El mismo Gobernador de este departamento, durante la visita del Ministro de Defensa a Tumaco del 27 de julio 2012, consideró un fracaso las políticas de fumigación y erradicación de la coca e indicó que los fondos destinados a combatir las siembras ilícitas deberían dirigirse a programas sociales para los campesinos. “Soy Gobernador del departamento que representa el 27 % de los plantíos de coca a nivel nacional. Cuatro de nuestros municipios figuran entre los 10 donde más plantíos de coca existen, pero también del departamento que más ha sido aspersado, fumigado (…) En los últimos diez años se han fumigado más de 390.000 hectáreas en este departamento (…) Para asperjar una hectárea se necesitan seis galones de glifosato. Si es así, aquí se han asperjado más de dos millones de galones de glifosato. Difícil resistirse a admitir que no pudo causar un daño”. Finalmente concluye el Gobernador que “los indicadores hablan de hectáreas destruidas, pero los indicadores no hablan de las personas ni de las familias que hay detrás de este problema (…) ¿El objetivo es destruir coca, erradicar coca, o el objetivo es recuperar para el país, para la economía legal, territorios, pero sobre todo seres humanos, que merecen que el Estado les brinde una segunda oportunidad?”. … y agua con mercurio de la minería En los lugares, donde la siembra de la coca por la persecución ha dejado de ser rentable, más de uno y más de una busca su suerte otra vez en la minería de oro: la tradicional artesanal, pero también la minería que emplea máquinas pesadas para lograr rentas mayores, con mayor cantidad de tierra movida y mayor “cosecha”. Ahora bajan por las aguas de ciertos ríos no solamente el petróleo derramado y el Metilparation de la “fumiga”, sino también el mercurio o “azogue”, como popularmente es llamado aquel metal tóxico empleado en la minería de oro. La cotidianidad de la mayoría de las comunidades rurales de la Costa Pacífica Nariñense gira alrededor del río o del mar. Las fuentes hídricas han sido arterias vitales para la supervivencia de todo un ecosistema y por supuesto del ser humano. Y uno se pregunta con preocupación: ¿Hasta cuándo lo seguirán siendo?
“AUNQUE MI AMO ME MATE – A LA MINA NO VOY” Contrario a este canto de resistencia de los antepasados negros esclavizados, desde hace unos dos años la minería ha tenido un auge cada vez mayor. En la zona centro de nuestra Costa Pacífica Nariñense esta actividad se ha convertido en una opción de supervivencia y esperanza para muchos pequeños “barequeros”, pero también para los operadores de retroexcavadoras, para los administradores de entables 60