La Iglesia Restaurada

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LA GRANDEZA DE LOS PRIMEROS DIRIGENTES

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siguió al continente americano, establecién- tigación. Se les aconsejó que conservaran sus dose en Toronto, Canadá. En dicho lugar se ideas pero que se abstuvieran de enseñarlas. afilió a la Iglesia Metodista y se convirtió en Ellos se negaron a esto y, por tanto, fueron predicador. destituidos de sus oficios en la Iglesia MetoEl 18 de enero de 1833, se casó con Lenora dista, aunque retenidos como miembros. Cannon, una dama inglesa que se encontraba de visita en Toronto y se había convertido en Su conversión estudiante de una de sus clases de la Biblia. En la primavera de 1836 Parley P. Pratt Dotado de numerosos talentos naturales, llamó a las puertas de la casa de John Taylor. John Taylor hubiera progresado en cualquier Llevaba con él una carta de introducción de sociedad. Muy pronto influyó sobre los miem- un comerciante que conocía a este último, el bros más independientes de la secta Metodista Sr. Moses Nickerson. Por motivo de los mude esa ciudad. Sus enseñanzas no estaban li- chos rumores que había escuchado de los mitadas a las doctrinas establecidas por la Igle- mormones, John Taylor no se impresionó con sia. El dice: la visita del misionero. Sin embargo, escuchó "Mi propósito era el de enseñar lo que yo entonces la extraña historia de la restauración. consideraba las mejores doctrinas de la religión CrisLa historia de cómo Parley P. Pratt había tiana, en lugar de las doctrinas peculiares del metohecho el viaje a Canadá, es igualmente extra6 dismo" . ña. El le contó la siguiente historia a John Muchas otras personas estaban de acuerdo Taylor: con sus ideas y juntos optaron por llevar a "Una noche me había retirado a mi cuarto a descabo reuniones regulares varias veces a la se- cansar a temprana hora y me encontraba meditando mana e investigar las doctrinas de varias igle- el curso que seguiría mi vida, cuando se oyó un toque sias. Así desarrollaron una creencia que varia- en la puerta. Me levanté de mi cama y abrí, en eso el élder Heber C. Kimball y otros entraron a mi casa, y ba bastante de la de la Iglesia Metodista. "Ellos creían que los hombres que aceptaban el evangelio deberían estar dotados del Espíritu Santo; que los debería guiar hacia toda verdad y mostrarles las cosas que sucederían en el futuro. También creían en el don de lenguas, el don de sanidades, milagros, profecías, fe, discernimiento de espíritus y en todos los dones, gracias y bendiciones que habían sido experimentados en la Iglesia Cristiana de los primeros días. Creían en el recogimiento de Israel y la restauración de las diez tribus perdidas; de que los juicios sorprenderían a los inicuos y que Jesucristo regresaría a la tierra y reinaría con los justos; creían en la primera y la segunda resurrección y en la gloria y el triunfo final de los justos. Pero al mismo tiempo que ellos creían todas estas cosas, reconocían el hecho de que no tenían- ninguna autoridad para actuar en el asunto y organizar una iglesia con apóstoles, profetas y demás oficiales y enseñar la erudición de sus principios. ¿Pero dónde deberían buscar al Espíritu para hacer de sus conocimientos una realidad y de su sueño de una Iglesia Cristiana restaurada y perfecta un hecho? Comprendían que no podrían efectuar ese trabajo a menos que fueran llamados de Dios, y con dolor reconocían el hecho de que ninguno de ellos tenía ese llamamiento. Únicamente tenían que esperar y orar para que Dios les enviara un mensajero, si es que El tenía una Iglesia sobre la tierra" 7 .

El intensivo estudio religioso efectuado por estos hombres, causó que la prominente religión Metodista de .ese lugar iniciara una inves-

llenándose del espíritu de profecía bendijeron a mi esposa y a mí, y profetizaron lo siguiente:

"Hermano Parley, a partir de esta hora tu esposa será curada y te dará un hijo cuyo nombre será Parley; y será un instrumento escogido en las manos del Señor para heredar el sacerdocio y caminar tras los pasos de su padre. Hará una grande obra en la tierra al predicar la palabra y las enseñanzas de Dios a los hijos de los hombres 8 . Por tanto, levántate, ve y cumple el ministerio, sin dudar en nada. No te preocupes de tus deudas ni en las necesidades de la vida, pues el Señor te proveerá de abundantes medios. "Deberás ir al norte de Canadá, aun a la ciudad de Toronto, la capital del país y allí encontrarás gente preparada para recibir la plenitud del evangelio. Ellos te acogerán y tú organizarás la Iglesia entre ellos. Este evangelio será predicado en esa región y todos sus alrededores y muchos serán atraídos al conocimiento de la verdad y se llenarán de gozo. De las cosas que se hagan en esta misión, la plenitud del evangelio será llevada a Inglaterra y causará una gran obra en esta tierra" 9 .

Por algún tiempo John Taylor continuó sin interesarse en la proclamación del mensaje de Parley P. Pratt y fue poca la ayuda que le dio. Todos los lugares de reunión estaban cerrados para Parley y se encontraba desilusionado, casi por abandonar la Ciudad de Toronto, cuando se le presentó una oportunidad. Una seño-


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