Gealittera 3

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por encima de todos los agravios y problemas. Sus dos hijos adolescentes discutían por cualquier cosa, y a pesar de sus intervenciones no conseguía persuadirles de que aquello no hacía más que perjudicarles en la convivencia. Ansiaba el refugio que la salvara del estrés cotidiano, y buscaba el relax que creía merecer después de trabajar durante todo el día. Se descalzó, la arena húmeda y revitalizante masajeaba sus pies, y estrechó sus piernas para sentarse, dispuesta a no perderse aquel espectacular atardecer de tonos violetas. El agua llegaba hasta ella con el intervalo retórico del mar, ese mar salvador al que siempre acudía para poner en orden sus ideas. Se dejó llevar por el rumor de las olas, y empezó a sentir que era parte de todo aquello que sus sentidos percibían, creyó hallarse cerca de saborear la paz. De repente un perro se acercó, olisqueando y saltando de alegría en torno a ella. Era tierno y juguetón, de pelo blanco con matices dorados, su diminuto cuerpo poseía tanta energía que consiguió romper aquella calma aparente. Unos segundos después llegó una mujer de mediana edad que la saludó de un modo ausente, contrastaba la alegría del perro con la seriedad de ella, a la que suponía su dueña. -¿Vienes mucho por aquí?- Le preguntó la mujer. -Pues…cuando necesito desconectar. Le contestó afanándose por sonreír. -¿Estás casada?- Continuó preguntándole. -Estuve casada, pero me separé hace dos años. Respondió Valentina un poco contrariada. -Yo también estuve casada, acabo de matar a mi marido.

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