corporeo volumen 2

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Formulario para someter propuesta de lectura breve Las lecturas breves son lecturas autogestionadas por miembros del colectivo. Persiguen el propósito de permitir al grupo de autores participantes exponer una propuesta más amplia de su trabajo sin la formalidad y la producción de las lecturas oficiales y de abordar temas de interés particular o actualidad. El máximo de participantes permitidos será de 5 personas, de las cuales la mayoría deben ser miembros regulares del colectivo. Pueden incluir artistas de otras disciplinas en el grupo de presentadores. La presentación debe ser afín a la misión y visión del colectivo. Para cumplir con el término “lectura breve”, la misma no debe exceder la hora y media de presentación incluyendo el intermedio, si alguno. Se permite que se solicite un donativo de admisión en la lectura, del cual el mínimo de un 50% de ganancia neta, se dirigirá al colectivo. La propuesta debe ser sometida en todas sus partes para ser aprobada. De lo contrario, recibirá un visto bueno, si así lo entiende el Comité de Literatura, para que continúe con su desarrollo y reservarle la fecha. Las mismas no se deben realizar el mismo mes de las lecturas oficiales (marzo, junio, septiembre y diciembre). Solicitamos que un mes antes de la fecha propuesta, la persona que propone la lectura breve se reúna con Julio A. García, coordinador del Comité de Literatura, contactándolo a través del correo electrónico del colectivo. Dos semanas antes mínimo, someterá la propuesta final para que estemos a tiempo para promocionarla. Si la tuviere completada antes también es bienvenida. El colectivo hará uso de los recursos a su alcance para promocionarla e incluirá el logo o el nombre del colectivo como presentador del evento. También tendrá la potestad de promocionarse y hacer ventas en el evento. Si interesa someter una propuesta, por favor copie y complete la siguiente información y envíela con atención al Comité de Literatura a: colectivoliterario@homoerotica-pr.org TÍTULO DE LA ACTIVIDAD:________________________________________________ FECHA:_____________________ LUGAR:__________________________________ HORA:______________________ DONATIVO DE ADMISIÓN: _________________ PARTICIPANTES: 1. (persona a cargo) 2. 3. 4. 5. BREVE PROPUESTA DE LA ACTIVIDAD:

EJEMPLO DE TEXTOS A PRESENTARSE:

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EDITORIAL

CONTENIDO

Luego de que Homoerótica participara por segundo año consecutivo en el Festival de la Palabra de Puerto Rico, que en esta, su segunda edición migró como muchos y muchas puertorriqueñas a Nueva York, y ya próximos a las celebraciones de orgullo LHBTTQQIA no nos queda sino presentar con regocijo este nuevo volúmen de la Revista Cultural Corpóreo.

Convocatoria página 2 Rastros y rostros Karen Sevilla: la vida en una maleta página 4 Ángel descarriado, guerrero de voces página 8

Celebramos en éste número el quehacer, el forjar comunidad, celebramos la palabra de los nuestros de aquí y de allá. Celebramos el orgullo y la visibilidad de la que somos creyentes y que permea en nuestras letras, celebramos las voces nuevas y nuestra tradición qüiar. La proliferación de voces LHBTTQQIA que se hace presente y visible, no sólo de nuestras letras, sino en nuestra cultura.

En las manos Un mundo menos cruel página 12 Cabeceando Comunidades LGBTTQI: comunidades de necesidad y necesidad de comunidad página 14

Por otro lado, el creciente número de asesinato de miembros de nuestras comunidades y de los abusos perpetrados desde distintos foros, insitucionales y cotidianos institucionalizados, nos embargan de tristeza. ¡Nuestra visibilidad no puede limitarse a estar atada a la palabra crimen!

Visceral ¿Por qué marchamos? página 16 Cuarto oscuro A 25 años de Doña Herlinda y su hijo página 18

Por ellas, por ellos, por nostros y quienes vendrán, celebremos con orgullo quienes somos y continuemos aportando a una sociedad que reconozca nuestros derechos, sin mendigarlos, sino asumiéndolos como lo que son derechos inalienables a nuestra dignidad humana.

Por los ojos “sin título”: retrato de Félix González Torres en Puerto Rico página 20 Por los pies Una muchacha y una guitarra página 24

Ángel Antonio Ruiz Laboy

Por la boca Backlava página 27

créditos: Diseño gráfico: Angel Antonio Ruiz Entrevistas: Pablo Arroyo León Yolanda Arroyo Pizarro

Colaboradores: Daniel Torres Lilliana Ramos Collado Ricardo Vargas Molina Ángel Antonio Ruiz H. Roberto Llanos Marlyn Cruz Centeno

Invitadas especiales: Olga Orraca Paredes Carmen Milagros Vélez 3


Karen Sevilla: la vida en una maleta Por Pablo Arroyo León fotografías por Isabel Cadenas Cañón

En el atlas de Karen Sevilla, todos los días son un comienzo. Sobre todo, porque las fronteras las traza ella misma; así como las limitaciones. Eso explica un poco el proceso de su escritura, cuyo punto de partida es su propia anatomía. “Escribo con el cuerpo”, insiste. Entonces, detalla que de algún modo, somatiza sus letras, se las vive a tal punto que en ocasiones percibe las mismas sensaciones de sus personajes. O, en otras, pierde la noción de su propia existencia. Así han nacido sus innumerables poemas, cuentos y ensayos: de un tirón, de un afán casi enfermizo por hilvanar las letras hasta que queden lo más cercano posible a su intención. “Escribo porque me seduce mucho una página en blanco y porque con cada trabajo, no importa cuánto hayas publicado, siempre te da miedo. Esa incertidumbre es un reto que me seduce muchísimo. Cada día me siento como si no hubiese escrito nada. Cada palabra es como un bloque que va construyendo, es una incertidumbre enorme pero la única certeza que tengo es que voy a seguir hasta que lo termine”, afirma. Al otro lado del teléfono, su voz suena a azúcar. Envuelve, pero no empalaga. Como sus versos. Como cuando la escuché recitar por primera vez su poema “Biografía entre sábanas”. Aquella noche, sus palabras se colaban juguetonas entre el ruido imprudente de las copas en una barra. Se acomodó la maranta de pelo, que de tan largo a veces parece una extensión de sus ojos. Con sus dedos, lo echó hacia un solo lado, se quitó los zapatos de tacón de aguja, agarró el micrófono, cerró los ojos y comenzó una danza con las sílabas que soltaba como absorta, como poseída por todos y cada uno de sus versos. “Cuando me toca leer poesía, me preguntan qué siento… yo no las ensayo. No recuerdo nada. Antes de decir la primera palabra, algo en mí se clausura y me voy en blanco. Es yo conectarme con ese poema; entrar en ese momento en que nace. Es un encuentro que me lleva a lo performativo. Pero no me acuerdo de nada… Leo y todo se me va en blanco”, admite. Incluso, asegura que al terminar, ni siquiera escucha si la aplauden o no. Es tímida, lo admite. “Desde pequeña, supe que la timidez sería mi lucha”, responde sin dejar que culmine la pregunta. Probablemente, porque no es la primera vez que le cuestionan su voz bajita, su intento fugaz de pasar sin ser descubierta. Tanto así, que acepta: “No me gusta ni que me noten, porque me encanta observar. Y absorbo todo lo que pueda. A veces me suelo olvidar de que yo existo”. Pienso que quizás, al momento de nuestra conversación telefónica, merodea sigilosa, cual felina por los recovecos de su apartamento en la Gran Manzana, donde estudia la maestría en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York. Esa ciudad es hoy su hogar. 4


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Antes lo fue esta isla; específicamente la casa de sus abuelos en Bayamón, donde de pequeña comenzó su pasión literaria. Reconoce que es uno de los lugares que más extraña. “¡Tanto que escribí en ese patio!”, se le escapan las palabras casi por instinto. Seguramente, se imaginó entre aquellos árboles, fumando un cigarrillo y anotando “garabatos” en una libretita. Como una niña que narra travesuras, cuenta que en aquella casa había una biblioteca, donde pasaba horas leyendo. “Hasta que un día quise que hubiera un libro escrito por mí. Así que hice uno, con portada y todo, y lo puse allí”, dice y ríe. Hoy, le toca escribir detrás de una ventana. En Brooklyn, su nuevo barrio, no hay tantos espacios abiertos. O, más bien, la inmensidad de la ciudad la ha vuelto a ella más solitaria. Aunque, irónicamente, a veces pueda sentirse más libre. “Desde la mudanza a Nueva York, me he vuelto más paciente y menos territorial. Trato de no acostumbrarme a andar con prisa. Acá hay mucho para ver pero el tiempo no alcanza; cada día es distinto, aún al seguir una rutina. Uno de los mayores retos ha sido concentrarme para escribir y estudiar, a pesar del caos que muchas veces me rodea”, narra como si dibujara un mapa con sus palabras.

Con punto de partida en Bayamón, y la brújula en constante cambio, esta poeta se desgarra los pedazos de la piel para enseñarnos que está hecha de rutas, de saludos, despedidas y equipajes.

A lo largo de su ruta, la seducción es una constante. La seduce el miedo, una página desnuda, una ruta sin andar, una calle desierta, un vacío como el que producen las distancias. “Hay mucha soledad”, dice en referencia a su vida en Nueva York. “Pero mucha lectura, mucha escritura y mucho encararse. Ha sido un tiempo muy solitario y muy productivo. Pero la soledad duele, aún a quien le gusta estar solo como a mí. Aquí uno sale y es una ciudad que siempre se está moviendo. Mucha gente tiene una visión bastante romántica de Nueva York y esta es una gran ciudad, pero no todo es color de rosa”.

Aún así, pocas veces piensa en el regreso, aunque sea una posibilidad. Para ella, volver “es una palabra imposible”. No duda un segundo en explicar que cuando se vuelve, ya nada es igual, ni uno, ni el lugar de donde se salió. “Y mejor así. –reconoce– Creo que uno puede aprender de todo en la vida, de la mirada que uno tenga, de lo perspicaz que uno pueda ser, de los libros, de la gente, de observar un animalito en la calle. Uno nunca vuelve igual… y me gusta”. Es la confesión de una viajera innata, de una mujer a la que cautivan los viajes, los encuentros y desencuentros. En su equipaje no hay mucho más que letras, infinidad de recuerdos y una colección privada de cabellos. “Colecciono cabello de personas que son importantes para mí, porque es algo que perdura. Esas son de las pocas cosas que guardo con todo el amor que tengo. Son los cabellos de las primeras personas en que pienso antes de irme a dormir o cuando me levanto. Yo jamás en mi vida pensé que me iba a mudar tantas veces”.

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En sus 28 años, ha migrado de espacio tanto como de pieles. Ha sido niña soñadora, estudiante y paridora de letras. Esta última faceta la ha hecho parte de varias antologías –como la recién publicada “Ejército de rosas”–, así como de su poemario “El mal de los azares”. Amante de Virginia Woolf, de Ramos Otero y tantos otros más, Karen admite que no es muy dada a participar en grupos literarios. Aunque, aclara que “al único grupo que me siento que pertenezco es a HomoerÓtica y precisamente es por la dinámica que había desde un principio. Es una familia. No está construido a base de egos. Es un ‘yo te ayudo a crecer y crezco contigo’. Muchos estaban empezando, otros estaban establecidos…. Pero a la hora de compartir, es como si todos fuéramos iguales”.

“Me entusiasma la fuerza y presencia que tiene la literatura LGBT en Puerto Rico. ¡Quisiera adelantarme al tiempo y ver qué nacerá de todo esto! Ha sido maravilloso ver este cambio, así como formar parte de él”, agrega con ilusión y casi puedo ver sus ojos diminutos, negros y profundos como un túnel. Como el humo de la ciudad que la alberga esta noche. Hoy, Brooklyn es su casa, las luces de la noche son su techo y su ventana esa especie de escritorio desde donde escupe metáforas. Nuevamente, surge la interrogante sobre la mudanza, sobre la constante amenaza del viaje. Pero ella, tranquila y con su voz de canela, insiste en no temerle a la partida. “Siempre vale la pena hacer lo que a uno le nace, porque ahí está la paga, radica en esa satisfacción de sentirte que estás en tu sitio. Nada te va a pesar realmente, cuando haces las cosas con tu corazón y cuando estás donde tu corazón te pide que estés”, asevera. Una última confesión antes de colgar el teléfono: si de algo no se arrepiente Karen es de su vocación como escritora. Eso, quiere dejarlo muy claro. “Me costó mucho tiempo y trabajo decidirme a dedicarme a la escritura a tiempo completo –enfatiza– pero no me arrepiento. Cada día quiero hacer más. Quiero levantarme más temprano, moverme más, aprovechar las oportunidades, porque cuando las cosas se hacen con amor, uno no se cansa”. Así es ella, así es la mujer, la viajera, la que cierra una página con la certeza de que en algún momento llegará la hora de partir a escribir otra. 7


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Ángel descarriado,

guerrero de voces Entrevista a Ángel Antonio Ruiz Laboy Por Yolanda Arroyo Pizarro Es un titán y un luchador. Tan titán como el satélite más grande de Saturno, tan fajón como el obrero más humilde que gana el sustento honradamente. El sustento de Ángel Antonio Ruiz Laboy se vuelve respiración acompasada; inhalaciones y exhalaciones que compara al yoga y que se afana desde los atriles de la música, la literatura y la colectividad a la que pertenece. Vive enamorado de lo que hace, de lo que logra, de lo que visiona. Vive dejándose hacer cosquillas por su familia, por sus amigos, dejándose hacer reír por su pareja, quien con su sentido amplio del humor, le devuelve, en muchas ocasiones, las fuerzas para continuar. Y es que su empeño es arduo y en ocasiones, difícil. Y Ruiz Laboy sí que sabe lo complicado de lograr los balances en todos los estratos del diario vivir. Nos asegura que para dar el ejemplo de que se puede lograr el equilibrio allá afuera, se tiene que lograr desde acá dentro, en el núcleo del hogar. Menciona que le encantaría tener hijos, pero por el momento sus sobrinos subsanan el deseo de ser padre. “Además, el compromiso con la equidad te hace sentir menos extraterrestre, menos solo”, alega. Las motivaciones que tiene Ángel Antonio son variadas: una imagen, una nota musical, una ayuda, una lección. Y todo en perfecto orden. Lo próximo que desea hacer es dedicarse a la narrativa. Desea escribir un libro de relatos o cuentos con el mismo afán con que escribe poesía. Su faceta de escritor le pide esa migración, ese reto. Aunque cada proyecto para él tiene su idiosincrasia, públicos distintos y alcances distintos, todos desembocan en el mismo mar: la justicia. Quiere motivar cambios, inclusión de voces. Lo más que desea es el proyecto a gran escala de hacer una sociedad más justa aportando desde la esquina cultural. Pero sabe que lo más espinoso es trabajar con gente y venderles la idea. Asegura que a las personas hay que hacerles reconocer que ellos tienen acceso a ciertos espacios. Todos tienen derecho a participar como receptores y emisores de ese mismo mensaje. Lo piensa un rato y luego concuerda que una de las tareas más complicadas es sacar tiempo para estas metas, para, por ejemplo, sentarse a escribir. Lo detienen en la calle, le consultan, le envían correos electrónicos a toda hora. No se puede desprender de la lucha, aunque quisiera. “Es difícil salvaguardar el espacio de trabajo, familia y pareja, defenderlos como lugares existentes prominentes”, menciona. En estos momentos estrena y adorna su vida con un proyecto musical que le llena de múltiples dichas: Aequitas, un coro de varones. Su principal razón para pertenecer a él es que desea exponerse a alcances distintos y a públicos distintos, sin dejar de lado su eterno guerrear por los cambios sociales, por la inclusión de voces del margen.

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No duermo, sueño profundamente Actualmente su trabajo seglar de 8 a 5 es su part-time, según alega. El resto de las horas del día las divide en labores literarias y de luchas sociales. Después de las 5:00 de la tarde es que en realidad empieza su día de trabajo. La Junta de Coaí, el Colectivo Homoerótica, el Orfeón San Juan Bautista y el Coro Aequitas son los hijos que se pelean toda su atención. “Cuando finalmente me siento a escribir, lo hago como a las 11:00 de la noche, hasta que me quedo dormido”. Nos cuenta que cada ideal tiene su personalidad y que nunca pierde de perspectiva que su proyecto a gran escala es lograr una sociedad más inclusiva. Con una seriedad inusitada exclama: “Vender la idea de que los menos aventajados en la justicia social del planeta tienen acceso a ciertos espacios es cuesta arriba”. Desea identificar tanto a receptores como emisores de ese importante mensaje. A su vez, desea más tiempo para sí. Para Ángel Antonio es muy importante no abandonarse a sí mismo, no traicionarse. Cuando se le pregunta cómo hace para lograr tantos resultados, sonríe y dice que trabaja también mientras duerme y que de hecho, no sueña, porque no duerme profundamente. Hace un alto para explicar la diferencia entre visionar versus soñar. Lo primero lo hace todo el tiempo, lo segundo, apenas. Y añade: “Visiono más de lo que sueño”. La gasolina que necesita para luchar se la valida el tiempo, ya que Ángel Antonio es bien decidido y bien consecuente. Para él la respuesta te la da el resultado. Pocas veces abandona los proyectos. Con relación a Homoerótica siente que el nene ya está grande, que hay que dejarlo caminar para que tome su rumbo. “No siempre se hace lo que se quiere, aunque se pueda dar esa impresión. Y eso no es bueno, ni malo. Simplemente es. Hay que dejar que el niño camine y se caiga. Y que se levante.” El colectivo surgió a raíz de la Antología ‘Los otros cuerpos’, primera selección literaria de temática gay en suelo boricua. Se dio cuenta que había una necesidad imperiosa de ese espacio. Un espacio con movilidad. “El colectivo creció de la manera que tenía que crecer sin forzarlo. Se fueron dando las cosas. Varias puertas se fueron abriendo hasta constituirse juntas y comités. Lo demás es historia”. “Quiero salvar el mundo con dos poemas al día” La poesía lo ha acompañado desde el primer grado. Su maestra le permitía un espacio para que creara poemas rimados y luego los declamara. “Sé que esos poemas bobos mis maestras aun los guardan” cuenta mientras explica que dicha actividad formativa iba a la par con el dibujo. Recuerda que cuando pequeño, leía la enciclopedia y los diccionarios. Para el poeta, estas eran actividades muy divertidas. “Tampoco me perdía ‘Dibujando con Kiki’, un programa televisivo de sus años de crecimiento. El arte siempre ha sido necesario en su vida. Durante su militancia en escuela intermedia llegaba llorando a la casa si sentía que durante ese día no había hecho nada para salvar el mundo. Fue así como dio con la maravillosa idea de crear dos poemas diarios. Los escribía disciplinadamente. Se inspiraba en las rosas, el amor, los colores y creía fervientemente que si alguien leía sus poemas en esa época, lograría salvar a esa persona. Luego de ese tiempo, Ángel Antonio abandona un poco lo literario sin dejar de lado la lectura, actividad fundamental para él. Se mantuvo escribiendo un libro por 10


semestre durante sus años de escuela superior y comenzó un blog en el 2005. En el 2009 es que hace su reinserción “pública” en las letras cuando funda el Colectivo Literario Homoerótica. Para él la poesía es un encuentro con uno mismo, un espejo minimal, simple, directo. La narrativa es un diálogo tipo puerta hacia un mundo más amplio, que crea más ampliamente. Al preguntársele qué lo provoca a escribir narrativa, insiste en que casi siempre lo hace provocado por la situación política del país.

Ángel Antonio, quien recientemente publicó el poemario “el tiempo de los escarabajos”, es el fundador del Colectivo Literario Homoerótica. Soy un descarriado Ángel Antonio es ponceño de nacimiento y riopedrense de adopción. Le encanta la urbe de la ciudad universitaria porque tiene de todo. “Toda la vida bulliciosa se gesta en Rio Piedras. Aquí hay espíritu de creación, hay magia, hay una energía transitable, de ciudad. Me fascina la plaza del mercado, los edificios, ver a la gente. Soy un descarriado, porque no tengo carro.” Cuando sentencia esto entre risas, nos regala toda su dulzura. Este incomprendido ángel de la facultad de arquitectura, terminó mudándose a la facultad de literatura, provocando disidencias en su familia por tal decisión. Pero no le importó. Amaba las letras y ese romance con los símiles y las metáforas le ha traído grandes beneficios. Dice totalmente convencido: “Ser tantas cosas, ser puertorriqueño, ser de un barrio pobre, ser gay te acerca a la gente en vez de alejarte. Si no entras por una puerta, entras por otra”. La escritura y la lectura son mis abismos Las respiraciones melódicas que practica en el coro de varones al que pertenece, son un paralelismo del acompañamiento armónico que debe seguir al lado del colectivo de escritores y aspirantes a escritores del que es parte. Dice sentir que salva a la gente cuando canta. Sobre el renacimiento de este nuevo corpus queer, que es para él muy visible y novedoso, aclara: “Siento que estamos haciendo generación”. Ángel Antonio también nos describe cómo ve su futuro: “seguir escribiendo, pintando, cantando. Para mí la artesanía de la palabra es insustituible. Le hablo al tú segunda persona innombrable. La escritura y la lectura son mis abismos, mis otros mundos posibles.”

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Un mundo menos cruel:

reseña de Mundo Cruel de Luis Negrón por Daniel Torres Ohio University

Cuando uno termina de leer el libro de cuentos Mundo cruel de Luis Negrón, queda convencido que con escritores como él, éste es un mundo menos cruel. La maestría de su lenguaje y la concepción casi perfecta de los personajes, así como el carácter episódico de sus historias, nos deja con ganas de más, más, pero mucho más. Apadrinado por dos Ases de las nuevas promociones de la literatura boricua, por José Liboy Erba y Rafael Acevedo, además del espaldarazo del postcrtiptum de Carmen Dolores Hernández, Mundo cruel llega al universo literario de la Isla como un clásico instantáneo, una Polaroid en blanco y negro que se revela ante nuestros ojos, quedando impresa en nuestra retina, de donde no se borrará jamás. Quien lo lee no lo olvida. Con epígrafes de Eduardo Alegría (“La patería es siempre una subversión”) y Manuel Puig (“—¿Entonces, un melodrama es un drama hecho por quien no supo, señorita?/ ---No exactamente, pero en cierto modo, sí es un producto de segunda categoría”), los nueve cuentos que componen la colección huelen a deseo maricón, no queer ni elyibití ni ninguna de esas palabritas que nos hemos inventado después de Eve Kosofsky y su Epistemología del closet. En Mundo cruel hay historias de patos viejos que se dejan coger de pendejos por bugarrones (“El vampiro de Moca”), de pastores de Iglesias protestantes que se acuestan con chicos (“El elegido”), de pacientes de VIH/SIDA que mueren dignamente (“El jardín”), de locas ilusas que acaban en la cárcel (“Por Guayama”), de chismes jugosos que pasan por celular de oreja a oreja (“La Edwin) y de asesinatos irresueltos (“Botella”), entre otros. Leyendas urbanas todas que se cuentan en el espacio de Santurce, Río Piedras, Guayama y otros pueblos de la Isla del Espanto, vuelta así en nuestra modernidad por el impacto de una economía colonial de dependencia de la metrópolis gringa. En todos los cuentos está presente la conciencia de un pueblo que no ha podido resolver el espacio de la mariconería, como en “Muchos o de cómo a veces la lengua es bruja”, donde: “Dos vecinas preocupadas, preocupadísimas, se encuentran a lados opuestos de la verja… y se dedican a pelar a todo el mundo” (63). Esta histeria colectiva por los patos es el centro solar de Mundo cruel. El narrador se presenta irreverente e impertinente, nos lleva de la mano para salir a los exteriores sórdidos de una ciudad llamada San Juan, como René Marqués lo hiciera en su momento o Luis Rafael Sánchez en el suyo. Sin embargo, Luis Negrón se acerca mucho más a las narrativas de Ana Lydia Vega (Falsas crónicas del sur) o a Magali García Ramis (Felices días, tío Sergio y Carmen Lugo Filipi (“Milagros, calle Mercurio”). Recuerda también aquel experimento narrativo a cuatro manos que Ana Lydia y Carmen Lugo publicaron bajo el título de Sobre vírgenes y mártires, y con el cual conmocionaron el panorama literario isleño de los años ochenta. Algo así me parece Mundo cruel que incluso rememora el realismo sucio del cubano Pedro Juan Gutiérrez (Trilogía sucia de La Habana). Por ahí además se asoma el Mario Conde de la novela Máscaras de Leonardo Padura Fuentes, sobre el asesinato de un travesti en un parque de La Habana. Hay también puentes establecidos con sus compañeros de generación, del colectivo HOMOERÓTICA y del grupo Sótano. Pongamos como ejemplos: la narrativa gay de los cuentos discotequeros de Moisés Agosto Rosario, la sexualidad a flor de piel de Max Charriez, mi Conversaciones con Aurelia y los Dos centímetros de mar de Carlos Vázquez Cruz. No podía faltar el eco certero de Manuel Ramos Otero y su “Hollywood memorabilia”, cuento de Concierto de metal para un recuerdo, que parece ser el modelo de “El jardín”, texto que rompe un tanto con la tónica de Mundo cruel y abre la puerta para una narrativa de un mundo menos cruel. Más allá de los posibles ecos literarios en la obra incipiente de Luis Negrón ya mencionados, 12


nos quedamos con la limpieza de sus palabras y el gesto desafiante del hablar callejero, de una calle que está dura y que hay que vivirla y revivirla día a día en cualquier rincón bien sea de Río Piedras o de Santurce. Mundo cruel es también una primera entrega sobre la ciudad que se abre y se cierra ante sus habitantes, Leviatán que se los traga y los devora para luego escupirlos a medio masticar y dejarlos tirados en la acera, para que vuelvan a empezar. El último cuento, “Mundo cruel”, el que le da título a la colección, y fue publicado originalmente en la ya clásica antología Los otros cuerpos: Antología de temática gay, lésbica y queer desde Puerto Rico y su diáspora (Tiempo Nuevo 2007), editada por el mismo Luis Negrón, junto a David Caleb Acevedo y Moisés Agosto Rosario. “Mundo cruel” nos presenta la crueldad de dos locas “fabulosas y espectaculares” ellas, que no quieren admitir su mariconería ante el mundo para que nadie sepa lo obvio, su homosexualidad. Las nuevas políticas de igualdad en el trabajo las hacen divulgar su “orientación sexual”, ante lo cual, el closet interno en el que han vivido se revela y terminan una “bailando bachata en plena Ponce de León con el hombre de su vida” (91) y la otra vendiéndolo todo y yéndose para Miami (92). Este relato es clave para entender la lógica de las acciones de todos los cuentos de Mundo cruel: se trata de exponer el tercer espacio citadino del gay y de la bucha (personajes que aparecen de soslayo en las fiestas, como personajes siluetas del cuento “El vampiro de Moca”). Luis Negrón hace esto deliberadamente y a conciencia, buscando la complicidad del lector y de la lectora, sin hacer ninguna concesión para el gran público que entra de golpe y porrazo al mundo lésbicogay, así como nosotros, los patos y las patas, que nacemos y lidiamos en un mundo puramente heterosexual. He ahí el aporte de este libro al contracanon de una literatura maricona boricua que está cada día más firme en su propósito. El Mundo cruel de Luis Negrón prevalece, se impone y se levanta pese a quienes sigan creyendo que escribir no es un acto erótico cuando se trata del encuentro de dos mujeres o de dos hombres que se buscan, se desean y se aman.

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Comunidades LGBTTQI:

Comunidades de Necesidad y Necesidad de Comunidad por Carmen Milagros Vélez Vega

Podía iniciar esta reflexión con una lista de personas que se expresan en los medios de comunicación y se identifican con las comunidades LGBTTQI en Puerto Rico. Con ello podría ilustrar que, luego de reconocer sus similitudes, personas que asumen un compromiso de expresarse en relación a las condiciones de inequidad que enfrentamos las comunidades LGBTTQI en Puerto Rico, son muy diferentes. Entonces me pregunto: ¿Será posible que una dimensión de nuestra identidad nos convierta por default en una comunidad? Y si es así, ¿qué es los que nos une en comunidad? Las definiciones conceptuales de “comunidad”, como si fuera lo mismo para todos, no recogen todas las dimensiones y manifestaciones de lo que puede ser y es considerado como tal. La contemporaneidad, por las formas tan prevalentes y variadas de los medios de comunicación, tanto formales como informales, presenciales y virtuales, nos han abierto las puertas al desarrollo de comunidades presenciales y virtuales, que parten, no solo de coincidencias geográficas, étnicas, de lenguaje, de género, etáreas y ocupacionales, sino también por afinidades políticas, sociales de interacción y de reacción contra problemas comunes. Estos espacios sociales nacen de la opresión compartida y el deseo de sobrevivir y vivir entendiendo que es imposible sin ese “otro” que tal vez antes nos ha sido indiferente, pero que a la luz de las circunstancias presentes, adquiere un valor fundamental. He sido testigo de comunidades que surgen de gente que no puede ser más diferente. Estas comunidades nacen de la interdependencia como condición innegable de los seres humanos sin que se cuestione su legitimidad. Sin embargo, cuando traducimos esto a la realidad de personas que comparten identidades LGBTTQI, entonces por alguna razón los criterios ya no aplican. Los y las miembros de las comunidades diversas por identidad sexual y sus familias y allegados somos seres invisibles. La invisibilidad social, legal, económica, política y cultural que vivimos las perso-

nas identificadas como LGBTTIQ es contundente e irónicamente muy visible y tangible. Son muchas las historias de personas que les ha sido negado el derecho de estar junto a un ser amado en un momento de emergencia médica, de madres y padres que han sido separados para siempre de sus hijos e hijas sin posibilidad de protección social y legal, las personas que han sido despojadas de su hogar, sus pertenencias y dinero por no tener derecho a un proceso legal de separación como pareja o porque no son reconocidos como viudas y viudos las personas LGBTTQI que pierden a su pareja de vida, personas a quienes se les niega atención de su salud acorde a su género de identidad, chicos y chicas que sufren acoso y abuso en el entorno escolar y los y las que viven atroces ataques de odio por ser percibidos como LGBTTQI y porque hemos decidido no mirar hacia allá. Estas y otras inequidades y condiciones injustas son comunes a los que componemos estas comunidades, estemos concientes o no, queramos o no. Esto es lo que nos une, no es lo único, pero es grande y profundo y se manifiesta en coraje, que toma muchas vías de expresión que no coinciden y no tienen que coincidir excepto en el respeto a los “otros”, no solo a los “otros” nuestros, sino a todos y todas lo “otros” y “otras” de este mundo. Nuestra fuerza esta precisamente en el complejo tejido humano y social que formamos. Mientras nos empeñemos en una lucha desde el punto de vista propio como el correcto, entonces aquí permaneceremos tan excluidos y oprimidos como siempre. Las grandes luchas por el reconocimiento de los derechos civiles en la historia conocida nos revela que los logros más significativos llegan por la unión de fuerzas y voluntades diferentes unas de otras. Yo sé que algunos piensan que actos ocurridos durante la marcha por el Día Internacional Contra la Homofobia fueron objetables, en particular, lo que respecta a escribir los muros de la catedral, que estos actos no los representan, y

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es posible que tengan razón. Yo pienso que nadie me representa y que a la vez todos y todas nos representamos pero les reconozco como parte de mi comunidad y entiendo su coraje y su deseo de expresar, de marcar con palabras, como nos marcan a nosotras y nosotros a diario. No coincido en que esa es la forma, pero no puedo descartarlos de los espacios de lucha. Ni a ellos ni a los que acuden al modelo médico para explicar ser quienes sienten que son. Como gente que lucha por los derechos humanos, nuestro frente debe ser claro y nuestra fuerza debe ser gestada desde esa pluralidad. Es necesaria una convocatoria a nivel de una verdadera coalición que represente nuestra pluralidad, que desde un discurso de unión desde la diversidad reclame equidad de derechos y accesos. No tengo soluciones inmediatas. Tampoco quiero obviar que no somos meramente diversos, sino que esta diversidad es producto de desigualdades sociales y políticas que se sostienen desde los contextos sociales de privilegio en donde pululan personas que de alguna forma se identifican como LGBTQI. Entiendo que es importante que nuestra lucha atienda estas inequidades, que no son di-

ferentes a las que enfrentan las mujeres, madres jefas de familia, universitarios, obreros y obreras, inmigrantes, por mencionar algunos. Sin embargo, no debemos asumir que estas causas son las causas de todos y todas los y las que constituyen las comunidades LGBTQI, ni siquiera sus activistas. Si lo hacemos caemos en la trampa de exigir que la diversidad sea diferente, pero no tanto... Corremos el peligro de perdernos en el proceso y de deshilar este hermoso y brillante tejido humano. Esta es la verdadera prueba de la aceptación, de la muy celebrada inclusión de la diversidad, cuando tenemos que mirar a este o esta que soy yo, pero se me asoma como un temido “otro”. Una comunidad por necesidad, por necesidad urgente y vital, no se puede dar el lujo de descartar a nadie. Sobre todo si está compuesta por aquellos y aquellas que somos descartados de los contextos sociales privilegiados. Por otro lado no tenemos que estar de acuerdo en todo para ser capaces de trabajar juntos y juntas hacia el logro de cambio sociales que nos beneficiaran a todos y todas, ahora y en el futuro. Podemos acordar, aceptar los desacuerdos, lo que no podemos hacer es agotar la lucha lastimándonos unos a otros.

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¿Por qué marchamos?

por Olga Orraca Paredes

cernos y compartir las diversas comunidades de las que somos parte, mirar sin vergüenza, mostrar nuestras diferencias, ha rendido frutos. Recordemos el aumento cuantitativo en aquella Parada de Orgullo LHBTT de Puerto Rico en 1996 cuando retamos la decisión gubernamental de que no podíamos celebrar nuestra actividad en el Parque Luis Muñoz Rivera. Allí reclamamos el espacio y lo obtuvimos.

Si los nuestros quedaron sin abrazo la patria casi muerta de tristeza[…] usted preguntará por qué cantamos… -Mario Benedetti (del poema Por qué cantamos) Ha quedado demostrado que la visibilidad es una herramienta efectiva de cambio ya que sirve para informar y educar sobre alguna situación o comunidad. Las comunidades lésbica, gay, bisexual, transgénero y transexual (LGBTT) convocamos, principalmente durante los meses de mayo y junio, a varias actividades tanto en Puerto Rico como alrededor del mundo a distintas manifestaciones. En Puerto Rico, las comunidades LGBTT se han organizado por más de tres décadas respondiendo a las particularidades de nuestro país y al contexto amplio en el que nos ubicamos.

Continuamente nos preguntan y nos preguntamos: ¿cuántos somos?, ¿cuántas personas se esperan en la actividad?, ¿cuántas participaron? Como si el número fuera el único, o el más importante, criterio para medir el impacto de un evento. No miremos exclusivamente los miles que nos reunimos en Puerto Rico y sí a los millones que se movilizan alrededor del mundo. Juntos nos hacemos visibles y presentes multitudinariamente en un mismo mes y eso tiene un impacto mediático y político inmenso. Reunirnos en las avenidas principales y tomar las calles ES un acto político. Aun así, se preguntan algunos cuál es la importancia de celebrar este tipo de movilización. ¿Para qué una Parada o Marcha de Orgullo y por qué debo estar ahí?

Históricamente las marchas y paradas de orgullo tienen su referente en los motines ocurridos en junio de 1969 en la ciudad de Nueva York, específicamente en Stonewall. Los mismos tuvieron como protagonistas a personas transgéneros, transexuales y gays que dijeron “basta ya”, enfrentándose en un acto espontáneo a las autoridades policiales que les reprimían, hostigaban y abusaban. Al siguiente año se organizaron marchas en varias ciudades recordando esos eventos y miles se sintieron convocados a expresar sus diversidades diciendo: “seguimos aquí”. Sylvia Rivera, puertorriqueña, transexual y una de las protagonistas de Stonewall dijo en aquel momento: “no me pierdo ni un minuto de esto… es la revolución” y no se equivocaba al afirmar estas palabras a sus 17 años. Aquello fue parte esencial del desarrollo de un gran movimiento LGBTT organizado alrededor del mundo.

Quienes creemos en su pertinencia y nos damos a la tarea de organizar o participar en estas actividades vemos en ello la posibilidad de trabajar por nuestras comunidades, por nuestro país, por nuestro mundo. Perseguimos construir, informar e informarnos, educar y educarnos, reconocer y respetar nuestras diversidades, contextualizar, vernos en todas nuestras identidades, conocerlas, celebrarlas, resistir, caminar, mostrarnos... Perseguimos recordar que no estamos solos, mirarnos en compañía, entender que somos parte. Pretendemos la solidaridad y el adueñarnos de nuestros procesos individuales y colectivos. Lo vemos como una oportunidad de hacer visible nuestra presencia, nuestro trabajo, nuestros reclamos.

A través de los años, en Puerto Rico hemos marchado con lluvia, con miedo, con sol, con insultos, con solidaridad. Hemos reclamado nuestros derechos y miles han trabajado con el compromiso de una transformación real y justa para nuestra sociedad puertorriqueña. Estar ahí afuera, cono-

En estos momentos, en Puerto Rico, el conservadurismo, los fundamentalismos y la cobardía se han vuelto la norma de aquellos que ostentan el poder político impactando, de forma especial, a las 16


y los integrantes de las comunidades LGBTT. Los sectores más conservadores abogan por excluirnos de toda protección, como si esto cambiara la realidad de que estamos aquí y formamos parte de esta sociedad. Se entienden como defensores y dueños de los valores que deben imperar y, en ese afán, fomentan la intolerancia y el odio, promueven las fobias contra las personas LGBTT que se manifiestan a través de prejuicios y discrimen. Como consecuencia, vivimos la agresividad y la violencia que padece nuestro país, agravado por las instancias de rechazo y actos violentos relacionados a nuestras identidades de género y orientaciones sexuales, sufriendo crímenes motivados por el odio. Vivimos en muchos momentos saturados de miedos, incapaces de vislumbrar calidad de vida, congestionados de afanes, empachados de hastío y violados en la intimidad. Algunos y algunas mueren día a día sin atención médica o sin atención médica apropiada, nos topamos con problemas de vivienda, con disparidad de oportunidades, con discrimen en el ámbito laboral, con personas agredidas sexualmente porque “se lo merecen”, con quienes son segregados de su familia, con falta de acceso al sistema de justicia.

o importantes en esta lucha, por todos esos espacios rescatados y los creados. La conclusión es clara: queda mucho trabajo por hacer y este no debe ser de unos pocos, es la responsabilidad de todas y todos asumir una postura. Hemos aprendido que el apoyo no puede estar en el closet, que tiene que manifestarse, tiene que estar visible, tiene que salir y caminar junto con nosotros. No se ha abierto quizás el closet definitivamente pero se ha abierto una puerta para la acción, la reflexión, el cambio de actitud y la solidaridad. Mario Benedetti enumeraba en sus versos las razones de por qué cantar a pesar de los estragos de una dictadura:

Cantamos porque el cruel no tiene nombre y en cambio tiene nombre su destino […] Cantamos porque los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos […] Cantamos porque el grito no es bastante y no es bastante el llanto ni la bronca. Cantamos porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota.

Marchamos por el deseo y la voluntad de estar allá afuera, porque nos surge de la tristeza, de la rabia, del sentido de impotencia, de la capacidad de superar la frustración y ponerla a caminar en acciones conscientes, para recordar y recordarles que pertenecemos, porque es un acto de resistencia, de resistirse a que nos impongan moralidades y preceptos. Caminamos por las muertes lentas ante la mentira y la hipocresía, por las muertes rápidas por falta de servicios adecuados, por la falta de acción de los que gobiernan a cambio de votos, por aquellas personas de nuestras comunidades que sufren situaciones de violencia doméstica sin poder recurrir a la protección de la Ley 54, por todas aquellas cosas que a tantas y tantos les tiene sin cuidado.

Nos identificamos con esos motivos que podemos hacer propios. El trabajo de organizar y participar de una acividad colectiva en nuestras calles lo hacemos y lo haremos porque celebramos el amor y la vida. Marchemos y cantemos…

Caminamos por Sylvia Rivera, por Jorge Steven, por Francheska, por el vecino de 14 años a quién no dejan reunirse con sus amigos porque se le “pegan” sus cosas, por ti, por mí, por quién no llega por miedo, por aquella amiga, abiertamente lesbiana y activista, que cuando fue nombrada jueza en una de las principales ciudades del mundo celebró únicamente con su familia escogida porque la biológica prefirió mirar su relación lésbica y no admirar sus logros. Caminamos por los que sí gozamos del respeto y amor de nuestras familias y amigos, por la indiferencia de tantos que piensan que su presencia y sus palabras no son necesarias 17


A 25 años de Doña Herlinda y su hijo Por Ricardo Vargas Molina Uno de mis primeros encuentros con alusiones a la homosexualidad en el cine que recuerdo ocurrió a mediados de los años ochenta. En mi repaso habitual de la sección de cine del periódico El Mundo me topé con el cartel de una película que ilustraba en primer plano a una pareja de hombres en una cama, desnudos de torso, en evidente reposo post-orgásmico. A pesar de existir infinidad de representaciones de homoerotismo en la historia del cine, eran contados los ejemplos visibles para mí en aquella época (Making Love de Arthur Hiller, 1982, era tal vez el más notable hasta entonces). Su tagline era aun más enigmático y provocativo, por lo subversivo y sensacionalista: bajo un mismo techo doña Herlinda, su hijo, la esposa de su hijo, el hijo de su hijo y el amante de su hijo. Mi curiosidad quedó por años insatisfecha; no llegué a conocer el extinto Cinearte en Hato Rey, donde se exhibía.

sa con Ramón, un joven y guapo estudiante de música, de clase trabajadora, que vive en una pensión, y que escucha a Juan Gabriel pensando en Rodolfo. Aunque ambos presumen que su relación es secreta, es obvia para casi todos, como suele pasar, particularmente para doña Herlinda, quien ha acogido a “Moncho” de manera muy natural.

Luego de verla el año pasado, a poco más de veinticico años de su estreno, pienso que Doña Herlinda y su hijo merece ser traída a la conciencia colectiva. Aunque no es un filme de grandes valores cinematográficos, se trata de un título emblemático de lo que hoy podemos pensar como un cine queer latinoamericano en ciernes, una comedia con una propuesta mordaz e irreverente __y una actitud de no prisoners taken__ que tal vez muchos, como yo hasta hace poco, no han visto o han olvidado, y que dialoga muy bien con el presente.

Pero doña Herlinda quiere que su hijo se case y le de un nieto, y para eso ya tiene en la mira a Olga, una joven feminista que trabaja para Amnistía Internacional, también hija de familia pequeñoburguesa , pero con ambiciones profesionales y ambivalente ante el matrimonio. Doña Herlinda moverá sus fichas para lograr sus objetivos, manteniendo a todas las partes lo más satisfechas posible. Por supuesto, cuenta con los recursos que su condición económica y social le permiten poner en función. Y es aquí donde Jaime Humberto Hermosillo, como director y guionista__tomando como base un cuento del veracruzano Juan López Páez_, expone con toda malignidad su retrato de la clase media alta mexicana, al revelar su hipocresía en su aparente adhesión a creencias y valores tradicionales, mientras se permiten arreglos que violan esa ética y dan rienda a sus deseos detrás de los

Rodolfo, el hijo del título, es un reconocido neurocirujano pediátrico que aun vive con su madre viuda, en condiciones de evidente privilegio en un suburbio exclusivo de Guadalajara (capital de Jalisco, estado al que el país debe en gran medida su iconografía más distintiva). A primera vista, es la epítome del macharrán mexicano: alto, moreno, bigotudo, con botas y pelo en pecho; le falta el sombrero para ser la viva imagen del charro. Pero Rodolfo sostiene una intensa relación amoro-

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muros que protegen a sus mansiones.

te para el potencial cumplimiento de aspiraciones personales de prácticamente todos los involucrados, y en un modo viable y protegido de familia alternativa desde el cual se privilegia el disfrute de placeres, tanto los celebrados en público como los proscritos.

Doña Herlinda (interpretada por Guadalupe Toro, en una actuación tan mala como efectiva), como quien no quiere la cosa, con simpatía, halagos, alcahueterías y, sobretodo, fuertes dosis de magnanimidad__ y con frecuencia también de tequila__ logra que quienes puedan suponer un obstáculo a sus planes cedan a sus determinaciones, ante la conveniencia o beneficio material que sus consentimientos les representan.

Escandalosa en su época por lo gráfico de sus imágenes explícitas de desnudez masculina y de sexo entre hombres, y por las trompetillas que hizo a algunas suposiciones sobre la cultura mexicana, como la solidez del sistema patriarcal, Doña Herlinda y su hijo resultó en un éxito internacional que incluyó exhibiciones en el MoMA de Nueva York y en múltiples festivales internacionales. Es probablemente la película más reconocida de Hermosillo, quien despuntó en los años setenta con títulos como La pasión según Berenice (1977), Naufragio (1978) y Amor Libre (1979), todas nominadas al Ariel__el Oscar mexicano__, premio que obtuvo por las primeras dos. En los noventa presentó algunos trabajos interesantes como La tarea (1990)

Desde su ubicación de clase doña Herlinda permite la expresión del deseo homosexual a su hijo, condicionado al cumplimiento con las expectativas de la heteronormatividad y sus parámetros de decencia aparente. O como diría doña Herlinda, “Rodolfo de pequeño también era zurdo, no más que le enseñé a usar muy bien la mano derecha e hice de él un maravilloso ambidiestro”. Así, luego de vencer algunos escollos con poco esfuerzo, crea espacio en su casa para cada miembro

“un cine queer latinoamericano en ciernes, una comedia con una propuesta mordaz e irreverente”

de la familia, que queda constituida tal y como anticipaba el cartel publicitario. En este contexto, el amor homoerótico no es anulado, pero sólo se hace posible en tanto invisibilizado. Aunque desde este arreglo doméstico poliamoroso no se retan de frente estructuras opresivas, Hermosillo presenta, con intención o sin ella, una opción en cierto modo liberadora, al proponer una forma de organización familiar y sexual que subvierte lo normativo. El resultado deviene muy convenien-

y De noche vienes, Esmeralda (1997), esta última otra ingeniosa comedia en la que coloca a su personaje titular __una enfermera con guardias muy convenientes__ en el rol del macho polígamo, que justifica sus acciones desde la satisfacción que provee a sus parejas. En cualquier caso, Hermosillo nunca ha alcanzado antes o después el reconocimiento y éxito internacional que logró con Doña Herlinda, tal vez por su énfasis marcadamente regionalista. 19


“sin título”:

retrato de Félix González-Torres en Puerto Rico por Lilliana Ramos Collado

La obra de Félix González Torres (1957-1996) se nutre de la incómoda paradoja entre la repetición y lo insólito. Los objetos del consumo cotidiano —las imágenes mediáticas y la interminable banalidad doméstica— quedan expuestos a la mirada escrutadora que el arte posa sobre ellos. Hilos de mutuo desconcierto entretejen la relación artista-espectador en una solidaria y ominosa mirada que se cierne sobre las cosas vulgares e insípidas. En sus quince años de espléndida y retante producción artística, González-Torres reiteró su propósito de convertir el objeto en imán de la perplejidad. En el origen, la repetición Desde sus primeras obras expuestas en Puerto Rico entre 1980 y 1983, González-Torres manifestó un interés teórico y metodológico en citar expresiones artísticas previas. El artista se sitúa entre los espectadores y comentaristas de un acervo cultural, expresando preferencia por los llamados “géneros secundarios”. Por ejemplo, como anuncio publicitario para una exposición de vídeos en 1980, González Torres publica una pieza titulada Contaminación ambiental/mental(1), en la cual seis fotos idénticas, con las esquinas redondeadas como la pantalla del televisor, presentan una boca de aguas negras en una playa. Los calces de las fotos citan clichés de telenovela romántica, o el diálogo violento de un thriller misógino, y aún otros sólo rezan “Comerciales” o “Noticias”. Un recuadro al margen narra la aparición misteriosa de este enorme desagüe en la playa, rodeado de letreros

que dicen “Prohibido nadar, bañarse, esquiar, pescar, pensar o reflexionar en los próximos 200 metros: Aguas contaminadas.” La bomba de desagüe contamina la playa con excrementos; la televisión arroja por su pantalla desperdicios culturales que contaminan el pensamiento. Se alegoriza un objeto inocuo del mundo material para denunciar la función contaminante de la televisión y su contenido excrementicio. Para el artista no hay diferencia ideológica entre la telenovela, el thriller, las noticias y los comerciales de televisión. La televisión todo lo banaliza, todo lo procesa hasta convertirlo en mierda. Como estas imágenes están a su vez publicadas en la página de un periódico, esta acción de arte funciona también como black hole que nos advierte sobre la naturaleza, también excrementicia, de lo periodístico. Esta obra de González-Torres nos invita a descubrir similitudes entre lo excrementicio y lo mediático, por un lado, mientras nos invita a asumir en nuestro propio pensamiento un giro irónico y concienciado gracias a la acción de arte. Esta página extraña, habitada por la acción de arte, tiñe de extrañeza todo el diario, si bien el diseño irregular, antiperiodístico, de la obra aprovecha la pobreza de reproducción fotográfica del periódico y el tamaño de la plana. En la esquina inferior derecha se nos advierte: “Arte Impreso es Arte Impreso”. Esta parca tautología nos lanza al arte de la repetición, el arte no-arte que espera, agazapado en el periódico, la ocasión de descontaminarnos. 20

Espectadores maratónicos, o el arte de la complicidad En otra exposición primeriza, Memorias del trans… trans… (Casa Aboy, San Juan, 1981), recurrió el artista a polaroids en blanco y negro que combinaban imágenes mediáticas con imágenes del “natural”. Organizadas en una larga línea horizontal que recorría las diferentes salas y las dos plantas de la Casa Aboy, invitaban al espectador a correr mientras las miraba para crear una ilusión cinemática. Había que correr, incluso subiendo escaleras, mirando las fotos (la “película”) de reojo, a riesgo tropezar y caer. ¿Los temas de esta obra compleja e ingeniosa? “La injusticia y la explotacion”(2), afirmó González Torres en su manifiesto teórico acerca de estas Memorias, publicado en el diario El Nuevo Día como calce a una breve fotonovela en la cual unos adolescentes sentados soleándose en la playa examinaban fotografías. La secuencia fotográfica, como mise en abîme, reiteraba el melodrama de “leer” la imagen como la equívoca ocasión de un autodescubrimiento. Casi desnudos en la playa, los jóvenes daban con la imagen de su identidad. Del mismo modo en Memorias, la televisión imponía sobre los televidentes conductas aquiescentes a la explotación(3), y el artista a su vez explotaba ese venero de imágenes en su creación de una parodia visual que jugaba al estatismo social de los clichés, mientras nosotros los observadores corríamos en el maratón de la acción de arte. De hecho, sin la carrera de los espectadores, la acción de arte no hubiera te-


nido sentido alguno. No hubiera habido arte sin el espectador. La identidad doble En las nueve fotografías ejecutadas artesanalmente por el artista en paladio/platino entre 1981 y 1983 —que incluyen varios retratos/autoretratos y algunas imágenes que él titula Naturaleza muerta—, varios desnudos masculinos vivos portan o visten máscaras y se juxtaponen a bodegones compuestos por muñecas desnudas que yacen sobre planas abiertas del periódico El Nuevo Día. La confusión identitaria discurre entre la imagen del artista, que posa para sí mismo desnudo y enmascarado, y otro personaje, también desnudo y enmascarado, en lo que parece componer una pareja homosexual. Sus máscaras se posan a veces sobre el rostro, a veces sobre los genitales, como lugares de una identidad prohibida Mientras, las muñecas posan sobre el diario como ante un limbo en un taller fotográfico o sobre la mesa del típico bodegón de la pintura europea de caballete. Las noticias del periódico, algunas de cuyas imágenes han sido coloreadas por el artista, comparten con las muñecas su canonicidad, la reiteración del gesto de lo típico. Estas nueve imágenes comparten la ritualidad de la pose identitaria de develación/encubrimiento. La máscara emblematiza lo que está oculto o a punto de ser revelado. O es el diario mismo el que sirve de telón de fondo para localizar la muñeca sobre el fait divers noticioso, falaz y trillado. Comparten también un deliberado desaliño estético y una banalidad de contenido visual, en pelea abierta contra la exquisitez de la impresión artesanal en papel untado a mano con platino, y en pelea abierta también

“(Autorretrato) pasión, pecado y martirio” (ca. 1983). Fotografía 4” x 5” impresa en paladio untado a mano sobre papel.

contra el la riqueza de detalles que produce el negativo 4 x 5 impreso a contacto con el papel. Siendo artesanales, estas imágenes que narran el melodrama de la identidad (des)enmascarada conjuran, vis à vis las imágenes de los medios de comunicación de masas, un laberinto de contra-referencias. Obras “de un día” o hacia una arqueología del presente La tradición cultural nos ha legado la angustia de la impermanencia. ¿Puede un arte eterno apelar eternamente a una comunidad efímera cuyo rasgo definitorio es el cambio? Los proponentes del arte efímero han apostado no sólo al presente apelando a su auditorio contemporáneo, sino que han dado al traste con la mercadeabilidad rentable de la obra duradera. Las obras tempranas de González-Torres asumen no sólo la impermanencia, sino la precariedad de los materiales que sirven de vehículo a la acción de arte. El uso del papel de periódico, del vídeo y 21

de la polaroid, también ostenta ese desprecio lúdico de la permanencia. Así, en un humorístico performance de 1982, Óxido, sueños sobre una cama de hielo (San Juan), el artista se acuesta sobre un enorme bloque de hielo para dejar sobre él la huella de su cuerpo laborada por su propio calor. El hielo, material de efímera solidez, sobre todo en el trópico, se convierte en el molde o en la contraescultura” del cuerpo vivo del artista, la superficie que acogerá, por muy breve tiempo, su huella vital. El hielo en extinción ante el calor del cuerpo del artista alegoriza la impermanencia, incluso de una “edad de hielo”. No hay piedra cuya solidez aguante la eternidad. ¿Qué nos da lo efímero? Una arqueología del presente que nos alienta a recontextualizar —mediante la dislocación de las funciones y estéticas consumistas de los objetos que vehiculan la acción de arte— conceptos sociológicos y culturales críticos como “obra”, “artista”, “comunidad”,


“lenguaje”, “arte”, “consumo”, “medio”, “expresión”, “comunicación”, “mercado”, y otros. Si, al decir de Jean Baudrillard, somos las pasiones que ostentamos mediante los objetos que poseemos o deseamos poseer, asumir lo efímero es hacer la paz con la inutilidad de la posesión y con la pregunta por el sentido como puntal de la identidad o de la narrativa vital, pregunta que, por supuesto, no tiene contestación.

Crónica de una madurez anunciada

eran bombillas domésticas de 60 watts), un bailarín fisiculturista se contorsiona desaforadamente levantando su calzoncillo cada cierto tiempo para mirarse el pene. ¿Estará todavía ahí? ¿Se le habrá caído? En la gesta patriótica macharrana, ¿habrá alguna diferencia cultural entre el pene y el héroe? Así, la historia nacional e imperialista de los Estados Unidos protagonizada por Theodor Roosevelt se convierte en la “Natural History” del pene. Piensen ustedes en la forma fálica de todos los monumentos de héroes de pie. Así, el imperialismo norteamericano delata su verdadera identidad de órgano fálico y de imposición a la cañona. El fisiculturista, mediante sus giros obscenos, parodia el gesto del héroe. El lugar del héroe —patriota, humanitario, científico, soldado, hombre de estado, explorador, etc.— constituye, en nuestra sociedad del espectáculo, nada más que el encubrimiento de un deseo obsceno por el espacio del poder.

La obra primeriza de GonzálezTorres muestra que no militó en las corrientes de moda, sino que lentamente maduró sus ideas e inquietudes acerca de la expresión artística. Por ejemplo, el recurso constante a la cita, que mencioné al principio, es contundente en Untitled (Go-Go Dancing Platform) (1991), que usa de telón de fondo la secuencia fotográfica Untitled (Natural History) (1990). Esta secuencia fotográfica presenta los sustantivos heroicos atribuidos a Theodor Roosevelt inscritos en el podio del monumento dedicado a él frente al Museo de Historia Natural de la Ciudad de Nueva York. Frente a estas fotos y sobre una plataforma azul orlada de “candilejas” de teatro o, más bien, de feria patronal de pueblo puertorriqueño (realmente

La identidad doble que ya vimos en los autorretratos en platino regresa destilada en el pálpito de dos relojes en Untitled (Perfect Lovers) (1987-1990), que obra en la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Con ironía, ese latido regular y acompasado del reloj, que constituye el símbolo sonoro del pálpito del corazón como “signo vital” por excelencia, discurre acompasado y regular en un ambiente oficinesco donde impera la eficiencia burocrática. Lo importante aquí es que la identidad se fragua como lo idéntico, lo homogéneo. Así, la representación del otro homosexual borra la singularidad individual para constituirse en el tipo acompañado de otro espécimen que le es idéntico. La forma circular, interesantemente,

“Untitled” Go-go dancing platform. (1991)

denota una perfección cerrada y completa, y de alguna manera alude a la imposibilidad de la interpenetración de los dos círculos. Quizás los amantes perfectos lo sean porque no pueden más que tocarse tangencialmente porque, si se penetraran, perderían la perfección vital del círculo. Pienso que esta obra es un comentario elocuente a la tragedia del SIDA. Félix, quien falleció víctima de esta condición en 1996, acababa de perder a su compañero Ross. Para los pacientes de SIDA, el círculo cerrado es garantía contra el contagio desde o hacia el cuerpo. Los amantes perfectos serían aquellos que evitaran todo contagio, toda ruptura de la orla del círculo, de la tersa funda de su piel. Es en la creación de un espacio participatorio que GonzálezTorres invirtió mucho de su pensamiento. Si antes nos hizo correr a lo largo de sus polaroids, luego le atribuyó al espectador responsabilidades más graves como llevarse para su casa especimenes o piezas de obras “ inacabables”. Ejemplo son las pilas de hojas de papel, colocadas sobre el suelo, con mensajes o imágenes impresos, que el público estaba invitado a llevar consigo. Untitled (National Rifle Association) (1990), es una pila de pliegos de papel offset rojo con una ancha orla negra alusiva a las esquelas publicadas en los periódicos, la sangre derramada por las muertes accidentales mediante el uso de armas de fuego y los blancos utilizados para practicas de tiro. Untitled (Death by Gun) (1990), obra germana a la anterior, presenta fotos de niños que perdieron la vida accidentalmente por un arma de fuego. Colocadas en el suelo, estas pilas van mermando durante el día, para luego ser resurtidas, interminablemente, por la galería o el museo que


las presenta. El artista invita así al espectador a asumir la tenencia compartida de la obra, la responsabilidad de construir su mensaje, a guardarla como pieza memorística de aquello a lo que alude. Del mismo modo, obras como Untitled (North) (1993), un hilo de bombillas comunes y corrientes encendidas y colgando en la pared hacia el suelo, invita a los curadores a colgar la pieza como les parezca. Lo que “pertenece” al artista es el gesto de proponer una acción de arte con este hilo de bombillas, de invitar al otro a completar la acción ubicando la pieza en el espacio de exposición. Asimismo, las pilas y alfombras de bombones que el público podía llevar consigo y degustar, obedecen al deseo de compartir la responsabilidad concienciadora de la obra., a la vez que delatan la naturaleza consumista de la obra de arte tradicional. Los hilos de bombillas, las montañas y alfombras de dulces, las pilas de papel, son gestos participatorios deliberadamente efímeros. Del mismo modo, los retratos “tipográficos” realizados en fotostáticas o en frisos pintados en habitaciones y aleros —cuyo texto compone una crónica de eventos que deben configurar la narrativa (el retrato) de un individuo, una institución o un movimiento— constituyen acertijos históricos que mezclan los eventos privados con los eventos públicos, la Gran Historia con la pequeña y mezquina historia individual. Obras como Untitled (1989), la más conocida de estas obras, cita eventos y fechas relacionados con la afirmatividad gay en los Estados Unidos que trajo al debate público los derechos de los homosexuales y su salida del closet.

Idéntico reto a la lectura de lo obvio y lo conocido presenta González-Torres con sus rompecabezas de eventos siniestros en la historia de la humanidad (o, más bien, de la “inhumanidad”). Si el rompecabezas tradicional constituye un pasatiempo que nos da la habilidad para reconocer una figura por sus partes y así reconstruir sus piezas dispersas en una sola imagen, las escenas que Félix ha escogido para sus rompecabezas están dirigidas a que las descompongamos (siempre vienen ya armadas dentro de una bolsa plástica) para que así literalmente desarmemos la historia para mejor comprenderla. La distinción entre lo público y lo privado es uno de los problemas constantemente planteados por el artista, como lo atestigua su Untitled (1991), que muchos conocen como “La cama vacía”. La efímera huella corporal que originalmente Félix imprimió en un bloque de hielo reaparece ahora en paredes de edificios de la ciudad de Nueva York, en enormes tablones publicitarios: la cama que el artista compartía con su compañero Ross, muerto de SIDA en 1991. Untitled (1991), coloca el espacio más íntimo de la pareja gay en el espacio de la publicidad. Sobre la cama blanca, la huella de los cuerpos está aún fresca. ¿Se tratará acaso de una ventana por la cual podemos ver en el interior de los edificios, donde quizás abundan, en secreto y silencio, miles de parejas gay? ¿Será esta cama la utopía obscena (literalmente “fuera de escena”) cuyos habitantes están condenados a la invisibilidad? Que no nos sorprenda el interés simultáneo del artista por las cortinas de cuentas plásticas —por ejemplo, Untitled (Water) (1995)— y por las vaporosas cortinas de tela azul que protagonizan varias de sus

piezas. No hay distinción entre espacio público y espacio privado sin umbral, y en estas piezas el umbral es un estereotipo, una baratija de cuentas plásticas que se compra en cualquier tienda de descuento. Thresholds are a fake! En fin, la obra de Félix González Torres, de tempranísima maduración, desarrolló meticulosamente sus intuiciones iniciales hasta florecer en un repertorio de gestos, acciones y objetos elocuentemente políticos y críticos del espacio y de los lenguajes del arte. Poco pretencioso, distanciado de su propia obra pero entregado a causas sociales de envergadura como la concienciación acerca de los estragos del SIDA y los derechos de los homosexuales, buscó el asombro que lleva al conocimiento, e invitó al público a la indagación de lo inmediato y urgente. Si bien sabía que el arte no es la vida, lo hizo la ocasión del reto, de la conmoción y del aprendizaje del espectador. Notas: (1) Félix González Torres. “Contaminación ambiental/mental”. El Nuevo Día, 24 agosto 1980, p. 19. (2) Félix González Torres. “La imagen como producto/poder”. El Nuevo Día, Revista Domingo, 26 jul. 1981, pp. 16-17. (3) “La imagen en su gran mayoría es utilizada constantemente en un afán de establecer estructuras de pensamiento que ayuden a preservar y fortalecer el status quo económico, político y social.” Ibid., p. 16. [Leído en la Escuela de Artes Plásticas, San Juan, PR, el 15 de febrero de 2008. La versión original de este artículo fue publicada en la Revista ArtPremium, mayo-junio 2005, pp. 68-72]


fotos por: Karlo X. Ramos (suministradas) 22


Una muchacha y una guitarra entrevista a Ivania Zayas por Ángel Antonio Ruiz Laboy

La música parece ser lo que fluye por sus venas. Y es que para esta hija de dos ángeles, Ángel Luis Zayas y Angelita Ortíz, la música es tan vital como los son el aire y el agua. Desde los 12 años de edad comenzó formalmente en la música cuando ingresó a la banda escolar y municipal de Salinas interpretando la trompeta. Pero Ivania Zayas, viene de una familia repleta de músicos, muchos de ellos autodidactas, entre quienes figura su padre, quien es cantante y compositor de música típica puertorriqueña. Influenciada por esa cuna musical, tomó en sus manos la guitarra y desde entonces siempre la acompaña, como si fuera una prótesis de sí, un instrumento más de su lenguaje y su mensaje. Siendo una joven cantaurora comprometida con la justicia social, no es raro verla presente en las causas en las que cree justas de manera solidaria brindando su sonrisa y su talento. “Tengo un compromiso social que nace de mi relación de lo que me rodea, o de lo que decido rodearme y a través de la música, se me hace más fácil comunicarlo. Para mí cantar, o hacer arte en general, tienen ese maravilloso poder de cambiar el mundo.” Asevera la cantautora que algunos recordarán por sus participaciones en varias de las lecturas de Homoerótica, en la Marcha de Orgullo LHBTT de Puerto Rico, en el Día Internacional de Solidaridad con la UPR –donde cursa una maestría en Administración y Gestión Cultural- o en la conmemoración del Día de la Mujer Trabajadora, entre muchas otras. Ivania colaboró por primera vez con el colectivo en la primera lectura de orgullo celebrada en el Restaurante Bla Bla en Santurce en el 2009 titulada Diversidad, desde entonces ha seguido involucrada con el grupo y es que cuenta que para ella “Homoerótica se abre como un espacio necesario de expresión, desde sus inicios ha sido consistente y firme, y la pasión de quienes lo integran se ha dejado sentir en cada una de sus lecturas. Este colectivo respira, se mueve, ríe, llora, grita... y se invade de silencios que en ocasiones pueden más que mil palabras.” 23

En títulos de su autoría, como “La verdad os hará libres” y “A mi Río Piedras” permea esa conciencia social de la que es partícipe. En estas composiciones toca el tema del fundamentalismo religioso y de la conciencia social-ecológica de la ciudad contemporánea. “Creo firmemente que como sociedad debemos disfrutar de los mismos derechos y privilegios. El acuerdo social debe ser inclusivo y no exclusivo, me refiero no sólo a los seres humanos que componen la sociedad sino a todo cuanto es parte de ésta” – afirma la intérprete y cantaurora que actualmente colabora en sendos proyectos junto a la cuatrista nacional Emma Colon Zayas y con la trombonista holandesa May Peters y quien actualmente se presenta en el Restaurante La Barquita de Salinas y el Hotel Verdanza de Isla Verde.

“para mí cantar, o hacer arte en general, tiene ese maravilloso poder de cambiar el mundo.” No sólo como cantautora, sino también como periodista, cantante, músico y hasta editora de la bien recordada Revista Noctámbulo, Ivania es más que nada una comunicadora. Por ello, reconoce las trampas del lenguaje, sus limitaciones y sus vicios. Refiere que es el lenguaje quien la utiliza a ella como instrumento y no a la inversa y que a veces se siente presa de él, “como un pajarito dando golpes en una jaula”. Al inquirirle sobre el papel de los cantaurores en nuestra época nos habla de su sed de adquirir y compartir conocimientos, de no callar, sino cantar lo que sentimos de manera individual y colectiva. Para ella la música es un espacio de libertad democrática que nos permite denunciar, descubrirnos y exponernos pero sobre todo expresarnos. Su música está plagada de una paleta de influencias, sin que ello le impida crear sus propios matices. “Vengo de una familia melómana y la


verdad que soy privilegiada por haber nacido rodeada de esa diversidad musical. Con cada una de mis influencias me he sentido identificada de manera diferente. Pienso que el arte es eso, identificarse... como intérprete, primero me identifico con una canción; luego, a partir de esa experiencia la interpreto, pero la interpreto haciéndola mía, a partir de lo vivido.” Tal vez por ello rehúye a las definiciones. Señala que como sociedad nos obsesionamos con ellas y en el arte, eso puede ser una trampa. Comparte que “son muchas las influencias que tengo de mujeres y hombres que admiro y esa admiración surge de la manera en que han sabido llegar al corazón del s pueblo. Silvia Rexach, Lucecita Benítez, Violeta Parra, Mercedes Sosa, son sólo una muestra de la enorme cantidad de mujeres que han sido capaces de romper con cánones establecidos por sociedades que a la larga han tenido que admitir la importancia y trascendencia de su legado. “ Estos ejemplos la inspiran a querer convertirse en una cantautora de su pueblo y de sus reclamos de justicia social.

Finalmente, puntualiza que “seguiré realizando colaboraciones, al igual que llegando, guitarra en mano, a los lugares donde sea necesario.”

Contrario al movimiento y los artistas de la “cultura pop” Ivania se considera una transgresora en su propuesta al atreverse a dar voz y a aportar con su talento en espacios donde otros artistas no llegan, o no quieren llegar, por causar que refiere nunca entenderá. Su amor en lo que cree la distancia de todo miedo o temor y la hace solidaria.

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Baklava por H. Roberto Llanos

Para la masa: (½ lb) nueces y almendras bien picadas (se pueden usar pistachos, pecanas o avellanas) 3 cucharadas de azúcar 1 cucharadita de canela en polvo 1 taza mantequilla sin sal, derretida y clarificada ½ libra de masa de hojaldre (phylo dough, esta se consigue en tiendas de repostería)

Uno de mis primeros libros regalados fue la Mil y una noches. Conocí por medio de Scherezade la capacidad de ser un héroe como Simbad y sus viajes, Aladino y su lámpara, Ali baba y los 40 ladrones etc. Entre magia, aventuras y amores, el libro muestra detalles de diversos festines. La comida juega un papel importante ya que muchos de los protagonistas flaqueaban mientras comían y bebían. Descubrí de forma reciente la comida árabe y los recuerdos de las historias regresaron. Yo, como amante de los postres, descubrí uno que me dejó fascinado el Baklava. Tiene origen en los tiempos sirios y babilónicos. Probablemente los sirios fueron los primeros en preparar mezclas de nueces molidas con miel y masa, creando así los dulces antecesores del baklava. Se cree que los marinos y mercaderes griegos que llegaban a Oriente descubrieron pronto las delicias y las llevaron a Atenas. Ellos contribuyeron con la creación de una técnica que hizo posible extender la masa con un rodillo hasta lograr hacerla tan fina como una hoja y envolver en múltiples capas las nueces molidas. Luego, los armenios añadieron la canela y los clavos al baklava. Más tarde los árabes introdujeron el agua de rosas. La palabra «baklava» proviene de la palabra baklavi que significa “nueces” en árabe. Otras naciones han incorporado diferentes especias, como en el caso de los turcos, que añadieron pistachos. Era uno de los dulces preferidos de los sultanes (lo cual me lleva nuevamente al libro) Por aquella época se pensaba que dos de los ingredientes principales, las nueces y la miel, eran afrodisíacos, lo cual acarreaba un precio muy alto, tan sólo accesible para la corte y las clases altas. Hoy en día, con el auge de comer comida del Medio Oriente, en Puerto Rico se pueden encontrar diversas variedades. Mi preferiría es la que siguiente:

Mezclar en una olla mediana el azúcar, el agua, jugo de limón, cáscara de limón, canela y clavos. Llevar a hervir, moviendo hasta que se disuelva el azúcar. Bajar la temperatura y continuar hasta que el almíbar espese, alrededor de 10 minutos. Sacar del fuego y retirar la cáscara de limón, canela y clavo de olor. Agregar el agua de azahar o rosas y dejar enfriar. En otro recipiente mezclar las nueces, las almendras y el pistacho con el azúcar y la canela en polvo. Precalentar el horno a 350 F. Con una brocha de cocinar, regar la mantequilla en el fondo y costados de un molde rectangular. Colocar las láminas de hojaldre una por una, pincelando cada una con mantequilla antes de colocar la siguiente. Colocar alrededor de 3 a 5 laminas (también puede ser entre 6 a 8 si la desea más gruesa) polvorear un tercio de las mezcla de nueces con azúcar. Colocar de 3 a 5 hojas más siguiendo el mismo procedimiento. Polvorear la mitad de las nueces restantes. Repetir las hojas, cubrir con el resto de nueces y terminar con 6 a 8 hojas de la masa, siempre con mantequilla entre ellas. Pincelar la hoja de arriba generosamente con mantequilla. Con un cuchillo cortar la masa en forma de triángulos o en forma de rombo (diamantes). Hornear durante 30 minutos y luego reducir el horno a 300 °F y hornear de 15 a 20 minutos más, o hasta que se torne dorado. Retirar del horno e inmediatamente rociar la baklava con el almíbar. Dejar enfriar y servir. Salen aproximadamente de unos 25 a 30 pedazos.

Para el almíbar: 1 ¼ taza de azúcar ½ taza de agua 1 cucharada de jugo de limón 1 trozo de cáscara de limón 1 trozo de canela 2 clavos de olor enteros 1 cucharada de agua de azahar o agua de rosas (opcional)

El proceso vale la pena. Los olores de la baklava son únicos y el sabor divino. Úselo para conquistar nuevo paladares... El olor quedara impregnado en su cuerpo así que deje que su ser amado disfrute de esta mezcla…mmm. ¡Qué rico! Buen provecho.

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Corp贸reo, Vol煤men II Mayo 2011 San Juan, Puerto Rico

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