Historias de amor y oscuridad

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INTRODUCCIÓN Los/Las alumnos/-as de 1º E.S.O.-A (curso 2014/2015) han realizado una actividad en la que debían crear un texto narrativo (una historia de amor o de terror) a partir de un inicio estipulado previamente. El fragmento escogido como planteamiento de la narración pertenece a Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz. Os invitamos a comprobar el resultado de esta actividad en las páginas siguientes. ¡Buena lectura!



AMARTE PARA SIEMPRE (Paula Agrelo Ribadeo / Cristina Díaz González)

Había una vez un pueblo completamente deshabitado. Una tarde, en otoño, llegó al pueblo abandonado un viajero que se había equivocado de camino. Llamó dubitativamente a la puerta de la primera cabaña y entonces le abrió una chica muy hermosa, de ojos azules, rubia, de unos veinte años y que medía aproximadamente un metro setenta. La chica se sorprendió al ver a aquel joven apuesto de ojos color miel, moreno y que alcanzaba el metro ochenta. El joven le dijo que se llamaba Bruno y que se había perdido. La chica también se presentó, se llamaba Diana, y se ofreció a enseñarle el pueblo. Se enamoraron y al poco tiempo se casaron. Fueron de luna de miel a París, que era donde vivían los familiares de Bruno. Diana se quedó embarazada y tuvieron un precioso hijo al que decidieron llamar Alejo. Cuando el niño ya tenía siete años los médicos le detectaron cáncer a Diana y le dijeron que solo le quedaban unos meses de vida. La pobre mujer decidió aprovechar el poco tiempo que le quedaba acompañada de su marido y de su hijo. Esos meses fueron los más felices de su vida, hasta que llegó el día. Diana falleció en brazos de su marido después de decirle que lo amaba.



La casa de la anciana (Anxo Maceira / Iván López)

Había una vez un pueblo completamente deshabitado. Una tarde, en otoño, llegó al pueblo abandonado un viajero que se había equivocado de camino. Llamó dubitativamente a la puerta de la primera cabaña y entonces una anciana sentada en una silla de ruedas abrió. Él le preguntó si tenía teléfono y entonces la anciana le pidió ayuda porque era inválida; él, por compasión, le ayudó y se quedó un tiempo. Cada noche escuchaba pasos; una de esas noches salió a ver qué era y fue hasta el vestíbulo. En ese instante se enciendieron las luces solas. La anciana apareció con una catana clavada en el cuello y, en ese mismo instante, las luces se apagaron y volvieron a encenderse. En ese momento ya no estaba el cadáver de la anciana y el viajero asustado intentó huir, pero algo bloqueaba la puerta y empezó a buscar una salida, pero esa salida era su funeral. Esperó y esperó, pero no había solución. Se puso muy nervioso y cuando creía que todo estaba perdido vio una luz al final del pasillo, fue hacia ella y llegó hasta un mueble. Por instinto lo movió y encontró una ventana oculta. Abrió la ventana, saltó al mar y consiguió la libertad. Nadó y nadó y llegó hasta una pequeña isla donde solo había una palmera y el cadáver de la anciana. El asustado viajero cayó encima de un coco y vio que la anciana tenía algo en la mano; era un papel escrito en el que aparecía este mensaje: “Ayuda... Yo solo quería ayuda, no quería acabar así. No sabía que el viajero iba a ayudarme a pesar de que nadie confiaba en mí. Gracias a ese pequeño he podido cumplir el sueño de mi abuelo.” Por suerte, apareció un barco que lo rescató. Cuando volvió a casa encontró un montón de dinero y una carta con un mensaje muy breve: “Espero que esto te sirva para algo. Tu gran amiga: la anciana.”



AMOR DE OTOÑO (Silvia Nieves / María Otero)

Había una vez un pueblo completamente deshabitado. Una tarde, en otoño, llegó al pueblo abandonado un viajero que se había equivocado de camino. Llamó dubitativamente a la puerta de la primera cabaña y entonces le abrió una chica llamada Laura. En ese momento conoció a Marcos, el viajero, que vivía en Portugal. Laura lo invitó a cenar en su casa. Pasaron unos días, se casaron y se fueron de luna de miel a París. Pasaron una época muy feliz y tuvieron dos hijos llamados Nerea y Carlos. Siete años después se fueron a vivir a Portugal. En ese momento sus hijos tenían ya dieciséis años y se fueron a vivir con su novia y con su novio a Barcelona.



LA CABAÑA EMBRUJADA (Lucía Mareque / Rocío Neira)

Había una vez un pueblo completamente deshabitado. Una tarde, en otoño, llegó al pueblo abandonado un viajero que se había equivocado de camino. Llamó dubitativamente a la puerta de la primera cabaña y entonces... La puerta se abrió y, pocos segundos después, el viajero escuchó un grito que venía del interior de la cabaña. El viajero entró, todo estaba lleno de charcos de sangre, ratas muertas... Entonces escuchó una voz y se quedó paralizado, pero se armó de valor y siguió por un túnel que estaba lleno de cabezas, sangre, ratas... El viajero siguió, pero se quedó atrapado en la cabaña para siempre, en un mundo de terror. Se puso a llorar, pero no le servía de nada, ¿se moriría o no?

FIN



UNA HISTORIA INCOMPRENSIBLE (Lucia Salvado / Alba Silva) Había una vez en un pueblo completamente deshabitado. Una tarde, en otoño, llegó al pueblo abandonado un viajero que se había equivocado de camino. Llamó dubitativamente a la puerta de la primera cabaña y entonces le abrió un hombre de aspecto misterioso. El hombre era mayor, tenía puesto un abrigo negro que le cubría hasta los pies y le preguntó: –¿Qué vienes a hacer aquí? Y, antes de que le diera tiempo a contestar, le cerró la puerta y a continuación una mujer le abrió y dijo: –Disculpa a mi padre, está un poco desesperado desde la muerte de su hermana. –No te preocupes. ¿Cómo te llamas? –Me llamo Mercedes, ¿y tú? ¿Necesitas algo? –Me llamo Juan; la verdad es que sí necesito algo... Me he perdido y se está haciendo de noche... –Tú tranquilo; esta noche te acogeremos. Esa noche Juan se quedó en casa de Mercedes. Allí solo había dos dormitorios, y claro, tuvo que dormir en el suelo de la habitación del padre. El hombre no le quitó ojo en toda la noche, y él no pudo dormir tampoco. Por la mañana todos se despertaron por el sonido de un disparo de pistola; rápidamente llamaron a la polícia. Cuando llegó les hicieron un interrogatorio. Al acabar, Juan no podía continuar el viaje porque habían cortado la carretera. Entonces, acercándose a Mercedes dijo entusiasmado: –Bueno, creo que tendré que quedarme unos días más. –¡Alejáte de mí! - exclamó ella enfadada. –¡Uy! Ya estás de morritos por la mañana... –¡Qué pesado! –¿Sólo pesado? –Bueno... feo, feo, no eres... – dijo Mercedes dubitativa. –¡Ajá!, sabía que... –¿Qué pasa aquí? - preguntó el padre de Mercedes interrumpiéndole. –Nada, papá, que este es el novio del que te hablé. –¡Ah, síííí...! -ella le dio un codazo como para disimular-. Por supuesto, claro... Pues me alegro por ti, hija. Cuando el padre se marchó, Juan dijo: -Entonces, ¿te gusto o no? ¡Aclárate de una vez...!



El asesino sin cabeza (Álex Mera Souto / Ángel Varela Castro)

Había una vez un pueblo completamente deshabitado. Una tarde, en otoño, llegó al pueblo abandonado un viajero que se había equivocado de camino. Llamó dubitativamente a la puerta de la primera cabaña y entonces llegó una tormenta y de repente la puerta se abrió sola. Entró y en la oscuridad estaba un hombre sin cabeza y con un hacha sentado en una silla llena de sangre; en el suelo había un charco ensangrentado a su alrededor. Cerró la puerta de golpe lleno de miedo y se fue corriendo a una de las casas deshabitadas a pasar la noche. Cuando se levantó fue a la cabaña pensando que había sido un sueño, pero se equivocó, la silla aún seguía así, llena de sangre, lo mismo con el charco, pero más pequeño porque el suelo lo había absorbido, aunque el hombre sin cabeza ya no estaba. El viajero se encontraba muy tranquilo y se puso a ver la televisión; más tarde, al anochecer, llegó el criminal, que escuchó el sonido de la televisón y se dirigió hacia allí. El hombre sin cabeza entró por la puerta de forma silenciosa y con una cuerda se dirigió hacia donde estaba el muchacho, lo ató de pies y manos y le dejó inconsciente de un puñetazo. Al despertarse se encontró en una habitación, miró hacia la pared y vio las cabezas de las víctimas de su secuestrador. A medianoche, el asesino entró en la habitación con su hacha; el viajero estaba muy asustado y de repente... ¡¡¡ZAS!!!, le cortó la cabeza, cogió el cuerpo y fue al río, una vez allí lo tiró. A continuación, volvió a su casa, subió a la habitación y colgó la cabeza en su pared de trofeos. Se quedó muy contento con su premio y nadie volvió ni al pueblo ni a la cabaña. Desde ese día el asesino se fue a otro pueblo para seguir con su colección de cabezas.


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