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«A cada uno de ustedes, el Seńor les pide que colaboren en la construcción de la ciudad del hombre, » conjugando en modo serio y apasionado la fe y la cultura» Cetelmon.TV. 3ª Etapa, nº 311 - 15de enero de de 2012 2012 3ª Etapa, nº 311 - 15 de enero

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El Santo Padre lo repetía una vez más al inicio de la JMJ 2011: " Se confirma en la crisis actual económica lo que ya se ha visto en la gran crisis precedente: la dimensión ética no es algo exterior a los problemas económicos, sino una dimensión interior y fundamental". Hoy, las necesidades básicas no son sólo el alimento o el vestido, los fundamentos morales de la persona, a modo de forjado que sostiene de manera ineludible el edificio personal y social se convierten en urgencia indiscutible. En este sentido, nos sentimos alentados y obligados, como diría san Pablo, a seguir anunciando el Evangelio desde todos los "terrados" posibles, sin despreciar ni desaprovechar ninguno, con la certeza de que la Palabra de Dios da respuesta a todas las necesidades. Haced lo que El os diga Como sabe, Desde la Paz se envía sin coste alguno para Ud. Sin embargo, supone un esfuerzo importante semana tras semana. Y con este ya son 311 números, realizados con muchísima ilusión y alegría. Esfuerzo sobre todo en el aspecto económico: Los gastos básicos en nuestro caso son los de una familia muy numerosa. A esto hay que sumar los gastos habituales producidos por los equipamientos. Los monjes y monjas de la Fraternidad Monástica de la Paz y el resto de voluntarios no cobran absolutamente ningún salario, pero sí estamos obligados a pagar la Seguridad Social como si cobraran. Desde mayo de 2005, en que Desde la Paz comenzó su andadura, la Divina Providencia ha hecho posible que todos estos gastos se vayan cubriendo más o menos puntualmente, con todos los agobios propios de la precariedad. Pero en los últimos meses las dificultades se han ido multiplicando. Sólo 6 euros pueden ser suficientes para afrontar las dificultades más perentorias. Necesitamos el esfuerzo de todos. No le pedimos más. El equivalente de un café semanal, sabiendo que este pequeño gesto está suponiendo un gran servicio al anuncio del Evangelio. Con frecuencia, uno piensa: "Total, ¿qué puedo resolver con 6 euros?" Y con ese pensamiento se queda sin hacer nada. Pero no se deje engañar por la pequeñez de la aportación. 6 euros suyos, con los 6 de cada uno de los suscriptores, ¡pueden mover montañas! Le rogamos que no minusvalore su aportación. Por supuesto, si puede hacerla mayor, ¡adelante! Pero no deje que la pequeñez le inmovilice. David venció a Goliat con una piedrecita. Y si es de los que ya están colaborando, ¡siga! Necesitamos todas y cada una de las "piedrecitas". Rellene el cupón adjunto y remítalo por correo electrónico a info@cetelmon.tv, indicando en el asunto "Desde la Paz", o si lo prefiere, llámenos por teléfono al 902 877 379. Un último favor: Invite a sus familiares y amigos a conocer "Desde la Paz". Envíenos sus direcciones y se lo enviaremos gratuítamente. Ayúdenos a difundir la Buena Noticia del Evangelio.

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Conjugar la fe y la cultura CIUDAD DEL VATICANO, 15 enero 2012.- El pasado 15 de diciembre por la tarde, Benedicto XVI presidió la oración de las Vísperas con los Universitarios de los Ateneos Romanos en la Basílica Vaticana. El encuentro del Papa con la comunidad universitaria de Roma ha sido organizado por la Oficina diocesana para la Pastoral Universitaria y lleva como tema “Yo busco tu rostro, Señor. La cuestión de Dios hoy”, y constituye la culminación de las ceremonias para el vigésimo aniversario de la Oficina instituida por el beato Juan Pablo II en 1991. Para la ocasión llegará a la Basílica el Icono de la Sedes Sapientiae, después de la visita a las universidades españolas en preparación a la vigésimo sexta JMJ. Al concluir la liturgia presidida por el Santo Padre la delegación universitaria española entregará el Icono a los estudiantes de la Universidad de Roma la Sapienza, el primer ateneo que acogerá la peregrinación mariana en las capellanías universitarias romanas y que concluirá con el Simposio Internacional de docentes en Roma, en junio del año 2012. En su homilía, el Pontífice tras mencionar las palabras del Apóstol Santiago: “Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor”, nos indica la actitud interior para prepararnos a escuchar y acoger de nuevo el anuncio del nacimiento del redentor en la gruta de Belén, misterio inefable de luz, amor y gracia. Y al dirigirse a los universitarios de la Ciudad Eterna, les dirigió un caluroso saludo lleno de afecto: queridos amigos, les dijo, San Santiago exhorta a imitar al agricultor que espera con constancia el fruto precioso de la tierra. Ustedes que viven en el corazón del ambiente cultural y social de nuestro tiempo, que experimentan las nuevas y cada vez más refinadas tecnologías, que son protagonistas de un dinamismo histórico que a veces parece fascinante, la invitación del apóstol puede parecer anacrónico, como una invitación a salir de la historia, a no desear ver los frutos de vuestro trabajo, de vuestra investigación. Pero -se pregunta el Papa-, ¿será verdaderamente así? ¿está fuera de tiempo la invitación a esperar a Dios? y más aún, podríamos preguntarnos en forma más radical -dijo el Papa- ¿qué significa para mí la Navidad, es verdaderamente importante para mi existencia, para la construcción de la sociedad?, en nuestra época, continuó diciendo el Pontífice, son muchas las personas, sobretodo en las aulas universitarias que se preguntan si tenemos que esperar algo o alguien, si tenemos que esperar otro mesías, otro dios, o si vale la pena confiar en ese Niño que en la noche de Navidad encontraremos en el pesebre entre María y José. En efecto dijo más adelante el Santo Padre, la exhortación del Apóstol a la paciente constancia, que en nuestro tiempo nos podría dejar un poco perplejos, es en realidad el camino para acoger en profundidad la cuestión de Dios, el sentido que tiene en la vida y en la historia, ya que, dijo, justo en la paciencia, en la fidelidad y en la constancia de la búsqueda de Dios, de la apertura hacia Él, es que Él nos revela su Rostro. No tenemos necesidad de un dios genérico, indefinido, sino más bien del Dios vivo y verdadero, que abra el horizonte del futuro del hombre a una perspectiva de firme y segura esperanza,

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una esperanza rica de eternidad y que permita afrontar con valor el presente en todos sus aspectos. “Dios no está lejos del hombre, sino que se ha inclinado hacia él y si hizo Carne, para que el hombre comprenda donde reside el sólido fundamento de todo el cumplimiento de sus aspiraciones más profundas, en Cristo. La paciencia es la virtud de aquellos que se confían a esta presencia en la historia, que no se dejan vencer de la tentación de reponer toda la esperanza en el inmediato, en perspectivas puramente horizontales, en proyectos técnicamente perfectos, pero lejanos de la realidad más profunda, aquella realidad que dona la dignidad más alta al ser humano: la dimensión trascendente, el ser criatura a imagen y semejanza de Dios, el llevar en el corazón el deseo de elevarse hacia Él. Y tras recordar que ese Niño es el signo de la paciencia de Dios, que es el primero en ser paciente, constante, fiel a su amor hacia nosotros, que es el verdadero “agricultor” de la historia que sabe esperar, el Pontífice se despidió de lo universitarios. Queridos amigos universitarios, les dijo, corramos con alegría hacia Belén, acojamos entre nuestros brazos al Niño que María y José nos presentarán. Recomencemos desde Él y con Él, afrontando todas las dificultades. A cada uno de ustedes, el Señor les pide que colaboren en la construcción de la ciudad del hombre, conjugando en modo serio y apasionado la fe y la cultura

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Educar a los jóvenes en la justicia y la paz Ofrecemos a continuación algunos extractos del mensaje de Benedicto XVI para la XLV Jornada Mundial de la Paz: "El comienzo de un año nuevo, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que tenemos por delante esté marcado por la justicia y la paz". (...) "Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. (...) Quisiera presentar el Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: "Educar a los jóvenes en la justicia y la paz", convencidos de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza". "Mi mensaje se dirige también a los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos, así como a los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación". (...) "Educar (...) requiere la responsabilidad del discípulo, que ha de estar abierto a dejarse guiar al conocimiento de la realidad; y la del educador, que debe de estar dispuesto a darse a sí mismo. Por eso, los testigos auténticos, y no simples dispensadores de reglas o informaciones, son más necesarios que nunca (...) El testigo es el primero en vivir el camino que propone". "¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia? Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. (...) "En la familia es donde los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia es donde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y la acogida del otro". Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y la paz". "Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres. (...) Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia y paz auténtica".

"Quisiera dirigirme también a los responsables de las instituciones dedicadas a la educación: que vigilen con gran sentido de responsabilidad para que se respete y valore en toda circunstancia la dignidad de cada persona. (...) Que todo ambiente educativo sea un lugar de apertura al otro y a lo transcendente; lugar de diálogo, de cohesión y de escucha, en el que el joven se sienta valorado en sus propias potencialidades y riqueza interior, y aprenda a apreciar a los hermanos". (...) "Me dirijo también a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las familias e instituciones educativas a ejercer su derecho-deber de educar. Nunca debe faltar una ayuda adecuada a la maternidad y a la paternidad. (...) Ofrezcan a los jóvenes una imagen límpida de la política, como verdadero servicio al bien de todos". (...) "En la sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen un papel particular: no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes". (...) "La educación persigue la formación integral de la persona, incluida la dimensión moral y espiritual del ser, con vistas a su fin último y al bien de la sociedad de la que es miembro. Por eso, para educar en la verdad es necesario saber sobre todo quién es la persona humana, conocer su naturaleza. (...) El hombre es un ser que alberga en su corazón una sed de infinito, una sed de verdad -no parcial, sino capaz de explicar el sentido de la vida- porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. (...) Por eso, la primera educación consiste en aprender a reconocer en el hombre la imagen del Creador y, por consiguiente, a tener un profundo respeto por cada ser humano". (...) "Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el significado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el formar en la auténtica libertad. (...) La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y usar mal. (...) En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a hacer el bien y huir del mal, a asumir la

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responsabilidad del bien que ha hecho y del mal que ha cometido. Por eso, el ejercicio de la libertad está íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la convivencia justa y pacífica entre las personas". "El uso recto de la libertad es, pues, central en la promoción de la justicia y la paz, que requieren el respeto hacia uno mismo y hacia el otro" (...) "Es importante no separar el concepto de justicia de sus raíces transcendentes. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la ley positiva, sino por la identidad profunda del ser humano. La visión integral del hombre es lo que permite no caer en una concepción contractualista de la justicia y abrir también para ella el horizonte de la solidaridad y del amor. (...) La 'ciudad del hombre' no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión". (...) ""La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad". La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Y es ante todo don de Dios". (...) "Pero la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir. Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad". (...) "La paz para todos nace de la justicia de cada uno y ninguno puede eludir este compromiso esencial de promover la justicia, según las propias competencias y responsabilidades. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente". (...) "Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante a las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas. No tengáis miedo de comprometeros, de hacer frente al esfuerzo y al sacrificio, de elegir los caminos que requieren fidelidad y constancia, humildad y dedicación". (...) "Sed conscientes de que vosotros sois un ejemplo y estímulo para los adultos, y lo seréis cuanto más os esforcéis por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseéis un futuro mejor y os comprometáis en construirlo. Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesu-

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cristo, Aquel que es la justicia y la paz". (...) "Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en educarlas a ser pacificas y artífices de paz".

El Papa pide que se respete la dignidad de los reclusos CIUDAD DEL VATICANO, 18 diciembre 2011.- Benedicto XVI visitó esta mañana la cárcel romana de Rebibbia, donde fue acogido por la ministra de Justicia del gobierno italiano, Paola Severino, y por el jefe de Departamento de la Administración Penitenciaria, Franco Ionta, además de por los capellanes del penitenciario, Pier Sandro Spriano y Roberto Guarnieri. El encuentro del Papa con los detenidos tuvo lugar en la iglesia de Rebibbia, dedicada al Padre Nuestro. Ofrecemos a continuación un resumen del discurso pronunciado por el Santo Padre. "'Estaba en la cárcel, y vinisteis a verme'. Estas son las palabras del Juicio Final, según el evangelista Mateo; estas palabras del Señor en las que se identifica con los detenidos expresan plenamente el sentido de esta visita. Donde hay un hambriento, un extranjero, un enfermo, un encarcelado, allí está Cristo mismo, que espera nuestra visita y nuestra ayuda (...) La Iglesia siempre ha enumerado, entre las obras de misericordia corporal, la visita a los encarcelados. Y ésta, para ser completa, requiere una plena capacidad de acogida del detenido, 'haciéndole espacio en el propio tiempo, en la propia casa, en las propias amistades, en las propias leyes, en las propias ciudades' (...) El mismo unigénito Hijo de Dios, el Señor Jesús, estuvo en la cárcel, fue sometido a un juicio ante un tribunal y sufrió la feroz condena de la pena capital". "Con ocasión de mi reciente viaje apostólico a Benín, en noviembre pasado, firmé una Exhortación apostólica postsinodal en que recalcaba la atención de la Iglesia por la justicia en los Estados: 'Hay una necesidad urgente de establecer sistemas independientes judiciales y penitenciarios, con el fin de restaurar la justicia y rehabilitar a los culpables. Se han de desterrar también los casos de errores judiciales y los malos tratos a los reclusos, así como las numerosas ocasiones en que no se aplica la ley, lo que comporta una violación de los derechos humanos, y también los encarcelamientos que, sólo muy tarde, o nunca, terminan en un proceso. La Iglesia (...) reconoce su misión profética respecto a todos los afectados por la delincuencia, así como la necesidad que tienen de reconciliación, justicia y paz'. Los reclusos son seres humanos que merecen, no obstante su crimen, ser tratados con respeto y dignidad. Necesitan nuestra atención" Justicia inseparable de la misericordia "La justicia humana y la divina son muy diversas. Ciertamente, los hombres no son capaces de aplicar la justicia divina, pero al menos tienen que intentar (...) recoger el espíritu profun-

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do que la anima, para que también ilumine la justicia humana, para evitar -como lamentablemente sucede no pocas vecesque el detenido se convierta en un excluido. En efecto, Dios (...) proclama la justicia con fuerza, pero al mismo tiempo, cura las heridas con el bálsamo de la misericordia". "Justicia y misericordia, justicia y caridad, puntos cardinales de la doctrina social de la Iglesia, son dos realidades diferentes sólo para nosotros, los seres humanos, que distinguimos atentamente un acto justo de un acto de amor (...) Pero para Dios no es así: en Él justicia y caridad coinciden; no hay una acción justa que no sea también un acto de misericordia y de perdón y, al mismo tiempo, no hay ninguna acción misericordiosa que no sea perfectamente justa". "El sistema de detención se articula en dos puntos firmes: por un lado tutelar a la sociedad de eventuales amenazas y, por otro, reintegrar a quien se ha equivocado sin pisotear su dignidad ni excluirlo de la vida social. Estos dos aspectos son relevantes y se proponen evitar ese 'abismo' entre la realidad carcelaria real y la pensada por la ley, que prevé como elemento fundamental la función reeducadora de la pena y el respeto de los derechos y de la dignidad de las personas". El hacinamiento y el degrado hacen más amarga la prisión "Sé que el hacinamiento y el degrado de las cárceles pueden hacer aún más amarga la prisión (...) Es importante que las instituciones analicen atentamente la situación carcelaria, verifiquen las estructuras, los medios y el personal, de modo que los detenidos nunca carguen con una 'doble pena'; y es importante promover un sistema carcelario, que, respetando la justicia, sea cada vez más adecuado a las exigencias de la persona, con el recurso también a penas que no incluyan la prisión o a modalidades diversas de detención". "Hoy es el cuarto domingo del tiempo de Adviento. ¡Que la Navidad del Señor, ya cercana, vuelva a encender con esperanza y amor vuestro corazón! El nacimiento del Señor Jesús, que recordaremos dentro de pocos días, nos recuerda su misión de llevar la salvación a todos los hombres, sin exclusión de nadie (...) Pidámosle (...) que seamos todos liberados de la prisión del pecado, de la soberbia y del orgullo: Todos necesitamos salir de esta cárcel interior para estar verdaderamente libres del mal, de las angustias y de la muerte". "Quisiera terminar diciéndoos que la Iglesia sostiene y anima cualquier esfuerzo tendente a garantizar a todos una vida digna. Estad seguros de que yo estoy cerca de cada uno de vosotros (...) ¡Que el Señor os bendiga a todos y también a vuestro futuro!". Al final del discurso que dirigió a los detenidos de la cárcel de Rebibbia, el Papa respondió a seis preguntas de los reclusos. Reproducimos una síntesis de las mismas: 1.- Pregunto a Su Santidad si este gesto se entenderá en toda su sencillez también por parte de nuestros políticos y gobernantes para que se restituya a todos los últimos, incluidos nosotros, los detenidos, la dignidad y la esperanza que hay que reconocer a todos los seres.

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R.- "He venido sobre todo para mostraros mi cercanía personal e íntima en la comunión con Cristo que os ama. Pero, ciertamente, esta visita que para vosotros es personal, es también un gesto público que recuerda a nuestros ciudadanos, a nuestro gobierno el hecho de que hay grandes problemas y dificultades en las cárceles italianas. Y, efectivamente el objetivo de estas cárceles es el de ayudar a la justicia y la justicia implica como primer dato la dignidad humana (...) Por cuanto yo pueda, quiero señalar siempre que es importante que las cárceles respondan a su objetivo de renovar la dignidad humana y mejorar su condición y no de comprometerla. Esperemos que el gobierno tenga la posibilidad de responder a esta vocación". 2.- Más que una pregunta, prefiero pedirte que nos dejes agarrarnos a ti con nuestros sufrimientos y los de nuestros familiares, como a un cable eléctrico que comunica con nuestro Señor. Te quiero mucho. R.- "Yo también te quiero mucho. La identificación del Señor con los encarcelados nos interpela profundamente. Y yo también tengo que preguntarme: "¿He cumplido el imperativo del Señor? He venido aquí porque sé que en vosotros me espera el Señor, que necesitáis que se os reconozca humanamente y que necesitáis la presencia del Señor que en el Juicio Final nos pedirá cuentas de ello; por eso espero que estos centros cumplan cada vez más con el objetivo de ayudar a los detenidos a reencontrarse , a reconciliarse con los demás, con Dios, para incorporarse de nuevo a la sociedad y ayudar al progreso de la humanidad". 3.- ¿Le parece justo que ahora que soy un hombre nuevo (...) y padre de una niña de pocos meses no me den la posibilidad de volver a casa, a pesar de haber pagado ampliamente mi deuda con la sociedad? R.-"Ante todo, felicidades. Me alegra que se considere un hombre nuevo (...) Usted sabe que para la doctrina de la Iglesia la familia es fundamental y es importante que un padre tenga en brazos a su hija. Por eso rezo y espero que lo antes posible pueda tenerla realmente en brazos y estar con su mujer para construir una hermosa familia y contribuir al futuro de Italia". 4.- ¿Que pueden pedir los detenidos enfermos y seropositivos

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al Papa? Se habla muy poco de nosotros, y a menudo de una forma tan feroz, que parece que nos quieren eliminar de la sociedad. Hacen que nos sintamos infrahumanos. R.- "Tenemos que soportar que algunos hablen mal de nosotros. También hablan mal del Papa y, sin embargo, seguimos adelante. Creo que es importante alentar a todos para que piensen bien, para que entiendan como sufrís, para que comprendan que tienen que ayudaros a levantaros. Yo haré todo lo posible para invitar a pensar de forma justa - no con desprecio, sino con humanidad- que todos podemos caer, pero Dios quiere que todos lleguemos a Èl; y que debemos cooperar, con espíritu de fraternidad y reconociendo nuestra fragilidad, en este proceso para que los que han caído se levanten y prosigan su vida con dignidad". 5.-Santidad, me han enseñado que el Señor ve y lee dentro de nosotros, me pregunto ¿por qué la absolución se delega a los sacerdotes? Si yo la pidiera, sólo, de rodillas, dirigiéndome al Señor ¿me absolvería? R.- "Hay que decir dos cosas. La primera: naturalmente, si usted se arrodilla y con verdadero amor de Dios, le pide perdón, Dios le perdonará (...) Pero hay otro elemento: el pecado no es solo algo personal, individual, entre Dios y yo; el pecado tiene siempre una dimensión horizontal (...) Por eso esta dimensión social, horizontal, del pecado exige que se absuelva también en el ámbito de la comunidad humana, de la comunidad de la Iglesia (...) exige el Sacramento. (...) La absolución del sacerdote, la absolución sacramental, es necesaria para absolverme de este lazo con el mal y reintegrarme en la voluntad de Dios, dándome la certeza de que me perdona y me recibe en la comunidad de sus hijos". 6.- Santo Padre, el mes pasado estuvo en visita pastoral en África, en el pequeño país de Benin, una de las naciones más pobres del mundo. Allí ponen su esperanza y su fe en Dios y mueren en medio de la pobreza y la violencia. ¿Por qué Dios no los escucha? ¿Quizás escucha sólo a los ricos y poderosos que en cambio no tienen fe? R.-"La medida de Dios y sus criterios son diversos de los nuestros. Dios da a estas personas la alegría de su presencia, hace que sientan que está cerca de ellos incluso en el sufrimiento y la dificultad y, naturalmente, nos llama para que hagamos cuanto esté en nuestras manos para que salgan de las tinieblas de las enfermedades y de la pobreza. (...) Tenemos que rezar a Dios para que haya justicia, para que todos puedan vivir en la alegría de ser sus hijos".

Terminadas las preguntas un detenido leyó una plegaria que había compuesto, titulada "Oración tras los barrotes", en la que pedía a Dios que "acortase las noches insomnes" y le recordase que "solo el amor da vida mientras el odio destruye y transforma en un infierno las largas e interminables jornadas". Después el Papa rezó junto a los presos el Padre Nuestro. Al salir de la iglesia bendijo un ciprés plantado en el patio en recuerdo de su visita".

A los nińos: Jesús no os defraudará nunca CIUDAD DEL VATICANO, 19 diciembre 2011.- Benedicto XVI ha recibido esta mañana a una delegación de niños de la Acción Católica Italiana (ACR), que quisieron felicitarle la Navidad. El Santo Padre agradeció la visita y dedicó unas palabras a estos jóvenes, centrándolas en el tema sobre el que la asociación ha reflexionado este año: "Levántate, te llama" -en referencia a la invitación evangélica a Bartimeo-. "Esta invitación -dijo el Papa- se ha repetido muchas veces en vuestra vida, y se repite también hoy. La primera llamada la habéis recibido con el don de la vida; estad siempre atentos a este gran don, apreciadlo, agradecedlo al Señor, pedidle que dé una vida alegre a todos los chicos y chicas del mundo: que todos sean respetados, siempre, y que a ninguno le falte lo necesario para vivir". "Otra llamada importante la habéis recibido con el bautismo (...); en ese momento os habéis convertido en hermanos de Jesús, que os quiere más que nadie y quiere ayudaros a crecer. Otra llamada tuvo lugar cuando recibisteis la santa Comunión: ese día la amistad con Jesús se hizo profunda, y Él os acompaña siempre en el camino de vuestra vida. (...) Responded con generosidad al Señor que os llama a su amistad: ¡no os defraudará nunca!". "Queridos amigos -dijo Benedicto XVI para terminar-, quisiera pediros una cosa: llevad a vuestros compañeros esta hermosa invitación, y decidles: mira, yo he respondido a la llamada de Jesús y he encontrado en Él un gran amigo que hallo en la oración, que veo entre mis amigos, que escucho en el Evangelio. Esta es la Navidad que os deseo: cuando hagáis el Belén, pensad que estáis diciendo a Jesús: ven a mi vida y yo te escucharé siempre".

«De la misma manera que los bosques de la selva amazónica dan oxígeno al mundo entero, así mismo los monjes -con su oración y su vidason como el pulmón que permite a la Iglesia, en su conjunto, respirar y aportar fuerza a quienes evangelizan en su vanguardia» Monasterio de la Trinidad. www.fmdelapaz.org Cetelmon.TV. 3ª Etapa, nº 311 - 15de enero de 2012

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El Eterno entra en los límites del tiempo y del espacio CIUDAD DEL VATICANO, 21 diciembre 2011.- "Las palabras que todos pronuncian estos días son: '¡Feliz Navidad! ¡Felices Fiestas de Navidad'. Tenemos que esforzarnos para que también en la sociedad actual estas palabras no pierdan su profundo significado religioso, y la fiesta no se quede sólo en sus aspectos externos", dijo Benedicto XVI durante la audiencia general de los miércoles, la última antes de la celebración de la Natividad del Señor. "Con la liturgia de Navidad -explicó el pontífice a los fieles reunidos en el Aula Pablo VI- la Iglesia nos introduce en el gran misterio de la Encarnación. La Navidad no es simplemente el aniversario del nacimiento de Jesús: es celebrar un Misterio que ha marcado y sigue marcando la historia del hombre; Dios vino a habitar entre nosotros, se hizo uno de nosotros. (...) En la misa del Gallo contestaremos al salmo responsorial con las palabras: 'Hoy ha nacido para nosotros el Salvador'. (...) Indicando que Jesús nace 'hoy', la liturgia (...) pone de relieve que este nacimiento atañe a toda la historia y la impregna. (...) Ciertamente, la redención de la humanidad acaeció en un momento claro e identificable de la historia, con Jesús de Nazaret. Pero Jesús es el Hijo de Dios que (...) se hizo hombre. El Eterno ha entrado en los límites del espacio y del tiempo para hacer posible que 'hoy' nos encontremos con Él. (...) Cuando repetimos en las celebraciones litúrgicas: 'Hoy ha nacido para nosotros el Salvador", no estamos usando una expresión convencional: significa que Dios nos ofrece 'hoy', ahora (...) la posibilidad de reconocerlo y acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que nazca en nuestra vida y la renueve". El Papa reflexionó después sobre el nacimiento en Belén a la luz del misterio pascual porque "tanto Navidad como Pascua son fiestas de la redención". "Pascua -dijo- la celebra como victoria sobre el pecado y la muerte: marca el momento final, cuando la gloria del Hombre-Dios resplandece como la luz del día. Navidad la celebra como la entrada de Dios en la historia, haciéndose hombre para reconducir el hombre a Dios. Indica el punto de partida cuando se entrevé la luz del alba". Contribuyen a entender este aspecto, agregó el Santo Padre, las dos épocas del año en que, al menos en algunas regiones del mundo, se colocan estas grandes fiestas. "Mientras Pascua cae al principio de la primavera, cuando el sol triunfa sobre las frías y densas nieblas y renueva la faz de la tierra, la Navidad cae al comienzo del invierno, cuando la luz y el calor del sol no pueden despertar la naturaleza, envuelta en el frío, bajo cuyo manto, sin embargo, late la vida". "En Navidad encontramos la ternura y el amor de Dios que se inclina sobre nuestras limitaciones, nuestras debilidades, nuestros pecados y se rebaja a nuestro nivel. Vivamos con alegría la Navidad que se acerca (...) Sobre todo, vivamos este misterio en la Eucaristía, verdadero eje de la Navidad. En ella se hace realmente presente Jesús, Pan bajado del cielo y Cordero sacrificado para nuestra salvación. Os deseo a todos, y a vuestras familias, que celebréis una Navidad realmente cristiana, de modo que las felicitaciones de ese día sean una mani-

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festación de la alegría de saber que Dios está cerca de nosotros y quiere recorrer con nosotros el camino de la vida", concluyó Benedicto XVI. Los pobres no pueden esperar Al final de la audiencia, el Santo Padre saludó en diversos idiomas a los más de 7.000 peregrinos que llenaban el aula Pablo VI, entre ellos un grupo de niños de escuelas primarias de Corea y otro de seminaristas australianos. A los peregrinos de lengua española dijo: "(esta Navidad) pediré al Niño Dios por todos, especialmente por quienes pasan por duras pruebas. Que en estos días santos la caridad cristiana se muestre singularmente activa con los más necesitados. Para los pobres no puede haber dilación".

Retomar el verdadero significado de la Navidad y renunciar a la “obsesión por lo material” CIUDAD DEL VATICANO, 25 diciembre 2012.- Benedicto XVI presidió esta Nochebuena la “Misa del Gallo” en la basílica vaticana, con numerosa asistencia de fieles de todo el mundo. Tras las lecturas, Benedicto XVI pronunció la homilía, centrada en comentar los textos bíblicos y recalando en una contemplación de la devoción navideña del apóstol de la paz, el “poverello” de Asís, creador de la representación viva del Nacimiento. “Queridos hermanos y hermanas: La lectura que acabamos de escuchar, tomada de la Carta de san Pablo Apóstol a Tito, comienza solemnemente con la palabra apparuit, que también encontramos en la lectura de la Misa de la aurora: apparuit – ha aparecido. Esta es una palabra programática, con la cual la Iglesia quiere expresar de manera sintética la esencia de la Navidad. Antes, los hombres habían hablado y creado imágenes humanas de Dios de muchas maneras. Dios mismo había hablado a los hombres de diferentes modos (cf. Hb 1,1: Lectura de la Misa del día). Pero ahora ha sucedido algo más: Él ha

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aparecido. Se ha mostrado. Ha salido de la luz inaccesible en la que habita. Él mismo ha venido entre nosotros. Para la Iglesia antigua, esta era la gran alegría de la Navidad: Dios se ha manifestado. Ya no es sólo una idea, algo que se ha de intuir a partir de las palabras. Él «ha aparecido». Pero ahora nos preguntamos: ¿Cómo ha aparecido? ¿Quién es él realmente? La lectura de la Misa de la aurora dice a este respecto: «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre» (Tt 3,4). Para los hombres de la época precristiana, que ante los horrores y las contradicciones del mundo temían que Dios no fuera bueno del todo, sino que podría ser sin duda también cruel y arbitrario, esto era una verdadera «epifanía», la gran luz que se nos ha aparecido: Dios es pura bondad. Y también hoy, quienes ya no son capaces de reconocer a Dios en la fe se preguntan si el último poder que funda y sostiene el mundo es verdaderamente bueno, o si acaso el mal es tan potente y originario como el bien y lo bello, que en algunos momentos luminosos encontramos en nuestro cosmos. «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre»: ésta es una nueva y consoladora certidumbre que se nos da en Navidad. En las tres misas de Navidad, la liturgia cita un pasaje del libro del profeta Isaías, que describe más concretamente aún la epifanía que se produjo en Navidad: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva al hombro el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Para dilatar el principado con una paz sin límites» (Is 9,5s). No sabemos si el profeta pensaba con esta palabra en algún niño nacido en su época. Pero parece imposible. Este es el único texto en el Antiguo Testamento en el que se dice de un niño, de un ser humano, que su nombre será Dios fuerte, Padre para siempre. Nos encontramos ante una visión que va, mucho más allá del momento histórico, hacia algo misterioso que pertenece al futuro. Un niño, en toda su debilidad, es Dios poderoso. Un niño, en toda su indigencia y dependencia, es Padre perpetuo. Y la paz será «sin límites». El profeta se había referido antes a esto hablando de «una luz grande» y, a propósito de la paz venidera, había dicho que la vara del opresor, la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serían pasto del fuego (cf. Is 9,1.3-4). Dios se ha manifestado. Lo ha hecho como niño. Precisamente así se contrapone a toda violencia y lleva un mensaje

que es paz. En este momento en que el mundo está constantemente amenazado por la violencia en muchos lugares y de diversas maneras; en el que siempre hay de nuevo varas del opresor y túnicas ensangrentadas, clamemos al Señor: Tú, el Dios poderoso, has venido como niño y te has mostrado a nosotros como el que nos ama y mediante el cual el amor vencerá. Y nos has hecho comprender que, junto a ti, debemos ser constructores de paz. Amamos tu ser niño, tu no-violencia, pero sufrimos porque la violencia continúa en el mundo, y por eso también te rogamos: Demuestra tu poder, ¡oh Dios! En este nuestro tiempo, en este mundo nuestro, haz que las varas del opresor, las túnicas llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al fuego, de manera que tu paz venza en este mundo nuestro. La Navidad es Epifanía: la manifestación de Dios y de su gran luz en un niño que ha nacido para nosotros. Nacido en un establo en Belén, no en los palacios de los reyes. Cuando Francisco de Asís celebró la Navidad en Greccio, en 1223, con un buey y una mula y un pesebre con paja, se hizo visible una nueva dimensión del misterio de la Navidad. Francisco de Asís llamó a la Navidad «la fiesta de las fiestas» – más que todas las demás solemnidades – y la celebró con «inefable fervor» (2 Celano, 199: Fonti Francescane, 787). Besaba con gran devoción las imágenes del Niño Jesús y balbuceaba palabras de dulzura como hacen los niños, nos dice Tomás de Celano (ibíd.). Para la Iglesia antigua, la fiesta de las fiestas era la Pascua: en la resurrección, Cristo había abatido las puertas de la muerte y, de este modo, había cambiado radicalmente el mundo: había creado para el hombre un lugar en Dios mismo. Pues bien, Francisco no ha cambiado, no ha querido cambiar esta jerarquía objetiva de las fiestas, la estructura interna de la fe con su centro en el misterio pascual. Sin embargo, por él y por su manera de creer, ha sucedido algo nuevo: Francisco ha descubierto la humanidad de Jesús con una profundidad completamente nueva. Este ser hombre por parte de Dios se le hizo del todo evidente en el momento en que el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, fue envuelto en pañales y acostado en un pesebre. La resurrección presupone la encarnación. El Hijo de Dios como niño, como un verdadero hijo de hombre, es lo que conmovió profundamente el corazón del Santo de Asís, transformando la fe en amor. «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre»: esta frase de san Pablo adquiría así una hondura del todo nueva. En el niño en el establo de Belén, se puede, por decirlo así, tocar a Dios y acariciarlo. De este modo, el año litúrgico ha recibido un segundo centro en una fiesta que es, ante todo, una fiesta del corazón. Todo eso no tiene nada de sensiblería. Precisamente en la nueva experiencia de la realidad de la humanidad de Jesús se revela el gran misterio de la fe. Francisco amaba a Jesús, al niño, porque en este ser niño se le hizo clara la humildad de Dios. Dios se ha hecho pobre. Su Hijo ha nacido en la pobreza del establo. En el niño Jesús, Dios se ha hecho dependiente, necesitado del amor de personas humanas, a las que ahora puede pedir su amor, nuestro amor. La Navidad se ha convertido hoy en una fiesta de los comercios, cuyas luces destellantes

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esconden el misterio de la humildad de Dios, que nos invita a la humildad y a la sencillez. Roguemos al Señor que nos ayude a atravesar con la mirada las fachadas deslumbrantes de este tiempo hasta encontrar detrás de ellas al niño en el establo de Belén, para descubrir así la verdadera alegría y la verdadera luz. Francisco hacía celebrar la santa Eucaristía sobre el pesebre que estaba entre el buey y la mula (cf. 1 Celano, 85: Fonti, 469). Posteriormente, sobre este pesebre se construyó un altar para que, allí dónde un tiempo los animales comían paja, los hombres pudieran ahora recibir, para la salvación del alma y del cuerpo, la carne del Cordero inmaculado, Jesucristo, como relata Celano (cf. 1 Celano, 87: Fonti, 471). En la Noche santa de Greccio, Francisco cantaba personalmente en cuanto diácono con voz sonora el Evangelio de Navidad. Gracias a los espléndidos cantos navideños de los frailes, la celebración parecía toda una explosión de alegría (cf. 1 Celano, 85 y 86: Fonti, 469 y 470). Precisamente el encuentro con la humildad de Dios se transformaba en alegría: su bondad crea la verdadera fiesta. Quien quiere entrar hoy en la iglesia de la Natividad de Jesús, en Belén, descubre que el portal, que un tiempo tenía cinco metros y medio de altura, y por el que los emperadores y los califas entraban al edificio, ha sido en gran parte tapiado. Ha quedado solamente una pequeña abertura de un metro y medio. La intención fue probablemente proteger mejor la iglesia contra eventuales asaltos pero, sobre todo, evitar que se entrara a caballo en la casa de Dios. Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de Jesús, tiene que inclinarse. Me parece que en eso se manifiesta una cercanía más profunda, de la cual queremos dejarnos conmover en esta Noche santa: si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón «ilustrada». Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios. Hemos de seguir el camino interior de san Francisco: el camino hacia esa extrema sencillez exterior e interior que hace al corazón capaz de ver. Debemos bajarnos, ir espiritualmente a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la fe y encontrar a Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras opiniones: el Dios que se oculta en la humildad de un niño recién nacido. Celebremos así la liturgia de esta Noche santa y renunciemos a la obsesión por lo que es material, mensurable y tangible. Dejemos que nos haga sencillos ese Dios que se manifiesta al corazón que se ha hecho sencillo. Y pidamos también en esta hora ante todo por cuantos tienen que vivir la Navidad en la pobreza, en el dolor, en la condición de emigrantes, para que aparezca ante ellos un rayo de la bondad de Dios; para que les llegue a ellos y a nosotros esa bondad que Dios, con el nacimiento de su Hijo en el establo, ha querido traer al mundo. Amén”.

Cristo es la mano que Dios ha tendido a la humanidad A las doce de mediodía de este domingo 25 de diciembre, solemnidad de la Natividad del Señor, desde el balcón de la Bendición de la basílica vaticana, Benedicto XVI dirigió el tradicional mensaje navideño a los fieles presentes en la plaza de San Pedro y a cuantos los escuchaban por la radio y la televisión. Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero: Cristo nos ha nacido. Gloria a Dios en el cielo, y paz a los hombres que él ama. Que llegue a todos el eco del anuncio de Belén, que la Iglesia católica hace resonar en todos los continentes, más allá de todo confín de nacionalidad, lengua y cultura. El Hijo de la Virgen María ha nacido para todos, es el Salvador de todos. Así lo invoca una antigua antífona litúrgica: «Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro». Veni ad salvandum nos. Este es el clamor del hombre de todos los tiempos, que siente no saber superar por sí solo las dificultades y peligros. Que necesita poner su mano en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacia él desde lo alto. Queridos hermanos y hermanas, esta mano es Cristo, nacido en Belén de la Virgen María. Él es la mano que Dios ha tendido a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y ponerla en pie sobre la roca, la roca firme de su verdad y de su amor (cf. Sal 40,3). Sí, esto significa el nombre de aquel niño, el nombre que, por voluntad de Dios, le dieron María y José: se llama Jesús, que significa «Salvador» (cf. Mt 1,21; Lc 1,31). Él fue enviado por Dios Padre para salvarnos sobre todo del mal profundo arraigado en el hombre y en la historia: ese mal de la separación de Dios, del orgullo presuntuoso de actuar por sí solo, del ponerse en concurrencia con Dios y ocupar su puesto, del decidir lo que es bueno y es malo, del ser el dueño de la vida y de la muerte (cf. Gn 3,1-7). Este es el gran mal, el gran pecado, del cual nosotros los hombres no podemos salvarnos si no es encomendándonos a la ayuda de Dios, si no es implorándole: «Veni ad salvandum nos - Ven a salvarnos». Ya el mero hecho de esta súplica al cielo nos pone en la posición justa, nos adentra en la verdad de nosotros mismos: nosotros, en efecto, somos los que clamaron a Dios y han sido salvados (cf. Est 10,3f [griego]). Dios es el Salvador, nosotros, los que estamos en peligro. Él es el médico, nosotros, los enfermos. Reconocerlo es el primer paso hacia la salvación, hacia la salida del laberinto en el que nosotros mismos nos encerramos con nuestro orgullo. Levantar los ojos al cielo, extender

«Ser misioneros ardientes del Evangelio, especialmente entre las familias, a menudo divididas, entre los jóvenes y en los ambientes intelectuales. Que en todos los lugares, vuestra caridad sea luz del amor de Dios» (Benedicto XVVI) 10

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las manos e invocar ayuda, es la vía de salida, siempre y cuando haya Alguien que escucha, y que pueda venir en nuestro auxilio. Jesucristo es la prueba de que Dios ha escuchado nuestro clamor. Y, no sólo. Dios tiene un amor tan fuerte por nosotros, que no puede permanecer en sí mismo, que sale de sí mismo y viene entre nosotros, compartiendo nuestra condición hasta el final (cf. Ex 3,7-12). La respuesta que Dios ha dado en Jesús al clamor del hombre supera infinitamente nuestras expectativas, llegando a una solidaridad tal, que no puede ser sólo humana, sino divina. Sólo el Dios que es amor y el amor que es Dios podía optar por salvarnos por esta vía, que es sin duda la más larga, pero es la que respeta su verdad y la nuestra: la vía de la reconciliación, el diálogo y la colaboración. Por tanto, queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo, dirijámonos en esta Navidad 2011 al Niño de Belén, al Hijo de la Virgen María, y digamos: «Ven a salvarnos». Lo reiteramos unidos espiritualmente tantas personas que viven situaciones difíciles, y haciéndonos voz de los que no tienen voz. Invoquemos juntos el auxilio divino para los pueblos del Cuerno de África, que sufren a causa del hambre y la carestía, a veces agravada por un persistente estado de inseguridad. Que la comunidad internacional no haga faltar su ayuda a los muchos prófugos de esta región, duramente probados en su dignidad. Que el Señor conceda consuelo a la población del sureste asiático, especialmente de Tailandia y Filipinas, que se encuentran aún en grave situación de dificultad a causa de las recientes inundaciones. Y que socorra a la humanidad afligida por tantos conflictos que todavía hoy ensangrientan el planeta. Él, que es el Príncipe de la paz, conceda la paz y la estabilidad a la Tierra en la que ha decidido entrar en el mundo, alentando a la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos. Que haga cesar la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre. Que favorezca la plena reconciliación y la estabilidad en Irak y Afganistán.

Que dé un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio. Que el nacimiento del Salvador afiance las perspectivas de diálogo y la colaboración en Myanmar, en la búsqueda de soluciones compartidas. Que el nacimiento del Redentor asegure estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos y fortalezca el compromiso de los habitantes de Sudán del Sur para proteger los derechos de todos los ciudadanos Queridos hermanos y hermanas, volvamos la vista a la gruta de Belén: el niño que contemplamos es nuestra salvación. Él ha traído al mundo un mensaje universal de reconciliación y de paz. Abrámosle nuestros corazones, démosle la bienvenida en nuestras vidas. Repitámosle con confianza y esperanza: «Venid a salvarnos».

Se aprende a orar en casa CIUDAD DEL VATICANO, 28 diciembre 2011.- Esta mañana a las 10,30 en el Aula Pablo VI del Vaticano Benedicto XVI celebró su cuadragésimo quinta y última audiencia general de este año 2011, en su encuentro semanal con los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo para escuchar el Magisterio del Santo Padre. La Navidad como escuela de oración donde se aprende a escuchar y a descubrir siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia ha sido el tema de hoy. Queridos hermanos y hermanas, el encuentro de hoy tiene lugar en un clima navideño, impregnadote íntima alegría por el nacimiento del Salvador. Acabamos, apenas, de celebrar este misterio, cuyo eco se expande en la liturgia de todos estos días. Es un misterio de luz que los hombres de todos los tiempos pueden revivir en la fe y en la oración. Precisamente a través de la oración nosotros somos capaces de acercarnos a Dios con intimidad y profundidad. Por ello teniendo presente el tema de la oración que estoy desarrollando en las catequesis de este periodo, hoy quisiera invitaros a reflexionar sobre cómo la oración forma parte de la vida de la Sagrada Familia de Nazaret. La casa de Nazaret, de hecho, es una escuela de oración, donde se aprende a escuchar, a meditar, a penetrar en el significado profundo de la manifestación de Hijo de Dios, sacando ejemplo de María, José y Jesús. Es memorable el discurso del Siervo de Dios Pablo VI en su vista a Nazaret. El Papa dijo que a la escuela de la Sagrada Familia, cito, nosotros “comprendemos por qué debemos tener una disciplina espiritual, si queremos seguir la doctrina del Evan-

«El Dios en el que creemos es un Dios que tiene corazón, es un Dios que está cerca de nosotros» Monasterio de la Trinidad. www.fmdelapaz.org Cetelmon.TV. 3ª Etapa, nº 311 - 15de enero de 2012

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gelio y ser discípulos de Cristo”. Y añadió: “en primer lugar ésta nos enseña el silencio. ¡Oh! si renaciera en nosotros la estima por el silencio, atmósfera admirable e indispensable del espíritu: mientras quedamos aturdidos por tantos ruidos, clamores y voces resonando en la vida frenética y tumultuosa de nuestro tiempo. ¡Oh! silencio de Nazaret, enséñanos a perseverar en los buenos pensamientos, en nuestras intenciones de vida interior, preparados para escuchar la inspiración secreta de Dios y las exhortaciones de los verdaderos maestros "(Discurso en Nazaret, el Papa Pablo VI 05 de enero 1964). Podemos sacar algunas reflexiones sobre la oración, de la relación con Dios que tiene la Sagrada Familia, de los relatos del Evangelio de la infancia de Jesús. Podemos empezar con el episodio de la Presentación de Jesús en el templo. San Lucas nos dice que María y José, "cuando se cumplieron los días de su ritual de purificación, de acuerdo con la ley de Moisés, llevaron el niño a Jerusalén para presentarlo al Señor" (2:22). Como cualquier familia judía observante de la ley, los padres de Jesús se dirigieron al templo para consagrar el primogénito a Dios y ofrecerle sacrificios. Movidos por la fidelidad a las prescripciones, parten de Belén y llegan a Jerusalén con Jesús, que tiene apenas cuarenta días, en lugar de un cordero de un año, las familias humildes ofrecen la ofrenda de dos palomas. La de la Sagrada Familia es la peregrinación de la fe, de la ofrenda de dones, un símbolo de la oración y del encuentro con el Señor, que María y José ya ven en el hijo Jesús. La contemplación de Cristo tiene en María su modelo sin igual. El rostro del Hijo le pertenece de manera especial, porque es en su seno, que se formó, tomando también de Ella una semejanza humana. A la contemplación de Jesús, nadie se ha dedicado con tanta diligencia como María. La mirada de su corazón se concentra sobre Él ya en el momento de la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses siguientes, poco a poco advierte su presencia, hasta el día del nacimiento, cuando sus ojos pueden fijar con ternura maternal, el rostro del Hijo, mientras lo envuelve en pañales y lo acuesta en el pesebre. Los recuerdos de Jesús, fijados en su mente y en su corazón, han marcado cada momento de la existencia de María. Ella vive con los ojos puestos en Cristo y saca provecho de todas sus palabras. San Lucas dice: “Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.” (Lc 2, 19), y así describe el evangelista la postura de María ante el Misterio de la Encarnación, una postura que se repetirá durante toda su existencia. Custodiar las cosas meditándolas en el corazón. Lucas es el evangelista que nos muestra el corazón de María, su fe (cfr 1,45), su esperanza, y la obediencia (cf. 1,38), especialmente en su interioridad y en la oración (cf. 1,46-

56), su libre adhesión a Cristo (cf. 1,55). Y todo esto procede del don del Espíritu Santo que desciende sobre ella (cf. 1,35), igual que descenderá sobre los Apóstoles, de acuerdo con la promesa de Cristo (cf. Hch 1,8). Esta imagen de María que nos da san Lucas nos presenta a María como modelo para todo creyente que mantiene y que valora las palabras y las acciones de Jesús, una valoración que siempre es un progreso en el conocimiento de Jesús. En la estela del Beato Papa Juan Pablo II (cf. Carta Apostólica. Rosarium Virgins Mariae), podemos decir que la oración del Rosario obtiene su propio modelo de María, porque consiste en la contemplación de los misterios de Cristo en unión espiritual con la Madre del Señor. La capacidad de María de vivir de la mirada de Dios es, por así decirlo, contagiosa. El primero que lo experimentó fue a San José. Su amor humilde y sincero por su esposa y la decisión de unir su vida a la de María ha llevado y ha introducido también a él, que ya era un "hombre justo" (Mt 1,19), en una intimidad peculiar con Dios. De hecho, con María, y luego, sobre todo, con Jesús, él comienza una nueva forma de relacionarse con Dios, de acogerlo en su propia vida, de entrar en su plan de salvación, cumpliendo su voluntad. Después de seguir con confianza la indicación del Ángel - " no temas recibir a María, como tu esposa" (Mt 1,20) - se llevó con él a María, y compartió su vida con ella; ha dado verdaderamente todo a María y a Jesús, y esto lo ha llevado hacia la perfección de la respuesta a la vocación recibida. El Evangelio, como sabemos, no ha conservado ninguna palabra de José: la suya es una presencia silenciosa, pero fiel, constante y operosa. Podemos imaginar que, al igual que su esposa, y en íntima armonía con ella, vivió los años de la infancia y de la adolescencia de Jesús, ‘saboreando’, por decirlo así, su presencia en su misma familia. José ha cumplido plenamente su papel de padre, en todos los aspectos. Seguramente, educó a Jesús en la oración, junto con María. Él, en particular, lo habrá llevado consigo a la sinagoga, a los ritos del sábado, así como a Jerusalén, para las grandes fiestas del pueblo de Israel. José, según la tradición hebraica, habrá guiado la oración doméstica, tanto la cotidiana – de la mañana, de la tarde, y de las comidas - , así como la oración en las principales celebraciones religiosas. Por lo tanto, en el ritmo de los días que pasó en Nazaret, entre la humilde casa y el taller de José, Jesús aprendió a alternar el trabajo y la oración, y a ofrecer a Dios, también la fatiga para ganar el pan de cada día, necesario para la familia. Hay, finalmente, otro episodio que ve a la Sagrada Familia de Nazaret reunida en un evento de oración. Jesús, como hemos oído, tiene doce años de edad cuando va con los suyos al templo de Jerusalén. Este episodio se coloca en el contexto de

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la peregrinación, como subraya san Lucas: «Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre» (2,4142). La peregrinación es una expresión religiosa que se alimenta con la oración y que, al mismo tiempo, alimenta la oración. Se trata de la peregrinación pascual, y el Evangelista nos hace observar que la familia de Jesús la vive cada año, para participar en los ritos, en la Ciudad santa. La familia judía, así como la cristiana, reza en la intimidad hogareña, pero también reza junto con la comunidad, reconociéndose como parte del Pueblo de Dios en camino y la peregrinación expresa, propiamente, este estar en camino, del Pueblo de Dios. La Pascua es centro y culmen de todo ello, e implica la dimensión familiar, así como la del culto litúrgico y el público. En el episodio de Jesús, cuando tenía doce años, también se registran las primeras palabras de Jesús: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». (2, 49). Después de tres días de búsqueda, sus padres lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros, mientras los escuchaba e interrogaba (cf. 2:46). A la pregunta de por qué les ha hecho eso, a su padre y a su madre, Él responde que sólo hizo lo que debe hacer el Hijo. Es decir, estar con el Padre. De esta forma, indica quién es el verdadero Padre y cuál es el verdadero hogar. Por lo que no ha hecho nada raro, ni ha sido desobediente, sino que se había quedado donde debe estar el Hijo, junto con el Padre, subrayando así quién es su Padre. En la palabra «Padre» y en el acento de esta respuesta, aparece todo el misterio cristológico, esta palabra abre, pues, el misterio y la clave para el misterio de Cristo, que es el Hijo. Y también abre la clave de nuestro misterio de cristianos, que somos hijos en el Hijo. Y, al mismo tiempo, de este modo, Jesús nos enseña a ser hijos, justo con su ‘estar con el Padre, en la oración’. El misterio cristológico, el misterio de la existencia cristiana está íntimamente ligado y fundado en la oración. Jesús enseñará un día a sus discípulos a rezar, diciéndoles: «Cuando oren, digan: Padre» (Lc 11,2) . Por supuesto, no lo digan sólo con las palabras, sino con toda su existencia. Aprendiendo, cada vez más, a decir «Padre», con su propia existencia, serán verdaderos Hijos y verdaderos cristianos. Pero en el episodio del templo, cuando Jesús está todavía plenamente insertado en la vida de la Familia de Nazaret, es importante notar la resonancia, que puede haber tenido en el

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corazón de María y de José el escuchar, de la boca de Jesús, la palabra «Padre». Con la conciencia del Hijo unigénito, que por ese motivo ha querido permanecer tres días en el templo, que es «la casa del Padre». Desde entonces, podemos imaginar, que la vida de la Sagrada Familia se fue impregnando, cada vez más, con la oración. Porque del corazón del Niño Jesús - luego adolescente y joven - nunca dejará de propagarse y de reflejarse, en los corazones de María y José, este profundo sentido de relación con Dios Padre. Este episodio nos muestra el verdadero sentir que se percibe al estar con el Padre. Por lo que la Familia de Nazaret es el primer modelo de la Iglesia en que, alrededor de la presencia de Jesús, y gracias a su mediación, todos vivimos la relación filial con Dios Padre, que transforma las relaciones humanas. Queridos amigos, por estos diferentes aspectos que, a la luz del Evangelio, he esbozado brevemente, la Sagrada Familia es icono de la Iglesia doméstica, llamada a orar juntos. La familia es Iglesia doméstica y debe ser la primera escuela de oración. En la familia, los niños, desde su más tierna edad, pueden aprender a percibir el sentido de Dios, gracias a la enseñanza y al ejemplo de sus padres, viviendo en un ambiente de presencia de Dios. Una educación auténticamente cristiana no puede prescindir de la experiencia de la oración. Si no se aprende a orar en familia, será más difícil luego llenar este vacío. Por lo tanto, quisiera invitar a todos a redescubrir la belleza de rezar juntos, como familia, a la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret y, así, llegar a ser realmente un solo corazón y una sola alma, una verdadera familia. Gracias.

Confiemos a Dios las tragedias y esperanzas del mundo CIUDAD DEL VATICANO, 31 diciembre 2011.- El Santo Padre presidió el sábado a las 17.00, en la Basílica Vaticana, las primeras Vísperas de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Siguieron la exposición del Santísimo Sacramento, el canto del tradicional himno 'Te Deum' en acción de gracias por la conclusión del año civil, y la bendición eucarística. Ofrecemos a continuación algunos fragmentos de la homilía pronunciada por Benedicto XVI en el transcurso de la celebración: (...) "Otro año llega a su término, mientras que, con la inquietud, los deseos y las esperanzas de siempre, aguardamos uno nuevo. Si pensamos en la experiencia de la vida, nos deja asombrados lo breve y fugaz que es en el fondo. Por eso, muchas veces nos asalta la pregunta: (...) ¿qué sentido damos a los días de fatiga y dolor? Esta es una pregunta que atraviesa (...), el corazón de cada generación y de cada ser humano. Pero hay una respuesta a este interrogante: se encuentra escrita en el rostro de un Niño que hace dos mil años nació en Belén y que hoy es el Viviente, resucitado para siempre de la muerte. En el tejido de la humanidad, desgarrado por tantas injusticias, maldades y violencias, irrumpe de manera sorprendente la no-

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vedad gozosa y liberadora de Cristo Salvador, que en el misterio de su encarnación y nacimiento nos permite contemplar la bondad y ternura de Dios". (...) "Desde el día en que nació el Señor, la plenitud del tiempo ha llegado a nosotros. Así pues, no hay lugar para la angustia frente al tiempo que pasa y no vuelve; ahora es el momento de confiar infinitamente en Dios, de quien nos sabemos amados (...). Desde que el Salvador descendió del cielo, el hombre ya no es esclavo de un tiempo que avanza sin un porqué, o que está marcado por la fatiga, la tristeza y el dolor. El hombre es hijo de un Dios que ha entrado en el tiempo para rescatar el tiempo de la falta de sentido o de la negatividad, y que ha rescatado a toda la humanidad, dándole como nueva perspectiva de vida el amor, que es eterno". "La Iglesia vive y profesa esta verdad y quiere proclamarla en la actualidad con renovado vigor espiritual. (...) Los discípulos de Cristo están llamados a reavivar en sí mismos y en los demás la nostalgia de Dios y la alegría de vivirlo y testimoniarlo. (...) Hay que dar el primado a la verdad, acreditar la alianza entre fe y razón como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva a la contemplación de la Verdad; hacer fecundo el diálogo entre cristianismo y cultura moderna; descubrir de nuevo la belleza y actualidad de la fe (...) como orientación constante, (...) que lleva a la unidad profunda de la persona haciéndola justa, laboriosa, benéfica, buena. Se trata de reavivar una fe que instaure un nuevo humanismo capaz de generar cultura y compromiso social". (...) "El corazón de la misión de la Iglesia es anunciar la fe en el Verbo que se ha hecho carne, y toda la comunidad eclesial debe descubrir con renovado ardor misionero esta tarea imprescindible. Las jóvenes generaciones, que acusan más la desorientación agravada por la crisis actual, no solo económica sino también de valores, tienen necesidad sobre todo de reconocer a Jesucristo como 'la clave, el centro y el fin de toda la historia humana'". (...) "Desde el momento en que Dios envió a su Hijo unigénito para que obtuviésemos la filiación adoptiva, no hay tarea más importante para nosotros que la de estar totalmente al servicio del proyecto divino". (...) "'Te Deum laudamus!'. A ti, oh Dios, te alabamos. La Iglesia nos sugiere terminar el año dirigiendo al Señor nuestro agradecimiento por todos sus beneficios. Nuestra última hora, la última hora del tiempo y de la historia, termina en Dios. Olvidar este final de nuestra vida significaría caer en el vacío, vivir sin sentido. Por eso la Iglesia pone en nuestros labios el antiguo himno 'Te Deum'. Es un himno repleto de la sabiduría de tantas generaciones cristianas, que sienten la necesidad de elevar sus corazones, conscientes de que todos estamos en las manos misericordiosas del Señor". (...) "Con el alma llena de gratitud nos disponemos a cruzar el umbral del 2012, recordando que el Señor vela sobre nosotros y nos cuida. Esta tarde queremos confiarle a él el mundo entero. Ponemos en sus manos las tragedias de nuestro mundo y le ofrecemos también las esperanzas de un futuro mejor".

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Permanecer en la luz de Cristo: María Santísima Madre de Dios, tierra buena CIUDAD DEL VATICANO, 1 enero 2012.- Primero de enero de 2012, Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y 45ª Jornada Mundial de la Paz bajo el tema “Educar a los jóvenes en la Justicia y la Paz”. A las 9.30 de la mañana la celebración de la Santa Misa en la Basílica Vaticana. A las 9.30 en la Basílica de San Pedro tuvo lugar la celebración de la Santa Misa en el centro de las reflexiones del Papa el tema de María camino de paz, y la importante tarea de educar a los jóvenes para alcanzar esta meta. Queridos hermanos y hermanas En el primer día del año, la liturgia hace resonar en toda la Iglesia extendida por el mundo la antigua bendición sacerdotal que hemos escuchado en la primera lectura: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz» (Nm 6,24-26). Esta bendición fue confiada por Dios, a través de Moisés, a Aarón y a sus hijos, es decir, a los sacerdotes del pueblo de Israel. Es un triple deseo lleno de luz, que brota de la repetición del nombre de Dios, el Señor, y de la imagen de su rostro. En efecto, para ser bendecidos hay que estar en la presencia de Dios, recibir sobre sí su Nombre y permanecer bajo el cono de luz que parte de su rostro, en el espacio iluminado por su mirada, que difunde gracia y paz. Esta es también la experiencia que han tenido los pastores de Belén, que aparecen de nuevo en el Evangelio de hoy. Han tenido la experiencia de encontrarse en la presencia de Dios, de su bendición, no en la sala de un palacio majestuoso, delante de un gran soberano, sino en un establo, delante de un «niño acostado en el pesebre» (Lc 2,16). Ese niño, precisamente, irradia una luz nueva, que resplandece en la oscuridad de la noche, como podemos ver en tantas pinturas que representan el Nacimiento de Cristo. La bendición, en efecto, viene de él: de su nombre, Jesús, que significa «Dios salva», y de su rostro humano, en el que Dios, el Omnipotente Señor del cielo y de la tierra, ha querido encarnarse, esconder su gloria bajo el velo de nuestra carne, para revelarnos plenamente su bondad (cf. Tt 3,4). María, la virgen, esposa de José, que Dios ha elegido desde el primer instante de su existencia para ser la madre de su Hijo hecho hombre, ha sido la primera en ser colmada de esta bendición. Ella es, como la saluda santa Isabel, «bendita entre las mujeres» (Lc 1,42). Toda su vida está bajo la luz del Señor, en radio de acción del nombre y el rostro de Dios encarnado en Jesús, el «fruto bendito de su vientre». Así nos la presenta el Evangelio de Lucas: completamente dedicada a conservar y meditar en su corazón todo lo que se refiere a su hijo Jesús (cf. Lc 2,19.51). El misterio de su maternidad divina, que celebramos hoy, contiene de manera sobreabundante aquel don de gracia que toda maternidad humana lleva consigo, de modo que la fecundidad del vientre se ha asociado siempre a la bendición de Dios. La Madre de Dios es la primera bendecida y es

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ella quien lleva la bendición; es la mujer que ha acogido en ella a Jesús y lo ha dado a luz para toda la familia humana. Como reza la Liturgia: «Y, sin perder la gloria de su virginidad, derramó sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro» (Prefacio I de Santa María Virgen). María es madre y modelo de la Iglesia, que acoge en la fe la Palabra divina y se ofrece a Dios como «tierra fecunda» en la que él puede seguir cumpliendo su misterio de salvación. También la Iglesia participa en el misterio de la maternidad divina mediante la predicación, que esparce por el mundo la semilla del Evangelio, y mediante los sacramentos, que comunican a los hombres la gracia y la vida divina. La Iglesia vive de modo particular esta maternidad en el sacramento del Bautismo, cuando engendra los hijos de Dios por el agua y el Espíritu Santo, el cual exclama en cada uno de ellos: «Abbà, Padre» (Ga 4,6). La Iglesia, al igual que María, es mediadora de la bendición de Dios para el mundo: la recibe acogiendo a Jesús y la transmite llevando a Jesús. Él es la misericordia y la paz que el mundo no se puede dar por sí mismo y que es tan necesaria siempre, o más que el pan. Queridos amigos, la paz, en su sentido más pleno y alto, es la suma y la síntesis de todas las bendiciones. Por eso, cuando dos personas amigas se encuentran se saludan deseándose mutuamente la paz. También la Iglesia, en el primer día del año, invoca de modo especial este bien supremo, y, como la Virgen María, lo hace mostrando a todos a Jesús, ya que, como afirma el apóstol Pablo, «él es nuestra paz» (Ef 2,14), y al mismo tiempo es el «camino» por el que los hombres y los pueblos pueden alcanzar esta meta, a la que todos aspiramos. Así pues, llevando en el corazón este deseo profundo, me alegra acogeros y saludaros a todos los que habéis venido a esta Basílica de San Pedro en esta XLV Jornada Mundial de la Paz: Señores Cardenales; Embajadores de tantos países amigos que, como nunca en esta ocasión comparten conmigo y con la Santa Sede la voluntad de renovar el compromiso por la promoción de la paz en el mundo; el Presidente del Consejo Pontificio «Justicia y Paz», que junto al Secretario y los colaboradores trabajan de modo especial para esta finalidad; los demás Obispos y Autoridades presentes; los representantes de Asociaciones y Movimientos eclesiales y todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, de modo particular los que trabajáis en el campo de la educación de los jóvenes. En efecto, como ya sabéis, en mi Mensaje de este año he seguido la perspectiva educativa.

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«Educar a los jóvenes en la justicia y la paz» es la tarea que atañe a cada generación y, gracias a Dios, la familia humana, después de las tragedias de las dos grandes guerras mundiales, ha mostrado tener cada vez más consciente de ello, como lo demuestra, por una parte declaraciones e iniciativas internaciones y, por otra, la consolidación en los últimos decenios entre los mismos jóvenes de muchas y diferentes formas de compromiso social en este campo. Para la Comunidad eclesial, educar para la paz forma parte de la misión que ha recibido de Cristo, forma parte integrante de la evangelización, porque el Evangelio de Cristo es también el Evangelio de la justicia y la paz. Pero la Iglesia en los últimos tiempos se ha hecho portavoz de una exigencia que implica a las conciencias más sensibles y responsables por la suerte de la humanidad: la exigencia de responder a un desafío tan decisivo como es el de la educación. ¿Por qué «desafío»? Al menos por dos motivos: en primer lugar, porque en la era actual, caracterizada fuertemente por la mentalidad tecnológica, querer no solo instruir sino educar no se puede presuponer, sino que es una opción; en segundo lugar, porque la cultura relativista plantea una cuestión radical: ¿Tiene sentido todavía educar? Y, después, ¿educar para qué? Lógicamente no podemos abordar ahora estas preguntas de fondo, a las que ya he tratado de responder en otras ocasiones. En cambio, quisiera subrayar que, frente a las sombras que hoy oscurecen el horizonte del mundo, asumir la responsabilidad de educar a los jóvenes en el conocimiento de la verdad y en los valores fundamentales, significa mirar al futuro con esperanza. En este compromiso por una educación integral, entra también la formación para la justicia y la paz. Los muchachos y las muchachas actuales crecen en un mundo que se ha hecho, por decirlo así, más pequeño, en donde los contactos entre las diferentes culturas y tradiciones son constantes, aunque no siempre dirigidos. Para ellos es hoy más que nunca indispensable aprender el valor y el método de la convivencia pacífica, del respeto recíproco, del diálogo y la comprensión. Por naturaleza, los jóvenes están abiertos a estas actitudes, pero precisamente la realidad social en la que crecen los puede llevar a pensar y actuar de manera contraria, incluso intolerante y violenta. Solo una sólida educación de sus conciencias los puede proteger de estos riesgos y hacerlos capaces de luchar siempre y solo contando con la fuerza de la verdad y el bien. Esta educación parte de la familia y se desarrolla en la escuela y en las demás experiencias formativas. Se trata esencialmente de ayudar a los niños, los muchachos, los adolescentes, a desarrollar una personalidad que combine un profundo sentido de justicia con el respeto del otro, con la capacidad de afrontar los conflictos sin prepotencia, con la fuerza interior de dar testimonio del bien también cuando supone sacrificio, con el perdón y la reconciliación. Así podrán llegar a ser hombres y mujeres verdaderamente pacíficos y constructores de paz. En esta labor educativa de las nuevas generaciones, una responsabilidad particular corresponde también a las comunidades religiosas. Todo itinerario de formación religiosa auténtica acompaña a la persona, desde su más tierna edad, a conocer a Dios, a amarlo y hacer su voluntad. Dios es amor, es justo y pacífico, y quien quiere honrarlo debe sobre todo comportar-

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se como un hijo que sigue el ejemplo del padre. Un salmo afirma: «El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos … El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia» (Sal 103,6.8). Como Jesús nos ha demostrado con el testimonio de su vida, justicia y misericordia conviven en Dios perfectamente. En Jesús «misericordia y fidelidad» se encuentran, «la justicia y la paz» se besan (cf. Sal 85,11). En estos días la Iglesia celebra el gran misterio de la encarnación: la verdad de Dios ha brotado de la tierra y la justicia mira desde el cielo, la tierra ha dado su fruto (cf. Sal 85,12.13). Dios nos ha hablado en su Hijo Jesús. Escuchemos lo que nos dice Dios: Él «anuncia la paz» (Sal 85,9). La Virgen María hoy nos lo indica, nos muestra el camino: ¡Sigámosla! Y tú, Madre Santa de Dios, acompáñanos con tu protección. Amén.

Tiempo de esperanza y de pacífica convivencia, Ángelus Terminada la celebración de la eucaristía, en el primer Ángelus dominical de este año que hoy comienza Benedicto XVI, antes de rezar la tradicional plegaria mariana dominical, saludó a los fieles invocando para todos: “que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz”. El rostro de Dios lo podemos contemplar se ha hecho visible. Queridos hermanos y hermanas En la liturgia de este primer día del año resuena la triple bendición bíblica, “Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz” (Nm 6,2426). El rostro de Dios lo podemos contemplar se ha hecho visible, se ha revelado en Jesús: Él es la imagen visible de Dios invisible. Y esto gracias también a la Virgen María, de la cual hoy celebramos el título más grande, aquél con el que participa en modo único en la historia de la salvación: ser Madre de Dios. En su seno el Hijo del Altísimo asumió nuestra carne, y nosotros podemos contemplar su gloria (cfr Jn 1,14), sentir su presencia de Dios-con-nosotros. Iniciamos así el nuevo año 2012 fijando la mirada en el Rostro de Dios que se revela en el Niño de Belén, y en su Madre María, que acogió con humilde abandono el diseño divino. Gracias a su generoso «sí» apareció en el mundo la luz verdadera que ilumina a cada hombre (cfr Jn 1,9) y se nos ha abierto el camino de la paz. Queridos hermanos y hermanas, como es ya una feliz costumbre, celebramos hoy la Jornada Mundial de la Paz, la cuadragésimo quinta. En el Mensaje que he dirigido a los Jefes de Estado, a los Representantes de las Naciones y a todos los hombres de buena voluntad, y que lleva como «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz», he querido llamar la atención sobre la urgencia de ofrecer a las nuevas generaciones adecuados recorridos educativos para una formación integral de la persona, incluida la dimensión moral y espiritual (cfr n. 3). He querido subrayar, en particular, la importancia de educar en los valores de la justicia y de la paz. Los jóvenes miran hoy con una

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cierta aprehensión al futuro, manifestando aspectos de su propia vida que merecen atención, como el «el deseo de recibir una formación que los prepare en un modo más profundo para afrontar la realidad, la dificultad y formar una familia y encontrar un lugar estable de trabajo, la efectiva capacidad de contribuir en el mundo de la política, de la cultura y de la economía para la construcción de una sociedad con un rostro más humano y solidario» (n. 1). Invito a todos a tener paciencia y la constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es recto y verdadero (n. 5). La paz no es nunca un bien alcanzado plenamente, sino una meta a la cual todos debemos aspirar y por la que todos debemos trabajar. Oremos para que no obstante las dificultades que en ocasiones hacen arduo el camino, esta profunda aspiración se traduzca en gestos concretos de reconciliación, de justicia y de paz Oremos también para que los responsables de las Naciones renueven la disponibilidad y compromiso para acoger y favoreceré este irrefrenable anhelo de la humanidad. Confiamos estos auspicios a la intercesión de la Madre del “Rey de la Paz”, para que el año que inicia sea un tiempo de esperanza y de pacífica convivencia para el mundo entero.

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Enfermo CIUDAD DEL VATICANO, 4 enero 2012.- Ayer se hizo público el mensaje escrito por el Santo Padre con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes. El mensaje está fechado en el Vaticano el 20 de noviembre de 2011, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Lleva por título las palabras de Jesús al leproso que le agradeció su curación: "Levántate y vete: tu fe te ha salvado" (Lc 17,19). Ofrecemos a continuación algunos fragmentos del mensaje: "Deseo reiterar mi cercanía espiritual a todos los enfermos (...), expresando a cada uno la solicitud y el afecto de toda la Iglesia. Acogiendo con generosidad y amor cada vida humana, sobre todo la de los débiles y los enfermos, el cristiano expresa un aspecto esencial de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo, que se inclinó sobre los sufrimientos materiales y espirituales del hombre para sanarlos". "Este año (...) quisiera poner el acento en los 'sacramentos de curación', es decir, en el sacramento de la penitencia y la reconciliación, y en el de la unción de los enfermos, que culminan de manera natural en la comunión eucarística". "El encuentro de Jesús con los diez leprosos, descrito en el Evangelio de san Lucas, (...) ayuda a tomar conciencia de la importancia de la fe para quienes, agobiados por el sufrimiento y la enfermedad, se acercan al Señor. En el encuentro con Él pueden experimentar realmente que quien cree no está nunca solo. En efecto, Dios, por medio de su Hijo, no nos abandona en nuestras angustias y sufrimientos, sino que está junto a no-

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sotros, nos ayuda a llevarlas y desea curar nuestro corazón en lo más profundo". "La fe del único leproso que (...) regresa enseguida junto a Jesús, para manifestarle su reconocimiento, deja entrever que la salud recuperada es signo de algo más precioso que la simple curación física, es signo de la salvación que Dios nos da a través de Cristo, y que se expresa con las palabras de Jesús: 'Tu fe te ha salvado'. Quien invoca al Señor en medio del sufrimiento y la enfermedad, puede estar seguro de que Su amor no le abandona nunca, y de que el amor de la Iglesia, que continúa en el tiempo su obra de salvación, nunca le faltará. La curación física, expresión de la salvación más profunda, revela así la importancia que el hombre, en su integridad de alma y cuerpo, tiene para el Señor. (...) El binomio entre salud física y renovación del alma lacerada nos ayuda, pues, a comprender mejor los 'sacramentos de curación'". "El sacramento de la penitencia (...) nos restituye a la gracia de Dios y nos une a Él con profunda amistad. (...) Dios, 'rico en misericordia', como el padre de la parábola evangélica, no cierra el corazón a ninguno de sus hijos, sino que los espera, los busca. (...) El momento del sufrimiento, en el cual podría surgir la tentación de abandonarse al desaliento y a la desesperación, puede transformarse en tiempo de gracia para recapacitar y, como el hijo pródigo de la parábola, reflexionar sobre la propia vida, reconociendo los errores y fallos, sentir la nostalgia del abrazo del Padre y recorrer el camino de regreso a casa. Él, con su gran amor vela siempre y en cualquier circunstancia sobre nuestra existencia y nos espera, para ofrecer a cada hijo que vuelve a Él, el don de la plena reconciliación y de la alegría". "De la lectura del Evangelio emerge, claramente, que Jesús ha mostrado siempre una especial predilección por los enfermos. Él no sólo ha enviado a sus discípulos a curar las heridas, sino que también ha instituido un sacramento específico: la unción de los enfermos. (...) Con ella, acompañada con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que alivie sus penas y los salve". (...) "Este sacramento merece hoy una mayor consideración, tanto en la reflexión teológica como en la acción pastoral con los enfermos. Valorizando los contenidos de la oración litúrgica que se adaptan a las diversas situaciones humanas unidas a la enfermedad, y no sólo cuando se ha llegado al final de la vida, la unción de los enfermos no debe ser considerada como 'un sacramento menor' respecto a los otros. La atención y el cuidado pastoral hacia los enfermos es, por un lado, señal de la ternura de Dios con los que sufren; y por otro lado, beneficia espiritualmente a los sacerdotes y a toda la comunidad cristiana, ya que todo lo que se hace con el más pequeño, se hace con el mismo Jesús". (...) "Los 'sacramentos de la curación' (...) son medios preciosos de la gracia de Dios, que ayudan al enfermo a conformarse, cada vez con más plenitud, con el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Junto a estos dos sacramentos, quisiera también subrayar la importancia de la Eucaristía. Cuando se recibe en el momento de la enfermedad, contribuye de manera singular a realizar esta transformación, asociando a quien

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se nutre con el Cuerpo y la Sangre de Jesús al ofrecimiento que Él ha hecho de sí mismo al Padre para la salvación de todos. La comunidad eclesial, y en particular la comunidad parroquial, ha de asegurar la posibilidad de acercarse con frecuencia a la comunión sacramental a quienes, por motivos de salud o de edad, no pueden ir a los lugares de culto. (...) La eucaristía, sobre todo como viático, es -según la definición de san Ignacio de Antioquia- 'fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte', sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre". (...) "El tema de este Mensaje para la XX Jornada Mundial del Enfermo, 'Levántate y vete; tu fe te ha salvado', se refiere también al próximo Año de la fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012. (...) Deseo animar a los enfermos y a los que sufren a encontrar siempre en la fe un ancla segura, alimentada por la escucha de la palabra de Dios, la oración personal y los sacramentos, a la vez que invito a los pastores a estar más disponibles a celebrarlos para los enfermos". (...) Que los sacerdotes se muestren llenos de alegría, atentos con los más débiles, los sencillos, los pecadores, manifestando la infinita misericordia de Dios con las confortadoras palabras de la esperanza". "A todos los que trabajan en el mundo de la salud, y a las familias que en sus propios miembros ven el rostro del Señor Jesús que sufre, renuevo mi agradecimiento y el de la Iglesia". "María, Madre de Misericordia y Salud de los Enfermos, (...) acompañe y sostenga la fe y la esperanza de cada persona enferma que sufre en el camino de curación de las heridas del cuerpo y del espíritu. (...) Os aseguro mi recuerdo en la oración, mientras imparto a cada uno una especial Bendición Apostólica".

Difunde sobre los hombres el esplendor de Dios CIUDAD DEL VATICANO, 4 enero 2012.- Esta mañana en el Aula Pablo VI del Vaticano en la primera Audiencia General del año y ante miles de peregrinos Su Santidad Benedicto XVI dedicó su catequesis al tiempo litúrgico natalicio: “el Verbo asume nuestra humanidad y la naturaleza humana, por su parte, es elevada a la dignidad divina. En la Eucaristía se hace presente de modo real este asombroso intercambio. Queridos hermanos y hermanas: Me complace daros la bienvenida a esta primera Audiencia general del nuevo año y con todo mi corazón os ofrezco a vosotros y a vuestras familias mis mejores y mis más afectuosos deseos de buen año: Dios, que en el nacimiento de Cristo, su Hijo, ha inundado todo el mundo de alegría, derrame la paz sobre las obras y los días. Estamos en el tiempo litúrgico de Navidad, que comienza la noche del 24 de diciembre con la víspera de Navidad y termina con la celebración del Bautismo del Señor. El arco de estos días es corto, pero lleno de celebraciones y de misterios y reúne todo en torno a dos grandes fiestas del Señor: Navidad y Epifanía. El nombre de estas dos solemnidades indica sus res-

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pectivas características. La Navidad celebra el hecho histórico del nacimiento de Jesús en Belén. La Epifanía, nacida como fiesta en Oriente, indica un hecho, pero sobre todo un aspecto del Misterio: Dios se revela en la naturaleza humana de Cristo y éste es el sentido del verbo griego epiphaino (hacerse visible). En esta perspectiva, la Epifanía nos lleva a una serie de eventos cuyo objetivo es la manifestación del Señor: de manera particular la adoración de los Magos, que reconocen a Jesús como el Mesías esperado, pero también el Bautismo en el río Jordán con su teofanía, la voz de Dios desde lo alto, y el milagro de las bodas de Caná, como primera "señal" obrada por Cristo. Una hermosa antífona de la Liturgia de las Horas, relaciona estos tres eventos en torno al tema de la boda entre Cristo y la Iglesia, y dice: "Hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo, porque Cristo en el río Jordán ha lavado sus pecados; los Magos corren con dones, con los regalos a la boda, y los invitados se regocijan de ver el agua convertida en vino "(Antífona de Laudes). Casi podemos decir que en la fiesta de Navidad se destaca el ocultamiento de Dios en la humildad de la condición humana, en el Niño de Belén. En la Epifanía, en cambio, se evidencia y manifiesta su aspecto, la aparición de Dios a través de esta misma humanidad. En esta Catequesis quisiera recordar brevemente algunos de los temas típicos de la celebración de la Navidad del Señor para que cada uno de nosotros puede beber de la fuente inagotable de este Misterio que da abundantes frutos de vida. Ante todo nos preguntamos: ¿cuál es la primera reacción ante esta extraordinaria acción de Dios que se hace niño, que se hace hombre? Pienso que la primera reacción no puede ser otra que la de la alegría. “Alegrémonos todos en el Señor, porque ha nacido en el mundo el Salvador”: así inicia la Misa de la noche de Navidad, y acabamos de oír las palabras del Ángel a los pastores: “os traigo una gran alegría” (Lc 2,10). Es el tema que abre el Evangelio, y es el tema que lo cierra porque Jesús Resucitado reprochará a los apóstoles precisamente de estar tristes (cfr Lc 24,17). Incompatible con el hecho de que Él es un hombre para siempre. Pero demos dar un paso adelante: ¿de dónde viene esta alegría? Yo diría que nace del asombro del corazón de ver cómo Dios está cerca de nosotros, como Dios piensa en nosotros, de cómo Dios actúa en la historia, por lo tanto es una alegría que proviene de la contemplación del rostro de aquel humilde niño porque sabemos que es el Rostro de Dios para siempre presente en nuestra humanidad, para nosotros y con nosotros. La Navidad es alegría, porque vemos y por fin estamos con-

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vencidos de que Dios es el bien, la vida, la verdad del hombre y se rebaja hasta ser hombre, para elevarnos hacia Él: Dios se hace tan cercano que podemos verle y tocarle. La Iglesia ante este inefable misterio y los textos de la liturgia de esta época con asombro y alegría. Todas las canciones de Navidad expresan esta alegría. La Navidad es el punto en que el cielo y la tierra están unidos, y las distintas expresiones que escuchamos en estos días destacan la magnitud de lo sucedido: lo distante -Dios parece lejísimo-, se convirtió en cercano". Lo inaccesible quiere ser alcanzado, Él que existe antes del tiempo, empezó a ser en el tiempo, el Señor del universo, velando la grandeza de su majestad, tomó la forma de siervo "- exclama San León Magno en su segundo Sermón de Navidad (Sermón de Navidad 2, 2.1). En aquel Niño, necesitado de todo, como todos los niños, lo que es Dios: la eternidad, la fuerza, la santidad, la vida, la alegría, se unió a lo que somos nosotros: la debilidad, el pecado, el sufrimiento, la muerte. La teología y la espiritualidad de la Navidad utilizan una expresión para describir este hecho, hablan de admirabile commercium, es decir de un admirable intercambio entre la divinidad y la humanidad. San Atanasio de Alejandría dice: "el Hijo de Dios se ha hecho hombre para hacerse Dios " (De Encarnatione, 54, 3: PG 25, 192), pero es sobre todo con San León el Grande y sus célebres Homilías de Navidad que esta realidad se convierte en objeto de profunda meditación. Afirma, en efecto, el Santo Pontífice: "Si hacemos un llamamiento a la inefable condescendencia de la divina misericordia que llevó al Creador de los hombres a hacerse hombre, ésta se elevará a la naturaleza de Aquel que nosotros adoramos en la nuestra" (Sermón 8 de Navidad: CCL 138,139). El primer acto de este intercambio admirable se realiza en la humanidad misma de Cristo. El Verbo ha asumido nuestra propia humanidad y, a su vez, la naturaleza humana ha sido elevada a la dignidad divina. El segundo acto del intercambio consiste en nuestra participación, real e íntima, en la naturaleza divina de la Palabra. Como dice San Pablo: «cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos» (Gal 4,4 - 5). Por lo tanto, la Navidad es la fiesta en la que, Dios se hace tan cercano al hombre, que comparte su mismo acto de nacer, para revelarle su dignidad más profunda: la de ser hijo de Dios. Así es el sueño de la humanidad, que comenzó en el Paraíso: quisiéramos ser como Dios. Y este anhelo se realiza de una manera inesperada - pero no se realiza por la grandeza del hombre, que no puede hacerse Dios, sino por la humildad de Dios que desciende y con su humildad eleva al hombre a la verdadera grandeza de su ser. El Concilio Vaticano II ha dicho en este contexto que: «En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Gaudium et Spes, 22) De lo contrario, es un enigma, ¿qué quiere este hombre criatura? Sólo viendo que Dios está con nosotros, podemos ver la luz para nuestro ser, ser felices por ser hombres y vivir con confianza y alegría. Y ¿dónde se hace presente de una manera real este admirable intercambio, para que obre en nuestra vida y haga que ésta sea una existencia de verdaderos hijos de Dios? En la Eucaristía. Cuando participamos en la Santa Misa, presentamos a Dios el pan y el vino, fruto de la tierra, para que Él los acepte y los transforme,

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donándonos a sí mismo y haciéndose nuestro alimento, para que, recibiendo su Cuerpo y su Sangre, participemos en su vida divina. Quisiera, en fin, detenerme sobre otro aspecto de la Navidad. Cuando el Ángel del Señor se aparece a los pastores en la noche del Nacimiento de Jesús, el evangelista Lucas señala que «la gloria del Señor los envolvió con su luz» (2,9), y el Prólogo del Evangelio de Juan habla del Verbo hecho carne como de la luz verdadera que viene al mundo, la luz capaz de iluminar a todo hombre (cf. Jn 1,9). La liturgia de la Navidad se llena de luz. La venida de Cristo disipa las tinieblas del mundo, llena la Noche Santa de fulgor celestial y difunde en los rostros de los hombres el resplandor de Dios Padre. También hoy, envueltos con la luz de Cristo, la liturgia de la Navidad nos invita con insistencia a dejarnos iluminar la mente y el corazón por el Dios que ha mostrado el resplandor de su Rostro. El primer prefacio de Navidad proclama: «En el misterio del Verbo encarnado ha aparecido a los ojos de nuestra mente la luz nueva de tu esplendor, para que, conociendo a Dios visiblemente, por medio suyo seamos arrebatados por el amor de las realidades invisibles». En el misterio de la Encarnación de Dios, después de haber hablado y de intervenir en la historia, a través de mensajeros y signos, «se apareció», salió de su luz inaccesible para iluminar al mundo. En la Solemnidad de la Epifanía, el 6 de enero, que celebraremos dentro de pocos días, la Iglesia propone una lectura muy significativa del profeta Isaías: «¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora». (60,1-3). Es una invitación dirigida a la Iglesia, la Comunidad de Cristo, pero también a cada uno de nosotros, a tomar conciencia cada vez más viva de la misión y de la responsabilidad hacia el mundo de testimoniar y llevar la luz nueva del Evangelio. En el comienzo de la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, encontramos las siguientes palabras: «Cristo es la luz de los pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura» (1). El Evangelio es la luz que no se debe ocultar, sino que hay ponerla en la lámpara. La Iglesia no es la luz, sino que recibe la luz de Cristo, la acoge para estar iluminada por ella y para difundirla en todo su esplendor. Y esto también debe suceder en nuestra vida personal. Una vez más cito a San León Magno, quien dijo en la Noche Santa «Reconoce, cristiano, tu dignidad, y hecho partícipe de la naturaleza divina, no quieras nunca más volver a caer en la condición miserable de un tiempo, con una conducta indigna. Recuerda quién es la Cabeza, y de qué Cuerpo eres miembro. Recuerda, que arrebatado del poder de las tinieblas, has sido trasladado a la luz y al Reino de Dios» (Sermón de Navidad 1, 3,2: CCL 138.88). Queridos hermanos y hermanas, la Navidad es detenerse a contemplar el Misterio de Dios que se hace hombre en la humildad y en la pobreza, pero sobre todo acoger, una vez más, nuevamente, en nosotros a ese Niño, que es Cristo Señor, para vivir de su misma vida, para que sus sentimientos, sus pensa-

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mientos y sus acciones, sean nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones. Celebrar la Navidad es, por lo tanto, expresar la alegría, la novedad y la luz que este Nacimiento ha traído a toda nuestra existencia, para que nosotros también podamos ser portadores de la alegría, de la verdadera novedad, de la luz de Dios a los demás. Una vez más, deseo a todos ¡que el tiempo navideño sea bendecido por la presencia de Dios!

Explosión del Amor de Dios CIUDAD DEL VATICANO, 6 enero 2012.- Benedicto XVI recuerda que ¡Cristo es la explosión del Amor de Dios, cuyo corazón inquieto de Padre nos busca y espera, a pesar de nuestro orgullo necio! En la Epifanía - fiesta de la luz – la Iglesia acompaña con la liturgia «la peregrinación de la humanidad hacia Jesucristo, hacia ese Dios que nació en un pesebre, que murió en la cruz y que, resucitado, está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo» (cf. Mt 28,20), reiteró el Papa en su homilía de la Santa Misa de esta solemnidad, en la que confirió a dos sacerdotes la ordenación episcopal, consagrándolos pastores del pueblo de Dios. Queridos hermanos y hermanas: La Epifanía es una fiesta de la luz. «¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!» (Is 60,1). Con estas palabras del profeta Isaías, la Iglesia describe el contenido de la fiesta. Sí, ha venido al mundo aquél que es la luz verdadera, aquél que hace que los hombres sean luz. Él les da el poder de ser hijos de Dios (cf. Jn 1,9.12). Para la liturgia, el camino de los Magos de Oriente es sólo el comienzo de una gran procesión que continúa en la historia. Con estos hombres comienza la peregrinación de la humanidad hacia Jesucristo, hacia ese Dios que nació en un pesebre, que murió en la cruz y que, resucitado, está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20). La Iglesia lee la narración del evangelio de Mateo junto con la visión del profeta Isaías, que hemos escuchado en la primera lectura: el camino de estos hombres es solo un comienzo. Antes habían llegado los pastores, las almas sencillas que estaban más cerca del Dios que se ha hecho niño y que con más facilidad podían «ir allí» (cf. Lc 2, 15) hacia él y reconocerlo como Señor. Ahora, en cambio, también se acercan los sabios de este mundo. Vienen grandes y pequeños, reyes y siervos, hombres de todas las culturas y pueblos. Los hombres de Oriente son los primeros, a través de los siglos les seguirán muchos más. Después de la gran visión de Isaías, la lectura de la carta a los Efesios expresa lo mismo con sobriedad y sencillez: que también los gentiles son coherederos (cf. Ef 3, 6). El salmo 2 lo formula así: «Te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra» (Sal 2,8). Los Magos de Oriente van delante. Inauguran el camino de los pueblos hacia Cristo. Durante esta santa Misa conferiré a dos sacerdotes la ordenación episcopal, los consagraré pastores del pueblo de Dios. Según las palabras de Jesús, ir delante

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del rebaño pertenece a la misión del pastor (cf. Jn 10,4). Por tanto, en estos personajes que, como los primeros de entre los paganos, encontraron el camino hacia Cristo, podemos encontrar tal vez algunas indicaciones para la misión de los obispos, a pesar de las diferencias en las vocaciones y en las tareas. ¿Qué tipo de hombres eran ellos? Los expertos nos dicen que pertenecían a la gran tradición astronómica que se había desarrollado en Mesopotamia a lo largo de los siglos y que todavía era floreciente. Pero esta información no basta por sí sola. Es probable que hubiera muchos astrónomos en la antigua Babilonia, pero sólo estos pocos se encaminaron y siguieron la estrella que habían reconocido como la de la promesa, que muestra el camino hacia el verdadero Rey y Salvador. Podemos decir que eran hombres de ciencia, pero no solo en el sentido de que querían saber muchas cosas: querían algo más. Querían saber cuál es la importancia de ser hombre. Posiblemente habían oído hablar de la profecía del profeta pagano Balaán: «Avanza la constelación de Jacob, y sube el cetro de Israel» (Nm 24,17). Ellos profundizaron en esa promesa. Eran personas con un corazón inquieto, que no se conformaban con lo que es aparente o habitual. Eran hombres en busca de la promesa, en busca de Dios. Y eran hombres vigilantes, capaces de percibir los signos de Dios, su lenguaje callado y perseverante. Pero eran también hombres valientes a la vez que humildes: podemos imaginar las burlas que debieron sufrir por encaminarse hacia el Rey de los Judíos, enfrentándose por eso a grandes dificultades. No consideraban decisivo lo que algunos, incluso personas influyentes e inteligentes, pudieran pensar o decir de ellos. Lo que les importaba era la verdad misma, no la opinión de los hombres. Por eso afrontaron las renuncias y fatigas de un camino largo e inseguro. Su humilde valentía fue la que les permitió postrarse ante un niño de pobre familia y descubrir en él al Rey prometido, cuya búsqueda y reconocimiento había sido el objetivo de su camino exterior e interior. Queridos amigos, en todo esto podemos ver algunas características esenciales del ministerio episcopal. El obispo debe de ser también un hombre de corazón inquieto, que no se conforma con las cosas habituales de este mundo sino que sigue la inquietud del corazón que lo empuja a acercarse interiormente a Dios, a buscar su rostro, a conocerlo mejor para poder amarlo cada vez más. El obispo debe de ser también un hombre de corazón vigilante que perciba el lenguaje callado de Dios y sepa discernir lo verdadero de lo aparente. El obispo debe de estar lleno también de una valiente humildad, que no se interese por lo que la opinión dominante diga de él, sino que sigua como criterio la verdad de Dios, comprometiéndose por ella: «opportune-importune». Debe de ser capaz de ir por delante y señalar el camino. Ha de ir por delante siguiendo a aquel que nos ha precedido a todos, porque es el verdadero pastor, la verdadera estrella de la promesa: Jesucristo. Y debe de tener la humildad de postrarse ante ese Dios que haciéndose tan concreto y sencillo contradice la necedad de nuestro orgullo, que no quiere ver a Dios tan cerca y tan pequeño. Debe de vivir la adoración del Hijo de Dios hecho hombre, aquella adoración que siempre le muestra el camino. La liturgia de la ordenación episcopal recoge lo esencial de este ministerio con ocho preguntas dirigidas a los que van a ser

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consagrados, y que comienzan siempre con la palabra: «Vultis?¿queréis?». Las preguntas orientan a la voluntad mostrándole el camino a seguir. Quisiera aquí mencionar brevemente algunas de las palabras clave de esa orientación, y en las que se concreta lo que poco antes hemos reflexionado sobre los Magos en la fiesta de hoy. La misión de los obispos es «predicare Evangelium Christi», custodire y dirigere, «pauperibus se misericordes praebere» e «indesinenter orare». El anuncio del evangelio de Jesucristo, el ir delante y dirigir, custodiar el patrimonio sagrado de nuestra fe, la misericordia y la caridad hacia los necesitados y pobres, en la que se refleja el amor misericordioso de Dios por nosotros y, en fin, la oración constante son características fundamentales del ministerio episcopal. La oración constante significa no perder nunca el contacto con Dios; sentirlo en la intimidad del corazón y ser así inundados por su luz. Solo el que conoce personalmente a Dios puede guiar a los demás hacia él. Solo el que guía a los hombres hacia Dios, los lleva por el camino de la vida. El corazón inquieto, del que hemos hablado evocando a san Agustín, es el corazón que no se conforma en definitiva con nada que no sea Dios, convirtiéndose así en un corazón que ama. Nuestro corazón está inquieto con relación a Dios y no deja de estarlo aun cuando hoy se busque, con «narcóticos» muy eficaces, liberar al hombre de esta inquietud. Pero no solo estamos inquietos nosotros, los seres humanos, con relación a Dios. El corazón de Dios está inquieto con relación al hombre. Dios nos aguarda. Nos busca. Tampoco él descansa hasta dar con nosotros. El corazón de Dios está inquieto, y por eso se ha puesto en camino hacia nosotros, hacia Belén, hacia el Calvario, desde Jerusalén a Galilea y hasta los confines de la tierra. Dios está inquieto por nosotros, busca personas que se dejen contagiar de su misma inquietud, de su pasión por nosotros. Personas que lleven consigo esa búsqueda que hay en sus corazones y, al mismo tiempo, que dejan que sus corazones sean tocados por la búsqueda de Dios por nosotros. Queridos amigos, esta era la misión de los apóstoles: acoger la inquietud de Dios por el hombre y llevar a Dios mismo a los hombres. Y esta es vuestra misión siguiendo las huellas de los apóstoles: dejaros tocar por la inquietud de Dios, para que el deseo de Dios por el hombre se satisfaga. Los Magos siguieron la estrella. A través del lenguaje de la creación encontraron al Dios de la historia. Ciertamente, el lenguaje de la creación no es suficiente por sí mismo. Solo la

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palabra de Dios, que encontramos en la sagrada Escritura, les podía mostrar definitivamente el camino. Creación y Escritura, razón y fe han de ir juntas para conducirnos al Dios vivo. Se ha discutido mucho sobre qué clase de estrella fue la que guió a los Magos. Se piensa en una conjunción de planetas, en una supernova, es decir, una de esas estrellas muy débiles al principio pero que debido a una explosión interna produce durante un tiempo un inmenso resplandor; en un cometa, y así sucesivamente. Que los científicos sigan discutiéndolo. La gran estrella, la verdadera supernova que nos guía es el mismo Cristo. Él es, por decirlo así, la explosión del amor de Dios, que hace brillar en el mundo el enorme resplandor de su corazón. Y podemos añadir: los Magos de Oriente, de los que habla el evangelio de hoy, así como generalmente los santos, se han convertido ellos mismos poco a poco en constelaciones de Dios, que nos muestran el camino. En todas estas personas, el contacto con la palabra de Dios ha provocado, por decirlo así, una explosión de luz, a través de la cual el resplandor de Dios ilumina nuestro mundo y nos muestra el camino. Los santos son estrellas de Dios, que dejamos que nos guíen hacia aquel que anhela nuestro ser. Queridos amigos, cuando habéis dado vuestro «sí» al sacerdocio y al ministerio episcopal, habéis seguido la estrella Jesucristo. Y ciertamente han brillado también para vosotros estrellas menores, que os han ayudado a no perder el camino. En las letanías de los santos invocamos a todas estas estrellas de Dios, para que brillen siempre para vosotros y os muestren el camino. Al ser ordenados obispos estáis llamados a ser vosotros mismos estrellas de Dios para los hombres, a guiarlos en el camino hacia la verdadera luz, hacia Cristo. Recemos por tanto en este momento a todos los santos para que siempre podáis cumplir vuestra misión mostrando a los hombres la luz de Dios. Amén.

Nueva luz para el que navega sin rumbo CIUDAD DEL VATICANO, 6 enero 2012.- El Papa, en la oración mariana de esta solemnidad de la Epifanía, reiteró que Jesús es el sol surgido en el horizonte de la humanidad, para iluminar la existencia personal de cada uno. ¡Queridos hermanos y hermanas! Celebramos hoy la solemnidad de la Epifanía del Señor. Es una fiesta muy antigua, que tiene su origen en el Oriente cristiano y pone en evidencia el misterio de la manifestación de Jesucristo a todas las gentes, representadas por los Magos que vinieron a adorar al Rey de los Judíos apenas nacido en Belén, como narra el Evangelio de Mateo (cfr 2,1-12). Aquella “luz nueva” que se ha encendido en la noche de Navidad (cfr Prefacio de Navidad I), comienza hoy a resplandecer sobre el mundo, como sugiere la imagen de la estrella, una señal celeste que llamó la atención de los Magos y los guió en su viaje hacia Judea. Todo el periodo de la Navidad y de la Epifanía está caracterizado por el tema de la luz, ligado también al hecho que, en el hemisferio norte, después del solsticio de inverno el día vuelve

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a alargarse con respecto a la noche. Pero, más allá de su posición geográfica, la palabra de Cristo vale para todos los pueblos: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Jn 8,12). Jesús es el sol surgido en el horizonte de la humanidad para iluminar la existencia personal de cada uno de nosotros y para guiarnos todos juntos hacia la meta de nuestra peregrinación, hacia la tierra de la libertad y de la paz, en la que viviremos por siempre en plena comunión con Dios y entre nosotros. El anuncio de este misterio de salvación ha sido confiado por Cristo a su Iglesia. “Ello – escribe san Pablo – ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio” (Ef 3,5-6). La invitación que el profeta Isaías dirigía a la ciudad santa Jerusalén, se puede aplicar a la Iglesia: “¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti ” (Is 60,1-2). Y así: el mundo, con todos sus recursos no es capaz de dar a la humanidad la luz para orientar su camino. Lo comprobamos también en nuestros días : la civilización occidental parece haber perdido la orientación, navega sin rumbo. Pero la Iglesia, gracias a la Palabra de Dios, ve a través de estas nieblas. No posee soluciones técnicas, pero tiene lo mirada dirigida a la meta, y ofrece la luz del Evangelio a todos los hombres de buena voluntad, de cualquier nación y cultura. Es esta también la misión de los Representantes Pontificios ante los Estados y las Organizaciones internacional. Precisamente esta mañana he tenido el gozo de conferir la Ordenación episcopal a dos nuevos Nuncios Apostólicos. Confiamos a la Virgen María su servicio y la obra evangelizadora de toda la Iglesia.

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El testimonio de los padres, clave en la educación en la fe CIUDAD DEL VATICANO, 9 enero 2012.- A las 9,45 de este domingo, fiesta del Bautismo del señor, Benedicto XVI presidió, en la Capilla Sixtina, la misa durante la cual administró el bautismo a dieciséis recién nacidos. Tras la lectura del Evangelio, el papa pronunció la siguiente homilía. ¡Queridos hermanos y hermanas! Es siempre una alegría celebrar esta santa misa con los bautismos de los niños, en la fiesta del Bautismo del Señor. ¡Les saludo a todos con afecto, queridos padres, padrinos y madrinas, y a todos ustedes familiares y amigos! Han venido –lo han dicho en voz alta- para que sus recién nacidos reciban el don de la gracia de Dios, la semilla de la vida eterna. Ustedes padres lo han querido. Han pensado en el bautismo todavía antes de que su niño o su niña fuera dado a luz. Su responsabilidad de padres cristianos les hizo pensar enseguida en el sacramento que marca la entrada en la vida divina, en la comunidad de la Iglesia. Podemos decir que esta ha sido su primera decisión educativa como testimos de la fe hacia sus hijos: ¡la elección es fundamental! La tarea de los padres, ayudados por el padrino y la madrina, es la de educar al hijo o la hija. Educar compromete mucho, a veces es arduo para nuestras capacidades humanas, siempre limitadas. Pero educar se convierte en una maravillosa misión si se la realiza en colaboración con Dios, que es el primer y verdadero educador de cada ser humano. En la primera lectura que hemos escuchado, sacada del libro del profeta Isaías, Dios se dirige a su pueblo justamente como un educador. Advierte a los israelitas del peligro de buscar calmar su sed y su hambre en las fuentes equivocadas: “Por qué –dice- gastáis dinero en lo que no sacia, el salario en lo que no quita el hambre?” (Is 55,2). Dios quiere darnos cosas buenas de beber y comer, cosas que nos sientan bien; mientras que a veces nosotros usamos mal nuestros recursos, los usamos para cosas que no sirven, e incluso son nocivas. Dios quiere darnos sobre todo a Sí mismo y su Palabra: sabe que alejándonos de Él nos encontraremos bien pronto en dificultad, como el hijo pródigo de la parábola, y sobre todo perderemos nuestra dignidad humana. Y por esto nos asegura que Él es misericordia infinita, que sus pensamientos y sus caminos no son como los nuestros –¡para suerte nuestra!- y que podemos siempre volver a Él, a la casa del Padre. Nos asegura pues que si acojemos su Palabra, esta traerá buenos frutos a nuestra vida, como la lluvia que riega la tierra (cfr Is 55,10-11). A esta palabra que el eñor nos ha dirigido mediante el profeta Isaías, hemos respondido con el estribillo del Salmo: “Sacaremos agua con alegría, de las fuentes de la salvación”. Como personas adultas, nos hemos comprometido a acudir a las buenas fuentes, por nuestro bien y el de aquellos que han sido confiados a nuestra responsabilidad, en especial ustedes, queridos padres, padrinos y madrinas, por el bien de estos niños. ¿Y cuáles son “las fuentes de la salvación”? Son la Palabra de Dios y los sacramentos. Los adultos son los primeros que de-

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ben alimentarse de estas fuentes, para poder guiar a los más jóvenes en su crecimiento. Los padres deben dar mucho, pero para poder dar necesitan a su vez recibir, si no se vacían, se secan. Los padres no son la fuente, como tampoco nosotros los sacerdotes somos la fuente: somos más bien como canales, a través de los cuales debe pasar la savia vital del amor de Dios. Si nos separamos de la fuente, seremos los primeros en resentirnos negativamente y no seremos ya capaces de educar a otros. Por esto nos hemos comprometido diciendo: “Sacaremos agua con alegría, de las fuentes de la salvación”. Y vamos ahora a la segunda lectura y al Evangelio. Nos dicen que la primera y principal educación se da mediante el testimonio. El Evangelio nos habla de Juan el Bautista. Juan fue un gran educador de sus discípulos, porque los condujo al encuentro con Jesús, del cual dió testimonio. No se exaltó a sí mismo, no quiso tener a los discípulos atados a sí mismo. Aunque era un gran profeta, su fama era muy grande. Cuando llegó Jesús, dio un paso atrás y le señaló: “Viene tras de mí el que es más fuerte que yo... Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”(Mc 1,7-8). El verdadero educador no ata a las personas a sí, no es posesivo. Quiere que el hijo, o el discípulo, aprenda a conocer la verdad, y establezca con ella una relación personal. El educador realiza su deber hasta el fondo, no hace faltar su presencia atenta y fiel; pero su objetivo es que el educando escuche la voz de la verdad hablar a su corazón y la siga en un camino personal. Volvamos ahora al testimonio. En la segunda lectura, el apóstol Juan escribe: “Es el Espíritu el que da testimonio” (I Jn 5,6). Se refiere al Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, que da testimonio de Jesús, atestiguando que es el Cristo, el Hijo de Dios. Se ve esto también en la escena del bautismo en el río Jordán: el Espíritu Santo desciende sobre Jesús como una paloma para revelar que Él es el Hijo Unigénito del eterno Padre (cfr Mc 1,10). También en su Evangelio Juan subraya este aspecto, allí donde Jesús dice a los discípulos: “Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de la verdad que yo os enviaré y que procede del Padre, él dará testimonio sobre mí. Vosotros mismos seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Jn 15,26-27). Esto es para nosotros confortante en el compromiso de educar en la fe, porque sabemos que no estamos solos y que nuestro testimonio está sostenido por el Espíritu Santo. Es muy importante para vosotros, padres, y también para los

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padrinos y madrinas, creer fuertemente en la presencia y en la acción del Espíritu Santo, invocarlo y acogerlo en vosotros, mediante la oración y los sacramentos. Es Él de hecho el que ilumina la mente, caldea el corazón del educador para que sepa transmitir el conocimiento y el amor de Jesús. La oración es la primera condición para educar, porque orando nos ponemos en disposición de dejar a Dios la iniciativa, de confiarle los hijos, a los que conoce antes y mejor que nosotros, y sabe perfectamente cuál es su verdadero bien. Y, al mismo tiempo, cuando oramos nos ponemos a la escucha de las inspiraciones de Dios para hacer bien nuestra parte, que de todos modos nos corresponde y debemos realizar. Los sacramentos, especialmente la eucaristía y la penitencia, nos permiten realizar la acción educativa en unión con Cristo, en comunión con Él y continuamente renovados por su perdón. La oración y los sacramentos nos obtienen aquella luz de verdad, gracias a la cual podemos ser al mismo tiempo tiernos y fuertes, usar dulzura y firmeza, callar y hablar en el momento adecuado, reprender y corregir en modo justo. Queridos amigos, invoquemos por tanto juntos al Espíritu Santo para que descienda en abundancia sobre estos niños, les consagre a imagen de Jesucristo, y les acompañe siempre en el camino de su vida. Los confiamos a la guía materna de María santísima, para que crezcan en edad, sabiduría y gracia y se conviertan en verdaderos cristianos, testigos fieles y gozosos del amor de Dios. Amén.

Llegar a ser lo que ya somos Tras celebrar esta mañana la Santa Misa el Papa rezó a mediodía la oración mariana del ángelus con los fieles y peregrinos de numerosos países reunidos en la soleada Plaza de San Pedro. Queridos hermanos y hermanas: Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Esta mañana he administrado el Sacramento del Bautismo a dieciséis niños, y por esto deseo proponer una breve reflexión sobre nuestro ser hijos de Dios. Pero, ante todo, partamos de nuestro ser sencillamente hijos: ésta es la condición fundamental que nos une a todos. No todos somos padres, pero todos seguramente somos hijos. Venir al mundo jamás es una elección, no se nos pide antes si queremos nacer. Pero durante la vida, podemos madurar una actitud libre con respecto a la misma vida: podemos acogerla como un don y, en cierto sentido, “llegar a ser” lo que ya somos: convertirnos en hijos. Este pasaje marca un cambio de madurez en nuestro ser y en la relación con nuestros padres, que se llena de reconocimiento. Es un pasaje que también nos hace capaces de ser, a nuestra vez, padres, no biológicamente, sino moralmente. También con respecto a Dios todos somos hijos. Dios está en el origen de la existencia de toda criatura, y es Padre de modo singular de cada ser humano: tiene con él o con ella una relación única, personal. Cada uno de nosotros es querido, es amado por Dios. Y también en esta relación con Dios nosotros podemos, por decirlo de alguna manera, “renacer”, es decir,

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convertirnos en lo que somos. Esto sucede mediante la fe, mediante un “sí” profundo y personal a Dios como origen y fundamento de nuestra existencia. Con este “sí” yo acojo la vida como don del Padre que está en los Cielos, un Padre que no veo pero en el que creo y que siento en lo profundo del corazón que es mi Padre y el de todos mis hermanos en la humanidad, un Padre inmensamente bueno y fiel. ¿Sobre qué se basa esta fe en Dios Padre? Se basa en Jesucristo: su persona y su historia nos revelan al Padre, nos lo dan a conocer, en la medida de lo posible en este mundo. Creer que Jesús es Cristo, el Hijo de Dios, permite “renacer desde lo alto”, es decir de Dios, que es Amor (Cfr. Jn 3, 3). Tengamos una vez más presente que ninguno se hace hombre, hemos nacido sin nuestra propia intervención, el pasivo de ser nacidos precede el activo de nuestro obrar, lo mismo también en el nivel del ser cristianos, nadie puede hacerse cristiano sólo por su propia voluntad, si bien ser cristiano es un don que precede nuestro obrar, debemos ser renacidos en un nuevo nacimiento. San Juan dice: “A todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios” (Jn 1, 12). Éste es el sentido del sacramento del Bautismo, el Bautismo es este nuevo nacimiento que precede nuestro obrar, con nuestra fe podemos salir al encuentro de Cristo, pero sólo Él puede hacernos cristianos y dar a nuestra voluntad, a nuestro deseo, la respuesta, la dignidad, el poder de llegar a ser hijos de Dios que por nuestra parte no tenemos. Queridos amigos, este domingo del Bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad. Demos gracias a Dios por este gran misterio, que es fuente de regeneración para la Iglesia y para el mundo entero. Dios se ha hecho hijo del hombre, para que el hombre llegue a ser hijos de Dios. Renovemos por tanto la alegría de ser hijos: como hombres y como cristianos. Nacidos y renacidos a una nueva existencia divina. Nacidos del amor de un padre y de una madre, y renacidos del amor de Dios, mediante el Bautismo. A la Virgen María, Madre de Cristo y de todos aquellos que creen en Él, pidámosle que nos ayude a vivir realmente como hijos de Dios, no con las palabras, no sólo con palabras, sino con los hechos. Escribe también san Juan: “Éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó” (1 Jn 3, 23).

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Un mundo donde reine la Paz CIUDAD DEL VATICANO, 9 enero 2012.- Esta mañana, en la Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano, Benedicto XVI pronunció su discurso anual a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. El Papa fue saludado en primer lugar por el decano del Cuerpo, el embajador Alejandro Emilio Valladares Lanza, de Honduras y recibió las felicitaciones de todos los embajadores a través del vice-decano el embajador Jean-Claude Michel del Principado de Mónaco. Actualmente la Santa Sede tiene relaciones diplomáticas plenas con 179 países, a los que hay que añadir la Unión Europea y la Soberana Orden Militar de Malta y una misión con carácter especial: la Oficina de la Organización para la Liberación de Palestina. Por lo que se refiere a las Organizaciones Internacionales, la Santa Sede está presente en la ONU en calidad de "Estado observador" y es además miembro de 7 Organizaciones o Agencias del Sistema ONU, observador en otras 8 y miembro u observador en 5 Organizaciones regionales. A continuación les ofrecemos extractos del discurso del Santo Padre: "A través de vosotros, extiendo mi felicitación a todas las naciones que representáis, y con las que la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas. El año pasado tuvimos la alegría de que Malasia se uniera a esta comunidad (...) Los Acuerdos aprobados en el 2011 con Azerbaiyán, Montenegro y Mozambique, son signos de la cooperación entre la Iglesia católica y los Estados (...) Asimismo, la Santa Sede desea entablar un diálogo fructífero con los Organismos internacionales y regionales, señalando a este respecto con satisfacción que los países miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) han acogido el nombramiento de un Nuncio Apostólico acreditado ante esa organización. No puedo dejar de mencionar que, al menos desde el pasado diciembre, la Santa Sede ha reforzado su larga colaboración con la Organización Internacional para las Migraciones, convirtiéndose en miembro de pleno derecho". "Deseo en fin saludar a Sudán del Sur que, en el pasado mes de julio, se ha constituido como Estado soberano. Me alegro de que este paso se haya dado de modo pacífico. Por desgracia, en los últimos meses se han sucedido tensiones y enfrentamientos, y deseo que todos unan sus esfuerzos para que las poblaciones de Sudán y Sudán del Sur alcancen un período de paz, libertad y desarrollo". "El encuentro de hoy se desarrolla tradicionalmente al final de las fiestas de Navidad, en las que la Iglesia celebra la venida del Salvador. Él viene en la obscuridad de la noche, y por tanto su presencia es fuente inmediata de luz y alegría (...) Realmente, el mundo está en la oscuridad allí donde el hombre no reconoce ya su vínculo con el Creador, poniendo en peligro asimismo su relación con las demás criaturas y con la creación misma. El momento actual está marcado lamentablemente por un profundo malestar y por diversas crisis: económicas, políticas y sociales, que son su expresión dramática".

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"En este sentido, no puedo dejar de mencionar ante todo las graves y preocupantes consecuencias de la crisis económica y financiera mundial. Ésta no solo ha golpeado a las familias y empresas de los países económicamente más avanzados, en los que ha tenido su origen, creando una situación en la que muchos, sobre todo jóvenes, se han sentido desorientados y frustrados en sus aspiraciones de un futuro sereno, sino que ha marcado también profundamente la vida de los países en vías de desarrollo. No nos debemos desanimar sino reemprender con decisión nuestro camino, con nuevas formas de compromiso. La crisis puede y debe ser un acicate para reflexionar sobre la existencia humana y la importancia de su dimensión ética, antes que sobre los mecanismos que gobiernan la vida económica: no solo para intentar encauzar las partes individuales o las economías nacionales, sino para dar nuevas reglas que aseguren a todos la posibilidad de vivir dignamente y desarrollar sus capacidades en bien de toda la comunidad". "Los efectos de la situación actual de incertidumbre afectan de modo particular a los jóvenes. Su malestar ha sido la causa de los fermentos que en los últimos meses han golpeado, a veces duramente, diversas regiones. Me refiero sobre todo a África del Norte y a Medio Oriente, donde los jóvenes que, al igual que otros, sufren la pobreza y el desempleo y temen la falta de expectativas seguras, han puesto en marcha lo que se ha convertido en un vasto movimiento de reivindicación de reformas y de participación más activa en la vida política y social (...)A pesar del optimismo inicial, se abre paso el reconocimiento de las dificultades de este momento de transición y cambio (...) El respeto de la persona debe estar en el centro de las instituciones y las leyes, debe contribuir a acabar con la violencia y prevenir el riesgo de que la debida atención a las demandas de los ciudadanos y la necesaria solidaridad social se transformen en meros instrumentos para conservar o conquistar el poder. Invito a la comunidad internacional a dialogar con los actores de los procesos en marcha, en el respeto de los pueblos y siendo conscientes de que la construcción de sociedades estables y reconciliadas, que se oponen a toda discriminación injusta, en particular de orden religioso, constituye un horizonte que es más amplio y va más allá de las simples elecciones". "Siento una gran preocupación por la población de los países que sufren todavía tensiones y violencias, en particular Siria, en la que espero se ponga rápidamente fin al derramamiento de sangre y se inicie un diálogo fructífero entre los actores políticos, favorecido por la presencia de observadores independientes. En Tierra Santa, donde las tensiones entre palestinos e israelitas repercuten en el equilibrio de todo el Medio Oriente, es necesario que los responsables de estos dos pueblos adopten decisiones valerosas y clarividentes en favor de la paz. He

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sabido con agrado que, gracias a una iniciativa del reino de Jordania, el diálogo se ha retomado. Espero que continúe hasta que se llegue a una paz duradera, que garantice el derecho de los dos pueblos a vivir con seguridad y en Estados soberanos, dentro de unas fronteras definidas y reconocidas internacionalmente. (...)Sigo también con gran atención la marcha de los acontecimientos en Irak, deplorando los atentados que han causado recientemente la pérdida de numerosas vidas humanas, y animo a sus autoridades a proseguir con firmeza por el camino de una plena reconciliación nacional". "La educación es un tema crucial para todas las generaciones, ya que de ella depende tanto el sano desarrollo de cada persona como el futuro de toda la sociedad (...) Además de un objetivo claro, que es el que los jóvenes conozcan plenamente la realidad y por tanto la verdad, la educación necesita de lugares. El primero es la familia, fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer. No se trata de una simple convención social, sino más bien de la célula fundamental de toda la sociedad. Consecuentemente, las políticas que suponen un ataque a la familia amenazan la dignidad humana y el porvenir mismo de la humanidad (...) Se necesitan políticas que valoricen y favorezcan la cohesión social y el diálogo. En la familia la persona se abre al mundo y a la vida (...) En este contexto de apertura a la vida, he recibido con satisfacción la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que prohíbe patentar los procedimientos que utilicen células madre embrionarias humanas, así como la resolución de la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, que condena la selección prenatal del sexo. De forma más genérica, y mirando sobre todo al mundo occidental, estoy convencido de que las medidas legislativas que tantas veces no solo permiten sino que favorecen el aborto, ya sea por motivos de conveniencia o por razones médicas discutibles, se oponen a la educación de los jóvenes y por tanto al futuro de la humanidad". "Un papel igualmente esencial para el desarrollo de la persona corresponde a las instituciones educativas (...) Es necesario realizar políticas de formación que hagan accesible a todos la educación escolar y que, además de promover el desarrollo cognitivo de la persona, se haga cargo del crecimiento armonioso de la personalidad, incluyendo su apertura al Transcendente. La Iglesia católica se ha mostrado siempre particularmente activa en el área de las instituciones escolares y académicas, cumpliendo una apreciable labor al lado de las instituciones estatales. Deseo por tanto que esta contribución sea reconocida y valorada también por las legislaciones nacionales". "A este respecto, se comprende que una labor educativa eficaz requiera igualmente el respeto de la libertad religiosa. Ésta se caracteriza por una dimensión individual, así como por una dimensión colectiva y una dimensión institucional. Se trata del primer derecho del hombre, porque expresa la realidad más fundamental de la persona. Este derecho, con demasiada frecuencia y por distintos motivos, se sigue limitando y violando. Al tratar este tema no puedo dejar de honrar la memoria del ministro paquistaní Shahbaz Bhatti, cuyo combate infatigable por los derechos de las minorías culminó con su trágica muerte". "Desgraciadamente no se trata de un caso aislado. En muchos países, los cristianos son privados de sus derechos fun-

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damentales y marginados de la vida pública; en otros, sufren ataques violentos contra sus iglesias y sus casas (...) En otras partes del mundo, se constatan políticas orientadas a marginar el papel de la religión en la vida social, como si fuera causa de intolerancia, en lugar de contribuir de modo apreciable a la educación en el respeto de la dignidad humana, la justicia y la paz. Asimismo, el terrorismo con motivaciones religiosas se ha cobrado el pasado año numerosas víctimas, sobre todo en Asia y África (...) La religión no puede ser utilizada como pretexto para eludir las reglas de la justicia y del derecho en favor del "bien" que ella misma persigue". "Quisiera mencionar también algunos signos alentadores en el ámbito de la libertad religiosa. Me refiero a la modificación legislativa gracias a la cual la personalidad jurídica pública de las minorías religiosas ha sido reconocida en Georgia; pienso también en la sentencia de la Corte Europea de los Derechos Humanos a favor de la presencia del crucifijo en las aulas de las escuelas italianas (...) Espero que Italia sigua apostando por una relación equilibrada entre la Iglesia y el Estado, constituyendo así un ejemplo que las otras naciones puedan mirar con respeto e interés". "En el continente africano (...) es esencial que la colaboración entre las comunidades cristianas y los gobiernos permita abrir un camino de justicia, paz y reconciliación, donde los miembros de todas las etnias y religiones sean respetados. Es doloroso constatar que, en distintos países del continente, este objetivo está todavía muy lejano. Me refiero de modo particular al aumento de la violencia en Nigeria (...) a las secuelas de la guerra civil en Costa de Marfil, a la persistente inestabilidad de la Región de los Grandes Lagos y a la urgencia humanitaria en los países del Cuerno del África. Pido una vez más a la Comunidad internacional su ayuda solícita para encontrar una solución a la crisis que después de tantos años perdura en Somalia". "Por último, quiero hacer hincapié en que una educación correctamente entendida debe favorecer el respeto a la creación. No se pueden olvidar las graves calamidades naturales que, a lo largo del 2011, han afectado a distintas regiones del Sudeste asiático y los desastres ecológicos como el de la central nuclear de Fukushima en Japón. La salvaguarda del medio ambiente, la sinergia entre la lucha contra la pobreza y el cambio climático constituyen ámbitos importantes para la promoción del desarrollo humano integral. Por consiguiente, deseo que después de la 17ª sesión de la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se ha concluido recientemente en Durban, la Comunidad internacional, como una auténtica "familia de naciones" y, por tanto, con un gran sentido de solidariedad y responsabilidad hacia las generaciones presentes y futuras, se prepare para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible ("Río + 20"). "Animada por la certeza de la fe, la Santa Sede sigue ofreciendo su aportación a la Comunidad internacional, según la doble intención que el Concilio Vaticano II -del que este año se celebra el 50 aniversario - ha definido claramente: proclamar la altísima vocación del hombre y la divina semilla que en él está presente, y ofrecer al género humano una sincera colaboración para lograr la fraternidad universal que responda a esa vocación".

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La oración de Jesús en la Eucaristía CIUDAD DEL VATICANO, 11 enero 2012.- A las 10,30 de la mañana Benedicto XVI celebró su tradicional encuentro para la Audiencia General, en el Aula Pablo VI del Vaticano. En esta ocasión la Catequesis de Su Santidad ha sido dedicada a la oración de Jesús en la Última Cena, con la institución del sacramento de la Eucaristía. Queridos hermanos y hermanas, en nuestro camino de reflexión sobre la oración de Jesús, presentada en los Evangelios, hoy quisiera meditar sobre el momento, particularmente solemne, de la oración en la Última Cena. La escena temporal y emocional del banquete en el que Cristo se despide de sus amigos, esta marcada por la inminencia de su muerte, que Él siente ya muy cerca. Desde hacía mucho tiempo, Jesús había hablado de su pasión, tratando también de implicar cada vez más a sus discípulos en esta perspectiva. El Evangelio de Marcos nos dice que desde el inicio de su viaje a Jerusalén, en los pueblos de la lejana Cesarea de Filipo, Jesús había empezado “a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días” (Mc 8,31). Además, precisamente en los días en que se estaba preparando para despedirse de los discípulos, la vida de la gente del pueblo estaba marcada por la proximidad de la Pascua, es decir, en recuerdo de la liberación de Israel de Egipto. Esta liberación, experimentada en el pasado y esperada de nuevo en el presente y para el futuro, se hacía viva en las celebraciones familiares de la Pascua. La Última Cena se inserta en este contexto, pero con una novedad de fondo. Jesús mira a su Pasión, Muerte y Resurrección, siendo plenamente consciente de ello. Él quiere vivir esta Cena con sus discípulos, con un carácter totalmente especial y diferente a los otros banquetes; es Su Cena, en la cual trae Algo totalmente nuevo: Él mismo. De esta manera, Jesús celebra su Pascua, que anticipan su Cruz y su Resurrección. Esta novedad se pone en evidencia en la cronología de la Última Cena en el Evangelio de San Juan, que no la describe como la cena pascual, porque Jesús quiere marcar el comienzo de algo nuevo, celebrar su Pascua, relacionada con los acontecimientos del Éxodo. Y para Juan, Jesús murió en la cruz en el momento mismo en que, en el templo de Jerusalén, los corderos de la Pascua venían sacrificados. ¿Cuál es entonces la esencia de esta cena? Son los gestos de la fracción del pan, de su distribución a los suyos, y el compartir el cáliz de vino con las palabras que los acompañan, y en el contexto de oración en los que se colocan: es la institución de la Eucaristía, que es la gran oración de Jesús y de la Iglesia. Pero veamos más de cerca este momento. En primer lugar, las tradiciones del Nuevo Testamento de la institución de la Eucaristía (cf. 1 Co 11:23-25??, Lc 22, 14-20, Marcos 14:22-25, Mateo 26:26-29), indican que la oración que introduce los gestos y las palabras de Jesús sobre el pan y el vino, usan dos verbos paralelos y complementarios. Pablo y Lucas hablan de la Eucaristía / acción de gracias: “tomó el pan,

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dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos” dice Lucas (Lc 22,19). Marcos y Mateo, en cambio, subrayan el aspecto: “Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos” (Mc 14:22). Los dos términos griegos eucaristeìn y eulogein se refieren a la berakha judía, es decir, a la gran oración de acción de gracias y bendición de la tradición de Israel, que inauguraba las grandes fiestas. Las dos distintas palabras griegas indican las dos direcciones intrínsecas y complementarias de esta oración. La berakha, de hecho, es ante todo acción de gracias y alabanza que se eleva a Dios por el don recibido: en la Última Cena de Jesús, se trata del pan -elaborado del trigo que Dios hace germinar y crece de la tierra - y del vino producido a partir del fruto de la vid madurada. Esta oración de alabanza y acción de gracias, que se eleva a Dios, vuelve como una bendición, que desciende de Dios sobre el don y lo enriquece. Dar gracias, alabar a Dios se convierte así en bendición, y la ofrenda dada a Dios vuelve al hombre bendecida por el Omnipotente. Las palabras de la institución de la Eucaristía se ubican en este contexto de oración; en ellas la alabanza y la bendición de la berakha se convierten en bendición y transformación del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Jesús. Antes de las palabras de la institución vienen los gestos: el de partir el pan y el de ofrecer el vino. Quien parte el pan y pasa el cáliz es el cabeza de familia, que acoge en la mesa a los familiares, pero estos gestos son también de hospitalidad, de acogida a la comunión del convite del extranjero que no forma parte de la casa. Estos mismos gestos, en la cena con la que Jesús se despide de los suyos, adquieren una profundidad totalmente nueva: Él ofrece un signo visible de la acogida a la mesa en la que Dios se dona. Jesús en el pan y en el vino se ofrece y se comunica a Sí mismo. ¿Pero como puede llevarse a cabo todo esto? ¿Cómo puede Jesús, en aquel momento ofrecerse a sí mismo? Jesús sabe que perderá la vida a través del suplicio de la cruz, la pena capital de los hombres que no son libres, la que Cicerón definía la mors turpissima crucis. Con el don del pan y del vino que ofrece en la Última Cena, Jesús anticipa su muerte y resurrección llevando a cabo lo que había dicho durante el discurso del Buen Pastor: “El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que

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recibí de mi Padre». (Jn 10, 17-18). Por lo tanto Él ofrece de antemano la vida que le será quitada y de esta forma transforma su muerte violenta en un acto libre de donación de sí mismo por los demás y para los demás. La violencia sufrida se transforma en un sacrificio activo, libre y redentor. Una vez más en la oración, iniciada según las formas rituales de la tradición bíblica, Jesús muestra su identidad y la determinación para cumplir hasta el final su misión de amor total, de ofrecimiento en obediencia a la voluntad del Padre. La profunda originalidad de la donación de sí mismo a los suyos, a través del memorial eucarístico, es el culmen de la oración que distingue la cena de adiós con los suyos. Contemplando los gestos y las palabras de Jesús esa noche, vemos claramente que la relación íntima y constante con el Padre es el lugar en el que Él realiza el gesto de dejar a los suyos, y a cada uno de nosotros, el Sacramento del amor, el «Sacramentum caritatis». En el Cenáculo, en dos ocasiones resuenan las palabras: “Hagan esto en memoria mía” (1Cor 11,24.25). Con el don de sí mismo, Él celebra su Pascua, convirtiéndose en el verdadero Cordero que hace que se cumpla todo el culto antiguo. Por esta razón San Pablo hablando a los cristianos de Corinto afirma: «Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Celebremos, entonces, nuestra Pascua,... con los panes sin levadura de la pureza y la verdad » (1 Cor 5,7-8). El evangelista Lucas ha conservado un ulterior elemento precioso de los acontecimientos de la Última cena, que nos permite observar la conmovedora profundidad de la oración de Jesús por los suyos aquella noche, la atención individual. Partiendo de la oración de agradecimiento y de bendición, Jesús alcanza el don eucarístico, el don de Sí mismo, y mientras dona la realidad sacramental decisiva, se dirige a Pedro. Al final de la cena le dice: «Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos». (Lc 22,31-32). La oración de Jesús, cuando se acerca la prueba también para sus discípulos, sostiene su debilidad, su incapacidad de comprender que el camino de Dios pasa por el Misterio pascual de muerte y resurrección, anticipado en la oferta del pan y del vino. La Eucaristía es alimento de los peregrinos que también se convierte en fuerza para quien está cansado, extenuado y desorientado. Y particularmente la oración es para Pedro, porque, una vez convertido, confirme a los hermanos en la fe. El evangelista Lucas recuerda que precisamente fue la mirada de Jesús la que buscó el rostro de Pedro en el momento en el que había terminado de negarle tres veces, para darle la fuerza de retomar el camino tras de Él: «En ese momento, dice San Lucas, cuando todavía estaba hablando Pedro, cantó el gallo. El Señor, dándose vuelta, miró Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho» (Lc 22,60-61). Queridos hermanos y hermanas, participando en la Eucaristía, vivimos de forma extraordinaria la oración de Jesús pronunció y continua haciendo por cada uno de nosotros para que el mal, que todos encontramos en la vida, no pueda vencer y actúe en nosotros la fuerza transformadora de la muerte y resurrección de Cristo. En la Eucaristía, la Iglesia responde al mandamiento de Jesús: « Hagan esto en memoria mía». (Lc 22,19; cfr 1Cor 11, 24-26); repite la oración de gracias y de

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bendición y, con esta, las palabras de la transustanciación del pan y del vino en Cuerpo y Sangre del Señor. Nuestras Eucaristías son un ser atraído en ese momento de oración, una anexión siempre de nuevo a la oración de Jesús. Desde el principio, la Iglesia ha entendido las palabras de consagración como parte de la oración hecha junto a Jesús; como parte central de la alabanza llena de gratitud, a través de la cual, el fruto de la tierra y del trabajo del hombre nos viene nuevamente donada por Dios como cuerpo y sangre de Jesús, como auto donación de Dios mismo en el amor acogedor del Hijo (Jesús de Nazaret, II, Pág. 146). Participando en la Eucaristía, alimentándonos de la Carne y la Sangre del Hijo de Dios, unimos nuestra oración y la del Cordero Pascual en su noche suprema, para que nuestra vida no se pierda, a pesar de nuestra debilidad y nuestras infidelidades, sino que sea transformada. Queridos amigos, pidamos al Señor que, tras habernos preparado adecuadamente, también con el Sacramento de la Penitencia, nuestra participación en su Eucaristía, indispensable para la vida cristiana, sea siempre el punto más alto de nuestra oración. Pidamos que, unidos profundamente en su mismo ofrecimiento al Padre, podamos también nosotros transformar nuestras cruces en sacrificio, libre y responsable, de amor a Dios y a los hermanos. Gracias

Malabaristas, equilibristas y payasos presentes esta mañana en el Aula Pablo VI del Vaticano. El personal y los dirigentes de diversos circos que en estos días se encuentran en Roma para ofrecer sus espectáculos quisieron participar en la Audiencia General y tras la catequesis del Papa un grupo de circenses con vestidos multicolores dio vida a un breve espectáculo ante el Papa Benedicto XVI que los saludó y agradeció por su presencia, y ante los miles de fieles y peregrinos presentes para escuchar la catequesis del Sucesor de Pedro que pudieron admirar la pericia de los miembros de circos como Medrano, l’Acquatico y el de Rony Roller.

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Dos bendiciones de Dios en 48 horas La Fraternidad Monástica de la Paz, en el alborear de este año de Gracia 2012 ha vivido dos días con una sola "alma". Fueron el martes, 3 de Enero, con la ordenación sacerdotal del Hermano Jacob, y el jueves 5, con la profesión temporal de la Hermana María de los Reyes. Al filo de las 8 de la tarde del miércoles 4, el hermano Jacob concelebraba por primera vez con el padre Alberto María y sus dos hermanos hieromonjes la Eucaristía ordinaria del Monasterio, plena de silencio contemplativo y Presencia de Dios. Pero la fuente de esta buena nueva había manado el día anterior, a la sombra blanca de San Serafím de Sarov (17541833), cuya memoria celebrábamos. Hacia las 6.30 de la tarde llegaba Don Rafael Palmero, Obispo diocesano, con Eloy Martín, recién nombrado su secretario. Además del Padre Alberto María, Prior General, y de los otros dos hieromonjes de la Fraternidad, los hermanos José y Lázaro, también concelebraron, Francisco Conesa, Vicario general y Ramón Egío, párroco de la Concatedral. Damián Luis Abad, del Secretariado de Liturgia ofició de maestro de ceremonias. Llenaban la iglesia de Santa María de la Paz, que estrenaba ornato en la parte inferior de las paredes, los hermanos laicos y allegados del Monasterio, y los familiares del hermano Jacob. En las semanas anteriores, los monjes y monjas de la Fraternidad habíamos completado la pintura mural bizantina de la iglesia "tejiendo" unas cortinas blancas en el amplio zócalo en los muros de la nave central del templo. En su homilía, Don Rafael se refirió al ministerio sacerdotal vivido en el seno de la vida monástica. Bebió ampliamente del magisterio del Papa Benedicto XVI además de textos escogidos de San Juan Crisóstomo. En el ágape fraterno posterior, el hermano Jacob tomó la palabra para compartir con todos en pocas palabras lo que el sacerdocio significa para la Fraternidad.

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Dos días después, el jueves 5, una de las hermanas fue el epicentro de la bendición de Dios para la Fraternidad. La hermana María de los Reyes emitió su profesión temporal, recibiendo este nombre nuevo como signo y semilla de la nueva vida a que el Señor la ha llamado junto a todos nosotros. Fue al filo de la 1 del mediodía en la iglesia madre de la Fraternidad, Santa María de la Paz. Sólo había pasado 41 horas de la ordenación sacerdotal del hermano Jacob... en el mismo lugar. Fue ocasión, en la "intimidad con Dios" de nuestra familia de fe, para renovar interior y gozosamente nuestra propia consagración, dando gracias a Dios por la obra nueva que ha realizado en cada uno a lo largo de estos años. Y con la alegría añadida de ver nuevos rostros entre los hermanos laicos presentes. Una vez recibidos los signos de consagración -túnica blanca, manto, cruz pectoral, tchotki (rosario de Jesús) e icono- y previamente pronunciados con voz clara los votos de castidad, pobreza y obediencia, la nueva profesa escuchó de labios del Padre Prior el nombre por el que responderá "de hoy en adelante". Después continuó la eucaristía con la proclamación de la Palabra de Dios y la homilía de nuestro P. Prior General que, entre otras muchas cosas, dijo: «El monje entra a formar parte del coro de los ángeles, según la tradición. Su oración se suma a la oración de los santos y de los ángeles en el cielo. Necesitamos, pues, tomar conciencia de ello cada día [...] y reconocer cada día que nuestra vida está ligada a Dios por un lazo indisoluble [...] que nos une a Dios de manera determinante y para siempre. Que nos une y nos permite vivir con los ángeles en el Reino de Dios, mientras estamos todavía aquí en la tierra. Que nos permiten descubrir cada día la mirada de Dios sobre nosotros y el cuidado que Dios tiene de cada uno de nosotros [...] Nuestra hermana de manera especial ha pasado a ser de Dios [...] para siempre, por toda la eternidad, por toda la vida, más allá de la muerte, por todo el tiempo que el hombre pasa con Dios en la tierra y en el cielo y ese sí es definitivo no cabe un sí distinto, no cabe un movimiento, no cabe un cambio...»

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Pastoral adecuada para los emigrantes y refugiados CIUDAD DEL VATICANO, 10 enero 2012 .- La revista mensual "Migranti press" ha publicado en su último número un artículo del arzobispo Antonio María Vegliò, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, con motivo de la celebración, el próximo domingo, 15 de enero, de la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado, cuyo tema este año es "Migraciones y nueva evangelización". En el texto de "Migranti press", el arzobispo recuerda que el fenómeno migratorio, que comporta una mezcla de personas y pueblos, con sus diversas características sociales, culturales y religiosas es "un proceso que abre caminos únicos para la evangelización porque brinda a las comunidades cristianas la ocasión de dar testimonio de Jesucristo, sobre todo a través del diálogo respetuoso y el testimonio concreto de la solidaridad". Asimismo "los emigrantes también pueden despertar a la conciencia cristiana adormecida llamando a una vida cristiana más coherente". De ahí que el mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado "invite a prestar una pastoral adecuada a los emigrantes de modo que se mantengan firmes en la fe, coherentes en su vida cristiana y fuertes testigos del Evangelio, para convertirse ellos mismos en anunciadores del kerygma evangélico". El prelado escribe que en el mismo documento el Papa subraya que "los medios de comunicación, por su impacto inmediato en la opinión pública, deben facilitar una información amplia y correcta, evitando terminologías demagógicas que perjudican a los que se ven obligados a la emigración. Su contribución es necesaria para sensibilizar a la sociedad a las nuevas situaciones y a los casos de violación de los derechos de los refugiados".

www.ciudaddelapaz.org Programa del viaje del Papa a México y Cuba CIUDAD DEL VATICANO, 3 enero 2012.-Las Conferencias Episcopales de México y Cuba hicieron públicas ayer sendas notas de prensa en las que dan a conocer el programa de la próxima visita del Papa Benedicto XVI a sus países, del 23 al 28 de marzo de 2012. El Santo Padre anunció su deseo de emprender un viaje apostólico por tierras mexicanas y cubanas durante la celebración en honor a Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América Latina, que tuvo lugar el pasado 12 de diciembre en la Basílica de San Pedro. La nota de la Conferencia Episcopal de México señala que el Papa llegará al aeropuerto de León (Estado de Guanajuato) la tarde del viernes 23 de marzo. Será recibido por el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa, por miembros de la Conferencia Episcopal y por el arzobispo de León, José Guadalupe Martín. Durante su estancia, se hospedará en la residencia de las religiosas del Colegio Miraflores de León. El sábado 24, el Pontífice se trasladará a la Casa del Conde Rul -en la ciudad de Guanajuato-, sede de la Representación del Gobierno del Estado, para mantener un encuentro oficial con el presidente Calderón. Seguidamente, saludará y bendecirá a los niños y fieles que se reunirán en la Plaza de la Paz. El domingo 25 por la mañana, Benedicto XVI presidirá la Santa Misa en el Parque Bicentenario del municipio de Silao, al pie del Cerro del Cubilete, cuya cima está coronada por una estatua de Cristo Rey. A continuación, se encontrará con repre-

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sentantes de los fieles de las 91 diócesis de México. Por la tarde, el Santo Padre rezará las Vísperas en la Catedral de León junto a los obispos mexicanos y representantes de los demás episcopados de América Latina y del Caribe, a quienes dirigirá un mensaje. El 26 de marzo por la mañana, el Papa se trasladará al aeropuerto de León y, tras la despedida oficial de las autoridades civiles y religiosas, partirá hacia Cuba. Por su parte, la Conferencia de los Obispos Católicos de Cuba hace saber que el Papa llegará a primera hora de la tarde del día 26 a Santiago de Cuba, donde será recibido por el presidente, Raúl Castro, por la Conferencia Episcopal y por el Arzobispo de la ciudad, Dionisio García Ibáñez. Seguidamente, se trasladará en automóvil panorámico a la Plaza de la Revolución para celebrar la Santa Misa en la solemnidad de la Anunciación de la Virgen María. Al término, el Pontífice se dirigirá a la ciudad minera de El Cobre, donde se hospedará en la residencia para sacerdotes. Durante la mañana del martes 27, Benedicto XVI realizará una visita privada al santuario de la Virgen de la Caridad, para orar ante la imagen de la patrona de Cuba. Luego partirá desde el aeropuerto de Santiago para viajar a La Habana, adonde llegará hacia el mediodía; será acogido por el arzobispo de la capital, cardenal Jaime Ortega Alamino, y otras autoridades religiosas y civiles. Por la tarde, el Pontífice mantendrá un encuentro oficial con el presidente Castro; y se reunirá con todos los obispos cubanos en la Nunciatura Apostólica. En las horas de la mañana del miércoles 28, el Papa presidirá la Santa Misa en la Plaza de la Revolución "José Martí". A primera hora de la tarde, se trasladará en automóvil panorámico al aeropuerto de La Habana desde donde, después de la despedida oficial, emprenderá el viaje de regreso a Roma.

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En Europa los más religiosos son los más felices Pamplona.- ¿La fe y la práctica religiosa tienen algo que ver con la felicidad de los europeos, o no? Esta es la pregunta a la que buscaron responder -según informa la agencia española “Religión en Libertad”- dos estudiosos de la Universidad de Navarra, Alejo José G. Sison y Juncal Cuñado, haciendo referencia a tres bloques de datos proporcionados en los años 2002, 2003, 2004 y 2006 por la European Social Survey, de la que participaron 114 019 personas en 24 países. Estas fuentes ofrecen información sobre características personales, como género, edad, ingresos, salud general, estado civil, actividad principal, cantidad de hijos y nivel de instrucción de cada una de las personas examinadas. Como indicadores religiosos, se eligieron dos grupos de variables. Un primer grupo, el de la “fe religiosa”, incluía preguntas como: “¿Pertenece a una religión en particular?” (sí o no), “¿Qué religión o denominación religiosa es la suya?” (católicos, protestantes, ortodoxos, otras denominaciones cristianas, hebreos, musulmanes, religiones orientales y otras religiones no cristianas); y luego, “¿Cuán religioso es?” (marcando en una escala de 0 a 9, donde 0 equivalía a “para nada religioso” y 9 a “muy religioso”). Un segundo grupo de preguntas se centraba en la práctica religiosa, y consistía en estas preguntas: “¿Con qué frecuencia asiste a celebraciones religiosas, sin contar las ocasiones especiales?”; las respuestas en este caso podían ir desde “todos los días” hasta “con poca frecuencia” o “nunca”, pasando por “varias veces en la semana”, “una vez por semana”, “al menos una vez al mes”, “solo en las fiestas especiales”. Como a menudo sucede en la mayoría de los estudios sobre economía y felicidad, los investigadores utilizaron la pregunta: “¿Cuán feliz es?”, a la que los interrogados podían responder sobre una escala de 1 (no soy feliz) a 10 (completamente feliz). En promedio, la felicidad en 24 países europeos tiene un valor medio de 7,25, pero con grandes diferencias que van desde el 5,54 en Ucrania al 8,32 en Dinamarca. Los estudiosos hallaron diferencias significativas en las variables religiosas. Los países con la proporción más baja de individuos que pertenecen a una religión particular son Estonia y República Checa, mientras que aquellos con el número más alto son Grecia, Portugal, Polonia e Irlanda.

También hay evidencia de diferencias entre “fe religiosa” y “práctica religiosa”. Por ejemplo, la proporción de personas que en España pertenece a una religión es del 74%, es decir, 12 puntos por encima de la media estándar, si bien la cantidad de individuos que participan de las celebraciones y las oraciones se encuentra por debajo de la media europea. Pero, dicho esto, cuando los estudiosos se detuvieron a analizar si, de hecho, en Europa existe una correlación entre religión y felicidad, encontraron elementos muy interesantes. En primer lugar, existe un impacto significativo de la pertenencia a una religión sobre la felicidad. Quien pertenece a una religión muestra niveles de felicidad mayores que aquellos que dicen no ser religiosos. Además, la religión o la denominación religiosa elegida tiene un efecto importante sobre la felicidad. Los protestantes y las demás denominaciones cristianas y católicas, muestran niveles de felicidad más elevados, mientras que los ortodoxos y las religiones orientales muestran niveles más bajos. Parece haber una relación positiva entre cuán religiosa es una persona y su felicidad. Cuanto más religiosa es la persona, más sostiene ser feliz. De todos modos, los que se consideran “para nada religiosos” (0) tienen niveles de felicidad comparables a quienes se asignan un 5 en la escala de la religiosidad. La frecuencia de participación a los servicios religiosos se encuentra del mismo modo relacionada en manera positiva con la felicidad. Los que asisten a servicios religiosos todos los días dicen ser más felices, con respecto a los que no lo hacen nunca. Y, del mismo modo, la frecuencia en la oración tiene una correlación positiva con la felicidad. Quien reza todos los días muestra niveles de felicidad más elevados que quien no reza nunca. La variable de la frecuencia de participación en las celebraciones es más importante que la frecuencia de la oración en los niveles de felicidad señalados. Desde una perspectiva psicológica, la literatura científica proporciona tres explicaciones posibles de la conexión positiva entre religión y felicidad. La primera se refiere al apoyo social. Las personas son más felices cuando se encuentran en un contexto que las sostiene, y la religión ofrece esto. Y esto explica por qué la influencia benéfica de la religión sobre la felicidad es más fuerte entre las personas que tienen mayor necesidad de apoyo, como los ancianos, los enfermos y las personas solas. Además, la religión les permite a las personas sentirse más cercanas a Dios, visto como una fuente de apoyo.

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Las fiestas de Navidad marcadas por los sacramentos y la evangelización Pekín.- Los católicos de China continental han tenido una Navidad marcada por los sacramentos y las iniciativas relacionadas con la evangelización. De acuerdo con la información recibida por Faith, las comunidades católicas han celebrado la Navidad, orando "que el Señor nos ayude con una mirada más allá de las imágenes brillantes de este tiempo, hasta encontrar detrás de ellas el Niño del camino de Belén , para descubrir la verdadera alegría y la luz verdadera". Entre las diversas iniciativas seguidamente exponemos algunas. En la diócesis de Yi Bin, en la provincia de Si Chuan, 97 catecúmenos que han sido bautizados en la Santa Misa en la víspera de Navidad del 24 de diciembre, mientras que en la diócesis de Wan Zhou los recién bautizados fueron 80. En la parroquia de Long Gang de la Diócesis de Wen Zhou, provincia de Zhe Jiang, con motivo de la Navidad se ha hecho hincapié en el valor del matrimonio y la familia cristiana: por 17ª vez se ha celebrado el sacramento del matrimonio y este año 23 parejas jóvenes se unieron en matrimonio en Navidad. Los jóvenes de la parroquia de San José de la diócesis de Pekín, después de asistir a la misa de medianoche de Navidad, prolongaron la oración con una animación dirigida en particular a los jóvenes. La parroquia de Jia Xing de la provincia Zhe Jiang, con motivo de la Navidad mostró al Niño Jesús, con la cara renovada. De acuerdo con las afirmaciones del párroco: "Hemos restaurado la puerta de la iglesia, por lo que es más visible, como una contribución a la evangelización, hemos formado un grupo de lectura bíblica para los fieles adultos y los ancianos, ha nacido el grupo de la Caridad y la Fundación de Evangelización y Caridad, y el grupo de servicios de salud gratuitos en la parroquia entró oficialmente en funcionamiento". En Nochebuena la parroquia de Ling Dong de la provincia de Fu Jian, se llevó a cabo una procesión con la imagen del Niño Jesús por las calles alrededor de la iglesia: una oportunidad para que los católicos dieran gracias a Dios y dar a conocer el amor de Dios hecho hombre para los no católicos

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Por primera vez una Navidad sin temores en Nepal Katmandú (Nepal).- Los cristianos nepaleses recibieron la Navidad por primera vez sin el peligro de atentados. Las iglesias, casas, hoteles y comercios de Katmandú celebraron esta Navidad decorados para la gran fiesta navideña. Los jóvenes católicos cantaron villancicos en las casas. En el pasado –según informa la agencia Asia News-, se vivía en el temor de asistir a la iglesia ,en particular en el tiempo de Navidad, a causa del peligro de atentados y de las amenazas por parte de extremistas. El padre Robin Rai, párroco de la catedral de Katmandú, destacó que por seguridad la iglesia permaneció vigilada por grupos de voluntarios y policías por todo el período navideño recordando que los controles no detuvieron las celebraciones que fueron cumplidas sin temor”. El sacerdote subrayó que a la Misa de Gallo asistieron centenares de personas. En Nepal, en los últimos años registraron homicidios y ataques contra las minorías religiosas. En 2008 algunos hombres armados pertenecientes a una facción extremista asesinaron al padre John Prakah SJ, en abril de 2008 una explosión en el interior de una mezquita de Birantnagar, mató a dos personas, en mayo de 2009 el grupo Nda colocó una bomba en la catedral católica de Asunción, de Katmandú. A los ataques de los grupos terroristas se añadía la amenaza de las leyes anti conversión propuestas por algunos partidos conservadores. En esta Navidad, la paz fue el resultado de un lento proceso tras la caída de la monarquía hindú en el año 2006, que, para relanzar el turismo fue adoptada por el gobierno haciendo que la Navidad sea una fiesta nacional. Este cambio con fines de lucro hizo posible que los cristianos puedan exponer imágenes y adornos sagrados en sus negocios y fuera de las iglesias y de las casas. El número de católicos en Nepal es de 10 mil. 4 mil más respecto al año 2006 cuando se proclamó el Estado laico

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Cien mil milaneses tendrán la oportunidad de acoger a familias del mundo MILÁN.- “Buscamos familias que acojan a otras familias. Se necesita una hospitalidad física y una hospitalidad del corazón”. Es la invitación difundida por monseñor Erminio De Scalzi, obispo auxiliar de la Archidiócesis de Milán y presidente de la Fundación Milano Familia 2012, con motivo del VII Encuentro Mundial de las Familias que se realizará en Milán del 29 de mayo al 3 de junio del 2012 y que será clausurado con la presencia de Benedicto XVI. En rueda de prensa, este 20 de diciembre, dijo que se necesitan cien mil familias para dar hospitalidad a las provenientes de otras partes de Italia y de todo el mundo. La organización quiere garantizar a todos un espacio para hospedarse gratuitamente, de tal modo que se favorezca también a aquel que llega de los países más pobres. “Quien ofrezca hospedaje terminará por dejarse interpelar de los estilos de vida personales y familiares diferentes de los nuestros, así como para descubrir virtudes familiares como la simplicidad y la sobriedad, que hemos perdido en Europa. A esto, Monseñor De Scalzi ha añadido que “Milán es una ciudad con tantos habitantes sin casa y de tantas casas sin habitantes; me gustaría que el Encuentro mundial de las familias fuera una ocasión para abrir estas casas”. “Nos hemos sumado al llamado de la hospitalidad”, subrayó el padre Virginio Colmegna, presidente de la fundación Casa de la Caridad, --desde donde se hizo el llamado--, “porque nosotros vivimos de la hospitalidad”. “Daremos nuestra contribución”, explica el padre Colmegna, “hospedando en esos días a una familia proveniente del extranjero. Es la cultura de la hospitalidad la que origina familia. La categoría de la hospitalidad no es una actividad asistencial: es un trabajo de carácter formativo”. Hemos abierto la Casa de la Caridad para las parroquias del distrito, para sensibilizar a las familias de la zona a que ofrezcan hospitalidad, y ya se han conseguido algunas adhesiones. Los organizadores invitan a todas las parroquias y organizaciones de nuestro territorio a hacer lo mismo. “También el Ayuntamiento de Milánse está preparando a acoger a los participantes del VII Encuentro Mundial de las Familias”, explicó la teniente de alcalde María Grazia Guida. “La administración, desde los primeros días del acuerdo, se ha puesto al servicio de la Fundación Milano Familia 2012 y del Prefecto, quien es el comisario extraordinario para el evento, a fin de que la compleja máquina organizativa esté en disposición de acoger al mayor número de personas posible. Ahora lanzamos el llamado a la ciudad para que se abran a las familias que llegarán”. Entre las iniciativas anunciadas por la segunda edil están la participación de la empresa Milano Ristorazione,para la preparación de las comidas, en especial para los niños, así como la disposición de las estructuras de los jardines de infancia para la animación y la acogida; también se contará con la presencia de tutores, quienes podrán asistir a los ancianos que están solos y que pongan a disposición sus casas. El plazo máximo para que las familias milanesas ofrezcan su disponibilidad a la acogida se ha fijado en el 31 de marzo, ha explicado el padre Luca Violoni, secretario general de la Fundación Milano Familia 2012. Se puede ofrecer la propia hospitalidad escribiendo a la dirección accoglienza@family2012.com.

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La belleza del icono y todo el simbolismo que encierra, son más explícitos que largos discursos. El icono -de manera misteriosahace presente en su casa al Invisible

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En enero se han programado ocho fechas en diversas ciudades de la Archidiócesis de Milán, para sensibilizar y animar a la hospitalidad y clarificar mejor las modalidades de participación en esta cumbre mundial de las familias católicas a la que asistirá Benedicto XVI.

«No reneguéis nunca del Evangelio en el que creéis, pero estad en medio de los demás hombres con simpatía, comunicando con vuestro propio estilo de vida ese humanismo que hunde sus raíces en el cristianismo, dispuestos a construir junto a todos los hombres de buena voluntad una ciudad más humana, más justa y solidaria» (Carta a Diogneto ) Cetelmon.TV. 3ª Etapa, nº 311 - 15de enero de 2012

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Colecta: “Mantener la fe de la Iglesia en América Latina" Washington (Estados Unidos) .La Conferencia de Obispos católicos de los Estados Unidos (USCCB) anunció para los días 21 y 22 de enero de 2012 la realización de la Colecta para la Iglesia en América Latina que anualmente promueve. La Colecta, cuyo lema para 2012 es "Mantenga la Fe", financian proyectos de evangelización y de catequesis en la Iglesia Latinoamericana, entre ellos se apoya la formación de seminaristas y la educación continua del clero y de ministros laicos, así como proyectos de evangelización en comunidades parroquiales con escasos recursos económicos. "Al utilizar los fondos recolectados para éstas y otras labores, nos aseguramos de que nuestro impacto se sentirá por muchos años venideros y ayudará a crear comunidades católicas autosuficientes", dice el comunicado difundido por la USCCB sobre la importancia de la Colecta. Y señala la USCCB el significado que tiene el lema de la iniciativa: "El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que ‘el discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla'. Al contribuir generosamente a la Colecta para la Iglesia en América Latina, estamos manteniendo la fe y ayudando a difundirla con nuestro apoyo". En 2010 se financiaron 423 programas Según destaca el episcopado estadounidense, gracias a los donativos recibidos con la Colecta para la Iglesia en América Latina, en 2010 se financiaron 423 programas que apoyan la catequesis y la evangelización en la región y se distribuyeron 7.5 millones de dólares. Entre estos programas la USCCB destaca el realizado en El Pozón, población aledaña a Cartagena, en Colombia. En el lugar 770 niños se prepararon para la Primera Comunión con el apoyo dado por la Colecta. "Los niños y niñas asistieron a clases y se prepararon para recibir a Jesús. El apoyo permitió contar con catequistas capacitados y con los materiales necesarios para enseñarles la fe a los niños en una de las parroquias más pobres de Colombia". La obispos norteamericanos finalizan haciendo una invitación para que los fieles del país y personas de buena voluntad se unan a la Colecta con aportes generosos: "Su apoyo es inestimable para el futuro de la Iglesia en América Latina. Por favor, con el corazón jubiloso y generoso, contribuya a la Colecta. Sus donativos ayudan a propagar el Evangelio de Cristo y a animar a nuestros hermanos y hermanas en esta región a mantener la fe".+

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La Cámara aprueba una enmienda que permite la celebración pública de actos religiosos sin la autorización previa Ciudad de México.- La Cámara de Diputados de México acaba de aprobar con los votos del Partido Acción Nacional (PAN), la propuesta del presidente Felipe Calderón y del PRI (Partido Revolucionario Institucional): se trata de una enmienda al artículo 24 de la Constitución que permite la celebración pública de actos religiosos sin el permiso previo. Aunque si todavía queda la aprobación del Senado, el cambio ha dividido el PRI y ha alarmado a la izquierda, temiendo que este cambio se convierta en la puerta por la que las organizaciones religiosas puedan ser capaces de obtener concesiones de radio y televisión o para entrar en el sistema educativo. De la información recogida por la Agencia Fides, la situación no es del todo pacífica, ya que un grupo de políticos insiste en limitar "la libertad religiosa". Por ejemplo, según el Secretario de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, Enoé Uranga, se debe especificar todo lo posible cada cosa para evitar malas interpretaciones. A partir de las entrevistas a la prensa, la parlamentaria Paola Rojas (PRD) dijo que no es lo mismo celebrar lo sagrado en un local cerrado que salir a la calle para manifestarse por motivos religiosos. Hay un cambio radical en el concepto del artículo 24: del concepto de libertad religiosa ahora se pasa al de libertad de religión. Así que no es un privilegio de la Iglesia Católica, sino una apertura a todas las religiones. El cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México, a la pregunta hecha sobre la reforma de la Cámara de Representantes en el artículo 24 de la Constitución, respondió que era algo de esperar, porque ya el primer artículo habla de la igualdad de derechos para todos los mexicanos, y esta reforma es necesaria, ya que expresa cómo la Constitución se adapta a los tratados internacionales que el país ha ratificado. "Todo ser humano tiene el derecho a la libertad religiosa, de creer o no creer, y de practicar o no practicar. Todos aquellos que creen en los derechos humanos debe estar contentos, porque este concepto finalmente se aplica en el artículo Primero de la Constitución".

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Es como si el Señor hubiera decidido dejar sus asuntos en las manos del Hijo y venirse aquí a pasar la tarde en medio de nosotros. Y, silencioso y acogedor, el Señor iba escuchando nuestras súplicas, e iba recogiendo nuestra oración. La Cuaresma se ha acostumbrado a ver como un tiempo de juicio, en el que hemos de salir de nuestro infierno, hacer grandes ayunos y penitencias para alcanzar o merecer el perdón de Dios. Tomando la Palabra del Seor, la Cuaresma es un tiempo de amistad porque, en él, el Señor se acerca y nos llama amigos P. Alberto María, fmp.

Las tres venidas del Señor

Framonpaz 2010

Cada año, a lo largo de toda nuestra vida, celebramos el tiempo que precede y rodea a la Navidad de formas muy diversas. De pronto nuestras vidas y las de cada uno de nosotros han confluido en los ríos conducidos por el río de Dios, a la vida que Dios quiere para nosotros aquí y ahora. Está claro que de un conjunto de debilidades, flaquezas y realidades humanas que cada uno de nosotros tiene en su corazón, el Señor quiere construir un Cielo nuevo, una Tierra nueva.

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Es tiempo de salir de nosotros mismos para pentrar en el templo escondido de Dios que es nuestro propio corazón. Es tiempo de gritar con todas nuestras fuerzas: ¡Ven Espíritu Santo!

La verdadera identidad del hombre, como la del cristiano, está en su propio interior hacia el cual debe dirigir su mirada en la seguridad de que su propio corazón es el lugar donde se realizan plenamente la imagen y semejanza divinas. El Espíritu del Señor ha venido a hacernos hombres libres. Hombres nuevos sellados con el sello de la libertad interior, de tal manera que la angustia, la desazón, el temor, la incertidumbre... no encuentren lugar en sus vidas. El corazón del hombre se ha convertido en algo nuevo. Nuevo por la obra del Espíritu que ha venido a hacer nuevas todas las cosas, pero no destruye lo viejo, lo transforma.

Cetelmon.TV. 3ª Etapa, nº 311 - 15de enero de 2012

P. Alberto María, fmp.

Un solo Rostro

Framonpaz, Framonpaz, 2011 2011

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"Servir a los pobres en Navidad es En zona de guerra sacerdote alienta el gesto que mejor refleja el espíritu fe católica de jóvenes soldados de caridad de Jesús" KONIGSTEIN, 18 diciembre 2011.- El P. David Smith, capellán del ejército británico que está en la zona de guerra en Afganistán, contó que entre los 400 soldados y el personal civil a su cargo hay una buena cantidad de jóvenes que tienen una profunda hambre espiritual y un "gran deseo por conocer más su fe católica". La organización católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) respondió la petición que hizo meses atrás el sacerdote y envió un lote de estampas y copias del Youcat. El Youcat es el catecismo para jóvenes creado en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Madrid 2011, con el que ahora da clases de catecismo todos los viernes. En esos días, además de las clases el sacerdote reza el rosario con sus jóvenes alumnos y termina siempre con una bendición. En un mensaje de agradecimiento enviado a AIN, el P. Smith que se encuentra en el Camp Bastion, provincia de Helmand en Afganistán, afirma que muchos los jóvenes "han salido del colegio católico sin siquiera saber que es el Santísimo Sacramento. No sorprende por eso por qué tantos dejan de vivir su fe. Así que me decidí a cambiar eso". "Se celebra los sacramentos, se da catequesis y ayuda que se ofrece a los jóvenes que realizan una tarea muy exigente", indica. El P. Smith celebra Misa diariamente, tres los días domingos. Además de velar por los soldados, asiste al personal civil que trabaja lado a lado con los soldados. Finalmente agradeció la colaboración de AIN y pidió a los amigos y benefactores de esta institución que "recen por los capellanes militares".

Hong Kong, AF.- Con estas palabras su excelencia monseñor John Tong Hon, obispo de la diócesis de Hong Kong, alentó a las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa, durante la fiesta organizada con motivo de la Navidad en la Casa de la Caridad. Según la información de Kong Ko Bao (la versión china del boletín diocesano), en su homilía, Mons. Tong elogió "el gran espíritu de servicio incondicional a los pobres" de las Misioneras de la Caridad, pidiendo "un mayor compromiso en los pasos de su fundador, siempre con un corazón lleno de gratitud y alegría". Cada año, las Misioneras de la Madre Teresa organizan tres fiestas de Navidad para los ancianos, nuevos inmigrantes, los desfavorecidos y marginados por la sociedad, para llevarles un signo del amor, la caridad y la solidaridad de Jesús. Este año, las "fiestas" se han llevado a cabo los días 3, 5 y 6 de diciembre, incluso con la ayuda de los no cristianos. El principal sostenedor de la fiesta del 5 de diciembre era en realidad un nocreyente, quien dijo: "me ha motivado la generosidad de las Hermanas. Cuando me enteré de que no tenían los fondos del gobierno ni de la diócesis para esta fiesta de Navidad, di un paso adelante". También hay jóvenes voluntarios: uno de ellos sólo tiene 14 años y con regularidad ayuda a los niños de la Casa de la Caridad con sus deberes. Las Misioneras de la Caridad, fundadas por la Beata Madre Teresa de Calcuta, en India en 1950, llegó a Hong Kong en 1983. Principalmente se ocupan de los enfermos, los desamparados y los que son abandonados por la sociedad. Recientemente han comenzado a cuidar de los niños, dándoles educación y formación integral. Todos los días ofrecen entre 30 y 90 comidas calientes a los pobres y desamparados.

Cuba: Total disponibilidad del gobierno para la visita del Papa La Habana 22 diciembre 2011.- El presidente de Cuba, Raúl Castro, recibió ayer a una delegación de la Santa Sede en la preparación del próximo viaje del Papa Benedicto XVI a la isla, anunciada por el mismo pontífice durante la misa celebrada el 12 de diciembre en la Basílica de San Pedro para la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe y el Bicentenario de la independencia de muchos países de América Latina. De la información llegada a la Agencia Fides se sabe que el encuentro tuvo lugar en el palacio del Consejo de Estado en la Plaza de la Revolución. De acuerdo con un comunicado oficial, leído a la prensa nacional, Castro ha mostrado su plena disponibilidad para la visita papal, prevista para finales de marzo de 2012. La noticia se ha ya publicado en los medios oficiales cubanos y latinoamericanos, haciendo hincapié en las "excelentes relaciones" entre Cuba y el Vaticano. El periódico Granma ha publicado unas fotos en su portada de Raúl Castro y Alberto Gasbarri, responsable de la organización de los viajes del Papa en todo el mundo. A la reunión con el general Castro también asistió el cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, el Nuncio Apostólico en Cuba; su excelencia monseñor Bruno Musar, y el Presidente de la Conferencia Episcopal, su excelencia monseñor Dionisio García Ibáñez , Arzobispo de Santiago de Cuba. Nunca antes se había confirmado una cobertura de los medios para tal evento, incluso durante la preparación de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en 1998. La reunión tuvo lugar mientras la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, está haciendo una peregrinación sin precedentes, a los barrios, a las sedes de las instituciones religiosas y en los lugares más importantes de La Habana, con motivo de la Peregrinación Nacional que celebra 400 años del descubrimiento de la imagen mariana. La peregrinación concluirá con una misa al aire libre el 30 de diciembre, en la Avenida del Puerto, mientras los obispos han convocado el Año Jubilar Mariano, del 7 de enero de 2012 al 5 de enero de 2013

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La Iglesia católica en el Tíbet Llasha (Tíbet).- Recientemente se descubrieron textos de la Sagrada Escritura y la historia de la Virgen María en tibetano, en excelentes condiciones, en la única parroquia católica en el Tíbet, la parroquia de Mang Kang (o Shang Yan Jing), según una información de la agencia misionera Fides. De acuerdo con informes de la Agencia Feith, de Hebei, reproducidos por Fides, los 45 volúmenes de la Sagrada Escritura en tibetano fueron traducidos y publicados en 1931, mientras que los 489 temas de la Historia de la Virgen María son de 1932. Según los expertos, son los únicos textos católicos en tibetano conservados en perfectas condiciones. Muchos fieles pidieron la reimpresión de estos dos textos, que siguen siendo útiles para la vida de la Iglesia y la misión de la parroquia tibetana. La parroquia de Mang Kang (o Shang Yan Jing), fue construida en 1855, con la llegada a Yan Jing de los misioneros del Instituto para las Misiones Extranjeras de París. El estilo arquitectónico es una mezcla de Han y tibetano, con docenas de pinturas dedicadas a la Virgen María y a Jesús y tiene una cruz gigante que se ve desde lejos. De 1865 a 1959 había 17 misioneros en Yan Jing, 7 de ellos fueron martirizados junto con 11 laicos locales. La parroquia fue reabierta el 24 de diciembre de 1988. Hoy, la parroquia cuenta con un tibetano que es el párroco, dos religiosas ancianas, 2 novicias y 740 fieles laicos. Se celebran dos misas de lunes a viernes y tres los domingos. Con 84 años de edad una anciana del pueblo sabe de memoria la Biblia completa en tibetano. De acuerdo con la historia del catolicismo tibetano, que presenta Feith, el misionero franciscano, ahora beato, Odorico Mattiuzzi de Pordenone (1265-1331), gran ayudante del beato Juan de Montecorvino, el arzobispo de Pekín, a su regreso de Pakín Occidental se dirigió al Tíbet en 1328. Así se convirtió en el primer occidental que llegó al Tíbet en la historia de China y también el primer sacerdote católico que llegó por primera vez al Tíbet en la historia de catolicismo chino, comenzando así más de 700 años de historia del catolicismo en el Tíbet. Este viaje también se narra en su famoso diario de su misión en el Lejano Oriente. En los años 1603, 1633, 1640 y 1661, hubo siempre misioneros jesuitas que intentaron la evangelización, pero lamentablemente perdieron la vida siempre o fueron expulsados o forzados a huir. En 1707 los misioneros vicentinos, de la Congregación de la Misión (CM), italianos, llegaron al Tíbet, como recuerda una gran campana en el Templo de Jokhang, en Lhasa ("trono de Dios"), que fue donada por el padre Desideri, CM, en 1729. En 1741 se enviaron a otros 9 misioneros vicentinos para la misión en el Tibet, pero se vieron obligados a retirarse en 1745 por fuertes conflictos con el Dalai Lama. En 1812, el primer misionero laico chino intentó llevar a cabo una evangelización misionera en el Tíbet, pero fue expulsado de inmediato. En 1846 el superior de la comunidad vicentina de la

Parroquia de Mang Kang arquidiócesis de Pekín envió 2 misioneros al Tíbet y en 1861 la Santa Sede erigió el Vicariato Apostólico tibetano. En 1890 había más de un millar de fieles católicos tibetanos. En 1920 eran ya 2.766 los católicos en el Tíbet: 1.222 en el área de la provincia de Si Chuan y 1.544 en la provincia tibetana de Yun Nan. Al final de la revolución cultural de Mao tse Tung todos los misioneros extranjeros fueron expulsados del Tíbet

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