La Iglesia Restaurada

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UN PUEBLO EXILIADO

nada, pues dio abundantemente a los necesitados. Fue Brigham Young quien, en los problemas de Misurí en 1838, obtuvo el juramento de doscientos hermanos, entre los que se contaba él mismo, de que usarían todos los medios para ayudar a los justos en su pobreza al salir de Misurí. Eso se había hecho. Antes de abandonar Nauvoo, él y los hermanos dirigentes hicieron un convenio similar. ¡ Cuán pronto fueron llamados a cumplirlo! y lo hicieron con pocas o ninguna queja. El gran dirigente Brigham Young, tomó sobre sí el cuidado de los pobres y desamparados; reprendió muchas veces a su pueblo, pero nunca por ser pobres. Estaba altamente complacido con la paciencia y el valor de su pueblo. Sin embargo, muchas veces los corrigió. El 17 de febrero, dijo a los integrantes del campamento: "Deseo que los hermanos dejen de correr a Nauvoo, de cazar y pescar, tostándose al sol, desperdiciando su tiempo, y se pongan a arreglar cubetas para sus caballos; que ahorren su maíz, preparen lugares cómodos para que sus esposas e hijos viajen, que nunca tomen prestado sin pedir, y que se aseguren de devolver lo que se les presta para que no haya enojos entre los hermanos. . . Todos los perros que anden sueltos en el campamento se matarán, a menos que sus dueños los aten. . . No tendremos ninguna ley que no podamos cumplir pero tendremos orden en el campamento. Si queréis vivir en paz debéis cumplir con lo dispuesto" 3 .

El sufrimiento de los santos A pesar de todos los esfuerzos de los dirigentes, el intenso frío y la falta de preparación y organización produjo muchos sufrimientos mientras se encontraban en Sugar Creek. El relato de los incidentes que ocurrieron allí llenaría muchos volúmenes. Sin embargo, unos cuantos extractos revelarán los sentimientos y penalidades por las que pasaron. "Para el primero de marzo más de cinco mil exiliados se encontraban titiritando bajo el resguardo inadecuado de las cubiertas de carretas, tiendas de campaña y de los bosques, desnudos por el invierno, que había junto al riachuelo. Sus sufrimientos nunca han sido contados debidamente. Para darnos cuenta de lo cruel que fue este éxodo obligado, y la mala época en que ocurrió, uno solamente tiene que recordar que en una sola noche nacieron nueve niños bajo estas

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condiciones aflictivas. . . A) ascender un cerro cercano podíamos ver la hermosa ciudad y el espléndido templo que habíamos erigido en nuestra pobreza con un costo de un millón y medio de dólares 4 . Incluso, en una mañana clara y serena podíamos oír: Las argentinas notas de la campana del templo Que amábamos tan profundamente. El corazón sentíamos henchir con agudo pesar Y rodar angustiosas lágrimas ardientes Al contemplar silenciosamente Nuestro antiguo y amado hogar" 5 .

Las violentas tormentas y el excesivo frío acabaron con la energía y la vitalidad de la gente. Las mujeres y los niños recién nacidos eran quienes más sufrían. Eliza R. Snow, quien estaba presente en el campamento en Sugar Creek, escribe: "Miles de personas nos habían precedido desde Nauvoo, me informaron que en la primera noche en el campamento nacieron nueve niños y durante el curso de nuestra jornada, las madres daban sus hijos a luz en casi toda situación imaginable, excepto en las condiciones a las que estaban acostumbradas; algunas en tiendas de campaña, otras en carretas; bajo aguaceros y nevadas. Sé de un nacimiento que ocurrió bajo el escaso abrigo de un cobertizo, cuyos lados estaban formados por mantas sostenidas en varas clavadas en el suelo y cuyo techo de corteza daba paso libre a la lluvia; algunas hermanas piadosas estuvieron recogiendo el agua en vasijas para proteger al recién nacido y a su madre de la lluvia mientras el pequeño inocente hacía su entrada a esta etapa de la vida".

La. siguiente es otra escena de la misma fuente ilustrando la situación: "Muchas de nuestras hermanas caminaban todo el día bajo lluvia o sol, y por la noche preparaban la cena para sus familias, sin tiendas que les dieran abrigo; después hacían sus camas dentro de las carretas o debajo de ellas, las cuales contenían todos sus bienes materiales. Cuán frecuentemente, con inmensa simpatía y admiración, observaba a una madre que, olvidando su propia fatiga y sentimiento de destitución, se esforzaba por preparar en la forma más apetecible los alimentos que les habían tocado, y al repartirlos trataba de alegrar el corazón de sus hijos sin hogar, mientras, creo yo, su propio corazón se alzaba a Dios en ferviente oración para que su vida fuera preservada"6.

Sobre estas escenas, un poeta anónimo del campamento escribió: Dios tenga piedad de los exiliados, cuando arrecien las tormentas. Cuando las nubes de nieve estén cerca de la tierra, Cuando ráfagas de frío, en escarchado ambiente, Traspasen las tiendas cual ángeles de muerte. Cuando se oiga el llanto agudo del niño que nació.


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