Un siglo de veterinarios de asturias

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Un siglo de veterinarios en Asturias Mario Bango Fernando Camarero Francisco PaĂąeda



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Un siglo de veterinarios en Asturias Mario Bango | Fernando Camarero | Francisco PaĂąeda







un siglo de veterinarios en asturias

índice presentación 11 Armando Solís Vázquez de Prada, presidente del Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios del Principado de Asturias 13 Graciano García, director de la Fundación Príncipe de Asturias 15 Miguel Cordero del Campillo, catedrático emérito de la Facultad de Veterinaria de León 19 crónica de un siglo 21 Introducción 23 Algunas cosas de la protohistoria 25 A caballo por el medievo 28 Veterinarios de la ilustración 32 Del veedor al inspector titulado 33 Albores de la inspección en Asturias 35 La lucha por la dignificación 36 Entre el miedo y la miseria 38 La revolución profiláctica 39 Criterio industrial frente a decadencia rural 42 Al galope hacia el abismo 44 Contra la marginación, colegiación 46 Balbuceos de la colegiación asturiana 48 La refundación: espíritu reivindicativo 49 Belleza animal entre Pravia y Avilés 55 Cuando el humo ocultaba el campo 57 Entre la tierra y el cielo 61 El fiel de la balanza 63 Sucesiones y desencuentros en una década turbulenta 65 Otras persecuciones y represalias

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La Pecuaria de Somió y el Matadero de Oviedo Cien mil caserías y otros tantos problemas El rigor y la camaradería El hombre bueno que no quería mandar Inseminación: los esforzados pioneros Un laboratorio para el saneamiento ganadero Los misioneros de la ciencia veterinaria La generación del cambio Estabilidad corporativa y modernidad industrial: la Central Lechera Asturiana censyra: para las reinas de nuestra cabaña La nueva sensibilidad urbana: ecologismo y animales de compañía La identidad pecuaria de Asturias Veterinarios y novedades en la Asturias Autonómica: el lila En el estreno del tercer milenio Veterinarios frente al desastre Ayer comenzó el futuro El oficio de unos pocos y el interés de todos

122 medallas de oro 135 anexo 136 Acto conmemorativo del Primer Centenario 138 Juntas de Gobierno 143 Presidentes y colegiados de honor 144 Colegiados 171 epílogo. Médico de animales por Pepe Monteserín


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Armando Solís Vázquez de Prada Presidente del Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios del Principado de Asturias

Es deber de las instituciones, como también de los pueblos, escribir su historia para saber de dónde venimos y hacia qué lugar hemos de dirigirnos. La Junta Directiva del Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios ha querido aprovechar el primer Centenario del mismo para hacer una recapitulación de su andadura, desde que surgiera por el impulso de un grupo de pioneros en 1905 hasta nuestros días. Un largo período del que hemos intentado condensar lo más destacado, lo que creemos que nos ha conducido hasta aquí, que ha impulsado esta profesión desde los albéitares de siglos pasados a los científicos que hoy están en la vanguardia de la investigación. Este es el momento en el que hay que rendirles un merecido homenaje a los personajes más importantes de esta historia: todos los veterinarios que a lo largo de este tiempo han trabajado cada uno en su tarea para dignificar nuestra querida profesión. Para ellos nuestro más sincero agradecimiento y reconocimiento. Sin este trabajo abnegado, fuera en un concejo rural, en un matadero, en un laboratorio, en una clínica... en cualquier momento, en cualquier circunstancia, hoy no podríamos haber escrito este libro. Nuestros protagonistas son, insisto, los centenares de veterinarios que han pertenecido a este Colegio a lo largo de esta centuria y sin cuya labor nada sería igual. El libro recoge momentos estelares, ideas generales pero la verdadera historia de la veterinaria de Asturias es la que han protagonizado cada uno de nuestros colegiados solucionando problemas en cada época con las herramientas más adecuadas, aportando ideas, soluciones, mejorando en definitiva desde nuestro parcela el mundo en el que vivimos. Y esperamos poder seguir haciéndolo con la misma profesionalidad e idéntico entusiasmo. La tarea de escribir este libro, que en principio se presentaba ardua, se fue resolviendo poco a poco gracias al empeño y la ilusión con el que destacados profesionales aceptaron el reto que les propusimos. Es el caso de Fernando Camarero, veterinario e historiador, quien recopiló gran cantidad de datos en conversaciones con varios colegas y con familiares y amigos de otros ya fallecidos. Con toda esta información de primera mano, llena de vivencias, de recuerdos entrañables, de sinsabores, de lo que, en resumen,


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forma parte del propio devenir de la vida, y con la extraída de bibliotecas, archivos y otras instituciones, fue conformando esta historia tan lejana en el recuerdo y tan cercana en el corazón. El material acumulado resultó tal, que con el se podrían haber completados varios libros. Pero hubo que seleccionar. Compilar esta información en un solo volumen y que pudiesen disfrutar con su lectura tanto los veterinarios como los no veterinarios fue labor de Mario Bango y Francisco Pañeda, experimentados periodistas, que pese a ser ajenos a nuestra profesión consiguieron un texto ameno, sin tecnicismos y creemos que apto para todos los públicos. La lectura atenta de este trabajo, de esta historia colegial nos produce, además, una reflexión inmediata: ver cómo los problemas que tenía nuestra profesión hace cien años (¿un siglo?) son prácticamente los mismos que tiene actualmente. La explicación podría muy bien hallarse en que a lo largo de estos años, el Colegio, al igual que los pueblos, ha tenido

que convivir con gobiernos de todas las tendencias y a veces con intereses contrapuestos. Sin embrago estas instituciones colegiales, al ser democráticas, independientes, defensoras de las libertades y al contar entre sus miembros con los profesionales mejor formados e informados de la sociedad, se convierten automáticamente en núcleos de contrapeso y de crítica razonada hacia los distintos poderes. Es por ello que en cualquier época, con cualquier gobierno y de cualquier manera hayan querido y quieran reducir su capacidad o simplemente hacerlos desaparecer. Muy al contrario, su existencia y su actividad son de imperiosa necesidad en una sociedad civilizada en nuestro parecer y en ello estamos como se ha demostrado a lo largo de este siglo. Por último, quiero manifestar mi más profundo agradecimiento a S. M. el rey Juan Carlos I que ha tenido la deferencia de aceptar la presidencia de honor del Centenario de nuestro Colegio, honrándonos así a todo el colectivo veterinario.


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Graciano García Director de la Fundación Príncipe de Asturias

Soy periodista y, por esa sencilla y a la vez poderosa razón, he escrito mucho, y muy diverso, a lo largo de mi vida. Ser director de la Fundación Príncipe de Asturias no me ha eximido de esa mezcla de placer, de vértigo ante el papel en blanco, de responsabilidad y de misterio que para mí siempre significa escribir. He escrito, por ello, artículos, crónicas, editoriales, noticias tristes y alegres, inquietantes y divertidas, esperanzadoras y sorprendentes. Ahora escribo no pocos informes, textos diversos y bastantes conferencias y discursos, pero nunca se me ha pedido el prólogo para un libro especializado como este, que se circunscribe a los veterinarios asturianos en la celebración del centenario de su Ilustre Colegio Oficial. Me apresuro a decir que he aceptado esta invitación sin pensarlo dos veces, algo que ya no hago casi nunca a estas alturas de mi vida. Lo he hecho así porque quienes me lo han pedido son compañeros de profesión de alguien inolvidable para mí, una de las personas que más ha influido en mi vida: mi tío y padrino Graciano García Fernández-Antuña, que terminó su carrera de veterinario en el Ayuntamiento de Gijón; una carrera que ejerció con máxima entrega, generosidad y altura de miras. Este trabajo me invita a recordarle, lo que es siempre para mí un motivo de intensa alegría, en este caso desde la evocación de su vida profesional. A la vez, participo, ciertamente que de manera muy modesta, en lo que siento como muy hermoso: colaborar en un libro, lo que también he vivido no pocas veces como una experiencia feliz, porque un libro que lo sea verdaderamente es un estímulo para la cultura, la inteligencia creadora, el conocimiento. Creo que mi tío siempre tuvo la secreta esperanza, pues nunca me lo dijo, de que yo siguiera su vocación. Por eso cuando, siendo yo muy joven, se presentaba la ocasión, me invitaba a que le acompañase en sus salidas al campo para diagnosticar y curar animales enfermos, bien cuando iba a Moreda de Aller, nuestro pueblo, o cuando me llevaba a pasar unos días con él en su casa en Gijón. Descubrí así una profesión extraordinariamente útil, cercana a la gente más sencilla, que él ejercía con verdadera pasión. Y observé en las personas con las que trataba


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—aquellas visitas a la Plaza del Pescado de Gijón para hacer la inspección correspondiente son realmente inolvidables— un afecto hacia él espontáneo y sentido. Comprobé, una y otra vez, cómo esta profesión facilitaba una relación y una cercanía entrañables entre el profesional y la gente, algo que yo, movido por ese ejemplo, siempre he tratado de cultivar. Como en los versos de Jorge Guillén, resultaba realmente admirable que todo fuera «con sencillez, tan verdadero». Conocí también entonces a algunos de los compañeros de profesión de mi tío, todos ellos enamorados de su tarea, con los que compartía problemas y preocupaciones, pues no en vano defendían una parte muy importante del patrimonio de los más humildes, de las gentes del campo para quienes la muerte de uno de sus animales representaba un duro golpe para su casi siempre humilde economía. Porque aquellos eran años muy difíciles, como leemos en este mismo libro, y los veterinarios hacían «su abnegado trabajo entre la economía de pura subsistencia y la descarnada pobreza que seguían marcando

la vida en el campo asturiano». Cuando recuerdo aquellos tiempos, no puedo evitar la íntima y profunda satisfacción de ver cómo, entre todos, hemos sabido construir esta España mucho más rica material y espiritualmente, más abierta y esperanzada, libre, y con unas generaciones jóvenes muy preparadas para enfrentarse con confianza y fuerza al futuro. Con los veterinarios, aprendí, en definitiva, a percibir «el perfume de lo real», como diría mi admirado George Steiner, contagiándome de manera definitiva y para siempre con su entusiasmo, con su espíritu colaborador y sacrificado, con su ansia de saber. El Colegio de Veterinarios de Asturias tiene, pues, muchos motivos para la celebración. No es el menor de ellos comprobar que a lo largo de estos cien años sus asociados han conseguido la admiración y el respeto de la sociedad. Una admiración y un respeto que yo guardo hacia ellos, hacia los compañeros de profesión de mi inolvidable padrino, desde mi niñez, en el corazón del alma, como diría Unamuno.


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homenaje al colegio oficial de veterinarios del principado de asturias, en su primer centenario

Acepto muy honrado la invitación del Presidente del Ilustre Colegio

Miguel Cordero del Campillo Catedrático emérito de la Facultad de Veterinaria de León

Oficial de Veterinarios del Principado de Asturias, para que escriba unas consideraciones con motivo de la celebración del I Centenario de su fundación. En primer lugar, mi cordial felicitación a la Junta Directiva y a todos los colegiados, por haber culminado con éxito tan prolongado periodo, pese a no pocas circunstancias adversas que han afectado a España y, en particular a Asturias, a lo largo de ese siglo de existencia. Por supuesto, la estrecha vinculación entre Asturias y León, ha determinado que ambas provincias hayan compartido muchos sucesos, de manera que me resultaría fácil rememorarlos todos, pero mejor será que me limite a los relativos a la Veterinaria. La Ley de Instrucción Pública de 9-ix-1857 (Gaceta del 10), promulgada por el ministro don Claudio Moyano Samaniego, creó los distritos universitarios, y la entonces Escuela Profesional de Veterinaria de León se integró en el de la Universidad de Oviedo, al que perteneció hasta la creación de la Universidad de León (1979). Un salto cualitativo en esta relación supuso la Ley de Ordenación de la Universidad Española de 29-vii-1943 (BOE del 31), que transformó en Facultades las Escuelas Superiores de Veterinaria. Correspondió a los catedráticos y profesores de nuestras Facultades derribar las suspicacias que existían en la Universidad, ante la incorporación de pleno derecho de nuestras Escuelas a la institución, pero las relaciones oficiales y, más aún, las personales entabladas con los catedráticos de las diversas Facultades de Humanidades y de Ciencias, eliminaron los desinformados prejuicios que todavía quedaban en algunos reductos profesorales. En el distrito universitario de Oviedo, este prolongado y fecundo vínculo administrativo creó una firme relación académica, pues gran parte de los veterinarios que ejercieron la profesión en Asturias habían estudiado en León y, por supuesto, bastantes de ellos eran leoneses. En fin de cuentas, entre los naturales de ambas provincias astures, la trasmontana y la cismontana, siempre ha existido una comunidad afectiva. Supe, ya en mis años de estudiante en la Facultad, del ejercicio veterinario en Pola de Siero de don Toribio Ferrero López, uno de


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los profesores de quien guardo un afectuoso recuerdo. Entre sus amigos, se contaba Salustiano Fernández Llamazares, que ejercía en Noreña y Enrique Robla Contreras, que trabajaba en Siero, simpático personaje y compañero de festines de don Toribio. Enrique no solo comentaba nostálgico sus experiencias en las tierras del Principado, sino que tenía a gala conservar la musiquina del bable, que a mi me resulta familiar desde la infancia, por los muchos asturianos que pasaban sus vacaciones estivales en mi villa natal de Vegamián. Años más tarde, cuando ingresé en el Cuerpo Nacional Veterinario (1953), me relacioné con numerosos compañeros que ejercían, o habían ejercido, en la entonces provincia de Oviedo, en muy diversas circunstancias. Por Eliseo Fernández Úzquiza supe de su etapa de director de la Estación Pecuaria Regional de Asturias, en Somió, y de la comprometida misión que le encomendó el gobierno republicano, al estallar la guerra civil, que fue, nada menos, hacerse cargo de las posesiones rurales de doña Carmen Polo, esposa del general Franco, servicio que lo llevó a la cárcel al liberarse —en la terminología de la época— Asturias. Después tuve la oportunidad de relacionarme con Francisco Mombiela Senao, quien sucedió a Úzquiza en la dirección de la Estación Pecuaria asturiana, cuando yo ocupaba el cargo similar en la de León. Julio Ochoa Uriel, Jefe Provincial de Ganadería, médico y odontólogo, y Luis Rodríguez Ovejero, jefe de los servicios veterinarios del Ayuntamiento de Oviedo, eran figuras destacadas de la profesión, con prestigio en la sociedad ovetense, cuya reputación yo conocía mucho antes de poder entablar relación personal con ellos. Otros veterinarios, unos titulares, como Manuel Fresno Torres, Félix Martínez Marco y Benigno Rodríguez quien, tras ejercer en Villamayor ingresó en el Cuerpo Nacional Veterinaria, ocupó la Jefatura de Ganadería de León y enseñó Zootecnia en la Facultad de León, a mi entre otros. Como él, Benito Fernández García-Fierro, muchos años veterinario titular en Asturias y Galicia, que ingresó en el Cuerpo Nacional Veterinario; los hermanos Borge Torrellas, en Oviedo Francisco y en Pola de Siero Carlos; y Manuel Rodríguez García, incansable en su labor de divulgación veterinaria, que tanto batalló en Pola de Lena, por citar aquellos con los que he tenido más relación. Forman legión mis ex-alumnos contratados para las campañas de saneamiento ganadero y la inseminación artificial, que tan espléndida tarea desarrollaron en favor de la ganadería asturiana, en condiciones muy duras, con inestables contratos y mezquinos salarios. Sería interminable la relación de todos ellos, pero sirvan como modelo Dionisio Cifuentes Zarracina y Manuel Cima García, ambos miembros del Cuerpo Nacional Veterinario, que han logrado sólido prestigio. La Veterinaria por la que tanto luchó don Félix Gordón Ordás antes y durante la II República, había conquistado,

por fin, el Boletín Oficial del Estado, la Gaceta de sus tiempos, como él decía, y había quebrado muchos de los esquemas ignorantes o interesados de quienes le negaban el carácter «liberal y científico» del que hablaba la Pragmática de los Reyes Católicos en 1500. El problema no ha sido exclusivo de España, pues incluso en Francia, donde se crearon las primeras Escuelas de Veterinaria, las dificultades de los veterinarios para alcanzar en la sociedad civil y en los ejércitos la consideración que su preparación científica y cultural reclamaba, no han sido menores que las que padecieron nuestros predecesores, como acredita Ronald Hubscher en su obra Les maîtres des bêtes. Les vétérinaires dans la société française (xviie-xxe siècle), Editions Odile Jacob, París, 1999). Ciertamente, no fue tarea fácil, pero la conquista se asentó sobre el trabajo bien hecho y no dependió de graciosas concesiones, que siempre están pendientes de los cambios de humor de los poderosos. Aquel esquema administrativo de la Veterinaria que proponía don Cayetano López y López, ilustre ex-alumno de la Escuela leonesa, con la fórmula: 5-50-5.000 (5 inspectores generales en el Consejo Superior Pecuario, 50 Jefes Provinciales de Ganadería y 5.000 inspectores municipales veterinarios, futuros veterinarios titulares) sonaba a utopía, porque, si bien los puestos del Cuerpo Nacional Veterinario contaban con plazas establecidas en los presupuestos generales del Estado, otros servicios de Sanidad y demás administraciones públicas estaban en precario y los veterinarios de los ayuntamientos dependían de éstos, en condiciones no poco lamentables. La competencia con que unos y otros ejercían sus funciones acabó imponiéndose y se logró la consolidación de sus plazas, como ocurrió también con los servicios en diputaciones y otras entidades. Ni soñando, hubieran alcanzado a pensar los luchadores por la elevación del nivel científico y social de la Veterinaria que podrían ver ministros del gobierno, rectores de universidad y consejeros de Estado con el único título de licenciados o doctores en Veterinaria. No podemos olvidar que estos progresos fueron posibles gracias a la presión que significó la plétora, que permitió consolidar los campos tradicionales del ejercicio profesional y conquistar otros nuevos, eso sí, a costa del sacrificio de aquellos que recibieron el nombre de «postgraduados», a los que la Veterinaria española podría dedicar un monumento al estilo del que honra la memoria del soldado desconocido. En Asturias, en los 100 años que se conmemoran, se han escrito muchas páginas de esta historia. Para terminar, deseo expresar mi reconocimiento a cuantos han ejercido con plena dignidad la profesión, desde la más remota aldea, hasta los cargos del máximo relieve. Que, en los próximos 100 años, la Veterinaria asturiana vivat, crescat et floreat!


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introducción ¿Que cien años no son nada? Dependerá de a qué siglo nos refiramos. El tiempo

nunca es nada en sí mismo: es algo, mucho o poco, la vida que lo rellena y le da forma y contenido. Para el enclaustrado, un minuto son dos horas con la percepción del activo, y a la recíproca. Para el Colegio de Veterinarios de Asturias, e incluso para el resto del mundo, la doble equis del siglo xx advertía ya, como en las películas de género salaz, de que se iba a desbordar la pasión. Y ya se sabe lo que ocurre con la pasión. En este primer centenario del Colegio no se puede disociar el balance corporativo del correspondiente a la propia vida española del periodo, porque los oficios los hacen hombres y los hombres no son estancos al entorno social, político, económico y cultural que les toca en suerte. Hay, pues, muchas cosas dignas de conmemoración y también otras de lamento: es lo que ocurre cuando se vive con intensidad. Así mirado, el siglo ha sido corto porque la vida ha sido larga. En lo que al gremio respecta, el tiempo ha cundido para una trabajosa consolidación social de la veterinaria como la profesión científica que es. Parece una obviedad: pues ya verán ustedes, páginas adelante, lo que cuesta a veces abrir los ojos a los que se empeñan en obviar las obviedades. Esa lucha secular por lo evidente forzó la creación del ejército colegial, y contó con el arma principal del avance científico y técnico en materia de sanidad pecuaria como división acorazada frente a las actitudes reaccionarias. Gracias a todo ello, somos hoy los asturianos bastante más ricos, mucho más sanos y, consecuentemente, más longevos. Como el resto de los españoles: la inspección de alimentos, el saneamiento ganadero, la erradicación de zoonosis y epizootias, la mejora zootécnica… no son particularidades indígenas, ya quisiéramos la patente. La veterinaria asturiana ha marchado al compás de la del resto del país. Nunca por delante: eso queda para la industria. Las cosas que en las páginas que siguen se escriben están, más o menos, ordenadas cronológicamente, con la sucesión de presidentes del Colegio y sus periodos de mandato a modo de hilvanado de capítulos que integran los acontecimientos relevantes de ese tiempo para el mundo de la veterinaria. El recuento no es exhaustivo. Se ha buscado la amenidad sin pasar factura al rigor. Allá vamos.

s Dibujo de Juan Álvarez de Salamiella. Libro de Menescalcía y de Albeytería, Biblioteca Nacional de París, mms. Esp. 241 (ca. 1390).



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algunas cosas de la protohistoria A su alpim u lu imerim. Mil ochocientos años antes del nacimiento de Cristo, alguien talló esta inscripción en la famosa piedra negra conocida como el Código de Hammurabi, la primera recopilación de leyes de que existe noticia en la historia de la humanidad. En ese Aranzadi rudimentario, grabado con caracteres cuneiformes, Hammurabi enumera las instrucciones que ha recibido del dios Marduk para fomentar el bienestar entre sus gentes. Pues bien: entre las recomendaciones divinas se apunta ya la conveniencia de prodigar cuidados a las bestias que acompañan al hombre en su andadura por la existencia. En la piedra mesopotámica se encuentra la primera constatación histórica sobre la existencia de un oficio específicamente dedicado al cuidado

de la salud de los animales, mención que se pronunciaría, más o menos, así: Asu alpim…Traducido: médico de bueyes y de asnos. Una especialización de los sumerios que tampoco se inventa en este tiempo remoto, sino que viene de atrás, ya que a lo que hoy conocemos por «veterinaria» le estiman, paleontólogos y arqueólogos, unos 5.000 años de existencia. Hammurabi, simplemente, escribe por primera vez sobre ello. La referencia expresa a bueyes y asnos halla continuidad en la iconografía tradicional. Ya en época romana se denominaba veterinae a las bestias de tiro y carga veteranas, lo suficientemente envejecidas como para requerir atenciones especiales frente a los achaques de la edad, pero sin entrar aún de lleno en la categoría de clase pasiva que les hubiera conducido directamente al matadero. Por extensión, los humanos responsables del cuidado de las trabajadas bestias compartían la raíz semántica de la designación animal: eran los veterinarius, término que apenas ha ss Perfil recortado de una cabeza de cabra. Cueva de Tito Bustillo, Asturias. s Cabeza de caballo en la cueva de Tito Bustillo, uno de los conjuntos rupestres más importantes de Europa occidental. 1 Archivo Trea


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Dibujos obtenidos de Revista de Higiene y Sanidad Pecuarias, cuyos epígrafes se trancriben: A. «Grabados de la Loja (Asturias)»; B. «Equus asinus del Mas d’Azil (Reinac)»; C. «Cabeza de caballo –según los arqueólogos– en cuerno de ciervo. Anverso y reverso. Lourdes (Piette)» U M. Rossell y Vilá: «La glíptica en etnología animal. Los équidos», en Revista de Higiene y Sanidad Pecuarias, Madrid, tomo VIII, enero-diciembre, 1918, p. 139.

A

B

C

t «Egipto, sacrificio de un toro». U Ganadería, n.º 114, Madrid, diciembre, 1952, p. 593.

sufrido transformaciones etimológicas respecto al que hoy es de uso común para nombrar a esta profesión. Además, denominaban aquéllos incipientes cristianos a los galenos de su cabaña con otro nombre que se ha extinguido en el camino hasta nuestros días: mulomedicus. Cuatro siglos después del nacimiento de Cristo, alguien redactó una Mulomedicina Chironis en la que el valor práctico de la ciencia se ponía a resguardo del descrédito que provocaban los frecuentes estragos de sus ejercientes (ganaderos y pastores expertos en el oficio, herradores, palafreneros, curanderos de aquel prólogo de la era medieval). Entre otras cosas, se decía en ella: [...] qui nec quidem error alicuius passionis veterinario ignoranti obstripiat, hanc doctrinam s.s. diligenter tenere oporte. Es decir: ante cualquier duda hay que evitar al veterinario ignorante, aunque siempre es necesario atenerse al arte veterinario. Sabia advertencia que, siglos adelante, habrían de hacer suya los profesionales titulados de la sanidad animal para preservar el conocimiento científico de sus temibles mulomedicus contemporáneos: expertos rurales en tradiciones heredadas con un vademécum popular de remedios comprendidos entre la hierba y el exorcismo. Como a lo largo de este libro habrá ocasión de comprobar, el primer centenario del Colegio Oficial de Veterinarios de Asturias remata la lucha de varias generaciones de médicos pecuarios —otra denominación romana— para poner su formación y conocimientos al servicio de la sociedad en una región eminentemente ganadera. Un esfuerzo en el que hubo que vencer resistencias e incomprensiones, ignorancias y rivalidades, burocracias y supersticiones. Es decir, la misma trayectoria de consolidación social de la veterinaria que se vivió en el conjunto de España. Pero con las peculiaridades inherentes a la dispersión de la población rural, al aislamiento y al individualismo secular de los beneficiarios principales del avance científico sobre el bienestar de la cabaña ganadera en Asturias: los propios ganaderos. La historia, más o menos, vino a ser como sigue.


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a caballo por el medievo Breve paseo por la estepa castellana de la Edad Media. En aquel tiempo tenebroso, la imperiosa necesidad de la explotación animal para la subsistencia de un colectivo humano en expansión acrecentó el primitivo campo de conocimientos populares sobre el cuidado de la cabaña. La transmisión oral de aquella incipiente medicina pecuaria quedó inventariada y a resguardo en los monasterios, como toda la sabiduría antigua. La alianza entre la cruz y la espada puso los avances en aquel conocimiento al servicio de la guerra. La dialéctica del mandoble, favorita de los señores feudales, tenía un poderoso argumento en un animal de gran utilidad bélica: el caballo. Las cristianas Órdenes de Caballería se nutrieron del saber de los monjes a efectos de logística militar. Cuidar a las bestias de combate era tanto o más importante que atender a la propia soldadesca, en la medida en que resultara posible su diferenciación. Los caballos fueron, así, destinatarios privilegiados de los desvelos humanos por la salud animal. Y algunos de sus valedores, como los Templarios, adquirieron tal notoriedad en el oficio que los aldeanos solían requerir su consejo contra los males que desolaban sus establos, fueran o no de condición equina los pacientes. La proclamada labor humanitaria de los ejércitos actuales encuentra así un precedente histórico mil años después del nacimiento de Cristo, época terrible de hambre y violencia. Esa trascendencia del caballo como motor de la medicina animal dio cuño etimológico a otra designación de los veterinarios de entonces: «mariscal», composición de raíz germánica que venía a significar «el que cuida a los caballos», susurrándoles o no. El término alcanzó menor arraigo en Castilla que el de «albéitar», vocablo de origen árabe que agrupaba a lo más prestigioso del oficio en coexistencia profesional con los mariscales y con los «ferradores», artesanos del calzado equino que se beneficiaban de la escasez de albéitares para ejercer también de sanadores de toda clase de animales. Quedaba cualificado como albéitar el monje o el caballero de probada destreza como médico pecuario. Por su rango social y especialización en la salud de los caballos, ejercía su oficio en las caballerizas de los reyes o de los señores feudales. Más próximo al pueblo llano, el gremio de los herradores cubría las necesidades básicas de salud animal con su experiencia y su aura mitológica: parece ser que, en el año 910, el diablo requirió los servicios de Dunstan, devoto herrador inglés, para hacerse la pedicura. El hombre espetó herraduras de clavos en las pezuñas del demonio, haciéndole tanto daño que Satanás juró no volver a acercarse a ninguna zapatería tan desconsiderada con el cliente. Desde entonces, Dunstan es santo y patrón del gremio;

Dibujos de Juan Álvarez de Salamiella. Libro de Menescalcía y de Albeytería, Biblioteca Nacional de París, mms. Esp. 241 (ca. 1390).


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u Ilustración de la obra

de Fernando Sande y Lago Compendio de Albeitería, 1717.

t Taller de maestro

herrador, siglo xviii. Exposición temporal, Caballerizas del Rey, El Escorial, Madrid. 1 Luis Moreno Fernández-Caparrós u Diversos métodos de inmovilizar al caballo. Suspensión

mediante correas en un potro y tumbado en el suelo sujetado mediante cuerdas. U Pedro García Conde: Verdadera albeytería, Madrid, 1685.


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las herraduras, objetos de buena suerte, y los herradores, por extensión, casi taumaturgos. En eso ganaban a los albéitares, que sólo disponían de ciencia en calderilla y andaban desprovistos de milagro fundacional. Movidos por su complementariedad, ambos oficios terminaron fusionándose. En algún momento de la baja Edad Media se produjo la asociación entre científico y artesano, y el título de herrador pasó a acompañar al de albéitar en todos los profesionales. Nombre y apellido que prolongarían su vigencia hasta más allá del advenimiento de la veterinaria, propiamente dicha, lo que en España se demoraría hasta finales del siglo xviii, con la creación de la Escuela Superior de Veterinaria de Madrid. Pero, trescientos años antes, una decisión administrativa de Isabel I de Castilla permite el nacimiento del primer organismo corporativo que regula tanto el acceso a la profesión como su ejercicio: el Real Tribunal del Protoalbeiterato, germinado en 1475, comienza a otorgar y exigir a todos los profesionales veterinarios el correspondiente título. Título para cuya obtención hay que superar obligatoriamente un examen. El Tribunal, además, perseguía el intrusismo y castigaba la impericia en el desempeño del oficio. Estaba regido por los albéitares más influyentes y de mayor categoría, los protoalbéitares, responsables del cuidado de las Caballerizas Reales. Se trata, en definitiva, de la salida del Medievo para los profesionales de la sanidad animal, albéitares-herradores tan afianzados en la sociedad que sobrevivirán como colectivo hasta 1850,, más de medio siglo después de la irrupción de las primeras hornadas de veterinarios formados en la Escuela de Madrid. ¿En qué medida penetraban tales novedades en la hermética Asturias de aquel periodo? Presumible-mente, poco. Además de la formación del candidato a cargo de un profesional experto, en régimen de pasantía, el examen preceptivo para la titulación de albéitar y herrador exigía un desplazamiento a la Corte, y en torno al siglo xv no había mucho cristiano con ánimo y recursos suficientes como para afrontar semejante viaje. El primer herrador indígena del que tenemos noticia es Diego Alonso, vecino de Oviedo, cuyo nombre quedó registrado en una ejecutoria de 1506 de la Real Chancillería de Valladolid por algún asunto concerniente a la devolución de un caballo. Se

sabe también que, en 1771, había en la capital asturiana tan sólo cuatro albéitares titulados, y otro sin titulación. Pero no ha quedado otra constatación histórica sobre la vida y obra de los profesionales de nuestra tierra más que un apunte del famoso albéitar Francisco García Cabero, quien, en 1740, les dedicó estas afectuosas letras: «A Asturias cedería con gran gusto todas las afecciones que hay cutáneas, como la Sarna, Empeynes, y Morfeas, pues doctos sus Maestros en las curas, sin que se resistan, las remedian». Queda, así, reconocida constancia de la primera especialización terapéutica de la que existe noticia en el mundo de la veterinaria del Principado.

Portada de Instituciones de Albeytería, edición de 1748. Francisco García Cabero que gozó de gran prestigio con esta publicación, dedicó estas afectuosas letras a los profesionales de nuestra región en 1740: «A Asturias cedería con gran gusto todas las afecciones que hay cutáneas, como la Sarna, Empeynes, y Morfeas, pues doctos sus Maestros en las curas, sin que se resistan, las remedian».


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veterinarios de la ilustración Cuestionamiento crítico de la tradición, exaltación de la razón y de la ciencia: tenía que ser la Francia alumbrada por el Siglo de las Luces la incubadora del concepto de veterinaria tal y como hoy lo entendemos, como una actividad estrictamente científica y rigurosamente reglada. Claude Bourgelat, antiguo abogado y profesor de hípica, opta decididamente por su amor a los caballos frente a las humanas querellas y funda la primera Escuela de Veterinaria en Lyon, en 1761. Cuatro años después abre la segunda en París, que es trasladada casi de inmediato a la cercana localidad de Alfort. A los once años de su funcionamiento recibe esta escuela al primer alumno español, que llega a Alfort becado por el Gobierno. Se trata de Bernardo Rodríguez, mariscal de las Reales Caballerizas, quien, después de tres años de estudio, se convierte formalmente en el primer veterinario español. Habrán de pasar 32 años desde el acontecimiento de Lyon para que España siga el ejemplo Arriba: la atracción de los últimos años por conocer la historia profesional ha dado como resultado la recuperación facsimilar de un fondo bibliográfico correspondiente a la Albeitería de oro. En la foto, obras facsimilares de Francisco de la Reyna, Cabero y Montó y Roca, así como una recopilación de leyes y pragmáticas de los Reales tribunales del protomedicato, protoboticariato y protoalbeiterato. Izquierda: título de albéitar concedido por el protoalbeirato en 1736. Derecha: portada de la obra de Ángel Isidro Sandoval, edición de 1792.

de Francia. Y lo hace estimulada por un perfecto afrancesado, Manuel Godoy. La Escuela de Veterinaria de Madrid abre sus puertas en octubre de 1793, en el mismo solar que hoy ocupa la Biblioteca Nacional. Los flamantes veterinarios hispanos se van incorporando al servicio de la sociedad. Pero su mayor formación y competencia no supone la extinción inmediata para sus predecesores, los herradores y albéitares, que resistirán en el oficio hasta 1850 no sin un cordial intercambio de codazos con sus nuevos colegas y rivales. La glaciación para la albeitería se inició tres años antes, en 1847, cuando la Escuela de Veterinaria de Madrid tuvo réplicas tardías en Córdoba, Zaragoza, León y Santiago de Compostela que aumentaron el número de titulados: veterinarios periféricos rebajados jerárquicamente respecto a los de la capital, ya que en Madrid los estudios duraban cinco años y en provincias sólo tres. De ahí la existencia de profesionales de primera y de segunda clase. Veterinario de primera hubo de ser, necesariamente, el primer titulado asturiano: Juan Barbés Fernández, joven «natural de San Martino de Bega de Poja, Obispado de Oviedo. Su religión, C. A. R. [o sea, Católico, Apostólico y Romano, según acrónimo usual en aquel tiempo], su edad 18 años, su estatura cinco pies escasos [un pie, igual


crónica de un siglo 29

Lámina en la que se indican las principales enfermedades, así interiores como exteriores, que sobrevienen al cuerpo del bruto. De la publicación de Salvador Montó y Roca, Sanidad del cavallo y otros animales sujetos al arte de albeytería, Valencia, 1742.


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t Izquierda: «Demostración anatómica

de una parte del caballo con sus músculos, ligamentos y cutis», de la obra Verdadera Albeytería, de Pedro García Conde, Madrid, 1685. Derecha: «Instrumentos de herrar», de la obra El arte de herrar de Abdón Nieto Martín, Madrid, 1863. v Profesores y alumnos de la Escuela de Veterinaria de Madrid, en 1859: Nicolás Casas de Mendoza (1), Ramón Llorente y Lázaro (2), José de Echegaray (3), Fernando Sampedro Guzmán (4), Guillermo Sampedro Cancela (5). 1 Biblioteca Nacional de España, Colección Castellano, er-44/32

a 30,5 centímetros], sus señales color blanco redondo de cara con algunas pecas». Poco más sabemos de él: que sus padres eran vecinos de Pola de Siero, que tuvo un hermano que intentó completar la carrera sin lograrlo, mientras que él la inició en 1804 y la concluyó en septiembre de 1808. Es decir, cuando sólo existía la Escuela de Madrid. También cursó en ella sus estudios nuestro segundo veterinario asturiano, Pedro Vega, joven de 19 años natural de Viedes (Piloña), hijo de labradores y, por supuesto, también C. A. R. sin mácula. Concluyó la carrera en 1823.

Pero, en lo sucesivo, la mayor parte de los veterinarios asturianos o que han ejercido en Asturias son titulados por la Escuela de Veterinaria de León y, en menor grado, por la de Santiago de Compostela; la de Lugo, que sustituyó a ésta última, o la de Madrid. La primera de ellas fue creada como Escuela subalterna en 1852, elevada al rango de Profesional en 1857 en dependencia directa desde entonces de la Universidad de Oviedo. Aún habría de avanzar más en el complejo mundo universitario: en 1866 era ya Escuela Especial y, en 1927, Escuela Superior de Veterinaria. Y tras la guerra, en el curso 1943-1944, alcanzó el grado de Facultad. Así se mantuvo hasta que, en 1979, es adscrita a la recién creada entonces Universidad de León. Ese cambio, fruto de la nueva situación política y territorial vivida en España como consecuencia de la transición democrática, supuso que en Asturias se alzaran algunas voces en defensa de una Facultad en Oviedo o Gijón —puesto que allí están la Estación y el Laboratorio Pecuarios— pero que, razonablemente, no se llevó a cabo. España es uno de los países con mayor número de facultades de veterinaria y con una de las nóminas más amplias de titulados en la especialidad. La proximidad, la tradición y la vinculación con la capital leonesa anuló cualquier posibilidad de que se intentara la apertura de aulas sobre esa materia en el Principado. Y nadie ha vuelto a reclamarlas. De la que fuera Escuela de Santiago también hay historia escrita. Un veterinario asturiano, Manuel Rodríguez, natural de Ujo, de quien nos ocuparemos más de una vez en este libro, es el autor de una historia de esa Escuela que concluyó como tesis doctoral cuando estaba próximo a la jubilación, mérito


crónica de un siglo 31

Primera sede de la Escuela Subalterna de Veterinaria, en el edificio de San Marcos, León. U Miguel Cordero del Campillo: La Universidad de León. De la escuela de veterinaria a la universidad, León: Everest, 1983, p. 47.

extraordinario por su constancia para uno de los principales divulgadores de la profesión. La Escuela de Santiago (1882-1924) fue centro de formación de algunos veterinarios que surgirán en esta historia. Por ejemplo, de Federico Palmeiro López, que llegaría a presidente del Colegio asturiano. Pero también allí dieron clase dos destacadísimos profesores de origen astur: Francisco García González, catedrático de Operaciones, Apósitos y Vendajes desde 1886 hasta 1906, en que fue trasladado a Zaragoza, y José Marcos Rodríguez, natural de Vegadeo que entró como estudiante en 1886 y fue alumno agregado, ayudante de clases prácticas, auxiliar interino y en propiedad, profesor numerario y que ocupó la dirección del centro en el que se mantuvo hasta su supresión en 1924. Desde entonces pasó a explicar en León la asignatura de Enfermedades

Infecciosas y Parasitarias e Inspección de Carnes y sustancias alimenticias. Armados de un bagaje científico inédito hasta su tiempo, los veterinarios formados en las correspondientes escuelas habrían de desempeñar un papel decisivo en la mejora del bienestar del conjunto de la sociedad española. Una sociedad de costumbres enraizadas en la tradición: instintivamente reaccionaria por tanto a las novedades, escéptica ante el progreso. La lucha tenaz de los veterinarios a lo largo del siglo xix logró, no obstante, cambios trascendentales en beneficio de la salud humana gracias a la nueva praxis sobre higiene alimentaria, y mayor riqueza en el sector ganadero con la aplicación del conocimiento biológico como herramienta para abrir paso a la eficacia industrial dentro de una producción pecuaria anquilosada y decadente.

s José Marcos Rodríguez,

natural de Vegadeo, destacado catedrático de las escuelas de Santiago de Compostela y León. U Miguel Cordero del Campillo: La Universidad de León. De la escuela de veterinaria a la universidad, León: Everest, 1983, p. 234.


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del veedor al inspector titulado La primera referencia histórica conocida a medidas ad-

Matadero de Sama de Langreo, y nave de sacrificio del Matadero de Oviedo. U Revista de Higiene y Sanidad Pecuarias, Madrid, Tomo XXIII, enero-diciembre, 1933, pp. 49 y 65.

ministrativas sobre control sanitario de los abastos, en el caso de Asturias, se encuentra en las ordenanzas de Oviedo de 1245. Allí se imponía la obligación de desollar a los animales en el azogue, es decir, en la plaza pública donde se realizaba el comercio. Tan edificante espectáculo se reforzaba con la prohibición de vender la carne en casas particulares, so pena de pérdida de producto y multa de cinco sueldos. Por cierto, que la carne más apreciada en aquel tiempo, a juzgar por su precio, era la de cabrito, diez dineros, mientras que la de vaca costaba la mitad. Treinta años después, nuevas disposiciones promulgadas en la ciudad mencionan ya el matadero como lugar obligado para el sacrificio de los animales. También se prohíbe la venta de carne de cerdo mortecina —esto es, la del bicho fallecido por causas naturales— y del pescado con más de dos días cadáver en verano y tres en invierno. Además, es preceptivo que toda la carne de consumo humano sea inspeccionada por los «vigarios», delegados de la autoridad en esta organización básica de la higiene alimentaria colectiva: «Otrossi establecemos que nengun carnicero non sea osado de tallar nin uender la carne ámenos dela mostrar álos vigarios et silo fizier aia la pena sobredicha». Nada de particular: hasta la consolidación de la veterinaria en España, ya en la segunda mitad del siglo xix, los servicios de reconocimiento de alimentos eran una función municipal que se encomendaba a «veedores» relacionados con el mundo del ganado y el abasto: carniceros, matarifes, pastores, tratantes de ganado… o simples personajes de confianza de la autoridad local. Todavía en 1833, cuando Asturias disponía ya de veterinarios titulados, el Ayuntamiento de Oviedo entregaba la responsabilidad del aseo del matadero de la ciudad a los denominados «fieles», entre cuyas funciones estaba la de «recibir, reconocer y pesar las reses que deben ser degolladas a su presencia y se destinan para el consumo y abasto público». No está claro si la «fidelidad» que adornaba a estos inspectores era mérito de su entrega al trabajo, de su devoción C. A. R. o de incondicionales libaciones espirituosas con el alcalde. Lo que sí está claro es que, aparte de la experiencia en sus oficios, carecían de cualquier formación de tipo científico que aportara solvencia

a la labor que tenían encomendada. Esa falta de documentación era general entre los veedores que ejercían en todo el territorio español, con el previsible resultado de abundantes quebrantos en la salud de los consumidores por la ingesta de carnes infectadas de «disentería, carbunco, lobado, tisis, sarna, marasmo...». Contagios de epizootias frecuentes en la época «que hacen caer enfermas a familias enteras, sin que el físico [médico] pueda remediar con acierto estos males, por ignorar la primitiva causa que los produce». Así lo denunciaba, en 1802, la Junta de Profesores de la Escuela de Veterinaria de Madrid al Ayuntamiento de la capital. Denuncia que fue el punto de arranque de un cambio progresivo en la percepción de las autoridades que puso fin a la precaria situación de la higiene alimentaria en España: el cambio que convirtió a los veterinarios en los primeros veedores de alimentos de la historia con título académico, y a Madrid, al parecer (no hay sobre el dato contraste histórico riguroso) en la primera población del mundo que designó veterinarios para esta trascendental labor de inspección. No obstante, a pesar de ese récord planetario que se les atribuye, no se puede decir que las autoridades madrileñas hayan actuado con celeridad en una decisión que hoy nos parece obvia: tuvieron que pasar treinta y ocho años desde la petición formal de la Escuela de Veterinaria hasta que el Ayuntamiento, en 1840, da su histórico placet a dos titulados, Antonio Santos y Francisco Huertas, como responsables de reconocimiento del ganado y el dictamen sobre la salubridad de las carnes destinadas a consumo en la villa. ¿Convenció la Escuela a las autoridades? Más bien, lo que las terminó de convencer fue la epizootia de glosopeda que, ese mismo año, diezmó las ganaderías de la Sierra del Guadarrama y volvió a poner en evidencia la insuficiencia profiláctica del dispositivo municipal. Desde ahí, el Ayuntamiento fue veloz en la contratación de otros seis titulados y en la creación de un Cuerpo de Veterinarios Municipales, encargados de la inspección de todos los alimentos de origen animal. Cuerpo que se ha mantenido sin interrupciones hasta nuestros días. Poco a poco, los demás municipios españoles fueron copiando la eficaz organización administrativa de la inspección veterinaria madrileña. El impulso creció de abajo hacia arriba, ya que el Gobierno de la nación todavía tardó otros 19 años en convencerse de la necesidad de una inspección obligatoria de los alimentos de ámbito estatal, y de la idoneidad de los veterinarios para ejercerla. Así y todo, poco se le puede reprochar al respecto si se considera que, como ya ocurriera con el Ayuntamiento de Madrid (y este dato sí cuenta con solvencia histórica) el Gobierno de España es el primero del mundo en asumir ese reconocimiento de la valía profesional de los titulados. Además, en un periodo (1859) en el que, justo es reconocerlo, tenía motivos de desvelo mucho más acuciantes, como la declaración de guerra con Marruecos y las convulsiones internas que marcaron las postrimerías del reinado de Isabel II.


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Matanza en Cué de Llanes, 1918. U Asturies, memoria encesa d’un país, n.º 17 (octubre), Oviedo, 2004, p. 79. 1 Archivo de El Oriente de Asturias

albores de la inspección en asturias El primer municipio asturiano que contrató a un inspec-

tor de carnes fue Oviedo y, por añadidura, el elegido fue un veterinario, un alarde de modernidad por parte de la capital del Principado. Por entonces, en el resto de Asturias, veedores o vigarios campaban aún alegremente por mataderos y mercados. Lena siguió el ejemplo de Oviedo al año siguiente. Ocurrió la novedad en el verano de 1858. Cinco años antes, Saturio Álvarez Montequín, ovetense y flamante licenciado en veterinaria, presentó un informe al gobernador de la provincia en el que exponía la conveniencia de que la capital se dotase con un inspector de carnes y pescado. Los argumentos de Saturio encontraron receptividad en el Ayuntamiento, adonde fueron reenviados por el gobernador: se aprobó en diciembre la creación de la plaza de veterinario inspector, con gratuidad inicial en la prestación del servicio y promesa de asignación de retribución económica en los presupuestos del año siguiente, 1854. Poco le duró la felicidad a Saturio, porque el propio gobernador al que había recurrido, Juan de los Santos y Méndez, rechazó el acuerdo municipal al considerar «innecesaria» la

plaza creada por el coste económico que comportaba. Quiso la fortuna, sin embargo, que la primera autoridad provincial fuera al poco relevada, lo que dio ánimos a nuestro veterinario para volver a la carga con el sucesor gubernativo: «La casa matadero adolece de la falta de un inspector, que asegure a los consumidores que las reses que en ella se degüellan tienen carne de buena calidad y no producen enfermedad alguna contagiosa. Los pescados se expenden generalmente encuéntrense o no alterados por la putrefacción». Implacable en la denuncia, expuso también a la autoridad una práctica fraudulenta de los tablajeros del momento: «Entornan las reses en el momento en que acaban de andar cuatro o más leguas; extraen la sangre después de frías; y aunque ello no pueda verificarse bien y queden en el animal algunas libras de aquel líquido ya coagulado, tanto mejor para ellos, puesto que acuden después al peso y las venden a igual precio que la carne». Reclama Saturio seriedad en los mercados y ofrece su autoridad profesional para imponerla. Pero no logrará su objetivo hasta 1858, cuando asume la titularidad de la inspección de carnes de Oviedo con un sueldo anual de 2.200 reales. Y eso gracias a que la fiebre aftosa se desató en la ganadería local y forzó el apremio del nombramiento. Su vida como funcionario resultó azarosa, con varias renuncias al cargo y una suspensión de empleo por un oscuro caso de facturas falsas del que salió indemne por decisión judicial. Murió en agosto de 1885. Ese es, a trazo grueso, el retrato del primer inspector veterinario de alimentos que hubo en Asturias. Dignidad que ganó


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«Gocha del país con sus crías en La Braña (Tineo).» U Asturies, memoria encesa d’un país, n.º 17 (octubre), Oviedo, 2004, p. 76. 1 Antón Álvarez Sevilla

a pulso con su tenaz defensa de una función que, entonces, no estaba aún impuesta a los municipios por imperativo legal. Aunque mal pagados y todavía en competencia profesional con albéitares y veedores, los nuevos titulados veterinarios iban ganando así, poco a poco, el reconocimiento social y laboral que les correspondía. Pero esa competencia se planteaba también en el seno del propio colectivo a causa de la existencia de dos titulaciones jerarquizadas. Así, José María Granda, un ovetense vecino de la Puerta Nueva, vio cómo fracasaba su intención de suceder en el cargo a Saturio Álvarez al tener como rival a Wenceslao Guisasola, equiparado con el primero en la condición de natural de Oviedo pero distanciado de él por su condición de veterinario de primera —titulado en Madrid— frente a la titulación de segunda que ostentaba José María tras su paso por la Escuela de León. Wenceslao fue el segundo inspector veterinario de la capital asturiana. Le sucedió Benito Gaite, un palentino afincado en nuestra tierra que, en 1905, resultaría elegido primer presidente del Colegio de Veterinarios de Asturias. Pero esa es otra historia, y de ella hablaremos más adelante. En cuanto a Gijón, la plaza de inspector de carnes fue creada cuatro años después que en Oviedo, en 1862. No concurrió a la convocatoria ningún veterinario, así que el cargo recayó en el albéitar gijonés Evaristo Díaz Pedregal. Una curiosidad histórica: en su título profesional, expedido en 1830, Evaristo declaraba «no haber pertenecido, ni haber de pertenecer a las

sociedades secretas reprobadas por las leyes, ni reconocer el absurdo principio de que el pueblo es árbitro de cambiar la forma de gobierno establecida». Significativa muestra de cómo se las gastaban Fernando VII y los Cien Mil Hijos de San Luis en la represión del liberalismo durante la Década Ominosa. El Ayuntamiento gijonés, a su manera, puso también en apuros al bueno de Evaristo al estimar sus derechos retributivos en un real por cada vacuno sacrificado y medio por cada res caprina y lanar. En términos absolutos, esa compensación resultaba más ventajosa que los 2.200 reales al año de Saturio Álvarez, pero el Ayuntamiento de Gijón tiraba con pólvora ajena: impuso el pago de esos derechos «a los que presenten las reses para su muerte». Como era de prever, semejante adjudicación sublevó a los ganaderos locales, porque en la vecina Oviedo al inspector le pagaban las arcas municipales. Los agravios comparativos con la capital, como se ve, tienen amplia tradición y extenso campo de manifestación en la villa de Jovellanos. Una villa que hasta 1875 no dispondría de su primer veterinario en el cargo de inspector. La novedad se llamaba Elías Suárez Álvarez. En el conjunto de Asturias, según un documento de 1866, sólo había 18 inspectores de carnes retribuidos. En su gran mayoría, albéitares. Salvo en el caso de Oviedo, nadie parecía tener demasiada prisa ni excesivo celo en el cumplimiento de la ley: hacía ya siete años que era obligatoria, para todos los municipios de España, la contratación de veterinarios como inspectores de alimentos.


crónica de un siglo 35

la lucha por la dignificación Para que el Estado asumiera esa obligatoriedad hubo que

luchar por la generalización de una idea que, universalmente aceptada hoy, era compartida por una exigua minoría en el siglo xix: la de que los veterinarios son los facultativos más y mejor documentados para el reconocimiento de los alimentos de origen animal. Obtener la permeabilidad social —necesario caldo de cultivo de las decisiones gubernamentales— a ese planteamiento fue el objetivo de un titulado de Valencia cuya labor, al cabo, resultaría esencial para la definición de la inspección de alimentos tal como hoy la entendemos: Juan Morcillo y Olalla. Le animaba no sólo la aspiración del incontestable beneficio colectivo derivado de una correcta policía sanitaria en ese campo, sino también una legítima ambición corporativa de abarcar todas las facetas de la inspección veterinaria, lo que, escribió, «representa el primero y más esencial escalón que debemos franquear y que nos ha de conducir más pronto y directamente a la adquisición de nuestros derechos, y además la consideración social que por nuestra carrera y nuestros conocimientos especiales nos corresponden». Morcillo fue un autodidacta que suplió con su trabajo la inexistencia de una especialización sobre inspección de alimentos en las enseñanzas oficiales de veterinaria. Comprendió que a los inspectores veterinarios no les interesa el tratamiento de las lesiones ni la curación del animal, dedicaciones genéricas de la profesión, sino las alteraciones patológicas que permitan detectar los peligros para el organismo humano derivados de la ingestión de alimentos de origen animal. Y sistematizó un programa completo de actuación profesional que recogió en una «Guía del veterinario inspector» (1858) con la que se adelantó a los primeros textos europeos sobre la materia. Una vez más, la sensatez tuvo que pedir refuerzo a la desgracia. El mismo año de publicación de esa guía, un brote de perineumonía bovina comenzó a hacer estragos en la ganadería de la provincia de Gerona. El Gobierno Civil remitió un informe al Consejo de Sanidad del Estado en el que se reclamaba «la creación de inspectores de carne en todos los pueblos donde se sacrifiquen ganados para el público consumo, siendo los veterinarios unos centinelas avanzados y permanentes que velen sobre la higiene general de los ganados». No sólo aceptó tal propuesta el organismo central, sino que extendió su alcance al conjunto del territorio español. El ministro Posada Herrera dictó, para ello, la Real Orden de 24 de febrero de 1859, fecha y documento que marcan un punto de inflexión en la historia mundial de la veterinaria y un paso esencial en la modernización de nuestro país. Bien: formalmente, ya hay trabajo para los veterinarios en todos los municipios. Sólo falta un pequeño detalle: que les

paguen. Nada se dice en la Real Orden sobre salarios, así que los Ayuntamientos aplican los que creían convenientes, con un criterio retributivo que suele oscilar entre lo ruin y lo mezquino. La ridícula cantidad de 300 reales al año es cifra muy usual, incluso en municipios pudientes, como algunas capitales de provincia. Oviedo, como hemos visto, estaba entre las buenas excepciones. Pero había también municipios que no pagaban absolutamente nada. Así que, mientras la dignificación profesional se consolidaba en el campo del reconocimiento del mérito científico de los titulados, renqueaba clamorosamente en la contrapartida de la estipulación de su valor. Por eso los veterinarios inspectores acogieron con un entusiasmo seguramente exagerado la primera norma reguladora de su retribución como funcionarios: la tarifa oficial establecida en 1864. Oscilaba entre los 360 reales al año para los municipios donde eran sacrificadas de una a cuatro reses diarias, y los 6000 reales en los que el número de cabezas abatidas cada día superaban las 701. Además, cuando el número de reses fuera mayor de 200, el municipio quedaba obligado a contratar a dos titulados. Con ello, después de cinco años de terrible explotación, los inspectores habían alcanzado su primera reivindicación laboral, aunque fuera ésta tan magra que obligaba a la mayoría a desempeñar otros trabajos para suplementar sus ingresos. Así y todo, el menguado éxito suscitó envidias en otros colectivos: algunos médicos reclamaron también plaza como inspector de carnes. No lograron su objetivo, pero lo porfiado de su actitud llegó a arrancar un edicto contemporizador al Consejo de Sanidad. En él se atribuía a los veterinarios la exclusividad en el reconocimiento de los animales de sangre caliente, y se ampliaba esa potestad a médicos y farmacéuticos en el caso de los animales de sangre fría, como los pescados. Hubo gran revuelo y protestas entre los veterinarios, y la intrusión no se llegó a consumar. Por el contrario, la inspección veterinaria extendió pronto su campo de actuación a las reses productoras de leche y a la industria chacinera, incluido el reconocimiento microscópico de los embutidos. La segunda mitad del siglo xix fue, por tanto, pródiga en conquistas corporativas. También lo fue en el avance científico profiláctico y terapéutico, esto es, preventivo y curativo, sobre la salud del ganado. Enseguida lo veremos.

En la última parte del siglo xix se produjo un considerable avance preventivo y curativo sobre la salud del ganado. 1 Ramón Jiménez


36 un siglo de veterinarios en asturias

entre el miedo y la miseria

t El Gobierno obliga

a realizar la triquinoscopia a toda carne de cerdo antes de ser comercializada desde finales del siglo xix. 1 Ramón Jiménez

t Carro de eje fijo

y radios. U Manuel Cima García: El ganado vacuno de la raza asturiana de los valles. Pasado, presente y futuro, Luarca: Aseava, 1996, p. 398.

Dos indeseables parásitos aportaron una valiosa —y no menos indeseada— contribución al reconocimiento de la calidad veterinaria para la higiene de los alimentos: la triquina y la tenia solitaria. Sobre todo, la primera, protagonista en aquel tiempo de mortíferas epidemias que espantaban al pueblo y ponían en jaque a las autoridades. Lo maligno de su acción resultó un motor para la aplicación generalizada del conocimiento científico a la inspección de carnes. Ese conocimiento partió de la identificación de la carne de cerdo infectada como agente transmisor del parásito al ser humano. En 1852 se descubrió ese contagio por ingesta del cistecercus cerullosae en el caso de la tenia, y en 1860, el mismo origen alimenticio en el alojamiento de triquinas en los músculos de los consumidores. La tenia no provocaba epidemias ni solía resultar letal. Así que los gobernantes no prestaban excesiva atención al repugnante intoxicador. Exhibían mayor celo cuando tenían que afrontar epidemias de triquina como las que, en el último cuarto del siglo, segaron abundantes vidas en varias localidades de Andalucía. Así, en 1883 el Gobierno prohibió totalmente la matanza de animales, sobre todo de cerdos, en los pueblos que no dispusieran para su servicio de inspección de carnes de «los instrumentos que la ciencia aconseja como necesarios». Era

su respuesta a la triquinelosis epidémica que se desarrolló en Málaga ese mismo año. Lo que no impidió que, poco después, el mismo parásito causara abundantes defunciones en pueblos de Granada, Córdoba y especialmente de Cartagena, donde mató a 25 personas. Sucesos que tenían gran eco en los periódicos de toda España, lo que multiplicaba el miedo colectivo a la infestación. Un miedo que, en última instancia, resultó un valioso auxiliar a favor del progreso de la inspección veterinaria. Así, en 1887, el Gobierno reitera su exigencia de realización de triquinoscopia a toda carne de cerdo antes de ser expedida al mercado. Y dispone también, por primera vez, que las fábricas de embutidos queden obligadas a tener «un microscopio que alcance de aumento 100 diámetros». Es decir, las exigencias administrativas alcanzan también ya a la industria privada del sector alimentario. En el caso de Asturias, las primeras noticias sobre epizootias en este periodo de la historia hacen mención a otro tipo de males. Por ejemplo, a la afección de la sangre de las bestias, o tifus contagioso, que aparece en una localidad del concejo de Quirós, Villagime, y que fue documentada por Saturio Álvarez: «Primero le empiezan a llorar los ojos a los animales acometidos, inflamándoseles notablemente, luego se les escuece la vaca hasta el extremo de mondárseles la piel de los labios, produciendo una fetidez insoportable, cuando se hallan en este estado, poniéndose como tontos o demostrando la privación de todos sus instintos; luego les atacan temblores que afectan en general a toda la masa, aunque se hacen más sensibles en la parte anterior del cuerpo; cuando terminan no se nota cosa alguna de advertir, ni tampoco en la carne cuando se desuellan aquellos, sólo que aparecen con la hiel muy inflamada y los pulmones o entrañas cocidas». Curiosamente, la enfermedad azota todos los años a la cabaña ganadera de ese pueblo y sólo a ella, pese a que sus animales comparten pastos con los de otros lugares. Sin duda contribuye a tales episodios «la apatía, la ignorancia y miseria en que viven nuestros ganaderos, circunstancias que convierten un padecimiento simplemente esporádico (individual) en epizoótico (general) y muchas veces, simultáneamente, en contagioso». El apunte sociológico es del veterinario Wenceslao Guisasola, quien en 1886 recibió el encargo de redactar un informe sobre la «angina gangrenosa que diezma el ganado de cerda en Asturias», es decir, la peste porcina. Atribuye las causas a la falta de aguas frescas y potables, unida al


crónica de un siglo 37

hecho de que los cerdos «hocen y se revuelquen allí donde existen focos y depósitos de materias putrescibles», amén de que las cochiqueras, añade Wenceslao, distan de lo inmaculado en cuanto a limpieza. De ahí una infección que se inicia con manchas violáceas en el cuerpo del animal, que expira un hedor nauseabundo y que lo hace por vez postrera a los tres o cuatro días de los primeros síntomas. La necropsia de los cadáveres no debía ser tarea agradable: «Se hallan en la laringe extravasaciones de sangre en un estado de verdadera descomposición pútrida. Los bronquios, el pulmón y demás vísceras alojadas en la cavidad torácica se encuentran convertidas en un verdadero putrílago». Tras esta impagable aportación a la literatura escatológica, recomienda el veterinario la adopción de tratamientos de tipo preventivo, ya que, por entonces, la curación del mal era prácticamente imposible: «Proporcionar cochiqueras sanas, limpias y bien ventiladas Alejar a los animales del lugar infestado. Impedir todo comercio con los que procedan de lugares invadidos. Donde las cochiqueras carecen de buenas condiciones higiénicas, hay necesidad de llevar a los cerdos a un paraje fresco, como a las orillas de un arroyo o de un río, para que puedan beber agua limpia y pura y bañarse a su voluntad». Gozosa recomendación para la felicidad porcina que debía chocar con la escasa sensibilidad al respecto de los aldeanos, a juzgar por la reiteración de la epizootia. Así que, apeado del lirismo, exige el veterinario a las autoridades el máximo rigor en el control de los cadáveres. Pide que sean quemados, no enterrados ni «arrojados a los ríos, porque la necesidad y la ignorancia obligan en muchos casos a hacer uso de carnes que proceden de seres que han sucumbido bajo la influencia de mal tan grave. Esto, y podemos afirmarlo, suele ser origen en muchos casos de penosas dolencias que aquejan a la humanidad, motivando víctimas sin cuento, cuyas causas pasan desapercibidas generalmente para la muchedumbre». Todo un desolador retrato de la Asturias rural de la época. Quizá quepa resaltar, como prueba de la abnegada contribución de los veterinarios a la sanidad y la higiene pública, su lucha contra la triquinosis. Hay un caso notable, el de Manuel

Fresno Torres, probablemente uno de los más grandes veterinarios de la historia regional, quien desarrolló muy destacadas investigaciones epidemiológicas. Él fue quien descubrió la infestación de un alto número de invitados en una boda en Tineo. Habían sido víctimas de la triquinella spiralis. Como consecuencia de su trabajo, consiguió aclarar la etiología de muchos procesos infecciosos que aparecían con frecuencia en las zonas rurales asturianas desde tiempo remotos. Su tarea en Tineo tuvo una gran repercusión en su día: había solucionado uno de esos problema sanitarios que más preocupaban y afectaban a las zonas de montaña de Asturias limítrofes con León y Lugo, pobres y poco pobladas. Entre tal miseria, es fácil suponer lo oneroso que le resultaría al campesino el recurso al veterinario. La conciencia social de muchos profesionales permitía aliviar las angustias del ganadero sin acentuar su pobreza. Muestra de ello es la carta publicada por el diario El Carbayón en marzo de 1881 y reproducida por Manuel Rodríguez en el diario La Voz de Asturias en 1971, en la que el veterinario Joaquín López Fanjul ofrece orientaciones contra la glosopeda: «[…] es contagiosa, y por lo tanto deben aislarse los animales sanos y enfermos; cuando se adviertan los primeros síntomas se colocarán los animales invadidos en un establo caliente, seco y abrigado, con el objeto de favorecer la erupción, limpiando con esmero las cuadras, no dejando por ningún concepto amontonado el estiércol dentro de ellas, como es muy de costumbre, creyendo por este medio hacerlas más templadas, resultando de la fermentación de éstas emanaciones sumamente dañinas, siendo constantemente el germen de las afecciones epizoóticas carbuncosa y virulenta […]». Añade luego un tratamiento detallado para los animales infectados, y pospone el auxilio de un veterinario como último recurso «si ocurriese alguna complicación». El generoso esfuerzo divulgativo de Joaquín López sería reconocido, noventa años después, por la revista Tribuna Veterinaria, que destacaba su noble afán de servir a la ganadería aportando «todo un tratado de higiene, dietética y de los tratamientos de aquélla época. Un tiempo en que se iniciaba una nueva era en la Medicina con los descubrimientos del genial Pasteur».

s «Observación

de cultivos en el laboratorio». U Ganadería, n.º 27, Madrid, septiembre, 1945, p. 559.

s Envases con

productos medicinales veterinarios. 1 Museo de Veterinaria del Ejército


38 un siglo de veterinarios en asturias

la revolución profiláctica

u Laboratorio ambu-

lante y equipo móvil de bacteriología del Instituto de Biología Animal, en 1933. U Revista de Higiene y Sanidad Pecuarias, tomo XXIII, Madrid, 1933, p. 427.

Pasteur, efectivamente, abrirá las puertas al conocimiento microbiológico y a su primera aplicación profiláctica, la vacuna, en 1881. Pero los primeros veterinarios del siglo habían comprobado ya la eficacia de un precedente de la vacuna que era resultado de la experiencia de ganaderos y pastores. Éstos habían observado que los animales que habían sobrevivido a algunas enfermedades se volvían mucho más resistentes frente a un nuevo contagio. De ahí que los veterinarios aconsejaran la inoculación artificial de la enfermedad en reses sanas, con el fin de provocar una inmunización preventiva. Consejo que se recoge oficialmente en una Real Orden de 1858 sobre métodos para combatir la viruela de las ovejas, epizootia tan frecuente como devastadora. En ella se recomienda «la conveniencia de promover por todos los medios la inoculación preventiva de los ganados», inoculación que se realizaba utilizando una lanceta. Semejante operación en manos inexpertas, claro está, podía convertir en literal el dicho que atribuye al remedio peores daños que la propia enfermedad, así que en el citado texto gubernativo se aconseja también que la intervención sea realizada «por un veterinario, pues el modo de ejecutarla influye extraordinariamente en sus resultados». Resultados, por lo general, positivos, lo que hizo que esta técnica de vacunación rudimentaria, conocida como «variolización», quedara incorporada a las medidas profilácticas de carácter oficial. La gran innovación de Pasteur fue el descubrimiento de los microbios y la subsiguiente aplicación de vacunas con virus debilitados, incapaces por sí mismos de provocar la enfermedad con carácter grave a los animales inoculados, pero lo suficientemente fuertes como para provocar la respuesta neutralizadora en el organismo animal y preparar así a su sistema inmunitario frente a cualquier infección natural del mismo

virus. La primera aplicación de esta práctica se realizó en Francia contra el carbunco, y muy pronto las vacunas Pasteur extendieron su campo de aplicación y llegaron a España. Los veterinarios fueron inmediatamente receptivos a la novedad: así, en 1882, el navarro Gregorio Arzoz fue el primero que experimentó en España con la vacuna anticarbuncosa, con excelente resultado. Le sucedieron otros profesionales de Albacete, Gerona y Palencia. También hubo, claro está, episodios lamentables en el arranque de esta trascendental profilaxis. En 1893, un bacteriólogo español, Jaime Ferrán, preparó una vacuna contra el mal rojo del cerdo. No dio detalle alguno sobre su técnica ni detalles de la preparación. Inoculó con ella a gran cantidad de puercos de Mallorca, isla donde este tipo de ganado registraba una elevada mortandad. El fracaso fue rotundo y abrió una gran polémica hasta que quedó aclarada la causa de lo ocurrido: independientemente de la eficacia o ineficacia de su vacuna, extremo que no se llegó a comprobar, el señor Ferrán se había equivocado en el diagnóstico. La epizootia que mataba a los cerdos mallorquines era la neumoenteritis, es decir, la enfermedad conocida como peste porcina, y no el mal rojo. Así que es posible que los animales quedaran inmunizados contra dicho mal, pero la peste seguía acabando con ellos. Si para algo sirvió esta experiencia balear fue para reiterar en el terreno práctico una obviedad teórica: las vacunas son útiles siempre que la enfermedad que se trata de evitar esté perfectamente diagnosticada. Enseñanza de menguado valor frente al efecto negativo que tuvo el caso sobre los recelos del conjunto de los ganaderos. Los veterinarios tuvieron que invertir mucho tiempo y empeño para vencer esa desconfianza y convencer a los titulares de ganaderías de la bondad y conveniencia económica de las vacunaciones. s Vacunando ganado

cabrío contra glosopeda, en 1944. U Ganadería, n.º 18, Madrid, diciembre, 1944, p. 23.


crónica de un siglo 39

criterio industrial frente a decadencia rural Mediado el siglo xix, el conjunto de la ganadería española ofrecía un panorama que oscilaba, según regiones, entre el estancamiento y la absoluta decadencia. A Asturias le sería de aplicación el segundo adjetivo. Las causas, según algunos estudiosos del tema, estaban, por un lado, en la desdeñosa actitud con que era contemplada la crianza y explotación de animales como fuente de riqueza, subordinada siempre a la agricultura. Eminentes agrónomos de la época suscribían afirmaciones como la de que el ganado, en una explotación agrícola, no era más que «un mal necesario». Y si se admitía resignadamente esa necesidad no era más que por el papel de las bestias como productoras de un abono barato que permitía el medro de los trigales y de otras extensiones de cereal. De otro lado, la ausencia

de fundamentos científicos en la importación de razas foráneas con el ánimo de mejorar las propias condujo a lo contrario de lo que se pretendía: llevó a la aniquilación de buena parte de la cabaña autóctona y desarraigó biológicamente a unos animales cuya adaptación a las características de su entorno se había forjado a lo largo de milenios. El ejemplo más patente en España fue el calamitoso desarrollo de la cría caballar. Tras la abolición del Concejo de la Mesta, en 1836, las Sociedades Económicas de Amigos del País se esfuerzan en reorientar las políticas encaminadas a una mejora de la ganadería para transformarla en revalorizada fuente de riqueza. Ello pasaba por una modernización de los añejos métodos de crianza y explotación de reses. Pero ni existía suficiente base científica para ello, ni tal ciencia contaba con el más mínimo aprecio por parte de los grandes terratenientes, fueran laicos u órdenes religiosas. El criterio contrario a la modernización fue hegemónico hasta que los nuevos titulados en veterinaria aportaron su bagaje de conocimientos, y abrieron brecha en la conciencia colectiva sobre las ventajas que reportaban las aplicaciones científicas para la generación de riqueza ganadera. Era una actitud que venía siendo reclamada por los más esclarecidos defensores del progreso. En Oviedo, en 1844, la Sociedad Económica de Amigos del País redactó un Informe de las causas de la decadencia de la ganadería en Asturias y «Gochos del país», Gijón (1912). U Asturies, memoria encesa d’un país, n.º 17 (octubre), Oviedo, 2004, p. 74. 1 Foto Vinck


40 un siglo de veterinarios en asturias

v Novillos de raza suiza

y del país y grupo de vacas de raza del país en el Concurso de Ganados de Pravia, hacia 1912. U Revista de Higiene y Sanidad Pecuarias, Madrid, 1911-1912, p. 351.

t Los veterinarios han

ayudado a modernizar las explotaciones ganaderas. Hoy los rebaños de ovejas, por ejemplo, representan una pequeña parte de la actividad agropecuaria asturiana. 1 Ramón Jiménez

medios de mejorarla, en el que se denunciaba que «la licencia para la introducción del ganado extranjero aniquiló la cría en este Principado». Reclamaba tal Sociedad el establecimiento de una Escuela de Veterinaria a modo de la fundada en Madrid, para que la enseñanza prodigara en nuestra tierra el conocimiento científico. «Difundidos estos conocimientos por el Principado se precaverían muchas epizootias que destruyen nuestros ganados: con más extensos conocimientos acerca de las castas mejorarían notablemente sus especies; y para que todo caminase a la par y en progreso, convendría mucho imprimir cartillas, con cuyo objeto esta corporación ofreció premios y recompensas a los que las redactasen acomodadas a las circunstancias respectivas del país. Cuando llegaren a vulgarizarse se iría desterrando la ignorancia de los labradores y se destruirían muchas preocupaciones que perjudican a la cría y el cultivo. Redactado por Antonio Rafael de Oviedo y Portal». Tres años después de tan loable posicionamiento astur, la veterinaria española se vería enriquecida con la implantación de las enseñanzas de Zootecnia en el plan de estudios. La nueva especialidad aportaba a la práctica veterinaria una vertiente netamente económica: mejorar la producción y crianza del ganado con criterios de beneficio industrial, sin renunciar por ello a la atención habitual a las patologías animales. Se trataba de hacer producir al animal en más cantidad y a un coste menor, apoyándose para ello en el conocimiento biológico, anatómico, fisiológico e higiénico, y mejorando así las prácticas de la ganadería clásica. Sin embargo, como ya ocurriera en otras áreas de su actividad, a los veterinarios les costó obtener el reconocimiento de su valía profesional en esta materia: no fueron incorporados a los servicios de fomento pecuario sostenidos por el Estado, donde sin duda hubieran contribuido a la mejora ganadera de España con mucha mayor eficacia que desde el esfuerzo individual en contacto directo con el ganadero. Y, como ahora se verá, las aportaciones académicas al conocimiento veterinario resultan de alcance limitado en su trascendencia económica cuando su aplicación práctica se enfrenta al desdén de la organización administrativa del Estado.


crรณnica de un siglo 41


42 un siglo de veterinarios en asturias

al galope hacia el abismo

El asturcón se adaptó muy bien durante siglos a la economía de subsistencia del campo asturiano. 1 Antón A. Sevilla

A lo largo de todo el xix, debatiéndose en su propia impotencia, España contempla la progresiva desaparición de una importante fuente de riqueza pecuaria en todos los países de su entorno: la producción equina. En 1861, Asturias rondaba las 524.000 personas y las 9.000 yeguas. Al menos, según el recuento apuntado por Cotarelo Garastazu en su libro «La cría caballar en España», editado ese mismo año en Madrid. Parece que, en términos generales, los équidos en cuestión no destacaban por su belleza. Dice el autor que los que observó en la zona costera y en el centro de la región «son de cabeza grande y gruesa; cuello largo, recto y con mal nacimiento o arranque del pecho, que es estrecho también; cruz baja descarnada; dorso semirrecto; grupa alta, redonda y derribada; espaldas cortas y planas; antebrazos desproporcionados; articulaciones finas y en otras pastosas; buena alzada; temperamento linfático […]». Tampoco son descritas con entusiasmo las yeguas que viven en las zonas de montaña:

«cabeza pequeña; cuello corto y recto; cruz baja; dorso corto; grupa almendrada y redonda; espaldas planas y pequeñas; antebrazos fuertes; piernas cortas y robustas; corvejones defectuosos; cuartillas desproporcionadas y alzada pequeña». ¿Ejemplares de raza asturcón, víctimas de una degradación que es consecuencia del abandono humano? Seguramente. En resumen, pocas yeguas y de escasa calidad. Tan deprimente retrato equino es válido para casi todo el conjunto de España. Las buenas intenciones expresadas por Carlos VI en una Real Orden de 1789, pragmática encaminada a promover la cría de caballos de raza, tuvieron tan pésimo desarrollo en las décadas posteriores que la especie se redujo drásticamente en cantidad y valor. La escasez de ejemplares y la degeneración de las castas fue objeto de preocupación y debate a lo largo del siglo xix, divulgándose hasta generalizarse el convencimiento de que los males de la cabaña equina se debían a la competencia del ganado mular: los ganaderos cruzaban yeguas con burros sementales, es decir, con garañones, porque encontraban una salida más rápida y ventajosa de los productos híbridos. Así que, en última instancia, las pobres bestias objeto de tal preferencia serían responsables de la extinción de la riqueza equina española. Semejante idea estimuló las propuestas radicales de algunos teóricos de la ganadería y ensayistas mulófobos, como la que planteaba que «en un día determinado fuesen castrados todos los garañones de España por mano de verdugo». Por fortuna, ninguna autoridad competente hizo caso de tan cruenta sugerencia, y los asnos españoles continuaron retozando alegremente por la ibérica existencia en plenitud de facultades, hasta adquirir, años después, fama internacional por su calidad y bondades. A la leyenda negra de la influencia mular se añadían, con más fundamento, otros factores que propiciaban la crisis equina. En la penúltima década del siglo eran resumidos en un exaltado artículo de denuncia publicado en El Eco de Asturias. De un lado, decía el ignoto cronista, el ancestral sistema de generación de pastos era inadecuado para el conveniente desarrollo de los caballos; no se les atendía con la necesaria higiene sanitaria, y se desconocían las reglas de zootecnia más elementales para obtener la mejora racial. Todo ello


crónica de un siglo 43

eran «causas evidentes que han ocasionado la ruina de la recría de nuestro ganado caballar». Aunque el autor parece que se refería a Asturias, no tarda en aclarar que «este mal que tan de cerca aquí sentimos, no se circunscribe exclusivamente a esta provincia, se hizo también extensivo a casi toda España, porque de todas las provincias se oye igual clamoreo». Se critican, a renglón seguido, las inspecciones que eran llevadas a cabo por comisiones formadas por veterinarios militares a las casas de monta. Eran inspecciones oficiales ordenadas por la Dirección General de Caballería para certificar la calidad y aptitud de los sementales utilizados. Pero sólo se realizaban una vez al año y, al parecer, sin la suficiente profundidad ni detenimiento. «Los dueños de las paradas, conocedores de este hecho, burlan la inteligencia y rectitud de los individuos que forman las comisiones que hacen la visita. Así se ve, y no tenemos inconveniente en patentizarlo, que cuando se presenta una comisión en las casas de monta, sólo se las manifiesta en algunas un semental o dos. Mas en el momento que esta se ausenta, introducen los que creen por conveniente, cualesquiera que sean las condiciones favorables o adversas que tengan para la procreación». Picaresca que contribuyó a añadir otro desastre a la menguada cabaña equina asturiana y española, como también apunta el autor: un brote de sífilis detectado en Burgos que no tardó en extenderse, a lomos de los sementales de las paradas, a las provincias de Valladolid, Palencia, León y a la propia Asturias: «Si a tiempo la terapéutica no limita sus efectos, el contagio primero y la muerte después son inevitables». Por descontado, la competencia de otros équidos no podía estar ausente en el catálogo de calamidades: «Por decreto vigente se obliga a todos los dueños de paradas o casas de monta a que, por cada semental asno (garañón) se tengan dos caballos padres. Este artículo del decreto no sólo no se cumple, sino que es de ordinario tener tres o cuatro asnos padres para un solo caballo semental. ¡Véase hasta dónde llega el abuso, por falta de inspección o vigilancia!». Y remata su clamor el articulista con una expresión de afligido patriotismo: «Y en medio de este desbarajuste que tanto afecta a la pública rique-

za de toda la nación, reina la indiferencia más lamentable. Es sabido que España tiene condiciones climatológicas, telúricas y cósmicas privilegiadas para poder emprender y conseguir en modo asombroso la creación y perfeccionamiento de razas de caballos a propósito para llenar todas las necesidades que demanda nuestra actual civilización. Y, sin embargo, es doloroso decirlo, somos tributarios del Austria-Hungría, de Alemania, de Francia e Inglaterra, donde anualmente consumen nuestros presupuestos cuantiosas cantidades en compras de caballos». Dispendio presupuestario que, efectivamente, aqueja a una España en la que se importan miles de caballos porque así lo exigen quienes defienden una salida errónea a la crisis nacional: con los veterinarios reducidos al papel de peritos y patólogos de los heterogéneos organismos oficiales que se ocupan del fomento equino, imponen su criterio ganaderos y ciertos «especialistas» en la materia que, si bien no obtienen licencia para capar a cuanto mulo se ponga a tiro, sí logran la introducción masiva de sementales extranjeros para «refrescar la sangre» de las razas equinas españolas. Una política de mestizaje y desnaturalización abocada al fracaso. Nadie parece observar el ejemplo de Inglaterra, donde, desde mediados del siglo xviii, se obtienen resultados admirables mediante una cría centrada en uniones cosanguíneas que permiten definir y acentuar las características raciales de sus propios caballos. A lo largo de todo este proceso, permanecen relegados los profesionales mejor cualificados en todo lo relativo al mundo del caballo: los veterinarios militares. No llegan a alcanzar cargos de responsabilidad en el fomento hípico, pese a su experiencia y a un conocimiento que va desde la anatomía hasta la psicología de las diferentes razas. Sólo obtuvieron el papel de colaboradores de la administración a título profesional, nunca el de directores de la actuación del poder público. Una circunstancia más entre las que condujeron a la desaparición de la riqueza hípica en España al término del siglo xix, y a la extinción de la cría de caballos como factor relevante dentro de la economía nacional.

Cada vez quedan menos ejemplares de burro, un animal de carga muy útil en las áreas rurales. 1 Ramón Jiménez


44 un siglo de veterinarios en asturias

contra la marginación, colegiación

Eusebio Molina Serrano (1853-1924), director de la Gaceta de Medicina Veterinaria, fue uno de los promotores de la colegiación veterinaria en España y presidente de honor del Colegio de Veterinarios de Asturias.

Como hasta aquí llevamos visto, el afianzamiento de la veterinaria en España significó la lucha de sus ejercientes contra la minusvaloración del arte al que se aplicaban. Desde mediados del xix hubo intentos de organización corporativa para la defensa de la actividad científica y de sus profesionales titulados, pero habría que esperar a la llegada del nuevo siglo para contemplar la eclosión de los colegios profesionales y, con ellos, la garantía jurídica y social de estabilidad y respeto profesional para sus integrantes. El primer intento conocido de asociacionismo profesional data de 1840.. Se denominó «Sociedad Veterinaria de Socorros Mutuos» y duró 19 años. A partir de ahí coexistieron agrupaciones profesionales de distinto tipo, desde las inspiradas en las Academias francesas hasta las centradas en la actividad veterinaria provincial o local. En Asturias, que se sepa, no llegó a constituirse ninguna. Los historiadores no han encontrado ningún intento asociativo previo al Colegio de Veterinarios de Oviedo, que nacería en 1905.. Es sencillo de entender: eran pocos y estaban dispersos en un territorio extenso y mal comunicado por su difícil orografía. Así que, a falta de un organismo corpo corporativo específico, la defensa de los intereses de la profesión quedaba en manos de los subdelegados de Veterinaria de los diferentes partidos judiciales. Ellos llevaban el control de los titulados existentes y denunciaban los casos de intrusismo ante el gobernador civil de la provincia. Fue lo que hizo, por ejemplo, José Suárez Fernández, subdelegado de Llanes en 1888. Llevó al juzgado a un labrador de Quintana, Ramón Anueva, y a un carpintero de Turanzas, Julián del Herrán, que «se propasaron a curar una vaca de la propiedad de Salvador Piñera, que lo es de Bricia, a la que dieron una sangría, muriendo al poco tiempo». Defunción que no desalentó a Ramón Anueva, quien al poco tiempo «se constituyó en el domicilio de su convecino Ramón Roseta y se propasó a librar una vaca, de la propiedad de este, por cuya operación la vaca falleció a las pocas horas,

cobrando salarios como curanderos o intrusos». Los propietarios de las finadas exigían una indemnización, y el subdelegado José Suárez imputaba a los acusados por «curar —o intentarlo, visto el éxito— sin título que oficialmente les facultase para el ejercicio de la profesión de veterinario». A lo que replicaba el reincidente Anueva, en defensa de su inocencia, que «como ganadero, tiene afición a curar los ganados, concretándose a manifestar a los dueños de ganados enfermos hagan tal o cual remedio, llamando en todo caso al veterinario». No le sirvió el alegato y fue multado con 25 pesetas, además de una indemnización de 10 pesetas para el veterinario denunciante. Estos dos duros hubieran sido la retribución que el mismo hubiera percibido si se hubiera hecho cargo de la atención de las dos vacas objeto de litigio, que pagaron propie con la vida la mala elección de sus propietarios. Resarcía así el juez tanto el daño car pecuario como el profesional. El carpintero Julián fue absuelto por falta de pruebas. Situaciones parecidas habían de vivirse en toda España, con los subdelegados de Veterinaria a modo de francotiradores ante la debilidad o inexistencia de un asociacionismo profesional que resultaba imprescindible «para gestionar de los poderes públicos el pronto decreto del proyecto de reformas, de la ley de policía sanitasanita ria de los animales domésticos, de la abolición o reforma de la tarifa de hoho norarios y de cuantas reformas necesita el estado miserable de la veterinaria», tal y como reclamaba en 1897 el director de la Gaceta de Medicina Veterinaria, Veterinaria Eusebio Molina Serrano, pertinaz defensor de la unidad de los titulados cuya tenacidad, de tan contrariada, era a veces accesible al desaliento: «He predicado, pues, por la unión o confederación, contribuyendo a que se creen ocho o diez asociaciones; pero al ver que la clase no responde en ese sentido, me he cansado de exhortarla a que se asocie [...] Pues, aunque duela decirlo, la clase no ha respondido como era de esperar, porque 200 socios no es contingente proporcional a los 14.000 o 16.000 veterinarios que existen», se quejaba en un escrito de 1899. Un año antes había sido decretada la colegiación obligatoria de médicos y farmacéuticos, con un modelo y un ideario iguales a los que el director de la Gaceta de Medicina Veterinaria reclamaba para su colectivo profesional: de ahí su cansancio ante la indiferencia que observaba. No obstante, reiteraba su mensaje en ese mismo último año del siglo: «Son tan positivos y beneficiosos los resultados que viene dando la colegiación de


crónica de un siglo 45

médicos, farmacéuticos, abogados, procuradores, etc. Que no comprendemos como los profesionales veterinarios no están ya colegiados. Urge sin perder un día los subdelegados de las capitales se pongan de acuerdo y provoquen una reunión general de todos los veterinarios de sus respectivas provincias, y sin levantar mano procedan a tratar y realizar la colegiación veterinaria». La pertinacia venció a la inercia, y el movimiento colegial se fortaleció en diversas provincias. El 18 de septiembre de ese 1899 se constituyó el Colegio de Veterinarios de Palencia, al que siguieron los de La Rioja y Navarra, además de otros muchos reducidos al ámbito de partidos judiciales. Ahora bien: ¿colegiación voluntaria u obligatoria? La polémica existía ya entre médicos y farmacéuticos. No iban a

quedar exentos los veterinarios. En 1902 se formó una comisión para redactar unos estatutos genéricos sobre la materia, y sus acuerdos quedaron plasmados en la Instrucción General de Sanidad del 12 de enero de 1904. Tratando de contentar a todos, se estableció la colegiación voluntaria de médicos, farmacéuticos y veterinarios. Pero los colegios podrían adquirir el carácter de «oficial» siempre que cumplieran dos requisitos: tener su sede en la capital de la provincia y contar con más de dos tercios del número total de profesionales ejercientes en ella. El Colegio Oficial de Veterinarios de Valencia fue el primero en lograr semejante título, al integrar a los 128 titulados censados en la provincia. Entretanto, en Asturias ocurría lo siguiente.

La plaza del Pescado de Oviedo en la que los veterinarios desempeñaron sus primeras tareas en la ciudad, sirvió de sede del Colegio durante la guerra civil española. 1 Marcos Morilla


46 un siglo de veterinarios en asturias

balbuceos de la colegiación asturiana Los veterinarios asturianos se incorporaron al movimiento

colegial en 1905. En noviembre de ese año tuvo lugar el acto de constitución del Colegio de Veterinarios de Oviedo. No han quedado demasiados testimonios de aquel momento. Tan sólo la crónica de época firmada por Manuel Fresno en la Gaceta de Medicina Zoológica. El cronista sería, años después, protagonista esencial en la vida del organismo cuyo nacimiento saludaba en los siguientes términos: Una imagen muy antigua y defectuosa del primer presidente del Colegio de Veterinarios de Asturias, Benito Gaite Román, en el picadero de caballos que regentaba y que era frecuentado por las señoritas de la mejor sociedad carbayona de principios del siglo xix.

El amplio y elegante salón de sesiones de la Cámara de Comercio de Oviedo abría sus puertas para dar entrada a una colectividad modesta que acudía en busca de remedio a sus inveterados padecimientos. Eran los Veterinarios asturianos que se decidían a colegiarse convencidos de que sólo así pueden luchar con ventaja contra sus inicuos usurpadores. Fue tan grande el entusiasmo por asistir a la reunión, que algunos compañeros salieron de su casa el día anterior a hora intempestiva de la noche y con un temporal malísimo; y un venerable anciano casi sin vista y delicado de salud, con arrestos juveniles acudió en persona a la asamblea. ¡Hermoso ejemplo que debieran imitar algunos jóvenes! Por unanimidad se tomaron varios e importantes acuerdos, entre ellos la aprobación del reglamento del nuevo Colegio, elección de Junta Directiva, nombramiento de Presidente honorario a favor de D. Eusebio Molina Serrano y designación de la Gaceta de Medicina Zoológica para órgano oficial del mismo. Reinó la mayor armonía y fraternidad y salimos todos satisfechos y con la esperanza de días más venturosos para la clase. Aunque sea el último colegiado, me permito decir a los demás Colegios: ¡cuenten con el asturiano para todo!

El primer presidente de la flamante entidad corporativa fue Benito Gaite Román, palentino asturianizado con quien tropezamos ya bastante antes en este mismo relato, como tercer veterinario inspector de carnes del Ayuntamiento de Oviedo.

Además, regentaba en la capital asturiana un picadero de caballos que era frecuentado por las señoritas de la mejor sociedad carbayona de principios del siglo xx: las Collantes, las San Román… o aquella joven Carmen Polo que años después se casaría con el que llegaría a ser general Franco. Era notable el peso de Benito Gaite en tan selecto entorno social, hasta el punto de que la Sociedad Ovetense de Festejos premiaba con un trofeo que llevaba su nombre al ganador de un concurso hípico que organizaba en el campo de San Lázaro. Sin embargo, nunca contrajo matrimonio nuestro primer presidente colegial. Vivía con su hermana Próspera y era conocido como «persona de buena conducta moral y religiosa». Un familiar de Benito Gaite, el médico Alfredo Martínez García Argüelles, resultaría ser el primer ministro de Sanidad de España cuando la República creó tal cargo en 1935. Pero, al año siguiente, fue asesinado por unos anarquistas. En fin, retornemos al tiempo que nos ocupa. Mucho antes de tan infausto crimen, en 1907, Benito Gaite acudió en representación de Asturias a la Asamblea Nacional Veterinaria que se celebraba en Madrid. Allí dejó bien clara su actitud sobre las conveniencias corporativas de los veterinarios españoles: «Y digo que la Asamblea Veterinaria representa el primer paso dado en el camino de la regeneración de nuestra clase, no porque esté persuadido de que hemos de alcanzar de los poderes públicos el todo o parte de los tan discutidos asuntos en ella tratados, tales como el de establecer el grado de Bachiller, medios de combatir el intrusismo, etc., etc.; no, lo fundamental de la Asamblea, a mi entender, no estriba precisamente en lo que hoy pueda conseguirse, sino más bien en haber logrado que en ella se haya podido reunir en un solo pensamiento el núcleo más importante de la Veterinaria española». También Eusebio Molina, primer presidente de honor de aquel Colegio asturiano, nos resulta conocido: acabaría siendo uno de los principales impulsores de la modernización de la veterinaria. Ambos lograrían colegiar a 29 de los 31 veterinarios censados en la provincia, por lo que, cumplido el requisito de los dos tercios, nacería formalmente el 10 de julio de 1906 el Colegio Oficial de Veterinarios de Asturias. Estuvo su primera sede en el edificio de la Cámara de Comercio, en el número 4 de la ovetense plaza de Riego.


crรณnica de un siglo 47

Edificio en el que tuvo su primera sede el Colegio de Veterinarios de Asturias. 1 Marcos Morilla


48 un siglo de veterinarios en asturias

la refundación: espíritu reivindicativo

t Francisco Abril fue

el primer inspector provincial de Higiene y Sanidad Pecuarias de Asturias tras la creación de este cuerpo, en 1910, y el segundo presidente del Golegio de Veterinarios de Asturias. U Revista de Higiene y Sanidad Pecuarias, Madrid, 1918, p. 92.

Aparte de la constatación de su existencia, poco más se puede decir del primer periodo del Colegio asturiano. Parece que su actividad distó de ser intensa, a juzgar por la refundación a que fue sometido el 13 de agosto de 1918: un grupo de veterinarios denunció la inexistencia de trabajo corporativo, «dándose el caso de haber transcurrido diez años sin que diera la menor señal de vida», y la asamblea de profesionales eligió una nueva Junta Directiva con Francisco Abril Brocas en el cargo de presidente. Natural de Sariñena (Huesca), Francisco Abril fue el primer inspector provincial de Higiene y Sanidad Pecuarias de Asturias tras la creación de este cuerpo, en 1910. En calidad de tal y luego desde la presidencia del Colegio, mostraba una actitud reivindicativa hacia los poderes públicos en defensa de los derechos de la profesión. Por ejemplo, cuando se dirigió por carta al ministro de la Gobernación, en 1919, reclamando la reforma de algunos apartados del vigente Reglamento de Veterinarios Titulares, como el que establecía penalizaciones extraordinarias «por las faltas cometidas en el diagnóstico erróneo o en la equivocada interpretación de alguna disposición sanitaria». Argumentaba el remitente que «V. E., que a la vez de Ministro hábil, justo y prestigioso, reúne la cualidad de ilustre y brillante médico, no desconoce la facilidad del error de diagnóstico, en su orden clínico, anatomopa-

tológico, bacteriológico y aún en el experimental, sin que por ello, cuando es de buena fe, pueda ni deba aplicarse sanciones tan grandiosas como la privación del destino». O cuando en otra misiva, dirigida ésta al ministro de Fomento, exigía la exclusividad de los veterinarios «en el estudio cuantitativo y cualitativo de la ganadería […]. La ciencia zootécnica, cuya misión es el fomento de la animalicultura, reclama decisiones de esta índole, pues sin solución orientada por este camino, la cabaña nacional no puede constituir ese venero importante de riqueza pública, ni aspirar a la adecuada perfección que simbolice el bienestar de los pueblos». Muy crítico con la «mala, malísima orientación sanitaria que los Municipios imprimen» a la inspección de alimentos, reclamaba que fuera el Estado quien asumiera tales funciones. Y actuaba puntualmente contra cualquier sojuzgamiento de derechos profesionales, como cuando, en 1920, interpuso recurso contra el Ayuntamiento de Oviedo por incluir a dos médicos en el Tribunal formado para proveer la plaza de veterinario en Trubia: «¿Qué no tendríamos que decir al ver para presidir y calificar a un completo profano (aún reconociendo su gran cultura) en las cuestiones y temas que ha de abarcar la oposición? Sólo el pensar que esto pudiera ser un hecho, se atormenta el espíritu, se subleva el alma y se hace concebir la idea más triste del concepto que puede merecer la labor de Inspectores Municipales, tan penosa y útil a la sociedad, cuando así se le quiere apreciar su aptitud». Tal vehemencia resultó persuasiva para el gobernador civil, que revocó el acuerdo del Ayuntamiento e impuso un Tribunal «formado exclusivamente por veterinarios españoles». s Los veterinarios asturianos han

estudiado a fondo las razas de vacuno, fuente de riqueza y de vida en la región. U Manuel Cima García: El ganado vacuno de la raza asturiana de los valles. Pasado, presente y futuro, Luarca: Aseava, 1996, p. 346.


crónica de un siglo 49

belleza animal entre pravia y avilés Estamos, pues, ante un presidente batallador. Ya había dado

muestras de ello mucho antes de ostentar tal condición. En un artículo publicado en 1911 en la Revista de Higiene y Sanidad Pecuaria, Francisco Abril describe con su característica pasión los concursos de ganados que se prodigan en nuestra tierra, y reclama un apoyo más generoso a las autoridades para defender su continuidad y promoción, por lo que aportan a la mejora zootécnica de la cabaña asturiana. Efectivamente, tales competiciones estimulan el orgullo ganadero por el trabajo bien hecho. La importancia de esa autoestima, al menos en

aquel tiempo, llega a superar el valor que se concede a los premios y a compensar su escaso valor material. Así lo observa el veterinario en el concurso que se celebra en Pravia, que, entre los ganaderos «cada día despierta mayores entusiasmos, recibiendo como medio emulatorio la recompensa a la par que satisfechos por quedar reconocida su labor. Con esto se conforman, y cada día cuidan más, y seleccionan mejor». No nos resistimos ahora, por lo que tiene de exaltación de la belleza animal y de amor al oficio, a reproducir algunos de los párrafos en los que Francisco Abril describe lo que vio en aquella feria praviana. De entre las secciones en competición, quedó especialmente prendido de las novillas: «Multitud de ellas, bien presentadas, finas, nutridas, formas simétricas y de un conjunto intachable, era el cuadro de observación; caracteres etoicos y zootécnicos se destacaban majestuosos de aquellos organismos todo vida y todo belleza; parecía que el problema zootécnico adquiría allí la más pujante sanción, re-

Los mercados y los concursos de ganado han estimulado las transacciones y la mejora de las reses. 1 Museo del Pueblo de Asturias


50 un siglo de veterinarios en asturias

Exposición agropecuaria de la Feria de Muestras. Gijón, 1928. Las exposiciones de ganado se extendieron a lo largo del siglo pasado. Los concursos de ganado siempre han despertado expectación e interés popular. 1 Constantino Suárez, Museo del Pueblo de Asturias

velando cómo la atención, la higiene y la ciencia dejaban sentir su benéfica mano presentando ostensibles muestras de su incontrastable poder». Tampoco las madres de las jovencitas dejaron indiferente a nuestro arrebatado veterinario: «El grupo de las vacas, éste sí era excelente, pudiéndose apreciar aptitudes muy manifiestas para la producción de leche, claramente significadas en el carácter de la piel, muy flexible y fina, color rojo claro; pronunciamiento de las venas subcutáneas abdominales y mamarias, complementado con la hermosa conformación de las ubres, que respondían a estos mismos caracteres». Por el contrario, se muestra desdeñoso con los toros sementales que aspiraban a premio, cuyas «condiciones de armonía, belleza y utilidad que representaban eran tan deficientes que, a pesar de su origen extranjero, constituían una nota tan poco adaptable ni a las necesidades del país ni al gusto ganadero». Estaríamos buenos: ¿no hay sementales asturianos con todo bien puesto? ¿Cómo no ser patriota en materia ganadera cuando se dispone de una cabaña como la nuestra? «La ganadería presentada allí para el concurso la constituían, exceptuándose tres individuos, todo tipo del país, la raza clásica asturiana de los valles, de talla, formas agradables, aptitudes, capa color rojo clásico, sobria pero bastante precoz, desarrollando las funciones mixtas que aquí es la característica de la explotación pecuaria, huyendo de especialidades determinadas que no siempre son económicas para el terreno asturiano. Un defecto sobresale algo: la excesiva prolongación de los cuernos, carácter que va desapareciendo en las razas distinguidas y de precocidad». Observaciones que encienden el ánimo del futuro presidente del Colegio, quien concluye de sus observaciones esta moralizante soflama: «Lo que se hace preciso que actos de esta naturaleza se extiendan y arraiguen bien; que los poderes públicos respondan a las esperanzas del país; que los pueblos no olviden con sus iniciativas la educación de sus administrados para entrenarlos por esta obra de progreso nacional, y así, todos en junto, laborar por el aumento de nuestra capacidad productiva, que dignificando el honor de la patria, borramos esta mancha de inferioridad, que era sobre nosotros como losa de plomo, levantando el espíritu, para retener nuestro propio mercado y no dar el espectáculo vergonzoso de ser tributario al extranjero en más de cuarenta millones de pesetas anuales, que sólo ocurren por abandono, por apatía, porque las energías no se dedican a estos nobles trabajos ganaderos, que a la par que habían de elevar la prosperidad nacional, constituirían un símbolo de cultura y un filón de oro, que acrecentarían en todos los aspectos el bienestar particular». Aunque no lejos de Pravia se celebraba ya, desde 1881, el Certamen Ganadero de Avilés, el más antiguo de España y uno de los más destacados que se desarrolla cada año a finales de agosto, coincidiendo con las fiestas de San Agustín y al que acude el mejor ganado de la región sin ninguna duda y al que son aplicables todas las opiniones que Francisco Abril expresa


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ss Exposición agropecuaria de la Feria de Muestras. Gijón, 1928. 1 Constantino Suárez, Museo del Pueblo de Asturias s La adaptación

al territorio de la vaca casina ha fomentado su mantenimiento en las áreas más rurales. 1 Antón Á. Sevilla

v Carro de eje móvil o

«del país». U Manuel Cima García: El ganado vacuno de la raza asturiana de los valles. Pasado, presente y futuro, Luarca: Aseava, 1996, p. 399.

para el certamen praviano. Los veterinarios creen que certámenes de la calidad de éste y de otros que se organizan en otros localidades de la región son uno de los estímulos principales para la mejora de las razas, siempre que se cumplan los requisitos exigidos. Avilés, pese al posterior poderoso y amplísimo desarrollo industrial posterior en su entorno, ha sabido mantener esa muestra —«la exposición» en términos coloquiales de los ganaderos— que tiene muy merecido prestigio y que ya se organizaba en el siglo xix y continua, en el xxi, tan espléndido como siempre. Todavía hoy sigue siendo una de las grandes referencias del sector y cada año acuden miles de visitantes a las remodeladas instalaciones de La Magdalena. Pero volvamos a nuestra relato. Ya bajo el mandato de Francisco Abril, el Colegio de Veterinarios de Asturias se posicionó con energía contra los propósitos de crear un cuerpo de profesionales de carrera corta y contra la declaración del herrado libre. Decisiones controvertidas en una España en


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Félix Gordón Ordás, veterinario leonés con vocación política que llegó a ser ministro y presidente del Gobierno de la República Española en el exilio. En la imagen de la izquierda posa con su mujer, Consuelo Carmona. U Información veterinaria, n.º 5, Madrid, junio, 2003, pp. 19 y 25. 1 Cedidas por Brunilda Gordón

la que, en 1922, la colegiación, hasta entonces voluntaria, pasaba a ser obligatoria, convirtiéndose así en oficiales todos los colegios profesionales del país. Tal colegiación se veía enturbiada por la persistente división de los veterinarios en dos categorías. Un obstáculo a la unidad corporativa a cuya demolición se aplicaban profesionales como Félix Gordón Ordás, veterinario leonés con vocación política que, tiempo adelante, llegaría a ser ministro y presidente del Gobierno de la República Española en el exilio. En ese mismo año de 1922, el 18 de julio, Gordón Ordás participó en una asamblea de los veterinarios asturianos convocada por el Colegio en Oviedo, en la que explicó «los trabajos realizados para lograr la fusión de las dos tendencias de la Clase y los fundamentos sociales, económicos y profesionales en que se basa la Asociación Nacional de Veterinaria». Dicha asociación, la anve, primera organización profesional representativa de todo el territorio español, quedaría constituida un año más tarde. A ella se adhirió, en 1924, el Colegio Oficial de Veterinarios de Asturias, que desde el 7 de marzo de tal año contaba con su cuarto presidente: Ramón Rodríguez Font, inspector provincial pecuario que tomó el relevo de José Fernández Chamorro. Este, a su vez, había cubierto provisionalmente el hueco dejado por un Francisco Abril Brocas que, en junio de 1923, «muere aún joven y deja diez hijos, la casi totalidad de ellos menores de edad». Entre las primeras decisiones de la nueva Junta de Gobierno de Rodríguez Font estuvo la aportación de 150 pesetas para el sostenimiento de la anve.

En 1925, cuando Félix Gordón Ordás regresó de un viaje a México, pensó desembarcar en Gijón. Con tal motivo, los veterinarios asturianos organizaron un homenaje para nombrarle Presidente de Honor del Colegio. Pero circunstancias ajenas a su voluntad obligaron a cambiar el itinerario. Al darse cuenta del desencanto ocasionado, se ofreció a asistir al acto previsto para su llegada. Durante el banquete se realizó una colecta para el Colegio de huérfanos en la que se recaudaron las primeras 1.275 pesetas. A partir de este momento se inició una suscripción popular por todo el país. Su mujer, Consuelo Carmona, era la presidenta honoraria de la institución.


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cuando el humo ocultaba el campo Esta Asociación Nacional de Veterinaria Española tuvo una vida azarosa: fue disuelta en 1925 por la dictadura de Primo de Rivera, cuyo Gobierno trató de sustituirla por la llamada Unión Nacional de Veterinarios de España. El carácter impositivo de tal cambio le restó el beneplácito general de los veterinarios de todo el país, si bien hubo excepciones: el Colegio de Asturias, presidido desde ese mismo año por Manuel Fresno, decidía «adherirse y cooperar con todas nuestras fuerzas a la formación de la Unión Nacional de Veterinarios». En cualquier caso, la pretendida Unión no llegó a cuajar, y la anve sería restablecida en febrero de 1930, con el fin del mandato de Primo de Rivera y el advenimiento de la II República. Félix Gordón Ordás sería el presidente de esta Asociación rediviva, precursora del actual Consejo General de Colegios Veterinarios de España, que no se constituiría hasta bastante años después, en 1948. Mas quedaba por delante mucha historia para ello. Una historia cargada de convulsiones políticas y sociales a las que, como entidad de carácter oficial y en estrecho contacto con el pueblo, no iba a ser ajeno el Colegio de Veterinarios de Asturias. Así, su quinto presidente, el mencionado Manuel Fresno Torres, era hijo y hermano de veterinarios y formaba parte de una saga que todavía hoy tiene visible presencia en la profesión. Fresno, natural de Pola de Lena, fue sin duda un destacadísimo profesional, que ganó, a principios de siglo, la plaza de veterinario municipal de Gijón, en la que permanecería hasta su jubilación en 1945, aunque no sin sobresaltos, en una época de fuerte convulsión política que afectó a todos los asturianos y a todos los españoles con la desgraciada guerra civil, que tanto daño causó en todos los órdenes y a gentes de todas las ideologías. Lo cierto es que Fresno, fuera por su posicionamiento explícito en las tensiones de aquel tiempo o por otro tipo de circunstancias, tuvo que pagar un insoportable tributo a la historia que le tocó vivir: la guerra civil se llevaría la vida de cuatro de sus hijos. Un hermano suyo, Ignacio, también ejerció la profesión y dos hijos de éste, Ignacio Fresno Aza y Juan Manuel Fresno Aza, son igualmente titulados. Este último, que emigró a Canarias donde es el número 2 de aquel Colegio, es el padre de Maria del Rosario Fresno Baquero, licenciada en León y doctora por la Universidad de Córdoba con una tesis sobre la producción láctea caprina canaria. La saga se completa con otros dos primos, Cesareo Moro

Fresno y Fernando Fresno Moro, que igualmente forman parte del colectivo. Manuel Fresno ocupó la presidencia del Colegio, de forma intermitente, entre 1925 y 1937. En su historial figuran dos dimisiones: la primera, en 1931, por no querer mostrar su adhesión al nuevo Gobierno de la República; y la segunda, en 1933, al considerar fracasada su gestión tras recibir el rechazo de la asamblea de veterinarios asturianos, por otra desavenencia con la política de trasfondo. Regresaría al cargo apenas medio año después. Este hijo de veterinario —Manuel Fresno padre había sido nombrado subdelegado de Veterinaria el 24 de enero de 1882— trabajó desde 1903 para el Ayuntamiento de Gijón, en el que llegaría a ser jefe de los servicios veterinarios municipales. Pero su estreno profesional fue en la Sociedad Hullera Española, donde «además de los caballos de silla para la locomoción del personal de la empresa, contaba con gran número de mulas y bueyes, destinados al arrastre y transporte de carbón y materiales para las minas. Allí sobresalió ya como un gran profesional por el rigor científico en la atención sanitaria al ganado. Da prueba de ello el que el Ayuntamiento de Aller le comisionase para estudiar el ‘Malón’, nombre con el que los ganaderos conocían a una enfermedad que asolaba el ganado vacuno de la comarca y, probablemente, de la región, y que se trataba de la perineumonía contagiosa de los bóvidos», cuenta Manuel Rodríguez, un profundo conocedor de su obra. Rodríguez

Manuel Fresno Torres, ocupó la presidencia del Colegio de Asturias, de forma intermitente, entre 1925 y 1937. Es el mejor ejemplo de una saga familiar que ha formado parte de la veterinaria asturiana desde sus primeros tiempos hasta ahora.


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De izquierda a derecha, Ignacio Fresno Aza, Ignacio Fresno Torres y Manuel Fresno Aza.

era un veterinario recién licenciado cuando conoció a Fresno, quien ya estaba en sus últimos años de actividad y por el que enseguida sintió admiración y simpatía, como muchos de sus colegas, por lo mucho que había hecho por la profesión y por la investigación de las enfermedades a lo largo de su larga carrera. Eran unos años en los que se popularizó una expresión sumamente gráfica: la de que «el carbón y el humo de las chimeneas no dejan ver el campo». Efectivamente, la creciente industrialización de Asturias, con el auge de las explotaciones mineras y metalúrgicas y la llegada masiva de trabajadores foráneos, relegaba al mundo pecuario como actividad principal de muchos asturianos y mermaba su importancia prioritaria a ojos de los poderes públicos. Gran divulgador de los problemas ganaderos y de los avances para resolverlos, Manuel Fresno lucha contra ese olvido desde una revista que funda con la ayuda de un grupo de colegas, Asturias Ganadera, y desde otras publicaciones de ámbito nacional donde su pluma goza de muy buena acogida. Asturias Ganadera era una publicación extraordinariamente cuidada y adelantada para la época, los años treinta del siglo pasado. Todavía hoy, tanto tiempo después, es una publicación que parece muy cuidada desde el punto de vista estético pero que al mismo tiempo es de un gran nivel científico. A través de ella se divulgaron los principales avances en el tratamiento de muchas de las enfermedades que afectaban a la cabaña asturiana. Nada nuevo en Manuel Fresno que en 1905 se convierte en el primer veterinario español que da a conocer, desde las páginas de la Gaceta de Medicina Zoológica, la aplicación de un nuevo tratamiento contra la fiebre vitular del vacuno, el método Evers, que describe en los siguientes términos: «Primeramente lo que hago es mandar llenar un saco de paja y ponerlo debajo de la cabeza de la enferma a modo de almohada con el objeto de que la cabeza permanezca más alta que el tronco y evitar de este modo que los alimentos contenidos en la panza se vuelvan a la boca por efecto de la parálisis y caigan en la tráquea y produzcan la pneumonía gangrenosa. Hecho esto y después de extraer toda la leche y lavar la mama con una solución antiséptica (sublimado),

procedo a llenar de aire los cuatro cuartos inyectando al mismo tiempo por cada pezón 50 gramos de agua oxigenada a 3 volúmenes por litro; seguidamente administro por la vía traqueal una inyección de cafeína a fin de tonificar el corazón y prevenir el colapso. Por último, cuando el animal se levanta, coloco una cánula antiséptica en los pezones para que salgan el aire y el medicamento». Debía ser nuestro veterinario, por tanto, muy hábil en el ejercicio de su actividad. Deja también constancia de sus aptitudes cirujanas cuando relata, en la misma publicación, cómo amputó una extremidad a un garañón «que padecía un carcinoma en la extremidad abdominal izquierda» hasta lograr una recuperación convertida en cuestión de fe tras la descripción de los efectos del tajo: «Los grandes destrozos hechos en la tapa no permitían la colocación de la herradura». Al fin, la vaca volvió a dar leche y el garañón se reincorporó al trabajo, sin que su inveterado mal se reprodujera. Nuevas formas de tratamiento de los que Fresno fue, pues, un pionero en unas condiciones nada fáciles a principios del siglo pasado. Como estudioso —contaba con una muy buen biblioteca especializada— de la sanidad animal cabe destacar que siempre dio prioridad a los diagnósticos anatómico-patológicos de algunas de las enfermedades que estudió y detectó en la cabaña asturiana. Labor que realizaba en un pequeño laboratorio que había preparado por su cuenta y al que dedicaba gran atención. Son muy interesantes sus trabajos en la inspección e higiene de los alimentos que permitieron a los veterinarios salirse del guión: evitar la rutina y el empirismo que, en realidad, los había convertido más en veedores que en inspectores. Hay constancia histórica, además, de su clarividencia cuando obtuvo del Ayuntamiento gijonés la cantidad de 300.000 pesetas para comprar una finca de más de once hectáreas denominada Montealegre, también conocida como la Quinta del Duque, que estaba situada en la parroquia de Somió, con el fin de regalársela al Ministerio de Agricultura. Acababa éste de aprobar la creación de ocho Estaciones Regionales Pecuarias en toda España y le correspondía a Asturias la destinada a la zona norte del país. Gracias a la visión de futuro de Manuel Fresno existe hoy la Estación Pecuaria de Somió, trascendental para el desarrollo de nuestra ganadería, como veremos en capítulos posteriores. Otra iniciativa que revela su capacidad emprendedora: formó parte el veterinario del grupo de personalidades que puso en marcha la Feria de Muestras de Gijón, de importancia comercial y atractivo popular sobradamente conocidos en años posteriores. Por todo ello, Manuel Fresno recibió la Encomienda de la Orden Civil al Mérito Agrícola en 1931. Y otros muchos títulos y honores como corresponden a una tarea infatigable y constante que ha sido reconocida por quienes han tenido la oportunidad de comprobar sus técnicas y sus tratamientos. Un adelantado, además de un hombre decidido y muy activo en la vida colegial como hemos visto.


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entre la tierra y el cielo Si Fresno había iniciado su enorme tarea en la Sociedad Hullera Española en plena efervescencia de la actividad industrial —minera y siderúrgica— de finales del siglo xix y principios del xx, otros muchos veterinarios que merecen, de igual modo, el reconocimiento en un libro como éste desarrollaron una más que estimable tarea en las cuencas mineras. A ellos les correspondió el cuidado y atención de los animales utilizados como tracción en las explotaciones.

Quizá esa labor, tan poco recordada ahora que han sido, afortunadamente, desterrados del interior de los yacimientos, deba merecer una mayor atención para los investigadores de la ciencia veterinaria. Ser veterinario en las cuencas requería una disposición muy especializada. Las enfermedades y las lesiones que tenían que atender en aquellos animales sometidos a la enorme tarea de transportar el mineral bajo tierra eran, en muchos casos poco conocidas y las curas y los tratamientos que aplicaron eran también, por tanto, novedosos. Profesionales que conviene rememorar, al menos en una pequeña parte, porque aportaron lo mejor de su carrera a la sanidad en un ambiente tan atípico como la mina. Hay que recordar, en el concejo de Aller, a José Canga, en Moreda, y Caballerías utilizadas como tracción en el interior de las minas. 1 Archivo Pozo Fondón (hunosa)


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u Personal de las

minas con un mulo de arrastre utilizado en el interior de la explotación. t La generalización de las caballerías en el ámbito minero obligó a un esfuerzo adicional de los veterinarios destinados en las cuencas. 1 Archivo Pozo Fondón (hunosa)

Luis Suárez Baizán en Cabañaquinta. En Mieres, Alberto Muñoz, Raimundo García; en Figaredo y Turón, Alejandro F. Quirós. En Olloniego, Juan Estébanez; en Pola de Laviana, Ladislao García; en Sama y La Felguera, Plinio Martín y Elías Fernández; en Sotrondio, Herminio Cueto Hevia, que tiene una calle dedicada por el Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio en reconocimiento a su labor. En Ciaño, Mauro González; en Teverga, Blas Villar; en Proaza y Quirós, Antonio Tejeiro. Son, hay que insistir en ello, algunos de los muchos veterinarios que contribuyeron de manera tan directa a la producción de las minas asturianas. Se dieron casos en los que tenían igualas con los contratistas que a veces se encargaban de aportar los animales. Y formaban parte de las comisiones que acudían a las ferias y mercados cuando era necesaria la adquisición de animales para el interior. Y está constatada la participación de los veterinarios


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Hasta tiempos relativamente recientes, no fueron sustituidas las bestias en las explotaciones asturianas por procedimientos de tracciรณn mรกs modernos. 1 Archivo Pozo Fondรณn (hunosa)


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en el reconocimiento y control de los alimentos en algunas de aquellas empresas que, con los años, constituirían la actual Hunosa. Pero una vez más hay que resaltar el caso de la familia Fresno. Manuel Fresno Ponga, su hijo Ignacio Fresno Torres y del nieto del primero e hijo de éste, Ignacio Fresno Aza que fueron los únicos veterinarios de la historia de Hullera Española hasta que ésta se incorporó en Hunosa, en la que se jubiló el último de ellos. Su padre, Ignacio, hermano de Manuel, tantas veces citado en este libro, confesaba en La Nueva España al final de su carrera la dura tarea que había tenido que desempeñar porque atendía a la empresa y dos concejos (Aller y Lena) hasta el extremo

Tres generaciones de la familia Fresno, tan vinculada a la veterinaria asturiana. De arriba abajo, Manuel Fresno Ponga, Ignacio Fresno Torres y Juan Manuel Fresno Aza.

de que «hubo días de cambiar dos veces de caballo ya que no resistían las caminatas a los que los sometía». Pero sobre todo explica su tarea de veterinario en la mina: «A un contratista de Mieres que tenía más de cien caballerías al servicio de la Hullera se le empezaron a morir sin que nadie diese con al causa. La empresa me ordenó intervenir, estudié el caso con interés y logré dictaminar la epidemia: era el tétanos. Se aplicó el remedio y no hubo más bajas». Los veterinarios, pues, han aportado su granito de arena en el extraordinario desarrollo económico de Asturias como consecuencia de la industrialización y es de rigor incluirlo en esta rememoración del centenario del Colegio.


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el fiel de la balanza Casi toda la vida colegial hasta ahora relatada, y mucha

de la que resta por contar, pasó por las manos de un hombre que nunca alcanzó la preeminencia de capitán de la nave, pero que fue timonel irreemplazable en 36 años de singladura corporativa. Pedro Pardo Suárez, vallisoletano de origen, aparece ya como secretario del Colegio en 1921, con Francisco Abril en la presidencia, y mantiene tal condición en 1956. Como abandonó el mundo en 1958, cabe pensar que sólo perdió tal condición como consecuencia del fallecimiento. En realidad, no fue la única función directiva que desempeñó en tan dilatado lapso, ya que también fue tesorero y vocal en diferentes Juntas de Gobierno. Pero fue la Secretaría su dominio habitual, hasta el punto de que en ella permaneció en largos periodos alternativos y, ya de continuo, durante los dieciocho años previos a su muerte. Como todos los personajes que en esta historia llevamos conocidos, Pedro Pardo fue hombre de pluma fácil y pródigo en su utilización como arma corporativa. Escribió mucho y bien, con enorme gracejo en la descripción costumbrista del trato entre veterinarios y ganaderos (como en la vecina reproducción de sus artículos originales se puede comprobar) y con energía argumental, siempre amena, en la defensa del mérito de los profesionales del gremio y del valor social de su función. No andaba escaso, obviamente, de conocimiento en la materia, ya que había forjado su experiencia tanto a pié de cuadra como desde la jefatura del Servicio Provincial de Ganadería, entre otros cargos. Constante en el trabajo, fue también director del Matadero de Oviedo durante diecinueve años. Ya en 1918, un joven Pedro Pardo al que aún le faltaba un año para concluir la carrera se posicionaba, con esta contundente sentencia, en la inacabable polémica sobre si era o no conveniente separar la práctica del herrado de los estudios de Veterinaria: «¿Podría vencer el arte a la ciencia? Imposible». Aportaba también sus argumentos en el proceso de dignificación y reconocimiento social de los titulados, denunciando los «atropellos y arbitrariedades imperdonables» que se cometían en la provisión de plazas de inspectores de productos alimenticios:

Se anuncia la oposición a una plaza de inspector en determinado punto y aquí arde Troya. ¿Cómo se organiza el tribunal? ¿Cómo se redacta el programa? Cosa muy sencilla para aquellos puntos que están tan distantes de las Escuelas y aún para los que están próximos. ¿Tribunal?, dicen ellos. Pues como personas representativas podemos poner dos médicos, algún abogado, un farmacéutico y un veterinario (para que no digan) y añaden: como se trata de substancias alimenticias, pueden formar parte del tribunal, el salchichero H, el chocolatero B, el tablajero C y el vinatero R. Todos ellos concejales y peritos. Además, para evitar alteraciones del orden, pondremos dos guindillas a la puerta del salón. He aquí la primera caída con su ridículo correspondiente de aquel individuo que, después de once años de carrera, ostenta un título, es veterinario, es un opositor. Es una víctima de la desorganización de un pueblo… ¿El programa? Sencillísimo. Adulteración del vino, ídem del chocolate, ídem de las verduras por influencia de los guindillas, adulterios en general, teoría del tresillo, su influencia en la rebotica. ¡Un horror de cosas! La cuestión es exigir algo que llene; algo, aunque no sea más que vaciedades. Porque el programa se construye sin intervención del veterinario que forma parte del tribunal. ¡Hasta esa delicadeza consentimos!

Éste era el vehemente Pedro Pardo de 1920, año en el que, como ya hemos visto, el Colegio de Veterinarios recurría el concurso del Ayuntamiento de Oviedo para cubrir la plaza de veterinario inspector en Trubia. Seguramente la pública exaltación del joven titulado contribuyó al éxito del recurso, con lo que, defendiendo el interés de todos, defendió Pedro Pardo el suyo propio, pues obtuvo la adjudicación de la controvertida plaza. Empleo que tampoco debía ser ninguna bicoca, habida cuenta de que «el cargo de inspector de sustancias alimenticias entraña una importancia inestimable y por tal, causa una grave responsabilidad. Pues, con toda su importancia y responsabilidad, está dotado de sueldos exiguos, asimilables al último barrendero, y eso que a este funcionario aún le cabe la esperanza de hallar alguna sorpresa entre las barreduras». Demoledora comparación que fundamenta el autor en los datos siguientes: «El Reglamento de Mataderos habla de unas trescientas sesenta y cinco pesetas, de las cuales, el noventa por ciento de los veterinarios rurales no tienen ni noticia […]. Son muchos los Ayuntamientos que anuncian a sus titulares con cantidades muy inferiores a la fijada; otros, la cantidad legal, y luego pagan lo que al Ayuntamiento le viene

Pedro Pardo, durante muchos años eficiente secretario del Colegio.


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en gana. En unos la voz del veterinario, exento de dignidad profesional, confundido con el último ferrócrata, consiente que le den hasta cinco pesetas de titular, o si llega el caso, nada […]. Cuando los Colegios provinciales hagan reconocer los derechos de sus colegiados y ejerzan la presión debida sobre alcaldes, gobernadores e inspectores; entonces podremos ir pensando en eso de la regeneración. Cuando el Veterinario reconozca que es un hombre de carrera, un hombre científico… Es por donde debemos empezar: por la moralización del veterinario». Vemos, pues, que en el primer tercio del siglo xx continúan vivas las reivindicaciones salariales que observamos ya a mediados del xix. Pero parece ser que las proclamas de Pedro Pardo chocaban con un cuerpo profesional bastante insolidario en su lucha feroz por lo que, en la línea dialéctica de nuestro secretario, habría que calificar de «despojos» retributivos de las administraciones locales. No había demasiado respeto al compañero, según se deduce de la siguiente denuncia del implacable autor: ¡Cuántas veces hemos leído en La Semana Veterinaria anuncios de titulares con advertencias del Colegio a que pertenecen! En tal punto se anuncia la plaza titular de veterinario y el Colegio advierte que nadie la solicite, por estar Celebración de la festividad colegial en los años cuarenta, en Oviedo. En el centro, Julio Ochoa Uriel; a su derecha, Pedro Pardo, y al fondo, Manuel Fresno Torres.

desempeñada por un compañero muy digno y honorable; sin duda éste ha sido una víctima más, por haberse salido del fiel de su balanza.

Desdichadamente, los avatares trágicos de la existencia convertirían al mismo autor, algunos años después, en paradigma de lo opuesto a esa fraternidad solidaria entre colegas que en este punto reclama: tras la victoria del general Franco, Pedro Pardo sería nombrado juez instructor de la provincia «para depurar a los inspectores municipales veterinarios», según reza en sus antecedentes político-sociales redactados por el bando vencedor: «Nunca ha pertenecido a partido político alguno, antes del Glorioso Movimiento Nacional. Figura en fet y de las jons desde 18 de febrero de 1938, como adherido. Que desde el principio del Glorioso Movimiento, se mantuvo en su puesto oficial civil, por lo que se halla condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando Colectiva, la Medalla de Oviedo y propuesto para la de Campaña. Se halla depurado sin sanción por la Dirección General de Ganadería». La misma Dirección que le designaría juez ideológico de sus propios compañeros. Pedro Pardo: sin duda una víctima más de la cruel aplicación de criterios ideológicos a la actividad estrictamente profesional… una desgracia muy frecuente en España a lo largo de la historia.


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sucesiones y desencuentros en una década turbulenta En la década previa a la guerra civil hubo siete presidentes al frente del Colegio de Veterinarios de Asturias. Como atrás queda escrito, Manuel Fresno fue hegemónico en ese periodo, en el que irrumpió en cuatro ocasiones en la presidencia y tuvo seis reemplazos durante las ausencias. El dato es significativo de la permeabilidad de la vida colegial a la trepidante dinámica de la vida política del conjunto del país. El nombre del primer relevo en las intermitencias de Fresno fue el de Alberto Muñoz Bernaldo de Quirós, que ocupó el cargo de presidente durante un año, de mayo de 1929 a mayo de 1930. Ha quedado noticia de un desencuentro con su predecesor a cuenta del expediente abierto a un colegiado, Florentino Largo Portas, para quien reclamaba el presidente una sanción por haberse valido de la ayuda de intrusos durante una actuación veterinaria. Sic:

con un sector liderado por el vicesecretario del Colegio, César Nistal. Promovió éste una iniciativa, respaldada por la Junta de Gobierno, que consistía en el envío de telegramas de adhesión al primer Gobierno de la flamante II República española. Se opuso a ello el presidente, quien aceptaba la expresión de acatamiento a tal Gobierno, pero no una adhesión explícita «por entender que no debía llevar al Colegio a ese terreno ni hacer de él política». La discrepancia quedó dirimida por la asamblea de colegiados celebrada el 3 de mayo de 1931. A la pregunta de «si la Directiva obró bien o no adhiriéndose al nuevo Gobierno», quince votaron afirmativamente y seis rechazaron aquella decisión. Manuel Fresno volvió a despedirse y César Nistal fue elegido presidente. Duró poco: al cabo de un mes fue designado jefe de los Servicios Veterinarios de la provincia, y tuvo que abandonar toda responsabilidad en el Colegio al incurrir en incompatibilidad. Imposición de la Medalla al Mérito Agrícola a Luis Ballesteros por el Director General de Ganadería, Díaz Montilla, con la presencia del Subdirector General de Sanidad, Alfredo Delgado Calvete, el 14 de noviembre de 1968. Abajo, Ballesteros con Díaz Montilla. U Històries de la Història. Centenari del Collegi de veterinaris de Tarragona 1904-2004, Tarragona, 2004, p. 200.

El Presidente del Colegio, Alberto Muñoz, manifestó que el Sr. Largo Portas debía ser castigado, tras la lectura del expediente instruido. Manuel Fresno argumentó que la actuación no era constitutiva de delito ni falta de ninguna clase, «el hecho de que se valga de los paisanos para que le ayuden en los partos distócicos de su clínica y que no puede haber intrusismo ni curanderismo allí donde está el Veterinario, y todas las actuaciones se ejecutan bajo su dirección», según se manifiesta en el expediente. El Sr. Presidente vuelve a intervenir diciendo que «no consiente en paliativos ni paños calientes y que debe ser castigado», abandonando seguidamente la presidencia y ausentándose del local.

Quedó el imputado absuelto porque, tras la airada marcha del presidente, el instructor de la causa asevera que «entre las personas que fueron a ayudar al señor Largo Portas había una que, al parecer, es curandero, que fue llamado por distar sólo unos doscientos metros, pero no por su condición de tal curandero, circunstancia que ignoraba el veterinario, que bajo la dirección de personas de este se realizaron todas las operaciones del caso que motivó el expediente». Nueva muestra de la sensibilidad del colectivo veterinario frente a quienes invadían fraudulentamente sus funciones, y de diferencias de criterio en la dirección del Colegio que, por el tono en que se manifiestan, apuntan a la existencia de mar de fondo por debajo de la distracción del oleaje. El caso es que Manuel Fresno retornó a la presidencia en mayo de 1930 y dimitió al cabo de un año exacto, esta vez por desavenencias ya explícitamente políticas

Le sucedió en el cargo su vicesecretario, Luis Ballesteros Viguria, aragonés de Zaragoza que había obtenido el Premio Extraordinario de su promoción y ejercido en varias localidades españolas antes de recalar en la asturiana de Arriondas. Espíritu nómada que no se relajó con los apacibles verdes norteños, dado que cinco meses después de asumir la presidencia del Colegio quiso ya presentar la dimisión ante la expectativa de un nuevo traslado. Dimisión que no fue aceptada hasta


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t Juan Sánchez-Caro,

noveno presidente del Colegio de Veterinarios de Asturias. U M. Cordero del Campillo, C. Ruiz Martínez, B. Madariaga de la Campa (codirectores): Semblanzas veterinarias, vol. II, Madrid, 1978, p. 181.

que la partida quedase concretada, cosa que ocurrió al cabo de un trimestre. Ballesteros Viguria se marchó a Tarragona, luego a Tortosa, después a San Carlos de la Rápita, a continuación de nuevo Tarragona… Batió el récord de movilidad de su tiempo, porque en veinte años pasó por diez destinos sin que ninguno le retuviera, como los novios picaflores. Su inquietud viajera siempre fue acompañada de un brillante bagaje profesional, porque se trataba de un clínico prestigioso y de un activo publicista y divulgador. En Tarragona alcanzaría también la presidencia del Colegio de Veterinarios, en el que permaneció, tras varias reelecciones, durante 18 años. El inexorable retorno de Fresno al sillón vacante en Oviedo debería esperar aún cinco meses, los que estuvo en el cargo el noveno presidente que tuvo el Colegio de Veterinarios de Asturias: Juan Sánchez-Caro Vázquez, natural de La Mata (Toledo) y veterinario sobrevenido tras una vocación inicial de farmacéutico que corrigió a tiempo. Fue hombre de muerte trágica, pero no por las causas que hacían prever

u Exposición agropecuaria de la Feria de

Muestras. Gijón, 1928. 1 Constantino Suárez, Museo del Pueblo de Asturias t Socavón de la orilla izquierda del Samuño (Langreo), Carbones La Nueva, 1926. 1 Archivo Trea

sus inclinaciones políticas en aquel periodo turbulento. Había recalado en Noreña en 1924, donde ocupó el puesto de inspector veterinario municipal. Su calvario comenzó cuando la guerra se presentía cercana. Parece ser que estaba mal visto por los partidos de izquierda integrados en el Frente Popular, antipatía que se tradujo en una destitución de su cargo como veterinario tras quedar señalado como «fascista y desafecto al régimen republicano». Con semejante etiqueta, cuatro días después de la sublevación del 18 de julio de 1936 Sánchez-Caro huye a ocultarse a un pueblo de Cantabria. Decisión acertada, porque poco después su nombre suena como reclamado a través de Radio Gijón. Sus bienes son incautados. La victoria del denominado bando nacional le devuelve la vida. Regresa a Noreña y comprueba que su casa había sido ocupada y saqueado su contenido. Años después, se traslada a Santander, donde ocupa la plaza de veterinario municipal. Tenía 58 años cuando se cae de un inocente tranvía y muere a consecuencia de las lesiones.


crónica de un siglo 65

otras persecuciones y represalias De nuevo atrás en la historia, porque el relato de las penalidades de Sánchez-Caro nos ha acelerado el paso narrativo. El ritmo de la sucesión en la presidencia colegial nos retrotrae a mayo de 1932, cuando aquel desdichado termina su breve mandato y coge otra vez el testigo el incombustible Manuel Fresno. En esta ocasión la gloria le dura ocho meses. Aparecen tensiones en el Colegio a cuenta de la convocatoria de tres plazas de veterinario en Tineo. Además, se considera el presidente muy poco apoyado en su gestión por parte del organismo colegial del Estado, la Asociación Nacional de Veterinarios Españoles (anve), rediviva con la República, como ya hemos visto, tras ser perseguida y clausurada por la dictadura de Primo de Rivera. Manuel Fresno, que en su primer periodo como presidente mostró una entusiasta adhesión al organismo colegial alternativo a la anve que quiso imponer la dictadura, entiende ahora que «este asunto está sometido a la influencia política que pospone a toda acción profesional». Y, desde tan digna proclamación de independencia, dimite por segunda vez de su cargo en enero de 1933. No hubo tiempo de olvidarlo, porque retornaría en agosto. En medio aún hubo hueco para otros dos efímeros presidentes. El primero fue Pedro Francisco Blanco Tejerina, un leonés que ocupaba la plaza de veterinario municipal de Villaviciosa desde 1911. No consta que tuviera filiación política alguna, pero en 1937 fue destituido de sus funciones por el Ayuntamiento maliayo, y no precisamente por inepcia profesional. Sería luego víctima —la única de la que hay noticia— de la depuración ideológica realizada por Pedro Pardo, quien le acompañó en este tiempo en la directiva del Colegio desde su papel de sempiterno secretario. Reconvertido ya en juez del franquismo para los veterinarios asturianos, propició que el Ministerio de Agricultura confirmara en 1941 la destitución municipal de Blanco Tejerina, y le inhabilitara para el desempeño de puestos de mando y confianza durante diez años. Acabó el represaliado de veterinario municipal interino en Soto del Barco. Su tiempo como presidente del Colegio no llegó a tres meses. Otros tantos duró el mandato de su sucesor, Francisco Lorenzo Fernández. Natural de Zamora, llegó a ser inspector

provincial de Higiene y Sanidad Pecuarias en Asturias. Fue otro presidente de mero tránsito que dejó paso a un periodo más estable en lo que respecta a la pervivencia en el cargo: Manuel Fresno Torres inicia aquí su último periodo al frente del Colegio. Duraría más de cuatro años. En 1945 sería nombrado presidente de honor, con motivo de su jubilación como jefe de los servicios veterinarios del Ayuntamiento de Gijón. Le sucedió en tal cargo Luis López Alonso Fanjul, quien, en su toma de posesión, escuchó de boca del secretario municipal, que lo conocía bien y que a su vez era familiar de veterinarios, los siguientes elogios hacia su predecesor: «[…] don Manuel Fresno, con su barba y su rostro a lo Ramón y Cajal, firme en sus convicciones, ajustado a la justicia de su honrada conciencia y cuya jubilación está tan reciente que aún le consideramos con nosotros y aún suena el eco de sus pasos en estas Consistoriales […]. Hagámosle presente el testimonio de amistad y consideración. No ha sido citado a este acto porque, aunque estamos seguros de que hubiera asistido con mucho gusto, no hemos querido que pase por la sensación, siempre algo triste, de ver arriar la bandera del mando, para la asignación de poderes […]». Despedida en ausencia que añade un dato más al perfil del personaje. No debió resultar fácil para el enérgico jefe veterinario y responsable corporativo, efectivamente, asumir la condición de miembro de la clase pasiva y ceder a otras manos el bastón de mando. Falleció apaciblemente en 1957 cuando tenía 83 años de edad. No todos tuvieron esa suerte. El colectivo veterinario asturiano, como el de cualquier otro oficio o profesión de aquel momento en España, pagó con sangre la división de un país empecinado en matarse. Las historias que hemos visto son una muestra muy limitada de las crispaciones políticas y subsiguientes padecimientos humanos del periodo de preguerra y de la propia guerra civil. Siguiendo la estela de los presidentes, a modo de hilo del relato, nos hemos quedado en las alturas de la organización colegial. Pero, aguas abajo, en cada valle y cada pueblo de aquella Asturias compartimentada, se vivieron mil tragedias que no podían dejar de afectar a unos profesionales tan extendidos por el territorio y en tan estrecho contacto con la vida cotidiana de la gente, sobremanera de la más humilde. Los libros de actas del Colegio informan de la incidencia del conflicto civil entre sus asociados, y en la inscripción del 7 de agosto de 1938 quedan anotados como «víctimas del marxismo» los nombres de Francisco Cosmen Meléndez, de Cangas del Narcea; Alberto Muñoz González, de Moreda; Elías Sánchez Holgado, de Cudillero, y Carlos Aguilar Díaz, de Campomanes. También se menciona a un veterinario de Infiesto,

Pedro Francisco Blanco Tejerina, fue presidente del Colegio durante tres meses.


66 un siglo de veterinarios en asturias

Andrés Díaz Muñoz, que murió en León también a consecuencia, al parecer, de la actuación de gentes de izquierda. No hay mención alguna en los textos colegiales a las posibles víctimas del bando nacional que han pasado a ser muertos oficialmente desconocidos. La tragedia de un enfrentamiento tan terrible como aquel tenía que dejar muchas huellas por fortuna totalmente superadas a la hora de rememorar estos cien años de vida colegial. Apenas concluida la guerra civil, en abril de 1939, se constituye de manera provisional un Consejo Nacional Veterinario con el que se pretende dar continuidad a los servicios que prestaba la republicana anve, caída también en la reorganización del conjunto de la administración del Estado. Y en ese mismo año, la sede del Colegio de Veterinarios de Asturias abandona la plaza de Riego y se traslada al número 7 de la calle del doctor Casal, también en Oviedo, donde se mantuvo hasta el año 2003. Es decir, permaneció nada menos que 64 años en unos

En 1933 la sede del Colegio de Veterinarios de Asturias abandona la plaza de Riego y se traslada al número 7 de la calle del doctor Casal, también en Oviedo, donde se mantuvo hasta el año 2003. 1 Colegio de Veterinarios de Asturias

locales que cubrieron las necesidades corporativas hasta que no hubo más remedio que buscar un lugar más amplio y adecuado que diera respuesta a la expansión de las necesidades del colectivo profesional que se había incrementado enormemente. Esos locales son los que actualmente ocupa el Colegio en el número 10 de la plaza de América, magnífica ubicación donde los profesionales cuentan con el equipamiento adecuado a sus requerimientos. Este cambio de local, que se llevó a cabo por la junta directiva que preside Armando Solís, supuso asimismo un ampliación y modernización de las prestaciones colegiales. Otros cambios y reformas: en octubre de 1940 fueron aprobadas las ordenanzas que determinaban la organización, el funcionamiento y los fines del Colegio Nacional y de los colegios provinciales de veterinarios. Ocho años más adelante, el 4 de febrero, el Colegio Nacional pasó a denominarse Consejo General de Colegios Veterinarios de España.


crónica de un siglo 67

La estación de Somió se convirtió enseguida en un centro muy cualificado de investigación en el ámbito ganadero.

la pecuaria de somió y el matadero de oviedo En 1933 tienen lugar dos acontecimientos que van a suponer

mejoras trascendentales en la prestación de servicios científicos, experimentales e industriales a la ganadería asturiana. El principal de ellos es la solicitud cursada el 13 de junio por el Ayuntamiento de Gijón al Ministerio de Agricultura para que fuera instalada una Estación Pecuaria Regional en este municipio, petición en la que, como atrás hemos visto, tuvo una influencia decisiva el entonces jefe de los servicios veterinarios locales, Manuel Fresno. La Estación gijonesa, conocida popularmente como «la Pecuaria de Somió», se convertiría pronto en el centro público ganadero más importante de Asturias y uno de los más cualificados de España. La otra novedad, menor en comparación pero no irrelevante, fue

el acceso de Amando Calvo Arranz al cargo de veterinario municipal de Oviedo, responsabilidad desde la que impulsó notablemente la modernización de los mercados y la socialización del matadero de la capital asturiana. Fue una tarea modélica la suya, según quienes tienen recuerdo e información sobre sus propuestas. Las Estaciones Pecuarias (se autoriza la creación de ocho en todo el país) nacen bajo el principio general de que «el hecho científico derivado de la investigación precisa ser experimentado y contrastado en los distintos establecimientos pecuarios y para las diferentes especies y razas de ganado, antes de ser ofrecido a los ganaderos y a la región como solución a sus problemas». Es decir, se trata de dar una respuesta técnica a las necesidades específicas de la ganadería de cada región, en busca de un modelo de explotación ideal, según a las características de cada zona concreta. En agosto de 1935 el Ministerio se hace cargo de la Quinta del Duque, o finca Montealegre, cedida por el Ayuntamiento para levantar en ella la Pecuaria. Su primer director fue Eliseo Fernández Urquiza, perteneciente al Cuerpo Nacional Veterinario. Director y proyecto que duran poco, porque el estallido de la guerra aborta su continuidad. Una sección de Infantería


68 un siglo de veterinarios en asturias

El veterinario Manuel Rodríguez inspecciona una res recién sacrificada.

ocupa el magnífico prado y sus nobiliarias instalaciones y se dedica a una animada tala del arbolado ornamental, entre otras felices iniciativas castrenses que no cesan hasta 1940. En ese año, el alcalde gijonés Paulino Vigón consigue el desalojo de los militares tras advertir a la Dirección General de Ganadería de que el Ayuntamiento, en aplicación del contrato firmado, reclamaría la reversión de la finca a propiedad municipal si no era construida la prometida Estación Pecuaria. El aviso surte efecto. Se nombra a Manuel Fresno director provisional de las instalaciones y, como primera actividad, se organiza una parada de toros sementales de raza asturiana con los campeones de las ferias ganaderas comarcales. Las penurias de la posguerra demoran hasta 1945 la ejecución de las primeras inversiones en edificios y equipamiento. Hasta ese año, la Pecuaria asturiana no logra iniciar su andadura. Será, sin embargo, un camino largo y fructífero que seguiremos desde ahora conforme avance en el tiempo. Y en Oviedo, en el mismo año de gestación de la Pecuaria, toma las riendas del Matadero municipal el veterinario Amando Calvo, tras participar en un concurso-oposición en el que obtiene la calificación de «meritísimo» su trabajo, titulado «El matadero moderno». En él, describe a la instalación carbayona en términos de clase social: se trata de un «aristócrata nacido

en la opulencia de los millones y distinguido personaje que, viendo la luz en el despilfarro, ha de pensar en regenerarse; hay que poner en condiciones de vida normal, venciendo las dificultades que el peso de los millones y de la tradición en las costumbres de abastos ponen para emprender la marcha». Parece, según la descripción del veterinario, que se trata de un matadero bien equipado tras cuantiosas inversiones públicas («Ahí está su frigorífico, su fundición de sebo, su triturador de huesos, su secadero de pieles, etc.») y prisionero de los intereses privados que se mueven en torno a su actividad, lo que le impide «contribuir a la trascendental obra social de llevar carne sana y barata hasta los más humildes, y no sólo a Oviedo, sino a otras grandes poblaciones consumidoras y alejadas». En esa línea, Amando Calvo plantea el envío a Madrid y Barcelona de terneras sacrificadas en Oviedo, en camiones o vagones frigoríficos. Quiere también incorporar un matadero de aves y la municipalización o arrendamiento del frigorífico para la producción de hielo y conservación de alimentos, particularmente de huevos. Pretende, además, que el abastecimiento del mercado de Oviedo, al que concurre un promedio de quinientas reses todos los jueves, sea establecido directamente con los sindicatos de productores ganaderos.


crónica de un siglo 69

Se desconoce en qué medida contribuyeron estas ideas al fallecimiento de su promotor en 1936, cuando la capital asturiana, como toda la nación, sufría el primer impacto del conflicto civil. En los libros de actas del Colegio de Veterinarios sólo se recoge que murió por «otras causas». Esa expresión indeterminada, no hace falta ir mucho más allá, probablemente significa una persecución de carácter ideológico a la que tanto nos hemos referidos en los últimos capítulos. Además de Armando Calvo, figura también en la mención de «otros decesos» en esa época el de Francisco Colinas Fernández, de Sama. A mayor abundamiento, en aquellos libros de actas se especifican casos de «muerte natural», como el de Gonzalo Pelayo Torres, de Piedras Blancas. El óbito por enfermedad, por tanto, sí encontraba reconocimiento formal en los documentos timbrados del trágico periodo.

u Reses preparadas

para su comercialización en un nave de un matadero de Noreña. s Los mataderos han incorporado las últimas técnicas para agilizar y mejorar su actividad. 1 Ramón Jiménez


70 un siglo de veterinarios en asturias

cien mil caserías y otros tantos problemas

El décimosegundo presidente que tuvo en su historia el

Las «pitas pintas» y las «oveyas xaldas», dos de las especies emblemáticas de Asturias que estuvieron a punto de desaparecer, pero que gracias al cuidado y la preocupación de unos pocos expertos, entre ellos algunos veterinarios, han sobrevivido y hoy ya no corren de manera tan acusada peligro de extinción. 1 Antón Á. Sevilla

Colegio asturiano fue leonés, como Blanco Tejerina. Se trataba de Francisco Borge Torrellas, quien, cómo no, también tuvo que pasar por el control político propio de la época: «no ha pertenecido a ningún partido político con anterioridad al Glorioso Movimiento Nacional», lo que no impidió que, sorprendido por el inicio de al guerra «disfrutando licencia en Proaza (Oviedo)» fuera, según reza a continuación en su ficha político-social, «perseguido por los rojos». El 22 de julio de 1937 se presentó al Ayuntamiento de Oviedo, siendo readmitido sin sanción. Borge Torrellas había sido inspector veterinario de Oviedo desde 1926, y ocupó la presidencia del Colegio de Veterinarios de Asturias entre enero del 41 y julio del 43. Su nombre fue propuesto para la designación por el Consejo Nacional Veterinario. Es decir, no eran ya los propios colegiados quienes elegían de forma directa a sus representantes. Si lo hacían, era a partir de una proposición de instancias superiores que seguramente dejaría en arriesgada evidencia a quien no la apoyase. Entretanto, en el día a día de aquellos tiempos, los veterinarios continuaban su abnegado trabajo entre la economía de pura subsistencia y la descarnada pobreza que seguían marcando la vida en el campo asturiano. Las publicaciones especializadas de la época ofrecían el siguiente retrato de lo que se podía considerar como una explotación-tipo en nuestra tierra: «La explotación familiar (casería) representativa de la media tendría una dimensión aproximada de veintiún días de bueyes, 2,5 a 3 hectáreas de base territorial, que soportaba la carga de tres a cinco bovinos generalmente sin especialización productiva, sino de aptitud mixta carne-leche-trabajo, sin que fuera fácil definir en muchos casos cuál de las tres era la orientación principal; y animales de otras especies, como explotación marginal, entre las que figuraban básicamente un porcino

con destino a matanza domiciliaria para consumo familiar, un equino o asnal como porteador o para trabajos agrícolas, a veces uno o dos ovinos de aptitud leche-lana explotados conjuntamente con el vacuno y una veintena de aves de corral de raza autóctona o sin definición racial cuya producción, de huevos o carne, seguiría el destino de consumo familiar o venta. Aunque pudiera darse el caso no puede considerarse tan habitual la cunicultura casera o la apicultura, salvo, este segundo caso, en las zonas de montaña». Se calcula que había en Asturias unas cien mil explotaciones de estas características, en las que trabajaba en torno al cuarenta por ciento de la población activa de aquel periodo. Aquellas caserías presentaban una productividad muy baja. Cada vaca venía a producir unos 2.500 litros de leche al año; el peso medio de la canal de vacuno sacrificado rondaba los 150 kilos, y unos 100 kilos la de ganado porcino de un año de edad. Año en el que cada gallina sólo ponía alrededor de cien huevos. No había especialización alguna, la producción estaba muy diversificada y lo rudimentario del trabajo excluía cualquier tecnificación. Esa carencia se traducía, entre otras cosas, en mala planificación de la alimentación de los animales, consecuencia directa de su ruindad cárnica; mala orientación sanitaria, elevada tasa de abortos y de esterilidad en la reproducción bovina, e intervalos excesivamente largos entre partos. Si a ello se añade que casi la mitad de los ganaderos eran arrendatarios del terreno, y que en algunas zonas pervivían arcaicos contratos de aparcería, es decir, de reparto de los magros beneficios entre el propietario del ganado y quien se ocupaba de él, se completará un cuadro que en nada se parece al del proclamado lirismo de la vida en el campo. Malamente puede la miseria resultar bucólica. A enmendar tan extensa gama de problemas e insuficiencias de nuestra ganadería encaminará su incipiente acción la Estación Pecuaria Regional de Asturias. Sus primeras instalaciones, destinadas al apoyo al sector avícola, entran en funcionamiento en 1946.


crónica de un siglo 71

En las tradicionales caserías asturianas, las vacas constituyen una de sus principales fuentes de ingresos. 1 Ramón Jiménez


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La imagen de Asturias está ligada a sus espléndidos paisajes, de los que la cabaña ganadera forma parte de modo natural. 1 Ramón Jiménez


crรณnica de un siglo 73


74 un siglo de veterinarios en asturias

Julio Ochoa Uriel, en el centro, era médico odontólogo, además de veterinario. Fue presidente del Colegio en los años cuarenta.

el rigor y la camaradería A Borge Torrellas le sucedió un soriano, Julio Ochoa Uriel, que se mantendría tres años en la presidencia, hasta abril del 46, y que antes fue jefe del Servicio Provincial de Ganadería (nuevo término con el que se pasaba a designar a los inspectores de Higiene y Sanidad pecuarias). Además de veterinario, era doctor en medicina y especialista en odontología. Lo cierto es que logró quitar un importante dolor de muelas a sus colegas de la medicina pecuaria: impuso, desde su jefatura administrativa, el cumplimiento íntegro del Reglamento de Paradas de toros sementales, lo que mejoró tanto las garantías sanitarias como las percepciones económicas de los veterinarios que controlaban la operación. Y es que en ese Reglamento, concretamente en su artículo 78, se exigía el reconocimiento

de las hembras bovinas antes de la cubrición, además del de los toros que la ejecutaban. Pero la extensión de ese reconocimiento a la vaca comportaba mayor trabajo veterinario y, en consecuencia, un encarecimiento de sus servicios, por lo que la aplicación del mencionado artículo encontraba no pocas resistencias. Como jefe provincial de Ganadería, Julio Ochoa se esforzó en vencerlas y logró, al fin, la generalización de la ginecología bovina en las paradas. De ahí el homenaje que fue convocado en su honor por el Colegio de Veterinarios, acto sugerido por los veterinarios inspectores de Luarca, que habían comenzado a notar en cartera propia «la extraordinaria importancia económica que para el veterinario supone la implantación de tal servicio», aparte, claro está, de «los beneficios de tipo sanitario que el mismo reporta


crónica de un siglo 75

a la ganadería asturiana». El homenaje resultó un éxito y Julio Ochoa vio con él reconocida la gratitud de los colegiados «por su ferviente anhelo de superación económica y social de los veterinarios». Un presidente, pues, que luchaba por la mejora y el bienestar de los colegiados y que, sin duda, redundaba en beneficio de la profesión. Mérito que se le supo reconocer, cosa no siempre frecuente. Precisamente, entre los veterinarios luarqueses promotores de tal reconocimiento se encontraba el que sucedería al homenajeado en la presidencia del Colegio. Se trataba de Federico Palmeiro López, un gallego de Lugo, al que nos hemos referido anteriormente como estudiante en la escuela de Santiago. Su mandato en el Colegio duró más de ocho años, desde su de-

signación en marzo de 1946 hasta su cese en septiembre del 54, un año antes de su muerte. También fue veterinario higienista, habilitado por el Instituto de Higiene de Oviedo. Fue una tarea la suya al frente del Colegio continuadora de la desarrollada por Julio Ochoa y que dio paso a una nueva generación de jóvenes profesionales formados después de la contienda y que se incorporan con nuevos bríos y nuevas maneras de entender el trabajo. Ellos serán los que, años más tarde, se encargarán de aplicar los cambios que introducirán los nuevos tiempos y de los que nos ocuparemos más adelante. Veterinarios que, en pleno franquismo, mantenían vivo un espíritu de colectividad que no contradecía la jerarquización estricta de sus integrantes ni el respeto escrupuloso a la cadena

Federico Palmeiro López continuó la tarea desarrollada por Julio Ochoa en el Colegio. Su mandato duró más de ocho años. En la fotografía de la izquierda, de 1929, es el 5.º que aparece sentado.


76 un siglo de veterinarios en asturias

Veterinarios y representantes de las instituciones ante los trofeos otorgados en un concurso de ganado en Luarca, en 1952. Entre ellos, José Trelles Anciola, patrocinador del concurso (3.º por la izquierda); Vicente Garas Cornes, alcalde de Luarca (5.º); Julio Ochoa, director general de Ganadería y Agricultura de Asturias (7.º), y Federico Palmeiro, veterinario de Luarca y presidente del Colegio de Veterinarios de Asturias (9.º, con gafas).

de mando, pero que aligeraba su rigidez en el encuentro cómplice sobre los problemas derivados del ejercicio de la profesión. Camaradería que se percibe, por ejemplo, en el discurso de homenaje dirigido al veterinario municipal de Villamayor, Benigno Rodríguez, cuando abandona Asturias para ascender a la jefatura del Servicio Veterinario Provincial de León: Hablar en Villamayor de ganadería y de sus técnicos es tanto como decir Veterinaria; y cuando en labor fatigosa y entusiasta, charla tras charla, pueblo por pueblo, logra dar a la profesión un nivel científico y una consideración llena de respeto y afecto, surge de la entraña misma de la aldea, por boca del amigo inspirado y en el momento de su despedida, como un aviso a todos y exponente de nuestras dificultades profesionales compendidas, la estrofa siguiente: […] Y anécdotas de intrusismo, curanderos con cinismo que atormentan el ganado y prescriben frescamente que la pobre res doliente tiene un «bregón entripado». Carcajadas acogiéronla y sin embargo… Cuánta verdad amena. Cuánta triste realidad que, día tras día, hace ingrato nuestro cometido en el medio rural…

Benigno Rodríguez fue un veterinario muy destacado. Se había licenciado en Madrid y fue profesor en la Facultad de

León de Etnología y Producciones; fue delegado de Agricultura en Lugo y León; condecorado en varias ocasiones por sus servicios, autor de obras y trabajos sobre las razas ganaderas de Asturias participó en numerosas ocasiones como jurado del Concurso Agropecuario de Avilés, de cuyas virtudes e importancia ya se ha hablado en otro capítulo. Mientras tanto, en Llanes, otro destacado profesional, Félix Martínez Marcos, fraguaba las primeras ideas de un proyecto que sería pionero en España: él fue el primero en poner en marcha los libros de registro genealógico del ganado vacuno lechero de la raza frisona, así llamada por ser originaria de la región de Frisia, en los Países Bajos. De esa iniciativa partieron todos los libros genealógicos existentes en nuestro país. Martínez Marcos fue prácticamente toda su vida profesional el veterinario de Llanes y, fruto de ello, es el libro que publicó al final de su carrera, en el que recoge su larga experiencia como uno de los primeros grandes expertos en zootecnia. Con él colaboraron Benito Fernández García-Fierros y Benigno Rodríguez. El primero de ellos sería el encargado, no sin la oposición de muchos alcaldes y representantes políticos, de poner orden en los concursos de ganado, ideados para estimular los genotipos y la mejora de las razas, y no para premiar otras cosas. Finalmente logró imponer su criterio de defender una clasificación de razas y de otorgar los galardones por méritos genéticos, y no de otro tipo.


crónica de un siglo 77

el hombre bueno que no quería mandar Ese sentido de la disciplina y el respeto a la jerarquía favorecen que, durante poco más de un año, entre agosto del 54 y octubre del 55, al Colegio de Veterinarios de Asturias le sea impuesto un presidente que no tiene ninguna gana de serlo. En ese sentido, hay que agradecerle la sinceridad a Francisco Mombiela Senao: en una asamblea celebrada dos meses después de su toma de posesión, manifiesta que «el cargo que ostenta al frente de este Colegio le ha sido impuesto por la Superioridad sin que por su parte haya tenido apetencia para escalar este puesto». Semejante gesto apunta ya claramente a lo que después sería generalmente reconocido como rasgo predominante en la personalidad de Francisco Mombiela: su inmensa humanidad. Una bonhomía complementada con una magnífica formación profesional. La designación de este aragonés para la presidencia del Colegio asturiano no resultaba, desde luego, ninguna excepción. Vimos ya cómo, trece años atrás, Francisco Borge Torrellas accedía al cargo tras ser «propuesto» su nombre por el Consejo General Veterinario. Ahora no hay opción siquiera a las comillas. Los designa directamente el Consejo, sin otra opción para presidentes y presididos más que la aquiescencia. Mombiela se había licenciado en plena guerra, en 1937, fue delegado local de Auxilio Social y de Justicia y Derecho de Biota (Zaragoza), donde era inspector municipal veterinario hasta que

en noviembre de 1940 se trasladó a Madrid a opositar al cuerpo nacional. Logró el ingreso al año siguiente y, como miembro del mismo, es nombrado director de la Estación Pecuaria Regional de Asturias: se convierte, así, en el tercer director de las instalaciones de Somió, si se cuenta la breve interinidad en el cargo de Manuel Fresno. En ella permanecería hasta 1955 y desarrollaría una labor sumamente meritoria, habida cuenta de las grandes dificultades de tal periodo para la obtención de recursos presupuestarios. A pesar de todas las carencias, Francisco Mombiela pasaría a la historia de la ganadería asturiana como el auténtico impulsor de la técnica de inseminación artificial bovina, trascendental para el desarrollo de nuestra cabaña, y como el promotor de eficaces campañas sanitarias de lucha contra el aborto y contra la esterilidad del ganado vacuno. Contribuyó, así, a paliar los graves problemas que aquejaban a la reproducción animal en las caserías de la región y, consiguientemente, fue sustancial su aportación al aumento de la riqueza del sector y del magro bienestar de los ganaderos. Se puede concluir que, en la Pecuaria, alcanzó plenamente el objetivo genérico que expuso a la asamblea de veterinarios del Colegio tras su honesto reconocimiento de la imposición política en el acceso a la presidencia: «Que al tener que cumplir este mandato, necesita del apoyo y colaboración de todos los compañeros que integran esta entidad, para que de esta forma pueda llegar a conseguir, durante su permanencia en el cargo, que sus gestiones sean provechosas en bien de la colectividad». En lo que respecta a la colectividad ganadera asturiana, tal provecho quedó cumplido. Francisco Mombiela se trasladaría a San Sebastián en 1955. Allí desempeñó las funciones de jefe del Servicio Provincial de Ganadería de Guipúzcoa. Falleció en la ciudad vasca en 1975.

Francisco Mombiela Senao pasaría a la historia de la ganadería asturiana como el auténtico impulsor de la técnica de inseminación artificial bovina.


78 un siglo de veterinarios en asturias

inseminación: los esforzados pioneros Por definición fundacional y lógica operativa, las EstacioArriba: vagina artificial, modelo italiano, con el colector lleno de esperma de toro, después de la eyaculación. Centro: aplicación de la vagina artificial en el momento del salto. Abajo: inseminación artificial de una vaca. Exhibiciones celebradas con motivo del I Congreso Internacional de Fisiopatología de la Reproducción Animal y de Fecundación Artificial, en 1948. U Ganadería, n.º 62, Madrid, agosto, 1948, pp. 414, 415 y 416.

nes Pecuarias españolas adaptan su gama de actividades a la especificidad de la ganadería en la zona en que se asientan. Esa razonable flexibilidad permite que la del Norte asuma pronto como prioridad la mejora, fomento y expansión del ganado bovino. Se plantea la adquisición y explotación de los mejores ejemplares de las dos razas asturianas de esa especie, aquéllos que hubieran resultado vencedores en los principales concursos ganaderos de la región. Y, entre la partida de inversiones aprobada por el Ministerio de Agricultura en junio de 1944, aparecen ya 145.000 pesetas que cundían, de aquella, para la construcción de un establo de doce vacas. A partir de ahí, el crecimiento de la Pecuaria de Somió, como las del resto del país, estuvo determinada por los requerimientos de los ganaderos. Su actividad se orientó en dos frentes: el fomento de la producción de ganado y la introducción de nuevas tecnologías en la reproducción animal. El punto de inflexión histórico en esa actividad llegaría en 1952, cuando comenzó la práctica generalizada de la inseminación artificial. Hasta ese momento, continuó funcionando en la Pecuaria la parada de sementales bovinos, y se estableció además otro servicio de este tipo para yeguas y mulas, si bien en este último caso apenas pasó de lo testimonial. Hubo programas de apoyo a la producción avícola, tanto en lo relativo a la carne como a los huevos, y se mejoró la cría de cerdos con la introducción de razas precoces. Estas dos líneas de fomento pecuario serían abandonadas tras la aparición de las primeras granjas industriales de producción de cerdos, pollos, gallinas y los correspondientes huevos. En cuanto a los caballos, tras una larga dependencia del Ministerio de la Guerra disfrutaron de cinco años de licencia

a partir de 1931, pero volvió a ser absorbida la competencia de su crianza por el Ejército en 1936. Situación que no ha variado, y que es todavía causa de malestar entre quienes no entienden ni aceptan la primacía legal en la consideración de este animal como instrumento bélico, por encima de la riqueza que supone el uso de sus aptitudes en el mundo civil. La tutela militar sobre esta especie se consuma en 1944, cuando se promulga un Reglamento de Paradas que deja su realización a cargo de los Depósitos de Sementales del Ejército de Tierra, con lo que también fue abandonada esa actividad en el establecimiento gijonés. Esa exclusión de la promoción civil del caballo resultó particularmente dañina para los intereses de Asturias, dado que siempre contó nuestra tierra con un gran potencial en la crianza de estos animales. De hecho, un censo de 1934 nos situaba como segunda provincia productora de caballos en España, sólo por detrás de Sevilla. Se contabilizaban aquí más de 46.000 cabezas, bastante cerca de las casi 49.000 de la provincia andaluza. Y todos los años aparecía Asturias en los primeros lugares de nuestro país en cuanto a número de cabezas por hectárea. Así que, tras los abandonos mencionados, el ganado vacuno pasó a ocupar todo el protagonismo en la dedicación de la Pecuaria asturiana. Francisco Mombiela inicia las primeras campañas de lucha contra la esterilidad y el aborto en las vacas. Una promoción de la fecundidad que se complementa, poco después, con la extensión de una técnica moderna de inseminación artificial, la denominada «método americano». El director de la Pecuaria, tras clausurar también las paradas bovinas, decide llevar a pie de cuadra esta práctica, que se venía realizando en el centro de forma experimental y con la muy loable consideración hacia las vacas de una previa aplicación de anestesia epidural. El sistema americano «permitía, mediante sujeción uterina, vía rectal, la inseminación con mayores probabilidades de éxito que las conseguidas con el método clásico italiano, utilizando espéculo vaginal y pinzas de sujeción cervical». No parece que a los ganaderos, sempiternos defensores de las bondades de lo antiguo, les hiciera mucha gracia el


crónica de un siglo 79

u Los veterinarios que han ejercido en Asturias han

tenido que atender una cabaña muy diseminada y repartida en pequeñas explotaciones. En la imagen, Ricardo González Antuña realizando una inseminación a una vaca en Cuestavil, Mieres, agosto de 1995. s David Iglesias García-Conde realizando una

cesárea a una vaca. Esta foto fue segundo accésit en el II Concurso anembe de Fotografía, con el título Sólo ante el peligro. 1 David Iglesias García-Conde


80 un siglo de veterinarios en asturias

uu Viñetas de una campaña de saneamiento del ganado bovino en 1951. u Fase de la recogida del líquido seminal. os U Ganadería, n. 100 y 101, Madrid, 1951, pp. 511, 512 y 547.

desapasionado invento de soplar con una goma. Los tres veterinarios de Gijón instruidos por Francisco Mombiela en su práctica fueron recibidos con desconfianza en las caserías cuando, a finales del 52, iniciaron sus circuitos de aplicación en las áreas limítrofes con Carreño y Villaviciosa, y en la zona central del propio concejo gijonés. Ricardo León Blanco, Luis Ortega Alonso-Villaverde y Rufino Suárez González fueron los tres heroicos pioneros que, a bordo de una moto, se adentraron por las áreas rurales para llenar de admiración a los recelosos lugareños. No debía ser para menos tal y como pinta el cuadro Luis Ortega:

Contábamos para esto con una motocicleta M. V. perteneciente al Ministerio de Agricultura, con una mochila a la espalda. En ella llevaba un termo, con viales de cristal con semen diluido de los toros reproductores y con unas etiquetas pegadas con los nombres de los sementales. Ya eran ejemplares de la raza Holstein-Frisie de la granja Carnation, importados de Estados Unidos, y en esa época habían costado 200.000 pesetas. Dentro de la mochila iba una goma cilíndrica de unos 30 centímetros con unas pinzas de presión continua para aspirar e impulsar el semen a la matriz. Nunca faltaba un frasco de Lugol para tratar a las vacas enfermas de tricomoniasis. Cobrábamos 25 pesetas para tres servicios. Para sustituir el hielo, usábamos unos botes llenos de agua que se congelaban y se descongelaban de un día para otro. La motocicleta resultó un petardo, ya que se salía la cadena con frecuencia y el plato magnético oscilaba continuamente metiendo mucho ruido. ¿Quién me arregló esto? Un ganadero que con unas mazorcas de maíz metidas entre el torna-barros y el plato terminó con el problema. Luego llevaba en la mochila unas cuantas de repuesto. Devolví al Ministerio la moto y también lo hizo otro compañero; intentaron con las dos sacar un motocarro y no se consiguió nada. Biscuter. Cansado de mojaduras compré este moderno coche utilitario llamado Biscuter Voisin, no tenía casi luces, apenas alumbraban, pues no tenía cargador de batería, no tenía marcha atrás, el embrague era de corcho, no refrigeraba pues carecía de turbina, por eso el pueblo español, con mucha gracia, lo llamaba voisinnada. Cuando uno es joven no se arredra por nada. Fijaros, don Félix Pérez impartía en Santander un curso sobre cesárea


crónica de un siglo 81

bovina; salí con el Biscuter a las 7 de la mañana con objeto de llegar a la hora de comer y no llegué a tiempo (el curso empezaba a las cuatro de la tarde). A la ternera nacida de mi primera cesárea la llamé Cesárea. Mi coche volvió muy bien a Gijón, con lo cual me iba animando, pero al llegar al centro de esta ciudad, se salió la rueda delantera y tuve que correr tras ella hasta unos jardines públicos.

Por esta intrépida labor de perfeccionamiento técnico del parque móvil del Ministerio, de piloto de prototipos y de mejora veterinaria, percibían aquellos esforzados una gratificación de 6.000 pesetas al año. Paisanos y vacas se acostumbraron pronto al milagro de esta preñez tan eficaz, dada la reiteración de éxitos y la rápida demanda y

generalización del procedimiento: el 88 por ciento de las novillas primerizas quedaban preñadas al primer intento, y lo mismo le ocurría a 73 de cada cien vacas adultas. De Luis Ortega Alonso-Villaverde volverá a haber noticia páginas adelante porque, acaso harto de tal brega, su deriva profesional le conducirá hacia la atención facultativa a los animales de compañía domésticos y fundamentalmente urbanos. Pero la diferencia de tamaño entre los pacientes y de acceso a sus residencias no le volverá convencional a fuerza de comodidades: será también arriesgado vanguardista en la creación de clínicas en Asturias para esos otros animales que, de producir, sólo producen cariño y ternura.

u Personal del Labora-

torio Pecuario en los años cincuenta. s Luis Ortega fue

un pionero de la actividad veterinaria en las zonas rurales con medios muy precarios.


82 un siglo de veterinarios en asturias

un laboratorio para el saneamiento ganadero Pero seguimos, de momento, en la segunda mitad de la década

t Hilario Ludeña

Blanco sustituyó por poco tiempo a Francisco Mombiela al frente del Colegio.

t Victoriano Calcedo

Ordóñez que se vio obligado a asumir la presidencia de la institución veterinaria asturiana, no llegó a cumplir cuatro meses en el cargo.

de los cincuenta. Por entonces la vida propia del Colegio de Veterinarios se reducía a un mero formalismo. No existía el margen mínimo de libertad para una implicación corporativa en todos estos acontecimientos, ni a ningún otro que afectase a la vida pública española. A Francisco Mombiela le sucede Hilario Ludeña Blanco, que asume la presidencia cuando el primero se traslada a Guipúzcoa. Natural de Valdevimbre, León, había sido inspector veterinario de Gijón y encabezó el Colegio apenas un mes. Está claro que no se trataba de un cargo apetecible por los condicionamientos de tipo político de que iba acompañado. El sucesor del efímero Hilario Ludeña, Victoriano Calcedo Ordóñez, lo asume en estos términos: «Quiero apuntar que mi nombramiento (nada de elecciones) fue, en realidad, una decisión del entonces director general de Ganadería, unilateral de su parte, sobre la que no me cupo alternativa en contrario (no podría haberla mantenido), en el marco de luchas intestinas por el dominio de los Colegios entre grupos de la profesión que radicaban en los Ministerios de Agricultura y de Sanidad». Madrileño de origen, Victoriano Calcedo no llegó a cumplir cuatro meses en el cargo. Conserva un mal recuerdo de tan raquítico periodo: «Vistos desde ahora, aquellos difíciles y oscuros tiempos se me antojan patéticos y de ingrata memoria». No es éste, aclara, un reproche dirigido a sus compañeros en la Junta de Gobierno ni a los colegiados, en los que «no encontré otra cosa que una cerrada colaboración. Sin duda se identificaron, o lo estaban ya, con mi sistemática defensa del prestigio profesional. Comprendieron que en situaciones comprometidas y desagradables un presidente impuesto no debía ver coartada su capacidad de representación y, por ello, haciendo primar la profesión, colaboraron sin reparo alguno con él». Emigró a Palencia en cuanto pudo huir de su limitada actividad corporativa, pero tuvo tiempo en Asturias de dirigir, esta vez con la satisfacción que reporta la realización profesional, otro organismo decisivo para el desarrollo de nuestro sector ganadero que nace también a mediados de siglo: el laboratorio de Sanidad Animal de Asturias, esencial más adelante para la

operatividad de las preceptivas campañas de saneamiento que tantos males permitieron erradicar de la cabaña regional. En principio, el laboratorio se ocupa de toda el área cántabro-leonesa desde su ubicación provisional, en 1951, en las instalaciones de la Estación Pecuaria de Somió. Más adelante restringiría su campo de actuación a Asturias, tras una reorganización administrativa que vincularía a Cantabria y León a otros laboratorios territoriales. Se mantuvo en Somió hasta 1964, año en que suspendió temporalmente sus actividades por incomprensible orden de la superioridad competente. Las reanudará, diez años después, en un local de Gijón, cuyo Ayuntamiento, emulando a la corporación antecesora con la historia de la Pecuaria, adquiere una finca en la parroquia de Jove y se la cede al Ministerio de Agricultura como sede definitiva del laboratorio. Se alojó éste en un edificio de nueva planta diseñado por el veterinario Dionisio Cifuentes Zarracina, por entonces jefe provincial de Ganadería de Asturias. En 1977 pasaría a ocupar la dirección de las instalaciones que con su acertado criterio había planificado. La figura de Cifuentes, hoy jubilado, es también una de las que más destacadas de la profesión en Asturias en el período final del siglo xx y principios del xxi. Baste decir que, por ejemplo, además de su enorme y significativa tarea en condición de veterinario ha acumulado méritos suficientes como para que el 10 de marzo de 2005 tomara posesión como académico de número de la Real Academia de Medicina de Asturias, dada su condición de médico, o que, por ejemplo su dilatada relación con los productos agropecuarios, le haya convertido en cofrade mayor de la Cofradía de Amigos de los Quesos de Asturias.


crónica de un siglo 83

Dionisio Cifuentes Zarracina toma posesión como académico de número de la Real Academia de Medicina de Asturias el 10 de marzo de 2005. Hoy jubilado, es una de las más destacadas figuras de la profesión en Asturias.

Cifuentes había trabajado en Galicia y en León antes de establecerse en el Principado en 1969. Su tarea al frente del laboratorio ha dejado una huella indeleble y reconocida. Por ejemplo a finales de la década de los setenta se implantó un sistema de lucha contra la brucelosis pionero entonces y que permitió el control de la brucela en setecientas ganaderías; también puso en marcha un plan contra la mamitis bovina que luego se extendió por el resto del país; de igual modo desde principios de los años setenta aplicó los cultivos celulares para diagnosticar las enfermedades víricas y, en fin, por primera vez en España se ocupó de frenar la hipodermosis bovina con un sistema que luego se extendió por el resto del país dados sus efectos beneficiosos. El laboratorio de Jove se convirtió en instrumento básico para la operatividad de otra innovación esencial para la seguridad alimentaria y la prosperidad del sector pecuario asturiano: las campañas de saneamiento ganadero. Comenzaron en 1960 con carácter voluntario, aunque tardarían otros veintiséis

años en extenderse a toda la cabaña y adquirir carácter oficial. La campaña consiste en un chequeo anual a todas las reses, especialmente las de vacuno, para detectar y erradicar las enfermedades más extendidas y peligrosas, como la brucelosis y la tuberculosis. Los animales portadores son sacrificados, y sus propietarios indemnizados por la Administración, con lo que se evita el contagio al resto de la cabaña. A día de hoy, en este laboratorio de Jove se analizan unos dos millones de muestras al año. Tales campañas han sido esenciales en la mejora global de la salud de unos animales de consumo que, en los primeros registros del saneamiento, presentaban niveles de patología infecto-contagiosa que resultarían hoy inconcebibles. Baste decir que, en la campaña de 1970, se constataron en Asturias 124 focos de fiebre aftosa que afectaron a 1.646 animales bovinos y porcinos; cuatro focos de peste porcina africana y cinco de peste clásica, que afectaron a más de mil ejemplares, además de siete casos de triquinosis. Como para hacer feliz a cualquier redactor de sucesos.


84 un siglo de veterinarios en asturias

los misioneros de la ciencia veterinaria ¿En qué medida eran conscientes de los adelantos reseñados

El veterinario y divulgador de la profesión, Manuel Rodríguez, ejerce su labor en una aldea en los años setenta.

sus principales beneficiarios, los ganaderos? Un poco de teoría: todo avance social va a remolque del avance científico y técnico. Y no sólo el progreso en materia de bienestar: ni siquiera las libertades individuales, tal y como hoy las entendemos, serían factibles sin satisfacción previa de las necesidades básicas y sin una cultura del ocio que precisa del aligeramiento de la carga de trabajo. Lo impensable de tales requisitos en la España rural de los 60, con una población troquelada en arduas labores cotidianas y dificultades para la mera subsistencia, conformaba un cuerpo social aferrado a la seguridad de las tradiciones y refractario a cualquier novedad. Contra ello tenían que luchar, con auténtico espíritu misionero, los veterinarios rurales que se adentraban en el territorio inexplorado de la Asturias profunda. Todavía en esta época abundan los testimonios sobre la pertinacia del curanderismo, o sobre la indiferencia del aldeano ante cualquier orientación técnica que no encajase en los angostos límites de su entendimiento o que, simplemente, alterase un hábito arraigado. Por ejemplo: a finales de la década, un cronista cántabro de Tribuna Veterinaria, José María Visea, hacía un recorrido por el oriente de nuestra región y se entrevistaba con los veterinarios de Cabrales, Peñamellera Alta y Cangas de Onís. La transcripción de algunos diálogos es muy significativa de las dificultades en la relación del veterinario rural con pastores, ganaderos y productores agroalimentarios artesanales. El titular de los dos primeros concejos, Jesús Fernández Alonso, se queja de la impermeabilidad de los fabricantes de queso de Cabrales frente a cualquier sugerencia de su parte: «Mire si se trabaja con atraso, que la mayor parte de las familias no tienen ni un termómetro para saber cuándo ha de cuajar la leche. Meten el dedo en ella para conocer su temperatura, que ha de coincidir con los treinta y siete grados de las

personas para hacer el cuajo. Yo no logro hacerles comprender muchas cosas. Les sugiero una y mil veces que se unan y unifiquen la clase y la presentación, que cuiden todos los detalles, que esterilicen primero la leche. Pero ellos van a su aire; creen que hacen las cosas bien […]. Y, como han logrado un queso de calidad excelente, ahí se quedan». Actitud poco científica que puede quedar justificada por el éxito comercial del producto, pero que se vuelve definitivamente peligrosa cuando aparece en otros aspectos más delicados para la seguridad alimentaria: «Su tradicionalismo no interfiere la marcha de nuestro trabajo privado. En cambio, sí frena en el oficial, en los reconocimientos de triquina, en las vacunaciones. En especial, creen que la vacuna es completamente ineficaz y que les engañamos al practicarlas. Luego, el reconocimiento de triquina muchos no lo hacen porque les resulta incómodo desplazarse para traer las muestras». Pero el trabajo de nuestro veterinario presenta otras penalidades e injusticias: «Los desplazamientos son largos y a veces he de ir a pie a muchos lugares, son frecuentes las subidas a los pastos. Ya lo han dicho muchos compañeros antes que yo: estamos al servicio de la profesión y de la ganadería todo el día, y eso de la media jornada es […]. A veces hemos de desplazarnos con la nieve durante más de seis horas para atender nada más a un parto. ¿Es eso media jornada? Y yo no me quejo del aspecto económico particular. No estoy descontento, porque este partido da bien para vivir. Pero es esa extraña consideración de funcionarios de media jornada de dedicación la que nos preocupa a todos. ¡Si usted mismo ve que se lo repiten todos mis compañeros por donde quiera que pregunte!». Parecidas quejas encuentra el cronista en boca de César Cifuentes, veterinario titular de Cangas de Onís: «Aquí es terrible: los ganaderos creen saberlo todo y discuten de todo y con todos. Es preciso imponerse y trabajar muy fuerte para hacerse presente entre ellos. Vine aquí hace veintidós años y me las prometía muy felices, pues esto era una zona eminentemente ganadera. Pero lo cierto es que tuve que salir a la calle como un misionero que necesitaba decir lo que es y lo que tiene en su entraña la Veterinaria, lo que podemos hacer nosotros y lo que ha de hacer el ganadero». En otras palabras: el veterinario, además de tal, ha de ser pedagogo de un alumnado que no


crónica de un siglo 85

Aviso en el centro de I. A., fotografía premiada en el IV Concurso anembe de Fotografía, en la que aparece el veterinario Javier Moral. 1 José Luis Muñiz

quiere serlo, que es díscolo y retrechero: «[…] muchas veces ha de clamar en este desierto de ignorancia e incomprensiones de la actividad ganadera. Antes de ser profesor, yo mismo he sentido la necesidad de enseñar a todas las personas de esta comarca, e igual les ha pasado a mis compañeros. En cada visita, en cada acto clínico, el veterinario ha de procurar enseñar, corregir errores tradicionales, abrir la mente al pueblo. Ya sabemos que el ganadero, cuando se le visita, quiere conocer la solución, la receta, para después aplicarla él. Pero no es eso lo que hay que enseñar, sino mostrarle el camino para evitar una enfermedad en sus animales, enseñarle las normas de higiene». Esa labor didáctica es afrontada en solitario por el veterinario rural, sin otra ayuda más que su capacidad de persuasión. Todavía no era planteable, en aquel tiempo, un medio de comunicación de masas con penetración en el medio rural que coadyuvara en la dura tarea de mentalización del ganadero. En esa línea, algunos profesionales, como César Cifuentes, echaban mano de lo poco que tenían: «En un periódico local

he escrito varios artículos tratando de ilustrar al campesino, pues estaba sorprendido por su falta de preparación. Hice un estudio sobre la ganadería y la agricultura de la comarca, ya que aquí, en algunos rincones de la provincia, se vive y se trabaja todavía como en tiempos de los romanos». Poco se puede añadir al relato de los protagonistas. El autor del reportaje de Tribuna Veterinaria resume perfectamente, en pocas líneas, lo que cualquiera puede concluir tras su lectura. De ahí que sean innecesarios los entrecomillados en el siguiente párrafo: La vocación orientadora, misionera de estos hombres se manifiesta más fuerte que nunca. Sabemos de veterinarios que han insistido años y años para lograr que los ganaderos de su partido avanzaran aunque fuera sólo un poco, para que desterraran una mala costumbre, para lograr que realizaran mejores cabañas. Por lo general, es ésta una misión que el veterinario se echa a sus espaldas con ilusión y cariño, tratando de dar una amplia dimensión a su función y profesión.


86 un siglo de veterinarios en asturias

Un grupo de veterinarios en los años cuarenta.

la generación del cambio Esos veterinarios que trabajaron en condiciones muy difí-

ciles a partir de la década de los cuarenta y que, sin embargo, están en primera línea a la hora de renovar y de mejorar las aplicaciones de su profesión en la Asturias pobre y rural, han sido fundamentales en el cambio operado en la vida agrícola y ganadera, hoy infinitamente más productiva que entonces. A ellos les cupo el honor de prestigiar la profesión con una entrega y una dedicación encomiables al servicio de la sociedad asturiana. Por ejemplo, en Llanes ejercieron Benito F. García Fierro que tras ingresar en el Cuerpo Nacional, fue jefe de ganadería de Asturias muchos años, delegado de Agricultura en Ponteve-

dra y Cantabria, y Clodomiro Nicolás que había sido profesor de la Escuela de Veterinaria de León. José Teresa, natural de Onís, se ocupó de Cabrales y Ribadesella antes de trasladarse a León, donde fue presidente del Colegio de esta provincia durante años, cargo que en la actualidad desempeña su hijo José Luis. Graciano García Fernández trabajó en Gijón. Era tío de Graciano García, periodista allerano, que fue quien tuvo la idea y el empuje suficientes para poner en marcha la Fundación Príncipe de Asturias de la que sigue siendo su director. Graciano estaba muy vinculado a su tío que era un buen conocedor de los recodos de la veterinaria en la región y vocacionalmente enamorado de su profesión. Otros veterinarios fueron Antonio Lanza en La Felguera, que luego se licenció en Medicina y ejerció de médico en Oviedo y en León. En Pola de Siero, Álvaro G. Pardo, que con 90 años es el veterinario superviviente más antiguo del


crónica de un siglo 87

De izquierda a derecha y de arriba abajo: Luis Olay, Luis Ovies, Adolfo García Fernández, Nino, José Colunga, Ulpiano Blanco, Valentín Secades y José Rodríguez, en 1948.

Colegio con el número 63 de inscripción general. En Somiedo, José Alfonso Cabeza, que fue alcalde. Domingo J. Sandoval, que también era un buen pintor, ejerció en Nava. Alejandro Ortea Nachón fue alcalde del pequeño de concejo de Noreña, pero importante por el alto número de empresas cárnicas y de mataderos que cuenta en su territorio. Industria que ha dado riqueza y valor al municipio y a la región y en la que los veterinarios han ejercido una labor que no puede dejar de valorarse en su justa medida. Y, en fin, otros muchos veterinarios han compatibilizado su actuación con otras funciones. Fernández Llamazares era químico, Conceso Villán y Gumersindo Mon de la Uz licenciados en Derecho y al menos una treintena de los de esa época, la que va de los años cuarenta a los setenta eran maestros nacionales, aunque no ejercieran como tales. Cuando la Diputación Provincial —hoy absorbida por el Gobierno regional— creó la plaza de veterinario su primer

titular fue Juan Luis de la Vega Solís. Y otro profesional al que no puede olvidarse es Pedro Fernández Llamazares que durante casi tres décadas desempeñó la Inspección Provincial de Sanidad Veterinaria y que con buen estilo solucionó los problemas que afectaban a los veterinarios funcionarios. Con 89 años vive en León. En general merecen un lugar especial en este recordatorio todos los veterinarios contratados por la administración que prestaron servicios en la Jefatura de Ganadería, en Inseminación Artificial, Laboratorio Regional, estación Pecuaria de Somió y campañas de saneamiento, parte de los cuales pasaron la mayor parte de su vida profesional con contratos en precario o en interinidad aunque al final se les reconocieran sus servicios. A todos los veterinarios de esta época correspondió darle un empujón a la actividad profesional que se consolidaría totalmente con la nuevas generaciones salidas de las Facultades —hay nueve en España— en los años de la democracia.


88 un siglo de veterinarios en asturias

estabilidad corporativa y modernidad industrial:

la central lechera asturiana

Así estaban las cosas en el campo asturiano durante el pe-

riodo de mandato de Luis Rodríguez Ovejero en el Colegio de Veterinarios de Asturias. Seguro que nadie apostaba, tras la estela fugaz dejada por los últimos presidentes, que aquel leonés de Boñar que accedía al cargo en marzo del 56 se iba a mantener en su puesto de forma ininterrumpida durante más

Luis Rodríguez Ovejero accedió a la presidencia del Colegio en 1956.

de veintisiete años, tras ser reelegido en otras cinco ocasiones. Fue el presidente más perdurable en la historia de la entidad. Antes desempeñó funciones directivas como responsable del área técnica del Colegio. En tan largo periodo de tiempo, fue testigo privilegiado de los cambios acaecidos en una Asturias pésimamente comunicada que a duras penas lograba alguna mejora de su red viaria; en una profesión enflaquecida en los 50 que comenzó a medrar en los 60 con la incorporación abundante de jóvenes titulados; en unas técnicas productivas y terapéuticas que experimentaron gigantescos avances en las casi tres décadas de su mandato, con dos aportaciones que ya hemos conocido y que él mismo subraya como absolutamente esenciales: la inseminación artificial y las campañas de saneamiento ganadero. Curiosamente, coincidió Rodríguez Ovejero, que fue el primer presidente del Colegio que se convirtió en consejero


crónica de un siglo 89

nacional, en la eternización representativa con un secretario que también permanecería veintisiete años seguidos en la directiva colegial: Luis Fernández Rodríguez, veterinario municipal de Oviedo —en otra coincidencia con el propio presidente— que fue titular de la secretaría entre 1958 y 1985. Superó el récord marcado hasta ese momento por Pedro Pardo. Dicen las crónicas que regentaba un herradero por el que cobraba 300 pesetas y que se veía obligado a pasar consulta los sábados por la tarde, cuando quedaba libre de sus muchas ocupaciones. El cuerpo social de la entidad corporativa se enriquece en estos años con una insólita novedad: mujeres veterinarias. La primera de ellas fue Indalecia Martínez Revuelta, también leonesa, que estuvo colegiada entre mayo de 1955 y diciembre de 1956. Seguramente le vino el afán universitario del entorno familiar: era hija de maestros de escuela, y ejerció sus habilidades en la ganadería de Llanes antes de marcharse a Lugo. La inagotable cantera leonesa de veterinarios aportó también al Colegio asturiano su segunda fémina, Francisca Vacas Espinosa, que ingresó en marzo de 1956 para ejercer en Vegadeo, haciendo justicia al apellido, con los pacientes de su patronímico. No llegó a disfrutar del privilegio de la jubilación, porque se murió unos pocos días antes de alcanzarla en su residencia de Madrid. Abierto el cauce, por él discurrieron

u De izquierda a

derecha: Benito Fernández; Luis Rodríguez Ovejero; el secretario del Gobierno Civil; José María Gasset, jefe provincial de Sanidad, y Carlos Borge. s Luis Fernández

recibe una placa en reconocimiento a su tarea de muchos años como secretario del Colegio.


90 un siglo de veterinarios en asturias

t Las mujeres se

s La inagotable cantera leonesa de

fueron incorporando poco a poco al trabajo cualificado, aportando su conocimiento y su capacidad de sacrificio. En estas dos imágenes, análisis de leche en 1943 y 1945 (abajo). U Ganadería, n.º 2, agosto, 1943, p. 49, y n.º 21, Madrid, marzo, 1945, p. 153.

veterinarios aportó también al Colegio asturiano su segunda fémina, Francisca Vacas Espinosa, que ingresó en marzo de 1956 para ejercer en Vegadeo. v Esther Buesa fue secretaria general de la Junta presidida por Santiago Luis Martín y continuaría después con Juanjo Fernández Torres.

luego Dolores Santos Conejo, natural de Noreña; María Asunción Maestro Guerra, de Potes, Cantabria; Micaela Rodríguez Rubio, de Manzaneda, Gozón; Iluminada Milagros Álvarez, de Tineo, y Trinidad Miguélez, de León. Pioneras en la incorporación de la mujer al trabajo cualificado que aportaron su conocimiento y su capacidad de sacrificio. Que falta hacía, como antes hemos visto. Tras estas pioneras, fueron numerosas las mujeres que sintieron la llamada de la vocación veterinaria. Algunas llegaron a alcanzar cargos importantes en el Colegio asturiano, como

Esther Buesa, que sería secretaria general de la Junta presidida, años después, por Santiago Luis Martín y continuaría después con Juanjo Fernández Torres; o María Muñiz Galarza, a día de hoy vicepresidenta de la entidad, con quien volveremos a encontrarnos páginas adelante por su brillante trabajo sobre la abeja autóctona de Asturias. Cumplida la cortesía de ceder el paso a las damas, volvamos al presidente. Debía ser Rodríguez Ovejero persona de tendencia estática, ya que su trayectoria profesional es tan aposentada como su desempeño de la presidencia: fue veterinario municipal de Oviedo hasta su jubilación, acaecida en 1986, y persona muy conocida, en consecuencia, en la vida social de la capital asturiana. Vocación local que no le impidió tener una considerable proyección exterior, ya que participó en diversos cursos en el extranjero y estuvo becado en Italia y en Estados Unidos. Allí adquirió experiencias decisivas para aportarlas luego al núcleo fundacional de otro hito en nuestra historia agroalimentaria: la creación de la Central Lechera Asturiana. En 1968 el Gobierno autorizaba el nacimiento de esta empresa cooperativa de los ganaderos asturianos, consecuencia directa de la «guerra de la leche» que éstos habían desatado, por el precio del producto, contra las multinacionales del sector que comenzaban a posicionarse en España. Y el 1 de septiembre de 1970 entraba el primer camión cargado de leche en las instalaciones de la Central. Así daba la noticia Manuel Rodríguez, nuestro cronista particular que durante años colaboró en varios periódicos y medios de comunicación, en Tribuna Veterinaria sobre aquel acontecimiento: Hay que reconocer que la región asturiana, que ocupa la primacía en nuestro país en la producción láctea, se encontraba atrasada en esa magnífica labor sanitaria de poner al alcance del consumidor leche higienizada. La situación ha


crónica de un siglo 91

cambiado en poco tiempo. Hace unos meses se inauguraba en Gijón una magnífica central lechera [se refiere aquí el autor a Lagisa, precedente industrial de clas] y en estos días ha llegado de una manera oficiosa la culminación de una larga campaña destinada a proporcionar al ganadero de Asturias un instrumento propio de comercialización de uno de sus más valiosos productos. Los primeros veinticinco mil litros de leche llegaron a la Gran Central Lechera Cooperativa, ubicada en la sierra de Granda, del municipio de Siero, y que está destinada a suministrar leche higienizada a los ayuntamientos de Oviedo, Avilés y Sama de Langreo, principalmente. Se intenta llegar al total de doscientos cincuenta mil litros diarios, para tratarlos y comercializarlos con toda la serie de tipos de leche pasteurizada, esterilizada y elaboración de yogur en una primera etapa. La inauguración oficial de esta gran central lechera, estimamos que una de las primeras de nuestro país por la mo-

dernidad de sus instalaciones (ha supuesto más de doscientos millones de pesetas) será en fecha muy breve.

El 1 de diciembre de 1970 salía de la torre de esterilización la primera botella de plástico de un litro. A partir de ahí, el crecimiento de la cooperativa resultó fulgurante y se convirtió en un instrumento esencial de mejora para la riqueza del campo asturiano. Se puede decir que el periodo de Luis Rodríguez Ovejero trae consigo la primera aplicación a nuestra ganadería de ese calificativo de «modernidad» que es indisociable de la industrialización. Nacen y proliferan también en este tiempo otras instalaciones industriales básicas: los mataderos generales frigoríficos. El propio presidente del Colegio dirigió el primer Matadero General de tales características. En ese sentido cabe destacar la gestión desarrollada por los mataderos de Noreña, Siero y Avilés que marcaron la pautas de ese tipo de instalaciones, luego extendidas a otras muchas partes de Asturias.

Luis Ortea Nachón, Manuel Rodríguez, Álvaro G. Pardo, Pedro Campoy Paniagua, Luis Rodríguez Ovejero, Luis Fernández y las esposas de algunos de ellos en la celebración de la fiesta patronal del Colegio.


92 un siglo de veterinarios en asturias

censyra:

para las reinas de nuestra cabaña En esta década pujante evoluciona también la actividad

t «El pequeño tamaño

y la finura de esqueleto, son caracteres que forman parte del aspecto de conjunto de una vaca asturiana de montaña». U Manuel Cima García: Estudio biotipológico de las razas bovinas autóctonas del Principado de Asturias, Oviedo, Principado de Asturias. Consejería de Agricultura y Pesca, 1986, p. 34.

t Series de animales

en proceso de «valoración genética individual». U Manuel Cima García: El ganado vacuno de la raza asturiana de los valles. Pasado, presente y futuro, Luarca: Aseava, 1996, p. 327.

de la Estación Pecuaria Regional de Asturias, bajo la dirección de Manuel Cima García. Había llegado a Somió este ilustre veterinario en 1972, procedente de Pontevedra, donde fue jefe provincial de Ganadería. Natural de la parroquia ovetense de Limanes, nacido en el seno de una familia ganadera, se licenció en Veterinaria en León y en Derecho en Oviedo. Cuando accede a la Pecuaria asturiana tiene 41 años y una amplia experiencia profesional como veterinario del Estado, que incluye la dirección del Programa de Expansión Agraria de La Coruña y la del Laboratorio Pecuario Manchego-Extremeño, entre otros destinos. Prolífico autor de ensayos y artículos técnicos, firma esclarecedoras monografías sobre las razas bovinas autóctonas de Asturias. Éstos y otros méritos le hicieron acreedor de la Encomienda de la Orden Civil del Mérito Agrícola. Se trataba, pues, del hombre adecuado para llevar las riendas del cambio que encaraba la Pecuaria de Somió. En realidad, tal cambio afecta a todas las estaciones pecuarias de España, ya que se produce una modificación en su

regulación administrativa que les impone la dedicación exclusiva al tipo de ganadería hegemónica en la zona en que están ubicadas. En el caso de la de Somió la cosa venía rodada: reforzará su papel en la selección y reproducción de ganado vacuno, que tenía desde hace tiempo el protagonismo principal en la dedicación tecnológica de la Pecuaria por las prioridades derivadas de las demandas de los ganaderos. Así que el nuevo criterio de funcionamiento no hace más que añadir fuerza a la corriente. La Estación pierde su nombre original y


crónica de un siglo 93

La tarea de Manuel Cima con las razas de vacuno ha sido fundamental para su desarrollo y equilibrio genéticos, especialmente desde que se hizo cargo, en los años setenta, de la antigua pecuaria de Somió. Cima, en la fotografía cuando era responsable de ganadería en Pontevedra, ha publicado trabajos científicos de gran notoriedad.

pasa a llamarse Centro Nacional de Selección y Reproducción Animal, censyra en el nuevo acrónimo. Así, desde 1972, el censyra refuerza el control genético de las razas de vacuno autóctonas de Asturias con una refundación de los libros genealógicos. También pone en marcha un sistema de comprobación de los rendimientos en la producción de leche y carne, como instrumento básico para lograr su mejoría. Además, cada semental autóctono con aptitud para la obtención de terneros de carne es objeto de una valoración genética individual, y se ponen en marcha estudios relacionados con la capacidad productiva global de esas razas bovinas propias de nuestra tierra, la asturiana de los valles y la asturiana de la montaña. En cuanto a la inseminación artificial, se introduce la técnica de la criopreservación del esperma, y comienza también a aplicarse la transferencia de embriones, para lo que se pone en marcha en el Centro una unidad específicamente dedicada a ello. La antigua Pecuaria de Somió, por añadidura, se hace más democrática. Abre sus puertas a las asociaciones de criadores de ganado selecto de Asturias que comienzan a surgir en este periodo de la historia reciente, como aseava y aseamo, respectivamente dedicadas a las razas bovinas de los valles y de la montaña, y les da participación en el proceso organizativo y de

gestión del Centro. De esta manera mejora el cumplimiento de su vocación de servicio a la sociedad ganadera, ya que las propias asociaciones, con esta didáctica, comienzan a realizar por sí mismas funciones que antes eran actividades exclusivas del organismo técnico, como la gestión y el mantenimiento de los libros genealógicos. Congelación seminal. Doctores Fernando Tejerina y Raúl González (centrotec). 1 Cortesía de Juan Carlos Domínguez Fernández de Tejerina


94 un siglo de veterinarios en asturias

la nueva sensibilidad urbana:

ecologismo y animales de compañía

t La fauna salvaje sigue

siendo una riqueza de las áreas más montañosas de la región. 1 José Antonio Parra, presidente de la Asociación de Veterinarios de la Fauna Salvaje de Asturias.

t El urogallo es una

especie protegida y todo un símbolo de la «Asturias, Paraíso Natural», que se ha exportado a toda España y al extranjero. 1 J. M. Fernández Díaz-Formentí

Otra característica de la década de los setenta en relación con el mundo animal: se expande la conciencia ecologista y el deseo de preservar la fauna y flora salvajes. Se trata de un fenómeno general en todo el país y esencialmente urbano. En 1968 nace en España la Asociación para la Defensa de la Naturaleza (adena). Pocos años después, algunos de sus más conocidos representantes, como Félix Rodríguez de la Fuente, Jaime de Foxá, y los asturianos Matías Mayor, Manuel Rodríguez y Miguel Ángel García Dory, participan en un ciclo de conferencias sobre el ecosistema de Asturias, ciclo del que se hace eco la revista Tribuna Veterinaria en la pluma precisamente de Manuel Rodríguez, ya conocida para el lector: En Asturias, desde hace algún tiempo, se vienen alzando voces contra la destrucción, la contaminación de los ríos, la polución atmosférica, la extinción de los animales salvajes, el avasallamiento de las zonas llenas de belleza y vitalidad; en fin, de todos los bienes naturales. En esta labor de defensa del patrimonio natural sobresale la revista Asturias Semanal. En ella, Miguel Ángel García Dory —uno de los grandes pioneros en este tema—, para evitar la «inconsciente barbarie» que amenaza con acabar, en un plazo más o menos corto, con parte importante de estos dones de la naturaleza, ha publicado unos interesantes reportajes del estado actual del bosque de Muniellos —una de las mayores manchas forestales de Europa—, del abandono del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga y de los Picos de Europa, la extinción de los caballos asturcones del Sueve, la contaminación y abandono del río Sella —importante río salmonero—, que causaron gran impacto sobre la opinión pública asturiana […]. En esta noble misión sí que debemos hablar y participar los veterinarios, aportando nuestros conocimientos biológicos y de medicina anima sobre la conservación y el debido equilibrio biológico de las especies salvajes. Faceta actual de nuestro tiempo: evitar que se destruya inútilmente el maravilloso mundo natural que Dios puso a disposición de todos los hombres.

Como se ve, no eran los litros de leche ni los kilos de carne la única preocupación de la veterinaria de anteayer. En una nueva muestra de su incardinación con la sociedad, los profesionales participan de aquella sensibilidad colectiva y ponen sus conocimientos a su servicio. En ana, Manuel Rodríguez García era vicepresidente junto a Miguel Ángel García Dory, un parragués que murió joven y que


crónica de un siglo 95

El oso pardo es especie protegida en Asturias. A partir de la década de los años setenta se expande la conciencia ecologista y el deseo de preservar la fauna y flora salvajes. Los veterinarios participan de esta sensibilidad colectiva y ponen sus conocimientos a su servicio. 1 J. M. Fernández Díaz-Formentí

había sido el primer impulsor de la Asociación. Y entre los que formaron parte de aquel entusiasta grupo inicial de pioneros estaba otro veterinario, Roberto Ruiz Álvarez. Rodríguez, que escribía en La Voz de Asturias, en La Nueva España y en Asturias Semanal y colaboraba en Radio Asturias y en otras publicaciones especializadas nacionales —aún hoy mantiene viva a sus 85 la llama periodística—, además de patearse el Huerna arriba y abajo cuando todavía no se había construido la autopista, en su condición de veterinario de Lena, fue el principal relator de la actividad veterinaria en la región. Su enorme tarea divulgativa fue reconocida con numerosos premios. Hoy vive jubilado en León a donde se había trasladado en 1976. Allí preparó su tesis doctoral sobre la historia de la Escuela de Veterinaria de Santiago de Compostela que, como hemos dicho, presentó a los 65 años a punto ya de jubilarse y que ha sido traducida al gallego y publicada por aquella Universidad. Hoy este doctor, mantiene

vivo el recuerdo de una profesión que amó profundamente y a cuyo desarrollo contribuyó de muchas maneras. Por ejemplo estudió los efectos producidos por las emanaciones de las explotaciones industriales que obtienen de los minerales de «rejalgar» (sulfuro de arsénico y cinabrio, arsénico y mercurio por tostación. La zona afectada se encontraba en el municipio de Lena en el que desarrolló gran parte de su brillantísima carrera profesional iniciada en 1944. Un segundo aspecto de su actuación profesional fue la lucha contra la triquinelosis en la que destacó desde sus primeros tiempos en Lena. Rodríguez también se distinguió en aquellos primeros años de la predemocracia en la defensa del oso, por ejemplo. O en sus actitudes que hoy diríamos son abiertamente ecologistas y naturalistas. Sus artículos y sus conferencias en defensa del entorno natural asturiano eran una novedad cuando a nadie preocupaba tal cosa. También defendió la conservación de espacios


96 un siglo de veterinarios en asturias

Luis Ortega fue el primer veterinario en montar una clínica de animales domésticos en Asturias, allá por el año 1970.

naturales, medidas que se tomarían años después, cuando ya ejercía en León. Manuel Rodríguez era natural de Ujo, hijo de ferroviario, y fue veterinario militar en los regimientos Milán y Simancas; inspector interino en Mieres, Morcín y Soto de Ribera; inspector titular en Monleras (Salamanca), y desde 1955 hasta 1976 titular en Lena, primero en Campomanes y después en Pola de Lena. Se jubiló en León como veterinario titular del Ayuntamiento, pero ha mantenido su relación con Asturias intacta. Es colegiado de honor desde julio de 1976. Durante esos años no cesaron su trabajos en prensa: ha publicado más de dos mil quinientos artículos y todavía hoy sigue activo en La Voz de Lena. Compañero y amigo de Miguel Cordero del Campillo, probablemente el profesor de la Facultad de Veterinaria que más ha influido en los profesionales surgidos de aquella escuela y el más prestigiado científico de la misma, de Rodríguez escribió en su día el periodista Faustino F. Álvarez que «no ha perdido en ninguna ocasión el interés por la labor intelectual, la inquietud siempre viva por mantenerse en forma, por enriquecerse de saberes y actitudes para servir mejor». Así sigue en León, indagando con curiosidad científica, leyendo infatigablemente los periódicos que han sido su otra media vida y disfrutando de una jubilación repleta de actividad. Como su vida.

Pero, en fin, volvamos a nuestra historia. Esta nueva percepción de la naturaleza viene acompañada por otro fenómeno urbano: una importante expansión de los animales de compañía. Inicialmente, los pocos veterinarios que se dedican a su cuidado acuden siempre a consulta al domicilio del paciente. Al término de la década de los sesenta, Ángel Lombás y Pepito Montes realizan el primer intento en Asturias para montar una clínica de perros y gatos. Pero la iniciativa no fructificó hasta 1970, cuando nuestro ya viejo conocido Luis Ortega AlonsoVillaverde inaugura en el barrio de La Redonda, en Somió, la primera clínica a ellos destinada. En realidad, no hizo más que dar respuesta a una necesidad circunstancial y respaldada por una clientela solvente: los ingenieros alemanes de la metalúrgica Krupp que trabajaban para Ensidesa se instalaron, cómo no, en la parroquia residencial más selecta de Gijón, y trajeron con ellos a sus amados y muy cuidados animales domésticos. Cuando Luis Ortega inicia este cambio en su trayectoria profesional está, tal vez, respondiendo en sus inclinaciones a cierto determinismo genético heredado de su tío Antonio Ortega, un intelectual y político de izquierdas que murió en el exilio tras la guerra civil y que se caracterizó siempre por su amor a los animales, y en particular a los perros. Tanto, que


crónica de un siglo 97

El fenómeno urbano que supuso el crecimiento de los animales de compañía en las últimas décadas propició la creación de clínicas a ellos destinadas. 1 Ramón Jiménez


98 un siglo de veterinarios en asturias

Luis Ortega, en su clínica, acompañado de su hijo Rafael, actual vocal de la Junta Directiva del Colegio.

t Ignacio Torcida

Álvarez, presidente de avapa, Asociación de Veterinarios Asturianos Especialistas en Pequeños Animales.

a «Tres», nada más y nada menos que un perro, dedico este libro que escribí recordando sus ojos maravillosos que ya se comió la tierra.

¿A qué otra cosa se puede dedicar uno en la vida, más que aliviar aflicciones caninas, después de leer tan emocionante texto? ¿Cómo iba Luis Ortega a desentenderse de tan poderosa llamada de su propia sangre? El sobrino del literato recogió el legado de su sensibilidad y entregó su trabajo futuro a curar los padecimientos de esos animales de compañía que tanto amaba su tío. No fue el único, desde luego. La proliferación de tales acompañantes hizo aumentar exponencialmente el número de profesionales a ellos dedicados. Diez veterinarios clínicos de esta especialidad se agruparon para crear una organización específica, avapa, Asociación de Veterinarios Asturianos Especialistas en Pequeños Animales. Su primer presidente fue Armando Solís, que ahora es también presidente del Colegio de Veterinarios de Asturias. Lo sustituyó en el cargo Agustín Brea Pastor, y a éste Ignacio Torcida Álvarez. Así, el trabajo de campo se abría camino también sobre el asfalto. De hecho, el de pequeños animales es la especialidad veterinaria que más rápidamente ha crecido en los últimos años: hay ya más de un centenar de clínicas en Asturias, dotadas casi todas ellas con los mayores adelantos para el tratamiento de cualquier enfermedad de los animales de compañía. Los veterinarios dedicados a los animales de compañía son hoy, por tanto, uno de los colectivos más vigorosos y expansi-

en su alejamiento de España publicó una conmovedora novela, titulada Ready, en la que se ofrece una visión del mundo a través de los ojos de un perro sato, es decir, mestizo, callejero, listo y observador. Se trata de un relato lleno de ternura en cuyo prólogo, redactado por el propio tío de nuestro veterinario, figura la siguiente dedicatoria: Entonces, hace ya mucho tiempo, trabajaba mi hermano mayor, el médico, en no sé qué cosas de secreciones internas —calcificación, yodotirina— cuando allá, en Cimadevilla, una perra de caza setter tuvo ciertos devaneos amorosos con un fox-terrier de sangre no muy limpia. Los resultados, dos meses después, fueron cinco perritos satos que mi hermano adoptó para sus experimentos y a los que denominó, con esa helada nomenclatura de los científicos, con los números 1, 2, 3, 4 y 5. Pues bien, con el número 3 —«Tres»—, que era peludito y tenía unos bobos ojos ingenuos, me quedé yo. En él aprendí a amar a todos los de su especie y por eso hoy le dedico este libro. A «Tres», perro sato y abnegado que vivió conmigo durante once años y al que tuve que abandonar, viejo y ciego, cuando huí de España al acabarse la guerra civil; a ‘Tres’, que durante once años lamió mis manos, durmió a los pies de mi cama y salió siempre a recibirme a la puerta de la calle;

vos del conjunto de la profesión. Y avapa, en consecuencia, es una sólida agrupación corporativa que contribuye de forma esencial a la actualización de los conocimientos profesionales de sus asociados con la organización periódica de cursos, labor que redunda, al cabo, en el perfeccionamiento de la atención sanitaria de los animales domésticos de los asturianos.


crónica de un siglo 99

Las técnicas de tratamiento de los animales de compañía y las instalaciones de las clínicas dedicadas a ellos han mejorado extraordinariamente. En la imagen, Patricia Patiño Esteban (izquierda) en una intervención quirúrgica. 1 Ramón Jiménez


100 un siglo de veterinarios en asturias

la identidad pecuaria de asturias Todo este cambio en la percepción colectiva sobre los ani-

t Santiago Luis

Martín, décimo noveno presidente del Colegio de Veterinarios de Asturias, mostró en el ejercicio de su cargo un profundo conocimiento de los problemas profesionales y una plena vinculación con la situación del colectivo.

u Arturo Álvarez,

veterinario y ganadero, contribuyó a la recuperación del asturcón.

males y la naturaleza se encuentra plenamente consolidado en 1983, tiempo en que Santiago Luis Martín se convierte en el décimo noveno presidente del Colegio de Veterinarios de Asturias. Especialista en avicultura y diplomado en Sanidad e Inseminación Artificial, además de en Zootecnia y Alimentación, mostró en el ejercicio de su cargo un profundo conocimiento de los problemas profesionales y una plena vinculación con la situación del colectivo. Méritos que le auparon al cargo de consejero en el Consejo General de Colegios Veterinarios de España en el que desempeñó una relevante tarea reconocida por todos. A Santiago Luis le correspondió ocuparse de un asunto complejo, la de encajar las piezas del antiguo régimen con las exigencias propias de un sistema democrático y autonómico. Sus juntas vivieron de cerca la adscripción de los profesionales y de las competencias a dos consejerías, la de Agricultura y la de Sanidad, de acuerdo con los criterios del nuevo sistema político. En esa tarea y en otras muchas fue muy relevante la labor de los secretarios, Esther Buesa y Julio González Julián, éste último capaz al mismo tiempo de llevar el día a día del Colegio y de organizar cursos preparatorios para los oposiciones de los recién licenciados, labor que no ha pasado desapercibida para muchos de los ejercientes actuales. El equipo de Santiago Luis se hizo cargo del Colegio con 92 integrantes y lo devolvió con 640. Una renovación a fondo en la que se prestigió la profesión, se organizaron cursos y seminarios —entre ellos, el primero sobre el salmón celebrado en Asturias— y se dio el empujón que necesitaba el colegio en la nueva época de ebullición que vivía el país.

El cambio de mentalidad social benefició particularmente a un selecto grupo formado por siete razas ganaderas autóctonas de Asturias que, arrumbadas por la historia, parecían pocos años antes inexorablemente condenadas a la desaparición. Muchos veterinarios han participado activamente en las campañas de concienciación para evitarlo, y han contribuido a la recuperación de estas razas con la aplicación de su conocimiento técnico y su entrega profesional. Por ejemplo, Julio Ochoa Uriel, Carlos Pérez y Arturo Álvarez, quienes, simultaneando los dos últimos el papel de veterinario con el de ganadero, tuvieron una intervención decisiva en la recuperación de nuestro caballo asturcón. Ya en 1946, cuando estos ponis pasaban momentos críticos tras haber sido exterminados en la guerra civil y con la sustitución masiva de pastizales por eucaliptos, Julio Ochoa reclamaba la preservación de una raza «cuya mejora debe hacerse exclusivamente por selección, siendo, a nuestro juicio, un error el cruce con sementales de otras razas equinas». Salía así al paso de los intentos por parte de la administración de introducir en el Sueve caballos foráneos de mayor porte, con el fin de aumentar el rendimiento cárnico de los asturcones salvajes. Aquel intento fracasó: los terrenos escarpados, el frío, la escasez de alimento y los ataques de los lobos acabaron en gran número con los sementales de otras latitudes, incapaces de adaptarse a la dureza del entorno vital del recio poni asturiano. No obstante, el asturcón no comenzaría a vislumbrar la esperanza hasta finalizada la década de 1970, cuando dieron fruto los desvelos de asociaciones como adena y ana, la Asociación Asturiana de Amigos de la Naturaleza, además de ganaderos y particulares que coadyuvaron a la causa conservacionista y estimularon las primeras medidas administrativas en defensa del castigado animal por parte del primer Gobierno autónomo del Principado de Asturias. Hoy, la raza está fuera de peligro y en continua mejora gracias a la selección de ejemplares, la proliferación de criadores y al esmero en la crianza. Por añadidura, el poni ha encajado perfectamente en usos deportivos,


crónica de un siglo 101

s Integrantes de

la Junta Directiva encabezada por Santiago Luis Martín. De izquierda a derecha, José Antonio Miyar; Antonio Borregón, presidente del Consejo de Veterinarios; Santiago Luis Martín; Francisco Blanco; Juan José Fernández Torres y Eufrasio Ramos. s Luis Atienza,

entonces ministro de Agricultura, recibe a la Junta del Consejo General de Colegios Veterinarios de España. Entre sus miembros, Santiago Luis Martín (cuarto por la izquierda).


102 un siglo de veterinarios en asturias

adena y ana, la Asociación Asturiana de Amigos de la Naturaleza, además de ganaderos y particulares que coadyuvaron a la causa conservacionista, estimularon las primeras medidas administrativas en defensa del asturcón, por parte del primer Gobierno autónomo del Principado de Asturias. 1 Miguel Ángel Fernández, Asturcón, Oviedo, 2002


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sobremanera en equitación infantil, lo que constituye su mejor garantía de futuro: nadie tira lo que es útil. Dada esa incuestionable utilidad y el ancestral aprecio de nuestra comunidad a las razas bovinas, nunca fue tan extremo el caso de la vaca «carreñana» ni de la «casina», esto es, de la asturiana de los valles y la asturiana de la montaña, agrupadas ambas en el acervo popular bajo la denominación de «vaca roxa». Los peligros para su preeminencia en el campo asturiano vinieron derivados del mayor rendimiento lechero de razas foráneas, lo que estimuló desdichadas iniciativas de la administración ganadera, como la importación vacas frisonas y de sementales extranjeros de «ratín», es decir, de raza pardo-alpina. El mayor riesgo de desnaturalización por cruces y desplazamiento racial afectó a la raza asturiana de la montaña. También aquí hubo un posicionamiento veterinario en defensa de la preservación del carácter autóctono, como el manifestado por Benigno Rodríguez, en 1945, en el

Boletín del Colegio de Veterinarios de Asturias: «La casina es una raza de animales de pequeño tamaño, porque todos los animales de montaña son de formas cortas, de la misma manera que los de la meseta son de proporciones medias y los que viven en grandes extensiones llanas, de tipo alargado. Y si bien es cierto que como productora de leche no puede competir con las razas extranjeras aclimatadas en España, también es verdad que las supera en cantidad de materia grasa, cuyo porcentaje es verdaderamente notable. Por otra parte, por tratarse de una raza indígena, es susceptible de una mejora más rápida y duradera. En este sentido creo que estaremos todos conformes». Triunfó, por fortuna, esa forma de ver las cosas. Con el apoyo de la administración ganadera y de las asociaciones de criadores, ambas razas asturianas disfrutan hoy de una excelente salud. No llega a tanto, aunque tampoco es ahora mala, la de otro animal de casa de toda la vida: la «oveya xalda». Se calcula

Los verdes prados astures son un excelente lugar de pasto. 1 Antón Á. Sevilla


104 un siglo de veterinarios en asturias

La oveya xalda también ha estado al borde de la extinción. 1 Antón Á. Sevilla

que, hasta mediados del siglo xix, Asturias contaba con más de medio millón de ejemplares de este hermoso rumiante, de lana negra con un moñito blanco en su atuendo más vistoso, aunque puede vestir también de color marfil sin demérito de sus cualidades ni menoscabo de la honra del rebaño. Su declive comenzó a partir de 1940, cuando los montes comunales fueron convertidos en bosques de eucaliptos y pinos en detrimento del pastizal; cuando se importaron ovejas de otras razas de mayor rendimiento lechero y cárnico, y cuando la despoblación rural extinguió técnicas ancestrales de pastoreo como la «vecera», en la que los vecinos se turnaban en el cuidado de los rebaños. En la década de los ochenta apenas quedaban ochocientas hembras en todo el territorio. El nacimiento en 1992 de acoxa, la Asociación de Criadores d’Oveya Xalda Asturiana, permitió la recuperación de la raza. También fue grave la aproximación al abismo de la «cabra bermeya», integrante, como la «xalda», de la tropa de ganado menor que en las caserías asturianas se agrupaba bajo el estandarte de «la reciella». Padeció las mismas circunstancias perniciosas que

afectaron a la «xalda» y, a consecuencia de ellas, el menoscabo de su censo resultó extremo. Hoy se ocupa de su promoción y cuidado otra asociación específica, acriber, respaldada también por el esfuerzo veterinario para la recuperación de la raza. Una recuperación comprometida en el caso de nuestra quinta raza pecuaria autóctona a punto de perderse en la historia, el «gochu’l país» o cerdo celta, también conocido como «gochu d’oreya llarga» por razones evidentes para quien logre ver un ejemplar. Contemplación difícil, salvo en foto, porque apenas quedará una docena de ellos en todo el Principado. Fue un animal muy abundante en las granjas asturianas, pero en el último tercio del siglo pasado prácticamente se consumó su extinción a causa de la competencia de marranos extranjeros más generosos en carnes. Parece que también contribuyeron a la extinción las estrictas normas municipales que prohibían la práctica del deporte favorito de todo cerdo saludable, el de hozar libremente por los prados en busca de raíces o de cualquier cosa comestible oculta entre la tierra. Las penalizaciones a los ganaderos que permitieran tan devastadoras alegrías no


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u La cabra bermeya se ha recuperado

en los últimos años. 1 Antón Á. Sevilla s Al cuidado del «gochu’l país» o cerdo celta, también conocido como «gochu d’oreya llarga», una especie en extinción que también se ha recuperado. 1 Antón Á. Sevilla


106 un siglo de veterinarios en asturias

La «pita pinta» se salvó gracias al esfuerzo del veterinario Rafael Eguiño, que logró recuperar el fenotipo original de la especie. 1 Rafael Eguiño.

fueron precisamente un estímulo para la conservación de los cerdos. Se hacen ahora esfuerzos denodados para preservar a los escasos supervivientes. Esa preservación fue posible y eficaz gracias al esfuerzo individual de un veterinario, Rafael Eguiño, en el caso de la «pita pinta» asturiana. En la década de los ochenta, debido a razones profesionales, Eguiño recorrió gran parte de la Asturias rural y se encontró en algunos lugares con un pequeño tesoro biológico: un atavismo de plumaje negro y blanco que conservaban ciertos paisanos porque «yeren les pites d’enantes». En el amplio catálogo de desgracias de las razas pecuarias asturianas figura en lugar destacado, entre las causas comunes de su recesión, el mayor rendimiento económico de razas competidoras, diseñadas genéticamente en aras de una ganadería intensiva. Por eso resulta gratificante el amor de tales paisanos hacia un bicho que picoteó nuestro suelo durante milenios, y al que la irrupción de la avicultura industrial en la década de los cincuenta a punto estuvo de jubilar de su avezado oficio en desenterrar lombrices. Rafael Eguiño exhumó aquellas «pitas

de caleya» y, tras diez años de cuidadosa selección de ejemplares y de recuperación de su fenotipo original, logró reintroducir la historia en los gallineros de la patria querida. Gracias a los campesinos, avicultores aficionados y grupos conservacionistas que la acogieron, la «pita pinta» rediviva vuelve con entusiasmo a levantar tapinos y aterrorizar merucos. Pero el mérito principal tiene solamente un nombre, porque solitario fue el trabajo de nuestro veterinario en la recuperación de la raza. Hay otro animal indígena de nuestra ganadería para el que se reclama más promoción que protección, ya que se trata de un insecto y a ellos, en este caso por fortuna, no resulta fácil extinguirlos: se trata de la variedad asturiana de la apis mellifera iberica, es decir, de la abeja propia del conjunto peninsular. En lo etnológico, y al margen de cuestiones estéticas de difícil valoración, se diferencia la abeja asturiana de la mesetaria y sureña en que tiene la lengua más corta y los pelos más largos, adaptaciones morfológicas al entorno en que le ha tocado libar y vivir. Según un estudio de María Muñiz Galarza que le sirvió para su tesis doctoral en Veterinaria, «al quedar clasificada como una subpoblación o ecotipo adaptado a las condiciones de la región, con características


crónica de un siglo 107

La variedad asturiana de la apis mellifera iberica, es decir, de la abeja asturiana, reclama más promoción que protección, ya que se trata de un insecto y a ellos, en este caso por fortuna, no resulta fácil extinguirlos. 1 María Muñiz Galarza.

s Según un estudio de

María Muñiz Galarza que le sirvió para su tesis doctoral en Veterinaria, si Asturias quiere contar con una miel con denominación de origen, como se pretende, «también deberán tipificarse las características de la abeja asturiana y ayudar a su promoción y conservación». 1 Ramón Jiménez.

genotípicas distintas del resto de las abejas de la Península, esto conlleva un patrimonio genético, fruto de la selección natural sobre la apis mellifera iberica, y por lo tanto esta abeja constituye un reservorio genético que en el futuro puede ser la base para una selección o base para la creación de un nuevo híbrido». ¿Qué atractivos nos ofrece el insecto? Todos los derivados de su milenaria compañía y correspondiente adaptación a lo que es esta tierra: produce más miel que las importadas, resiste mejor las enfermedades y es más simpática porque es nuestra. Si Asturias quiere contar con una miel con denominación de origen, como se pretende, «también deberán tipificarse las características de la abeja asturiana y ayudar a su promoción y

conservación», sostiene María Muñiz. Y en esa labor, una vez más, resulta esencial el trabajo de los veterinarios. Estos son los egregios representantes de la cabaña ganadera autóctona de Asturias, portadores de una riqueza biológica y protagonistas de una historia ancestral de relación con el hombre que no permite, a los profesionales de la actual sanidad pecuaria, asistir impasibles a su extinción. En ese terreno, la veterinaria asturiana expande los límites tópicos de su actividad: participa activamente en la protección de la biodiversidad regional y de toda una cultura etnográfica vinculada a las tradiciones ganaderas. Que es, al cabo, una participación activa en la protección de un aspecto esencial de la propia identidad de Asturias.


108 un siglo de veterinarios en asturias

veterinarios y novedades en la asturias autonómica:

el lila

Son numerosos los veterinarios de prestigio que han aportado su formación y esfuerzo a la organización administrativa del sector agropecuario asturiano. t Manuel Fernández Fernández (izquierda) alcanzó la titularidad de la Consejería de Agricultura del Gobierno del Principado en 1998. En la fotografía, acompañado por el colegiado Corsino García Valero. v Celestino Gutiérrez García fue director general de Pesca entre 1995 y 1999, después de

haber sido coordinador de varias campañas de saneamiento ganadero 1 J. Pañeda t José Antonio Miyar Casal fue directivo del Colegio y es gerente actual del lila.

Cuando se constituye el primer Gobierno regional en los albores de la Administración autónoma del Principado, en 1982, Asturias inicia un proceso de asunción de transferencias que supondrá, en el terreno que nos ocupa, la creación de una estructura propia de servicios veterinarios que arranca de aquélla Consejería preautonómica de Agricultura y Ganadería. Desde entonces hasta hoy, el número de profesionales que trabajan para el Principado ha sufrido un incremento que resultó particularmente notable desde comienzos de 2001, cuando la crisis de las «vacas locas» multiplicó las necesidades administrativas de veterinarios para responder a las repentinas exigencias de control de carnes y reses vivas. Fue creada entonces la Dirección General de Ganadería, en la que prestan servicio, a día de hoy, ciento treinta veterinarios. Cuarenta de ellos se reparten por las dieciséis oficinas comarcales del Servicio de Ganadería, otros diez trabajan en el Laboratorio de Sanidad Animal y medio centenar en las campañas de saneamiento ganadero. El resto trabaja en las oficinas centrales.

Además, son numerosos los veterinarios de prestigio que han aportado su formación y esfuerzo a esta organización administrativa del sector agropecuario asturiano. Como Vitalino Hernández de la Red, quien, aparte del desempeño de relevantes funciones en el Principado y en el Consejo Interterritorial del Ministerio de Sanidad y Consumo, contribuyó decisivamente a la reestructuración de los Servicios Veterinarios de Salud Pública

de Asturias entre 1985 y 1989. O Celestino Gutiérrez García que fue director general de Pesca entre 1995 y 1999, después de haber sido coordinador de varias campañas de saneamiento ganadero, veterinario de salud pública de Carreño y jefe del servicio de Ordenación Pesquera. Ahora es veterinario de salud pública en Avilés. También Benigno Fernández Fano, quien, tras obtener la puntuación más alta en las primeras oposiciones autonómicas, fue director regional de Agricultura y ha ocupado otros cargos en la administración pública. Del mismo modo hay que recordar que Manuel Fernández Fernández, que alcanzó la titularidad de la Consejería de Agricultura del Gobierno del Principado en 1998, tras ser asesor del presidente del Gobierno regional y jefe de gabinete de la misma Consejería. Y sin olvidar a José Antonio Miyar Casal, que fue directivo del Colegio, director de la Agencia Regional de Consumo y gerente actual de una de las grandes aportaciones de este periodo autonómico a la calidad de nuestra industria agroalimentaria: el lila, colorista acrónimo del Laboratorio Interprofesional Lechero de Asturias. El lila nace en 1991, promovido por el Gobierno regional y con aportaciones paritarias de los sindicatos agrarios y de las industrias lácteas. Surgió como instrumento de concordia: su función principal era el análisis de la leche para establecer el pago de las


crónica de un siglo 109

Rafael Ortega Arias de Velasco realizando un análisis microbiológico de leche en el Laboratorio del Centro Técnico Veterinario de La Espina-Salas.

empresas transformadoras a los ganaderos en función de su calidad. Su primer gerente fue Cesáreo García Iglesias, quien falleció en el verano de 2000 y que marca las grandes líneas de actuación del mismo y con el que cobra impulso. Ya de la mano de José Antonio Miyar, el laboratorio completa su diversificación, siempre dentro del sector alimentario, con la constitución de la sociedad limitada alce Calidad, que se dedica a la analítica y control de calidad de cualquier producto destinado a alimentación tanto animal como humana, y del agua. En esta época se registran también avances en nuestra ganadería. A partir de 1991, se beneficia del trabajo de investigación aplicada al que se dedica ya de manera exclusiva la Estación Pecuaria de Gijón. Se trata del último paso en la evolución de aquel centro público de vanguardia que nació para todo y avanzó hacia lo específico. Se integra en el órgano del Principado encargado de la investigación y el desa-

rrollo, el Instituto de Experimentación y Promoción Agraria, y comienza a dar preferencia a las actividades investigadoras sobre la prestación de servicios, labor que es asumida por las propias asociaciones de criadores. De esta forma, queda bajo tutela pública el trabajo de abrir camino a la innovación en el sector ganadero, mientras que los servicios en materia de reproducción pasan a depender de los propios ganaderos asociados, que disponen para ello de otro emplazamiento financiado por el Ayuntamiento gijonés. La vieja Pecuaria alcanza, así, el grado máximo de especialización científica de su medio siglo largo de historia. Y en 1990 es creado un organismo corporativo de gran importancia, sobremanera para Asturias: la Asociación Nacional de Especialistas en Medicina Bovina de España, anembe. Nace bajo el impulso de un grupo de veterinarios especializados en estas razas que pretenden mejorar la formación del colectivo, para lo que organizan con regularidad cursos, seminarios y


110 un siglo de veterinarios en asturias

u La asociación de especialistas

de medicina bovina tiene su sede nacional en Oviedo. La vaca sigue siendo la reina de la cabaña ganadera de la región. 1 Ramón Jiménez t José Pérez García, presidente de

anembe.

congresos. Cuenta con más de mil socios en todo el país. Y el hecho de que, desde 1998, la sede nacional se encuentre en Oviedo (donde compartió oficinas con el Colegio de Veterinarios de Asturias durante bastantes años) habla a las claras del prestigio de los profesionales asturianos en el manejo y tratamiento de esta especie de animales. En pocos lugares se sabrá más que en Asturias sobre las conveniencias para el medro y bienestar de la reina de nuestros prados, esa vaca a la que nunca estará la humanidad lo suficientemente agradecida. José Pérez García es el actual presidente de anembe. Se trata de un profesional que ha trabajado desde siempre en esta especialidad, tan importante en una región como la nuestra, de incontestable hegemonía bovina en su cabaña ganadera. Hoy la asociación sigue siendo una referencia en este ámbito por su callada y fructífera labor.


crónica de un siglo 111

en el estreno del tercer milenio El Colegio de Veterinarios entra en el siglo xxi bajo el mandato de un ovetense, Juan José Fernández Torres. Licenciado por la Universidad de León, es hijo de Luis Fernández Rodríguez, Oficial de la Orden Civil del Mérito Agrícola, reseñado ya como secretario del Colegio a lo largo de dos décadas: una circunstancia familiar que le aporta al nuevo presidente un conocimiento privilegiado de la vida corporativa en el último tercio del siglo anterior. Cuando él opta a la presidencia, sin embargo, el panorama de la veterinaria en Asturias ha sufrido

grandes transformaciones tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo: el colectivo es mucho mayor, llegando a los setecientos profesionales —hoy ronda ya los ochocientos— y los campos de ejercicio también se han multiplicado. Hay veterinarios que trabajan como autónomos y otros que son funcionarios o asalariados; los hay especializados en pequeños y en grandes animales, o en aspectos concretos de su salud, o en su alimentación… Juan José Fernández, diplomado en Sanidad, resulta elegido con una candidatura heterogénea en la que están representados todos los intereses de este colectivo multifacético. En coherencia, divide en sectores a la Junta de Gobierno, de forma que ningún grupo profesional se quede sin representación en ese órgano rector de la veterinaria asturiana. Aglutina así la dispersión de actividades, intereses y problemas bajo una única bandera corporativa. Actividad que compagina con su cargo de jefe del Servicio de Consumo del Principado de Asturias.

Juan José Fernández Torres, hijo del que fuera muchos años secretario del Colegio, Luis Fernández, ocupaba la presidencia en el cambio de siglo.


112 un siglo de veterinarios en asturias


crónica de un siglo 113

En noviembre de 2002, la junta del Colegio de Veterinarios de Asturias fue recibida por su alteza real el príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, en una audiencia celebrada en el Hotel de la Reconquista de Oviedo. En la imagen de la página anterior, don Felipe de Borbón saluda a Armando Solís, presidente del Colegio. s De izquierda a derecha, Enrique Alonso (asesor fiscal), Ricardo González, Miguel Valdés-Hevia (asesor jurídico), Agustín Brea, Juan González, el príncipe de Asturias don Felipe de Borbón, Diego Más, Armando Solís, Gerardo Gutiérrez, María Muñiz y Miguel Vázquez.

El timón pasa a Armando Solís Vázquez de Prada, en cuyas manos continúa en la actualidad. Natural de Oviedo, Armando Solís es licenciado por la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, y estudió también en la histórica Escuela de Veterinaria de Alfort (París). Consejero del Consejo General de Veterinarios de España, representante español en la Unión Europea de Veterinarios Clínicos y en la Federación Europea de Veterinarios. Además, fue fundador y primer presidente de la ya mencionada Asociación de Veterinarios Asturianos Especialistas en Pequeños Animales (avapa). Precisamente a los pequeños animales dedica de manera preferente su actividad profesional: dirige dos clínicas especializadas en ellos. Es decir, se trata de un veterinario que trabaja en el sector privado, el primero de tal condición que llega al cargo de presidente del Colegio: todos sus predecesores fueron funcionarios.

En su etapa se ha impulsado la proyección exterior del Colegio gracias a una Junta en la que siguen estando representantes de todas las especialidades de la profesión. Un buen ejemplo de ese nuevo rumbo es la recepción de la Junta en noviembre de 2002 por su alteza real el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, en una audiencia celebrada en el Hotel de la Reconquista de Oviedo, en la que se le dieron a conocer con todo detalle la labor que desempeñan los veterinarios en Asturias. Pero esa política de apuesta por la modernidad y apertura del Colegio hacia la sociedad ha tenido continuidad en otros muchos ámbitos con la intención final de que se reconozca la labor impagable que desarrollan los veterinarios y se eleve su prestigio. Así se ha abierto una relación más intensa con los medios de comunicación regionales, a los que se convoca con más frecuencia, lo que permite dar a conocer tanto las actividades del colegio como proyectar la tarea que


114 un siglo de veterinarios en asturias

Un momento de la inauguración de las instalaciones de la plaza de América. tt Ubicación actual del organismo corporativo en las céntricas y bien equipadas instalaciones de la plaza de América, en vecindad con los colegios de Médicos y de Arquitectos.

desarrollan los veterinarios. Por esa misma razón se otorgan anualmente las medallas de oro que reconocen la tarea de destacadas personalidades vinculadas de una u otra forma al Colegio o de entidades que igualmente arropan al colectivo. Pero al mismo tiempo se han convocado dos premios anuales para los mejores trabajos de investigación realizados por veterinarios integrados en el Colegio, con el fin de que sirva de estímulo para fomentar el trabajo científico de campo y su difusión lo que, sin duda, redundará en mejorar el acervo del colectivo en Asturias. También de esta época, tan marcada por las nuevas tecnologías, data la puesta en marcha de una página web de gran utilidad para el colectivo entre otros avances tecnológicos a los que la entidad no podía estar ajena. No menos importante ha sido la vocación formativa de esta Junta que desarrolla de manera permanente cursos destinados a la mejora de la capacitación de los profesionales. De igual modo se ha trabajado en la protección social de los colegiados fortaleciendo todos los servicios que se venían prestando y asegurando otros nuevos.

Pero no menos importante es la descentralización de las relaciones con los colegiados. Hoy son frecuentes y se han normalizado las reuniones de los representantes del Colegio con los veterinarios de cada comarca de Asturias. Una manera de hacer llegar todas esas actividades y funciones colegiales pero también de potenciar las relaciones y de facilitar la interconexión entre los profesionales de esas áreas. En esos encuentros se encauzan las inquietudes y los problemas que puedan existir y se plantean las soluciones que están al alcance del Colegio. Todo ello ha sido posible gracias a la tarea cohesionada y en equipo de la actual Junta a la que ha correspondido la misión de organizar la celebración de los actos del Centenario del Colegio. Antes de alcanzar la presidencia, Armando Solís fue vicepresidente y, en lo que lleva de mandato, ha propiciado el cambio de ubicación del organismo corporativo a las céntricas y bien equipadas instalaciones que ocupa ahora mismo en la ovetense plaza de América, en vecindad con los colegios de Médicos y de Arquitectos. La gestión de esta Junta se caracteriza, además, por su decisiva aportación para solventar un viejo problema que viene afec-


crรณnica de un siglo 115


116 un siglo de veterinarios en asturias

u Una de las Juntas presididas por Armando

Solís: Ricardo González, María Muñiz, Armando, Agustín Brea, Juan González y Diego Más. t Miguel Vázquez Fernández, actual secretario de la Junta de Gobierno.

tando al conjunto de los animales, tanto de compañía como de explotación ganadera, en nuestra comunidad: la inexistencia de un censo que permita su control. Ese control comenzó a ser ejercido en 2002 con la creación del Registro de Identificación de Animales del Principado de Asturias (riapa), propiedad del Colegio Oficial de Veterinarios de Asturias, que realiza el trabajo necesario con sus propios recursos humanos y materiales. El riapa está homologado, reconocido e interconectado con los organismos de identificación de animales españoles y europeos, ya que es miembro tanto de la Red Española de Identificación de Animales de Compañía (reiac) como de la European Pet Network. La integración en ese club proporciona a las actuaciones del riapa una gran proyección transfronteriza: los veterinarios asturianos pueden garantizar a sus clientes una identificación eficaz de sus animales en todo el territorio nacional y europeo.


crónica de un siglo 117

veterinarios frente al desastre A lo largo del periodo más reciente de nuestra historia se

suceden acontecimientos de enorme impacto público que reafirman la trascendencia del papel de los veterinarios por encima de su función básica en la medicina pecuaria. Crisis en el terreno alimentario que afectan a la propia supervivencia humana, como la ya mencionada de las «vacas locas», o desastres para el entorno medioambiental, como el naufragio del petrolero Prestige, refuerzan el aspecto técnico-sanitario al servicio de la sociedad de la veterinaria y evidencian su valor en la lucha por la conservación del mundo en que vivimos. Así, quedará constituida una Asociación de Veterinarios de la Fauna Salvaje de Asturias, con fines asistenciales y de concienciación medioambiental, bajo la presidencia de José Antonio Parra. La siguiente descripción sobre el trabajo de estos veterinarios voluntarios, desplazados al occidente de Asturias después del desastre ecológico del Prestige, es una muestra explícita de esa desinteresada vertiente social:

Las aves llegaban petroleadas, hipotérmicas y con shock. Primero se procedía a una limpieza superficial, a calentarlas y tratar de remontar el estado de shock. Se les suministraban alimentos energéticos por vía parenteral, mediante una sonda, varias veces al día. Se procedía a una medicación de urgencia y se las depositaba en unos boxes a 38 °C. Llegaban hasta con seis grados menos. La primera fase dura una semana. Comienza un minucioso lavado que puede durar hasta 3 horas. Cada zona se limpia específicamente, plumón por plumón. El aclarado también se realiza a conciencia. Si queda un solo resto de petróleo, el animal no impermeabiliza y, por tanto, no puede flotar ni volar. Una vez limpias permanecen en la piscina para ver si han impermeabilizado bien y pueden flotar. Se les alimenta a base de pescado y, algunas veces, con sonda. El objetivo es que vayan musculando. Las aves pueden perder hasta el 40 por ciento de su peso, y en esta fase se trata de que lo recuperen. Permanecen en el centro entre uno y dos meses. La liberación siempre se produce en lugares limpios de fuel.

Pese a tanto esfuerzo y dedicación, apenas un 10 por ciento de las aves afectadas logra remontar el vuelo. Ocupando el lugar en el aire de las que se quedan definitivamente en tierra, despega la esperanza de que el arrollador avance científico de los tiempos que vivimos no se aparte del humanismo que debe ser su guía.

Desastres para el entorno medioambiental, como el naufragio del petrolero Prestige, refuerzan el aspecto técnico-sanitario al servicio de la sociedad de la veterinaria y evidencian su valor en la lucha por la conservación del mundo en que vivimos. 1 Ramón Jiménez


118 un siglo de veterinarios en asturias

ayer comenzó el futuro

t Según Enrique

Gómez Piñeiro, jefe del área de Genética y Reproducción Animal del serida (Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario de Asturias): «Las herramientas moleculares tendrán cada vez más peso en la selección animal». 1 J. Pañeda

u Microfotografía

de embriones

Ese avance se ha venido gestando en el silencio de los laboratorios de investigación desde que, hace ya medio siglo, los científicos James Watson y Francis Crick descubrieron la molécula de adn, esencia bioquímica de la existencia. El desarrollo de las aplicaciones de tal descubrimiento nos sitúa hoy en un punto de inflexión de alcance insospechado en la historia del conocimiento humano: el futuro llevará la genética por apellido en cualquiera de las técnicas posibles de manipulación, enmienda, preservación, multiplicación o explotación de toda forma de vida. Por descontado, la revolución alcanza de lleno a la actividad veterinaria: «Las herramientas moleculares tendrán cada vez más peso en la selección animal. Por primera vez va a ser posible predecir e individualizar lo que será cada animal en su desarrollo futuro. La selección animal se podrá establecer casi ‘a la carta’, sustituyendo progresivamente al método antiguo, que basa la búsqueda de aptitudes y rendimientos en la observación y el estudio estadístico de la descendencia». Enrique Gómez Piñeiro, jefe del área de Genética y Reproducción Animal del serida (Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario de Asturias) resume en estos términos el enorme cambio que se avecina. Y lo hace desde la autoridad que proporciona el hecho de llevar las riendas de uno de los centros más avanzados de España en esta materia: en él se han desarrollado técnicas pioneras para la obtención e implantación de embriones de vacuno frescos y congelados, o se investiga sobre las células madre embrionarias bovinas, o se estudia la domesticación animal por las huellas genéticas de las poblaciones ganaderas, o se analiza la resistencia genética a la enfermedad de las «vacas locas», o se preserva material genético de animales en riesgo de extinción… Desde semejante atalaya, Enrique Gómez observa un futuro que va a exigir una mayor especialización tanto a los ganaderos («En Estados Unidos muchos disponen ya de titulación media o superior») como a los veterinarios («Tendrá que haber especialistas, porque se pueden presentar patologías nuevas») y a las propias explotaciones, tal y como hoy las conocemos: los animales transgénicos necesitan aislamiento, fuera del contacto con cualquier otro animal, y un enorme control sanitario cuando, por ejemplo, se destina su leche o su carne a la síntesis de proteínas de alto valor biológico para el ser humano, con destino a la industria farmacéutica o a la fabricación de

aditivos alimentarios: «Con pocos individuos se pueden cubrir todas las necesidades mundiales de determinada proteína», dice el investigador. Pero no hace falta ir tan lejos para evidenciar las ventajas de la tecnología genética: en Norteamérica hay ya vacas modificadas con éxito para hacerlas resistentes a la mastitis, infección que supone enormes pérdidas económicas a la ganadería en todo el planeta. Pero, en frente… está el miedo. Toda revolución lo provoca, y las bondades de la manipulación genética son filtradas por un recelo que deja de ser saludable caución cuando se transforma en actitud reaccionaria. Algo particularmente

frecuente cuando las nuevas técnicas se aplican al vasto campo que abren no sólo para la nutrición, sino también para la preservación de la salud humana: «La manipulación genética de animales no está bien vista. Pero, para prohibir o para autorizar, primero hay que conocer. No encuentro nada positivo a la clonación reproductiva humana, sí a la de los animales. En cualquier caso, la clonación terapéutica debe ser desarrollada. Lo que me parece claro es que hay que explorar hasta dónde es posible llegar con esta tecnología». De momento, se queja Enrique Gómez, la oposición a estas técnicas tiene un efecto adverso para la exploración que reclama: dificulta la obtención de fondos para mantener las investigaciones. Llegue el avance hasta donde se le permita llegar, alcanzará sin duda al ejercicio de una profesión ineludible en la aplicación inmediata de las posibilidades de manipulación genética que salgan de los laboratorios. La aportación de los animales al bienestar humano multiplica su dimensión: el objeto de experimentación científica que siempre han sido acentúa su importancia en la sociedad del futuro. Ellos nos mostrarán la bondad o la perversión de nuestra pericia genética antes de aplicarla sobre el propio hombre. Y los nuevos veterinarios serán sus intérpretes.


crónica de un siglo 119

s Las clínicas veteri-

narias responden a una cada vez mayor demanda social. 1 Ramón Jiménez

s El veterinario

el oficio de unos pocos y el interés de todos

Diego Más Franchini atendiendo el parto de una yegua.

En este libro hemos relatado abundantes episodios que evi-

dencian que, por encima de la orientación productiva de su trabajo y sin renunciar a ella, los veterinarios asturianos han asumido como propias las inquietudes colectivas de un pueblo cuyo progreso y bienestar serían impensables sin la aportación de estos profesionales. Como miembros de ese pueblo, han puesto su conocimiento al servicio de toda la sociedad, desde abajo hasta arriba: del estiércol de la cuadra a la pulcritud del despacho, del desvelo del paisano a la orientación del administrador, desde el productor más humilde hasta el más exigente consumidor. Han aportado riqueza, salud y seguridad al conjunto de los asturianos. Es difícil encontrar una comunión tan

íntima entre el oficio de unos pocos y el interés de todos. Y, sin embargo, no ha sido fácil el camino para alcanzar el pleno reconocimiento de esa trascendencia, como a lo largo de este libro hemos podido comprobar. Bien es cierto que nunca hay senda cómoda cuando la meta es elevada.


120 un siglo de veterinarios en asturias

Admiración, fotografía premiada en el Concurso anembe de Fotografía, 2002. 1 José Luis Muñiz Rodríguez.


crónica de un siglo 121

El albéitar, fotografía premiada en el concurso fotográfico Objetivo Veterinario convocado por el Colegio de Veterinarios de Asturias, con motivo del primer centenario, en 2005. En la imagen, el colegiado José Luis Muñiz Rodríguez. 1 José Miguel Bernardo Rodríguez.


122 un siglo de veterinarios en asturias


anexo 123

medallas de oro


124 un siglo de veterinarios en asturias

El Colegio de Veterinarios de Asturias concede anualmente las Medallas de Oro como máximo galardón al reconocimiento de un trabajo profesional, de una labor científica, de una tarea académica o por sus méritos humanos a relevantes personalidades vinculadas en algún grado con el ejercicio de la veterinaria o con la organización colegial. Se intenta con ello evidenciar de una manera elocuente el agradecimiento a esas singulares trayectorias. Las concesiones se ajustan a lo que establece el régimen general de distinciones y premios de los Estatutos del Colegio y están promovidas por la Junta de Gobierno. Hasta ahora se han otorgado nueve de esas medallas de oro. Una breve semblanza de cada uno de los distinguidos no podía obviarse en una publicación como ésta.


medallas de oro 125

Diego Murillo Carrasco Presidente de la Agrupación Mutual Aseguradora (ama)

Se le ha otorgado este reconocimiento por su intensa y fructífera labor al frente de la Agrupación Mutual Aseguradora (ama) en atención a la labor que «la Mutua ha tenido en defensa de los Colegios Profesionales sanitarios y, por tanto, de los profesionales de la sanidad. También por la ayuda permanente que ama ha prestado para mejorar la formación científica de los colegiados». Bajo su presidencia, ama ha mejorado de manera muy notable el modelo de relación con estas profesiones y en especial con los veterinarios. Su gestión en ese sentido ha supuesto un paso adelante y un impulso muy considerable del que se han beneficiado directamente todos los profesionales del sector.

Médico por la Universidad de Santiago de Compostela, es natural Zalamea de la Serena (Badajoz), pero desde los tres años de edad reside en Galicia por lo que se considera gallego a todos los efectos. Especialista en Obstreticia y Ginecología, ejerce en Pontevedra desde 1968. Pertenece al Servicio Gallego de Salud. Es co-propietaro y presidente del consejo de Administración de Sanatorio Nuestra Señora de la Merced; presidente del igualatorio médico colegial de Pontevedra (1978-1981), presidente del Ilustre Colegio Oficial de Médicos (1981-1985); Vicepresidente del Consejo de Administración de Previsión Sanitaria Nacional (1984-1988); miembro del Consejo de ama (1988-1996) y presidente de la misma desde 1996, cargo que renovó en 1999 y 2002. Miembro del Consejo Asesor de Sanidad (1999-2004). Recientemente y durante su Presidencia, ama ha sido galardonada por los premios Edimsa, como mejor Institución Sanitaria del año 2005. Entre las distinciones cabe destacar que es académico de honor de la Real Academia Médico-Quirúrgica Española; colegiado de honor por los Colegios de Médicos de Jaén, Huesca, Cádiz, Valencia; medalla de oro del Consejo

Andaluz de Colegios Médicos; Colegiado de Honor del Colegio Veterinarios de Murcia; Medalla de oro del Colegio de Farmacéuticos de Granada; medalla de oro del Consejo Andaluz de Colegios Veterinarios de Sevilla; medalla e insignia de oro del Colegio de Médicos de Valencia y medalla e insignia de oro del Colegio de Médicos de Cáceres; colegiado de honor y medalla de oro del Colegio de Veterinarios de Toledo; insignia de oro del Colegio de Odontólogos y estomatólogos de Lugo, Almería y Murcia. Colegiado de honor del Colegio de Médicos de Granada. Es premio Séneca 2000 a la personalidad sanitaria del año que concede la Asociación de Periodistas Sanitarios. Además ha tenido una intensa carrera política como concejal por el Partido Popular del que fue concejal en Pontevedra (1979-1991), miembro y presidente del Consejo de Administración de la Compañía de Radio y Televisión de Galicia (1982-1990); diputado por Pontevedra (1983-1991) vicepresidente primero del Consejo de administración de la Caja de Ahorros de Pontevedra (19841993) y miembro del Consejo Universitario de Galicia desde 1995.

2003


126 un siglo de veterinarios en asturias

2003 Carmen Rodríguez Menéndez Presidenta del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Asturias

El Colegio de Veterinarios de Asturias otorgó en 2003 la medalla de oro de la institución a Carmen Rodríguez según consta en el acta de concesión por «la labor que desde el Colegio que preside, y ahora desde la Unión Profesional, ha llevado a cabo en defensa de los Colegios que agrupan a los profesionales sanitarios. Por su apoyo en nuestra lucha en pro de que se reconozca la importancia y dignidad profesional y social de la veterinaria, dando todo tipo de facilidades para que hoy podamos disponer de una sede en sintonía con tales pretensiones e interrelacionar nuestros conocimientos y nuestros lazos con los médicos asturianos, hecho que consideramos de especial importancia; y por la atención prestada al Colegio y a sus colegiados en su condición de vicepresidenta y cabeza visible de Previsión Sanitaria Nacional en Asturias».

Carmen Rodríguez, gijonesa, ingresó como médico especialista en Análisis Clínicos del Hospital General de Asturias en 1968. Desde 1971 médico adjunto del Laboratorio Clínico del Instituto Nacional de Silicosis y jefe de servicio del mismo desde 1993. Tiene publicados numerosos trabajos de investigación en revistas nacionales y extranjeras. Ha sido representante médico en la junta de gobierno y las junta facultativa del Instituto Nacional de Silicosis desde 1973 a 1979. Representante médico como vocal provincial y autonómico en la Organización Médica Colegial de la sección de asistencia colectiva por el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Asturias desde 1990 a 1999. Desde 1997 es miembro del Consejo de Administración de Previsión Sanitaria Nacional (psn) y desde 1999, vicepresidenta del Consejo de administración. También es vicepresidenta del Consejo de Administración de la Sociedad Pérez Mateos. Presidenta de la Comisión de

Control del Plan de Pensiones del Sistema de Empleo de psn. Miembro de las comisiones de control de los planes de pensiones «Sistema de Empleo de psn Gestión»; «Plan Individual de Pensiones, Plan Asociación de Pensiones de Previsión Sanitaria Nacional» y «Fondo de Pensiones de Previsión Sanitaria Nacional». Vicepresidenta del Consejo de Administración de todas las empresas del Grupo psn. También es patrono de la Fundación Ad Qualitatem. Desde 2001 es Presidenta del Ilustre Colegio de Médicos de Asturias y desde 2003 Presidenta de Unión Profesional de Asturias, cargos en los que ha trabajo por la dignificación y le reconocimiento de las profesiones sanitarias. En 2004 fue nombrada Académica de Honor de la Real Academia Médico-Quirúrgica del Principado de Asturias y ese mismo año es distinguida con el premio Camín de Mieres y Aula de Paz por la defensa de la profesión médica y de la salud de la sociedad asturiana.


medallas de oro 127

Miguel Cordero del Campillo Catedrático de Parasitología y profesor emérito del departamento de Patología y Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de León

Casi todos los veterinarios asturianos han pasado por las clases del profesor Cordero del Campillo. La distinción del Colegio se concede, por tanto, en atención a «su intensa y fructífera labor profesional en materia docente —de la que muchos de sus colegas asturianos han tenido la suerte de beneficiarse— y de investigación, valorando igualmente el prestigio y dignidad que con su trabajo y esfuerzo ha impreso a nuestra querida profesión Veterinaria». También por su tarea como investigador. Se trata, sin ninguna duda, de uno de los grandes científicos y docentes de la veterinaria moderna.

Licenciado en Veterinaria en León en 1947 y doctor por al Universidad Complutense de Madrid desde 1952, Miguel Cordero ha desarrollado una larga y profunda labor como profesor de la Facultad de Veterinaria e investigador entre otras múltiples tareas. Ingresó en el Cuerpo de Inspectores Municipales Veterinarios en 1947 y en el Cuerpo Nacional Veterinario en 1952 en el que permaneció hasta 1963. Ha sido técnico de

Laboratorios syva. Fue presidente del Colegio de Veterinarios de León desde 1954 a 1956 y es presidente de honor desde 1974. Desde 1947 recorrió todas las escalas del profesorado comenzando como ayudante de clases prácticas; luego fue profesor adjunto y catedrático numerario de Parasitología, Enfermedades parasitarias y Enfermedades infecciosas con Epizootiología por oposición con el número uno en 1963. Desde entonces renunció a toda clase de actividades públicas y privadas para dedicarse por entero a la universidad en la que se jubiló en 1990, aunque continua como profesor emérito. Ha sido director del Departamento de Patología infecciosa parasitaria y de Patología Animal. También ha sido decano y vice-decano de la Facultad de Veterinaria, vice-rector de la Universidad de Oviedo para el campus de León y vice-rector y rector, entre 1984 y 1986, de la Universidad de León. Ha desarrollado, además, una intensa labor como integrante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (csic) en el Instituto López Neyra de parasitología de Granada y de la Estación Agrícola Experimental de León. Es miembro de la comisión asesora de investigación y ciencia de la Junta de Castilla y León. Ha sido senador por León en el período 1977-1979. Es autor de numerosos artículos y trabajos sobre temas sociales contemporáneos publicados en diversos medios de comunicación. Ha publicado 24 libros y monografías sobre su especialidad y ha dirigido 27 tesis doctorales. Sus artículos científicos superan los dos centenares, y ha participado en numerosos congresos, simposios y jornadas científicas. Ha dictado conferencias en Universidades y sociedades científicas de Europa y América. Pertenece a varias sociedades científicas e instituciones, entre ellas la Real Academia de Medicina de Oviedo, ha formado parte de numerosas comisiones científicas internacionales, forma parte del comité editorial de quince revistas científicas. Está en posesión de numerosas distinciones de instituciones y colegios profesionales entre ellas la Medalla de la Orden del Mérito Constitucional, la Gran Cruz d ela orden Civil de Sanidad, doctor honoris causa por la Universidad de Voronezh (Rusia) y por la de Extremadura. La mejor tesis veterinaria en parasitología veterinaria lleva su nombre.

2004


128 un siglo de veterinarios en asturias

2004 María Neira González Presidenta de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (aesa) Directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (oms)

Los veterinarios asturianos han distinguido a María Neira «en atención a su brillante trayectoria profesional, que la ha llevado a ocupar el cargo de más alta responsabilidad en materia de Seguridad Alimentaria a nivel nacional, y a su constante apoyo y colaboración con los profesionales de la veterinaria que desempeñan sus funciones en el Control Oficial de Alimentos, la Seguridad Alimentaria y, consiguientemente, en garantizar y velar por la Salud Pública de todos los ciudadanos; apoyo que si bien se extiende a todos los profesionales de la veterinaria españoles, la apreciamos como especialmente palpable y significativa en el caso de los veterinarios asturianos». A esas razones se une la condición de asturiana de nacimiento y de ejercicio, como ella misma resalta en todos los foros a los que asiste, «circunstancia que nos llena de orgullo y que añade un plus de satisfacción al acuerdo adoptado». Es destacable la labor que ejerce la Agencia promoviendo la información necesaria para fomentar una alimentación sana, emitiendo noticias acerca de la seguridad alimentaria y difundiendo a la sociedad el valiosísimo trabajo realizado por los profesionales sanitarios, incluyendo a los Veterinarios, en el control de los alimentos para garantizar la producción de alimentos seguros. El organismo que ha presidido por la doctora Neira proporciona a las redes de alerta alimentaria y de intercambio rápido de información, así como a la creación de puntos de contacto y de redes de expertos en temas de seguridad alimentaria, redes en las que los Veterinarios tienen una gran presencia y prestan un importante papel, formando parte ineludible de estas redes relacionadas con la Seguridad Alimentaria.

María Neira González presidió la Agencia Española de Seguridad Alimentaria, organismo autónomo del Ministerio de Sanidad y Consumo, desde 2002 a 2005. Durante nueve años fue consultora de la Organización Mundial de la Salud (oms), en Ginebra. Allí fue Directora del Departamento de Prevención, Control y Erradicación de Enfermedades Infecciosas (1988-2002), anteriormente fue coordinadora del Grupo de Trabajo Mundial de la lucha contra el cólera y otras enfermedades epidémicas. También desempeñó el puesto de Coordinadora de Proyectos de Salud y Asesora del Ministerio de Salud en Mozambique, y el de responsable del programa de

salud de Naciones Unidas en Ruanda. Desde 2005 está reincorporada de nuevo en la oms. Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Oviedo, especialista y doctora en Endocrinología y Enfermedades Metabólicas por la Universidad René Descartes de París, y Master en Salud Pública por la Universidad de París. Asimismo, es poseedora del Diploma Internacional en Prevención de Emergencias y Gestión de Crisis de la Universidad de Ginebra. Autora de numerosos artículos científicos, ha impartido más de 350 seminarios y conferencias sobre Salud Pública, Riesgos Sanitarios y Seguridad Alimentaria.


medallas de oro 129

Carlos Javier Escribano Mora Director general de Ganadería del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación

El Colegio de Veterinarios de Asturias concedió la medalla de oro de la institución a Carlos Escribano Mora, entre otras muchas razones, por la defensa que, en su condición de director general de Ganadería, hizo de los intereses de nuestra región ante las autoridades y los demás países de la Unión Europea en Bruselas. En un momento crucial, su intervención y su conocimiento de Asturias sirvieron para que tanto la cornisa cantábrica como nuestra comunidad no se vieran gravemente afectadas por las políticas comunitarias. También ha sido valorada la brillante actividad que desarrolló en su etapa en Asturias, donde contribuyó, según consta en el acta, de manera decisiva a la puesta en marcha, control e impulso de las campañas de saneamiento «cuyo modelo se exportó al resto de España y de Europa». A él debemos de agradecerle todos los veterinarios y todos los ciudadanos, que son los receptores últimos de la actividad veterinaria, los resultados obtenidos por medio de dichas campañas, y especialmente obligados a realizar dicho agradecimiento estamos los asturianos pues es aquí donde gracias a esa actividad pionera se han erradicado, o prácticamente erradicado, enfermedades como la tuberculosis, leucosis y brucelosis.

Veterinario de profesión, licenciado en la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Escribano Mora ha desarrollado larga carrera en la administración pública, siempre al servicio de los intereses generales. Desde que en 1974 fuese nombrado jefe provincial de Producción Animal de la delegación provincial del Ministerio de Agricultura en Cáceres, ha ocupado numerosos puestos de responsabilidad en los que ha dejado impronta de sus conocimientos científicos y profesionales y su calidad humana. De Cáceres pasó a Teruel con la misma responsabilidad entre los años 1796 y 1978 y éste último año se incorporó como jefe de servicio de Producción Ganadera a la Consejería de Agricultura y Pesca del Principado de Asturias, cargo que ocupó hasta 1987 y de donde data su extraordinaria relación con nuestra comunidad y con sus gentes. En 1987 fue nombrado subdirector general de Política Alimentaria de la Dirección General de Producción Agropecuaria e Industria Alimentarias de la Xunta de Galicia y al año siguiente pasó ocupar el mismo cargo pero en la dirección general de la Producción Agraria en el Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación (mapa) hasta que en 1991 fue designado subdirector general de Producciones Ganaderas Intensivas de la dirección general de Producciones y Mercados Ganaderos del mismo ministerio. Entre 1996 y 2001 fue consejero de Agricultura Pesca y Alimentación en la representación permanente de España ante la Unión Europea. Y en el período 2002-2004, director general de Ganadería del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cargo que ha vuelto ocupar desde principios de 2006.

Durante su trayectoria ha sido representante de España en diversos organismos internacionales: en el Comité Veterinario Permanente (1989-1991); Oficina Internacional de Epizootias (oie) (1989-1991); en la comisión europea de lucha contra la fiebre aftosa de la fao (1989-1991); portavoz del mapa en el comité de gestión de carne de aves y huevos; portavoz del mismo ministerio en el comité de gestión de la carne de porcino; delegado de España en la ocde para el grupo sobre la carne y productos lecheros y en la comisión europea de la ocde-comité de Agriculturagrupo de trabajo de productos perecederos. También ha sido miembro del consejo de administración de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria; vocal del consejo asesor de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios; vicepresidente de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria hasta junio de 2004; director del programa de erradicación de las eet en España; presidente del comité nacional de red de alerta sanitaria de España; presidente de la comisión interministerial de evaluación de medicamentos veterinarios; vocal de la ponencia de Investigación y Desarrollo Ganadero de la comisión interministerial de Ciencia y Tecnología y vocal del programa nacional de Ciencias Agrarias de la secretaría del plan nacional de I+D. Además ha impartido diverso cursos en las universidades Menéndez y Pelayo, y Complutense de Madrid y es profesor asociado del departamento de Sanidad Animal de ésta última.

2005


130 un siglo de veterinarios en asturias

2005 Carlos López Otín Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular e investigador de la Universidad de Oviedo

Por su destacada capacidad investigadora en la Universidad de Oviedo, el Colegio de Veterinarios decidió conceder la medalla de oro a Carlos López Otín. Según consta en el acta las «investigaciones exhaustivas a nivel molecular, complementados con los siempre necesarios estudios clínicos, patrones de cumplimiento terapéutico y tolerancia de los pacientes, son ‘hojas de ruta’ obligadas en las que las mentes de los hombres de ciencia, como el profesor López Otín, se ven inmersas para que de ellas emerjan soluciones destinadas al bienestar de la humanidad a la que se entregan y sirven de manera ejemplar, casi sigilosamente, demostrando con ello una vez más que el ruido no hace bien y el bien no suele hacer ruido». Los descubrimientos y los avances en la medicina humana «se transforman de forma inmediata en avances de enorme utilidad y aplicación en la medicina animal» lo que contribuye al «bienestar de la humanidad tanto desde el prisma de la sanidad o Salud Pública como del de la producción». Por todo ello, el doctor López Otín ha recibido le homenaje de los veterinarios asturianos para los que es un ejemplo tanto desde el punto de vista científico como humano.

Desde 1987 es profesor de la Universidad de Oviedo en la que en la actualidad ocupa la cátedra de Bioquímica y Biología Molecular, donde desarrolla su labor docente e investigadora desde 1987. Su formación académica tuvo lugar en las Universidades de Zaragoza y Complutense de Madrid, donde se doctoró en el año 1984. Su labor profesional se ha desarrollado en el Centro Ramón y Cajal de Madrid, en el Centro de Biología Molecular «Severo Ochoa» de Madrid, y en las Universidades de Lund-Suecia, Nueva York y Harvard-usa. En la actualidad, trabaja en el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Oviedo, donde compagina su labor docente en las Facultades de Medicina, Química y Biología, con el desarrollo de una línea de investigación sobre Biología tumoral y más recientemente, sobre el análisis funcional de genomas. El trabajo del grupo que dirige ha permitido la identificación de más de 50 nuevos genes humanos y el análisis de sus funciones en la progresión tumoral y en otros procesos normales y patológicos, incluyendo los síndromes de envejecimiento acelerado. Además, ha contribuido a la anotación y caracterización del genoma humano y de otros organismos de interés en biomedicina, incluyendo el ratón, la rata y el chimpancé. Estos estudios le

han conducido a la introducción de nuevos conceptos como el del degradoma, para definir y analizar de manera global las estructuras y funciones de los genes codificantes de proteasas, un conjunto de proteínas que desempeñan funciones decisivas en la vida y la muerte de todas las células. Carlos López Otín pertenece a diversas Sociedades y Comités Científicos nacionales e internacionales, incluyendo la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, la Academia Europea y la Asociación Americana de Investigación en Cáncer; ha presidido la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer y ha promovido la creación del Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias. A lo largo de su carrera científica ha recibido diversos galardones y distinciones como el Premio Dupont en Ciencias de la Vida, el Premio Nacional «F. Echevarne» de Oncologia, el Premio «Carmen y Severo Ochoa» en Biología Molecular, el Premio Europeo de Bioquímica febs «25th Silver Jubilee», el Premio Cobos de Investigación Biomédica y el Premio Jaime I de Investigación. Sus trabajos han quedado recogidos en más de 200 publicaciones en libros y revistas internacionales.


medallas de oro 131

Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil de Asturias (seprona) La concesión, por unanimidad. de la más alta concesión honorífica al Servicio de Protección de la Naturaleza (seprona) de la Guardia Civil está justificada por la labor que desde tanto tiempo atrás «viene desarrollando en el ámbito de sus competencias, estrechamente vinculadas con el objetivo común de la profesión veterinaria de garantizar la salud pública de los ciudadanos; sin olvidar, lógicamente, el alto grado de colaboración y receptividad que los profesionales de la veterinaria han encontrado siempre en ese Servicio y en cada uno de sus integrantes» según consta en el acto de la Junta de Gobierno del Colegio de Veterinario de Asturias como motivos de la concesión.

El galardón que recibió el coronel Alfonso Santos Ferreiro en nombre del servicio, reconoce la enorme tarea de control y vigilancia que el Seprona ha realizado en Asturias durante estos años. Un servicio especialmente difícil en una región de una orografía muy compleja que exige un esfuerzo suplementario de los agentes. La ley Orgánica 2/1986 de 13 marzo de Fuerzas y Cuerpos establece en su artículo 12 que corresponde a la Guardia Civil la función específica de «velar por el cumplimiento de las disposiciones que tiendan a la conservación de la naturaleza y del medio ambiente, de los recursos hidráulicos, así como de la riqueza cinegética, piscícola, forestal y de cualquier

otra índole relacionada con la naturaleza». Y a ella se han dedicado con la abnegación y la capacidad sobradamente demostradas por el cuerpo que ha sido especialmente visible en Asturias. Para tales fines el cuerpo ha destinado a personal especializado que tiene tanto el empeño de evitar agresiones a la naturaleza como conseguir un marco natural idóneo para que los seres vivos cubran sin limitaciones su ciclo vital y el hombre pueda disfrutar ordenadamente de su entorno. El Seprona se organiza en unidades territoriales, una de las cuales tiene su sede en Asturias, y cuenta tanto con equipos de protección de la naturaleza y con patrullas que trabajan sobre el terreno. Entre sus tareas cabe destacar el fomento de conductas de respeto a la naturaleza; comprobar el estado de conservación de los recursos hidráulicos (continentales y marítimos), geológicos y forestales para impedir cualquier tipo de contaminación, agresión o aprovechamiento abusivo; colaborar en la prevención de incendios forestales; proteger el medio ambiente atmosférico vigilando su grado de contaminación y nivel de radiactividad; realizar las acciones tendentes a favorecer el normal desarrollo de la flora y fauna (continentales y marítimas) y particularmente de las especies protegidas; Contribuir al correcto aprovechamiento de los recursos forestales, cinegéticos y piscícolas y facilitar el adecuado disfrute del espacio natural impidiendo actividades que puedan degradarlo. En todas esas misiones las patrullas que han venido cumpliendo el servicio en Asturias han destacado siempre por su eficacia y por su colaboración que ha sido constante con los veterinarios del Principado.

2006


132 un siglo de veterinarios en asturias

2006 Fidel Astudillo Navarro Presidente del Colegio de Huelva y del Consejo Andaluz de Colegios Veterinarios

En este caso la concesión se otorga en reconocimiento a «su esfuerzo y dedicación desinteresada para que hoy, tanto el Consejo Andaluz de Colegios Veterinarios como el Colegio de Huelva, sirvan como referencia de gestión para muchos otros Colegios españoles». Además el Colegio de Veterinarios de Asturias considera que sus homólogos andaluces han mejorado las prestaciones de servicios a sus miembros pero también y al mismo tiempo han logrado que se reconozca la importancia de la profesión en el contexto social en el que se desenvuelve. También se reconoce su permanente apoyo y colaboración con este Colegio y su labor como consejero del Consejo General de Colegios Veterinarios de España.

Licenciado en Veterinaria, en la rama de Medicina y Sanidad, por la Facultad de Veterinaria de Cáceres (Universidad de Extremadura) en 1989, Fidel Astudillo ha desarrollado una rápida y muy consolidada carrera profesional. Ya en 1993 era presidente del Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios de Huelva. Y solo dos años más tarde, en 1995, era elegido presidente del Consejo Andaluz de Colegios Oficiales de Veterinarios. Como resultado del ejercicio de su tarea colegial fue consejero del Consejo General de Veterinarios de España entre julio de 2002 y diciembre de 2004. En todos esos cargos ha dado muestras de una especial sensibilidad para responder a las demandas actuales de los profesionales del sector, cuya problemática es muy diferente a la de épocas anteriores. En el ejercicio de esas responsabilidades

ha destacado por su apuesta por la dignidad profesional y por ubicar al veterinario en el lugar que le corresponde en las sociedades modernas. Como profesional ha sido Veterinario Oficial del Departamento de Sanidad Animal de la Delegación Provincial de Agricultura y Pesca de Huelva, donde ha desarrollado una intensa labor. También ha sido Coordinador del Plan Nacional de Investigación de Residuos y del Programa de Inspección de Medicamentos Veterinarios en Huelva. Además ha participado en varias campañas de erradicación de enfermedades como Peste Porcina Africana, Peste Equina Africana, Encefalopatía Espongifome Bovina y Lengua Azul. Campañas de control del Influenza Aviar..., y otras relacionadas con sanidad animal. Es además responsable de la Clínica Veterinaria «Nuevo Molino» de Huelva.


medallas de oro 133

Ignacio Oroquieta Méndez Presidente del Colegio de Veterinarios de Sevilla y presidente de la Red Española de Identificación de Animales de Compañía (reiac)

Se le concede la medalla de oro por su tarea al frente del Colegio de Veterinarios de Sevilla y por su permanente ayuda y colaboración con nuestro Colegio, así como por la defensa de los intereses de nuestra profesión desde el cargo de consejero del Consejo General de Colegios Veterinarios de España. Hemos de mencionar también la labor que desarrolla al frente de la Red Española de Identificación de Animales de Compañía (reiac). En este sentido, el acta de concesión destaca «la ayuda prestada para la creación y gestión de la base de datos del Registro Informático de Animales del Principado de Asturias (riapa)».

Madrileño de origen, Ignacio Oroquieta se licenció en Veterinaria en la Universidad de Zaragoza. Es veterinario militar y además ejerce como clínico de animales de compañía. En el ámbito colegial ocupa la presidencia del Ilustre Colegio de Veterinarios de Sevilla desde el año 1996. Y fue consejero del Área Previsión del Consejo General de Colegios Veterinarios de España desde junio 2002 hasta diciembre de 2005. Ha destacado en estos años por el empeño que ha puesto en el desarrollo de la identificación de animales. En tal sentido es consejero responsable del Registro Andaluz de Identificación animal y presidente de la Red Española de Identificación de Animales de Compañía. Es esta una gestión que ha desarrollado con especial brillantez y que ha servido de ejemplo a otras comunidades. Hoy dia se trata de un proyecto consolidado y de futuro. Además, en su condición de veterinario militar, ha participado en operaciones de ayuda humanitaria y mantenimiento de paz en Mozambique (2000) y en Kosovo y Macedonia (2000 y 2004) encuadrado dentro del Ejército español. Experiencias que le han permitido ver de cerca las dificultades y los problemas por los que pasaban esos países azotados por diferentes conflictos bélicos. Esta en posesión de la Encomienda y Cruz de la real Orden de San Hermenegildo, cruz del Mérito Militar, medalla otan y medalla de oro del Ilustre Colegio de Veterinarios de Jaén.

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134 un siglo de veterinarios en asturias


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136 un siglo de veterinarios en asturias

acto conmemorativo del primer centenario El broche al primer centenario del Colegio de Veterinarios de Asturias fue el acto celebrado el 1 de octubre de 2005 en Oviedo. Una sesión en la que hubo un recuerdo para todos los veterinarios que han pertenecido al Colegio a lo largo de la historia y en el que también se conmemoró la festividad patronal de la institución.


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Bajo la presidencia de Armando Solís y con la asistencia del consejero de Sanidad del Gobierno del Principado, Rafael Sariego, entre otras autoridades y destacadas personalidades, la ceremonia sirvió también para entregar las medallas de oro de la entidad que recayeron en el director general de Ganadería del ministerio de Agricultura, Carlos Escribano, y en el profesor e investigador de la universidad de Oviedo, Carlos López Otín. Fue una sesión académica muy emotiva por muchas razones. Por el recuerdo de tantos colegiados que con su esfuerzo han sido los protagonistas de esta historia cuya fotografías fueron apareciendo sobre la mesa presidencial, por las medallas otorgadas a los veinte profesionales que llevan más de cincuenta años colegiados, por el reconocimiento a los que han

cumplido veinticinco años y a quienes se dieron de alta en el último ejercicio. Y por el reencuentro que supuso la celebración. Por ejemplo, con el profesor Miguel Cordero del Campillo, medalla de oro del Colegio en 2004, puesto que por sus clases de la Universidad de León han pasado la mayor parte de los profesionales que ejercen en el Principado. Su magisterio es reconocido por todos. De todo ello dan testimonio las fotografías que se adjuntan en estas páginas que corresponden a la sesión desarrollada en el salón de actos del Colegio y que tuvo un colofón final dividido en dos partes: en la primera la Banda de Gaitas Ciudad de Oviedo clausuró el acto académico a los sones del Asturias patria querida y después se celebró un cena de gala que fue la guinda final de este primer Centenario del Colegio de Veterinarios de Asturias.


138 un siglo de veterinarios en asturias

juntas de gobierno Después de más de cien años de actividad y de varios traslados de sede social no ha sido posible encontrar algunas de las actas y de los datos imprescindibles para completar con carácter exhaustivo la historia de todas las Juntas, de todos los integrantes de las mismas, de todos los colegiados. Aun así es fácil entender que después de tantos avatares y tanto tiempo pueda ocurrir. La memoria colectiva, no obstante, está salvada por el conjunto de los que, de una u otra forma, aparecen en este libro.

1.ª junta de gobierno 30 de noviembre de 1905 presidente Benito Gaite Román secretario Manuel Fresno Torres vocal Felipe Ruenes junta de gobierno 13 de agosto de 1918 (Reorganización tras 10 años) presidente Francisco Abril Brocas vicepresidente José F. Chamorro secretario Nivardo Santos vicesecretario Faustino Mon tesorero Pedro López vocales Arturo Álvarez Mariano Lláser Luis López Fanjul junta de gobierno 21 de mayo de 1921 presidente Francisco Abril Brocas vicepresidente José F. Chamorro secretario Pedro Pardo Suárez tesorero Pedro López vocales Ignacio Fresno Mariano Lláser junta de gobierno 31 de diciembre de 1922 presidente Francisco Abril Brocas vicepresidente José F. Chamorro secretario Pedro Pardo Suárez tesorero Pedro López Alaiz vocales Ignacio Fresno Mariano Lláser junta de gobierno 28 de mayo de 1923 presidente José F. Chamorro secretario Pedro Pardo Suárez tesorero Pedro López Alaiz vocales Ignacio Fresno Mariano Lláser junta de gobierno 7 de marzo de 1924 presidente Ramón Rodríguez Font vicepresidente Manuel Fresno secretario Pedro Pardo Suárez tesorero Pedro López Alaiz vocales Alberto Muñoz José Fernández Chamorro Claudio Suárez Luis Martínez Martínez


anexo 139

junta de gobierno 10 de mayo de 1925 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Alberto Muñoz Bernaldo de Quirós secretario Pedro Pardo Suárez tesorero Pedro López Alaiz vocales Andrés Díaz Muñoz Juan Sánchez-Caro Vázquez José Fernández Chamorro Mariano Lláser Menéndez junta de gobierno 18 de octubre de 1925 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Alberto Muñoz Bernaldo de Quirós secretario Francisco Lorenzo Fernández vicesecretario César Nistal tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Juan Sánchez-Caro José Fernández Chamorro Mariano Lláser Menéndez

vicesecretario Francisco Borge Torrellas

tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Ignacio Fresno Torres Alberto Muñoz González vocal permanente José Fernández Chamorro junta de gobierno 20 de octubre de 1929 presidente Alberto Muñoz vicepresidente Andrés Díez Muñoz secretario Manuel Fresno vicesecretario Francisco Borge Torrellas tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Ignacio Fresno Torres Alberto Muñoz González vocal permanente José Fernández Chamorro

junta de gobierno 28 de mayo de 1927 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Alberto Muñoz Bernaldo de Quirós secretario César Nistal vicesecretario Juan Sánchez-Caro tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales José Fernández Chamorro Mariano Lláser Menéndez Pedro Pardo Suárez Andrés Díez Muñoz

junta de gobierno 6 de marzo de 1930 presidente Federico Palmeiro vicepresidente Andrés Díez Muñoz secretario Manuel Fresno vicesecretario Francisco Borge Torrellas tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Ignacio Fresno Torres Alberto Muñoz González vocal permanente José Fernández Chamorro

junta de gobierno 27 de mayo de 1928 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Alberto Muñoz secretario Pedro Pardo Suárez vicesecretario Juan Sánchez-Caro tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Hilario Ludeña Blanco Benito Gaite (renuncia el 14 julio 1928) Francisco Borge Torrellas vocal permanente José Fernández Chamorro

junta de gobierno 4 de mayo de 1930 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Federico Palmeiro López secretario Hilario Ludeña vicesecretario César Nistal tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Ignacio Fresno Torres Alberto Muñoz González vocal permanente José Fernández Chamorro

junta de gobierno 23 o 25 de mayo de 1929 presidente Francisco Lorenzo Fernández vicepresidente Federico Palmeiro López secretario Manuel Fresno Torres


140 un siglo de veterinarios en asturias

junta de gobierno 3 de mayo de 1931 presidente César Nistal vicepresidente Juan Sánchez-Caro secretario Pedro Pardo Suárez vicesecretario Luis Ballesteros Viguria tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Federico Palmeiro Toribio Ferrero López vocal permanente José Fernández Chamorro junta de gobierno 6 de junio de 1931 presidente Luis Ballestero Viguria vicepresidente Juan Sánchez-Caro secretario Pedro Pardo Suárez vicesecretario Francisco Borge Torrellas tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Federico Palmeiro Toribio Ferrero López vocal permanente José Fernández Chamorro junta de gobierno 1 de noviembre de 1931 presidente Juan Sánchez-Caro secretario Pedro Pardo Suárez vicesecretario Francisco Borge Torrellas tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Federico Palmeiro Toribio Ferrero López vocal permanente José Fernández Chamorro junta de gobierno 29 de mayo de 1932 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Juan Sánchez-Caro secretario Pedro Pardo Suárez vicesecretario Francisco Borge Torrellas tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Federico Palmeiro Toribio Ferrero López vocal permanente José Fernández Chamorro

junta de gobierno 19 de febrero de 1933 presidente Pedro Francisco Blanco Tejerina secretario Pedro Pardo Suárez vicesecretario Francisco Borge Torrellas tesorero Claudio Paulino Suárez Álvarez vocales Andrés Díez Muñoz Arturo Álvarez Pérez Federico Palmeiro Toribio Ferrero López junta de gobierno 7 de mayo de 1933 presidente Francisco Lorenzo Fernández vicepresidente Amando Calvo Arranz secretario Pedro Pardo Suárez vicesecretario Alberto Muñoz Bernaldo de Quirós. tesorero Claudio Suárez Álvarez vocales Hilario Ludeña Blanco Toribio Ferrero López Mariano Lláser Menéndez Juan Sánchez-Caro Vázquez junta de gobierno 6 de agosto de 1933 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Francisco Blanco Tejerina secretario Fernando Arribas Mayner tesorero Amando Calvo Arranz vocales Juan Sánchez Caro Pedro Pardo Suárez Hilario Ludeña Blanco Claudio Paulino Suárez Álvarez junta de gobierno 3 de mayo de 1936 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Alberto Muñoz Bernaldo de Quirós secretario Fernando Arribas tesorero Pedro Pardo Suárez vocales Juan Sánchez Caro Francisco Borge Torrellas Federico Palmeiro Clemente Fraile Rueda junta de gobierno 5 de julio de 1936 presidente Manuel Fresno Torres vicepresidente Juan Sánchez-Caro secretario Fernando Arribas tesorero Clemente Fraile Rueda vocales Hilario Ludeña Blanco Amando Calvo Arranz Federico Palmeiro Desiderio García Losa


anexo 141

comisión gestora 17 de diciembre de 1937 (Nombrada por el Gobernador Civil) presidente Alberto Muñoz B. de Quirós secretario Francisco Borge Torrellas tesorero Pedro Pardo Suárez junta de gobierno 8 de diciembre de 1940 presidente Francisco Borge Torrellas secretario Pedro Pardo Suárez tesorero Hilario Ludeña Blanco vocales Antonio Gumersindo Mon de la Uz Salustiano Fernández Llamazares junta de gobierno 21 de julio de 1943 presidente Julio Ochoa Uriel secretario Pedro Pardo Suárez vocales Salustiano Fernández-Llamazares López Isidro Paniagua Santos Francisco Borge Torrellas junta de gobierno 29 de agosto de 1944 presidente Julio Ochoa Uriel secretario Pedro Pardo Suárez vocales Salustiano Fernández-Llamazares Isidro Bienvenido Paniagua Santos Francisco Mombiela Senao junta de gobierno 5 de abril de 1946 presidente Federico Palmeiro secretario Pedro Pardo Suárez vocales Salustiano Fernández-Llamazares Julio Ochoa Uriel Claudio Suárez Álvarez junta de gobierno 11 de diciembre de 1949 presidente Federico Palmeiro vicepresidente Luis Rodríguez Ovejero secretario Pedro Pardo Suárez vocales José Teresa Remis Faustino Medio González junta de gobierno 1954 presidente Federico Palmeiro vicepresidente Carlos Borge Torrellas secretario Pedro Pardo Suárez vocales Félix Martínez Marco Faustino Medio González

junta de gobierno 9 de octubre de 1954 presidente Francisco Mombiela Senao vicepresidente Carlos Borge Torrellas secretario Pedro Pardo Suárez vocales Félix Martínez Marco Faustino Medio González junta de gobierno 29 de noviembre de 1954 presidente Francisco Mombiela Senao vicepresidente Hilario Ludeña Blanco secretario Pedro Pardo Suárez vocales José Teresa Remis Mariano Lláser Menéndez Ramón Comas Díaz junta de gobierno 4 de octubre de 1955 presidente Hilario Ludeña Blanco secretario Pedro Pardo Suárez vocales José Teresa Remis Mariano Lláser Menéndez Ramón Comas Díaz junta de gobierno 28 de noviembre de 1955 presidente Victoriano Calcedo Ordóñez vicepresidente Hilario Ludeña Blanco secretario Pedro Pardo Suárez vocales José Teresa Remis Mariano Lláser Menéndez Ramón Comas Díaz junta de gobierno 17 de marzo de 1956 presidente Luis Rodríguez Ovejero secretario Pedro Pardo Suárez vocales José Teresa Remis Carlos Borge Torrellas Faustino Medio Federico Lastra Montaña junta de gobierno 1963-1964 presidente Luis Rodríguez Ovejero secretario Luis Fernández Rodríguez vocales José Teresa Remis Carlos Borge Torrellas Faustino Medio González Manuel Cima García junta de gobierno mayo de 1968 presidente Luis Rodríguez Ovejero vicepresidente Carlos Borge Torrellas secretario Luis Fernández Rodríguez vocales José Teresa Remis Faustino Medio González Manuel Fernández Álvarez


142 un siglo de veterinarios en asturias

junta de gobierno 28 de abril de 1971 presidente Luis Rodríguez Ovejero vicepresidente Manuel Rodríguez García secretario Luis Fernández Rodríguez vocales Carlos Pérez Noriega Santiago Luis Martín José María Figueroa Martínez junta de gobierno 21 de febrero de 1975 presidente Luis Rodríguez Ovejero secretario Luis Fernández Rodríguez vocales César Martínez Corte Manuel Rodríguez García Santiago Luis Martín José María Figueroa Martínez junta de gobierno 22 de junio de 1977 presidente Luis Rodríguez Ovejero vicepresidente Santiago Luis Martín secretario Luis Fernández Rodríguez vocales César Martínez Corte Daciano Mancebo Merino José María Fernández Antón junta de gobierno 7 de julio de 1983 presidente Santiago Luis Martín secretario Luis Fernández Rodríguez vocales César Martínez Corte Pedro Campoy Paniagua José Antonio Pico García Esther Buesa Pretel junta de gobierno 7 de marzo de 1985 presidente Santiago Luis Martín secretaria Esther Buesa Pretel vocales César Martínez Corte Pedro Campoy Paniagua José Antonio Pico García junta de gobierno 28 de julio de 1986 presidente Santiago Luis Martín secretario Julio González Julián vocales Enrique Estrada Vélez Pedro Campoy Paniagua Heriberto Vidal Rey José Antonio Pico García Esther Buesa Pretel

junta de gobierno 30 de septiembre de 1989 presidente Santiago Luis Martín vicepresidente Nicanor Piñole Morán-Lavandera secretario Julio González Julián vocales José Antonio Miyar Casal Heriberto Vidal Rey Pedro Campoy Paniagua Jaime Marcos Beltrán Jesús Fernández Alonso junta de gobierno 29 de abril de 1996 presidente Juan José Fernández Torres vicepresidente Armando Solís Vázquez de Prada secretaria Esther Buesa Pretel vocales Celestino Gutiérrez García Roberto Suárez González José Carlos Bances Suárez María Muñiz Galarza José Manuel Benito Iglesias Nicanor Díaz Fonseca junta de gobierno 20 de enero de 1999 presidente Juan José Fernández Torres vicepresidente José Carlos Bances Suárez secretaria Esther Buesa Pretel vocales Celestino Gutiérrez García Francisco Blanco González Nicanor Díaz Fonseca Roberto Suárez González María Muñiz Galarza Roberto Martínez Rodríguez Arturo Quintana Rodríguez junta de gobierno 25 de octubre de 2001 presidente Armando Solís Vázquez de Prada vicepresidenta María Muñiz Galarza secretario Ricardo González Antuña Miguel Vázquez Fernández vicesecretario Agustín Brea Pastor Gerardo Gutiérrez Vergara tesorero Diego Más Franchini vocales Juan González Marcos Rafael Ortega Arias de Velasco


anexo 143

presidentes y colegiados de honor

presidentes de honor Eusebio Molina Serrano (1905). Veterinario, impulsor de la colegiación de la profesión. Niceto José García Armendáriz (antes de 1930). Veterinario. Santos Arán San Agustín (antes de 1930). Veterinario. Félix Gordón Ordás (antes de 1930). Veterinario y político, presidente del Gobierno de la República en el exilio y de la Asociación Nacional de Veterinarios. Manuel Fresno Torres (1945). Veterinario y presidente del Colegio de Asturias entre 1925 y 1937. Santiago Luis Martín (2003). Veterinario y presidente del Colegio entre 1983 y 1996. Juan José Fernández Torres (2003). Veterinario y presidente del Colegio entre 1996 y 2001. Luis Rodríguez Ovejero (2004). Veterinario y presidente del Colegio desde 1956 hasta 1983.

colegiados de honor José María Fernández Ladreda (antes de 1930). Alcalde de Oviedo. Julio Alonso Marcos (1929). Inspector provincial de Sanidad de Asturias. «La fiebre tifoidea se extendió en 1927, principalmente por Avilés y Soto del Barco, concejo este último donde el Inspector Provincial de Sanidad, don Julio Alonso Marcos, ya hizo emplear la vacunación oral contra la fiebre tifoidea, seguramente la primera en Asturias», en Historia del Colegio Oficial de Médicos de Asturias (1884-1976), de M.ª del Carmen Gorostiaga Luna, Oviedo, 1994, p. 43. Julio Ochoa Uriel (1946). Veterinario, Jefe Provincial de Ganadería, Presidente del Colegio de Asturias. Manuel Fresno Torres (1946). Repite mención honorífica. José María Suárez Fernández (1946). Veterinario de Pola de Siero. Benito Fernández García Fierro. Veterinario, jefe provincial de Ganadería. Fernando Martínez de la Grana (1975). Periodista de Asturias y director de La Mesta. Manuel Rodríguez García (1976). Veterinario y periodista asturiano. Ramón Muñoz Bernaldo de Quirós. Juez, magistrado, alcalde de Luarca y Gobernador civil de Sevilla y Jaén.

Según consta en el artículo 128 del Real Decreto 1840/2000, por el que se aprueban los Estatutos Generales de la Organización Colegial Veterinaria Española, los colegiados veterinarios, en el momento de su jubilación, si cuentan con más de veinte años de colegiación y no tienen nota desfavorable de sus expedientes colegiales, serán designados automáticamente Colegiados Honoríficos.


144 un siglo de veterinarios en asturias

colegiados El Colegio ha querido con esta publicación homenajear, sin excepción alguna, a los veterinarios que lo han integrado desde 1905 hasta ahora. Se han recopilado todas las fotografías a las que se han tenido acceso tanto por medio de las bases de datos del propio Colegio como por la cesión de los interesados o de sus familiares. Sin embargo, y pese a todos los esfuerzos, no ha sido posible que aparezca la fotografía de todos y cada uno de los profesionales de este sector en Asturias, lo que no es óbice para expresarles, a los que aparecen en estas páginas y a los que no están, el reconocimiento de sus compañeros y de la sociedad de la que formaron parte.


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1924 1. José María Suárez Fernández 2. Benito Gaite Román 3. Manuel Fresno Torres 4. Atanasio Orejas Álvarez 5. Faustino Mon Díaz 6. Alberto Muñoz Bernaldo de Quirós 7. Ignacio Fresno Torres 8. Luis López Alonso-Fanjul 9. Plinio Martín Ufano 10. Manuel Rodríguez Rodríguez 11. Víctor Rodríguez del Riego 12. Arturo Álvarez Pérez 13. Dionisio Melón Morán 14. Ladislao García García 15. Hilario Ludeña Blanco 16. Benito González Álvarez 17. Pedro Pardo Suárez 18. Luis Martínez Martínez 19. Federico Palmeiro López 20. Mariano Llaser Menéndez 21. Marcelino Díaz de Otazu Espeso 25. Antonio Díaz Maseda 1927 23. Francisco Borge Torrellas

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1928 22. Mauro González Cobo 24. Florentino Largo Portas 1930 26. Claudio P. Suárez Álvarez 27. José Canga Fernández 28. Teófilo Alcántara Guerra 29. Enrique Miguel Reyero

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1931 30. Manuel Arenas Fernández 31. Ulpiano Díez Pérez 32. Enrique J. Álvarez Mallo 1932 33. Jesús Robles Gallego 34. Salustiano Fernández-Llamazares López 35. Isidro B. Paniagua Santos 36. Luis Álvarez Comín

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1933 37. Juan Estebánez López 38. José Mata de Juan 39. José Jiménez Jandúa 1934 40. Gregorio de la Vega García 41. Atanasio Ríos Domínguez 42. José Teresa Remis 43. Blas Villar Flecha 1935 44. Antonio Tejeiro Fernández 45. Gumersindo Mon de la Uz 46. Alejandro Ortea Nachón 47. José Alfonso Cabezas


146 un siglo de veterinarios en asturias

1939 48. Enrique Robla Contreras 1940 49. Manuel Castañón Álvarez 50. Secundino Pérez Alonso 52. Carlos Borge Torrellas 53. Luis A. Fernández Rodríguez 54. Luis Suárez Baizán 55. Fernando Moro Fresno 56. Graciano García Fernández 57. Manuel Díez Blanco 58. Félix Moro Arranz 59. Casimiro Menéndez Álvarez 60. Manuel Migoya Gómez 62. Cipriano Fernández Díaz-Faes 63. Álvaro González Pardo-Olavarrieta 64. Domingo J. Sandoval Ruiz 65. Fernando Echevarría Fernández 1941 66. Raimundo García Rodríguez 67. Elías Fernández González 68. Francisco Monbiela Senao 69. Benigno Rodríguez Rodríguez 70. Luis Álvarez Nachón 71. José Juan Espina Sánchez 72. Genaro García García 73. Félix Martínez Marco 74. Valentín Rodríguez Rodríguez 75. Francisco Pérez Lobete

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1942 76. Faustino Medio González 77. Pedro F. Blanco Tejerina 78. Manuel Martínez García 80. Segundo Cano Martín 1943 81. Cesáreo Moro Fresno 82. Julián de Frutos Calvo 83. Juan José Velasco Blanco 84. Gonzalo Gómez Escobar 85. Valentín Jiménez Moro 86. Julio Ochoa Uriel 87. José Mata García 88. Ignacio Díez Pollán 89. Conceso Villán Cantero 1944 90. José Fanjul Cuevas 91. Jesús Huete Fernández 92. Emilio de Robles Ruiz 93. Manuel Rodríguez García 94. Luis Rodríguez Ovejero 95. Manuel Pérez Cobo 96. Antonio Fernández Martínez Zúñiga 97. Enrique González Méndez

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1945 98. Eligio Álvarez Prieto 99. Carlos Pérez Noriega 100. Manuel Guzmán Prieto 101. José Lecertua Iparaguirre

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1946 102. Fernando Aguirre Alonso 103. Luis Cue Tames 136

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anexo 147

>1951 104. Alfredo Armas Fernández 105. Luis García Moreda 106. José Atilio de Pablos Vázquez 107. Alejandro Fernández Quirós 108. José Menéndez González 109. José Ramón García-Hevia Alonso 146

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1948 125. César Cifuentes Martínez 126. Eloy Aldecoa Goyrigolzarre 127. Manuel J. Armas González 128. Atanasio Canela Díaz 129. Vitalino Fernández González 130. Nemesio Ramírez Pastor 132. José A. Álvarez Fernández 133. Secundino Arango Casarrubias 134. Ángel Suárez Menéndez 135. Bernardo Martín Barrado 136. Juan Manuel Fresno Aza 1949 138. Armando Ballina García 139. Abelardo Braga Blanco 1950 141. Manuel Fernández Braña 143. Ricardo Álvarez Comín 144. Manuel F. Martínez Bernardo 145. Fermín García Fernández 146. Pablo Suárez García 147. Alfonso Catalino Arranz 148. Gonzalo Fernández Agustí

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1947 110. Eustasio Serrano Gutiérrez 111. Carlos Comins Pérez 113. Andrés Vadillo Arroyo 114. Francisco Moro Cirujeda 115. Manuel Rodríguez Font 116. Enrique Alonso Leciñana 117. Temístocles Calvo Espina 118. Gerardo Blanco Castillo 119. Aniano González Rodríguez 120. Roberto Álvarez Ascaso 121. Ángel Fernández Fernández-Ruiz 122. Eduardo Alonso Cureses 123. Jacinto Robles Castro

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1951 149. Manuel Díaz Rodríguez 150. Gerardo Rodríguez Gayo 151. Francisco E. Suárez Fernández 152. Jesús R. Celaya Siñeriz 154. Justo Díez Domínguez 155. Emiliano Huerta Mateo 156. Nicolás Calleja Pérez 157. Manuel Rodríguez Rubio 158. Leoncio de las Moras Vallejo 159. Laureano González Ovejero 160. Pelayo Álvarez Álvarez 161. José Sanjuan del Barrio 162. Avelino Caballero Díaz 163. Ricardo León Blanco 164. Miguel Rico Díaz 165. Gonzalo Rodríguez Pérez


148 un siglo de veterinarios en asturias

>1959 1952 166. José Antonio Trapiello Montes 167. Marcelino Díaz de Otazu Hevia 169. José Manuel Fernández Díaz 1953 171. Manuel Ortiz Cuello 172. Antonio Espi Bagur 173. Lorenzo López Santiago 175. Manuel García López 176. Luis Álvarez Aza 177. Pedro Fernández Rodríguez 178. Ramón Comas Díaz 180. Celestino Hevia Martínez 182. Juan Cifuentes Salvadores 183. Luis Ortega Alonso-Villaverde 184. Benigno Diego Vecino 186. Enrique Domínguez Domínguez 187. Elías Portos Martínez 188. Ricardo Cuervo González 189. Rafael Corrales Villa 1954 191. Federico V. Lastra Montaña 192. Adolfo García Fernández 193. José Ramón Vigil Carbajal 194. Ignacio Fresno Aza 195. Herminio Cuetos Hevia 196. Laurentino Santo Tomás Velasco 197. Manuel Cima García 198. Manuel Martínez Caso 199. Alfonso Martínez Hevia 200. Aquilino Sabino Martínez Parajón 201. Ramón Cobián Limón 203. José R. Suárez González 204. Andrés Arturo Fernández Castaño 205. Oscar Mori Menéndez 206. Antonio Vicente Díaz Díaz 1955 207. Vicente Pinto Alonso 208. Luis Ladaria Caldentey 209. Daciano Mancebo Merino 210. Santiago Luis Martín 212. Indalecio Martínez Revuelta 213. Victoriano Calcedo Ordóñez 214. Antonio Villalaín Landarica 215. Manuel Alonso Cueva 216. Ramón Fernández Fuejo 217. Álvaro Viesca Garrido 218. Arturo Soldevila Feliú 219. José Ramón Piñán Junco 220. Enrique Ibáñez Fernández 1956 221. Ramón F. Rodríguez Álvarez 222. Juan José Oñate González 223. Francisca Vacas Espinosa 224. Emilio Díaz Esnal 225. Antonio Salcedo García 226. Francisco Carrera Abeijón 227. Ángel Lombas Álvarez 228. Eladio Sáez Rodríguez 229. Jesús Fernández Alonso 230. Roberto Ruiz Álvarez 231. Ángel Montero Sevillano 232. Santiago Lavín Arenas

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1957 234. Santiago Carlos Vacas Fernández 235. José María Fernández Antón 236. Mariano Sanz Calleja 237. Valentín Secades Rodríguez 238. Miguel Luis Pérez González 239. Víctor Tuñón Suárez 240. Julián Núñez Langa 241. Sabino Sáez de Ocariz Mendiola 242. Antonio Vega Herrera 243. Manuel González Fernández 244. José Luis Pablo del Castro 245. Agustín Barrio Ruiz-Olalde 1958 249. Manuel R. Jaquete García 250. Francisco Montenegro Lobato 253. Lorenzo J. Rodríguez Saravia 254. Micaela Rodríguez Rubio 255. Antonio Lobo Baizán 256. Francisco Montero Muñiz 257. J. Armando García Peña 258. Juan Luis de la Vega Solís 259. Federico Varela Hyde 260. Alfredo Martínez Portal 261. Prudencio Suárez López 262. Cándido Rodríguez González 1959 263. Mauro González Suárez 264. José Aller Fernández 265. Máximo Pérez García 266. Leoncio Fidalgo Tejedor 267. Benigno Fernández Fernández 268. Emilio Fernández Suárez 269. Higinio Fernández Fernández 270. José Virgós Aguilar 271. Desiderio García Losa 272. Baldomero César Martínez Corte 273. Luis García Bartolomé 274. María Asunción Maestro Guerra 275. Mariano Santos Gutiérrez 276. José Ramón González de Prado 277. Joaquín Carlos Quintana Muñiz 278. José R. Rodríguez Carrocera 280. José García Álvarez 281. Matías Mandado Martín 283. Jesús Manuel Fernández García 284. José Manuel Rodríguez González 285. Ángel Antonio Alonso González 286. Pedro Mancho Gobernado 287. Fernando Peña Martín 288. Eulogio Segurado Ferrero 289. José María González González 290. Victorino Mayo Lorenzo 291. David Fernández Argüelles 292. Clodomiro Nicolás Fernández 293. Pablo Martín Álvarez 294. Vicente González Velasco 295. Julio N. García Álvarez 296. José Luis Olay Díaz 1960 297. Victorino Santamarta Hamponera 298. Luis Montilla Amor 299. José Héctor Fernández Martínez 300. Gerardo Toyos Amandi 301. Armando Pariente Llamas

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150 un siglo de veterinarios en asturias

302. Jesús García Argüelles-Martínez 303. Armando Fernández Álvarez 304. Manuel Blanco Álvarez 305. Herminio Argüello Brugo 306. Leodicio Lerma Ortiz 307. Joaquín García Valdés 308. José Francisco Gutiérrez Fernández 310. Pedro Fernández Llamazares-López 311. Andrés Tapia Vicente 312. Manuel Francisco Carcedo Bernardo 313. Francisco Javier Mezquita Martínez 1961 315. Luis García Ruiz 316. Miguel Fernández Prieto 317. Antonio Dionisio Lanza Lanza 318. Félix Población del Río 319. José Mendarte Casares 1962 320. Manuel Rodríguez Morán 321. Juan José García Álvarez 322. Benito Fernández García-Fierro 323. Manuel Rodríguez Paseiro 324. José Manuel Noval Rodríguez 325. Enrique Rodríguez Campelo 326. Francisco Bolado Marcos 327. Vicente Calvo Martínez 328. Eusebio Díaz Pastor 329. Alejandro García Díez 330. Luis Llorián Menéndez 331. Victorio Manzano Rodríguez 332. Salustiano Guariño Alonso 335. Evaristo Sánchez del Pulgar 1963 336. José Ramón García Peláez 337. José María Figueroa Martínez 339. Gelasio Higuera Hidalgo 340. Alejandro Ángel Gil Enciso 341. Basilio Rodríguez García 1964 342. José María Rodríguez Vega 343. José Flórez Suárez 344. Manuel Laveañaga Garitano 345. Víctor Manuel Secades Rodríguez 346. Joaquín José Fernández Casado 347. Genaro Hidalgo Quiñanes 348. Luis Braulio Alonso Campón 349. Ruperto García Rodríguez 350. Fernando Guada Marcos 351. Alfonso Velasco Goicoechea 1965 352. José Fernando Álvarez Álvarez 353. Manuel Menéndez Álvarez 354. José Manuel Martínez Portal 355. José Cano García 356. Lupicinio Prieto Tejerina 357. Ramón Menéndez Rodríguez 358. Santiago Martínez Tejedor 359. Laureano García Díez 360. Gerardo Pascual López 361. Manuel Fernández Álvarez 362. Hortensio Martínez Vega 363. Prudencio García González 364. Elvio García Porras

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365. Ángel Díaz Arias 366. José Colunga Álvarez 367. Félix Martínez Llamazares

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1967 368. Efrén Gómez Astudillo 369. Eladio Melero Martínez 370. Francisco Melchor Uzquiza 371. Isaac Valdés Marcos 372. Dionisio González Gutiérrez 373. Pedro Lobo Baizán 374. Vitorio García Arias 375. José Álvarez Beltrán 376. Félix Velasco de la Torre 377. José María Gómez Royo 378. Manuel Montes Miranda 379. Francisco Carneado García 1968 380. Ángel Martínez González 381. Enrique Morán Alonso 382. Rafael Crespo Fernández 383. Saturnino Sánchez Herrejón 384. Amancio Malsan Marcos 385. José Adolfo Alonso Álvarez 1969 386. Enrique Reguero Mencía 387. José Canga García 388. Dionisio Cifuentes Zarracina 1970 389. Alberto Mediavilla Martínez 390. José Luis Cascallana Azcona 391. Juan José Rubio Fernández 392. Emilio Fernández Fernández 393. Antonio Peña Díaz 395. Alfredo del Pozo García 396. Felipe Gómez Fernández 397. Narciso Marcías Cordero 1971 398. Pedro Campoy Paniagua 399. Oscar Álvarez Álvarez 400. Ángel Lombas Barco 401. José Suárez Barga 402. José Luis Suárez Menéndez 403. Carlos Centeno Escudero 1972 405. José I. Casado de Celis 406. Luis Valbuena Alonso

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1973 407. Corsino García Valero 408. Mariano Luis Martín 409. Francisco Boto Menéndez 410. Inocencio Abril González 411. José García Álvarez 412. Alfredo Burgos González 413. Antonio Díaz Ragel 414. Luis Giraldes Zurdo 415. Ulpiano González Prieto 416. Félix Martínez Llamazares 417. Domingo Martínez Matatagui 418. Roberto García García 419. Pedro Ángel Ordóñez García 420. Juan Rodrigo Calvo


152 un siglo de veterinarios en asturias

>1985 1975 422. Pedro Moreno Merino 423. Manuel Fernández Fernández 1976 425. Jesús Higón Osorio 426. Agustín Zapatel Benito 427. Antonio Ortiz Peña 428. José Factor Martín 429. Vitalino Hernández de la Red 430. José Manuel de Castro Quiñones 431. Luis María Muñiz Tuero 432. Tomás Villacorte Valvuena 433. Juan Martínez Ferrando 434. Iluminada Álvarez Pérez 435. Rafael González del Busto 436. Juan Manuel Rodríguez Polo 437. José Andrés Noriega Arces 1977 438. José Luis Zapico Casas 439. Julio Calvo Escandón 441. Publio Álvarez Álvarez 442. Fermín Álvarez Banero 443. Baudelio Martínez Valverde 444. Alejandro Álvarez Roces 445. Antonio Palau Osoro 446. Félix Martínez García 447. Ignacio Menes Álvarez 1978 448. Francisco Javier Matesanz Gómez 449. Víctor Manuel Loche Fernández 450. Carlos Escribano Mora 451. Nicanor Díaz Fonseca 452. María del Carmen Alonso Alvargonzález 453. Víctor Fernández Pastrana 454. Luis Miguel Ruiz Braña 455. Emilio del Busto Solís 456. Rafael Mirantes Arias 457. Jesús María Rodríguez Cadenas 458. Eulogio Cabello Velasco 459. José Montes Miranda 460. Esther Buesa Pretel 461. Ramón Corral Díaz 463. Ovidio García García 464. Honesto García Colado 465. Sócrates Merino Bravo 466. Martín Gutiérrez Mariano 467. Tomás Elvira Buergo 468. Luis Carlos Suárez Menéndez 469. Jesús María Pérez Cotarelo 470. José Antonio Picó García 1979 471. Mario Peláez Suárez 5471. Ángel García Oliveira 472. Alfonso Llano Terán 473. Cesáreo García Iglesias 474. Nicanor Piñole Morán-Lavandera 476. José Pérez García 478. Francisco Javier Velasco Álvarez 479. Francisco Javier Pérez Menéndez 480. Fernando Vijande Fernández 481. José Manuel Fernández Rodríguez 482. Víctor Sánchez Fernández 483. Francisco F. Blanco González

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anexo 153

484. José María Sánchez López 485. José Manuel Fernández Rubio

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1980 486. Aurelio Alejandro Alonso Pantoja 487. Juan Andrés García Bernal 488. César María Rodríguez Fernández 489. Ricardo González Antuña 490. José Miguel Prieto Martín 491. Francisco Menéndez Bescos 492. Eugenio González Aguilar 493. Ana María Fernández Pérez 494. Salvador Nieto Calleja 495. José Emilio Ojeda Fernández 496. Lorenzo Rien Gómez 497. Alfonso Ordiales Fonseca 498. José Ovidio Villanueva Gamonal 499. José Francisco González Pérez 500. José María del Río Peralta 501. Mariano Antuña Fernández 502. Benigno Fernández Fano 504. Benito Méndez Rivera 1981 505. Benito Garrido Mora 506. José Antonio González Sacristán 507. Rafael Ros de la Infanta 508. Mariano de la Fuente Gutiérrez 509. María Carmen Martínez Álvarez 510. Juan José Fernández Torres 511. Amelio Fernández Varela 512. Vicente Ferrer González Álvarez 513. Juan José González González 514. María José Lueso Sordo 515. Tomás Gutiérrez Badiola 516. Manuel Elvira Bueno 517. Luis César García Alsón 518. Miguel Ángel Gómez Berzal 519. Manuel Bueno Ruiz 520. Xabiel González Menéndez 521. José Martín Díez Casado 522. Francisco Javier Moral Palacio 523. Sonia Moreno Martínez 524. Ignacio J. Carro Pérez 525. María Dolores García Brañas 526. Roberto Pérez Grana 527. Eugenio Miranda Sevillano 528. Fernando Funes Ruiz de Adana 529. Patricio Nicolás Carcedo 530. Mohamed Walid Mohsen Honsen 531. José Manuel Cavero Pérez 532. Juan Manuel García Fernández 533. Coral Mateo Sánchez 1982 534. Jacinto López Ramos 535. Gerardo Niembro Fernández 536. Margarita Suárez Menéndez 537. Gervasio Rodríguez Rodríguez 538. Emilia Novoa Quesada 539. Miguel Ángel García Cantón 540. Lucio Ignacio Carbajo Goñi 541. Amalia Salvador Ureta 542. Esther Alegre Bernal 543. Josefina Gómez Marco 544. Antonio Manuel Menéndez Díaz 546. Rubén Palanca Llamazares 548. Juan Manuel Rodríguez Stendel


154 un siglo de veterinarios en asturias

549. Rosa Rojo Casado 550. Ángel Álvarez Alonso 551. Begoña Pozo Martínez 552. Claudio Álvarez López 553. José A. Faustino Martínez Díaz 554. Ignacio Ocio Fernández 555. Roberto Benito González Suárez 556. Manuel Antonio Menéndez Fernández 557. José Alberto González Rodríguez 558. Severino Fernández Fernández 559. José Muñiz Gómez 560. Celestino Gutiérrez García 561. Fernando Acero Castro 562. Rafael Ángel Eguiño Marcos 563. Enrique Gómez Piñeiro 564. Manuel Díaz Cano 565. Miguel Ángel Gómez Fierros 567. José Ignacio Altolaguirre Bernicer 568. José Ramón Guada Díez 569. Julio González Julián 570. Ibo Álvarez González 571. Pedro Álvarez Álvarez 572. Jesús Hugo Ruy López 1983 573. Gumersindo de la Riera Díaz 575. José Manuel Valle Rueda 576. Francisca Copano Romero 577. Germán Bertrand Baschwitz 578. Francisco Romen Breguera 579. José Luis Montero Muñiz 580. Antonio Suárez Pérez 581. Luis Jorge Corte Solares 582. José Manuel Prendes García 583. Ricardo Vecilla Rojo 584. Francisco Javier Álvarez Pérez 585. José Manuel Riesgo Fonseca 586. Luis Miguel Suárez Menéndez 587. Ramón L. Molinari Malo 588. Luis Alonso Marquiegui 589. María Carmen Gómez Sánchez 591. María Carmen García Castro 592. Rafael Bermejo Zofio 593. Ana María Martínez Serrano 594. José Luis Paramio Lucas 595. José Antonio Gómez Muro 596. Icíar Araguistaín Valle 597. Tomás Solanilla Buil 598. Trinidad Miguélez Guerra 599. Francisco Javier Carro Pérez 600. Antonio Redondo de la Villa 601. Gonzalo Ferrero García 602. Heliodoro Rubio Bardón 603. Enrique Díaz Yubero 604. Bernardo Miguélez Mantecón 605. Lorenzo Rieu Altozano 606. José Acisclo García Puente 608. Cándido Bonifacio Menéndez Fernández 609. Luis Alberto López Fernández 610. Vital García Velardiz 611. Francisco Javier Aguilar Fernández 612. Beatriz Garcés de Marcilla Bayo 613. Michael Steven Riesco Rodríguez 614. Celso Díez González 615. Arturo Vijande López 616. María Ángeles López Arango 617. Santiago R. Barrio Fronce 618. José Lluva Mera

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anexo 155

619. Celso Sevillano González 620. Marta García Pérez 621. Liberto Torres Sanclemente 622. Néstor Aller Fernández 623. María Carmen López Andrés

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1984 624. Luis Arnaiz Ronda 625. Rafael Prieto Fernández 626. Miguel Ángel Álvarez Díez 627. Federico Porchez Vaudou 628. José Ignacio Fontecha Rodríguez 629. Luis María Arribas Andrés 630. Amaro Álvarez Feito 631. Carlos Higinio Rodríguez Canal 633. José Manuel Benito Iglesias 634. Heriberto Vidal Rey 635. Felipe Gayo Suárez 636. Antonio de Padua Correa Torres 637. Miguel Ángel López Fernández-Santos 638. Emilio García Suárez 640. Teógenes Fernando Álvarez Muñiz 641. Rosa María Fernández Ordóñez 642. Antonio Palacín Vega 643. Tomasa Tarsila Arce Bernardo 644. Ángel Llanos Pelliter 645. Avelino Rivilles Villar 646. José Navarrete González 647. José Celso Álvarez García 648. Elena Sanz Santillana 649. José Antonio Sacristán García 650. Miguel Ángel Carretero Torre 651. María José Romero Magarzo 652. Ricardo Fernández Fernández 653. Miguel Alcaide Guindo 654. Ana Junco Bonet 655. Susana Martín Arechavala 657. Carlos Saco Dulanto 658. Ángel Mendizábal Albizu 660. Violeta Santos González 661. Francisco Ignacio Hernández García 662. Pedro Alejandro González García 663. José María Fernández Mallo 664. Ángela Gallardo Gallego 665. Concepción Álvarez Llanos 667. Manuel Fernández Uría 668. Francisco Javier Laruelo Cobián 669. Alberto María Fernández Rodríguez 670. Miguel Ángel Beneítez Gutiérrez 671. Jaime Marcos Beltrán 672. María Rocío Rodríguez González 673. Luis Alfredo García Fernández 674. Juan Carlos Castaño Escandón 675. María Soledad Muñiz Galarza 676. Ramón Fernández Revuelta 677. Laila Baptista Kohring 1985 678. Luis Alonso Echevarría 679. José Ángel Lobato de la Granda 680. Rafael Andrés Estrada 681. Francisco Rodríguez Urdiales 682. José Carlos Alonso de Mier 683. José Manuel Suárez de Vivigo Fernández 684. Antonio Alonso García 686. Ana Isabel Barrio Ruiz-Olalde 687. Marta María Vara González 688. José Luis Lorenzo González


156 un siglo de veterinarios en asturias

689. María Francisca Marqués López 690. Carlos Redondo Fernández 691. Ana Isabel Alonso Rodríguez 692. Cristina Fierros Pérez 693. José Varela Pérez 694. Francisco Javier Villaamil Rodríguez 695. José Antonio Miyar Casal 696. Julio C. Menéndez Fructuoso 697. David Iglesias García-Conde 698. Horacio Rodríguez Bango 699. Rafael Ortega Arias de Velasco 700. Ignacio Jesús Torcida-Álvarez Marco 701. José González Prats 702. Manuel Marín Llopis 703. María José Llamazares Fernández 704. Ana María Orlandi Morales 705. Miguel Ángel González Rivero 707. Carlos Sánchez Prieto 708. Belén Gil-Albert Marín 709. María Nazaret García Cuadrado 710. Santiago Fernández García 711. Antonio Romano Negrillo 712. Emilio Bartolomé Martínez 714. Enrique Estrada Vélez 715. Beatriz Estrada Fernández 1986 716. Antonio Saavedra Castro 717. Francisco Javier de Arquer Pulgar 719. José Antonio López Otero 720. José Manuel Llompart Riera 721. Ricardo Jorge López 722. Alfredo Basilio Turienzo Fernández 723. Julia Rodríguez Suárez 724. José Manuel Balbuena Suárez 725. Emilio Gaspar Giménez 726. Pablo J. Imaz Isasi 727. José Modesto Vallejo Ibáñez 728. María Mercedes Prendes Díaz 729. Alberto Sánchez Gómez 730. Laureano Llavona Gómez 731. Juan Agustín González Marcos 732. Fernando González Collar 733. Jesús Manuel Fernández González 735. Fernando Ferrer Gutiérrez 736. Virgilio C. Rodríguez García 737. María Lourdes García Martínez 738. Juan R. Fuenteseca Fernández 739. Gabriel González González 740. Celestino Sánchez Préstamo 741. María Begoña Pérez Llano 742. Pedro García Casado 743. Alberto Espi Felgueroso 745. Miguel Ángel Barona Heras 746. Carlos Vázquez Díaz 747. Constanza Mora Bongera 748. María Teresa Casado Palacios 749. José Luis Muñiz Rodríguez 750. José Luis Rego Fernández 751. Alberto Fernández Menéndez 752. Alberto Linde Menéndez 753. José Heredia León 754. Fernando Gamonal Menéndez 755. Julián Manuel Pérez-Mayo Peláez 756. Enrique Ángel López Carrascosa 757. Manuel Ángel Martínez Álvarez 758. Marta Cernuda Álvarez 759. María Teresa Sánchez Álvarez

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anexo 157

760. Xico Xabel Cifuentes Fernández 761. Eliseo López Díaz 762. Santiago Collado Vilella 763. Fernando Sacristán Castañeda 764. Leopoldo Hoces Castro 765. José Antonio López Coto 766. Juan Luis Gómez Jiménez 946

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1987 767. Rubén Arrate González 768. Carmen Díez Monforte 769. Pedro Alvarado Alonso 770. José Manuel García Carbajales 771. Carmen González Felgueroso-Tuero 772. Cándido Rodríguez Fernández 774. Pedro Rodríguez Iglesias 776. Alberto Grijalbo Obeso 777. José Manuel García Rojo 778. Juan F. Maestro Mallo 780. Porfirio Gómez Castaño 782. Carlos Olegario Hidalgo Ordóñez 783. Manuel Antonio Queipo Rodríguez 784. Isabel Álvarez Fernández 785. Silverio Fernández Fernández 787. José Antonio Morán Fernández 788. Pablo Rodríguez Ordax 789. Jesús Fernando Vázquez González 790. Juan Antonio Soler Herrero 791. Francisco Javier Parra Rodríguez 792. Ana Isabel Gutiérrez Valdés 793. María Alicia Parages Pérez del Yerro 794. Daniel Barturen Fanjul 795. Enrique Manovel López 796. Fidel García Arroyo 797. Francisco Javier Cascallana Álvarez 798. Joaquín Fernández Álvarez 799. Tomás Nicieza Fernández 800. Olga María Blanco Palau 801. Francisco Javier Rubio Menéndez 802. María Benedicta Campano León 803. Pelayo Pire Díaz 804. Graciela Vallín Díaz de Monasterio Guren 805. Juan Manuel Álvarez Llana 806. Armando Solís Vázquez de Prada 807. María Belén Ferrero Rodríguez 808. Antonio Rodríguez Gutiérrez 809. María Dolores Manjón Arranz 810. Marcelino Rodríguez Magadán 811. Pablo Luengos Álvarez 812. José Agüera Menéndez 815. Jorge Fernández Sienra 816. Trinidad Álvarez Fernández 817. Francisco Noriega Gravina 818. Luis Conchello Moreno 1988 819. José Antonio García Menéndez 820. Salvador Pérez Ayala 821. Katia Rodríguez Torre 822. José Luis Ibáñez Martínez 823. María Luisa Hevia Méndez 825. José Antonio Prieto García 826. Juan Carlos Méndez Díaz 828. María Jesús Díaz Cuyar 829. María Fernanda Fernández Barros 830. Luis María Venta Cueli 831. Esteban Martínez Artime 832. Germán Fernández-Cano Díaz


158 un siglo de veterinarios en asturias

833. Isabel Centeno Eizaguirre 834. David Fernández García 835. María Asunción Gómez Melero 836. Jesús Alberto García Andrés 837. María Paz Fernández García 838. Enrique Rodríguez Nuño 839. José Manuel Ramos Romero 840. María Dolores González Torres 841. Mónica Gutiérrez Suárez 842. José Alberto Rodríguez Menéndez 843. Elena Menéndez Suárez 844. José Manuel González Braga 845. Javier Pumares Mateo 846. Enrique Fernández Cabezas 847. José Manuel García Ferreria 849. María Consolación Fernández Fernández 850. Antonio Cifuentes González 851. María Marisa Pérez Martínez 852. María Josefa Barbón Lobo 853. María Luisa Carreño Hevia 854. Ángel Rodríguez López 855. José Antonio Parra Rodríguez 856. Antonio Fernández Menéndez 857. Juan María García Jiménez 858. Rosa María Pérez Fernández 859. José Ricardo García Menéndez 860. José María Drake Benito 861. Yolanda Rodríguez Rodríguez 1989 862. Fernando Suárez Sánchez 863. Mauricio de los Santos García 864. Alfonso Villa Terrazas 865. José Belarmino Rodríguez González 866. Fructuoso Valles Toral 867. Antonio García Junquera 868. Manuela Fernández García 869. Fernando Gutiérrez González 870. Javier Fernández Suárez 871. Víctor Dizy García 872. José Manuel Martínez Cadenas 873. Luis Vigil-Escalera Guirado 874. Armando González Rodríguez 875. Carmen Fueyo Díaz 876. Rocío Monedero Higuero 877. Pedro González Quirós Menéndez de Luarca 878. Rosa Urdiales Garmón 879. Nicolás Lozano del Río 880. Esther Sevillano Santamaría 881. Sergio Vergara Fernández 882. Francisco Javier Ruiz Estrada 883. Emilio Noval Rodríguez 884. Juan José García Prendes 885. Javier González Romanillo 886. Etelvina Urdiales Campos 887. María Joelle Cuesta Briand 888. María José Bastián Pérez 889. Eufrasio Ramos Calles 890. José María Zapico Ordóñez 891. Jesús Fraile Clemente 892. Ramón Balsera Riesgo 893. Jorge García González 894. Alfonso Raffin del Riego 895. Francisco Javier Dorronsoro Achaval 896. Mercedes Peña Cela 897. José Luis López García 898. Manuel Ballesta Bardagui 899. María Cruz Barrio Ramos

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900. María Ángeles González Álvarez 901. Juan José Feito García 902. Juan Carlos Fonseca Vicentiz 903. Juan Carlos González Fernández 904. Berta Arias Vázquez 905. Jesús Ríos Prieto 906. Pablo Martínez López 907. Carmen Rodríguez González 908. María Ángeles Olmo Zapatero 909. José Luis Espinedo Álvarez 910. María Luisa Domínguez Cortijos 911. Miguel Clerins West 912. José Ramón Ordieres Tuero 913. Juan José García Pelaez 914. Francisco Javier Aramburu Villar 915. María Mar Obaya García 916. Mario José Corrales Canel 1990 917. Pablo José Calvo Calvo 918. Luis Javier Camblor Fernández 919. Amaya Beyebach Bendisch 920. Rafael Acón Fernández 921. Miguel Vázquez Fernández 922. Agustín Alberto Gil Ramos 924. Manuel Sevillano Villar 925. Jesús Martín Vicente 926. José María Gorráiz Martín 928. Luis Miguel Álvarez Morales 929. Juan José González Méndez 930. Pilar Suñé Ortiz 931. Raimundo Tejedor Morán 932. Carlos Enrique Rodríguez González 933. Federico García Álvarez de la Villa 934. José María de Mier Fernández 935. Félix Flórez Casillas 936. Víctor Manuel García Nieto 937. María Begoña Villar Rodríguez 938. José Manuel Granda Valbuena 939. Ramón Alfonso Fernández Rea 940. Ignacio Otero Combarro 941. Jesús Ángel Quiroga Huerres 942. Germán José Yanes Alonso 943. José Sanzo Fernández 944. Elena Álvarez de la Fuente 945. Isidro Fernández Fernández 946. Jorge Luis García Piloñeta 947. Carlos Orlando Martínez Sánchez 948. Manuel Antonio Alonso Labra 949. Víctor Romero Pérez 950. Asahac Tarcha Tahan 951. Manuel González García 952. Gerardo Pajares Bernaldo de Quirós 953. Miguel Ángel Martínez López 954. María Pilar Suárez Oliveira 955. Agustín Brea Pastor 956. Eugenia del Coz Díaz 957. Antonio Zapico Fernández 958. Armando Ramón Reyero 959. Fernando José Díaz Soberón 960. Jaime Vidal Feu 961. José Suárez Rodríguez 962. Rosa María Hernández López 963. José Clemente Fernández Fernández 964. Mariano Villagra Rodríguez 965. Ana María Dupla Portera 966. Juan Luis Amor Fernández 967. Juan Carlos Vázquez García


160 un siglo de veterinarios en asturias

>1994 968. Carmen Amelia Alonso Cuervo 969. Félix J. Martín García 970. Rafael Santiago Dueñas Carazo 971. Gemma Fernández Aparicio 972. Luis Miguel Blanco Sánchez 973. María Jesús Campomanes García 974. José Luis Argüelles García 975. María Felicidad González García 976. Isaac González Martínez 977. Ricardo Urrutia González 978. María Jesús Llaneza Fernández 1991 979. María Luisa Apellaniz Miranda 980. José C. García de Castro 981. Margarita Íñigo Graner 982. Ramón Miguel Martínez Pereda 983. José Luis Fernández Blanco 984. José María de Ropero Mateos 985. Luis Bautista Fernández García 986. Juan José Muñoz Mallada 987. Juan José Pérez Jánez 988. María Pilar Alonso Aller 989. Gerardo Gutiérrez Vergara 990. Itala Sunyer Dequigiovanni 991. Antonio Vázquez Fernández 992. Javier García Álvarez de la Villa 993. Mario Iglesias Menéndez 994. María Carmen Rodríguez Bombín 995. Enrique Fernández Enterría 996. José Antonio Ron García 997. Delfina Álvarez Nistal 998. Graciela Rivera Andrés 999. Alfredo R. Castells Gil 1000. José Manuel Meana Busto 1001. José Luis Rodríguez Carbajales 1002. Francisco Manuel García Vitoria 1003. Gonzalo Díaz Aguiló 1004. María Ángeles Murciego Fernández 1005. Jorge Álvarez Puente 1006. Raúl Fernández García 1007. Gonzalo Valle Fonck 1008. Ramón Vidal García 1009. Delfín Solís Cordero 1010. Manuel Montes Carneado 1011. Patricia Tremblay Giordano 1012. Juan Luis Manso Rodríguez 1013. Amable Iglesias Cabaneiro 1014. María Naranco González Martínez 1015. Gonzalo Esteban Álvarez Fernández 1016. Rosa Elena Jiménez Viñuela 1017. Juan Menéndez Fernández 1018. Francisco Javier Muguerza Aizpuru 1019. Gloria González Álvarez-Cienfuegos 1020. José Vicente Fernández Peciña 1021. Almudena Gómez Andre 1022. Blanca Tuñón Noyón 1023. Juan María Herrero Casquero 1024. Juan Manuel Llames Bautista 1025. Pedro López Suárez 1026. Carlos Milla Crespo 1027. Santiago Suárez Álvarez 1028. Claudio Luis García Álvarez 1029. Elena Díaz Vigil-Escalera 1030. Andrés Suárez García 1031. Begoña González Álvarez 1032. María Cristina Gómez-Chacón Galán 1033. Víctor Manuel Álvarez González

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1034. Marta Legido Mateo 1035. María Ángeles de la Torre Bernardo 1036. José Félix García Lanza

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1992 1038. María Socorro Gómez González 1039. Mariana Pellitera González 1040. Marta Saro Gutiérrez 1041. Arturo Quintana Rodríguez 1042. Marino Ignacio García Crespo 1043. Ana Isabel Álvarez López 1044. María Josefa Calvo Martínez 1045. Ignacio Tuya Fernández 1046. Salvador García Álvarez 1048. Rosa María Alonso García 1049. Ignacio Rodríguez de la Vega 1050. Teodora Porres Martínez 1052. José Javier Fernández Fresno 1053. Elena Rivero Granda 1054. Antonio A. Alonso Sandoval 1055. María Luisa Rodríguez Medina 1056. Cosme Sánchez Miguel 1057. Antonio Tobalina Benedico 1058. José Bermejo Fernández 1059. Felicísimo Pérez Fraile 1060. Fernando Jesús González Meira 1061. María Rocío Quince Camino 1062. Javier Rodríguez Sánchez-Arévalo 1064. Santiago Fernández Pérez 1065. Alberto Valiente Revuelta 1066. José Alberto Martínez Álvarez 1067. Jorge Javier Álvarez Álvarez 1068. Ángel José Isla Obaya 1069. Roberto Martínez Rodríguez 1070. José Manuel Bueno Álvarez 1071. Javier Prieto Álvarez 1072. José Ángel Cueto García 1073. Carlos Flecha Benavides 1074. Marcelino Valle Fonck 1075. Marta Benito Hidalgo 1076. Nuria Llaneza Álvarez 1077. María Antonia Abad Fernández 1078. Eugenio Muñoz Serrano 1079. María Paz García del Real Carrillo 1080. Agustín Rodríguez Fernández 1081. Ana Solís Teja 1082. Javier Fernández Amado 1083. Manuel Vidal Vega González 1084. Ramón Pidal Díaz 1085. Patricia Patiño Esteban 1086. Francisco de Rivera Parga 1087. Ignacio Fontaneda López 1993 1088. Carlos Salazar Carrión 1089. José Manuel González Díaz 1090. Lorenzo Elías Rodríguez García 1091. Ana María Collia Posada 1092. Pelayo Álvarez García 1093. José Antonio Vaquero Moreno 1094. Gemma Polledo Ruiz 1095. Alberto Gil Rivero 1096. Rubén Freile Cabezas 1097. Ana Teresa García Prieto 1098. José Manuel Barcia Díaz 1099. María Mabel González González 1100. Esteban Iglesias García-Conde 1102. Julio Campomanes González


162 un siglo de veterinarios en asturias

1103. Alfonso González Suárez 1104. María Ruiz Bascarán 1105. Elena Llana Villa 1106. Alfonso Carlos Chico Carballo 1107. Mar Barriada Álvarez 1108. Ignacio Plaza González 1109. Elena María del Río Nistal 1994 1111. José Luis Rubiera Iglesias 1112. Leovigildo Sánchez Sánchez 1113. José Carlos Bances Suárez 1114. José Manuel Álvarez Álvarez 1115. Teresa Paredes Fuciños 1116. Ana María Díaz Pérez 1117. Ana Fernández Villameytide 1118. Asunción Baños García 1119. Monserrat Suárez Izaguirre 1120. Arcadio Gegunde López 1121. Teresa Vázquez Vázquez 1122. Eduardo Cristos Bonal 1123. José Manuel Gallego Méndez 1125. Ramón Díaz Rodríguez 1126. Jaime San José Vázquez 1127. Víctor José Lombardía Álvarez 1128. Juan Manuel Suárez Iglesias 1129. Ceferino Emilio Rodríguez Carril 1130. Eulogio Segurado Méndez 1131. Ana Covadonga Oliva Pérez-Andujar 1132. Rosana Cortina Fonseca 1133. Juan Luis de la Granda Álvarez 1134. Manuel Alberto Arias Álvarez 1135. José María de Fonseca Prieto 1136. Patricia Lara Cartón Álvarez 1137. María Luz Corina Moro García 1138. José Antonio Barrial Álvarez 1139. Ángel Álvarez Barcia 1995 1140. Benjamín Fernández Varela 1141. Carmen Tabara Blanco 1142. Ramón Rodríguez Fernández 1143. Ana Antolín Abad 1144. Agustín Herrero Jabonero 1145. Manuel Jesús Lombán Villanueva 1146. Eduardo Pérez Rodríguez 1147. Jesús Fernández Tejón 1148. Carmen Valle González 1149. Juan José Fernández Fernández 1150. Francisco J. Fdez.-Mardomingo Barriuso 1151. Germán Rodríguez-Noriega Guillén 1152. María Nuria García García 1153. Roberto Romero Merino 1154. Juan Luis Mingo García 1155. Pablo Camblor Ramos 1156. Faustino Fernández García 1157. Carmen Martínez Cantón 1158. Monserrat Díaz Molina 1159. María Amor Fernández Torre 1160. Jorge Rodríguez Meilán 1161. Juana María Menes Viejo 1162. Ignacio González García 1163. Sonia Pérez Pérez 1164. Emma Serrano Martínez 1165. Belén Alonso Pruneda 1166. Julio Aenlle Díaz 1167. Rosario Fisac Martín 1168. José Ignacio Fernández Estévez

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1169. Javier García Fernández 1170. Susana Collia Álvarez 1172. José Alberto García García 1173. Inés Ochandiano Morilla 1174. Miguel Luis Urdiales Campos 1175. María Carmen Zomeño Rodríguez 1176. Pedro S. Martínez Gutiérrez 1177. Mónica Álvarez González 1178. Guzmán Marqués Rodríguez 1179. Luis César García Abón 1996 1180. Mercedes Fernández García 1181. Berta Rodríguez García 1182. Pedro García Parada 1184. Jorge Cavielles Díaz 1185. Manuel García García 1186. Ángela Balán Fernández 1187. Santiago Menéndez Fernández 1188. Blanca Eugenia Sánchez Canga 1190. Miriam Ortiz García 1191. Alfonso Millana Solórzano 1192. María Rosa López Piedra 1193. María Casero Bobes 1194. Lorenzo Rodríguez Pérez 1195. Carolina Tamargo Miguel 1196. Pablo García Pérez 1197. Susana Barrio Herrero 1198. José Antonio Villazón Trabanco 1199. María Mercedes Fernández Coya 1200. Carlos Martínez López 1201. Javier Antón Martínez 1202. Rodrigo Cuadriello Viego 1204. José María Guerra Martínez 1205. Isabel Merediz Gutiérrez 1206. María José Rodríguez López 1207. Jesús Santos Elorrieta 1208. Ana Barluenga Badiola 1210. Rubén Cayado Crespo 1211. Roberto F. Pérez Alba 1212. Luz María González Hermida 1213. Víctor Manuel Guerra Mier 1214. Valentín Alonso Díaz 1215. Luis Alberto Pérez Iglesias 1216. María Ángeles Egido Herraiz 1217. Manuel Francisco Otero Blanc 1218. Ángel Arauzo García 1219. José González Gómez 1220. José Ángel Suárez Medina 1221. Irene Blázquez Minguela 1222. María José Pisos Redondo 1997 1223. Francisco Antonio Miranda Castañón 1224. Teresa Villafañe Tadeo 1225. Pablo de Miguel Riestra 1226. María Isabel Cortés Fernández 1227. Sabino Prieto Álvarez 1228. Claudia María Méndez Alonso 1229. José Luis Pérez Fano 1231. Ana María Juarrero Ibáñez 1232. Jorge Hevia Blanco 1233. Miguel Ángel Fente Carballo 1234. José Luis Díaz Suárez 1235. Rafael Fernández González 1236. José Ramón Valdés Granda 1237. Mar Herrera Casariego 1238. Covadonga Sánchez Mera


164 un siglo de veterinarios en asturias

1239. Sonia Cadrecha Morán 1240. Nuria González Díez 1241. César Cifuentes Llorentes 1242. María Luisa Pavia Santamaría 1243. Rosario Cambón López 1244. Teresa Noval Tuñón 1245. María Desamparados Navarro Huerta 1246. Pablo Ignacio Reyes Martínez 1247. Benjamín Roces Arboleya 1248. Nicolás Capellín Bruled 1249. Antonio Jiménez Rodríguez 1250. José Miguel Tascón Fernández 1251. Julia Menéndez Díaz 1252. Jorge Pablo Pascual Ribote 1253. María Soledad Martínez García 1254. Begoña Marqués García 1255. María Amor Reyero Díaz 1256. Manuel Jesús Gómez Cabo 1257. Rosa Isabel Guerra González 1258. Roberto Guarido de Ana 1259. Marcos Gutiérrez Martínez 1260. Berta Martínez Evaristo 1261. Nuria Corzo Menéndez 1262. José Manuel Álvarez Álvarez 1263. Juan Carlos Cádiz Álvarez 1264. Encarna Navia Vázquez 1265. Julia María Menéndez Fernández 1266. Francisco Javier Santamaría Martínez 1267. Carolina Valdés del Río 1268. Olga Cristina Fernández Escandón 1269. Noelia Gallo Matesanz 1270. Ana María del Cura González 1271. José Manuel Álvarez Suárez 1998 1272. Carmen Palmero Fernández 1273. Javier Gómez Marinas 1274. Sofía Pizarro García 1275. Loreto Rodríguez Rodríguez 1276. Raúl Suárez Losada 1277. Andrés Pascual Fernández Sanchís 1278. Juan Miguel Fregeneda Grandes 1279. Nuria Roger Márquez 1281. Juan Carlos García Sirgo 1282. Eva Castañón Asensio 1283. Sonia García Rodríguez 1284. Antonia María Rojo Malpica 1285. María José Préstamo Martínez 1286. Medardo Antonio Pérez Martínez 1287. Elvira Vega Fernández 1288. Rafael Morán González 1289. Jorge Ratón Ugalde 1290. Trinidad Sarnago Hernández 1291. Marta María Fernández García 1292. Jesús González Bujanda 1293. José Luis Santos Lobato 1294. Monserrat Alonso Collada 1295. María Jesús Fernández Fernández 1296. Emilio Avello Santiago 1297. Juan José Álvarez González 1298. José L. Zapiraín Amiama 1300. Begoña Santos Álvarez 1301. Francisco Javier Riega Canal 1304. Ángel Daniel Suárez García 1305. Adolfo González García 1306. Juan José Álvarez Rodríguez

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1999 1307. Alicia Cachero Álvarez 1308. Alfredo Rafael González Martínez 1309. Ángel Uña García 1310. José Antonio García Paloma 1311. Susana Casado González 1312. Belén del Río Fernández 1313. Eduardo Domínguez Sánchez 1314. Diego Más Franchini 1315. María Riegla Sánchez del Pulgar Rico 1316. Alfonso Pérez Iglesias 1317. Gregorio del Hoyo González 1318. Lorenzo Álvarez Ordóñez 1319. José Antonio García Rodríguez 1320. Ana Belén Casal García 1321. Esther Clemente Rodríguez 1322. María Camino Ricote Oliveiros 1323. Margarita Carvajal Barreales 1324. María Flor Linares González 1325. Koldo Osoro Otaduy 1326. Luis Darío Rodríguez Martínez 1327. Marta Piñeiro García 1328. José Javier Rodríguez Pérez 1329. Patricia Bartolome Álvarez 1330. Ignacio González Moreno 1331. Rosa Ana Menéndez García 1332. María Cruz Lozoya Cobisa 1333. Fernando José Álvarez Hernández 1335. Ana María Menéndez Canga 1336. Miguel Santaeufemia Otero 1337. Concepción Clemente Arbesú 1338. José Fermín Rodríguez Molero 1339. Laura Sánchez Suárez 1340. Juan Menéndez Fernández 1341. Cristina García Fernández 1342. Luis Manuel Blanco Puente 1343. Rolando Valencia Prieto 1344. José Miguel Cuevas Martínez 1345. Aránzazu Martín-Llames González 1346. Nuria Rodrigo Simón 1347. Pablo Rodríguez Inés 1348. Juan Luis Morán Morán 2000 1349. Víctor Yugueros Alonso 1350. María Inés Sánchez Gómez 1351. Carlos Marín Barcaiztegui 1352. Jorge Luis García Álvarez 1353. Marcelino Díez Adanero 1354. Penélope Canga Alonso 1355. María José Menéndez Menéndez 1356. José Miguel Cuevas Díaz 1357. Carmen Ares Cenador 1358. Sergio Juan Blasco Rodríguez 1359. María Teresa Menéndez López 1360. Eva Moreno Rodríguez 1361. Pelayo Vázquez Castañón 1362. Gonzalo Mijares Agullo 1363. Lucas Lorenzo Lorenzo 1364. Eduardo Bueno Hernández 1365. Germán Bécares Fernández 1366. Iván Porres Martínez 1367. Benigno Álvarez Fernández 1368. Augusto Rodríguez Blanco 1369. Teresa Bueno Álvarez 1370. Pablo González Silos 1371. Roberto Villa Fernández 1372. Paulino José Badiola Fernández


166 un siglo de veterinarios en asturias

1373. Isaac Álvarez Ordóñez 1374. David Sáez Zaldívar 1375. Fermín Calzón Álvarez 1377. Noa García Sánchez 1378. Nuria Suárez García 1379. Marta García Valencia 1380. Rubén Laria San Martín 1381. Laura Fernández Valdés 1382. Miriam García Blanco 1383. Manuel Suárez Fernández 1384. Fernando Martínez Sánchez 1385. Sergio Marqués Prendes 1386. Beatriz González Suárez 1387. Mónica Iglesias Garrido 1388. Tatiana Sánchez Fernández 1390. Sonia Fonte Tizón 1391. Mario Álvarez Álvarez 1392. Carlos Miguel Martín Alonso 1393. Oscar Villasante Díaz 2001 1394. Susana Fernández Álvarez 1395. Susana Acle Olivo 1396. Ruth Fernández Iglesias 1397. César Ordóñez de la Parte 1398. Gabriel Kiercheben Muñiz 1399. Jairo Bernardo Candela 1400. Paloma Rodríguez Casero 1401. Rubén Prada Fernández 1402. Tomás Freire Vila 1403. María Viveca González Salinas 1404. José Sampayo Cabrera 1405. Andrea García Fernández 1406. Antonio Rodríguez Álvarez 1407. Nuria Raquel Acebes Alcoba 1408. Ana María Riestra Vigo 1409. Marcial Avello Santiago 1410. María Carmen González Llerandi 1411. Fernanda Valdés García 1412. David E. Menéndez Fernández 1413. Roberto de Paz López 1414. Julián Sierra Alonso 1415. Natalia Díaz Tejón 1416. Albano Longo Álvarez 1417. Iván Fernández Fernández 1418. Manuel Ángel Fernández Sánchez 1419. María Yolanda Pino Castro 1420. Carlos Villar López 1421. Begoña Álvarez Maroto 1422. Julio César Fueyo Fernández 1423. Clara Patricia Álvarez Martínez 1424. Julián Rodríguez Robles 1425. María Ángeles López Flórez 1426. María Samala Díaz 1427. Santos de Celis Sánchez 1428. David Rodríguez Álvarez 1430. Rubén Gutiérrez Rasa 1431. Emilio López Iglesias 1432. Cándido Rodríguez Cruz 1433. Manuel Rodríguez González 1434. Inés Carrera Yáñez 1435. Juan Bulnes Sánchez 1436. Pedro Vega Viñes 1437. Ignacio Alonso Álvarez 1438. Elías Escobar Carrio 1439. José Antonio Pernia Galende 1440. Mónica del Cueto Cañón 1441. Mónica Monteagudo Rodríguez

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1442. Ana María Bances Pérez 1443. Manuel Beltrán Fernández 1444. Verónica Fernández García 1445. Juana María Monasterio Iglesias

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2002 1446. Alejandro Cortés Cañones 1448. María Ibáñez Fernández de Angulo 1449. Javier Fernández Trabanco 1450. Raquel Posado Ferreras 1451. Noemí Fernández González 1452. Raúl Trujillano Sánchez 1453. María Concepción Fernández Gayol 1454. Luis Miguel Serrano González 1455. Raúl Torre Peláez 1456. Carlos Agustín Álvarez González 1457. Nerea Corral Bilbao 1458. Omar Álvarez González 1459. María Dolores Arias García 1460. Jacobo Naranjo Morillo-Velarde 1461. Pablo Arenas Valls 1462. Álvaro Oleaga Ruiz-Escudero 1463. Luis Catalán García 1464. Juan Carlos Blanco Canella 1465. María José Castañón Seijas 1466. Ramón Ruiz García 1467. Pablo Arribas Gil 1468. Begoña Gutiérrez Ortega 1469. Gabriel Bustillo Barreda 1470. Iván Martínez Granda 2003 1471. Paz Muñoz Monmany 1472. José María Larrinaga Cañadas 1473. Carolina Tejero Gallego 1474. Luis Gonzalo Bernardo González 1475. Laura Gutiérrez Cañedo 1476. Félix Jesús Cabrera Betancort 1477. Mónica Blanco Holscher 1478. Aránzazu Urbieta Arias 1479. María Castora Rodríguez Sánchez 1480. Marcos Ferreiro Sopeña 1481. Miguel Suárez González 1482. Mario González Reguero 1483. Ignacio Álvarez García 1484. Marta Pérez Alonso 1485. Sergio Serrano Merediz 1486. Sheila Orviz González 1487. María Ángeles Lafuente Martín 1488. Carlos Duarte Ojeda 1489. Natalia Pérez Sánchez 1490. Silvia Casquero Montes 1491. José Manuel Cousillas Mosquera 1492. Cristina Hevia Paino 1493. Gonzalo Díez Campa 2004 1494. Victoria García Iglesias 1495. Alejandra Vázquez de Miguel 1496. Aram Díez Mata 1497. José Manuel Lema Pérez 1498. Laura Inguanzo Alonso 1499. Ana Belén Menéndez Fernández 1500. Rubén López Polvorinos 1501. José Antonio Alonso Alonso 1502. José Manuel Fernández Patallo 1503. José María Romero Osoro 1504. Begoña González Domínguez


168 un siglo de veterinarios en asturias

1505. Roberto Moral Calvo 1506. Camino Guerra Ortiz 1507. Sergio Villar Alonso 1508. Ana Isabel Fernández Avello 1509. Laura Bouzas Parrondo 1510. Ana Paola Díaz Esteban 1511. Emilio Núñez González 1512. Inés Pardo Álvarez 1513. Eusebio Baragaño Río 1514. Belén Díaz Calleja 1515. Humberto López López 1516. Lucrecia Álvarez del Río 1517. Andrea Leal Alonso 1518. Miguel Fontán Tato 1519. Joaquín Monte Fernández 2005 1520. José Fernández Romojaro 1521. Íñigo Echanove Arias 1522. David Serrano González 1523. Sergio Capin Barreda 1524. Patricia Fernández del Valle 1525. María Begoña Fernández Luengo 1526. Miguel Seco López 1527. María Esther Herrero Sánchez 1528. Enrique Valverde Rodríguez 1529. Belén López Fernández 1530. Daniel Fernández Yebra 1531. María Jesús Rodríguez Somoano 1532. José Manuel Serrano Solanas 1533. María Lorena Fernández Balsa 1534. Jaime Villar Estalote 1535. María Belén Morales Rodríguez 1536. Jaime López Blanco 1537. Pablo Pérez Fernández 1538. Beatriz Arranz Cengotita 1539. Ana Herrero González 1540. Miguel Celada Andrés 1541. Luis Joaquín Barriada Rodríguez 1542. Igor Ajuriaguerra Arana 1543. Ana Isabel Portela Souto 1544. Beatriz I. Nogués Guillén 1545. Ana Rodríguez Díaz 1546. Joaquín González Rodríguez 1547. Silvia Álvarez Gómez 1548. Ginés Expósito Fernández 1549. Alfonso del Río Rodríguez 1550. Mario María García Rodríguez 1551. Pablo Gutiérrez Gutiérrez

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1552. María Alejandra Ábalo Chouza 1553. Daniel Alonso Miranda 1554. Sofía García López 1555. Diana Fernández Aramendi 1556. María Fulgueiras Hernández 1557. Emmanuel Miranda Lozano 1558. Rubén Suárez Arbesú 1559. Álvaro Fernando Puente Monteverdi 1560. Paula Fernández García 1561. Manuel Antón García 1562. Sergio A. Álvarez Lammers 1563. Tamara Alonso Prado 1564. Jorge Luis Suárez Llano 1565. Jimena González González 1566. Paula María Pardo Fernández 2006 1567. María Nicolás García 1568. Wenceslao Jiménez Prieto 1569. José Francisco Domingo Cuesta 1570. Leopoldo Martínez Jarrín 1571. Alicia de las Heras Ureña 1572. Carlos Izquierdo Oliva 1573. Unai Ibaseta Bejarano 1574. Irune Lezama Fernández 1575. Vanesa Fernández Suárez 1576. Laura Fernández Menéndez 1577. José Ignacio García Serrano 1578. Alberto Pandavenes Bernardo 1579. Rodrigo Martín Torre 1580. Ana Pico Fernández 1581. David Rubiera Conesa 1582. Cristina Alonso Díaz 1583. Conrado Carballo Fernández 1584. María Victoria Gutiérrez Prendes 1585. Serrano García Estrada 1586. María Fernández Fernández


170 un siglo de veterinarios en asturias


epílogo 171

médico de animales

Pepe Monteserín

Con médicos sí, pero salvo Juan Manuel Polo, amigo praviano de la infancia, y Armando, presidente de este Colegio, nunca alterné a sabiendas con un veterinario. Tuve una gata blanca, aunque era mi mujer quien la llevaba a la Clínica Veterinaria San Pedro del Pinatar, allá por los años noventa, cuando vivíamos en Murcia, y al de la Clínica Veterinaria San Francisco, en Valentín Masip, cuando regresamos a Oviedo; en su pasaporte antirrábico conservamos los sellos de Endurall, Rabigen líquido, Felocell y Leukocell. Asesorado por un biólogo, también escribí una novela (Mañana perdí los nervios) en la que participa activamente la raza porcina. Sé que el patrón de los veterinarios es San Francisco de Asís, y aprendí de niño un buen montón de fábulas de Esopo, La Fontaine, Iriarte y Samaniego, autores que, supongo, se estudiarán en Veterinaria, por haber elevado a los irracionales a la categoría de paradigmas del comportamiento. En cambio, otros pensadores nos quitaron a las personas la categoría de racionales: No es la razón la que nos provee de una dirección moral, dijo Maurice Barrès. Calderón de la Barca dio al desprecio su razón. Chesterton asegura que es un acto de fe creer en la razón. Espronceda la califica de tormento. Juan Huarte de San Juan, naturalista español del siglo xvi, dice que no hay dos obras en el cuerpo humano tan contrarias ni que tanto se impidan como es el razonar y cocer los alimentos. Hume dice que la razón es, y sólo debe ser, la esclava de las pasiones, y nunca puede pretender otro oficio que servirlas y obedecerlas. Lucrecio comenta que si los sentidos no nos dan la verdad también la razón es falsa por completo. El corazón tiene razones que la razón ignora, dijo Pascal, y añade que todo nuestro razonamiento se reduce a ceder a los sentidos. En rigor, la razón es enemiga de la vida, concluye Unamuno; y afirma que todo lo racional es antivital. El propio La Fontaine, moralista donde los haya, asegura en su obra Le loup et l’agneau, que la razón del más fuerte es la mejor: «La raison de plus fort est toujours la meilleure». Somos, pues, animales y muy bien podemos pedirle cita al veterinario, de la misma manera que una vaca ser atendida en la Seguridad Social. Claro que, tal vez la separación entre Medicina y Veterinaria no tenga que ver con la racionalidad sino con la especie, nuestra falta de pelo, la reducción de la cola, la liberación del suelo de las extremidades anteriores, nuestro cambio en la dieta, el desarrollo de la capacidad craneal, desde 400 cm3 a 1.400 cm3 y el desarrollo de lenguajes complicados de comunicación. Sin embargo, estamos lejos de que la razón prime sobre nuestra emoción. Todavía somos el eslabón entre el irracional y el verdadero humano, que solo atisbamos en las fábulas.



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diseño y compaginación

Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios del Principado de Asturias Plaza de América, 10, 2.º 33005 Oviedo Tel.: 985 212 907 colegio@colegioveterinarios.net www.colegioveterinarios.net Los autores y el Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios del Principado de Asturias Los autores que se citan en el comentario de cada imagen. Las fotografías que no llevan epígrafe son de José María Fernández Díaz-Formentí: página 17 Ramón Jiménez: sobrecubierta y páginas 136-137, 170 y 176 Daniel Mordzinski: página 171 Pandiella y Ocio Para la composición de este catálogo se ha utilizado la familia tipográfica Minion diseñada por Robert Slimbach

fotomecánica impresión

Principado Eujoa Artes Gráficas d. l.: As-6544/06

patrocinan:

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isbn: 978-84-611-4639-0



Un siglo de veterinarios en Asturias se imprimiรณ en los talleres de Artes Grรกficas Eujoa en el mes de enero de 2007





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