche. me acerco a la pantalla y la palpo. con mi boca palpo su esqueleto de mujer infiel porque sin duda alguna me la imagino traicionera y viajera. oigo a un viejo carraspear y me distrae el sonido ronco de la flema en la garganta. ella baja los ojos cada vez que bebe de la taza de manzanilla o té o café, y se pierden unos minutos, rozando el inalcanzable podio del silencio total. otra vez me cambio de butaca y caigo a su lado, sólo el vacío de un cojín por medio. ella levanta los ojos de aceitunas para observar la sombra intrusa y tose. me la imagino tuberculosa en un hospital checo de paredes frías, escupiendo sangre. allí, en praga, pre revolución de terciopelo, le sostengo las manos y le cuento historias de turcos y árabes. le encantan los exotismos orientales, los

tules multicolores de las esclavas del harem, dice y se sonríe. después tose, tose y tose, tuberculosa al fin. le narro la de la princesa mudéjar encerrada en la giralda, violada por el sol y por la luna bajo la mirada fría del califa. hace un mohín de disgusto. le molesta el humo del tabaco del viejo sentado en la otra butaca, la de cuadros amarillos. entra la dueña del velorio, la dueña de la pena, y se apoya en la mesa para hablar con ella sobre la enfermedad de la tía, la que se prolongó hasta que la mató, ay qué pronto la muerte se la llevó. la vieja solloza angustiada. prepárate, que pronto te ha de tocar, le digo con los labios sellados, mirándolas hablar de la tía muerta. a veces ella gira la cabeza, otras la deja caer sobre un hombro. mira a la vieja con ojitos tristes y se pasa la mano por el muslo, como planchando el pantalón de lino. tiene piernas de campesina, gruesos los tobillos y flojas las carnes, pienso. me rasco la nariz disimulando mi atención y me quedo con la mano ocultándome el rostro. de pronto me siento vulnerable, cercado. entablo una senil conversación con el viejo del tabaco sentado en la butaca de cuadros amarillos. el viejo piensa que la mujer se murió de nostalgia. la nostalgia es dañina, dice el viejo como si se tratara de carne de puerco. le respondo que la nostalgia es demasiado grasienta y me mira sorprendido. aprovecho su asombro para volverla a mirar y choco con todo el aceite amarilloso de sus pupilas de olivo.


me miran sin pestañear, sin indicios de vida. extiendo una mano y le digo que la muerta fue amiga de mi madre. era mi tía, lejana, dice ella y vuelve a cruzar las piernas. pantalones negros y blusa de seda blanca. sobria, muy sobria y mi embriaguez aumenta. tan de cerca la huelo, la husmeo, la olfateo como perro de caza. a nueces y frutos secos. huele así. seguro vino empacada en un buque de la conquista. era exquisita, como el cacao y el café. ahora es amarilla como el maíz. choclo, elote, mazorca, sus dientes sabrán a atole. sus zapatos son mocasines de charol. me arrebata el charol. me recuerda el catecismo católico de la clase media que me parió. allá entonces competíamos a escupir los zapatos de margarita alquiza para luego lamerlos bajo sus faldas durante la práctica del coro. era un placer erótico ponerse zapatos de charol ayer, hoy y siempre. por eso me acerqué más y le pregunté su nombre. amamante, escuché. la miré a punto de soltar la carcajada que pusiera broche de oro al velorio. amamante, repetí en interrogante sin perder sus ojos. eso mismo, amada montes, dijo. ahora sí que me la imaginé desnuda, totalmente desnuda en la arena de la playa rodeada de siniestras montañas que por tal nombre le pertenecían. amada por los montes, mamada por las rías gallegas, mojada por el cantábrico y el caribe en un encuentro casual, así era la playa de amada montes, que tenía el pubis pálido, castaño claro. amada montes que se mecía en la arena de un lado a otro, abriendo y cerrando las piernas y creando angelitos de arena. con cada movimiento, amada montes dejaba ver sus labios vaginales, que eran rosados y finos. amada montes, que era casi un everest, un pico turquino incierto, suspiraba su voz tendida frente al mar. sí, había mar y era verde coral. un mar verde para ti, amada, un mar de lágrimas negras, de deseos violetas y lujurias añiles. un mar para ti, casi le dije allí, en el velorio. no te parece cómico mi nombre, me preguntó muy seria cortando la cadena televisiva del show de amada montes que me asediaba. destornillante, le dije y se sonrió.

se inclinó hacia mí con cara de cómplice. ssshh, no se lo digas a nadie. a quién si no a mi sombra que ha de perseguirte hasta que muera, le dije en silencio, mirándole los delgados dedos. no hables de muertos aquí, susurró y volvió a sonreír. yo la seguí justo cuando se levantó de la arena y el sol la iluminó, todo el culo y la espalda bordados de granitos de arena. con piernas lentas fue entrando al mar, al mar verde coral añil donde yo la esperaba con peces vivos entre los dientes. ella se acercó y palpó mi vientre de huesos plateados bajo el agua. resplandecían los rayos y la arena del mar hecho desierto se arremolinaba entre mis dedos. el agua estaba fría porque estamos cerca de turquía, le dije, y cerró los ojos dejando caer la cabeza sobre un hombro. si estuviéramos cerca de turquía no crees que el agua estuviera más caliente, dijo, por aquello de baños turcos, me dijo en un instante que pasó entre ola y ola. así es, le contesté, en turquía el agua nunca es fría. sonrió con los ojos cerrados mientras se abollaba en la superficie. abóllate, amada montes, abóllate. me sumergí y le atrapé un muslo bajo el agua. al besarlo era suave su carne, como un flan de leche. sus manos chapoteaban sobre mi cabeza y yo le besaba la unión de pierna y pelvis. el hombre del tabaco me dirigió una mirada desafiante y me retó a explicarle aquello de la nostalgia grasienta. resbala y nunca nos deja estar bien en ningún lugar, le expliqué aún flotando con ella en mares turcos. por qué, insiste el hombre del tabaco. porque resbala, es como la grasa, dañina. resbala y no te deja avanzar. de regreso al punto de partida, satisfecho con sí mismo el del tabaco se fue a explicárselo a la dueña de la casa del velorio, a la propietaria de la pena. amada montes entonces se sobaba el muslo bajo el lino negro, como si sintiera la sal de mis besos marinos escocerle la piel. hubiera jurado que en mi boca sentía el vaho de su sexo, que se introducía en mis encías como jarabe de tos. había algas y caracoles en el gelatinoso interior. sentí que me embargaba la nostalgia de nuevo y me sorprendí de no necesitar oxígeno. nostalgia

suicida, pues. vislumbraba su ombligo lleno de astillas de madera, del buque pionero que la trajo a este continente lejano. le chupé el vientre y subí a la superficie. allí choqué con su mano, que descansaba en mi brazo, que reposaba sobre la butaca, al lado de ella. vamos a tomarnos un trago, decía. y…, la pausa se enredó en mi lengua, entre las astillas de su ombligo, ¿en el último trago nos vamos?, pregunté indeciso. adonde quieras, contestó ausente, con la mirada fija en la puerta. por la calle el silencio era inquieto, sonsoneante como una mosca. llovía, siempre llueve, dijo ella. caminaba unos pasos adelantada y sus nalgas se movían con desorden, sueltas bajo el lino negro. sentí que los peces morían uno a uno en mi boca por la falta de mar, por la falta de agallas. el interior de mi boca se aflojaba, saboreando la anticipación. ella no miraba hacia atrás. nunca lo hizo. yo la seguía manso y predije un gran desastre, pero mis oídos tupidos de arena no escucharon el grito aterrado que imploraba que me detuviera. al fin, al doblar una esquina, abrí los labios y escupí las espinas de los peces muertos que nadaban en mi saliva desde turquía. el aire fresco y la distancia del mortuorio me despejaron la vista. había colores reflejados en el pavimento mojado. había tránsito lento y silencioso. había seres humanos muriéndose de indigestión de nostalgia o de carne de puerco, resbalando constantemente sobre la misma mancha de grasa. pero este maricón hijo de la gran puta sólo veía el movimiento rítmico de nalga y nalga, los cabellos y las manos afiladas de amada montes. la gran conquista de picos, montes y montañas. aconcaguas, himalayas, pirineos, kilimanjaros, todos juntos, desde ese momento, empezaron a ser un constante recordatorio de la incipiente pesadilla.

om ulloa es autora cubana residente en chicago. el cuento que aquí se publica es parte de la colección selectos lapsos de memoria (una serie de fetos).

Héctor Duarte: Duelo mundial (detalle), acrílico sobre tela, 2002

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Una exposición de Héctor Duarte En la serie reciente de caballete que trabajó Duarte, ha tocado un tema particular de la historia de Chicago: los mártires de Haymarket. Al estudiar en el taller Siqueiros, Duarte estudió marxismo con el maestro Alberto Hijar y aunque nunca militó con agrupaciones de izquierda, alguna de su iconografía está cargada de su simpatía ideológica. Pero su trabajo plástico no es un discurso panfleFrancisco Piña tario, ha pintado ante todo una obra que refleja el tiempo que le ha tocado vivir. Lo ha hecho a través de la abstracción y también del realismo. Sus pinceles no han estado al servicio de ningún “ismo”. Si se han comprometido con alguien es con el pintor mismo. Cada línea que ha trazado por dilatada o escueta que sea y cada manchón que haya pintarrajeado manifiesta el sentir de su época. Incluso en su última serie, al tratar un tema histórico, toca un tema contemporáneo: la historia. Duarte pintó esta serie a manera de homenaje a los mártires, pero también como una enmienda a la amnesia colectiva. Basta recordar la sentencia de George Orwell para recordar la vigencia del pasado: “Quien controla el pasado controla el presente. Y quien controla el presente, controla el futuro”. La cita puede resultar conservadora, pero incita a la reflexión. No está de más recordar que la historia y el resto de las humanidades en el currículo de la educación básica y media no son una prioridad en Estados Unidos. Sin caer en la simplonería, a veces un televidente llega a aprender más historia crítica a través del programa de los Simpson que de los libros de texto. A Duarte le llamó la atención que la tragedia de Haymarket haya quedado sepultada en el olvido. El Primero de Mayo no se ce lebra el Día del Trabajo en Estados Unidos, a pesar de que la lucha por la jornada de cuarenta horas haya comenzado en Chicago. Esta celebración se realiza casi en todo el mundo, excepto aquí. En Zamora, por ejemplo, Duarte asistió a una primaria que se llamaba Primero de Mayo y año con año se revivía este episodio al conmemorar el Día del Trabajo. Su simpatía por los desposeídos y sus ideas de que “todos somos trabajadores de una manera u otra”, le llevó a desarrollar esta serie y rescatar este episodio histórico. Quiere que la gente se dé cuenta de la magnitud de este evento y que la fecha no sea tan sólo un pretexto para socializar. Para tener una lectura más completa de este conjunto de obras, no está de más escuchar al historiador William J. Adelman contar estos sucesos de 1886 de su libro Pilsen and the West Side.

Haymarket y la amnesia colectiva

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Héctor Duarte: Sol negro frente a los amos, acrílico sobre tela, 2001

En ese entonces, “una cuarta parte del movimiento laboral estaba aquí en Chicago y especialmente en el área de Pilsen y del West Side. Cuando la Federación Americana del Trabajo convocó para que el Primero de Mayo comenzara un movimiento nacional por la jornada de Ocho Horas de Trabajo, más de ochenta mil trabajadores marcharon en la avenida Michigan bajo el liderazgo de Albert y Lucy Parsons. ”Fue la agresión del lunes 3 de mayo a los trabajadores en la planta MacCormick en Pilsen y el asesinato de un obrero y decenas de heridos que llevaron a convocar la manifestación en la plaza de Haymarket para el día siguiente. El orador metodista Samuel Fielden se encontraba proclamando su discurso cuando arrojaron la bomba infame. ”Eventualmente ocho hombres –quienes habían participado en actividades comunitarias y sindicales, incluyendo a Albert Parsons– fueron arrestados y juzgados. A cuatro de ellos los sentenciaron a morir en la horca....” De 2001 a 2002, Duarte estuvo trabajando alrededor de este tema. Si el telón de fondo es el asesinato de Albert Parsons, August Spies, Adolf Fischer y George Engel, el aspecto formal varía de una obra a otra. Hay varios Duartes en una sola serie. Varía la forma para atrapar la esencia de la trama. Recurre a la poliangularidad con certeza para desarrollar la estructura de cada obra. Y algunas de las composiciones me parecen más que notables. Colgando de una esperanza está compuesta desde un ángulo posterior. Mirando hacia abajo observamos encrespados y en silencio cómo los cuerpos se arquean por última vez en esta danza fúnebre de formas y colores brillantes. En Hacia la luz, Duarte capta el último respiro de Albert Parsons con trazos cortados y curvos. Las pinceladas crean un efecto lumínoso que el ahorcado transmite tranquilidad moral. En el cuadro, Parsons dejó de ser el líder combativo y comprometido para entregarse a buen morir: dignamente y con principios. En esta serie hay unas obras bien logradas y otras que todavía están amarrando. Una gran obra es Sol negro frente a los amos. En ésta concilió admirablemente el figurativismo con la abstracción. La violencia gestual de los trazos y sus colores discordantes transmiten gran vitalidad. Sus líneas no son tristes ni amargas. Son las pulsiones dramáticas de las pinceladas aciagas de un artista que sigue buscando. El artista busca resolver el cuadro con soltura; busca desempolvar el olvido y busca comprender el juicio más injusto de la historia de este país. Para esto sitúa al espectador de frente a las espaldas de los cuatro sentenciados y a través de ellos alcanzamos a ver en el fondo a los dueños de los destinos de estos pobres hombres. El acto sirvió de escarmiento a todos aquellos que quisieran quitarse el yugo del cuello. Me pregunto, ¿qué lugar ocupa el espectador ante esta obra? ¿El orden o la justicia? ¿Será verdugo o víctima? ¿Se sentará a lamerle la mano al amo o también se echará la soga al cuello? Al haber explorado la tragedia de Haymarket, Duarte interpretó con dramatismo, pero sin morbo, este bochornoso capítulo histórico y además de haber explorado otras formas, llegó a profundizar más en sí mismo. Esta exhibición bien merece ser vista.

La exposición Los Mártires de Chicago cierra el 5 de junio Casa Aztlán, 1831 S. Racine Ave. Chicago, IL 60608 (312) 666-5508, Ext. 121

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Jueves por la tarde Ricardo Armijo En otras ocasiones Gabriela se ha mostrado ágil, agresiva, hasta atrevida, pero hoy la encuentro aletargada, pesada, indiferente. Bajá la pierna, amor, me dice en el calor de la tarde, me duele que me la pongás ahí. Yace como en una pintura clásica, su cuerpo de medio lado, y el bulto que curvea su vientre apenas delata su estado. Suntuosa y casi imposible de excitar, se deja tocar, permite que mis manos la escudriñen con impunidad. Situado a lo largo detrás de ella, le muerdo el cuello y me aferro a sus pechos como si de ellos pendiera sobre un abismo. Se retuerce un poco y finge dormir, aunque me regala un poco de sí separando las piernas. Abre la boca con desdén y se acomoda, no sé si para ofrecerme con desgano el resto de su cuerpo o para simplemente desperezarse. Mi misión es sacarla de su modorra. No las aprietes tanto, que las tengo sensibles; pero ríe maliciosamente, la piel del brazo derecho parece como de gallina, y los dos síntomas me alientan. Le abro más las piernas y miro el centro del mundo hasta que me canso, hasta que mis pensamientos pasan a otro lado. No he logrado extraerle ningún jugo –marcado contraste con otros tiempos, no muy distantes, que una mirada prolongada de mis ojos verdes, lascivos, la hacía empaparse. Me escurro y entrometo la cabeza entre sus piernas; coloco la mano sobre el pubis y separo sus labios con dos dedos: reseca. La cara, al otro extremo del cuerpo: dos ojos cerrados, párpados hinchados, nada en términos de expresión, respiración tan leve que bordea en la catalepsia. Beso su vientre fecundo y bajo por el delta; mi lengua en busca de petróleo enciende su mortorcito y vibra rápidamente. Víctor, no, hoy no… pero no tiene la suficiente voluntad para detenerme. Lamo pliegues y recodos, ronroneo en su botón eléctrico, consigo que su cueva lepidóptera suelte un tenue olor a lubricante marino. Me concentro en el botón; lo alargo y lo encojo, lo sostengo entre los dientes; escucho el primer gemido, escéptico, indiferente, a veces alentador; me dice que la deje dormir tranquila pero también sé que quiere que la mantenga despierta, y esa dulce contradicción hace que mi pájaro loco comience a prestar atención. Amor, hoy no, hoy no y trata de sujetarme por los hombros, me le escabullo, me concentro en el punto sísmico con renovada fuerza. Más indiferente que dispuesta (me parece que finge), gira las caderas, y el vientre, distraído con lo que gesta dentro, apenas se alza. Por un momento parece que se ha encarrilado, pero presa de su capricho abandona la danza. Su indiferencia a mitad del vórtice me enfría un poco pero no me desalienta. Es que me siento rara, amor, y vuelve a caer en el letargo, aunque la estoma se abre y se cierra, autónoma anémona marina. Con la excepción de ese palpitar de pétalos nerviados enervados, Gabriela toda se convierte en una masa de carne lánguida. Abre la boca y es un pez fuera del agua; parece que una fiebre leve la consumiera y las perlas de sudor se le han formado en la frente, entre los senos que descansan hacia los lados bajo su propio peso. Respira, no dificultosamente pero sí con lentitud. Date vuelta, amor, te hago un masaje. Debajo de su piel morena, los omóplatos se mueven como alas embriónicas, y los músculos se dejan moldear por mis dedos. Manipulo con intención sus carnes: una caricia por aquí, un apretón por allá, quizás llegando a modificar el flujo de las hormonas o a cambiar el tipo de fiebre que la quema y entablar conversación con los deseos que se esconden detrás de los poros. Su piel es aceitunada como la de una gitana, y tan dúctil, tan sabia. La toco como por casualidad y con los dos pulgares desciendo por el teclado de su columna vertebral, llego a los hemisferios, hiendo la mano con delicadeza, la delicadeza es la clave de sol. Hago un movimiento súbito y tierno, y Gabriela, notando mi impaciencia por quedar envuelto -aunque sepa (y por eso acepte) que la disfrazo de delicadeza-, se permite el lujo de abrirse y abandonarse a la deriva de los eventos. Coloco mi sexo en la entrada y empujo: está seco. ¿Te duele? Si te duele, no quiero. Mi delicadeza la conmueve. Duele un poquito (yo sé que no le duele nada), pero tratá, y sonríe en complicidad consigo misma. Avanzo 18

sólo una pulgada: mi vara rabdomante detecta un poco de humedad. ¿Te duele? Ofrezco retirarme, pero Gabriela me detiene con un apretón de nalgas. Ay, es que me gusta tenerla así, ni adentro ni afuera, dice, riendo tímidamente, sorprendida ante su ataque de arrojo, y vuelve a caer en la modorra. Probá de nuevo, sólo la punta. Entro. Se tensa y suspira al sentir nuevamente mi presencia, que no es una invasión (es una visita cordial), luego se relaja y por fin la madriguera me recibe lubricada y amistosa. Con Gabriela el tiempo es importante, el tiempo que el idiota de Ernesto no le concede yo se lo doy gustosamente, por eso para ella soy una presencia viva y no el pedazo de papel que la une a Ernesto. Con cada diminuta avanzada en su interior, me doy cuenta de lo placentera que mi presencia debe sentirse (como la suya me place), lo bien que sus carnes y la mía se ajustan, ni demasiado apretadas ni demasiado sueltas. Espero y avanzo, avanzo y espero, examino minuciosamente su reacción; ella no me ve, tiene los ojos cerrados (se ve a sí misma, vista por mí). Puedo sentir que desea sentirse bien penetrada, siento lo bien que le sienta tener algo que sostener y retener, el placer de sujetar algo allí, de intercambiar calor, de mezclar las dos humedades. La gradual penetración irradia corrientes invisibles que anuncian a las regiones más hondas de sus entrañas que una explosión va a producirse. La carne, los nervios intranquilos piden más. Continúo adentrándome, soy un hombre interminable. ¿Te duele? Me retiro súbitamente, sonriendo. Su cuerpo se cierra en una sola contracción y los dedos crispados apenas alcanzan a rozarme las nalgas. Se ve obligada a suplicar: Metela otra vez, ¿por qué me hacés esto? La introduzco nuevamente, pero sólo hasta la mitad, donde ella pueda sentirla sin retenerla. Me estoy comiendo tu tiempo, Ernestito, cada vez que estoy dentro de ella te chupo la vida como una sanguijuela y luego te escupo como la sangre envenenada de alguien mordido por una culebra, hasta que dentro de poco ya nada quede de vos. Quiero dejártela ahí para siempre, Gabriela, para que los tres nosotros terminemos de aplastar a Ernesto. Como si me leyera el pensamiento y en ese ataque de gula pusiera su granito de arena, Graciela alza las caderas para hacerme resbalar hasta el fondo, donde nuestras dos piezas encajan en una perfección lubricada. Abre la boca para hacer eco de su otro extremo y emite un grito que la hace la más mujer de las mujeres. Arde, todo lo que no toco arde por mi proximidad, su aliento y el mío son los gases de un motor recalentado. Pistón que sube, cámara que acepta, pistón que sube, cámara que deja escapar. Quiere gemir de nuevo; le tapo la boca y me chupa los dedos como una recién nacida. En el fondo de su sexo esa carne exige ser penetrada hasta más no poder; dispuesta para la succión, se curva hacia adentro, yo me retiro. Las paredes de su interior se mueven tratando de cerrar el vacío, pero justo desde la entrada le envío hilos invisibles de placer. Veo entonces que tiene la boca abierta; quiere alzar el cuerpo y hundírsela pero aguarda mi movida, en ese tormento lento nos colocamos al borde del abismo, ella insistiendo y yo resistiendo, yo insistiendo y ella resistiendo. Abre más la boca y duplica la abertura, el hambre se desata y Gabriela alza las caderas y sólo entonces me dejo ir hasta el fondo, la empujo al borde del precipicio, donde siento las contracciones, y entonces su gemido rebota contra las paredes como globo de placenta, y ella cae al vacío pero antes de caer me agarra de un pie y me arrastra con ella al infierno de llamas que sólo queman por un segundo. –¿Cuándo le vamos a decir? –pregunto, jadeando, triunfante. –Hasta que no podamos esconderlo más, no sé. Pero hoy no –y sonríe con los ojos cerrados para voltearse perezosamente de cara a la pared.


Leda Schiavo

Azar subjetivo Héctor Duarte: La horca tiene espinas, acrílico sobre tela, 2001

Mais non, mon semblable, vous êtes dans le système avec moi, just like me only that you, perhaps tenés otras concordancias, otros astros que en el fondo quizás sean los mismos que los míos. Aunque pretendas entrar en otras polivalencias, poluciones we are just like one another one another ourselves quand même, cuán mema. Mientras la novia de Duchamp siga bajando la escalera desnudada por sus célibes, brindo pour la poètique pour l=amour pour votre ass pour votre staircase pour votre nuage or neige qué más da, si = se thaw. Why, then, we don=t write a Journal of Discoveries together, why not, mon célibataire, aunque no estemos en Provenza ya que igual el destino se orina en nuestras buenas intenciones? En el jardín de Marcellesi, junto al lago helado y los cisnes ortopédicos, futrémonos en el Syllabus, conjunto de errores que traen los cataclismos. Qué cataclismo mayor que tu olor, tu fervor, tu calor, tu contraataque allí donde las palabras guardan su mágica esencia y se destacan, inconmensurables, como la pampa, que siempre es como el mar. (No confundir con el lago Michigan). Leda Schiavo es profesora de literatura en la Universidad de Illinois, autora del poemario Con las debidas licencias.

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José Ángel Navejas

esta lengua mía esta lengua mía ha de devolverte la inocencia ábrele tu noche muéstrale el infinito déjala escurrirse por el botón desflorado de tu infancia esta lengua mía ha de ir aspirando la podredumbre de tus años todas las migajas todas las inmundicias de tu historia esta lengua mía las irá recolectando esta lengua mía se irá internando entre las oquedades olvidadas de tu ser en esta lengua mía cómo te vas descubriendo cómo te vas desplegando cómo en su punta renaces y te eriges cómo te deleitas y alcanzas el asta de la existencia sabes mi lengua es la tuya y si entre tu carne se busca es porque goza y se embriaga en el auto-incesto sí tú y yo estamos hechos de una sola carne tenemos ascendencia astral y terrestre somos igual dioses y humanos espíritu y carne esta lengua mía es un asteroide fecundando tu estéril orbe esta lengua mía es un cometa rondando una y otra vez las órbitas de tu desamparo recordándote tu propia magnitud esta lengua mía ha de ir surcando las encrucijadas de tu tiempo todas tus fantasías todos tus secretos se irán hilvanando en espiral a su entorno sientes esta navaja hermana sientes el filo de esta espada hermano en esta lengua mía has de descubrirte en ella has de conocer tu origen el filo de esta lengua ha de ir talando la espesura de tus selvas olvidadas trazando tu retorno a Dios hacia ese océano tan tuyo tan mío tan ajeno tan mundano tan divino donde tú y yo naufragamos por siempre desde siempre 20

Héctor Duarte: Unidos por la misma lucha, técnica mixta sobre papel, 2001


Juan Mora Torres

En la película Lone Star de John Sayles, Sam, el alguacil anglo, y Pilar, la amante mexicana, mantienen una conversación sobre su relación. Pilar, que es maestra de historia en la secundaria del pueblo, le dice: “Y todas esas cosas de la historia que se vayan al diablo, ¿verdad? Olvídense del Álamo”. La oración “olvídense del Álamo” es muy clara: ellos representan la posibilidad de reconciliación entre el pasado y el presente entre los anglos y los mexicanos en Texas. Esta idea la usó el director Sayles para contrarrestar el discurso de Sam Houston: “recuerden el Álamo” que incitó a los “patriotas texanos” a vengar la muerte de sus compatriotas que murieron en manos del ejército mexicano en el Álamo. Para Sayles el problema racial en el Texas contemporáneo está enraizado en el síndrome del enunciado “recuerden el Álamo” y los mexicanos han tenido que pagar el precio desde ese entonces. La compañía Walt Disney, uno de los conglomerados más grandes del mundo, gastó más de cien millones de dólares para producir El Álamo, la última película que se ha filmado sobre la legendaria batalla del Álamo. Una vez más, esta película evoca el pasado que se resiste a marcharse. La primera cinta fue The Immortal Alamo en 1911. Luego se realizaron otros largometrajes sobre el mismo tema: Martyrs of the Alamo, 1915; Heroes of the Alamo, 1936; David Crockett, King of the Wild Frontier, 1950; y The Alamo, 1960, producida, dirigida y protagonizada por John Wayne. Éste interpretó el papel de David Crockett. Estas películas han servido como guía principal para educar a la gente sobre la Independencia de Texas y sus “padres fundadores”: David Crockett, James Bowie, William Travis y Sam Houston. El tema principal de esas películas ha incidido en la valía de los luchadores de la libertad, en contra de todos los obstáculos, se sacrificaron para que las siguientes generaciones de texanos pudieran ser libres de la tiranía y opresión mexicana. Este tema también ha sido central en la historia oficial del “nacimiento” del estado de Texas. Se han filmado otras películas con diferente matiz sobre el “Álamo” donde han convertido en santuario a Texas. En Seguin de Jesús Treviño, 1982, se expuso que los mexicanostejanos –como Juan Seguín– también pelearon por la libertad y deberían incluirse en el mauEscena de El Álamo, 2004

soleo de los héroes de Texas. Quizá ridiculizando el significado del Álamo, la comedia Viva Max, 1970, trató sobre el ejército mexicano –encabezado por el incompetente general Maximiliano Rodríguez Santos (Peter Ustinov)– adaptado a la época moderna. Por su parte, Sayles en Lone Star, 1996, se enfocó en el impacto que El Álamo ha tenido como símbolo entre las relaciones raciales durante el siglo XX. Su película se lleva a cabo en el pueblo mítico de Frontera, Texas. La película más reciente, El Álamo, difiere del resto de las otras películas porque pretende “retratar la historia correctamente” y busca ser “políticamente correcta”. En cuanto a “retratar la historia correctamente”, no comete los errores obvios que sí efectuaron las películas anteriores. En la versión de John Wayne, por ejemplo, el Álamo estaba localizado a orillas del Río Grande en lugar de estar situado a orillas del río de San Antonio; de un lugar a otro hay una diferencia de casi 200 millas. Y por el mismo camino de “retratar la historia correctamente”, y a diferencia del resto de las películas que muestran a los héroes del Álamo más grandes que en la vida real, esta última muestra a los héroes como gente ordinaria: políticos fracasados, alcohólicos y otros tantos personajes que esquivaban su pasado, etc. En cuanto a lo “políticamente correcto”, El Álamo enfatiza que los mexicanos-tejanos también pelearon hombro a hombro con los “texanos”, y por lo tanto, la Independencia fue un movimiento multi-étnico encauzado a crear una utopía multicultural en Texas. La película también buscó humanizar a los soldados mexicanos que ciegamente seguían las órdenes del tirano diabólico, General José López de Santa Anna. El presidente de la multinacional Walt Disney, Michael Eisner, hasta hace pocos meses, afirmó que el enfoque de la película de El Álamo era “capturar el surgimiento patriótico que surgió a raíz del 11 de Septiembre”. Pero, ¿cómo se podría lograr esto “retratando la historia correctamente” y ser “políticamente


correctos”, y al mismo tiempo evitando ofender la sensibilidad mexicana? Lo lograron al hacer la política a un lado y dejándola detrás de los orígenes, el desarrollo y las consecuencias de la Guerra por la Independencia de Texas. Sin la política, el resultado de la película es una versión light de la “historia” y de lo “políticamente correcto”. Consecuentemente, el mensaje no se aparta por mucho de la narrativa dominante del “nacimiento de Texas”: el valor de los luchadores por la libertad que sacrificaron sus vidas para que Texas fuera libre. Por otra parte, se aparta ligeramente de la narrativa dominante al incluir luchadores por la libertad tejanos y al humanizar un poco a los soldados del ejército mexicano. Al hacer a un lado la política, la película no clarifica para nada el porqué la gente (texanos, tejanos y mexicanos) peleaba por otra cosa que no fuera la vaga noción de la “libertad” y “por Texas”. Para obtener ganancias a través de la captura del surgimiento del patriotismo pos 9/11, la película emplea la fórmula de otras películas taquilleras que capturaron el sentimiento de batallas campales, como Braveheart, Gladiator, Pearl Harbor y Master and Commander. El significado del sacrificio y la camaradería lo sacaron de películas como Black Hawk Down y Saving Private Ryan. Y parte del “surgimiento del patriotismo” viene de la reciente oleada de películas “revanchistas”, como Walking Tall, Kill Bill (Vol. I y II), Man of Fire y The Punisher, entre otras. El Álamo forma parte de esta oleada de películas revanchistas al encauzarse en la sentencia “recuerden el Álamo”. Los hechos históricos relacionados con la Independencia de Texas, incluyendo el papel del Álamo, son bien conocidos. En el caso del Álamo, si hay algunas disputas en los hechos son menores. Un ejemplo sería el caso del coronel William Travis que supuestamente trazó una raya en el suelo con su espada y democráticamente le dijo a los combatientes en las barricadas que si querían, ellos podían cruzar la raya y salvar sus vidas, pero si decidían quedarse, pelearían hasta el fin y serían recordados por la historia. Otro ejemplo sería el caso de David Crockett, mejor conocido como “el rey de la frontera salvaje”. Un lado dice que murió peleando hasta el último respiro, rendido (y después ejecutado por el pelón del ejército mexicano). Por el otro lado, se argumenta que

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David Crockett fue capturado debajo de la cama; se encontraba escondido, como dijeron los soldados mexicanos. Ahora bien, lo que se disputa es cómo se interpretan, se malinterpretan o se omiten los hechos al escribir la historia. Uno de los componentes de la gran narrativa de la historia de Texas ha sido la interpretación de la “historia erróneamente”, especialmente su “nacimiento” en 1836. De acuerdo a la narrativa dominante –los “padres fundadores”: Houston, Crockett, Travis, Bowie y Sthephen Austin, y el resto de “luchadores por la libertad”– decidieron romper con México porque se les negó una representación mayor en la legislatura de Coahuila. Al no tener “representación” –uno de los derechos sagrados de la gente libre– llamaron a la Independencia de Texas de México. El general José López de Santa Anna se rehusó a ceder la Independencia a Texas y en su lugar, encabezó un gran ejército para aplacar la rebelión. La primer batalla independentista se libró en el Álamo donde el numeroso ejército mexicano mató a todos los combatientes texanos. Esta narrativa histórica oculta los motivos reales detrás de la rebelión de los “luchadores por la libertad”. En primer lugar muchos de los rebeldes, si no la mayoría, no tenían autorización para estar en Texas. Segundo, aunque fueron los primeros indocumentados en Texas, ellos no llegaron a trabajar sino que querían que otros trabajaran para ellos. También apoyaban la expansión de la esclavitud sureña dentro de Texas y se beneficiaban de la especulación de la tierra. Por su parte el gobierno mexicano prohibía la esclavitud y buscaba controlar el flujo de ilegales sureños estadunidenses en Texas. Los “texanos” comenzaron la guerra por la Independencia y la obtuvieron en 1836, y se incorporaron a Estados Unidos como un estado esclavista en 1845. (El gobierno mexicano siguió considerando a Texas como parte de México hasta 1848.) Éste fue el primer paso para despojar a México de más territorio, “la guerra de agresión de 1847”. De todos los lugares estadounidenses, la actitud anti-mexicana más ardiente y retórica se encuentra en Texas y sus orígenes se encuentran en el movimiento sureño estadounidense para “liberar” Texas de México. Uno de los “padres fundadores”, Stephen Austin, definió la

Escena de El Álamo, 2004

“Independencia de Texas” nada menos que como “una guerra de barbarismo y de principios despóticos, realizados por los ‘perros callejeros’ de los indios-españoles y la raza negra en contra de la civilización y la raza anglo-americana”. En otras palabras, los mexicanos eran los agresores y ésta era una batalla entre la “civilización y la barbarie” y entre una “raza superior” y otra “inferior”. Esta dicotomía de “nosotros” contra “ellos” rápidamente se robusteció entre los anglos y los mexicanos en Texas y lo hizo al privilegiar los principios primordiales de los primeros sobre lo que constituye la comunidad de Texas, de las prácticas culturales a la experiencia histórica. Esto convirtió a los mexicanos en los “otros”. De igual manera sucedió con los demás grupos que no cabían dentro de la gran narrativa de la historia de Texas: Negros e indígenas nativos. El Álamo no se convirtió en un santuario de la Independencia de Texas hasta el comienzo del siglo XX cuando los promotores de San Antonio y una organización de mujeres nativistas, las “Hijas de la República de Texas” usaron el sitio de los “héroes caídos” (Crockett, Travis y Bowie) para atraer turismo y, consecuentemente, dinero. En la actualidad, miles de personas, la mayoría turistas, visitan el santuario todos los días y la identidad de San Antonio, una ciudad predominantemente mexicana,

gira en torno al Álamo. La gran narrativa de Texas, seguida con atención por El Álamo, no es homogénea, al menos no con los mexicanos porque el hilo de esa narrativa es antimexicana. Sin los mexicanos, esa narrativa no tiene peso, ni histórico ni ideológico. Un amigo tejano me contó una anécdota. Él asistió a una escuela pública mexicana en un barrio al oeste de San Antonio. La maestra anglosajona pasó una gran parte de la clase hablando sobre la Batalla del Álamo y sus muchos héroes. Al terminar de exponer, preguntó a la clase si tenían preguntas. Mi amigo levantó la mano y preguntó: “pero maestra, ¿quién ganó en el Álamo?” A lo que ella titubeó por unos instantes y luego respondió: “Bien, los mexicanos ganaron”. Y de repente toda la clase comenzó a celebrar y a aplaudir.

Juan Mora es profesor de historia en la Universidad DePaul. Es autor del libro The Making of the Mexican Border. Traducción: José Gúzmán


“La modernidad y la otredad”

Abril es el mes más cruel

Manuel Zatarain Zigmunt Bauman, En busca de la política, F.C.E., México, 2002.

En un texto tan bello como sugerente, Z. Bauman realiza un trazo de lo que constituye el drama humano de las sociedades actuales, modernas, globalizadas y que, ya en otra parte, las agrupa en una expresión muy creativa: sociedades de una “modernidad líquida”. “Líquida” por los vacíos sociales y falta de asideros que caracterizan a la vida humana de nuestro tiempo. Es una modernidad vacua ésta que hoy se ha configurado y que, para muchos otros autores, se conoce como “posmodernidad”. Pero lo interesante y llamativo en el texto de Bauman, es la forma en que va dotando de contenido conceptual e histórico todo el proceso que nos ha conducido a esta “estación de paso” en la que los valores que nos hacen ser humanos, están en entredicho y permanentemente vulnerados por los proyectiles del mercado: la rentabilidad, la comercialización, lo financiero, la administración, el control, etc. Un mercado que se autorregula, se autojustifica y se autonomiza de las variables específicamente humanas: la participación social, la política auténtica, el amor, la amistad, la libertad, la autonomía individual. Un mercado que se ha vuelto fetiche, al asumir propiedades humanas que no le corresponden y que, en los tiempos de la “modernidad sólida”, le significó estar sometido a control por una de las expresiones políticas más humanas que hemos experimentado: el Estado de Bienestar. Por “modernidad sólida” hay que entender a una economía sometida a control por la representación política que, democráticamente, se ha dado en una sociedad que no reconoce como positivo a los “automatismos económicos” ni tampoco a los “egoísmos individuales” que no pasan la prueba de “la socialidad”, o sea, de eso que otros autores como Durkheim, Dewey y Kymlicka han llamado “experiencia social relevante”, “razonabilidad pública” o “reciprocidades sociales”. En busca de la política proyecta a una sociedad moderna que, en muchos sentidos, se ha retrotraído espiritual y cronológicamente, pues las élites políticas y económicas actuales nos han hecho pensar y creer que la historia aquí termina, que ya no hay otra, que ya no somos una “estación de paso” en la historia interminablemente humana. Por fin, lo dice irónicamente, “la especie humana ha llegado a cumplir su sueño de eternidad, de completud, de inmortalidad”; y todo ello, en un contexto histórico ya ampliamente superado hasta la saciedad: un Estado que deja sola a la sociedad y a los individuos ante una economía de mercado que se siente en sí misma “virtuosa” y cuyo discurso apologético, ahora neoliberal, ya había sido rebasado exitosa y brillantemente por Marx en su crítica a la economía política de Adam Smith y David Ricardo de fines del

Periscopio electoral Jorge Frisancho

siglo XVIII y principios del siglo XIX. En efecto, uno de los grandes méritos analíticos de Marx había sido “historizar”, desde la teoría económica, el modo de ser de las relaciones sociales capitalistas, a partir de las contribuciones fundacionales del análisis económico de Smith y de Ricardo. Después de la mitad del siglo XIX, aparecerán las figuras señeras del discurso sociológico, Emile Durkheim y Max Weber, y reafirmarán admirablemente esta impronta de la vida humana: esta necesidad existencial de realizarnos como seres humanos en estructuras económicas y sociales sujetas a la caducidad; esta necesidad existencial de realizarnos en los otros, de constituirnos en actores sociales que compartimos un mundo; esta necesidad existencial de construir nuestra individualidad a partir de nuestra socialidad. Y en este proceso de socialización-individuación, siempre inacabado, –como seres incompletos que pensamos en la completud, como seres finitos que pensamos en la infinitud, como seres mortales que pensamos en la inmortalidad–, la sociedad y el Estado modernos no son más que una “estación de paso” de la infinidad de estaciones que, como especie, nos quedan por vivir. En este proceso, de vivir la vida social e individual con cierta dignidad humana, la política del Estado a favor de la sociedad, no puede estar ausente, no puede ser dejada al choque automático de los consumidores y oferentes de la economía, ni a la libre competencia de los capitales; antes bien, se impone como nunca un Estado que intervenga a favor de la sociedad y de la auténtica libertad individual. A mayor intensidad del flujo de capitales, a mayor mundialización del capital, a mayor aplicación del conocimiento científico en los procesos productivos, se impone una socialización más intensa de nuestros vínculos, mediados por un Estado cada vez más responsable en política social y económica. Los modos de intervención del Estado y de organización de la sociedad, están determinados por la caducidad y contingencia humanas, pero no podemos prescindir de esos modos y de esa necesidad gregaria de “estar juntos”; la frase clásica de Keynes sigue siendo sabia y pertinente: en el largo plazo... todos podemos estar muertos. De estas cosas y muchas otras más –que es imposible reseñar aquí– está compuesto este vigoroso y vibrante texto, de un Bauman que raya en la luminosidad y profundidad de la poesía, porque su prosa no deja de lado la estética, la coherencia y la reflexión... a más no poder.

Manuel Zatarain es profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara.

Los resultados de dos encuestas realizadas a finales de abril tomaron por sorpresa a muchos observadores. En un sondeo de ABC News/Washington Post a votantes registrados, la preferencia en un mano a mano electoral (las cifras cambian si se incluye a Ralph Nader, el tercer candidato) fue de 49 por ciento a favor de George W. Bush contra 48 por ciento a favor de John Kerry; en el estudio de USA Today /CNN/Gallup, Bush obtuvo una ventaja de cuatro puntos sobre Kerry, 50 contra 46 por ciento. Hasta ese momento, Kerry venía llevando una (ligera) ventaja de sobre su oponente en casi todas las encuestas. La sorpresa, sin embargo, no se debió a ello, sino al hecho de que el avance de Bush se produjera después del mes más difícil para su campaña, cuando todos esperaban que la intención de voto a su favor cayera en lugar de crecer. En efecto, abril fue un mes cruel para Bush y los suyos. La situación en Irak se deterioró enormemente y las bajas norteamericanas aumentaron a niveles inéditos hasta ese momento. Al mismo tiempo, la comisión civil que investiga los fallos de la inteligencia norteamericana ocupó durante semanas el centro de la escena política, poniendo en circulación intensos cuestionamientos sobre el desempeño de la Casa Blanca en los meses previos al ataque terrorista del 9 de septiembre de 2001. Al mostrar un avance del presidente en busca de reelección, aunque fuera pequeño, las encuestas parecerían revelar que Bush ha sobrevivido esos días duros. Es posible, sin embargo, verlas bajo otra luz. Es bueno recordar que lo que anuncian, con sus márgenes de error de +/- 4 por ciento, es un empate estadístico entre los dos candidatos, no una ventaja efectiva de ninguno de ellos. Es bueno recordar también que en ninguna de ellas Bush ha logrado una mayoría de votos, algo inusual para un presidente en ejercicio que busca la reelección. Más aún, las mismas encuestas arrojaron altos niveles de preocupación entre los electores por el rumbo que está siguiendo el país (57 por ciento respondió estar “muy preocupado”) y de desaprobación del trabajo realizado por el presidente (49 por ciento en un sondeo, 48 por ciento en otro, según reportó el diario The New York Times). Todas estas cifras en realidad ratifican una situación que ya estaba dada: Bush y Kerry vienen empatados desde el principio, y las encuestas de abril no representan un cambio. Lo realmente significativo es el que Bush no se haya movido de su sitio, estadísticamente hablando. Y es significativo porque, paralelamente a los sucesos ya mencionados -el deterioro en Irak, la Comisión 9/11-, abril fue también el mes de una intensa campaña publicitaria por parte de los republicanos, a un costo de $50 millones, con anuncios televisivos y radiales propalados en todo el país. Al mismo tiempo, la investigación oficial sobre 9/11 y los ataques de sus oponentes le dieron a Bush y a la Casa Blanca ocasión de reafirmar su mensaje principal, su supuesta capacidad para ofrecer un liderazgo decisivo en tiempos de crisis. Incluso el propio presidente salió a dar una de sus escasas conferencias de prensa la tercera semana del mes, para solidificar su imagen y responder a las críticas. A juzgar por las encuestas, tal despliegue de recursos monetarios y políticos sólo le ha servido a Bush para obtener ganancias marginales. El candidato demócrata, mientras tanto, mantuvo un perfil bajo y se dedicó a recaudar fondos durante casi todo abril, y sólo reapareció en serio hacia fines de mes, con un discurso de tema económico. La campaña publicitaria republicana y su propia decisión de mantenerse al margen de las primeras planas no parecen haberle robado a Kerry demasiado terreno. Así, mientras que para Bush los resultados de las encuestas recientes parecen indicar la existencia de un techo de intención de voto, para Kerry esas mismas cifras ofrecen una oportunidad de crecimiento a medida que su campaña cobre vigor y pase a la ofensiva. Falta ver, por supuesto, cómo aprovechan los demócratas esta ventana que se les abre. Además de todo lo señalado, las encuestas que venimos comentando perfilan también la presencia de un núcleo duro de ciudadanos dispuestos a votar por la reelección del presidente, no importa cuán fea se ponga la cosa en Irak o cuántas revelaciones surjan de la Comisión 9/11. Para mantener ese nivel de apoyo, la campaña republicana con toda probabilidad continuará con sus gastos publicitarios, en el afán de empañar la imagen aún maleable del candidato demócrata. La clave para Kerry, en los meses que vienen, está en no permitir que tales andanadas le quiten el control de su propia agenda, obligándolo a reaccionar a la ajena sin poder articular un mensaje claro. Mayo, en esa medida, será decisivo. Jorge Frisancho es autor del poemario Estudio sobre un cuerpo.

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De Evangelios, tentaciones y pasiones Joel Soto En 1964 Pier Paolo Pasolini filma y estrena en la Muestra de Cine de Venecia El Evangelio según San Mateo cuya belleza parece, ahora más que antes, sobresalir, erigir una presencia sólida, basándose en una sencillez desmesurada, sin miedos. En 1988, se estrenó en este país la película La última tentación de Cristo, del director Martin Scorsese protagonizada en el papel de Jesús por Willem Defoe. Su duración en cartelera fue de menos de dos semanas. En febrero de este año se estrenó La Pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson con James Caviezel en el papel de Jesús. Su éxito en taquilla ha superado los 300 millones de dólares, abarrotando todos los cines en donde se ha exhibido Estas tres obras representan, aparte de los actos centrales del cristianismo, las ideologías, las sensibilidades, las visiones de sus realizadores. Reflejan puntos de vista opuestos, toman direcciones que se apartan entre sí. Una es cuestionadora, apócrifa, crítica; la otra es innegablemente literal, más apegada a los Evangelios del Nuevo Testamento El Evangelio según San Mateo está basada, como su nombre lo indica, en dicho libro. Es quizás esta película donde es posible encontrar a un Jesús más humano, protagonizado por Enrique Irazoqui, más real, más como debió de haber sido en vida, que se centra en sus ideas por encima de todo manifiesto divino. Pasolini pone fin al estereotipo del Jesucristo creado por otros filmes anteriores, lo despoja de su aureola, de su belleza física, de su deslumbramiento descomunal. El resultado es una obra que, independientemente de ser creyente o no, encanta al espectador por su simplicidad y su alto contenido artístico. No hay actores de profesión, ni flash-backs, ni picados ni contrapicados, campos áridos y ruinas son la única escenografía, y muchas de las escenas son improvisadas, gracias a esto se llega a tener la sensación de estar en una obra de teatro. Pasolini fue un director de cine italiano, poeta, ensayista, marxista y homosexual. Pero sobre todo era un marginado. Rechazado por la burguesía católica por sus puntos de vista políticos y su homosexualidad. Rechazado por los marxistas por no seguir exactamente su filosofía. Él, con su Evangelio Según San Mateo, también se había propuesto mostrar su propio rechazo hacia la actualidad social que menospreciaba y cuya sustancia poética parecía haberse agotado. Rodada en las colinas de Basilicata, en el sur de Italia, con imágenes mágicamente narrativas, con rostros humildes y arrugados, con coros de Bach, blues primitivos y la música masónica de Mozart la película de Pasolini pareciera, más que nada, ser un poema con métrica y rima perfectas. En 1954, la Iglesia Católica condeno la novela La última tentación y excomulgó a su escritor Nikos Kasantzakis. Más de tres décadas después Martin Scorsese realiza un filme basado en esta misma novela. Sin mayor suerte que Kasantzakis y su novela, la película fue reprobada y atacada por grupos fundamentalistas católicos alrededor de todo el país; amenazaron con poner bombas y provocar incendios en las salas de cine donde se exhibía, logrando así sacar la película de cartelera en menos de dos semanas. Tanto la novela como la película

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plantean el eterno dilema del hombre que es la lucha perdurable entre el cuerpo y el espíritu. Jesús es, antes que el hijo de Dios, un hombre inseguro, temeroso de aceptarse como un ser divino, como el responsable de salvar a la humanidad de sus pecados. Construye cruces con las cuales los romanos crucifican a su pueblo. Es un traidor. Es tentado, como cualquiera de nosotros, a pecar, a matar, a satisfacerse a sí mismo, pero es cobarde y temeroso de Dios. “Soy un mentiroso, un hipócrita, le temo a todo, no siempre digo la verdad porque me falta el coraje para hacerlo. Cuando veo a una mujer me sonrojo y volteo la mirada disimuladamente, la deseo pero no la tomo por respeto a Dios, y eso me hace sentir orgulloso, y mi orgullo lastima a Magdalena. No robo, no peleo, no mato, no porque no quiera sino porque tengo miedo, quiero rebelarme a ti, a todo, incluso a Dios, pero tengo miedo”. La película no niega nunca la divinidad de Jesús, es más, lo que Kasantzakis intentaba era reafirmar la fe de Cristo. Ya en la cruz, y esta vez él traicionado por su pueblo, y a punto de morir, su última tentación es permanecer en la Tierra, tiene una visión, no haber sido hijo de Dios, sino un hombre normal, con esposa e hijos. Al final Jesús acepta su destino final, el que le ha impuesto su padre. Martin Scorsese logra en esta película una adaptación impecable. Le preocupa y teme al hombre, tiene curiosidad por él y por eso se le acerca como niño explorador, dispuesto a des-

cubrir. Sus películas, como Goodfellas, The Age Of Innocence, Casino y Gangs Of New York nos lo confirman, pues representan las variadas luchas del hombre dentro de su entorno: dinero, poder, pudor, placer y hasta esa constante batalla por autodescubrirnos, Taxi Driver, por saber qué hay mas allá de nuestra soledad y lo que seríamos capaces de hacer con tal de aniquilarla. Mel Gibson, católico de línea ultra ortodoxa, produce el filme con veinticinco millones de dólares de su propia cuenta, y dirige La Pasión de Cristo. Basándose, supuestamente, en el Nuevo Testamento, la película narra las ultimas doce horas de vida de Jesús. Lo novedoso de esta obra sobre Cristo radica en su violencia extrema. El director se plantea la meta de conmover al espectador cristiano, torturarlo emocionalmente por medio de imágenes llenas de sangre, y lo logra. Desde que comienza, con la entrega de Jesús a los judíos por parte de Judas, hasta que termina, con la crucifixión, la película no hace otra cosa que mostrarnos a Jesús masacrado salvajemente por judíos y romanos. Se llega a esta conclusión al darnos cuenta que gran parte de la película se aprecia en cámara lenta, recalcando el sufrimiento de Cristo por medio de los variados castigos a los que es sometido. Gibson va saltando en esta película de una escena violenta a otra que lo es mucho más, destacando solamente algunos pasajes cortos en los que se recrean vivencias de Jesús, pero estos pasajes no le sirven al espectador como reposo, ya que aparecen solamente como pequeñísimos intermedios entre un mar de violencia. El critico de cine Roger Ebert, del Chicago Sun Times, comenta que esta película es la más violenta que ha visto en su vida. Un comentario como éste sorprende de parte de alguien que ha pasado miles de horas mirando toda clase de películas. La Pasión de Cristo y su violencia extrema es justificada por Mel Gibson, la Iglesia católica y

cristianos de todo el mundo, al sostener que la cinta refleja en forma precisa el sufrimiento experimentado por Jesús durante las doce horas previas a su muerte. Pero, suponiendo que alguien sabe muy poco o nada sobre la interesante vida de Jesús y mira La Pasión con el objetivo de aprender, ¿aprendería algo? La respuesta es negativa, al término de la película quedaría muy conmovido, apenado por Jesús y su dolor y nada más. La Pasión de Cristo aunque no recibió la bendición del Vaticano directamente, se sabe que complació al Papa y a su corte. Algunos grupos cristianos como los Legionarios de Cristo y la Agencia Católica de Información han ayudado para que su difusión sea lo mas exitosa posible, incitando a los fieles para ir a verla, e incluso creando sitios en Internet a los que invitan a visitar. En cambio, los judíos alrededor del mundo han rechazado la película. Se le culpa de incitar el antisemitismo, ya que la obra de Gibson responsabiliza directamente a éstos por la muerte de Jesús. Afirman que en ésta se muestra a los judíos sedientos de sangre, enojados y vengativos mientras que Poncio Pilato (Ivano Marescotti) es un hombre débil, obligado a hacer algo a lo que desde un principio se rehusaba, influido por su noble esposa. A esto se agregan los comentarios hechos por el padre de Gibson, Hutton Gibson, a una estación de radio de New York, afirmando que el holocausto fue ficción en su mayor parte y que los judíos son enemigos de toda la humanidad. El enorme poder de la las religiones cristianas, sobre todo la católica, han influido sobremanera, en estas películas para que hayan sido un fracaso o un éxito, hablando en términos comerciales. Las tres pueden ser halagadas o criticadas, todo depende del tipo de cristal con que se miren, del cómo se quieran mirar. El Evangelio según San Mateo le valió a Pasolini una precavida aceptación de la Iglesia católica y el rechazo definitivo de sus camaradas comunistas. La última tentación de Cristo es catalogada de blasfema, de irrespetuosa a los Santos Evangelios y los más exagerados la llaman diabólica. La Pasión de Cristo, por otra parte, es ya la consentida de sacerdotes, cardenales, padres de familia y hasta jóvenes religiosos. Más de un centenar de películas, millones de ejemplares de la Biblia vendidas, figuras, cuadros, feligreses por doquier, y hasta sitios en Internet han ayudado a que hoy en día Jesús sea un congregador de multitudes, un rey de masas, y como en la obra musical de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice un Jesucristo Superestrella.

Joel Soto es escritor independiente. Originario de la ciudad de México.

María y Jesús: una escena de La Pasión de Cristo, 2004


La Pasión de Gibson: Anticristiana y antihistórica Febronio Zatarain He tenido algunas discusiones con mis estudiantes de G.E.D. sobre La Pasión de Cristo de Mel Gibson, y ha sido sorprendente la manera en que han salido en su defensa. Esta actitud se debe a que la mayoría de los sacerdotes y de los pastores latinos consideran lo que se muestra en el filme como lo más cercano a la verdad que se ha escrito o filmado hasta ahora. “Exactamente así fue”, es la frase que se ha repetido en las últimas semanas en los templos católicos, pentecostales, evangelistas, etc. Esto ha llevado de algún modo a los defensores del filme, a poner la versión evangélica de Gibson, si no por encima, por lo menos al mismo nivel de lo escrito por Lucas, Marcos, Juan y Mateo. Y no exagero, ya que para estos defensores un ataque a la película es un ataque a Cristo o, como dirían muchos de mis estudiantes, a Dios mismo. Esta visión no representaría ningún problema si Mel Gibson hubiese respetado lo que se señala en los cuatro Evangelios así como el espíritu que impera en ellos; pero Gibson no sólo no respetó los Evangelios, sino que su versión es anticristiana. Y este anticristianismo lo encontramos precisamente en el punto nodal de la película: en el momento en que Jesús es azotado. Analicemos la escena: Los soldados romanos cumplen la orden dada por Poncio Pilato, Jesús está postrado y semiinconsciente, y los soldados prácticamente se han olvidado de él; María se acerca, divisa a su hijo en su suplicio, sus miradas se cruzan y luego vemos cómo Jesús se levanta retando a los soldados para que lo sigan azotando. Una de las enseñanzas primordiales de Cristo es la humildad, y lo que vemos en ese sujeto que se levanta es un acto cargado de vanidad y sobre todo de soberbia. Ese Jesús no es el que está dispuesto a poner la mejilla (a perdonar) setenta veces siete, es un Jesús que nos dice “vean cuánto aguanto, y si no les respondo a estos pobres es porque la pelea ya está arreglada”. En ese sentido, es un Jesús que se hermana más con el Toro Salvaje (Raging Bull) de Matin Scorsese que con el Cristo de cualquiera de los Evangelios. Es también un Jesús que concuerda con el “cristianismo” conservador y ultraconservador que apoya la pena de muerte, la guerra o cualquier otro acto de represalia o de venganza. Finalmente, de la misma manera en que Gibson tergiversa los Evangelios, también tergiversa la Historia. Los rostros, los cuerpos y el perfil psicológico de sus personajes corresponden más a los de la clase media alta estadounidense del siglo XXI que a los de un judío o un romano de principios de nuestra era. Magdalena era una prostituta de la calle (allí fue donde Jesús se la encontró), y María una anciana; sin embargo, Gibson se vale del vestuario y del maquillaje para que ambas actrices encajen en el prototipo de la belleza actual. Sólo hay una excepción: Barrabás; y seguramente el aspecto de Jesús y el de sus apóstoles era muy cercano al de este último. Por eso, el uso del arameo y del latín (qué importa si ésas eran las lenguas en que se comunicaban) es solamente para que la película se vuelva realista a la Americana o a la Hollywood; realismo que por cierto hace de Cristo un héroe; un héroe a la altura de Supermán, de Indiana Jones y, por supuesto, de Mad Max.

Desde el desván Don Samuel, el profeta II Josefina de Abad El desdén del vecino formidable es el peligro mayor de nuestra América; y urge que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. José Martí

La revista Foreign Policy, que publicó “The Hispanic Challenge” el mes anterior, ha dado a conocer en su edición de mayo/junio una serie de respuestas (15) al ensayo cuya importancia destacamos en nuestro número anterior. En su mayoría esas cartas son altamente críticas de la tesis del profesor de Harvard al señalar, fundamentalmente, la fragilidad de la estadística expuesta; lo discutible en el aserto acerca de la renuencia de los hispanos para aprender inglés; lo marginal y no representativo de quienes pretenden la “reconquista” de los territorios otrora hispanos y finalmente, el cotejo selectivo entre las inmigraciones anteriores y la actual. A estas objeciones (que varían en tono, desde la indignación a la ironía) Huntington replica semigozosamente que: “...the critical letters mistake my arguments, fail to confront the empirical evidence, reflect intense emotionalism, or resort to slurs and name-calling.” (Foreign Policy, pág.90) Más adelante, y profundizando su respuesta el prestigioso profesor nos conduce al eje de su tesis que (debemos admitir) fue soslayado por casi todos sus críticos, al insistir en que: “...America’s core is Anglo Protestant. Historians have, however, repeatedly shown that to be the case, and I document this point at length in my forthcoming book. As I point out in the article, if America had been settled not by British Protestants but by French, Spanish, or Portuguese Catholics, it would not be America; it would be Quebec, Mexico or Brazil.”(ibid pág.91) Este es indiscutiblemente el centro del marco referencial huntingtiano y es por ello que convoca a tantos lectores que están hartos del constreñimiento ofrecido por lo “políticamente correcto”. Como el libro todavía no ha sido publicado ignoramos concretamente a qué historiadores se refiere nuestro autor pero lo cierto es que no debe haber dificultad para demostrar que los mitos fundacionales de este país sostienen, como él proclama, la creación de una cultura predominantemente anglosajona y protestante. Es por ello que Huntington recurre curiosamente a su crítico más claro y contundente, Carlos Fuentes: “Carlos Fuentes (...) has commented with Tocquevillian eloquence on the gap between Mexico’s Spanish-Indian heritage, with its `culture of Chatolicism’,

and America ‘s Protestant culture descended `from Martin Luther’”. (ibid pág. 91) Pero claro, una cosa es concordar en que el “credo” norteamericano ha sido (permítaseme el cambio verbal por lo que más adelante veremos) blanco, anglosajón y protestante, y otra que “America was created by 17th- and 18th-century settlers who were overwhelmingly white, British and Protestant. “ (“T.H.CH”). Aún pasando por alto el abusivo apoderamiento del término creado en 1507 (un siglo antes de la primera colonia inglesa del este) para la única América conocida: la española y la portuguesa; aún reconociendo la energía y capacidad de los “settlers”, Huntington olvida destacar a los creadores de San Agustín y Santa Fe (las primeras ciudades edificadas en los Estados Unidos); borra de un plumazo a los expedicionarios que descubrieron los ríos más importantes de este país; descarta a aquellos que crearon el Camino Real y que junto con los franceses pudieron hacer posible la independencia de las colonias inglesas; evade ¿o ignora? explicar por qué California, Colorado, Nevada, Texas y tantos otros topónimos son vocablos españoles y por qué tantos nuevos ricos construyen sus mansiones en estilo “colonial” español. Curiosamente, también desconoce que el español no es un “clear and present danger” traído súbitamente por recién llegados sino que ha sido el primer idioma europeo hablado en América (incluyendo por supuesto, los Estados Unidos) y que desde entonces ha tenido una presencia irregular pero ininterrumpida en este país. En forma elíptica y en medio de su ensayo, Huntington repentinamente “recordará” que hubo algunos territorios que pertenecieron a México, pero eso no le hará re-analizar los mitos fundacionales sino que lo llevará a lanzar su alarma ante la delirante teoría acerca de una prospectiva “reconquista” por una multitud de mexicanos a los que la terca práctica de su lengua nativa y el gusto por no renunciar a su cultura conducirá al separatismo político... Es también desconcertante la omisión total de quienes en los siglos mencionados tanto tuvieron que ver con la prosperidad de las colonias: los esclavos negros. No resulta tan extraña, sin embargo, la no mención de los nativos de este país ya que la institución de la reservación ha creado una cómoda fantasía que consiste en creer que los indígenas norteamericanos han gozado y gozan de una suprema

autonomía y nada tienen que ver con “América”. Sin embargo y aunque preocupado desde el punto de la seriedad académica por todas las generalizaciones, omisiones y tergiversaciones expuestas, el lector, vuelto a la enunciación inicial del ensayo, es obligado por lo definitivo del tono, a meterse, quiera o no, en el aparato dialéctico del autor. Y, en ese caso el “América was created (énfasis mío) by 17th- and 18thcentury settlers who were overwhelmingly white, British and Protestant”, zumba como mosca y molesta a través de el resto de la lectura. ¿Por qué? Quizás contagiado de “bushismo” el profesor Huntington huye de toda ornamentación retórica al optar por una construcción sustantiva avalada por dos verbos existenciales (was created, were) que son mazazos contra todo atisbo de duda o de discusión. “America was created…”, así nomás, bíblicamente y operando a manera divina los míticos exiliados de la intolerante Inglaterra del siglo XVII no “siembran las raíces”, “sientan los cimientos” sino que crean nada menos que ¡América! En verdad al verter su tesis en un tono contundente, nuestro autor está en mejor compañía que la del desteñido y unidimensional Mr.Bush (quien está en el extremo del horizonte ideológico por lo rudimentario de su equipaje retórico) y esa compañía es la de los claros y preciosamente simples “Founding Fathers”. Uno de los rasgos más llamativos que se desprenden de la mitología fundacional de los Estados Unidos es el acento rotundo, seguro, en el que los Founding Fathers van delineando el “Credo” que sustenta la base ontológica del pequeño territorio de las trece ex-colonias inglesas. Descendientes del imperio más enérgico de su siglo y del siguiente, los autores de la Constitución no tienen ni un momento de duda acerca de la superioridad física, moral y política de su nueva empresa. Los Estados Unidos de América se inauguran como nación desde una plataforma profundamente segura, optimista. Por contraste, la América mayor, la hispana, se desgaja de un imperio, otrora colosal, que desciende abismal y vertiginosamente en todas las áreas durante la etapa de las independencias. ¿Qué repercusión tendrán estos hechos, entre otros aspectos importantes, en las mitologías fundacionales de América? En el próximo contratiempo analizaremos algunas de las características salientes en ambas mitologías fundacionales (la “anglo” y la “hispana”) para entender mejor la trayectoria de Huntington en su ensayo y el simplismo al que apunta.

Josefina de Abad es escritora argentina. Coordinadora de español y literatura del Colegio San Agustín.

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Advertisement. Barcelona, 1957. Foto: F. Catalá Roca. Foto tomada de 150 Years of Photography in Spain

Las fuentes de la memoria Delia Negro En estos días de mayo, en los cuales ya es tradicional que el lenguaje plástico invada la ciudad de Chicago y renueve el aire de expresión artística local e internacional, tendremos la oportunidad de visitar y valorar una exposición diferente y reivindicadora. El Instituto Cervantes presentará en su sede una muestra de arte fotográfico singular. Esta muestra, que abre sus puertas el 7 de mayo, sitúa a España entre los países pioneros en la valoración de la fotografía en el terreno del arte. 150 años de la fotografía en España es el título de la colección que se exhibe ya desde hace varios años en la Península Ibérica y su hilo conductor recorre la memoria visual española a través de 120 imágenes, que recuperan el quehacer colectivo, en un lenguaje expresivo testimonial poco valorado hasta hace pocos años. Al visitarla,

no nos encontraremos precisamente con una historia de la fotografía española desde el punto de vista tradicional, sino que descubriremos España y su historia, en la imagen, en el testimonio, en los personajes y en los hechos. La selección ha sido realizada por el reconocido historiador de fotografía Publio López Mondéjar y reúne obras de los más relevantes fotógrafos españoles, así como de las más diversas tendencias de ese arte. Este investigador lleva más de 20 años desempolvando fotos y rescatando documentos en archivos oficiales y privados. El criterio de búsqueda y selección aplicado por

López Mondéjar, no es muchas veces la calidad técnica en sí misma, sino la fuerza del testimonio o el vigor de una imagen, que documentan la evolución de una técnica expresiva. Este estudioso opina que la fotografía puede ser “una herramienta que ayude a que el mundo sea menos horrendo” , la ve como arma aleccionadora para evitar hechos futuros, la ve como “acta fundacional de una región” y como tal la recupera y la conserva. Es a él precisamente a quien se le debe el hecho de que España se haya puesto al día en poco tiempo en la revaloración de este “arte menor”, como se le consideraba hasta hace pocos años, igualándose o acercándose a otros países en los cuales el patrimonio fotográfico ha sido rescatado, recopilado y tratado con avanzadas técnicas de restauración y conservación. Durante mucho tiempo no se le dio a la fotografía la importancia debida a nivel oficial, ni a nivel privado. Como consecuencia, después que los profesionales o aficionados a la misma desaparecían, no había ningún propósito de conservación de ese legado, ni en el ámbito familiar ni público. Mucho material ha desaparecido, por puro desconocimento de los potenciales herederos, del valor intrínseco que cada documento encerraba en sí mismo. Según este incansable buscador, los fotógrafos españoles no han abierto camino en este arte de lo instantáneo, pero sí han desarrollado una obra intuitiva, talentosa y relevante a la hora de enfrentarse con la imagen. El salir a la calle les afinó la intuición y les descubrió la emoción en cada figura. El trabajo creativo y profesional está en saber captar esa emoción de lo cotidiano. Mucho queda por hacer en España en cuanto a catalogación y conservación se refiere, pero es a López Mondéjar a quien se deben estos

avances, logrados a través de un meticuloso trabajo de recuperación del pasado. “Las fuentes de la memoria” es una tetralogía de su autoría, publicación ya clásica y de consulta obligada, en cuanto al arte fotográfico español se refiere. La fotografía es el lugar quieto desde donde algo habla, silenciosamente, a voces. Es el arte que da testimonio verídico de lo que fuimos y de lo que somos y su lenguaje es el lenguaje de la memoria. La creación del artista fotográfico está en captar el momento de la emoción tal cual se presenta ante sus ojos, pero esa imagen es una imagen efímera, escurridiza, que él debe capturar para eternizarla en el arte. Es por eso que el tiempo y la emoción elevan a la fotografía a nivel de arte. Tanto el tiempo momentáneo como el tiempo histórico la sitúan con total autonomía dentro del campo de las artes visuales. Ella nos permite ver la inmediatez de lo visual a través de la creación artística. Difícilmente la fotografía nos engaña si es fiel a la realidad circundante; aunque esto sí podría suceder, si es manipulada y desvirtuada en su esencia testimonial; al ser desnaturalizada dejaría de ser arte para pasar a ser falsa pantomima. Esta exposición de arte visual que se presentará en el Instituto Cervantes tiene la gran virtud de “enseñarnos a mirar” y en el detenido análisis de cada una de las piezas, descubriremos al ser humano que está detrás, en el preciso momento de la observación a través de su teleobjetivo, en el preciso momento en que el tiempo se detiene y la imagen se vuelve testimonio corpóreo del arte y de la historia.

Delia Negro es profesora de español en el Instituto Cervantes de Chicago.

Squatters. From the Spanish Youth series. Madrid, 1988. Foto: F. Carlos de Andrés. Foto tomada de 150 Years of Photography in Spain

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Desnudo de un mundo artificial Sodoma se asoma Iván Torrijos

Erika Buchancow Una atmósfera de suspenso e intriga nos envuelve cuando el fuelle se larga violento, arrastrando un ritmo de cadena, hasta que empieza a llorar un violín a sus espaldas, que lo apacigua y desenvuelve su protagonismo. Luego surgen el bandoneón y el piano soltando la milonga con sus golpes y contragolpes. Es “Metrópolis”, pieza con la que abre el disco Tango Metrópolis. El firulete se arma y su desenlace nos sorprende como una guillotina cayendo sobre el parquet. La fuerza, la flexibilidad y el vigor se hacen presentes en este primer tema tan agresivo. En “Entre dos” y “Taconeando”, el bandoneón expresa su queja porteña, la esencia milonguera, a lo D'Arienzo, pues palpa más los timbres orquestales y está repleto de golpes rítmicos y juegos armónicos. En “París desde aquí”, en cambio, nos seduce el encanto del golpe de madera por el cual Polly Ferman nos pasea, destacando el romanticismo contemporáneo en este breve solo de piano. Ya con esta pieza tenemos una idea de la fragilidad y el estilo de Polly. Pero es en “Imágenes de Buenos Aires”, donde la esencia de esta pianista y el fantasma de Debussy se flirtean logrando un ambiente melancólico, hasta lúgubre, cuando en plena calma se suelta el bandoneón reafirmando su corte cayengue, trágico, acompañado de los matices melódicos del violín, que evoca así un estilo muy porteño. Y en “A los amigos” el compás cuatro por ocho nos dibuja y desdibuja esta milonga llena de contornos melódicos y densidades armónicas con un piano que asume su acompañamiento burlesco y travieso, bien bacán como cortina de fondo. En “La Cumparsita” –el clásico de Mattos Rodríguez, Maroni y Contursí– nos deleitamos con el entendimiento mutuo entre el violín y el fuelle. Se rescata el tango tradicional, embestido por el neotango que nos presenta Binelli, hasta suena irónico el punteo jazzista de una guitarra eléctrica que en un momento se cruza entre el bandoneón y el violín. Esta interpretación reafirma la concordancia armoniosa y se denota el virtuosismo, la seguridad impuesta por el bandoneón, que culmina en la vigorización drámatica y tradicional en su tónica legendaria. En la pieza se

realzan todos los instrumentos, produciendo un efecto de porte dominante y firme por parte de Binelli y su quinteto. En “Allegro Tangabile”, composición de Piazzolla, el bandoneón es ejecutado de manera magistral por Binelli, quien nos muestra su desafío con esta estructura contrapuntística, colmada de expresiones sofisticadas y jazzísticas. En “Libertango” y “Adiós Nonino” –también de Piazzolla– el bandoneón de Binelli y su orquesta nos imponen su estilo exquisito, ejecutando estas dos composiciones repletas de fugas y contrapuntos, arreglos técnicos y armónicos, que resumen la idea vanguardista del nuevo tango. En “Mala junta” –obra de Julio de Caro y Pedro Laurenz– Binelli y su quinteto desempeñan esta interpretación dejándonos bien en claro la complejidad polirrítmica y la pulcritud de esta pieza clásica en la que se refleja el estilo tradicionalista del tango y sus tendencias vanguardistas. Con “Llamada de tambores”, como ya nos anticipa el mismo título de esta composición de Binelli, se vuelca la fusión entre la milonga y los ritmos africanos del candombe, acentuando una vez más la rítmica percusiva, en el medio del tema nos sorprende con un solo de congas,enfatizando lo carnavalesco a tráves de la percusión y la relación existente entre la música culta y la música popular. El disco incluye doce temas, y finaliza con uno compuesto por Binelli, títulado “Al pintor Aldo Severi”. Resalta la rítmica repetitiva como base en el piano, y el fuelle nos hace danzar. La espontaneidad se adueña de Binelli desatando su destreza e ímpetu hasta dejarnos lipotímicos y sedientos de firuletear sobre los baldosones, de extasiarnos con esta música urbana, ciudadana, este Tango Metrópolis.

Tal vez hayas escuchado sobre las historias de Sodoma y Gomorra en las que supuestamente un día llovió azufre y fuego del cielo como castigo de Dios a la existencia de tanta homosexualidad. En los últimos días he escuchado a gente decir: “los tiempos de ahora son los tiempos de Sodoma, de lujuria”, “los homosexuales nos invaden”. Es cierto, nunca había oído hablar tanto de los homosexuales como ahora. Al principio, cuando me reconocía como gay siempre pensé que lo mío era un caso único, luego descubrí que no; recuerdo a un chavo a quien mi tía bautizo como “el jotito de la tienda”, esa misma tía siempre me aconsejaba “no vayas a salir como él, ¿eh?” y heme aquí, aunque tal vez no salí con el humor y los ademanes, resulté también parte de la “familia”. La gente de la comunidad GLBT no es sólo como la pintan en los programas cómicos latinos donde pareciera que todo es sexo, habemos personas de toda clase, hay algunos más obvios, a otros ni se les nota –eso no nos hace más buenos o más malos–, hay algunos buena onda y otros no tanto. Los homosexuales como los heterosexuales somos diversos en todo y existimos, no de ahora, sino desde el inicio de la humanidad; pareciera que somos muchos y que de momento una infinidad de gente se hizo gay pero, más bien, se trata de que ya no estamos dispuestos a engañarnos a nosotros mismos y a los demás sólo para vivir la vida que otros quieren que vivamos. Creo que los verdaderos tiempos de perdición son éstos, en los que aumentan hechos que sólo podrían imaginarse en la edad de piedra, como las guerras, la hambruna que existe mientras otros nadan en dinero y los asesinatos por homofobia en los países árabes donde las leyes condenan a sus ciudadanos homosexuales a ser enterrados hasta el cuello para luego matarlos a pedradas. Una sociedad insana es aquella que interpreta las religiones a su antojo; por ejemplo, el hecho de que algunos predicadores insistan en remarcar que las relaciones íntimas entre homosexuales son un pecado, “porque lo dice la Biblia”, en la que por cierto también está escrito que es correcto poseer esclavos –Levítico 25:44–; que tocar la piel de un cerdo muerto te convierte en impuro –Levítico 11:6-8–; que un hombre puede cortar la mano a su esposa –Deuteronimo 25:1–; que se puede matar a alguien a pedradas –Levítico 24:10-16–; que personas que duermen con sus parientes políticos se deben quemar vivas –Levítico 20:14–. Cualquiera que esté cuerdo puede notar que actuar así en el presente es abominación, ¿Por qué entonces se ensañan con uno? Estos predicadores se aferran a que Dios destruyó las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra a causa de su “homosexualidad”, sin embargo –si de analizar la Biblia se trata–, investigaciones hechas por historiadores como John Boswell muestran que esta interpretación bíblica es incorrecta y que la homosexualidad tuvo poco que ver con la destrucción de las ciudades. Sí, es posible que estemos en tiempos de perdición, pero no por el rollo homosexual sino por la intolerancia, la no aceptación al otro que es distinto, por las leyes que suelen beneficiar a los poderosos y brindan derechos solamente a algunos. Estos son los actos y los tiempos que nos deberían dar miedo, los que deberíamos rechazar por completo y no el movimiento de un grupo de gente que simplemente quiere tener un lugar propio en este planeta, que también es suyo.

Erika Buchancow es estudiante en Lakeview Learning Center. Daniel Binelli se presenta el viernes 14 de mayo en el Park West Teather. Informes: (312) 431-1330.

Si deseas más información sobre la comunidad latina GLBT sintoniza el programa Homofrecuencia, se transmite todos los lunes de 8 a 10 de la noche en Radio Arte 90.5 FM, Chicago. También puedes escucharlo en vivo a través de la Internet en la página: www.radioarte.org. Preguntas y/o comentarios a: ivanukor@yahoo.com

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Emma Goldman Lance Selfa Más de seis décadas después de su muerte, la anarquista Emma Goldman puede todavía provocar un debate político apasionado. Su nombre encabezó los titulares de prensa en enero de 2003 cuando las autoridades de la Universidad de California impidieron que el proyecto universitario Emma Goldman Papers Project utilizara, en un documento destinado a la recaudación de fondos, una cita textual en que Goldman habla en contra de la guerra y a favor de la libertad de expresión. El hecho se dio precisamente cuando se avecinaba el conflicto bélico en Irak. Puesto que Goldman es la anarquista de mayor renombre en los Estados Unidos, tiene todavía muchos admiradores. Pero muchos de ellos se resisten a reconocer que la visión política de Goldman estaba dominada por el elitismo y el individualismo. El anarquismo al cual Emma Goldman se suscribió en sus inicios propagandizó el valor de la acción, promoviendo el uso de la violencia en la movilización de las masas. Ella y un grupo de camaradas trataron de asesinar a Henry Clay Frick, supervisor de la fábrica de acero Carnegie, cuyos trabajadores realizaban una huelga en 1892. Alexander Berkman, camarada de Goldman, llevó a cabo el atentado contra la vida de Frick y acabó cumpliendo una condena de catorce años en una prisión federal por intento de asesinato. Años después, Goldman retiró públicamente su apoyo a los atentados. Pero jamás renunció a la idea de que son los individuos heroicos, y no las masas, quienes hacen la historia. En 1910 escribió: “Siempre, en toda época, unos pocos son los propulsores de una gran idea, de un esfuerzo liberador. No las masas, cuyo peso propio le impide moverse”. Las mayorías “se interesan poco por los ideales de integridad. Lo que apetecen es espectáculo. No importa si el mismo consiste en una exposición canina, una pelea por un trofeo o el linchamiento de un negro”. El período en que Goldman editó Mother Earth, de 1906 a 1918, coincidió con el auge de su popularidad. Tal es el período en el cual se enfocan más sus admiradores de hoy en día. Sus discursos sobre el control de la natalidad fueron los que congregaron la más amplia audiencia en los años 1915 y 1916, pero pronto iba a convertirse en una paria otra vez. Cuando el gobierno de los Estados Unidos se disponía a entrar en la Primera Guerra Mundial, se aprobaron leyes represivas que definían como crimen criticar el afán bélico, el desempeño del presidente y el reclutamiento de soldados. Cuando Goldman y Berkman crearon el comité anti-reclutamiento en 1917, su suerte quedó sellada: 28

el gobierno los arrestó, clausuró Mother Earth y, después de un juicio decidido de antemano, condenó a ambos camaradas a dos años de prisión. Cuando fueron liberados a fines de 1919, el gobierno los deportó a la Rusia revolucionaria.

Emma en la Rusia comunista Cuando Goldman y Berkman arribaron a la Rusia comunista a principios de 1920, fueron proclamados héroes. Conocieron a todos los líderes de la revolución –Lenin, Trotsky, Zinoviev, Kollontai. Y el gobierno revolucionario deseaba contar con su ayuda en la construcción del país. Pero ésta era de convivencia armoniosa entre anarquistas y bolcheviques no duró mucho. En su autobiografía y en los dos libros que resumen su experiencia en Rusia, Goldman narra un cúmulo de pequeños detalles que le incomodan: trabajadores ligados al partido recibiendo mejores raciones que los otros miembros de la población, arresto de anarquistas, etc. El develamiento de la rebelión de Kronstadt en 1921, que Goldman y Berkman presenciaron de cerca durante su estadía en Petrogrado, es la gota que según su parecer derramó el vaso. Un punto de vital importancia para la comprensión de aquel momento histórico, es que el mismo toma lugar en el contexto de una guerra civil que ya tenía dos años y había devastado la economía del país. Eran tiempos en que el gobierno literalmente luchaba por su supervivencia. Un anarquista que se unió a la revolución de nombre Víctor Serge, escribió en ese entonces a sus camaradas: “Es esencial comprender esta necesidad de defensa revolucionaria, y también la necesidad del terror y la dictadura, si es que se quiere que la revolución no muera”. A pesar de que el gobierno reprimía a los anarquistas que desestabilizaban el régimen durante la guerra civil, aceptaba al mismo tiempo en sus filas a muchos anarquistas rusos y extranjeros exiliados. Por esta razón resulta algo deshonesta la manera en que Goldman caracteriza su experiencia en Rusia como “una desilusión”, puesto que ella, para comenzar, nunca había apoyado al socialismo. Berkman denunció al gobierno públicamente. Pero en privado, tomaba en consideración las críticas de camaradas como Serge. Berkman escribió en su diario que no era suficiente que los anarquistas se opusieran a la dictadura del proletariado: “¿tenemos algo que ofrecer en su lugar?”.

Emma y la Revolución Española La posibilidad de responder a la pregunta de Berkman se presentó al desencadenarse la revolución española y la subsecuente guerra civil, quince años después de que él y Goldman abandonaran Rusia en 1921. En 1936, varios generales españoles liderados por Franco se rebelaron contra la república democrática, gobernada por el Frente Popular que congregó a liberales y socialistas. En todo el país se levantaron los trabajadores para contener la arremetida

Emma Goldman.

fascista. Particularmente en Cataluña, donde los trabajadores se posesionaron de los centros de trabajo, y en el campo, donde los campesinos convirtieron en comunas las grandes haciendas. La Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), que era la federación sindical anarquista, controlaba en ese entonces buena parte de la república española. Los anarquistas, sin embargo, vacilaron. Rechazaron la oportunidad de tomar el poder en Cataluña en 1936. Dos años más tarde tomaron posiciones en el gobierno nacional. Esto originó un escándalo mayor en las filas anarquistas. Emma Goldman estuvo muy ligada a los hechos, pues en aquellos días ella era la vocera anglohablante de la CNT-FAI. En 1937, la CNTFAI la envió a París con la finalidad de obtener apoyo en la Asociación Internacional de la Clase Trabajadora, la internacional anarquista. En su discurso, Goldman admitió que la organización a la cual representaba se había apartado demasiado de “nuestra ideología”, pero que criticarla por ello era como derramar ácido sobre sus llagas. Emma nunca reflexionó en torno a la posibilidad de que sus principios hayan fracasado en España. En lugar de hacer esto, culpó a las masas españolas, como lo demuestra una carta a un amigo: “Nunca hubo una revolución más proletaria que la española, pero había una terrible carencia de mentes brillantes y fortaleza de carácter. Tal fue la tragedia real de España”. Goldman solamente vivió cerca de un año después de la derrota española.

En resumen No hay duda de que Goldman fue una mujer valerosa. Pagó el precio por mantenerse firme en defensa de sus ideas. Pero en esto no fue diferente de los otros radicales de su generación. A pesar de autocalificarse como “comunista con minúsculas”,

Goldman fue sobre todo una individualista convencida de que los individuos iluminados son los encargados de realizar los cambios sociales. Trotsky capturó la esencia del pensamiento político de Goldman en su Diario en el exilio, donde compara los ensayos de Emma con la Autobiografía de la Madre Jones: “Goldman es una individualista, con una pequeña filosofía heroica fraguada con las ideas de Kropotkin, Nietzsche e Ibsen. Jones es una proletaria americana heroica, sin dudas y sin retórica, pero también sin filosofía. Jones representa un hito remarcable en la historia de su clase, mientras que Goldman se aparta de su clase para perderse en una inexistencia individualista. Me resulta imposible digerir los artículos de Goldman, simples ejercicios moralizantes con pizcas de retórica, sin vida a pesar de su sinceridad innegable. La autobiografía de Jones, en cambio, la estoy leyendo con delicia...”. En los períodos en que el mundo real y los eventos revolucionarios ponen a prueba al pensamiento anarquista, el mismo se queda corto. Esa es la razón por la cual algunos anarquistas estrechamente ligados a la lucha de los trabajadores –gente como Víctor Serge, Alfred Rosmer, Lucy Parsons y Big Bill Haywood– terminan sumándose a las filas del comunismo. Ellos, como muchos otros miembros del IWW, llegaron a la conclusión de que solamente la acción colectiva de las masas en combate puede alcanzar el socialismo, y que solamente un partido revolucionario puede organizar la lucha. Estos son los anarquistas que la tradición socialista puede recibir con los brazos abiertos. No se puede decir lo mismo de Emma Goldman.

Lance Selfa es miembro del consejo editorial de la revista The International Socialist Review. Traducción: Marco Antonio Escalante


Cambio o metamorfosis

Neruda universal

León Leiva Gallardo

Marcelo Ayala

Parménides, seguro, es uno de los primeros sabios quien aduce que las diferencias de grado, con el tiempo, se vuelven diferencias categóricas. Pero su metafísica nunca logra superar la inexplicable moción del no-ser al ser, o vice versa.1 Aristóteles resuelve el caso al incorporar la noción de las analogías, lo esencial versus lo sustancial, el potencial y ¿su realización? lo actual. Al respecto, una de las tantas nociones revolucionarias de Aristóteles fue llegar a la conclusión de que “lo actual es anterior a lo potencial...en terminos generales anterior a todo principio de movimiento o descanso...porque existe la posibilidad de lo actual es que lo potencial es desde un principio potencial”.2 Si esta noción se lleva al ámbito humano, al ámbito social, económico y cultural, se podría incluso relacionar a las ideas emancipadoras de vanguardia del siglo XIX y siglo XX, y a las disquisiciones sobre el papel de natura o nurtura en el desarrollo del potencial del individuo.

Pocas veces la celebración del nacimiento de un artista latinoamericano ha generado tanta expectación y coordinado tantas voluntades como el centenario de Pablo Neruda. Su figura estará presente este 2004 en cada rincón del planeta. Desde el busto que se erigirá en la diminuta localidad de Pozo Almonte, en medio del desierto nortino chileno, hasta la instalación de un medallón en la milenaria Biblioteca de Alejandría. Se dice incluso que la UNESCO estudia declarar al autor de Residencia en la Tierra como personaje del año, aspecto que ha generado más de alguna controversia. Y es que la poesía siempre será más importante que los poetas y perdurará la palabra por sobre sus cenizas y equivocaciones humanas. Pablo Neruda, en su centenario, sigue siendo discutido por sus pares, generaciones nuevas, propios y extraños. Ésa es la gracia de un gran hombre, de un gran poeta. Durante medio siglo, el vate de Isla Negra, incidió en la poesía chilena e hispanoamericana. Construyó una obra con la materia de sus palabras, siendo hasta hoy motivo de admiración y críticas, adulación y rechazo, como toda poesía que verdaderamente importa. Su primer libro, cuyos gastos de publicación sufragó él mismo con la colaboración de algunos amigos, fue Crepusculario (1923). Al año siguiente, su poemario con versos de amor se convirtió en todo un suceso, y lo situó como uno de los poetas más destacados de Latinoamérica. No era todavía el Neruda del Canto General sino el madrileño de Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pero más que desesperado el Neruda de esos años es un joven melancólico, triste y angustiado. “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos” diría con sólo diecinueve años, inmortalizando aquel verso desgarrador y prodigioso. Entre las numerosas obras que publicó posteriormente destacan Residencia en la tierra (1933), que contiene poemas impregnados de trágica desesperación ante la visión de la existencia del hombre en un mundo que se destruye, y Canto General (1950), poema épico-social en el que retrata a Latinoamérica desde sus orígenes precolombinos. La edición de este libro fue ilustrada por los famosos pintores mexicanos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Como obra póstuma se publicaron, en el mismo año de su muerte, sus memorias, con el nombre de Confieso que he vivido (1973). Poeta extremadamente imaginativo, Neruda fue simbolista en sus comienzos, para unirse luego al surrealismo y derivar, finalmente, hacia el realismo de fuerte contenido social, sustituyendo la estructura tradicional de la poesía por unas formas expresivas más asequibles. Su influencia sobre los poetas de habla hispana ha sido incalculable y su reputación internacional supera los límites de la lengua. En 1971, en reconocimiento a su valor literario y su aporte a la cultura universal, Neruda recibió el Premio Nóbel de Literatura y el Premio Lenin de la Paz.

Más allá del cuerpo Parece que los seres humanos tuviéramos la necesidad de salir, de escapar, del cuerpo hermético que nos limita a ser animales meramente. La metamorfosis no es del todo un fenómeno bizarro. Sucede en el mundo natural. Todos los seres vivientes pasan por cambios anatómicos en el transcurso del crecimiento. Estos cambios son metamorfosis. Pero existe aquella metamorfosis que va más allá de lo anatómico. La metamorfosis que sólo sirve de metáfora para representar un cambio, ya sea del psiquis, del espíritu y hasta de la cosmovisión. Es decir, la metamorfosis que tiene implicaciones ontológicas. El hombre ha estado obsesionado con este fenómeno desde que hay memoria histórica de su evolución social. Desde los simples actos miméticos para asumir la forma animal o el uso de máscaras, hasta el uso de hierbas o sustancias alucinantes o psicotrópicas, el hombre nunca ha dejado de querer desplazarse vertical o lateralmente hacia cualquier estado psíquico que no sea el que le hayan impuesto el cuerpo y sus inexorables humores. El ejemplo más “sublime”, o sublimado, de esta obsesión por el cambio es la noción de la vida después de la muerte, cuando el alma sale del cuerpo y pasa al reino abstracto del espíritu. En términos intencionadamente heréticos se puede mencionar la metempsicosis, la transmigración de las almas. El problema con este tipo de metamorfosis es que se entiende que la esencia no cambia. La metamorfosis que nos interesa es aquella que nos haga desempeñar un papel totalmente diferente al que nos ha impuesto la sociedad y la sangre. La metamorfosis que nos conviene ahora, en el mundo, es aquella que implica un cambio no sólo sustancial, sino que también esencial, un cambio de la identidad. Todo el tiempo el hombre procura este cambio, ya sea por medio de una revelación o doctrina (misticismo o política respectivamente), por medio del alcohol o las drogas, o por medio del amor: los tres estupefacientes más potentes habidos y por haber. Sobre la obsesión al cambio Ihab Hassan ha dicho lo siguiente: “Hasta nuestros días, los cuerpos naturales y políticos se desenceran y se desvanecen carpen perpetuam. Algo derrite a Galatea que se sale del marfil; hasta la piedra se convierte en forma espiritual. Quizá el amor es una de las maneras en que experimentamos el cambio. ¿Cómo entonces vivir sin el amor al cambio?” Las causas atribuidas a la metamorfosis han ido evolucionando a través de los tiempos, según el estadio sociocultural en que se encuentran los pueblos. Pero siempre ha sido la eterna metáfora de la emancipación. El cuerpo como cárcel del alma. La literatura, que es la conciencia de la humanidad, nos da suficientes noticias sobre el tema. La metamorfosis en la antigüedad era concebida como una imposición de los dioses. La mitología griega está colmada de toda una gama de seres híbridos. Casi todas las deidades importantes tenían la capacidad de adquirir otra forma. Lo que era claro era la relación de poder, donde el humano, el semidiós o el dios menor, tenía poco que hacer contra los supremos. Toda transgresión era castigada. Ya sabemos lo que le pasó a Prometeo al querer darle poder de cambio a los humanos y a Icaro al querer acercarse al sol. Con el advenimiento del monoteísmo, y más específicamente con el cristianismo, las metáforas del cambio sufren la represión de las autoridades, de los vicarios de Dios; y se les acusa de magia negra o nigromancia. Todo cambio sustancial y abrupto era visto como posesión diabólica: por supuesto, lo heterodoxo era herejía. En los tiempos del Papa Gregorio la represión llegó a los extremos de abogar que la misma hostia podía estar preñada de la maldad del demonio y que el único instrumento musical que era digno de estar en la casa de Dios era la voz humana. Este periodo histórico nos sirve de ejemplo, pues bien sabido es que los periodos más represivos develan la verdadera función de las instituciones sociales, o por lo menos nos permite ver que las instituciones tienen doble función, la manifiesta y la latente. Moraleja: cambio o metamorfosis. Cuando los domadores de serpientes no permiten el cambio, el experimento social se hecha a perder y en vez de un Prometeo nace un monstruo mitad bestia, mitad hombre.

1

Julián Marías, History of Philosophy (Dover Publications Inc., 1967). “Aristotle”, pp. 71-72

2

The Philosophy of Aristotle, Metafísica, Libro IX, section 8. (Mentor. Penguin Group, 1963) Traducción de L. Leiva.

Continúa en la página 30. León Leiva es poeta y ensayista. Autor de Poemas a Marce.


Relato breve sin título Sigue de la página 29.

Carmen González

Su obra podría ser vista como la representación de un mundo con cinco continentes: el continente del amor, el de la naturaleza, el de lo esencial, el de la justicia y el de los sentimientos humanos. Juntos e intercomunicados entre sí forman un todo. Es, probablemente, el poeta más espacial en el sentido de ocupar todos los espacios de manifestación del hombre. Es también, eminentemente autobiográfico, y aunque no descubramos su vida en cada verso, pareciera que en cada uno nos contara una vivencia. Trovador multiuso quiso ser un poeta útil y lo fue, horrorizando a los partidarios de la poesía pura. ¿Quién no ha intentado alguna vez, bajo el embrujo del amor, convencer a la amada utilizando los versos del poeta, a veces citando al autor, a veces apropiándonos de ellos? Su poesía es igualmente amplia y extensa. Al comienzo de Canto General, por ejemplo, describe una América absolutamente deshabitada, antes de que el hombre la ocupara y la imagina cómo fue. Y es que Neruda siempre se sintió un poeta natural, y como una vez dijera “estoy hecho de tierra”, él se consideraba un residente en la tierra y un hombre de este mundo, aunque hablara de otros mundos y estuviera en todas las imaginaciones. Portavoz de pueblos, en Alturas de Machu Picchu interpela a sus descendientes, los pueblos actuales de América latina, empezando por la América precolombina: –”sube a nacer conmigo hermano, hablad por mis palabras y mi sangre...”–. Como los rapsodas mayas quiso ser aquel que hablaba por los demás, por todos, alzando la voz en defensa de la justicia, denunciando la opresión. Pero fue además el poeta de las cosas simples, de las “Odas elementales”, rindiéndole homenaje a la alegría y a la tristeza, al mar, al tiempo, al pan, al vino... En suma, poeta de minorías y también de muchedumbres, con su innovadora imaginación revolucionó el lenguaje poético. Sus versos matizan las declaraciones de amor de muchos adolescentes y de los enamorados de todas las edades. Penetran en las iglesias, se citan en los sermones o en los Te Deum y, trágica ironía, también en los cuarteles, antes de la catástrofe. Su poesía es una bodega donde cabe todo: el amor y la lucha, el susurro y el grito de las masas, el lirismo, el humor y la gravedad, el rigor, la fantasía y, por supuesto, la simpleza. Poeta enorme como su América, alto como sus Andes, oceánico y tormentoso como el Pacífico de su Isla Negra. También profundo como los abismos de su cordillera. La voz de Neruda, uno de los grandes poetas de la literatura universal, premio Nóbel y radical defensor de la libertad, comenzó a extinguirse tras el golpe de estado en Chile, el 11 de septiembre de 1973. La tristeza y la rabia precipitaron su muerte doce días más tarde. El poeta del amor, del canto general a los pueblos de su legendario y atormentado continente se consumía de dolor ante la patria maltratada. Su corazón trabajó a máquina forzada, con angustia y con desesperación desde aquella fatídica fecha. Se detuvo, sí, pero sigue andando, como un reloj del tiempo marcando el paso del hombre, como el del sol de los Incas o el del Calendario Azteca. Y es que, en su centenario, Neruda vive más que nunca.

En el mes de Abril de 1997 la editorial Alfaguara, el Círculo de Bellas Artes y el diario El País, organizaron un concurso de escritura rápida. Había que presentar en unas horas, un relato que comenzase con las primeras líneas de El Quijote.

Marcelo Ayala es profesor de español en el Instituto Cervantes.

Carmen González es parte del cuerpo administrativo del Instituto Cervantes.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Tras correrías y sucesos de los que nos da buena cuenta la narración escrita por Cervantes, el hidalgo, un buen día, se sorprendió pensando que la lanza era, ciertamente, demasiado pesada y que esto, unido a su excesiva longitud, resultaba ser un estorbo. Un estorbo, sí, porque precisaba de una cierta destreza para esquivar las ramas de los árboles cuando se los encontraba en el camino. También es verdad, pensó, que este hecho era poco frecuente, pues es de todos conocido, los secarrales por los que transitaba y la escasez de sombra en la que cobijar una siesta. No obstante, su brazo estaba ya cansado y el flaco músculo no daba como para transportar tan poco manejable artilugio y, además, pensó, de poco le había servido últimamente. Claro que, bien mirado, le servía como apoyo para descender del caballo, apoyo del que cada vez se veía más necesitado pero, poco más, y, pensándolo bien, más valía limitar sus descensos de la cabalgadura a los estrictamente necesarios que cargar todo el santo día con la lanza. Por otra parte, los años y las correrías le habían ido doblando la columna y portar la lanza con elegancia precisaba el mantener erguido el esqueleto. Definitivamente, no se sentía con fuerzas. Aún a su pesar, debía reconocer que aparte de proporcionar apoyo, alguna vez acertó a dar a un escuálido conejo que les sirvió, a él, a su escudero y también a su galgo, de frugal alimento, pero últimamente ya no atinaba en el blanco y la última vez que la utilizó para menesteres de cacería casi se carga al perro de un caballero con el que se topó, lo que le proporcionó, ciertamente, grandes quebrantos y no pocas explicaciones y no es necesario abundar a estas alturas, en el carácter amable y la poca disposición hacia la bronca del hidalgo. Bien mirado, lo mejor era abandonar la lanza. En cuanto a la adarga, por ser de cuero y no de resistente acero toledano como la lanza, no resultaba pesada y seguía teniendo una cierta utilidad. En ocasiones, le había protegido de la lluvia, lo que seguramente le había evitado alguna enfermedad que habría forzado su retirada temporal de los caminos donde él era, indudablemente, tan necesario. A pesar del trajín, de las señales de luchas, puntas de lanzas y pedradas reflejadas en su cuero, aún resultaba útil. Recordaba que recientemente, le había proporcionado cobijo seguro de la lluvia de piedras de los vociferantes labriegos, resultando de vital importancia para su supervivencia, pues, de no ser por su diestra utilización, aquellas piedras canteadas le hubieran destrozado el transparente cuero cabelludo, transparente, pues ya el pelo se concentraba apenas en la nuca, lacio, blanco y escaso. Además de su ligereza y de las virtudes enumeradas, todas ellas relacionadas con la protección de su vida, la adarga tenía su utilidad cuando, sobrevenida la necesidad de una siesta, el camino no proporcionaba la preciada sombra. En este caso, colocada sabiamente sobre improvisados pilares de piedras, permitía la leve circulación del aire y procuraba la sombra apetecida propiciando un sueño reparador. No obstante lo anterior, bien es verdad que en ocasión del reciente vendaval que arrastraba pajas y polvo poniendo plomo en los andares de jamelgo y galgo, el escudo estuvo a punto de ser el origen de gran desgracia al concentrar en su superficie suficiente viento como para arrancar al hombre de su caballo, tirándolo por tierra y dejándolo maltrecho y dolorido además de lleno de moretones y magulladuras, lo que le obligó al reposo que le retuvo en cama durante cinco preciosos días y sus noches y a saber, cuántos entuertos no habría podido deshacer en este largo tiempo. Bien pensado, el caballero decidió sin más reflexión deshacerse también de su escudo. Sin lanza ni escudo, ligero, el hidalgo seguía su camino en encorvada figura sin más compañía que el sonido cansado del trote falto ya de alguna herradura que, cada vez con menor frecuencia y mayor insistencia del jinete, se tornaba en galope, y el escuálido y cada vez menos corredor, galgo. Al hidalgo, llegado este punto, le dio por hablarle al galgo que, poco acostumbrado a sus monólogos, le devolvía miradas húmedas y algún ligero ladrido como de consentimiento. El hidalgo narraba su realidad con voz pausada, desgranaba aventuras juveniles de errado protagonismo, mezclaba historias leídas, tal vez soñadas, con las vividas y sentidas, haciendo partícipe al galgo de la incomprensión y sinrazón encontradas en el camino. Pasaron algunos días y sus noches, no muchos desde luego. Un buen día, al amanecer, el caballero encontró a su caballo tendido en el suelo con los ojos abiertos al todo. En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, permanece la imagen de un hidalgo; con su lanza y su adarga, su rocín, su galgo y su escudero.


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3:00 P.M. SAC 154

Saskia Sassen Carlos Monsiváis Sam Quiñones

Carlos Monsiváis

Marcos Raya

Lorraine Mora

Max Castro

Jesús “Chuy” Negrete

Raúl Dorantes

Silvio Torres-Saillant

Camilla Fojas

Febronio Zatarain

Arlene Dávila

Marisa Alicea

Frances Aparicio

Dagoberto Gilb

6:00 P.M. SAC 154

6:00 P.M.

Carlos Flores

Copatrocinadores: President’s Office, Center for Latino Research, Latin American and Latino Studies Program, History Department, Sur a Norte Collective, contratiempo, and Modern Languages

Casa Aztlán presenta a

Héctor Duarte

La

C ueva Night Club

Haymarquet Square: Los mártires de Chicago y la lucha por la jornada de 8 horas de trabajo

Le invita a disfrutar

en la

momentos plenos

Galería Calmecac 1831 S. Racine, segundo piso “Ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas para hacer lo que quieras” Canción popular

Para visitar la exhibición llame a Antonio Zavala (312) 666-5508 Ext. 129 Abierto al público hasta el 5 de junio de 2004 Se aceptan donaciones.

de alegría y satisfacción. Atención especial.

Espectáculos en vivo jueves, viernes y domingos: de 8:00 P.M. a 4:00 A.M. sábados: de 8:00 P.M. a 5:00 A.M.

4153 W. 26th St.


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