ochenta formas de respirar

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un retrato por dĂ­a, ochenta retratos vitales en ochenta dĂ­as. las ochenta jornadas que dura un viaje, mi viaje. cecilia rodrĂ­guez suĂĄrez, 2013


ANTOINE

Antoine escribe. escribe hace mucho, escribe todo el tiempo, escribe y se aburre. Preferiría hacerse un guiso, construir una silla, estar solo, dormirse a las diez. Dice que en su terraza hace calor en invierno y que cuando hay tormenta las cosas vuelan calle abajo. Cosas del tamaño de una piscina. Antoine se aburre tanto que lee libros de estación de tren, termina de pelar tres papas, sueña que vive en el campo, y espera setiembre.



TOKUNBO

Tokunbo nació en el trópico pero vive en el país del sol de medianoche. Dice que lo único blanco que sucede es la nieve, y que cuando se cansa de mirarla por la ventana, sale a correr. y corre, y corre, y corre. En su exilio de estudiante de filosofía ganó las auroras boreales, pero perdió el sabor del mamoncillo. Aunque algunas noches, en vez de pomelos rosados y ciruelas, encuentra el sabor del caribe en todas las notas de la copa de vino.



DAVID

David tiene tres años, clases de natación martes y jueves, el mejor disfraz de pirata, y un par de abuelos de catálogo. Siempre está serio. Siempre. Pero es un niño tan feliz que, con un poco de magia, consigue que la manopla roja de la cocina se convierta en cocodrilo. Le gustan Tom y Jerry, las fresas, las espadas y los dinosaurios. Nació hablando catalán y castellano pero desde la semana pasada, además de amarillo y verde, groc y verd, dice yellow y green.



VLADIMIR

Vladimir es saxofonista de alma y dueño de bar por necesidad. Su pequeño recinto se llama Carrer 13: “porque está en el número 13, porque mi novia cumple un 13, y porque Tarragona está a 13 kilómetros”. Vladimir es un virtuoso que se saca las ganas perdiéndose entre los músicos de turno, poco consciente, tal vez, de que además del sonido de su saxo, lo que más destaca del bar son sus mojitos, un trago que machaca en hojas verdes y que te hace llorar sin compasión.



AITANA

Aitana no tiene ni un solo diente, no sabe hablar no sabe contar hasta el uno, y solo conoce la leche materna. Sin embargo ya ostenta su propia imagen de marca. El veinticinco de mayo visitó la sección de plantas suculentas de los jardines de Mossèn Costa i Llobera, se dejó fotografiar por una extranjera ojerosa, escuchó algunas canciones subidas de tono a la hora de la siesta, y se dio vuelta sobre su propio eje dos veces consecutivas. Aitana tiene una tía basquetbolista, un futuro de atleta acuática olímpica –según su padre-, un gimnasio, una bufanda en forma de coatí extinguido, una gorra blanca dos tallas más grandes (que usa para pasar desapercibida cuando la molestan), y un dedo gordo del pie que conquistará el mundo.



JAVIER

Javier tiene una madre que se llama como mi madre, y una hermana que se parece a la princesa de mónaco. Javier también se llama herminio. Cuando lo conocí vivía en el Hotel Casablanca, se planchaba los pijamas, se cortaba el pelo con su padre, le ponía nombres de condimentos a los días de la semana, y dejaba que la hermana le eligiera las camisas. Todas iguales. Ahora vive entre Barcelona y Valencia, Valencia y Barcelona, tiene una licenciatura en vuelos infantiles, lleva la ropa arrugada, garabatea pésimos pero efectivos planos, y deja que su hija le elija la sonrisa. siempre. Cuando lo conocí, lo quise mucho. Ahora lo quiero más.



CRISTÓBAL

Cristóbal, como todos los hombres de su familia, tiene mucho pelo. También tiene dos hijos con veinte años de diferencia entre sí, un trabajo de doce horas, un carácter noble y silencioso, y dos camisetas de camarón de la isla. Guitarrista de rock y blues de toda la vida, es el flamenco lo que últimamente le abre el apetito. Y la cerveza guinness, y los cuentos sobre Nicaragua, y el beso de los suyos, cuando llega a casa. A Cristóbal lo conocen todos como Cristo y se ríe, incrédulo, cuando aseguro que me metería un tiempo en un monasterio de monjas de clausura. Y es que a Cristo, no le gustan nada las religiones.



MARÍA JOSÉ

María José ya era muy alta cuando la conocí. y sigue siendo alta de forma extraordinaria. Lo mismo puede decirse de su belleza. María José crea cosas. cosas que se tocan, cosas que se usan. Una vajilla que se convierte en escultura, las paredes de un baño que al mojarse se metamorfosean en arcoíris, y una lámpara que puede ser sesenta lámparas a la vez. Su taburete, Sputnik, mitad silla mitad mesa, le legó el nombre a la empresa que, junto con otros tres, lleva por amor al arte y al diseño industrial. María José transforma todo lo que toca, aunque lo que más conquista en ella, es una risa dócil, sincera y contagiosa, que, para suerte de los que la miramos desde el suelo, suelta todo el tiempo y sin reparos.



MARÍA

María nació en Valencia, creció en Valencia, y vive en Valencia. Tiene el consultorio a una manzana de mi casa, tres perros, un caballo, y un doctorado en medicina china para animales. Cuando Hermés, su salchicha de seis años, se efermó de la columna, la trató con acupuntura y “también con mucho amor”. Pucca, la bull terrier inglesa, es el único miembro de la casa que lleva bozal - como forma de evitar la imprudente costumbre que tiene de comerse cables, calcetines, pelo sintético, y su propia correa-. María también trata humanos, entre los que tiene una numerosa fila de adeptos. Marina, por ejemplo, dcuenta que cuando entró al consultorio de María, se le fue la tristeza.



VÍCTOR

Víctor, de veintiocho años, trabajó como carpintero metalúrgico - más específicamente plomero-, durante nueve años. El paro lo llevó a tomar otros caminos, y como todos los buenos accidentes, aquello germinó una mejor vida, y con el dinero del paro, euro sobre euro, compró un pequeño espacio en el Mercado Central de Valencia. Su puesto de frutas es pequeño pero destacable por el orden de colores y formas. Los nísperos gigantes, las cerezas primorosas, las fresas originales (unas pequeñísimas criaturas arrugadas), las brevas y los jugos de fruta de estación, provocan la mirada de todo transeúnte asiduo o pasajero.



PEPE

Pepe y su mujer fundaron hace treinta y cinco años la disquería Oldies, y una década después se les sumó vicente. Pepe prefiere que no le saquen fotos, porque el guapo del local es “el otro”. Dicen que por la disquería ha pasado de todo, desde músicos famosos en su versión fuera de cámaras, a mujeres que lloran en el mostrador cuando encuentran esa canción perdida junto a dios sabe qué amor o qué infortunio. Pepe dice que no sabe hacer música pero tiene un hijo músico, cuya fructífera banda empapela de afiches las paredes. Pepe y Vicente son una entusiasta dupla de melómanos que de tanto en tanto monta pequeños conciertos, que los extraños o los clientes habituales disfrutan entre vino, familia y discos de vinilo.



LUZ

Luz decidió, hace ya unos siete años, que quería ser campanera de la Torre del Micalet, en Valencia. Fue por ello que se asoció al gremio y, sin requisitos religiosos o sociales de tipo alguno, aprendió el oficio. El domingo de Corpus Christi pasado era la única mujer en la sala de las campanas, - esas gigantescas piezas de orfebrería sacra, que hacen temblar el cuerpo de quien se acerca a escucharlas hablar-. Los toques de campanas valencianos se caracterizan por “el vuelo o volteo de todas las campanas de la torre”, movimiento que luz controla a golpe de mano con L´Andreu, una campana forjada en el año 1605 en cuya superficie reza: IPSE AUTEM TRANSIENS PER MEDIUM ILLORUM IBAT. (*)

* Pero Jesús mismo, pasando entre ellos, se fue. - Lucas (4,30)



FAUNO

Fauno, un bretón de ojos azules y pelo cortado a navaja, lleva la mitad de la vida viviendo en la calle. es decir, veintitrés años. Antes, a modo de trueque por un par de monedas, tocaba la guitarra y construía pompas de jabón gigantes. Pero dice que la policía no lo dejaba en paz, y entonces decidió sentarse a pedir con una lata. Fauno escogió esa vida porque no quiere “pertenecer a la Matrix”. Así que ocupa casas abandonadas junto a un grupo de amigos de ruta y a su nuevo perro, Schizzo, que a los tres meses de edad ya le debe al sistema ciento doce euros a cuenta de dos vacunas, y un chip incrustado en la oreja. “Va a llegar el día en que nos pongan un chip a nosotros, y ahí preferiré morir”, suelta con una cortés y suave lengua, curiosa mezcla de idiomas. Mientras ese día llega, Fauno no piensa en quedarse quieto. Al menos hasta llegar a Galicia, tierra de celtas como él,

sueño de sus noches de intemperie y libertad.



MÓNICA

Mónica y su socia conforman Per amor a l´art, un taller de cerámica para adultos en el centro de Valencia. Antes eran cuatro, pero una se fue a vivir a Palma de Mallorca, y la otra se casó y se mudó a Taiwán. Mónica tiene un novio maestro de música en la escuela pública, una perra, cruce de galgo con podenco, que se llama Greta, y ese pequeño recinto poblado de cacharros de barro, al que ella denomina su oasis en la ciudad. Los alumnos de Mónica, cada uno con el correspondiente papelito identificatorio, son un conglomerado de curiosos personajes entre los que se encuentra Masako: experta en el arte de la decoración de uñas oriunda de Tokyo, residente legal de Singapur y actual estudiante de castellano en Valencia. También está Román, que llega al taller en moto -“la misma que mató a Laurence de Arabia”-, luego de cumplir turno como médico pediatra de emergencias. “Es que esto no es sólo un taller”, dice Román, “Aquí se conoce a mucha gente, y la mayoría

están como una cabra”. y nos reímos fuerte mientras Mónica sirve té con galletitas. Idéntico ritual que repetirá, sentada en el portal que muere sobre la plaza, cuando todos se hayan ido.



JOSÉ

José nació en Guinea Ecuatorial hace veinticuatro años, trabaja para la organización ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), es evangelista, tiene papeles migratorios transitorios -a pesar de venir de una colonia española-, y en cualquier momento se recibe de enfermero. José quiere viajar. Viajar por el mundo curando y evangelizando a la gente. Seguramente más lo segundo que lo primero. Vive en Valencia hace ocho años, y si bien no ha podido volver a casa por falta de dinero, ha recorrido algunas zonas de Europa con su grupo religioso. José cree en el amor, esa energía que llega indefectiblemente “cuando nos entregamos a dios”. Le creo. es decir, le creo cuando dice que cree en el amor. Antes de despedirnos me regala una pulsera donde puede leerse la palabra refugiados en seis idiomas

Y un librillo diminuto de seis páginas que se titula “cómo obtener paz con dios”, que prometo leer. Tal vez hoy.



CLAY

Clay Animation es un estudio de stop motion, -técnica de animación cuadro por cuadro-, dirigido por Javier. En sus filas está también David, que lleva cinco años animando criaturas de cabeza de resina y cuerpo de espuma de látex y silicona. David se reconoce como un “mercenario” del oficio, pero lo cierto es que se gasta la jornada como un niño suelto en un parque de diversiones: distraído entre bocas intercambiables, patinetas, y pasto fluorescente. Le debe la elección de carrera a Jack, el personaje de Tim Burton en una pesadilla antes de navidad, y dice que lo que más le gusta de ese mundo de miniaturas, es “hacer que las cosas sucedan”. Fuera del estudio pasa las horas mirando dibujos animados junto a sus dos hijos pequeños, y se ríe cuando hablan del stop motion como una tendencia de tiempos modernos, sabiendo en mano propia que se trata de una artesanía de maniáticos tan vieja como el cinemascope. María, colega de David, hizo su primer corto a los veinte años.

Viene de Vigo, al igual que su novio –con quien comparte carrera y trabajo-, y anima bajo la dirección de Javier hace más de doce meses. María, David, Javier y el resto del estudio, acaban de terminar de dar vida a Albert, Carol, Motor, Naomi, Flippy, Robbie, y Jessie, una pandilla de adolescentes que el mes que viene estrenará pantalla en Brasil con el nombre de Clay Kids y la voz en doblaje de Gabriel o pensador. Antes de entrar al set alguien me comenta, en un susurro, que los animadores están completamente locos. Pero sospecho, mientras los miro arrancar párpados y modelar ciudades, que ellos son la verdadera pandilla: unos gigantes escondidos entre cámaras, tergopor, y fondos de plasma azul y verde, que hacen que todas las cosas sucedan.



MIGUEL ÁNGEL

Miguel Ángel tiene veintitrés años, pero parece de veintiocho. De día es camarero de Starbucks, y de noche ayudante de cocina en un restaurante pequeñito del barrio del Carmen. Hace poco volvió a vivir con su familia, conformada por el padre y un montón de hermanos. Miguel Ángel quedó sin mamá a los ocho años y entonces aprendió algunas de cosas sobre él mismo: que no tiene grandes ambiciones en la vida, que la bronca hay que desaprenderla, que el correo electrónico es dispensable, y que en sus ratos libres lo único que le interesa, es vivir.



PACO

Paco fue mecánico aeronáutico en otra vida. En ésta dirige una academia de inglés y saca fotos por placer o remuneración. Una vez al año se desnuda para vestirse de fotógrafo oficial de la bicicleteada nudista - una protesta ciudadana que habla de “la fragilidad de andar en dos ruedas”-. Paco tiene sesenta y cinco años que no se ven porque jamás pisó un consultorio médico, no “toma cosas” ni se hace chequeos. sin embargo confiesa que la fotografía y el inglés, son sus dos inequívocas enfermedades.



JULIA

Julia nació en Nueva Caledonia -apenas unos grados al norte del Trópico de Capricornio-. y desde entonces ha vivido diez u once vidas en una.

y también en Buenos Aires, y en la Isla de Reunión, y en Tokio, y en París.

Julia se apellida rojo pero se inventó un nuevo patronímico para esconderse. Supo, tiempo después, que ahora lleva el mismo nombre que la espada de alí, el gran líder islámico.

Cuando Julia habla, el tiempo parece desmigajarse en un caleidoscopio y no se sabe a ciencia cierta qué sucede, ni cómo, ni cuando. porque mientras agita los brazos, resopla, protesta y ríe, las horas ya no son horas, sino páginas perennes de un relato rojo, muy rojo, frondoso e inabarcable.

Graduada en filosofía y sociología en La Sorbonne, fluida en los ritmos de la rumba y el tango, y experta en preparar elixires que sanan y alimentan el cuerpo, hoy le pone pies y manos al arte marcial de la capoeira. Descubrió, casi en un juego casual, que el cuerpo carnal y sus meridianos se corresponden exactamente con las teorías filosóficas más antiguas de la humanidad, y es por eso que ahora estudia medicina tradicional china y fisioterapia. Julia se mudó a Valencia porque “tiene olor a agua podrida y pescado y puerto”, y al Cabanyal, ese barrio de casas pintadas que muere sobre el mediterráneo, porque “se parece a La Habana”. y ella sabe de esas cosas porque vivió en la capital de Cuba.



ESTAL

Estal es el apellido de David y David es un arquitecto valenciano de padre y madre maestros y valencianos. cambia de casa cada cinco años, y cuando el ánimo baja invita a sus amigos a pintar los zócalos. David tiene el estudio con la puerta más linda del barrio, una terraza que bien podría ilustrar un cuento francés, diecisiete lápices blancos, un cerdo de origami y dos grullas: Alberto y Amelia. Hace cinco años creó Desayuno con Viandantes, evento que se desarrolla un sábado al mes en un sitio secreto -siempre un espacio público no convencional-, y al que los invitados deben llevar silla y desayuno. A David le gusta: sacar fotos de mobiliario accidental o extraño (bancos de ciudad que apuntan a ninguna parte, macetas que hacen las veces de sillón); bucear en las historias de lo que pasa cuando no pasa nada; ordenar las carpetas de su ordenador con raros patrones morfológicos;

hablar de vientos; y estampar sobre sus planos letras y números transferibles. David habla a menudo y sin embargo sus palabras se asemejan al silencio. Tal vez porque en su condición de maestro del espacio, supo como encontrarle el lugar justo a cada cosa.



PACHI

Pachi y su hermana, Susana, tienen una esquina atiborrada de chucherías al lado de lo que algunos llaman “el edificio más estrecho de Europa”, porque su fachada mide ciento cinco centímetros. Pachi es un profesor de dibujo que no llegó a ejercer. Durante un tiempo trabajó con niños de animador en granja escuelas y de bibliotecario en un instituto, pero cuando la crisis aumentó, se quedó sin trabajo y cambió de rumbo. Ocho mil euros de su bolsillo, y ocho mil euros de su hermana, fueron el capital inicial con el que montaron el local, cerca de la Plaza Redonda de Valencia. A Pachi le gusta diseñar camisetas para su grifa personal, y pintar al óleo a la vieja usanza -capa sobre capa-, para ir viendo como sucede la magia. Aunque la magia, así como el “amor retro y la diversión”, lo rodean tres veces a la semana mientras se fuma un cigarrillo en la puerta de su segunda casa, donde monta vidrieras de carteles luminosos, robots de hojalata, monos hechos con medias, y cactus que escriben con tinta azul.



KAORU

Kaouru nació cerca de Osaka, más precisamente en Himenji, que significa camino de princesa. Fue bautizada, como todo japonés, en el sitoismo -arte de pensar a Dios como parte indisoluble de la naturaleza-, pero se autodenomina completamente atea. Un día se escapó del futuro sumiso que le aguardaba por herencia, y se fue a vivir a España para, en principio, estudiar español. al final una cosa llevó a la otra, y terminó quedándose veinte años. Kaoru se formó en bellas artes en la Universidad de Salamanca, y se dedica formalmente al videoarte y la performance. Sus temas siempre rondan el choque de culturas, claramente padecidos en piel propia. Cuenta que, cuando en la universidad, los chicos la miraban con cara rara en los salones de baile y bares de copas, porque Kaoru solo observaba, parada en una esquina, durante las horas que durara la noche. Hasta el día en que, entendiendo que para comunicarse “es preciso donar siempre algo”, dejó de salir con sus compañeros de aula, para internarse durante un par de meses en aulas de sevillanas.

Fue así como Kaoru hizo entrada en sociedad: una noche que en el bar, y todos haciendo ronda, la vieron bailar los ritmos típicos de tierras andaluzas. Aquella danza, a todas vistas bizarra, le valió no obstante un espacio entre los lugareños, que a partir de entonces la aceptaron como a una más. Ahora dibuja cómics y vive con Vicente, un programador de salas de cine español, al que conoció al rentarle habitación, y juntos recorren a menudo el tramo ValenciaMadrid, Madrid-Valencia, subiendo siempre a alguien que quiera compartir el viaje. Kaoru posee una capacidad de comunicación asombrosa y un cuerpo de garza que, como los primeros brotes del estío, se desliza sin hacer surco. y es que Kaoru, en idioma nipón, significa aroma de primavera.



ADÁN

Adán es uno de 6 hermanos. el mellizo de Eva.

con tres mujeres y tres perros: Pulpo, Odín y Bob.

Si, Eva.

Adán es un personaje curioso, de modos tan generosos y cálidos, que uno puede llegar a imaginarse que, antes del paso de las eras y su perturbación humana, el primer hombre fuese exactamente así.

Sus hermanos mayores, en extraño concilio con los padres, decidieron ese nombre para el par de bebés en camino. Adán ha sido casi todo lo que se puede ser. desde limpiador de acequias en Valencia, a camarero de montaña en Granada, y, ya en la madurez autodidacta, actor de cine y teatro, doblador de películas animadas ó de carne y hueso, pianista, productor cinematográfico, y corresponsal para un diario español desde Nueva York. Adán sabe vivir. Curiosamente rodeado de referencias literarias. Nació en el edificio familiar sobre la calle de Cervantes (lugar donde hoy tiene su estudio). Y creció con el rumor de que si perforaba la pared de su dormitorio, iría a parar al aposento que supo pertener a Lope de Vega. Ahora vive en un chalet de quince ambientes en la calle Gabriela Mistral, donde comparte piso



JAVITO

Javito es el hijo único de una señora muy mayor. Su papá murió por causa de una mala transfusión de sangre. Vive con su gata Lluita y varias plantas en el barrio La Aguada de Madrid. Su portal está pegado al de su madre que cada mediodía, sin falta, lo espera abajo para despedirlo cuando se va a trabajar. Javito repite todos los días el mismo ritual: se despierta a las diez y media con Brown eyed girl, de Van Morrison, toma un café con leche super intenso, arma tres porros (uno para cada pausa del día), y se marcha a cumplir una larga faena. Javito ha trabajado incansablemente toda la vida, casi siempre de camarero. y cada vez que se precisa algo, ahí está él. Cuando hubo que ser maletero de hotel, desempeñó el papel como nadie en el Meliá Castilla -un coloso de novecientas noventa habitaciones-; Cuando se precisó en su pueblo un alfarero, aprendió a hacer cacharros y macetas de barro; cuando faltó un colega en la Feria Medieval de Bilbao, manejó la imprenta de Gutenberg para enseñar a los niños el viejo oficio; cuando faltó el cocinero en el bar donde era

camarero, lo suplantó sin miedo y con audacia. Hoy es cocinero de ese mismo bar de martes a sábado, y los jueves hace horas extra como repartidor de tarjetas de un pub, para compensar el sueldo. Dice que la crisis es real, pero que si le pides a alguien que se arremangue, o se ponga por las noches de invierno a repartir tarjetas en la calle, se te ríe en la cara. Así es Javito, un niño grande de corazón noble, anarquista de base y gran politólogo, trabajador incansable, incondicional y honesto amigo.



SOFÍA

Sofía estudia, trabaja, vive con sus padres, y tiene una cámara Nikon D90 -adquirida porque le apasiona la fotografía-, que, por ahora, no usa. La mitad del tiempo es enfermera del Hospital General de Valencia, y la otra mitad, estudiante de cuarto de medicina, carrera que eligió porque el oficio se le quedó corto cuando trabajó en la unidad de cuidados intensivos, y sintió la falta de “poder hacer más”. A Sofía lo que más le gusta en el mundo, es viajar. Tanto es así que sigue por todos lados a una amiga, cuya extraña costumbre es la de, cada dos por tres, cambiar de punto geográfico. Es una pena que la amiga no viva en Japón, el país que más le gustaría visitar. o China, o Nueva Zelanda. Entretanto, conduce una vez al mes a Madrid, -nadie de su familia sabe a ciencia cierta porqué (y tampoco es que yo vaya a develar aquí el misterio)-, más o menos sola pero siempre bien acompañada, por sus fieles custodios: Dragón, T4, Flor y Sid.



LETICIA

Leticia creyó siempre en “la energía entre cosas y personas”, mantiene firme la mirada y, en general, cuando quiere algo lo consigue. Primero se formó en Documentación y Biblioteconomía, con lo que consiguió conocer desde adentro prácticamente todas las bibliotecas de Valencia. también trabajó en Madrid, como documentalista del gran Instituto Cervantes. Leticia supo lo que quería ser de mayor hace tres años, cuando entró en el Herbolario de San Vicente y le sonaron todas las campanas. Eso, sumado a los años de estudio autodidacta de las plantas, sumado al paro, sumado a su bien llevado mote de “curandera de los músicos” -porque va siempre rodeada de ellos-, y sumado al dinero que la familia le prestó, le dió el empujón final para crear su nuevo reino: la herboristería La Cistella. Leticia vive con un amigo cantante de jazz y bossa nova, y aunque se moría de ganas de largar todo e irse a Santiago de Chile, ahora ya tiene la vida muy bien trazada en la calle Juan de Garay.

Al menos hasta el próximo equinoccio otoñal, día en que se celebrará jazz and herbs: una cita para escuchar música, hacer cata de infusiones, y esperar a que caigan las hojas con la certeza del buen rumbo Ya que, como bien dice Leticia, lo que proyectas, si es del corazón, sale.



STEFAN

Stefan nació en Bulgaria en la década del setenta. su mamá era rusa y su papá serbio. su abuela, sobreviviente -por causa del amor-, de un campo de concentración, merece un libro aparte. Stefan estudió hotelería y turismo en Londres, ciudad donde terminó trabajando de comisario de a bordo para la aerolínea British Airways. En cinco años de servicio, y montado sobre un Airbus tres veinte, recorrió treinta y cinco rutas -algunas de las cuales llevaban más de una jornada de vuelo-, y protagonizó varios y severos accidentes. Uno de ellos lo hizo amerizar en el atlántico por falta de combustible, mientras, con un bolígrafo, le hacía una traqueotomía a una niña que no soportó la despresurización. El estrés del suceso fue tal que el comandante perdió la vista, y Stefan despertó sin cuatro muelas una mañana del mes siguiente. Durante su paso por la aerolínea de bandera inglesa, Stefan sirvió en tres ocasiones a su Majestad la Reina Isabel. la tripulación del vuelo real, efectuado en un Boeing triple siete, fue seleccionada en base a cursos y pruebas durante los cuales cada detalle del servicio se

medía con centímetro. literalmente. Finalmente se cansó de vivir sin raíces y abandonó el avión. Y cuando abandonó el avión, se subió a un barco. y cuando se bajó del barco, se fue a vivir a Valencia. Hoy Stefan trabaja de camarero en el bar Bipolar durante el día, y por las noches integra a veces el grupo de setenta y cinco patinadores que salen a bordear el puerto. Hace un año vive con Chiara, su novia italiana, y el loro de ambos, Gonzo, que habla en castellano, valenciá, inglés e italiano, da las buenas noches y silba la música de El Padrino. dice que no le queda un centavo en el banco pero que en sus ojos, tiene grabada la fortuna del mundo.



CARLOS

Carlos es un hombre que cree en la virtud de algunos accidentes, por muy duros que éstos sean. Cuando mozo, y a punto de arrancar un ambicioso emprendimiento con su hermano, la vida tuvo el mal gesto de llevarse a éste último, dejándolo sin proyecto y desarmado afectivamente. Un poco por solidaridad y otro poco por necesidad de pertenencia, se fue a Bélgica tras los pasos de su otro hermano. Y una vez en ahí, terminó haciendo migas con un grupo de jóvenes de la parroquia protestante menonita. Eso llevo a lo otro y lo otro a lo otro, y cuando quiso acordar, ya formaba parte estructural del equipo. El otro accidente importante de su vida, fue conocer a un norteamericano que se presentó en la parroquia buscando fieles que quisieran hacer un curso de teología en Montevideo, Uruguay. Y aceptarle el desafío, claro está. Allí conoció a Yvonne, su futura mujer y madre de sus dos hijos, que emigró junto a Carlos para establecerse,

previa parada en Bélgica, en una pequeña ciudad de Cataluña llamada Reus. Hoy Carlos es categóricamente ateo y retirado. aventurero inquieto, camina una hora todas las mañanas, y suele pasar semanas enteras escalando con su grupo de andantes infatigables. Con quienes llega a recorrer hasta veinte kilómetros diarios. Carlos es un gran conversador, apasionado fotógrafo, y devoto abuelo, que a razón del buen tino y un espíritu alegre y contagioso, sabe retomar el camino cuando en la jornada irrumpe, irremediable, el accidente.



ALFONSO

Alfonso es sacristán -algo así como el sancho panza del sacerdote-, de la ermita de Santa Lucía, un santuario de más de setecientos años, emplazado en la ciudad vieja de Valencia. el curioso oficio le llegó de mera casualidad. pero antes tuvieron que pasarle otras cosas. Alfonso nació en Maracaibo, Venezuela, por puro capricho de unos padres viajeros, y a partir de los siete años, creció en Valencia como un español más. Cuando eligió vocación se inclinó por el audiovisual, campo en el que se desarrolló como editor de videos. Luego, y apelando a un puesto público, se hizo cartero: de a pie, en bicicleta, en moto y en furgoneta. pero entonces llegó la crisis y se quedó en la calle durante tres años, y con la carga económica extra de una hermana y el hijo que ésta trajo de México. Un buen día, y cuando ya perdía la ilusión del pan diario, llegó un amigo -miembro de la Cofradía de Santa Lucía-, con el cuento de que en la ermita precisaban a alguien que:

abriera y cerrara la puerta, limpiara las estancias, orquestara los servicios del día inscriptos en el libro litúrgico, y estuviera en cuerpo presente, siempre y sin falta, todas las mañanas y tardes de martes a domingo. nada de enfermedades, ni accidentes. Y allá fue Alfonso. que nunca había ido a misa ni creía en los santos. Cuando las ancianas acólitas de la iglesia le largan el rosario, “cumple su papel como un actor”. pero se confiesa un buen hombre de fe que, en vez de buscarlo abnegadamente en las iglesias, habla con Dios cuando y como quiere, y sin necesidad de intermediarios. Aunque sin Alfonso, las puertas de la ermita de Santa Lucia, permanecerían cerradas.



MR PERFUMME

Mr Perfumme es el alter ego musical de David, un valenciano de treinta y dos años que trabaja en el Módulo de Enfermedad Mental de Albero Artesanos. Su función allí es la de ocuparse de los conocimientos cognitivos y lograr que el grupo de enfermos –la mayoría de ellos esquizofrénicos-, estén a gusto durante el tiempo que comparten. David consiguió ese trabajo por casualidad, supliendo la baja de un profesor de teatro. y si bien nunca se había imaginado cumpliendo una función social, terminó enamorándose perdidamente. los enfermos tienen una edad dispar, que va desde los diez a los setenta años. algunos son ex adictos, otros ni siquiera parecen enfermos, pero todos se muestran felices de pertenecer al equipo. Soy testigo. David se formó en bellas artes. su corazón creativo se reparte entre la literatura y la guitarra. de pies inquietos, vivió un tiempo en santiago de chile y otro tiempo en buenos aires. ciudad, ésta última, donde se quedó un año completo alimentándose en base a arroz con tomate y

huevo, tocando en bares, y escribiendo su libro el satélite ruso, un puñado de micro relatos publicado en Argentina. Mr Perfumme y la hermandad de la alimaña es el coloso musical de David, que con dos discos ya publicados: enciclopedia valenciana de temblores, y melodrama de las fiestas de guardar, se prepara para presentar amoamoramor, un canto teatral y tragicómico al corazón y que lleva ese nombre porque, como David bien dice, “vamos a ver qué literarios nos ponemos con esto del amor”. David vive hace menos de un mes con su musa, Rocío, planifica un viaje a la antípodas, y comenta que nunca va a dejar de reíse, porque hay que ser emocional y visceral, pero “siempre con humor”.



JASÓN

Quiero hablar de Jasón sin mostrar su rostro, porque las criaturas como él pertenecen a algún espacio innombrable, que resulta más fructífero librar a la imaginación. Jasón, o Dr. Sieur Demodé Le Parapluie -nomenclador recibido en su nombramiento-, es Doctor en Patafísica, un movimiento francés, anterior al Dadá, relacionado con el surrealismo. Las tarjetas de presentación de Jasón son siempre confeccionadas con materiales absurdos: un palillo de ropa, el papel que recubría las fotos antiguamente, o un trozo de chocolate. Y en la misma reza, a modo de dirección postal, Laberinto. Jasón vive solo en una casa sin espacio habitable, casi. Y es que su casa “es un bosque”, ocupado por una incontable cantidad de corbatas –las dejó de numerar cuando alcanzaron las ochoscientos cincuenta y cuatro-, miles de libros y discos de vinilo, gemelos de camisa, pañuelos, y un cuantioso volumen de mazos de tarot, entre los que se cuenta uno ilustrado por él mismo, en base a sueños sobre un circo errante.

Jasón suele pasar música en eventos, ama los sábados, sobre todo entre las once de la mañana y las dos de la tarde. Y aprendió a querer a los domingos, porque dice que de mayor de disfruta la melancolía, con su pequeña muerte. vive la vida en base a las leyes de su filosofía: el absurdo, la unidad de los opuestos, el azar, la anormalidad, y lo extraordinario. Y asegura que de éste modo caótico y aleatorio, tiene la existencia, con su vida y su muerte, su dolor y su dicha, un completamente nuevo y disfrutable sentido.



ARNAU

Arnau es un guerrero de cinco años que nació para librar batalla. La primera vez que participó del Correfoc de Reus, todavía llevaba pañales. No sólo le gusta la pirotecnia. También le apasionan la equitación, las espadas, el hombre araña, y el tambor. Todos los veintitrés de junio Arnau se viste de diablo en las fiestas de San Juan. Para la ocasión va con un traje ignífugo, completamente confeccionado por su madre, antiparras y alpargatas. En el último Correfoc, no obstante, cambió los cuernos por el pañuelo para sumarse, junto a sus hermanas, al equipo de Los Cabronets. llevó a la cabra pequeña, que escupía fuego por la boca, a través de la plaza del ayuntamiento. Arnau es un niño serio y, como los verdaderos guerreros, lleva el pelo siempre largo, la palabra breve, y el cuerpo inquieto dispuesto a la aventura.



AVRIL

Avril tiene una risa abierta y contagiosa. llegó a mi con un colgante de ojo de tigre, un camaleónico acento que muta en un tris de uruguayo a catalán, un puñado de inquietudes filosóficas, y un bloc de preguntas para hacerme. En éste momento trabaja en un estudio sobre “las impresiones o percepciones que tienen los uruguayos no emigrados sobre la migración”, y prepara su viaje de agosto a Hiroshima, donde, además de concurrir a un Congreso de Ciudadanía Global y Paz, espera poder cruzarse con todos los templos, katanas, y piezas de sushi, que le sea posible. Avril lleva tres años metida en un máster en cooperación para el desarrollo, gracias al cual se le transformó la vida. Trabajando durante ochenta días en Ayacucho, Perú, como educadora social para una ONG jesuita, se dió cuenta de que quería ser antropóloga contra todo pronóstico, y que la vida podía ser mucho más simple, y menos limitada de lo que cualquier crisis supone. Avril es mitad española, mitad uruguaya, vive en Tarragona con dos catalanes y una argentina,

y escribe su nombre con uve. de vuelo, viento, ventana, y vos.



MARI CARMEN

Mari Carmen es una niña pequeña en un cuerpo adulto, que mañana verá su verano número sesenta y nueve. De joven viajó un poco por Bélgica, Alemania, Holanda y Suiza, tuvo un novio que no superó la prueba de la distancia, y luego se volvió a casa, en la ciudad de Reus, Cataluña. Durante más de treinta años se dedicó a los talleres de una grifa de ropa poderosa. Su mano se ocupaba tanto de escribir las etiquetas a mano y de marcar en mesa los patrones, como de entregar en mano el atuendo de boda completo de una familia, envuelto en sus correspondientes sedas y oropeles. Mari, o Tita, como le dicen sus sobrinos, vivió toda la vida con los padres y le entregó el corazón a los evangelios. En los ratos libres, ahora que es jubilada, y sus padres partieron, sale a caminar, cocina para los sobrinos nietos -a quienes tiene asignado un pequeño rincón de juegos-, lee las santas escrituras con una lupa que revela todo lo que es chiquito, va a misa, y navega por internet.

Su fe se transformó en una suerte de fanatismo adolescente cuando conoció a Hillsong, una banda de pop rock evangélico de Australia, que arrastra masas por el mundo entero, y cuyas letras no entendía pero tarareaba, pero ahora lee en español en los videos subtitulados de youtube. Cuando le cuento, entre panqueques con miel y cerezas, que mi fe es un poco diferente porque creo que se cometieron demasiados genocidios en nombre de la santa iglesia, asiente con dulzura y dice que está bien. Así es Tita. no cuestiona, no confronta, no juzga, ni agrede, -y no es que la vida haya sido fácil para ella-, sino que va rodeando a quien la acompañe de una traviesa y risueña paz.



ARI

Ari es argentino, mejor dicho porteño. vivió en Buenos Aires hasta que se casó con una mujer cuya familia no se puede nombrar, y se fue a vivir a Miami. La presión de una vida de ultra lujo y dudosos vínculos, lo empujó a salirse de su profesión -la publicidad-, del matrimonio, y de los Estados Unidos de Norteamérica. Para el cambio eligió España. dice que cuando pisó la Plaza Mayor de Madrid pensó “de aquí nadie me mueve”. Y así fue. Ari vive ahora con su nueva mujer, Cristina, española y colega de profesión. juntos tienen un bar, La Petisa, lleno de ilustraciones propias, chucherías, y botellas de colores. Hace unos días sacaron del horno prematuramente a su última y máxima creación: el primogénito Leo. Un bollo delicioso, largo y delgado como una espiga que, a partir de ahora, le robará el trono al cliente más asiduo.



INMA

Inma no muestra los ojos, y no es porque no sepa mirar. Su trabajo es ayudar a personas en situación de exclusión, sobre todo mujeres -la mayoría prostitutas-, víctimas de trata de blancas, hambre, violencia, así como los avatares que acarrea la ilegalidad sumada a la extrema pobreza. Inma es monja y hace ya veintidós años, miembro neurálgico de Villa Teresita, sito en la ciudad de Valencia. No lleva hábito. Va de incógnito por las calles del barrio chino, o incluso en su casa, donde convive con otras monjas y aquellas mujeres que llegan buscando refugio. Cuando le pregunto qué hace en su rato libre, me mira con asombro. “¿Es que las madres dejan de ser madres en algún momento?”. Se formó como asistente social en la Universidad, profesión que ejerce en el centro que la nuclea junto a médicos, abogados, sicólogos, y diversos ayudantes.

En Villa Teresita no es requerimiento ser religioso, solo estar dispuesto a “sostener al otro, ayudarlo a levantarse”. Inma sabe a qué vino al mundo y responde ante ello con una firme y autoritaria dulzura. Irradia belleza -cuenta con más años de los que aparenta -, y una especie de felicidad imperturbable. Algo que sin dudas pertenece, como su propia vida, al reino de aquello que es irrefutable.



JAKUB

Jakub acaba de abrir su primer tienda de té fuera de Polonia, (allí tiene otras veinte). Recorrió en moto ocho mil quinientos kilómetros de españa en quince días, y finalmente se quedó con Valencia. Jakub, o como le dicen sus amigos: Kuba, empezó con el negocio a los veintitrés años. su padre manejaba otro rubro, las mascotas, y no quiso seguirle el tren a aquél joven y, a todas vistas, inexperto y moderno hijo, cuando se le apareció con el rollo del té. Pero Kuba nunca supo de negativas y, contradiciendo al padre, se montó, junto a una novel esposa, la primer tienda de té de Polonia. La llamó Czas na herbate, que significa “tiempo de té”, inventando, a pura intuición, las primeras doscientas recetas que presentó al mercado. Durante seis años no hizo otra cosa que trabajar y engordar, engordar y trabajar, hasta volverse “completamente loco”. pasaron crisis económicas –casi lo pierden todo-, pero la cadena ya cuenta con más de setenta representaciones, y se mantiene firme y en pie.

Jakub dice que su vida personal está atravesando hace tiempo una profunda transformación. cuenta que ya no está fuera de control como antes, que su mujer y tres niños varones le hacen bien, y que ahora sabe disfrutar del intercambio pausado con el prójimo. “Hace dos años, ni siquiera te hubiese hablado”, comenta riendo mientras me sirve té con cubitos de hielo. También lo hace reír la crisis de la que tanto se escucha diariamente, porque dice que polonia siempre fue prisionera, porque creció con la verdadera crisis, y porque su filosofía es aquella de los chinos que enuncian: Crisis, no es otra cosa que una fuente ilimitada de posibilidades.



ANAÏS

Anaïs nació en Cannes, pero se mudó a Alicante a la edad de diez años. De pelo rojo y ensortijado, Se crió con dos caballos: Cacharel y Junketdish, y pensó en estudiar veterinaria, pero al final eligió bellas artes. Anaïs gestiona y genera estrategias para redes sociales, vive con su novio Bernat, y forma parte del colectivo Solar Corona, una suerte de terreno baldío ocupado por la comunidad en el barrio del Carmen. El terreno tiene una pequeña huerta, desniveles que fueron revelándose a medida que limpiaban el predio -hay vasijas enterradas, y pequeñas cuevas que asemejan a una excavación arqueológica en medio de la urbe-, y espacio suficiente para que los vecinos y amigos monten lo que se les antoje, siempre y cuando se haga con amor y en colectivo. Anaïs forma parte porque: le gusta ver como se mezcla la gente que quiere, le emociona mirar a mila -la chica que riega con una manguera a los participantes de la paella del domingo-, mezclada entre los amigos y sus perros, y los amigos de los amigos, y los vecinos,

y los que pasaban y al escuchar el jolgorio decidieron entrar. Anaïs no solo cree en la oportunidad del encuentro, sino también en hacerlo dentro de una reformulación del espacio, porque lo que más le enoja y le entristece son “los lugares vacíos de la ciudad abandonados a su suerte. aquellos viejos olvidados”.



CRISTIAN

Cristian nació con una alergia natural a las etiquetas, y sin embargo para hablar de él y que se entienda algo, es preciso soltar al aire una decena de rótulos. Es argentino de nacimiento, por empezar por algún sitio, español de espíritu, sicoterapeuta de profesión, masajista como complemento, gay y bisexual pero ante todo transgénero, o queer, integrador del movimiento Anti Capitalista y del nudista por afán de libertad, y activista del poliamor como estilo de vida. Cristian empezó con su utopía personal siendo muy pequeño. y dice que el imposible siempre es tangible a micro escala. No se considera masculino ni femenino, -a veces habla en primera persona como mujer, a veces como hombre-, porque considera que la forma en que se encuadran los géneros, resulta pobre para muchos de los habitantes de este mundo. Cristian siempre lleva falda, con excepción del consultorio, donde usa pantalón, ya que se rige por un riguroso vínculo terapeuta-paciente. Su hablar es sereno y firme, dulce y contemplativo, y, cada tanto, recuerda al interlocutor de turno que su verdad es solo suya, evitando así pecar de arrogancia.

Mientras charlamos sentados al margen del Río Turia, me cuenta que cree en una civilización donde la piel pueda desnudarse y no tengamos que temer ser agredidos por ello. Un planeta donde las mujeres puedan emanciparse, los hombres sean menos violentos, el amor se viva en libertad, y las convenciones del matrimonio no sean la única forma socialmente aceptada. “No soy un adolescente montando un numerito”, le dice al policía que viene a interrogarnos. Su desnudez en vía pública ha provocado la denuncia de algún transeúnte, y luego del primer móvil policial llegan cuatro más. Un séquito de máxima seguridad nos rodea durante media hora y cristian no duda ante la ley, no levanta la voz ni se inmuta, porque está acostumbrado a que lo señalen con el dedo. Escucha atento e interroga al interrogador con humildad -quiere saber sus derechos y deberes-. Luego se viste, toma la bicicleta, y sigue camino, convencido de que el amor entre todos los seres humanos -un amor sin barreras ni juicios de moral sinsentido-, es posible. Y es que, al menos en su micro mundo, ciertamente lo es.



DANIEL

A Daniel siempre le gustó el campo, pero sobre todo, las flores. y si hay que elegir una sin pensar, busca la Anastasia Verde -una flor simétrica que viste tonos monocromo-. Estudió arte floral. Desde la mañana y hasta media tarde arma ramos de todos los tamaños en su puesto de la Plaza del Ayuntamiento. El resto del día lo ocupa en cuidar de su propio jardín. Dos veces a la semana se va al campo de la familia, planta cereales, juega con sus perros mastodónticos uno y luna, y busca en internet fotos de Ginger, la flor que más le atrae y que, lamentablemente, sólo crece en el trópico. A Daniel no le gustan los puestos donde envuelven los girasoles en celofán transparente, ni que combinen mal el color de los ramos. Dice que el es un hombre sencillo, de simples placeres, pero que hay detalles que no cuesta nada cuidar. Sobre todo porque, al fin y al cabo, “nos estamos haciendo un regalo a nosotros mismos”.



ARLET

Arlet tiene dos años. Llegó en invierno -regalo de reyes-, y la segunda palabra que dijo fue tatimu (que en lenguaje arlet significa te quiero). la primera fue Totó, el nombre que tiene su hermano entre los suyos. Arlet repite siempre el mismo ritual: antes de acostarse a dormir la siesta se lava los dientes, se moja el pelo, se peina los bucles de muñeca, y se pasa crema por brazos y piernas. a veces, también le gusta usar el pijama de hombre araña de su hermano, cinco tallas mayor. Arlet hechiza a quien la mira y, sin que nadie lo note, va deslizándose y consiguiendo todo sin palabras. Diminuta aparece en la esquina opuesta de la sala, y luego en la otra, y atrás de una silla, o encima de su hermano, o abajo de la mesa, y el pelo de diablillo se agita con ella, como un viento de cobre que la sigue, corriendo, a todas partes. dicen los que saben que su nombre significa “altar de dios”, y que en la la edad media, se nombraba de esa forma a aquellos espíritus que pertenecían al aire.



MAMADOU

Mamadou nació hace cuarenta años en Mauritania, al noroeste de África. uno de seis hermanos, se busca la vida hace dieciséis años en españa. Vivió en Lérida, en Madrid y en Mérida, pero su ciudad favorita es Valencia, y ahí se ha ido quedando, compartiendo piso con tres amigos. Trabajó en el campo, en la construcción, cargando y descargando, limpiando, y lo que hiciera falta donde hiciera falta. cuando la crisis hizo desaparecer el empleo asalariado, recurrió al paro. y cuando el paro se acabó, hace tres años, empezó a trabajar en la calle como vendedor ambulante. Inició su pequeño negocio con ochenta euros. unos amigos le mostraron las tiendas –la mayoría paquistaníes-, donde comprar las baratijas. Otros, le construyeron la superficie de madera y tela para exponerlas. Y todos le aconsejaron: mejor trabajar en la calle que vivir en ella. Por eso pasa los días y noches ofreciendo

mecheros y pulseras, llaveros de plástico y gafas de fantasía, para pagar por su vida y mandar dinero a los suyos. Mamadou tiene mujer y tres hijos: Abdoulaye, Adama y Mari, allá lejos, en su tierra. los visita cada dos o tres años, cuando puede pagarse el pasaje, y en cada visita, tal y como el islam impone, se las arregla para dejar un hijo en gestación. A pesar de que la felicidad, como el mismo explica, no está al alcance de su mano, Mamadou siempre se las ingenia para ser un cortés y sonriente, atento y grácil conversador itinerante, al que tengo que obligar a aceptar los dos euros que cuesta mi nuevo brazalete de cuerdas.



MARTA

Si Marta fuese un árbol, sería sin lugar a dudas un ombú. Fuerte y sobreviviente arbusto inmune a casi todo aquello que depreda. Doctora en medicina especializada en rehabilitación, se formó con honores y sin perder un solo año curricular y siempre sin un centímetro de cuerpo disponible para otra cosa que no fuese la carrera o el servicio. Diariamente trabaja en la recuperación de aquellas personas con afecciones provocadas por daño cerebral. Temerosas de no volver a ser las mismas, se tranquilizan cuando marta les cuenta que todos somos únicos y les muestra su propio cráneo cercenado por una roca que le cayó encima cuando era pequeña. Todos los años se le van las vacaciones y el tiempo libre entre tareas honorarias en zonas de riesgo, y las clases de profilaxis, higiene, alimentación y técnicas de “empoderamiento” que le imparte a las prostitutas más carenciadas de Valencia -la mayoría inmigrantes ilegales de Rumania o Nigeria-. Marta está metida en “todos los movimientos sociales que uno se pueda imaginar”. Viajó por la India, Marruecos, Cuba -donde

estudió política-, Argentina, y Kenia. pero su debilidad es Etiopía, donde vuelve año tras año, hace ya seis, para encargarse de un leprosario. Marta no cree: ni en la propiedad privada, ni en la caridad, ni en la falsa cooperación, ni en tener un salario cuatro veces superior a otra persona. Dice que el mundo se hace codo a codo, igualitariamente, escuchando al otro, empoderándolo. En el barrio chino de Valencia hay gente que no la saluda por comunista, por desfachatada, y por defender el derecho de las prostitutas a una vida mejor, pero Marta se ríe un poco de todo. Sabe que tiene una red de amigos que, “como una piña”, la rodea y protege, que le sobra corazón y casa para todos, y que lo más importante es lo que reza en silencio cada día: “una vida salvada, es una vida vivida”.



IAIO

Iaio es abuelo en valenciano. Iaio se llama José, y va a cumplir ochenta y siete años en unos meses. tiene una hija casada y con hijos, y un hijo solterón que iaio busca colocar por ahí. También tiene nietos, que lo visitan para hacerle preguntas a cualquier hora. Y una señora, la señora María, que lo cuida día y noche. Trabajó desde muy pequeño haciendo un poco de todo y luego en el aeropuerto, abasteciendo de combustible a los aviones. Quiso ser arquitecto, pero como la vida no se lo permitió escolarmente se creó casa propia tomando de base el edificio que lo vio nacer junto a otros aledaños, en Benafer, un municipio de la comunidad valenciana. Iaio me mira pícaro cuando lo apunto con la cámara. Los ojos clarísimos y las marcas de abuelo, se ríen en danza. Dice que conoció a una uruguaya, allá, hace

tiempo y que desde entonces sabe que somos “formales”. Cuando pregunto a qué se refiere me explica: serias, confiables, valientes. Y entonces nos reímos juntos, en una carcajada que resuena, mientras Iaio mira las mariposas tatuadas a lo largo de mi brazo, y se disculpa porque se le hace tarde y tiene que partir.



RAFA

Rafa cocina paellas a leña. Su emplazamiento, sito a las afueras de la ciudad, es más taberna que restaurante, más casa que negocio, más timbiriche de encuentro que mesa con menú. durante muchos años vivió de lo que le daba un puesto de verduras en russafa. de ahí salió la inversión inicial de su actual mesón de barrio. Rafa divide su vida entre el fuego y el amor. Hay días en que llega a sacar más de quinientas raciones de paella y fideuá, -entre pinchos de tortilla, habas saltadas, caldos, o embutidos de turno-. Su mano bien puede alimentar a un bautismo, como al puñado de vecinos que siempre se acerca para llenar su propio cacharro, o a los habituales que conducen hasta ahí sólo para charlar y comer con él. Luego de la faena, y de haber pasado mesa por mesa a saludar a los comensales, Rafa dedica las horas a copiar poemas y leer, jugar al tute con su hermana y algún amigo, darle de comer a Pepe, el canario. malcriar a la nieta, Daniela, o charlar con Natividad, consorte de Rafa hace

casi cuarenta años, o como él la llama “un verdadero torremolino de fuerza y compañía”. Rafa tiene la mirada de agua. Amansa, enternece y todo lo entrega. “vente cuando quieras, aquí tienes una casa y lo que precises. siempre”, suelta entre relatos sobre su mamá, a quien perdió hace cinco años y quien, comenta, fue una de las mejores cocineras que ha existido, además de amiga incondicional. a ella, emilia, la lleva en un colgante día y noche. Rafa también se quedó sin un hermano, pero no se detiene porque la vida sigue, porque es feliz cuando un comensal se siente satisfecho, y porque se pierde, alegre, entre sus leños, cantando: “en la paellera me se olvida todo”.



MARÍA ISABEL

María Isabel tiene setenta años y un bar en valencia hace trece, en el barrio de russafa. se llama el tostao, pero en breve pasará a ser la esquina cubana. maría Isabel supo ser la responsable del departamento de ahorro del banco nacional de cuba, pero como sus padres emigraron a estados unidos y ella no puedo hacer lo propio, decidió partir hacia España con el sueño fijo de reencontrarse con ellos en algún momento.

ahora vive con su hijo, y dos nietos en un piso de cinco habitaciones. se levanta a las cinco de la mañana, prepara la comida del día para todos, y se va a abrir el bar que ella atiende por la mañana, y su hijo, ray, por la tarde.

esa travesía la hizo completamente sola. viuda desde muy joven y con los dos hijos que, ya adultos, quedaron en la isla, cruzó el océano y se fue a probar suerte. trabajó de limpiadora, cuidando ancianos, y cualquier cosa que pagara el alquiler.

los clientes se dejan caer por oleadas y todos la aclaman, la alaban, la abrazan. dicen que maría es una pequeña celebridad en el barrio. y ella con su acento cubano que desarma un témpano, dice “mira mi niña, ésta es mi nieta la anabel, que trabaja de fotógrafa en el granma. enamorarme yo? que va! he tenido mis aventurillas, pero de eso nada”.

cuando logró ir a estados unidos, finalmente, no le gustó aquello porque no se sentía cómoda y la gente le parecía distante. no osbtante trabajó de doméstica con cama en una casa durante dos años y juntó dinero suficiente para montar su bar en valencia.

maría Isabel viaja en dos días a visitar a su familia y planifica, diligente hormiga obrera, su retiro, dentro de dos años, con el lema que en su vida ha sido la constante “en la vida no se sabe qué te va a pasar, hasta que llega”.

maría Isabel adora la ciudad con locura, y dice que se parece a cuba.



SUENCHA

suencha nació en china y da masajes a escondidas de la policía en la playa la malvarrosa, valencia. sabe decir sólo cinco palabras en español: diez, masaje, café, quince y tres. hace tres años que llegó a españa con su hijo, que vive de preparar café. cobra diez euros por quince minutos de masajes, que propina con una atención constante a los trescientos sesenta grados de realidad que la rodean -no sea cosa que tenga que escapar-. suencha y tiene la piel del color de la tierra y sabe lo que hace. va con una fotocopia del mapa reflexológico de un pie, aunque realmente no lo precise más que para dar a entender de qué va ella en esa playa. por mucho que busque ocultarlo, sus manos cuentan la historia de aquéllos que saben aliviar el dolor ajeno.



LUIS

Luis tiene una rutina: se sienta todos los jueves al mediodía en el mismo bar de russafa, y se pide tres cañitas y un pincho de tortilla. siempre lo acompaña un amigo. a veces lleva su propia ración de camarones o lo que aparezca apetecible en el mercado, lo pone en medio de la mesa para compartir, y arranca con el debate del día. luis nació en filipinas. su abuela era zagala, una princesa. pero él se crió en España. formado como ingeniero industrial, cuando le tocó hacer la milicia obligatoria pasó directo a la tropa aérea. combatió en la guerra con áfrica, y luego se dedicó al montaje de máquinas aeronáuticas. ahora, ya retirado y pisando los setenta y cinco, vuela todas las noches al sitio que se le antoja a bordo del flight simulator, mientras su mujer desde hace cinco décadas, duerme plácidamente. a luis, como buen ingeniero, le gustan los números:

su bisnieto mide un metro noventa y tres. nació tres días antes que el rey juan carlos, tiene tres hijos de la misma edad que los tres hijos de éste, su santo es tres días antes que su santo, y estudió en la milicia aérea universitaria con su hermano: alfonso de borbón. cuando le pregunto por el amor, la muerte, la guerra, las religiones, tiene siempre una ultra científica, pero apasionante y tierna respuesta. cree que dios es el ser humano -esa evolución del big bang al cráneo que todo lo destruye-, que nos procreamos gracias al amor, que el mundo se terminará en quinientos años, como mucho, y que aunque la felicidad no existe, vale la pena gastarse la vida en ese bar, pelando gambas con las manos y riendo con los ojos junto con cada calada de tabaco de pipa.



YAMANDÚ

yamandú nació hace veintiocho años en montevideo, uruguay. dicen que su nombre, de origen charrúa o guaraní, se escribía originalmente con ch o x, y que tenía algo que ver con las serpientes. otros aseguran que era aquél que “separaba las aguas”, “el que presagia la lluvia o el diluvio”, y/o “el señor dios de las aguas”. llegó hace diez días a madrid para participar de la semana de festejos de la marcha lgtb, invitado, con todos los gastos pagos, por mado (madrid orgullo) y el ayuntamiento, junto a otros cuatro latinoamericanos: tres argentinos y un puertorriqueño. allí en montevideo vive con su hermana, y organiza la comunicación del festival de cine llamale h, también de temática lgbt. yamandú defiende a ultranza “el amor y la igualdad”. por eso se tatuó las palabras paz, amor, vida, libertad y equilibrio en el brazo derecho, y dos gigantescos símbolos de igual en las pantorrillas. a yamandú le gustan sus amigos,

su perra jackie, la primavera, las cosas simples, el mate, y andar de chancletas todo el día. cuando le pregunto si es feliz, responde que no se trata únicamente de esa palabra, sino de un estado que se consigue con la mente. cierto es que yamandú ilumina casi sin querer, hace reír por pura cercanía, y abraza con ganas, como si fuese la última vez. para él no existe el mal, solo el bien. y éste último, es una construcción socio política que se consigue estando todos “juntos y en igualdad de condiciones”.



PEPE

Pepe tiene cincuenta años, y hace exactamente la mitad de tiempo que vende paelleras, llaves, souvenires, y chucherías varias, en un gran quiosco a las afueras del mercado central de valencia. a pepe le gustan las motos. la suya tiene el número cuarenta y seis estampado en la trompa, el mismo con el que corre el italiano valentino rossi, siete veces consecutivas campeón del mundo en moto gp, y su ídolo máximo. también le gusta practicar deporte para jubilarse así con un buen cuerpo. y pescar doradas y herreras en la playa, las cuales si superan las dos unidades, regala a su hermano o a su madre. a pepe le aburre su trabajo la mayor parte del tiempo, pero le gusta porque ve pasar mujeres. la mayoría valencianas o italianas, que buscan una buena sarten para saltar lo que luego comprarán en el mercado. eso si, su corazón dice pertenecer a jennifer, a quien quiere dedicarle un tatuaje en el pecho cuando llegue el invierno y el tiempo dé ganas de abrazarse.



MARIVI

mariví le dicen a maría victoria, que nació y ha vivido siempre en valencia, tiene una hermana y padres en cercanías, y cuya casa, en la calle cuba del barrio de russafa, comprende un habitáculo amplio, luminoso y generoso a las visitas. a mariví le gusta cambiar las cosas de sitio por estación. mudar la cocina al estar, y el estar a la cocina. también le gusta cocinar y a eso se dedica, de forma sigilosa, a través de un ciclo de cenas denominado “la cuina furtiva”(*) donde alimenta a un número restringido de comensales montando una temática teatral, filosófica y gastronómica, a través de siete platos. antes se dedicaba a dirigir el veo (valencia escena oberta), un espacio “centrado en las últimas tendencias en danza, teatro, performance o videocreación en escenarios muy distintos de la ciudad”, que fue mutilado por la crisis. en uno de los ciclos -cada año se hacía un planteo singular-, mariví concibió la idea de la naturaleza virgen como una realidad ya inexistente en nuestros días. ese dolor que, indefectiblemente, se siente al

reconocer como hemos metido mano en todo, fue pensado y planificado como eje bajo un árbol: el árbol de marivi. los dos, ella y él, vivieron juntos muchos años, nutriéndose mutuamente. pero hace veinticuatro meses, cuando el festival fue cercenado el árbol comenzó a morir. ahora sus restos descansan en la cocina mientras se planifica cómo hacerlo leña, y utilizar, de esa forma, el amoroso combustible que mane de sus brazos, para alimentar a las personas más queridas. mariví impresiona. los ojos y la risa, las manos, la cocina, los libros, el juego de luces y sillones de la casa, y esa belleza que, lo mismo que su árbol, alimenta a todo aquél que tiene la fortuna de cruzársela.



NEUS

algunos años recibida de arquitecta, y treinta y cuatro años en total sobre ésta tierra lleva neus. neus que es nieves en valenciano. y timidez en carne presente. regresó hace algunos meses de un periplo de cuatro años en lisboa y un año en madrid. busca que te busca va su vida, y es por eso que emigra, cada dos por tres. en lisboa, además cumplir su función como arquitecta en un estudio, dedicó las horas a recorrer kilómetros en bicicleta, a tomar un curso de fotografía analógica y a tocar el violonchelo. al instrumento se lo regalaron. manufacturado por un luthier amigo de su padre, el mastodóntico objeto voló en avión con asiento propio y pago, por aquello que dicen de que las temperaturas en bodega arruinan el noble cuerpo de madera. a neus le gusta el violonchelo porque es “abrazable”. y sospecho que todo lo que le gusta, le gusta más o menos por la misma razón. ahora está de paso en casa de su madre, en valencia, buscando trabajo

y la forma de escaparse nuevamente. tal vez a bruselas. cuando neus mira parece que va a llover pero queda todo suspendido, hasta el momento en que el aire cambia porque ha comenzado a hablar de sus pasiones: la bicicleta, que le recuerda cómo era ser libre; un cartel en la calle rivadavia, buenos aires, que reza “no hay cosas imposibles”, la isla redonda, de la que querría ser princesa o menina, recordar a la gente, fuera de los confinados espacios arquitectónicos, y fabricar postales donde algo raro sucede. neus no cree en dios, pero sí en las casualidades. como ésta, que me ha llevado a compartir jugo de tomate y mesa con ella y su pulsera de raíz del áfrica. la veo alejarse en sus dos ruedas y siento ganas de llorar. como esas tormentas de verano que alivian la tensión, neus me ha regalado, sin notarlo, un pasaje de retorno a mi misma.



EDU

edu se me acercó en el parque, más precisamente en la parte de los jardines del turia que descansa bajo el puente de san José, en valencia. me ofreció un euro por un cigarrillo, y como no tenía nada para darle, se sentó a mi lado. edu nació en nigeria hace treinta y cinco años, pero se ha pasado la mitad de la vida buscando el alimento y metiéndose en líos un poco por aquí y otro por allí. vende zapatos de segunda mano, no habla español, y lleva tatuada una mariposa de gruesos y grotescos trazos en el brazo derecho. se la hizo en la cárcel, en alemania, donde cumplió sentencia durante dos años, vaya a saber uno bajo qué cargos. edu y yo charlamos un rato. ríe a menudo y cuando le pregunto algo personal, vuelve a reír, baja la cabeza y calla. al final consigue un cigarro. nos despedimos dándonos la mano, y me desea buenas noches, buen viaje,

buena vida. dice que no hay que caerse, sólo tropezarse y seguir adelante sin mirar atrás. y no detenerse nunca, nunca, porque sino, nada vale la pena.



JULIÁN

julián anda en skate hace doce años. tiene veinticinco, nació en ecuador, y llegó hace una década a españa. quiere volver a visitar su tierra, pero debe juntar el dinero suficiente porque no quiere hacerlo solo, sino acompañado por sus padres y su hermano. julián corre para dos marcas: supra y irony, que le dan patinetas y zapatillas, respectivamente. hasta las diez y media de la noche, momento en el que se apagan las farolas de la pista, patina en la rampa del “río seco”, y luego se va a la plaza de la virgen donde sigue hasta las cuatro de la mañana. al día siguiente cumple media jornada en una tienda de ropa, y luego se va a patinar de nuevo. ésta noche es el que tira las mejores pruebas. el pelo se le mezcla con los ojos de indio que algunos confunden con gitano, y sonríe con unos dientes que lo hacen más lindo aún, ocupándolo todo.

a julián le gusta su vida, la ciudad, el cannabis, los amigos, vivir solo y ser independiente. cuenta que las tribus skaters de valencia son sectarias. que los de rampa no se llevan con los de street, y los de street no se llevan siquiera entre ellos. que las peleas de egos son moneda corriente y que los corredores pro suelen tener una actitud grosera y egoísta. pero él pasa de todo eso diciendo que es una pena porque, según su forma de mirar la vida, se llega mucho más lejos siendo humilde y simpático.



MOHAMMED

mohammed cumplió un año el domingo y ahora tiene fiebre. no habla, no camina, pero sabe moverse a tientas y con pies desnudos, por el suelo de baldosas de la tienda de ropa de su mamá, que vende vestidos y carteras en un breve y humilde espacio situado el barrio la zaidia, en valencia. la mamá nació en sudán. a él le tocó españa. y también le tocaron dos hermanas de vestidos de volados y trenzas con oropeles, que cuando no van al colegio cumplen con un horario de colaboración en la tienda. mohammed pasa las horas entre brazos -los de las tres mujeres de su vida-, mientras se va preparando, diminuto garbanzo, para hacer honor al significado del nombre que ha recibido: aquél que merece ser alabado.



DANA

dana nació en cluj, transilvania, hace cuarenta y dos años, y lleva siete viviendo en españa. su negocio se dedica a vender los alimentos típicos rumanos como el cârnații de plescoi – una salchicha ahumada deliciosa-, cerveza en envases de plástico de dos litros y medio, vinos tintos con nombres sanguinolentos, o el famoso “batón de la infancia”: una especie de chocolate falso que se inventaron para mantener a los niños entretenidos de golosinas en épocas de dictadura. dana en su otra vida estuvo casada y fue policía de patrullero. ambas cosas le apasionaban, pero tuvo de huir del país para sobrevivir al dolor del naufragio de la primera. ahora está en valencia narrando desde el mostrador las maravillas de esa comida rumana “casi libre de conservantes” y, si alguien se muestra curioso, también la historia de los cárpatos meridionales –los cuales visita cuatro meses al año-. dana lleva en el cuello su nombre escrito en egipcio, también un extraño amuleto que nadie

sabe qué es, y un ángel de oro. cree en dios, y declara, que su metro ochenta de altura, es tremendamente feliz.



YULIA

yulia nació declarando tres kilos doscientos treinta gramos y cincuenta y dos centímetros de dedo gordo a pequeña pelusa. sus papás supieron a las veinte semanas de embarazo que yulia venía con “transposición de grandes arterias” -algo así como tener los cables pulmón-corazón cruzados-, y se prepararon para esperar a una niña que a todos pronósticos iba a pelear por su trocito de tierra. el día que llegó, hace un mes, sus papás mapi y jakob le dieron dos besos y la entregaron a la maratón de diez horas que duró la cirugía. ahora ya pasea, deja adivinar ojos de espejo de agua, y tienen que despertarla para que se alimente -porque si por ella fuese dormiría sin parar-, a veces yulia baila descalza, imperceptiblemente, cuando su papá le toca en la guitarra esa nana que le compuso mientras la esperaba y que reza algo así como “duerme mi niña, todo va a estar bien, te esperan los brazos de una hermosa mujer”.



SOLOMON

solomon se llama así por guggenheim. lo encontraron merodeando en navarrete, un municipio de la rioja. venía sin dueño a la vista, flaco, pulgoso, y lleno de parásitos. mezcla de podenco andaluz con ibicenco, pertenece al gremio de las “razas primitivas”, y fue diseñado para cazar. sin embargo lo único que ha atrapado en toda su vida fue una mosca, y de ésto hace ya tiempo. motivo, se sospecha, por el que fue abandonado originalmente. a solomon le gusta: comer pienso con arroz, viajar, conocer gente, reir, y cambiar de ambiente. pero lo que más le entusiasma es irse de paseo al pueblo de los padres de su ama, donde los abuelos lo atiborran de arroz con verduras y puede correr como un loco por el prado.



JAIME

jaime, cuando era pequeño, ya sabía quienes eran los pintores relevantes, se comportaba como un diminuto snob en potencia, y solo le gustaba la gente muy bella. los poco agraciados lo hacían berrear. su humilde crianza, en el pueblo de alquife, granada, fue una mezcla de exploración de cuevas, enseñanzas recibidas de una hermana especializada en filología francesa, y los exabruptos del hermano mayor, fernando, cuya curiosidad sin límites llevó, entre un sinfín de cosas, a escandalizar al pueblo y la guardia civil haciendo explotar un cohete alimentado de pólvora casera. jaime pensó una vez en ser biólogo, por aquello de las lagartijas y la vegetación que a todo tiempo le convocaban, pero terminó eligiendo las bellas artes. a principios del año dos mil lideró la mítica galería “kitsch international artediverso”, también desarrolló escaparates, ilustró, y creó un manifiesto: el manifiesto kitsch international, que hablaba de “el tercer mundo a la vanguardia de la moda”. parte de la galería era para mostrar sus desvaríos filosóficos en forma de frascos de perfume y objetos barrocos de diversa índole. la otra, se dedicaba a exponer el trabajo de los

artistas que llegaban en mareas de cualquier parte del mundo. ahora hace ya un tiempo que dejó de ser centro para dedicarse, hace más de una década, a dar aula de artes a un grupo personas con autismo o síndrome de down. en ellos ha encontrado un nuevo y absorbente arte, un paisaje sin filtros, estado de permanente y explosiva pureza. jaime vive hoy en un pueblo post industrial llamado puerto de sagunto. lo suyo es navegar con placer el desorden y la basura rococó de la vida, juntarse con personas que le sacuden la rémora de normalidad, abanicarse con los dibujos de sus alumnos, reírse con las malvadas ocurrencias de gustavo, su pequeño hermano que, como aquellos con quienes comparte el día, también tiene capacidades diferentes, y responder, con ese modo tan suyo de pacificar fieras, a los cuatro archipámpanos que se le han otorgado: imán de chentola, grande de godesia, enorme de albania, y becado de palacaguina.



LAURA

laura es tatuadora del estudio dead game tattoo. tiene veinticinco años, y su hija, aitana, está a dos meses de nacer. estos días se lo toma con calma, pero sigue trabajando varias veces a la semana. laura empezó dibujando en papel. luego se formó en el arte del entintato de pieles de forma completamente autodidacta y experimentando con su propio cuerpo. el novio de laura, también tatuador en el mismo local valenciano, le ha marcado gran parte del cuerpo, incluída la cabeza. juntos hablan sobre el retoño que viene en camino. laura no quiere más niños. su novio dice que quiere siete “para demostrar la hombría” y entonces todos nos reímos con su broma. y si aitana pide tatuarse a los diez años?, pregunto yo. “pues se pondrá adhesivos hasta que cumpla los dieciocho, como corresponde”, contestan ambos. laura es amable, cariñosa y cercana.

trata a sus clientes como amigos entrañables porque asegura que cuando ellos sufren, ella sufre también.



IZASKUN

la mitad del tiempo, izaskun es profesora de educación plástica y visual para chicos del secundario público. la otra mitad, integra el espacio artístico la envidia, un loft de piso informe y mesas atiborradas de cuadros, papeles, pinceles, y criaturas de toda índole.

quitó todo el armatoste teórico y formal, y se dedicó de lleno a los ciento cincuenta -mezcla de niñas paquistaníes de velo, y adolescentes de tierras diversas-.

izaskun tiene treinta y seis. viene del país vasco pero se divide entre logroño, pamploma, bilbao y valencia, tiene un novio ingeniero, una perra ávida de aventuras, y pasión por “los espacios auto gestionados y los colectivos artísticos”.

izaskun no tiene mirada de educadora, sino de par. sus modos son los de la que sabe cómo amasar y poner el pan en la mesa, alimentando, gentil y sabiamente, a todos, a todo.

su interés por la experiencia comunitaria comenzó hace muchos años, compartiendo casa con okupas. y antes de eso, incluso, en la infancia de ikastola -un sistema pedagógico francés-. ahora acaba de sobrevivir a una crisis de credo, cuando tuvo que hacerse cargo de cinco grupos de treinta alumnos, muchos de ellos desafiantes y temerarios. finalmente salió genial, afirma.

les incentivó a dibujar zendalas, que “posibilitan el desarrollo de la imaginación” y a ponerle palabras azarosas a fotografías de artistas surrealistas. el resultado fue asombrosamente poético.



DIMONI

dimoni es como le dicen a víctor, que vive solo en vedat de torrent (*), junto a sus tres motos -una vespa, una bmw, y una yamaha-, un saab 900, y un perro negro. dimoni se gana la vida como dueño del bardisquería monterey. una esquina donde hay un cuadro pintado a la vieja usanza -que retrata al dueño junto a su stafordshire bullterrier, kenia-, un gran lote de discos de vinilo a la venta, ladrillos de vidrio colorido, tapas de discos de los setenta, y afiches sicodélicos. su sello discográfico, jaguar, -con el que edita y distribuye vinilos de bandas de folk, garage y punk rocktiene nueve publicaciones en la calle. y va a por más. uno de los sueños de dimoni, es vivir en montevideo. o en sao paulo, o en san francisco. aunque su mayor meta es la de “ser famoso y ganar mucho dinero”, para lo cual intentará colarse en la pantalla grande, donde acaba de hacer de “extra que sale del metro” en la película a estrenar reset.

dimoni es demonio en valenciano, y, ahora que lo pienso, a él le sienta bien el mote. lo miro reír mientras va dejando cervezas en las mesas, dialogando con los proveedores, o tocándose la barriga mientras habla de rock duro, y puedo imaginar perfectamente un infierno con esa medida de swing y cachaza.



VICENTE

a vicente siempre le gustó cultivar. lo hace de forma amateur y autodidacta desde los dieciséis años y ahora que ya tiene veintiocho es dueño de el jardín de maría, un grow shop en valencia que, entre otras super ventas, lleva ya vendidos doscientos noventa “armarios de cultivo interior”. el negocio, montado hace dos años, vende semillas de cannabis para coleccionistas y aficionados al género, entre las que se cuenta la línea de la casa, diseñada por vicente en base a secretos no revelables. a vicente le hace feliz: su hijo salvador, que lleva el nombre del hermano del medio -tanto así le quiere-, tocar la guitarra y ser vocalista de una banda de rock, que a menudo suena en directo. vicente, más allá de ser un gran apasionado de “la maría” que ha dedicado la mitad de su vida a entenderla, no fuma. dice que le gusta ser él

y que ese él le cae muy bien así, sin intermediarios.



ANNA

anna nació en tours, francia, hace treinta y un años, hija de una artista plástica y escultórica y un bailarín de ballet clásico. hace unos meses se mudó a valencia en pos de “aprender a vivir”. a la edad de cinco años, anna ya había decidido que quería ser como carmen -la de la ópera- o como ella fitzgerald. su madre le dijo que estaba muy bien, pero que para eso, antes que nada, había que aprender a cantar. fue así como aprendió a tocar el violonchelo mientras esperaba a cumplir los dieciséis, edad mínima para empezar la carrera de canto lírico. hoy anna es cantante profesional de ópera, y lo hace en diecisiete idiomas. su espectáculo actual, la vuelta al mundo en ochenta minutos, se basa en partituras que duran exactamente eso, en conmemoración por la muerte de julio verne. anna se apellida destrael, que en flamenco significa rayo de luz y no hay mucho que añadir a este dato, ya que, junto a lo que sucede cuando respira y canta, es a todas vistas portadora de una belleza tan extraordinaria,

que todo lo incinera. simple juego de contrastes que ésta noche he visto acontecer.



ABELARDO

abelardo ha sido durante muchos años futbolista profesional, de segunda división, en diversos equipos españoles. al principio, como todo jugador que se precie, sufrió una lesión, y luego otra, y más tarde otra. pero llegó un momento en el que las lesiones comenzaron a resultar demasiado recurrentes, y entonces abelardo buscó ayuda profesional. en esa búsqueda llegó a la gestalt, que a partir de entonces fue cautivándolo. entendió que había una consciencia detrás de cada tropiezo, y un cúmulo de basura a ser descifrada. abelardo es ahora entrenador, terapeuta gestáltico, y yogui practicante de la kundalini. su idea es abrir el espectro del mundo del balompié, creando grupos terapéuticos en cada equipo y sus integrantes. mientras su apartamento de ventanales del piso al techo condensa las tardes de estío valencianos él medita, mirando el poniente sobre una cerveza y un bol

de papas fritas, sobre el futuro de un deporte un poco más humano.



GOS

gos es un teckel de pelo corto, o lo que todos conocemos popularmente por perro salchicha, de ocho años y taras de hijo único: adueñarse de todo territorio familiar, ponerse de malhumor si alguien le interrumpe la siesta, dormir con la cara tapada, y pedir continuamente paseos por el casco antiguo de la ciudad. antes de gos existieron trotsky y whiskey, pero al llegar él su ama, cansada de andar nombrando personajes, sentenció “se llamará perro”. y así le quedó gos, que en valenciano significa eso mismo. gos parece mayor de lo que cuenta en años, debido, tal vez, a su condición de epicentro de cuidados especiales en una casa de adultos mayores que miran concursos de tevé mientras lo atiborran de golosinas y diminutivos.



BRUNO

bruno tiene treinta y ocho años vividos. siempre en reus, cataluña. hace un tiempo, cuando comenzó a ir a la plaza del mercadal a jugar con sus sobrinos, éstos le empezaron a pedir que les fabricara aviones de papel. luego, la demanda fue aumentando, y ya no les bastaba con el pequeño pliegue por todos conocido. querían modelos diferentes, planeadores, cazas, con cuatro alas, con seis, japoneses. también querían que volaran más y más alto, más y más lejos. fue así como bruno comenzó su carrera autodidacta en el mundo de la aeroflexia, mientras el resto de los niños notaban, semana tras semana, que había un profesional del vuelo entre los suyos. hoy bruno vive de eso, aunque sin solicitarlo. no pide, no tiene sombrero donde depositar bienes. todo sucede en silencio. se sienta en el centro de la plaza, tarde tras tarde, y monta a su alrededor un pequeño

puesto de papeles reciclados -desde pruebas de colegio a trozos de catálogo de supermercado, recibidos a modo de donación o recolectados de la basura-, etiquetas de precios, y bandas elásticas. los niños van formando fila y esperan, extasiados, que les toque el turno de recibir un nuevo avión. todos se van con uno -siempre y cuando hayan superado “la edad del pañal”-, algunos se van con varios. otros, vuelven para reparar el avión que el día anterior se estrelló demasiadas veces contra el suelo. los padres también se llevan un modelo a casa, porque la premisa de bruno tras cada entrega es: “hacedlo en familia luego, que de eso se trata todo esto. es tan simple! son solo de cinco pliegues, simpleza y animarse a crear”.



VICENT

vicent canta y toca la guitarra, casi todos los días, en las cercanías del mercado central de valencia. tiene cuarenta y dos años, y un relato de vida muy duro a cuestas. nació ciego y se crió en el campo, en ibiza, donde le obligaban a trabajar desde muy pequeño. con el tiempo, y un tutor, aprendió, ya de mayor, a manejarse solo por la ciudad. el desafío era entender la nada, porque vicent no ve luces ni sombras. ahora se gana la vida con su guitarra, cantando canciones populares y clásicas en ibicenco mientras se balancea sobre un eje invisible. el año pasado un amigo le editó un pequeño disco: barreras, que cuenta su historia y habla de hacerse fuerte y vencer el miedo. hasta ayer vivió en una pensión, pero hoy es el día más feliz que recuerde porque isabel le dio la llave de su casa, junto a un anillo labrado con la leyenda:

“hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana”. dice que toda su vida ha esperado a esa mujer.



RUT

Rut vive en reus. es hija de una uruguaya y un español, actriz de teatro algunos fines de semana, profesora de francés a tiempo parcial en un colegio pijo, madre y esposa infatigable. inquieta y noble, generosa y dulce, desordenada y alegre, es raro verla en un mismo sitio estacionada más de media hora. casi siempre lo que se ve de ella es la traza de sus bucles que sortea obstáculos a toda velocidad, y una voz que no se sabe a ciencia cierta de qué parte de la casa proviene. formada en filología hispánica por amor a las lenguas, supo ser, hace años, una estrella local de televisión. su programa, finestres, mezcla de magazine y música actual, se transmitía siempre desde exteriores poco convencionales. ahora lo suyo es la docencia, el teatro de protesta, y la buena cocina,

donde día tras día prepara, sin saberlo, un pequeño banquete para los suyos y aquellos que tengan la fortuna de arrimarse.



RAMÓN

ramón es guía, hace dieciséis años, en el real monasterio de santa maría de poblet, una abadía cisterciense emplazada en cataluña que data del siglo doce.

dice que es un recurso para los momentos de pérdida que ha tenido “la suerte o el infortunio”, de no haber padecido.

formado como historiador, un día tocó a la puerta, ofreció su trabajo, y fue contratado.

eso si, reconoce que debería ser más feliz -algo que su mujer le recuerda a menudo-, y que, a pesar de que considera que la humanidad ha aprendido poco de sus pecados y condenas, “hay que vivir en el presente, hacerse menos mala sangre, disfrutar y ser testigo de la pronta independencia de cataluña”.

diariamente lleva sus actividades en cinco idiomas: catalán, español, francés, inglés e italiano. es un apasionado del período medieval europeo, pero no tanto como para pasar las vacaciones metido en otros edificios. en su tiempo libre, prefiere el mar. sus hijos, dos pequeños de ocho y nueve años, han sido liberados, por ahora, de las pesadas lecciones de un papá adicto a la historia. dice que es mejor esperar, antes de que crezcan y huyan de una doctrina agobiante. ramón tiene relación asidua con los treinta monjes que hoy habitan el monasterio. él, en particular, no cree en dios.



IRMA

a irma le gustan los caracoles, las faldas de oropeles, andar a caballo –porque allí se siente libre-, practicar judo, leer, mirar películas japonesas, aprender sobre detectives, y dejarle dibujos y mensajes a sus padres en las paredes de la casa. irma tiene casi siete años y hace ya varios que es enxaneta de los “xiques de reus”: o sea, la persona que sube más alto en el castel, una especie de torre humana de tradición antiquísima. la primera vez que trepó con los xiquets lo que más le asombró era lo pequeña que se veía la gente, y cuenta que para ser casteler “no se necesita ser bonito ni feo, bajo ni alto, gordo ni flaco, joven ni viejo”. irma ensaya tres veces por semana durante muchas horas. y al finalizar, con frecuencia, se va con los suyos al bar a comer una pizza, donde una de las creaciones de la casa lleva su

nombre. así de famosas son sus proezas en el pueblo. cuesta llegar a ella. tiene un carácter firme y silencioso que se va revelando con el pasar de las horas. pero una vez en confianza la risa se hace frecuente y su oratoria alegre, siempre en catalán, va in crescendo como los rascacielos que construye.



MAURIZIO

maurizio es italiano y toca el santur -un instrumento milenario de origen persa-, hace una vida. concertista de a ratos, músico callejero hace años, encontró lugar en cataluña, específicamente tarragona, para dar sus conciertos con vista a la bahía más ancha y hermosa que se precie en la zona. el santur tiene setenta y dos cuerdas en dieciocho sets de cuatro. se toca con unos palitos con algo parecido al algodón en las puntas, y suena a arpa. algunas de sus composiciones, grabadas en cedé y deuvedé, han sido acompañadas por las bellas poesías de omar khayyam y sus legendarias rubaiyat. cuando maurizio se sienta, ataviado con camisa y corbata, y toca, con manos invisibles, las cuerdas que percuten sobre la anciana madera, cualquier fiera, humana o inhumana, se dejaría caer en un profundo reposo.



CHANO

chano, que en idioma caló significa bueno, es un gitano originario de segura de la sierra, jaén, que en octubre cumplirá sesenta años. ahora vive en reus con su mujer, carmen, y pasa los fines de semana en “el puchero”, una casa en aleixar, cataluña, completamente armada y decorada por él, que comparte con cuatro gallinas, un gallo, dos codornices enanas, y dos perros: coqui y perlita. chano ha sido guitarrista de flamenco toda la vida, y torero algunos años - cuenta con cincuenta novilladas en su haber-, profesión en la que recibió varias cornadas y finalmente deshechó por decepción. su “apoderado” se quedaba con la mayor parte del dinero que ganaba por cada corrida. a la guitarra llegó escuchando al padre, gran guitarrista anónimo del pueblo. y a eso se dedica hasta hoy como docente a veces, intérprete otras, apasionado siempre. chano perdió dos dedos en un accidente de

camión -los que trasladó hasta el auxilio médico consiguiendo un implante-, y sufrió un derrame cerebral. pero nada lo amedrenta porque es muy creyente y “sabía que tenía que salir adelante”. en sus ojos de aire, la voz gruesa y gitana, las manos que rasgan, la casa repleta de uvas y lirios, rosas y alcachofas, calabazas y pimientos, chano recuerda amores de otro tiempo, habla firme y sereno, y sonríe por todo lo que ha vivido. desde el casamiento con una paya, al amor descabellado por una mujer de hábitos, las hijas, los accidentes, la vida y la muerte, los celebra con el rezo: “podemos comer, podemos beber, podemos tocar. ¿qué más precisamos?



BUIL

buil es un catus de tienda china. su nombre le viene de building que en inglés significa edificio. el día que fue comprado llevaba un cartel plastificado que lo publicitaba como la representación vegetal de un templo chino, y enaltecía sus virtudes como gran dador de suerte y otros prodigios mágicos. en su actual residencia, vivió antes edi, una especie de pagoda vegetal un poco más elegante que él que se llamaba así por edificio, y que murió desarraigado al perder la raíz, -se sospecha que por haber sido regado en demasía-. sus restos yacen ahora en la tierra que alimenta a buil. buil no llegó sólo. breves horas antes de ser trasladado de la tienda a la casa ya lo esperaba fin, un cactus espinoso con manchas no muy agraciadas pero con un desarrollo carnoso super interesante. fin, de finca, siempre se ha comportado

como el más entusiasta de la trilogía. sin embargo es a todas vistas buil, el que preside la manada. su torre se erige como la más saludable de la familia de plantas suculentas chinas que tuvo en fortuna ser trasladada, un mes de julio, a la calle visitación, en valencia.



BENJAMÍN

benjamín, benja para los amigos, es actor, vive en reus, y está casado hace siete años con manuel -su compañero incansable de tablas-. si bien empezó con el cabaret, hoy la función de benja en el teatro es casi siempre docente. su compañía, lucky & luke, lleva de forma itinerante adaptaciones infantiles de clásicos de todos los tiempos. un día lo exportaron a japón. allí actuó en el idioma del sol naciente, el cual aprendió fonéticamente en apenas dos semanas y sólo para esa función específica. un dato que parece curioso, pero lo cierto es que benja es un malabarista del instante, o, como él dice, se las apaña “hablando por aproximación”. cuando no se acuerda del nombre de algo, le dice “chumi” y cuentan que cuando trabajaba en el parque portaventura llegó a pasar una semana diciéndole elefantes a las jirafas.



MAJED

majed nació en pakistán pero vive en valencia, donde tiene un timbiriche de kebabs. a la vuelta montó un locutorio, enfrente una tienda de electrónica, y a unas manzanas, una gran verdulería. llegó a españa hace doce años y fue conquistando, poco a poco, el barrio la zaidia, de valencia, con ayuda de un primo, un hermano y tres empleados. lo primero fue el locutorio, luego la verdulería, y hace ocho meses burguer kin, el bar donde cocina él mismo los kebabs y hace unos licuados naturales de mango que pasan la prueba. dice que al bar le puso ese nombre para atraer gente. y se muere de la risa contando su picardía, que tiene página web para hacer pedidos, estrambóticas imágenes de platos con absurdos recursos de fotomontaje, descripciones en un español a medias tintas, y máquinas traga monedas en el medio del salón. cuando anoto que ha montado un pequeño imperio en apenas doce años me responde con un grito: “no! esto no es nada”.

la ambición de majed va mucho más lejos, con la certeza y meta de monopolizar toda parcela que así, casi como un virus, lo ayude conquistar su pequeño mundo el margen del río turia.



JOSÉ ANTONIO

josé antonio trabaja en la once, una fundación de asistencia a las personas con discapacidades, sobre todo ciegas, que vende billetes de lotería como base para su sistema de recaudo solidario. josé antonio perdió casi el cien por cien de la vista a los dieciséis años, por causa de una enfermedad degenerativa. al principio pasó por la mili, luego trabajó de dependiente en una fábrica de ropa donde llegó a ser oficial, y finalmente estuvo desempleado durante cinco años, a la espera de una ayuda social. ahora está realmente a gusto vendiendo billetes de la once en la puerta de un supermercado, casado con una maestra y siendo padre de dos hijas: la de veinte, que quiere dedicarse a las bellas artes y la de doce, que fantasea con ser veterinaria. josé antonio quiere irse pronto a pasar unas vacaciones a don torcuato, argentina, porque tiene amigos allí y porque le hace muchísima ilusión emprender la aventura.

al despedirme intercambiamos correos, le cuento de las ventajas de volar en octubre, y me llevo, con ilusión de primeriza, un billete que el domingo sortea el dinero suficiente para cumplir casi todos mis sueños. esta mañana ha sido una fortuna cruzarme con él.



ALEJANDRO

alejandro tiene setenta y siete años, algunos dientes, y la dulzura de relatos mezclados con recuerdos cruzados de algunos abuelitos. cuando era niño padeció la guerra y cuenta que cuando hacía frío, la receta era acurrucarse junto a sus seis hermanos. A los doce años decidió irse de casa, por necesidad y para escapar del trabajo en la huerta -algo que nunca le gustó, sobre todo porque había “apoderados muy crueles”-. al tiempo encontró trabajo en una maderería, y ahí se quedó hasta la jubilación. alejandro no tuvo hijos, ni se casó nunca porque dice que eso es “para darle dinero a la institución eclesiástica”, pero vivió muchos años con la que fue su compañera de vida hasta hace cinco años, en que partió. dice que es feliz, que ha sido feliz, porque es libre y trabajó en lo que quiso y porque cuando pasa por la puerta de una iglesia, sigue de largo y se va al bar a tomar un café.



CECILIA

Cecilia nació en cuba. Vivió en la isla siete años. Luego, en España, dos. Todo por circunstancias políticas. Desde el año ochenta y cinco vive en la República Oriental del Uruguay donde comparte tierra con su perro salchicha, Peter, sus padres, sus hermanos, y un puñado de amigos que cualquier Dios envidiaría -porque nunca la dejan ir, y la cuidan tanto tanto, que la hacen brillar más que al bronce-.

o vegetal-, se perdió, anónima, en casi todas las calles, paseó por madrid, reus, barcelona y valencia, lloró seis veces, rió tres mil quinientas cuarenta y dos, encontró familia, se enfermó, compró un mapa, hizo un par de nuevos y buenos amigos, se apasionó de forma insalubre por el salmorejo y el fuet, aprendió el arte de la papiroflexia, engordó dos kilos, recibió la llave de cuatro casas, grafiteó una pared, y, comentan por ahí, se enamoró perdidamente.

Cecilia, o Ce, como le dicen los cercanos, tiene treinta y seis años que destinó a investigar cualquier tipo de cosas: arquitectura, música, poesía, ilustración, periodismo, mística y divague. Un día entre todos esos, encontró el verdadero amor: el diseño editorial combinado con la literatura y la fotografía. Casi todo lo que hace, lo hace para poder respirar. O, dicho diferente, no sabe estar viva de otra forma.

ahora ya vuelve a la tierra de sus padres, a su ciudad heredada: montevideo. hace unos días un amigo le mandó un correo electrónico pidiéndole que volviera “con cuentos, chocolates y sonrisas”. ella respondió: dejo acá una piel que se perdió, por suerte, y vuelvo con tantas cosas en la valija, que los chocolates son apenas el comienzo.

A principio del dos mil trece perdió a un gran amigo, renunció a su trabajo de directora de arte, se mudó de casa, brindó testimonio en el rodaje de un documental que muestra una parte basal de su vida, se compró un boleto de autobús, uno de barco, uno de avión, uno de tren, y se fue a vivir ochenta días a España.

en setiembre cumplirá años, liberará mil grullas de origami para el equinoccio vernal, se enroscará junto a su perro las mañanas de sábado, lavará toda la ropa, colgará algunas mariposas de papel en el salón, y se dejará abrazar hasta que se le duerman los brazos sabiéndose mucho más humana, mucho más feliz, mucho más cecilia, gracias a las ochenta respiraciones que se llevó consigo.

En la península ibérica retrató, día tras día, la respiración de una criatura –humana, animal



ochenta formas de respirar


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