Corsario de papel

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Corsario de Papel

Corsario de papel artículos, cuentos, ensayos

Juan Carlos

Juan Carlos Morales Mejía

Morales Mejía

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Corsario de Papel

Un poco de tinta En los tiempos antiguos tener patente de corso significaba ir por los mares –amparado por un Gobierno- para perseguir a los piratas. En definitiva, el corsario era otro filibustero que –con las técnicas de la guerra- se hacía con el botín. Sin embargo, a veces, ese corsario se rebelaba contra ese sistema y prefería arribar a una isla y no precisamente para enviar mensajes en una botella. Ser articulista en un diario de provincia (o en cualquier diario) es ser un corsario de papel, pero armado con un cañón de certezas. Tarde o temprano, el corsario elige comulgar con los designios del Poder, prefiere una jubilación digna para poner en reposo su ojo tuerto o simplemente es echado por la borda. Y, a veces, es preferible estar con los tiburones. Más tenebrosos que los piratas –en este caso representados por los camaradas periodistas- son los jefes y sus aliados, que puede ser quienes detentan un Poder simbólico y religioso. Tras escribir el artículo Satán, literalmente pasé a la tabla ubicada en la proa. Por lo demás, dicho artículo es académico y es una referencia al libro La guerra de las imágenes, de Serge Gruzinsky, o si se quiere una clase de maestría de Cultura, en la Universidad Andina Simón Bolívar, aunque habría preferido que sea de los signos del Señor de la Luz. Ya lo decía don Quijote: “Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”. Lo propio me ocurrió en cierta Escuela de Comunicación por solicitar a los alumnos que lean esa novela policial que es El código da Vinci. Y es verdad, uno cree que la Inquisición era una institución medieval y no se percata de los nuevos inquisidores, amparados en los nuevos púlpitos electrónicos. ¿Qué defienden, mientras levantan sus palabras que hablan del amor al prójimo? Creo que defienden la ignorancia, en un Mundo donde el conocimiento es cambio. Aquí están los textos que aparecieron en una memorable época del año 2005 en el diario La Verdad, de Ibarra, fundado por el Obispo de los Indios, Monseñor Leonidas Proaño, del que tuve que salir como corsario de papel. Debo agradecer especialmente al entonces gerente, Rafael Granja, quien me brindó la aventura de creer que es posible soñar. Estas palabras prueban que no nos equivocamos, como tampoco lo hicimos cuando visitamos Pucahuico. Además a todo el equipo, desde aquel que aún desempolva los tipos hasta aquellos que cada madrugada llevan a vender el diario con la promesa de un pan. Y, claro, a los directivos y, por supuesto, a los lectores por permitirme ser un auténtico corsario en un mar de tinta, tan dichoso como un calamar. Ahora, es la Universidad Técnica del Norte, de Ecuador, quien ampara estos textos con la certeza de que es posible la diversidad de opiniones y la búsqueda de un sentido en las palabras. El libro está abierto como un abanico para que –como si se tratara de un viaje sin retorno- el lector pueda entrar a un laberinto. A propósito, los temas no hablan de esa perversidad que es el vértigo de los asuntos noticiosos sino que prefiere temas universales y sin tiempo, alejados de ese Poder perverso. Al amparo de una nave –con la insignia de una calavera- el autor busca encontrar el último arrecife, en los ojos de una muchacha.

JCMM, Ibarra, 5 febrero 2008

Juan Carlos Morales Mejía

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PRIMERA PARTE

Haikus Creo en Charlot El salón del Ocio Abuelo Aforismos Argos Frente al espejo Tras la sabiduría Envidias Sabiduría Astucia sonriente Las minucias Engaños

SEGUNDA PARTE

Utopía Otilino Torquemada Satán Huracán Parroquiales El pianista Imagen Ideología Miedo Periodistas Espejos Fieles Paparazzis ¿Arte? Jalón de orejas Caja boba Sin televisión I Sin televisión II Sin televisión III Homo videns Misioneros digitales Barbies vs. Rambos Autocracia San Gauchito Ciudad y globalización Cuidad: ¿apogeo o colapso? Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Los nadies dueños de nada ¿Caída de Occidente? Al bordo del Titanic Cátedra de Imbabura Indios Héroes de grama Tierra de Naún Briones Hawking habla con Dios Bicicleta La Ópera Rebelión de los forajidos Quito heroico Noticias Palabras Lengua de fuete Cuando digo Ecuador Desdichada la nación No seamos hipócritas El telegrafista Nochevieja

TERCERA PARTE Ante el Círculo Frente a las aguas Sudario El ciervo escondido Caballos de Cienfuegos Al alba La fórmula La música La Luterana Nina Pakcha La encrucijada El hombre encerrado El bosque de espadas El mago El hombre que perdió la fe La sentencia Los navegantes Borges CUARTA PARTE La venganza de la estatua No lea esto Balada para un idiota Citas citables La droga de buelve vruto Juan Carlos Morales Mejía

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QUINTA PARTE Quijotadas Los gigantes de La Mancha Dulcinea del Toboso Refranes de Don Quijote Sancho Panza Teoría de Dulcinea Cartas a un novel escritor

SEXTA PARTE Nicolás Herrera Jorge Porras Olmedo Moncayo José Villarreal Tras las huellas del yagé Aimacaña: un Pinocho que se negó a crecer La diosa Oshún bendice a Gonzalón

SÉPTIMA PARTE Graffiti de Quito: la revolución de los pétalos Ecuador: de los Señores del Cacao a los Señores del Billete Ecuador: ¿Vasija de barro o Amigo Trigo? Cartografía mítica de Ibarra Poema a Ibarra

Juan Carlos Morales Mejía

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Haikus

Una de las formas más hermosas de la literatura son los haikus, esos mínimos poemas japoneses. Su hechura es complicada porque requiere ciertos secretos. Pies desnudos: / mis fantasmas huyen / con tu presencia. Podría ser uno, aunque sin cumplir ni con las estaciones, peor con los parámetros. El maestro Borges nos deslumbra: Esta es la mano / que una vez tocaba / tu cabellera. Para un libro mínimo, llamado El poeta y la luna, escribí: Un poeta sueña en su amada bajo la luna nómada. Ese instante es más eterno que el resplandor de miles de espadas en el campo de batalla. Sin duda, uno memorable es de Mukai Kyorai. La historia trata de un poeta que siempre acude a meditar en lo alto de esas míticas montañas niponas –que las figuramos azules- pero descubre con asombro que su lugar ha sido ocupado por otro poeta, y escribe... Cima de la peña: / allí hay otro huésped / de la luna. Un día, pensé en las historias de las batallas que se pierden en la arena. Escribí un micropoema: Un poeta sueña / en su amada bajo / la luna nómada. / Ese instante es más eterno / que el resplandor / de miles de espadas / en el campo de batalla. Lo que viene no es un haiku, pero es una frase que resume un estado del alma. Para hablar bien del Universo solo se precisa hablar bien de su aldea, escribía León Tolstói. La sabiduría del taoísmo nos enseña: Los que se ponen en puntillas no se mantienen de pie / los que dan zancadas no caminan.

Juan Carlos Morales Mejía

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Creo en Charlot

Una declaración de principios es el mapa y la brújula de nuestra vida. No hay regreso. En un tiempo abatido por las estrategias perversas y las deslealtades es preciso recordar esa filosofía que nos permite seguir –de maneja figurada, se supone- nuestro periplo por las aguas infestadas de pirañas. Es urgente volver al mapa. A esas líneas que leímos para creer aún en un Mundo posible. Hay múltiples filosofías. Algunas amparan la felicidad como tener un auto mejor que del vecino u otras traen el germen de la exclusión. Son las bitácoras para quienes afectados por “esa locura de tener cosas”, como nos recuerda Whitman, o hasta para aquellos que encuentran el esplendor en un guiño de Chaplin. Para todos hay un credo, que nos puede llevar al Infierno o al Paraíso, aunque no necesariamente signifiquen lo mismo. Es como un mapa para encontrar la ruta. ¿En qué creer? Probablemente no en los dioses despóticos ni en la expiación de culpas. Acaso en la posibilidad de la magia y de los colores. En la inauguración de otros ojos para ver el Mundo. Aquí un texto de Aquiles Nazoa llamado Rezo el Credo, que es parte de la condición humana. Creo en Pablo Picasso, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra; creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones, que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo, pero que cada día resucita en el corazón de los hombres; creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable; creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos cristales; creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa; creo en la cualidad aérea del ser humano, configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose como una purísima paloma herida bajo el cielo del Mediterráneo; creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente debajo de la almohada de mi niñez; creo en la fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música, yo que en las horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré, salir liberada y radiante a la dulce Eurídice del infierno de mi alma; creo en Rainer María Rilke, héroe de la lucha de hombre por la belleza que sacrificó su vida al acto de cortar una rosa para una mujer; creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia; creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar; creo en un barco esbelto y distantísimo que salió hace un siglo al encuentro de la aurora, su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles, y junto a sus sienes un resplandor de estrellas; creo en el perro de Ulises, en el gato risueño de Alicia en el País de Las Maravillas, en el loro de Robinson Crusoe, en Beralfiro el caballo de Rolando, y en las abejas que labraron su colmena dentro del corazón de Martín Tinajero; creo en la amistad como el invento más bello del hombre; creo en los poderes creadores del pueblo; creo en la poesía y en fin creo en mi mismo, puesto que sé que hay alguien que me ama.

Juan Carlos Morales Mejía

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El salón del Ocio

El Mundo es cada vez menos cuerdo: el vértigo, el afán desmesurado por tener dinero ha creado una sociedad donde el Ocio se lo mira como algo sinónimo de vagancia. Pero siempre es preciso detener el tiempo y tomarse un descanso. Siempre me ha causado estupor aquellas personas que trabajan hasta domingos y nunca salen de vacaciones. ¿De qué les sirve tantas fortunas? Después, al morir, los más despistados se la despilfarran. Po Yüchien fue un escritor chino que entendió adecuadamente el significado del Ocio. En esta reseña está por ejemplo una referencia a no leer los sutras (antiguas lecturas religiosas) porque no ahondan más que el taoísmo, que se refiere a una filosofía del noser, en el sentido de para qué llenarse de preceptos si no se practican. Refiere a ese difícil instrumento, llamado chin, para decirnos que no precisa entonarlo porque en su corazón hay música. Algo evoca Jorge Luis Borges cuando dice: Las cuerdas callaron: / la música sabía / lo que yo siento. La importancia del Ocio reside –desde el punto de vista taoísta- en un sentimiento bien entendido de vagabundear. De no tomarle a la Vida tan seriamente, como debe ser. En la posibilidad de encontrar el mensaje de una flor. Escucha crecer una flor, no te importa que suene un motor, nos recuerda Francis Cabrel, y antes Buda, el iluminado. El Ocio entendido como un momento vital de la intensidad de la existencia humana. En la actualidad, la vida consumista se impone: si alguien se detiene a conversar con un amigo es una hora perdida, son dólares que se esfuman. De allí que el Ocio sea imprescindible. Entonces, este fragmento de Po Yüchien que tiene un valor metafórico en esta época de vértigo donde se sacrifica la condición humana. Soy demasiado perezoso para leer los clásicos taoístas, porque Tao no reside en los libros. Demasiado perezoso para recorrer los sutras, porque no ahondan más en el Tao de lo que parecen. La esencia del Tao consiste en un vacío, claro y fresco. Pero ¿qué es este vacío, salvo ser todo el día como un loco? Demasiado perezoso para leer poesía porque, cuando ceso, la poesía se ha marchado; Demasiado perezoso para tocar el chin porque la música muere en la cuerda donde nace; Demasiado perezoso para beber vino porque allende el sueño del ebrio hay ríos y lagos; Demasiado perezoso para jugar ajedrez porque además de peones se pierden y ganan otras cosas, Demasiado perezoso para mirar colinas y arroyos porque hay una pintura dentro del portal de mi corazón Demasiado perezoso para afrontar el viento y la luna porque dentro de mí está la Isla de los Inmortales. Demasiado perezoso para atender asuntos terrenos porque dentro de mí están mi choza y mis posesiones. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Demasiado perezoso para contemplar el cambio de las estaciones porque dentro de mí hay cortejos celestiales. Han de secarse los pinos y pudrirse las rocas, pero yo seré siempre lo que soy. ¿No es propio que llame a esto el Salón del Ocio?

Juan Carlos Morales Mejía

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Abuelo

Solo las personas que olvidamos están muertas. El abuelo Juan José –que ascendió en cuerpo y alma como Remedios La Bella, hace 13 años- sigue mirando recostado en la Luna. Llevaba al cinto una espada reluciente y una sonrisa de esplendores bajo sus manos recias para labrar la tierra. Había aprendido los secretos del tiempo y solía pararse a la salida de misa a aliviar los dolores de muelas: era el primer sacamuelas de estos horizontes, pero no andaba pregonando por que su filosofía de las cosas sencillas lo impedía. Cuando no tenía clientes se transfiguraba en adivino, que algunos llaman charlatanes. Dejó sus propiedades –esas sí labradas con el sudor de su frente- para educar a sus hijos, cuando eso parecía una locura. A sus nietos, solía sentarlos en las rodillas para leer ese interminable y fantástico libro que es Las mil y una noches. Hablaba de encantamientos y de tesoros escondidos y de la época en que en su pueblo de Bolívar se batió con la Viuda, a latigazos. Contaba cuando conoció Guayaquil y trajo los primeros habanos, para sentarse en el poyo de su casa a conversar con sus amigos, en lugar de acumular oro. Sus ojos pícaros, de un azul de niebla, guardaban los recorridos por los pueblos y, a veces, sus amigos descubren su rastro en la memoria escondida de un cronista ávido por encontrar a su abuelo en los ojos de las gentes buenas de un país sin esperanzas. De él, queda la memoria abierta como las dalias al caer la tarde. Y la alegría de haber tenido el abuelo más díscolo del Mundo, en lugar de un aburrido señor de bigotes en una fotografía indeleble. Yo no visito su tumba porque sé que no está muerto y prefiero dejar este poema en un tronco de un árbol. Ahora, su bisnieto lleva su nombre y es como si lo hubiera conocido, porque hay genios instalados en sus ojos.

Hoy encontré los ojos de los niños y lloré al saber que estaba vivo, abuelo, quién se esconde tras del arco iris y dime a dónde va el talán de las campanas y si el mar se esconderá tras la caracola y si los sueños crecen en el pizarrón y a dónde va la gente cuando está dormida y si es verdad que las lágrimas a veces brotan al comprobar que vos jamás te fuiste que vas sembrando flores dentro de la tierra para que las abejas construyan sus castillos. Como tú, levantando castillos de arena como yo, perdido en mi rayuela despachando en una ventanilla gris olvidando de subir, al árbol de ciprés saltando en el humo de la Gran Ciudad Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel esperando los semáforos para soñar a una muchacha que encontró su oropel con un novio que le ofrece la comodidad para ser felices mirando la TV. Ay, abuelo, cómo extraño caminar contigo y refugiarme en tus ojos de niño. tú, que dejaste los despachos para sembrar maíz, en una sementera sin espantapájaros.

Juan Carlos Morales Mejía

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Otilino

A Otilino Tenorio lo hicieron –pobre- la cuna / con un grano de café / bajo la luna, parafraseando un texto de Horacio Ferrer. Pareció predestinado a ser un chico más de La Chala, el barrio marginal donde volvía cada año –como San Nicolás de ébano- con un trineo de ilusiones. Le salvó el fútbol y ese ritmo que sus abuelos trajeron de África para burlar la exclusión. Otilino fue un mandinga, esos demonios burlones a quienes los encomenderos tenían tanto miedo. En lugar de sacrificar chivos, Otilino embrujó con sus goles. Oshún, el dios de la sensualidad y las aguas frescas, le dotó de esas danzas y contradanzas que realizaba tras ponerse una máscara, como sus abuelos en rituales antiquísimos para poseer las energías de los mundos subalternos; Oxalá estuvo en sus pies y en esa ternura que era su sonrisa; Ogum, el dios de la guerra, lo convocaba cada ocasión que se ponía la camiseta para defender un país que excluye a sus hermanos; pero fue Obatalá –transformado en el Señor Jesucristo- quien lo llamó a gambetear en el partido del domingo. Antonio Preciado lo diría en Matábara del hombre bueno: ¡Atabé! ¡Atabé! ¡Urubé! ¡Matábara! Otilino, axé.

Utopía

Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos mas allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar. Eso nos recuerda Eduardo Galeano. En eso hay que pensar cuando se acuden a las Asambleas Populares: lo importante es que la sociedad genere una conciencia crítica. La tarea de cambiar a un país es un largo proceso y éstas –aunque les pese a los incrédulos- es un buen paso. Comidos el cerebro frente a la pantalla, vamos de tumbo en tumbo en medio de un pueblo indolente. Mientras en las calles donde se discute la dignidad, al atravesar el recinto del Congreso, esa misma palabra queda vaciada de contenido. Mientras existe un mandato, algunos partidos ya están en feria de puestos. ¡Cínicos! Allí está una jueza graduada casi la víspera ocupando puestos claves del Estado, allí está el magnate torpe aupando a un grupo que reivindica lo que a la historia –en la época de Eloy Alfaro- le costó sangre y no únicamente billetes. Para eso sirve la utopía, para creer que un día se acabarán los enemigos de la Patria.

Juan Carlos Morales Mejía

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Torquemada

Primero se llevaron a los comunistas, / Pero a mí no me importó, / porque yo no lo era; / enseguida se llevaron a unos obreros, / pero a mí no me importó, / porque yo no lo era; /luego apresaron a unos curas, / pero como yo no soy religioso, / tampoco me importó... / Ahora me llevan a mí, / pero ahora ya es demasiado tarde... Bertold Brecht. La posibilidad de la indignación contra la injusticia y la intolerancia debe ser eterna. Eso se desprende de este texto del escritor alemán a propósito de la barbarie nazi que – aunque usted no lo crea- sobrevive y sale a flote de cuando en cuando. Como si se trataran de modernos Torquemadas –aquel infausto de la Inquisición- siempre estamos amenazados. ¿Quién mueve los hilos? Los poderosos o los que creen tener el Poder absoluto. De allí que es imprescindible siempre estar en posición alerta. El poema de Brecht también nos recuerda a aquellos que miran pasar las cosas y se convierten en cómplices. Es muy fácil decir y dar directrices, cuando se hunde una carreta, desde el otro lado del fango. Hay que estar en el lodo y eso implica –como se dice en el país- mojarse el poncho. De otra manera no hay cómo quejarse cuando sea muy tarde.

Huracán

Los techos se levantan. Los gatos se asustan. Las enredaderas se enredan hasta formas laberínticas. Los árboles caen de raíz. Los vientos –como si fuera de la tramontanaviene hasta esta Ibarra desolada por la desmemoria. ¡Huracán! ¿Serán los diputados que vuelven a sus tierras? ¿Será que después de 25 años nos abandonan? ¡Dios nos proteja! ¡Misericordia! Como si se tratara de un terrible huracán, la historia de estas tierras inermes pasa sin pasar. Allí están los pocos patriotas todos los días gritando, en el Parque: ¡QUE SE VAYAN TODOS! Pero no solamente contra los políticos de siempre. Es también contra esa prensa cómplice. Esos periodistas indolentes que le hacen juego al poder: grabadora en mano conviven de ese periodismo de declaraciones, de promesas y de demagogias. Esos también son culpables y no solamente los vinculados, sino aquellos que por inoperancia también dejan hacer, dejan pasar. Cuando se habla de refundar la Patria también es para la clase periodística un jalón de orejas. Cuando el fuerte viento de la madrugada llegó a Ibarra, pensé que se llevaban en andas a nuestros salvadores. No. Es también un anuncio para que los periodistas cumplan su papel: ser la voz de los que no tienen voz. No esperen que la Asamblea Popular vaya a sus escritorios...

Juan Carlos Morales Mejía

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Parroquiales

Si algo le falta a este país son referentes. Esa era la principal queja de José Hernández, entonces Editor General de El Comercio. ¿A qué se refería? Por una parte que seguimos creyendo en los viejos mitos: el país se salvará por la Cultura, el Himno Nacional es –después de la Marsellesa- el más lindo-, somos un país de recursos pero pobre, no hay como las playas ecuatorianas... Pero algo más indispensable: las teorías que se discuten y moldean al Mundo llegan al país con años de retraso o simplemente no llegan. En Ibarra, por ejemplo, se indignan con el Body Art, algo que nació hace 40 años. Sin lecturas novedosas –o creyendo en lo que dicen las revistas livianas- el país va despistado y sin rumbo. ¿Qué quien es Baudrillard? Algún gringo que no merece entrometerse, dicen ufanos. Aquí lo único que vale es Juan León Mera porque hasta allí llegó la historia de la literatura. Ni qué hablar de los educadores que siguen pregonando una enseñanza memorista. ¿Y Borges, Cortázar, Girondo? No. Hay que seguir leyendo a Huasipungo de Icaza, como si los indígenas ya no fueran otros. ¿Y las nuevas propuestas? Vistas como herejías, cuando tienen malas palabras. Lean al deslenguado Quijote, señores...

El pianista

“Esta es la historia de un sábado / de no importa que mes / y de un hombre sentado al piano, / de no importa que viejo café”. De cuando en cuando la estupidez humana – presente en la guerra y la pobreza- nos da un respiro, con historias dignas de un largometraje. La prensa internacional, AFP, reseña que los británicos se han movilizado para intentar descubrir la identidad de un joven pianista amnésico descubierto el mes pasado cuando erraba en las calles de un pequeño puerto de Kent, empapado de agua. Tras darle un papel y un bolígrafo para que escribiera su nombre o dibujara una bandera que permitieran dar una pista sobre él, el personal del Medway Maritime Hospital de Gillingham descubrió este talento. Y es que en lugar de escribir, el joven dibujó con todo detalle un piano de concierto, tras lo cual lo llevaron a la capilla del hospital, dejando al descubierto su talento de virtuoso. La mayoría del tiempo, El hombre del piano, como se le conoce, toca piezas compuestas por él o de imaginarias partituras. «Está muy nervioso, pero no sabemos por qué. Sentimos que es muy vulnerable», explicó Michael Camp, asistente social. El pianista nos entrega con un don una metáfora: en un mundo en caos y en vértigo, la belleza de la música nos recuerda nuestra verdadera condición humana. Juan Carlos Morales Mejía

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Ideología “En comparación con otros pueblos, culpables de otras vergüenzas –me refiero a Japón, Turquía, las antiguas potencias coloniales–, no nos hemos sacudido la carga de nuestro pasado, que siguió siendo parte de nuestra historia como desafío permanente. Sólo cabe esperar que estemos a la altura del peligro actual de ese nuevo totalitarismo que defiende la última ideología que queda en el Mundo. Como demócratas convencidos, debemos oponernos soberanamente al poder del capital, para el que el ser humano es sólo un material que se produce y consume”, esto dice Günter Grass, escritor alemán y Premio Nóbel de Literatura, recordando –acaso- esa magnífica obra que es El tambor de hojalata, donde un niño se niega a crecer. Más allá de las ideologías está ese despropósito que es el consumo: tanto tienes, tanto vales. En nuestras sociedades el capitalismo salvaje deja a la intemperie a miles de sueños, son nuestros niños que no pueden asistir a la escuela o –lo que es peor- mueren de inanición. ¿Se sentirán culpables nuestros políticos? ¿Tendrán vergüenza? No. Ellos se creen los salvadores de la Patria. Por allí anda un graffiti: La sociedad construye abismos / hay niños en las calles vendiéndolos.

Juan Carlos Morales Mejía

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Frente a las aguas

Quisiera compartir un poema. Siempre resulta inescrutable el hecho estético porque viene de muchas fuentes, de múltiples lecturas. En este caso, está la filosofía como premisa en la voz de Heráclito, el Oscuro. Decía que nadie puede bañarse en las aguas del mismo río, que no era otra cosa que afirmar que nunca seremos los mismos. Hay una mención acerca de los rituales de la muerte, en ese mágico río que es el Ganges, en la India, donde los cadáveres se purifican. Donde esas cenizas –que pueden ser de nosotros- van hacia la premonición que significa el Olvido. “Mientas dura el remordimiento, dura la culpa”, nos recuerda Borges. Pero no es en ese sentido, porque simplemente los amores náufragos están destinados a un espacio más allá de la nostalgia, porque ya no existen. Y hay una antigua memoria de los navegantes –al estilo de Cristóbal Colón- que arriesgaron sus vidas cuando se creía que traspasar ciertos límites era ser conducidos a la inevitable muerte. Como se sabe, los navegantes del siglo XV no podían adentrarse más allá del mar (Non plus ultra, les recordaban en latín). Estos tres momentos del agua, como afirmaba Parménides que está construido el Mundo –además del fuego, la tierra, y el aire- están evocados en el poema. ¿Qué se siente, entonces, frente a las aguas? ¿Frente a un mar silente que nos devuelve el reflejo de nuestras propias angustias? ¿Qué sentido tiene la muerte cuando se sabe que es también traspasar un río? ¿De qué recuerdos hablamos cuando hemos puesto una barrera –un mar que nos separa- entre lo que habíamos amado? Acaso, la certeza de que, como el caso de Heráclito, exista un hálito de esperanza a todo lo que nos acontece: que llegue la certeza de la purificación pero también la oportunidad de exorcizar nuestras propias desgracias. Como una muerte y una resurrección. Como un estado donde la placidez del agua sea un conjuro. Pero también como el coraje de aventurarnos a mares desconocidos más que para olvidarlo todo para confiar que, en esta vez, el amor será puro. De eso habla este mínimo poema escrito hace tanto tiempo. Ahora, para el poeta hay otros motivos de ventura: ciertos ojos, cierta muchacha que se mira al espejo para encontrar unos ojos que la miran desde un lugar lejano. La magia de saber que existen los espejos que nos salvan. Esos ojos que nos aferramos para que no pasen, como el río de Heráclito de Efeso, como la ceniza en el Ganges, como el miedo en el rostro del Navegante que se abraza a lo desconocido, con la ilusión de soñar a alguien mirándose en el espejo de nuestros ojos.

Las aguas, que una tarde, ya no fueron las mismas, en los ojos de Heráclito, el Oscuro. El río Ganges donde navega la Ceniza. El mar, límite del Averno, en el rostro del Navegante. Las aguas, el río, el mar que he convocado para no verte nunca, para creer que has muerto.

Juan Carlos Morales Mejía

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Miedo

Tiempos del miedo. Vive el mundo en estado de terror, y el terror se disfraza: dice ser obra de Saddam Hussein, un actor ya cansado de tanto trabajar de enemigo, o de Osama bin Laden, asustador profesional. Pero el verdadero autor del pánico planetario se llama Mercado. Este señor no tiene nada que ver con el entrañable lugar del barrio donde uno acude en busca de frutas y verduras. Es un todopoderoso terrorista sin rostro, que está en todas partes, como Dios, y cree ser, como Dios, eterno. Sus numerosos intérpretes anuncian: "El Mercado está nervioso", y advierten: "No hay que irritar al Mercado". Su frondoso prontuario criminal lo hace temible. Se ha pasado la vida robando comida, asesinando empleos, secuestrando países y fabricando guerras, dice Eduardo Galeano. A nombre del Mercado también los expertos economistas del pasado critican las novedosas iniciativas de Rafael Correa, el flamante Ministro del ramo. Hay que creerle. Por algo hizo –según dice- su pasantía en Zumbahua, uno de los pueblos más olvidados de Cotopaxi. Es que allí se palpa la pobreza y no los escritorios de los economistas orgánicos que siguen las recetas del inefable FMI.

Periodistas

“Periodista: la mitad de la vida calla lo que sabe, la mitad de la vida habla de lo que no sabe”, dice un graffiti. En nuestro medio, hay especies: periodista-charlatán, por lo general se cree el mejor del mundo y no tiene empacho en ser sensacionalista para tener audiencia, tampoco descarta su participación política porque se considera salvador del pueblo y –hasta sueña- en hacer milagros. Hay el periodista-bobo, por lo general es tan despistado que acude a las ruedas de prensa –grabadora en mano- y cree que lo dicen ciertas autoridades es completamente cierto. Periodista-avezado, es el que cree que siempre tiene la razón y es crítico con sus colegas aunque tiene rabo de paja: por lo general se busca un puesto público donde –allí sí- no dice nada; periodistasensacionalista, es el que –cámara en mano- está más preocupado que unos chicos estén bebiendo de lo que pasa en la Asamblea Popular. Existe un graffiti en Quito: Apaga la TV., la historia está en las calles. Pero hay también los periodistas-rastreros, que van sin ética buscando prebendas y callando su voz cuando la consiguen. Esos son los peores, porque el resto –de cierta manera- tiene remedio. Y hay también, quienes día a día realizan su trabajo con dignidad, mirando las posibilidades de que este país sea mejor. Esa es la verdadera vocación del periodista: la voz de los que no tienen voz. Hay otro graffiti: ¡Periodista, quítale el condón a tu pluma, di la verdad!

Juan Carlos Morales Mejía

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Espejos

"Los espejos se emplean para verse la cara; el Arte para verse el alma", nos recuerda Bernard Shaw. ¿Desde dónde podemos reflejarnos los ecuatorianos? ¿Cuál debe ser el Arte que nos redima en medio de la apatía y el retorno de los de siempre? ¿El Arte debe ser visto como una evasión? ¿Con qué códigos escribir para una sociedad que no lee? Hace poco, el colegio San Francisco organizó el concurso de libro leído Benito Andueza, en memoria de ese fraile franciscano que –siguiendo las enseñanzas del profeta de Asís- prefería la pobreza del Cristo ante la opulencia con que a veces se disfraza el Maligno. Los autores –del Grupo de Guayaquil, Gil Gilber, Gallegos Lara, Pareja Diezcanseco, pero también Estupiñán Bass y Vera- mostraron en los labios de las estudiantes el valor de unos escritores comprometidos con las causas justas de su país no exentas de un pensamiento revolucionario. ¿Qué están escribiendo los autores en estas épocas? Hay que acercarse a la propuesta que promueve este Diario en su campaña Eugenio Espejo de lectura: Palacio, Béjar Portilla, Ruales, Pérez Torres, Egüez, Donoso... Allí están. Son más que espejos donde podemos entender la identidad de este país en ciernes, es un Arte que nos permite entrar al alma ecuatoriana. Son indispensables. Son la memoria de esta tierra indolente.

Caja boba

Giovanni Sartori -conocido internacionalmente como uno de los más importantes protagonistas del debate político-cultural de estos tiempos- cuando escribió "Homo videns" le puso como subtítulo "La sociedad teledirigida". En esa obra Sartori dice que se está transformando al Homo sapiens en Homo videns para quien la palabra ha sido destronada por la imagen. Esto lleva a un ver sin entender "lo cual acaba con el pensamiento abstracto, con las ideas claras y distintas". Dice el autor, asimismo, que si las preferencias de la audiencia se concentran en las noticias nacionales y en las páginas de sucesos es porque las cadenas televisivas "han producido ciudadanos que no saben nada y que sólo se interesan por trivialidades". Esto está en el capítulo cuarto del libro "Menos información", según se lee en la Red. Es un hecho que está cambiando hace rato el significado de las palabras con lo cual se deforma la realidad. Lo peor del caso es que esa realidad implica también hechos históricos. En Ibarra, por ejemplo, un telediario informa de un minúsculo grupo –la Asamblea Popular- que protesta contra el propio canal de televisión. ¿Sabe el joven – micrófono en mano y en la azotea- que le está haciendo el juego al poder?

Juan Carlos Morales Mejía

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Aforismos

La brevedad, el ingenio y la agudeza caracterizan tanto las máximas como los aforismos o las paradojas, pero cuáles son las diferencias entre unos y otros. ¿Cuáles son las intenciones del aforista? Ésta es una disertación sobre el tema a través de grandes ejemplos, nos dice el semiólogo Eco en un artículo. Nunca he visto nada menos definible que un aforismo. El término griego, aparte de 'ofrenda' y 'oblación', con el tiempo ha dado en significar 'definición, dicho o sentencia concisa'. El autor de El nombre de la rosa se ocupa del tema y trae ejemplos: “Poco nos consuela porque poco nos aflige”, (Pascal, Pensamientos). “Si no tuviéramos defectos no sentiríamos tanto placer descubriendo los ajenos”, (La Rochefoucauld). “La memoria es el diario que todo el mundo lleva consigo”, (Oscar Wilde). “Qué ventajosa no será la nobleza, que encumbra al hombre de dieciocho años y le granjea fama y respeto como otro abría tardado cincuenta años en merecer. Son treinta años logrados sin esfuerzo”, (Pascal). También de Pitigrilli: “Gramática: complicado instrumento que te enseña la lengua pero te impide hablar”; “Fragmentos. Un recurso providencial para los escritores que no saben reunir un libro entero”; “Comprendo el beso al leproso, pero no el apretón de manos al cretino. Sé indulgente con quien te ha ofendido porque no sabes qué te reservan los demás”.

Sudario

Los microcuentos son una experiencia alucinante. Julio Cortázar nos recuerda que la novela se gana por asaltos mientras que el cuento se triunfa por un certero golpe que envíe al oponente inmediatamente a las tablas. El microcuento es un género que no permite ni da tregua. El que traigo este día está inspirado en ese material mágico que son los libros religiosos, de cualquier cultura y credo, porque también allí reside el conocimiento humano. Aquí el cuento: Con la mano desgarra sus vestiduras. Siente la túnica blanca y el olor de las especies funerarias. Tiene la certeza de estar enterrado vivo pero se resiste a abrir los ojos para descubrir la bóveda enorme. Recuerda la lluvia de una tarde de niño. Su memoria le trae el olor del pan ácimo, en los días de Pascua. La voz de sus parientes y ciertos ojos que no puede olvidar. Aunque abra los ojos no hay luz que lo lleve a otro escenario. Está en ese limbo, cercano al sueño, donde no acierta si es un ser animado o tiene la materia de las rocas. Su corazón palpita y su mano ya cubre su rostro. Parece venir de una extinción prolongada, de una podredumbre que se instala en su cerebro. Siente el hedor de su cuerpo. La corrupción de sus vísceras y probablemente de sus ojos vacíos. Como si se muriera interminablemente, en un infierno que los profetas han llamado Sheol. Otra vez escucha la voz: “Lázaro, hijo de Nicodemo, levántate”. Juan Carlos Morales Mejía

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Fieles

En algunos países la cifra llega al 10 por ciento. Esa es la caída de fieles de la Iglesia en América latina en los últimos diez años, según el registro y el alerta de Felipe Arizmendi Esquivel, arzobispo de la diócesis mexicana de San Cristóbal de Las Casas (curiosamente donde está los revolucionarios postmodernos y el sub-comandante Marcos, pero también donde hace siglos el propio de Las Casas denunció las inequidades coloniales, donde la Iglesia tuvo parte). Arizmendi consideró a quienes se declaran católicos, que en la Argentina representan el 80 por ciento de la población y en Brasil el 69,4 por ciento. El obispo dijo que en algunos países la asistencia a la iglesia es del 5 por ciento. “Creció la increencia, sobre todo entre los jóvenes, y se multiplicaron innumerables confesiones religiosas, casi siempre agresivas a la Iglesia”, se lamentó. Sin embargo, en el tema religioso también hay la otra cara. Me refiero al trabajo ejemplar de José Carollo, que –desde su pastoral por los pobres al estilo de Monseñor Leonidas Proaño- hizo una labor por los más necesitados. Esa vida permite que las personas crean en el mensaje que hace milenios proclamara el Nazareno. Ese Jesús que repartía y multiplicaba los panes y los peces y no el que acumulaba objetos. Porque allí reside precisamente el mensaje de amar los unos a los otros y no en los falsos fariseos. En aquellos que –desde la oscuridad- traman las inequidades. Y en este país hay verdaderos prolíficos en estos asuntos.

Paparazzis A los dioses siempre les gustó la sangre joven. Con esta lapidaria idea Daniel Prieto Castillo nos recuerda cómo miran los adultos a los jóvenes, cuando los vinculan únicamente con la violencia o –en algunos casos- se vuelven moralistas. “La vaca no se acuerda cuando era ternera”, dice un dicho, y de cuando en cuando aparecen en los periódicos quienes se rasgan las vestiduras por una discoteca y –lo que es peor- con cámara en mano persiguen a los estudiantes bajo el “pecado” de emborracharse. El que no lo ha hecho que tire la primera piedra. ¡Es que están con uniforme! Exclaman, sin saber que la uniformidad fue una estrategia de la industrialización y que en los países más desarrollados esa torpeza ya está superada precisamente para que no existan estigmas ni desigualdades de clase. Hay que leer un poco a Michel Foucault, pero el vértigo de la noticia no permite esos acercamientos. El Mundo adulto condena a los jóvenes a ser un simple tránsito, como si tuvieran que pasar por la vida sin dejar huella, con límites impuestos a la expresión, a la imaginación, a la magia del encuentro con el propio cuerpo y con el ajeno, de los espacios de goce de la relación con los otros, dice Prieto. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Un adulto-centrismo que con el Poder dominante ha sembrado la dependencia, la baja autoestima, la exclusión de las decisiones políticas y del mercado laboral y también el castigo. Y entonces aparecen –¡oh ironía! – jóvenes periodistas con ínfulas de jueces para dar “buen ejemplo”. Y entonces, las páginas de los diarios se convierten en infames columnas de crónicas rojas de los paparazzis de colegialas.

¿Arte?

"El arte sólo ofrece alternativas a quien no está prisionero de los medios de comunicación de masas", nos dice Humberto Eco. En ese magnético libro que habla de las culturas híbridas, Néstor García Canclini recuerda que la cultura de masas –y por ende los hechos culturales- nace cuando los empresarios caen en cuenta que la Cultura también trae dinero. De esta manera, se forman artistas bajo la égida del marketing. Para poner un ejemplo: cierta industria, especialmente mexicana, primero mira la cara y después la voz. Por eso los grupos que aparecen también desaparecen en la medida del interés del bolsillo de quienes los promociona. Son grupos sin sustento y sin historia. Pero el pensamiento de Eco, el autor de El nombre de la rosa, se entiende por una clave: un artista que espera la aceptación de los medios de comunicación de masas está prisionero, de cierta manera, de un arte que ya no es suyo. Es decir, un arte comprometido con el consumo de imágenes y también de vaivenes, según la moda. Por lo general, los mass media siempre están despistados de lo que sucede y de lo que se gesta en el arte. Acosados por un arte oficial y convencional no alcanzan a mirar las nuevas propuestas. ¿Aparecen en los telediarios los artistas? ¡No! Ese es el espacio de los políticos, que de artistas no tienen nada.

Quijotadas Qué ironía, pensaba que el celular no servía para nada. Está listo el concurso para celulares –con 150 palabras- convocado por el Ayuntamiento de Madrid, en torno a Don Quijote. El ganador: “El universo dejó de expandirse. Cronos cangrejeó. Don Quijote arrinconó las armas para su bisabuelo y volvió dichoso a sus libros, fénix de papel” (de David López-Serrano, autor del SMS ganador). Y las menciones: 1. “Con el gigante sol de primavera, nunca un estrecho hízose tan ancho. Mal herido cabalga, ya sin Sancho, Don Quijote montado en su patera” (David Bernal, de Alcalá de Henares). 2. “Quijadillas de caballete andoso. Valentrinas orgullantes de grotesco personazco. Jadalguitis, panzanchanza” (Luis Prabilla, de Madrid). Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel 3. “Llamas nunca vistas. ¿Ardió Esplandián? ¿Y Florismarte? Exigían un haiku de fe: la misma hoguera/alumbraba al caballero/y engulle al hombre” (Pablo Vázquez Pereira, de Orense). 4. “Un molino, dos molinos, tres molinos. Coño, ¡El Quijote!” (Ángel Carrasco, de Madrid). Por si quedan ganas de más, se puede acceder por Internet a los otros cien finalistas en www.donquijote400madrid.com y próximamente se editará el libro correspondiente.

Juan Carlos Morales Mejía

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Aimacaña: un Pinocho que se negó a crecer

En el viejo hospital de los muñecos / llegó el pobre Pinocho malherido / un cruel espantapájaros bandido / lo sorprendió, dormido, y lo atacó... Canción infantil

Escondida entre el olor del algodón de azúcar y el vértigo de la rueda moscovita estaba la Casa del Terror, donde –según se sabía- se encontraban los monstruos más peliagudos que le hacían contra a la mujer araña. La extraña mujer se encontraba agazapada en una carpa y miraba con ojos bucólicos a los curiosos que llegaban para comprobar su postración después de haber desobedecido a sus padres, según señalaba un cartel. Tal era el ambiente del parque de atracciones populares que había llegado hace poco al sector de la Quito Sur, a inicios de los setenta. Pero el niño Jorge Aimacaña, de 11 años, no se dejó embaucar por la peluda dama, porque ya estaba encandilado mirando el Teatro de las Marionetas, donde muñecos de su tamaño bailaban la última cumbia: Era la piragua / era la piragua / era la piragua de Guillermo Cubillo. Desde que –atrás de las ventanas del barrio, en un televisor ajeno- había mirado las aventuras de Pinocho no daba tregua a su imaginación. Caía la tarde y sintió una mano que le sujetaba protectora. Era su hermana Susana que había decidido fugarse de la casa y no encontró mejor compañero de aventuras. Así fue que después de varios días de periplos, el pequeño Jorge se encontró en el sector de El Chaco, en la provincia de El Napo, en medio de una lluvia pertinaz que le mojaba la camiseta. Pero no se cumplió ese eterno sueño de los niños de irse con el Circo y enseguida convertirse en el ayudante del mago, que saca los conejos, o en el trapecista de trajes de lentejuelas, que burla las alturas. No, el primer oficio fue de recogedor de argollas, en ese juego de azar donde se trata de insertar a unas botellas astutas que ofrecen inalcanzables osos de peluche de premio. Con cautela entró al oficio de las marionetas y no porque Hernán, para entonces novio de su hermana, le enseñara sino por una terquedad que se mezclaba con la magia de conocer ese mundo donde parecía que nunca terminaba la fiesta. Supo que adentro, en el teatrino, no solo había botellas de por medio sino un celo propio de un arte antiguo que se remonta a los griegos. Los tratados lo dicen: “pese a haberlas de construcción sencilla, las marionetas resultan más difíciles de fabricar y manipular que los demás muñecos (guiñoles, títeres o muñecos de sombras). Danzan con primor, desafían las leyes de la gravedad y vuelan por el aire, realizan trucos y transmutaciones y asumen papeles dramáticos”. Aimacaña se ingenió para aprender los movimientos y fue en la festividad de San Camilo, en Quevedo, cuando tuvo su debut, gracias a que los dos ejecutores de las marionetas se habían ido de juerga, embelesados porque los ocho parques de diversiones instalados habían convertido al pueblo tropical en un espectáculo digno de la antesala al Paraíso. -No se preocupe, doña Olga, dijo el ya chico de 14 años, cuando le propuso a la dueña de los carruseles y teatro de marionetas que podía batirse con la fila de montubios que clamaban por mirar a los muñecos que se mueven. Quedó con los brazos doloridos pero con la satisfacción en la cara que no duró mucho tiempo porque, pocas semanas después, en las fiestas de El Quinche, sus hermanos mayores –que los habían estado buscando todos estos años- los encontraron y llevaron al curtido cirquero de vuelta a Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel casa. No fue el mismo, porque supo que –al igual que las aventuras de Pinocho- el mundo también está lleno de personajes como Arlequín y Polichinela, como se lee en la obra de Carlo Lorenzini, porque regresó sin un céntimo, abandonó la escuela y con la promesa de ser locutor de radio, engañado por gatos y zorras de la vida real. Pero volvió con su primera marioneta construida por él, de nombre Frankestein, y fabricada con palo de balsa que rescató de algún río cercano a Babahoyo. Años más tarde, en el sector de la Loma de Quito, en Riobamba, halló los restos de una marioneta de fabricación asiática, a la que rehizo, para acompañar sus clases de catecismo y de un hogar que prefiere no mencionar. Atrás quedó la infancia, cuando le decían Estrellita, por un tema que cantaba en los sainetes y un recuerdo persistente como una extraña llama: el día en que conoció al pintor Oswaldo Guayasamín. Como alumno de la modesta escuela, en el Sur, que lleva su nombre, llegó junto a sus compañeros del cuarto grado a una visita a los talleres del maestro de la Edad de la Ira. Jorge era un aventajado discípulo de los talleres de manualidades y escuchó con atención esa voz generosa que, al final, se despidió con un apretón de manos dado a ese niño de ojos curiosos y piel cobriza. A los 16 años las marionetas lo buscaron otra vez. Vino con la oferta de Luis Salazar, empresario de un parque de diversiones, que le ofreció 60.000 sucres al mes, más las respectivas comidas diarias y un añadido: junto a su mujer lo trató como al hijo que no tuvo, durante los tres años siguientes que estuvo andando de pueblo en pueblo, atento para aprender los últimos secretos que quedaran en el arte de mover los hilos, para que los muñecos pasaran a actuar como humanos. Supo que el tacto del dedo medio hay que domesticarlo y que en la mano izquierda está la cruceta para que la derecha pueda operar hasta que la marioneta pueda mover los labios o las cejas, una creación que es su orgullo. Y son sus mínimos dedos quienes se mueven como si fuera un pianista que toca una sinfonía para que sus marionetas se insuflen de embrujo presente en el luminoso tablado. Arriba, como si tratara de otro muñeco, este hábil artista se funde entre los hilos como si las palabras de Meng Tse, dichas en el siglo III antes de nuestra era, fueran aún posibles: dejamos de ser menos humanos el día en que perdemos el asombro de los niños. Jorge Aimacaña no solamente sigue con su pequeño teatro Mil Sonrisas por los caminos de un Ecuador profundo, sino que también fabrica sus propias marionetas o personajes de esponja, como Luisito, la figura que representa a la intercultural Otavalo, cuyo alcalde Mario Conejo, impulsa el trabajo del marionetero con campañas a favor del medio ambiente; además de otras instituciones como Gobierno Provincial de Imbabura, Municipio de Antonio Ante con su Genioteca, Municipio de Ibarra, quienes lo contratan para espectáculos infantiles. Además de proyectos en defensa de los derechos de los niños que, este cronista, realiza con La marcha del ratón, donde Aimacaña dio vida a Naún, un ratón que tiene que burlar las fronteras en un planeta donde una sarta de gatos malévolos controlan las fronteras e impiden que los ratones puedan viajar libremente por el mundo. Pero esa es otra historia... En su casa de Cotacachi, donde vive junto a su mujer Olga y sus cuatro hijos, ha instalado un taller para construir estas marionetas que se extinguen, no solamente por la venturosa llegada de los títeres –que se mueven sin hilos- sino porque los carruseles de pueblo han dado paso a futbolines y juegos electrónicos. Así encontró recientemente a la madre de los primeros marioneteros, Olga Zavala, al mando de un carro rodante con la efigie de un dragón de fibra de vidrio y ojos melancólicos, como si fuera un mascarón de proa, y de esparcimientos de pantallas de luces despóticas que han sustituido al teatro de marionetas y han enviado a jubilación hasta la terrible mujer araña, que acaso encontró al fin el perdón de sus desventurados padres. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Aimacaña, mientras da vida a sus muñecos, es un Pinocho al que nunca le creció la nariz. Pero también es un Geppetto, de 38 años, que fabrica las últimas magias de inicios del siglo XXI: marionetas de 90 centímetros, de cuatro libras, o de 30 cm, por un precio de 40 dólares, o funciones que es un privilegio admirar. Sigue empecinado en devolver a los niños y niñas que llegan a su espectáculo esa misma magia que encontró cuando miraba a personajes de madera moverse como si fueran gente, porque los niños hablan con las marionetas cuando se cierra el telón. De allí que los 8 o 12 hilos que mueve tengan una sutiliza igual de asombrosa que los magos que sacan conejos o de esos pinochos de este mundo versus las caras agrias y las vitrinas de oropel. La canción que escuchaba de niño también lo sabe: Y entonces llegó el hada protectora / y viendo que Pinocho se moría / le puso un corazón de fantasía / y Pinocho sonriendo despertó / y Pinocho...

La diosa Oshún bendice a Gonzalón

Es hora de decirte, no es secreto, que los cañaverales te van juntando toda su melaza / así es que entre la miel y tu ancha lengua / le anticipo sabor a mi garganta. Antonio Preciado

El día en que Carlos Gonzalón supo que el instrumento de la bomba era construido de cuero de chivo enseguida se acordó de los mandingas, esos diablos que llegaron escondidos en los barcos negreros que traían a sus abuelos de África. Había visto al último viejo fabricar el tambor en tardes intempestivas en el Valle del Chota, a donde llegaron sus mayores traídos a la fuerza como parte de los 1760 esclavos para los trapiches de los jesuitas. Los religiosos –además de traficar trago, según refiere el historiador Federico González Suárez- tenían 132 latifundios en un país que aún no tenía nombre. Los mandingas eran los brujos acusados de sacrificar chivos en medio de tremolares de tambores que llamaban al dios de la Guerra, que no es otro que Ogum, transfigurado en San Miguel Arcángel o San Antonio, para que los curas no notaran al panteón levantado en secreto, donde hasta el mismísimo Jesús se había transformado en Obatalá. Por eso era importante la bomba, que no es otra cosa que la presencia ancestral de los atabales que aún suenan en las tierras de ébano. Con su retumbar podían alegrarse de las duras faenas y de la precaria vida del encierro, como si se comunicaran con otros palenques, como el de Esmeraldas, donde los negros habían huido hasta convertirse en un enclave rebelde, como si el temible Shangó, con sus truenos y fuegos, anduviera por estos parajes. Gonzalón se preocupó de estas historias contadas por los abuelos. Supo que el Diablo de los mil cachos llegó al Valle del Chota para batirse en duelo con el mejor interprete de bomba pero se topó con un negro recio que lo hizo huir más allá de la ribera del río, que desde entonces se hizo traicionero. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Le contaron que la bomba contiene los cuatro elementos: agua, cuando se moja la piel de chivo; fuego, cuando se seca al sol; tierra, el penco del que está construida; aire, cuando suena llamando a la fiesta. Pero no fue fácil acercarse a sus raíces, porque la familia Gonzalón había llegado desde Cuajara atraídos –como muchos en el país de los años 60- por la promesa de la capital de provincia, en este caso Ibarra. Pero tuvieron que contentarse a ocupar uno de los barrios marginales donde confluían los pastusos del Carchi, junto con indios desplazados de sus tierras y negros, para la visión del mundo blanco-mestizo. En ese especie de gueto, donde los sueños son lo primero que se termina, creció Carlos pero no pudo desprenderse de la música que le venía de melodías compartidas en la tierra de los leones y en tiempos recientes de su abuelo y padre que formaron la agrupación Los Califas. Pero el entonces joven ya no frecuentaba a sus primos del Valle sino a sus nuevos amigos, unos indígenas llegados de Peguche que lo introdujeron –con zampoñas y charangos de por medio- a la música folclórica. Indionegro le decían de mal nombre cuando lo miraban como parte de los músicos de trenza largas y de ponchos que iniciaban mínimos periplos por los alrededores, alborotando al vecindario con ritmos andinos y zapateos. De allí que cuando fue a trabajar de soldador en una fábrica de Quito lo primero que hizo con la quincena fue comprarse un charango, aunque el armazón no era de armadillo. A su lado estaba su hermano, Viejo Edgar, como lo conocen de cariño, que adquirió un cuatro venezolano, junto a otro acompañante y su bombo, que no pararon hasta conseguir el primer trofeo en un torneo de barrio, en Calderón. Hace poco se habían hecho músicos cuando les llegó la noticia de que en Ibarra la presencia de los Hermanos Congo, Segundo Rosero y Milton Tadeo habían comenzado a alborotar a la Ciudad Blanca, con ritmos que no eran otra cosa que la memoria que guardaron de los abuelos, en medio de grilletes y timbales. Como si de pronto, Oshún, el espíritu de la sensualidad, hubiese asomado para alegría de la negritud. Pero algo del dios belicoso Ogum le llamaba. Reconoce que tenía ira y venganza por esa cosa que no pueden entender quienes no la padecen: discriminación por el color de la piel. De allí que entró a una academia de Artes Marciales hasta convertirse en cinturón negro, segundo y primer dan, en tae kwon do y king boxing, respectivamente. Pero esos sentimientos se trastocaron en paz cuando llegó al aikido y al zen y entendió que la única rebeldía posible era enfrentar a su música. Sí, porque con su música podía mostrar que los negros no son vagos ni tontos, como cuenta que dicen esas mentes primitivas que aún pululan por el Planeta. Fue en esa época de disciplina que también le atrajo la lectura, como la Biblia. Por eso recuerda la parábola de los talentos, donde el Dios de los hebreos entrega a cada uno un talento y el que tenía menos posibilidades lo hace florecer. Atrás quedaron también los espectáculos de break-dance, donde su agilidad innata deslumbraba al neón y a las discotecas envueltas en la vorágine. Fue cuando comenzó a darle a los cueros, entrenó durante meses en las artes marciales para ir a una competencia en Brasil, para conocer esa alegría que es la capoeira, el baile de los negros esclavos, pero los organismos oficiales del deporte no le cruzaron el boleto. Pero sí estuvo en un taller con músicos negros del Perú y esa fantasía que es el cajón peruano y no pierde la esperanza de respirar las sabanas africanas y escuchar los tambores de sus mayores. Y siempre el país de maíz, Ecuador, como la posibilidad de que los ritmos afros –así como sucede con los futbolistas de Imbabura y Esmeraldas- puedan devolverle la alegría a este país que no se merece tanta tristeza, representada por sus ritmos de despecho. “Señalan aquel sendero que con sangre marcó el camino / de aquellos guerreros... / embarcaciones negreras que transportaban hermanos / que sin piedad castigaba, aquel Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel tirano / Por eso, pídele a tu santo, otra vez, Shangó y Yemayá; / Babalú, aquí nos llama, y ahora vamos a gozar... / No te sientas vencido, ni aún vencido”, canta Gonzalón –de 37 años y de mirada de ángel-, en un concierto donde los pregones y las descargas de los cueros de estos músicos hacen temblar más allá de la tarima. En el norte de Ecuador, en Imbabura, se está gestando una música nueva, como si los mandingas estuvieran sueltos por estas tierras del Señor de las Tristezas, que no es otra cosa que este país que nos venden en los telediarios en eterna crisis. Es que hay que mirar la sensualidad de Oshún –en la voz tersa de Gonzalón- que bendice a este músico que no le teme a la fusión, ese viaje por los distintos saberes que es el signo de estos tiempos. Al parecer, la diosa africana del amor, del baile, del río, ha intercedido ante los demás orishas para que esta música ilumine a un pueblo al que sus élites –de todas las especies, desde dinosaurios a alacranes- le han condenado a la perversidad del desconsuelo. Una música de raíces de África con ritmos que van desde el jazz al candomblé, pasando por la zamba y la misma bomba. Su tema salsero “Entre la espada y la pared”, con arreglos de ese virtuoso que es Armando Chiliquinga, es otro de sus aportes. Pero, al parecer, el dios de la guerra Ogum, aún le tiene deparado otros retos. Es que Gonzalón es gendarme municipal de Ibarra y sus ojos se nublan cuando dice que es un trabajo donde tiene que enfrentar a la gente pobre, en el sentido de perseguir a los informales, con sus canastas de fresas deshechas. Si algo le corresponde al alcalde de Ibarra, Pablo Jurado, es transferir a este prodigioso músico al Departamento de Cultura. Es que la diosa Oshún ha derramado sus bendiciones y no hay como hacerle ningún desaire...

Juan Carlos Morales Mejía

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Tras las huellas del yagé

Las flechas del yagé

Un día el dios Chiga tomó un bejuco y se dispuso a preparar el yagé. Encendió el fuego y removió. El yagé cofán o el bejuco de ayahuasca, como lo llaman los quichuas amazónicos de Ecuador, hirvió mientras afuera las loras alborotaban. Aspiró hondo y bebió profusamente. Y fue entonces que Chiga se tambaleó y entro en su primera borrachera, precedido por una música de árboles y ríos. Con el yagé se puso a llorar como un humano, como si tuviera penas. Por este motivo los cofanes que no pueden aguantar la borrachera tienen que patalear, llorar o tambalearse como lo hizo Chiga. Hay quienes busca seguir ingiriendo el brebaje pero otros tienen miedo. Mas, todos saben que fue Chiga el que hizo nacer el yagé. A veces, cuando un shamán está tomando sale a conversar con los árboles o con las piedras y ve loras donde antes había hojas verdes. Ellos miran lo que otros no distinguen, como percibir a Chiga cuando se entierra en el agua. Con el yagé aprecian donde cae la Luna y de dónde nace el Sol. Otras ocasiones, cuando un shamán entra en trance saca de su carcaj una flecha. Levanta el arco y otea el horizonte. Dispara la flecha en dirección a la morada de un enemigo, con quien tiene cuentas pendientes.. Nadie lo observa porque las saetas son invisibles. Mientras la bebida pasa de mano en mano una flecha hace tambalear a alguien distante, que ni siquiera ha olido el yagé, aunque esta vez no podrá levantarse.

Los dioses mágicos del Amazonas, de Juan Carlos Morales Mejía, Editorial Pegasus, 2000

Las manos tersas extienden la mínima vasija y sus ojos de candela parecen decir no hay vuelta atrás, como si el extracto contuviera los seres míticos, que viven en los espesos bosques y en los ríos, que como sierpes atraviesan la Amazonía. Es más que cruzar otras zonas lógicas donde los saberes de los indígenas continúan explicando a un mundo, también de vértigo y edificios de neón, tan lejanos pero que creen que su Verdad es la única. Y claro, –hay que reconocerlo- el miedo se instala en el viajero que busca otro de sus orígenes. El brujo exhala bocanadas de tabaco para limpiar el ambiente de espíritus malignos y tiene un penacho de plumas de tucanes que se disuelven en el pálido reflejo de tres velas que iluminan la cabaña, hecha de madera áspera y paja. La luz golpea en su pecho Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel desnudo y los demonios son espantados en las cuatro direcciones, como si en ese justo tiempo se concentraran las fuerzas del Universo cada ocasión que lanza sus conjuros. Es él quien desencadena las energías por medio de las palabras que crean mundos, como si todo se inventara incesantemente. Bien saben los shamanes que la enfermedad es la alteración de la armonía del cuerpo con el alma y lo que va a realizar el hechicero es precisamente hacer volver al alma y descubrir de quién ha sido víctima, de esos “otros” mundos donde residen los seres maléficos. El brujo, entonces, es el intermediario de “este” mundo con las fuerzas del “otro”, en una batalla donde también se incluyen los sueños. Por eso la palabra crea laberintos que ahuyentan el mal y ordenan el curso ordinario de quien permanece sentado en un taburete con figura de animal de monte. El único problema es que será mi alma la conjurada mientras dura el ritual. Afuera el sonido profundo de la Amazonía parece detenerse un momento: ha sido convocada la Anaconda, que nos llevará a las visiones del cielo porque –durante toda la noche- la tierra tendrá que esperar. La bebida sagrada del yagé, ahora está en mis manos y no es más que un sorbo de líquido espeso. Mientras el cuenco viaja hasta los labios pienso si no he de volverme loco de una vez. Los textos que he leído hablan de algunos que no pueden regresar de este viaje onírico y que continúan yéndose a un viaje de existencia vegetal. Es importante una adecuada conducción del guía pero es demasiado tarde para averiguar si en mi caso funcionarán correctamente los mecanismos que controlan el Yo. Entrego mi alma como una confidencia a la selva. Después de sentir el sabor amargo en la garganta, el shamán explica que se trata de una suerte de viaje iniciático a las profundidades del ser y es eso precisamente lo que asusta porque ni yo mismo me he buscado arduamente. Pienso que el brujo desdoblará su alma para llevarla junto a la mía a las fronteras de un Infierno que no tiene esa visión barroca del pecado sino de uno que contiene mis propios errores y que no me pide que me arrepienta hasta la muerte. Un Infierno que está relacionado con los deseos que se postergan, con el temor de no vivir a plenitud esta única vida. Con el yagé llegará el conocimiento de la selva, el imperceptible movimiento de la boa, las garras astutas del jaguar, los espíritus de los abuelos que viven en los montes, el oído agudo del venado, las pupilas penetrantes del halcón y la sorpresa del búho, la grácil figura de las flores enterrándose en la hojarasca y develando los secretos que están ante los ojos de quienes se niegan a ver. Creo que Luis Andy, el curandero de la Amazonía ecuatoriana, ha esperado este momento para contar que algunos miran serpientes enredándose en gigantescos árboles y me alarga una semilla de jengibre para mitigar el vómito que puede llegar. El yagé – llamado ayahuasca por los quichuas- es un alucinógeno que se obtiene de un bejuco (Banisteriopsis sp.) y de hierbas transmitidas desde tiempos ancestrales. A Luis Andy lo acompaña su hijo, Juan, de 28 años, con una sonrisa que da confianza en contraste con la cara adusta de su padre, un indio quichua que vive en Rumi Samai, entre el Tena y Misahuallí, donde a esas horas deberán moverse las canoas, cerca del río Pastaza, uno de los afluentes del Amazonas. Los pueblos quichuas amazónicos, que habitan en las provincias ecuatorianas de Napo y Pastaza, mantienen su cosmovisión y costumbres como las prácticas de medicina tradicional, lo que les permite una dinámica cultural. En 1992, merced a una marcha simbólica que confluyó en la capital, Quito, los pueblos amazónicos lograron del gobierno la legalización de una gran parte de sus territorios. Por eso, Rumi Samai es traducida por Juan como Piedra de Poder, y es precisamente esa fuerza vital –el samai- lo que anima los acontecimientos del mundo: los hombres, los ríos, las cascadas, los montes tendrían su samai pero, a veces, esa esencia puede estar separada temporalmente. Para los quichuas lo que ocurre en el mundo sobrenatural explica los hechos del mundo natural. Según los estudiosos de esta cultura, lo Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel sobrenatural sería lo real, y lo natural lo aparencial, lo falso. Como si soñando pudieran diseñar lo que ocurrirá. Hace poco se ha retirado la esposa del hechicero, quien ha observado que todo esté en orden incluso la colonia que ahora se mece en un frasco, a la espera del ritual y todos los animales nocturnos de la selva han iniciado sus cánticos. Hay que aguardar 15 minutos para que las energías convocadas por el yagé se instalen en el centro de la pieza, de maderas olorosas edificadas por las manos de estos hombres y mujeres que conservan los saberes de estas tierras, que tienen enormes y frías anacondas atravesadas en la selva y que algunos llaman tuberías de petróleo. Andy cuenta que él también fue tentado por las fuerzas poderosas que lo llevaron a desbrozar la selva en busca del oro negro hasta que la voz de sus mayores lo trajo de regreso a este escenario, con árboles perfumados y pájaros vistosos. No pudo defraudar a los abuelos que también fueron shamanes y que le iniciaron desde joven, con cantos que aún sobreviven en su memoria. No fue fácil. Cuando llegó el día de convertirse en curandero llevaba en sus ojos los efectos del yagé para enfrentarse al Amaru, que es la anaconda (Eunectes marinus). Pero no como animal que estruja cuando se enoja ni crea los remolinos en los ríos para que se viren las canoas sino como una de las deidades más vigorosas, que protege a quienes tienen el valor de mirarla de frente y tocarla sin temor. El primer llamado ocurrió cuando Luis Andy tenía 12 años. Cuando contempló las lagunas escondidas, que los abuelos le habían contado, supo que estaba perdido. Se acercó a sus orillas y escuchó una voz que llamaba. Ante sus ojos estaba una mujer hermosa que parecía hablarle sin abrir los labios. Sintió miedo porque la muchacha quería que lo siguiera adentro del agua, donde había desaparecido. Nuevamente asomó su espigado cuerpo. Burló los elementos hasta conseguir que el joven se fundiera en el agua y pudiera respirar con toda libertad. Aún no se había acostumbrado a ese estado cuando contempló que allí estaba un curaca, sentado en una silla de piedra de forma de animal. Este Yacu Runa o hechicero poderoso del río le pidió que se acercara pero a su lado descansaba el Amaru, que como toda boa era más larga que cualquier canoa que Andy había visto en su vida. Sintió desfallecer. Apa, apa, apa, le dijo para que el animal estuviera quieto. No sólo que debía acercarse a la anaconda sino que era preciso sentarse en su lomo. Convocó al valor y al hacerlo sintió un ruido enorme que recorría a la serpiente, mientras que parecía que una chispa de hoguera hubiera encendido un arco iris que atravesaba las profundidades del río. En ese momento sintió que el shamán tomaba su cabeza y le inclinaba para insuflarle sabiduría por la corona. De reojo miró que la Yacu Huarmi tenía las manos como si se tratara de un ave; sin embargo, no pudo olvidar los ojos de la Mujer del Agua, ni cuando regresó en silencio al poblado. Por instrucción de su padre no debía conversar de este suceso con nadie por temor que los brujos de otras regiones atentaran contra su vida. Durante diez años aprendió los saberes de la selva con una premisa: escuchar y callar, mientras protegía la piedra blanca que le proporcionó el curaca, como símbolo de que la pesca será más fácil y que le protegerá de los enemigos. Mientras el shamán habla los efectos del yagé parecen surtir efecto a juzgar por la distancia que se encuentra desde la última ocasión que habló, es decir un minuto. Otro detalle parece conspirar: de pronto todo el contorno es una borrosa imagen, como si una enorme tela de araña hubiera sido colocada más allá de los ojos. Luis Andy y su hijo Juan se vuelven unos intermitentes personajes que se mueven en cámara lenta y hablan como si ya no estuvieran en este mundo. Pero, al parecer, hay paz en este paciente que aún no sabe si ha perdido su alma. Y allí están las visiones, con sólo cerrar los ojos: luces que caen en convulsiones magníficas y se estrellan en mi cerebro. Son como meteoros verdes y anaranjados que forman arco iris que se estrellan incesantes Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel en las paredes de lo que –yo creo- es mi lógica. Viajo en el vértigo de estas alucinaciones a la espera de las serpientes que comenzarán a subir por un árbol inmenso, con enredaderas de esas que terminarán ahorcándolo. El abanico de luces parece de pronto concentrarse en un solo punto intenso y después nuevamente estalla en multicolores formas, como si se tratara de pólvora que contuviera en sus filigranas mis pensamientos. Los momentos de mi vida pasan como en una película a la que alguien se le ha olvidado editar, aunque está saturada de colores azules, rojos y negros y a veces ese remolino se convierte en un calidoscopio que encuentra una salida para escaparse a otros mundos paralelos, como si un mínimo hilo dividiera esos orbes de espacio-tiempo. Después de unos minutos todo parece calmarse y esa cámara se detiene en una escena: me veo claramente como si estuviera en una pintura ácida a punto de fragmentarse otra vez. La imagen se mantiene para mostrarme a ese niño que continúa vivo en las entrañas de todas las máscaras que los humanos tratamos de colocarnos para fingir que somos solemnes adultos. La visión, entonces, se manifiesta: el escenario es tenue y trato –como si volarade ubicar a los personajes que parecen estar concentrados en una suerte de iniciación. Distingo que es un mago poderoso quien entrega el fuego a su aprendiz, que al acercarme tiene mis facciones pero que en ese instante no logro identificarlo conmigo mismo. Es en el momento en que el hechicero entrega totalmente la lumbre que mi alma viaja al lado de ese otro, el mismo. La visión es intensa y toco mis mejillas que parecen amortiguadas y sólo allí descubro que están llenas de abundantes lágrimas que me caen sin control, como si hubieran estado eternamente y que únicamente en ese preciso instante tomo conciencia de su realidad. El viaje del yagé parece dejar su primera enseñanza: cada cual tendrá sus propias historias que develarse ante sí mismo, para que caigan las máscaras del miedo. Respiro profundo y miro que el brujo me invita al centro de su cabaña. Me siento. Tiene un pequeño tambor que hace sonar armónicamente con una flauta hecha de hueso de halcón. La melodía produce un estado de quietud y me alegro de tener la semilla de jengibre aferrada a mi mano izquierda por si acaso tenga nauseas. Luis Andy se incorpora y lleva en sus manos un abanico de hojas, que se llama chiripanga (Caphaelis sp.). Es una especie de matraca mágica que agita en torno a mi cabeza mientras canta una canción que poco a poco me envuelve. Las palabras son instrumentos poderosos y perezco ante la aparente monotonía que oculta un canto sagrado. Esa plegaria que viene de la Amazonía parece traer de retorno a una alma que – como todas- no siempre encuentra su senda. Los males del espíritu son causados muchas veces por las flechas invisibles que otros brujos envían escondidos a hurtadillas en los follajes. Estas saetas no proceden de este mundo y lo que hará Luis Andy es extraerme esos dardos que me han colocado en el mundo del asfalto. Por eso el ritual incluye la succión en mi cerebro de los males que me aqueja el vértigo de la irónica gran ciudad. Para la cultura quichua, quien ha sido herido por las flechas debe someterse al trance del shamán quien invocará a los demonios del mal, que son animales como el jaguar o la serpiente que son además los emisarios del brujo de otras regiones, quien de ser descubierto puede recibir él mismo una flecha invisible. La autosugestión es importante para entender la psicología de la hechicería: hay quienes creen que han sido heridos y eso puede superar cualquier curación y llevar al enfermo hasta la muerte. Claro que el brujo tiene poder y prestigio en su comunidad y también es el encargado de guiar el alma del difunto por los intrincados laberintos donde habitan los seres maléficos. Además de pronosticar el futuro, bendice los nacimientos y puede multiplicar la caza y la pesca. Lo más importante está en que defiende a su tribu de los espíritus y de las flechas invisibles que envían por los árboles –en forma de animales- los enemigos. Mas, ese Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel prestigio no está libre de vivir al filo de la muerte, como si tuviera una flecha pendiente de su corazón. Para mi suerte y para mis creencias, la ceremonia surte efecto: después de llorar siento una paz sólo comparable con el escenario que intuyen mis ojos: la selva como un refugio y una certeza. Los Andy permanecen sentados y es el padre quien ahora me ofrece licor, como una prueba de confianza a juzgar por su mirada y sus labios que sonríen. Habla de que era el mejor catequista de los misioneros que llegaron bajo el amparo de la Cruz y es su hijo quien se revela porque dice que ellos también tienen prácticas que han sido ignoradas. Al preguntarle a Luis si volvería al seno de la Iglesia Católica levanta sus ojos y dice no. Ellos esperan que Rumi Samai se convierta en un centro donde puedan llegar de otras culturas para compartir lo que la Amazonía les ha enseñado. No tienen prisa: desde hace mucho tiempo que convocan a sus dioses para que esto suceda y saben que el samai está su favor. Antes de retirarnos le consulto sobre mi futuro y me repite que es necesario escuchar y callar. Mientras cruzo el tramo hasta mi cabaña siento que en la Amazonía he tomado otro sendero, que acaso me conduzca de regreso hacia mí mismo. Bien sé que la Cultura está en movimiento y que hay 60.000 quichuas como los Andy que están peleando su historia. Pero en la Amazonía también están las enormes flechas hechas de puntas de diamante y acero, que desangran de petróleo a los seres míticos que viven en las profundidades, como si el mundo real, en este caso, fuera el causante de exterminar al irreal, todo lo contrario a la cosmovisión de los quichuas. No están solos. Pueblos ancestrales como shuar, huahoranis, cofanes, achuar, secoyas o záparos, que de estos últimos sólo 24 conservan su lengua, sobreviven en la conflictividad que significa tender los puentes interculturales, donde exista la dignidad y el respeto mutuo. Son en las mitologías de estos habitantes de la Amazonía donde se encuentran los saberes que Occidente aún no comprende, porque ha creído que sus dioses son los únicos válidos para hablar con el Cielo. Pero en medio de los árboles también viven deidades que protegen a estos hijos que aún son llamados salvajes. Ahora son los laboratorios del llamado Primer Mundo quienes envían a sus ávidos científicos para desentrañar los secretos que tienen estos curanderos de la Amazonía, como la sangre de drago, una encina capaz de cicatrizar las heridas. Mircea Eliade, en su estudio sobre shamanismo, dice que las manifestaciones de lo sagrado, como sería la deidad de la anaconda, no es menos misteriosa ni menos digna que creer en un “dios”. Pero aún se cree que es únicamente con la Cruz y sus sacerdotes que vendrá la salvación, como si esa sacralización no cambiara únicamente en su forma. El trueno un día se convirtió en Dios y en trueno, pero puede trocarse en la fuerza del curandero, como el caso de Luis Andy, a quien sus dioses le dieron el don del rayo, después de topar a la enorme serpiente. Para los quichuas de Pastaza, según refiere el libro Mundos Amazónicos, de la Fundación ecuatoriana Sinchi Sacha, la anaconda es el poder último del mundo, la fuerza Tsumi, el ser mitológico que controla el dominio acuático. Por eso, la anaconda tiene un papel preponderante en varios mitos amazónicos y enfrentarla marca los momentos decisivos en la vida de los seres humanos. Y son los mitos quienes se burlan y eluden hasta las designaciones etnocentristas de creer que únicamente sus santos son los mediadores con los dioses que llegaron en carabela, como el relato del dios de los cofanes, Chiga, quien fue el primero en probar el alucinógeno. Reviso los apuntes y encuentro una leyenda que he llamado La flecha del yagé, como si sólo ahora, a lado de la cabaña del quichua Luis Andy, tuviera sentido: Cuentan los abuelos cofanes que un día Chiga tomó un bejuco y se dispuso a preparar el yagé. Encendió el fuego y removió. El yagé cofán o el bejuco de ayahuasca, como lo llaman los quichuas, hirvió mientras afuera las loras se alborotaban. Aspiró hondo y Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel bebió profusamente. Y fue entonces que Chiga se tambaleó y entró a su primera borrachera, Con el yagé Chiga se puso a llorar como un humano, como si tuviera penas. Por este motivo, los cofanes que no pueden resistir con la borrachera tienen que patalear, llorar o tambalearse tal como en su tiempo lo hizo Chiga. Hay quienes pueden seguir ingiriendo el brebaje pero otros tienen miedo. Mas, todos saben que fue Chiga el que hizo nacer el yagé. A veces, cuando un shamán está tomando sale a conversar con los palos o con las piedras y ve loras donde antes había hojas verdes. Ellos miran lo que otros no distinguen, como percibir a Chiga cuando se entierra en el agua. Con el yagé aprecian dónde cae la Luna y dónde nace el Sol. Otras ocasiones, cuando un shamán entra en trance saca de su carcaj una flecha. Levanta el arco y otea el horizonte. Dispara la flecha en dirección a la morada de un enemigo, con quien tiene cuentas pendientes. Nadie lo observa porque las saetas son invisibles. Mientras la bebida pasa de mano en mano una flecha hace tambalear a alguien distante que ni siquiera ha olido el yagé, aunque esta vez no podrá levantarse...

Juan Carlos Morales Mejía

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Homo videns

El acceso al conocimiento también está en compartirlo. Luis Ignacio Parada escribe un artículo: El hombre es un ser que mira la “tele”. Trae la referencia de los nuevos pensadores que no se comen el cuento. Nuestro poeta ecuatoriano Francisco Tobar García lo dijo: "La culpa... ¿no ves como las antenas han remplazado a las cruces? Nadie cree en Dios ahora. Todos hablan de la última telenovela venezolana. ¿Involución?”. Pienso en lo que dijo el filósofo Michel de Certeau, allá en esa magia que fue el Mayo del 68: hay que desconectarse. Sin más, aquí el texto íntegro de Parada: “El «Homo erectus» existió hace dos millones de años y tenía una capacidad craneal de unos 600 centímetros cúbicos; el «homo hábilis» tenía cerca de 800; el «Homo sapiens» llegó a los 1.000 hace medio millón de años. Dentro de unos miles de años los investigadores intentarán averiguar por qué el hombre de hoy, el «zoon politicon», el «homo economicus», está empezando a ver reducida su capacidad craneal o, al menos, el uso que hace de ella. De momento ese ser contemporáneo ya tiene un nombre, «homo videns»: el hombre que mira la televisión. Se lo ha puesto Giovanni Sartori, que fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2005. Considera que la televisión está transformando al «homo sapiens», producto de la cultura escrita, en un «homo videns» que vive en un mundo en el que la palabra ha sido destronada por la imagen. El «homo sapiens» existe sólo desde hace 1.400 generaciones. La civilización, hace unas 800. La escritura, hace 200 generaciones. La imprenta, sólo hace veinte. La máquina de escribir, hace cinco. La televisión, sólo cuatro. Pero lo que diferencia al hombre de los demás animales no es una mayor proporción de cerebro en relación con el peso del cuerpo. Una musaraña con tamaño de persona tendría un cerebro 28,7 veces menor y sólo pesaría 46 gramos. Que se haya desarrollado nuestra capacidad craneana hasta casi 1.400 centímetros cúbicos tendría menos importancia que el aumento de la superficie cerebral gracias a las circunvoluciones que nos permiten almacenar mucha información en un mínimo espacio. ¿Pero qué información recibimos? Eso lo ha estudiado mejor que nadie Sartori, quien ha acuñado el término «videocracia» para designar al sistema de gobierno basado en las audiencias. Algo que empobrece el aparato cognoscitivo del «homo sapiens» pues, limitado a mirar la televisión, el «homo videns» de hoy se ha convertido en alguien incapaz de comprender abstracciones y entender conceptos”.

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Sin televisión I

¿Porqué escribió el libro La caracola de Isadora?, pregunta una niña de ojos vivaces. La atención de los niños y niñas parece como una antigua hoguera donde el cuentero del pueblo ha sido invitado para hipnotizar a la noche, con la complicidad de las estrellas. Es una antigua memoria, digo. Es el recuerdo de cuando era niño y me abuelo me entregó una caracola y me dijo: escucha, adentro de la caracola está el mar. El libro tardó veinte años en realizarse por esos insondables misterios que tiene la palabra. Estoy en el 5C de la Unidad Educativa Pensionado Atahualpa y su maestro, Guillermo Varela, me ha invitado –es un honor- hablar con sus alumnos acerca de esta obra, adquirida por Librería Génesis. El texto relata acerca de la aventura de Isadora que –agobiada por la contaminación de la Gran Ciudad- decide buscar alivio en una aventura que lo lleva a pelear con un gigante. Pero más allá de lo mágico que significan las preguntas de los niños está un hecho ineludible: qué es ser escritor y para qué sirve. Es, trato de explicar, como un mago que tiene un sombrero de donde salen conejos pero, que en el caso de los escritores, puede aparecer un dragón. A los niños les fascina la idea idealizada del escritor: alguien que viaja por distintos pueblos, conversa con personas y conoce otras culturas. No me atrevo a decirles que también, como dice Camilo José Cela, es un oficio de tinieblas, de mucha incomprensión, porque nuestras sociedades creen que los escritores –y más aún los poetas- no sirven para mucho. Pero tampoco me atrevo a decirles que al mirar sus ojos centellantes encuentro un motivo para seguir tramando versos para el olvido. Y no les digo que mi voz es la voz de mis mayores. La misma en que mi abuelo Juan José me relataba las aventuras de los genios y los caballos voladores, de ese prodigio que es Las mil y una noches; o en los libros que legó mi padre César, donde con mis hermanos encontramos viajes a la Luna o tigres de la Malasia, como Sandokán, que era un verdadero pirata de los mares. De esa memoria vengo. Y más, les cuento que nunca en casa tuvimos televisión y que ahora me niego a concebir a esas imágenes que, muchas veces, nos mienten en nombre de la información. Llega un momento solemne. Les digo que si pudiesen contener la tentación de encender la televisión durante una semana para escribir un relato. Nadie titubea. Entonces –como si fuera la magia de una película- les solicito que se pongan de pie y que levanten su mano derecha: “Prometen que no verán televisión una semana”. Sí, prometemos, dicen. Entonces exclamo: “Sí así lo hacéis, que la literatura os premie, caso contrario ella mismo os demande”. Con eso queda sellado este compromiso que no entenderían los adultos. Continuará...

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Sin televisión II

La anterior semana, los alumnos del 5C de la Unidad Educativa Pensionado Atahualpa, cuyo profesor es Guillermo Varela, hicieron una promesa: no mirar la televisión durante una semana para escribir un cuento. ¿Qué pasó? El viernes acudieron al Zoológico de Guayllabamba y –después de conocer el mundo fantástico de los animales- escribieron cada cual una fábula. ¿Pero qué sintieron una semana sin la caja boba, que es a veces la televisión, llena de mariteres, agrios comentaristas y novelas ridículas? Aquí sus palabras, en esta primera entrega. “Me pareció aburrido no ver la TV., pero al menos no me dolía la cabeza. Pero al dedicarme al cuento no me pareció aburrido, porque podía hacer dibujos y también mientras lo hacía parecía que yo mismo lo vivía”. Macarena. “Se sintió bien. Mi mami me felicitó porque le ayudaba mucho a ella, a mi hermana, a mi abuelita. Pude leerme cinco libros en mi tiempo libre”. María José. “Fue una experiencia muy bonita porque pude escribir una fábula. Quisiera que todos los niños no miraran televisión no por una semana sino por toda la vida”. Catheryn. “No ver televisión me ayudó a entender la magia que tiene la imaginación y fue espectacular”. Daniel. “Fue un reto, pero por poco prendo pero hice un trato y tenía que cumplir. Estaba en un mundo mágico cuando escribí el relato. Fue una experiencia inolvidable”. Juan José. “Mis padres dijeron que estaba bien para la salud y el cerebro”. Daniela. “Fue una experiencia bonita porque así no me quedé tan traumatizada de ver la TV. y pude hacer mejor los deberes”. Vanesa. “Significó como estar en otro mundo. Toda mi familia decía que estaba extraña porque no veía televisión. Como estaba acostumbrada a mirar mucha televisión los primeros días eran desesperantes”. Cristina. “Fue una experiencia muy buena que deberían aprender todas las personas (cuando quería prender la tele mi mami me recordaba la nota del periódico)”. Kimberly. “Fue una aventura linda. Fue como estar en otro mundo. Mi mami me decía cómo así no ves la tele y yo le dije que había hecho una promesa y toda mi familia estaba sorprendida. Parecía que la televisión me decía préndeme y yo me aguantaba de no ver la tele y hasta yo estaba sorprendida de no ver la tele. Así aguanté una semana”. Grace. “No ver la tele me desesperó un poco, pero en esa semana aprendí a leer e investigar cosas del pasado. Aprendí que hay que ver tele de repente pero sin exagerar”. Samantha. “Es una experiencia linda porque te imaginas personajes y es como si estuvieras en otro mundo”. Adrián. “Nada, porque me venció la TV.”. Tamia. “Fue una experiencia bien grande. Salía todos los días a jugar y mi mami me mandaba todos los días a comprar en mi bici montañera. Había una bajada tremenda que mi bici iba a toda velocidad”. Martín. “Mi mamá me puso el periódico donde salió la promesa en la TV., y cuando quería prender no podía porque estaba el periódico y tenía que leer y leía y ya no prendía...” María Paulina. “Si no hubiera visto la tele fuera un milagro, porque es como si te estuviera llamándote, porque es como un ansia que te da, porque ves todos los días la tele y ya te acostumbras”. Katherine. “Hace bien a la mente porque ayuda a no olvidar las cosas que estudiamos”. Dillon. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel “No ver la tele fue estar en otro mundo”. Juan Carlos. Continuará...

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Sin televisión III ¿Qué hacer en una semana sin mirar televisión? Como recordará el lector, esa fue la propuesta de los alumnos del 5C, del Pensionado Atahualpa, cuyo maestro es Guillermo Varela, con un propósito: escribir un cuento. Hay más comentarios acerca de lo que significó esta experiencia y es apropiado compartirlos (además un lector envió un correo de compromiso para seguir esta experiencia). Hay un tema pendiente y terrible: Los niños y niñas del Mundo están hipnotizados por la TV., como si se tratara de una terrible novela futurista o como en la película La Matriz, donde son pocos los que tienen conciencia de lo que ocurre? Lamentablemente, los informes al respecto no son alentadores. Hay un libro imprescindible: La mirada opulenta de Román Gubern. Los datos son asombrosos, en el capítulo de Efectos socioculturales de la televisión. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que un niño normal asiste a unas 11.000 horas de clase desde la escuela elemental hasta el bachillerato, mientras en el mismo período ve unas 25.000 horas de televisión, más del doble de su tiempo de escolaridad. Y sigue: en 1985, según un estudio, se estimaba que los televisores de los norteamericanos permanecían encendidos 7 horas diarias, lo que significa –dice Gubern- que, en aquel país, ver la televisión es la actividad humana más frecuente y extensa después de dormir y superior al trabajo, la alimentación y hacer el amor, cosa que jamás ha ocurrido antes con otra opción específica del ocio. La TV., no permite la abstracción por lo vertiginoso de las imágenes. Pero sigamos con las experiencias de estos niños y niñas de Ibarra. “Para mí no significó nada. Mi mamá dijo que estaba enferma. En verdad, no significó nada porque me venció la TV.”. “Fue muy buena la experiencia de no ver TV.; lo que hacía era leer y saqué una idea para mi fábula llamada El tigrillo llamado Oxalá”, nos cuenta Renato. “A mí, lamentablemente me venció la TV. porque mi mami prendía todos los días para ver las noticias” (explicó a David al punto de decir que su promesa había sido cumplida porque no dependió de él sino del interés de su madre). El ejercicio también consistió en enviarle una carta a la TV. Aquí algunas de las misivas: “Hoy te meto un puñete por enseñarme malas cosas”, “Que no sintonicen cosas diabólicas porque los niños deben saber algo de Dios”, “Basta de TV., porque es mala”, “Le diría fuera porque destruye mi imaginación”, “Déjame libre para escribir cuentos”, “La tele quita la imaginación de los niños”, “TV., ándate de viaje”, “No me tientes, sino te boto a la basura”, “No te fabriques más TV.”, “Que nos deje leer, que no nos deje perder la magia de leer”, “Yo le diría a la tele, ándate al infinito y más allá...”, “Le diría que no venga a mi mente”, “Televisión, te estás llevando mi imaginación”, “Yo le diría a la TV. que no me haga doler la cabeza”. Lo sorprendente de esta muestra es que los niños se sintieron en otro Mundo, lejos de la influencia de la televisión que, para nadie es desconocido, no instruye como debería. Porque en sí el aparato no es el culpable sino la programación. Lamentablemente en nuestro país lo educativo no cuenta y cuando se pasan tales programas suceden los fines de semana, a las siete de la mañana, lo que demuestra el nulo interés que tienen los dueños de estos medios de comunicación que le apuestan al negocio antes que al sentido mínimo de Patria y ni qué hablar del Estado. Esto produce un hecho: únicamente el 1 por ciento de los ecuatorianos mayores de 18 años lee. ¿Podemos competir con la globalización? Claro que no. Un pueblo ignorante es fácil presa para que lo dominen. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel La experiencia de estos niños y niñas del Pensionado Atahualpa además nos enseña algo: el compromiso ético que tienen para cumplir una promesa, lo que nuestros políticos deberían aprender. Ahora resta mirar esos trabajos que fueron el motivo fundamental para apagar la televisión: son cuentos de animales que, acaso, demuestran que la TV. mata las neuronas. Y algo más grave: los niños se pierden explorar sus propios mundos y su imaginación, mientras en una pantalla les cuentan historias que no representan su realidad. Un aplausos a estos niños y niñas valientes de Ibarra que se atrevieron a que la TV. – como si fuera parte de la película espantosa- controlara por una semana sus mentes. Ojalá estuvieran mucho más lejos de la caja boba. ¿Pero cuál fue el cuento escogido? Sin duda, uno que nos habla de la tolerancia pero también de la diversidad. Con ustedes, el cuento...

Colorado, el murciélago

Martín Navas 5C Pensionado Atahualpa, Ibarra

Érase una vez un murciélago colorado y todo lo llamaban Colorado. Los demás murciélagos eran negros y veían que era distinto a todos, por eso le molestaban: -¡Eh, Colorado -¡Hey, colores tiernos ven acá! -¡Hey!, tú no eres como nosotros. Una noche se cansó y entonces se fue para no volver. Decidió emprender un largo viaje. Cuando salió de la superficie y vio un Mundo entero de colores, vio flores, frutos, animales, verduras. Entonces probó un poco de cada cosa. Fue a llamar a otros murciélagos para que subieran a la superficie y les mostró todos los frutos. Se dieron cuenta que tener distintos colores no era malo sino hermoso. Desde entonces Colorado se convirtió en el rey de los murciélagos y estaba feliz de ser colorado.

Juan Carlos Morales Mejía

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Argos En ese memorable libro que es la Odisea, del inefable Homero, se puede leer un capítulo extraño: cuando Ulises regresa –agotado de sus viajes y sus pesares- a su querida Ítaca. Llega con ropas de mendigo porque necesita vengarse de los pretendientes que acosan a su esposa Penélope. Al cabo de veinte años de ausencia nadie lo reconoce, únicamente su perro Argos. En el capítulo XVII se puede leer: Así éstos conversaban. Y un perro que estaba echado, alzó la cabeza y las orejas: era Argos, el can del paciente Ulises, a quien éste había criado, aunque luego no se aprovechó del mismo porque tuvo que partir a la sagrada Ilión. Anteriormente llevándolo los jóvenes a correr cabras montescas, ciervos y liebres; mas entonces, en la ausencia de su dueño yacía abandonado sobre mucho estiércol de mulos y de bueyes que vertían junto a la puerta a fin de que los siervos de Ulises lo tomasen para abonar los extensos campos: allí estaba tendido Argos, todo lleno de pulgas. Al advertir que Ulises se aproximaba, le halagó con la cola y dejó caer ambas orejas, mas ya no pudo salir al encuentro de su amo. Entonces Ulises, que le vio desde lejos, se enjugó una lágrima sin que se percatara Eumeo y le preguntó: “Eumeo, es extraño que este perro esté tumbado entre el estiércol. Su cuerpo es hermoso; aunque ignoro si, con tal belleza, era rápido en la carrera, o era como esos perros falderos que crían los señores por lujo”. Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo: “Ese can perteneció a un hombre que ha muerto lejos de nosotros. Si fuese tal como era en el cuerpo y en la actividad cuando Ulises lo dejó al irse a Troya, pronto admirarías su rapidez y su vigor: no se le escapaba ninguna fiera que levantase, ni aun en lo más hondo del espeso bosque, porque era sumamente hábil en seguir un rastro. Mas ahora abrúmanle los males a causa de que su amo murió fuera de la patria, y las negligentes mozas no lo cuidan, porque los siervos, cuando los amos ya no mandan, no quieren hacer los trabajos que les corresponden, pues Zeus quita a un hombre la mitad de su valía cuando le alcanza el día de la esclavitud”. Diciendo así, entróse por el cómodo palacio y se fue derecho a la sala, hacia los ilustres pretendientes, pero Argos muere a poco de reconocer a su amo luego de veinte años. Estas líneas son apropiadas ahora que mis pequeños sobrinos han llamado para contar –con lágrimas- que Rufo, su perro, ha muerto (atropellado por esos conductores que irrespetan la ternura de los niños, al matar a su amigo). Pienso que quien no se conduele de un animal no puede condolerse de su prójimo. Ya lo dijo Walt Whitman: Creo que podría vivir con los animales / son tan secretos y tan plácidos / me detengo y me demoro mirándolos / nunca andan en esa locura de tener cosas. No diré más, porque la memoria de Argos así lo impide.

Juan Carlos Morales Mejía

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Dulcinea del Toboso

Rey de los hidalgos, señor de los tristes, que de fuerza alientas y de ensueños vistes, coronado de áureo yelmo de ilusión; que nadie ha podido vencer todavía, por la adarga al brazo, toda fantasía, y lanza en ristre, todo corazón. Rubén Darío El tema de Don Quijote, de Miguel de Cervantes, ha sido objeto de múltiples lecturas. Recordará el lector, los Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, de nuestro Juan Montalvo, que reseñaremos la próxima semana. Ahora, el tema es menos peliagudo porque –siguiendo las improvisaciones que se han realizado- nos encontramos con la ironía. El propósito de estos mínimos ensayos es que volvamos a las páginas del célebre libro ahora que se conmemoran los 400 años de su escritura. En él, además de ser el inicio de la novela, encontraremos aventuras emocionantes como cuando Don Quijote, junto a su escudero Sancho Panza, se enfrenta a la delirante hazaña de los Molinos de Viento, pero también dichos y proverbios que han enriquecido a nuestra lengua, el castellano. Este cronista prepara una antología de los temas quijotescos y estas palabras son como un adelanto a un proyecto para conmemorar el nacimiento de uno de los personajes más emblemáticos de la humanidad: un loco que vaga por los caminos luchando contra las injusticias, a nombre de su dama, Dulcinea del Toboso. Esa sola metáfora ha conducido a creer en la posibilidad de una humanidad más cuerda. Marco Denevi nos entrega, en esta oportunidad, una variación del tema del fascinante mundo del Caballero Andante o del Caballero de la Triste Figura, como a Don Quijote le gustaba llamarse, por sus cuitas de amor: Vivía en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y Francisca Nogales. Como hubiese leído numerosas novelas de esas de caballería, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea del Toboso, mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen, la tratasen de Su Grandeza y le besaran la mano. Se creía joven y hermosa, aunque tenía treinta años y pozos de viruela en la cara. Finalmente se inventó un galán, a quien dio el nombre de Don Quijote de la Mancha. Decía que Don Quijote había partido hacia lejanos reinos en busca de lances y aventuras, al modo de Amadís de Gaula y de Tirante el Blanco. Se pasaba todo el día asomada a la ventana de su casa, aguardando el regreso de su enamorado. Un hidalgüelo de los alrededores, que a pesar de las viruelas estaba prendado de ella, pensó hacerse pasar por don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en un su rocín y salió a los caminos a repetir las hazañas del imaginario don Quijote. Cuando, seguro del éxito de su ardid, volvió al Toboso, Dulcinea había muerto de tercianas.

Juan Carlos Morales Mejía

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La Luterana

En la literatura uno de los aspectos más deslumbrantes es la descripción de seres de ultratumba. Este sábado quisiera traer un fragmento de mi libro Mitologías de Imbabura, que se presentará en esa semana en Atuntaqui. Con este antecedente, nada mejor que mostrar una parte de un personaje célebre: la Luterana, que asustaba a los abuelos anteños en las noches sin luna. Esta descripción tiene un antecedente: dos mozuelos corren en medio de la oscuridad y logran mirar las facciones de este sombrío ser, bajo el disfraz de una dama. Aquí el momento: Regresaron a mirar. Allí estaba: No era una luminosa presencia. Las facciones, al primer momento, parecían emerger de la niebla instalada en su rostro: un vaho tenue de antojadiza presencia. Una negra mantilla cubría esa faz, agitada por el viento. Su traje era un mirlo asustado que flotaba dejando traslucir un talle firme. Larga túnica que podría ser también un vestido evaporándose. Cuando miraron sus pies no los encontraron: la visión estaba suspendida dos palmos del suelo y por eso su manto surgía de la nada. Los brazos, metidos en esa vestidura trágica se desplegaban como si fuera una cruz y revoloteaban como mariposa enorme y maligna. Ahora, avanzaba lentamente por el aire, flotando como la niebla, como unos pasos que entran al Abismo. Se detenía, para suspenderse nuevamente de una corriente que llegaba hasta la piel de estos muchachos estáticos. Otra vez, quisieron descubrir su rostro y lo hicieron: era una calavera, de sinuoso pasado, que parecía tener fuego en su interior. Fue en ese momento que la Luterana los miró a los ojos. Quiso penetrar sus miedos pero también una fuerza misteriosa de supervivencia empujó sus extremidades que hasta hace poco no respondían. Mientras corrían por los descampados, sintieron que la Aparición les perseguía a corta distancia. Fue un vértigo. Unos instantes interminables, con una lentitud propia de quienes van a morir. Parecía que el Mundo conspiraba para que el aire detuviera sus correrías, para que esas manos sepulcrales asieran las camisas de quienes huían. Saltaron los tapiales. Cayeron de bruces y se levantaron. Los dos muchachos tuvieron la fuerza para salir despavoridos, ahora, como pólvora en sus pies entumecidos. Un último aliento de la Dama de la Muerte, alcanzó al más joven (...) -Agradezcan hijitos, les dijo, a los jóvenes ya restablecidos, que La Luterana no les atrapó. Si lo hacía tiene una fórmula para matar a sus víctimas: por medio de la risa. -Quien creyera, continuó, que uno podría morirse a carcajadas mientras observa su osamenta. Ocurre que la Luterana hace cosquillas con sus manos esqueléticas...

Juan Carlos Morales Mejía

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Ciudad y globalización

El abuelo Juan José, un día, se despechó de su tierra. No había oportunidades de trabajo y la gran ciudad parecía deslumbrante. Así que dijo a su hermano, Eduardo, que se fueran –como si se tratara del camino jacobeo de Santiago de Compostela- a una peregrinación a un sitio inimaginable: Guayaquil. A inicios del siglo XX eso era una aventura, tomando en cuenta que desde Ibarra a Quito se hacían dos días a pie. El abuelo vivió lo que en Europa ya era una constante: la revolución industrial, pero en el sentido de una independencia con el campo. Para el caso de Ecuador, recién experimentaríamos con el auge del petróleo, en la década de los setenta. El Planeta tuvo la certeza de que producir en la ciudad era más fácil que hacerlo en el campo, algo que desató una gran migración. Claro, llegaron teorías de la modernización bajo el concepto de que el campo estaba atrasado (aún hoy se utiliza despectivamente el término campesino o montubio, basta mirar los groseros programas que hacen burla de estas cultura). Otras visiones, desde lo estructural, miraron la relación ciudad-campo, con una disputa entre lo moderno y lo tradicional. Y esto, porque se produjo una nueva lógica de cómo entender las relaciones humanas. Tan es así que, por ejemplo en los años treinta, se produjo una de las primeras migraciones en el país, que seguiría en los sesenta, hasta que a inicios del siglo XXI tenemos el 25 por ciento de los ecuatorianos viviendo en el exterior, principalmente en Estados Unidos y España. Allí, también se produce una fricción entre metrópoli-país. La primera como altamente desarrollada frente a una realidad de subdesarrollo y atraso, como miran muchas ocasiones quienes vienen de afuera. Sin embargo, hay que decirlo, también sociedades que privilegian el consumo y el individualismo frente a otras lógicas, como la nuestra, donde aún el sentido de barrio o de familia está presente, aunque los politiqueros nos comen a dentelladas. La globalización trajo también varios cambios. El primero, la búsqueda de la reducción del Estado, con un ajuste estructural para estar acorde con los nuevos tiempos. Otro de los factores vitales de la globalización fue la disolución de las fronteras, porque simplemente se reducen los territorios y lo espacial pierde sentido, según afirma Fernando Carrión, en sus clases magistrales acerca del tema de la Ciudad. Es que, a inicios del siglo XXI y cuando Ibarra está a punto de cumplir 400 años de fundación (sin olvidar la historia de los caranquis, nuestros mayores) es preciso pensar el tema de la Ciudad. ¿Qué papel debe plantearse el Municipio, las instituciones Culturales, la ciudadanía? En un país donde el Estado centralista agobia a las provincias es preciso que estos temas entren al debate.

Juan Carlos Morales Mejía

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Ciudad: ¿apogeo o colapso?

Ahora, la competencia no está entre los países sino entre las ciudades o regiones. Un ejemplo: el anterior Carnaval, se disputaron a los turistas nacionales tres Municipios: Atuntaqui, con 45.000 personas que acudieron de compras; Otavalo, con el Pawcar Raymi, atrajeron a 25.000 y el Carnaval de Coangue –una iniciativa de Piel Negra y el Municipio de Ibarra- logró 10.000 concurrentes. En el primero caso el gancho fue lo textil y el resto un componente único: la Cultura. Ese es el reto que tiene Ibarra: organizar festivales culturales para atraer a los turistas y más, prepararse con anticipación para “vender” su imagen a propósito de los 400 años de fundación española (además, que siempre hay que decirlo, del legado caranqui). Pero no únicamente como algo folklórico sino con una carga conceptual y de respeto a la identidad. En la actualidad el tema de la Ciudad es vital: en el 2015, el 80 por ciento de los latinoamericanos vivirán en centros urbanos. Debido a la importancia de la cuestión se han desplegado cuatro teorías, comentadas por Fernando Carrión, ideólogo urbano. 1.- Agotamiento y fin de las ciudades: hay quienes miran a los centros urbanos como la caotización de la vida humana. La urbanización, además de apostar por el individualismo, reduce los espacios y hace que el tiempo se esfume (basta ir un día a Quito para quedar sin aliento). 2.- Ciudades protagonistas: existen seguidores que dicen que las ciudades serán el referente del siglo XXI. Existe un protagonismo de las urbes en desmedro del Estadonación o de los países, que entraron en crisis. Hay una pulverización de lo nacional a favor de lo local y esto se observa, por ejemplo, en ciudades exitosas como Quito, Cuenca y Manta, que están reordenando sus estructuras y son un aliciente, en un país que se cae a pedazos. Ibarra, para variar, privilegiando hasta recién los adoquines en desmedro del alcantarillado y agua potable. 3.- Ciudades Norte y Norte-Sur: los países industrializados privilegian su trato con los sectores de las ciudades que se denominan Norte-Sur, es decir con aquellos estamentos de ricos, que crean sus espacios, como el caso de Guayaquil, como si estuvieran en Miami. Son ciudades excluyentes, que segregan a sus ciudadanos y que, en muchos casos, tienen sus fortificaciones bajo el nombre de condominios privados. 4.- Ciudades en formación: El caso más significativo del anterior siglo fue la creación de Brasilia, la capital de Brasil, en medio de la selva. Para el caso ecuatoriano está la ahora populosa Santo Domingo de los Colorados, que hace décadas era una vía como un comedero y gasolinera. Su rápido crecimiento no fue acompañado de una adecuada planificación (uno de sus alcaldes construyó su oficina hasta la mitad del parque).

Juan Carlos Morales Mejía

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No lea esto...

Angle Editorial acaba de publicar 'Groucho Marx fal'article' un libro que recoge los mejores artículos del cómico y sus propuestas más ingeniosas. Como este articulista está convencido que la risa es el mejor remedio contra la estupidez del Mundo, comparte con sus lectores. El libro se inicia con un texto del propio Marx de 1927 en el que reflexiona sobre el oficio de humorista. En él dice que "tan pronto un cómico se hace famoso se convierte en esclavo de su humor". Finaliza su artículo con un irónico "el negocio de ser gracioso es demasiado serio. En comparación, trabajar en Pompas Fúnebres es un trabajo alegre. Y he oído decir que los humoristas no mueren nunca de viejos. No pueden soportar tanta presión". Julius Henry Marx (1895-1977), hijo de un modesto sastre alemán de origen judío, se dedicó al teatro, el cine, la radio y la televisión. Con sus hermanos, actuó en películas como 'Sopa de ganso', 'Una noche en la ópera', 'Un día en las carreras' y 'Una tienda de locos', entre otros. Aquí algunas de sus memorables frases. “Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero ¡Pero cuestan tanto!”. "Éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros". "¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?". "¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?". "¿Que por qué estaba con esa mujer? Porque me recuerda a ti. De hecho, me recuerda a ti más que tú". "¿Servicio de habitaciones? Mándenme una habitación más grande". "Bebo para hacer interesantes a las demás personas". "Debo confesar que nací a una edad muy temprana". "Detrás de cada hombre hay una gran mujer. Detrás de ella, está su esposa". "Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien". "El matrimonio es la principal causa del divorcio". "El matrimonio es una gran institución. Sobre todo si te gusta vivir en una institución”. "Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar: es realmente un idiota". "El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, estás hecho". "Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente". "Fuera del perro, un libro es posiblemente el mejor amigo del hombre. Y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer". "He pasado una noche estupenda. Pero no ha sido ésta". "Humor es posiblemente una palabra; la uso constantemente y estoy loco por ella. Algún día averiguaré su significado". "Jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como socio a alguien como yo". "La inteligencia militar es una contradicción de términos". "La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música". "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". "La política no hace extraños compañeros de cama. El matrimonio sí". Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel "La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien la enciende, me voy a la biblioteca y leo un buen libro". "Nunca olvido una cara. Pero en su caso, haré gustoso una excepción". "O usted se ha muerto o mi reloj se ha parado". "Partiendo de la nada alcancé las más altas cimas de la miseria". "Sólo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Si responde sí, ya sabemos que está corrupto". "Soy tan viejo que recuerdo a Doris Day antes de que fuera virgen". Lápida de Groucho: "Disculpe señora que no me levante".

Juan Carlos Morales Mejía

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Frente al espejo

Los que se ponen de puntillas no se mantienen de pie; Los que dan zancadas no caminan. El que se manifiesta no se ilumina; el que se justifica a sí mismo no es ilustre; el que se jacta carece de logros; el que es arrogante no persiste mucho tiempo. En la visión del Tao se les llama sobras y actos inútiles. Como hay cosas que las detestan, los que alcanzan el Tao no las practican. Lao Tsé ¿Qué barreras existen entre la humildad y la arrogancia? Una humildad no mirada como sumisión o humillación sino con la posibilidad de entender que la sencillez reside en el canto de los pájaros. Y la soberbia, entendida como esa mezquindad propia de los seres que aún no evolucionan. Es, siguiendo una metáfora, como la masa de pan que se infla por la levadura. En la Red se puede leer: “El hombre, el individuo libre, vive expuesto a una sobredimensión de sí mismo. La sociedad moderna -en su afán de hacernos buenos consumidores- nos entrena al egocentrismo y al hedonismo. El sujeto que todo lo tiene dispone de un poder que fácilmente degenera en arrogancia”. Eso pienso a propósito de los reconocimientos que se reciben sin humildad: en aquellos que –sin saberlo- se hinchan como la levadura del pan. Pienso en las condecoraciones que se buscan o las que se entregan a cambio de favores. Pero también pienso en aquellas que son una forma de gratitud. Es que atrás de un reconocimiento –de alguien que es enaltecido- hay la otra parte: alguien que estando hundido sueña desde sus propias limitaciones. Por eso es preciso la humildad, que es la esencia de estar en paz con uno mismo. “El soberbio es un ser vacilante que busca desesperadamente compensar su inseguridad personal con la aprobación de los terceros. Es dependiente del aplauso ajeno. Sólo el humilde es verdaderamente libre. El soberbio se adapta a sus propias carencias, se niega la libertad de corregirse. La arrogancia es un Faraón que tiraniza nuestras vidas, pues condena a nuestra personalidad al estancamiento. Humildad es recordar que en el prójimo hay un ser humano igual a nosotros, que merece dignidad y respeto, que tiene derecho a ser escuchado y comprendido. El soberbio es egocéntrico, esclavo de sus propios intereses, sólo le importa el otro en función de sí mismo. El orgullo es una película de plata detrás de un cristal: no nos permite ver más allá de nuestra propia imagen”, eso dicen las sabias palabras del humanismo. Hay que mirarse con humildad frente al espejo.

Juan Carlos Morales Mejía

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Caballos de Cienfuegos

Este cuento es una larga epopeya acerca de los caballos. Como se sabe, el escritor Lugones escribió un fantástico relato denominado Los caballos de Abdera, ambientando en ese tiempo griego donde los animales tenían una presencia inusitada. También evoca la época de Calígula, ese emperador romano que nombró a su caballo como cónsul, en una sociedad que tomó prestado de los griegos hasta los dioses. El cuento –siguiendo esa estructura clásica- también puede referir a historias inverosímiles, como el Minotauro, cabeza de toro y cuerpo humano, pero también como los centauros, exactamente al revés, donde eran tan prodigiosos que eran preceptores de los grandes hombres de la antigüedad. Es una mezcla que aún encontramos en los antiguos mitos, donde los animales tienen la facultad de enamorarse de otras especies. Hay un texto de Vicente Huidobro que es evocador: “eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña”. Esto nos trae la pauta de que es posible cierta sensibilidad con ese instinto salvaje que, en el fondo, conservamos los seres humanos (basta la guerra –aunque sea con misiles- para probarnos que seguimos en la edad de las cavernas, cuando nos matábamos a palazos). El lector, como siempre, intuirá alguno de estos caminos que he elegido para este mínimo relato. Acaso, no sea ninguno.

Son altos y hermosos, como una aceituna cortada por una espada medieval. Los corceles corren libres como un pétalo de magnolia que cae al descuido. Tienen la fuerza de una ola golpeando con terquedad la memoria de un sueño marítimo y sus crines parecen brocados indígenas de Zuleta, en Imbabura. Los caballos tienen el relincho de siete cóndores doblando sus plumas frente a los riscos. Poseen ojos de cristales bruñidos por hechiceros del desierto, que los soñaron mientras acariciaban sus crines de zafiros. Nadie los ha montado. Su pelambre permanece intacto y nunca han mirado una espuela de oro. La última manada sólo cuenta con siete machos que cantan a una hembra desde hace muchas lunas. Son libres a fuerza de no amar, son recios con el precio de la soledad: senda que los ascetas de la Montaña de Amaluza la recorrieron dejando caer gotas de cirios quemantes en sus partes prudentes (Seferino logró un trance similar a yacer con una doncella). Una tarde, los siete potros se detienen a mirar caer el sol sobre la montaña. El viento trae un olor finísimo a hembra. Ellos la intuyen… Al otro día los periódicos vienen con noticia: una muchacha de 15 años ha sido violada por los fantasmas de la noche, mientras recogía setos en un bosque cercano. Han sido detenidos tres jóvenes en estado de ebriedad. Los caballos de Cienfuegos nunca sabrán que era una virgen, ni que la joven conservará en su pubis un relincho pequeñito.

Juan Carlos Morales Mejía

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Nina Pakcha Lo mejor que le puede ocurrir a un texto es la traducción. De esta manera puede entrar a otras Culturas y enriquecer a este Planeta Azul. Cuando se trata de una mitología esto tiene un agregado: la cosmovisión de un pueblo puede ser reconocido y apreciado. Este es el caso de este mito que he recuperado para el libro Mitologías de Imbabura. Se trata de un antiguo relato de los abuelos caranquis, quienes habitaron estas tierras antes de la llegada e invasión de los incas y españoles, con sus soles y sus cruces. Por lo que, sin lugar a dudas, tiene más de 500 años. El traductor es William Sutter, un francés que estudió filología en Oxfort y que ha vertido al inglés y francés parte de mi obra. No hay que tener miedo a los otros idiomas: a los pueblos se los conoce por sus tradiciones y leyendas más que por su política. Aquí el relato que el lector puede encontrar –en su versión en español- en el referido libro. Including the wind, when brushing her face, would stop. Nina Pakcha, which means light fall, was a willowy youngster, running through the fields, caressing them with her big eyes. But the cornfields were ruined. A drought hadn’t left a single stubble from the sowing. The stags had ran away to other lands and the birds wouldn’t sing at dawn. The elders had met and reached a conclusion : Taita Imbabura was angry. The right thing was to sacrifice the most beautiful flower to this choleric god. The agile-footed Nina Paccha was the chosen one. But apart from the wind, another had fallen in love with her beauty : Guatalquí, who owned as much love as bravery. They decided to defy the plans of their people and of the gods. They learnt that an escape required some courage when they made their way to Reyloma . On the mountainsides they went, staring at each other. Their people, fearing the revenge of Taita Imbabura, followed them in a body hunt, ready for the sacrifice. Feelings of vertigo. Running away through the fields of blazing suns. They were about to catch them, when they witnessed a miracle : Nina Pakcha disappeared. In her place a lake had formed. Taita Imbabura had accepted the offering but wasn’t satisfied : lightening fell on Guatalquí, transforming him into a milk-tree, to be the look-out of his beloved. Afterwards, an intense rain began to water the fields of the “sarances”, the lands of the corn. Until now, the milk-tree is looking lovingly towards the water. The ancient “sarances” also reach the water to offer their harvests, fruits of natural sanctuaries. Sometimes, all the leaves also sway in the direction of Imbacocha; such is known the lake San Pablo, turning bluer for an instant. 1. Father Imbabura; the Imbabura being an impressive Ecuadorian mountain. 2. King hillock.

Juan Carlos Morales Mejía

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Carta a un novel escritor

Hace algunos días, María Imbaquingo –maestra del Pensionado Atahualpa- me invitó a su aula para hablar de un mínimo libro que escribí: La caracola de Isadora, con énfasis en el respeto al medio ambiente. Más allá del relato, estuvieron las preguntas de niños y niñas acerca de la vida del escritor. “Un escritor es como un mago, en lugar de sacar conejos del sombrero de copa, saca palabras y crea dragones”, les digo, para después argumentar que hay libros mágicos como Las mil y una noches o La Odisea, del divino Homero, donde se encuentran las aventuras de Ulises con las sirenas y su perro Argos. ¿Cuáles son los secretos para ser escritor? Los consejos del norteamericano Ernest Hemingway, que ha legado una importante obra narrativa, son válidos. Sus novelas más destacadas son Por quién doblan las campanas (1940), Al otro lado del río y entre los árboles (1950), El viejo y el mar (1952) y París era una fiesta (1964). Ganó el Premio Pulitzer en 1953 y el Nobel en 1954. Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés [vale leer "español"] vigoroso. Sé positivo, no negativo. Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como espléndido, grande, magnífico, suntuoso. Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas. Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir. Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias... A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos. Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.

Juan Carlos Morales Mejía

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Nicolás Herrera

Nicolás Herrera tuvo suerte: nació en un pequeño pueblo al norte de Ecuador llamado Los Andes, que es como un resumen de ese país profundo donde, entre paredes derruidas, aún se conserva una de las identidades de una tierra de contrastes. Está ubicado en la provincia de El Carchi, y fue allí donde, por primera ocasión, Herrera escuchó los relatos de sus mayores que le hablaban de seres fantásticos, llámense duendes o espíritus que vagan por las laderas. Es que es preciso ir a este lugar para entender los colores que aparecen en los lienzos de Nicolás Herrera, quien sólo tenía que abrir su ventana para encontrar una explosión de imágenes que eran una celebración para los ojos. Él aprendió a mirar. De allí que en la escuela se sorprendió de sus habilidades tras lo que apareció de un ejercicio al seguir las líneas de Chagall, Mi pueblo y yo. Esa experiencia lo llevó, en solitario, a dedicarse a la ardua tarea de buscar un lenguaje para lo que quería decir. De allí que, siguiendo a León Tolstói, es posible afirmar que Herrera para hablar del Universo solo precisa hablar bien de su aldea. Eso se desprende de su obra pictórica que está presente en el Museo Nicolás Herrera, frente a la laguna de Yahuarcocha, en Ibarra, Ecuador. Ahora, nos trae una serie vinculada a la denuncia al Poder, pero también una reinterpretación de una religiosidad –como los Pecados Capitales- que ocupa nuevos actores: en lugar del Avaro, que atesora monedas, está un sistema oscuro con hambre voraz que estruja a pueblos enteros. Sin embargo, en el sitio, también se puede apreciar óleos de antigua factura, como aquellos vinculados a lo mítico, o máscaras y esculturas que nos hablan de saberes ancestrales que tienden puentes de la condición humana. La propuesta de Herrera –intensa y febril- no permanece estática. Ha logrado, a diferencia de las novelerías, tener una narrativa coherente y no solamente de crítica social sino desde lo plástico, en el sentido que conjuga técnicas y momentos para lograr un dramatismo –para el caso de la serie contra el Poder- que presagia la mixtura de conceptos que se armonizan en el lienzo. En otras palabras –siguiendo estilos y técnicas- pueden estar presenten visiones neofigurativas como un expresionismo deslumbrante: una figura del oprobio bajo el evanescente paso de una jauría en rojo acerado. En cada lienzo hay ese sorprendente color andino, de fuerza ancestral como si se trataran de los primeros pigmentos del Mundo. Pero hay que mirar sus tintas, para comprender el legado del abstraccionismo. Hay generosidad en la luz pero también profundos estudios del claroscuro, donde reside precisamente uno de las claves de la pintura. Y hay un desbordante talento para colocar la curiosidad en lienzos que nos remiten a una variedad de temáticas que, parecería, ser ejecutados por varios artistas. Esa bifurcación de cascada es uno de los dones de Herrera, un artista incansable que vive en su encierro mágico frente a la laguna y que ha logrado conjugar la vida sencilla –como si fuera un taoísta- con una entrega honda a su arte, sin darle tregua. Así, como si navegara en varios ríos, la obra de Herrera busca su mar a cada instante. Y, claro, siempre lo vislumbra desde su acantilado. Juan Carlos Morales Mejía

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Jorge Porras

Por eso, Nicodemus y Casandra habían decidido recurrir a lo que los pájaros decían al viento en un lenguaje que hace tiempo había sido olvidado. Acaso, esta pitonisa que ahora tenían ante sus ojos era la última que conservaba en sus labios los párrafos de las plumas. La posibilidad de transgredir entre las evocaciones de un mundo inasible hacia un lenguaje que pudieran comprender, aunque los elementos no fueran los mismos en su tránsito. Como si el enunciado de los dioses se convirtiera en ofuscación para quienes no estaban en condición de descifrarlo. Ludovico llega con el mar

Cuando Jorge Porras cumplió 13 años comenzó a crear un mundo paralelo. Como si – siguiendo las intrincadas leyes de la física, al estilo de Stephen Hawking- existiera la posibilidad de Universos unidimensionales. Este prodigio tuvo un nombre: Ludovico, un alter-ego del entonces niño con materia de pluma. Ahora, el pintor expone en Europa y prepara una serie dedicado a ese arte inefable que es la Música. Pero Ludovico necesitaba también objetos que había olvidado en su Mundo. Su hacedor le construyó las claves para habitar su espacio: máquinas para recordar, máquinas para olvidar, relojes orgánicos, intrincados artilugios para pelar una pera, monociclos con asientos en punta, artefactos imposibles para quienes no pregonan la magia. Pero también cubos, especie de cinta de Moebius, juguetes, y además sus propios animales: salamandras de colores o pájaros nacidos de árboles encantados, gatos con alas, mínimos dinosaurios en un monociclo, anfibios hipnóticos o centauros: una zoología esperpéntica y fastuosa. Como si cumpliera al pie de la letra las palabras del filósofo Mencio: “dejamos de ser humanos el día en que perdemos el asombro de los niños”. Tras la experiencia de Ludovico y al sentirse solo, Porras ideó a otros habitantes: Capicua –ese prodigio de las palabras que se leen al revés y al derecho-, Otatis, el guardián, Maya, que puede entenderse como las musas en el sentido griego, Erasmo, una especie de filósofo del absurdo. Existió un propósito: crear un espacio de tiempo –una vereda de formas y colores- para morar su propia mitología. No como una huida, porque también prefiguró la maldad de las guerras en personajes que se vistieron de armaduras y de maquinarias quiméricas para atacar esa locura de la sangre. Y también esa realidad de neón y vértigo que erige las nuevas catedrales –los centros comerciales- como la posibilidad de la felicidad. Ludovico, de esta manera, nos devuelve la esperanza del hechizo. En cada invención de su creador, encontramos la constancia de que es posible entrar en los agujeros negros del sortilegio. NE. Puede visitar el sitio: www.jorgeporras.com

Juan Carlos Morales Mejía

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José Villarreal

Desde un antiguo chamán amazónico –con una carga matérica en armonía con esa presencia- a aves simbólicas precolombinas que atraviesan los últimos bosques, pasando por la búsqueda del Ángel de la Muerte, en los mitos semitas, –curiosamente tras el equilibrio- la obra de José Villarreal es un prodigio de la condición humana. Su clave es seguir esa fuerza milenaria del Gran Arte, entendida como una tradición en la pintura en disconformidad con esas posturas acríticas y superfluas, que buscan la sorpresa en lugar de la trascendencia, aupadas por los críticos quienes -desde la vergüenza de no haber reconocido al impresionismo- han sido permisivos con toda novelería. De allí que su temática aborda las seis o siete metáforas que rigen el Mundo, pero con un lenguaje del siglo XXI, como el tema de Eros y Tánatos, que nos sugieren que las utopías nunca estarán completas sin interrogarnos sobre el destino humano. En una época de vértigo –con los preceptos de un anacoreta- la innovación de Villarreal acaso sea interrogar a los clásicos, especialmente desde el esplendor de El Renacimiento, para una búsqueda de devolverle al Arte su perdida esencia, ante el encandilamiento de los propulsores del no-futuro y de la ilusión tecnológica, que hace creer que la manipulación es una certeza. De allí que el pintor puede viajar y realizar contramarchas en sus búsquedas de un erotismo que linda con el esplendor de las cenizas, con temas universales que no se olvidan –como sus aves- aletear en las antiguas simbologías, que lo han llevado incluso a dejar su virtuosismo en el dibujo. Son parte de la transfiguración de sus lecturas pero también de una postura de vida: la espera en solitario y el anonimato como una suerte de epifanía que confiere a su Gran Arte el espíritu de perdurable.

Juan Carlos Morales Mejía

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Olmedo Moncayo

Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá. Jorge Luis Borges

En las paredes cuelgan cuadros para miradas acostumbradas a los códigos nuevos. No están allí para esos espectadores que buscan en la pintura los paisajes bucólicos o los retratos del siglo XIX. Es una propuesta que intenta conmover al observador. Son lienzos de una constante búsqueda que, supongo, causarán incertidumbre en quienes no están habituados a que el Arte de inicios del siglo XXI sea complaciente. Eso pienso mientras observo la reciente obra de Olmedo Moncayo. En su taller he encontrado el aliento de alguien que se resiste a que le quiten sus sueños, en una sociedad –como la de nuestro país- acostumbrada al menosprecio y a ignorar los novísimos tiempos. El artista está tranquilo, porque lamentablemente en nuestras tierras aún no se conocen ciertos códigos o la cultura oficial se ha encargado de juzgar y dictar las normas del Arte. Como alguien que se precie Moncayo va contra corriente, que es una de las maneras de avanzar, porque significa que no sigue las pautas del mercado o de la moda. No es casual que se nutra de lecturas de pintores que también han realizado rupturas. Por eso no le preocupa que los “críticos” de ocasión opinen. Eso también es una forma de darle sentido a la vida. Eso percibo mientras observo el cuadro que Olmedo Moncayo me ha entregado como un don. Se trata de un lienzo donde aparecen cuatro escenas del maestro ciego, Borges. Son evocaciones que además me remontan a un día especial: la visita a la Biblioteca Nacional donde el poeta desentrañaba un interminable laberinto. Hay demasiados símbolos que podría compartir: “El mar / El joven mar. / El mar de Ulises”, pero no existen las palabras para desentrañar una entrega de símbolos, como es un cuadro de un amigo. Y es, creo, la profunda devoción con que miro la obra que avanza que nos ha llevado a esa complicidad que significa la amistad, donde no está exenta la gratitud. Tuve que volver en estos días a Borges para entender mejor el significado de los dones: la certeza de que no hay tempestad que la destruya, porque pasará el tiempo y el cuadro – que es la extensión del abrazo de un amigo- permanecerá en mi biblioteca, aunque los libros ya no existan en el imperecedero tiempo. Moncayo ha realizado un prodigio: me ha traído la memoria de Borges y el instante mismo donde caminé por sus mismas calles, por sus mismos sueños, por sus palabras: “Que mañana, en los campos de mi reino, sea feliz tu batalla”.

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Refranes de Don Quijote

«Parece, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas». Esto nos dice Don Quijote de la Mancha, y su voz resuena tras 400 años en los muchos libros que produjo esta obra de Miguel de Cervantes como «Refranero popular manchego, y los refranes del Quijote» por Juan Manuel Sánchez Miguel y Jesús María Ruiz Villamor, de Ciudad Real. Sin más, aquí una parte para que cada cual saque sus conclusiones. «Para todo hay remedio, si no es para la muerte» (II-C43-p976.24) «Dijo la sartén a la caldera: ¡Quítate allá, ojinegra!» (II-C67-p1178.1) «Espantóse la muerta de la degollada» (II-C43-p978.12) «En otras casas cuecen habas, y en la mía a calderadas» (II-C13-p730.18) «Entre dos muelas cordales nunca pongas tus pulgares» (II-C43-p978.1) «Más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la ajena» (II-C43-p978.13) «Cásame en hora mala, que más vale algo que nada» «Más vale un «toma» que dos «te daré»» (II-C35-p926.12) «No se toman truchas a bragas enjutas» «Vale más buena esperanza que ruin posesión» «Vale más buena queja que mala paga.» «Tantas veces va el cántaro a la fuente, que quiebra el asa o la frente» «Pagan a las veces justos por pecadores» (I-C7-p89.11) «Aunque la traición aplace, el traidor se aborrece» (I-C39-p458.22) «De paja y de heno (mi vientre lleno)» (II-C3-p653.16) Se refiere a cosas de poca sustancia. «Al hijo de tu vecino, límpiale las narices y métele en tu casa. (Quiere decir que hay que relacionarse o emparentar con quién sea tu igual).» (II-C5- p666.9) «Quien te cubre, te descubre» (II-C5-p0669.7)

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A Dios rogando...

Somos lo que leemos. Esta puede ser la premisa para este artículo que trae los refranes del libro El Quijote, de Miguel de Cervantes. Pero somos también lo que nuestra memoria, como pueblo, tiene. Y en eso, el mundo de Hispanoamérica tiene una deuda grande con el Caballero de la Triste Figura. La Casa de la Cultura, núcleo de Imbabura, prepara un concurso para motivar a los estudiantes a leer esta fabulosa obra. A 400 años de esta aventura es necesario motivar a los jóvenes para que entren a sus páginas. Por lo pronto aquí estos refranes que son parte de lo popular. «Dime con quién andas, decirte he quién eres» (II-C10-p703.11) «No con quien naces, sino con quien paces» (II-C10-p703.12) «Cada oveja con su pareja» (II-C19-p0784.14) «Haz lo que tu amo te manda, y siéntate con él a la mesa.» (II-C29-p868.36) (Obedece y te lo agradecerán) «Por su mal le nacieron alas a la hormiga»(II-C33-p906.14) (Lo que parece bueno puede resultar pernicioso) «Un asno cargado de oro sube ligero por una montaña» (II-C35-p926.10) «Dádivas quebrantan peñas» (II-C35-p926.11) «A Dios rogando y con el mazo dando» (II-C35-p926.11) «Quien las sabe las tañe» (II-C41-p1113.4) «Bien se está San Pedro en Roma» (II-C41-p1113.4) «Cuando a Roma fueres, haz como vieres» (II-C54-p1070.26) «Para dar y tener seso es menester» (II-C58-p1096.15) «No por mucho madrugar amanece más temprano.» «Un loco hace ciento y el amor hace mil.» «No hay que mentar nunca la soga en casa del ahorcado.» «Siempre que el cántaro golpea a la piedra o la piedra al cántaro, el cántaro pierde la pelea.» «Váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza.» (I-C19-p207.5) «Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho.» (II-C9-p0696.16) Juan Carlos Morales Mejía

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Satán

El viejo Satán llegó a las tierras indómitas de América en carabela. No vino él sino su imagen, que es casi lo mismo: la representación de un Infierno que aún perdura en las iglesias –como en Caranqui- y que nos habla de cómo las imágenes sirvieron al Poder. Obviamente, perdura en esas mentalidades que creen que el Destino es cosa de los dioses y que lo único que puede salvar al país es la oración, mientras las pirañas nos comen la Patria, llámense banqueros corruptos o hombres de a pie que dan coimas: en el círculo vicioso es igual. Con Satán vino la expiación de culpas, que es como el pensamiento judeo-cristiano ha resuelto el pecado: mientras más sangrante es el Cristo y más condenado se siente el feligrés más próximo está del Paraíso (los protestantes anglosajones creen, en cambio, que la mejor manera de alabar a Dios es el trabajo). El pecado todavía se vende en los canales de televisión, por los salvadores de almas. La imagen llegó en esos santos dulzones y esos demonios terribles o en vírgenes de yeso que arribaban misteriosamente a los pueblos para después hacerse milagreras, con sus rostros rosáceos más parecidas a italianas del quattrocento que a las cobrizas mujeres de esta América. Como dice Serge Gruzinsky, sirvió como un proceso de aculturización y de dominio, cuando la Iglesia resolvió cristianizar a los indios desde la Florida a la Tierra del Fuego. Recuérdese que los grandes lienzos –con los siete pecados capitales- se sacaban al atrio de San Francisco para adoctrinar a los indios, aquellos que sólo en el siglo XVII se les reconoció que tenían alma. Los imaginarios de los conquistadores están presentes en las imágenes, dice el autor de la Guerra de las Imágenes: “de la imagen medieval a la imagen renacentista, del manierismo al barroco, de la imagen didáctica a la imagen milagrosa, del clasicismo al muralismo y hasta las imágenes electrónicas”. Sí, la imagen como un signo que muchas veces no representa lo que significa: el barroco penitencial creó una representación del Cielo que aún perdura: esa Verdad aparentemente irrefutable de esta época poscolonial que requiere ser replanteada. Un Cielo que quiso ser una realidad impuesta para todos: un Paraíso que precisa de su propia Cruz y Calvario, como si ser pobres –por ejemplo- fuera en verdad una bendición y no una ignominia. ¿Qué Dios nacerá en el siglo XXI? Mejor dicho, ¿qué imagen crearemos de ese Dios? Es que los nuevos inquisidores siempre están dispuestos para irrumpir en las galerías y decir que la única Verdad posible es la de ellos: allí está la guerra de las imágenes que habla Gruzinski. Entonces, el ídolo sólo existe en relación con la imagen que representa, por eso los curas doctrineros se encargaron de la extirpación de idolatrías, que fue otra cosa que profanar las huacas, los lugares sagrados, durante los primeros días de la conquista. Por suerte este siglo XXI viene como un abanico, donde todas las imágenes vivan y tiendan puentes interculturales (ojalá lo quiera el Poder o sea como antes: “quitar los ídolos y poner las imágenes”).

Juan Carlos Morales Mejía

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Hawking conversa con Dios

1. En el principio Dios creó el cielo y la tierra. 2. La tierra, empero, estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas. 3. Dijo, pues, Dios: Sea hecha la luz y la luz quedó hecha. 4. Y vio Dios que la luz era buena y dividió la luz de las tinieblas. (Génesis)

¿Quién tiene la palabra para descifrar los enigmas que nos atañen a los mortales?, quizá eso se preguntó el asistente a una conferencia que dictaba Stephen Hawking en El Vaticano, en un lenguaje matemático demasiado denso para advertir que iba a tratar de Dios. Su especialidad es la cosmología teórica, es decir el estudio del universo en toda su magnitud: en lo tocante a las ideas, la mayor de las grandes ciencias. Aunque de allí a Dios existe más de un paso entender las intrincadas leyes que nos gobiernan es algo que pocos lo han conseguido, y pero aún lo han explicado. ¿Cree usted que existe un Dios creador y conductor del universo? Le habían preguntado hace poco tiempo. Y él con una sonrisa, acompañada por una voz que parecía salida de "La guerra de las galaxias", había dicho: No. Aunque no puede hablar, debido a que sufrió una traqueotomía y dentro de su pecho lleva un dispositivo de plástico que le permite respirar, ese rotundo No sale siempre de un sintetizador conectado a una computadora que tiene en su regazo, que convierte las palabras en habla. Trabajosamente mueve dos dedos de una mano -casi el último vestigio de libertad que le queda- para escribir sus respuestas que suenan metálicas. Aunque desde los 21 años padece un mal que afecta a las neuronas motoras, ahora a los 51 años es un ejemplo no solo en la lucha contra la parálisis sino en la revolución de las ideas que nos ayudan a comprender este complicado universo en que habitamos. Se ha dicho de él que es "la mente más brillante de la actualidad", "el genio más grande de finales de siglo XX", e incluso se le ha llamado "el heredero de Einstein", según relatan Michael White y John Gribbin en su libro "Stephen Hawking: una vida para la ciencia", una fuente de consulta de este artículo. "El gran resurgimiento del interés popular por la ciencia que vivimos hoy se debe en gran medida a Stephen Hawking y a su talento para expresar las teorías más complejas en palabras simples. Su idea de unos agujeros negros que pueden comerse sistemas solares completos ha cautivado la imaginación del público. Todos los días recibe un enorme saco de cartas, demasiado grande para ocuparse de él en persona, de gente que busca la repuesta a preguntas como: ¿Existen formas de vida similares a la nuestra en otro universo? (Solo si las leyes de las leyes de la física de ese universo son exactamente iguales a las nuestras. Por ejemplo, nosotros tenemos tres dimensiones espaciales, pero la compactación que sigue a la Gran Explosión puede tener resultados distintos en otros universos, produciendo seis o siete dimensiones.) ¿Podremos comunicarnos algún día con los lugares más remotos de nuestro universo? (No, porque llega un momento en el que el espacio se aleja con tanta velocidad que no pueden alcanzarlo las ondas de radio ni los rayos de luz.)

Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel ¿Podríamos ser destruidos por las bolas de fuego en expansión de otras Grandes Explosiones que ocurrieran espontáneamente cerca de nosotros? (No. Una vez nacidos, esos nuevos universos dejarían de interactuar con el nuestro.)" Pero el tema de Dios siempre queda pendiente para Hawking. El Santo Grial de la física moderna es una Teoría del Todo (TdT) que combine la relatividad y la teoría cuántica (que dice que el universo, en su nivel más profundo, opera en forma indeterminada) en un solo paquete; un conjunto de ecuacuciones que explique la totalidad de los fenómenos que ocurren en el universo, desde la Gran Explosión hasta los átomos de lo que estamos hechos. Albert Einstein procuró encontrar la TdT, pero fracasó, pues era incapaz de aceptar el carácter aleatorio de la teoría cuántica. "No puedo creer que Dios juegue a los dados con el cosmos", había señalado en una ocasión. Hawking fue más lejos, al rebatir la famosa frase de Einstein dijo que "Dios no solamente que juega a los dados con el universo si no que a veces los arroja a donde nadie puede verlos". En los primeros años de la década de los ochenta empezó a preguntarse si en realidad hubo un principio del tiempo. Al comienzo supuso que tras la Gran Explosión el Universo se expandiera hasta alcanzar cierto tamaño y luego, al cabo de millones de años, la gravedad lo haría derrumbarse sobre sí mismo, en lo que podría llamarse la Gran Contracción. El tiempo tendría, pues, un principio y un fin. Pero Hawking propuso una teoría más radical. Tomando en consideración la teoría cuántica, desarrolló su concepto de "ausencia de fronteras", según el cual no existe ningún punto absoluto en el que el universo haya comenzado. El espacio y el tiempo, la energía y la materia se convierten así en un paquete autocontenido. Esta idea parece eliminar la necesidad de un Dios. Afortunadamente cuando presentó estas ideas, en El Vaticano, todavía estaban envueltas en un lenguaje matemático demasiado abstracto. Presentarlas allí no fue un capricho de él. Ocurrió que la Iglesia Católica había invitado a eminentes cosmólogos para discutir la evolución del Universo desde el Bing Bang para adelante. Además ya no eran los tiempos de Galileo y la ciencia podía investigar todo lo que quiera pero dejando el misterio del momento de la creación en manos de Dios. Sin embargo Hawking, al igual que muchos científicos, no siente que exista un verdadero conflicto entre la religión y la ciencia. El doctor Jonh Polkinghorne, miembro de la Sociedad Real y presidente del Queen´s College de Cambridge, dice: "Uno puede creer en la cosmología de la Gran Expliosión, y creer también que esta ocurrió por la voluntad de Dios, el Creador". Hawking explica: "Mi trabajo sobre el origen del universo se halla en la frontera entre la ciencia y la religión, pero yo procuro mantenerme al lado de la ciencia. Vivimos en un planeta pequeño que gira en torno a una estrella como muchas otras, situada en el extremo de una entre 100.000 millones de galaxias. Es difícil creer en un Dios que se ocupe de nosotros". "No obstante", añade, "es posible que Dios actúe en formas que no pueden explicarse por medio de leyes científicas". Su ex esposa Jane considera que los puntos de vista religioso de Hawking obedecen en parte a su esta físico. "Para él, todo el cuadro es muy distinto debido a sus circunstancias. Nadie más puede entender cuál es su relación con Dios". Jane, una anglicana devota, nunca estuvo de acuerdo con las ideas del científico. En una ocasión, antes de su divorcio, había indicado que su papel ya no consistía en cuidar a un hombre enfermo, sino "solo en decirle que él no es Dios". Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel En su libro "Breve historia del tiempo", un éxito de librerías, Hawking desarrolla las implicaciones para la religión. No deja a sus colegas ninguna duda de lo que es, como mínimo, un agnóstico, y halla un fuerte apoyo a sus creencias en sus estudios cosmológicos. "Mientras el Universo tuvo un principio, pudimos suponer que tenía creador. Pero si en Universo es en realidad completamente autocontenido, si límites ni bordes, no tendría ni comienzo ni fin: simplemente sería. ¿Qué lugar queda entonces para el creador?" Para consuelo de los creyentes, Don Page, el amigo evangelista y colaborador de Hawking, acepta la teoría como algo del todo posible. "Desde la perspectiva judeocristiana, Dios crea y sustenta todo el Universo, no solo el comienzo. Que el Universo tenga o no un principio es algo que no afecta en nada a la cuestión de la creación. Ahora, Hawking busca encontrar el Santo Grial: la Teoría del Todo, para esto apoya con entusiasmo la llamada "teoría de la supercuerdas", cuya idea central es que los componentes fundamentales de la materia, los electrones de carga negativa y otras partículas subatómicas, están hechas de diminutas "cuerdas" unidimensionales, que pueden ser rectas u onduladas. Cómo vibran e interactúan podría explicar muchas de las características del mundo físico. ¿Sí está claro? Hawking espera ansioso este logro: una teoría completa, comprensible para cualquiera en sus líneas generales. Entonces, predice" "todos podemos participar en el debate de por qué existimos y por qué existe el universo. Si encontramos las respuestas a estas preguntas, será el mayor triunfo de la razón humana". Hawking luchando por sobrevivir es de hecho un triunfo para la única raza humana. Y, después de todo, sus teorías que vuelan alto tal vez son una forma de hurgar en el vientre de Dios. Aunque Hawking no lo crea.

Artículo aparecido en diario Hoy, de Quito, a mediados de los 90.

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Jalón de orejas La labor periodística –se supone- sirve para orientar a una comunidad. En Ibarra sirve para denigrar. Un periodista –en cualquier parte del Mundo- está al menos informado de lo que habla. En Ibarra algunos hablan desde las tripas. En el mundo actual, en los medios de comunicación con conciencia, los periodistas son el puente entre una realidad (aunque no la compartan) y su comunidad. En Ibarra, los que dicen llamarse periodistas confunden a sus lectores. Me refiero a la presentación artística de Nelson Villacís, y la polémica de beatas en torno a Andrea Cazar, la concejala que participa en una propuesta de Body Art. ¿Han consultado los dichos periodistas lo que es el Body Art? Si no lo han hecho, cómo pretenden hablar de lo que no conocen. Es así. Se realizan entrevistas sesgadas sin libretos porque el viejo periodismo cree que al deslegitimar desde sus matrices obsoletas es suficiente. Son pontífices. Todo lo saben. Pero desde sus caducas matrices. Ayer, este articulista explicó lo que es el Body Art, por lo demás una propuesta que nació hace 40 años en Europa y que se ha extendido en todo el Planeta precisamente para que las mentes cochambrosas sean cosas del pasado. Porque el cuerpo –y su representación- no solamente es la carga que nos ha querido presentar santurronamente la religión, Católica especialmente. ¿Dónde estaban esos periodistas, hace cuarenta años? ¿No leían lo que ocurría en el Mundo? Si es así, es difícil que entiendan un movimiento tan importante como fue el de los hippies o de los Beatles. Claro, si todo lo analizan desde sus chatas matrices aquí deberíamos andar con sotana. Para ellos –para hablar de pintura- únicamente es válido Rafael Troya. Y no es que no lo sea, pero su pintura paisajística se inscribe en el siglo XIX. ¡Aló, Planeta Tierra, ya estamos en el XXI! Eso es lo que ocurre con las visiones provincianas –perdón por ser peyorativo- que siempre han estado desconectados con lo que pasa en la vereda de al frente. Y no han sido todos, pero han sido mayorías. Entonces simplemente no tienen los códigos. Y eso no sería nada del otro mundo pero al realizar una labor periodística –que se supone ética y apegada a la verdad- están influyendo desde esas visiones a una comunidad que precisamente requiere orientación. Si ellos mismo no saben de lo que hablan cómo esperan que una comunidad cambie. Ojalá que los jóvenes periodistas –que también es un jalón para ellos- no terminen creyéndose dueños de la verdad. Ha llegado al colmo la ignorancia sobre Arte, que –en un programa de radio- se ha invitado hasta un psicólogo para hablar acerca de la desnudez o no de Andrea Cazar. ¡Por favor! Se trata de una propuesta artística, algo parecido a La maja desnuda de Goya. No tiene nada que ver con la pornografía que sería, acaso, una inmoralidad, sino con algo que dignifica al cuerpo humano, tan denigrado por las mentes que no evolucionan. Preguntarse si es un retroceso es no tener ni siquiera un mínimo de respeto con el Arte. Me recuerdan a esos inquisidores, como cierto Papa, que mandó a cubrir la fastuosa obra de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina, porque los cuerpos estaban desnudos. Así estamos por Ibarra.

Juan Carlos Morales Mejía

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Cátedra de Imbabura

Haré unas preguntas: ¿Cuál es la primera estrofa –o por lo menos la música- del himno a Imbabura? ¿Qué población tenemos? ¿Cuál es el producto más importante de la provincia? ¿Cuántas lagunas poseemos en medio de estos paisajes sorprendentes? ¿Hace cuántos años se erigió como provincia y hasta dónde eran sus antiguos límites? ¿A qué altura queda Ibarra? ¿Cuántos metros tiene el monte Imbabura? ¿Qué simbologías tiene el escudo provincial? ¿Por qué se llama Imbabura? ¿Es el nudo de Boliche uno de sus límites? ¿Cuáles son los ríos que bañan su hoya? ¿Cuáles son sus reservas naturales? ¿Qué atractivos turísticos encontramos? ¿Cuál es su superficie? ¿Cuántas parroquias urbanas y rurales tiene? ¿Quién es el primer novelista de esta provincia? ¿Dónde ocurrieron sus gestas históricas? ¿Cuáles son sus principales fiestas? ¿Cuál es el plato típico más relevante? Si usted no ha contestado acertadamente al menos cinco preguntas, usted no sabe lo que es Imbabura. Ahora realizaré una suposición: ¿Conocerán los niños y niñas, los chicos y chicas lo que es su provincia? En una reciente visita –a propósito de un concurso- se realizó una pregunta aparentemente fácil: ¿Quién fundó Ibarra? En varios establecimientos no supieron la respuesta y más... Alguien eufóricamente dijo: Velasco Ibarra. El espanto fue grande. ¿Qué les enseñan en las aulas si no existe un texto contundente acerca de la región? Y los que han aparecido últimamente están plagados –tal es la palabra- de imprecisiones y hasta de racismo. Se estudia una historia de hace décadas cuando la nueva historiografía propone categorías que hurgan más en los procesos históricos que en los protagonistas del Poder. Se propone más entender a una sociedad pero también desde otras visiones. Tal es el propósito que me lleva a plantear –desde esta columna- la necesidad imperiosa de que se cree la Cátedra de Imbabura. ¿Quién debe hacerlo? Sin lugar a dudas el Gobierno Provincial de Imbabura si desea ser coherente con su propuesta de Plan Estratégico y su emblemático programa de una Nueva Educación, pero con trabajos serios y no con aquellos que circulan realizadas por publicistas, donde hasta el racismo se cuela en sus páginas. En estos días, los estudiantes de segundo nivel de Comunicación Social, de la Universidad Católica de Ibarra, alistan un digno proyecto: recorrerán la mayoría de parroquias de la provincia para rescatar la otra visión de la historia, es decir la oralidad que se pierde. Irán para descubrir en los cuentos de los abuelos y abuelas la identidad de esta región generosa. Necesitan el aval del organismo provincial. Traerán fotografías, reseñas, historias escondidas, olores de la profundidad de la tierra. Es otra manera de construir esta Patria que se nos cae a pedazos. Señor Prefecto Gustavo Pareja Cisneros allí está una invitación para que pase a la historia: decídase por la Cátedra de Imbabura, con textos serios de historiadores y no de buscadores de publicidad, y con una pedagogía que puede ser aplicada. Es únicamente asunto de decisión política.

Juan Carlos Morales Mejía

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Borges

La Biblioteca es un laberinto. En el inmenso espacio cuelgan los nombres antiguos: Sócrates, Platón, Cervantes o Shakespeare. Dicen que existían 900000 títulos y que el bibliotecario estaba fatalmente ciego: “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche”. Los libros no están pero está su inmarcesible presencia. Antes, otros bibliotecarios quedaron ciegos, Groussac, fue el penúltimo. Miro absorto, como si estuviera en las entrañas de un dragón o de un leviatán hermoso. Recorro en silencio esta entidad y es como una catarsis, lejos del ruido del neón de Buenos Aires y la calle México. Borges entendía que el Paraíso debía tener la forma de una biblioteca y en un texto que refiere a Babel salva la biblioteca y mata al hombre (Umberto Eco –siguiendo esa tramasalva al hombre e incendia a la biblioteca). No hay época memorable que no vuelva a las amadas páginas del maestro ciego, como si se tratara de un Homero de estos tiempos que nos ha tocado vivir. Y allí están sus sentencias, en esa intrincada literatura que está construida de artificios y de seis metáforas que rigen al Mundo y que el poeta ha devuelto en una voz contemporánea. Hace poco he conversado con María Esther Vásquez y me ha contado el prodigio de tener un poema decantándose en la memoria del poeta ciego. En sus obras hay cuentos, ensayos y poemas memorables. “He cometido el peor pecado que un hombre puede cometer... no he sido feliz”, “El nombre de una mujer me delata, me duele una mujer en todo el cuerpo”; “Que yo recuerde, mis trabajos empezaron en un jardín de Tebas Hecatómpylos, cuando Diocleciano era emperador”; como se lee en El Inmortal. Sin duda un cuento memorable es Tlön, Uqbar, Orbis Tertius: “Otra escuela declara que ha transcurrido ya todo el tiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o reflejo crepuscular, y sin duda falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable. Otra, que la historia del universo –y en ella nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras vidas- es la escritura que produce un dios subalterno para entenderse con el demonio”. Pero la biblioteca que trae los pasos, como la lluvia, es una certeza. Me acerco cauteloso tocando insistentemente los anaqueles vacíos, como cuencas de ojos visionarios. Hay lágrimas: maestro estoy aquí, la palabra Borges no es un artificio, pronuncio y esto lo entenderán mejor quienes han seguido sus inagotables páginas. En este espacio podría transcribir muchos textos pero, como si se tratara de Pierre Menard, autor del Quijote, es posible que al leer estos Fragmentos de un evangelio apócrifo nos sea dado ser por un momento Borges:

Juan Carlos Morales Mejía

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Indios

El racismo –esa enfermedad humana- vive tranquila en Ecuador. Es más, se reproduce, cada ocasión que se denigra al otro por su cultura o simplemente por el color de su piel. Los forasteros decentes que llegan a estas tierras se indignan del trato subalterno que reciben las etnias. No solamente en el bus, cuando se les pide que pasen atrás, sino en el lenguaje o en la agresión simbólica. Cuando realicé el libro de Riobamba: del Luterano al terremoto, viví durante más de medio año en la provincia de Chimborazo. Acostumbrado a que mis compañeros sean indígenas –como Álvaro Quinche o Marcelo Pineda, a quienes aprecio grandementeme sorprendí del racismo y la exclusión hacia los indígenas. Aquí una parte de esos relatos: Tras la llegada de los conquistadores a América la situación del indígena no pudo ser peor. Los obrajes, encomiendas o mitas tenían como mano de obra a los indígenas, en situaciones de explotación tan degradantes que no tiene parangón en la historia de la humanidad. Para acercarnos a esta situación leamos una pequeña crónica de W.B Stevenson, un viajero que recorrió la provincia a inicios del siglo XIX. “Por la mañana continuamos nuestro viaje, rodeando la base del Chimborazo, hasta encontrar el valle de San Juan que se extendía a nuestra derecha; descendimos por un escabroso escarpado sendero, y a las dos de la tarde llegamos al obraje perteneciente a Martín Chiriboga, en donde permanecimos hasta el otro día. Aquí pudimos ver al indio sudamericano reducido a la más abyecta condición de servidumbre y esclavitud, en cuya comparación puede considerarse libre el esclavo de las plantaciones de la costa peruana. A estos desgraciados seres a los que se les ha robado su país, apenas se les permite existir en él; porque los explotadores sólo poseerían un inútil yermo sin su concurso: la fertilidad del suelo sería nula sin tener quien coseche sus frutos y los elabore; el oro y la plata dormirían el sueño de las montañas sin que un ser humano fuese empleado en extraerlo. ¡Qué desdicha! Estos seres son los antiguos dueños, degradados, en quienes el castigo de la conquista ha caído con toda su opresión y penuria. Una miserable pitanza de catorce pesos anuales constituye el salario del trabajador de esta fábrica de tejidos; y diez para quien cuida un rebaño de ovejas; y por tan miserable remuneración están sujetos al látigo y más castigos corporales: su casa es una choza de piedras rústicas colocadas unas sobre otras, techadas con grandes pajas traídas del Chimborazo; diríase que el hambre, la miseria y la infelicidad han fijado su residencia aquí, visto lo cual la pena arrancaría lágrimas al corazón opreso. ¡Mas, la compasión no alienta en los avasalladores de los Hijos del Sol!”

Juan Carlos Morales Mejía

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Héroes de grama

A Edson Arantes do Nacimiento Pelé lo hicieron –pobre- la cuna con un grano de café bajo la luna. Pareció predestinado -fatalmentea abrir las puertas de los coches de turistas por un cruceiro impertinente. Horacio Ferrer El poema de Ferrer viene a la memoria al conocer la vida del joven futbolista Luis Antonio Valencia, convertido desde su debut en uno de esos héroes que –de cuando en cuandolevanta el dolorido pueblo para exorcizar su desgracia. Es que eso es también el fútbol: la válvula de escape ante la inoperancia de los gobernantes en contubernio –la palabra es amable- con los poderosos. El fútbol es el imaginario de la esperanza. Allí también está el orgullo de ser ecuatorianos (cuando ganamos) y las frustraciones más remordidas (al punto que no perdonamos a estos gladiadores calzados botines ante la grama). Pero hay otra visión: por lo general, resulta que quienes entregan alegría a Ecuador son precisamente quienes el país nunca se preocupó por ellos. Me explico. Nunca tuvieron las condiciones elementales para una vida de dignidad, carecieron de servicios básicos y provienen, incluso, de los barrios marginales, esos que el Estado de escritorio ni siquiera conoce. De esas historias viene Valencia. Según refiere una crónica de El Comercio, se ganaba la vida vendiendo botellas, arreglando bicicletas o descargando las jabas de gaseosas. Como Rolando Vera, canillita en su Cuenca, o Jefferson Pérez, con sus pobrezas a cuestas. ¿Qué hacía con el mínimo dinero recaudado con tanto sudor? Cuentan las vecinas que Valencia se preparaba su batido de guineo, por cierto un banano de rechazo que es lo que normalmente comemos los ecuatorianos porque el resto, los verdaderos, -como los camarones y las rosas- son de exportación. Se sabe que sus amigos camioneros lo llevaron hasta el complejo de El Nacional, después de que José Voltaire Villafuerte lo recomendara ante los “profes”. Pero no es suerte. Es también producto de una decisión que no claudica ante las adversidades. Y, claro, la fama no ha visitado sus dominios y ya tiene como costumbre compartir con su barrio de Lago Agrio. Sí, lleva juguetes a los niños y niñas que -como él en otros tiempos- siguen creciendo entre la zozobra y el abandono. Como los niños y niñas del Valle del Chota, una de las zonas más olvidadas del país, aunque –irónicamente- es la que ha dado múltiples alegrías y no solamente en los deportes sino en esa fabulosa música que es la bomba. Y más: Carpuela linda, compuesta por Milton Tadeo, es la canción emblemática de los migrantes que –para quienes no sepan- representan el 25 por ciento de la población del Ecuador, es decir más de 3.000.000 de compatriotas. “Escuchaba las clases con el balón en los pies”, recuerda su profesora Gloria Pucha, de este niño de piel de ébano que –supongo- también debió enfrentar y padece esa tara que es el racismo. Estos son los héroes que levanta este país que a veces no entendemos. Juan Carlos Morales Mejía

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Al alba

Los dioses griegos tenían la virtud de mezclarse con los mortales. Esto viene al caso porque el tema del relato tiene como fundamento la Fortuna, que cuando se trata de amontonar oro también está viciada por estos tiempos que nos ha tocado vivir. Pero hay otra clase de Fortuna, aquella que es como la Ventura, esa heredad que proviene del cultivo de la sabiduría en días donde eso parece no ser importante. Todo esto para decir que siendo un tema escurridizo es posible atraparlo desde la literatura. Y eso parecen pensar los personajes que han sido convocados para hablar acerca de la Fortuna, en una época antigua, signada por el paso de los dragones y de las mandrágoras, de las salamandras que eluden al fuego y de los alquimistas que trastocan las constelaciones. Y dijo el arquero, moviendo lentamente su flecha: “No hay huella más profusa que la Fortuna. Su hálito se siente en derredor. Hacia ella vamos, como si nuestros pies fueran arrastrados al vértigo. Cuando la tenemos no lo sabemos y la recordamos con deleite. Apenas nuestros dedos la tocan y el encantamiento se desvanece. La Fortuna se va al alba, envuelta en un capote de bruma. Es un instante, como el beso que siempre nos resultó adverso hasta que comprendemos que sólo en desearlo ya lo poseemos.” Habló el segundo arquero, y mientras lo hacía sacó de su carcaj una flecha y disparó hacia la noche: “Qué dices iluso. Lo fecundo de la Fortuna radica precisamente en no merecerla. Mírala de reojo. Déjala seguir su senda, cuando pase frente a tu morada. No la busques, ella te encontrará y te llenará de rubor. Que pase ligera por tu vida y así no la añorarás. Como los ojos de una mujer que se han vestido de carruseles.” El arquero más viejo habló: “Insensatos, la dama Fortuna no viene con el azar. Hay que moldearla en la arcilla de la Fatalidad. Hay que buscarla. Su presencia siempre es pronta si primero la tenemos atrapada en la mente y solamente así no se irá nunca. La Fortuna siempre está dispuesta a entregarse, como una viuda que se resiste a tener sus pechos de mármol”. El alba descendía pesadamente en la torre occidental. Los arqueros casi concluían su ronda y dejaron por fin de nombrar a la dama Fortuna. Abajo, en las calles pedregosas una dama caminaba lentamente, cerca de una flecha furtiva que se instaló en su espalda. Era la Fortuna que esa noche supo lo que era el insomnio.

Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel

Ante el Círculo

Aquella tarde meditó: “La Naturaleza está regida por un orden matemático. Acaso, en el futuro, alguien piense que es una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna”. Esa idea lo condujo hacia la vacuidad Desde arriba, miró al vulgo agitarse y proferir pueriles ofensas, tan frágiles como la condición humana. Pensó en esa muchedumbre como meros accidentes, circonstanze de la sustancia cósmica. Trató de impulsar en su memoria una teoría que consistía casi una revelación: la Circunferencia podría explicar el origen del Caos, a menos que... A lo lejos el sol se enterraba en las cúpulas de la Iglesia y, a la distancia de la memoria, la mazmorra – donde había estado confinado- emergía sin aliento en ese invierno del Campo dei Fiori. Al mirar al Astro, imaginó a los distintos soles que pueblan el Orbe ilimitado, más allá de la áspera palabra de sus ungidos hermanos, que ya no lo reconocían. Pensó nuevamente que el Infinito puede contener otro Orden. El Círculo, realizado en cal viva, -donde se encontraba perplejo- había sido borrado por la turba que contemplaba el espectáculo, como si esa palabra le recordara el sentido romano del naumachiae, esas puestas en escena de grandes batallas marítimas. Eran combates en una arena inundada de agua para que los gladiadores se ahogaran, en medio de unos carros de amargura épica que seguían girando sus ruedas después de la catástrofe. Supo que la solución al Círculo tendría que esperar. Otro elemento interfería en sus meditaciones. Una noción que los neoplatónicos habían divinizado como lugar natural del Cielo, en contraste con las fuerzas terrestres, donde se solazaba Belcebú. Al mirar el derruido Círculo, el filósofo de Nola alcanzó una revelación: las lenguas de fuego ascendían vertiginosas por sus pies.

La fórmula

El cuento trata de las leyes de la física. Se sabe, que desde tiempos antiguos los humanos se dieron a la permutación con los números. Múltiples sectas se han formado para explicar el arte de la numerología. Pitágoras, en los tiempos de la arena, entendió el significado de este arte. Ahora, la física nos trata de probar que no existe el tiempo. Que lo que llamamos tiempo es una invención y que –de cierta manera- el lector que está leyendo estas líneas es otro para el momento que las termina. Que el primero sigue existiendo pero en un Universo paralelo. Lamentablemente, nuestros profesores de matemáticas y especialmente de física son los culpables de que odiemos estas materias. En mi caso, pude recuperarlas leyendo a Stephen Hawking, aquel que profesa la teoría de los mundos paralelos, que después lo entendí en Borges. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel El Santo Grial de la física moderna es una Teoría del Todo (TdT) que combine la relatividad y la teoría cuántica (que dice que el Universo, en su nivel más profundo, opera en forma indeterminada) en un solo paquete; un conjunto de ecuaciones que explique la totalidad de los fenómenos que ocurren en el Universo, desde la Gran Explosión (Big Bang) hasta los átomos de los que estamos hechos. Albert Einstein procuró encontrar la TdT, pero fracasó, pues era incapaz de aceptar el carácter aleatorio de la teoría cuántica. "No puedo creer que Dios juegue a los dados con el cosmos", había señalado en una ocasión. Hawking fue más lejos, al rebatir la famosa frase de Einstein dijo que "Dios no solamente que juega a los dados con el Universo si no que a veces los arroja a donde nadie puede verlos". De estos hilos está realizado este cuento: Salvatore de Bragante se dio una noche a las permutaciones con el tiempo. El astrolabio permanecía silente a la espera de las noches propicias. Muy cerca, el fuego producía sombras dantescas en la estancia. Pese a los leños ardientes hacía un poco de frío, algo normal para la estación de invierno en Aquitania. La noche se presentaba sosegada, a juzgar por las estrellas. El feudo, donde se encontraba el nigromante, alguna ocasión perteneció al duque de Roberto de Artois. Ahora dependía de la decisión de los poderosos, a miles de leguas de distancia. Salvatore recordó las lecturas de la cábala y otros ritos que llegaron de los tiempos en que los faraones eligieron las tumbas en Kefrén. El tiempo giraba en torno al astrólogo, que estaba cerca del fogón. Miró el reflejo de su propia sombra. Respiro. Levantó levemente la cabeza. Alzó su mano muy despacio. De reojo observó que su sombra permanecía quieta, en un espacio. Era una masa informe en un tiempo, más bien relativo, multiplicado por dos.

Juan Carlos Morales Mejía

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Los gigantes de La Mancha

Rocinante sintió un leve temblor en la armadura. Un olor a Dulcinea de infortunio se deslizaba en los campos de La Mancha. Rocinante siguió con su paso decisivo. Arriba, Alonso Quijano se negaba a ser Don Quijote. A lo lejos, los gigantes comenzaron a moverse con el viento.

Del libro inédito Tierra de centauros.

Juan Carlos Morales Mejía

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Tierra de Naún Briones

Hace mucho tiempo que el caballo del bandolero Naún Briones no deja huellas en los áridos parajes de la provincia de Loja. Al bandolero le agradaba robar a los ricos para ayudar a los pobres. Una suerte de Robind Hood de las tierras del sur ecuatoriano, evocados en Polvo y Ceniza, del escritor Eliécer Cárdenas. Ahora, los nuevos bandidos trafican con pasta de cocaína que envían en los llamados mulas, hombres y mujeres que caen en redadas policiales o reciben tanto dinero que mientras piensan en qué hacer caen nuevamente en las telarañas de las mafias, que no perdonan, según dice una de sus máximas. Hasta esas tierras ha llegado Segundo Rosero, pero no para inhalar sino a cantar. El pueblo se llama Cariamanga y por él transitan los mejores autos que no se han visto nunca y mujeres gráciles y hombres a quienes les tiemblan las manos por estar muy cerca de las pistolas. Una suerte de Viejo Oeste pero sin sheriff, donde las tabernas no traen variedades de vedette sino rockoleros. Y bien se sabe que la música llega a todas partes, como la diosa blanca que lleva a mundos inhóspitos. Ya habían advertido en el aeropuerto de Quito: por ningún motivo permitan que alguien se acerque a los estuches de las guitarras porque allí se puede camuflar la droga. Esa advertencia aún retumbaba en el cerebro de los músicos mientras se instalaban en el escenario. Después, la emoción del espectáculo: los tragos fuertes en medio de temas de amores lejanos. Pero los ebrios, bien se saben, creen que entre más licor ingieren son más valientes pero eso en Cariamanga es un problema: dos familias poderosas no caven en el mismo pueblo. Se trata de los Reyes y los Zuquilandas, que al parecer han llegado con sus pistoleros. Eso a juzgar por las balas que casi peinan a Segundo Rosero que no ha dejado de cantar. Y desde el escenario se observa mejor: hombres de caras recias que se enfrentan a puños acerados; mesas que vuelan al mismo tiempo que lo hacen las botellas; gritos, disparos al aire y una algarabía por donde ronda la Muerte. De pronto, desde una mínima ventana de la iglesia, muy cerca del campanario, aparece un hombre con gorra blanca. Se trata del cura que parece más el recordado Don Camilo, aquel que hablaba con un Cristo de madera. Pero este sacerdote no vive en Italia sino en Cariamanga. Eso lo sabe y por eso ante la vista de todos saca una carabina Pietro Beretta recortada y ¡Pum!... Los forajidos pueden traficar lo que sea pero eso sí son buenos católicos. El párroco de pueblo grita un ¡caaaaaaraaaaajjjjjoooooooo! Y la algarabía parece terminar justo en el momento en que Segundo Rosero dice: “como iba diciendo, la próxima canción se llama 17 Años”. Y es así como todos los pistoleros muy formales comienzan a corear: “yo vivía triste / sumido entre sombras / sin pensar si quiera / que existe la vida...” El cura cierra levemente la ventana y se acuesta para concentrarse mejor en las canciones sin luna.

Del libro: Cómo voy a olvidarte, del autor, acerca del músico popular Segundo Rosero. www.segundorosero.com

Juan Carlos Morales Mejía

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Tras la sabiduría

Hay un libro admirable: Cultivando las raíces de la sabiduría. El texto refiere a aforismos, con énfasis en la práctica de la virtud, según las tres grandes tradiciones filosóficas de la China: el taoísmo, el budismo y el confucianismo. “Hong Yinming, un hombre sin duda cultivado y erudito, perteneciente a la época de la dinastía Ming en el período Wanli (1573-1620), nos ofrece un conjunto de sabios pensamientos y consejos que le servirán de guía a aquellos que quieren vivir una vida digna y apropiada, en medio de una sociedad donde el continuo afán de competir y la búsqueda desenfrenada de bienes materiales es el pan de cada día”. Como en todos los tiempos, durante ese período la ética permanecía dormida y las falsas creencias se alzaban en boca de los charlatanes. Los filósofos, entonces, decidieron buscar en los saberes antiguos las esencias que estaban perdidas. Lo más elevado del espíritu humano está presente en estos escritos que tienen aún vigencia.

Al conducirse en sociedad, no hay que buscar con ansia el éxito: el no cometer errores ya es meritorio. Al tratar a los demás con benevolencia no hay que esperar gratitud a cambio: el que no se conviertan en enemigos ya es gratitud. El mortificarse por realizar acciones virtuosas es una bella característica moral. Pero demasiados sufrimientos hacen que la tranquilidad del espíritu sea muy difícil. El despreciar el poder y la riqueza es una noble cualidad. Pero demasiadas privaciones que el ayudar a otros y beneficiar a la sociedad sea muy difícil Al juzgar a alguien que ha encontrado desventura y ruina se deben primero entender sus aspiraciones iniciales. Al encontrar a alguien que ha alcanzado el éxito, es necesario ver su situación final. Aquel que tiene alto rango y riquezas debe ser generoso y oponerse a la envidia. De otra forma, actuaría como una persona pobre. ¿Cómo disfrutaría de ese modo? Una persona instruida debe ocultar sus talentos y oponerse a la vana presunción. De otra forma actuaría como un tonto. ¿Cómo evitar la ruina de ese modo? Después de residir en un lugar bajo se conoce el peligro de ascender a las alturas. Después de estar en la oscuridad se sabe lo deslumbrante que es la luz. Tras mantener la tranquilidad se conocen las preocupaciones de los que se afanan sin cesar. El que ha cultivado el silencio sabe lo enojoso que es el constante parloteo. Al sacar del corazón los pensamientos de rangos y riquezas el hombre puede liberarse de las tentaciones del mundo. Al sacar de su corazón la estrechez de códigos de conducta el hombre puede entrar en el reino de lo sagrado.

Juan Carlos Morales Mejía

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Sancho Panza Uno de los personajes más tiernos de la literatura universal es Sancho Panza. Siempre a lada de su amo, en espera de la prometida ínsula o recibiendo palazos, en medio de las ventas donde el hidalgo caballero pretendía deshacer entuertos. Don Quijote –al finalle entrega la prometida herencia y hasta el pobre Sancho se queda con una talega de monedas que encontró en una de estas empresas. El tema en torno al Caballero de la Triste Figura es inagotable. Siempre se presta a – como en el texto de Borges de Menard, el autor del Quijote- múltiples lecturas. Esta ocasión viene del creador de La metamorfosis, aquel Gregorio Samsa que amanece convertido en un insecto.

Franz Kafka, en La verdad sobre Sancho Panza, refiere: Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

Juan Carlos Morales Mejía

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Quito heroico

En 1809 las cosas en Quito estaban listas. Hace pocos años había muerto el prócer Eugenio de Santa Cruz y Espejo que había literalmente iluminado la Independencia. Los 72 conspiradores fueron –al año siguiente- asesinados, junto a 300 quiteños masacrados en las calles. Más tarde, uno de los líderes, Juan Pío Montúfar renunciaba a ser el Marqués de Selva Alegre, en su destierro de Cádiz, a las honras que creía le daba la Corona española, tras conocer que su hijo, Carlos Montúfar –quien se cambió al ejército patriota- fue ultimado en Buga. Fueron épocas de incertidumbre. Y allí, nuevamente los fervorosos quiteños fueron claves para conseguir una tierra digna. A estos patriotas, a estos soldados de la Patria que nacía, los realistas los tildaban de forajidos, según nos recuerda Fabián Corral. Eran las turbas de forajidos que luchaban por la dignidad. La antorcha de la Libertad latinoamericana fue encendida con sangre. Algo parecido ha ocurrido en estos días en un Ecuador pasmado y apático. El heroico pueblo de Quito ha salido –lejos de las visiones interesadas de los partidos- a las calles hasta lograr el derrocamiento del bufón de dictador, Lucio Gutiérrez. Pero sus gritos no solamente han sido contra un inepto Presidente y sus acólitos, ni tampoco contra la espuria Corte (que algunos hasta felicitaron) ni con los diputados vendidos y una partidocracia que hace aguas. No. El pedido del heroico pueblo de Quito, al que se sumaron un sentimiento profundo del pueblo, es para que se vayan todos. Y esas voces crecieron para envolver a todo un país. Sí, es la hora de refundar el Ecuador del siglo XXI. El lúcido periodista Jorge Vivanco lo dice: El país requiere emprender en una reforma estructural profunda que desmonte la partidorcracia y la influencia de las oligarquías. Esta es la oportunidad de desmontarlo todo, hasta de esos periodistas mustios ante la indolencia de su pueblo. Porque atrás de la debacle del ex Presidente están unas élites –donde también se incluye a los medios de comunicación- miopes ante un país que reclama otro destino. Todos son culpables o por lo menos cómplices que han dejado en manos de los pícaros los destinos de este país generoso. Han sido los tildados de forajidos –verdaderos héroes populares- quienes han devuelto la dignidad a un pueblo cansado y engañado. Allí está el sainete del Congreso Nacional, los mismos diputados que han permanecido durante los 25 años mermando a una Patria que se ha levantado para decir basta. Lo que pocos dicen es que esos políticos tienen profundos lazos con esas oligarquías que han logrado que más del 70 por ciento de la población viva en la pobreza; que el 25 por ciento de los ecuatorianos hayan tenido que dejar su país para buscar mejores horizontes; un país donde los honrados son perseguidos y donde las iniciativas son abortadas. El heroico pueblo de Quito ha dado una lección a la Patria, no los defraudemos de nuevo. Ahora sabemos que nuestros héroes que murieron a inicios del siglo XIX no lo hicieron en vano.

Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Ahora, la revolución se llamó de los Forajidos. Esto porque –tras las campañas lideradas por el Alcalde de Quito, Paco Moncayo, y el Prefecto de Pichincha, González- los quiteños decidieron salir por las calles pero por la noche. Eso se produjo porque una mujer quiteña que trabajaba propuso en Radio La Luna –la emisora que lideró y canalizó el descontento popular- salir a las calles. El creativo y combativo periodista Paco Velasco, junto a sus colaboradores y activistas, decidió seguir en su lucha de años: los medios de comunicación convertidos en los verdaderos actores. Una noche, acudieron a la casa de la Primera Dama, Ximena Bohórquez, y a punta de cacerola reclamaron la situación del país. Al otro, día un iracundo Presidente, Lucio Gutiérrez, llamó al grupo –donde se incluían niños, amas de casa, ancianos y jóvenesforajidos. Bastó eso. En lo que podría denominarse una resemantización del término, el pueblo quiteño que salió a las calles decidió llamarse forajidos. Igual, en la época colonial las tropas realistas decían forajidos a nuestros patriotas que querían emanciparse. En un hecho histórico, parte de un pueblo salió a protestar por una cosa: dignidad. Según la Academia de la Lengua forajido es un “delincuente que anda fuera de poblado, huyendo de la justicia”, pero en este caso quien se había tomado la Justicia era el Ejecutivo en contubernio con el Congreso Nacional. La agencia EFE reseña ese momento. 'Soy un forajido', 'yo también soy forajido', 'soy forajido, a mucha honra', son algunos de las leyendas que se han colocado en los coches y en las ventanas de muchas casas de Quito, una vez que Gutiérrez tildó de 'forajidos' a quienes acudieron el pasado miércoles a protestar frente a su casa. La reseña continúa: “Cansados de la inacción de los políticos, miles de ecuatorianos se han 'autoconvocado' desde el pasado miércoles para rechazar la crisis desatada por la polémica reestructuración de la Corte Suprema de Justicia en diciembre pasado. Las declaraciones que los ciudadanos de a pie hacen a la 'Radio la Luna', que ha abierto sus micrófonos para convertirse en el eje de una catarsis ciudadana, revelan demasiada ira y frustración contenidas en contra de los políticos, emitidas con un lenguaje sin limitaciones. En esa radio ha nacido un índice de originales mecanismos para protestar: 'cacerolazo', 'reventón', 'tablazo', 'rollazo', 'basurazo', que los miles de manifestantes trasladan a las calles en concentraciones diarias que fueron reprimidas por primera vez por la Policía. Adeptos al Gobierno aseguran que quienes protestan pertenecen a la 'oligarquía', 'son blanquitos' y 'no forman parte del pueblo', por lo que atribuyen sus reclamos a que, con el cambio de la Corte Suprema, se les retiró el control sobre la Justicia”. Los opositores al Gobierno se defienden asegurando que el hastío que les han causado los políticos y el Ejecutivo han llevado al pueblo a sacar un 'billete de vuelta a la dignidad', plasmado en sus protestas, según refiere el portal Terra y la agencia EFE. Son los “forajidos” quienes defienden a la democracia. Esa es la verdadera participación ciudadana, que busca un cambio de ruta de este Ecuador que se nos cae a pedazos. Porque el pueblo no solamente ha salido a protestar contra el restablecimiento de la Corte sino para que todos se vayan a sus casas. Es Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel que la prioridad es refundar el país, porque el que tenemos huele a pescado. Y es en esos días que nuevos graffitis aparecen. Y son los jóvenes quienes –jugándose el pellejo- dejan sus inscripciones justo donde el Poder ha colocado a sus gendarmes. Hay que leer, por ejemplo, a Juan Montalvo, cuando se refería como “soldadote” contra el general Ignacio de Veintimilla; o hay que recordar ciertas frases del Himno Nacional, para entender a estos graffitis. Pero está allí, puros como los ojos de los forajidos peleando bajo el sol y las estrellas por un Ecuador que sea más que una línea imaginaria.

Ecuador: ¡Abajo el soldadote de la República de plomo! Ecuador: ¡Qué dirán los señores obispos! Ecuador: tierra de eunucos abanicando al dictócrata. Ecuador: los patriotas se revuelcan en sus tumbas. Ecuador: si te duermes te lleva la corriente. Ecuador: ¿indignados los hijos del yugo? Ecuador: prefiero la muerte a vivir intentando. Ecuador: tierra de cóndores y alacranes. Ecuador: el último apaga la luz. Ecuador: entre la terapia intensiva y la gula. Ecuador: la Justicia tarda pero no llega. Ecuador: en el país de los dormidos el que ronca es presidente. Ecuador: quién tiene el valor para decir que el rey está desnudo. Ecuador: recordado país, ¿cómo era que me llamaba? Ecuador: haz Patria, viaja a España. Ecuador: cómo gasto paredes recordándote. Ecuador: quién mira detrás de tus sueños. Ecuador: despierta país, carajo. Ecuador: entre sapos y lagartos. Ecuador: no hay chaleco antibalas que te salve. Ecuador: ¡Puta Patria, como te quiero! Ecuador: que feo que huelen los muertos. Ecuador: levántate antes de que te echen tierra. Ecuador: migrantes, muchos dólares, muchos dolores. Ecuador: las ratas todavía están en nuestro barco.

Juan Carlos Morales Mejía

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Noticias Los Forajidos han regresado a sus casas. En una calle de Quito alguien escribe: “Apaga la TV, la historia está en las calles”. Pero hay que encender nuevamente para conocer cómo trabajan los medios. Aquí está un resumen de una noche en un telediario: Un ex-presidente reo en su casa, otro ex-presidente –acusado de pirata- dice tener conciencia y niega que el actual Ministro de Gobierno sea su empleado, los congresistas no quieren sesionar de lunes a viernes, una ex-primera dama en fuga que regresa a ocupar su curul, cuatro diputados en la cuerda por una honorable farra, una víctima del silencio en una sociedad de machos, una comisión que viaja a Lima para comprobar in situ el bochorno, los productores de banano cobran 80 centavos por la caja que cuesta 3 dólares y se van al paro, el dengue arrecia contra los pobres inundados de agua y de olvido, el sepelio de un periodista es transmitido en vivo (pobre Otilino), la vieja guardia encaramada en un Gobierno que, poco a poco, olvida el mandato de su pueblo, un ex-secretario que antes fue ministro prófugo por intentar plagiar a otro disidente, un hacendado secuestrado en lío de tierras por parte de comuneros, los despistados telediarios –con salva de cañones- anuncian el embarazo de la princesa Leticia (y qué pasa si es mujer, pregunta otra despistada periodistas del Primer Mundo) mientras se conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial donde murieron 60 millones de personas. Gracias telediarios, no nos perdimos nada, ya volvemos a la normalidad...

Juan Carlos Morales Mejía

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La palabra Si he sufrido la sed, el hambre, todo / lo que era mío y resultó ser nada, / si he segado las sombras en silencio, / me queda la palabra. Blas de Otero. Allí están: sombras que salen de un silencio. Una es maestra que cuenta que percibe un dólar por cada clase. Que su marido –también maestro- tiene que caminar largos trechos para enseñar a niños y niñas que viven en un Ecuador que no aparece en los telediarios: caras sucias y esperanza. Allí está. Una jubilada que con indignación pide que a punta de cacerolazos rechacen a la politiquería que nos ha vendido los sueños. Allí están los jóvenes, las mujeres, los indios… Voces calladas que ahora hablan. Está en la Asamblea Popular. Sueñan en la utopía. Para eso sirve, recuerda Galeano, para avanzar. Y otra vez la voz contundente del poeta que clama: Si abrí los labios para ver el rostro / puro y terrible de mi patria, / si abrí los labios hasta desgarrármelos, /me queda la palabra.

Juan Carlos Morales Mejía

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La música

¿Qué recuerdo nos queda de la música? Hace algún tiempo escribí un poema acerca de ese elemento inasible lleno de notas que –a diferencia de un cuento o una novela- nos es imposible contar su argumento. No es posible tratar de describir ese estado de ánimo que, de cierta manera, es único. ¿Cómo describimos un pasaje de Bach o de Norah Jones, en el momento intenso que significa? En verdad, no existe esa posibilidad como sí recordamos el argumento de una trama. Por eso se considera a la música como una de las Artes más elevadas. El poema alude a diversos momentos de la historia de la música pero, obviamente, a ciertos elementos afines al autor que, al revelarse poéticamente, se vuelven de todos. Porque la música, además de vibrante, puede llevarnos a estados de exaltación. Y en eso –y ahí radica su magia- todo dependerá de los códigos de quien la escucha. Por este motivo, resulta peregrino querer imponer cierto tipo de música, porque también mediará la época y lo que nos remite en sus códigos. Por ejemplo, es ineludible un tango de Piazzolla en medio de la nostalgia que significa el Sur; pero también esa especie de mantra que son los cantos de los shamanes ecuatorianos, durante un ritual de la toma de ayahuasca; sin olvidarnos de las poderosas melodías de nuestra provincia, como la bomba, los violines prodigiosos de Peguche o las fusiones de esa riqueza que significa el mestizaje. Todo es una celebración de los sentidos, hasta cierta música que nace de instrumentos pulsados por el espíritu. Aquí el poema:

El sonido de las trompetas en Jericó: siete días el Arca de la Alianza rodeó este pueblo maldito para siempre. La ulterior sonoridad de los cruzados que la levantaron desde su memoria. La música que escuchó Gautama Buddha, descendiente de los sakis y que buscaba la verdad envuelto en un sayal amarillo, cuando entendió el significado de una rosa. El ruido intenso de las monedas en las manos de Judas y la conciencia de que el Mesías era demasiado humano. La partitura que Mozart compuso para su padre muerto y que no era el Réquiem. El preludio de Nietzsche cuando entendió que Zaratustra tenía espíritu dionisiaco. Los violines de los indios en San Juan, antes de entrar a la cascada de Peguche. El bandoneón de Astor Piazzolla en una atardecer en Buenos Aires. El canto del shamán del Tena, Luis Andy, sobre la cabeza de una muchacha. La sospecha de que hay música en tus ojos. Juan Carlos Morales Mejía

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Envidias La envidia es una declaración de inferioridad: Bonaparte. Dicen que una ocasión dos personas encontraron dos enormes tanques. El uno estaba cerrado. ¿Qué es lo que guardan? Dijo uno. Son cangrejos japoneses, dijo el otro, y está cerrado porque todos quieren salir a trabajar. A un lado, estaba un tanque abierto. ¿Quiénes están ahí? Dijo el curioso. Está lleno de cangrejos ecuatorianos, afirmó el otro. ¿Por qué está sin cuidado? No hay peligro, replicó, nunca se escapan, porque al cangrejo que está saliendo los otros le jalan las patas. Esta es una trágica metáfora aplicable a los ecuatorianos. Siempre he creído que los envidiosos son mediocres quienes se preocupan más del prójimo que de su propia labor. Eso de mirar la viga en ojo ajeno, que nos dicen los libros sabios, es un acierto. La otra máxima está en el perro del hortelano, que no come ni deja comer. Nuestro país, donde cada círculo se conoce, es altamente proclive a la envidia. El estratega deportivo Francisco Maturana dejó una sentencia: En Ecuador el mejor deporte es dispararle al que está al frente. Esto tiene un sentido: es preferible, literalmente, embarrar al prójimo que mirar sus propios errores. Napoleón Bonaparte dijo. “La envidia es una declaración de inferioridad”. Otro que se preocupó de estos asuntos fue Arthur Schopenhauer: “La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestran cuánto se aburren”. De los gremios –si se puede llamar así- quienes más envidia sienten, al parecer, son los pintores. Acaso porque no entienden que cada cual es un mundo y que las influencias – siempre beneficiosas- están presentes en el Arte. Menos en los músicos que son gente más simpática que, al fin de cuentas, deben tocar en grupo. En los escritores existen envidias escondidas pero es de mal gusto criticar textos que a veces ya ni vienen a la memoria. Un proverbio árabe nos dice: “Castiga a los que tienen envidia haciéndoles bien”. El maestro Miguel de Unamuno advertía: “La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”. Víctor Hugo señala: “¿Qué es un envidioso? Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta”. “La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come”, escribió Francisco de Quevedo, para recordarnos que los envidiosos por lo general están comiendo su propia ponzoña. Al parecer, el envidioso más contumaz es aquel que combina con la hipocresía. Hay que verlos hablar mal del anfitrión y después lanzar una sonrisa. En la historia hay prototipos de envidiosos, el más destacado es Caín, sin embargo también esconde otra historia, que no involucra a Abel. El Dios de los hebreos prefiere más al cazador y pastor –que ofrece sacrificios de sangre, en este caso Abel- que al agricultor que es Caín (es una antigua y última venganza del nómada contra el sedentario, en este caso del relato bíblico que deja en entredicho a Caín). Pero en nuestro mundo hay envidiosos, los peores son los que combinan con la lengua de serpiente, porque nunca se sabe cuándo picarán. Hay que seguir el consejo: por ningún motivo hay que aplastarles, únicamente hay que caminar por el mar.

Juan Carlos Morales Mejía

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Teoría de Dulcinea

Hoy se celebra el Día del Libro, en memoria de Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y Garcilazo de la Vega, que murieron en el siglo XVII en el mismo día, como una prueba que las palabras sobreviven a los tiempos. Hoy no caeremos en los lamentos por la falta de lectura sino que –recordando a uno de los grandes- presentamos en esta columna a Juan José Arreola, el notable escritor mexicano, que realiza una reinterpretación de Don Quijote, aquel loco que amaba los libros y los asuntos de la caballería andante. Don Quijote es el libro más significativo de la literatura porque conjuga una historia simple –en torno a la demencia- para dejar una lección a las generaciones sobre el ideal y los sueños. Siempre es grato volver a sus páginas y de manera especial que –como todo los textos- es factible de ser leído y modificado, y que siempre será un sustento de la imaginación, porque el Quijote sigue vivo más allá de la pluma del genial Cervantes. Recordado por muchas plumas como Borges, Kafka, León Felipe, aquel que decía “Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar...” Después de este breve prefacio, ahora sí, las palabras de Juan José Arreola: “En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta. Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos. En el umbral de la vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol. El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó en pos a través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas leguas, alanceó corderos y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o cuatro zapatetas en el aire. Al volver de la búsqueda infructuosa, la muerte le aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca. Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo un destello inútil ante la tumba del caballero demente”.

Juan Carlos Morales Mejía

Página 81


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Cuando digo Ecuador

No creo que Ecuador esté en crisis. Me niego rotundamente a pensar que los telediarios tienen la razón. Aunque leo, por ejemplo, en un periódico de los años 30, del anterior siglo, que estamos en crisis me resisto a creer. Así nos decían los cacaoteros del siglo XIX, mientras tenían haciendas del tamaño de la provincia de Los Ríos. No creo que los banqueros corruptos pensaron que estábamos en crisis cuando se embolsicaron los dineros de los clientes. No hay crisis, lo que hay es una desigualdad que apesta: “Ecuador: entre la terapia intensiva y la gula”, dice un graffiti. No pienso en un país perpetuamente postrado ni creo en las estadísticas. No prendo la radio para que no me torturen aunque reconozco que algunos hablan cosas dignas. Cierro las puertas para que no entren las malas noticias. A los chismes les arrojo gasolina y después les prendo fuego. Si alguien viene a decirme que mi país es un asco soy capaz de botarle una refrigeradora desde el séptimo piso, sin pedirle recibo. Soy intolerante con aquellos que hablan y no hacen nada. Me opongo a que se mencione la palabra crisis mientras miro un atardecer en Imbabura. Soy capaz de meter en una maleta, para el primer avión que salga, a aquel que diga que mi país es sólo un desastre. Me niego hasta las lágrimas a creer que nos estamos hundiendo porque, como dice un graffiti, ese día sé que aprenderemos a nadar. No estamos en crisis, aunque nos han machacado esa palabra hasta la saciedad. El Ecuador es más que un absurdo estado de ánimo.

Juan Carlos Morales Mejía

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El ciervo escondido

Este cuento es muy antiguo. Son las historias que pertenecen al mundo de los sueños pero también a la posibilidad de la astucia. Está en el magistral libro escrito y recopilado por Bioy Casares, Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges, acerca de la literatura fantástica, un genero ya practicado en ese prodigio que es Las mil y una noches, que Occidente tardó en descubrir. Si algo tiene de importante el cuento es precisamente que nos lleva a vivir un mundo donde todo es posible y más aún cuando se trata del tema de los sueños que, por lo demás, siempre intriga a los seres humanos. Este relato pertenece a Liehtsé (c. 300 a.C.), quien es parte de ese asombro que significa la literatura fantástica de Oriente:

Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y le dijo a su mujer: -Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvido dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador. -Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero- dijo la mujer. Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño –contestó el marido-, ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó? Aquella noche el leñador volvió a casa pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quien lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador: -Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan. El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo: -Y ese juez, ¿no estará soñando que reparte un ciervo?

Juan Carlos Morales Mejía

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Barbies vs. rambos Juguetes para ellos: tambos, robocops, ninjas, batmans, monstruos, metralletas, pistolas, tanques, automóviles, motocicletas, camiones, aviones, naves espaciales. Juguetes para ellas: barbies, heidis, tablas de planchar, cocinas, licuadoras, lavarropas, televisores, bebés, cunas, mamaderas, lápices de labios, ruleros, coloretes, espejos. Eduardo Galeano En el libro Patas arriba, Galeano revela cómo se construye también el machismo: los niños aprenden tempranamente sus roles, que incluyen la violencia. Las niñas, en cambio, sin chistar van moldeándose para ser sumisas en la cocina. La sociedad del desequilibro empuja a las mujeres a condiciones de desigualdad. Pero también una realidad lacerante: “Mientras los niños ricos juegan a la guerra con balas de rayos láser, ya las balas de plomo amenazan a los niños de la calle”, en referencia a los escuadrones de la muerte que andan por Brasil y Argentina y que, en la versión del país, son los guardias de seguridad, con perros bravísimos que atacan indefensos y que se parecen a sus dueños. En estas épocas de regalos, que quienes los hacen sepan que también son importantes los juguetes de ingenio: los libros. Allí habitan genios y alfombras voladoras, piratas y aventureros, princesas y dragones. Porque esa imaginación es preferible a un regalo de carabinas recortadas que asustan a los gatos, o esos juguetes de eternas planchadoras que condenan a las niñas a una esclavitud mental, porque después el trabajo del hogar no se comparte. Hace algún tiempo, en Quito, una prominente escuela incineró los juguetes de guerra. Aunque no hay que exagerar, es preferible que los niños y niñas tengan legos para armar, rompecabezas, palabras cruzadas, monopolios, ajedreces, ludos... en lugar de metralletas, monstruos despistados, tanques. Igual, que los niños y niñas sepan que es hermoso ir tras un balón como también sentarse a compartir las macatetas o la perinola. Que no existan límites cuando de jugar se trata. Es que no es casual que las sociedades más violentas –como el caso de Estados Unidos- generen niños violentos que matan –de cuando en cuando- a sus compañeros de clase, siguiendo los guiones de las películas. No es raro que el largometraje Rambo tenga más de 250 escenas de violencia en la hora y media que dura. Tampoco es casual que esos comportamientos mirados en la infancia sean reproducidos en las futuras madres, donde la violencia intrafamiliar parece cotidiana. Es un problema de machos criados en sociedades que apuestan a la violencia y quienes, con el paso del tiempo, son los futuros prepotentes que viajan en autos que atropellan peatones. Y no es una exageración: en Estados Unidos, en ciertos casos, los niños aprenden a disparar desde muy temprano y después, de adultos, no tienen problemas en despacharse al vecino. Es más que una disputa entre barbies y rambos.

Juan Carlos Morales Mejía

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Bicicleta

Tú en tu celeste bicicleta / - la de los alegre días en que a Jesús llevabas, / montado en la barra, por las calles frías de la madrugada... Carlos Suárez Veintimilla Recuerdo que solíamos esperar a mi padre llegar del trabajo en su bicicleta, incluso en las tardes en que se apagaban las luces y quedábamos absortos por la dínamo, ese aparato que –unido a la rueda- era un motor para encender la mínima lámpara. Uno de los juegos preferidos era colocar la bicicleta llantas arriba y mover los pedales, en medio de la noche. Eso no sabía mi padre, que era tan escrupuloso en el respeto de la Ley que tenía la única bicicleta con matrícula y placa, que ahora se enmohece entre las cosas olvidadas. Mientras los autos invadían la urbe, la bicicleta de mi padre seguía circulando, como una prueba de una dignidad que es difícil encontrar, aún más porque el puesto que ocupa era propicio para caer en las artimañas. Una Navidad, la bicicleta roja más hermosa del mundo estaba instalada en la sala. Sólo había un problema: era de mi hermano. Yo, debo confesarlo, tuve una aparatosa caída y dos chibolos, en las arteras piedras de esa Ibarra que ya no existe. Hasta, en cierta ocasión, intenté unos tumbos en bicicletas todo terreno. La verdadera pasión por la bicicleta –como sentido filosófico de vida- fue después de realizar varios artículos, donde incluía algunos recorridos en dos ruedas montañeras. Mi viaje preferido es por los rieles del tren hasta El Ejido: después del esfuerzo hay la recompensa de sentir el viento en la cara, por esos caminos polvorientos de la campiña ibarreña. Tengo –desde esas épocas- un profundo respeto por quienes van en bicicleta. Un memorable personaje era el poeta Carlos Suárez Veintimilla, que incluso escribió un texto que habla de la bicicleta: “Tú en tu celeste bicicleta / - la de los alegre días en que a Jesús llevabas, / montado en la barra, por las calles frías de la madrugada- / y yo en mi vieja bicicleta perdida.”. Y es verdad, porque Carlitos olvidaba muchas veces su bicicleta, aunque había manos anónimas que la dejaban nuevamente en Fátima. El otro amante de las bicicletas, es mi amigo del colegio Diego Acosta. Él ha recorrido parte del Ecuador en esta máquina que funciona también con el corazón. Es que cuando se va en bicicleta el mundo es distinto, y no sólo por la lentitud, que habla Milán Kundera, sino porque se viaja hasta los mundos interiores. Nada mejor que contemplar un paisaje, después de tanto esfuerzo. Y hay que entender así a Jorge Luis Narváez, que ahora ha olvidado su eterna bicicleta negra. Ir en bicicleta, también, es una manera de decir que en un mundo de vértigo –donde los pomposos autos desprecian al peatón- también es posible una urbe con otro ritmo. La posibilidad de respirar el aire y quedarse absorto contemplando las nubes que pasan. Y, como en todo, hay una filosofía de las cosas sencillas, como dicen los taoístas.

Juan Carlos Morales Mejía

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Sabiduría Los hombres que acumulan objetos no siempre acumulan sabiduría. Así se deduce de este mundo donde tener es mejor que saber, donde la ostentación es el fetiche de una sociedad que premia a quienes considera prósperos, por el hecho de tener dinero. ¿Pero son felices? Supongo que creen serlo. El problema radica cuando llegan a viejos. Quien no se ha cultivado en la juventud difícilmente podrá gozar de sus paisajes interiores. Para mí, la sabiduría radica en el canto de los pájaros, es decir en encontrar en las cosas sencillas de la vida el objeto de la felicidad. En no perderse atardeceres, como dice en un memorable libro Lin Yutang. Entonces, aquí unas máximas de tiempos antiguos que nos acercan a formas diferentes de vivir. La sabiduría consiste en juzgar el buen sentido y la locura, y en prestarse a la ilusión universal sin dejarse engañar por ella. Amiel La sabiduría es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad. Aristóteles No existe la sabiduría sin la desconfianza. Chamfort La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de ornato a los ricos. Diógenes Pensar y obrar, obrar y pensar es la suma de toda sabiduría. Goethe La principal sabiduría no es el profundo conocimiento de las cosas remotas, desusadas, obscuras y sutiles, sino el de aquellas que en la vida cotidiana están ante nuestros ojos. Milton Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado. Napoleón Si te aprovechas de las lecciones de la sabiduría vivirás en todas partes sin disgusto y serás feliz en tu estado; la riqueza te dará placer porque tendrás mayores medios de hacer bien a muchos; la pobreza, porque te hallarás con menos inquietudes y sobresaltos; la gloria, porque te verás honrado; la oscuridad, porque serás menos envidiado. Plutarco La juventud es el tiempo de estudiar la sabiduría, así como la vejez es el tiempo de practicarla. Rousseau La única cosa que sé, es saber que nada sé; y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos, que creen saberlo todo. Sócrates El hombre puede pasar por sabio cuando busca la sabiduría; pero si cree haberla encontrado es un necio. Proverbio persa

Juan Carlos Morales Mejía

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San Gauchito

Los telediarios nos traen –a veces- información sorprendente: en Buenos Aires se han reunido los devotos de Diego Maradona en torno a la clínica, de donde acaba de salir, para pedir a San Gauchito por su mejoría. Es un santo popular parte de esa realidad que, en este caso, nos causa hilaridad, pero que en la vida cotidiana resulta terrible. Uno de los males de la Iglesia Católica está en propagar en los simples –para utilizar una palabra cara al medioevo- esa idea de los ídolos. La posibilidad de que las imágenes nos salven. Allí están, por ejemplo, todos los santos de palo perfectos milagreros con santuarios rebosantes en manos de no pocas órdenes. Monseñor Leonidas Proaño, fundador de este Diario hace 60 años, fue un duro crítico de esta realidad. Para el caso de Riobamba, donde fue Obispo, atacó duramente a lo que él consideró como “infantilismo cristiano”, el hecho de la imagen del Rey de Reyes, que fue encontrada por una familia que ahora es propietaria y, obviamente, tiene abundantes recursos económicos y presión social. Ese “infantilismo”, que nos habla el Obispo también puede ser aplicado, en nuestro caso, al Divino Niño, una imagen que tiene culto en Bogotá y donde los feligreses depositan su futuro, como una suerte de lotería de vida. Razón tienen las iglesias, como la Evangélica, de criticar estas visiones que se remontan a las épocas oscuras del cristianismo, pero que en nuestro país son florecientes, hasta en el campo económico. ¿Salvará una imagen de palo a la Nación? Así parecen decirnos quienes lo creen. Por eso, en Cotopaxi, el Señor de Maca es un fetiche para los indígenas que lo reclaman para que traiga la lluvia, en este caso tiene su razón porque la religiosidad popular siempre está cargada de sincretismo, que no es otra cosa que sus antiguos dioses: árboles, cascadas, montes y lagunas. Para el pueblo mestizo, en cambio, el Señor de Maca atrae al turismo religioso y preside sus fiestas. Pero el caso que nos ocupa, San Gauchito está emparentado con el fútbol. En Rosario, en Argentina, ya existe la iglesia de los maradonianos que afirman que su ídolo, Maradona, juega como los dioses. Hasta la clínica han llegado con los exvotos, como cuando en nuestro entorno depositan mínimos pies de bronce para que los santos curen los males físicos, para rogarle a Dios, que aseguran es argentino, proteja a este ídolo acabado por la cocaína. Las imágenes traen a la memoria del otro gaucho, idealizado por Borges, en sus cuentos admirables. O ese, el que tenemos en la memoria, evocado por José Hernández, en su Martín Fierro. Hay que hojear ese libro para entender porqué los devotos pusieron ese nombre: “Pido a los santos del cielo / que ayuden mi pensamiento: / les pido en este momento / que voy a cantar mi historia / me refresquen la memoria / y aclaren mi entendimiento”. Ojalá San Gauchito también se acuerde de nosotros y ponga, como en el caso de Maradona, en su jugada de la mano de Dios, un toque endiablado en alguno de los nuestros. Y, claro, como todo tiene que estar en concordancia con la religión, en el imaginario de estos devotos argentinos del Mundo maradoniano también está el Diablo. Su nombre es Pelé.

Juan Carlos Morales Mejía

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Los nadies dueños de nada

En el Obelisco de Ibarra se realiza con frecuencia presentaciones de grupos musicales. A veces, están las muchachas de Cayambe –verdaderas sopranos andinas- con sus voces melódicas, ajenas a los gustos de los mass media. A esta manifestación artística, que simboliza una de las identidades de estas tierras, se la conoce como música chicha, con un obvio sesgo excluyente y racista. A veces, pasa un gringo en busca de la Música del Mundo y se lleva esas voces a Europa, donde son aclamadas. La mayoría de veces, las muchachas ni se enteran pero sus cánticos son apreciados como un hecho de la Cultura del Planeta: un aporte de un pueblo y su manera de entender su entorno y el Universo. Pero en Ecuador tienen que cantar bajo la lluvia porque los espacios “cultos” simplemente no abren sus puertas. ¿Cuál es el motivo? Porque acá, como en otros lugares del Planeta, lo que hacen las mayorías no son consideradas desde el canon de Occidente. Es que quienes dicen qué es bueno y qué es malo siempre tienen como referencia a Shakespeare o Cervantes y el cronista Guamán Poma de Ayala ni les interesa. Esa es la lógica de las élites quienes desde tiempos antiguos han puesto la última palabra en el Arte. Esto he pensado después del proceso de filmación de Cómo voy a olvidarte, una ficción acerca de la vida de Segundo Rosero, el músico rockolero, donde tuve la alegría de acompañarlo por Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia, sólo para comprobar que la cultura popular estaba viva. Como siempre, han salido voces para decir qué méritos tiene Rosero para que aparezca en una película. Sería largo enumerarlos: embajador de la Paz; Condecorado por el Congreso, el Ejecutivo, y la Universidad Andina Simón Bolívar; ganador de festivales internacionales; creador de un estilo novedoso de la música popular; giras por Europa, Norteamérica y Latinoamérica; y de manera especial 25 años de vida artística. ¿Si esto no es mérito, entonces qué? Pero más allá de las envidias hay un profundo desprecio hacia la Cultura del otro. Ecuador es un país infame en este sentido. Hemos vivido una lógica de negación constante de lo que somos. Utilizamos máscaras: preferimos la hamburguesa y tenemos vergüenza de la tripa mishqui. La música rockolera, que interpreta Rosero, tiene tres formas de discriminación; desde lo étnico, como música de cholos; como centro-periferia, música de chagras; y hasta por una cuestión de clase: música del populacho. Y para que la cosa sea completa desde otra forma de discriminación que está en su nombre: rockolera, emparentada con las cantinas, es decir música de cholos borrachos, y encima chagras del populacho. A todos estos prejuicios han debido enfrentar estos músicos del Ecuador profundo. Lo mismo le ocurrió a Julio Jaramillo y antes a la gran Carlota Jaramillo. Ella mismo lo dice en un antiguo video: “Cuando canté en el Teatro Sucre la gente de la aristocracia de Quito dijo que el Teatro se había vuelto una chichería”. Y es desde estas palabras, música chicha, música de cholos, música del populacho, música de indios creídos, que la lógica del Poder ha levantado su discurso para excluir. Para hacer invisible a estas Culturas. Quien quiera verlo puede acudir al Obelisco de Ibarra. Allí están. O un poco más lejos, en los rieles del ferrocarril, tocando con sus tambores y órganos electrónicos, unas Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel canciones que después de generaciones serán reconocidas y tarareadas por los nietos. Eduardo Galeano explica estas formas de exclusión: Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Juan Carlos Morales Mejía

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Citas citables

A veces, se encuentran frases que –aunque pueden resultar risibles- esconden profundos conocimientos de lo popular. Son verdades que no se dicen, porque estamos acostumbrados a un mundo demasiado serio que –ese sí- da risa. Para no alargar el cuento, aquí algunas de estas citas citables que nos pueden aliviar estos días de lluvia y sinrazón. Son tomadas de esa gran biblioteca que no tiene guardias: internet. - Si no eres parte de la solución eres parte del problema. - Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe. - Es bueno dejar la bebida, lo malo es no acordarse dónde. - El dinero no hace la felicidad... ¡La compra hecha! - La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido. - Huye de las tentaciones... despacio para que puedan alcanzarte. - Hay un mundo mejor, pero es carísimo. - Estudiar es desconfiar de la inteligencia del compañero de al lado. - La mujer que no tiene suerte con los hombres no sabe la suerte que tiene. - No hay mujer fea, sólo belleza rara. - La pereza es la madre de todos los vicios, y como madre hay que respetarla... - No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella. - Felices los que nada esperan porque nunca serán defraudados. - El alcohol mata lentamente... No importa, no tengo prisa. - Mátate estudiando y serás un cadáver culto. - Tan malo es el trabajo, que hasta pagan por hacerlo. - La verdadera felicidad está en las pequeñas cosas: una pequeña mansión, un pequeño yate, una pequeña fortuna. - El tiempo es el mejor maestro, desgraciadamente mata a todos sus estudiantes. - Si buscas una mano dispuesta a ayudarte, la encontrarás al final de tu brazo. - La política se parece a una alpargata en que da lo mismo la izquierda que la derecha. - El que es capaz de sonreír cuando todo le está saliendo mal, es porque ya tiene pensado a quien echarle la culpa. - Si no puedes convencerlos, confúndelos. - El amor eterno dura tres meses. - No te metas en el mundo de las drogas... somos muchos y hay muy poca. - Todo tiempo pasado fue anterior. - Toda cuestión tiene dos puntos de vista: el equivocado y el nuestro. - Lo importante no es ganar sino hacer perder al otro. - Colabore con la policía: péguese sólo. - La psiquiatría / psicología es el único negocio donde el cliente nunca tiene la razón. - Si un pájaro te dice que estás loco, debes estarlo, pues los pájaros no hablan...

Juan Carlos Morales Mejía

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La Ópera

José Carreras, el gran tenor catalán, cayó gravemente enfermo con leucemia. Casi toda su fortuna se consumió en esa terrible enfermedad y –en esa hora de la desgracia- no pudo llamar a uno de sus mejores amigos: Plácido Domingo, el otro grande, porque se habían enojado discutiendo temas políticos. Domingo, como madrileño, acaso, defendía la institucionalidad del Estado español; el otro, acaso también, pugnaba por los recuerdos de esa Cataluña agobiada por los recuerdos de Franco. Como sea, eran enemigos. Carreras, Domingo y Luciano Pavarotti formaron un espectáculo: Los Tres Tenores, y permitieron que la ópera saliera de esos cenáculos donde se encierra, a veces, el Arte Universal. El formidable trío se calló porque en 1984 los ibéricos tuvieron una fuerte desavenencia política (esas conversaciones donde a veces se insuflan los nacionalismos). Los respectivos contratos fueron explícitos: si estaba el uno en un escenario no podía estar el otro, ni siquiera en los camerinos. Luego vino la enfermedad del catalán en 1987. Desesperado Carreras –cargando su mal como un karma- se quedó sin recursos cuando en Madrid se enteró que había la Fundación Hermosa para la leucemia. Entró en contacto, recibió todo el apoyo y se curó. Después, nuevamente en escena, volvió su fortuna y decidió donar parte de ella a esta Fundación que le había salvado la vida. En los estatutos constató sorprendido que el principal benefactor era Plácido Domingo y que había sido fundada para cuidar a un enfermo en específico: José Carreras. “Carreras viajó a Madrid y apareció en un espectáculo de Domingo. Subió al palco, interrumpió la presentación, se arrodilló a sus pies, y le agradeció públicamente su restablecimiento”, nos cuenta Frei Betto, en El Comercio. Inspirado, fundó el Instituto José Carreras para la Lucha contra la Leucemia, en su querida Barcelona. Un periodista le preguntó a Domingo porqué había socorrido a quien no comulgaba su misma ideología y hasta había creado una Fundación para ayudar a un competidor en los palcos. El tenor madrileño respondió sereno: “Una voz como la de él no puede callar”. En estos días, esa gran voz de Carreras se ha paseado por Quito y Guayaquil, para brindarnos la magia de la Opera. Teleamazonas ha tenido un gesto: ha llevado pantallas gigantes a la magnífica iglesia de San Francisco –la misma que acogió a Cantuña- para que los verdaderos amantes de la música disfruten bajo la lluvia. Otra ha colocado en el Teatro Sucre, para democratizar esta música inmortal. Adentro, del teatro han llegado ciertos ricos –con sus finos afeites y sus abrigos de marsupiales- para mostrar que son cultos. Han llegado también los que aman la música, obviamente. Pero, sospecho, que bajo la lluvia –frente a la pantalla gigante- la voz de Carreras se desbordó por las callejas.

Juan Carlos Morales Mejía

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Misioneros digitales

Las nuevas vías de acceso al Mundo están a la distancia de un clic. Se enciende la computadora y se entra a los diarios: New York Times, Le Monde Diplomatique, de Francia, Página 12, de Argentina, El País, de España, y hasta las cadenas árabes como Al Jazira. Claro, también los medios alternativos donde se cuestiona –por ejemplo- las recientes torturas del ejército aliado (léase EE.UU. y Gran Bretaña, más sus acólitos) en Irak. El correo electrónico –o e-mail- ha permitido un hecho sorprendente: el retorno a la palabra, cuando se pensaba que lo audiovisual se imponía en el Orbe. El debate entre los «misioneros digitales» con los «bibliófilos tradicionales», apenas ha empezado. Giovanni Sartori, escritor del texto Homus Viden dice: "Mucho del futuro del hipertexto está ligado a su implantación en el modelo de enseñanza-aprendizaje en la educación básica; hay que formar en los niños y adolescentes una nueva forma de leer, más orientada a la interacción que brinda la informática, que a la pasividad soñolienta que ofrece el libro". Y líneas abajo el mismo autor escribe: "La hipermedia es un modelo muy similar al modelo hipertextual en sus fundamentos básicos y prácticos, también se caracteriza por su no linealidad, por no tener un centro definido por el autor, porque no tiene límites definidos, porque no tiene principio ni fin y porque no hay conclusiones diferentes a las del lector. Pero con un elemento más natural, el texto es reemplazado por sonidos, dibujos, animaciones, imágenes y vídeos, es decir volvemos a la cultura visual y oral tratando de eliminar la cultura del texto" Francisco Aguadero: "La digitalización permite que información y actividades procedentes de soportes físicos muy diversos (papel, fotografía, cable, espectro radioeléctrico, transistor, circuito impreso, cinta magnética o disco) puedan homogeneizarse en un denominador común: lo digital; ser procesados con una misma materia prima: el bit; y transmitidos por la misma vía: la red, constituyendo así un único documento multimedia" «El mayor secreto de la sociedad de la información es el prodigioso renacer de la escritura, gracias al correo electrónico, a los sitios, a los foros de discusión. En este sentido, la informática es un soporte cultural bastante tradicional. Desmiente la idea tan extendida de una sociedad audiovisual. En realidad, la escritura es un prodigioso vector de información. Mejor aún: se están redescubriendo formas de escrituras olvidadas, como la escritura diaria, lo que se llama el billete”. ¿Se podrá pasar del texto a únicamente lo digital, incluyendo el sonido y lo audiovisual? ¿Se retornará únicamente a la oralidad? ¿Qué pasará con las palabras? El debate apenas ha empezado, pero mientras tanto el 68 por ciento de los estudiantes ecuatorianos apenas entienden lo que leen. Mejor dicho, nosotros ni siquiera hemos llegado al texto, peor a lo digital. Pasamos del relato del barrio a la telenovela mexicana, sin pararnos en los libros. Cuando pasó el tren de la Historia, no nos dimos por enterados...

Juan Carlos Morales Mejía

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Autocracia Secuestro de los fines por los medios: el supermercado te compra, el televisor te ve, el automóvil te maneja, la computadora te programa. Los gigantes que fabrican automóviles y combustibles, negocios casi tan jugosos como las armas y las drogas, nos han convencido de que el motor es la única prolongación posible del cuerpo humano. En nuestras ciudades, sometidas a la dictadura del automóvil, la gran mayoría de la gente no tiene mas alternativa que pagar boleto para viajar, como sardinas en lata, en un transporte publico destartalado y escaso. Las calles latinoamericanas nunca ofrecen espacio para la bicicleta, despreciado vehículo que es un símbolo de atraso cuando no se usa por pasatiempo o deporte. La sociedad de consumo, octava maravilla del mundo, décima sinfonía de Beethoven, nos impone su simbología del poder y su mitología del ascenso social. Eduardo Galeano El mundo está loco. Las vitrinas de oropel –que son los centros comerciales convertidos en las nuevas catedrales de la postmodernidad- son los destinos de esta época. Allí, las parejas se conocen y se enamoran (antes lo hacían en el parque). La televisión registra los modos de vida e impone los temas de conversación, incluidas las novelas fofas mexicanas y venezolanas (antes los abuelos contaban las historias de la caja ronca y de las brujas); los autos son sinónimos de estatus: hay quienes tiene su auto y lo sacan, y lo lavan y lo encera, aunque no tengan para gasolina (antes las gentes iban a pie mirando los paisajes y saludando a los vecinos); los chicos, de ahora, creen que en internet está todo, casi no leen, realizan las reseñas pero no saben de dónde vienen (antes los libros había que degustarlos durante horas y se quedaban como amigos). Ahora –como en Quito- las personas viajan más de una hora bajo la dictadura de los “profesionales del volante”, con música que solamente a ellos les agrada y a volúmenes de locura. Ellos son los dueños de las vías y de los muertos (antes los niños salían a la calle a jugar pelota). Esa la sociedad de consumo. Bienvenidos al circo del milenio: tanto tienes tanto vales. Que se hagan trizas quienes crean lo contrario. Vivan las tarjetas de crédito, las tarjetas inteligentes en manos de los brutos. Vivan los créditos al 18 por ciento para ayudarle a buen vivir, los créditos bajo la sombra del chulquero para no perderse ningún detalle: vivan los usureros del futuro que gastan en un auto para que la familia salga hambrienta a mirar los paisajes de humanos en las calles populosas. ¡Que se quemen los libros para avivar la fiesta! Vivan los vestidos último grito de la moda y las fajas reductoras de peso; viva el estrés de no poder llegar a fin de mes y las justas con que se vive esta vida despótica. Vivan las horas desperdiciadas mirando la caja boba. ¡Tranquilidad, señoras y señores, ya llegó el progreso!

Juan Carlos Morales Mejía

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La encrucijada La defensa de las metáforas –que pueden ser los mapas o espíritus- han colocado a tiros y troyanos separados por un imperfecto río. Es como la religión, hay quien dice que la salvación viene del hombre que caminó sobre las aguas, otro argumentará por aquel quien encontró la iluminación en una flor, más allá se afirmará que es un profeta que entraba en éxtasis, como si fuera un ángel. Son encrucijadas de la fe. Caminos que se cruzan en procura de una Verdad única, que puede ocultar también la falsía. En eso he pensado al escribir este cuento, con un hecho adicional que el lector astuto intuirá enseguida: como ese cuadro de Goya que evoca a dos hombres que se pelean con furor mientras un pantano los devora poco a poco. Así es también la intolerancia: Verdades que parecen únicas en medio del barro. Son discusiones, acaso torpes, como la defensa de los propios reductos y de los emblemas; como decir que un pueblo es mejor que otro; o una rosa es más espléndida porque nace en mi jardín. Y de esas disputas está construido el Mundo. Todas estas situaciones pueden ser vistas de manera terrible, cuando se trata de dos hombres ciegos que defienden la preeminencia de sus paisajes; cuando bosquejan las ventajas de sus colinas o de sus arroyos, ante el otro que –de cierta manera- valida algo que desconoce. Estamos, como los protagonistas, ciegos, cuando no tenemos los argumentos para rechazar al prójimo, únicamente cuando viene de otro país o nosotros viajamos a otras tierras y somos repudiados. Pero el cuento no se refiere únicamente a estas situaciones, también alude al hecho de las intolerancias desde la filosofía hasta la religiosidad. Si pudiera resumir el relato quedaría bien con un refrán: “dar palos de ciego”. Sin más, aquí el cuento de esta semana: De donde vengo, dijo el primer hombre, existen fabulosas formas que tienen la textura de los animales. Mi hogar, es un amplio horizonte donde es imposible tropezar. Hay colinas que parecen enormes senos al Cielo, dijo el otro hombre y movió su mano como si tratara de descubrir el mundo del otro. Defendían a ultranza lo que ellos consideraban como el mejor de los mundos posibles. El azar los había encontrado. La encrucijada elegía, por ellos, caminos impredecibles. Cada uno de estos personajes tenía su báculo, el uno era de roble y el otro de un metal extraño. Sus ojos se habían secado desde hace muchos años. El hombre que había hablado de los olores de los musgos se dirigió, con su cayado, hacia el sitio donde las piedras se calientan al sol. El ciego que defendía sus colinas entraba, ahora, a paisajes que tenían formas de animales prehistóricos. El otro, subido en lo que creía una duna, vociferaba al viento su Verdad única. A la distancia, siguió escuchando ese murmullo, pero dedujo que era el viento. Los ciegos, habían perdido sus rastros y bajo las estrellas parecían hermanos.

Juan Carlos Morales Mejía

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El telegrafista que escribía cartas de amor

Hay algo que atrae a los seres humanos con la misma magia que el fuego: el nostálgico tren. Los andenes se han constituido en los sitios de la niebla y esas máquinas siempre nos evocan a la aventura. Hace algunos años me fue dado escribir parte de la historia del tren ecuatoriano, en Chimborazo. Pensé, con el tiempo, en los eternos amores de los padres de Gabriel García Márquez, quienes se entregaban mensajes puesto que su progenitor era telegrafista. Pero esta es otra historia. “La noticia del Cholo Ramos es parte del imaginario de los ferrocarrileros. Cuando los gringos concluyeron la vía férrea sobre el puente de Shulcos se negaron a probarlo ellos mismo, pasando en la locomotora. Era vital que alguien pasara. Mientras los ingenieros norteamericanos medían una y otra vez –con sus equipos- el puente, el Cholo Ramos subió al tren. Eran más de 160 metros de línea colgada y lista para ser inaugurada o para ser un desfiladero hacia el infierno. El Cholo Ramos hizo sonar el silbato. Y allá fue en una aventura que lo llevó a la gloria, mientras los durmientes se ajustaban en la medida que las ruedas de hierro crepitaban en los rieles. Fue después, según recuerda Rómulo Falconí, que sucedieron los hechos. Fue una tarde paramera, en la estación de Mocha. De pronto, el monótono silencio de esas horas fue interrumpido por la máquina que comenzó su acostumbrado traqueteo, pero esta ocasión no traía despachos de trenes sino un mensaje: ¿Has escrito cartas de amor? La mano se quedó por un momento detenida en el telégrafo pero respondió: bueno, he leído al poeta Miguel Ángel León. Quien estaba al otro lado –Ramiro Paredes- prefería del género más romántico para su corazón enamorado de una mujer adversa. Falconí le envió un poema completo de Zorrilla, aquel de “si tú no me quieres / llámame el nuncio de la muerte / como es el cuervo y el carancho”, pero ese mentado búho del verso no habría de llegar. Los pedidos de Paredes fueron insistentes y así se crearon mensajes de amor que circulaban por los hilos, como lamentos de un tiempo donde el amor era sinónimo de martirio, casi como ahora. Paredes solía gritar solo, como si el amor le llegara en impulsos intermitentes, como un mensaje desesperado del telégrafo, enviado de una región inasible. Dejó de escribir y pedir versos cuando al fin se casó. El telégrafo nunca más suspiró... Pero es posible que alguna palabra tierna esté aún colgada en los hilos de un telégrafo olvidado en una vieja oficina, frente a la montaña”.

Juan Carlos Morales Mejía

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Lengua de fuete “El lenguaje que heredamos no sólo nos trae palabras, sino estructuras”, dice Alex Grijelmo, en La Seducción de las palabras, para recordarnos que son estos símbolos lo que nos representan. Nos dice que el espacio verdadero de las palabras, el que contiene su capacidad de seducción, se desarrolla en los lugares más espirituales, etéreos y livianos del ser humano. “Las palabras son los embriones de las ideas, el germen del pensamiento, la estructura de las razones, pero su contenido excede la definición oficial y simple de los diccionarios”, señala Grijelmo. ¿Por qué escribir, entonces, informes que contengan una voz narrativa? Simplemente porque en un escrito no solamente está la presencia de quien lo hace sino también esa herencia cultural simbólica que está presente en su lenguaje. De allí el título del artículo: una manera de construir desde lo popular una crítica al lenguaje con que se sirve el Poder: no hay minadores (aquellos que hurgan la basura) sino microempresarios que reciclan residuos sólidos; no hay barrios pobres sino barrios suburbanos; no hay masacres en tiempo de guerra, como el caso de Irak, sino daños colaterales; no existen ciegos sino no-videntes (como si el lenguaje se ocultara); no existen, por último, las prostitutas sino trabajadores sexuales. Y, claro, hasta están nuestros países en vías de desarrollo en lugar de países explotados, por sus mismas élites. Hasta lo irónico oculta las palabras: una persona de la tercena edad con hiper líbido no es otra que un viejo verde. Pero esas estructuras del lenguaje son excluyentes: longo (que en quechua significa joven) ha pasado a convertirse en insulto; lo propio ocurre con runa (que significa hombre); el peor insulto ecuatoriano: indio de mierda, como si con estas palabras también se mostrara la estupidez que significa el racismo. Al parecer, para entender una realidad es preciso también nombrarla desde esa diversidad que significa aceptar que la Verdad no es única sino –como nos enseña la postmodernidad- un abanico de múltiples entradas. Pero bien se sabe que el Poder siempre ha excluido las voces que no hablan desde sus postulados. Así, Ángel Rama, en su libro La ciudad letrada, nos recuerda que también la conquista de América Latina se dio con la complicidad de las palabras (aún es fácil engañar a los indios en los trámites jurídicos). De allí la importancia de que –obviamente cumpliendo los requisitos de los informesexistan otras maneras de acercarnos a una realidad que precisamente habla de los seres humanos en situaciones difíciles, en países donde los políticos han manoseado tanto las palabras que han perdido su legitimidad. No hay ningún propósito perverso en contar con una voz –que también es la voz de muchas voces- una realidad que de otra manera pasaría a la fila de los informes fríos. Bien lo sabe la nueva historiografía desalentada por los expedientes jurídicos donde no es posible recuperar el aliento de una época. Es que más allá de las formas o las narrativas hay algo crucial para América Latina: la supervivencia de su memoria. Borges, citando a Coleridge, asegura que todos los seres humanos nacen aristotélicos o platónicos. Los últimos intuyen que las ideas con realidades; los primeros que son generalizaciones; para éstos el lenguaje no es otra cosa que un sistema de símbolos arbitrarios; para aquellos, es el mapa del universo.

Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Platón vertiendo las ideas o sus Repúblicas perfectas o Aristóteles, acercándose a la razón humana, le dan sentido a las palabras. Chesterton, para vindicar lo alegórico, empieza por negar que el lenguaje agote la expresión de la realidad. La primera historia generada por Herodoto nos recuerda que está en la cotidianidad de la gente el sentido de la vida y también en su mitología. Está precisamente en entender al Otro. Tucídides, su sucesor, lo entendió de otra manera: la historia estaba en las grandes batallas y en los generales. ¿A inicios del siglo XXI donde encontrar un formulario total para leer una realidad que de por sí es compleja? Si tuviéramos esa matriz, esa única matriz, dejaríamos precisamente los bordes. Es que el centro está más allá de la disputa con la periferia. En la periferia también hay voces que toman la palabra. Y esa palabra, a veces, es como un látigo, como un fuete, que no hace concesiones. Por eso no entendemos la jerga de las barriadas, porque han construido un discurso precisamente para bloquear la entrada de las voces que les provocan desconfianza. Acaso, tengan razón.

Juan Carlos Morales Mejía

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Astucia sonriente El humano actual regresa asombrado a escuchar las voces que le hablan del pasado. Tal es el caso de los aforismos chinos, con una cultura de 5000 años de antigüedad. Ha sido preciso retornar a la enseñanza de estos sabios para entender lo que nos ocurre en estas épocas especialmente delirantes. Lo irónico del caso es que ha sido esa literatura que promueve el éxito en los negocios –el marketing- la que ha descubierto con asombro las enseñanzas de estos guerreros que se preparaban para las batallas, pero sin utilizar la fuerza sino la sutileza. Esas estrategias –como el caso del Arte de la Guerra de Sun Tse- han sido descubiertas para un Occidente que siempre prefirió la guerra a la astucia, que siempre estuvo en su brújula la conquista y la exterminación antes que la armonía. Habitualmente, –escribe Chao-Hsiu Chen, en un libro que da título a este artículo- la vida se asemeja a un campo de batalla, y muchas cosas que conforman nuestra vida cotidiana desemboca en una auténtica lucha (...). “Para salir vencedor de una batalla no se requiere la fuerza, sino más bien se precisa de una estrategia sutil. Es precisamente esto lo que constituye el arte del combate y el secreto de la victoria”. ¿De qué nos habla este enigmático libro? De lograr la victoria con inteligencia y sin confrontación. Aquí un aforismo: “Hundir el bote después de haber alcanzado la orilla”. El autor explica que se refiere a que en la vida se puede mirar hacia atrás, pero no retroceder. “Quien ha conseguido algo debe alegrarse por ello, pero no debe permanecer estancado en ese punto. Debe abrirse a cosas nuevas, con el fin de continuar desarrollándose. Pues quien no continúa su desarrollo no tendrá más metas. Y quien no conoce sus metas, en realidad ya no está vivo”. Otro aforismo nos dice: “Renuncia a la silla de mano para salvar al rey”. Chao-Hsiu Chen refiere: “Hay situaciones en las que resulta necesario sacrificar algo valioso para salvar algo todavía más valioso. Pero para ello se precisa una decisión rápida y valerosa, aunque en ocasiones no sepamos bien qué es lo más valioso o no queremos desprendernos de aquello que resulta menos valioso”. Una nueva sentencia: “No golpear sobre la hierba para ahuyentar a la serpiente”, que sería: “Si queremos alcanzar una meta, es mejor meditar sobre cada uno de los pasos que son necesarios para ello, en privado, de tal manera que nadie pueda conocer nuestras intenciones. Pues cuantas más personas averigüen cuáles son nuestros planes, más rápidamente abogaremos a que estos peligren y fracase ya en su fase de inicio”. Y como de libros se trata compartiré el último proverbio, obviamente, sin su explicación para que algo de magia quede en el aire: “Mostrar las ciruelas para hacer olvidar la sed”.

Juan Carlos Morales Mejía

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Sabiduría Los hombres que acumulan objetos no siempre acumulan sabiduría. Así se deduce de este mundo donde tener es mejor que saber, donde la ostentación es el fetiche de una sociedad que premia a quienes considera prósperos, por el hecho de tener dinero. ¿Pero son felices? Supongo que creen serlo. El problema radica cuando llegan a viejos. Quien no se ha cultivado en la juventud difícilmente podrá gozar de sus paisajes interiores. Para mí, la sabiduría radica en el canto de los pájaros, es decir en encontrar en las cosas sencillas de la vida el objeto de la felicidad. En no perderse atardeceres, como dice en un memorable libro Lin Yutang. Entonces, aquí unas máximas de tiempos antiguos que nos acercan a formas diferentes de vivir. La sabiduría consiste en juzgar el buen sentido y la locura, y en prestarse a la ilusión universal sin dejarse engañar por ella. Amiel La sabiduría es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad. Aristóteles No existe la sabiduría sin la desconfianza. Chamfort La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de ornato a los ricos. Diógenes Pensar y obrar, obrar y pensar es la suma de toda sabiduría. Goethe La principal sabiduría no es el profundo conocimiento de las cosas remotas, desusadas, obscuras y sutiles, sino el de aquellas que en la vida cotidiana están ante nuestros ojos. Milton Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado. Napoleón Si te aprovechas de las lecciones de la sabiduría vivirás en todas partes sin disgusto y serás feliz en tu estado; la riqueza te dará placer porque tendrás mayores medios de hacer bien a muchos; la pobreza, porque te hallarás con menos inquietudes y sobresaltos; la gloria, porque te verás honrado; la oscuridad, porque serás menos envidiado. Plutarco La juventud es le tiempo de estudiar la sabiduría, así como la vejez es el tiempo de practicarla. Rousseau La única cosa que sé, es saber que nada sé; y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos, que creen saberlo todo. Sócrates El hombre puede pasar por sabio cuando busca la sabiduría; pero si cree haberla encontrado es un necio. Proverbio persa

Juan Carlos Morales Mejía

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¿Caída de Occidente?

El debate acerca de la Globalización no es fácil, pero es preferible plantearlo a dejar que este peliagudo tema gane otra batalla. Aunque puede sonar como un discurso hegemónico, asistimos a una contienda que por primera ocasión se plantea: el discurso del Poder. Los defensores de la globalización feliz opinan que el planeta se encamina hacia una coexistencia armoniosa entre las culturas y las civilizaciones; hay quienes creen que la globalización arrasará con las diferencias culturales; y hay quienes sostienen que el mundo se dirige hacia un choque de civilizaciones o hacia una forma de guerra cultural; y otros, que la globalización será, por excelencia, cultural ya que favorecerá la hibridación de las culturas. Ahora, están invitados a esta columna quienes son los promotores de estos debates: los franceses. Alain Touraine fijó su intervención en el Occidente, "inventor de la modernidad": ¿Qué lo caracteriza? ¿Qué hace que, durante casi seis siglos, haya tenido un avance tan fulgurante, que haya adquirido un poder tan abrumador? Para el sociólogo francés, "el Occidente es el único lugar del mundo que ha aceptado construir sus bases sobre derrumbes. La definición de Occidente es, desde el punto de vista cultural, la aceptación de una total separación entre el mundo de los instrumentos y el mundo de la conciencia de sí mismo" Pero Alain Touraine va más lejos: el Occidente ha sido el lugar de la muerte de lo religioso y el de una ruptura total. "La construcción de las categorías sociales, tanto de acción como de pensamiento, ha respondido a un principio simple: oponiendo lo positivo a lo negativo, la razón a la sinrazón, el hombre a la mujer, el poseedor del capital al poseedor de la fuerza del trabajo, el colonizador al colonizado. Lo que caracteriza al Occidente - y a la modernidad en sí - es su definición a través de esta ruptura y, por lo tanto, el no tener un modelo ideal, ni una sociedad justa, ni un fin de la historia como referencia". La pregunta principal que se hace Alain Touraine es la de saber si se puede imaginar un renacimiento de lo que ha desaparecido con "nuestra" modernidad, es decir, un renacimiento de las ideas de civilización, sociedad y religión. "¿Pueden estas ideas existir de nuevo mañana o al contrario no volverán a existir jamás?" "Hoy hay una total separación entre el mundo instrumental presente en todas las latitudes, y las diferentes formas de investigación o conciencia que no toma en cuenta lo social. Vivimos en un mundo en donde ya no queda nada que pueda ser llamado sociedad". Alain Touraine considera como irreversible el proceso de destrucción que afecta a todas las sociedades, culturas y civilizaciones. Pero, sí ve una "posibilidad de recomposición de todas esas experiencias a través de las cuales se forma el individuo, se desarrolla la capacidad de actuar y, por tanto, la posibilidad de combatir ese mundo impersonal, comunitario o calculador que representa el mundo del poder. Buscamos vivir fuera de ese entorno social, de sus reglas de organización e intervención, encontramos nuevamente la capacidad de comunicarnos con esa parte del mundo donde se encuentran los elementos de reconstrucción o de gestión de todas las dimensiones del individuo para resistir al mundo privado de sentidos, al mundo instrumental y de consumo”.

Juan Carlos Morales Mejía

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Desdichada la nación

Desdichada la nación que no hila lo que usa, ni planta lo que come, ni prensa la uva para el vino que bebe. Desdichada la nación que combate los agravios en sueños, pero se doblega ante el mal en la vigilia. Desdichada la nación que no eleva su voz salvo en los funerales, que sólo ante la tumba muestra aprecio, que espera para rebelarse hasta que su cuello está bajo el filo de la espada. Desdichada la nación cuya política es sutileza, cuya filosofía es un truco de mago, cuya industria es remiendos. Desdichada la nación cuyo sabio no tiene voz, cuyo campeón es ciego, cuyo abogado es un charlatán. Esto nos dice el poeta Khalil Gibrán y es como si hablara de Ecuador. Es que hay dos clases de país. Uno es el enmarañado nudo político que el tiempo intenta desatar y el otro una cadena de cumbres y montañas que se elevan, reverentes y majestuosas, hacia el cielo azul, dice en otro texto, cuando habla de su país, Líbano. Hay un país visto desde los problemas y otro visto de forma natural como su gente. “Uno donde convertido en un ardid de zorro que combate a la hiena, y una artimaña de la hiena que combate con el lobo”. Pero otro país es de los campesinos quienes miran sus sembríos antes del amanecer. Ellos tienen su Ecuador, pero nosotros tenemos el nuestro. El de ellos, está lleno de banqueros corruptos y el nuestro de hombres y mujeres que convierten en huerto las tierras pedregosas. Pero también de aquellos que abandonan el país sin un centavo y nos envían sus sudores. Nuestro Ecuador es más grande que las ambiciones de unos pocos. Después del compromiso de trabajar en la lucha contra el narcotráfico, la delincuencia o el terrorismo, está también esa tarea ineludible que significa ese terrorismo de corbata blanca, que desde sus amplios escritorios han condenado a nuestro país al hambre. Sólo un dato: en la sucretización (la inoperancia de algunos empresarios que se endeudaron en dólares y el Estado tuvo que pagar) y el dinero invertido en la banca corrupta, se invirtieron 8 mil millones de dólares, lo que habría significado 3.200 años para infraestructura educativa, tomando en consideración que el presupuesto para ésta es de 2.5 millones de dólares. En palabras más sencillas, se invirtió en un auto de 8.000 dólares para los corruptos y una funda de fideos, de 2.5 dólares, para dotar a las escuelas de aulas descentes. Y el texto de Gibrán, también nos habla de un candente tema que le compete a Ibarra: sus empresarios –que deberían generar más productividad- no asisten ni siquiera a las reuniones binacionales. Y después, supongo, se quejarán del Tratado de Libre Comercio, cuando Colombia –dinámica y un paso adelante- llegue con los productos. Recuerdo que cuando el diario El Comercio realizaba sus análisis por todo el país, llegamos hasta Carchi. La queja de los agricultores era que ellos sembraban papas pero que los colombianos llegaban con las fundas de papas fritas listas para el consumidor. En esa reunión se acordó que la solución era que los agricultores carchenses crearan fábricas de producción de papas fritas, pero desconozco si lo han hecho. En otras palabras pasar de exportar banano hacia productos elaborados, como el delicioso patacón, pasar de ser los eternos productores de materia prima –que es la más barataJuan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel hacia el desarrollo. De allí que las palabras del poeta llegan sabias en esta época de apatía.

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Las minucias

¿Cómo valoramos a las personas? Esta interrogante aparentemente simple encierra verdades que hacen la diferencia en la vida de los seres humanos. Hay quienes, juzgan a los otros desde pequeños detalles, desde minucias, como se dice acertadamente. Cuando alguien comete una falta, también tendemos a agrandar el asunto y olvidamos rápidamente sus anteriores logros. De allí que es importante –a mi juicio- poner en la balanza para que el fiel se incline: si esos asuntos son reiterativos suponemos que hay un problema, pero si únicamente se trata de un desliz, de pequeñas fallas, es nuestro deber mirar que la balanza se inclina a su favor. De pequeñas minucias –donde también se incluyen los chismes- estamos hechos inevitablemente los seres humanos. ¿Hay que juzgar el trabajo de alguien por cuando percibe o por los logros que hace? ¿Juzgamos – en el caso de una guerra- por lo que el general gana en su nómina o porque ha ganado una batalla, merced a una estrategia? De allí que quienes lo hacen de la primera manera no están mirando sino sus propias limitaciones. Hay palabras antiguas que deberían llegar a quienes, desde su amargura, siguen mirando únicamente el lado oscuro de la Luna. Esas sabias metáforas vienen a la memoria después de revisar uno de los libros más versados en estos asuntos, que es una versión del Tao Te King, el libro de los taoístas, denominado Wen Tzu (Comprender los misterios). En esas profundas páginas podemos leer las palabras del maestro, Lao Tze: “Contraer un centímetro para extender un metro, llegar a un compromiso en pequeñas cuestiones para realizar la rectitud en grandes asuntos, esto es lo que harán los sabios para dirigir al pueblo. Cuando los gobernantes valoran a sus ministros, si no consideran sus logros principales sino simplemente resumen sus actividades generales para buscar la menor bondad, ésta es la manera de perder a los sabios. Por ello, cuando las personas son ricas en virtud, uno no pregunta los detalles de su conducta, y cuando las personas son dignas de alabanza, uno no critica sus asuntos menores. La condición humana es de tal manera que no hay nadie quien no tenga fallos: si la gente hace lo esencial correctamente, tener errores menores no constituye una carga; si hace lo esencial incorrectamente, aunque sea una práctica general, no son dignos de mucha consideración. Por tanto, quienes son puntillosos en pequeños asuntos no realizan nada que valga la pena, y quienes critican sin motivo la conducta no aceptan a las masas. Cuando el cuerpo es grande, sus articulaciones están distantes; cuando la escala es enorme, la alabanza está lejos. Esta es la manera de valorar a los ministros”.

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El hombre encerrado

Imaginamos a la Muerte como una señora de guadaña que nos espera tras la puerta. Horacio Ferrer, quien realizó los textos para algunos temas de Astor Piazzolla, me dijo un día que el ser humano es el único animal que sabe que se va a morir y eso le acerca a la tragedia del tango. Sin embargo, más que el atroz miedo a morir está el hecho de permanecer encerrado. Poe –el creador de la novela negra- nos propone un tema en su memorable cuento que habla de un hombre emparedado. Hace mucho tiempo, en el Caballero de Rauzán, una telenovela colombiana, nos hacía esa pregunta: qué pasa con un hombre que sufre epilepsia y es enterrado vivo. El delgado límite, el agujero negro, por donde se desliza la Muerte siempre nos lleva al temor. Ese hecho puede ser tratado desde la literatura, con personajes históricos que se han enfrentado a esos sucesos y –pocas veces- han salido indemnes. Pienso en los sentimientos de los faraones al pensar en sus futuras momias, con gatos y sirvientes acompañándolos en la eternidad hasta que un día despierten. Pienso en el horror de abrir los ojos con las vendas en la cara y un olor a sándalo casi imperceptible. Pienso en la soledad de una tumba, en la conciencia de que existen los viles gusanos. De eso se trata este cuento de esta semana, para los amables lectores que siguen esta columna: Con la mano desgarra sus vestiduras. Siente la túnica blanca y el olor de las especies funerarias. Tiene la certeza de estar enterrado vivo pero se resiste a abrir los ojos para descubrir la bóveda enorme. Recuerda la lluvia de una tarde de niño. Su memoria le trae el olor del pan ácimo, en los días de Pascua. La voz de sus parientes y ciertos ojos que no puede olvidar. Aunque abra los ojos no hay luz que lo lleve a otro escenario. Está en ese limbo, cercano al sueño, donde no acierta si es un ser animado o tiene la materia de las rocas. Su corazón palpita y su mano ya cubre su rostro. Parece venir de una extinción prolongada, de una podredumbre que se instala en su cerebro. Siente el hedor de su cuerpo. La corrupción de sus vísceras y probablemente de sus ojos vacíos. Como si se muriera interminablemente, en un infierno que los profetas han llamado Sheol. Otra vez escucha la voz: “Lázaro, hijo de Nicodemo, levántate”.

Juan Carlos Morales Mejía

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Al bordo del Titanic ¿De qué le sirve a alguien tener dinero al bordo del Titanic? Esa puede ser la pregunta clave cuando se habla del capitalismo. Y no en el viejo sentido del Imperio, sino en este Planeta donde hacer plata parece ser la premisa. Como se sabe, por esa locura de tener cosas se pierde lo esencial: lo humano. En Política y cultura a finales del siglo XX, Noam Chomsky señala la profunda contradicción que encierra el concepto de democracia capitalista. Dice que es un concepto que abarca dos opuestos: la democracia reivindica la igualdad pero el capitalismo genera desigualdad. El ejemplo más gráfico hay que mirarlo precisamente de quienes defienden el capitalismo, como lo que suministra Samuel Huntington: "El problema para estabilizar la democracia es lograr que la demanda social sea lo más baja posible, es decir que la población participe lo menos posible de la vida democrática, así estas demandas no interfieren con la necesaria eficiencia empresarial". Al igual que Nicholas Negroponte, los nuevos shamanes de la globalización -como Milton Friedman, Francis Fukuyama y Peter Drucker- recomiendan un traje de talle único para todos: mismo modelo, misma confección y misma tela. En general, estos economistas son o han sido altos empleados de las grandes corporaciones multinacionales (en nuestro país no es casual que los Ministros de Finanzas terminen laborando en el Banco Mundial o los defensores ambientales acaben sus días con una suculenta jubilación en una industria maderera). No obstante, multimillonarios impiadosos como George Soros o James Goldsmith ya están alertando sobre los peligros que esto trae. Soros asegura que "la globalización está generando una inestabilidad que podría destruir la revolución del mercado". Y lo que es más sorprendente aún: "El capitalismo es la peor amenaza para Occidente. La magia del mercado abrió la puerta del vale todo". El ex ministro de Finanzas de Japón, Eisuke Sakikabara, recomendó a los países del sudeste asiático -incluidos China y Vietnam- no seguir el modelo norteamericano. En las naciones donde se aplica, alertó, aparecen inmediatamente tres rasgos característicos: mayor brecha en la distribución del ingreso, inmediata adoración del dinero y vulgarización de la cultura. Para confirmarlo, basta echar una mirada sobre Argentina. Volvamos al lúcido Chomsky: "La cultura del presente es la mirada más pobre que ha existido sobre el hombre en toda la tradición occidental desde los griegos hasta hoy. La condición humana se reduce o dos o tres factores, y el principal es el hombre visto como productor-consumidor". El magnate inglés James Goldsmith es más gráfico al referirse a los optimistas apóstoles de la globalización, a los cultores del aquí y ahora, a los creyentes del eterno presente: "Los que se proclaman vencedores", dice, "son como ganadores de una partida de póker... a bordo del Titanic".

Juan Carlos Morales Mejía

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Engaños

Nada en el mundo es más fácil que hacer lo que es bueno, nada es más arduo que hacer lo que no es bueno. Hacer lo que es bueno significa estar en calma y sin artificios, siguiendo tu verdadera condición y rechazando el resto, no siendo seducido por nada, siguiendo tu naturaleza esencial, preservando la realidad y no cambiándote a ti mismo. Por eso es fácil hacer lo que es bueno. Hacer lo que no es bueno significa asesinato y usurpación, fraude y engaño, agitación y codicia, rechazo de la naturaleza humana. Por eso se dice que es arduo hacer lo que no es bueno. Lo que ahora produce grandes problemas surge de la falta de un grado normal de satisfacción. Por consiguiente, es imperativo examinar los fundamentos del beneficio y del prejuicio, la línea fronteriza de la calamidad y la fortuna. Lao Tze Las palabras sabias del taoísmo reflejan el espíritu humano donde obran las cosas buenas. Como se lee, advierte de las calamidades que significa irse en contra la esencia natural. Profundamente muestra lo que ocurre a las personas que siguen los preceptos contrarios de la vida. ¿Cuáles son? Asesinato, usurpación, fraude, engaño, agitación y codicia. En estos puntos se encuentran varios de los candidatos que ahora mismo se postulan. Da horror informarse que para algunos no significa absolutamente nada irse de una tienda política a otra. Si iniciaron en la izquierda, no tienen problema de ir a la derecha, como si las ideologías no representaran nada. Allí están cometiendo un fraude con los electores, pero más allá de eso, un fraude consigo mismo. Es de esperarse, que no demos el voto por ellos. Hay quienes en el pasado han engañado a los electores y ahora van orondos, como decían los abuelos, buscando las preferencias de los ingenuos ciudadanos. Si en el período que estuvieron no pudieron cumplir sus promesas electorales, es bastante probable que tampoco lo harán en esta ocasión. No hay que avalar su cinismo con nuestro voto. Pero, al parecer, los peores son aquellos que se mueven en las arenas de la política únicamente por el afán de la codicia. Aquellos que han levantado sus fortunas precisamente con años de vida dedicada a la política, como el alcalde de Muisne, que percibe 9 000 dólares, aunque su pueblo no tenga ni siquiera agua, y él se haya mantenido casi desde el retorno de la democracia en su puesto, es decir más de dos décadas. Qué ciego ese pueblo, nos preguntamos, pero por estas tierras también existen quienes han hecho de la política su estilo de vida. Algunos con solvencia, pero también han existido aquellos que han preferido que su bolsillo se agrande en desmedro de su propia Patria. Ellos son los asesinos de los sueños de sus compatriotas. En verdad, es arduo, como dice Lao Tze, hacer lo que no es bueno. Por lo general, terminan olvidados y sus fortunas dilapidadas por quienes tampoco les importa de dónde provienen. Es el justo precio de la sabia naturaleza.

Juan Carlos Morales Mejía

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El bosque de espadas

Cierta vez, en un reino distante, había un vagabundo llamado Bartolomé de Villaespesa y Moravia que poseía el don de las palabras. En esas tierras existía también un bosque de espadas al que era imposible cruzar sin perder la cabeza. En el bosque se encontraban estoques, sables, alfanjes, cimitarras, floretes, dagas, puñales y hasta verduguillos, que son una especie de navajas de afeitar. Si esto fuera poco, a la entrada de esta selva férrea crecían pequeños clavos que se agrandaban cada ocasión que alguien intentaba entrar en este enmarañado sitio de acero trágico. Cuando llovía en lugar de que estos artefactos de la muerte se herrumbraran, parecían que crecían más. Era de ver a las cimitarras contentarse con la garúa o a las dagas, enroscarse en una desprevenida lanza. El bosque estaba vivo y ese era el principal problema de Bartolomé que tenía que cruzar por esos parajes. Pero qué hacer si él sólo tenía el don de las palabras. Antes de franquear el primer obstáculo, que eran los pequeños clavos, Bartolomé sacó una palabra y la lanzó al aire. Cuando cayó la Ternura los clavos ya le habían perforado. Después de muchos contratiempos con otras palabras -como Ácido o Herrumbre- intentó con la palabra Imán. Apenas la pronunció, todo el bosque de espadas se instaló en su cuerpo. Eso sí, la senda para atravesar la floresta metálica estaba descubierta.

El mago

Harry Houdini -adentro de la caja de madera- recuerda a Budapest, la ciudad donde nació. Los grilletes torturan sus extremidades, pero el mago conoce de cerraduras y ha sido lanzado al río. Afuera, una multitud con sombreros extraños y paraguas aguarda el final del acto. Hay tensión mientras el agua ingresa por la hendidura del cajón, protegido con metal. Houdini recuerda a Budapest y la primera tarde que miró un país diferente. Los primeros chopos de nieve caen ahora en Nueva York. El agua no da tregua y el mago no puede regresar del recuerdo de Budapest. Hay un violín húngaro que toca a fúnebre y por fin el espiritista ha realizado su mejor escape, se ha librado de su público por la puerta oscura.

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La venganza de la estatua

Ahora, reviso un libro: Graffiti: en clave azul. Lo escribí hace algún tiempo, como tesis de Comunicación Social, de la Universidad Central del Ecuador. Pero muchas historias se quedaron, entre esas ésta, que alude no al Bolívar entrañable –que tuvo la visión de una América Latina unida- sino a su estatua. Más que eso, a esos monumentos construidos desde la vanidad. Entonces, esta versión que hasta ahora permanecía inédita y ojalá los oídos vírgenes no se lastimen: Las cabalgaduras de los Libertadores aún retumban en el aire. Nadie olvida las cruentas guerras y también como estos pueblos asesinan a sus héroes. Las nuevas clases no dudan en apropiarse de los símbolos. Así, en una de esas poblaciones que aún conforman la Gran Colombia, alguien decide levantar una estatua de Simón de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios. Rodríguez Nieto desea hacerlo a lo grande. Adquiere una casa frente a la plaza y quiere mostrarle al pueblo que tiene abolengo. Nada mejor que confeccionar una estatua del héroe en lugares distantes. Con mucho trabajo han llegado los indios cargando el monumento con la mano extendida. Así fue el pedido. El propósito es que cuando Rodríguez Nieto abra su ventana el Libertador lo salude desde el centro de la plaza. Sin embargo, los trabajadores apurados colocan a la figura con el rostro mirando al otro lado. Por la noche, alguien deja una inscripción en la pared blanca de Rodríguez Nieto: Bolívar con disimulo y sin faltar el respeto decidió mostrarle el culo al indio Rodríguez Nieto. El agraviado sale a la calle con pistola en mano. Dispara al aire y a gritos pide la cabeza de aquel que ha proferido semejante ofensa. Da plazo de tres días para que aparezca como hombre y enfrente un duelo. Lanza un reto: ¡Quiero un desagravio! Rodríguez Nieto no tiene tiempo de escuchar las risitas atrás de las ventanas. No hay que esperar mucho tiempo. Por la noche, nuevamente la misma caligrafía deja su huella, ante la mirada cómplice de una estatua de ojos metálicos. Desagravio: Bolívar con disipeto y sin faltar al resmulo decidió mostrarle el nieto al indio Rodríguez Culo.

Juan Carlos Morales Mejía

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La droga te buelbe vruto... Hay un solo animal que ríe: el ser humano. Otros dicen que también la hiena, pero eso está en la fábula. Como sea, la risa despierta el lado oculto de una verdad que nos cuesta admitir. A ningún poder le ha gustado que el pueblo ría. Se sabe de tiranos que han matado a quienes se atrevían a reírse de ellos. Es que la risa siempre tiene algo de cierto y lo peor es un vanidoso puesto en ridículo. La agrupación Les Luthiers ha llevado a la carcajada a ámbitos sutiles. Aquí una muestra, en estos tiempos donde no debemos perder la risa, aunque algunos de sus textos también se encuentran entre los graffitis. 1 El amor eterno dura aproximadamente tres meses. 2 No te metas en el mundo de las drogas. Ya somos muchos y hay muy poca. 3 Todo tiempo pasado fue anterior. 4 Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria. 5 El que nace pobre y feo tiene grandes posibilidades de que al crecerse le desarrollen ambas condiciones. 6 Los honestos son inadaptados sociales. 7 El que quiera celeste que mezcle azul y blanco. 8 Pez que lucha contra la corriente muere electrocutado. 9 La esclavitud no se abolió, se cambió a 8 horas diarias. 10 Si la montaña viene hacia ti, corre es un derrumbe. 11 Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro. 12 No soy un completo inútil. Por lo menos sirvo de mal ejemplo. 13 La droga te buelbe vruto. 14 Si no eres parte de la solución, eres parte del problema. 15 Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es mas humano todavía. 16 El que nace pa tamal nunca ta bien. 17 Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe. 19 Yo no sufro de locura, la disfruto a cada minuto. 20 Es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse donde. 21 El dinero no hace la felicidad la compra hecha. 22 Una mujer me arrastró a la bebida y nunca tuve la cortesía de darle las gracias. 23 Si tu novia perjudica tu estudio, deja el estudio y perjudica a tu novia. 24 La inteligencia me persigue pero yo soy más rápido. 25 Huye de las tentaciones despacio, para que puedan alcanzarte. 26 La verdad absoluta no existe y esto es absolutamente cierto. 27 Hay un mundo mejor pero es carísimo. 28 Ningún tonto se queja de serlo. No... les debe ir tan mal. 29 Estudiar es desconfiar de la inteligencia del compañero de al lado. 30 La mujer que no tiene suerte con los hombres no sabe la suerte que tiene. 31 No hay mujer fea solo belleza rara. 32 La pereza es la madre de todos los vicios y como madre hay que respetarla. 33 Si un pajarito te dice algo debes estar loco pues los pájaros no hablan. 34 En cada madre hay una suegra en potencia. 35 Lo importante es el dinero, la salud va y viene. 36 Trabajar nunca mató a nadie... pero para que arriesgarse. 37 No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella. 38 Felices los que nada esperan, porque nunca serán defraudados. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel 39 El alcohol mata lentamente. No importa no tengo prisa. 40 La confusión esta clarísima. 41 Mátate estudiando y serás un cadáver culto. 42 Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse. 43 Hay dos palabras que te abrirán muchas puertas Tire y Empuje. 44 ¿Para que tomar y manejar si puedes fumar y volar. 45 Dios mío dame paciencia.¡Pero dámela YA!!

Juan Carlos Morales Mejía

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El hombre que perdió la fe El cuento de este sábado lo escribí en una habitación enmohecida, en un tiempo que quisiera que permanezca allí, en medio de los olores de flores gastadas y antiguos naufragios. Fue hace algunos años en el Centro Histórico de Quito, en medio de las campanas y de aparecidos. ¿Qué pensaba, entonces? Me pregunto ahora que lo reviso. Acaso, en la fatuidad de los libros de filosofía. Acaso, en ese eterno repudio de los dioses que nos trajeron o que nos obligaron a tenerlos –en cualquier geografía- a los seres humanos que confiamos más en la Naturaleza. Sí, la poderosa palabra de Nietzsche truena porque es alguien que derrumbó el andamiaje de una moralidad que se hace añicos. Pero está también esa tristeza del hombre que descubre que después de desmontar a los dioses de su pedestal está en medio de las rocas. Pero es un momento, después viene la leve gracia de saberse vivo. No es meramente una autobiografía, es la historia de un personaje desnudo que halla en el sentido primigenio de los elementos la posibilidad de creer. No en algo o en alguien, por supuesto. Y de eso también se tratan las revelaciones: de trastocar el sentido de las cosas, de trascender, aunque se esté errado para los otros. Allí está la voz siempre disonante de Zaratustra: aquel que pone el mundo al revés. Pero también está el médico griego, Lucas, y el infaltable Heráclito, el Oscuro. El texto, como los de todos los sábados, pertenece a esos juegos mínimos de orfebrería que constituyen los microcuentos. El secreto está en deslumbrar. Julio Cortázar decía que una novela se gana por asaltos –refiriéndose al box- y que un cuento es mas bien por noqueo. Para el caso del microcuento, añadiría –siguiendo la metáfora- está antes de terminar el primer encuentro: por un golpe certero a la mandíbula, que mueva todo el cerebro. Ojalá el golpe sea inesperado.

Solo, en un cuarto de artesonados barrocos, con ángeles sonrientes y pan de oro. Solo, como el primer hombre que descubrió su cara en el espejo. Solo, abigarrado de mares y nostalgias lee, profusamente, el evangelio del médico griego que creía en la luz. Deja a San Lucas y sus evocaciones. Estira la mano y surge el filósofo de la sospecha. Nietzsche le habla de un hombre que desciende la montaña y de un espíritu que escuchó el bramido de la libertad, lejos del pecado. El hombre ha traicionado manuscritos. Hojas añosas que le hablaban del retorno. De los caudales donde un hombre se bañaba siempre en el mismo río. La fe es una gracia que no merece. Escupe sobre los dogmas de la humildad, porque no ha visto un pájaro más bello dentro de su corazón inflamado. Despliega sus alas y lo perturba el viento que arremete contra el desierto. No halla la fe. Sin embargo, enciende una cerilla y descubre a un dios entre sus manos.

Juan Carlos Morales Mejía

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La sentencia

Resulta una revelación encontrarse –después de tantos años- con el cuento perfecto. Esto me ha sucedido con Wu Ch´eng-en (c 1501-c. 1580). Está en ese memorable libro escrito por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, acerca de los relatos fantásticos. No podía ser de otra manera, nos llega desde Oriente. He soñado el cuento muchas noches porque, acaso, en un tiempo indeleble también miré dragones.

Aquella noche, a la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo. Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón, y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido. Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron: -¡Cayó del cielo! Wei Cheng, que había despertado, lo miró con perplejidad y observó: -Qué raro, yo soñé que mataba un dragón así.

Juan Carlos Morales Mejía

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Los navegantes

Desde su sitio, el mar era una premonición y una certeza. No recordaba el nombre del último puerto, aunque el olor de sándalo –a la distancia- podría significar antiguas mujeres o memorias de árboles sagrados. Sintió algo de frío. Palpó la roída manta. Afuera, la luna creciente dibuja en las olas su resplandor tenue. Se llamaba Fabio y había olvidado las populosas calles de su pueblo. A su lado, su compañero de aventuras –él quería imaginar que así era- cabeceó nuevamente. Áyax era un hombre de piel cetrina y sus descarnados labios tenían la ávida memoria del tiempo en que escuchaba esa doctrina proscrita que habla de los círculos, en medio de rituales que incluyen sacrificios de carneros. Hace poco habían conversado sobre la trasmigración de las almas, según se sabía del hermético libro de los egipcios. Habían repasado varias veces las citas célebres, que pocas veces se deslizaban de los pináculos de los profetas. Aunque creían en ritos adversos habían encontrado vasos comunicantes. Una conversación se volvía insistente: la Muerte como sentido de evasión y certidumbre. Habían dilatado tardes enteras en esas pláticas que no pensaban que fueran infructuosas, mientras distintos soles aparecían y desaparecían según la nave arribaba a algún puerto. Los dos hombres habían sido embarcados en una época difícil de entender para quienes son más importantes los halcones que vuelven a la mano del amo, que los protege en sus recias caperuzas. El navío se deslizaba por un mar poblado de monstruos y su rico cargamento no se compadecía con la suerte de Fabio y Áyax, que ahora profesaban una amistad que no era habitual en el resto de viajeros, tan próximos a ellos pero tan distantes. Eran hombres de muchos pueblos que, a veces, se entendían con gruñidos o que permanecían entregados a su tarea como si la cadencia de los sonidos que provenían de la lustrosa proa tuviera un efecto narcótico, pero que insuflaba una extraña fuerza. Su periplo era intenso. De lejos, escuchaban el barullo de los comerciantes y las torres extrañas que defendían pueblos de lenguas incomprensibles. Nunca desembarcaban. Estaban más preocupados en sus conjeturas que en la posibilidad de descubrir mundos exóticos, acaso porque era otra de las maneras de encontrar refugio. Zarpaban por las noches, al amparo de las luces y de los centinelas. Cuando estaban en alta mar, volvían a sus antiguas charlas sobre el escape de la memoria, a través de los ritos funerarios. A veces, su labor les impedía concentrarse en estas filosofías que ya les ocupaban varios meses. Caía nuevamente la tarde. En la proa el tambor era como un bálsamo para los decaídos brazos. Un hombre –de mirada severa y azote en mano- se acercó para exclamar, mientras detenía sus ojos en las rugientes cadenas: ¡Remen esclavos, bastantes dinares hemos pagado por tenerlos!

Juan Carlos Morales Mejía

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No seamos hipócritas

Auditoría Democrática ha enviado una carta. La reproduzco para ser parte de un mea culpa que debe llegar a todos los ecuatorianos, bajo la convicción de que no solamente son los políticos los causantes de nuestras desgracias sino también cuando no se piensa en la Patria: “Todos somos responsables -por acción u omisión- de haber construido una sociedad donde la viveza criolla, el arribismo, la indelicadeza, los padrinazgos y la falta de ética son sus líneas maestras. Somos responsables de haber construido una sociedad donde el abuso de poder a todo nivel (desde el policía de la esquina hasta el Presidente de la República) es el pan de cada día. No nos rasguemos las vestiduras. La mediocridad, el desprecio por la ley y la razón y el abuso del poder se encuentran en todas las instancias sociales. ¿Cuántas prebendas ha recibido la Iglesia? ¿Cuántas prebendas han recibido los representantes de los trabajadores? ¿Cuántos empresarios no han vivido usufructuando del Estado? ¿Cuántas universidades mantienen profesores y niveles académicos de excelencia que les permita competir a nivel internacional? ¿Cuántas organizaciones de la sociedad civil rinden cuentas de sus actos? ¿Cuántos medios de comunicación son independientes? ¿Cuántos partidos políticos no negociaron canonjías con el prófugo Bucaram? ¿Cuántos organismos internacionales se han hecho de la vista gorda con los atracos producidos con los préstamos internacionales? ¿Qué otra pregunta agregarían ustedes, compatriotas? Entonces, no seamos hipócritas. Gutiérrez, su familia, su círculo íntimo de asesores y ministros, así como nuestros diputados y los Tribunales espurios que ellos han elegido nos representan. Todos ellos no son más que el reflejo de la podredumbre de la sociedad que hemos construido y con la cual es preciso terminar ahora y por siempre. Por todo ello, Auditoría Democrática Andina hace un llamado a que el Ecuador se detenga y realice un acto de reconocimiento de sus propias carencias y contaminaciones, de reconocimiento de su culpa colectiva. Solo de esa manera se logrará enmendar y alcanzar días mejores. Ese será el primero y más importante paso para ver nacer a una nueva sociedad revestida de virtudes y apegada a la legalidad. Será también el momento de volver a los clásicos para repetir que solamente existe la libertad cuando se obedece a la ley que la propia sociedad crea para organizarse. Hasta tanto -y teniendo presente la forma inconstitucional de su nombramiento así como la poca calidad académica y moral de quienes los integran - Auditoría Democrática Andina llama a desobedecer cualquier iniciativa de los órganos burdos e intrascendentes que se han nombrado en estos días (Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo Electoral, Corte Suprema de Justicia)”.

Juan Carlos Morales Mejía

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Nochevieja La Nochevieja es también una ritual de purificación. En el fuego, que incinera las máscaras, se queda las amarguras y nos saludan las promesas de un año mejor. En los ojos de aserrín del monigote parecen irse nuestras propias lágrimas. Es inevitable, hay que hacer un balance, con el último sorbo de vino o de aguardiente. ¿Será mejor el próximo año? ¿Viajaremos por el mundo, si vamos con una maleta a recorrer la manzana del barrio? ¿Nos traicionará la ventura si no acabamos las uvas justo en las últimas campanadas? ¿Nos dará alegría aquella mujer que cree en los sortilegios del amarillo? ¿Nos proporcionará energía el incienso de sándalo? Todo será igual pero –como dice El Principito- los ritos son importantes. Es el eterno círculo de los antiguos sabios que entendieron que en la renovación también hay un hecho ineludible: hay que enterrar lo viejo. Caso contrario el efecto no sirve. Solo los dioses pueden prometer, porque son inmortales, nos recuerda Borges, para –después de unos párrafos- recordarnos que también los humanos pueden prometer porque en cada promesa hay algo inmortal. ¿Qué prometer? ¿Un país diferente? La promesa será válida no si esperamos que los politiqueros o el vecino del barrio cambien sino con la premisa de una transformación desde nosotros. Eso, al parecer, es el secreto: los cambios únicamente se producen cuando alguien decide hacerlos. Cada metro cuadrado de Patria, que nos toca, es donde empieza la revolución del espíritu. Los amplios territorios, las artimañas de los poderosos, las codicias y las envidias, pueden ser borradas si unimos cada uno de los metros cuadrados. Así cambian los pueblos. Nada varía si antes no hay un proceso en nuestro cerebro. Si antes no nos liberamos, por ejemplo, de esa afición que nos recuerda Maturana: “En el Ecuador el mejor deporte es dispararle al que está al frente”, en el sentido de que estamos preocupados más en la desgracia o el éxito de nuestros semejantes que en construir nuestras propias historias. Mucha envidia en este pueblo, no permite mirar el mar, que nos prometieron nuestros mayores hace 400 años. Vivimos de esas historias, de esas mezquindades, de esos chismes que –en caso de ascender a una montaña- solo nos dejan atrapados en las nubes sin mirar la cima. “Los árboles me impiden ver el bosque”, dice un aforismo. Hernán Darío Gómez ya lo dijo: “En el Ecuador el mejor deporte es jugar al palo encebado; al que está subiendo lo quieren bajar”. Y son válidas estas palabras que vienen de entrenadores colombianos que –sin dudarlo- cambiaron la mentalidad de los jugadores ecuatorianos. Esa, creo, debe ser la promesa del nuevo año: no ser envidiosos. Si se cumple, de seguro, se podrá mirar a esta ciudad con nueva luz.

Juan Carlos Morales Mejía

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Poema a Ibarra

En la deslumbrante obra de Borges hay un libro fundacional: Fervor de Buenos Aires, donde el poeta desentraña su urbe. Allí está la memoria de su barrio, los patios, la sala vacía de su infancia y el temor a los espejos. Pero también están los compadritos del arrabal que –en palabras de Soriano- están dotados de tragedia griega. En otro libro: Cuadernos de San Martín, hay un poema: Fundación mítica de Buenos Aires: ¿Y fue por este río de sueñera y de barro / que las proas vinieron a fundarme la patria? / (...) A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el agua y el aire. Movido por esas lecturas decidí pensar en los imaginarios que habían construido Ibarra. Antes había dicho: Esta ciudad con un ángel que vigila / a estos argonautas que un día se les prometió el mar. Porque ese fue precisamente el motivo de fundación de Ibarra: la salida al mar al Océano Pacífico y –ahora- la búsqueda del otro mar, al Atlántico. Por eso siempre hay algo de misterioso en nuestro espíritu marinero truncado. Después, pensé en los referentes históricos de la ciudad. ¿Cuáles eran los momentos claves? Como todo hecho poético los momentos, acaso, nos permitan mirar una ciudad diversa, que debería ser el espíritu de la celebración de la Fundación, sin olvidarnos que los abuelos caranquis vivían en estas tierras. No es usual, pero explicaré históricamente cada estrofa.

Un hacha de obsidiana en vilo como si fuera eterno el guerrear de los abuelos en Yahuarcocha, y su sangre enturbiara una ola en la laguna. La invasión incásica a lo que entonces se llamaba Señoríos Étnicos –donde vivían los caranquis, panzaleos o cayambis- duró 80 años. 17 años resistieron, en la zona norte hasta que se produjo la batalla de Yahuarcocha. Los cronistas – como Guamán Poma de Ayala- refieren que ultimaron entre 17.000 a 25.000 caranquis en la laguna, que se tiñó de sangre (Lago de Sangre), Más allá de esta masacre, está el hecho de que los caranquis, conocidos como parte de los Señoríos Étnicos son, acaso, una de las formas más admirables de sociedad, y no solo porque redistribuían sus riquezas sino porque no tenían esa visión de hacer del oro un ídolo, como los que vinieron después armados de alforjas. Su principal dios, el monte Imbabura, es junto a las lagunas de la región, uno de los pueblos anteriores a la Fundación que siempre debe estar presente, porque de lo contrario sería una exclusión imperdonable de nuestra historia. Sólo a algunos racistas despistados y acomplejados se les puede ocurrir despreciar este legado (por ahí anda suelto un insolente con olor a naftalina que dice que los indios –así con carga despectiva- tenían prácticas “horrorosas e incivilizadas”). Habría que recordarle que más bien ciertas prácticas traídas de Occidente fueron abominables, al punto que se aliaron con el Poder para subyugar a los legítimos dueños de estas tierras. En este caso, indigna aún más porque escribe en un Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel espacio fundado por Monseñor Leonidas Proaño –Obispo de los Indios-, que debe estar desconsolado en su tumba de Pucahuaico.

Los hombres que juraron una ciudad que no verían nunca: los viajeros que tomaron el nombre: ribera, que es lo que significa Ibarra. Este párrafo se refiere al hecho fundacional sin olvidar algo: el propio fundador, Cristóbal de Troya, estuvo en un momento en contra de la Corona, durante la revolución de las Alcabalas; Pedro Bedón, el insigne sacerdote, fue un defensor de los indios, que le valió una expulsión hasta Bogotá. De hecho, como señala el historiador Jorge Villalba, el nombre vascuence de Ibarra significa “vega” o “ribera”, que tomó por Miguel de Ibarra, a la sazón Presidente de la Audiencia. El gentilicio de los nacidos en Ibarra, en el País Vasco, es ibarretas, nosotros ibarreños. La maldición de un cura contra las paredes blancas, en medio de viñedos y olivares. La estrofa refiere a esa visión clerical del infortunio. Según una leyenda, el Padre Jibaja, pronosticó la destrucción de Ibarra, por el terremoto, debido al libertinaje. Nuestros mayores eran proclives a los bailes y al juego de prendas. En el siglo XVIII, además, existían viñedos y olivares en Ibarra, como señala el cronista Mario Cicala.

Las piedras de una iglesia ante el terremoto de 1868 que perduró eternamente en el lienzo de Rafael Troya como si los ibarreños tuvieran que pagar la maldición de ser felices. El lienzo de Rafael Troya, que se encuentra en el Municipio, muestra la destrucción de la urbe. Más allá de la reconstrucción, propiciada por Gabriel García Moreno hay un hecho ineludible: 500 ibarreños permanecieron –durante cuatro años- olvidados por el centralismo de Quito, a finales del siglo XIX. Más adelante el poema comenta acerca de la esquina de El Coco –desde donde se trazó los cordeles para la nueva ciudad- y una canción que encontraron los viajeros: “En el río del Tahuando / un sombrero va viajando / y en la copa, va diciendo / que tu amor se va acabando”. Las hojas de un cocotero estremeciéndose en la memoria. El sombrero que pasó por el río del Tahuando como una canción. Un clavo de herrumbre de una durmiente del tren que los mayores intuyeron como un mar. Los 400 años que se tardaron en izar las velas. Aquí, señala acerca del olvido y la ilusión que significó la llegada del tren, que nos comunicaba con el mar. Y las cuatro centurias que se tardaron en construir la carretera al Océano Pacífico, aunque no hay puerto, ni tampoco se ha Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel cumplido la idea de ser un puerto de tierra. Ni contar con el sueño de llegar hasta el Atlántico, vía Manaos, algo que ya lo están pensando Manta y Ambato. Una procesión de almas en pena con un diablo y miles de cucuruchos, que algunos llamaron la Caja Ronca, en el antiguo barrio de San Felipe. El texto hace referencia a ese barroco penitencial que nos legó la Iglesia Católica, que es parte sustancial del miedo, como por ejemplo el mito de la Caja Ronca, una metáfora a la avaricia y a la curiosidad, precisamente en el actual barrio El Carmen, y más concretamente en el antiguo Quiche Callejón, que era la calle Maldonado. Un concierto de rock en la loma de Guayabillas, sin saber que hay un dragón en sus entrañas. Una vez le dije a Jorge Luis Narváez que el concierto de rock organizado en la Loma de Guayabillas –por Ciudad Educadora y que fue parte de un largo proceso para que la ciudad tuviera su pulmón verde- es uno de los hitos de Ibarra, porque lamentablemente –y eso en todas las épocas- los chicos y chicas son vistos con temor porque a los dioses siempre les gustó la sangre joven. El poema que nunca escribí para Ibarra. Para finalizar, un juego borgiano, que es una suerte de final cíclico porque queda pendiente y abierta la posibilidad de que el lector construya su propio texto, en torno a sus referentes de esta ciudad con destino de mar innombrable.

Juan Carlos Morales Mejía

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Proverbios

Tras años de escritura –algo más de diez- un nuevo libro está a punto de entrar al horno. Pienso en que la literatura es infinita, como el libro de arena, que nos sugiere Borges. Aquí unas frases que alientan el sentido de las palabras. Son dichas por los grandes de todos los tiempos: No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde; Cuando era joven leía casi siempre para aprender, hoy, a veces, leo para olvidar. Giovanni Papini; Cuán vano es sentarse a escribir cuando aún no te has levantado para vivir. Henry David Thoreau; No hay ninguna lectura peligrosa. El mal no entra nunca por la inteligencia cuando el corazón está sano, Jacinto Benavente; Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra. James Russell Lowell; Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve. Oscar Wilde; El recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo. Gustavo Adolfo Bécquer; El escritor original no es aquel que no imita a nadie, sino aquel a quien nadie puede imitar. René de Chateaubriand; La pluma es la lengua del alma. Miguel de Cervantes Saavedra; Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio. Federico García Lorca.

Don Dinero

Poderoso caballero / Es don Dinero.. Con esta frase rutilante Francisco de Quevedo nos recuerda el “cuánto tienes, cuánto vales”. Siguiendo estas líneas unas frases que muestran los vericuetos del metal. El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia. Woody Allen; Al perro que tiene dinero se le llama señor perro. Proverbio árabe; Es bonito tener dinero y cosas que puede comprar el dinero, pero también es bonito tener las cosas que el dinero no puede comprar. George Horace Lorimer; Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero. Voltaire; Mi sueño es el de Picasso; tener mucho dinero para vivir tranquilo como los pobres. Fernando Savater; ¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto! Groucho Marx; Con el dinero sucede lo mismo que con el papel higiénico; cuando se necesita, se necesita urgentemente. Upton Sinclair; En estos tiempos los jóvenes piensan que el dinero lo es todo, algo que comprueban cuando se hacen mayores. Oscar Wilde; Bienaventurado el que tiene talento y dinero, porque empleará bien este último. Menandro de Atenas; Cuando se trata de dinero, todos somos de la misma religión. Voltaire

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Salomón Dos mujeres comparecieron ante el rey Salomón con dos bebés, uno muerto y otro vivo. Ambas mujeres afirmaban que el niño vivo les pertenecía, y decían que el muerto pertenecía a la otra. Así inicia uno de los relatos más admirables de este rey sabio, que al final –después de proponer partir al niño- la madre verdadera está dispuesta a entregarlo a la otra, lo que prueba su desprendimiento. Aquí alguno de sus proverbios: Mejor es un mendrugo de pan a secas, pero con tranquilidad, que casa llena de sacrificios de discordia. El malo está atento a los labios inicuos, el mentiroso presta oído a la lengua perversa. Quien se burla de un pobre, ultraja a su Hacedor, quien se ríe de la desgracia no quedará impune. Corona de los ancianos son los hijos de los hijos; los padres son el honor de los hijos. Al necio no le sienta un lenguaje pulido, y aún menos al noble un hablar engañoso. Más afecta un reproche a un hombre inteligente que cien golpes a un necio. El malvado sólo busca rebeliones, pero le será enviado un cruel mensajero. Mejor topar con osa privada de sus cachorros que con tonto en su necedad. Si uno devuelve mal por bien no se alejará la desdicha de su casa. Entablar proceso es dar curso libre a las aguas; interrúmpelo antes de que se extienda. Justificar al malo y condenar al justo; ambas cosas abomina Yahveh. ¿De qué sirve la riqueza en manos del necio? ¿Para adquirir sabiduría, siendo un insensato?

Graffiti de Quito: la Revolución de los Pétalos

“Bajo las campanas está el mar”, rezaba un graffiti en Quito -a mediados de mayo de 1991- que los arqueólogos del futuro lo encontrarán como hicieron con los dibujos rupestres de Altamira: símbolos fálicos descoyuntando al miedo. En el último lecho del poeta Vicente Huidobro, en Chile, se puede leer: “Abrid la Tumba / al fondo / de esta tumba / está el mar”. El creador de Altazor hilaba imágenes como graffiti: “eres más hermosa / que el relincho de un potro en la montaña”. Hay una palabra clave para entender la Revolución de las Flores, en Mayo del 68 en París: pavé. Carlos Fuentes lo señala: “El pavé, el bello y humilde adoquín de las calles de París, ha adquirido hoy un rango casi fetichístico: fue la primera arma de contrataque de los estudiantes brutalizados por la policía; el arma, como ha dicho Sartre, no de la violencia, sino de la contraviolencia de centenares de miles de estudiantes que jamás hicieron otra cosa que defenderse. Los adoquines se convirtieron en nuestro medio de comunicación de masas. Salimos a las calles porque no tenemos otra manera de hacernos escuchar. En una sociedad donde los mass-media han

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Corsario de Papel sido domesticados y monopolizados. Contra la abundancia de comunicaciones inútiles, hemos enviado el mensaje imprescindible de nuestras piedras y nuestras palabras. Y quizás hay otra razón: Debajo de los adoquines están las playas. Y las palabras. Los muros de París hablan: sueños, consignas, cóleras, deseos, programas, bromas, desafíos y la resurrección de una heterogénea progenie reunida en una especie de editorial permanente de piedra y pintura. Jean-Jaques un sicoanalista se queja amargamente: “Los consultores se han vaciado, pero realmente vaciado. La revolución ha sustituido al siquiatra. Ayer vino a verme una muchacha, cliente mía, y me dijo: Ustedes quieren adaptarnos a esta sociedad idiota. Me niego a ser adaptada. Quiero ser rechazada y rechazar el mundo actual. Y me dejó como recuerdo un adoquín sobre la mesa”. El graffiti, entonces, es sinónimo de contestatario, en la primera revolución de los jóvenes, de diversos países. “Esa conciencia -de volverse más críticos- proviene de un sentimiento de enajenación y se expresa, originalmente, en un movimiento de contestation (palabra clave en la revolución francesa: contestation, contester: algo más que cuestionar, poner en duda, someter a examen, desafiar sin tregua, debatir a todos los niveles, impedir la consagración esclerótica de las cosas: contestación, respuesta, poner las cosas en su lugar, en situación crítica permanente). Enajenación: En el mismo lugar donde comienza Rayuela, en el pasaje que conduce hasta la calle donde Oliviera buscaba a La Maga, hay ahora un cartel azul y negro con un dibujo en blancos punzantes de Julio Silva y un texto de Julio Cortázar: Ustedes son las guerrillas contra la muerte climatizada que quieren vendernos con el nombre de porvenir Y esto es lo primero que hay que comprender sobre la revolución de mayo en Francia: que es una insurrección, no contra un gobierno determinado, sino contra el futuro determinado por la práctica de la sociedad industrial contemporánea. Asistimos a una revolución de profundas raíces morales, protagonizada en primera instancia por la juventud de una nación desarrollada. Y estos jóvenes dicen que la abundancia no basta, que se trata de una abundancia mentirosa. Primero, porque pretende compensar con la variedad y cantidad de los bienes de consumo la uniformidad y la paucidad de los contenidos reales de la vida: comunicación, amor, cultura, dignidad personal y colectiva, sentido de la cualidad del trabajo, sentido de autonomía crítica de los individuos y de las organizaciones, relaciones concretas y decisivas entre cada hombre y lo que hace, dice, rechaza o escoge”. 1 Mientras más hago la revolución más ganas tengo de hacer el amor; mientras más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución. En Quito, después de 25 años de la Revolución de las Flores, apareció este graffiti con un añadido: pero hay un problema, soy virgen. El pavé francés se había transfigurado en el aerosol, pero de los que no contaminan al medioambiente. Fueron estos jóvenes ecuatorianos amantes de Cortázar quienes retomaron su palabra y hasta realizaron una adaptación libre. Hay un papelito que circulo en 1993: “Lo imposible se hizo día en París, un largo mes de día, amaneció Mayo de 1968, se despertó en la calle, en los cafés y un pueblo que no hablaba más que para callar descubrió la palabra, hizo el amor con ella en cada esquina, bajo cada puente, un árbol de sonrisas nació sobre el cemento en París se pidió lo Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel imposible, los actos buscaron destrozar las máscaras del tiempo, la Gran Costumbre, el Gran Consumo, el Gran Sistema”. En una letra menuda se puede leer además: “A los 25 años tomamos la bandera desde el pupo de América Latina y gritamos nuestras palomas al viento porque estamos vivos, creemos en los sueños posibles y sabemos que la Utopía está a la vuelta de la esquina pastando con un unicornio. Vamos a gritar nuestra magia de jóvenes de la “Generación de los 500 años”, este día 27 de mayo, en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central (va a ver musiquita, teatrito y poemitas), lo único que tienes que hacer es desempolvar los sueños “con la certeza que Mayo puso en el vientre de la noche un semen de antorcha que mira hacia lo lejos para inventar el alba, el futuro”. Fueron estos mismos jóvenes quienes escribieron: “Pedimos para los poetas hospitales de colores” o “Más poesía menos policía” junto a “Qué suerte que los pájaros se siguen cagando sobre las estatuas”. Pero también tuvieron sus réplicas: "La literatura es el precio que se paga por servir al demonio, f: Las investigadoras" y contrarréplicas: “El amor no es literatura hasta que no se escribe en la piel”. En el libro inédito “Graffiti en clave de Azul” hay aproximación literaria a esos momentos: tras una pelea ideológica con su pareja a “Mateo no le dolió que su mano se alargara por medio de la pared. Como un pintor frenético no le importó que el sudor se escurriera también por la noche. La pared en cambio, recibió el regalo como una bendición. Mañana podría lucir las palabras en medio del atolladero del tráfico y los personajes con corbata. Mateo regresó a mirar. Supo entonces que las palabras ya no eran suyas. Y se escurrió por la noche. Antes de que llegue el alba, la pared festejó su nuevo vestido: “No quiero ser un náufrago en este mar de pirañas”. 3 Para el sociólogo Alejandro Moreano “la crisis del proceso revolucionario provocó un estado de ánimo de desilusión y desencanto. La derecha ganó la razón política, y nos queda la razón moral, la capacidad de cuestionar el orden existente desde la intimidad. El graffiti es la recuperación poética de lo cotidiano, convoca a otros tipos de cuestionamientos, de subversión, ya no subversión política que no es viable en este momento, sino una subversión desde lo íntimo; y esto me parece que, dice, prepara material para el futuro”. 4 En esa batalla para ganar la cotidianidad se enfrentan los graffiteros armados de aerosol y poesía. Aunque, obviamente, hay graffiti que siguieron otras líneas la huella de Quito se forjó en lo poético, con un lenguaje -que al igual que los postulados contestatarios- subvirtieron el lenguaje: fueron una pedrada dada al descuido al transeúnte. Me parece que era su manera de instalar una Revolución de los Pétalos, aunque muchos nunca lo supieron. En un país donde solamente el uno por ciento de sus jóvenes leen, salir a escribir en las paredes era en sí un acto de sensibilidad. Fue entonces que los símbolos se cargaron de rupturas. Moreano señala: “El graffiti no es un medio de comunicación de masas, es el derecho de la subjetividad a exhibirse públicamente”. Y así aparecieron: “Tengo una mujer atravesada en mi cerebro, quisiera escupirla pero tengo otra mujer atravesada en mi garganta” o “¿Te atreverías a saltar por el ojo de una aguja”. Estos códigos no estaban alejados de una actitud política, pero muchas veces desde la desesperanza: “Recordado país, ¿cómo era que te llamabas?" o “La sociedad construye abismos, hay niños vendiéndolos en la calle”. Y en el fondo una marginalidad: “Hasta cuando seremos los pacíficos dueños de tanto absurdo” o “La moral está por los suelos. Písala!”. Y un desprecio a los políticos: “Las putas al poder sus hijos ya fallaron” o “Mi binomio son tus ojos”. Dentro de esta actitud crítica los medios de comunicación también llevaron su parte: “Periodista: media vida habla lo que no sabe, media vida calla lo que sabe” o “Periodista quítale el condón a tu pluma”. Tampoco el problema medioambiental quedó a un lado, pero con otra lectura: “Qué suerte que los ecologistas son biodegrables”, “Fluye el petróleo, sangra la selva” o “Quisiera ser ecologista en un bosque de mujeres”. Pero ante todo la urbe, que ha crecido cuatro veces en menos de 25 años: “Quito: Patrimonio de la soledad”, “Cómo gasto paredes recordándote”, “Ciudad: entre el charco y la despedida”, “La ciudad se derrumba y yo pintando”, con bastante influencia de Silvio Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Rodríguez, que al igual que estos poetas tuvieron una influencia fundamental de César Vallejo. Junto al canto existencial de “La vida empieza cuando los hijos se van y el perro se muere” o “Somos mártires de una causa perdida” está la urgencia: “Proletarios del mundo uníos, última llamada” o “El Capitalismo vive porque los hombres han muerto” y la realidad: “Vivimos la resaca de una orgía que nunca participamos”. Siempre, la cruda realidad: “Vendrá la Muerte y tendrá tus ojos” o “Cristo viene, compre su entrada”. Pero siempre la poesía: “La Luna cayó en mi jardín, hoy solo cosecho manzanas de plata” o “Algún día los grillos espantarán trigales”. Pero también: “No confíes en tu sombra porque puede ser el espía de tu subconsciente”, encontrado en un bar. Armando Silva dice que “la inscripción urbana que llamamos graffiti corresponde a un mensaje o conjunto de mensajes, filtrados por la marginalidad, el anonimato y la espontaneidad y que en el expresar aquello que comunican violan una prohibición para el respectivo territorio social dentro del cual se manifiestan”. 5 En esto de pervertir el orden se reconocen otros momentos: el graffiti de Mayo del 68, el del metro de Nueva York -donde Basquiat o Haring terminaron en las galerías de arte- el tercer movimiento que irrumpió en los 80`s en América Latina, en donde en algunas de sus ciudades primó, debido a su condición política, un graffiti más ideológico que expresivo. Todo esto sumado a un compendio de humorismo, a lado de máximas y refranes populares donde, como dice Silva, “es evidente que nuestro graffiti sigue el rico patrimonio hispanoamericano: crueldad, machismo, viveza, erotismo, juego con la muerte y una visión un tanto cínica y apocalíptica del futuro. Pero también hay que anotar que el uso de la imagen en el graffiti actual se debe a su misma evolución hacia posibilidades de expresión poética, e incluso al estímulo mismo de sectores artísticos que en distintos países han cobrado presencia sobre las mismas paredes de la ciudad”. 6 Este denominado Tercer Momento llegó a Quito a inicios de los 80´s, en los 90´s lo que ya se intuía sucedió: el graffiti se jugó por la literatura. En un país donde precisamente la apertura a la nueva literatura no es usual los graffiteros convirtieron a la pared en su mejor imprenta y una manera de contar los propios temores de la urbe, esperanzas e incertidumbres, naufragios y traiciones, ternura y fantasmas, utopías y bastante soledad. Un tatuaje para comprender a esta ciudad de campanas y neón: un telón abierto sin ambages y donde la adrenalina se confunde con las vitrinas de oropel.“Cuando pinto estoy profundamente conmovido, entro en un estado de trance. Día a día acumulo evidencias, resplandores, juegos de rayuela sin ficha, llega un punto en que todo se desborda en cinco o seis palabras, es cuando siento la necesidad de continuar el vértigo”, dice un ser del nocturno azar. 7 “La ciudad estampida siempre deja una salida, balas perdidas rompiendo espejismos, cometas que huyen de invernaderos. La aventura es interminable, la ciudad es un simple pretexto”, dice un representante del triángulo (en Quito cerca de ocho grupos irrumpieron y dejaron su huella: un triángulo, una escalera, un reloj, la espada, una lágrima o dos K invertidas, entre otros). Y allí están sus postulados: para un integrante del ojo “A América Latina le hace falta un desgarramiento, un momento de hipersensibilidad para poder abandonar prácticas sociales totalmente destructivas”. Para un representante del reloj pintar graffiti es como pintar a los amigos o como dice Eduardo Galeano: “uno escribe para los amigos que están lejos”. Para un graffitero vinculado al triángulo, que habla de expandir los naufragios, “la vida está en el intento de despertar al resto, en el pretexto más tenaz para respirar y no sentir miedo”. En cambio uno de S.O.S pecho “Los estremecimientos más hermosos se dan cuando vemos la inmensidad de nuestra colisión, cuando convertimos al horizonte en un inmenso juguete” 8 Alicia Ortega al referirse a lo que ha denominado graffiti bello dice: “podemos rastrear la construcción de un sujeto moral capaz de censurar a los demás (“Oye estúpido promedio, ¿porqué no te aflojas la corbata” o “Tu vida un océano de trivialidades”) y de presentarse como Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel compensador de males y como fundador de una “cofradía de justicieros” en la que la práctica letrada es un ejercicio de especulación de un orden nuevo”. 9. Aunque advierte que hay reciclaje y discursos y viejas profecías (como, Dadme una pared y cambiaré el mundo) el graffiti de Quito -de la vertiente poética- muestra a jóvenes que inauguraron en las paredes una corriente literaria ecuatoriana, llena de imágenes y simbolismos. De hecho, muchos de ellos han continuado con su trabajo y, al momento, han publicado básicamente poemarios. Pero también está una filosofía, acaso más humanista, que no pudieron desprenderse de esas paredes. No fue, como se ha señalado, una literatura arcaizante, sino una situación de ruptura -en muchos casos- con la palabra sin renunciar a la filosofía contestataria. Aunque ese Tercer Momento tuvo también otras vertientes que podrían ser entendidas si se toma en cuenta que fueron una manera de aproximación literaria en una sociedad cargada de símbolos visuales con contenidos diferentes, rechazados por los graffiteros. Sin embargo no todo lo que está en las paredes puede ser considerado como graffiti, porque muchos no van en contra de un orden establecido, excepto pintar en una pared que está prohibido, señala Armando Silva. Pero en la movilidad del graffiti se puede sugerir como una ruptura en una sociedad no habituada a estas simbologías. En ese sentido, el escritor Edgar Alan García sugiere también una aproximación literaria al graffiti. Lo sitúa junto a los haikus japoneses: un poeta camina solo en busca de inspiración, en lo alto de una roca encuentra a otro poeta y escribe: “Cima de la peña: allí también hay otro huésped de la luna”. Estos súbitos destellos son una suerte de revelación: “Peces voladores: al golpe del oro solar, estalla en astillas el vidrio del mar”. Y las influencias son de Pound, Claudel, Tablada, Huidobro o Villaurrutia con: “Cuando la vi, cuando la vid, cuando la vida”. De hecho, además, hay en las paredes Beneddeti: “Te quiero porque tus manos trabajan por la justicia”. Pero podría también estar Borges: “el nombre de una mujer me delata / me duele una mujer en todo el cuerpo”. Además tienen similitud con los microgramas del ecuatoriano Carrera Andrade: “Nuez: sabiduría comprimida, / diminuta tortuga vegetal / cerebro del duende”. En sus variantes se puede encontrar aproximaciones a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna que escribió: “las serpientes son las corbatas de los árboles”. En Quito se escribió “el viento es torpe: no sabe cerrar las puertas” o “el sueño es un depósito de objetos extraviados” o “El llanto de las piedras es la risa marchita de la hierba”. García realiza una búsqueda de fragmentos de poemas que podrían ser aparentemente graffiti, en el contexto válido de mostrar la ternura: “Eros, yo quiero guiarte, padre ciego”, de Delmira Agustini; “Tu, el arco iris tenue después de mil diluvios”, de Gonzalo Escudero; “Tu labio es un sendero de sangre hacia el espasmo; eres un surtidor de fiebre entre la sombra”, de Miguel Angel León; “El mundo (comienza) en los senos de Jandira”, de Murilo Méndes; “Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos / como la espada del río a la luz del incendio”, de Octavio Paz; “No es el amor quien muere / somos nosotros mismos”, Luis Cernuda; “Si quiere ver la vida color de rosa/eche veinte centavos en la ranura”, de Raúl González Tuñón, y claro del propio Edgar Alán García: “Lunático menguante / busca mujer creciente / prometo órbita elíptica / o eclipse en caso de melancolía”. 10 En el libro Entre Marx y una mujer desnuda, de Jorge Enrique Adoum, se puede encontrar abundante material: "Las mujeres hermosas siempre están acompañadas de pendejos". En este texto, vital para un acercamiento a la mentalidad ecuatoriana, se puede leer además: "En este país para ser feliz hay que serlo a costilla de alguien, por eso acá ser feliz es casi una canallada" o "Así entró el Conquistador, centauro de presidio, con Santiago y Dios al anca y pólvora y gonorrea en las alforjas". En el libro El ocio incesante, de Francisco Tobar García, se puede encontrar: "Me busqué a mí mismo en todos los cuerpos de las mujeres con quien hice el amor" o textos como "La culpa... ¿no ves como las antenas han remplazado a las cruces? Nadie cree en Dios ahora. Todos hablan de la última telenovela venezolana. ¿Involución? Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel En el caso de las greguerías está el vasto trabajo del ecuatoriano Guillermo Rosero, que aún no ha sido reconocido: “Y la cola del perro se llenó de sonrisas” o “¿Qué pasaría si se descubriera que fue Adán el que ofreció la manzana a Eva?”. Además se puede leer: "La aviación francesa en la Edad Media, se reducía a escobas", "Los príncipes azules cambian de color con la edad; de allí nacen los viejos verdes", "Cuando se pone un calcetín parece que se usa un preservativo inocente", "El borracho se coge la cabeza cuando regresa a casa, para estar seguro de no haberle dejado empeñada", "Quise desnudarla con la mirada pero hacía mucho frío", "El amor viene así... de repente. Y se va así... de repente", "Cogió un caballo y se limpió los dientes", "Con el beso me robaron los gérmenes más puros", "Era un amante tan ingenuo como el primer colono", "Lo primero que Eva se tapó fueron los ojos. Adán se tapó los oídos", "Cuando terminó de desempolvar sus recuerdos, descubrió que había sido un imbécil". 11. El graffiti siempre hay que leerlo en contexto. Silva, en su libro Una Ciudad Imaginada, segunda edición, página 10, señala: "El sello característico del graffiti viene marcado por la prohibición social de lo que expresa y a partir de tan delirante ambivalencia es como concebimos su escritura como pervertora de un orden lingüístico, social e ideológico". ¿Por qué, entonces, señalar, que una parte de los graffiti quiteños tienen un parentesco con la literatura? Eso tiene una explicación: el taller literario Truco Palabra, fue uno de los primeros en tomar las paredes para presentar su arte: Eduardo Galeano en 1987 recopiló uno, aparecido en letras rojas en la avenida Colón: "Porque no le damos todos una patada a esta burbuja gris. Los jóvenes poetas del taller Matapiojo también acudieron a los muros para impregnarlos de sus creaciones: "Tritura la realidad, rómpete los zapatos auscultando las calles". Makarios Oviedo, en su libro Culturas subterráneas: el graffiti, nos trae una aproximación: "Se nos enseña a actuar en el teatro de la vida, unas veces con máscaras y otras con pelucas; una veces con el sentimiento de culpa y otras con el del perdón". Esta transgresión del canon -mezcla de epigramas y antipoemas- es una suerte de cuestionamiento a las élites culturas: los falsos gurúes, a veces. Y es este arte de la calle que queda confirmado por el graffiti que "pone su huella indeleble, altiva, comprometida. Ahí está, dice Oviedo, para sacarnos del anonimato de ese anonimato que nos da una vida furtiva, tímida, incrédula, dentro de esta cultura "kisch". Cada día la ciudad se levanta con un nuevo mensaje de libertad, con una nueva inyección de esperanza, con un nuevo síntoma de que vamos saliendo de ese estado de coma en que por vía intravenosa vivimos". 12 Pero quienes eran esos jóvenes que burlaban a la noche, a inicios de los 90`s. María Luisa Barahona en su tesis “Entre paredes”, de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central, nos aproxima a este mundo: el 75% de los hacedores de graffiti se dedican a una actividad artística como música, poesía y pintura, en ese orden. El 75% también estudian carreras relacionadas con las ciencias sociales y no pasan los 25 años. El 80% protesta contra el sistema en general pero también hay altos porcentajes en contra de la injusticia y la indiferencia. Es interesante conoces, además, que el 33% se dedica a una actividad política y la mayoría comenzó temprano: el 50% lo hizo entre los 11 y 15 años como una manera de desahogo en esa etapa. Barahona señala: "Todos los autores demostraron ser personas seguras de su mismas y expresaron que están a gusto con lo que hacen. Sin embargo al preguntar sobre su realización personal el 92% entiende a esto como un proceso largo y complejo, pues siempre hay algo nuevo que hacer". Estos entrevistados coinciden en señalar que el motivo que los conduce a la elaboración de los graffiti es una necesidad interna que tienen de comunicarse y expresan su posición a la vida por todos los medios posibles. "El graffiti constituye en un espacio lleno de magia y poesía, sustentado en diversas situaciones cotidianas, es un cómplice del autor y es un concierto sutil y sugerente. Desconcertante". Barahona dice que esta cotidianidad que urbaniza y que deshumaniza, como lo reconocen los graffiteros, es el resultado de determinadas relaciones de producción. y en este terreno se da la comunicación. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel De hecho, el 83% cree que los medios de comunicación tradicionales buscan mantener el sistema consumista vigente. El 75% considera que los mass media representan a las clases altas y al Estado, y son estos sectores quienes detentan el poder (en Ecuador el 5 por ciento de su población es la dueña del 56 por ciento de la producción). Entonces esos tatuajes de la urbe también están presentes en sus hacedores. Es esta filosofía contra el oropel la que mueve al aerosol. Sin embargo, los graffiteros no son idiotas latinoamericanos: cuando tienen oportunidad de trabajar en un medio de comunicación tradicional -ellos lo reconocen- acuden bajo un argumento: utilizar al medio para intentar de plasmar sus ideas. Por eso el 50% está en contra de la deshumanización y el 25% responde a las tensiones de la vida urbana. El 92% ciento está convencido que el graffiti es esencialmente contestatario y el 58% defiende lo poético. En otras entrevistas, el 83% busca crear conciencia, el 67% crear reflexión, el 50% cambiar de conducta y el 50% lo hace exclusivamente por divertirse. Hay otra señal: el 67% cree que es importante la agresividad para realizar graffiti. Estos porcentajes no suman el 100% porque los entrevistados optaron por varias respuestas. En el momento de pintar el 58% lo hace colectivamente mientras que el 42% lo hace indistintamente individual o grupal. ¿Pero qué piensa el público que los lee? Al otro lado de las paredes pintarrajeadas hay un 56% que cree que atentan contra el ornato de la urbe, pero el 32% considera que no hay problema. El 47% es partidario de un castigo y el 25% dice que no debe haber represión bajo ningún concepto. De estos entrevistados, más de un centenar, el 56% reconoce que algún graffiti lo llevó a la reflexión, y el 23% dice que pintaría un graffiti si tuviera algo que comunicar. Hay otro punto a favor: el 59% creen que los fantasmas de la noche tienen una actitud crítica frente a la sociedad. Sin embargo el 12% señala que quienes los pintan lo hacen porque no tienen nada mejor que hacer y el 1% (probablemente un dueño de casa) dice que los que pintan en los muros tienen un desequilibrio mental. Pero quienes son estos perceptores. De los encuestados que trabajan solo el 20% está satisfecho de su situación actual mientras que el 80% está mas o menos o de ninguna forma satisfecho. 13. Por eso no es de extrañar que se pueda leer: “Señor dueño de casa déjenos pintarle sus limitaciones” o “Un océano de mercancías / un barco de hombres a la deriva”, que después algunos graffiteros tuvieron que tragarse entero, con todo y naufragio. Patricio Falconí, en su libro de graffiti, trae a Borges a escena, dice que si las hadas no le hubieran hecho poeta hubiera sido un suponer- guerrero de paredes: graffitero. Y lo cita: “No exageres el culto a la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces” o “Que la luz de la lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea, Dios la verá”. 13 El graffiti como imaginario urbano se transforma en un cronista para entender -de manera descarnada- la mentalidad de una ciudad. En este caso el graffiti ideológico dio paso al poético. Silva dice que obligado a buscar otras respuestas ciudadanas: “se fue gestando y naciendo un “movimiento” plástico coyuntural, que coincidían en un lugar común: deshacer la escrituragraffiti de las antiguas formas panfletarias y acudir a nuevas suspicacias formales; introducir el afecto (y el efecto social), pero también la forma de arte, la figura y no sólo el verbo, para concebir un nuevo proyecto estético de su iconoclasta contemporánea”. 14 Y se pregunta: “¿No podría pensarse que el conjunto graffiti de una ciudad se constituye en cierta fabulación colectiva que acerca sus enunciados y su temática a la mecánica narrativa de una novela? Incluso, de hecho, ¿no existen condensados que son auténticos “minicuentos” descarnadamente realistas”. 15. Como un graffiti que decía: “Erase una vez / truz” o como diría Monterroso: “Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba ahí”. Pero las frases de los escritores también aparecieron en los muros quiteños como una prueba de que los graffiteros los tenían presentes y los querían compartir: "Madurar es adecuarse física y espirtualmente a la porquería: f. Sábato", "Confieso que he vivido: f. Neruda", "Los ritos son necesarios: f El Principito" o "El precio del poder: la soledad: f. García Márquez" Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel En una urbe, donde la memoria es frágil, los ritos siempre son importantes. Y haciendo una aproximación de Borges se podría decir que el que lee un graffiti en realidad lo está inventando o que el que levanta un adoquín es porque añora el mar -y los cambios de las olas-, aunque viva en una ciudad de neón y campanarios.

1. Fuentes Carlos, París, la Revolución de Mayo, Índice Rojo. 2. Ron Alex, Quito: ciudad de grafitis, Consejo Nacional de Cultura, Instituto de Investigaciones de la Cultura. 3. Morales, Juan Carlos, Graffiti en clave de Azul, inédito. 4. Ron Alex, Quito: ciudad de grafitis, Consejo Nacional de Cultura, Instituto de Investigaciones de la Cultura. 5. Silva, Armando, Una ciudad imaginada: Graffiti y expresión urbana, Universidad Nacional de Colombia. 6. Silva, Armando, Una ciudad imaginada: Graffiti y expresión urbana, Universidad Nacional de Colombia. 7. Morales, Juan Carlos, Revista Generación XXI, julio de 1997, Editores Nacionales. 8. Ron Alex, Quito: ciudad de grafitis, Consejo Nacional de Cultura, Instituto de Investigaciones de la Cultura. 9. Ortega, Alicia, charla presentada en la Universidad Católica de Quito, sobre su tesis de graffiti, de la Universidad Andina Simón Bolívar. 10. García, Edgar Alán, charla presentada en la Universidad Católica de Quito. 11. Rosero, Guillermo, El mundo de las greguerías. Colegio Nacional Teodoro Gómez de la Torre, Ibarra, Ecuador. 12. Oviedo, Makarios, La muralla el papel de los de agalla. Casa de la Poesía Jorge Carrera Andrade. 13. Barahona, María Luisa. Entre Paredes. Tesis de la Facultad de Comunicación de la Universidad Central. 14 Falconí, Patricio, Esa maldita pared, FundaFuturo. 15 Silva, Armando, Imaginarios Urbanos, Tercer Mundo Editores. 16 Silva, Armando, Una ciudad imaginada: Graffiti y expresión urbana, segunda edición, Tercer Mundo Editores. Ponencia presentada en Quito en las Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana, Jalla 97, por la Universidad Central del Ecuador, Facultad de Comunicación Social

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Ecuador: de los Señores del Cacao a los Señores del Billete

"En este país para ser feliz hay que serlo a costilla de alguien. Por eso en este país para ser feliz es preciso ser un canalla" Jorge Enrique Adoum, en Entre Marx y una mujer desnuda.

Las masivas migraciones en el Ecuador han tenido –a finales del XIX y finales del XXlos mismos protagonistas: pocas familias que han legitimado una perversa forma de desigualdad social, la más injusta de América Latina bajo el nombre de monopolios. Durante el auge del cacao la familia Aspiazu era la más grande productora del mundo, desde 1895 hasta 1925, eran dueños de 59 haciendas (unas 150.000 hectáreas) de donde se extraía 80.000 quintales anuales. La otra familia poderosa era los Seminarios, originarios de Perú, con 35 propiedades y una extensión de 130.000 hectáreas. Los dos grupos, en conjunto, eran los mayores accionistas del Banco Comercial y Agrícola y Banco Central. A finales del siglo XX su heredero: Fernando Aspiazu Seminario –dueño de bancos, empresas eléctricas, haciendas y medios de comunicación- había destinado 3 millones de dólares para la campaña presidencial de Jamil Mahuad quien le devolvió el favor: en 1999 –en un intento de salvar al Banco del Progreso, propiedad de Aspiazu Seminario- decretó el congelamiento bancario. Los bonos del “salvataje” se asentaron en el balance del Banco Central como “activos netos no clasificados”. En su investigación Julio Oleas afirma acerca de estos dineros para los banqueros corruptos que tenían operaciones vinculadas: crédito al sector público, respaldado por bonos emitidos por el Ministerio de Finanzas, operación expresamente prohibida por la Constitución. La crisis bancaria y su “salvataje” –más la anterior sucretización (cuando el Estado paternalista asumió la inoperancia de las empresas)- costaron al país 8.000.000 millones de dólares, lo que habría alcanzado para 3.200 años de infraestructura educativa, cuyo presupuesto es de 2.5 millones de dólares. Según los estudios comparativos de estos montos se habrían resuelto otros problemas nacionales: 27 años de gasto en Educación y Cultura (300 millones de dólares); 87 años de gasto en Salud y Desarrollo Comunitario (92 millones de dólares); 78 años de Desarrollo Agropecuario ( 102 millones de dólares); 362 años de gasto en Desarrollo Urbano y Vivienda (22 millones); 454 del saldo del crédito concedido por el Banco Nacional de Fomento, hasta el 31 de diciembre de 2.002 ( 17.6 millones de dólares) Luego de siete años de liberación financiera –y una política neoliberal que no ha resuelto la crisis- solo tres bancos –de los diez más grandes- sobrevivieron con sus mismos dueños: del Pichincha y Produbanco, de Quito, y de Guayaquil, en el puerto principal. A finales del XX, además de la caótica política de los gobiernos de turno, permitió la peor crisis del Ecuador: se calcula que 3.000.000 de ecuatorianos fueros expulsados en una migración hacia destinos como Norteamérica y Europa. Años más tarde, serían precisamente sus remesas (821.4 millones de dólares) lo que permitirían –de cierta manera- que la “dolarización” no colapse. Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Han sido, entonces, la lógica perversa de las élites –tanto políticas y financieras- quienes han mantenido al Ecuador en similares condiciones de hace un siglo: la desigualdad social, causa principal para que las migraciones se produzcan. A inicios del siglo XXI la situación no ha variado: el 20 por ciento de la población es dueña del 63 de su producción. Durante la época cacaotera la lógica de los grandes propietarios –los Señores del Cacao- lograron que su monopolio crezca de tal manera hasta imponer condiciones paupérrimas de vida, especialmente de los pequeños propietarios que después de volvieron jornaleros, lo que propició las grandes migraciones, ante una Sierra que había decaído en su sistema de obrajes heredados de la Colonia. En su libro sobre esta época, Manuel Chiriboga, afirma que fueron pocas las familias que sentaron las bases para una distribución desigual de la riqueza, aún existente en el país. La lógica de los grupos dominantes logró crear las condiciones para que el auge cacaotero -de 300.000 quintales en 1880 a un millón de quintales hasta 1917- se formara de un violento proceso de acumulación, donde el acaparamiento de las propiedades por parte del reducido grupo produjo la expulsión de una gran masa de pequeños, medianos e incluso grandes propietarios. Esto daría, señala Chiriboga, por efecto una estructura productiva altamente concentrada, la habilitación de nuevas áreas de la producción y la capacidad renovada de someter a importantes contingentes laborales al proceso productivo. Para lograr este propósito los pequeños propietarios sin título de tierras fueron desalojados y también se remató las tierras con deudas a los usureros, por eso los pequeños propietarios terminaron de jornaleros. Los antiguos pequeños propietarios pauperizados estaban atados a los fundos mediante el sistema de concertaje o peonaje por deudas. Para finales del siglo XIX un pequeño pero poderoso grupo de 30 familias tenía en su poder el 70 por ciento de las tierras donde se cultivaba el cacao. Cuando el auge del caco se produjo estas familias habían ya fundado sus propios bancos y emitían hasta sus propios billetes y tenían representaciones en las principales líneas marítimas, aseguradoras, además de agentes comerciales en los principales mercados europeos. Para tener una idea de este monopolio es importante señalar que solamente los Guzmán, Seminario Hnos. y Aspiazu Hnos. exportaban juntos el 60 por ciento del cacao. En este contexto se produjo un mecanismo de extorsión a la población campesina, aunque los artesanos tuvieron cierta autonomía hasta que entraron en crisis. Aunque en esta época los levantamientos se multiplicaron fueron reprimidos por el ejército. En este sentido los exportadores cacaoteros estaban interesados en vincularse con el Estado y para ello era preciso romper con el poder del clero religioso, que era además el principal sostén ideológico del sector terrateniente serrano. Era preciso una ruptura con la legislación anti-campesina que limitaba la migración de los indígenas de las comunidades, imponer el patrón oro y robustecer la moneda nacional. Esta transformación vendría con la revolución alfarista y sus montoneros, largamente financiada y apoyada por los núcleos dominantes de la costa. Con el ascenso de Eloy Alfaro irían también los nuevos millonarios Lautaro Aspiazu, Miguel Seminario, Homero Morla y Sixto Durán Ballén, homónimo y pariente del ex presidente, quien eliminó los controles financieros a los bancos. Las tasas de ganancias de este monopolio del cacao eran del 325 por ciento merced a la explotación y a la mala distribución de la acumulación, algo que ha sido una constante en la historia ecuatoriana en diversas épocas y con variados productos. ¿Pero qué hicieron con el dinero estas pocas familias? Chiriboga señala que las utilidades sirvieron al mantenimiento de un sofisticado y lujoso nivel de vida, que se evidenciaría en la residencia permanente de varios miembros de las familias agro-exportadoras en el exterior, particularmente en Francia, donde buena parte de la fortuna era dilapidada (Vinces, con una réplica de la Torre Eiffel era llamada París Chiquito). Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Hoy día, 80% de la población ecuatoriana vive en la pobreza, más de 80% de la población rural no tiene acceso al agua potable, y solo 1,4% de las haciendas ocupan 43% de la tierra de campo. Mientras los gobiernos de turno destina más de 40% del presupuesto nacional a la deuda externa, se ha cortado el presupuesto para la salud desde 6% hasta 3%, y se han eliminado los programas de nutrición que ahora apenas cubren menos del 5% de los niños que lo necesitan. En los sectores urbanos, en 1990, el 5% de la población más rica tuvo ganancias 40 veces más altas que el 5% más pobre; cinco años después, en 1995, esta diferencia creció hasta 65 veces. Para el 2000 cada niño ecuatoriano que nacía tenía una deuda de 1.073 dólares. Los Señores del Billete –los banqueros corruptos- crearon una crisis sin precedentes. Tras el “feriado bancario”, el interés por salvar a ciertos bancos arrastró con el 70 % del sistema. El 22 de marzo de 1999 el Banco del Progreso cerró sus puertas. La auditoría externa realizada a esa entidad señalaron que ascendía a 550 millones de dólares, concedidos a 280 empresas fantasmas relacionadas con su administración. El monopolio ha sido, acaso, uno de los graves problemas del Ecuador, en cada época, desde el cacao, de la familia Aspiazu; el banano de la familia, Noboa, hasta los bancos, vinculados por nexos familiares y políticos. Todos estos estamentos, por supuesto, controlan los medios de comunicación y tienen presiones en los políticos de turno, desde el Presidente para abajo. Esto ha hecho que el Ecuador sea uno de los países más injustos. La concentración de la riqueza es aguda: el 20 por ciento de la población ecuatoriana de más altos ingresos concentra el 63.43 % del ingreso total, ubicándose en los nivelas más altos del mundo. Según la publicación Ecuador: su realidad, de la Fundación Peralta, el 20 % más pobre de la población ecuatoriana recibe apenas el 2.16 % del total de los ingresos. Organismos como el Banco Mundial estiman que el 60 % de los ecuatorianos vive en situación de pobreza o al borde de ella. Existen, por lo tanto, 2.000.000 millones de ecuatorianos en situación de indigencia. Hay múltiples motivos: fenómeno del Niño, terremotos, dramática caída de los precios internacionales, crisis financiera, medidas de ajuste estructural, proceso de dolarización, condicionamientos impuestos por el Fondo Monetario Internacional, FMI, neoliberalismo, pero también –como señala este ensaño- la ceguera que viene de antiguos tiempos: los Señores del Cacao y los Señores del Dinero, que en definitiva pertenecen a las mismas familias. Aunque uno de sus herederos está bajo rejas (Fernando Aspiazu Seminario) es irónicamente el único de los responsables, como si esta excepción confirmara la regla. Esta situación ha creado que la pobreza siga en aumento: mientras en 1988 la pobreza alcanzaba al 36 % de la población en 1999 aumentó a 66 %. El nivel de concentración crece al mismo nivel de la pobreza: el 10 por ciento de la población más rica del país recibe el 45 por ciento de la riqueza nacional. Esto ha causado que el desempleo alcance cifras del 19 % y el subempleo en más del 60 %. El Producto Interno Bruto, PIB, per cápita del año 2000 es inferior a 1977: se ha retrocedido en 30 años. Desde 1995 hasta 2000 se han duplicado el número de pobres y triplicado el de indigentes. De 3.200.000 pobres se ha pasado a 8.100.000 ecuatorianos, cifras históricas de la infamia. A esto hay que sumar que la deuda pública ha crecido 48 veces mientras que la producción lo ha hecho únicamente cinco veces. Y es precisamente esta exclusión que ha generado la mayor migración en la historia republicana. La pobreza es la capacidad estructurar de un hogar para satisfacer sus necesidades básicas. Los estudios señalan que quienes no lograron cumplir los requerimientos nutricionales mínimos de la canasta básica familiar (2.300 kilocalorías diarias) era porque no contaban con los 210 dólares que costaba su adquisición, a finales del siglo XX.

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Corsario de Papel Según la información de los motivos de la migración de los ecuatorianos, el 48 % decidió marcharse para buscar una mejor calidad de vida en el futuro; el 32 % indicó porque en el Ecuador no hay trabajo, mientras que el 7 % porque los salarios son bajos. Con una población de 12.600.000 habitantes una crisis sin precedentes, el país parece haber olvidado que su historia no ha variado desde la época Colonial. Han sido las mismas familias –dependiendo de sus contextos y lazos- quienes han manejado a un país que no se merece su desgracia. Aunque las remesas de los migrantes ha aliviado la economía del Ecuador, ha sido el Estado quien no ha entendido esa lógica: los círculos poderosos de las familias –que han causado la crisis- no han mirado hacia este sector. Han sido desde las clases más marginadas, como ocurrió con los jornaleros en la época del cacao o los impuestos indígenas y su trabajo durante la Colonia, quienes han sustentado una economía que nunca les ha sido favorable. Ante la inminente conmoción social que se avecina, debido a que la situación se agrava, es preciso recordar que tanto los Señores del Cacao como los Señores del Billete han dado paso a los Señores del Poder, léase las mismas élites aliadas con los políticos de turno, quienes han creado las condiciones actuales. La memoria, entonces, requiere ser preservada para tener la certeza de saber en manos de quiénes estamos, en un Ecuador de perversidades.

Acosta, Alberto, Breve Historia Económica del Ecuador, Corporación Editora Nacional, Quito 1995. Acosta, Alberto, La trampa de la dolarización: mitos y realidades para la reflexión. ILDIS, Abya Yala/UPS, 2002 Ayala, Enrique, Resumen de Historia del Ecuador. Biblioteca General de Cultura. Corporación Editora Nacional, Quito 1993. Chiriboga, Manuel, Auge cacaotero y economía regional: La costa ecuatoriana a inicios del siglo XX, Quito, 1987. Ecuador Debate, Varios números: 38, 42, Centro Andino de Acción Popular, CAAP Fundación José Peralta, Ecuador: su realidad, 2003. Fundación José Peralta, Quito, 2003. Fierro, Luis, Los grupos financieros de Ecuador, Quito, 1887. Oleas, Julio, Economía en la Época Republicana, Enciclopedia Círculo de Lectores, Tomo III, Bogotá, 2003. Quintero-Silva, Ecuador: una nación en ciernes. Tomo II, Abya Yala, FLACSO, Quito, 1991. Salgado, Wilma, Ecuador Debate, Cifras sobre el salvataje y la sucretización, Quito 2000 UNICEF, Fundación Universo, Los impactos sociales de la dolarización, Quito, 2000

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Ecuador: ¿Vasija de barro o Amigo Trigo?

"Yo quiero a mí me entierren, / como a mis antepasados, / en el vientre oscuro y fresco, / de una vasija de barro". Título: Vasija de barro. Yaraví de varios autores, entre ellos Jorge Enrique Adoum y Oswaldo Guayasamín. La primera estrofa pertenece a Jorge Carrera Andrade.

"Qué tal, amigo Trigo, / parece de lejos, que estás sonriendo conmigo / Has visto el sol, / tiene su boca reseca / con tanta bomba, / contaminaron su río". Título: Amigo Trigo. Hugo Idrovo, música urbana.

El libro Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez es polisémico. Se puede leerlo desde Melquiades -que descifra un juego borgiano de pergaminos-; desde Macondo, que es la apología del subdesarrolo, que incluye la discusión lo rural-urbano, como lo sugiere Agustín Cueva; desde el doctor Barbosa, de Aracataca, que contó la historia a Gabo; desde el realismo mágico; desde el boom o desde Nicolás Márquez, el abuelo, que representa la estirpe de los Buendía y que hacía pescaditos de oro para sus nietos. Desde los textos también se puede leer a un país: otra sería la historia, dicen, si los argentinos en vez de leer Martín Fierro, de José Hernández, tomaban a Facundo, de Sarmiento (se ha sugerido que América Latina, puede ser leída desde Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de Jorge Luis Borges). Lo propio puede aplicarse a Ecuador: ¿en lugar de Huasipungo, de Icaza, Un hombre muerto a puntapiés, de Pablo Palacio o el mismo Ecuador: señas particulares, de Jorge Enrique Adoum, o desde los graffitis: "Querido país: recibimos tu mensaje en una botella". ¿Desde qué prisma leer a un país? Adoum lo hace, en una parte de su libro, desde Vasija de barro: "(Con frecuencia me han preguntado, en especial los jóvenes, por qué la canción Vasija de barro, compuesta hace cerca de cincuenta años, corresponde también a nuestra identidad, nos sentimos tan representados por ella (son palabras suyas). Creo que semejante pregunta es la mejor prueba de cómo andamos en busca de algo de nuestro pasado a donde podemos aferrarnos para ser lo que queremos ser. La primera estrofa, y la principal en este caso, escrita por Jorge Carrera Andrade -"Yo quiero a mí me entierren, / como a mis antepasados, / en el vientre oscuro y fresco, / de una vasija de barro"- se refiere a unos antepasados remotos, preincaicos. Esos "entierros primarios", aunque aparecen en todas las culturas -los "secundarios" estarían construidos por la conservación de huesos en vasijas, tras una inhumación-, diferentes según el lugar y la importancia de los personajes y no se hallan, por ejemplo, en el cementerio de los "amantes de Sumpa", de modo que es probable que lo Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel hayan practicado algunos grupos o provincias, o en determinados periodos de su biografía. Lo interesante aquí es que esta tradición no se conservó, ni siquiera entre los indios, debido, ante todo, a la introducción de los ritos funerarios de la Iglesia católica. Que esta canción sea "tan nuestra" puede atribuirse a la autenticidad de la música mestiza y quizás a la carga poética de la letra, o tal vez al atractivo que ejerce en nosotros la evocación del pasado remoto y de la muerte". Para descifrar las palabras de Adoum hay que partir primero desde ese "nos sentimos representados" que -según el escritor- dicen los jóvenes. Según una pequeña encuesta realizada para este ensayo, los jóvenes no coinciden en ser representados con la canción Vasija de barro. Muchos dicen que se sienten más ecuatorianos cuando cantan Nuestro juramento, de Julio Jaramillo: "No puedo verte triste porque me mata / tu carita de pena mi dulce bien / me duele tanto el llanto que tú derramas / que se llena de angustia mi corazón". Esto sucede, a mi juicio, porque Julio Jaramillo es un imaginario que une al país, pese a que esta música habla del desarraigo que sufrieron los ecuatorianos a finales de la década de los setenta, y posteriormente las migraciones, básicamente a Estados Unidos. Es decir, aunque no concuerda con su realidad actual este tema es importante desde que fue reeditado por el grupo Pueblo Nuevo, que incluso le dio nuevas características rítmicas. Vasija de barro más bien es una suerte de tema realizado en una noche que no tiene los vínculos de la música tradicional y que su estructura rítmica es muy antigua. Eso no impide decir que en un momento participó del canon de lo que se ha denominado erróneamente como música nacional (esta temática será discutida más adelante). ¿Por qué Adoum pone una matriz -Vasija de barro- para leer la identidad ecuatoriana? Al parecer, porque el escritor no ha podido percibir las nuevas realidades del país. Su discurso -o su visión- corresponde justamente a la época en que fue escrito el tema: hace 50 años. El caso de Guayasamín podría ser ejemplar: su pintura -desde la Edad de la Ira- no ha sido mayormente modificada y es un imaginario falso que sea el pintor más representativo del Ecuador, en lo que se refiere a innovación. Al parecer esto tiene que ver con el léxico. El Ecuador ha perdido ciertas palabras -ciertas metáforas- y adquirió la certeza de emplear otras. Lo interesante de esta propuesta estriba en que es posible comprobar que hay intelectuales que no pueden pasar la barrera de los léxicos y pueden de esta manera leer el mundo desde un lugar equivocado. Esto es cuando se ponen una máscara -por ejemplo con una teoría obsoleta- para entender una realidad que ha sido superada (como el caso de leer al país únicamente desde el pasillo sin aceptar la diversidad). En lo que se refiere a la contingencia Richard Rorty explica una analogía: se puede decir que Europa fue perdiendo poco a poco la costumbre de emplear ciertas palabras y adquirió la costumbre de emplear otras (como lo que sucede en Ecuador que las visiones del mundo son diferentes al tiempo que fue realizada la Vasija de barro). Por ejemplo, dice el autor, el léxico aristotélico tradicional se insertó en el léxico matematizado en el siglo XVIII, como Hegel y Hölderlin descubrieron que el léxico con cual reverenciaban a Jesús se estaba insertando en el léxico con el cual reverenciaban a los griegos. El autor dice que las viejas metáforas se están desvaneciendo constantemente en la literalidad para pasar a servir de base y contraste de metáforas nuevas. Estas analogías, señala, nos permiten concebir a "nuestro lenguaje" -esto es el de la ciencia y de la cultura de la Europa del siglo XX- como algo que cobró forma de raíz de un gran número de meras contingencias. "Nuestro lenguaje y nuestra cultura no son sino una contingencia, resultado de miles de pequeñas mutaciones que hallaron un casillero (mientras que muchísimas otras no hallaron ninguna), tal como las orquídeas y los antropoides". Esas contingencias, en el caso ecuatoriano, tienen otras simbologías: desde la época en que fue escrito el tema en que participó Adoum, las mentalidades han cambiado. Las Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel metáforas para entender al país son otras: la realidad se mueve por la diversidad, que su mayor riqueza. Desde inicios de los noventa -con el levantamiento indígena- nuevos actores se insertaron en la vida nacional. Hay un problema de fondo: distinguir entre la realidad y la apariencia. Esto tiene que ver que los ecuatorianos ya no utilizan el mismo léxico para nombrar las cosas. Ese cambio en la forma de hablar ha permitido un cambio en lo que se quiere hacer y de lo que pensamos que somos, como sugiere Rorty. Ahora, no se trata únicamente de preocuparnos si nos enterrarán en los lugares funerarios (Adoum tiene un exquisito poemario al respecto acerca de los amantes de Sumpa). Los códigos son otros. Por ejemplo, en el tema que ha sido escogido para contrapuntear a Vasija de barro se encuentran otras preocupaciones: la situación medioambiental y un rechazo a la guerra. Al parecer, el tema Vasija de barro fue escrito en la época en que el Ecuador estaba desmembrado por la guerra con el Perú. La generación actual lo que quiere es que cierren la frontera y, a muchos, la palabra "Patria" les suena en eco. "Una percepción de la historia humana como la historia de metáforas sucesivas nos permitiría concebir al poeta, en el sentido genérico de hacedor de nuevas palabras, como el formador de nuevos lenguajes, como la vanguardia de la especie". Estas palabras de Rorty se estrellan cuando Adoum señala que su tema "sea "tan nuestra" puede atribuirse a la autenticidad de la música mestiza y quizás a la carga poética de la letra, o tal vez al atractivo que ejerce en nosotros la evocación del pasado remoto y de la muerte". Ese "tan nuestra" no evoca al otro y la autenticidad de la música mestiza no puede ser leído desde ese parámetro y lo del atractivo a lo remoto y de la muerte no es un caso -si así lo fuera- únicamente ecuatoriano. Nótese que el tango podría resultar muchísimo más trágico que el pasillo, que más bien habla del desarraigo. Horacio Ferrer, el autor junto con Astor Piazzolla, del tema Chiquilín de Bachín, decía al autor de este ensayo que la importancia del tango radica en que es una música hecha de la nostalgia "porque el hombre es el único animal que sabe que se va a morir. Y el tango es eso". Como se ha señalado, Adoum lee al Ecuador desde un léxico obsoleto, porque en su casillero solo distingue a la música tradicional como la auténticamente ecuatoriana (más bien sería mestiza). Para acercarnos a esa otra realidad tomaremos solo unas pocas manifestaciones de la diversidad ecuatoriana.

"Esta es mi tierra linda, el Ecuador, tiene de todo: ríos, montes y valles, sí Señor, y minas de oro". Canción popular, del género saltashpa Título: Mi tierra linda.. "Todo lo que quise yo / tuve que dejarlo lejos / siempre tengo que escapar / y abandonar lo que quiero / yo soy el buque fantasma que no puedo anclar en puerto". Canción popular, del género pasillo. Título: Romance de mi destino. "Te dejo mi corazón Carpuela linda / te juro que olvidarte ya no podría / ya me voy, yo ya me voy /, al Oriente a trabajar". Canción popular, del género bomba. Título: Carpuela linda. "Caldo de gallina y un plato de cuy / y unas cervecitas no han de faltar / en mi casita". Canción popular, del género chicha Título: Mi casita. "Ay, Alina Blanco alcánzame la vela / que otra vez me pierdo la telenovela / cierra el Westinghouse que se descongela / no sé que haré con mi guitarra eléctrica". Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel Canción popular, del género blues y fusión. Título: Blues del apagón. La prueba más fehaciente de la visión de Adoum solo desde una perspectiva y sin entender al otro se encuentra en la página 124, cuando habla de la música nacional, ejemplificada en el pasillo, en el capítulo La tristeza de la alegría popular, sin señalar que en el país no solamente se cantan yaravíes sino que se baila salsa (tampoco indica que durante la época del año hay 10.000 fiestas en todo el territorio y desde otra lectura únicamente este hecho echaría al traste los postulados de Adoum). Dice, en la página 124: "Hoy día, jóvenes compositores que desconocen o desestiman la música tradicional -no corresponde a su tiempo, a su feeling, a su visión del mundo o del país o, en fin, a la que su propio porvenir, y tampoco tienen muchas oportunidades de escucharla: poco la transmiten las radiodifusoras, poco los canales de televisión u sólo parcialmente se interpreta es sus bailes o reuniones-, atraídos por otra, más moderna y contemporánea de ellos, están iniciando un género híbrido, no bien aclimatado todavía: una suerte de "rock ecuatoriano". Hay en su creación una actitud de rebeldía contra un modo de ser y de cantar que les resulta ajeno, pero es ante todo una rebeldía contra la sociedad de los adultos". Después señala que algunos fueron acusados de satanismo. Esa gran tristeza en la alegría popular. que observa Adoum, se choca con la realidad de los jóvenes. Primero, suponer que la música nacional es únicamente el pasillo es una actitud de defensa del proyecto ideológico desde el poder. Qué ocurre cuando se convoca a un festival de música nacional: únicamente quienes interpretan pasillos pueden estar en escena. ¿Es esa únicamente la noción de nación? ¿Y la música de los shuaras, el amorfino esmeraldeño, la bomba del Chota, el heavy metal de los jóvenes marginales ambateños, el pop y el rock alternativo? ¿Esas músicas también no son parte ya de la ecuatorianidad? Se podría leer de otra manera: el que en una fiesta, en lugar de bailar salsa, el que no se emborracha con pasillos no es ecuatoriano. Reducir a que los interpretes del rock tienen una rebeldía ajena es suponer que en sus letras cantaran elegías de otras realidades. Precisamente el rock, que llegó hace 30 años, forma parte de la cultura y nótese que es el ritmo y no las letras. Un caso ejemplar es el rock argentino, donde los jóvenes denunciaron los abusos de las dictaduras. Solo Tango Feroz es un caso, el otro está en León Gieco que fusionó música country con folklore. ¿Era un alienado por utilizar esas estructuras rítmicas? En el caso ecuatoriano ya no es posible pensar en una música nacional, entendida como el pasillo, como la única, cuando acá los jóvenes apuestan por la fusión. El grupo ecuatoriano Cacería de Lagartos utiliza en sus canciones aportes de pasillos junto a ska para hablar de las comidas populares de Doña Rosita. Esa supuesta alienación más bien se trataría de un eje que es dominante: la hibridez cultural, que Adoum la señala pero despectivamente. El rock marginal que está en el sur de Quito no es solamente contra los adultos, como lo sugiere el ensayo, sino también contra la represión policial. Además esa visión de sentirse atacados muestra otra situación: la cultura oficial entró en crisis. No es posible entender al país solo desde un sentimiento lacrimógeno. No creo que la generación actual pueda ser comparada con la anterior. Sería terrible que eso pase. Por este motivo es errado pretender que los valores pasados aún perduren, porque la cultura es básicamente una situación en perpetua transformación: los danzantes del Corpus en Pujilí tienen incrustados en sus corazas pequeños muñecos -los nuevos monstruos de los videos japoneses- mientras bailan. Sí, solamente han sido incorporados como alguna ocasión lo hicieron con los espejos. Pretender que la cultura esté quieta es ya una tarea de momias. Por este motivo se puede afirmar que Adoum mira la cultura desde la óptica de la dominación. Esto podría entenderse desde la lectura Pensar nuestra cultura, de Guillermo Bonfil: "La historia nos ha legado cinco siglos de dominación colonial. Una de las herencias Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel que debemos desembarazarnos inexcusablemente y cuanto antes, es la distorsión con que vemos nuestra propia realidad, al percibirla a través del tamiz de los prejuicios culturales propios de la no interrumpida ideología del colonizador. Esa percepción se finca en la devaluación del "otro", el diferente, el dominado y afirma la superioridad, la universalidad y la exclusividad de la cultura del dominador, heredero intelectual del colonizador". Por este motivo no se incluye a los otros individuos o grupos que constituyen, como diría Bonfil, nuestras sociedades nacionales. Por este motivo también se puede creer que el peor tráfico es el que ocurre en las carreteras ecuatorianas, que sólo en este país es posible enfrentarse a largas colas y al irrespeto. Al parecer, el autor no conoce que la ciudad más caótica en cuanto a tráfico es El Cairo, en Egipto, y que hacer filas -hay un estudio sobre el tema- no resultaba peor que en los antiguos países soviéticos. ¿Por este motivo son más o menos subdesarrollados que los ecuatorianos? Entender los problemas de manera aislada es una trampa. Anulas o desprecias -por ejemplo el juego del Carnaval- es no comprender las simbologías que eso encierra y que no es solamente un baño de agua, que incluye intolerancia. Bonfil sugiere: "Desmontar el andamiaje ideológico sustento de la visión cultural del sector dominante en nuestras sociedades, resulta entonces una tarea prioritaria para sanear el ambiente intelectual (en el sentido amplio, no restringido), construir una visión auténtica de nosotros mismos y conducir el debate de nuestro futuro a partir de concepciones e identificaciones más próximas a la realidad". Pensar que hay solo una visión del mundo es anular las diferencias. Creer que los ecuatorianos solo somos "bolivianos con Valium". Pensar que solamente tenemos desgano en vivir y una tristeza absoluta es creer que escuchamos pasillos para levantarnos. (Es preciso recordar que el pasillo se configuró en una teoría del desarraigo). Creer que la "viveza criolla" es el eje conductual de los ecuatorianos es usar solo uno de los casilleros de la matriz. El país no es solamente eso. Al parecer es un conjunto de situaciones que al quererlas definir solamente desde nuestro casillero nos crea un problema: es preciso interpretarlas desde todo el tablero. En una reunión con jóvenes poetas el propio Adoum señaló -tras una airada disputa con un joven poeta que quería rescatar la poética en el trabajo del "poeta del fútbol", Bonafón- que el que no haya leído al escritor francés Baudelaire, de la escuela parnasiana, no estaba en buen camino para ser poeta. Bajo ese canon occidental se podría decir: ¿Has leído a Guamán Poma de Ayala o has estado en un concierto de Cacería de Lagartos? ¿Has bailado mosh o marimba esmeraldeña, al estilo de Papá Roncón?

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Cartografía mítica de Ibarra DE LA CAJA RONCA A LAS BRUJAS VOLADORAS

El carro del Infierno despedía lenguas de fuego y el mismísimo Diablo presidía la procesión de ultratumba, como si se tratara del Señor de las Tinieblas, en medio de una oscuridad incesante que devoraba los escasos mecheros de una Ibarra, a finales del siglo XIX, que aún no había conocido la luz eléctrica porque la única certeza que tenía es que, en cualquier momento, podía ser arrasada por fantasmas. Los penitentes iban vestidos de cucuruchos –que los imaginamos morados- envueltos en las sombras espesas de la mala hora. Para completar la escenografía, la carroza cargaba un ataúd, donde se encontraba el cuerpo putrefacto de un avaro, que había escondido su tesoro. Atrás, se escuchaba tambores y flautas, ejecutados por músicos de manos cadavéricas. Y no hay que olvidar tampoco, las pesadas cadenas que arrastraban en medio de un ruido del inframundo que paralizaba al más valiente. No era posible olvidar que quien sacaba la cabeza para mirar la procesión de la Caja ronca simplemente era llevado –en ese instante- al sitio donde se retuercen las almas infames. Este mito era ejemplarizador. Por un lado estaba una dura reprimenda a la codicia –representado por el avaro que oculta su fortuna y se convierte en alma en pena, que debe vagar hasta que alguien descubra su escondrijo- y algo más profundo: el barroco penitencial, porque era impensable que alguien se aventure por la noche sin sufrir los castigos emanados por una religión –como la Católica- donde la expiación de culpas era la forma más rápida de entrar al Paraíso. Y allí, ese control del Poder que es el Miedo: miedo a ser arrastrado a lo desconocido, por el simple hecho de la curiosidad. Por tratar de escudriñar lo que era vedado y construido para someter a las almas con la gracia del perdón. Aquí una referencia de ese momento:

Las lenguas de fuego parecían acariciar a un personaje que no tenía otra explicación: era algún Diablo salido del Infierno. Eso a juzgar por sus ojos resplandecientes como carbones encendidos y sus cuernos afilados, que eran golpeados por una luz que despedía la procesión funesta. Este Señor de las Tinieblas iba recio y parecía que de sus ojos emanaban las órdenes para sus fieles, que caminaban lentamente como arrepintiéndose. De su mano derecha, sobresalían unas uñas afiladas que se confundían con su capa escarlata, junto con un tridente fatal. Era como si los conjurados del Miedo anunciaran la llegada de días terribles. La Caja ronca es, acaso, la más alta referencia de Ibarra. Pero esta leyenda –con sus variantes- se localiza en casi toda la Sierra ecuatoriana, desde la vertiente de la cultura mestiza, y tenía aterrorizados a los abuelos, aún más cuando se enteraban que uno de esos penitentes habían encargado sendas veladoras verdes que después se transformaban en canillas de muerto. El recorrido del siniestro cortejo fúnebre era, para el caso de Ibarra, por el denominado Quiche Callejón, en las actuales calles Maldonado Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel y Colón, que por coincidencias mágicas se ubica en la casa del autor de estas líneas, que no ha dudado –acaso, producto de la imaginación y el recuerdo de la infancia- de colocar al mítico árbol de higos como parte de esa literatura fantástica. El sector se llamaba antiguamente el barrio de San Felipe y, antes del terremoto de 1868, que devastó la urbe, se sabe que estaba colocada una cruz, que no es otra cosa que el indicio de una probable pacarina, es decir, un sitio sagrado para la cultura prehispánica. Como se sabe, los curas doctrineros tenían como costumbre poner los símbolos cristianos –grutas o cruces- para disuadir a los antiguos habitantes de sus antiguos sitios sagrados. Como sea, la Caja Ronca también recorría el tradicional barrio de San Juan Calle, donde se encuentra el actual cementerio y donde el actual barrio El Carmen es el sitio donde se expenden ataúdes y en donde existen dos amplios salones de velaciones. Así que las procesiones –con ataúd al hombro- siguen por estas calles que enlazan de esta manera una ruta interesante: los extramuros. Todo lo que sucedía fuera del perímetro de la urbe, es decir hasta la calle Colón, se convertía enseguida en extramuros, como si con esta idea se mencionara un ámbito insano, precisamente donde residían parte de los seres fantásticos de la cultura prehispánica, alejada del centro donde vivía la Viuda o la Vergonzante del Pretil. Aquí la descripción de uno de estos seres:

No era una luminosa presencia. Las facciones, al primer momento, parecían emerger de la niebla instalada en su rostro: un vaho tenue de antojadiza presencia. Una negra mantilla cubría esa faz, agitada por el viento. Su traje era un mirlo asustado que flotaba dejando traslucir un talle firme. Larga túnica que podría ser también un vestido evaporándose. Cuando miraron sus pies no los encontraron: la visión estaba suspendida dos palmos del suelo y por eso su manto surgía de la nada. Los brazos, metidos en esa vestidura trágica se desplegaban como si fuera una cruz y revoloteaban como mariposa enorme y maligna.

Según refiere Manuel Espinosa Apolo, en su libro acerca de Pomasqui, precisamente los seres mitológicos, como el Diablo, presente en la Caja ronca, pertenecerían a la antigua visión prehispánica. Realizando una conjetura, se tratarían de la fuerza presente en la cosmovisión indígena de aquellos personajes del panteón que fueron exterminados por los curas doctrineros en la extirpación de idolatrías, efectuada en la temprana época de la Colonia. Evidentemente, son fuerzas que no tienen esa carga de entidades malignas, propias del catolicismo. Un personaje que tiene esas características es el conocido como Diablo Huma, o cabeza de diablo, que no es otro que el Aya Huma, que podría entenderse como el líder que otorga la fuerza a los danzantes. Otros seres que permanecen en los extramuros son las brujas. En el sector oriental de la ciudad, precisamente donde está el barrio de El Alpargate se encuentra la Cruz Verde, cuya vía tomó el nombre de San Juan Calle, porque era la entrada de los indígenas que celebraban al santo con gran júbilo y algarabía. Se sabe, que la Cruz fue instaurada por dos beatas de apellido Morán que la colocaron para espantar a los fantasmas y que cada noche la alumbraban con velas de sebo, hasta que lograron crear la fiesta de “La Cruz”. Desaparecida por el terremoto, los vecinos contrataron al famoso imaginero de esos tiempos, el indígena Manuel Carlosama, quién trabajó una nueva cruz y fue el que hizo el obelisco del parque Boyacá, frente a Santo Domingo. Fue desde ese mismo pedestal que Mariano Cadena hizo asustar a su rival, Roberto Manosalvas, asomándose como fantasma, porque el antiguo mito, de cierta manera, sobrevivió. La cruz fue derribada Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel en los tiempos del liberalismo y los vecinos recogieron los pedazos para colocarle en la capilla del cementerio, después levantaron una crucecita verde de madera, que hasta ahora existe. Lo de las brujas, es un mito extendido en los pueblos de Pimampiro, Urcuquí y Mira, que pertenecía antiguamente al cantón Ibarra, y que habla de las llamadas brujas voladoras que eran una suerte de correos de la época y que entre sus artimañas estaba en convertir a los amantes en gallos y tenerlos amarrados a la pata de la cama. También ha señalado como un triángulo a la actual parroquia urbana de Caranqui, que para la época constituía precisamente también un extramuros. De hecho, hasta entrado el siglo XX era vox populi que Rafael Miranda, el dueño del terreno donde reposa la Piedra Chapetona –desde donde habría dirigido la Batalla de Ibarra, Simón Bolívar- había sido convertido en gallo en Mira, por lo que durante un largo tiempo fue retenido hasta que fue reconocido y rescatado. Lo propio decía Juan José Mejía –abuelo del autor de este ensayo- cuando andaba de vísperas por los pueblos norteños, sacando muelas sin dolor, según rezaba su propaganda. A las brujas había como capturarlas echándose en cruz mientras volaban y para comprobar de quién se trataba se solicitaba sal al otro día. De hecho, esas prácticas de hechicería aún sobreviven en el sector de Yahuarcocha, donde existe la leyenda de la Hacienda de agua, una mixtura entre mito prehispánico con influencia del catolicismo. El momento del vuelo está evocado en este texto, parte de la investigación acerca de los mitos de Ecuador, de estos seres que se elevan por los aires con la fórmula siguiente: De viga en viga / de villa en villa / sin Dios ni Santa María.

El cuerpo se inclinó levemente y con un mínimo viraje de la mano izquierda entró en la primera nube. Iba con los brazos extendidos y los vapores se deshacían en su traje de pliegues blancos. Un resplandor. El viento alisaba su rostro y su larga cabellera flotaba libremente en un vuelo enigmático, como si sólo al evocarlo produjera un escalofrío en el vientre. Después, realizó un giro perfecto y se detuvo en el aire, en el momento en que la nube, ahora sobre su cabeza, se dispersaba en una danza de inmensos velos naturales. Fue un mínimo instante. Un destello. Miró hacia abajo: emergiendo de la niebla, estaba el pueblo... La mujer tenía los ojos semiabiertos y un rostro apacible. Los brazos eran torneados y su cintura firme. En ese momento, un aire frío se coló por su vestido ondulante y entró por sus piernas, para producirle un espasmo seductor.

Para el sector de la Calle Larga, donde era la entrada norte de la urbe, e incluso había carrizales, existe la famosa leyenda del Becerro de Oro, que no es otro que una aparición de ultratumba que –al igual que la Caja ronca- se trata de un tesoro escondido por un avaro. Quien quitara la manta –cubierta de monedas de oro- podría salir de pobreza. Como el sitio, ahora la avenida Eloy Alfaro, se trataba de un extramuros no es casual que el primero que intentó llevarse el caudal fuera el negro Felipe Quiñónez que se envalentonó después de asistir a una fiesta. Tales hechos ocurrieron en 1863, poco antes del terremoto de 1868 que devastó la urbe. Sería posteriormente Alonso Hernández, un caballero quiteño venido a menos, quien se hizo con la fortuna sin olvidar recompensar a Quiñónez por su ayuda.

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Corsario de Papel Alonso Hernández saltó de su caballo para situarse en el lomo del animal y acometerle una certera estocada en el pescuezo, aferrándose como un jinete del infortunio aún con su penacho de colores vistosos en su cabeza. Un poco más lejos, su caballo desbocado seguía esta lucha, en medio de una luminosidad de sangre, como si en su corrida siguiera los designios de fuerzas siniestras. El torete cayó en un solo bramido trágico y su cuerpo informe se estrelló contra las piedras. El matador –con una agilidad insana- pudo evitar la caída en el último momento, pero tuvo la fuerza de tentar a su víctima, que aún resoplaba con el aliento de los moribundos.

Otro sector importante dentro de los sitios mágicos está las Catacumbas, ubicadas en el antiguo puente de Los Molinos, el sector de la actual avenida Carchi. Se hablaba, además, de túneles que comunican desde la calle Sucre hasta las Catacumbas, sitio donde se cree que era un cementerio indígena, por el sector de Santo Domingo. Más allá de los extramuros, viven los seres míticos como los chuzalongos, que son entidades masculinas que protegen al monte Imbabura, la deidad mayor de la región, y también los duendes, que están presentes en la loma de Guayabillas. Pero los duendes tienen más una influencia occidental: sombrero grande y gustan de las mínimas mujeres de ojos grandes. No hay que olvidar que en la provincia del Carchi, el duende es bailarín y no tiene connotaciones fálicas como el chuzalongo, que es una entidad prehispánica. Para el caso del río Tahuando existe una hermosa leyenda denominada las Tres Piedras, que refiere la historia de tres muchachas que bajaron a bañarse al río y ante el inminente abuso de tres truhanes se convirtieron en tres piedras. Este mito, aunque parece de corte occidental, únicamente ha sido ubicado en Ibarra, pero hay que recordar que los ríos, lagunas, rocas, árboles y montes, eran –por así decirlo- las catedrales del mundo prehispánico. El texto se aproxima a ese momento:

Unos hombres las observaban ocultos en los matorrales. Tramaban el ultraje contra estas vírgenes de olores de durazno. Las doncellas, sin percatarse, jugueteaban con el agua y sus cuerpos eran como garzas que se posan sobre un estanque. Los tunantes se acercaron para tomar a la fuerza lo que se les había negado con la ternura. Las zagalas comprendieron sus intenciones perversas. Cuando sus manos se acercaron a sus figuras, los hombres sintieron una dureza de alabastro. Las muchachas se habían transformado en tres piedras. De lo que antes eran sus labios brotaban tres ojos de agua, pero era como si fueran hechos de lágrimas. Al bajar al río, las tres piedras con fulgores de mujeres están allí. Cuando se zambulle en su torrente es como si unas manos recorrieran una piel ajena, pero también con gemidos traídos de otras épocas.

En el caso de las explicaciones acerca del color de la urbe, existen abundantes referencias. Aunque desprevenidos autores, por lo general sin base documental, han querido mirar la construcción de una ciudad para los blancos (que también entraña una visión racista), la explicación más coherente radica en que Ibarra era una ciudad insalubre, de allí que se procedió a pintar sus fachadas de blanco. De hecho, para el siglo XVIII, los agustinos propusieron disecar la laguna de Yahuarcocha, sitio Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel preferido de los insectos portadores del paludismo. Hasta bien entrado el siglo XX, no era extraño que los ibarreños sufrieran de paludismo, por lo que las casas pintadas de cal eran una adecuada medida sanitaria. Las propias leyes de la Corona señalaban esta recomendación y no solamente para el Nuevo Mundo. Muchos pueblos al sur de España estaban pintados de blanco y en las zonas tórridas la precaución era mayor. De allí que nace el mito que fueron los curas dominicos, que vivían cerca de una calera, quienes tomaron la iniciativa de pintar las paredes de blanco ante una invasión de la peste bubónica. Aunque no ha sido comprobado este hecho –debido también a que se perdieron los documentos con el terremoto de Ibarra- es importante señalar un dato interesante. Los antiguos ibarreños eran conocidos como patojos, precisamente porque caminaban rengueando, debido a las niguas que eran clásicas en la urbe, porque en las cuadras se mantenían cerdos. El mito de la cal y de la peste bubónica dice lo siguiente:

Al otro día, Ibarra amanece blanca: los pisos, las piedras del parque, los cocoteros, las paredes gruesas, los arbustos mínimos, las ventanas, los pórticos, los capiteles de las iglesias, los poyos donde se sientan a platicar en las tardes. Hasta los tejados de las casas se han vuelto del color de la cal. Desde lejos la Villa muestra sus fulgores. Nunca será la misma. Ha encontrado un destino en el color de las nubes. Poco a poco, la cal ahuyenta a los miles de ratones de la Peste Negra. En una callejuela, un gato asustado tiene aún los bigotes blanquecinos.

Debido a la confusión de los visitantes al mirar todas las casa de blanco y que, aún hoy en día, resulta un laberinto, apareció un mito que habla que –en ciertas noches- algunos ciudadanos trasnochadores se emparedan, en el sentido que no encuentran sus casas. A uno de los habitantes le sucedió este hecho y fue atacado por un pavo real. De hecho, hay también leyendas que son variaciones, como la del Cura sin cabeza, que refiere la historia del cura de Alausí, pero que también cabalga por estas tierras, en busca de sus mozuelas. Los seres de ultratumba, propios de la religiosidad católica son abundantes. Así, está el mito de la Golpiza de las Ánimas, que dan una tunda a quien no desea pagar al animero, que debía salir por las noches para aplacar con rezos a las infortunadas almas en pena. En el centro de Ibarra se destacan varias leyendas que aluden a la Viuda, Dama Tapada o Vergonzante del Pretil, que no es otra que una mujer sensual que –tras elegir por lo general a los trasnochadores- los guía hasta una suerte incierta. Elevándose del suelo, va conquistándoles hasta que descubren con horror que se trata de una dama con rostro de calavera. Esto les ocurrió al músico y organista de La Catedral, maese Sánchez, y un amigo quienes siguieron a esta aparición, casualmente hasta un despeñadero cerca del río Tahuando. Este sitio, era una mínima cascada que también es parte de la cosmovisión indígena, es decir, un sitio sagrado. Aquí el texto:

No se percataron cuando llegaron hasta el final de la calle Salinas, conocida como Paccha, que para los indígenas significa Cascada y que es un lugar donde se mueve los Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel espíritus andinos. Ese lugar se había convertido en una especie de botadero de desperdicios. La mujer cubierta con su ropaje azabache por fin pareció aceptar el brindis. Levemente puso menos distancia. La mujer alargó la mano. Antes de topar el líquido extendió los brazos. Quisieron dar un paso más pero algo en el ambiente, acaso el ruido del río Tahuando, los volvió a la certeza. Por eso, en un mínimo instante, pudieron contemplarla. De su mantilla, que antes ocultada su cara, mostraba un esqueleto lustroso, con algunos restos de su cabellera gastada. Las manos severas y huesudas guardaban carnosidades enlazadas con un traje que –de repente- se había vuelto añejo con un olor de tumba. La dama trágica flotaba en el abismo, a menos de una vara de los trasnochados. En la misma Catedral se refiere la historia de Juan Diablo, que era –por así decirlo- el simple del pueblo a quienes dos bribones intentaron engañas escondiéndose uno de ellos en un ataúd, que era velado, como se acostumbraba, en la iglesia. Cuando apareció Juan Diablo y mirando que el supuesto muerto se levantaba lo remató bajo el argumento de que los muertos no se levantan.

El Fiero Juan, después de burlar al sacristán, se encontraba en sus lastimeros asuntos, arrodillado junto al féretro. Había pasado un tiempo prudencial cuando el finado de mentiras se levantó de la caja mortuoria, con una solemnidad de espanto. Antes de incorporarse totalmente, el Fiero Juan alcanzó un candelabro que estaba cerca y dándole un certero golpe en la cabeza exclamó: “¿Qué no sabes que los muertos no se levantan?”. Convencido de su acción, este personaje descargó sobre el bromista un segundo golpe al punto que le increpó: “¡A dormir el sueño eterno!” Al día siguiente, el sacristán encontró un charco de sangre que salía del ataúd. Aunque al inicio se pensó que el muerto había “reventado”, después de un tiempo salió a luz la verdad: Juan Diablo –como lo llamaron desde entonces- ni siquiera se había percatado de tan macabra burla.

Para el caso del sector de El Alpargate, existe la leyenda de una huella de una alpargata supuestamente dejada por un santo. Para inicios del siglo XX los personajes también se volvieron parte de esta cartografía. Tal es el hecho de Don Próspero Arévalo, un tipo atildado y mentiroso, que utilizaba una jerigonza para hablar, al estilo del culteranismo de Góngora. Decía: “Apenas aparezca el luciente Febo, despiertas al generoso bruto, preparas el escapulario bestial, porque debo ir a la Cruz Blanca, por la calle de la Sandalia, en busca de unos damascos”. Lo que decía era que cuando aparezca el Sol, debía ensillar su caballo porque debía ir a Yura (blanco en quichua) Cruz, por el sitio del Alpargate. Víctor Manuel Guzmán, un cronista vital que nos ha legado esta historia, escribía que nombraba a los camotes como damascos, “en recuerdo de un Damasco, individuo de la época y vivo ejemplar de la tontería”. Este personaje, al parecer, afectado por una supuesta hidalguía y nobleza española, podría ser la imagen que describía el Obispo de Ibarra, Federico González Suárez, al criticar esta situación: Juan Carlos Morales Mejía

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Corsario de Papel El historiador decía: “los nobles, imbuidos en ideas de nobleza malentendida y dominados por preocupaciones absurdas, miraban el trabajo como infamante, y así no conocían ninguna arte ni aprendían ningún oficio, para no empañar la limpieza de sus linajes, contentándose con vivir del producto de sus heredades, sin preocuparse mucho de cultivarlas con esmero”. Como se ha descrito, Ibarra –siguiendo sus rutas simbólicas- tiene una mitología que es una suerte de hibridación que significa el mestizaje cultural. La urbe, poblada de estos seres fantásticos, aún mantiene –desde el Arte, como el teatro, la literatura, el radioteatro, o el video- esta herencia que es parte de una historia que no está en los libros oficiales, que –en muchas ocasiones- resultan aliadas al Poder. Ninguna de estas historias habría sido propicia sin el amor que los antecesores realizaron: Alfonso Martínez de la Vega, José Nicolás Hidalgo, Jorge Villacís, Cristóbal de Gangotena y Jijón o Víctor Manuel Guzmán, además de los seres anónimos que conservan aún en su memoria estos cuentos, que son la identidad mágica de un pueblo. Esta es la historia mítica, aquella que se burla del Poder y sale por las noches a mirar sin miedo a los conjurados del Infierno, que son más benéficos que nuestros políticos que mal nos representan. Esta es la historia de un país al que no han podido arrebatarle su memoria.

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