La Iglesia Restaurada

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CAPITULO 34 UN PUEBLO AUTO SUFICIENTE Independencia industrial Cuando Brigham Young llevó a los santos a la región de las Montañas Rocallosas fue evidente que tan gran número de personas debería satisfacer sus propias necesidades o perecer. En un sentido muy literal estaban, apartados del mundo. No sólo tenían que abastecerse de suficiente alimento, sino que debían producir sus propios materiales de construcción, manufacturar su vestimenta, proveerse diversiones, establecer un sistema educativo, construir carreteras e idear su propio sistema de comunicación. El aislamiento los obligó a ejercer una iniciativa que, por sus logros, raramente se ha igualado en el mundo. La dura necesidad desarrolló la habilidad para dirigir y fuerza de carácter que penetraron hasta el hogar más humilde, e hizo de los fundadores de las comunidades mormonas en el oeste una generación única de hombres y mujeres. Afortunadamente para los santos, los miembros de la Iglesia provenían de una gran clase media de la sociedad, entrenados y acostumbrados a trabajar, formada por artesanos de todos los oficios. Esto era particularmente cierto entre los conversos ingleses. El sistema de aprendices en Inglaterra había dado como resultado hombres eficientes en oficios de construcción, desde el arquitecto hasta el albafiil; zapateros, talabarteros, tejedores, peleteros, sastres, fabricantes de muebles, molineros, trabajadores especializados en todas las ramas de la industria. Entre ellos se encontraban fabricantes de instrumentos musicales, constructores de órganos, compositores, periodistas, impresores y hasta joyeros. Nunca ha sido tan bendecido el pueblo de Utah y el territorio de los alrededores con una organización de trabajadores especializados como en la primera generación de pioneros que se establecieron en los valles de las montañas. Este fue un factor vital en el éxito de los mormones como colonizadores.

Las necesidades del aislamiento obligaron a los santos a usar sus habilidades y talentos a un grado que no se necesitaba en las tierras de donde procedían, llevándolos a logros que hasta el presente resultan tan poco comunes como para atraer la atención del mundo. El más perdurable de éstos fue la erección de algunos edificios. Millones de personas han visitado la Manzana del Templo en Salt Lake City, han entrado en el Tabernáculo, único en su género, y han escuchado un concierto del gran órgano que allí se encuentra. Estas atracciones, junto con el Templo que está en la misma manzana, fueron el trabajo de un pueblo que llevó consigo al oeste muy poco más que las manos vacías, una firme decisión y una fe poderosa. Aun siendo menos espectaculares que el programa de construcción de la Iglesia, las realizaciones industriales fueron los cimientos del bienestar común. Cuando el agua del City Creek se desbordó sobre las tierras colindantes en la tarde del 23 de julio de 1847, los santos iniciaron su independencia económica. La irrigación se desarrolló rápidamente de una simple inundación del suelo a un método científico de cultivo, que pronto hizo al pueblo mormón independiente del mundo entero para su abastecimiento de comida, llegando a ser la llave que abrió la fertilidad del suelo e hizo posible el establecimiento de un pueblo numeroso en una tierra anteriormente estéril. La mejora de sus rebaños de ganado y ovejas, la cría de cerdos y aves domésticas, fortaleció aún más la independencia de la región. El alto costo de conducir cargas a través de los llanos, a $250 dólares por tonelada, y el largo tiempo que representaba llevar bienes desde el este, forzó a los santos a entrar en el campo manufacturero, ampliando su base agrícola. En la temprana época de 1849, Brigham Young escribió a los élderes que presidían en los varios campos misionales, para pedirles que investigaran cualquier industria que pu-


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