Revista Carta Abierta N°1

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carta abierta i noviembre,2013

comunicaciones

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busquen contenidos evasivos. Siempre ha existido y existirá una masa crítica e insatisfecha que espera información de interés público. Y este es un sector del mercado que está dispuesto a pagar por información de calidad. ¿Por qué entonces (la mayor parte de) la industria lo ignora? Los académicos han acuñado el término comercialismo4 para referirse a la prensa que no define sus contenidos pensando en informar a sus lectores, sino en agradar a sus anunciantes. El comercialismo es otra tendencia dominante en la industria de los medios. Para poseer una idea tangible de su influencia en los contenidos que se deciden en una sala de redacción imaginemos a un editor avieso planteando el siguiente dilema a sus reporteros: ¿Hacemos un informe sobre la calidad del servicio que dan las empresas prestadoras de salud o apostamos por una nota sobre metrosexuales de base cinco? El “sentido común” ordenará optar por el tema ligero (metrosexuales, mujeres que ya no usan brasier, etc.) y dejar de lado cualquier investigación que pueda devenir en una denuncia. Miro con escepticismo los vaticinios que se lanzan sobre el futuro del periodismo. Suenan apocalípticos y excluyentes. Ponerle fecha y lugar a los funerales de la prensa escrita me parece una pérdida de tiempo. Quienes han trazado una línea divisoria entre periodismo on-line y periodismo de papel olvidan que ambos formatos comparten los mismos vicios y defectos, la misma escasez de calidad informativa. Si alguna división me parece pertinente, esta no debe subordinarse

al uso de nuevas tecnologías, sino a la finalidad de nuestro trabajo. Separemos el futuro de la industria de los medios del futuro del periodismo. Una parte de esa industria sobrevivirá aferrándose al comercialismo, a las soft news o al “infotenimiento”. Pero el periodismo que nos interesa, aquel que recoge hechos y no solo dichos, que verifica una información antes de publicarla y que la desarrolla con equilibrio en cualquier formato, demanda tiempo y una inversión que la industria parece cada vez menos disputa a solventar. Por ahora veo con expectativa los nuevos modelos editoriales que surgen para financiarlo. Sin soslayar la necesidad de una alfabetización digital de redacciones y escuelas de periodismo, desconfío de quienes miden la calidad de los contenidos de una redacción a partir de las habilidades o perfiles digitales que exhiben sus editores y reporteros. La calidad en el periodismo se sustenta en un cúmulo de valores, procedimientos y también destrezas. De ese conjunto pongo en primer plano la reportería en profundidad y el énfasis que una oferta de contenidos asigna a la información de interés público. Hace tres años, en un encuentro con bloggers, editores y docentes, Guillermo Franco, el periodista colombiano autor del manual Como escribir para la web, remató su charla sobre la evolución de los medios con esta advertencia: “Con la mejor tecnología del siglo también puedes hacer el peor periodismo del mundo”. Hay tantos ejemplos para demostrarlo.

Una explicación de este concepto puede encontrarse en el ensayo Comercialización, publicidad oficial y concentración: Cómo afectan la economía y los negocios a la calidad periodística, de Rodolfo Barros, incluido en el libro Periodismo de Calidad: debates y desafíos: Buenos Aires, Fopea, 2007. 4


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