Nuestras Voces se Multiplican

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Centro de Investigación para la Acción Femenina

Quehaceres

Santo Domingo República Dominicana ANO XXXI NÚMERO 2 NOVIEMBRE 2011


Editorial

Hace 30 años, un poco más de 200 feministas se reunieron en Bogotá para compartir preocupaciones sobre problemas, experiencias, sueños y aspiraciones, y romper el rechazo y aislamiento que en aquel lejano 1981 significaba autoproclamarse feminista. La última reunión regional feminista había sido 50 años antes (en 1931) en Cuba. En el primer Encuentro Feminista Latinoamericano, la violencia contra las mujeres emergió como un problema central que se agravaba por el silencio de las víctimas y la indiferencia y/o complicidad de las autoridades y de la sociedad. Allí las feministas latinoamericanas y algunas caribeñas, incluidas 19 dominicanas, aprobaron dedicar un día a visibilizar, a llamar la atención sobre este grave problema y a exigir que los gobernantes asumieran la violencia como un problema público. A solicitud de la delegación dominicana, se escogió el 25 de Noviembre como el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, en homenaje a las heroínas de Ojo de Agua, Minerva, Patria y María Teresa Mirabal Reyes, asesinadas por la dictadura trujillista en el 1961. A 30 años de aquel histórico encuentro, gracias a los esfuerzos de las feministas por la igualdad, la no violencia y la no discriminación, la mayoría de países de la región cuentan con importantes marcos jurídicos para la protección de sus derechos. Sin embargo, su aplicación efectiva, que dé al traste con la realización o ejercicio pleno de derechos por parte de las mujeres, sigue siendo una tarea pendiente: en todas las esferas sociales y estratos sociales, las inequidades se manifiestan de múltiples formas en la participación social y política, en el ámbito laboral, la condición de salud, el ejercicio de la sexualidad, las decisiones sobre su capacidad reproductiva, y la asunción de la reproducción social y los cuidados, entre otras. En este contexto de desigualdad toma lugar el feminicidio, que en menos de dos días, en los últimos años, arranca la vida a una mujer en República Dominicana. Esta edición de Quehaceres del 25 de Noviembre, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, como fuera declarado en el 1999 por la Organización de las Naciones Unidas, reflexiona sobre esta forma de ejercicio de poder y control masculino sobre las mujeres que constituye el feminicidio, cuya incorporación como figura jurídica en el Código Penal en proceso de reforma forma parte de las demandas feministas encaminadas a lograr su adecuación a los preceptos de la nueva Constitución de la República, protectora y garante de derechos como la igualdad entre hombres y mujeres, la integridad personal y, en especial, el deber estatal de adoptar las medidas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en todas sus formas. Al saludar y celebrar el XII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe como espacio fundamental para construir, enlazar y dar forma a las caras múltiples, creativas y diversas del feminismo en nuestra región, Quehaceres proclama el valor de la vida de todas las mujeres, reafirma su compromiso con su defensa y exige a los Estados su protección efectiva.

…Y seré más fuerte! Bustos y estatuas en su honor sembraron el país, calles y parques llevaban los nombres de sus padres, de su mujer, de sus hijos, la abuela tenía una calle nombrada en su memoria. Hasta Santo Domingo, la Ciudad Primada de América, cambió su nombre centenario a Ciudad Trujillo, para “agradecer” su rol de constructor; “Dios y Trujillo” fue una frase acuñada por sus adláteres. Dueño absoluto de un país entero, sus garras llegaron al país vecino y a otros aún más lejos. Un obelisco, ese símbolo fálico por excelencia de los hombres que hacen las guerras, fue erigido en su honor, a orillas del hermoso mar Caribe que él convirtió en las rejas de su prisión personal. Este año, específicamente el 30 de mayo de 2011, se cumplieron 50 años del fin de este epítome del poder y en esa época, para estos mismos meses, ya sus estatuas, los letreros de las calles empezaban a ser barridas, destrozadas por un pueblo que despertaba. Uno de sus últimos crímenes y también uno de los más horrendos de su sangriento festín, fue el asesinato de las hermanas Mirabal. Patria, Minerva y María Teresa Mirabal Reyes, acompañadas de su amigo Rufino de la Cruz, fueron asesinadas a palos y luego lanzadas por un precipicio para simular un accidente, el 25 de noviembre de 196l. Nadie creyó en la nota publicada al otro día en el diario oficial dando cuenta del “accidente”. Y si hubo algún incrédulo, Dedé, la hermana sobreviviente, se encargó de gritar a los cuatro vientos: “!asesinos!, ¡asesinos!“, cuando llevaba sus cadáveres de la morgue al pueblo natal. A la hora de su muerte, las Mirabal y en especial

Minerva, llevaban ya años de ser hostigadas por el régimen de Trujillo: prisión de su padre, cancelación de la matrícula universitaria, prisión y encierro domiciliario. Para el dictador esa mujer culta, de verbo y actitud desafiantes, se había convertido en un problema “de seguridad nacional” y él estaba acostumbrado a superar radicalmente los problemas ¿O acaso no había sido capaz de “limpiar” la frontera de inmigrantes haitianos y sólo ser condenado a pagar unos cuantos dólares por cada niño, por cada hombre, por cada mujer asesinada en la orgía de sangre que fue la matanza del 37? Pero he aquí que a estas muertas, no pudo acallarlas, no hubo un gobierno cómplice, ni un imperio complaciente, como en el caso haitiano, estas muertes se clavaron en el corazón de un pueblo ya

largamente adolorido, hicieron mella en la conciencia de muchos/as que también habían sido testigos silentes de los zarpazos trujillistas, víctimas de su odio, de su cinismo rampante, de su presunción, de que todos tenían un precio y él podía pagarlo. Al otro día de la muerte de "las muchachas”, cuando de boca en boca corrió por toda esta media isla la noticia de sus asesinatos, la pronta desaparición de uno de los más abominables tiranos que ha conocido la humanidad quedó sellada. Este año, a 50 años del tiranicidio, no existe ni un leve vestigio físico de su existencia (otras cosas son su ideas y sus prácticas) y la actividad central en este cincuentenario fue la inauguración, en Santo Domingo, del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana. Allí, en el Museo, un restaurado edificio de la Zona Colonial, es posible caminar-con seguridad- por los 31 años de horror de una era y los niños, niñas y jóvenes pueden acercarse a esta época terrible de nuestra historia y salir de allí con la firme decisión de luchar por que nunca jamás se repita. Y, mientras que del dominicano más poderoso del siglo XX sólo queda un mal recuerdo, Patria, Minerva y María Teresa, las hermanas Mirabal, la más pura expresión de la lucha contra la dictadura y por la libertad y la democracia, no sólo han crecido en el amor y el corazón de la patria que las vio nacer, sino que se han convertido en símbolo universal de la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Se cumple así la profecía de Minerva, al decirle, unos días antes de su muerte cruel, a un amigo que preocupado por su suerte le pedía que no saliera, que se quedara en casa, que por un tiempo dejara de visitar a los compañeros presos: “Si me matan, yo sacaré mis brazos de la tumba y seré más fuerte“. Hoy, el obelisco frente al mar es un símbolo de la fuerza de sus ideas y de su ejemplo.


FEMINICIDIOS EN DOMINICANA:

Una Dolorosa Geografía

Santo Domingo, Santiago, Puerto Plata, Barahona, Azua, San Cristóbal, Elías Piña, Higuey… De punta a punta del mapa, la inseguridad masculina acecha y golpea fuerte. La violencia machista recorre nuestra geografía sembrando luto, dolor y rabia. Robando ilusiones y cortando sus alas a mujeres que intentaron alzar su propio vuelo. Sólo por ser mujeres… Y por creer que tenían derechos… La mayoría de las víctimas son mujeres en edad reproductiva (de 15 a 49 años) a quienes sus agresores en muchos casos superaban has-

ta en 15 años o más. Aunque no pocas veces los feminicidas han sido jóvenes, muy jóvenes, aferrados a ideas “viejas”, de posesión y control sobre el amor y el amar, y sobre las mujeres. Mientras más grandes las ciudades, mientras más cerca el llamado progreso, mayores parecen ser las amenazas y los riesgos para las mujeres. ¡Terrible paradoja!: De los feminicidios perpetrados en el país de enero al 31 de octubre de este año, casi un 40% se produjeron en Santo Domingo, seguidos de Santiago, con un 17% , y Puerto Plata, Peravia y La Altagracia, con un 6% cada uno. El comportamiento se replica en otras provincias de alta concentración poblacional o de importante movimiento económico. Con una saña que no conoce límites, los feminicidas descargan su violencia

Quehaceres 3 asesina también sobre los hijos e hijas y otras personas cercanas. Como último acto de poder y dominio, una gran parte de ellos atenta contra su propia vida. A los hijos e hijas que sobreviven de este terrible drama, el Estado les da la espalda y otras mujeres, como siempre, han de “sacar de abajo” y tragarse su dolor para echarles adelante: las abuelas, víc-

timas invisibles, sin protección social y sin herramientas para lidiar con su dolor y el de sus nietos y nietas. Frente a nuestros vecinos de la región, nada bueno tenemos que exhibir: De acuerdo al III Informe Internacional "Violencia contra la mujer en las relaciones de pareja", elaborado por el Centro Reina Sofía en base al estudio realizado en conjunto en 135 países del mundo, en 2006 fueron asesinadas cuarenta mujeres por millón en todo el continente americano, siendo los países con mayor prevalencia los de Centroamérica y el Caribe. La misma fuente indica que de los cuarenta países estudiados, la República Dominicana tuvo la mayor prevalencia de asesinatos de mujeres cometidos dentro del ámbito doméstico (22 mujeres por millón), seguida por Panamá (15) y Puerto Rico (12). En cuanto a la evolu-

ción del fenómeno del feminicidio en los países de América Latina entre los años 2000 y 2006, la República Dominicana se destaca como uno de los que ha experimentado un mayor incremento, a pesar del descenso generalizado en el resto del mundo. Detrás de cada número fatal hay una larga historia de violencias, y no pocas veces, toda una vida de violencias que pasan en y traspasan el “hogar” , haciéndose sentir en la comunidad, la escuela, el trabajo, los lugares de esparcimiento, la calle, el transporte, y, por supuesto, los medios de comunicación. Contrario a la idea generalizada, estas violencias no las ejercen mayoritaria-

mente hombres ignorantes, enfermos mentales o adictos a las drogas o al alcohol: la mayor parte proviene de hombres que no poseen estas características. Así lo muestran las estadísticas del Centro de Intervención Conductual para Hombres de la Fiscalía del Distrito Nacional, según las cuales el 95% de los casos referidos por un juez o jueza no son casos psiquiátricos y sólo en un 5% se ha confirmado padecer algún tipo de trastorno o patología psiquiátrica. El 62% de los usuarios no reporta abuso de alcohol, mientras que un 38% sí lo hace. Aunque, solo el 6% de los hombres atendidos en el Centro reportó que abusan de algún tipo de drogas, mientras que el 38% no lo hace y el 56% no lo especifica. Sólo el 2% de los hombres que llegan al Centro son

analfabetos, mientras que un 33% tiene estudios superiores y de postgrado, un 40% tiene educación media y el 25% educación básica. Pero hay más: ¡el 86% de los hombres agresores tiene al menos un empleo! Estos datos cuestionan varios mitos, como los que sostienen que los agresores son hombres que padecen problemas mentales, que tienen bajo nivel educativo y que maltratan a las mujeres por el alcohol y las drogas o por el estrés que acumulan debido al desempleo. Cualquier política pública que pretenda impactar sensiblemente la realidad de la violencia contra las mujeres tiene que contribuir a desmontar estos mitos, evidenciar sus verdaderas raíces y trabajar para erradicarlas desde todas sus instancias mediante la prevención –con especial énfasis en educación- y la atención integral, oportuna y de calidad, teniendo como base la protección de los derechos humanos de las mujeres, como una cuestión de justicia social, de salud pública y de desarrollo. Si éste fuese el enfoque, otra sería la historia… El feminicidio se empeña en instalarse y quedarse para siempre en nuestro país, en ser parte aceptada, naturalizada, de nuestra cotidianidad…. Desafiar esta tendencia, descrita por la ciencia forense, implica socavar las estructuras y condiciones que sustentan todo tipo de desigualdades y, en particular, la construida entre mujeres y varones que da lugar a la violencia que hoy nos desborda. No hacerlo, y en cambio resignarnos, nos hace cómplices a todos y a todas, a riesgo de sucumbir en esta triste y dolorosa geografía. Asumamos el reto, hasta que no haya en RD ni en el planeta una sola muerta más de la violencia machista. ISAURA COTES JAVIER


¿Qué es el feminicidio?

Como antropóloga feminista fui llamada por colegas feministas involucradas en el esclarecimiento de los casos y en la justicia, para contribuir a explicar, desde esa perspectiva, al análisis de los sucesos de Ciudad Juárez. Propuse analizar los crímenes de niñas y mujeres bajo esta óptica y definirlos como feminicidio. La categoría feminicidio y la teoría sobre el feminicidio, de la que forma parte, emergen del bagaje teórico feminista. Sus sintetizadoras son Diana Russell y Jill Radford. Me basé en su trabajo teórico y empírico, además del de investigadoras como Janet Caputi, Deborah, Cameron, y otras más, recopilados en el libro Femicide: The politics of woman killing que recoge importantes estudios y análisis de casos de

feminicidio en países tan diversos como India, Estados Unidos y Canadá y abarca desde las cacerías de brujas en los siglos XVI y XVII en Inglaterra, hasta nuestros días. La teoría ahí expuesta, ubica los crímenes contra niñas y mujeres en el patriarcado y los considera el extremo de la dominación de género contra las mujeres. Algunas lo llaman genocidio, otras más lo consideran terrorismo de género. Algunas incluyen subclasificaciones como feminicidio serial, feminicidio lésbico, feminicidio… La traducción de femicide es femicidio. Sin embargo, traduje femicide como feminicidio y así la he difundido. En castellano femicidio es una voz homóloga a homicidio y sólo significa homicidio de

mujeres. Por eso, para diferenciarlo, preferí la voz feminicidio y denominar así al conjunto de violaciones a los derechos humanos de las

seriales e individuales, algunos son cometidos por conocidos: parejas, ex parejas parientes, novios, esposos, acompañantes, familiares, visitas, colegas y compañeros de trabajo; también son perpetrados por desconocidos y anónimos, y por grupos

mujeres que contienen los crímenes y las desapariciones de mujeres y que, estos fuesen identificados como crímenes de lesa humanidad. El feminicidio es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales que permiten atentados violentos contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de niñas y mujeres. En el feminicidio concurren en tiempo y espacio, daños contra niñas y mujeres realizados por conocidos y desconocidos, por violentos, -en ocasiones violadores-, y asesinos individuales y grupales, ocasionales o profesionales, que conducen a la muerte cruel de algunas de las víctimas. No todos los crímenes son concertados o realizados por asesinos seriales: los hay

mafiosos de delincuentes ligados a modos de vida violentos y criminales. Sin embargo, todos tienen en común que las mujeres son usables, prescindibles, maltratables y desechables. Y, desde luego, todos coinciden en su infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres. Para que se dé el feminicidio concurren, de manera criminal, el silencio, la omisión, la negligencia y la colusión parcial o total de autoridades encargadas de prevenir y erradicar estos crímenes. Su ceguera de género o sus prejuicios sexistas y misóginos sobre las mujeres. Hay condiciones para el feminicidio cuando el Estado (o algunas de sus instituciones) no da las suficientes garantías a las niñas y las

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mujeres y no crea condiciones de seguridad que garanticen sus vidas en la comunidad, en la casa, ni en los espacios de trabajo de tránsito o de esparcimiento. Más aún, cuando las autoridades no realizan con eficiencia sus funciones. Cuando el Estado es parte estructural del problema por su signo patriarcal y por su preservación de dicho orden, el feminicidio es un crimen de Estado. El feminicidio se fragua en la desigualdad estructural entre mujeres y hombres, así como en la dominación de los hombres sobre las mujeres, que tienen en la violencia de género un mecanismo de reproducción de la opresión de las mujeres. De esas condiciones estructurales surgen otras condiciones culturales como son el ambiente ideológico y social de machismo y misoginia, y de normalización de la violencia contra las mujeres. Se suman también, ausencias legales y de políticas democráticas con contenido de género del gobierno y de los órganos de justicia del Estado, lo que produce impunidad y genera más injusticia, así como condiciones de convivencia insegura, pone en riesgo su vida y favorece el conjunto de actos violentos contra las niñas y las mujeres. Contribuyen al feminicidio el silencio social, la desatención, la idea de que hay problemas más urgentes y la vergüenza y el enojo que no conminan a transformar las cosas sino a disminuir el hecho y demostrar que no son tantas “las muertas” o, que aquí no ocurre lo mismo que en Juárez, la India o Guatemala, o se afirma también, no se trata de feminicidio, sólo son crímenes contra niñas y mujeres. MARCELA LAGARDE

Antropología, feminismo y política: Violencia feminicida y derechos humanos… En Retos Teóricos y Nuevas Prácticas. Margaret Bullen, Carmen Diez Mintegui (Coordinadoras)


NOTA JURÍDICA:

Feminicidio La dificultad presentada para reconocer el feminicidio como un nuevo tipo penal ha mantenido en suspenso la reforma al Código Penal dominicano, algo que no ha sucedido con otras figuras criminales que se han considerado y aceptado fácilmente, como el sicariato y los cambios de penas para las personas autoras intelectuales que dirigen estos crímenes. ¿Por qué la muerte violenta de una mujer por su condición de género es de tan difícil comprensión, si la categoría feminicidio evidencia un elemento adicional y común, como es el sexismo, a un número alarmante de asesinatos de mujeres? Para el imaginario social y jurídico, el sexismo arraigado y reciclado culturalmente es invisible desde el Estado y sus instituciones, que mantienen la desigualdad normalizada de los géneros. Uno de los alegatos refiere la renuncia jurídica a la neutralidad de género que supondría este nuevo tipo penal,

que no existe sin la equidad como concepto de que, es igual lo que es diferente. Por ejemplo: frente a dos hijos, a quienes hay que preparar de manera imparcial para la vida, ya que son iguales en afecto fraterno, pero uno es fuerte, saludable, disciplinado y con facilidad para el estudio, mientras que el otro es enfermizo, tímido y con dificultades para aprender, ¿cuál es la justicia de igualdad que padre y madre han de aplicar? Será una acción positiva para igualar las desventajas del segundo con la preeminencia del otro, lo que significará mayor inversión sobre uno que sobre otro y más cuidado con ambos para que sepan que son iguales en el afecto, pero diferentes en sus necesidades. El derecho constitucional a la igualdad, establecido en el artículo 39 de la Constitución de 2010, condena los privilegios, por lo tanto, hay que identificar las concesiones que la sociedad y la cultura hacen

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PARA FRENAR EL FEMINICIDIO

5 a los hombres - sólo por ser hombres- en detrimento de las mujeres –sólo por ser mujeres-, un ejercicio que nos refiere a la famosa equidad, concepto que representa el equilibrio entre la justicia natural y la ley positiva como la disposición del ánimo que supone “otorgar a cada persona, lo que se merece”. La ley, aplicada igualmente para hombres y mujeres, es desigual y profundiza las diferencias. Matar a una mujer por razones de posesión, desprecio misógino y otras muchas razones de odio por género, es un feminicidio y no es igual que el homicidio, porque se impone en la base de las diferencias socioculturales de poder de los hombres sobre las mujeres. La regla jurídica no es ni equitativa ni justa si se fundamenta en una igualdad que desconoce las diferencias y la desproporción entre los atributos de unos sobre otras. SUSI POLA/ELNACIONAL

¿Pregunto?, ¿no pregunto?, le dije a mi compañero en Ágora. ¿Cómo no voy a preguntar? Estamos en la conclusión y aún los temas de las mujeres no han aflorado. Más que una respuesta, necesitaba desahogarme. En voz baja pero enérgica me dijo: “Lilliam, sé tú, sé tú misma”. Sus palabras fueron un resorte, me levantaron de la silla, era un escenario que no podía desperdiciar. Levanté la mano como si pretendiera tocar el cielo. Espero no sea otro intento fallido, pensé. Dios Santo, tengo la responsabilidad de darle voz a millones de mujeres. Ágora, Alicia Ortega, mi persistencia y las Diosas gestionaron mi participación. Tener a la disposición a cuatro líderes políticos: Eduardo Estrella, Ito Bisonó, Pelegrín Castillo y Max Puig, más un escenario de 100 líderes nacionales, es una oportunidad que no iba a desaprovechar. Cuando me dieron la palabra no lo podía creer. Una voz interna gritó: “Mami, no me dejes sola”. Me levanté, miré a cada uno de los líderes políticos, respiré profundo y les cuestioné: “El dengue y el cólera son considerados y atacados como un problema de Estado, lo que no ha ocurrido con la muerte de mujeres por femincidio o por mortalidad materna, dentro de ella la muerte por abortos clandestinos, a pesar de haber fallecido muchas más personas por estas causales. ¿Cuáles serían sus políticas para enfrentar estos flagelos? La respuesta de los aspirantes a la presidencia develó lo que sospechamos: en su imaginario, las mujeres como sujeto de derecho no existen. Los cuatro dirigentes lucían perdidos. Eduardo Estrella limita la violencia contra la mujer a un problema económico; no recuerda el asesinato cometido por un alto dirigente de su partido de entonces a su esposa en el estacionamiento de un hotel. Ito Bisonó responsabiliza a la familia de los problemas de violencia contra la mujer. No especificó a qué familia se refería. En nuestro país, la mujer es jefa de hogar en el cuarenta por ciento de los casos. Pelegrín recurrió a un difuso anteproyecto de ley. Respondieron como Cantinflas: patinando. Ninguno pareció haber escuchado las demandas sobre la mortalidad materna. Para ellos la sexualidad y la reproducción de las mujeres no se nombra, no es estratégico. Max Puig se entretuvo en temas de seguridad ciudadana, sólo atinó a enunciar las palabras “salud sexual y reproductiva”. En sus ponencias, Danilo Medina e Hipólito Mejía omitieron los problemas de salud y vida de las mujeres. Respuestas patéticas para las causas principales de muerte y sufrimiento de las mujeres de la mitad de la población. Quizás porque los hombres maltratadores también votan. LILLIAM FONDEUR/EL NACIONAL


LAS MUERTAS DE LA APATÍA:

mujeres a las que fiscales y jueces les dieron la espalda

“La fiscal Miledys Vargas me dijo: Doña ¿qué quiere? Venga, venga, que me tengo que ir a comer. Y me atendió parada, con desdén, como si yo fuera una basura. Yo le dije que la niña me dijo que el muchacho la había amenazado de muerte y ella me puso la citación para ocho días después, y mire: ahora es tarde”. Con esta exclamación se lamentaba ante el féretro la profesora Elsa Ramona Ovalles, la madre de Karami Rodríguez, una adolescente asesinada en Moca un día antes de cumplir los quince años. El 22 de octubre a Karami la apuñaleó un muchacho de 17 años. Era sábado y el lunes su agresor tenía una citación. La madre de Karami había interpuesto una denuncia, y la fiscal adjunta del Tribunal de Menores, Miledys Vargas, le dio la orden de alejamiento para que ella misma se la entregara al joven. Como Karami y su madre, cientos de mujeres han visto la espalda del Ministerio Público y la Justicia este año. Fiscales y jueces que se vuelven hacia otro lado ante las víctimas de

violencia de género se ha convertido en una parte de una cuestionable práctica cuyas consecuencias, en muchos casos, son fatales. Linita Encarnación, de 18 años, es más que un nombre. Es la muchacha que fue degollada por su pareja en San Cristóbal el 4 de noviembre. Ella y su familia habían denunciado hace seis meses a Juan Nelson Solano Lara en la fiscalía de esa provincia. El agresor consuetudinario, por la intervención de un abogado, quedó en libertad. Para liberarlo, la justicia no tomó en cuenta que el hombre golpeaba de manera constante a la joven, la inducía a consumir drogas y la violaba. El 26 de octubre, en el Distrito Nacional, un hombre mató de seis balazos a Bartolina Isanna Félix Vargas, de 30 años. Ella caminaba hacia el restaurante donde trabajaba cuando su ex pareja, Junior Familia Ramírez, un guachimán de 21 años, la interceptó en la avenida Roberto Pastoriza. Con el cadáver de su ami-

Quehaceres 6 ga, tirada en la acera, sus compañeras de trabajo contaron que Bartolina llevaba tres meses separada de Familia y que él la perseguía. Indignadas, narraron a la prensa que la mesera, convertida en víctima, había interpuesto, sin resultados, tres querellas en una fiscalía barrial. Sus denuncias, sin

más de 200 feminicidios que han ocurrido en los primeros once meses de este año. La cifra indica que en el país matan 15 mujeres cada mes, es decir, una cada dos días. Es en ese escenario que la mujer víctima de violencia se encuentra, en ocasiones, con una Justicia y un Ministerio Público indiferentes. Fue ese escenario el que forzó a Yeni Berenice Reynoso, la fiscal de Santiago, que sí cumple con

su deber, a desacatar en junio la orden del juez Gabriel Marchena Adames, que intentó poner en libertad a Pedro Báez, de 49 años, que había matado a Gleiry Muñoz, de 25. La intención del juez indignó a la sociedad santiaguera, como se indignó Moca y la gente que marchó dolida para pedir que se eviten muertes como la de Karami; como los muchachos de San Cristóbal, que buscaban por los montes a quien mató a Linita; como los transeúntes del Distrito Nacional, que apresaron al asesino de Bartolina. En su descontento ante un crimen que amenaza con ser cotidiano, todos ellos, sin saberlo, han hecho suya la frase de la fiscal de Santiago: “Si la Ley no es justa, entonces no soy legalista”. LISSETTE ROJAS

embargo, las borró la falta de diligencia. Por su causa, una mujer, un ser con toda una vida por delante, murió, tanto por las heridas de bala como por las de la apatía. Las autoridades no le dieron seguimiento a su caso. No se procedió de acción pública. Nadie la protegió. Hoy, dos niños quedan en la orfandad. Estos son tres de los


MORTALIDAD MATERNA:

Urgencia Nacional De acuerdo con el conteo del observatorio del programa Ciudadanía Activa de las Mujeres, que implementa la Colectiva Mujer y Salud (CMS) y el Ministerio de Salud Pública, el número de muertes asociadas al embarazo en lo que va de año suma 100 muertes maternas. Esta elevada cifra de muertes maternas está asociada a la mala calidad de los servicios, a la falta de sanción por las malas prácticas, la penalización absoluta del aborto, así como por la falta de participación de los actores de la sociedad civil y de las comunidades en los mecanismos hospitalarios de mortalidad materna. Esta realidad plantea la necesidad de que se eleven los sistemas de alerta frente a este

drama, que debe ser declarado un problema de urgencia nacional, y de etiquetar un presupuesto específico para la prevención de la mortalidad materna que no sólo impacta la vida de las mujeres, sino también la de las familias y la de la comunidad. Así lo ha manifestado Sergia Galván, directora de la Colectiva, quien consideró de gran importancia investigar las causas del incremento de la muerte de mujeres en los centros de salud, especialmente en el Distrito Nacional, Santo Domingo, Santiago, San Pedro de Macorís, Monte Plata, San Cristóbal, La Romana, La Altagracia y Monseñor Nouel, donde las cifras son más elevadas. “Lo preocupante es que la mayoría de esas muertes son

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evitables. Si seguimos en esta tendencia el país no va a lograr aproximarse a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en lo relativo a reducción de muerte materna, cuya meta es 47 sobre 100 mil nacidos vivos”. Actualmente la mortalidad materna en República Dominicana es de 159 sobre los 100 mil nacidos vivos, la tercera más alta de la región y la única donde la cobertura institucional es de un 98%. Urge que se ponga en marcha la estrategia tolerancia 0 del Ministerio de Salud en lo que respecta a la mortalidad materna. Tanto las muertes maternas como los feminicidios deben ser enfrentados y considerados como un asunto de Estado donde intervengan todas las instituciones de gobierno. Más información en: www.facebook.com/Ciudadani aActivadelasMujeres. Twitter: @CiudMujeres ISAOLYM MIESES

CIUDADANÍA ACTIVA DE LAS MUJERES

Este es el nombre del programa que desarrolla la Colectiva Mujer y Salud (CMS), en coordinación con el Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF) y con fondos de la Unión Europea, cuyo objetivo principal es contribuir al fortalecimiento del ejercicio de los derechos humanos y de la ciudadanía de las mujeres en República Dominicana. El programa también contempla fortalecer las organizaciones, redes y alianzas de mujeres en la República Dominicana en sus capacidades para demandar e incidir en el cumplimiento de los compromisos del Estado dominicano en materia de derechos humanos de las mujeres, a través de acciones de promoción, monitoreo y control social ciudadano. Las líneas de trabajo incluyen un observatorio sobre derechos humanos de las mujeres con énfasis en derechos sexuales, derechos reproductivos, violencia contra las mujeres y equidad de género, que además monitorea la legislación nacional y los compromisos contraídos por el Estado dominicano a través de diversos tratados internacionales de Derechos Humanos. Otra importante línea de acción del programa la constituye la capacitación de mujeres líderes en herramientas para la defensoría de derechos, a los fines de fortalecer el trabajo en incidencia, divulgación y monitoreo sobre el cumplimiento de los compromisos internacionales y su implementación en la legislación nacional. Así mismo, sensibilizar e informar a actores clave de la opinión pública, sector estatal y de la sociedad civil sobre las consecuencias de la Reforma Constitucional y del Código Penal para el ejercicio de los derechos sexuales, los derechos reproductivos y el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.




La lucha contra la violencia de género tiene que ser una política del Estado

La violencia contra las mujeres constituye una emergencia nacional desde cualquier ángulo que se mire. En términos de salud, la mortalidad por violencia supera con creces todas las enfermedades bajo control epidemiológico en el país. En términos judiciales, esta violencia ha desbordado el sistema de justicia con sus más de 60 mil denuncias anuales de violencia de pareja, cuya atención demanda una gran cantidad de recursos humanos y materiales a un sector ya agobiado por la estrechez económica. En términos psicosociales, deja tras sí una estela de mujeres torturadas, de niños y niñas traumados por la VIF o dejados huérfanos por los feminicidios. En términos de derechos humanos constituye una violación cotidiana de los más elementales derechos de las mujeres (a su integridad física, a vivir libres de coacción y violencia, a no sufrir malos tratos y torturas,

etc.). La respuesta claramente insuficiente del Estado ante la magnitud del problema constituye en sí una violación de los compromisos adquiridos por el país con la ratificación de numerosos convenios internacionales de derechos humanos. Ningún gobierno dominicano ha asumido el problema de la violencia de género con la seriedad que éste amerita y está claro que en la actualidad la clase política en general no reconoce la situación como lo que es, una emergencia nacional. Hay múltiples razones para esto: • La prevalencia de actitudes culturales machistas y misóginas en la sociedad dominicana en sentido general, agravada por la renuencia de las autoridades y de las personalidades sociales y políticas más influyentes a reconocer el papel del machismo cultural como origen de la violencia contra mujeres y niñas. Ningún gobierno le ha concedido suficiente importan-

Quehaceres 10 cia al problema como para poner en marcha programas adecuadamente financiados y de amplio impacto dirigidos a prevenir la violencia, atender adecuadamente a las víctimas y acabar con la impunidad de los agresores –como sí se ha estado haciendo en otros países donde estadísticamente hablando el problema es menos grave que en el nuestro. Aunque no existen estudios formales que midan la prevalencia de actitudes machistas hacia la violencia de género entre la población en general, la evidencia anecdótica es muy preocupante -desde los jueces que liberan agresores con fianzas ridículamente

bajas, hasta la opinión de ciudadanos que a través de programas radiales interactivos expresan sin ambages su opinión de que las mujeres “provocan” a los hombres a cometer actos de violencia (v.g., “si una mujer se deja de un hombre y antes de pasar los tres meses ya está con otro, ¿qué puede esperar? Por eso es que las matan, porque ellas mismas son las que llevan a los hombres a eso”). Entre los grandes tomadores de decisión y la mayoría de personalidades influyentes de la vida nacional todavía no ha calado la idea de que la violencia de género se vincula directamente con la subordinación de las mujeres y el machismo ideológico que permea la sociedad dominicana en su conjunto. Ejemplo de

esto es que los poquísimos pronunciamientos de las autoridades eclesiásticas sobre este tema -en marcado contraste con sus innúmeras denuncias del aborto terapéutico- no abordan de manera específica la violencia de género, sino que suelen asimilarla al aumento de la delincuencia común, del sicariato y del narcotráfico (o, como en el caso del Cardenal, a condenar a los ‘sinvergüenzas’ que agreden a ‘mujeres indefensas’). • La oposición feroz de las iglesias y de los sectores conservadores en sentido general al análisis feminista sobre las causas de la violencia contra la mujer constituye un obstáculo fundamental a la implementación de políticas públicas efectivas contra el problema. Este rechazo da paso a la


patologización individual de los agresores, así como a argumentos que atribuyen el problema a la pérdida de valores, al aumento de la delincuencia común, o (con un matiz claramente clasista) a los problemas de la pobreza. Mientras no se alcance una masa crítica de líderes de opinión que comprendan las causas reales y las consecuencias de la violencia contra mujeres y niñas, no se logrará construir una demanda social lo suficientemente fuerte como para convencer a las autoridades de la necesidad de poner en marcha una política pública integral contra ésta. • La tendencia a ‘privatizar’ los problemas que afectan a las mujeres. Es decir, mientras los problemas que afectan (también a) los hombres se perciben como cuestión de interés público, los que afectan de manera exclusiva o muy mayoritariamente a las mujeres a menudo se perciben como cuestiones particulares de la vida privada, hasta cierto punto propios de la condición femenina. Compárese, por ejemplo, la reacción de las autoridades ante la fiebre aviar, el cólera o el dengue, todos considerados graves amenazas a la salud pública y enfrentados como tales, con el manejo que estas mismas autoridades dan a la mortalidad materna y a la violencia de género, problemas gravísimos y de carácter crónico que no son vistos como crisis nacionales. En todo caso se perciben como problemas de las mujeres, aún cuando numéricamente hablando superen las otras causas de morbi-mortalidad que afectan a la ciudadanía en su conjunto. • También hay que señalar los efectos de la falta de transparencia y la insuficiente rendición de cuentas por parte de las autoridades encargadas de combatir la violencia. Considérese, por ejemplo, la Ley 88-03 “mediante la cual se instituyen en todo el territorio nacional las casas de acogida o refugios, que servirán de albergue seguro […] a las vícti-

mas de violencia intrafamiliar o de género”. A este fin, la ley especializa el 1% de las recaudaciones por concepto de la Ley de Tenencia y Porte de Armas de Fuego, un 1% de las multas pagadas por los violadores del Art. 309-6 de la Ley 24-97 (sobre las órdenes de protección), así como una asignación en la Ley de Presupuesto y Gastos Públicos. No está claro si el Ministerio de la Mujer, que es la entidad encargada de gestionar estos refugios, recibe o no la totalidad de estos fondos; lo que está claro es que lo que dispone la ley no se cumple en lo absoluto, dado que en la actualidad existen apenas dos refugios (uno de ellos diminuto) en todo el territorio nacional. Algo similar ocurre con la Ley 176-07, que también especializa fondos para la lucha contra diversos problemas que afectan a las mujeres, incluyendo de manera explícita la violencia intrafamiliar y de género (ver Art. 19). El ejemplo de otros países muestra que una política integral de lucha contra la violencia de género debe tener tres grandes componentes: de prevención, de atención a las víctimas y de sanción a los agresores. De particular importancia resulta la transversalización de estos programas de prevención, sensibilización y prevención a todos los niveles del Estado, incluyendo los sistemas de educación, salud y justicia, las autoridades de migración (tráfico y explotación sexual), NNA, cultura, deportes, etc. La lucha contra la violencia tiene que ser una política de Estado, que abarque todos los niveles y articule adecuadamente los esfuerzos, y no simplemente un programa dentro de uno o dos ministerios. Claro está que una política integral de prevención, atención y sanción requiere de presupuestos conmensurables con la magnitud del problema a enfrentar. De más está decir que en el caso dominicano los recursos no sólo son limitadísimos, sino que se des-

Quehaceres 11 conocen los montos destinados a la violencia, ya que ni la Procuraduría, ni la judicatura, ni el Ministerio de la Mujer desglosan esta información en sus presupuestos de gastos. Las consecuencias de la insuficiencia de recursos se manifiestan a todos los niveles: En la falta de servicios legales, médicos y psicológicos de calidad para las víctimas de violencia y sus hijos/as. Los 14 centros de atención que existen actualmente en todo el territorio nacional son insuficientes para atender el volumen de casos denunciados En la política de conciliación del sistema de justicia que obliga a un alto porcentaje de mujeres violentadas a retornar con sus agresores sin ningún tipo de protección o seguridad En la ineficacia de las órdenes de protección, que no cuentan con el respaldo efectivo y oportuno de las autoridades encargadas de velar por su cumplimiento En la gravísima falta de refugios para mujeres maltratadas y sus hijos, siendo inconcebible que en un país donde se registran más de 60 mil denuncias anuales solo existan dos albergues En el bajísimo número de condenas judiciales a agresores, que victimiza doblemente a las mujeres agredidas, colocándolas en situación de mayor vulnerabilidad y asegurando la impunidad de los agresores En la insuficiencia de programas de re-educación para agresores y la consecuente desidia de las autoridades para obligar a los agresores a completar dichos programas Si partimos de que los determinantes fundamentales de la violencia contra las mujeres y las niñas son las ideologías culturales de género y las desigualdades estructurales entre los sexos, se

ALGUNOS DATOS PARA PENSAR… ¡Y ACTUAR! Desde hace décadas, el feminicidio figura entre las primeras causas de muerte de mujeres de 20-34 años en RD.El acumulado de feminicidios íntimos para el período 2005- 2010 es 606 y los feminicidios totales suman 1,153. A dos meses por concluir el año, se observa un notable incremento en relación a la cifra del año pasado correspondiente al mismo período. A pesar del enorme subregistro, la VIF y de género presenta el mayor número de denuncias de todos los delitos, representando más de una quinta parte de los mismos. En el año 2008 se produjeron en el país 48,979 denuncias de violencia intrafamiliar y de género, 50,876 en el 2008 y 64,022 en el 2009. Le siguen los delitos asociados al consumo y tráfico de drogas, que representan alrededor de una sexta parte del total. Datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE) indican que el 30% de las mujeres de edades entre 15-49 años, alguna vez casadas o unidas, ha sufrido algún tipo de violencia a manos de su pareja o ex pareja. Según la ENDESA-2007, el 21% de las mujeres casadas o unidas, ha sufrido violencia física, cifra que aumenta al 31% entre las separadas y divorciadas. La pareja o expareja es el agresor en el 90% de los casos. hace necesario estrategizar el cambio en diferentes marcos temporales. La implementación de nuevas políticas y programas institucionales son medidas a implementarse en corto y mediano plazo, como en el caso de la puesta en práctica dentro del sistema de salud de los protocolos de atención a víctimas de violencia, la ampliación en el número de centros de atención a víctimas o la revisión de la política de conciliaciones. En comparación, los cambios de actitudes y de ideologías requieren un marco temporal más largo y suelen evidenciarse con mayor claridad en términos generacionales. Este cambio generacional también implica romper la transmisión de los modelos de violencia aprendidos en el hogar y que resultan ser uno de los indicadores más precisos del riesgo de violencia en la edad adulta: los niños que vieron a sus padres agredir tienen mayores posibilidades de ser agresores al crecer, en tanto que las niñas que vieron a sus madres sufrir violencia tienen mayores posibilidades de casarse o unirse posteriormente con un hombre agresor.

Los cambios culturales a mediano y largo plazos también requieren la implementación de medidas inmediatas, como la inclusión de nuevos contenidos en el currículum escolar relativos a los derechos de las personas, la equidad de género y la resolución pacífica de conflictos. Tanto en el sistema educativo como fuera de él, urge evidenciar el carácter opresor y arcaico del machismo tradicional dominicano y promover nuevos modelos de masculinidad. A largo plazo, estos cambios requieren esfuerzos sostenidos que involucren a amplios sectores del Estado y de la sociedad civil trabajando de manera coordinada para el logro de metas comunes. Para ser efectiva, la erradicación de la violencia debe ser un proyecto compartido, que movilice a todos los sectores sociales, y no sólo a las mujeres. Colectiva Mujer y Salud Extracto de la ponencia presentada en el Panel sobr e V io lenci a d e Gé ne r o e Intrafamiliar, 1era. Semana d e l a C o op e r a c i ó n E sp añ o l a en R.D.,Santo Domingo, 21 de octubre DENISE PAIEWONSKY


MASCULINIDADES DE DONACIÓN:

varones comprometidos contra la violencia de género y en pos de la igualdad Muchas voces han venido clamando en los últimos años para que el Estado dominicano declare una emergencia nacional, a fin de que se elaboren políticas públicas para erradicar la violencia contra las mujeres, cuya brutal manifestación feminicida ha cobrado la vida de alrededor de 200 víctimas en lo que va de 2011. Sin embargo, los breves intentos por alcanzar la igualdad de género por parte del Estado dominicano han estado supeditados al abordaje socioeconómico conocido como Mujeres en el Desarrollo, que simplemente incluye a las mujeres dentro de los sistemas del aparato productivo económico, sin reparar en las causales sociales, económicas, ideológicas y culturales de la inequidad y discriminación de género. La cultura androcéntrica que ha permeado nuestra sociedad ha desdibujado una masculinidad hegemónica basada en el arquetipo del matatán: ese varón que en el

ámbito público es mujeriego, que se las sabe todas; que maneja los conflictos a la perfección y los supera; y que en el ámbito privado es el proveedor de su casa y cabeza de su hogar. Todos aquellos varones que no caben en ese modelo hegemónico son tenidos como débiles, afeminados y no ideales para conformar una familia. El matatán impone su autoridad en casa, usando la «pela» (castigo corporal) cuando lo entiende necesario, para hacer oír su voz y someter a obediencia y corrección a sus hijos, hijas y a su pareja. Si a esto unimos los grandes porcentajes de pobreza y pobreza extrema en nuestros pueblos y ciudades, junto a una rampante exclusión que se manifiesta en una baja calidad de la educación a todos los niveles y un sistema de salud precario, basado en la cura a destiempo en lugar de la prevención, estamos ante un sistema violento, cuya espiral descendente de la violencia pasa por la escalada

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meritocrática social a toda costa, sin buscar el bien de las y los demás, solo el propio. Los discursos religiosos también han contribuido a la conformación de esa masculinidad violenta. Las iglesias en República Dominicana han demostrado ser espacios de adormecimiento social que, a partir del paradigma discursivo de un Dios justiciero que exige obediencia, han creado masculinidades violentas que buscan armonizar con ese paradigma divino. Las mujeres han sido marginadas a partir del imaginario de que «la mujer» es una metáfora para la naturaleza y que, en consecuencia, no piensan, no son lógicas, son más emotivas y hay que dominarlas y subyugarlas a la manera de los fenómenos naturales. Las compañeras feministas en República Dominicana llevan años llamando la atención sobre la cultura machista y androcéntrica que permea nuestra sociedad. Sin embargo, pervive la noción en la mayoría de nuestro pueblo de que género es sinónimo de mujer. Por ese mal entendido, los varones dominicanos no nos hemos involucrado en las luchas feministas de las compañeras, en el mal entendido de que esas son luchas de mujeres. Los varones debemos deconstruir la masculinidad hegemónica que nos ha sido impuesta, unirnos a las luchas de las mujeres —que son nuestras luchas— y solidarizarnos apoyándonos unos a otros para la construcción y afirmación de nuestras masculinidades diversas; masculinidades de donación1, que no buscan únicamente el bien propio, sino el bien de las y los demás y de la colectividad, bajo un ambiente fraterno y sororal.

¿Dónde hemos estado?

Los varones que estamos comprometidos con la igual-

dad de género, y que a la vez tratamos de animar a otros varones a involucrarse en esta lucha, hemos salido también de esa masculinidad hegemónica que, unida a la situación de opresión social y económica que sufre la mayoría de nuestro pueblo, nos ha llevado a seguir en la lucha2: tratando de deshacernos de esos «privilegios» que el modelo imperante de masculinidad hegemónica nos trata de vender a toda costa. Privilegios esos que han sido elaborados en desmedro de las mujeres, y que bajo los mismos nuestra sociedad se ha construido. A fin de conformar esa pirámide social, la sociedad ha tenido que exaltar a unos y marginar a otras. Sin embargo, los varones que hemos asumido como nuestras estas demandas, nos encontramos en muchas ocasiones en una tensión de poder y dolor, como diría Michael Kaufman —uno de los promotores a nivel mundial de la Campaña del Lazo

Blanco—. Esa tensión nos lleva a enfrentarnos a cada momento con ese desprendimiento de lo aprendido y esa construcción de nuevas masculinidades solidarias. Es estar en nepantla3, viviendo al borde de la aceptación o la marginalidad: abocarnos al cambio y quedar marginados por ello, o seguir como estamos y ser aceptados por la lógica dominante. Esto, sin duda, es una situación que se repite día a día en lo cotidiano. Cada momento es como una gota de ideas que se esparcen en esa situación de nepantla que nos lleva a estar en una lucha constante en nuestras masculinidades. Los pequeños y grandes momentos cotidianos nos pueden ayudar a dar un paso más allá de esa tensión de ser aceptados o marginados. Cada cambio que nos propongamos hacer en lo cotidiano, momento a momento, servirá para ir sembrando una semilla que luego, cuan-


do crezca y se convierta en un árbol, crecerá más arriba de donde la muralla de bloques que hemos construido no había podido llegar. Con cada semilla de amor y solidaridad que sembramos quitamos un bloque de violencia e individualismo.

¿Hacia dónde vamos?

En las historias románticas se muestra a la mujer como aquella que se entrega totalmente por amor a ese varón caballero blanco, fornido y de ojos azules que la salvará de la ignominia. Ese es el arquetipo que la lógica dominante nos ha vendido: no dar nada, aparecer frío y rescatar a la mujer desvalida, navegando por los siete mares sin sentir dolor ni cansancio, y rescatar a la amada para llevarla al palacio real donde ambos vivirán juntos y felices. Pero la vida humana no es así, no debe ser así. Nuestras masculinidades deben expresar la entrega total de nuestras

personas por amor, en una masculinidad de donación, que ayude a una construcción de imaginarios más humanos, fraternos y sororales, a fin de lograr una vida digna. Deshacernos de la masculinidad de dominación, de ese soldadito de plomo hasta ese matatán que el modelo dominante nos ha convertido, es el reto que tenemos los varones dominicanos. Pasar a una masculinidad de donación, armonizando lo masculino y lo femenino, entregándonos por amor. Ese amor que llevamos dentro y que hará de nuestra sociedad dominicana una sociedad más humana y solidaria. Pero esto no debemos hacerlo solos. Cuando llueve, aquellos varones que nos atrevemos a llevar paraguas no nos solidarizamos con aquellos que se mojan y se empapan de camino a sus trabajos, colegios o universidades, y no les ofrecemos refugio. Contrario a las mujeres, que se las ve en dúos o

Quehaceres 13 tríos guareciéndose ante las inclemencias del tiempo. Y es que nos hemos acostumbrado a vivir nuestras masculinidades en soledad. Aquí la amistad4 juega un papel preponderante. Las ideas del concepto de amistad en las culturas de los pueblos originarios denotan la importancia del compañerismo, de la reciprocidad y de la importancia de tener un mismo espíritu y un mismo sentir, en un ambiente de solidaridad y compartiendo todas las cosas. Esto nos muestra que masculinidades solidarias se manifiestan en expresiones concretas y cotidianas de amistad y de compañerismo, que buscan el bien de las y los demás, y que contrastan con la visión dominante de una masculinidad fría e individualista que solo busca el bien propio.

La violencia contra las mujeres se expresa de diversas formas: desde la violencia simbólica, que se encuentra en los discursos imperantes que desvalorizan y oprimen a las mujeres; pasando por las leyes —como el Artículo 37 de la recién promulgada Constitución de la República— que marginan a las mujeres; hasta la violencia que llega a la misma puerta y resulta en una de las 200 mujeres muertas hasta hoy en lo que va de 2011 en República Dominicana. De esa misma manera, las masculinidades humanizadoras, liberadoras y solidarias trabajan en conjunto, intimando e integrándose entre sí en un espíritu colaborativo para ir creando formas diferentes de ser varones que privilegien el Bien Común sobre el propio. Es posible salir del escollo en el que hemos encallado. Esta sociedad machista y violenta no soporta ni una muerta más por el hecho de ser

mujer. Si queremos que esto cambie varón a varón, debemos acompañarnos junto a las mujeres, de mujer a mujer, de mujer a varón y de varón a mujer. Demos y liberemos lo que hemos tenido atrapado en nuestras vidas. Demos amor y cariño, donémonos enteros al Bien Común, bajo un ambiente de amistad, como un solo cuerpo cuyas articulaciones están unidas y acompañadas entre sí. 1

2

3 4

Lucio Blanco. 2007. «Booz… Hacia una masculinidad de donación», en Revista de interpretación bíblica latinoamericana 56. Quito: RECU/DEI, 35-47.

Aquí sigo, junto a los conceptos de nepantla, lo cotidiano, en conjunto y acompañamiento, los planteamientos del teólogo eticista cubano-estadounidense Miguel A. De La Torre, detallados en Miguel A. De La Torre. 2010. Latina/o social ethics: moving beyond Eurocentric moral thinking. Waco, TX: Baylor University Press, 70s.

Voz azteca que denota estar en medio de.

Aquí sigo marginalmente a Nancy Bedford. 2009. La porfía de la resurrección: ensayos desde el feminismo teológico latinoamericano. Buenos Aires: Ediciones Kairós, 181s.

NATANAEL DISLA


Honor, vergüenza y violencia de género

El antropólogo Pitts-Rivers (1979), en su libro “Antropología del Honor o Política de los Sexos”, define el honor como “el valor de una persona tal como la juzga la sociedad y como se juzga a sí misma. El honor es principalmente un atributo masculino, siendo su contrapartida la vergüenza, esencialmente femenina”. Muchas de las acciones violentas del hombre están vinculadas a este aprendizaje cultural del honor donde siente que pierde “su honor” si su cónyuge le es infiel o presenta posibles vestigios de infidelidad. En el caso de la sociedad dominicana, se evidencia este peso del honor en la construcción de la masculinidad y su preservación puede generar violencia y agresividad. El alto índice de feminicidios así lo muestra: diariamente mueren entre una a dos

mujeres en manos de su cónyuge, excónyuge o novio. Detrás de esa muerte hay una matriz cultural, la defensa del honor, donde el hombre aun cuando se ha separado o divorciado de su cónyuge “entiende” que la mujer le pertenece y que su honor entra en cuestionamiento cuando ella “lo deja por otro”. Esta matriz cultural del honor no sólo está presente en el hombre, sino en toda la sociedad. En el capítulo de Cohesión Social del Informe sobre Política Social, Derecho y Capacidades publicado por el PNUD se muestra la legitimación de la violencia de género en mujeres, hombres y jóvenes para los casos en que la mujer “entra en falta” con el hombre porque le fue “infiel” o porque “deja su casa sola y sale a divertirse”. “Esa mujer no tiene vergüenza, por eso el hombre le da su bofetá”,

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La vergüenza se presenta así como un concepto culturalmente femenino. La identificación con la norma cultural estandarizada de segregación de la mujer a espacios de diversión y de expresión de ocio están limitados a esferas privadas. A la mujer no se le permite salir a divertirse y se cuestiona su presencia en los lugares públicos nocturnos sola o ingiriendo bebidas alcohólicas sin el permiso del hombre. Existe en las comunidades rurales y urbano-marginales todo un sistema de control social hacia la mujer que realiza este tipo de actividades, se le sanciona socialmente y se utilizan términos que cuestionan su “reputación” o su “vergüenza”. “Esa es una sinvergüenza, vagabunda”. Las diferencias de género en las normas sociales y en el sistema de sanción a la sexualidad entre hombre y mujer generan grandes desigualdades en nuestra sociedad y fortalece la violencia de género. Estos patrones culturales deben abordarse desde las distintas políticas sociales para lograr una sociedad donde la masculinidad y la feminidad apuntan a la equidad y la libertad. Perspectiva Ciudadana TAHÍRA VARGAS

ERA UN HOMBRE NORMAL

Era un hombre normal, dicen quienes fueran sus vecinos. Nunca dio motivos de queja. Cuentan que asistía con frecuencia a la iglesia y que acostumbraba a rezar y a santiguarse. Es fama que en la guagua cedía el asiento a las ancianas y que jamás olvidó felicitar a su madre un cumpleaños. También era un buen estudiante, aseguran en el barrio. Al menos mientras fue a la escuela. Tal vez nada del otro mundo, pero sí un estudiante corriente, normal. Sus amigos siempre lo consideraron un buen muchacho, tranquilo, de buen humor, amigo de sus amigos, siempre dispuesto a echar una mano, a arrimar el hombro, un amigo normal. Y como trabajador todos sus compañeros coinciden en que cumplía y hacía bien su labor. Era, lo que se dice, un trabajador normal. De hecho, era un hombre tan normal, que siempre había creído que las mujeres son seres inferiores, subordinados, desprovistos de cualquier razón. Era un hombre tan normal que en cualquier sonrisa de mujer advertía una inequívoca señal de interés personal, que en cualquier cortesía de mujer suponía una desesperada invitación a la cama, que en cualquier gesto amable de mujer daba por hecho una irrefrenable incitación al sexo. Era un hombre tan normal que quienes pasaron por el amargo trance de observar el cadáver de la joven mujer embarazada, tirada, rota, mordida, violada, asesinada, no podían imaginar la razón de ser de tanta normal saña, de tanta normal brutalidad en aquel hombre tan normal. Miradas/El Nacional

KOLDO CAMPOS SAGASETA


CAMPAÑA

16 Días de Activismo Contra la Violencia de Género: DESDE LA PAZ EN EL HOGAR HACIA LA PAZ EN EL MUNDO: ¡DESAFIEMOS EL MILITARISMO Y TERMINEMOS CON LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES! Con el tema, “Desde la Paz en el Hogar hacia la Paz en el Mundo”, la Campaña 16 Días de Activismo contra la Violecia de Género de este año busca mostrar las conexiones entre la violencia contra las mujeres y el militarismo a cada nivel: desde la esfera privada hasta los conflictos mundiales. El tema también enfatiza las maneras como las acciones y actitudes pacíficas y no violentas en el “hogar” y en las comunidades pueden extenderse más allá para influenciar la paz en el mundo. El militarismo es una ideología que genera una cultura de miedo y que justifica el uso de la violencia, la agresividad o las intervenciones militares para solucionar diferencias y para defender intereses económicos y políticos. Es una especie de psicología que frecuentemente trae consecuencias graves para la verdadera seguridad de las mujeres y la sociedad en su conjunto y que existe y se justifica en todas nuestras sociedades. Las guerras, los conflictos y la represión violenta de los movimientos que demandan justicia política y social tienen un impacto en las mujeres, que

muchas veces es desproporcionado. Los lugares en donde no hay conflictos militares no están exentos del militarismo: mandan tropas a otros lugares; producen y venden armas; invierten en las fuerzas militares de gobiernos extranjeros en vez de apoyar los esfuerzos en pro del desarrollo. Construyendo sobre la base de la información de las participantes de la campaña del 2010, este año la Campaña se enfoca en 5 subtemas, explicados en detalle en los materiales del kit para la toma de acciones: 1. La proliferación de las armas cortas y su papel en la violencia doméstica

2. La violencia sexual y la violencia con base de género cometida por agentes del Estado, especialmente por parte de la policía y la Fuerzas Armadas 3. La violencia política contra las mujeres 4. La violencia sexual durante y después de los conflictos 5. Uniendo a los movimientos de mujeres, la paz y los derechos humanos con el fin de desafiar al militarismo

Quehaceres 15 La Campaña de los 16 Días llama la atención en que ya no se puede seguir relegando los abusos contra las mujeres a la esfera privada, y en la necesidad de exigir a los Estados a rendir cuentas y a respetar los compromisos sobre los derechos humanos de las mujeres contraídos en un número de pactos y documentos internacionales del sistema de las Naciones Unidas. Para la campaña del 2011, el principal proyecto interactivo será el de pedir a las y los participantes alrededor del mundo compartir sus visiones acerca de “la seguridad”. Para ello, el Centro por el Liderazgo Global de las Mujeres (CWGL) invita a las organizaciones e instituciones participantes en la Campaña a enviar sus reflexiones y materiales de campaña producidos al sitio web de los 16 Días mediante videos o en forma escrita, con la conciencia de que “no es fácil hablar del militarismo” y de que “no solo es un tema complicado que involucra grandes estructuras de poder y financieras, sino que en algunos lugares el simple uso de la palabra puede ser peligroso o controversial.” De acuerdo a las características locales y decisiones de sus convocantes, la Campaña puede estar basada en la paz, las relaciones no violentas o la redefinición de la seguridad.

Los enlaces a todos los materiales del Kit están disponibles en la dirección: http://16dayscwgl.rutgers.edu/2011campaign/take-action-kit.

¿Qué son los 16 Días de Activismo contra la violencia de género?

Los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género es una campaña internacional que surgió del primer Instituto por el Liderazgo Global de las Mujeres, organizado por el Centro por el Liderazgo Global de las Mujeres en 1991. Las participantes escogieron las fechas de la campaña—entre el 25 de noviembre, Día Internacional en contra la

violencia contra las mujeres, y el 10 de diciembre, Día Internacional para los Derechos Humanos—con el fin de vincular la violencia contra las mujeres y los derechos humanos de manera simbólica, así como enfatizar el hecho de que la violencia contra las mujeres constituye una violación de derechos humanos. El período de los 16 días también incluye otras fechas

importantes, como el 1 de diciembre, que es el Día Mundial de Lucha contra el SIDA, y el 6 de diciembre, el aniversario de la Masacre de Montreal, donde 14 mujeres estudiantes fueron asesinadas por un francotirador misógino. En República Dominicana, la Campaña de los 16 Días de Activismo fue oficializada por el Congreso Nacional en el 2007.

RD LANZA CAMPAÑA “UNETE PARA PONER FIN A LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES” El Ministerio de la Mujer lanzó la campaña “Únete para poner fin a la violencia contra las mujeres” para República Dominicana, que a nivel mundial convoca el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La campaña se propone la participación de todos los estamentos del país, tales como iglesias, empresas, clubes, juntas de vecinos y otras organizaciones y sobre todo de los medios de comunicación, en la promoción de nuevos valores, actitudes, comportamientos, y convicciones que transformen la forma de pensar, sentir y actuar de los dominicanos y de una cultura de paz y respeto en las actuaciones de las personas. La campaña incluye colocación de vallas, bajantes, mensajes en pantallas electrónicas, envíos masivos de correos electrónicos, colocación de anuncios en los medios de comunicación y distribución de brochures y “stickers” y otros materiales educativos. Será reforzada por el Ministerio de Educación mediante la distribución de materiales educativos en las escuelas dirigidos a convertir a maestros, maestras y estudiantes en multiplicadores y multiplicadoras en la promoción de un cambio de actitud y valores. La campaña cuenta con el apoyo de la Embajada de Taiwán en el país, del Fondo de Población de las Naciones Unidas, de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), el Fondo Europeo para el Desarrollo y el Ministerio de Educación.


¡¡Hagamos el compromiso!! UN MILLÓN DE FIRMAS POR LA NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER En el “Mes de la No violencia contra la Mujer”, los hombres que suscribimos la presente declaración, hijos, padres, hermanos, esposos, novios y amigos de mujeres que forman parte fundamental de nuestras vidas, hacemos el compromiso ante la sociedad de no ejercer violencia de género y participar de manera consciente y activa en un esfuerzo para promover la paz y el respeto a la vida. También compartimos la responsabilidad moral asumida por la República Dominicana cuando en el año 1999 la Organización de las Naciones Unidas instituyó el Día de la No Violencia contra

la mujer en conmemoración del asesinato de las Hermanas Mirabal, ejecutado por sicarios al servicio del dictador Rafael Leonidas Trujillo el 25 de noviembre de 1960. Durante mucho tiempo, las iniciativas destinadas a erradicar la violencia intrafamiliar han sido asumidas y encabezadas por las mujeres, que son las principales víctimas de esta expresión de masculinidad mal entendida. Sin embargo, a pesar de los avances en el ámbito jurídico, los feminicidios y otras formas de violencia intrafamiliar han seguido elevando su saldo trágico en RD. Desde enero del 2005 hasta junio del

2011, en el país habían muerto por violencia de género mil 263 mujeres, incluyendo niñas y adolescentes. En el curso de este año, hasta mediados de noviembre, se han registrado 200 feminicidios. Porque tenemos conciencia de que este problema es también un asunto de hombres, convocamos a todos los dominicanos y dominicanas, y a los sectores sensibilizados por la magnitud de este flagelo social, a participar en actividades de reflexión y educación para ayudar a cambiar las actitudes y los patrones culturales que propician esta irracionalidad. Como parte de esta decisión anunciamos el inicio de

una campaña de captación de firmas para comprometer voluntariamente con esta causa a por lo menos un millón de dominicanos y dominicanas. En caso de no alcanzar el millón de firmas en noviembre, el esfuerzo se extenderá hasta el cumplimiento de la meta. Invitamos a todas instituciones públicas y privadas del país a participar en esta iniciativa, promoviendo sus propias actividades de sensibilización y captación de firmas. El domingo 27 de noviembre del 2011 se realizará una gran jornada que incluirá marchas y desfiles públicos, visitas casa por casa, distribu-

ción de volantes educativos y captación de firmas de apoyo y compromiso. Esta propuesta cívica alcanzará sus principales objetivos si ayuda a elevar la conciencia social sobre el grave problema de la violencia de género, si propicia una actitud de cambio entre los hombres para deponer la violencia que ejercemos contra nuestras compañeras, contra los demás hombres y contra nosotros mismos, y si al pasar balance en el futuro hemos contribuido a disminuir notablemente la cifra de víctimas, a fortalecer la cultura de paz y a mejorar la convivencia entre todos y todas.

Javier Cabreja Luis Aníbal Medrano Alfonso Rodríguez Miguel Guerrero Teodoro Escaño Domingo Del Pilar José Rafael Sosa Víctor Víctor Hecmilio Galván Fidias Aristy Manuel Jiménez Porfirio Rodríguez, Adriano Miguel Tejada Rafael Ovalles Francisco Alvarez Valdez Luis José Chávez Manuel Quiroz (Pancho), Carlos De Soto Molinari Osvaldo Santana Cándido Mercedes Juan Bolívar Díaz Huchi Lora Samir Shami Isa Persio Maldonado Ico Abreu Manuel Quiterio Cedeño Hiddekel Morrison Víctor D Aza Tineo Osvaldo Soriano Domingo Matías Juan Félix Sangiovanni Ramón Emilio Colombo Carlos Manuel Estrella Alvaro Caamaño Sucre Julián José Tejada Gómez Luis Carvajal

Quehaceres

Publicación del Centro de Investigación para la Acción Femenina . Calle Hernán Suárez, Bloque III N°5, Cacique II. Teléfono (809) 535-2696. Fax (809) 535-2599. cipaf@claro.net.do. www.cipaf.org.do AÑO XXXI NÚMERO 2. NOVIEMBRE 201. DIRECTORA EJECUTIVA: Magaly Pined. EDITORAS: Isaura Cotes Javier, Magaly Pineda. ILUSTRACIONES: Lorena Espinoza. Archivo CIPAF. DIAGRAMACION: Ivelisse Alvarez. IMPRESIÓN: Editora Búho


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