Diario de un médico loco

Page 52

Leonidas Andreiev

sencillas, estúpidas y confiadas. ¿Les han contado a ustedes la palidez pavorosa que adquirió mi rostro y el sudor frío, sí, frío, que cubrió mi frente? ¿Y el fuego insensato que brillaba en mis ojos negros? Cuando me comunicaron todas sus observaciones, adopté un aire sombrío y abatido, pero mi alma se estremecía de orgullo, de satisfacción y de desprecio. Tatiana Nicolaïevna y su marido no asistían a aquella reunión: no sé si se habrán fijado en esta circunstancia. No era una casualidad: tenía miedo de asustar a Tatiana o, lo que habría sido todavía peor, hacer nacer sospechas en ella. Si en el mundo hubiera existido alguien capaz de adivinarme, habría sido ella, solo ella. Por otra parte, no había en todo aquello nada que se dejase abandonado a la casualidad. Al contrario, cada detalle, hasta el más ínfimo, había sido cuidadosamente estudiado. Escogí el momento de la comida para mi ataque, porque entonces todos estarían presentes y algo excitados por los vinos. Me puse en el extremo de la mesa, lejos de los candelabros encendidos, 52


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.