La Ronda, la revista de la comunidad de Cuarto Creciente. Agosto 2014

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Año 7 Número 2 - Agosto de 2014

La llegada del invierno REVISTA DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA DE LA ESCUELA WALDORF CUARTO CRECIENTE Gral. M. Güemes 1747/49 Florida . Jardín: 4791-3904 . Primaria: 4795-6700 y 4797-5140 . www.cuartocreciente.edu.ar



En invierno, cuando tenemos un período particularmente largo, de días fríos, no sólo sufren los seres humanos; los mundos vegetal y animal también se ven afectados. Los pájaros tardan más de lo normal en la construcción de sus nidos y las flores y los árboles, en los jardines y campos, en las colinas y en los valles, permanecen a la espera de la luz cálida del sol.

Pensemos simplemente en las innumerables semillas que hay bajo tierra esperando la luz y el calor del sol.

Imaginemos esos millones y millones de semillas que se mantienen dentro de la tierra durante la estación fría cuando hay nieve, hielo y vientos fríos, pero que se mantienen a salvo dentro de la tierra.

Y ahora imaginemos por un momento que cada semilla es una pequeña luz y si pudiéramos imaginarnos que fuéramos capaces de ver a través de la tierra, nos daría la impresión de que estamos viendo millones de estrellas. Durante el invierno, la tierra se parecería al cielo estrellado. Si intentamos entender algo y de repente lo entendemos, sentimos: ¡lo tengo!. Es como una repentina chispa de luz. Eso es el pensar, el verdadero pensar, cuando sentimos esa chispa de luz en nosotros mismos. Si realmente estamos atentos, a lo largo del día se producen chispas de luz en nuestro interior, pero eso sucede sólo si estamos realmente despiertos. Cuando realmente prestamos atención y estamos bien despiertos, somos como la tierra en invierno con sus millones de chispas o estrellas de luz.

Extraído del libro Botánica en la Escuela de Charles Kovacs Índice La Espiritualidad de Invierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 Un ser muy especial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 La fiebre en el niño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 En defensa de la fiebre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Invierno, muerte y nacimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Productos que llevan alas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Época de Invierno en Cuarto Creciente . . . . . . . . . . 16 Experimentar a los seres elemntales . . . . . . . . . . . . . 17

La tinción con tintes naturales . . . . . . . . . . . . . . . . . La organización calórica del ser humano . . . . . . . . . Repensar la tercera edad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuentos Nivel Inicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuentos Primer Ciclo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuentos Segundo Ciclo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Labores Nivel Inicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Labores Primer Ciclo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Labores Segundo Ciclo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Hicieron esta revista Roxana Tripodi, Jennifer Morello, Alejandra Ruiz, Analía Arrighi, Luciana Vicente, Marcelo Cruz, Mariángeles Ferreyra y Carolina Berdiñas. Dibujos de Francisca Alí, Mariano Tokatlian, Jana Tokatlian, Mariana Berdiñas y Marcelo Cruz. La tapa es una ilustración de Francisca Alí y la guarda de la tapa la tejio Patricia Weber.

Gracias a todos por la colaboración y las apuradas !!! Si usted quiere que las fotos o dibujos de sus hijos salgan en la revista, tiene algún comentario o inquietud sobre la revista, se quiere sumar a la comisión de difusión o quiere colaborar vendiendo publicidad para esta revista no dude en comunicarse con Carolina Berdiñas: caroberdinias@gmail.com o Mariángeles Ferreyra: marfer73@gmail.com. Muchas gracias.

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revista de invierno

La espiritualidad del invierno

Nota redactada en base a una entrevista realizada a Gertrudis Löchner, sacerdote emerita de la Comunidad de Cristianos, para la revista La Ronda. Julio 2014

En tiempos antiguos, cuando la muerte se integraba a la vida, se sabía que todo lo que vivía moriría para transformarse. Era de conocimiento popular que la naturaleza, de la cual el hombre forma parte, se da porque hay un ciclo de nacimiento-florecimiento-decadencia-muerte que es necesario para que haya nueva vida. Hoy en día el hombre ha perdido esa conciencia, ese conocimiento, y ya ni siquiera lo cree. Esta tan concentrado en su individualidad y su día a día que se olvida que forma parte de un universo de millones de estrellas y de un tiempo eterno, en donde cada una de sus vidas terrenales son apenas un momento. Según los conocimientos de la antroposofía, la vida dura apenas un instante en nuestro eterno ir y venir. Estamos en la tierra el tiempo que necesitamos para seguir aprendiendo. Cumplido cada proceso, el cuerpo muere pero el alma vuelve al mundo espiritual y permanece un largo tiempo trabajando sobre sus aprendizajes hasta sentir la necesidad de volver y volver a reencarnar en otro cuerpo y así volver a nacer para seguir creciendo, seguir evolucionando. Para cumplir con un destino que nos quedó inconcluso de vidas anteriores. Dentro de cada ciclo terrenal, si entendemos la muerte del hombre desde este proceso de nacimiento, crecimiento, desarrollo y muerte, no resulta dolorosa si lo tomamos como parte de esta eternidad, tal como sucede con los ciclos de la naturaleza: primavera, verano, otoño e invierno. El hombre recorre un camino de nacimiento y muerte en un movimiento continuo, como en los ciclos de la naturaleza. Muere al mundo físico pero comienza un recorrido en el mundo espiritual preparando su nuevo nacimiento en la primavera de una nueva vida. La muerte por eso nunca debe entenderse como un final sino como una continuación. Al dejar el cuerpo, lo que hacemos es pasar a una vida espiritual. Comprender esto, es clave para empezar a aceptar que la muerte es parte del ciclo de la vida. En la naturaleza hay un florecimiento antes de morir, el otoño. Alli la vida surge por un momento con gran energía antes de comenzar su decadencia. Su explosión de colores da lugar a una alfombra marrón de hojas que se van descomponiendo para nutrir la tierra que cobijará los brotes de primavera. Los árboles lucen pelados, con ramas que parecen viejas, muertas, secas, pero en esas ramas ya se observan pequeños nudos que, como las manos de un anciano, cobijan la vida en estado de latencia que espera

la primavera para volver a nacer. Así tambien, en la última etapa de la vida humana, tenemos el invierno como retrospección de una larga vida vivida, donde cada uno debería lograr tomarla como un regalo para esperar en paz la muerte, siendo conscientes que estamos en este momento en la tierra para cumplir una meta, y que luego volveremos a la eternidad para seguir con nuestro ciclo de evolución y transformación.

El Salto por León Felipe Somos como un caballo sin memoria, somos como un caballo que no se acuerda ya de la última valla que ha saltado. Venimos corriendo y corriendo por una larga pista de siglos y de obstáculos. De vez en vez, la muerte ... ¡el salto! y nadie sabe cuántas veces hemos saltado para llegar aquí, ni cuántas saltaremos todavía para llegar a Dios que está sentado al final de la carrera ... esperándonos. Lloramos y corremos, caemos y giramos, vamos de tumbo en tumba dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios. Pensar la muerte como un aspecto de la naturaleza ayuda a comprenderla, pero la dimensión más profunda de la muerte sólo se puede alcanzar cuando se la mira desde una perspectiva humana y eterna. En esta tarea nos ayuda el cuento de los hermanos Grimm, Madre Nieve, que expresa en sus imágenes experiencias del camino místico y al mismo tiempo reflejan con máxima exactitud los misterios de transformación de la vida después de la muerte.


Nota espiritualidad

comía cocido y asado. Cuando ya llevaba una temporada en casa de Madre Nieve, entróle una extraña tristeza, que ni ella misma sabía explicarse, hasta que, al fin, se dio cuenta de que era nostalgia de su tierra. Aunque estuviera allí mil veces mejor que en su casa, añoraba a los suyos, y, así, un día dijo a su ama: —Siento nostalgia de casa, y aunque estoy muy bien aquí, no me siento con fuerzas para continuar; tengo que volverme a los míos.— Respondió Madre Nieve: —Me place que sientas deseos de regresar a tu casa, y, puesto que me has servido tan fielmente, yo misma te acompañaré.— Y, tomándola de la mano, la condujo hasta un gran portal. El portal estaba abierto, y, en el momento de traspasarlo la muchacha, cayóle encima una copiosísima lluvia de oro; y el oro se le quedó adherido a los vestidos, por lo que todo su cuerpo estaba cubierto del precioso metal. —Esto es para ti, en premio de la diligencia con que me has servido,— díjole Madre Nieve, al tiempo que le devolvía el huso que

Madre Nieve (Frau Holle)

le había caído al pozo. Cerróse entonces el portal, y la doncella se encontró de nuevo en el mundo, no lejos de la casa de su madre. Y

Un cuento de l os hermanos Grimm

cuando llegó al patio, el gallo, que estaba encaramado en el pretil

Cierta viuda tenía dos hijas, una de ellas hermosa y diligente;

del pozo, gritó:

la otra, fea y perezosa. Sin embargo, quería mucho más a esta

—¡Quiquiriquí, nuestra doncella de oro vuelve a estar aquí!—

segunda, porque era verdadera hija suya, y cargaba a la otra todas

Entró la muchacha, y tanto su madrastra como la hija de ésta la

las faenas del hogar, haciendo de ella la cenicienta de la casa. La

recibieron muy bien al ver que venía cubierta de oro.

pobre muchacha tenía que sentarse todos los días junto a un pozo,

Contóles la muchacha todo lo que le había ocurrido, y al enterarse

al borde de la carretera, y estarse hilando hasta que le sangraban

la madrastra de cómo había adquirido tanta riqueza, quiso procurar

los dedos. Tan manchado de sangre se le puso un día el huso, que

la misma fortuna a su hija, la fea y perezosa. Mandóla, pues, a

la muchacha quiso lavarlo en el pozo, y he aquí que se le escapó de

hilar junto al pozo, y para que el huso se manchase de sangre, la

la mano y le cayó al fondo. Llorando, se fue a contar lo ocurrido

hizo que se pinchase en un dedo y pusiera la mano en un espino.

a su madrastra, y ésta, que era muy dura de corazón, la riñó

Luego arrojó el huso al pozo, y a continuación saltó ella. Llegó,

ásperamente y le dijo: —¡Puesto que has dejado caer el huso al

como su hermanastra, al delicioso prado, y echó a andar por el

pozo, irás a sacarlo!— Volvió la muchacha al pozo, sin saber qué

mismo sendero. Al pasar junto al horno, volvió el pan a exclamar:

hacer, y, en su angustia, se arrojó al agua en busca del huso. Perdió

—¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, que me quemo! Ya estoy

el sentido, y al despertarse y volver en sí, encontróse en un bellísimo

bastante cocido.— Pero le replicó la holgazana: —¿Crees que tengo

prado bañado de sol y cubierto de millares de florecillas.

ganas de ensuciarme?— y pasó de largo. No tardó en encontrar

Caminando por él, llegó a un horno lleno de pan, el cual le

el manzano, el cual le gritó: —¡Sacúdeme, sacúdeme! Todas las

gritó: —¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, que me quemo! Ya

manzanas estamos ya maduras.— Replicóle ella: —¡Me guardaré

estoy bastante cocido.— Acercóse ella, y, con la pala, fue sacando

muy bien! ¿Y si me cayese una en la cabeza?— y siguió adelante. Al

las hogazas. Prosiguiendo su camino, vio un manzano cargado de

llegar frente a la casa de Madre Nieve, no se asustó de sus dientes

manzanas, que le gritó, a su vez: —¡Sacúdeme, sacúdeme! Todas

porque ya tenía noticia de ellos, y se quedó a su servicio. El primer

las manzanas estamos ya maduras.— Sacudiendo ella el árbol,

día se dominó y trabajó con aplicación, obedeciendo puntualmente

comenzó a caer una lluvia de manzanas, hasta no quedar ninguna,

a su ama, pues pensaba en el oro que iba a regalarle. Pero al

y después que las hubo reunido en un montón, siguió adelante.

segundo día empezó ya a haraganear; el tercero se hizo la remolona

Finalmente, llegó a una casita, a una de cuyas ventanas estaba

al levantarse por la mañana, y así, cada día peor. Tampoco hacía

asomada una vieja; pero como tenía los dientes muy grandes, la

la cama según las indicaciones de Madre Nieve, ni la sacudía de

niña echó a correr, asustada. La vieja la llamó: —¿De qué tienes

manera que volasen las plumas. Al fin, la señora se cansó y la

miedo, hijita? Quédate conmigo. Si quieres cuidar de mi casa, lo

despidió, con gran satisfacción de la holgazana, pues creía llegada

pasarás muy bien. Sólo tienes que poner cuidado en sacudir bien mi

la hora de la lluvia de oro. Madre Nieve la condujo también al

cama para que vuelen las plumas, pues entonces nieva en la Tierra.

portal; pero en vez de oro vertieron sobre ella un gran caldero de

Yo soy la Madre Nieve.— Al oír a la vieja hablarle en tono tan

pez. —Esto es el pago de tus servicios,— le dijo su ama, cerrando el

cariñoso, la muchacha cobró ánimos, y, aceptando el ofrecimiento,

portal. Y así se presentó la perezosa en su casa, con todo el cuerpo

entró a su servicio. Hacía todas las cosas a plena satisfacción de su

cubierto de pez, y el gallo del pozo, al verla, se puso a gritar:

ama, sacudiéndole vigorosamente la cama, de modo que las plumas

—¡Quiquiriquí, nuestra sucia doncella vuelve a estar aquí!

volaban cual copos de nieve. En recompensa, disfrutaba de buena

La pez le quedó adherida, y en todo el resto de su vida no se la pudo

vida, no tenía que escuchar ni una palabra dura, y todos los días

quitar del cuerpo.


revista de invierno

El cuento dice que el huso se cae de las manos de la niña y desaparece bajo el agua cuando ella se encuentra hilando al borde del pozo. Ella salta al agua para recuperarlo y se desvanece, pues ésta es la fuente del olvido. Vuelve en sí en otro país, en un hermoso prado lleno de flores y comienza a andar. Encuentra entonces el horno con los panes cocidos y el manzano con sus frutas maduras. Obediente, la niña cumple con el pedido de sacar los panes del horno y sacudir el árbol para que las manzanas se caigan. Con la imagen de la cosecha se describe de manera real la primera etapa del camino después de la muerte. Es como si en la vivencia retrospectiva, nos encontráramos con la suma de nuestras experiencias terrenales y que a este resultado se permita una suerte de maduración tardía en la luz de un mundo superior. De este modo se convierte en viático para el camino del espíritu: pan y fruto en el reino de los muertos. El encuentro con los poderes de la muerte misma es descrito con la llegada a la casa de Madre Nieve cuyos largos dientes asustan a la niña. La imagen de los dientes señala el poder de osificación. La niña debe trabajar. Cuando sacude los edredones, cae nieve en la tierra. El alma comienza a vivir y tejer en misteriosos procesos que se desarrollan en el mundo del espíritu. Estos sólo pueden ser comparados con el maravilloso y puro proceso de cristalización a partir del cual se forman los copos de nieve. Algo espiritual se condensa aquí de la manera más sutil en un estado material. El tejer en tal quehacer y el preparar al mismo tiempo una nueva existencia terrenal significa para los muertos una bienaventuranza; hasta el momento en que comienza a despertarse una poderosa añoranza hacia la tierra, a pesar de lo mal que el alma pueda haber sido tratada allí. Madre nieve gustosamente deja partir a la niña hacendosa que desea peregrinar hacia una nueva vida terrenal. Le devuelve el huso sin el cual la joven no podría retomar el hilo de la vida que había sido cortado; le hace atravesar el portón desde el cual cae la lluvia de oro sobre ella. A partir de entonces será llamada la "doncella de oro". La hermana es su contra imagen. Ella, al retornar por el mismo portal, es recubierta de brea. Es un alma que en su nueva vida tendrá `mucha brea' (mucha mala suerte). Su destino carecerá de armonía por no estar compenetrado de sabiduría, pues en su vida anterior tiró el huso al agua con deliberada intención para ir detrás del mismo. Por lo tanto no puede desarrollar interés por los frutos de su vida. En el reino de Madre nieve donde le es permitido tejer en la pura sabiduría cristalizadora, prepara sin amor su próxima existencia. Semejante alma reemprenderá su recorrido por la vida con sentidos oscurecidos, sin

la genuina fidelidad hacia la tierra y sin amor por los deberes humanos. La sabiduría de los cuentos de hadas nos describe sublimes leyes de transformación tal como se manifiestan en mundos del espíritu; al mismo tiempo señala sutilmente los misterios de las vidas sucesivas y de la compensación a través del destino (karma). Hoy se nos hace muy dificil hablar de enfermedad y muerte, y ver envejecer a nuestros seres queridos. Para muchas personas los frutos cosechados en una vida de experiencia se marchitan y mueren con nuestros ancianos, que pasan a ser una “molestia” en nuestras comunidades modernas El materialismo en el que estamos insertos nos lleva a pensar que cuando se habla de muerte solo se considera el cadáver que queda después de la decadencia física y no puede verse nada más allá de él. Ese paso a través de la muerte no es nada sencillo ni natural. Depende de cómo se ha vivido la manera en que enfrentamos la muerte. La vejez puede llegar a ser un camino donde nos acomodamos lentamente a ese nuevo estado de existencia hacia la cual nos lleva morir.


nota familia

UN SER MUY ESPECIAL Miguel Dagraca Belchior, médico escolar.

Nunca olvido que mi hija no es solo una niña o una bebé, es un ser especial, tan especial como cada hijo, es un ser humano en devenir, un ser que trae una misión, un trabajo. Antes de ser la bebé o niña que es ahora, en un momento de su vida preparatoria a la llegada a la tierra, vio su vida anterior, vio aquello en lo que se equivocó y, luego de ver esto, tuvo una ansia irrefrenable de volver a la tierra para corregir lo que había hecho mal, reparar sus errores, transformarse para perfeccionarse en el camino de ser el ser humano que nos mostró CRISTO. Vislumbró, entonces, que cosas debía hacer para lograr esto, que cuerpo necesitaba, que herencia necesitaba y nos vio a nosotros como seres espirituales capaces de ayudarle en este camino. Seguramente no vio nuestras debilidades terrenales, sino nuestro ser espiritual, y como tal, capaz de lograr cambios y transformaciones, lo que yo llamo auto educación. Entonces, si no olvidamos que no son solo niños, sino seres humanos espirituales con una meta, una meta muy especial, como cada uno de nosotros tiene, de la que tenemos como recuerdo quizás solo el anhelo difuso de aquello que nosotros trajimos como meta, entonces vamos a tomar la educación de nuestros hijos de una manera diferente. Cada minuto cuenta. Un niño no es una bolsa vacía o una hoja en blanco a la cual hay que llenar. Ellos ya traen un cúmulo de pensamientos, ya traen vivencias, ya traen muchas cosas. Son una individualidad, que puede ser fuerte o débil. A veces traen dificultades muy grandes, las más claras son las físicas. Pero a veces también son anímicas. Y debemos ayudarles a que esto que traen, lo que ellos necesitan para SER, lo puedan liberar, expresar. Y, además, debemos ayudarles a transformar sus debilidades, ayudarles en sus carencias, a fortalecerlos. Y si nos buscaron es porque nosotros también tenemos tesoros para darles. Ese ser espiritual que nos vio a nosotros también como seres espirituales, vio esos tesoros en nosotros. Pero muchas veces, lamentablemente ya dejamos de verlos en nosotros, o nunca los vimos. Pero yo creo que ese niño vio en nosotros ese tesoro y una de nuestras obligaciones más firmes al ser padres, es hacer relucir ese tesoro, para entregárselo. El tesoro muchas veces es sólo la búsqueda de éste, no es necesario encontrarlo. Es querer producir el cambio en nosotros de aquello que comenzamos a vislumbrar como equivocado. Cuantos de nosotros tratamos de cambiar defectos durante años y de pronto viene el hijo. Entonces, viene la fuerza del cambio. Pero a ese nacimiento hay que apoyarlo. Nace, pero como una flor que se marchita si uno no la riega, esa transformación posible también muere. Y otra cosa que quiero transmitir es que uno está a tiempo de realizar esa transformación, por más que haya ocurrido lo que haya ocurrido, nos pudimos equivocar tremendamente, pero cuando comprendemos el daño que hicimos podemos transformarnos. Quizás no podemos modificar lo hecho, lo hecho quizás ya es imborrable, pero cuenta que a partir de ahora seamos diferentes. Que tratemos de dar lo mejor. Cada minuto cuenta, es muy valioso.

Uno puede pecar también por exagerado, pues de pronto toma el camino opuesto al que llevaba y eso tampoco para mi es correcto. El camino de la salud y la verdad es el del medio, en el cual a veces nos desviamos a la izquierda y otras a la derecha, pero siempre debemos retomar el centro del sendero. Entonces, ¿qué hacer? No ser obsesivos, pero tampoco dejados. Yo dejé el televisor fuera de mi casa por el pensamiento “¿de qué le sirve a este ser espiritual estar sentado solo un minuto frente a esta imagen?” Y pensé “de nada, sólo lo enferma”. Seguro que la vida la va a confrontar con este aparato. Pero mientras tanto yo le quiero mostrar otras cosas, darle otras fuerzas, darle otro acompañamiento. Cantar juntos, caminar juntos, llorar juntos. Cuando llegue el momento espero estar ahí para trabajar este tema; y si no estoy ahí, para que tenga la fortaleza de vencer aquello que viene con esas imágenes. ¿Qué hacer? Estar juntos. Estar y no estar. Siempre la vida es tan contradictoria. Un ejemplo es cuando un niño juega. No darle indicaciones de cómo jugar. Preparar el terreno para que tenga posibilidades de jugar y explorar sin que haya cosas por las cuales preocuparnos y estar encima diciendo esto no, aquello no, por temor a que se lastime o rompa algo. Dejar que esa individualidad pueda fantasear, pueda sentir esa alegría por el juego autodidacta, pero estar mirando y actuar cuando nos necesite. Percepción es lo que debemos desarrollar al máximo en ese momento y durante toda la vida. ¿Quién es ese niño? ¿qué dotes trae, qué necesita, qué preguntas me hace con la palabra, con su mirada, con sus dificultades y con las piedras que nos tira y a veces se tira a él mismo? ¿Pensamos cada día a la noche al ir a dormir que fue lo que nosotros le entregamos a ellos? ¿Pensamos sobre la cualidad de aquello que recibieron? Por nuestra propia debilidad menospreciamos aquello que en realidad deberían recibir diciendo: no le va a hacer tan mal, tan malo no es, es un mal necesario… Pero cada cosa cuenta, cada minuto vale. Para cumplir sus propósitos ellos necesitan herramientas, necesitan pensar libremente, tener sentimientos propios, hacia el mundo y no exclusivamente dirigidos a su propio cuerpo, necesitan tener voluntad firme y fuerte. Y desde su cuerpo físico, al cual debemos ayudarles a que lo usen como puente para lograr esa meta espiritual, y no sea éste cuerpo físico tan impenetrable que le trabe en su propósito. Y así, mil cosas más. Entonces, la pedagogía Waldorf no quiere evitar confrontaciones con aquello que el mundo, la sociedad y nuestro tiempo nos presenta, sino que trata de darle al niño las herramientas y el tiempo necesario, para que cuando sea el momento podamos enfrentar estas cosas con la madurez y fuerza necesarias. No es el sentido de estar encerrado en una burbuja de cristal, todo lo contrario, es prepararnos para la vida de la mejor manera y que podamos lograr la evolución del hombre, hacia el verdadero ser humano transformado, que es posible a través del camino del Cristo.



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Dra. María Cristina Andersen de Noë Odontopediatría

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La fiebre en el niño Dra. Carina Vaca Zeller

En la época de la niñez es frecuente que un niño presente alguna enfermedad con fiebre. Hay muchos mitos sobre la fiebre y prácticas establecidas sobre bases no tan claras que quisiera esclarecer. Cuando un niño está con fiebre, esta alza de temperatura es un signo de que hay alguna enfermedad. En general se trata de una infección. La fiebre nos está advirtiendo de la presencia de la enfermedad y esto siempre constituye un motivo para estar alerta y consultar al pediatra. ¿Qué es la fiebre? Es un alza de temperatura de más o igual a 38° axilar. Entre 37° y 38° se considera febrícula. La temperatura bucal o anal suele marcar medio grado más. Lo mismo vale para los termómetros que se usan en el oído. La fiebre es una reacción del cuerpo que está defendiéndose contra una agresión (por ejemplo un virus o una bacteria). Todo el sistema inmune se activa: los glóbulos blancos (células de defensa) comienzan a defenderse y a intentar matar al agresor, se generan y liberan sustancias del sistema inmune que potencian todo este proceso. Además ocurre que en nuestro cerebro poseemos un termostato (set point) que se ajusta a un nivel de temperatura superior a lo normal. Está comprobado que a mayor temperatura a ciertos virus se les inhibe la reproducción. Por lo tanto, la fiebre trae grandes beneficios y es un valiosísimo instrumento del cual el niño se está valiendo para superar una enfermedad.

¿Cuándo es peligrosa la fiebre? La fiebre que produce daño neuronal es de 42,2°. Los niños normalmente desarrollados tienen el “set point” (termostato en el cerebro) que no permite llegar a esa temperatura. Una excepción es la insolación, donde se pueden alcanzar esas temperaturas, pero eso no es fiebre. En niños con daño cerebral de base también la temperatura puede alcanzar esos niveles, pero eso son excepciones, ya que en ellos no funciona bien el “set point”. Por lo tanto, en la gran mayoría de los niños la fiebre no se acerca a los 42° y no es peligrosa, sino que beneficia. ¿Cómo acompaño a mi niño con fiebre? Cuando un niño tiene fiebre en general tiene poco o nada de apetito. Hay que respetar esta sabia reacción y no forzarlo a comer. Lo importante es que tome líquidos como una infusión de hierbas (lo ideal es flores de tilo o flores de sauco) sin azúcar o un jugo natural recién hecho. Es importante que un niño con fiebre se hidrate, ya que pierde gran cantidad de líquido con la generación de calor. Y cuando se le ofrece algo de comer, preferir alimentos crudos, por ejemplo una ensalada de frutas o de vegetales crudos. Esto lo aceptará con más gusto y son alimentos más livianos que puede tolerar mejor. Si además hay secreciones de nariz o tos con flema, es recomendable suprimir lácteos, proteínas (carne. huevo. legumbres) y harinas blancas por unos días, ya que estos alimentos contribuyen en la formación de mucosidad. Cuando un niño está con fiebre, toda la fuerza de su organismo está involucrada en el proceso de enfermedad. Estos suelen ser procesos orgánicos inconscientes. De hecho los niños no están muy lúcidos. Necesitan por eso la ayuda de un ambiente tranquilo, sin ruidos y especialmente sin televisión. para que toda su fuerza se centre en los procesos orgánicos inconscientes de autosanación. Hay que controlar que los pies no estén fríos. Si están fríos, aunque esté con fiebre, hay que calentárselos con una bolsita de agua caliente o con una bolsita de semillas calentada. Con la fiebre, se suele tener frío y aparecen hasta tiritones. Eso es porque el organismo está buscando que la temperatura suba. Entonces hay que abrigar al niño, para ayudarle en este proceso con el que él se está defendiendo. Una vez que subió y especialmente cuando se produjo la sudoración se puede ya desabrigar un poco o cambiarlo de ropa si la tiene mojada. Es importante poder seguir la curva febril. Para esto es necesario tomar la temperatura cada 3 o 4 horas e ir anotándola en un papel. Al día siguiente se anotan los registros a las mismas horas. Así se puede comparar dos temperaturas de días continuos a la misma hora. Si hay una disminución de unas décimas de grado de un día a


Nota medicina

otro significa que la curva febril ya va en descenso. Este método es muy útil, porque la fiebre tiende a hacer curvas que se repiten, este elemento es muy valioso para ver la evolución del niño enfermo. Por supuesto este método no sirve si se usan antipiréticos, ya que entonces se alteran las curvas de temperatura. Es claro que un elemento fundamental en el acompañar el proceso de fiebre es que la mamá o un adulto cercano y querido por el niño esté con él acompañándolo con cuidados amorosos. Un niño enfermo necesita de esa compañía cariñosa casi constante al lado de su cama. También puede ser importante dentro de los detalles del cuidado que haya un lindo ramo de flores y una bella imagen a la vista del niño. De más está decir que un niño con fiebre tiene que guardar cama y no debe salir, excepto para atención médica. Cuando la temperatura llega a 40°, para prevenir el acercarse a los 42, usamos un método que ayuda a autorregular la temperatura. Son las compresas de agua con limón en los pies. Con esto suele evitar que la temperatura siga subiendo. Lo ideal es atravesar este proceso acompañada de un médico que valore la importancia de la fiebre y esté dispuesto a seguir cotidianamente la evolución de un niño. Sino es muy difícil que los padres encuentren el sostén interior para sobrellevado solos.

a una temperatura superior (por ej. 39.5°): al bajar la temperatura periférica con medidas físicas, el “set point” interpreta que el cuerpo se está enfriando por lo tanto busca calentarse más. Por lo tanto la temperatura interior puede subir más, mientras que la piel puede mantenerse más fría. Por lo tanto las medidas físicas pueden ser contraproducentes. Las medidas físicas sólo sirven para bajar la temperatura cuando se ha dado antipiréticos, ya que éstos actúan bajando la temperatura que ha fijado el “set point”, entonces las medidas físicas actuarían como coadyuvantes en lo que ya inició el antipirético. Pero por sobre todo, nosotros NO buscamos bajar la temperatura, ya que la fiebre es nuestra aliada en lograr una curación y un estímulo para que el sistema inmunológico se fortalezca.

¿Cómo se hacen las compresas de agua con limón? Se coloca el jugo de un limón exprimido (también la cáscara si el limón es orgánico) en una taza y media de agua calentita (no hirviendo). Se coloca un paño adentro, como una gasa o pañal de tela, se lo estruja bien y rápidamente se aplica, antes de que se enfríe. Se envuelve desde los pies hasta las rodillas, como momia e inmediatamente se cubre con un calcetín de lana gruesa o se envuelve con algo de lana, como una bufanda o un sweater viejo. Se hace lo mismo con la otra extremidad inferior. Se las deja 10 minutos, se repiten y se vuelven a dejar 10 minutos. Se hace por tercera vez y esta vez se deja 2 o 3 horas hasta que los paños salgan secos. Es imprescindible que los pies estén calentitos antes de hacer las compresas. Si el niño tiene los pies fríos, aunque tenga 40° de temperatura, hay que calentarle los pies con una bolsa de agua caliente primero.

¿Qué son las convulsiones febriles? Las convulsiones febriles simples, exteriormente son iguales a una crisis epiléptica y duran menos de 15 minutos. No hay que confundirlas con los temblores que les da a los niños cuando la temperatura va subiendo. Es un evento que asusta mucho a los padres cuando lo presencian. La convulsión febril puede producirse entre los 8 meses y los 6 años de vida. No depende de un límite de temperatura. En general se produce cuando la fiebre está subiendo. Cuando se produce una convulsión febril, el niño siempre tiene que ser evaluado por un médico, para constatar que se trate solamente de una convulsión febril y descartar otras causas más graves de convulsión con fiebre como encefalitis, meningitis o de una epilepsia que se manifiesta con la fiebre. Se han hecho estudios muy numerosos, con grandes cantidades de personas, con seguimientos a 30 años incluso donde quedó totalmente comprobado que la convulsión febril simple no deja ninguna secuela, ni motora, ni intelectual, ni emocional. Es decir, las convulsiones febriles son totalmente benignas, salvo el mal rato que pasan los adultos a cargo del niño cuando ellas ocurren. Lo otro importante a destacar es que el dar antipiréticos no evita tener convulsiones, ya que como dijimos, éstas se producen en el momento de ascenso de la fiebre y el antipirético se le da cuando la fiebre ya subió.

¿Son recomendables las medidas físicas para bajar la fiebre? No son recomendables las medidas físicas para bajar la fiebre (Ej.: ponerlos en una tina con agua tibia o fría, ponerles paños de agua helada en el abdomen, pasarles paños con alcohol. etc.) porque cuando se está con fiebre, el “set point” (termostato que está en el cerebro) está fijado

¿Cuándo se consulta inmediatamente con la fiebre? En niños menores a tres meses, siempre hay que consultar de inmediato en caso de fiebre o en niños mayores si la fiebre está acompañada de dolor de cabeza intenso y vómitos. También si la fiebre alta está acompañada de lesiones como picaduras de pulga rojas. ¿Por qué no bajar la fiebre?


revista de invierno

Eliminar la fiebre que acompaña a los procesos infecciosos puede causar más daño que beneficio. Cada vez que se da antipiréticos (Paracetamol, Ibuprofeno. Diclofenac, etc.) lo que hacemos es frenar un sano proceso de activación del sistema inmune frente a la enfermedad. Con la disminución reiterada de la fiebre, el sistema inmune tiende a inhibirse. En niños en que se usa constantemente antipiréticos y antibióticos de manera irracional, tienen la tendencia a hacer infecciones recurrentes, ya que nunca pueden poner sus propias fuerzas de defensa a prueba y cada vez hacen menos fiebre. Es un hecho que así como en la historia de la humanidad, la medicina ha logrado disminuir la incidencia y lograr tratamientos para las enfermedades agudas, en la misma medida ha aumentado la incidencia de enfermedades crónicas (no sólo por la mayor expectativa de vida). Hoy no sólo se ven más enfermedades crónicas, sino que se las ve a edades cada vez más tempranas. Esta es una tendencia de enfermedades en general frías y que tienden a la esclerosis. A éstas corresponden La ateroesclerosis, artrosis, alergias, el cáncer. Es decir, en la medida que se inhibe la tendencia a reaccionar en forma aguda de un organismo, el peso de la balanza se va hacia la forma de reaccionar en forma crónica. Lo mismo ocurre en la biografía de una persona. Esa persona tendrá más probabilidades de adquirir enfermedades crónicas si se han inhibido reiteradamente las reacciones agudas que haya tenido. En otras palabras, una persona que suele hacer fiebre tiene el mejor elemento de prevención contra el cáncer (por ejemplo). Está comprobado que personas que adquieren cáncer, suelen tener una historia de muchos años sin haber tenido fiebre, previo a la aparición de éste. Cuando se da un antipirético, no se puede seguir la curva de fiebre. Por lo tanto puede surgir incertidumbre de cuál está siendo la verdadera evolución. A veces incluso un cuadro puede complicarse, pero como se está dando antipiréticos y no se sabe cómo va la curva febril, hay una tranquilidad artificiosa, que puede llevar a consultar cuando sea demasiado tarde y haya ocurrido una complicación que pasó inadvertida. Al dar antipiréticos es cierto que los niños se ven mejor y se sienten mejor, pero eso no significa que estén mejor. Ya que al inhibir la reacción de su sistema inmune, el microorganismo con el que se relaciona su enfermedad se vuelve más agresivo, ya que se “bajó la guardia” dentro del organismo. Dar antipiréticos es literalmente usar la política del avestruz. ¿Qué pasa si mi niño está delirando con la fiebre? Lo habitual es que para pensar con claridad y tener plena lucidez de conciencia la cabeza tiene que estar fría. Por lo tanto es natural, que al calentarse la cabeza, haya falta de lucidez y se hablen incoherencias. Esto es normal dentro de la fiebre y no deja ninguna secuela. Cuando se pase

la fiebre, el niño volverá a tener la misma coherencia de siempre. Pueden ayudar los baños de pies en agua calentita (a la misma temperatura corporal) en estos casos, para que deje de delirar. ¿Cómo ayudo cuando hay dolor de cabeza, producto de la fiebre? Cuando hay dolor de cabeza, ya sea por fiebre o congestión nasal o sinusal, es bueno hacer un baño de pies caliente. De ese modo llevamos el calor de arriba hacia abajo y en la cabeza suele producirse un alivio. Se exprime un limón y se coloca el jugo (la cáscara también si es orgánico) en un balde con agua a 37-38°. Se colocan los pies y pantorillas dentro del agua calentita por unos 15 minutos. Luego se sacan, se secan de inmediato y se ponen calcetines calentitos. Se pueden mantener los pies calientes también con una bolsita de agua caliente o una bolsita de semillas calentada. Si se tiene semillas de mostaza molida, es más efectivo el baño de pies con mostaza. Se coloca 4 cucharadas colmadas de semillas de mostaza molidas (que no esté molida hace más de 8 meses. porque si no pierde fuerza) en un balde con agua a la temperatura corporal (no más alto). Se introducen los pies de modo que el agua llegue hasta la mitad de las pantorrillas. Tiene que estar el tiempo suficiente hasta que empiece a picar o los pies se pongan un poco rojos. Esto es variable, según el tipo de piel, entre 7 y 15 minutos. Después se enjuaga con agua calentita, para que no queden restos de mostaza. Se secan los pies y se colocan calcetines abrigados. Es importante reposar por media hora posterior a este baño. No es recomendable hacerlo si hay alguna herida abierta en los pies o lesión inflamatoria. ¿Tiene más beneficios la fiebre? Las enfermedades con fiebre suelen darse más frecuentemente en la época de la niñez Eso está hablando de una cierta tendencia natural que puede tener su sentido. Después de que los niños han atravesado una enfermedad con fiebre, en que no se ha interrumpido el proceso con antipiréticos, muchas veces se pueden observar cambios muy notorios. Puede ocurrir un “estirón” o una maduración en algún aspecto, por ejemplo una mejoría en su motricidad o coordinación, en sus procesos de independencia, en superar el tartamudeo. A veces se ven cambios incluso en los rasgos de la cara. Para un observador fino muchas veces estos cambios son evidentes y nos están hablando de que se produce, un proceso de desarrollo importante en la niñez, que es como un salto que el niño dio después de atravesar su proceso febril. Obviamente los niños que pueden hacer su fiebre sin ser inhibida, no suelen hacer infecciones recurrentes, ya que con cada fiebre se fortalecen y ya no estarán tan débiles frente a las próximas posibilidades de contagio.


En defensa de la fiebre

Nota medicina

Dr. Roberto Crottogini, médico de orientación antroposófica Hace ya tiempo la revista científica Science publicó un artículo de los doctores Mathew Kluge y Bárbara Rothenburg, de la Universidad de Michigan, EE.UU., que pone una vez más en tela de juicio los criterios terapéuticos de la medicina sintomatológica que nos aqueja. Los citados fisiólogos han puesto en evidencia algo que ya muchos sospechábamos: eliminar la fiebre que acompaña a los procesos infecciosos puede causar más daño que beneficio. El aumento de temperatura parece ser una autodefensa del organismo mucho más efectiva que cualquier droga o antibiótico impunemente recetados. En realidad, el descubrimiento no es nuevo. Sin salirnos del marco de la ciencia aceptada –como ocurriría si acudiésemos, por ejemplo, a la bicentenaria tradición homeopática–, hace más de veinte años el premio Nobel André Lwoff, ya había cuestionado la idea predominante de que la fiebre es una parte intrínseca de la enfermedad; y, por lo tanto un fenómeno que debe combatirse. En sus investigaciones con el virus de la poliomielitis, descubrió que ese virus se reproduce perfectamente bien a 35º C, pero, a medida que la temperatura de los tejidos se aproxima a los 40º C, el crecimiento de los virus se va deteniendo. El punto álgido parece estar entre los 38,5 y los 39º C: mientras la tasa de multiplicación de las partículas virósicas es del 95% alrededor de los 35º, ese valor cae a sólo el 2% cuando la temperatura sube entre 3,5 y 4º C. Un pequeño ascenso termométrico se corresponde con una considerable reducción en la reproducción de los virus. Prosiguiendo sus investigaciones, el doctor Lwoff observó que al infectar con virus de la encefalitis a ratones, éstos podían curar fácilmente si se aumentaba su temperatura corporal como si recibieran dosis masivas de anticuerpos. Posteriormente, en los últimos años, muchos otros investigadores confirmaron los descubrimientos de Lwoff y, además, extendieron la validez del fenómeno a numerosos microbios. Las implicaciones de estos trabajos son claras. Si bien un aumento importante de la temperatura –arriba de los 41º– es lógico que requiera tratamiento urgente, el uso indiscriminado de aspirina y otros antipiréticos para disminuir la fiebre de una simple gripe, por ejemplo, no sólo puede ser una práctica ansiosa, sino además imprudente. Se estaría interfiriendo en el mecanismo normal que tiene el cuerpo para hacer frente a las infecciones. La novedad que aporta el trabajo de Kluge y Rothenburg es que en él se muestra cómo actúa la fiebre contra las bacterias invasoras. Trabajando con conejos de Nueva Zelandia infectados con bacterias Pasteurella multocida, observaron que a medida que aumentaba la temperatura disminuía la cantidad de hierro en el plasma sanguíneo. Lo mismo ocurría si cultivaban bacterias en un medio artificial con diferentes cantidades de hierro y a distintas temperaturas. Cualquiera fuese la concentración del hierro, a la temperatura

correspondiente a los conejos sanos, las bacterias se multiplicaban perfectamente, mientras que las temperaturas febriles inhibían su crecimiento. Una posible explicación de estos efectos parece radicar en los procesos de nutrición de las bacterias. Diversos investigadores de todo el mundo han informado que el poder reproductor de muchas bacterias depende de su capacidad para asegurarse provisiones adecuadas de hierro. La fiebre podría disminuir dicha reproducción; de allí su importancia en la lucha contra la infección. En el caso del virus de la gripe, otros investigadores descubrieron que a temperaturas muy altas se hace inestable una enzima fundamental que interviene en la formación del virus. Sea cual fuere la explicación última del fenómeno, éste podría desencadenar reacciones virulentas a otro nivel. Si se empieza a consolidar la idea de que el mejor tratamiento de un malestar es dejarlo evolucionar naturalmente, mientras observamos y vigilamos con atención su proceso, nos acercamos a la concepción de un ser humano integral en el aspecto físico, anímico y espiritual, donde cada enfermedad se transforma en un aprendizaje y no en una “desgracia”. Pruebas concluyentes han demostrado que cuando se infecta deliberadamente a ciertos animales, sobreviven una cantidad bastante mayor, en los que se ha dejado que alcanzaran temperaturas muy altas. Por el contrario, los animales infectados cuya temperatura los investigadores mantuvieron dentro de los límites de la media normal, fueron mucho más vulnerables a la acción de las bacterias infecciosas y sufrieron un alto índice de mortandad. Últimamente los efectos antibacterianos de la fiebre, han sido demostrados en distintos experimentos realizados en las universidades de Yale y de Indiana; y han comenzado a analizarse las causas bioquímicas de esta acción antiinfecciosa. Por lo visto, parte del mérito corresponde a una miste-riosa sustancia denominada EP (Pirógeno Endógeno), que segregan los glóbulos blancos. Ella actúa sobre el hipotálamo –termostato del organismo humano– el que ordena elevar la temperatura a todo el cuerpo. Con la temperatura provocada por una fiebre mediana, la producción de linfocitos T –glóbulos blancos especializados en la lucha antiinfecciosa– se multiplica hasta 20 veces, y la eficacia del agente antiviral llamado interferón aumenta más de tres veces. Además, el EP no actúa únicamente como elevador de temperatura, también ataca a las bacterias privándolas del hierro necesario para crecer y multiplicarse. El EP impide que abunde el hierro libre en los líquidos corporales y al privar a las bacterias de él, impide su proliferación. Como escribió alguna vez mi maestro el doctor Florencio Escardó: “Combatir la alta temperatura no es combatir la enfermedad, es matar a los perros para ignorar que se acercan los ladrones”.



nota familia

Invierno, muerte y nacimiento Germán Guaresti, médico pediatra especializado en cuidados paliativos e integrante de La Semilla, Escuela Waldorf de Rio Negro.

La aprobación en el Congreso de la Nación de la Ley de Muerte Digna puso en relevancia un tema clave: la muerte. Y creo que no por casualidad llega en el portal de otra muerte, poética y metafórica pero también real: el invierno.

¿Cómo hablamos de la muerte? ¿Y con los niños?

O antes de estas preguntas... ¿Es necesario hablar de la muerte? Considero que, como sociedad, todo lo que nos genera miedo, incertidumbre y dolor, lo vamos dejando de lado, tapamos lo "incómodo". Pero aunque no lo tratemos, está y —por ahora— es inevitable. Con los niños sucede que lo que no se manifiesta, no se permite expresar, se tapa u oculta no desaparece mágicamente solo con no verlo. Lo que aparece en el niño como necesidad o inquietud requiere ser abordado. Porque de todos modos, él mismo tratará de darle una resolución interna a su cuestionamiento y cuanto más podamos acompañarlo en esta búsqueda, mejor. Más si este acompañar es un acto lleno de sentido, que respeta al niño como un ser integral, y nos plantea un desafío como adultos a bucear en ríos subterráneos oscuros que nos generan desconfianza o temor. Pero el fin lo amerita, llegar a ese “ser” que está buscando una respuesta verdadera. Para cada edad, para cada etapa evolutiva de los niños hay una manera de guiar con respecto al tema de la muerte. No es lo mismo para un niño pequeño, sin noción de irreversibilidad, que para un niño mayor cuya alma vibra con la polaridad, lo irreversible, la no vuelta atrás. Pero aunque a priori impresione como una tarea difícil, los niños nos aventajan al estar más conectados con la naturaleza y el mundo sensible, lugares donde la muerte forma parte de la propia expresión de la vida. Los niños no se sorprenden con los ciclos vitales de los cuales son parte y están unidos a esos círculos naturales de crecimiento, florecimiento y muerte; como las flores del bosque que con tanta veneración

ellos observan. Existen muchas herramientas para abordar este tema. Personalmente la que más me gusta, porque a mi entender se adapta a la evolución de la infancia, son los cuentos. Hay muchos relatos y para diferentes edades, sin embargo lo más importante es que los adultos (padres, tíos, amigos, maestros) no le “saquemos el cuerpo" y podamos transitar —aún desde lo subjetivo— la idea de la muerte, ese invierno frío y oscuro, como algo necesario para un nuevo florecer. Quiero compartir un pasaje de un hermoso texto de Elisabeth Kübler-Ross (médica) quien junto con Cicely Saunders (enfermera) son las pioneras del movimiento mundial de cuidados paliativos. Elisabeth escribió un pequeño libro para responderle a un niño de 9 años que se encontraba en el final de su vida y que deseaba saber: ¿qué es la vida?, ¿qué es la muerte?, ¿y por qué tienen que morir los niños? Crea una bella imagen, que es el lenguaje comprensible para los niños, donde toma las estaciones como metáforas: "En invierno no se ve vida en los árboles, pero cuando llega la primavera salen una tras otra todas las hojitas... Cuando acaba el verano, el árbol está rojo, lleno de manzanas, ha cumplido el trabajo para el que estaba destinado, su misión. Al llegar el otoño se le caen todas las hojas y el árbol se va a "descansar" durante el invierno". Comparto su imagen y su idea de ciclos: el día sigue a la noche, y la noche sigue al día; la primavera sigue al invierno...; la vida sigue a la muerte, y la muerte sigue a la vida. Cuando un barco desaparece del horizonte no significa que se fue "para siempre", es que ya no está a la vista. Lo mismo pasa con el invierno. Y también con la muerte.


revista de invierno nota social

Productos que llevan alas Pía Berdiñas Muchas veces las mujeres sentimos la tensión entre ser mamá y trabajar, sobre todo cuando poner fuerza en un lado lleva a apretar o sacrificar el otro. AMADORA, palabra que une otras tres: amor, madre y voladora, nació como intento de conciliar ambas cosas. Por eso se llama Madres Voladoras, porque propone volar con los hijos. Y por eso su logo son círculos que se expanden, desde el centro hacia fuera, abriéndose sin dejar de contener. Amadora es un proyecto que busca fortalecer familias de operarios, brindando a las mujeres un trabajo creativo en el hogar y un ingreso propio. La idea nació de mi trabajo en desarrollo social con los trabajadores de una fábrica y sus familias. Mates de por medio, algunas mujeres me plantearon la inquietud por comenzar a trabajar, tener su propio dinero. Querían satisfacer ciertas necesidades postergadas como tener una mesada en la cocina, o comprar sillas. Pero a la vez de la dificultad de conseguir trabajo estaba la dificultad de organizarse con los niños. Por mi parte, me alarmó la idea de que madres de hogares muy sanos, con tantos niños pequeños quisieran trabajar de operarias, lo cual significa una jornada de muchas horas. Lo que siguió fue descubrir los intereses, talentos y conocimientos de cada una, y qué querían aprender. Comencé a capacitarlas, buscar contactos y ocasiones de venta y comenzamos a armar el proyecto. Una a una se sumaron las mujeres, según sus posibilidades y según el trabajo que había. Se arreglaron para conseguir máquinas prestadas, compradas en cuotas o donadas, para aprender a coser luego de pocas instrucciones verbales, para trabajar en su casa a su ritmo y reunirnos cada tanto a estampar. Luego comenzamos a hacer sombreros de lluvia con descartes

de sachets y de paraguas, una idea que nos acercó una amiga, Antonia Kaul. El sistema de trabajo es que cada una lo haga en su casa y envía lo producido por medio de su esposo o padre a Valentín Alsina para que yo lo venda. Nos reunimos cada dos o tres meses para trabajar juntas. Hoy en día es un grupo de amigas, de personas maravillosas que demostraron habilidades sorprendentes y mucha alegría. Hay momentos mejores, otros más flojos, pero estamos dando el salto de tener Monotributo social que permitirá institucionalizar este maravilloso impulso que por definición echa a volar a sus integrantes. Amadora tiene un efecto estimulante que las lleva lejos y vuelan, tal vez determinado por el nombre elegido, Madres Voladoras. Sucede que muchas mamás al comenzar a capacitarse y descubrir su propia fuerza, emprendieron caminos de aprendizaje y negocio por nuevos rumbos. Decidieron estudiar, por ejemplo magisterio, o manicuría, o ahora inclusive abogacía, iniciar una carrera propia, tener su clientela. Al fin y al cabo sucedió algo buenísimo: descubrieron la propia capacidad y la posibilidad de andar un camino propio. Samantha es la marca de la fábrica de escobas y cepillos que ampara este intento. Allí tuvimos el primer espacio para reunirnos a estampar, y financió las primeras compras de telas, pinturas, bastidores y galletitas. Desde Gusanitos de Queso ofrezco los productos a mis clientes, a personas que se acercan y sobre todo a amigos. También están en la Feria de Consumo Responsable cobijadas por Rossana Pua, en las tiendas de las escuelas y en el Museo Sívori.

Sabemos que hacer algo para otros hace bien, y que esto funciona como una especie de magia. A veces comprar algo trae resultados inesperados. Pía Berdiñas es socióloga, consultora en desarrollo social, productora de los juguetes Gusanitos de Queso y coordinadora del grupo Amadora.


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nota pedagogía Waldorf

Época de invierno en el Jardín de Cuarto Creciente Con la llegada del invierno los días se acortan, el Sol nos ilumina y calienta de una forma menos directa. Las fuerzas de la Tierra se vuelven hacia su interior. Los árboles desnudos concentran su mayor actividad en la raíz, los animales se acurrucan en sus madrigueras y se preparan para invernar. Todo el paisaje a nuestro alrededor se modifica, nuestro comportamiento cambia. Buscamos resguardarnos del frío y permanecer más tiempo adentro. Nos volvemos sobre nosotros mismos, nos invade la introspección y quedamos guardados bajo muchas capas de abrigo para resurgir luego, junto a la naturaleza en primavera. En el Jardín acompañamos este proceso de la naturaleza a través de vivencias que permiten a los niños transitar esta época. Estas vivencias se dividen en tres momentos: celebración de los Farolitos, celebración de la Luz y celebración de los Enanitos.

Celebración de Enanitos Cada época del año, cada estación que se pone de manifiesto en la naturaleza nos pone en contacto con los cuatro elementos: agua, fuego, aire, tierra. Estos elementos no actúan solos, sino que los ayudan los seres elementales: ondinas, sirenas, ninfas, salamandras, hadas, sílfides, silfos, duendes, pigmeos, gnomos, etc. Todos ellos cuidan la naturaleza, las plantas, los ríos, los mares, etc. Ayudan a la renovación y al cambio. También ayudan a mantener el aire limpio. Muchos de ellos adoran las flores y los árboles. Toman la vitalidad del Sol y se encargan luego de llevarla a todo el bosque. Los duendes, traviesos y pequeños, tienen mucho conocimiento sobre tesoros. Muchos de ellos prefieren jardines, granjas, campos o bosques, y tienen la misión de cuidar las plantas y los animales. En todo lugar donde los diferentes reinos se tocan, se ofrece la oportunidad para que ciertas entidades se manifiesten. En el interior de la Tierra, en el punto donde la piedra toca la veta metálica, se sitúan los enanos, quienes trabajan desde el núcleo durante todo el invierno, moldeando y extrayendo de la piedra su interior único y precioso, para ofrecerlo al mundo en la primavera. Del mismo modo, obedeciendo a la naturaleza, el hombre penetra en su interior introspectivamente para mol-

dear aquello que sea necesario. Para luego, cual piedra preciosa, hacer resurgir desde dentro los “tesoros” fruto del trabajo interior, consciente de que el mundo espiritual siempre nos acompaña y ayuda en dicha tarea. Con este fundamento, las maestras armamos la época de los enanitos. Como actividad, los niños, imitando a sus maestras, confeccionan sus duendes. La época culmina con una fiesta especial, la fiesta de enanitos, que preparamos entre todos, donde seguramente los gnomos y duendes nos prepararán sorpresas y nos dejarán algún tesoro escondido que deberemos descubrir.

En el bosque

Los enanos se van con sus hachas, ran, ran; En el bosque tendrán, varios troncos que hachar. Con su rojo y azul, los enanos se van; Con su rojo y azul, otra vez volverán. Un enano cuidó esta blanca raíz; Otro enano pintó ese rojo matiz. A los bosques vendrán con su nuevo quehacer; Y los bosques tendrán su feliz renacer.


nota Interes general

Experimentar a los seres elementales Ursula Burkhard

Texto extraído de Neues Denken nº 4, 1994. Traducido al francés por Daniel Kmiécik y Jean Michel Florín, y del francés al castellano por Alvaro Altés. Hoy muchas personas sienten la necesidad de interesarse por la acción de los seres invisibles. Para convencerse basta ver la moda actual de relatos sobre ángeles. Comenzamos a sentir que más allá del mundo de los objetos físicos existe también un mundo de otras muy numerosas influencias e interacciones entre seres y objetos, que desde hace largo tiempo no se han tenido en cuenta. Hablar de seres elementales provoca dos reacciones opuestas: unas se niegan categóricamente a escuchar las influencias que no pasan por el esquema de pensamiento científico habitual, y otras aspiran precisamente a vincularse por medio de sentimiento a un mundo invisible que se espera ver aparecer en el mundo accesible a la conciencia habitual. A Ursula Burkhard, de Basilea, ciega de nacimiento, se la conoce por

su pequeño libro Karlik, en el que expone su experiencia de los seres elementales con el simple estilo de un cuento. Es pedagoga y autora de cuentos y libros destinados a no videntes, y colabora habitualmente desde hace algunos años en el pequeño diario galés Nouvelle pensé. Aquí reproducimos un extracto de la edición del otoño pasado, en la cual muestra cómo mediante una ampliación de la conciencia hacia percepciones más sutiles, podemos acercarnos a este mundo de los seres elementales. Cómo pasar de la tradición y de la teoría a la experiencia personal Saber con la cabeza pero no creer... Para muchas personas existe una realidad teórica esencial en los elementos, y quizá también en los seres elementales particulares. Pero percibirlos o vivir amigablemente en su compañía... ¡eso es ir demasiado lejos! Y sin embargo estos seres están presentes en nuestro trabajo, y los antropósofos no dejan de hablar de ellos, tienen en cuenta su actividad. Los granjeros y los hortelanos esperan recibir su ayuda. Las amas de casa y los maestros de escuela tienen que ver con ellos, conscientemente o no. Desempe-

ñan una importante función en todas las profesiones de la salud. Pero ¿cómo debe representárselos la persona adulta, superando el saber puramente intelectual, pero sin hundirse en la superstición o en las quimeras materialistas de criaturas que parecen duendecillos de jardín? Atender a las sensaciones que no están vinculadas al cuerpo Los seres elementales son espíritus, y por lo tanto no se encarnan. Sin embargo actúan invisiblemente en lo visible, animan real y de forma esencial la tierra, el agua, el aire y el fuego. Actúan entre el mundo visible y el mundo invisible. Por ello los cuentistas irlandeses hacen habitar a estos espíritus en el umbral de la casa, ahí donde hay un tránsito entre la morada humana y la naturaleza exterior. Así vinculan dos ámbitos diferentes. El cuento habla de estos seres recurriendo a imágenes auténticas, porque al igual que muchas otras cosas, no se dejan expresar de otro modo. Lo que no se puede expresar en nuestro lenguaje, se señala mediante alegorías. Quien tiene experiencias prácticas con los seres elementales o se identifica con el sentimiento en la narración del cuento, es capaz de entender estas imágenes por lo que ellas quie-


revista de invierno

ren decir. Pero muchos de nuestros contemporáneos comprenden mal estas imágenes. Quien considera las alegorías del cuento simplemente como realidades exteriores, esperará percepciones que se parezcan a las que tiene en el mundo puramente terrestre. Por lo tanto, debe abrirse a, percepciones nuevas y desconocidas para aproximarse a estos seres. Los encuentros con los seres elementales comienzan a menudo con sensaciones y presentimientos tenues. Una experiencia vivida y conocida por todos puede aclarar esto: una persona en la calle observa o espera algo; de repente siente que la tocan, pero no físicamente; alguien está detrás de ella y la mira, siente esa mirada dirigida sobre su espalda; se vuelve y mira tras de sí; alguien está realmente ahí y la mira. La sensación se confirma, no era simplemente una ilusión. Experiencias similares, vividas por seres humanos muy sensibles y cuyo sentimiento se abre a ellas, no son tan fáciles de demostrar. También se parecen a un toque que no tiene nada de corporal, a algo que actúa como si ellos fueran objeto de una percepción. Su interior es tocado por las miradas procedentes de las piedras, de las plantas, de la tierra y del agua. Ellos sienten así la realidad esencial que se manifiesta en la naturaleza. Adivinan y presienten una actividad invisible que reina en el mundo visible. Cuando estos contactos interiorizados no se ignoran o

no se los rechaza, se condensan, se densifican en las imágenes de los espíritus de la naturaleza, como las que enfrentamos en los cuentos, en nuestros sueños, y poco a poco también en la experiencia despierta y consciente. Los sueños despiertos se vuelven diarios y se convierten en conocimiento. El ser humano aprende a diferenciar entre lo que es simplemente una imagen y el lugar donde un ser se manifiesta con toda su realidad. La aparición en imagen de estos seres y su esencia auténtica están impregnadas por las propiedades características de los elementos, en el seno de los cuales estos seres manifiestan su acción. Por eso también podemos acercarnos a ellos sumergiéndonos en las propiedades de cada uno de los elementos y tanteando con delicadeza, a la búsqueda del encuentro de la realidad esencial que en ellos vive. Los gnomos, los espíritus de la Tierra Los gnomos actúan como creadores invisibles de todas las fuerzas que se endurecen. Producen el elemento sólido, como el de la roca dura. Por tanto su elemento es la tierra. Las propiedades de la tierra nos indican la naturaleza de los espíritus de la tierra. ¿Qué particularidades de la tierra se nos aparecen espontáneamente? Ella es compacta, dura, pesada; ella transporta, sostiene y forma la base, el suelo sobre el cual nos levantamos. Es persistente, protectora, oscura. Guarda riquezas en sus profundidades: metales, piedras preciosas, petróleo, carbón. Es la patria de las raíces y lleva el ciclo vital de la planta. Por su consistencia, sólo se deja trabajar y transformar lentamente. Una gran sabiduría vive en ella, como un tesoro invisible que se puede descubrir en todas las criaturas y en las leyes de la naturaleza. Vinculándose a ella, el ser humano adquiere la sabiduría. Los mismos gnomos son la sabiduría; una sabidu-

ría que ellos ejercen en el seno de la tierra por medio de fuerzas que son sus propias sustancias. El nombre de gnomo proviene de la misma raíz lingüística que gnosis (conocimiento). En las representaciones en imágenes de las figuras de gnomos, se hallan muchas similitudes con la lechuza, el ave de la sabiduría. Como dadores de consejos, recompensan los esfuerzos sinceros del ser humano dándole súbitamente buenas ideas, y con ello ayudan a la resolución de tareas difíciles. Por el contrario, castigan a las personas necias y presuntuosas, satisfaciendo sus deseos absurdos y pareciendo tomarse en serio y seguir sus declaraciones desconsideradas. Las leyendas y los cuentos relatan tales cosas. La dureza de su elemento vuelve a los gnomos despiadados, y su suficiencia espiritual les puede conducir a mostrar un humor burlón y sequedad de corazón. La dureza del elemento rocoso no les da ninguna resistencia física: en su elemento terrestre flotan y marchan como flechas. Se instalan cómodamente en la seguridad que les ofrece el interior de la Tierra. Gustosamente se hacen amigos de los seres humanos y desean ardientemente el tierno afecto que mostremos hacia ellos (por ejemplo en los cuentos esto se produce a menudo en la ayuda que reciben los cuidados de la casa). El ser humano de múltiples dones debe liberar a los gnomos de su carácter unilateral: su tendencia a endurecer el elemento sólido hasta el extremo, el riesgo de volverse ávido y avaro en su disfrute de las riquezas o dejarse llevar a malas acciones por su suficiencia espiritual. Los seres elementales no tienen ninguna conciencia moral por sí mismos. Son instruidos por el comportamiento moral del ser humano, un comportamiento que origina y dirige sus actos. El agua, ropaje de las ondinas El agua durmiente de un lago o de un estanque se dispone horizontal


nota Interes general

y forma una superficie aislante y limitante como una piel, una piel impresionable y sensible en extremo, pues el agua se deja remover, rizar, ondular fácilmente. En el agua aparecen los contrastes: separa los países y los une por medio de los barcos que lleva sobre sí. Permite y destruye la vida. Es fluida y sin embargo modela la piedra dura. En su fluir, en su paso por diversos estados físicos, su evaporación, sentimos una especie de aspiración a otra existencia -como arroyo, río, mar, nube. Cuando murmura, gorgotea, chapotea, brama, rompe, se revela y se expresa en los tonos más diversos, nos hace pensar en la naturaleza del alma que quiere manifestarse. El agua purifica y refleja y por tanto se vuelve una alegoría de la purificación y del conocimiento del yo; sus profundidades esconden maravillas y peligros. Representar a los seres elementales, seres invisibles, es particularmente difícil. Las ilustraciones más convincentes las han realizado artistas como Paul Klee, que han tratado de adentrarse en lo que él llama el mundo del entre-dos o reino del entre-dos. Paul Klee formula así su concepción del arte: El arte no reproduce lo visible, sino que lo vuelve visible. Maravillosos pero a la vez peligrosos, son los espíritus del agua. Las ondinas son capaces de un gran amor, sin embargo su amor es posesivo. En efecto, a quienes convidan les atraen a las profundidades de su elemento. Por tanto quien pueda encontrarlas de modo tal que llegue a apaciguar sus ondulaciones sensibles, recibe sus regalos: riquezas visibles en forma de perlas y peces particulares, y dones invisibles como la purificación, el conocimiento de sí mismo y la facultad de discernimiento de la realidad, por analogía con su simple reflejo. Las ideas individualizadas, y las petrificadas, emanan de los gnomos, ondinas las combinan vertiéndolas en la coherencia del pensamiento. En la misma forma de expresión del

elemento agua, la aspiración ardiente a liberarse metamorfoseándose en otra esencia, más elevada, habita y anima a los espíritus que se activan en el seno de este elemento. Quieren transformarse y sus deseos resuenan en lamentos y músicas ondulantes. Tal liberación se les concede cuando se alían con el ser humano o cuando reciben la influencia compasiva de los espíritus del aire. La acción de las sílfides en el aire El aire no sujeta nada, ni ser vivo ni riquezas. No hace otra cosa que moverse. Está presente en todo y todos le respiran. Nadie puede retirarlo o aislarse de él. El Génesis cuenta cómo el ser humano inspiró el soplo divino y se volvió un alma viva; el ser humano pudo dar forma al aire, su aliento se volvió palabra. Puede comunicar lo que le sucede, lo que piensa, siente y ve; así nacen las relaciones humanas. El aire reúne a los seres que respiran. Por efecto del aire, el agua se transforma en nube que el aire transporta, pero que no sabe detener. Lleva también a los pájaros, a las mariposas, al polen de las flores. Y permite nacer a las llamas. El aire es invisible, su acción sólo se ve en el movimiento de los seres y de las cosas. Nunca el aire sería capaz de dejar algo hundirse y perecer en su elemento como lo hace el agua. Su ligereza contrasta con la pesantez terrestre. Como las ondinas, las sílfides son también espíritus del amor, pero su amor es desinteresado: no lleva la huella de la posesión. Ariel es un espíritu del amor de esta clase, tal como está representado en la tempestad de Shakespeare y el Fausto de Goethe. Andersen habla de la pequeña sirena, a la cual el amor, primero impregnado de deseo, se transforma en disposición al sacrificio y devoción, lo que le permite elevarse junto a las hijas del aire. Las sílfides quieren también vincularse a los seres humanos. En el cuento, ellas lo hacen en forma de la joven convertida en cisne. Son gran-

des sus exigencias respecto a los seres humanos que quieren unirse a ellas por amor. Ellas les rehúyen, pues no quieren poseer ni ser objeto de posesión. El ser humano se halla ante la tarea de limitarlas, de buscarlas. El camino que conduce a ellas es difícil. Pero precisamente en esta dificultad el ser humano se engrandece y lucha por descubrir su propio ser. Sólo a partir de ese momento el ser humano está maduro para responder al amor desinteresado de la joven en forma de cisne. Las ondinas ofrecen la purificación y el conocimiento del yo; las sílfides exhortan al descubrimiento del yo y al nacimiento del yo. Las salamandras, los seres elementales superiores del fuego El cuarto elemento lo hallamos de forma natural en el calor del mundo que nos rodea y de nuestro interior. En todas las formas de calor viven las salamandras. Claro está que como fuego, el cuarto elemento no forma parte del Génesis, pero es un don divino suplementario. Prometeo lo trajo a la Tierra contra la voluntad del Padre de los dioses. Los animales salvajes huyen del fuego, presienten aún algo particular, algo sobrenatural; como en el rayo que cae del cielo y que es sublime y pavoroso, o como en el fuego alumbrado por el ser humano. Los seres humanos también han experimentado en otro tiempo el fuego como un regalo de los dioses. Moisés reconoce a su Dios en el arbusto ardiente, incendiado,


revista de invierno

que no se consume. Con las pruebas de fuego se sondeaba la voluntad de los dioses. En los holocaustos se ofrecían acciones de gracias y expiaciones y se ganaba los favores de las potencias superiores. El fuego, como don divino, ofrece o impone la libertad a los seres humanos. Ellos ya no dependen de la luz diurna, pueden iluminar su morada durante la noche y calentarse en invierno. Las culturas se construyen con la fuerza del fuego, pero el ser humano también puede planificar y realizar su propia destrucción. Las ilusiones humanas desaparecen entre las llamas. El fuego, como don de los dioses, confiere la fuerza. Los portadores de esta fuerza existen en los cuentos: son los forjadores, los carboneros, los enanos y los brujos. La fuerza no es buena ni mala, puede emplearse de las dos maneras. Los maestros del fuego claramente opuestos a los dioses son los diablos y los dragones que arrojan fuego. Las salamandras, los espíritus del fuego, son seres elementales que se hallan en un nivel elevado. Por esta razón los cuentos evocan más su elemento que los propios espíritus del fuego. Mientras los gnomos ofrecen la sabiduría terrestre, las ondinas estimulan la purificación y el conocimiento de sí, las sílfides conceden a los seres humanos el esfuerzo en el amor desinteresado, se podría decir de las salamandras que llaman al reconocimiento de las voluntades divinas por la destrucción por el fuego de las ilusiones humanas. Ellas llaman a poner en práctica la libertad y la

fuerza, que son puestas a disposición del ser humano como dones divinos, de modo que la voluntad de Dios se haga sobre la Tierra. Los seres elementales en nuestra vida cotidiana Cuando permanecemos en un paisaje bello, pero también cuando vamos cada día a la ciudad para trabajar, entramos sin cesar en contacto con los elementos sólido, líquido, aéreo y calórico. Esto nos puede invitar a meditar sobre las propiedades particulares de estos elementos. Este pensamiento, que se identifica con los elementos, constituye una especie de puente arrojado hacia estos seres que se manifiestan y se expresan en los elementos. A muchos seres humanos les gustaría contribuir de algún modo en la liberación de los seres elementales, pero no saben cómo hacerlo. Estos seres participan activamente en nuestra vida real. Por eso no les alcanzamos con las celebraciones razonadas artificialmente y ejecutadas solemnemente. Ellos quieren estar implicados en todo lo que emprendemos: en nuestro trabajo, en nuestras diversiones, en nuestras investigaciones, nuestras meditaciones y nuestras oraciones. La relación que mantengamos con ellos no debe ser un estado extraordinario, sino un hábito vital. Pero no debe surgir una mezcla malsana de percepciones espirituales y de percepciones sensibles. Cuando mediante la percepción consciente y la actividad pensante profundizamos en lo que se nos desvela, esto nos conduce a una convi-

vencia auténtica con los espíritus de la Naturaleza. Enseguida nos damos cuenta de cómo actúa el espíritu en la materia. Yo experimento esto sobre todo cuando cocino, lavo, limpio o cuido mis plantas. Entonces se puede abrir paso una disposición anímica que vuelve mi acción más agradable y más fácil. De una disposición anímica como esta surgió en otro tiempo la idea de que los gnomos realizan nuestro trabajo. Ellos no lo hacen para nosotros, lo hacen con nosotros, cuando con nuestro comportamiento les dejamos actuar imperceptiblemente en nuestras actividades. Las plantas que cuidamos lo sienten. "Tienes la mano verde", me dicen. Los niños a quienes les contamos una historia también lo sienten, y luego cobra vida en ellos el sentimiento de que es verdad y es justo, y los adultos creen lo que dicen. De este modo los seres elementales nos aportan mucho bien y nosotros podemos liberarlos de su cautividad en los aspectos unilaterales de su vida. Todo trabajo que realizamos con amor sobre la Tierra, todo trabajo que realizamos sobre nosotros mismos, para volvernos seres humanos equilibrados, es un presente ofrecido a los seres elementales. Un ser humano que aprende a unir y equilibrar en sí los puntos de vista exclusivos y las contradicciones, ayuda a los seres elementales y recibe también su ayuda. En este cuento, tal ser humano se vuelve rey. Juan el Fuerte y los cuatro elementos El cuento de Grimm Juan el Fuerte muestra el efecto de los elementos y de sus seres elementales sobre el camino de un ser humano que se vuelve rey. A Juan, aún muchachito, se lo llevan en compañía de su madre unos bandoleros que los encierran en su caverna. Los bandoleros amasan riquezas que roban por la fuerza a los de-


nota Interes general

más; comen mucho y se embriagan fácilmente, y sólo conocen la fuerza. Son materialistas empedernidos. Han raptado a la mujer para que les cuide la casa y se dedique a servir a esos machos. Juan crece en la oscuridad de la caverna, no aprende nada de la belleza de la Naturaleza y está expuesto a esas influencias unilaterales. Su madre actúa opuesta a ellos, contándole historias que siembran en su alma una semilla de humanidad. Juan crece y se vuelve grande y fuerte en el interior de la tierra, y acaba por liberarse, con su madre, del poder de los ladrones. Ellos vuelven juntos a la casa de su padre. Las fuerzas unilaterales desarrolladas por Juan el Fuerte son primero devastadoras en el armonioso entorno de sus padres. Él derrumba la casita de su padre, pero a continuación ayuda a construir una nueva, y cultiva los campos de sus padres y cuida su ganado. Entonces parte al vasto mundo con un bastón para caminar que pesa cien libras. Sus trabajos le llevan a las tinieblas de un gran bosque donde hace amistad con dos compañeros de los bosques: con Tuerceabetos, que para hacer cuerdas tuerce los mayores abetos como ramitas de mimbre, y con “Rompepiedras”, que rompe sin descanso las rocas a golpe de puño. Los tres compañeros se instalan en un castillo solitario. Uno de los tres debe quedarse en el interior para cocinar mientras que los otros dos salen a cazar por el bosque. Cocinando, es decir al tener un contacto con el elemento fuego, estos tres seres, ligados de modo exclusivo a la tierra, experimentan la desaparición de sus ilusiones. Aprenden que no se puede obtener todo por la fuerza. Al ocuparse cada uno de la cocina, recibe la visita de un enano "completamente encogido", que le exige un trozo de carne. “Tuerceabetos” y “Rompepiedras” no quieren darle nada y le persiguen. Pero él, que es un espíritu de la tierra mucho

más fuerte, aunque de estatura más pequeña, les administra una paliza a cada uno de estos fanfarrones orgullosos de su fuerza, lo cual es nuevo para ellos. Juan siente compasión por el enano y le da un trozo de carne, pero le ha de parar los pies porque no deja de volver a pedir. Le da pero no se somete. Su comportamiento humano pone un límite al poder de los enanos de la tierra, y Juan no puede ser molido a golpes. Pero también debe reconocer que no puede esperar todo por medio de la mera fuerza. Sólo con la ayuda de sus compañeros alcanza la morada del enano subterráneo. Ha de dejarse descender en un cesto por el pozo donde habita el enano. Al llegar al fondo, encuentra una puerta, que abre, y descubre una princesa maravillosa que está prisionera y guardada por el enano. Él tumba la puerta y supera así una fuerza terrestre que actúa de modo exclusivo y sirve al mal por su parcialidad. De este modo libera a la princesa, de la cual enseguida caen las cadenas. Luego los dos compañeros que se habían quedado en la superficie izan a la princesa para sacarla de su prisión, pero abandonan a Juan en el pozo. De nuevo su fuerza no le ayuda. Entonces descubre un anillo mágico que brilla en un dedo del despojo del enano, la fuerza terrestre unilateral vencida. Este anillo le convierte en señor de los espíritus del aire. Ellos le remontan de su agujero y le transportan a la orilla del mar. Juan ve a lo lejos, sobre el mar, una barca donde están sus dos pérfidos compañeros que se han llevado a la princesa.

Quiere perseguirles nadando, pero el agua no puede llevarle en sus olas, pues su pesado bastón le arrastra al fondo. Girando su anillo, los espíritus del aire le salvan por los pelos y le transportan a la barca de los fugitivos. Él vence a sus dos compañeros traidores. El agua que antes les separaba de su amada y que quería hacerle perecer, le transporta ahora al reino de la hija del rey. Se casa con ella y se vuelve rey a su vez. Juan alcanza ese fin elevado porque experimenta las oposiciones y las contradicciones en el seno de los elementos, y los ha unido en sí, liberándose así de su estrechez personal. Por su acción, libera también a la hija del rey, que se puede considerar como la imagen de su propia alma, según el significado del cuento. Ahora ya no puede más que comportarse humanamente sin cesar, se ha vuelto totalmente humano. Por tanto en el lenguaje del cuento es un rey. Así sigue la frase a menudo mal comprendida, citada por el Génesis: Que la Tierra os sea sometida. Tal ser humano, que se ha vuelto totalmente rey, no explota a la Tierra como un ladrón, sino que a partir de una conciencia general más elevada, satisface el anhelo de libertad de los seres elementales tal como ellos lo manifiestan en su elemento, pues sufren en la espera de ser liberados por él de todo carácter unilateral.


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La tinción con tintes naturales

Diana Fernandez, Maestra de labores escuela Cuarto Creciente. diana@lanayfieltro.com.ar

¿Qué es un tinte natural? Los tintes naturales son preparados usados para teñir generalmente fibras como lana, algodón o seda, que se obtienen de animales, plantas o minerales a través de un proceso artesanal. Esto los diferencia de los colorantes industriales que son totalmente sintéticos o tienen una elaboración a través de la industria química. Breve historia de los tintes naturales Desde la más remota antigüedad todas las culturas le han dado una gran importancia a los colores de las vestimentas. Sacerdotes, nobles y reyes eran los destinatarios de ciertos colores que indicaban su rango o investidura y solo podía ser usado por quien lo ostentaba. Los colores más importantes eran el carmín, el azul y el púrpura, que no por casualidad son los difíciles de obtener en tintes naturales. El pueblo llano debía contentarse con los marrones y verdes, los dos colores más fáciles de lograr. Es curioso observar que los tres tintes más valiosos, el carmín de cochinilla (obtenido de un insecto de los cactus), el azul añil (proveniente de varias plantas de la familia papi-

loneacea) y el púrpura (de caracoles marinos) significaron tanto en América como en Eurasia, el máximo nivel de tinción, reservado a los poderosos tanto en la Europa medieval como en el imperio Maya e Inca. La tinción artesanal individual o en grupos familiares va pasando durante el renacimiento a talleres de tintorería, de los cuales los más famosos son los de Florencia y posteriormente a verdaderas industrias textiles, aunque todavía la materia prima proviniera de fuentes naturales, si bien de cultivo o cría. Finalmente con el descubrimiento y expansión de los colorantes sintéticos a partir de mediados del siglo XIX la tinción natural artesanal va quedando en el olvido aún en grupos de tejedores descendientes de los pueblos originarios en América que utilizan hoy lanas industriales teñidas para sus trabajos. ¿Porqué elegir teñir hoy con colorantes naturales? Afortunadamente en los últimos años antropólogos, telaristas y estudiosos de las culturas de los pueblos originarios han tratado de rescatar las técnicas tradicionales del teñido natural, documentándolas, ya que éstas se trasmitían de generación en

generación, en forma oral. Por otra parte diversas asociaciones en América apoyan el teñido, hilado y tejido artesanal tradicional en diversos grupos como una forma de vida sustentable para muchas comunidades de pueblos originarios, a través de cooperativas donde pueden comercializar sus productos, revalorizando estas técnicas y poniéndolas al alcance de quiénes pueden apreciarlos. Así a través de asociaciones de tejedores, por redes de comercio justo, y de cooperativas de productores se logra conservar estas valiosas técnicas culturales. Por todo esto, tejer con fibras teñidas artesanalmente con tintes naturales, le agrega al trabajo un valor “cultural”, revalorizando desde la ciudad estas técnicas ancestrales, muchas de las cuales salen de nuestras raíces americanas, o son una mezcla con otras traídas de Europa y adoptadas por los pueblos originarios. Así podemos utilizar tintes naturales obtenidos en nuestro entorno, de árboles, jardines o campos cercanos, como a través de cursos que nos permiten tomar contacto con colores y técnicas que usaron, y aún utilizan las comunidades de pueblos originarios.


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Nota alimentación

La organización calórica del Ser Humano Karina Vaca Zeller. Fragmento de una charla para padres. Octubre 2003

El ser humano tiene un organismo calórico que lo hace ser hasta cierto punto independiente del entorno. La temperatura de la sangre es relativamente constante. Cada uno de nosotros además posee un “mapa” calórico propio a lo largo de su corporalidad. Nuestra organización calórica tiene que ver con nuestra individualidad, con nuestro Yo. El ser humano es más afín al calor que al frío. Él es un ser calórico, no un ser del frío. Él debe elevar hasta su organización calórica todo cuanto ingiere. Llevar lo mineral hasta el plano de lo calórico es un tremendo esfuerzo. La alimentación hoy en día tiene muchas fuerzas minerales. Las comidas calientes son más fácilmente digeribles que las frías. Cuando uno abusa de los alimentos helados, se está requiriendo del organismo un esfuerzo excesivo y esto además sobrecarga al hígado, que es el órgano que tiene tanta relación con el calor. El daño a la organización calórica de los niños produce un debilitamiento en su individualidad. Por eso mucho cuidado con los helados frecuentes o con echarle hielo a todo cuanto se bebe. Cuando nosotros calentamos o cocinamos los alimentos, ellos pueden ingresar más fácilmente a la organización calórica. El hombre no necesita cocinarlos o calentarlos. El calentar, cocinar, tostar, dorar es siempre un alimento para la organización calórica, va dirigido al hombre central. Los procesos calóricos llevan más la nutrición al hombre central, hacia las funciones internas, individuales, donde el hombre se relaciona con la Tierra, donde se desarrolla su individualidad. Tiene que ver con fuerzas encarnatorias. Se estimula de esta forma la voluntad en el ámbito metabólico motor. Cocido no significa recocido. Hay que cocer las verduras de modo que no pierdan su color y consistencia, de otro modo también se destruyen sus fuerzas. La comida fría y cruda produce un fortalecimiento de las influencias cósmicas, de las fuerzas “extrahumanas”. Con ello se estimula al hombre periférico (piel y órganos sensorios). Me refiero a los alimentos crudos tal como se hallan en la naturaleza. Lo crudo requiere del hombre muchas fuerzas. Éstas son especialmente importantes de promover cuando se quiere lograr un proceso de curación. Por eso cuando un niño está enfermo hay que estimular el consumo de alimentos crudos, ellos ayudan en la sanación. Si es una persona con sus fuerzas propias demasiado debilitadas (se ve más en personas mayores, no en niños), es preferible darles alimentos cocidos, ya que es una exigencia que en vez de actuar como estímulo, puede pedir demasiado de un organismo que no lo puede dar. En niños enfermos con enfermedades agudas comunes, dar jugos naturales, frutas y ensaladas crudas en cantidad preponderante. Es muy diferente lo que sucede con alimentos enfriados artificialmente. Estos llevan al hombre a polarizarse hacia

el polo frío. El proceso de congelamiento lleva a los alimentos hacia lo mineral, se dañan sus fuerzas vitales. El único alimento que puede ser considerado realmente crudo es la raíz cruda (zanahoria, betarraga, rabanito etc.). La fruta por estar en cierto modo ya “cocinada” por el sol, está un poco más dirigida al hombre central. Las fuerzas de la zanahoria y la betarraga cocidas van directo a fortalecer la cabeza. Si las doy crudas deben pasar por el metabolismo para cocinarse antes de poder estimular lo cefálico. La cabeza (neurosensorial) es el polo frío, el abdomen (metabólico motor) es el polo caliente. Todo lo cocido nutre, lo crudo sana. Hay que equilibrar entre ambos tipos de alimentos para nutrir y promover fuerzas de sanación a manera de prevención. En verano se dará una mayor proporción de alimentos crudos y fríos, que lo que se da en invierno. En invierno nuestra organización calórica está luchando contra el frío exterior, por lo que no podemos sobre-exigirla con una gran proporción de alimentos crudos. Las proteínas del huevo, leche y vegetales mejoran con el calor o la cocción. Se hacen más digeribles. La proteína de la carne animal no experimenta cambios en ese sentido. El proceso de secado se da en la naturaleza, en la semilla. La ingesta de semillas estimula al metabolismo. Cada vez que tostamos o doramos lo que vamos a comer, estamos llevando fuerzas a los miembros, al organismo metabólico. Esto también ocurre con los cereales. Para que se aproveche su poder nutritivo deben ingerirse cocidos. Idealmente hay que remojarlos durante la noche en agua fría. El cereal tiene una sustancia, la fitina, que se enlaza con el hierro y el zinc e impide su absorción. Al remojarlo se desarrolla otra sustancia, la fitasa, que desdobla a la fitina. Luego se pueden tostar antes de cocerlos. Con lo dicho se comprenderá el valor de la sopa caliente, sobre todo con aliños, como primer plato. Calienta el abdomen, es fácilmente digerida y estimula el metabolismo para recibir los alimentos que vienen después. Hoy nuestra cultura tiende a alimentos fríos: helados, hielos, comida congelada, provocando un gran daño a nuestra organización calórica. Como colegio Waldorf debemos formar una cultura en torno a la alimentación, una comunidad entre los padres y los profesores donde haya concordancia. Tenemos que impedir que la comida chatarra, los jugos envasados, bebidas carbonatadas, dulces etc. dañen el sano sentido gustativo de los niños. Si uno le da bebidas artificiales una vez por semana a un niño, el ya no querrá nunca más probar un jugo natural o el agua. Todo eso daña tan profundamente al organismo de los niños, que es la base para su futuro desarrollo anímico espiritual, que como responsables por el bien de ellos debemos actuar mancomunadamente ofreciéndoles lo mejor para que se alimenten.


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Repensar la tercera edad

Antropóloga Carolina Remorini, doctora en Ciencias Naturales e investigadora del CONICET; Dr. Osvaldo Bodni, coordinador del Departamento de Adultos Mayores de la Asociación Psicoanalítica Argentina; Mabel N. Millor, coordinadora del Departamento de Difusión del Proyecto Hermes. Extraído de la Revista Uno Mismo.

Viejos sanos que ocupan 'demasiado espacio' en el mundo laboral, o jubilados, 'pasivos', que ya 'no aportan' a la sociedad... la concepción productivista condena a los adultos mayores. Aquí, una invitación a reflexionar. Cada sociedad concibe a su manera las transformaciones que se van produciendo en las personas cuando llegan a una edad determinada, sobre todo cuando ésta marca una etapa de la vida. Así, estos cambios van delimitando concepciones, modelos, roles y competencias, incluso hay estudios etnológicos que dan cuenta de que en nuestra sociedad en particular la edad es un parámetro que marca fuertemente las fronteras de la exclusión y caracteriza a los individuos por su longevidad, grupos de edad y generaciones. Según la antropóloga Carolina Remorini, doctora en Ciencias Naturales e investigadora del CONICET, el aumento de la expectativa de vida al nacer, que va en aumento a nivel mundial a la vez que disminuyen las tasas de fecundidad en numerosos países des-arrollados, nos llevan a pensar en el "envejecimiento" de la población como un problema, desde el debate científico, también político y económico. En una investigación realizada teniendo en cuenta los aportes de la Etnogerontología junto con las antropólogas de la Universidad de La Plata María Gabriela Morgante y María Rosa Martínez en la que trabajaron con adultos mayores a través de la reflexión sobre sus trayectorias de vida, pudieron analizar con ellos la mirada de la vejez como un período de confrontación con los miembros de las generaciones más jóvenes, y del conflicto resultante de su supuesta incapacidad de adaptación a los nuevos contextos socioculturales y a las innovaciones tecnológicas, así como la dificultad de compartir un código común. "Nos permitimos examinar la potencialización del culto a la juventud y la marginación del 'viejo' bajo un modelo hipo tético que consideraba a la vejez como un período homogéneo de roles, dando una imagen idílica de éste. Ello instala el debate en torno al espacio social que ocupa y debe ocupar una 'nueva vejez' en el marco de las mismas. También hemos discutido el alcance del carácter improductivo dado a los viejos, sustentado en un concepto de productividad vinculado al pleno aporte al sostenimiento personal, familiar y/o comunitario", explica la Dra. Remorini. Sin embargo, el nivel de productividad que pueda aportar un adulto mayor está siendo cuestionado desde diversas disciplinas y se pone en tela de juicio el hecho de valorar a los ancianos por su utilidad práctica en esta

sociedad postindustrial. Es así que se empiezan a plantear nuevos modelos, donde una persona mayor pueda ser valorada por ser la transmisora, gracias a su larga trayectoria de vida y experiencia, de sabiduría, valores, técnicas y conocimientos que tiene para brindar a las nuevas generaciones. Incluso hoy en día el aumento de la esperanza de vida, que según la Organización Mundial de la Salud en nuestro país ha alcanzado un promedio de 75 años (72 en los hombres y 79 en las mujeres) hace posible que una persona pueda vivir mayor cantidad de años con sus ancestros que en épocas anteriores con la importancia que esto cobra en la posibilidad de transmitir sus saberes. El Dr. Osvaldo Bodni, coordinador del Departamento de Adultos Mayores de la Asociación Psicoanalítica Argentina explica que el problema parece pasar por un envejecimiento de la sociedad que comenzó con la postguerra, se acentuó luego por los desarrollos de la medicina, y dio lugar a que muchos viejos pretendan ser escuchados por cada vez menos jóvenes. "Tal vez los viejos necesitan advertir que aunque los sucesores escuchan poco, de todos modos llevarán inscripta alguna señal del discurso de sus mayores, que servirá como registro de su paso por la vida", sostiene Bodni. También agrega su mirada sobre un punto controversial que hace a esta población en particular víctima de la falta de cuidado, dado que "desde el punto de vista económico nuestros mayores están sobre medicados y estimulados a consumir. En la etapa actual de desarrollo del capitalismo tecnológico, el valor de la experiencia tiende a una progresiva devaluación, promoviendo el éxito de los métodos audaces basados en el ensayo y error. En el mercado del trabajo, los viejos sanos ocupan 'demasiado lugar, y los jubilados también porque son una carga crítica para familias en las que falta trabajo. Piden garantías de ser reconocidos, pero el vértigo social ya no los escucha", observa el Dr. Bodni y alerta acerca de que este colapso en la transmisión cultural va generando una evaluación negativa de lo vivido con la sensación de una existencia intrascendente destinada al olvido, y una ausencia del imprescindible balance de la vida como tarea bien terminada, que a fin de cuentas deviene en un miedo al tiempo, que es aprovechado por los vendedores de imagen.


Nota antropología

"Tal vez los viejos necesitan advertir que aunque los sucesores escuchan poco, de todos modos llevarán inscripta alguna señal del discurso de sus mayores, que servirá como registro de su paso por la vida". Dr. Osvaldo Bodni. Esta idea del balance de la vida que aflora en edades ya avanzadas como reflexionando sobre la realización, visto desde un punto de vista que ahonda en el espíritu humano, es tomado por la Antroposofía considerando primero al hombre como un espíritu trascendente encarnado en un cuerpo físico. Mabel N. Millor, coordinadora del Departamento de Difusión del Proyecto Hermes, que tiene como fin difundir y estudiar la Antroposofía -o ciencia del espíritu que instituyó a principios del siglo XX el filósofo alemán Rudolf Steiner- considera que es necesario ahondar la trama de la muerte física a la que tanto le tememos por medio de preguntas tales como: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Quién muere? Y asegura que si, en algún momento resuenan en nuestro interior las respuestas a estas preguntas existenciales, el temor se transformaría en sabiduría. "Esta sabiduría es un estado del Ser, no de la personalidad que necesita hacer alarde del conocimiento. El sabio vive en consonancia con su cuerpo, su alma y su espíritu. Irradia su verdad interior, es decir que refleja lo espiritual en la Tierra. Somos espíritus viviendo una experiencia terrenal". Partiendo de esa concepción de la vida, sostiene que "el cuerpo físico envejece y el espíritu se expresa a través de la luz interior cuando nos abrimos a lo superior y salimos de la omnipotencia que todo lo sabe, que todo lo dice, que todo lo responde. La humildad es una gran puerta que nos conduce a la sabiduría. Las virtudes humanas como el agradecimiento, la bondad, la aceptación, la verdad, el amor, el perdón y el desapego son armas espirituales que nos defienden de nosotros mismos como seres finitos en esta Tierra como escuela. Los valores son un elixir que nos permiten conectarnos con los mundos superiores y nos conducen a casa, al mundo espiritual, temido por desconocimiento, egoísmo y autocontrol". El desapego, justamente, es un ejercicio que, según esta investigadora en la "ciencia del espíritu" nos prepara mejor para la muerte física, un gran concepto poco llevado a la práctica dado que, como explica Millor, "estamos acostumbrados a pensar inmediatamente en lo tangible (dinero, vestimenta, objetos en general). Sin embargo, me pregunto: ¿puedo desapegarme de mis roles cotidianos? (Padre, madre, hijo, profesión). ¿Puedo desapegarme de sensaciones de placer y de dolor, del rol de víctima? ¿Puedo vaciarme de ideas y preconceptos? Vivimos inmersos en un sistema de posesión, creemos que todo nos pertenece; pero cuanto más apego, más dolor. ¿Cómo disfrutar sin dependencia? ¿Cómo cuidar lo que transitoriamente nos entregan para aprender? Exis-

ten leyes universales: cuanto más amor, más contención, más apoyo, más escucha, más silencio, más aceptación, menos incertidumbre, menos dolor, menos enfermedad... más conciencia de sí".

Se empiezan a plantear nuevos modelos, donde una persona mayor pueda ser valorada por ser la transmisora, gracias a su larga trayectoria de vida y experiencia, de sabiduría, valores, técnicas y conocimientos que tiene para brindar a las nuevas generaciones. ¿Viejo o anciano?

En el libro La Tierra como Escuela el Dr. Roberto Crottogini hace una gran diferencia entre la ancianidad y la vejez que invita a reflexionar sobre estos dos estados arquetípicos y meditar sobre qué tan preparados estamos para la muerte física. En cuanto a la vejez: • Decrepitud, deterioro de la forma y desconexión con la realidad. • Su monótono parloteo y malhumor aleja a quienes lo rodean. • Tiene muchos miedos, le teme a la muerte. • Celebra su cumpleaños, o sea la cantidad de años vividos, y no sabe por qué. • No asume responsabilidades, la culpa siempre es ajena. En cuanto a la ancianidad: • Conciencia clara. Sabe diferenciar entre lo eterno y lo transitorio. • Su fortaleza interior le permite saber cuándo hablar y cuándo callar. • No le teme a la muerte, la aguarda. • Celebra el día de su aniversario (birthday) recordando la época en que llegó al mundo. Celebra la cualidad que posee dicha fecha en relación con su existencia. • Asume la responsabilidad de sus propios actos. • Aprendió a confiar y no teme que lo engañen.

Mabel Noemí Millor Informes: • Grupos de Lectura de Antroposofía • Grupo “Mi cuerpo en el espacio” • Grupo de estudio “La Tierra como Escuela” Comunicarse a los teléfonos: 4502-5164 / 8602 Info@proyectohermes.com - www.proyectohermes.com Los invito a escuchar el programa radial

“La Tierra como Escuela” Conducción: Mabel N. Millor - Viernes de 11:05 a 12 hrs AM 830 Radio del Pueblo - www.radiodelpueblo.com.ar



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revista de invierno

El tejón y la ardilla Hacía ya mucho que había pasado el otoño. El tejón estaba dormido en su madriguera alimentándose de sus grandes reservas de grasa, pues antes de retirarse a su sueño invernal había estado comiendo hasta ponerse muy gordito. En su cómodo lecho de hojas secas y un poco de musgo, sólo despertaba si tenía sed, entonces salía en busca de agua con mucha precaución pues el tejón es animal desconfiado. Aquella mañana el tejón sintió ganas de beber, así que despertó y salió a través de la galería que llevaba a la entrada de la madriguera. Entonces escuchó un ruido sospechoso que lo hizo ponerse en guardia. Cuando se asomó con cautela fuera de su escondite, vio a una ardilla de ojos vivarachos que se encontraba al pie de un árbol vecino escarbando en el suelo. La ardilla le miró un instante y rápidamente comenzó a correr subiendo al árbol. A mitad de camino se paró observando de nuevo al tejón. Algo buscaba la ardilla cuando el tejón la sobresaltó, pero ésta no se atrevía a volver al suelo, así que haciendo acopio de valor preguntó. –Señor tejón ¿acaso he interrumpido su sueño? –Está claro que es usted un poco ruidosa señorita ardilla. ¿Podría decirme que buscaba

tan nerviosamente al pie del árbol? –Yo... bueno si, tiene usted razón, buscaba algo. Pero no quería despertarle. Sé que es usted un gran dormilón. Yo sólo buscaba unas nueces que en otoño escondí por aquí. Pero ya ve, ahora no consigo recordar donde fue exactamente. –¡Dormilón, dormilón! ¿Cómo se atreve a llamarme dormilón señorita? Mejor haría usted en estar durmiendo, en lugar de andar correteando por el bosque helado perturbando el sueño de sus tranquilos habitantes. La ardilla asustada con el enfado del tejón, había comenzado a subir a las ramas más altas del árbol. Pero todavía pudo escuchar al tejón que decía: –Llamarme dormilón a mí, ¡cabeza pequeña es lo que tiene usted! por eso no recuerda donde puso las provisiones para el invierno. Pero la ardillita ya había saltado a las ramas del árbol vecino. Le parecía haber recordado otro lugar donde también había guardado algunas avellanas, en el hueco de un tronco viejo que había quedado después de que un rayo cayera destrozando el resto del árbol. Y la ardilla siguió buscando hasta el anochecer aquí y allá sus bellotas, avellanas y nueces. Mientras, el señor tejón dormía desde hacía mucho rato, tranquilamente en su madriguera.


CUENTOS

La bola de cristal

para 1er año Un cuento de los hermanos Grimm Vivía en otros tiempos una hechicera que tenía tres hijos, los cuales se amaban como buenos hermanos; pero la vieja no se fiaba de ellos, temiendo que quisieran arrebatarle su poder. Por eso transformó al mayor en águila, que anidó en la cima de una rocosa montaña, y sólo alguna que otra vez se le veía describiendo amplios círculos en la inmensidad del cielo. Al segundo lo convirtió en ballena, condenándolo a vivir en el seno del mar, y sólo de vez en cuando asomaba a la superficie, proyectando a gran altura un poderoso chorro de agua. Uno y otro recobraban su figura humana por espacio de dos horas cada día. El tercer hijo, temiendo verse también convertido en alimaña, oso o lobo, por ejemplo, huyó secretamente. Habíase enterado de que en el castillo del Sol de Oro residía una princesa encantada que aguardaba la hora de su liberación; pero quien intentase la empresa exponía su vida, y ya veintitrés jóvenes habían sucumbido tristemente. Sólo otro podía probar suerte, y nadie más después de él. Y como era un mozo de corazón intrépido, decidió ir en busca del castillo del Sol de Oro. Llevaba ya mucho tiempo en camino, sin lograr dar con el castillo, cuando se encontró extraviado en un inmenso bosque. De pronto descubrió a lo lejos dos gigantes que le hacían señas con la mano, y cuando se hubo acercado, le dijeron: –Estamos disputando acerca de quién de los dos ha de quedarse con este sombrero, y, puesto que somos igual de fuertes, ninguno puede vencer al otro. Como vosotros, los hombrecillos, sois más listos que nosotros, hemos pensado que tú decidas. –¿Cómo es posible que os peleéis por un viejo sombrero? –exclamó el joven. –Es que tú ignoras sus virtudes. Es un sombrero milagroso, pues todo aquel que se lo pone, en un instante será transportado a cualquier lugar que desee. –Venga el sombrero -dijo el mozo-. Me adelantaré un trecho con él, y, cuando llame, echad a correr; lo daré al primero que me alcance. Y calándose el sombrero, se alejó. Pero, llena su mente de la princesa, olvidóse en seguida de los gigantes. Suspirando desde el fondo del pecho, exclamó: –¡Ah, si pudiese encontrarme en el castillo del Sol de Oro! –y, no bien habían salido estas palabras de sus labios, hallóse en la cima de una alta montaña, ante la puerta del alcázar. Entró y recorrió todos los salones, encontrando a la princesa en el último. Pero, ¡qué susto se llevó al verla!. Tenía la cara de color ceniciento, lleno de arrugas; los ojos, turbios, y el cabello, rojo. –¿Vos sois la princesa cuya belleza ensalza el mundo entero? –¡Ay! -respondió ella-, ésta que contemplas no es mi figura propia. Los ojos humanos sólo pueden verme en esta horrible apariencia; mas para que sepas cómo soy en realidad, mira en este espejo, que no yerra y refleja mi imagen verdadera.

Y puso en su mano un espejo, en el cual vio el joven la figura de la doncella más hermosa del mundo entero; y de sus ojos fluían amargas lágrimas que rodaban por sus mejillas. Díjole entonces: –¿Cómo puedes ser redimida? Yo no retrocedo ante ningún peligro. –Quien se apodere de la bola de cristal y la presente al brujo, quebrará su poder y me restituirá mi figura original. ¡Ay! -añadió–, muchos han pagado con la vida el intento, y, viéndote tan joven, me duele ver el que te expongas a tan gran peligro por mí. –Nada me detendrá– replicó él –pero dime qué debo hacer. –Vas a saberlo todo –dijo la princesa–. Si desciendes la montaña en cuya cima estamos, encontrarás al pie, junto a una fuente, un salvaje bisonte, con el cual habrás de luchar. Si logras darle muerte, se levantará de él un pájaro de fuego, que lleva en el cuerpo un huevo ardiente, y este huevo tiene por yema una bola de cristal. Pero el pájaro no soltará el huevo a menos de ser forzado a ello, y, si cae al suelo, se encenderá, quemando cuanto haya a su alrededor, disolviéndose él junto con la bola de cristal, y entonces todas tus fatigas habrán sido inútiles. Bajó el mozo a la fuente, y en seguida oyó los resoplidos y feroces bramidos del bisonte. Tras larga lucha consiguió traspasarlo con su espada, y el monstruo cayó sin vida. En el mismo instante desprendióse de su cuerpo el ave de fuego y emprendió el vuelo; pero el águila, o sea, el hermano del joven, que acudió volando entre las nubes, lanzóse en su persecución, empujándola hacia el mar y acosándola a picotazos, hasta que la otra, incapaz de seguir resistiendo, soltó el huevo. Pero éste no fue a caer al mar, sino en la cabaña de un pescador situada en la orilla, donde en seguida empezó a humear y despedir llamas. Eleváronse entonces gigantescas olas que, inundando la choza, extinguieron el fuego. Habían sido provocadas por el hermano, transformado en ballena, y, una vez el incendio estuvo apagado, nuestro doncel corrió a buscar el huevo, y tuvo la suerte de encontrarlo. No se había derretido aún, mas, por la acción del agua fría, la cáscara se había roto y, así, el mozo pudo extraer, indemne, la bola de cristal. Al presentarse con ella al brujo y mostrársela, dijo éste: –Mi poder ha quedado destruido, y, desde este momento, tú eres rey del castillo del Sol de Oro. Puedes también desencantar a tus hermanos, devolviéndoles su figura humana. Corrió el joven al encuentro de la princesa y, al entrar en su aposento, la vio en todo el esplendor de su belleza y, rebosantes de alegría, los dos intercambiaron sus anillos.


revista de invierno

Las andanzas de juancito el zorro Piruchita Romera y Paulina Martínez. ED. Plus Ultra. para 2do año

Juan el Zorro acostumbraba a hacerle muchas bromas a su tío el Tigre y éste, ya cansado, comenzó a buscarlo para darle su merecido. Caminó varios días por el campo hasta que lo encontró escondido entre unos matorrales vigilando unas ovejas que estaban pastando, dispuesto a atrapar a una. Sigilosamente el tigre se acercó y como su sobrino estaba muy distraído acechando a su presa, lo pudo agarrar con facilidad. – ¿Qué le pasa tío? –le preguntó el zorro sorprendido. – Voy a darte tu merecido, ya estoy harto de las bromas que me hacés. – Pero tío, cómo me va a castigar, justo cuando yo lo estaba buscando desesperado. – ¿Buscando desesperado? ¿Y para qué? –preguntó intrigado el tigre. – Fíjese que dos carneros andan muy enojados –le contestó el zorro- discuten todo el día porque quieren ser los más ligeros y ninguno de los dos le da la razón al otro. Por eso lo andaba buscando; para que usted haga de juez. Juan el Zorro, en sus andanzas, había visto a estos dos carneros discutiendo y aprovechó la ocasión para distraer a su tío; así se olvidaba de lo que venía a hacer. El tigre se sintió halagado por esta distinción y aceptó la propuesta. Entonces Juan fue a hablar con los dos carneros y a convencerlos, ya que sabían muy bien que cuando al tigre le apretaba el hambre, solía comerse a alguno de ellos. Después de mucho conversar también aceptaron la propuesta y se citaron los cuatro a campo abierto; allí el zorro dijo: - Usted tío debe ponerse aquí y los carneros, uno a su izquierda, y el otro a su derecha, a igual distancia y bien lejos. Los carneros deberán correr una carrera hacia aquí, el primero que llegue topará al otro y será el más ligero. Así se acabará la discusión ya que su palabra será respetada. Se dispuso todo como lo había dicho el zorro y éste, ubicado en un lugar seguro, dio la voz de ¡aura! Los carneros comenzaron la carrera y llegaron al mismo tiempo donde estaba el tigre que, al no darse cuenta de esquivarlos, quedó en el medio de la topada saltando por el aire para caer al suelo medio muerto. El zorro y los carneros dispararon sin perder el tiempo, desapareciendo del lugar y Juan el Zorro siguió con sus correrías por el campo. Cuando el tigre se repuso juró que lo volvería a encontrar y esta vez sí, no iba a caer en sus embustes y le daría su merecido.


CUENTOS

para 3er año

El primer día de la creación

Sentado Dios Padre sobre su trono, pronunció siete palabras que atravesaron el cielo. Entonces aparecieron los siete colores del arco iris y resplandecieron en siete círculos alrededor de su trono. Los ángeles se admiraron por la enorme belleza de la luz. El Arcángel Rafael preguntó: –¿Tejemos un abrigo de estos siete colores a Dios Padre?– El Arcángel Gabriel respondió: –Tal vez será una nueva sala del cielo.– Orifiel opinó: –Podrían ser siete gradas para subir al trono.– El Arcángel Miguel guardó silencio y esperó que Dios Padre diera una señal a los ángeles sobre lo que habría que hacer. En ese instante algo maravilloso aconteció. Detrás del arco iris, ángeles del fuego alzaron un telón de nubes. Una amplia sala del cielo apareció; los ángeles jamás la habían visto. En ella miles y miles de almas dormían sobre finas nubecitas como las estrellas en la bóveda celestial. Y Dios Padre dijo a los ángeles: –Esas son almas humanas durmiendo. ¿Quieren ayudar a crear para estas almas un mundo intermedio, para que despierten y adquieran vida?– Todos los ángeles contestaron jubilosamente: –¡Sí, queremos!. Los ángeles del fuego bajaron de nuevo el telón de nubes y abrieron el portal del cielo. Afuera era frío y oscuro, desolado y vacío. Entonces Dios Padre exclamó con voz que atravesaba todo el mundo: —¡Que haya luz!. ¡Entonces se produjo un brillo, una luz y un claro centellear! La oscuridad se retiró hacia abajo, y los ángeles del fuego desprendieron llamas de sus vestidos para procurar calor al nuevo mundo. Hervía a borbotones, llameaba, relampagueaba y tronaba con tal enorme fuerza que los espíritus malvados en la profundidad se apretujaron en un montón. Arriba empero se iluminaron los ojos de los ángeles como mil soles por la claridad de la luz del primer día de la creación.

El principio del mundo para 3er año En tiempos remotos no había tierra ni nubes ni estrellas y ni siquiera un sol. Todo estaba en completa oscuridad. No había animalito que saltara ni un solo pájaro que volara. ¿Cómo iban a volar si el mundo no existía en ninguna parte? ¿Entonces, qué había? Un cielo, sí, existía, un mundo superior, en la inmensidad más allá de las estrellas. Y el ojo de Dios resplandecía en el cielo como un sol. Los ángeles menores no podían elevar sus miradas al ojo de Dios; era demasiado luminoso. Brillaba más que nuestro sol y eso los hubiera cegado. Los ángeles mayores sí que podían fijar su vista un poco en el ojo de Dios y también acercarse a su trono si deseaban decir algo a Dios Padre. Una bella música imperaba en todo el cielo; violines, flautas y arpas competían entre ellos y los ángeles entonaban canciones bien largas y en cuanto terminaban un concierto, ya comenzaba otro. Había ángeles que entretejían estrellas doradas en el manto azul de Dios Padre. Otros ángeles recogían rayos de luz y los convertían en piedras preciosas... y así todo era magnificencia, un gran milagro. Una vez rezaron dos grandes ángeles ante el trono de Dios. Cuando se levantaron, bajaron juntos a través del cielo; pues el trono de Dios se hallaba en las alturas como la cumbre de una montaña. De súbito se detuvo uno de los ángeles, llamado Lucifer. Contempló toda la magnificencia del cielo, observó su resplandeciente vestimenta celestial y pensó: —¡Qué precioso es ser un Dios! Mi traje es casi tan claro como el de Dios. También yo podría estar sentado sobre un trono con mi vestimenta luminosa—. Mientras Lucifer pensaba eso, se posó una pequeña nube oscura sobre su frente como una tela de araña. La nubecita se dirigió sobre su corazón, dejando sobre éste una mancha en su traje. Lucifer se asustó cuando lo vio, pero rápidamente ocultó la mancha con un ala. Mientras que seguía volando por el cielo, se encontró con Micael, quien le preguntó: —¿Lucifer, qué tienes? ¿Estás enfermo? En tu traje llevas una mancha tan oscura...—. Lucifer contestó: —Sólo siento una pequeña presión sobre el corazón; no es nada—. Y enseguida Lucifer se apresuró a alejarse, acercándose a los ángeles menores, a quienes dijo: —Confecciónenme una capa pequeña, roja como el fuego, tengo que cubrir algo—. Recibió la capita y ocultó con ella la mancha del corazón.

Entonces ya no se percibía nada. Lucifer se quedó con los ángeles menores y les preguntó —¿Quieren ayudarme a construir un trono? ¡Yo lo ocupo y soy vuestro Dios! Pues al trono más elevado no pueden ascender. Al mío pueden acudir siempre—. Muchos ángeles se espantaron al escuchar estas palabras; a otros, en cambio, Lucifer les agradó de tal manera que estuvieron de acuerdo con él. Estos dejaron de cantar, abandonaron la música y ya no seguían adornando el manto celestial de Dios. Entonces Micael vino adonde estaba Lucifer a ver lo que pasaba y llevó aterrado ante el trono de Dios la noticia de que Lucifer construía su trono propio. Dios Padre dijo: —Ve y dile a Lucifer que desgarre su corazón, pues quiero darle uno nuevo y luminoso. Si accede, tráelo. Si no quiere, tendrá su trono, pero no en el cielo. ¡Toma tu espada y arrójalo del cielo!—. Así habló Dios Padre. Todo esto Micael se lo dijo a Lucifer; pero Lucifer ya había incitado a la rebelión a muchos ángeles y rechazaba un corazón nuevo. Los ángeles cesaron en su canto. Se produjo un griterío confuso. Un viento de fuego tronaba por el cielo. Micael tomó su espada celestial que desprendía rayos. Con voz poderosa exclamó: —¡Quien quiera permanecer fiel a Dios Padre que se coloque a mi lado!—. Pero Lucifer clamaba: —¡El que quiera entrar conmigo al nuevo cielo, venga a mí!—. Entonces los espíritus se separaron en dos grupos, el de Micael se hallaba arriba, el de Lucifer abajo. Micael dio un golpe con la espada celestial contra el muro del cielo. ¡Una profunda grieta se abrió con enorme estruendo! Lucifer y sus ángeles luchaban y se defendían; no querían salir a la oscuridad. Más Dios dejó de iluminarlos con su luz celestial. Luego se desvanecieron los hermosos colores de sus vestidos y alas. Sus caras se volvieron sombrías y feas. De sus dedos asomaron garras. Prorrumpieron en terrible griterío y se precipitaron, junto con Lucifer, del cielo a la profundidad ante la espada de Micael. Desde entonces hay un mundo bajo y oscuro. Con su luz propia, los espíritus malvados prendieron una pequeña fogata; pues sentían frío en las patas. Bailaron alrededor del fuego que se convirtió en una gran llamarada. El trono que forjaron para Lucifer lo colocaron sobre el fuego para que no tuviera frío. Arriba Micael cerró nuevamente la grieta en el cielo. Desde entonces donde ésta estuvo, quedó una cicatriz.


revista de invierno

ORFEO En las montañas de Tracia vivía en tiempos antiguos el poeta Orfeo. Cantando cruzaba los bosques, y adondequiera que llegaba, todo era cautivado por el poder de su canto. A menudo subía a las altas montañas, cuando Eos, el amanecer, se deslizaba por el resplandeciente Helios, anunciando el final de la oscuridad nocturna. Luego aparecía el mismo Helios sobre el tonante carro solar y, entonces, el corazón de Orfeo se llenaba de luminosidad, y comenzaba a cantar y a sonar en una canción perceptible para los oídos mortales. Orfeo era el hijo de la Musa Calíope, que vivía, como diosa protectora de Tracia, en los oscuros bosques junto a los manantiales burbujeantes y claros como el cristal. En el murmullo de las aguas, en el susurrar de los juncos y en el rumor de los árboles les revelaba a los admirados mortales su presencia. La madre dotó a su hijo con la magia del canto, y Apolo le obsequió a su protegido una lira dorada y lo instruyó en la sabiduría divina. Le dio a conocer la sucesión de la raza divina hasta en aquellos días de Urano y de Gaía, le describió, el principio y el devenir de la obra de los dioses y le contó acerca de la fluctuación y el destino de la raza humana; y desde el alma de Orfeo esta sabiduría resonó en forma de canto. Lo que sonaba a través de su voz tenía una fuerza movilizadora tan grande, que los hombres, conmovidos por la nostalgia y la añoranza, lloraban, y los animales salvajes, el león junto a la liebre, el cordero junto al lobo, lo seguían. Cuando se trasladaba por los bosques cantando y tocando la lira, los mismos árboles se desarraigaban de la madre Tierra que los nutría, las flores se inclinaban, y las piedras y rocas perdían su peso y rodaban hacia el valle. De esta manera se trasladó Orfeo de lugar en lugar como anunciador de la sabiduría de Apolo. Orfeo estaba unido amorosamente mediante el sagrado lazo del matrimonio a Eurídice, una Ninfa del río Peneo. Pero ella fue arrebatada por él en su floreciente juventud. Cuando el impetuoso cazador Aristeo, hijo de Apolo, estaba caminando por los bosques de Tracia, dio con la bella mientras jugaba con sus amigas en la pradera. Él sorprendió a la ingenua, la tomó con mano firme y la deseó como mujer. Ella se liberó de sus brazos, y él la persiguió. Pidiendo ayuda se apresuró por los altos pastos hacia la casa en la montaña, entonces su delicado pie pisó una culebra, que sobresaltada, le dio una mordida mortal. Sin vida cayó su bello cuerpo sobre la tierra. El lamento de las Ninfas impregnó la montaña y el valle, y de la pena por su amada, por su pronto desvanecerse, Orfeo enmudeció. Esto sucedió, sin embargo, en una época, en la que los hombres ya tenían la costumbre de vivir en las ciudades, donde vivían según la ley y el orden, que ellos mismos se habían otorgado por la propia fuerza de su pensamiento. Por entonces ya no podían vivir conjuntamente con las almas de los muertos como antes lo habían hecho, sino que experimentaban en sus pensamientos sólo las imágenes, el recuerdo de cómo habían sido los difuntos en vida. De esta manera Orfeo extrañaba también la bendita compañía de la difunta. Día y noche llevaba luto en su soledad. Entonces Orfeo se atrevió y tomó la decisión de descender al reino de los muertos, para, mediante el poder de su canto, movilizar a los dioses del mundo subterráneo, a que retornaran a Eurídice al reino de la luz. Orfeo, confiado en las sagradas ceremonias, procedió a entrar al mundo subterráneo por la precordillera de Ténaro, tomó una rama de un árbol de sauce que estaba consagrado a Perséfone,

comenzó a cantar y desapareció, guiado por la rama, en el lúgubre reino de las sombras. Desde la oscura entrada de la hendidura rocosa fue a su encuentro una gélida exhalación. Hasta sus propios pasos le fueron inaudibles. Entonces se le enfrentó un monstruo espantoso, de forma similar a la de un perro, con tres cabezas y una cola de dragón. Ladrando con voz ronca le bloqueó el camino. Orfeo empezó a cantar; entonces el perro infernal se inclinó gimiendo y lo dejó pasar. Pronto llegó el caminante al rio Estigia, cuya agua negra fluía silenciosamente. En la orilla esperaba Caronte, el barquero, que con su barca trasladaba las almas de los difuntos hacia la otra orilla. De manera estricta y cumpliendo con su deber, Caronte rechazó al intruso. Nuevamente comenzó Orfeo a cantar y su canto ejerció tanto poder, que el barquero lo aclamó y lo trasladó calladamente a través del río. Del otro lado Orfeo pudo contemplar las innumerables almas que se impulsaban hacia él pues sus canciones eran un bálsamo para las sombras hambrientas. Finalmente llegó él ante el soberano del reino de los muertos. Sombríamente callado estaba sentado en el trono y junto a él se encontraba su esposa Perséfone. Entonces Orfeo tomó todas sus fuerzas e hizo sonar su canción. Y lo hizo de manera tan conmovedora, que las mismas almas de los difuntos sollozaron y las terribles Erinias lloraron. Perséfone, que recordaba melancólicamente su antigua vida en la luz, llamó a Eurídice y se la devolvió a su amado. Ésta le ordenó a Orfeo que regresara en silencio y que no volviera los ojos hacia ella hasta que hubiera alcanzado el mundo superior. El poeta se puso en camino hacia el hogar, y la sombra de Eurídice lo siguió. Al aproximarse Orfeo a la salida, le pareció, que la amada siempre se quedaba atrás. Él susurró su nombre, pero todo permaneció silencioso. Oscuras dudas lo atosigaron y una extraña fuerza lo obligó a mirar hacia atrás: Eurídice estaba muy próxima, pero ella se desvanecía con un melancólico saludo de despedida. Orfeo se apresuró hacia ella y llegó a las oscuras corrientes del Estigia: hacia allí la había trasladado Caronte. Siete días y siete noches se sentó en la orilla suplicando; pero el viejo barquero permaneció impl-cable y lo rechazó. Entonces Orfeo debió regresar al mundo superior. Tres años más vivió en los bosques de Tracia. Él instruyó a sus alumnos, enseñó a los reyes a que dirigieran con ley y con medida a sus pueblos, mientras recordaba siempre en silencioso luto a su amada, evitando todas las alegrías de la vida. Esto, sin embargo, llenó de ira a las mujeres tracias, que sentían que él despreciaba su amor. Cuando ellas se hallaban siguiendo al dios Dionisios en el frenesí de la embriaguez, vagando por la noche por bosques y montañas con los cabellos sueltos, los bastones de Tirso y las antorchas, saltando, bailando y tocando el címbalo y la flauta, descubrieron a Orfeo. En su furia cayeron sobre el poeta y servidor de Apolo y lo golpearon con los bastones hasta que el alma se le escapó de su cuerpo. Después lo decapitaron y arrojaron la lira y la cabeza al río más cercano. Al ser llevadas por la corriente en dirección al mar, resonó de ellas un maravilloso canto y un sonido, que llenó el valle durante largo tiempo y también el ancho mar, y permaneció perceptible siempre para los habitantes visibles e invisibles del agua y del aire. El alma inmortal del poeta se apresuró a descender al Hades y vivió desde entonces unida nuevamente al alma de Eurídice.


Labores

Gnomos de madera (Para hacer con ayuda de un adulto)

Materiales Pequeño trozo de rama de árbol de 2 cm aprox. de largo, lo más liso o uniforme posible. sierra y lija fina, pedazo de fieltro para el sombrero, lápices de colores, cuchillo de bolsillo o un pequeño cuchillo de cocina afilado.

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Procedimiento Tomar el trozo de rama y quitarle con el cuchillo todas las imperfecciones para dejarlo lisito. Pasarle a lija fina para que quede más suave.

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2 Cortar un triángulo de fieltro

con un lado curvo para el gorro. Cerrarlo y pegárselo al duende.

3 Dibujarle la cara del duende.

Gnomos de fieltro (Para hacer con ayuda de un adulto) Materiales Pedazo de tela de fieltro o pañolenci de 9 x 11 cm, de varios colores. lana de fieltro. Hilo fino y grueso de colores.

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Procedimiento Cortar la tela de la forma que se adjunta. Coser con hilo grueso y pespunte liviano de A a B. Unir C y C y coser hasta D. Unir A a B y E con E y coser de AB a EE. Ajustar el pespunte liviano para fruncir lo que sería el cuello del duende.

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2

Rellenar el cuerpo con el fieltro. Para la cabeza hacer una bolita de fieltro pero que le sobre la barba. Meterla dentro del sombrero.


revista de invierno

Cohete volador

3c

m

Materiales Una hoja blanca o de color, lápices de colores, tijeras, una pajita de tomar bebida, pegamento.

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5 cm

5 cm

Procedimiento Dibujar en la hoja un cuadrado de 5 x 5 cm. Enroscarlo para que quede un cilindro de 1 cm de diámetro y pegarlo.

1

2 Dibujar en la hoja un triángulo con un lado curvo de 3 x 3 cm. Enroscarlo para que quede un cono y pegarlo.

3 Pegar las dos partes con pegamento. 4 Una vez seco pintarlo y ponerlo en la punta de una pajita y soplar.

Tambor Materiales Una lata de conservas abierta y limpia, cinta aisladora de colores divertidos, un globo,

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. . tijeras.

Procedimiento Tomar la lata y decorarla.

1 2 Cortarle el pico al globo y colocarlo

en la parte abierta de la lata. Sellarlo con la cinta aisladora para que no se escape.

3 Para hacer sonar el tambor, pellizcar

Bichos de alambre (Para hacer con ayuda de un adulto) Materiales Alambre, lana de colores, pinza, descartables de envase transparente o de

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colores o plateado.

Procedimiento Cortar con la pinza el alambre de la medida del bicho deseada.

1

2 Doblarle la punta

ahorcando la lana. Enroscar bien apretada, a partir de allí, la lana alrededor del alambre hasta llegar al otro lado.

el globo para arriba. Cuanto mas fuerte tires mas fuerte sonara.

Ahorcar nuevamente ahora esta punta con el alambre. Recortar trozos de envase de color o plateado y hacer las alas.

3

Enroscar alrededor de las alas el alambre bien apretado, para que no se escapen las alas.


Germinaci贸n (Para hacer con ayuda de un adulto)

Materiales Una botella de agua usada, papel secante, tijeras, hilo fuerte, alambre, tierra, semillas de poroto.

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labores


revista de invierno

Ecosistema

4 Una vez armado el

Materiales Una botella de 2, 3 o 6 litros de agua o jugo, tijeras, piedras, tierra y plantitas, bichos.

5 Cuando ya tengas

ecosistema ir a la plaza con un frasco a buscar bichos. Pueden ser bichos bolita, cienpies, lombrices, gusanitos, un caracol.

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Procedimiento Recortar la botella por el lado en forma de rectángulo pero dejando uno de los lados agarrado.

suficientes llevarlos a casa al ecosistema y ponerlos adentro a vivir.

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6 Controlar de cerrar la tapa

cuando no estas y abrirla una vez por día para que entre aire. También una vez por semana echarle agua.

2 Va a funcionar como una tapa que se abra y se cierre.

3 Colocar dentro piedras,

haciendo una base, luego tierra, y luego otras piedras mas grandes y plantitas. Pueden ser lazos de amor, taco de reina, pastito oreja de ratón, etc.

7 Observar la vida de los

bichos y cuidarlos con amor. Si ven que estan medio tristes luego de dos o tres días devolverlos a la plaza.

Lira Materiales Un envase tetrabrik tijeras y pegamento fuerte, dos cartones y dos palitos, cinco banditas elásticas,

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Procedimiento Recortar un círculo en una de las caras grandes del envase tetrabrik.

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2 Cortar dos cartones de 7 x 6,5 cm y hacerle cinco muescas de 1 cm en un lado.

3 Pegar los dos cartones, uno en cada lado del envase, con el pegamento fuerte.

4 Colocar cada bandita elástica en

una muesca de cada cartón de cada lado logrando que las banditas den la vuelta alrededor de todo el envase. Poner las 5 banditas elásticas.

5 Poner el palito en cada lado y darle a cada bandita

de 1 a 5 vueltas alrededor del palito para que queden cada una más ajustada que la anterior. Esto logrará que el sonido de cada cuerda (bandita) sea distinto.

Palito

Banditas elásticas


Recetas donadas por Natalina Piccolo

Muchas gracias Tana

Parmigiana de berenjenas (Para 6 personas) Ingredientes

Torta de manzana (se puede servir con crema batida o helado de vainilla)

Procedimiento para la salsa de tomate

Ingredientes 125 gr manteca, 2/3 taza de azúcar, 2 huevos, 1 taza de harina, 2 cucharaditas de polvo de hornear, 2 cucharadas de leche (se puede reemplazar por leche de almendras), 3 manzanas verdes, 2 cucharadas de azúcar (para esparcir arriba de las manzanas) y 1 cucharadita de canela, si le gusta.

1 Pelar y picar la cebolla y rehogarla en una sartén

Procedimiento

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1 Encender el horno a 180º. Enmantecar y enharinar

. 3 ó 4 berenjenas grandes, . 1 1/2 kg de tomates frescos, . 1 cebolla mediana, . 200 gr. de queso parmesano rallado, . 150 gr. de queso de máquina o muzzarella, . albahaca abundante, . sal parrillera y . aceite para freír.

con una cucharada de aceite. Lavar y cortar en pedacitos los tomates sacándoles las semillas. Agregar unas 10 hojitas de albahaca. Cocinar entre 30 y 45 min.

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un molde de aproximadamente 24 cm de diámetro. Derretir la manteca y dejarla enfriar unos minutos. Batir a mano o con batidor eléctrico el azúcar con la manteca. Agregar de a uno los huevos, batiendo muy bien. En un bowl mediano mezclar los ingredientes secos (harina y polvo de hornear) y agregar alternadamente con la leche. Volcar en el molde. Pelar las manzanas y cortarlas en fetas no muy finitas. Presionar las fetas en la masa y disponerlas en forma circular. Esparcir arriba el azúcar con la canela, si le gusta. Hornear entre 30-40 minutos. Desmoldar y dejar enfriar arriba de una rejilla. Servir acompañando la torta con helado de vainilla o crema batida.

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Procedimiento para la parmigiana

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1 Lavar y pelar las berenjenas, cortarlas a lo largo

en fetas de 1/2 cm de espesor. Ponerlas en un colador a capas esparciéndolas con un poco de sal parrillera. Repetir la operación hasta que se terminen las fetas de berenjenas. Dejarlas reposar, con un peso arriba, entre 30 y 40 min. Lavar muy bien cada feta de berenjenas (es muy importante sacarles bien la sal). Secar con papel de cocina o con un repasador y freírlas, de a pocas cantidades, en abundante aceite caliente. Escurrir el aceite en un plato con papel de cocina. Repetir esta operación hasta que se terminen de freír todas las berenjenas. En una fuente para horno (de cerámica o tipo Pirex) colocar un poco de salsa de tomate, colocar una capa de berenjenas, luego esparcir la salsa, la albahaca, el queso muzzarella y queso rallado. Repetir la operación siguiendo el mismo orden hasta que se terminen los ingredientes. En la última capa de berenjenas, esparcir salsa de tomate y queso rallado. Hornear a 200° 15-20 min. Servir tibia o fría.

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En nuestra escuela la educación va más allá de la transmisión de conocimientos y se concreta en el desarrollo integral del niño, fortaleciendo su voluntad, cultivando sensibilidad y desarrollando el pensamiento creativo. Al promoverse el despertar de las capacidades propias del ser en formación, se genera un ambiente de respeto y libertad en el que cada uno de los miembros de la comunidad encuentra el modo de comprometerse con las experiencias del ámbito social de pertenencia. La pedagogía Waldorf considera al ser humano como un microcosmos en el cual vibran y laten los procesos universales. Esta pedagogía ha sido reiteradamente reconocida por la UNESCO desde 1979 y se fundamenta en el desarrollo interno del niño y su mundo imaginativo, porque el aprendizaje no solo involucra el pensar, sino también el sentir y la voluntad. Somos integrantes de las 2000 escuelas alrededor del mundo, como parte de un movimiento que tiene ya 90 años de experiencia y sigue el método de enseñanza de su creador, el filósofo Rudolf Steiner.

Puede solicitar información comunicarse a: Primaria Cuarto Creciente Martín Miguel de Güemes 1747/49 primaria telf. +54 11 4797-5140 +54 11 4795-6700 primaria@cuartocreciente.edu.ar Jardín Cuarto Creciente jardín telf. +54 11 4791-3904 jardin@cuartocreciente.edu.ar Vicente López CP1602 Buenos Aires - Argentina


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