EL BOSQUE DEL MILLÓN DE HUELLAS

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De María Aguilar López

Alba Mariscal Ramos

Lucía Aguilar Rosado

Rubén Muñoz Salguero

Paco Álvarez Molero

Lucía Nieto Periáñez

Karla Andrade Reyes

Jimena Oliva Coronado

Noelia Andújar Rodríguez

Ana María Osuna Zanfir

Fernando Bellido López

Isabel Peñalosa García

Sara Crespillo Román

Leonardo Ramos Wales

María Durán Oliva

Gonzalo Rodríguez Jurado

Hugo García Atienza

Loreto Salas Palma

Ana García Machado

David Toro Pérez

José Carlos Lebrón González

Javier Valiente Troya

Álvaro López Barea

Darío Villalba Falcón.

Kilian Macías Crespillo

Editorial Los Grupos de Morón.


Mayo 2020.

I Feria de libro virtual de Morón de la Frontera.

EL BOSQUE DEL MILLÓN DE HUELLAS.

Hace ya unos años, descubrí un bosque cercano a mi casa con muchos árboles en el valle de una montaña. Nunca me había acercado tanto como el otro día, pero, cuál fue mi sorpresa, cuando vi miles de pequeñas huellas que se adentraban en él. Este fin de semana, entraré y seguiré las huellas para descubrir lo que haya dentro y saber si es un bosque habitado por muchos animales como cualquier otro o si es un bosque mágico o encantado. Al entrar no había mucho interesante, aparte de muchos árboles y arbustos. Cuando empecé a entrar en el bosque más profundo, vi una luz y decidí ir hacia ella, cada vez que me acercaba, esta se alejaba y sin darme cuenta, me había perdido en el bosque. Intenté encontrar refugio para la noche; encontré un árbol y me quedé ahí para dormir. Cuando me desperté, intenté encontrar agua porque estaba deshidratado o alguna fruta para comer, pero cuando me di cuenta, ya me había adentrado en el bosque y sin saber a dónde ir. Intenté retroceder y buscar el rastro de huellas, pero nada. Ya era demasiado tarde, así que intenté buscar una salida. después de estar un rato buscando por donde salir de ese bosque, encontré una cascada de agua y sin pensarlo dos veces fui a beber un poco de agua. Pero sentía hambre e intenté buscar algo de comer, fue difícil, pero encontré algo de frutas silvestres. Al cabo de quince minutos y con el estómago lleno, volví a caminar y de repente comencé a ver más huellas, pero eran muy diferentes a las que normalmente podemos ver, no parecían ni de animal, ni de personas. Por mucho que recordara, esas huellas no las había visto nunca. Justo cerca de donde me encontraba, aparté unas ramas y hojarascas, y vi una especie de agujero a pie de montaña. Me disponía a entrar, para buscar algo de refugio y en su interior puede encontrar restos de otros seres vivos. Como era demasiado tarde me puse a descansar un buen rato. Cuando de repente, empecé a escuchar unos extraños ruidos. Di un

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gran salto y vi a unos pequeños murciélagos revoloteando a mi alrededor. Busqué algún objeto con el que poder alumbrar, pero no encontré nada, así que no tuve más remedio que relajarme y continuar durmiendo. Al amanecer, empecé a investigar y encontré restos de dinosaurios, unas pinturas en las paredes y algunos restos fósiles. Cogí algunos restos fósiles de dinosaurios y los guardé en la mochila, saqué mi cámara de fotos para fotografiar las pinturas de las paredes. Al poco tiempo, salí de la cueva en busca de encontrar más huellas, pero después de un buen rato, no logré encontrar nada. Por lo que decidí, volver a la cueva con algo de comer. Cuando llegué a ella, observé las mismas huellas por lo que pensé que sería algo que estaba cerca de mí y decidí entrar en la cueva. En ese momento, empecé a asustarme mucho, pero al cabo de un tiempo me entró mucho sueño por haber caminado tanto tiempo. Entonces, busqué algo en que apoyarme para dormir y al día siguiente un ruido muy raro me llamó la atención; me quedé observando los árboles a mi alrededor y en lo alto de una platanera vi un pequeño mono que estaba comiendo plátanos, era tan agradable que incluso se acercó y me dio varios plátanos. Me los comí todos porque tenía mucha hambre. El pequeño monito imitaba lo que yo hacía, al parecer, él también se había perdido en el bosque. Estaba tan asustado, que se subió en mi hombro y los dos juntos seguimos caminando para encontrar más huellas. Durante el camino, el mono me habló y me dijo que se llamaba William, y que como estaba solo en el bosque, había decidido acompañarme. Cuando llevábamos veinte minutos andando nos encontramos con su madre, que estaba llorando porque no encontraba a su hijo, así que se puso muy feliz al ver a su hijo y decidió quedarse con nosotros. Ahora ya no estábamos solos y éramos tres para continuar la marcha.

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De pronto, al pasar por unos matorrales vimos que algo se movía muy rápido y corrimos detrás de aquello que se escondió detrás de una gran roca, cuando nos asomamos, nos quedamos sorprendidos, ¡era el animal más grande que jamás habíamos visto!, una especie de tiranosaurio fusionado con avestruz, pero también parecía asustado y lloraba. Cuando lo vimos nos acercamos y le preguntamos: - ¿Por qué lloras? - A lo que él respondió: - Porque no tengo amigos, soy muy grande y nadie quiere acercarse a mi, les doy miedo. El chico y los monos se miraron y le dijeron: - A nosotros no nos das miedo, por cierto ¿Cómo te llamas?, - el animal con otra expresión en su cara de mayor felicidad contestó: - Me llamo Mongart. - ¡Pues vente con nosotros! - Exclamaron todos, vamos hacia un río para buscar agua. Y así fue como los cuatro nos fuimos al río. Pero… una vez allí, nos encontramos a un cocodrilo. - ¿Qué hacemos? Estamos cansados y necesitamos beber un poco de agua, - dijo el chico. Sin darnos cuenta, el cocodrilo intentó acercarse, pero todos lo evitamos y salimos corriendo, cuando nos dimos cuenta estábamos perdidos en mitad del bosque. Entonces, William le preguntó al chico: - Por ciento, ¿Cómo te llamas? - A lo cual el chico respondió: -Yo… yo me llamo Juan, y ¿Cómo te llamas tú, mamá mona? -Yo me llamo Josefina. - Respondió mamá mona. Después de estar un rato conversando, fueron los cuatro, a beber agua a una casa que se había encontrado mientras corrían. Tenía mucha sed, porque se estaban deshidratando, debido a que hacía mucho calor y había muchísima humedad. Justamente, cuando se iban a ir de la casa, se les cerró la puerta delante de sus narices, por lo que se asustaron todos. Miraron para atrás y vieron una manta volando por toda la habitación. De repente, desapareció la manta y tras una nube de humo apareció una bruja con su escoba mágica.

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Juan, asustado, gritó: - ¡Creo que esta casa está embrujada! - Si creo que sí. - Relató el mono William. Intentaron abrir la puerta de muchas formas, pero de ninguna la consiguieron. Al cabo de unos veinte minutos, apareció de nuevo la bruja, estaba un poco asustada porque un extraño monstruo la trajo encerrada en un cofre a esta extraña casa en medio de un bosque que ni siquiera sabían cómo se llamaba. El mono William, se interesó por ir a explorar la casa, lo primero que pensaba explorar era la cocina porque él tenía hambre y mucha sed, lo único que vio en la cocina fue una botella con un pergamino viejo y sucio dentro de ella. Rápidamente fue a llamar a su mamá y a sus nuevos amigos que le acompañaban en esta aventura. Al ver el pergamino, William exclamó: - ¡Mirad, es el mapa del bosque! - Todos comenzaron a mirar en el mapa, para ver donde estaban y salir de esa casa embrujada, así que se dirigieron a la salida. Por el camino, se encontraron a un extraño vagabundo. - Ho… hola señor. - Le habló William, con un tono miedoso. - Hola muchachos, ¿qué os trae por aquí? - Respondió el hombre. - Es que nos hemos perdido y estamos buscando la salida, ¿usted nos puede ayudar? - Le preguntó Juan. El vagabundo respondió con voz desanimada: - Yo no, pero sé quien puede. - ¿Y podría decírnoslo, por favor? - A lo que él vagabundo respondió: -Sí, por supuesto. Lo único que tenéis que hacer, es ir a la cueva de las maravillas y allí encontraréis la respuesta. - Muchísimas gracias. -Dijo Juan. - ¿Pero… usted también estás atrapado? - Preguntó Juan y acto seguido el vagabundo respondió que sí. - Pues podrías venir con nosotros. - Sugirió Juan. - ¡En serio! -Exclamó el vagabundo. Y así fue como el vagabundo se unió a su pandilla.

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Después de un tiempo, llegaron a la cueva de las maravillas y allí encontraron más riquezas de las que podrían imaginar. Se adentraron hasta el fondo de la cueva y en ella había: oro, diamantes, esmeraldas… pero al final de la cueva, estaba lo más importante, encontraron a quién les había dicho el vagabundo, la esfinge mágica, que podría ayudarles. - ¿Qué hacéis por aquí? Hace años que nadie viene. -Dijo la esfinge. - Es una historia bastante extraña y larga de contar, pero, tenía curiosidad por unas pequeñas huellas que se adentraba en el bosque y las seguí, después me perdí, y me fui encontrando con todos los compañeros. Pero ahora estamos aquí, porque estamos perdidos y venimos a pedirle ayuda para que nos diga cómo poder salir de este lugar. - La esfinge continuó. - ¿Estáis seguros de que queréis salir de aquí? Aquí en las cuevas de las maravillas tendréis todo lo que jamás podríais imaginar, ¡hay abundantes riquezas! A lo que el vagabundo contestó: - ¡Mentira! No dejaros engañar, ella solo quiere que no encontremos la forma de salir de este bosque, y en esta cueva se que se esconde el gran enigma que nos puede ayudar a todos; en esta ocasión no vengo solo, y se que lo lograremos. Entonces, los chicos siguieron buscando el gran enigma. Además, El mono William, se topó con algo... - ¡Chicos... aquí hay muchas arañas, salir de aquí! -Grito Juan. - ¡William, corre, van detrás tuya! Por suerte, la pandilla pudo sobrevivir a las arañas sin ningún tipo de problemas. -Uff... chicos, nos hemos librado por poco. -Afirmó el vagabundo. -Sí, por poco. -Añadió Josefina.

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Tras lo acontecido, los chicos intentaron no tener ningún otro tipo de problemas, para poder encontrar el gran Enigma. CEIP Los Grupos. Alumnado de sexto curso


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- Mira Juan, todo el oro que hay aquí. - Ilusionada habló la madre. - Sí, es Impresionante. - Continuó Juan. Sin esperarlo, el vagabundo encontró una nota que decía: “Si el tesoro queréis encontrar, pues muy iluminado está”. Todos se quedaron pensativos, puesto que no sabían qué hacer, si buscar el tesoro o intentar encontrar la salida. Cada uno pensó, que el tesoro podría estar oculto, serían monedas de oro, diamantes, joyas… Pero tras mucho pensar, se dieron cuenta, que el principal tesoro era encontrar la salida para que todos encontrarán su lugar correspondiente, así que miraron algo muy brillante e iluminado y al acercarse, comprobaron que era la salida. Rápidamente, corrieron y salieron de la cueva de las maravillas para encontrar su hogar. Al salir, el vagabundo encontró dos huellas distintas, pero cada una de las huellas daba a un camino distinto, entonces no sabían a qué huella seguir. - ¿Qué huella seguimos ahora? A lo mejor, una de esas huellas, nos lleva a una salida. -dijo Josefina alterada. - Tiene razón Josefina, a cuál seguimos, a la de huellas de patos o a las de un hipopótamo. - dijo el chico pensativo. Después de mucho pensar y pensar, a Josefina, se le ocurrió la idea de probar los dos caminos, porque seguro que uno de los dos tenía que ser. Entonces habló con el grupo: - Chicos, pienso que debemos probar los dos caminos. Seguro que uno de los dos tiene que ser. - Al grupo le pareció buena la idea, y empezaron a probar los dos caminos. Primero caminaron por el de las huellas de hipopótamo, pero no hubo suerte por lo que tuvieron que retroceder para esta vez probar el camino de las huellas de pato. Continuaron siguiendo las huellas de pato, pero había algo extraño, se encontraron con una pared que cortaban las huellas, por un momento; Juan, William, Josefina y el vagabundo se sintieron incapaces de encontrar la salida, parecía que nunca la iban a encontrar.

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Cansados y cada vez más tristes, se sentaron por un momento en el suelo y de pronto apareció un pequeño pato entre las ramas; que se presentó como Lily. Entonces Juan le preguntó: - Lily, ¿Tu sabes como salir de aquí? - A lo que Lily contestó: - Sí, sí sé cómo salir, pero, cuando alguien entra en este bosque, es realmente complicado de que puedan salir; la mayoría se mueren de hambre o se deshidratan, sólo las personas más listas saben cómo salir de aquí. - Bueno Lily, por favor, si sabes cómo salir, te lo suplicamos, dínoslo. - Jajaja, te crees que te lo voy a decir. - Negó Lily - ¡Pero Lily, por favor, estamos perdidos! - Asustados gritaron. - Bueno, te lo diré, pero con una pista, la salida la puedes encontrar en la pared de una cueva. Por cierto, no es la cueva de las Maravillas. - ¿Pero... qué cueva será entonces? No conocemos otra. - Preguntó Josefina. - ¡No sé, pero tenemos que averiguarlo! - Exclamó William y continuó: -A ver, ¡Pero si estamos atrapados en el bosque! ¿A qué cueva se refería entonces? Tras mucho pensar y cuestionarnos distintas situaciones, nos preguntamos, si tal vez habría pistas en la casa de antes. - ¡Vayamos a la casa, tal vez haya pistas! -Exclamó Juan y todos asintieron. Una vez en la casa, que fue fácil encontrar puesto que no se habían retirado mucho, alguien del grupo gritó: - ¡Rápido, venid, he encontrado algo! Cuando todos llegaron, se escuchó un ruido en la planta alta, así que el vagabundo decidió subir solo; pero cuando llegó a una de las habitaciones, una de las ventanas se cerró de golpe produciendo un enorme ruido y pudo comprobar como Josefina, había desaparecido. Tuvo que gritar muchas veces, pidiendo ayuda, hasta que por fin subió alguien más al último piso. - ¿Qué pasa? - Exclamó William. - Tu madre ha desaparecido. - Dijo José asustado. - ¡No puede ser! - Grito William preocupado.

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-Tenemos que encontrarla. - Dijo el vagabundo. Entonces, salieron de la casa y empezaron a gritar su nombre. - ¡Josefina!¡Josefina! - Gritaban todos. - ¡Mirad chicos, allí hay algo! - Dijo José susurrando. Todos se acercaban sigilosamente hasta que William dijo en bajo: - ¿Mamá, eres tú? -Todos se acercaron a ese bulto marrón - ¿Josefina? - Preguntaron sigilosamente. Entonces, se acercaron, sobre todo William. - ¡MAMÁ! - Gritó William. Josefina estaba paralizada y petrificada. Cuando miraron a su alrededor encontraron un cementerio con cientos de personas en el mismo estado. Con mucha pena, Juan y sus amigos dejaron a Josefina detrás. Ahora tenían una doble misión, salir del bosque y encontrar el antídoto para volver a la vida a todos los que se habían dejado detrás. Se adentraron nuevamente en la cueva y esta vez no pararon de andar hasta encontrar una salida en el otro lado. Llegaron a una playa desierta. Pero la madre, de repente se movió, no estaba paralizada, sólo estuvo durante un tiempo en estado de shock; así que se levantó y fue a buscar a su hijo y a sus amigos. Después de buscar por varios lugares, no los encontró, pero sí consiguió divisar una puerta decorada con flores muy bonitas y en muy buen estado, y dijo: - Pues vaya, es lo más bonito que he encontrado en este bosque, y también lo único. Así que, sin pensárselo dos veces entró para ver qué había tras esa puerta tan bonita. Entró, y encontró a hawaianos en una fiesta, todo era súper bonito, había montones de flores, gente… Josefina se dio cuenta, de que desde fuera no se escuchaba la música. Entonces se acercó a preguntarle a una hawaiana.

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- Disculpe, ¿Por qué este lugar es tan bonito y lo de fuera tan feo? La chica muy amable contestó: -Antes, al otro lado de la puerta vivían unos ogros, que lo destrozaban todo, pero llegamos nosotros y arreglamos esta parte, porque no nos dejaban la otra. - Josefina continuó la conversación con un poco de miedo: CEIP Los Grupos. Alumnado de sexto curso


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- Bueno... a ver... le explico, tengo un grave problema, he perdido a mi hijo y a sus amigos. ¿Podrías ayudarme? Por favor. - Sí claro, por supuesto estaría encantada de poder hacerlo. Haremos un ritual, donde pediremos a nuestros espíritus, para que nos traigan a vuestros seres queridos. Lo vamos a intentar. -Respondió la hawaiana. Tras hacer la petición a los espíritus, apareció el hijo de Josefina y sus amigos. Fue una gran alegría para todos, pero la cuestión, seguía siendo, el cómo regresar a casa. La hawaiana les indicó, sobre la existencia de una puerta secreta, que la tenían para quien quisiera volver a su querida casa. Pero antes de realizar el camino hacia esa puerta, las hawaianas les hicieron una fiesta de despedida con suculentos manjares recogidos por ellas mismas, además, les colocaron un collar típico de Hawái. Al terminar la fiesta se despidieron de ellas y cogieron rumbo hacia esa puerta secreta. Mientras caminaban hacia aquella puerta, pensaban todo lo que habían pasado en aquel extraño bosque. Justo antes de entrar por la puerta, se despidieron de aquel paisaje, entraron, y los cuatro amigos se encontraron de repente en la casa de Juan. Fue una grata sorpresa, no se podían creer que hubieran podido salir de aquel terrible bosque. Juan, se acordó de que cuando estuvo en la cueva había guardado en su mochila restos fósiles de dinosaurios y había hecho fotos. Así que comenzó a enseñarles las piezas y fotos a sus amigos. Pero después de tantas aventuras vividas, la calma de su casa les estaba transmitiendo aburrimiento, por lo que Juan, decidió sacar su consola y se pusieron a jugar los cuatro. Al acabar la partida, se acordaron de las huellas, aún no habían descubierto de quién eran, así que, volvieron al bosque para analizarlas. Al llegar miraron con atención las huellas, y resultó que las huellas eran del mono William y de su madre Josefina.

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Todos se pusieron a reír al pensar que toda aquella aventura había comenzado por eso. William y Josefina se fueron a la platanera en la que solían estar siempre. Mongart y el vagabundo decidieron quedarse juntos y vivir en una pequeña cueva muy acogedora. Todos pactaron que se verían a menudo para correr más aventuras juntos. Juan se fue a su casa y le contó la gran aventura que había tenido a sus padres.

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