GERMEN

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Textos e ilustraciones de la exposición “Germen” | III Encuentros Interartísticos “Mirada Cero” | Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores


Leo. Leo que leo. Me recuerdo leer que leo. Leer, por ejemplo: “el libro está preñado de letras y tiritan desnudas los comas en el papel”. Pero de tanto ir y venir, las palabras se desgastan como las suelas de los zapatos. Abro y sello las tapas de los libros con furia. Leo, así como quien no quiere la cosa, tumbado en el tapete –acodado e incómodo–; me dispongo a examinar con mis ojitos aviesos de felino los renglones y los espaciones entre los renglones; después observo los márgenes, e incluso los huelo, y hago pasar mis yemas por el canto y el lomo del libro. El Hombre está manchado de tinta. El mundo –¿quién lo decía?– es un libro abierto –como este libro abierto– entre las manos de Dios –como estas manos que son mías por ser de alguien, por no estar solas–. Los relatos del mundo –seguro que lo decía alguien, pero no recuerdo quién– son innumerables. Uno mismo –el lector, el textoservidor, el intruso, el padre déspota de un libro huérfano– no es más que una narración, o mejor dicho, el entramado de los relatos que los demás construyen a nuestro alrededor –en órbitas elípticas–, con o sin nuestra colaboración y licencia. La literatura –decía Barthes– es el laboratorio del mundo: desgarradura y reconstitución simultáneas (como el acto carnal, carnívoro de los amantes). Leo que leo no para pensar sino para ser pensado, porque sólo entregándome al manso fluir de ideas que no son mías consigo acallar los borbotones de mis propias ideas. El poder de retención y transformación ontológica de la metáfora –decía Ricoeur por decir algo– es el acto político por excelencia. Si el nombre es el arquetipo de la cosa, en la palabra “mundo” está el mundo entero. José Manuel Cuéllar

“Un mundo entero” Chema Arake Lápiz de grafito 21 x 27,5 cm. 2015


En la Universidad de Columbia se preguntan cómo apoyar nuestro cuerpo. El jurado de tesis se lo pregunta a un niño de cuatro años que en estos momentos se enfrenta a ellos en un aula de la facultad de filosofía. Uno de los problemas más graves de la Universidad de Columbia son los innumerables búhos hiperactivos que entran durante el día por las ventanas de la facultad, hablando de Zaratustra e interrumpiendo constantemente las defensas de las tesis. La universidad ha pagado varias veces a grupos de ornitólogos (que toman café con sacarina doble) para plantear estadísticas, soluciones, hipótesis de estos violentos cortes de educación. Al parecer el último informe explica que les gusta comer la hiedra que en los anteriores días ha aparecido por la constante humedad, provocada por los grifos abiertos que el profesor jubilado Brett Barrighthon abre en su constante delirio sobre el agua corriente. Días atrás, y por esa razón, las facturas del agua han sido el principal punto de preocupación: el comité titular tomó la radical decisión de cerrar el agua y utilizar, en su lugar: un pozo de zumo de uva que el primo del decano de la Universidad de Columbia consigue de una manera gratuita. Brett Barrigthon, sin embargo, sigue viniendo, y ahora pone énfasis en alardear de sus antiguas clases sobre Shakespeare y la estructura del ser, recita palabra por palabra su viejo discurso reciclado mientras levanta el cráneo que le prestó su amigo de la facultad de Bellas Artes. El azucarado pozo de mosto es un éxito de inscripciones, pero los alumnos han terminado desarrollando una adicción que los búhos no han tardado en imitar. La hiedra sigue brotando por los almibarados fluidos de la filtraciones de la fuente. El niño que presentaba la tesis ha construido una silla frente al jurado. Los profesores miran a una diminuta mosca que revolotea con un sonido ensordecedor. Brett Barrigthon entra en la sala, deposita debajo de la construcción de madera el cráneo y grita: ¡sed corriente! El niño, callado, espera la deliberación. El jurado asiente con la cabeza que no hay asiento, sólo observa la mosca frotando su tibias peludas.

“Mundo” Chema Arake Acuarela y lápiz de grafito 20 x 32 cm. 2015

Ahora en estos instantes, mientras toneladas de moscas se amontonan ante el jurado en la Universidad de Columbia se preguntan, cómo apoyar nuestro cuerpo en el aire. Beñat Romera


Desde los pies hasta el cabello me ha crecido un árbol blanco donde dicen que caben todos los inviernos del mundo. Quien lo cuenta, habla en susurros, el lenguaje de las cosas pequeñas como las alas frágiles y las batallas ínfimas. Aquí guardo unos cromos, la naftalina de los armarios y tres palabras que me enseñaron los abuelos. Aquí guardo las cicatrices la memoria en el tronco el abismo en la noche el hilo mayúsculo que me atravesó la mirada. Javier Temprado Blanquer

“Brotes verdes” Chema Arake Lápiz de grafito 15 x 19 cm. 2015


“Gracias por llevarme” pronuncia Laura desde el asiento trasero, mientras se ajusta el cinturón y se recoge el cabello en un moño, pero su cortesía se ve quebrada por la agudísima voz del asiento del copiloto -presumiblemente, la esposa del conductor-. Se hace llamar Antonia, y padece horror vacui o sencillamente confunde el silencio con la angustia. “¿De México? Qué bonitos esos países vuestros. Nosotros fuimos de luna de miel a Costa Rica, ¿verdad cariño?” pregunta al conductor, quien, en lugar de responder, emite un vibratto que le baja por la coronilla hasta las muñecas, meciendo ligeramente la dirección del automóvil. “¿Verdad que sí? ¿eh, cariño?”. Laura repara por primera vez en un ruido inusual como de metales chocando -tal vez algo en el motor-, pero como no sabe nada de automóviles, se inquieta más bien poco, así que continúa fingiendo interés y asintiendo con una sonrisa. “Nuestra Natalia viaja mucho, como tú, haciendo auto-stop. Antes nos preocupábamos, pero desde que se echó novio, estamos más tranquilos. Es profesor de Tae Kwon-Do o algo de eso; muy majo, ¿verdad, cariño?”. Abre la boca para exhalar un bostezo disfrazado de “qué bien” mientras Antonia rebusca en el bolso hasta extraer una foto. “Os parecéis un poco”. Laura mira la foto y arde en deseos de decir “pero si ella es pelirroja” y fantasea con saltar por la ventanilla. “¿A que sí, cariño?”. Mira el móvil y mueve los dedos aunque el aparato esté sin batería desde la mañana, y consigue así algo de tiempo, inclusive llega a cabecear y descansar los músculos de los pómulos, que ya le dolían de tanto candor. La despierta la voz de pito, diciendo “Yo quería un chico, para formar la parejita, pero a veces una no puede tenerlo todo en la vid…”. El ruido del motor persiste, se eleva por encima de la voz de Antonia y Laura se reajusta el cinturón, temiendo que a lo mejor el fallo provenga de los frenos, pues la velocidad sobrepasa lo razonable a esas horas en una carretera secundaria. Llegando casi a lo ensordecedor, las dos mujeres reparan al unísono en que no hay nada malo en el motor ni los frenos -aunque Laura no sepa nada de automóviles- y lo que suena son los dientes castañeteando del conductor. Antonia se aventura a preguntar “¿Estás bien, cariñ…?” pero este estalla a gritos “¡PUERTO RICO!” y ninguna réplica es realmente válida, porque el hombre está hablando consigo mismo “¡COSTA RICA NO; PE U ERRE TE O ERRE I CE O!” clavando el pie en el acelerador. Laura, sin saber muy bien cómo reaccionar, se mira las palmas de las manos y, más allá de pánico o desesperación, sonríe con ironía por haber querido ahorrarse los veinte euros del billete de autobús.

“Alfa y omega” Chema Arake Acuarela y lápiz de grafito 30 x 39 cm. 2015

Luis Forero


Uno puede preguntarles lo que sea a Papá y Mamá menos lo que de verdad quiere saber: qué es lo que ha ocurrido con Alvy Singer. Alvy Singer se ha pasado las últimas semanas soltando pelo y esparciendo pequeños charquitos de bilis por el salón. Uno pasó el fin de semana en casa de un amigo: a la vuelta ya no había rastro de Alvy Singer. Uno no es tonto y sabe que Alvy Singer está muerto. Uno sólo quiere saber cómo pasó. Pero si uno lo pregunta, por ejemplo, mientras Ellos preparan la cena, sentado en el mármol de la cocina, verá cómo Mamá enrojece y corta muy fino la zanahoria y el pimiento, y cómo Papá carraspea y mira fijamente el interior de la nevera, como si entre la mayonesa y los tuppers estuviera colgada la Mona Lisa. Entonces Papá dirá Alvy Singer estaba muy enfermo, ahora ya no sufre, se fue a un lugar mejor. ¿Como el abuelo? Sí, como el abuelo. No, como el abuelo no, dirá mamá, sin soltar el cuchillo. No le vas a decir al niño que es lo mismo lo de mi padre que lo del gato. El abuelo está en el cielo. ¿Y Alvy Singer? En el cielo de los gatos, dirá Papá, y mirará a Mamá con una sonrisa. A Mamá no le hará gracia y dirá no existe tal cosa, el cielo es el lugar que Dios reserva a los que han sido buenos. Los malos van al infieno. Y tu padre está ganando puntos para un pase especial. ¿Está Alvy Singer en el infierno? ¿Es que Alvy Singer hizo algo malo? Los gatos no son ni buenos ni malos, cariño, sólo son gatos. Uno pensará entonces en el abuelo, en su contorno pesado hundido en el sillón con orejeras, en su olor a puro y sus suéteres ásperos y en la voz del televisor como si la exhalara su cuerpo. ¿El abuelo hizo algo bueno o malo alguna vez? ¿Podía hacer algo bueno o malo desde su sillón con orejeras? Mamá, ¿si alguien no hace nada nunca, cómo sabe Dios dónde enviarlo? Papá suelta una carcajada de esas que Mamá no soporta. Se pone roja como el pimiento que reposa en la tabla de cortar. El cuchillo se le escurre un poco de la mano y le roza una uña. ¡Ya está bien! Uno se va a la cama sin cenar. En la cocina Ellos discuten un rato y luego juegan a quién aguanta más en silencio. Cuando acaban de cenar hacen el amor en el cuarto, aún en silencio. Uno sigue despierto hasta que acaban. Alvy Singer a veces se acurrucaba en la cabecera de la cama, con su olor de gato (ni bueno ni malo), y uno se dormía con ese olor. Yaiza B. Guevara

“El camino” Chema Arake Lápiz de grafito 20 x 28 cm. 2015


Es importante, a veces, recordar que al principio no había nada; ni principio había entonces, sólo espacio y tiempo (y ni siquiera…). Y ocurre que la nada es más sencilla; que la nada nada cuesta y algo —arrancar de la nada alguna cosa— es farragoso, es duro y es violento. Porque la nada no da nada a cambio de nada. El precio. El precio de algo frente al vacío impermutable. Pero ah, ser consciente del principio afirmar ante el vórtice: «¡Aquí!; ¡Ahora!». Y la nada es un poco menos nada —un milímetro menos infinita—: ya ha empezado el principio y nada volverá a ser nunca nada. Ben Clark

“Germen” Chema Arake Acuarela y lápiz de grafito 23 x 30 cm. 2015


_*_*_ Un fiasco encima del otro. Dije: darle paso a los demás para cavar su propia tumba: todos los velámenes graven ocultados de su verdad opositora. No suficiente con alumbrar al mínimo el rastro de la cavidad. -¡Qué para eso lo traen en partes!Puedo ser para alguien: la diferencia de su elección. Las bestias se tardan lo mismo en devorarse. Tómame u ofréceme. Nunca los dos zumbidos fueron de deseo oculto, la materia. Pablo Flores Chavez

“Somos polvo de estrellas” Chema Arake Tinta china 16 x 19,5 cm. 2015


Fue antes, hace tiempo, antes de que existieran las horas y los minutos, antes incluso de que los segundos duraran lo que tardamos en decirlos. Antes de que tres letras miedosas pudieran contener al sol entero. Antes, muchísimo antes. Sucedió en un lugar sin coordenadas, un rincón al que ningún visitante ha llegado y que ningún cartógrafo todavía ha imaginado. Sucedió al congregarse once magos, ocho ingenieros y un poeta. Todos ellos deseaban inventar juntos un universo nuevo. Primero, propusieron los magos, habrá que ordenar las cosas: Le encontraron una hamaca al cielo para que pudiera mecer ahí a la luna y le dieron una alfombra al mar donde bailaran libres sus olas. Luego estudiaron las escamas de los peces, guardaron las carcajadas de los niños en grandes caracolas y aprendieron el vuelo de las aves para entender los caminos que le gustaba recorrer al viento. No obstante, al terminarlo todo, notaron que algo en su mundo hacía falta: había un vacío grande separando a peces, niños y aves. Esta fue la tarea más difícil y encontrar una solución les llevó tiempo, más del que cabe en el calendario y mucho, muchísimo más, de cientos de miles de años. Magos, ingenieros y poeta trabajaron sin descanso en un artefacto capaz de curar heridas, hermanar extraños y acercar a los que la distancia ha alejado. Los once magos pidieron consejo a robles y a sauces, los ocho ingenieros midieron el diámetro de los sueños y el poeta bajó al mundo para nadar con los peces, reír con los niños y cantar con las aves. Pasaron minutos, horas, días, meses y años, y al fin lo encontraron: algo que llenaba el vacío entre un ser y otro:

“Aprenderé a cuidarte” Chema Arake Lápiz de grafito 21 x 27 cm. 2015

Hace mucho, mucho tiempo, más del que cabe en el calendario, fueron diseñados por once magos, ocho ingenieros y un poeta, los abrazos. Paulina del Collado


Me prometiste un mundo que recorrer contigo. Al principio, en mis manos temblaban tus palabras. Ninguna luz bastaba para todas las líneas que aguardaban allí para mecerme. Para hacer que en mis ojos yermos algo pudiera brotar sólo partiendo de los tuyos. Poco a poco aprendí a traducir tu idioma sin glosarios, a pronunciar un mirlo para tu piel a tientas, a dormir a tu lado y despertar y aun en la vigilia leer en ti todos los horizontes que a la vez se enunciaban tan posibles. Cada renglón de tinta bosquejaba tus labios. El final de tu cuerpo era una nueva página que no dejó jamás de sorprenderme. Hasta hoy. Este cansancio nuevo, un abismo blanco que no sé descifrar. Otro temblor, y el tiempo se deshace. Aquel primer abrazo que amaneció para reconocernos. Otro temblor, y en cambio tan distinto, según este silencio se precinta en mis manos. Al juntar ahora tus tapas que, como párpados, para siempre ya se cierran. Raquel Vázquez

“Life” Chema Arake Lápiz de grafito 21 x 29 cm. 2015


Es preciso afilar lápices de colores y regar la palabra y sus astillas, que manos diminutas compartan carboncillos y que la libertad de expresión ya no sea como un bosque donde cantan de noche las lechuzas. Que no salpique sangre en las viñetas sin acabar, que las caricaturas no apunten en el pecho al dibujante. Mientras las balas rompan la armonía de un trazo, todos seremos Charlie. Verónica Aranda

“Je suis Charlie Hebdo” Chema Arake Lápiz de grafito 21 x 29 cm. 2015


Está ahí en cada instante; ella es la voluntad, es la memoria, y es quien hace sonar las escaleras cada nueva mañana. Él es sólo un reflejo involuntario, un accidente de los días de sol. Ella sabe que sólo lo tenue es cierto, que lo real es una bruma sobre las superficies, que ese hombre que le sigue es un sueño pasajero. Iván Olano

“Busca en la sombra” Chema Arake Lápiz de grafito 21 x 29 cm. 2014


Las manos de mi padre tantean la madera. Su paciencia es gusano blanco que se desliza sobre el mundo, buscan en lo complejo de la veta la sencillez oculta de la línea. Yo recorro y aprendo su lectura cuando llego a tu cuerpo y hundo mis manos y sacudo el cielo y extraigo apenas unas gotas que se derraman en la tierra. Dando nombre a tu nombre. Javier Temprado Blanquer

“Educación” Chema Arake Acuarela y lápiz de grafito 16,5 x 21 cm. 2012







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