Ramon Amaya Amador - Prision Verde

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PRISIÓN VERDE

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RAMON AMAYA AMADOR

—Piensa solo. Voy en busca del capitán Benítez. —¿Qué le diremos a Camilo? —Lo que te dije antes: aguantarse. Ya le mandaré avisar. Va para Barranco el compañero Marcos Palomo; con él le mandaré razón. Lucio se le aproximó, poniéndole una mano en el hombro. Su voz, como en secreto, silbó paternalmente:

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-Tené cuidado, muchacho, con ese mequetrefe pretensioso; ya días vengo diciéndote que no habla verdad. Fíjate cómo se arrastra con los "pailas". Y, hombre que "soba levas", para mí no vale un comino. -Eres un desconfiado; quiérelo, es buen muchacho, tal vez un poco vanidoso, pero nada más. Me imagino que le guardas rencor por lo de Catuca... - iChol Bien me conoces. Yo no me meto en asuntos de faldas. Catuca ya está criada, es mujer y sabrá lo que hace. ¡Allá ella! Al salir Lujan, el viejo campeño se volvió a tirar sobre el catre, con los ojos cerrados, como para no ver el mísero "cusul" donde vivía.

Tibia la noche, con un hermoso cielo agujereado de estrellas. . . De los "criques" cercanos llegaba, como tableteo continuo, el eco del canto isócrono de las ranas. Los grillos silbaban inmisericordemente. En numerosos grupos, los campeños platicaban de sus asuntos, ya sentados en las gradas de los barracones, ya en los cuartos y "cusules" o se paseaban a lo largo de la línea férrea, frente al comisariato. Rojizas y parpadeantes luces de candiles alumbraban a las gentes que, en promiscuidad, se abigarraban uncidas al carromato de la existencia campeña. Por entre algunos grupos pasó Máximo Lujan hablando afectuoso a los peones y mujeres. Encontró a Marcos Palomo entre un círculo que se divertía en el comedor de la "patrona" Rufina, amasia de un "yardero", y donde vendía mascaduras y refrescos. Un hombre tocaba una guitarra de remendado cuello. Llamando aparte a Palomo, que era un jornalero joven, blanco pero quemado por el sol, de mirada vivaz y pañuelo azul en la garganta, le preguntó: — ¿Todavía vas a dormir a Barranco de Piedra? —Claro. Si aquí no he podido conseguir cuarto. Tengo que estar yendo y viniendo mañana y tarde íEsto es del carajol —Pues óyeme, Marcos: llega hoy mismo donde el contratista, Camilo y, en confianza, le dices de parte mía, que acepte el trabajo que le va a dar el Mandador, y que mañana iré por allá a esta hora. Pero dícelo a solas, ¿comprendes? —Pierde cuidado, compañero; le transmitiré tus palabras como lo deseas. Dentro de poco saldré para allí— e hizo ademán de volver al grupo que se divertía. -Espera, Marcos. Aún no me has contado el asunto de la "jaña"


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