Ramon Amaya Amador - Prision Verde

Page 25

PRISIÓN VERDE

52

RAMÓN AMAYA AMADOR

- iBahl Ya no hay nada en los platos. Catuca es una coqueta. ¿Sabes? Me estaba tomando el pelo. Antenoche la encontré pico a pico con el capitán Benítez. Ellos no me vieron, pero yo lo observé todo. —¿Y ahora le quieres "dar chile" con la cocinera de Rufina? —Catuca ya no me importa. ¡Es una puta! —Te ciega el egoísmo, Marcos. Tú sabes bien que eso no es cierto. Verdad es que hay mucho lodo y bajeza en los campos, pero también hay mucha gente buena. Ahora, si a ella le conviene mejor el otro, déjala en paz,no la "rayes". lAy, camarada, lo que hacen el despecho Y los celos! -¿Celoso yo? ¿Y por una como Catuca Pardo? iNi por otras mejores, hombre! Cuando yo vivía en Tegucigalpa. . . —No me cuentes; ya te lo he oído antes —interrumpióle Lujan—. ¿Has visto a Benítez? Quiero verlo. Vino hoy un señor que desea trabajar en el riego de "veneno". —¿Uno, dices? IDocenas llegan a diario! Yo no sé de dónde sale tanto hombre en desgracia, como si la tierra los pariera a carretadas. ¿De dónde es? —De este mismo Valle; su nombre es Martín Samayoa. Palomo quedó pensativo, escarbando en su memoria. En su faz se reveló la perplejidad y la duda. Luego prorrumpió en tan atronadora carcajada que sorprendió a Lujan. -¡Lo conozco, hombre! Sí; no hace mucho andaba por ahí, cargado de plata. Vendió su hacienda a la Compañía. Entonces no le hablaba a los campeños; nos miraba como se ve desde "la borda" a los sapos que están en el fondo. Y ahora, iquiere ser "venenero"! ¡Me da risa, hermano! ¡Cuánto me alegra ver a don Martín Samayoa pidiendo enganche en el riego! Y, sin contener su mordaz hilaridad, se marchó hacia el grupo del comedor para relatar a los campeños el caso del ex-terrateniente, lo cual fue motivo de muchos comentarios y chanzas a costa de "el nuevo". La sirvienta de Rufina, muchacha pálida y desnutrida, pero agradable, junto a una nevera donde se consumía un trozo de hielo, anunciaba las mercancías llamando a los clientes con voz enteroecedora.

53

— ¡Vengan, señores! ¡Se acaban ios "raspados" de leche y de piña, a "bufalóoo. . .! ¡"Raspados requetebuenos, pa'matar el calor. . .! Un campeño barbilampiño, que llevaba un pañuelo grande y rojo atado al cuello, sacaba con mano experta notas argentinas a la guitarra parrandera. Cantaba con voz melódica y varonil, virtud esa que le proporcionaba muchas amistades, especialmente entre el sexo femenino, algunos lempiras en los días de pago y no pocos estimulantes alcohólicos para "afinar la voz".Era un tipo simpát¡co,siempre de buen humor y dispuesto a divertirse y divertir; solía parodiar las canciones populares que llegaban de moda desde las ciudades o bien, recordando los viejos sones y siques aprendidos cuando muchacho en los poblados de tierra adentro, los rejuvenecía con letra propia. Era uno de esos poetas populares de mente ágil que se encuentran de cuando en cuando en los pueblos V cuyo repertorio en dichos y redondillas satíricas, es inagotable. Quizá muy pocos sabían su verdadero nombre porque en los campos lo habían bautizado con el remoquete de Tivicho y, ia saber por qué! A este hombre no le gustaba ver la vida por su aspecto duro y amargo, sino que más bien se esforzaba por darle tinte de guasa, poniendo a las penas un barniz de optimismo, lo cual en el campo era una notable ventaja. Su campechano carácter le vinculaba estrechamente a la campeñería, en cuyo ambiente su vida proletaria se gastaba igual a todas. —Tivicho, canta Muchacho alegre —le suplicó la vendedora. —No porque tengo la garganta seca. ¿Qué me vas a dar por eso? —Si querés un refresco de piña. . . —Muy helado; me resfrío; y del resfrío a la pulmonía.. . — ¿Un trago de guaro? —Muy caliente; quita el sueño. Entonces, nada tengo para darte, Tivicho. Pero canta, hombre. . . -Qué darme, sí tenes, muchacha. Enséñame tu cara. ¡Ayayay, qué chula! Pero no me mires de ese modo porque allí está Palomo ya estirando la celosa trompa. Da una media vuelta. ¡Jesús, muchacha! iPor mi madre qué curvas! Y con todo eso aún decís que nada tenes quedarme ¡Mentirosa! ¡Hipocritona! — ¡Callen a Tivicho! —gritó Amadeo Ruiz, que en ese momento llegaba en compañía de su mujer— ¡Rufina, cuida a tu cocinera; ese tunante de Tivicho le anda buscando las curvas, por canciones! ¡Te


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.