Libro 75 aniversario CEM (1934-1975)

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Tres décadas de transiciones en el CEM (1967-1996)

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sentido profundo a esta palabra. Fue ella quien me invitó a asistir a las reuniones semanales del CEM, que entonces tenían lugar los sábados al mediodía en sus instalaciones del piso segundo de la Diputación Provincial. En el otoño del año 1972 me incorporé a la Universidad Autónoma de Bilbao, pero casi todos los sábados estaba en Santander y muchos pude acudir a las reuniones del CEM. Eran entonces aquellas Juntas de Trabajo gratas tertulias presididas por la simpatía, adobada de mil historias, de don Fernando Barreda, las iniciativas constantes y la ingeniosa sorna de Calderón, la discreta figura en retirada de don Tomás Maza y la general inquietud animosa, común a veteranos y jóvenes. Lo que más y mejor caracterizaba al grupo de seis a doce personas que se reunían quizás fuera la más limpia y desinteresada de las preocupaciones y la generosa voluntad de hacer cosas a propósito de la Historia y del Patrimonio provinciales. La relación con aquellos personajes no tardó en crear vínculos de afectuosa amistad entre los más afines. Siguen siendo memorables los paseos de vuelta a casa después de las reuniones, dejando por el camino a Fernando Calderón y a Mari Carmen, para concluir con la despedida en el portal de Fernando Barreda, ya que los dos teníamos el domicilio más alejado y en la misma longitud geográfica. Los recuerdos, anécdotas, comentarios, retratos y proyectos que pudimos intercambiar entre los cuatro a lo largo de los años forman parte de las cosas buenas que aún atesora mi memoria. Las regulares visitas a Simón Cabarga, en su despacho del Museo de Bellas Artes, y las conversaciones con Maza Solano fueron otras tantas piezas de la entrañable construcción de mi idea del desinteresado espíritu que hacía posible la supervivencia del CEM. En 1976 dejé la Universidad y regresé a Santander, con el encargo de crear el Museo Marítimo del Cantábrico. La implicación directa en responsabilidades de gestión de la Cultura provincial, desde el cargo de Secretario de la ICC y de la Comisión de Cultura de la Diputación, siempre desde la plataforma del Centro, imprimió nuevo cariz a mi participación en las tareas del Centro, especialmente en todo lo referente a sacar adelante sus publicaciones. REACTIVACIÓN A LA SOMBRA DE LA ICC No se conservan las actas de las reuniones del CEM entre últimos de 1951 y el 27 de octubre de 1968, una vez constituida la Institución Cultural de Cantabria. El director de la misma había tomado algunas iniciativas trascendentes para el CEM, aprovechando la atonía y marginación en que se encontraba al final de los años sesenta, tales como la de trasladar una parte sustancial de la biblioteca y de la hemeroteca al Museo Provincial de Prehistoria y Arqueología, donde aún se encuentra la parte superviviente a inundaciones y distracciones. Decisiones tomadas “manu militari”, actuando como si el CEM fuera parte de la Diputación Provincial, cuando siempre


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