Los trajes de las Danzas

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Los trajes de las Danzas en el siglo XIX. Hacia el ritual. En 1908, don Pedro Sucías Aparicio, capellán enguerino aficionado a la historiografía, escribió una obra, que ha quedado sin publicar, intitulada Apuntes Históricos de la Villa de Enguera. Es una obra extensa que consta de 327 hojas manuscritas y otras 57 páginas de un anexo de notas justificantes. Aunque no es una obra rigurosa, en sus XXIV capítulos nos aporta una interesante colección de datos, descripciones, copias de actas y noticias que explican el pasado enguerino desde la época musulmana hasta los primeros días del siglo XX. De especial interés etnográfico es el capítulo XIII, "Costumbres de nuestra Villa". Sucías nos habla de fiestas, costumbres, juegos, e incluso dialectología. En la página 168 del manuscrito, encontramos la primera referencia conocida que nos habla sobre el tema que ahora nos ocupa: la indumentaria en las Danzas de Énguera. He aquí una trascripción literal, que respeta las grafías originales del texto y que solamente ha modificado los acentos y los signos de puntuación para facilitar la lectura y comprensión:

>> Mucho pudiéramos decir del cambio y diversidad de distracciones que han venido sustituyéndose unas á otras. Tales como los bolos, la pelota (este cuya discripción omitimos, que era esclusivamente de los hombres). Pero no podemos precindir de nombrar las danzas ó danza moruna que todos conocemos y que se baila en las grandes festividades. >>Desgraciadamente, este baile ha querido elevarse á otra esfera. Ha perdido toda su gracia y sencillés. Las parejas de rústicos labradores y jóvenes pastoras que antiguamente formaban este inocente pasatiempo han sido sustituidas por mujeres que gastan el trage de Señoras y hombres disfrazados de habitador de Ciudad; al alegre tamboril y dulzaina, han reemplazado las bandas militares; y este anacronismo, y el tañer de las castañuelas con vestidos de seda y larga cola, es tan impropio como el labrador que calzase guante dirigiendo la esteva del arado que arrastra su yunta para surcar el terreno. Estas son las pocas palabras que Sucías dedica a las Danzas de Énguera en toda su extensa obra. Como se puede ver, le falta descripción y le sobra prescripción. Como buen capellán, nuestro cronista no puede dejar de manifestar su opinión moral al respecto. Este hombre, nacido el 1844 y que había vivido en primera persona todos los cambios del siglo XIX, no veía con buenos ojos que los enguerinos, "disfrazados de habitador de Ciudad", y principalmente las enguerinas con "trage de Señoras", usaran aquellas ropas tan lujosas para bailar una danza tan antigua y popular. Los valencianos tradicionalmente hemos atribuido siempre a los "moros" todo aquello que consideramos muy antiguo. Y Sucías no nos defrauda en este sentido y nos habla de la "danza moruna". Merece la pena que nos detengamos un poco a hablar sobre el autor. Lo haremos aportando las palabras del profesor J.Vicent Escartí publicadas en la página 7 de la revista "Saó" en su número de Julio-Agosto de 2005:


>>No deixa de cridar l'atenció el fet que de Don Pedro Sucías Aparicio no se'n sàpia pràcticament res. Sabíem, fins ara, que va nàixer a Énguera en 1844, que fou sacerdot i que va morir en 1917 a València. Els motius de l'escassa informació que ens havia arribat segurament obeeixen a diverses raons. La més important, potser, el fet que Sucías no va publicar pràcticament res, excepte unes Efemérides de Enguera (1906) i la vida d'un religiós de Moixent, fra Cristòfol Moreno. Tampoc no va publicar els seus textos de creació (contes i novel.les), que segurament són producte dels seus interessos literaris més jovenívols. Però l'activitat de Pedro Sucías Aparicio acaba centrant-se en l'àmbit del treball d'arxiu i la confecció de textos de caire historiogràfic, que potser només procuraven el que podríem anomenar la «divulgació» del passat històric entre les capes menys afavorides de la societat, i sense voluntat d'erudició farragosa. I tampoc en aquest camp Sucías va publicar res: la qualitat dels seus estudis potser ho desaconsellava, en aquell temps; o, també, l'enormitat de la seua obra, que pretenia ser enciclopèdica en moltes ocasions. >>Ara com ara, podem afirmar també que va mantindre una ben cordial amistat amb Pasqual Boronat i que es va relacionar, tal vegada de manera més distant i formal, amb el bibliògraf i bibliòfil Serrano Morales, a qui acaba llegant tota la seua biblioteca, amb els originals manuscrits inclosos. Un llegat que, en cedir Serrano Morales a l'Ajuntament de València la seua important col.lecció de llibres i documents, passaria a formar part del patrimoni cultural valencià tot i que Serrano morí abans que Sucías. No nos debemos dejar engañar por las apariencias, pues. Sucías no es un hombre partidario de las ropas antiguas, como sí que lo eran otros coetáneos de ideología carlista. Sucías es un capellán "folclorizado", que vivió entre Énguera y Valencia y que llegó a ganar un premio en 1898 en los Juegos Florales organizados por Lo Rat Penat. Es un hombre que conoce y comparte los tópicos que desde la Renaixença habrían de construir nuestra identidad colectiva. Y por eso se lamenta de que ya no haya bailadores vestidos de "rústicos labradores" ni "jóvenes pastoras", que, a su entender, son más adecuados y más representativos. De sus palabras podemos deducir que hasta el último tercio del siglo XIX, en Énguera, las Danzas eran bailadas con las ropas habituales, eso sí bien festivas y lujosas porque el baile se ejecutaba los días de fiesta. Por suerte, el mismo Sucías nos explica como eran esas ropas en las páginas 163 y 164 de sus Apuntes Históricos de la Villa de Enguera. Esta vez nuestro cronista nos regala unas preciosas y precisas descripciones sobre unos trajes que todos reconocemos y podemos situar entre finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX: hombres con calzón, chaleco y chupa y mujeres con guardapiés, jubones y pañuelos bordados a cadeneta: >>(...) pero á la dominación árabe introdujéronse nuevas costumbres y nuevos trages, al sayal sustituyó el túnico, y degenerando poco a poco y reduciendo sus dimensiones vino a quedar el primitivo trage moruno, el que actualmente conocemos con el nombre de saraguéll, especie de pantalón que aún se usa en la mayor parte de los pueblos de nuestra provincia; sostituyendo al árabe albornoz y turbante la usual manta de lana á cuadros y pañuelo atado á la cabeza sin que hasta esta época haya desaparecido además de aquellas prendas como la faja usadas por los Mahometanos.


>>La civilización hizo desapareciesen en nuestra Villa trages tan indecorosos hasta cierto punto, viniendo a trasformarse en calzón hasta la rodilla con botonadura dorada al lado exterior del camal, chupín o chopetín1 y chaqueta de cuello derecho de paño burdo color pardo fabricado en esta población. Abrigaban su cabeza con un sombrero en forma de cono llamado de embudo. Medias de traveta bestían sus piernas y sus pies los calzaban con alpargatas comunes adornadas con mucha cinta. >>Pero la incostante moda, ayudada tanto por el gran número de vecinos que de nuestra villa parten á diferentes puntos de la pinínsula y con ello adquieren conocimiento, ilustración y riqueza, y que al vivir en poblaciones de más esfera que la nuestra les obliga á usar trages distintos á los que se hallaban habituados, unido á que los hombres de carrera que existen, con su manera de vistir estimulan á los demás habitantes, hace que en nuestros días pueda competir esta villa en elegancia con cualquiera otra de su categoría y rango. >>Las mugeres siempre han gastado más lujo en sus trages que los hombres, tanto por que así lo lleva su sexo, cuanto por que en esta tierra meridional no ha podido nunca desprenderse de los adornos, y dijes que heredaron de sus antepasados los Mahometanos. Ricos falderines2 recamados de oro y seda, blancos pañuelos bordados de antejuelas3 destacaban sobre los negros jugones4 de terciopelo; magníficas rastras de perlas con broches de diamantes ostentaban en ellas y abujas con piedras preciosas que sostenian sus trenzas ha sido casi siempre el trage de la muger rica de esta población. El de las pobres se limitaba á simple falderín de lana de algun color oscuro á rayas berticales, jugon y pañuelo de seda ordinario al cuello. Pero como la moda también se há apoderado quizá con mas fuerza del bello sexo de ai que vemos convertida á una inmensa mayoría de Enguerinas en casi Señoras en lo que pertenece á su clase.

Parece que a finales del siglo XIX y principios del XX las Danzas, no sólo en Énguera sino en muchos otros pueblos valencianos, sufrieron un cambio radical. Ya Sucías lo deja intuir en sus palabras. Las Danzas dejan de ser una diversión para convertirse en un símbolo. Los bailes de plaza ya no son un "inocente pasatiempo" sino una manifestación de la cultura colectiva. Es un proceso de folclorización y de ritualización que tiene como inmediata consecuencia el cambio en la indumentaria.

Don Pedro Sucías sólo se hace eco de una tendencia general en los pueblos valencianos. La Renaixença, nuestro movimiento romántico, había inventado un modelo de traje representativo de los valencianos. Somos muchos los pueblos que desde hace poco más de cien años ya no salimos a bailar las Danzas con los trajes del día de fiesta, sino con trajes especiales, confeccionados ex-profeso, que intentan representarnos como pueblo, 1

chupín o chopetín: chaleco. Diminutivo de chupa. falderines: faldellines 3 antejuelas: lentejuelas. Palabra producida por una falsa aféresis. La palabra lentejuela se interpreta como l’entejuela, y por hipercorrección entejuela. 4 jugones: jubones 2


como cultura diferenciada, basados en una mistificación de los antiguos vestidos del siglo XVIII. Bien pronto este modelo se extiende a nuestras manifestaciones colectivas, y entre ellas, las Danzas. Ya no vale bailar mudado. Ahora se debe ir vestido de labradora antigua, esto es, de valenciana.

Linarejos Aparicio, 1900 Los trajes de las Danzas en el siglo XX. Hacia el tópico. El 1910, durante las fiestas de San Miguel, el 29 de septiembre, se inauguró una estatua del general enguerino Ibáñez Marín, que había muerte "heroicamente" pocos años antes en las campañas militares en Marruecos. Fue todo un acontecimiento en la efervescente sociedad enguerina de principios del siglo pasado. Afortunadamente, conservamos algunas fotografías y la crónica periodística del acto, publicadas por el diario Las Provincias. Las mujeres de las familias más acomodadas de la población se confeccionaron un traje "a la antigua", bajo las directrices de la esposa del maestro don Joaquín Canet, y salieron a bailar las Danzas. Sabemos que poco después el mismo grupo de mujeres participó en unas danzas con motivo de la inauguración del "Chalet Azul", una casa de familia rica, con jardines, similar a las casas que se construyeron muchos burgueses por aquella época. He aquí dos novedades, desconocidas completamente hasta esa época. La primera es que las Danzas ya no son un baile de


diversión sino que son una pieza de exhibición, un acto para dar solemnidad a unas inauguraciones donde las parejas de bailadores representan a toda la comunidad. La segunda novedad es la voluntad manifiesta de uniformidad. Hay una persona que se encarga de decidir como vestirán las bailadoras. Estamos asistiendo al nacimiento de los uniformes conocidos como "trajes típicos".

Aunque anteriormente ya había existido antecedentes de indumentaria de este tipo, como demuestran algunas fotografías conservadas, los trajes del año 1910, usados por las mujeres de más prestigio de la población, generalizan un nuevo modelo de indumentaria para las Danzas, modelo rápidamente copiado por el resto de bailadoras. En Énguera se establece un primer "avío de danzas", con dos prendas de vestir que lo caracterizan: el guardapiés de seda (generalmente con volantes de encaje) y el mantón de Manila (especialmente de colores claros). El conjunto se completa con las


abundantes joyas (peineta, aguja de moño, pendientes, collares, cadenas, pulseras...), zapatos blancos y flores en la cabeza y sobre la ropa, además de abundantes lazos. Cabe reseñar que el hombre queda al margen completamente de esta innovación. Sólo algún niño se viste a la antigua, según testimonian las fotografías conservadas. Los bailadores continuarán bailando con la ropa de mudar de la época, o sea, el traje de chaqueta. Es interesante contrastar aquí que este tipo de indumentaria mixta se conserva en la actualidad en muchas danzas de las tierras meridionales. En Ibi, en Agost, en Caudete... podemos ver hoy por hoy parejas formadas por bailadores con traje de chaqueta ( con americana y corbata, lo propio de los trajes de mudar actuales) y bailadoras vestidas "a la antigua". En muchos de estos pueblos que he citado, la indumentaria ritual del hombre queda reducida a alguna pieza poco usual, como el sombrero, la capa o algunas cintas que se cuelgan sobre sus ropas.

Calle Santísimo, 1946 Este modelo femenino, este “avío de danzas” basado de manera sui géneris sobre los indumentos tradicionales, se mantiene hasta la mitad del siglo XX. A partir de la década de los 50, siguiendo las directrices del grupo local de danzas que se había creado en Sección Femenina, nace un nuevo modelo de indumentaria: el "traje de enguerina". Se abandona el guardapiés y el mantón de seda, porque estos indumentos no coinciden con aquello que había establecido la Delegación Provincial. Recordamos que, en una nueva visión mistificada de la indumentaria tradicional, se proponían dos modelos para


los pueblos de la provincia de Valencia: un traje de "huertana", con predominio de los tejidos de seda, y otro de "serrana", donde aquello que se usaba era la lana. Esta distribución de los materiales y tejidos era completamente arbitraria como han demostrado los posteriores estudios sobre la cuestión5. El nuevo "traje de enguerina" rescataba alguna de las prendas de vestir del siglo XIX, como los faldellines de lana con rayas y cenefas, llamados modernamente refajos, las medias multicolores, las alpargatas y los pañuelos de cuello. No obstante, introducía también un nuevo indumento: el "corpiño", pieza no tradicional que pretendía imitar los indumentos pastoriles. Es una especie de justillo de terciopelo negro ribeteado con galón rojo. A juego, un delantal negro, también de terciopelo con idéntico ribete rojo. Este traje nace con la idea de ser un uniforme identificador de la localidad, y por lo tanto se establece un rígido modelo que debe ser seguido obligatoriamente por todos los bailadores del grupo oficial. Eso supuso una simplificación de la indumentaria tradicional. Aquellas prendas que no se ajustan de manera estricta al uniforme “oficial” son marginadas y olvidadas. Sirva como ejemplo la siguiente anécdota: una de las bailadoras del grupo de Sección Femenina sometió a diversos lavados y planchados un faldellín antiguo de Énguera para quitarle el plisado original, porque el "auténtico" refajo enguerino, había de ser sin plisado, para diferenciarlo de los “trajes típicos” de Moixent o Chella. El resultado: un faldellín sin pliegues pero con los colores apagados, gastados, emborrachados. Desaparecen también del traje local las piezas que se asocian al "traje de fallera": las agujas de moño, las peinetas metálicas, los pañuelos con lentejuelas, los zapatos con lazada... Los primeros grupos de Sección Femenina estaban sólo formados por mujeres. Sin embargo, la entrada de bailadores en estos grupos obligó al grupo enguerino a decidir un modelo de indumentaria para los hombres y establecer un uniforme masculino. Y lo hicieron de una manera bien curiosa. Los bailadores populares hasta ese momento se vestían como ya hemos dicho con chaqueta y corbata. Pero contrariamente a las Danzas meridionales que hemos nombrado anteriormente, casi todas invernales, las Danzas en Énguera se bailan durante la época de calor: los bailadores solían quitarse la chaqueta y bailar en mangas de camisa. La Sección Femenina solamente añade una faja roja, indumento que pretende demostrar el carácter labrador del "traje de enguerino", junto al uso de alpargatas, que habían sido sustituidas por los zapatos en los trajes de días de fiesta. Se mantiene sin embargo la corbata, y así en las fotos de los años 50 y 60 aparecen los hombres con corbata, faja y espardeñas, en una extraña combinación.

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Desde los años 80 del pasado siglo la Associació Valenciana d’Indumentaristas ha trabajado en la superación de los tópicos sobre el “traje típico”. Las investigaciones, exposiciones y publicaciones de Ferrandis, Liceras y Zanón han supuesto la recuperación y dignificación de la indumentaria tradicional valenciana. Además su trabajo ha influido más allá de nuestro territorio y ha servido de guía para nuestros vecinos más próximos.


Danzas 1955 Este modelo, con ligeras variaciones a lo largo de las décadas, está todavía muy vigente en las Danzas que se bailan durante las fiestas de San Miguel. A finales de los 60 y en los 70 del pasado siglo, las bailadoras cambian las medias de rayas por medias blancas, o incluso por pantys de nailon, y se atreven a cambiar las cintas de las alpargatas y ponérselas de color rojo para que hagan juego con el ribete del "corpiño" y del delantal. El largo de las faldas va oscilando de acuerdo con los gustos de la moda, desde los "refajos minifalderos" de los años 70 hasta los actuales que arrastran por los suelos. Los hombres se percatan de que aquello de la corbata no es antiguo, ni representativo de los labradores, y ya no la llevan en la actualidad, aunque algunos la han sustituido por un pañuelo rojo al cuello, a juego con la faja roja que ahora colocan dejando colgar uno de sus extremos. Hay quien se burla diciendo que parecen de las fiestas de San Fermín de Pamplona.


Último grupo de Sección Femenina 1975 El 1985, algunos bailadores jóvenes, encabezados por Ángel Custodio Barberán, preparan una exposición de indumentaria tradicional enguerina, donde se recupera la memoria de muchas piezas y se intenta romper el rígido uniformismo heredado de las décadas anteriores. Ángel Custodio era también bailador del grupo Sarau de La Costera y conocía las nuevas tendencias sobre investigación en indumentaria tradicional valenciana que se estaban llevando a cabo en aquellos tiempos, hace una veintena de años. A partir de esta exposición los bailadores más jóvenes del pueblo comienzan a usar una nueva indumentaria basada en los trajes antiguos. Los hombres renuncian al pantalón largo y comienzan a llevar calzón y medias. Se usa chaleco, aunque muchos no reproducen modelos antiguos y algunos bailadores se atreven a llevar un pañuelo en la cabeza, hecho que es fuertemente criticado en el pueblo y provoca auténticas disputas y enfrentamientos entre partidarios y no partidarios de una indumentaria tan rústica. Las mujeres redescubren el justillo gracias a uno antiguo de seda espolinada color azul presente en la exposición del 1985. No obstante en estos momentos los justillos que se confeccionan no son sino una inexplicable mezcla entre los "corpiños" de pastora y los verdaderos justillos antiguos. La gente los suele confeccionar de color negro, con un envarado falso y poco ceñidos al cuerpo. Se recupera el uso del mantón de Manila y de las faldas de seda con volantes. Algunas bailadoras han rescatado el uso de las agujas para hacerse el peinado.


Justillo de la familia Jordá El 1994 se creó la Escuela de Folclore de Enguera, dirigida por Antoni Guzmán. Desde entonces se han realizado tres exposiciones más sobre indumentaria en el pueblo. Con un sentido didáctico se intentaba discriminar en estas exposiciones la indumentaria tradicional, basada en la manera de vestir de finales del XVIII y principios del XIX, de los trajes de danzas, cogiendo los modelos rituales que se establecieran a finales del XIX y principios del XX. Cabe decir que luchar contra el tópico es muy difícil y el resultado en algunos casos ha sido casi contraproducente. En estos momentos, los bailadores y bailadoras de las Danzas en Énguera llevan una indumentaria que podríamos calificar como sincrética porque mezcla caprichosamente indumentos de los distintos modelos que hemos señalado. Ni son los trajes tradicionales del siglo XVIIIXIX, ni es el traje ritual de principio del XX ni el “traje típico” de Sección Femenina. Por desgracia, es una mezcla de las tres cosas sin llegar a ser claramente ningún modelo conocido.


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