100 años Claretianos en Temuco

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Centenario de la presencia evangelizadora de los Misioneros H ijos del Coraz贸n deM ar铆a (Claretianos) en T emuco 1901- 2001 - en la predicaci贸n misionera - en la educaci贸n cristiana - en el servicio de la comunidad parroquial.

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I.

a Llegada.

T emuco.

1. Dice la leyenda que junto a los copihues del cerro Ñielol, bajo una gran patagua centenaria, la antigua “frontera”, el suelo bravo entre los ríos Biobío y Callecalle, quedaba incorporada al territorio chileno. Allí se acordaron las condiciones de paz entre la nación mapuche y el gobierno de Chile. Era 1881. Pero la realidad fue menos poética: las tropas del gobierno, que desde hacía unos años venían levantando líneas de plazas-fuertes de guerra cada vez más al sur del Biobío, habían logrado convencer a algunos lonkos de los beneficios que resultaría de construir otro fuerte en las orillas del río Cautín. Y fue allí, en Huapi, un claro del bosque junto al río (hoy día terreno que ocupa el Regimiento Tucapel), que el cacique Coñuepán al frente de sus lanzas, vio, estoico y dubitativo, cómo las tropas de Chile izaban la bandera de tres colores.

Era 1881. El 24 de febrero de ese año quedaba fundada la plaza fuerte de Temuco. El ingeniero y topógrafo don Teodoro Schmidt delineó, entonces, las bases de la pequeña población. Al comienzo, pioneros, inmigrantes, colonos, comerciantes, soldados, fugitivos y aventureros iniciaron la población. Su crecimiento fue rápido. Veinte años después ya tenía 10.000 habitantes. El obispado de Concepción creó allí una parroquia y las beneméritas religiosas de la Providencia abrieron, en febrero de 1894, un colegio para niñas mapuche. Cuatro meses después, los Misioneros del Corazón de María (claretianos) pasaron por el territorio que bullía en plena efervescencia. ¿Cómo no iban a llegar, si aquello era un desafío a la evangelización? ¿Cómo no iban a estar si aquello era tierra de misión?

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2.

os Misioneros.

Los Hijos del Corazón de María habían establecido su primera comunidad en Chile y en América, en el empobrecido barrio de Belén, en Santiago. Su carisma apostólico fue reconocido muy pronto por los obispos del país y así se fueron estableciendo otras comunidades: en Valparaíso, La Serena, Curicó, Linares. A fines de 1894, apareció en el boletín interno de los claretianos en el mundo, una relación escrita por el P. Antonio Dalmau, superior de los misioneros en Chile y el primer claretiano, que junto al P. José Viladrich, llegó a la zona mapuche:

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1944: Día de la ordenación presbiteral de los PP. Abel Guzmán, Luis Tapia y Eduardo Méndez, de manos del obispo de Araucanía D. Guido Beck de Ramberga, en Temuco .


“ Debido a la gran necesidad de evangelizar, se nos pidió que fuésemos (desde Santiago) a Temuco para ver si era posible fundar allá una casa de misioneros. El tren se detuvo en Victoria, bajo intensa lluvia. Le pedimos a un cochero que nos llevara a la parroquia (de ese pueblo) donde vive un franciscano, pero nos dijo que no se atrevía a ir de noche por esos barrizales y precipicios. Allí nos comunicaron que el tren no seguiría hacia Temuco hasta tres días más tarde. Después de rogar mucho, nos metieron en un tren de carga. Cuando llegamos a saludar al párroco de Temuco, nos abrazó lleno de gozo y de inmediato mandó imprimir volantes anunciando que dos misioneros del Corazón de María darían retiro espiritual durante el día y misión por las noches. Claro que el templo parroquial no tenía puertas ni ventanas, era todo de madera, y con tanto frío, que durante la misa yo me cubría las manos con las puntas de las mangas de los ornamentos... El párroco quedó tan animado que decidió retirar la renuncia que había presentado pidiendo traslado a otra parroquia” (Anales, 14 de noviembre de 1894).

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Así fue la primera excursión de los misioneros en la zona. Pudo ser y pudo no ser, que quien los llevó finalmente en el ferrocarril lastrero, fuera don José del Carmen Reyes, aquel “padre brusco” que fue capitán de su tren, porque “el ferroviario es marinero en tierra”; aquel que, “cuando apenas despuntaba el alba, estaba allí con su barba y sus banderas, listos los faroles, el carbón de la máquina en su infierno, en la estación con sus trenes en la bruma”, que el niño Ricardo Neftalí (Pablo Neruda) miraría poco después con sus ojos asombrados. Antes de terminar el año 1894, otros claretianos también llegaron a Temuco: el P. Vilahur, en diciembre de ese año, predicó en la parroquia otra misión.

En el Libro de Crónicas de las Hermanas de la Providencia quedó estampado este ruego: “Temuco reclama con urgencia una nueva corporación religiosa que mantenga el fuego de la religión y la piedad; y ya que los PP. del Corazón de María son en todas partes conocidos y estimados por su celo y laboriosidad, recomendamos a las almas cristianas pidan a Dios porque cuanto antes se realice su fundación en ésta”.

MISION 6


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3.

os Proyectos

Pero, pese a los deseos, la fundación de una casa-misión de los claretianos en Temuco no se realizaba. -”Se nos hacen nuevas instancias para que fundemos en Temuco, donde hasta ahora no hemos podido por falta de personal” (P. Constansó Annales,4 de agosto de 1899). -”La falta de personal y, más que todo, el creerse en España que Temuco sería un pueblo inhospitalario, ya que ni siquiera figuraba en los mapas (antiguos), fue causa de que no se admitiera la fundación por parte del Gobierno General hasta el 6 de junio de 1900, por carta que se recibió en ésta el 21 de julio del mismo año” ( Id. 20 de septiembre de 1901). Sin embargo, ya desde 1896 se conversaba sobre una base sólida: primeramente había sido doña Mercedes Concha Subercaseaux quien prometió, y después no logró concretar, una donación en dinero para levantar casa y templo. Pero un segundo proyecto pudo cristalizar: los señores curas don Hilario Fernández (Director de la casa de Retiros San Juan Bautista) y don Ignacio González (Director de las Sociedades obreras), ambos de Santiago, ofrecieron, el 6 de enero de 1896, a nombre de la Sra. Concepción Echaurren de Ochagavía, tía del presidente de la República Don Federico Errázuriz E., la ayuda necesaria para la fundación: consistía en cuarenta mil pesos contantes y sonantes, de los que treinta mil serían para la edificación de casa y templo, y diez mil para la creación de una escuela destinada a la educación y la formación de los hijos del pueblo. Porque debería levantarse una escuela, como condición intransable. No porque faltaran locales de enseñanza en el naciente Temuco; un dato de 1905 habla de “unas diecisiete escuelas, por lo menos” (carta de P. Apellániz, Archivo Provincial, 40.2). Lo que se echaba de menos era la instrucción cristiana “en este pueblo minado por protestantes, masones y radicales” (Id.). 7


Curso año 1931 con su profesor el Hermano Eugenio Jiménez. ¿Una escuela? ¿Los misioneros metidos a profesores de niños? Varios de los antiguos claretianos debieron mover la cabeza negativa-mente. Pero se terminaba una época y ya asomaba en el horizonte el siglo XX. Y justamente se encontraban en los cargos de responsabilidad los hombres adecuados para abrir nuevos campos: el P. Antonio Dalmau, el primero que había llegado a misionar esa zona en 1894, era el superior de los

misioneros en Chile, acompañado de un pequeño equipo de gobierno: los padres Francisco Claparols, Mariano Avellana y Pedro Constansó. De los cuatro, el P. Claparols era el único que no quería aventuras ajenas a las costumbres tradicionales: optaba solamente por la predicación rural (Nicolás Alduán: “Historia de la Provincia”, Archivo, caja 1). Y en los caminos de Dios 8

estaba escrito que fuera pre cis am ente él quien firmara el convenio con doña Concepción Echaurren, el 12 de octubre de 1900. Era el segundo de a bordo, y había quedado con toda la responsabilidad de superior, precisamente cuando el P. Dalmau fue llamado intempestivamente a España cuando desde allá se quiso detener el ritmo de novedades entre los misioneros de Chile (Id.).


l Convenio.

fundacion

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4.

“Fundación de un convento en la ciudad de Temuco. Los que suscribimos hemos convenido en lo siguiente:

1. La señora doña Concepción Echaurren de Ochagavía, adelantándose al cumplimiento de disposiciones testamentarias que tiene hechas, y deseando que se funde cuánto antes en la ciudad de Temuco un convento de misioneros del Inmaculado Corazón de María, para que éstos ejerzan sus ministerios en esa región tan necesitada de servicios religiosos, se compromete a erogar para la referida fundación la suma de treinta mil pesos que se entregará por dividendos trimestrales de diez mil pesos cada uno, a contarse desde la fecha y a medida que lo requieran los trabajos de construcción del referido convento. 2. El P. Francisco Claparols, visitador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María y superior de todos ellos en Chile, especialmente facultado para este caso por el Rvdmo. P. general de toda la congregación, y autorizado por el Sr. obispo de la Concepción para el establecimiento de los misioneros en Temuco, todo lo cual se hará constar más adelante insertándose en este documento copia de los comprobantes del caso, acepta la donación que hace la Sra. Echaurren de Ochagavía, comprometiéndose a invertir toda la suma a que ella alcanza, única y exclusivamente en las obras de construcción necesarias para la fundación de que se trata, que se ejecutarán en el terreno que el Supremo Gobierno de Chile ha cedido a los misioneros del Corazón de María en la ciudad de Temuco, por decreto del Ministerio de Colonización nº 1204, de 3 de septiembre del presente año. 9


ACUERDO La congregación de los misioneros del Inmaculado Corazón de María se compromete, además, a mantener constantemente en el convento de Temuco el personal de sacerdotes suficientes para el ejercicio de los ministerios que les incumbe por su institución.

3. Si el Rvdmo. P. general de la congregación de misioneros del Corazón de María autorizara, en el término de seis meses contados desde esta fecha, la apertura y funcionamiento estable de una escuela gratuita anexa al convento de Temuco y bajo la dirección de los mismos misioneros, la Sra. Echaurren de Ochagavía erogaría un cuarto dividendo de diez mil pesos para el mantenimiento de esa escuela; y para ese caso el P. Claparols acepta también esta nueva donación compro-metiéndose a invertirla conforme a los deseos de la Sra. donante”. A este acuerdo se agregó el documento que acreditaba la personería y autorización del P. Claparols, y el decreto del obispo diocesano:

“Plácido Labarca, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica, obispo de la Concepción de Chile. En virtud de las facultades que nos concede el derecho venimos en erigir y en efecto erigimos canónicamente por el presente Auto, una casa e iglesia pública de religiosos misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María en la ciudad de Temuco, de nuestra diócesis. En testimonio de la anterior, mandamos dar y damos las presentes, firmadas de nuestra mano y selladas con el sello mayor y refrendada por nuestro secretario de cámara, en la ciudad de Concepción de Chile a diez y ocho del mes de agosto del año mil novecientos. El obispo de la Concepción. Ismael Méndez, secretario”. 10


IGLESIA

Existe, además otro documento del obispo Labarca en que baja algo más al particular sobre el objeto y otras circunstancias de la fundación.

“Plácido Labarca, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica, obispo de la Concepción de Chile. En virtud de las facultades que nos concede el derecho venimos en erigir y en efecto erigimos canónicamente por el presente Auto, una casa e iglesia pública de religiosos misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María en la ciudad de Temuco, de nuestra diócesis.

Al efecto, recomendamos debidamente esta fundación al cura párroco de la mencionada ciudad, para que preste toda clase de auxilios a dichos religiosos, y al mismo tiempo remueva los obstáculos que pudieran presentarse a la referida fundación. Al dar nuestra autorización diocesana a los religiosos nombrados para su establecimiento en Temuco, en una nueva casa de su instituto, hacemos un llamamiento a su reconocido celo y caridad evangélicas hacia dos puntos de vital importancia: 1º. La instrucción cristiana y moralización de los indios araucanos en el radio a que pueda extenderse el celo apostólico de los religiosos de la congregación. El cumplimiento de este deber apostólico hará acreedores a sus sacerdotes de la gratitud que Dios y la Patria les deberán.

2º. La educación cristiana de tantos niños que crecen y se desarrollan sin conocer a Dios y en la ignorancia supina de sus deberes religiosos a, lo que tal vez es peor, recibiendo en malas escuelas una educación que no tiene por base el conocimiento y el santo temor de Dios. (Archivo, 40.2).

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Por su parte, tal como afirmaba el documento, el Gobierno de Chile había cedido el terreno necesario: una manzana entera entre las calles General Zenteno, Manuel Montt y Diego Portales. El cuarto límite no tenía aún calle definida. Todo el sitio era la conocida Plaza de la Feria, casi equidistante de dos polos llenos de vida: la plaza principal y la estación de ferrocarriles.

Plaza Mayor de Temuco en la década de 1950.

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as Dificultades.

Cada vez más, las corrientes más liberales y radicales (de fuerte influencia masónica), se iban sacudiendo la tutela de la religión, en un país todavía oficialmente católico.

Firmado el convenio, el mismo P. Claparols, acompañado del Hermano Luis Echávarri quien era reconocido arquitecto, viajó a Temuco para ver el terreno. Y, como en la canción hispana que se cantó muchísimos años más tarde, allá “no había ruedo, no había arena, no había toro, no había nada”: las autoridades locales de Temuco recibieron con muy mala voluntad a los misioneros, los que se encontraron con tres formidables enemigos: la municipalidad, el juez local, y el promotor fiscal.

No es de extrañar, entonces, que en la prensa local aparecieran proclamas en contra de la instalación en el pueblo de los que llamaban “jesuítas, salesianos, frailes... diciendo que nuestro terreno debería ser la Plaza de la Feria”, y que “los radicales buscaron firmas y elevaron solicitud al gobierno para derogar el decreto que nos autorizaba” (Anales, 1903.). Así las cosas, tampoco es de extrañar que en las crónicas de los misioneros se describa la región sur como “minada por masonesy radicales”,y “habitadapor indios paganos, chilenos descreídos, extranjeros materializados o adictos a la herejía protestante y por gentes completamente maleadas” (Archivo, 40.2). Los dos misioneros, llegados con tanta ilusión a Temuco, golpearon puertas que no se abrieron, alegaron derechos que las autoridades locales dijeron ignorar y se volvieron a Santiago, decepcionados. Una vez

Incendio de templo e internado en 1959. 13


en la capital, se entrevistaron con autoridades de Gobierno y se fueron de nuevo al sur llevando una segunda ordenanza, la que fue igualmente resistida.

recibido ningún Decreto ni orden alguna de cesión en la Intendencia, aunque afirmó tener noticia de que existía el mencionado Decreto en la Oficina de Colonización; pero le constaba también que la Municipalidad se opondría a la entrega.

“El alcalde dijo que la dicha plaza pertenecía a la municipalidad y no al Gobierno; y que por lo tanto, como representante y a nombre de la Ilustre corporación se opondría a la entrega del local pedido...

Así iban los misioneros de Herodes a Pilatos, sin poder lograr un resultado favorable... En vista de tanta oposición, el P. Claparols pensó buscar otro terreno y comprarlo con parte de la plata destinada a la fundación; mas, practicadas las diligencias y después de varias tentativas en tres o cuatro partes de la población, se vio que habían de gastar en la compra la mitad de lo disponible; y en su virtud se creyó más prudente dar nuevamente cuenta al Gobierno de todo lo que pasaba y así, dando los misioneros amplios poderes al cura párroco D. Zacarías Muñoz, por lo que pudiera suceder, se volvieron a Santiago” . (Notas históricas sobre la casa de Temuco, fundada el año 1901. Archivo, 40.2).

Se presentaron después los misioneros al Intendente, recibiéndolos con marcada frialdad, excusándose con que no se había

Entonces, probadas todas las instancias legales, empezó a operar un elemento mucho más eficiente; un factor incorporado al alma nacional como una segunda naturaleza: la recomendación en base a la amistad.

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Comunidad de Temuco en 1924. De pie (izq. a der.) Eugenio Jiménez, Concordio del Cura, Primitivo Chalezquier, Juan Oliveida y Hno. Mariano Herrero. Sentados: Nicanor Martín, Pedro Mandalúniz, Tomás Sesé (superior mayor en Chile), Paulino González y Lorenzo Sarrablo. El P. Claparols le habló de los problemas de Temuco a la Sra. Concepción quien a su vez se lo contó a su hermano don Francisco y éste al mismísmo presidente Federico Errázuriz, su sobrino. Por otra parte, las hermanas Rosa y Mercedes Garrido, interesaron a doña Elena, hija del Presidente, y a su esposo D. Renato Sánchez, hijo del entonces embajador de Chile en España, quien también recomendó el asunto al presidente.

misioneros; el día 17 de abril de 1901 recibía el terreno indicado D. Zacarías Muñoz, cura párroco, a nombre y con poderes del P. Francisco Claparols. Antes de cumplirse un mes de la ordenanza, llegaban a Temuco, para tomar posesión del sitio cedido por el Gobierno, el P. Saturnino Apellániz y el Hermano Luis Echávarri. Era el mediodía del 12 de mayo de 1901, y “fueron recibidos en la casa de las Monjas de la Providencia con verdadero afecto y muestras de júbilo, ya por parte de la comunidad, ya por parte de los niñitos y niñitas asilados en dicha casa religiosa.

El resultado fue instantáneo: de Santiago partió una orden terminante para que, sin dilación ni pretexto alguno en contra, se hiciera entrega de la Plaza de la Feria a los 15


El primer acto, apenas llegaron al convento, fue robustecerse con el pan de los fuertes, celebrando el P. Saturnino la santa misa...Una vez concluida, la R. Madre superiora sor Mathilde Lizama y sor Marta Prieto, estando presente toda la comunidad y colegiales, dieron la bienvenida a los misioneros pasando luego a ocupar los departamentos destinados para los capellanes, ofrecidos generosamente para residencia interina de los individuos que debían formar la nueva comunidad mientras se edificaba la propia casa.

especiales vínculos de afecto ya que el padre Pablo Vallier, fundador de la congregación de los Hijos del Corazón de María en Chile, les había predicado ejercicios espirituales por lo menos 18 veces, había escrito un Reglamento para las superioras y estimaba en gran manera a la fundadora de la Providencia en Chile, la benemérita madre Bernarda Morin. “Establecidos ya los misioneros en el pueblo, cumplieron por de pronto con las leyes de la buena cortesía visitando al nuevo Intendente Sr. Urrutia, que se les mostró muy benévolo, ofreciéndoles su ayuda, ya que tenía orden del Gobierno de acompañarlos y defenderlos, tanto más que le constaba existían algunos elementos dañinos preparados para molestar a los misioneros en su nueva fundación” (Id.).

Hay que hacer presente que los tales departamentos tienen comuni-cación con el exterior independientemente del convento y así podían los misioneros vivir en comunidad y con entera libertad como si estuvieran en su casa. Permanecieron los misioneros en dicho local casi dos años haciendo de capellanes del establecimiento mientras el Hermano dirigía los trabajos de la casa” (Id.).

Al día siguiente saludaron a las autoridades civiles y poco después el Cura párroco les hizo entrega del terreno que había recibido en nombre del P. Claparols.

En realidad, fueron las religiosas de la Providencia las que más lucharon por tener una casa claretiana en Temuco. Tenían

Cuando llegaron a la Plaza de la Feria, los misioneros se llevaron una sorpresa: el lugar 16


“estaba ocupado por 22 chincheles o chinganas, sucias viviendas de gente non sancta, donde días atrás se había perpetrado un homicidio. La municipalidad había arrendado, poco antes de hacerse la entrega, los sitios de la Plaza a gente pobre y chinganera, para estorbar así la posesión de los misioneros y adquirir algún derecho siquiera supuesto, sobre el local.

Muchos de los ocupantes hicieron el desentendido habiendo de soportar el Hermano Luis impertinencias sin cuento mientras iba cerrando la propiedad. Después de muchos disgustos y sinsabores, pudo cercar toda la manzana no sin verse obligado a pagar algunas sumas de dinero a los siete u ocho últimos más reacios en dejar libre el local” (Id.).

El Sr. Cura, notificó a los ocupantes que en adelante se entendieran con los Padres pues él les entregaba el local de la Plaza por orden superior y les recordó que ya se cumplía el plazo fijado para desocuparlo todo.

El 30 de mayo se sumaba al grupo el P. Ignacio Duña y las obras de construcción de la casa y el templo empezaron en medio de un clima tenso, situación que se agravó cuando los misioneros lograron adjudicarse, en la parte norte del pueblo, un terreno con tierra apta para hacer ladrillos: una cantera colindante por el lado poniente con la quinta de las Hermanas de la Providencia. Eran tres hectáreas de bosque nativo y tierra gredosa, en terreno fiscal, que de inmediato fue protestado por alguien quien decía tener derechos sobre ese campo. El asunto llegó a los enojosos pleitos ante los Tribunales que al fin fallaron en favor de los misioneros.

Centro español en 1927 17


No se contentaron todavía los enemigos y así, a los pocos días volvieron de nuevo a la carga y quisieron apoderarse del Hermano Luis para llevarlo a la cárcel.

“Mas los enemigos no dormían y así fue que poco después haber empezado el cierro se presentó un individuo de mala catadura acompañado de otro de muchos antecedentes y pésima fama, instrumento vil del famoso Juez con quien trabajaba a medias en un terreno contiguo al entregado a los misioneros. Dicho individuo se acercó con insultos y groserías y en tono amenazante; pero se vio obligado a retroceder ante la firmeza y energía del Hno. Luis.

Pudo huir y se presentó otra vez al Intendente refiriéndole lo acaecido. El Intendente, cansado ya de mal proceder de nuestros enemigos, llamó inmediatamente al Promotor Fiscal, que era uno de los que más guerra hacía a los misioneros, y no pudo contestar más que palabras de excusas a las reconvenciones que se le hicieron. Se le encaró entonces el Intendente y le dijo: ‘Sepa, señor, que tengo orden de amparar y defender a los Padres, y cuidado con que les moleste más en adelante’.” (Id.).

Por la tarde del mismo día, viendo los contrarios que por la mañana no habían conseguido nada se presentaron con fuerza armada llevando al frente un famoso criminal llamado el Chico Molina, instrumento también del Juez y Promotor Fiscal. Mandó parar los trabajos del cerco; mas el Hno. Luis acudió sin pérdida de tiempo al Intendente quien arregló las cosas, ni sin haber llevado antes los nuestros serios disgustos.

En efecto, desde Santiago, el nuevo Presidente de la República, don Germán Riesco, había enviado carta firmada de su puño y letra al Intendente de la provincia. Le decía: “Favorezca a los misioneros del Corazón de María, que están llamados a hacer mucho bien en esa población” (Id.).

OBSTACULOS 6.

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a Casa.


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El Hermano Luis Echavarri, arquitecto, constructor y obrero, al frente de un piquete de operarios trabajó día y noche. La antigua Plaza de la Feria vio demarcar espacios, abrir zanjas, Carlos de Ancud, don Ramón Angel Jara bendecía la primera piedra, y aunque se trabajó duramente en un primer momento, en septiembre de 1905, el P. Víctor Martínez -”Nuestra humilde casita va tocando a se queja al P. Sesé que “las obras quedaron su conclusión. la tenemos con suelo, cielo y paralizadas”, porque el Hermano Luis fue llamado a Linares para la construcción estuco, seis celdas y refectorio, cocina, de otro monumental templo despensa, biblioteca (una pieza que los misioneros estaban para ello) y sala de labor para Fachada por calle levantando en aquella los Hermanos. Un salón de 23 Zenteno hacia 1940. ciudad. por 5.10 metros para capilla interina, otro salón para P o r f i n , e l 19 clase y dos salones de de marzo de 1907, recibo, a medio terminar” el superior de (Archivo, 40.2). los Capuchinos alemanes, Fray Casi dos meses más Jerónimo de Amberga, tarde, el 8 de diciembre representando al obispo de ese año, los misioneros de Concepción que se dejaron, con el corazón e n co n t r a b a e n f e r m o, h e n chi d o d e gr atitu d , bendijo el nuevo templo que las dependencias para el resultó hermoso, aunque doce Capellán que las Hermanas de años más tarde, en 1919, un misionero la Providencia les habían cedido con tanta caridad a su llegada, y se trasladaron a pedía al superior mayor hacer algo definitivo “porque las torres son indecentes” (Id.). su propia casa. levantar muros, poner tejados, hasta que el 18 de octubre de 1902, el P. Saturnino Apellániz pudo escribir al P.Tomás Sesé:

II.

Desde luego que la construcción no estaba enteramente terminada. Menos aún el templo que demoró más de lo previsto. El 13 de octubre de 1903 el obispo de San 19

as Misiones. 1. os Medios.


Primera piedra del templo.

In memoriam. En la ciudad de Temuco, a trece días del mes de octubre del año mil novecientos tres, gobernando la santa iglesia católica el soberano pontífice Pio X, siendo presidente de la República de Chile el Exmo. Sr. Don Germán Riesco, obispo de la diócesis de Concepción el Ilmo. Señor Doctor Don Plácido Labarca; superior general de la congregacion de Misioneros del Inmaculado Corazón de María el Rvmo. Padre Clemente Serrat; intendente de la Provincia de Cautín el Sr. Don Temístocles Urrutia, y párroco de Temuco el Sr. Pbro. Don Zacarías Muñoz; fue bendecida y colocada solemnemente por el Ilmo. Señor Obispo de San Carlos de Ancud, Doctor Don Ramón Angel Jara, la primera piedra del nuevo templo que se levanta en esta ciudad dedicado al Inmaculado Corazón de María. Un ejemplar de esta Acta firmada por los señores padrinos presentes en el momento de la bendición y sellada con el sello del Ilmo. Señor Obispo oficiante, fue colocada con cinco monedas de plata en el interior de un frasco de vidrio lacrado y depositado dentro de la primera piedra bendecida. En fe de todo lo cual y para perpetua memoria, firmamos los presentes. +Ramón Angel, obispo de S. Carlos de Ancud.; T. Urrutia, intendente; Sara de Urrutia; Zacarías Muñoz, cura párroco; Eduardo Salas, primer alcalde; N. Gómez; Rosa de Gómez; Miguel Yañez; Rosa de Yañez; Luis Manríquez; José María Carrasco; Orfelia de Carrasco; Victor Fornés; Fray Jerónimo de Amberga, misionero capuchino; Saturnino Apellániz; Norberto Schöer, prosecretario del Señor Obispo”.

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Dedicados los Hijos del Corazón de María a la predicación

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del Evangelio, emplearon preferentemente dos cauces para hablarle al pueblo: las misiones y los llamados “ejercicios espirituales”. Precisamente esos servicios misioneros les había encomendado el arzobispo de Santiago, en 1872, al dar su aprobación a la primera comunidad claretiana en Chile: -“Atendido el crecido número de fieles, la dilatada extensión de los curatos de campo y la dificultad que tienen los párrocos de proporcionarse auxiliares, es imposible satisfacer las necesidades espirituales de las personas que por su fe, sus deseos y hasta por las penalidades de la vida laboriosa que llevan, son los más acreedores a los auxilios de nuestra santa religión. Con el fin de atenuar en lo posible el mal, se han establecido en el campo las misiones rurales anualmente.... pero no se multiplican por falta de operarios... Ahora se presenta una ocasión favorable de introducir en el arzobispado una congregación exclusiva para dar misiones y adaptada a las necesidades de nuestros tiempos... Ya hace dos años algunos miembros de dicha congregación han trabajado a satisfacción de mis Vicarios y con notable fruto, tanto en misiones como en los demás ministerios”... Resulta interesante esta presentación que hace al arzobispo al supremo gobierno pidiendo el reconocimiento oficial de los claretianos. Encuadra muy bien la figura de lo que se pedía Visita del Superior General (al centro) en 1921. A su derecha está el P. Félix Alejandro Cepeda, secretario general, primer sacerdote claretiano chileno. 21


EFICIENTES a los misioneros: ser eficientes auxiliares de los párrocos (de la Iglesia local, por lo tanto), en las situaciones más difíciles, los lugares alejados y desatendidos, teniendo en cuenta la parte de la sociedad más empobrecida (campesinado, mundo del trabajo, “los que llevan las penalidades de la vida laboriosa” dice el documento), con un sistema misionero “adaptado a nuestros tiempos”. Además, con el título de “exclusiva” para dar misiones, pero a la que se le reconoce también competencia en los “demás ministerios”. Algo de aquello de atender lo más “urgente, oportuno y eficaz” que ha quedado como marca histórica de la congregación, refleja el escrito del arzobispo de Santiago. Ciertamente, como acota el historiador Gonzalo Vial, imparcial en este tipo de asuntos, los ejercicios y también las misiones fueron el gran medio para mantener en el país una fe básica en medio de una tremolina de situaciones que iban llevando la historia por derroteros cada vez más independientes de la influencia de la Iglesia.

2.

PP. Oscar Messina y Abel Guzmán.

os Desafíos. 22


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En Temuco, los claretianos establecieron una “casa-misión”. Su predicación del Evangelio cubrió un amplio sector que iba de la cordillera al mar y del Biobío hasta las islas chilotas. Así, apenas inaugurada la casa propia y levantados un tanto los muros del templo, los misioneros se calzaron las botas altas, cubrieron sus cuerpos con “ponchos de Castilla”, montaron caballos galoperos, y llegaron hasta puntos desconocidos hasta en los mapas. Además de los trabajos pastorales propios para ayudar al único cura, atender la escuela y servir algunas capellanías, pudieron misionar con más asiduidad la lejana diócesis de san Carlos de Ancud: aproximadamente unas 340 leguas de norte a sur, tierra firme y 200 islas, poblados de pescadores y pobres agricultores de papas y manzanas. De inmediato compararon esa tierra “Sus habitantes se con otra que les era conocida y parecen a nuestros gallegos: muy amada:

sencillos, dóciles, creyentes, algo

L a p o b r e z a superticiosos, laboriosos, amantes de generalizada, la vida la instrucción, dados a la navegación, marinera, las enormes distancias, no asustaba marinos por naturaleza, casi anfibios, pues a l o s m i s i o n e r o s . algunos pasan la mayor parte del tiempo en Lo que sí les llamó el mar; aunque pobres en dinero, poseen poderosamente la su pedazo de tierra, algunas ovejas y atención fue la lluvia: la chanchos o cerdos”, decían relatos intensa, interminable y publicados en Anales. apabullante lluvia del sur

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misiones

que caía “trece meses al año”. La pobreza de clero era abismante. La falta de presbíteros era suplida, en parte, por religiosos franciscanos y jesuitas que atendían las extensas parroquias. Allí encontraron también la institución de los “fiscales” quienes eran, en la práctica, los encargados de la liturgia, los catequistas, sacramentadores, cantores, sepultureros y dirigentes de las comunidades, “a los que les oímos la misa “in solemnibus” y de requiem, de Pustet, con la misma exactitud que pudieran hacerlo nuestros estudiantes” (seminaristas mayores, en España). Un relato aparecido en Anales el 7 de octubre de 1898 y firmado por el P. Jaime Pros, tres años antes que los misioneros se establecieran en Temuco, hablaba ya de las peripecias en las misiones chilotas:

Después salimos a caballo para Castro y nos dirigimos a Dalcahue para pasar el canal. Llegamos a Castro, la ‘perla del sur’ como la llamó Menéndez Pelayo, entre los grandes abanicos verdes de los pangues, y después de haber caminado bajo arrayanes, olmos, robles y espinos tau-tau. Allí dimos la tercera misión. La cuarta fue en Maullín, poblado de unos 600 habitantes. Allí celebramos la semana santa. Vino mucha gente, pero sorprendentemente el sábado de gloria no apareció nadie en el templo. El párroco nos dijo que siempre era así: que la gente, al oir las campanas de gloria, daba por terminada la semana santa y se iba cada cual a matar su cordero para el asado, a prepararse para las carreras de caballos, y que

-Nos dirigimos a Concepción y nos hospedamos en la casa de los jesuitas. Allí supimos que pasaba un vapor por Lota y nos dirigimos allá. Embarcamos y después de dos días llegamos a Ancud, a las siete de la mañana, y nos fuimos a alojar en el seminario. Esa misma noche iniciamos misión en la catedral. A la semana siguiente nos embarcamos internándonos por un laberinto de canales, contemplando las hermosas islas. En Achao dimos la segunda misión. Se confesaron todos los habitantes (que son 800) menos cuatro. 24


no había más que hacer. Nos fuimos entonces a Calbuco...Después a Puerto Montt, que es una de las ciudades más importantes del sur, por su comercio. Hay bastantes protestantes. En la misión, como de costumbre, confesamos a niños de las escuelas, policías, los encarcelados y los soldados de línea. A las cinco y media de la mañana empezábamos las misas y a esa hora, sin temerle al frío o a la escarcha, estaba la gente en el templo. Días después, jinetes en buenos caballos, salimos para Osorno, aunque debimos tomar un bote para cruzar la

gran laguna de Llanquihue... En Octay volvimos a subir a las caballerías, en las horas tempranas de la mañana, y después de un viaje bastante i n có m o d o p o r l a g ra n distancia, el viento helado que cortaba la cara, las lluvias que empezaron a caer en la tarde, los pésimos caminos y el aspecto salvaje de esos eternos bosques e inmensas soledades en que apenas se encuentran seres humanos, y si se encuentran es para matar y robar como por desgracia ha sucedido, llegamos, por fin, como a las siete de la tarde a Osorno, lugar en que hay bastantes protestantes y peores católicos. Misionamos también en La Unión y en Valdivia. Es la primera vez que misionamos en estas zonas. En todas partes hemos instalado la Archico-fradía del Corazón de María, como por ejemplo en La

Unión donde pusimos el santo escapulario de archicofrades a los 90 presos de la cárcel”... En 1905 también se llegó a misionar en la Isla Juan Fernández, inmortalizada por la historia de Robinson Crusoe. Realmente, los trabajos misioneros en las islas chilotas y el territorio de tierra firme del obispado de San Carlos de Ancud, llenan muchas páginas de honor en la difusión del evangelio y la conservación de la fe. Fueron muchos los claretianos que por meses y meses, año tras año, dejaban parte de sus vidas tanto en los rincones más solitarios y apartados como en los centros poblados de esa región.

3. l Crecimiento. Pero si las misiones

25


E

populares, los ejercicios espirituales y la predicación en los templos propios y ajenos fueron las tareas principales de los claretianos en los primeros veinte años de su vida en Chile, al final del siglo XIX y comienzos del siglo XX se empezó a dibujar cada vez con mayor firmeza una línea pastoral que diversificaba los servicios de evangelización. Esto supuso, para los misioneros en Chile, un nuevo rostro, es decir, un nuevo dinamismo en todo sentido. El crecimiento fue notorio: * de cinco comunidades existentes se pasó a diez. * dentro de la geografía del país se tocaron las dos puntas: Antofagasta en el norte, y Temuco en el sur. * No pudieron asumirse fundaciones en Iquique, Pica, Tal-Tal, Lebu y San Fernando de Colchagua. *Se asumieron apostolados nuevos: ya no fue solamente la clásica predicación misional, los ejercicios espirituales y la atención del culto; ahora se tomó la educación cristiana a los pobres (escuelas precisamente en los puntos más necesitados de doctrina y en peores condiciones sociales como Andacollo, Antofagasta y Temuco, siendo transferida la de Curicó despues de unos años de experiencia). Se tomó la dirección espiritual de seminarios diocesanos (a la experiencia tenida en La Serena se sumó nada menos que la del Seminario Pontificio de Santiago entre 1900 y 1903). Se ingresó al campo de la prensa escrita con la creación de la revista quincenal y después 26

Hno. Mariano Herrero y curso de alumnos hacia 1930.


APOSTOLADO

semanal La Estrella de Andacollo, en 1905. Y los misioneros tomaron, por primera vez en el mundo, el servicio estable de una parroquia, la de Andacollo.

Ese era uno de los puntos más resistidos por los misioneros antiguos y por las autoridades de la Congregación. Si el P. Claret, el fundador, había dejado una parroquia para convertirse en misionero, no iban a ser sus hijos los que volvieran a limitar sus sueños apostólicos encerrándose en la geografía de una parroquia. Expresamente dejaron constancia de ello en sus acuerdos con el obispo de Concepción, al instalarse en Temuco. En carta particular, decía el obispo Plácido Labarca:

-”No me olvidaré escribirle al P. General en el sentido que me indica para que a sus padres no se les ocupe en el oficio parroquial” (Archivo, 40.2).

Sin embargo, esos mismos días la Congregación aceptaba la responsabilidad de la parroquia de Andacollo, en la Cuarta Región, pero con la expresa constancia de que se trataba de “una misión continuada”. Y muy desde el comienzo, también en Temuco los claretianos empezaron a atender en forma permanente, aunque sin residencia fija, capillas y parroquias necesitadas de predicación y sacramentación. P. Tomás Sesé.

Para llevar adelante los cambios necesarios que adecuaban a los misioneros a las necesidades reales de la Iglesia chilena, se contó con tres hombres excepcionales: el P. Antonio Dalmau, en la década de 1890, el P. Ramón Genover en los primeros años del 1900 y también con el P. Tomás Sesé: hombres de visión, con sentido de futuro, que abrieron el campo evangelizador hacia respuestas nuevas.

27


misiones

E l Recorrido Hasta Hoy.

4.

El duro y agotador trabajo misionero, particularmente en las islas chilotas y en todo el amplio campo, primeramente del obispado de Concepción y después de los numerosos obispados que se fueron creando (Temuco, Araucanía, Valdivia, Osorno, Puerto Montt), ocuparon la vida de la comunidad claretiana en el sur por muchos años.

acomodación a las normas del Concilio Vaticano II que lanzó a los obispados a responder por sus propios medios los desafíos de la evangelización popular, la escasez vocacional, etc., fueron elementos que le cambiaron el rostro a la comunidad. Las nuevas formas, evidentemente sin la continuidad de los primeros tiempos, llevó a los misioneros a colaborar en los equipos diocesanos de misiones y a participar en misiones generales, juntando fuerzas con otras congregaciones e incorporando laicos en la tarea.

Desde luego, los obispos de Concepción, en los primeros 25 años del siglo XX, y después los obispos de Araucanía, se hacían acompañar casi en forma permanente por los claretianos en todas sus visitas pastorales, quienes predicaban la misión que precedía a la visita del pastor, siempre con notable fruto.

Las campañas misioneras también se dirigieron a la reactivación cristiana de los propios barrios parroquiales y a la colaboración diocesana.

En todo el período fue la atención pastoral en las islas chilotas la tarea ordinaria anual de la comunidad de Temuco. Y en la misma ciudad, quizá el último esfuerzo misionero de envergadura organizado plenamente por los claretianos fue la gran misión general en 1958, dirigida por los padres Salvador Badía y Hernán Ramírez y que contó con 32 misioneros repartidos por todo el plano urbano y suburbano en 16 centros.

Una de las últimas misiones organizadas por los claretianos de Temuco en la zona rural, preponderantemente mapuche, fue dirigida por el Hermano Bernardo Vidal, en 1995, y contó con cientos de misioneros y misioneras entre laicos y religiosos.

Pero lentamente el servicio evangelizador fue tomando otro giro. La creación de la parroquia del Corazón de María en Temuco en 1962, la 28


S

uperiores de la comunidad:

1901

P. Saturnino Apellániz: 1901-1904 P. Víctor Martínez: 1905-1908 P. Ramón Font: 1909-1912 P. Ignacio Duña: 1913-1915 P. Pedro Mandalúniz: 1916-1918 P.Paulino González: 1919-1924 P. Antonio Urrutia: 1924-1930 P. Mariano Cidad: 1931-1936 P. Salvador Badía: 1937-1942 P. Alfonso Repiso: 1943-1945 P. Juan Guerricagoitia: 1946 P. Demetrio San Román: 1947-1951 P. Faustino González: 1952-1954 P. Serapio Rebaque: 1955 P. Manuel Escalona: 1956-1957 P. Juan Escalona: 1958-1963 P. Alfonso Marcos: 1964-1966 P. Teodoro Arranz: 1967-1972 P. David Gómez: 1973-1975. P. Francisco Vicente: 1976-1978 P. Salvador Badía: 1979-1980 P. Teodoro Arranz: 1981-1989 P. Jesús Pastor: 1990-1992 P. David Gómez: 1993-1998. P. Jesús Pastor: 1999-2004

2004

29


L

III.

Entre las novedades de las dos décadas, la final del siglo XIX y la primera del siglo XX, al parecer las más dinámicas de los claretianos en Chile, está la respuesta pastoral al mundo de la educación popular. En ese surco, como también en el de la atención parroquial y la de la prensa, se lanzaron las semillas que a largo plazo cambiaron el rostro de la comunidad en el país. Sur-gieron escuelas, por lo que hubo que improvisar a los misioneros en el campo educativo: en pocos años se

a Educación Cristiana

U

1. n Campo Nuevo. establecieron centros de en- de establecer colegios en señanza en Temuco (“Cora- España: zón de María”), Antofa-gasta (“Instituto Lord Co-chrane”), “Deseábamos y Curicó (“Instituto Católico”). ardientemente ver autoriY al asumir la parroquia de zada a la Congregación para Andacollo, se tuvo también establecer centros de enseñanza responsa-bilidad sobre la en los puntos más necesitados. escuela única del pueblo. Estamos convencidos de que la La labor educacional enseñanza es el fundamento de no era desconocida en la la moralidad, del bienestar; ya Con-gregación. Se había tenemos escuelas en Gracia, logrado consolidar en EspaSegovia, Zafra...”. ña tras una Real Ordenanza, en 1886, que había iniciado Las comunidades chilela experiencia, aunque no todos miraban con simpatía nas, particularmente con la esta aper-tura de la congre- llegada al país del P. Antonio gación hacia campos Dalmau con el cargo de nuevos. Pero el Bo- superior, empezaron a mirar letín interno de la nuevos campos de apostolaCongregación, do y, desde luego, el de la Anales, saluda- enseñanza les pareció muy ba con gozo la apropiado para evangelizar autoriz ación al pueblo en sus mismas raíces: la niñez y la juventud.

30


L

2. En el contrato de fundación firmado por la Sra. Echaurren de Ochagavía y por el P. Claparols se dejaba establecida la condición de una escuela, previa aprobación del superior general. Por su parte, el obispo de Concepción miraba con entusiasmo esa cláusula y la recomendaba encarecida-mente, particularmente pensando en los pobres y en la nación mapuche. Los mismos misioneros vieron este punto como eficaz medio para contrarrestar la influencia que llamaban “protestante, masónica y radical”, como ya hemos señalado.

En los planos de la casa, el Hermano Luis dejó un espacio especial para la escuela; el P. Apellániz, primer superior de la comunidad temucana, da cuenta, en la carta citada del 18 de octubre de 1902, de “un salón para clases”, el que fue bendecido el 19 de marzo de 1903, abriéndose el período escolar. La escuela empezó con una vida lánguida; el primer día de clase, de los 25 niños matriculados, llegaron solamente cuatro. Pero tres años después ya contaba con 174 alumnos, que tenían la dirección paternal del Hermano Juan Vela, quien ya había ejercitado sus dotes de pedagogo en Andacollo.

Instituto Claret 31 en 1950.

os Comienzos. La matrícula de los primeros años fue, de todos modos, dificultosa. Si se comenzó con 25 alumnos en 1903, al año siguiente se llegó a 71 y en 1905 se subió a 114. En 1906 ya se habla de dos secciones: una gratuita y otra “gratificada”, con lo que la matrícula se mantuvo en los años siguientes en un promedio de 150 alumnos (Archivo, 40.3). Una pequeña subvención estatal permitía a duras penas el mantenimiento de la escuela. Los medios eran ciertamente dificultosos: en carta del P. Víctor Martínez al P. Tomás Sesé, en septiembre de 19 0 5,


Poco era, en realidad, si se tiene en cuenta que un simple lápiz costaba 0.10 centavos (Id.). No ayudaba en absoluto a salir de la crisis, una disposición dejada por el superior mayor de los misioneros en Chile, P. Ramón Genover:

“Aquello que den los niños del colegio por concepto de mensualidad, ingresará íntegro al fondo común. Aquello, empero, que den por la compra de libros, etc. formará el fondo de la escuela y servirá para la adquisición de menaje y mejoras” (Archivo, 40.6. Libro nº 1 de Visitas).

hay queja de que los materiales escolares enviados desde Santiago han servido solamente en parte: los cuadernos de caligrafía tenían las indicaciones en francés y los libros de geografía eran tan anticuados “a pesar de estar editados este año, Temuco aparece con una población de 3.500 habitantes, cuando ya pasa de los 15.000” (Id.).

Pero, a pesar de todo, había proyectos: en 1905 empezaba una escuela nocturna y ese mismo año se conversaba con los Hermanos de las Escuelas Cristianas ( de La Salle), quienes habían fundado colegio en Temuco, acerca de la posibilidad de que ellos fueran profesores en nuestra escuela. Eran, precisamente, los Hermanos educadores que tanto habían llamado la atención al P. Claret, al final de sus días, y a los que había propuesto como modelo a imitar para sus misioneros en el campo de la enseñanza. Habían llegado a Temuco guiados por su

Además, se recomienda en la carta, que no se compren útiles escolares en Valparaíso ya “que no sale a cuenta pues están al mismo precio que en Temuco. Y el colegio no más tiene entradas que la utilidad que le queda de las ventas al menudeo (de material escolar), y los gastos no escasean... Actualmente los únicos fondos que tiene el colegio son unos 40 pesos”.

colegio 32


espíritu de servicio pero en una situación de gran necesidad: “Los Hermanos de las Escuelas Cristianas están muy pobres y hasta el alimento les falta”, afirmaba en una carta el P. Víctor Martínez, en 1905 (Archivo, 40.2). La respuesta dada por el Hermano Amadeo fijó condiciones que seguramente fueron imposibles de asumir en ese momento: “dos o tres Hermanos de La Salle con honorarios de 50 pesos para cada hermano, más 300 pesos para mobiliario adecuado, suministro de menaje y útiles escolares, y libertad para seguir los métodos de enseñanza usados por su Instituto” (Id.). La labor educativa de los misioneros en Temuco se vio ampliada hacia 1909 con la presencia de uno de ellos, el P. Silverio Medina, como profesor en el Liceo de Hombres y en la Escuela Profesional de Niñas, responsabilidad que ejerció hasta su muerte en 1913, fecha en que su impactante funeral movilizó a toda la ciudad.

33


El Ateneo Cervantes, centro de difusión cultural por muchos años, en la esquina de Zenteno y Portales

a Rutina.

ateneo

L

3.

En la narración de la historia real de la vida de las personas y de las instituciones, no se pueden ocultar los desencantos. Por eso debemos anotar un período opaco de la escuela Corazón de María. A los bríos de la primera hora, sucedió cierto estancamiento tanto en el crecimiento, como en los programas, y en el servicio pastoral. Quizá la improvisación del personal religioso para ese campo de por sí especializado, la falta de estímulos, la sicología “nómade” del misionero que prefería los cuatro o cinco meses atareados de las misiones por las islas chilotas antes que la vida sedentaria de la escuela, las preocupaciones de las autoridades claretianas dirigidas a otras situaciones en el país, todo eso y algo más debió ir adormeciendo la savia. Ciertamente hubo realizaciones: la creación del Círculo de obreros, la adquisición en Barcelona, en 1912, de algo que es descrito como “un cinematógrafo”; tambien en 1916 se fundaba el club de fútbol Chile-España y, particularmente, en 1921, se levantaba el Ateneo Cervantes, importante centro de difusión cultural por varias décadas. Desde ese centro se irradió el arte escénico, la magia coral y se vivieron ardorosas asambleas sociales, por lo que el Ateneo disfrutó por muchísimos años un buen ganado prestigio y dio un aporte cultural de envergadura a la ciudad.

34


Sin embargo, el nivel de altura, tanto del Ateneo como del colegio, lo establecían los misioneros señalados como superiores de la comunidad: con hombres de vigor e iniciativa como los padres Concordio del Cura, Antonio Urrutia, Mariano Cidad, Salvador Badía y el Hermano Eugenio Jiménez, los dos centros llegaron a su cúspide. Por otra parte, con otros responsables de menos vuelo se vivieron momentos negativos. En 1924, un misionero, que se manifiesta descontento con la marcha de las cosas, afirma en una carta que “los trabajos sociales y el Círculo de obreros y el Ateneo Cervantes son, igual que en Santiago, la carabina de Ambrosio” (Id.)

Durante muchísimos años el número de alumnos no pasó de los 200 niños. Extraña que en un clima de tanto pesimismo, dos años después (1926), se conversara entre las autoridades claretianas establecer un seminario menor para la Congregación en el sur de Chile, acomodándolo en un espacio de la casa “en la parte sur de esta casa, al lado de la iglesia” (Id.). La cosa no prosperó. Y tampoco se llevó a cabo otra idea surgida en 1930: el vicario general del obispado propuso “con toda seriedad establecer en nuestra casa el seminario menor de la diócesis, pagando el obispo mil pesos anuales por cada niño” (Id.).

Ese mismo año, uno de los misioneros más lúcidos, el P.Concordio, escribía al P. Medardo Alduán: “el colegio no es nada. Se ha decidido que sea pagado y el resultado es que hay poca matrícula y hemos perdido el prestigio como apóstoles populares, mientras que económicamente se ha ganado muy poca cosa. El colegio está mal tenido, mal presentado, y así no se cumple el compromiso de la fundación. Hace años no hay escuela nocturna” (Id).

19 6 6 : O b i s p o d e Temuco D. Bernardino Piñera. A su derecha el P. Salvador Badía. A su izquierda el actual obispo de Temuco D. Manuel Camilo Vial y P. Teodoro Arranz.

35


Hacia finales de la década de 1930, la situación empezó a revertirse. ¿Coincidencia con el cambio del equipo de gobierno de los misioneros en Chile? ¿Necesidad de un golpe de timón que evitara el hundi-miento? Lo cierto es que una comunidad de claretianos en plena madurez de los cuarenta años, gente entusiasta, visionaria y con ideas nuevas, tomó las riendas en Temuco: los padres Salvador Badía, Serapio Rebaque, Demetrio San Román, Oscar Messina y los Hermanos Florencio Tornos y Eugenio Jiménez, acompaña-dos de algunos profesores seglares, iniciaron un período de florecimiento. Muy pronto se notó la mejoría. En 1937 el Gobierno autorizaba los cursos de Humanidades, y la antigua escuela pasaba a llamarse “Instituto Claret”. El 12 de octubre de 1938, aparecía, incluso, el primero de una serie de números del

E l Florecimiento.

4.

Fachada calle Zenteno. Anuario del colegio, (en 1931 ya había aparecido esporádicamente un “Album del colegio Corazón de María”), lanzando una agresiva campaña de marketing dirigido, es cierto, a toda la población, pero específicamente a la colonia española (en una relación del P. Concordio De Cura, en la década de 1930, se afirma que a los niños hijos de familias de esa colonia se

les darían clases especiales de historia de España). En las páginas interiores del anuario del colegio, el jefe provincial de la Falange española invitaba a la misa del Día de la Raza, en la que predicaría el Director del Instituto Claret. También se daba a conocer por vez primera, el nuevo himno del colegio:

instituto 36


“Jubilosos doquiera cantemos el gran himno de amor y de fe que vibrando en los aire aclame al sin par Instituto Claret”...

revista. En su directorio, separados estrictamente caballeros de damas, aparecían, entre otros, Vicente Mingo, Nicolás Rueda, Juan Martínez, Jesús Hoyuela, Alfonso Tolosa, David Lagomarsino, Berta de Neumann, Berta de Quezada e Ide de Isla.

Al año siguiente, El Deportivo Claret que se había clasificado campeón de Temuco en 2ª serie, pasó a la serie de honor y lucía un directorio en el que figuraban Senador Estebanez, Arturo Ayala, Rufino Pinilla, Leonardo Saiz y otros.

Por su parte los alumnos ya mantenían un programa en la radio local: se llamaba “La hora católica”.

El 1 de septiembre de 1941 se inaugura el frontón de pelota vasca, construido p or Ro que Teje da. L as crónicas decían que estaba en el segundo patio “que antes era una quinta donde no se podia jugar en los días de lluvia”.

claret La edición de la revista estaba financiada por numeroso avisaje comercial: “Panadería La Vascongada, Gran tienda la Favorita, Almacén de materiales eléctricos El Rayo, Novedades para señoras La Importación inglesa, Sastrería Gracia, Hnos., Dentista Armando Montesinos, Almacenes El Pobre Diablo, Imprenta Gutiérrez, La Bienhechora”, etc. El Instituto podía mostrar muchas buenas realizaciones: un galpón techado para los días de lluvia, mesas de pin-pong, cancha de bastek, profesor de violín, y , especialmente, la Asociación de Padres de Familia: al parecer es la primera que se constituye, como lo reconoce el obispo Silva Santiago en el número siguiente de la

En 1940 empieza a figurar un primer equipo infantil de basket que “sostuvo hermosos encuentros con los equipos infantiles del Tucapel, Escuela nº11 y Pueblo Nuevo. No siempre sonrió la fortuna a nuestro eficiente equipo infantil”.

37


Fachada por calle Portales

P. Juan Escalona.

a Coronación

escalona

L

5.

Dos acontecimientos trágicos tuvieron la virtud de ser la causa de la vida en plenitud del Instituto Claret.. El primero, fue el incendio, en 1959, del internado, el templo y parte de la casa y colegio. El segundo, el terremoto en la zona sur, en mayo de 1960, que desplomó en el colegio gran parte de lo que el incendio había respetado.

Con el tiempo, se había creado un internado para alumnos de la zona rural o de ciudades mas o menos cercanas. Fue un verdadero servicio a familias que deseaban una buena educación para sus hijos pero que no tenían lugar en Temuco para que vivieran los niños. Las dos situaciones dramáticas vividas en 1959 y 1960 revirtieron en un fuerte dinamismo organizativo que levantó de la nada los domitorios de un nuevo internado, moderno y acomodado, y transformó el templo totalmente hasta convertirlo en uno de los más espaciosos de todo el país. Toda la comunidad religiosa y escolar, desplegó esfuerzos titánicos; estuvieron liderados por un misionero con capacidad organizativa, excelente trato social y dotes de animador: el P. Juan Escalona González, había sido nombrado superior de esa comunidad precisamente el año anterior (1958) a los sucesos trágicos. Levantar desde el 38


suelo y desde las cenizas las nuevas estructuras en un clima de confianza ciega en las propias posibilidades, en la colaboración de todos y en el poder de Dios, fue la respuesta que el nuevo superior dio a los desafíos. Para ello contó con la inestimable ayuda de su propia comunidad religiosa, en la que se destacan los padres Julián de Pablo, Amador Vargas, Julio González y Teodoro Arranz.

convertido en rector del Instituto en 1966, inició una era que él mismo denominó de “expansión física sólida” (Revista de los 80 años). En 1983 el colegio tenía 1.730 alumnos y una infraestructura adecuada para sus dos cursos de parvularia, 26 de educación básica y 13 de educación media.

Y ante el nombre de este último misionero habrá necesariamente que detenerse a la hora de hablar de la vida del Instituto Claret llevada a su plenitud. Era un hecho que había un templo nuevo y una parte del internado igualmente nuevo, pero las aulas, patios y otras dependencias eran las del colegio histórico: estrechas si se quería crecer, maltrechas si quería educar, deshechas si quería avanzar. Esto lo entendió claramente el P. Teodoro quien empezó a trazar en su cerebro y en su corazón los planes para lanzar con audacia un nuevo proyecto de colegio que estuviera a la altura de la ciudad, la iglesia y la congregación en Temuco. La ciudad ya se empinaba por los doscientos mil habitantes.

1967: P. Teodoro Arranz y Sr. Tulio Mora con profesores. Al costado izquierdo: P. Raúl Bravo y Srta. Silvia Villagrán. Pero los sueños eran mayores. No se trataba solamente de ampliar un colegio sino de convertirlo en la “aventura de la educación, siempre arriesgada y que se realiza entre el temor y la esperanza”, adecuando estructuras, espacios, mentalidades, servicios, técnicas y metodologías a los nuevos desafíos de la educación en el país: un colegio para esta hora y la hora de mañana de Chile.

Aliado con el constructor don Antonio Mathieu, confiando en Dios, buscando recursos, rebuscando permisos de la propia congregación, administrando con eficacia y endeudándose con prudencia, el P. Teodoro, 39


niños Con mentalidad de futuro, acompañado de su comunidad religiosa y de leales y entusiastas colaboradores, el rector ha logrado relativamente en pocos años un rostro, un cuerpo y un corazón nuevos para el colegio. Se levantaron gimnasios adecuados, se techaron patios, se añadieron pisos, se crearon gabinetes especiales, se convirtió en colegio mixto, se adquirió un espacio amplio para el “Campus Claret”, a 11 km al norte de la ciudad. Y allí se empezaron a levantar los nuevos y flamantes pabellones del nuevo colegio que actualmente cobija a toda la enseñanza media y a los séptimos y octavos años de la enseñanza básica, previéndose que los cuartos y quintos años de la misma se acomoden también en el Campus en los próximos dos años. Los cursos del primer ciclo de la básica, los cursos parvularios y la Escuela nº 13 “Claret” para niños y jóvenes discapacitados, permanecerán en el colegio de la ciudad, gozando de espacios suficientes para su desarrollo y educación.

P. Jesús Pastor y grupo de alumnos.

Casi como consecuencia lógica de un esfuerzo tan grande y tan completo, el Instituto ganó un lugar de honor en el Proyecto Monte Grande, convirtiéndose en uno de los 51 establecimientos del país que ha recibido este espaldarazo dado por el Ministerio de Educación. Con él se prestigia el Instituto y se benefician los 4.100 alumnos, sus familias, la ciudad entera y el sistema educacional que podrá mostrar logros significativos. 40

d


L

6.

a Escuela “Claret”.

otros profesionales que no dan solamente instrucción sino que han dado el corazón a la obra.

Una de las más bellas realizaciones en el campo educativo de los misioneros en Temuco, más que los edificios y los grandes proyectos realizados, ha sido, sin duda, la creación de la escuela especial nº 13 “Claret”. Se trata de un plantel dedicado a niños y jóvenes con discapacidad intelectual, entre los que se cuentan portadores del síndrome de Down y otras afecciones fuertemente limitantes. Cuenta con una dotación profesional, infraestructura e implementación técnica de alto nivel, que hablan por sí solas de la preocupación y afecto puestos en esta obra. Esta hermosa historia empezó en marzo de 1988. Por esas fechas existía en Temuco un grave abandono educacional de los discapacitados. Habían cerrado varios planteles especiales, y al Claret llegaban muchas familias modestas buscando dónde dar a sus hijos minusválidos algo de educación y capacitación para subsistir con dignidad. Y el Claret dio una respuesta: creó la Escuela Especial que fue reconocida por el estado en 1989 como plantel subvencionado. Tuvo una matrícula inicial de 16 alumnos. Actualmente supera un tanto los 110 alumnos y cuenta con una excelente plantilla de profesores especializados, sicólogo, kinesiólogo y

P. Teodoro Arranz y grupo de alumnos de la escuela especial. Ultimamente el plantel ha obtenido el Reconocimiento de Excelencia académica, otorgado por el Ministerio de Educación. Y hasta se ha dado el lujo que una de sus alumnas, la niña Alodia Zapata Olivares, representara a Chile en 1999, en las Olimpiadas Especiales Internacionales efectuadas en Canadá, compitiendo en gimnasia rítmica.

discapacitados 41


P

7. royecto Monte Grande. Viviendo su mejor momento, el Instituto Claret ganó en 1998, el Proyecto Monte Grande, con su propuesta titulada “Yo aprendo participativamente a construir el futuro”. Sin duda que la fe absoluta en el lema del Proyecto, que repite una frase de la poetisa Gabriela Mistral: “según sea la escuela, así será la nación entera”, motivó al “Claret” a postular. El núcleo de la propuesta del Instituto lo constituye la implementación de microescenarios de aprendizajes o “aulas-taller” y de macroescenarios de aprendizajes, entre ellos, un vivero, una estación meteorologica, un laboratorio y un centro de deportes. Al mismo tiempo contempla la capacitación y perfecciona-

miento para los docentes y la readecuación del curriculum en torno a las necesidades del alumnado. Incluye, además acciones en el ámbito de la administración del establecimiento orientada a la ampliación de la participación de todos los actores de la comunidad educativa. La difusión de la experiencia ocupa un sitial importante en el proyecto. El proyecto del Claret contempla tres subproyectos: 1) Reformulación del curriculum en el marco de la reforma educacional. 2) Escenarios de aprendizaje para el logro de aprendizajes significativos. 3) Modernización de la gestion institucional y educativa.

Edificio de la Enseñanza secundaria en el Campus Claret.

42


Entra así con pie seguro en el Proyecto Monte Grande, el cual busca impulsar propuestas educativas e institucionales innovadoras, diseñadas por las propias comunidades escolares, y que puedan transformarse en antecedentes válidos para la renovación, mejoramiento, diversificación de la educación media subvencionada en su conjunto: es una invitación a que las comunidades escolares imaginen y pongan en práctica sus innovaciones para mejorar la calidad de la educación. El Instituto, desde hace años está comprometido en el perfeccionamiento de su profesorado y en esta tarea ha sido de especial importancia su conexión con FIDE (Federación de Instituciones de Educación) Cada verano el Instituto es sede de los cursos de perfeccionamiento de Fide en la región. Y también ha mantenido la conexión con sedes universitarias de España para la ejecución de proyectos formativos. Igualmente, años atrás, realizó un destacado esfuerzo por fundamentar la formación en los valores cristianos de todo el profesorado, llevándolo a participar masivamente en los cursos especiales ofrecidos por el obispado de Talca.

Edificio enseñanza secundaria.

Edificio 2do ciclo enseñanza primaria.

Gimnasio P. Xifré (interior).

Gimnasio P. Xifré (exterior). 43


D irectores:

1903

P. Crescencio Urbiola: 1903-1908 P.Narciso Moreno: 1909

P.Marcelino Echegaray: 1910-1914

P. Concordio Del Cura: 1915-1923 P. Conrado Ruiz: 1924

P. Concordio Del Cura: 1925-1926 P. Pedro Martínez: 1927-1931 P.Paciano Alonso: 1932-1934 P. Joaquín Alabert: 1935 P. Demetrio San Román: 1936-1941 P. Serapio Rebaque: 1942-1947 P. Eduardo Garrido: 1948 P. Juan H. Vásquez: 1949-1954 P. Serapio Rebaque: 1955 P. Abel Guzmán: 1956 P. Jesús Leiva: 1957-1958

2004 P. Juan Escalona: 1959-1963 P. Alfonso Marcos: 1964

P. Teodoro Arranz y el obispo D. Jorge Hourton inauguran salas en la Escuela P. Claret.

P. Julián De Pablo: 1965

P. Teodoro Arranz: 1966-2004.

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Afiche oficial del centenario . 1er lugar del concurso. Realizado por Franco Andrés Varas San Martín de 2°-F del colegio.

E

n el recuerdo, la oración y la emoción de la familia escolar: Unos maestros: P. Silverio Medina, Hno. Eugenio Jiménez, Srta. Carmen Soto Feliu. Unos alumnos: Pbro. Enrique Baduel y Pbro. Alejandro Arias (sacerdotes) Dagoberto Godoy (aviador). Maximo Gedda y Juan Alejandro Campos (desaparecidos) Ximenita Jerez y Herval Alarcón (niños) Unos auxiliares: “Maestro” Campos Hernán Henríquez

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L

IV. 1.

a Parroquia.

L a fuerza de la realidad.

Siguiendo una norma cumplida con esmero por las primeras generaciones claretianas, los misioneros al llegar a Temuco se cuidaron de atarse con servicios parroquiales. Como ya señalamos antes, el obispo Plácido Labarca al recibirlos en la diócesis tuvo que escribir al P. general de la Congregación comprometiéndose a no dar a los misioneros trabajos estables en parroquias. Pero la realidad de América latina no era la de Europa. Bien pronto se dieron cuenta que las parroquias sin el cuidado pastoral de un cura hacía también muy arisco el servicio de misiones. Todo lo que se sembraba, quedaba después sin cultivo. Por otra parte, muchas parroquias, por su extensión, su pobreza de medios, su población, su lejanía de los centros ciudadanos, sus necesidades de todo tipo, eran verdaderamente “una misión continuada”. Así, en 1903 la Congregación aceptaba el servicio de la parroquia de Andacollo, al interior de Coquimbo. Y en Temuco, a pesar de que ya en 1905, el P. Víctor Martínez tenía que rechazar pedidos de suplencia del párroco local, la realidad se fue imponiendo por sobre los reglamentos. Los misioneros empezaron a 46


atender de modo más o menos permanente, aunque sin establecimiento físico, las capillas de Perquenco (1908-1912), Cajón (1908-1909), Pillanlelbún (1908-1913) y Freire (1911-1913). Además se asumó la capellanía de la cárcel (1911-1913) y del hospital (1913-1914).

na”, Conferencias de san Vicente, Ropero del Corazón de María (1917), se distribuían 600 hojas dominicales “El Faro del Hogar” y 4.000 ejemplares anuales del Almanaque Chileno Ilustrado que editaban los Talleres Claret en Santiago, etc.

Así, el mismo P. Víctor Martínez que en 1903 rechazaba hasta suplir al cura de Temuco que deseaba salir un mes de vacaciones, veinte años después aceptaba sin escrúpulos ser párroco de Perquenco, teniendo al P. Ruiz como vicario, aunque sin residencia fija de ambos en ese pueblo (Archivo, 40.2).

Así no es de extrañar que primeramente en 1927 y después en 1935, hubiera conversaciones entre el obispo y los misioneros acerca de la posibilidad de crear la parroquia Corazón de María. En la segunda ocasión (1935) los límites parroquiales conversados con el obispo abarcaban unas 21 manzanas en el plano urbano, la estación de ferrocarriles y un extenso terreno, al otro lado de la línea férrea, en los bajíos hacia el río Cautín, que alguien señaló en el mismo plano como “terreno poco poblado”. Veintisiete años después, al crearse la parroquia, ya estaban estable-cidas allí las poblaciones populares de Santa Elena y san Antonio, y se levantaban allí el matadero y el estadio. Hoy día vive allí el 80% de la población parroquial.

Sin embargo, aún sin aceptar el título de parroquia, el templo del Corazón de María de Temuco podía presentar una serie de organizaciones, catequesis, respuestas pastorales, que equivalían a las tareas parro-quiales: combinando actividades con el colegio, existían el Círculo Católico de Obreros (1908), club de fútbol (1916), catecismo de niños, banda instrumental, cinematógrafo (1912), salón cultural, capellanía de la cárcel local, Cofradía del Carmen, Archicofradía del Corazón de María y Asociaciones de niños “Jesús de Praga” y de niñas “Santa Filome47


E l compromiso parroquial.

2.

sar de que los párrocos y vicarios no tuvieran estadía permanente en las poblaciones sino que acudían a ellas desde la parte alta.

“Por fin, el 22 de agosto de 1962, en circunstancias harto precarias para la comunidad causadas por el incendio del templo y parte de la casa, en 1959, y los terremotos de 1960 que malpararon lo respetado por el incendio” (Crónica y Archivo, 1970), el obispo Don Bernardino Piñera creaba la parroquia del Corazón de María de Temuco. Sus límites abarcaban unas pocas manzanas en el plano más urbano y un extenso territorio en los bajíos hacia el río, lugar en el que iban naciendo poblaciones populares. Lamentablemente el templo y la sede parroquial quedaron en la parte alta: y todo, hasta el templo, miraba hacia el centro de la ciudad.

Capilla Santa Gemita. Por otra parte, muchas familias del sector más popular, se empezaron a relacionar con los misioneros ya que sus hijos tenían igualdad de acceso que otros con más medios económicos, al Instituto Claret. Este fue un factor de participación que redundó en muchos beneficios. Los claretianos no fueron unos desconocidos en las poblaciones y su labor evangelizadora pudo ser mucho más eficaz.

De todos modos muy pronto los misioneros se preocuparon de dotar los barrios periféricos hacia el río con lugares de culto que muchas veces eran al mismo tiempo locales comunitarios. Eso dio presencia pa-rroquial a pe-

Resumiendo,el

Capilla San Antonio.

Capilla Santa Teresa 48


parrocos

1962 el P. Juan Escalona, superior de la comunidad de Temuco, es nombrado el primer párroco de la nueva parroquia del Corazón de María; y en los períodos siguientes hasta hoy, numerosos y esforzados misioneros han desempeñado ese cargo con un fuerte sentido eclesial y un serio compromiso con la comunidad humana y cristiana a la que deben servir. Un buen desafío era atender la pastoral ordinaria de un templo que siendo el mayor de la ciudad concentraba una serie de actividades de culto, de sacramentos y de organización pastoral; pero otro mucho mayor fue el atender las poblaciones de los barrios populares: primeramente las capillas y comunidades de Santa Elena, de San Antonio y después de Santa Gema y de Santa Teresa de los Andes. En 1976 con el nombramiento como párroco del P. Francisco Vicente se activa grandemente en la sede central y en las capillas la llamada “catequesis familiar” y se fomentan los Cursillos de Cristiandad, los Centros Bíblicos y el Movimiento juvenil Palestra que lideró el P. David Gómez por muchos años. Durante unos años, a partir de 1990, los misioneros más directamente comprometidos con el servicio parroquial, se establecieron por un tiempo, en una casa en una de las poblaciones populares y con su presencia entre los pobres dieron otro matiz evangelizador a las tareas que realizaba toda la comunidad.

P. Alfonso Marcos

P. David Gómez

P. Teodoro Arranz

Hoy día se puede decir, que la parroquia del Corazón de María no solamente puede mostrar un historial dignísimo de servicio pastoral, sino que se cuenta entre las que actualmente han logrado un mayor y mejor desarrollo. P. Jesús Pastor

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P

árrocos:

P. Juan Escalona.

P. Juan Escalona: 1962-1963 P. Alfonso Marcos: 1964-1966 P. Salvador Badía: 1967-1970. P. Aldo de la Reyna: 1971 (hasta febrero) P. Mario Manríquez: 1971- 72 ( hasta agosto) P. David Gómez: 1972 (desde septiembre)-1975 P. Francisco Vicente: 1976-1978 P. Salvador Badía: 1979-1980 P. Francisco Vicente: 1981-1984 P. Carmelo Gómiz: 1985 P. Teodoro Arranz: 1986-1989 P. Jesús Pastor: 1990-1992 P. David Gómez: 1993-2001 P. Jesús Pastor: 2002-2004.

P. Jesús Pastor. 50

C


M CMisioneros Centenario

Temuco

F m

C

Corazon

C de Maria

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