La Iglesia Restaurada

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ñor Jesucristo, pero nunca me decían lo que tenía que hacer para salvarme, de modo que me dejaban virtualmente sin ninguna esperanza" .

En Hartford, Connecticut, la familia Woodruff daba muestras de la misma inquietud. Leemos en el diario de Wiíford Woodruff: "A temprana edad mi mente empezó a ejercitarse sobre los temas religiosos, mas nunca profesé ninguna religión hasta 1830, cuando tenía veintitrés años de edad. No me uní a ninguna iglesia en ese entonces, por motivo de que no pude encontrar ninguna congregación, denominación o iglesia que tuviese la doctrina y la fe y que practicara los principios, ordenanzas y dones que constituyen el evangelio de Jesucristo, según lo enseñaron El y sus apóstoles. Tampoco encontré en ninguna parte las manifestaciones del Espíritu Santo con los dones y bendiciones que lo acompañan" 1 0 .

En Burlington, Condado de Otsego, Nueva York, los Pratt mostraron una tendencia similar. Parley P. Pratt escribió en su autobiografía, con respecto a su padre: "Nos enseñó a venerar al Padre Celestial, a Jesucristo, sus profetas y apóstoles, así como a las Escrituras de las cuales ellos eran autores; no obstante no pertenecía a ninguna secta religiosa y tenía cuidado de que sus hijos se conservaran ubres de todos los prejuicios que se encontraban en el llamado mundo cristiano, el que se encontraba entonces sumamente dividido" 1 1 .

El descontento de Parley lo condujo al oeste, donde en Kirtland, Ohio, se unió a una rama de los Campbelitas, bajo la dirección de Sidney Rigdon. Ya hemos hablado anteriormente de los Campbelitas y su oposición a todos los credos existentes. La familia Snow igualmente tiene una historia de insatisfacción en cuanto a las religiones de esos tiempos. En el libro Biography of Lorenzo Snow, escrito por su hermana, Eliza R. Snow, leemos: "Nuestros padres profesaban la religión bautista, mas no en un grado rígido e inflexible; su hogar era el punto de reunión de las personas buenas e inteligentes de todas las denominaciones" 1 2 .

Concerniente a su hermano, Lorenzo Snow, escribió: "Aun cuando recibió instrucción religiosa desde su infancia, hasta la fecha (1830) mi hermano había puesto poca o ninguna atención al tema de la religión, por lo menos no la suficiente como para decidir por cuál secta en particular sentía preferencia" 1 3 .

En Toronto, en la parte norte de Canadá, un tal John Taylor (quien más tarde habría de llegar a ser el tercer presidente de La Iglesia de

LA IGLESIA RESTAURADA

Jesucristo de los Santos de los Últimos Días), había llegado a sentir tal descontento con la iglesia metodista, de la cual era ministro, que fue expulsado de su cargo y junto con los más inteligentes de su congregación se le censuró por sus puntos de vista. El y sus seguidores creían firmemente que las diversas sectas religiosas de su época estaban equivocadas. "Creían que los hombres debían ser llamados por Dios, como en los días antiguos y ser ordeñados por aquellos que tuviesen la autoridad. Creían que la Iglesia debía tener apóstoles, profetas y maestros como en la Iglesia primitiva; que deberían manifestarse los dones del Espíritu Santo; que en la verdadera Iglesia de Cristo debería existir el don de sanidad, los milagros, la profecía, la fe, el discernimiento de espíritus, etc., como en los días de la primitiva Iglesia Cristiana"14.

Tal era la situación que prevalecía a lo largo de la frontera. Cuando las declaraciones de José Smith empezaron a esparcirse de un poblado a otro, gran número de personas se habían desligado de las denominaciones existentes o conservaban sus derechos de miembros sólo porque habían perdido casi la esperanza de encontrar algo mejor. Prácticamente todos los que más adelante habrían de llegar a destacarse en la organización que José Smith estableció, se habían desligado de sus religiones antes de encontrarse con el "mormonismo". Muchos de ellos se encontraban practicando desde el pulpito muchas de las creencias que José Smith habría de exponer más adelante. Entre estos pensadores religiosos independientes, se hallaban cuatro hombres que habrían de suceder a José Smith consecutivamente en la presidencia de la Iglesia, y prácticamente todos los que fueron escogidos para integrar el primer quórum de los Doce Apóstoles. De este modo, el campo estaba listo para la siega. A pesar de todo el antagonismo de las iglesias más antiguas, José Smith habría de encontrar un suelo fértil en donde plantar el evangelio de Jesucristo. Los hombres y las mujeres aguardaban con ansiedad la doctrina que él habría de exponer. Todo esto no había acontecido en un día. Fue un desarrollo gradual del pensamiento religioso que formó sus raíces en el viejo mundo y floreció en el aire de libertad de la virgen tierra norteamericana.


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