Por la geografía cacereña. Fiestas Populares por Valeriano Gutiérrez Macías

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VALERIANO GUTIERREZ MACIAS

POR IA GEOGRAFIA CAGEREÃœA (FIESTAS POPULARES)

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MADRID 19 6 8


Depósito legal: M. 13390.— 1968 Imprenta, Juan Bravo, 3.—MADRID


A mis hijos, para que siempre amen gozosamente la tierra que los vio nacer.


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PROLOGO Durante muchos años me he consagrado a la tarea de estudiar amorosamente las costumbres y festejos tradicio­ nales de la A lta Extremadura, de esta tierra insólita, dife­ rente y sorprendente, de una rica y variada personalidad, para mí entrañable. He peregrinado por todos los rincones cacereños y he per­ seguido todo lo interesante en una búsqueda afanosa. Después, con el bagaje adquirido, con el material y el cargamento en aras a un mejor conocimiento, me he de­ dicado a dar forma a lo que para mí ha constituido empe­ ño de una apasionada exaltación de lo cacereño: la expo­ sición de las fiestas típicas, exclusivas la mayoría de la provincia. A través de las páginas de este volumen ofrezco una an­ tología de las fiestas alegres y divertidas que al correr del año se desarrollan en la provincia de Cáceres, escenario maravilloso y único de todos los relatos contenidos en el mismo. Cuanto abordo forma parte de un acervo que bien me­ recía la pena de acometer la empresa plena de incitaciones de estudiarlo y agavillarlo en um, copioso y apretado haz para que sea debidamente conocido y salvar del peligro de que se pierda lo genuinamente cacereño' que hay la obliga­ ción de conservar fielmente, como si dijéramos en su prís­ tina pureza. Lo llevado a cabo no es sino contribución a mantener ccm el máximo esplendor él tesoro tradicional de la parcela cacereña depositaría de las mejores virtudes. Celebraciones diversas, manifestaciones populares, tan bellas como atractivas en su varia gama, esto ha sido el temario en él que he trabajado. Con todo el encanto de fies­ 9


tas a/ntiquísimas, de singular arraigo, costumbres muy cu­ riosas, supervivencias, romerías animadas, bailes de gran vistosidad. Hay que resaltar la fuerza de las danzas de un gran contenido plástico y artístico, danzas y canciones verdade­ ramente fabulosas. He procurado presentar cuanto contiene la A lta E xtre­ madura en lo que respecta al mundo multicolor y sorpren­ dente de las tradiciones piadosas y profanas y del folklore: trajes, bailes, canciones, etc., de una parcela tradicional, hasta las bodas, una nueva etapa en la vida. E stas fiestas de vigorosa personalidad y garra, como aho­ ra se dice, algunas dramáticas realmente, son ni más ni menos que el exponente del sentir y vivir de las gentes que moran en las aldeas, pueblos, villas y ciudades de la Alta Extremadura. Cabría reflejar el peso de la enorme tradición de estas fiestas y su swpervwencia y permanencia, bien aseguradas dado el carácter de las celebraciones, la asistencia a las mismas y el entusiasmo que siempre despiertan. Por la amplitud y extensión del contenido de esta obra sobre las fiestas típicas cacereñas se pretende que sea un trabajo casi exhaustivo que se ofrece como aportación a la bibliografía extremeña en el aspecto etnológico.

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CAPITULO I DIECISIETE DE ENERO, SAN ANTONERO «17 de enero, San Antonero», dice la expresión po­ pular. La fiesta de San Antonio, Abad, ofrece relieves muy sin­ gulares en la Alta Extremadura, donde ahora se vienen resucitando antañonas tradiciones injertadas en la savia del costumbrismo popular con notas de magnífico colorido, que tanto dicen del sabor peculiar de estas solemnidades. Por lo que a Cáceres, la capital, se refiere, la Junta Pro­ vincial de Fomento Pecuario concede el mayor rango a la fiesta que dedica a su Santo Patrón, San Antón, otorgán­ dole máxima brillantez. A tal fin organiza una solemne función religiosa en la histórica iglesia parroquial de San Mateo, enclavada en el Barrio Monumental. A continuación se hace con todo es­ plendor la ceremonia de la bendición de los animales do­ mésticos que concurren a las explanadas contiguas al tem­ plo. Y para estímulo de los ganaderos que asisten a los actos se dan premios en metálico y diplomas. En Garrovillas de Alconétar, San Antón bendito, como siempre es llamado el Santo, tiene dedicada una ermita en los alrededores de la villa, a unos 200 metros del casco de la misma, pero desde hace pocos años —debido al incre­ mento de la población— la ermita preside el denominado barrio de Cantar ranas. La Cofradía de San Antón —nos comunica el castizo es­ critor Femando Bravo, garrovillano de ley— es de las más numerosas y desde luego la más popular en la localidad y se la conoce con el nombre de «Hermandad de San Antón bendito», designándose a los componentes «San’Antoneros». La víspera de las fiestas recorre las calles desde bien de mañana, un «San’Antonero» aporreando una «tambora» —que es un gran tambor o bombo— con un son compues11


Cáceres.— La iglesia de San Mateo, enclavada en la Ciudad Monumental. Temple de Victoriano Martínez Terrón


to de tres golpes pausados seguidos de otros tres a ritmo más rápido. Va rodeado de una patulea de chicos que co­ rean los golpes de las «porras», palotes, de esta manera: Pon, pcm, pon, la tambora de San Antón. Ya por la tarde de la propia víspera se organiza una co­ mitiva de «san antoneros» acompañados de «tambora», «gai­ ta» y «tamboril» que recorren el pueblo vendiendo las pa­ peletas de una rifa en la que la Hermandad sortea una co­ china; todo ello, entre canción y trago, y para esto últi­ mo van provistos de un pellejo de cerdo pequeño muv bien curtido que, lleno de vino, se asemeja a un cerdo vivo, y cantan copias alusivas: Tiene una cochinito, la Hermandad de San Antón, que para beber por ella hay que quitarle el tapón. San Antón, San Antón, hay que quitarle el tapón. Es nuestro tamborilero hombre de mucha energía, no se cansa de tocar ni de noche, ni de día. Qué bien toca, qué bien toca, para que bailen las mozas. Por la noche, en la plaza mavor, se quema una monu­ mental «minaría» —hoguera o luminaria— , para lo cual clavan en tierra un gran madero que cubren con escobas, retamas, maderas viejas y trastos inservibles que propor­ c io n a n los vecinos. Durante la fantástica llamarada, la mú­ sica de tamboril no cesa. El día de la fiesta se celebra una procesión que recorre toda la barriada de la villa y en las andas del Santo se cuelgan chorizos, lomos, buches, y, en fin, toda clase de embutidos o viandas, que, recogidas después de haber sido puestas en las andas al menos por unos momentos, se su­ bastan al terminar la procesión para obtener ingresos con 13


los que sufragar los gastos religiosos y atenciones de la er­ mita, y dedicar lo restante a obras de caridad. También al terminar la procesión se procede al sorteo de la cochina, re­ galo de la Hermandad. La imagen de San Roque, Patrón de la histórica villa, representa un hombre en plena madurez, acompañado de un perrito que lleva en la boca un bollo de pan, según refiere la hagiografía del Santo, mientras que San Antón, en la imagen de que nos ocupamos, aparece como un anciano de luenga barba blanca, con un cerdo a los pies, al que le fal­ ta el rabo, y de ahí que en el pueblo —aludiendo a la pre­ tendida «rivalidad» entre ambos santos— canten: San Antón, por ser más viejo, le pegó a San Roque un palo, San Roque le «chupó» el perro: ¡comió a la cochina el rabo\ Tenemos que hacer la salvedad de que el término «chu­ par» está usado aquí en el sentido corriente del habla po­ pular, como sinónimo de azuzar. En la villa de Fresnedoso de Ibor la fiesta patronímica de San Antón se celebra los días 17, 18 y 19 de enero. El primer día, cuando las muchachas entran o salen de misa, se disparan las salvas de escopetas —cartuchos con pólvo­ ra solamente—. Lo propio se hace ante la imagen del Santo durante el recorrido procesional por las principales calles del pueblo. Esta fiesta se anuncia la víspera: 16, festividad de San Fulgencio. Los mozos del reemplazo anual adquieren por donación —si es que no los tienen— unos árboles de encina; los traen en carros del pueblo y, en plena plaza mayor, a las doce de la noche, encienden una gigantesca hoguera que dura los tres días de la fiesta. La media noche es anunciada por to­ ques de campanas, que congregan en la plaza a la inmensa mayoría del vecindario. En Arroyo de la Luz la fiesta se celebra en la parroquia de San Antonio, Abad, recientemente establecida en los ex­ tremos de la villa. Es típico que los arroyanos se congreguen en los alre­ dedores, y —continuando una costumbre tradicional— de­ positen en los cestos colocados al efecto una ofrenda al San­ to hasta que se llenan a rebosar por completo de embutidos. La juventud femenina luce su atavío típico de campesi14



ñas, con antiguas gargantillas y pendientes que prestan a la estampa un bello colorido. Después de los actos religiosos —que revisten la mayor solemnidad—, en la meseta que hay junto al templo se ins­ tala una mesa de ofrendas y se procede a la subasta de los presentes, alcanzando siempre las pujas precios elevados. En Baños de Montemayor, en la festividad de San An­ tón, si el tiempo lo permite, es día de comer las clásicas mantecadas en el campo, y oír, entre otras, las siguientes coplas: Venimos de la 'pradera, venimos de la función; traemos una jumera de las de marca mayor. Tris-trás, mi niña y verás, cómo se extiende el pañuelo; por alante con vuelo, tendido detrás. Tris-trás, mi niña y verás. Molinero, molinero, no vayas de noche a verme, porque estoy sólita en casa y luego murmura la gente. Molinero, molinero... Por la calle aba jo va la vihuela de los tunos; como no llevan dinero, no tienen miedo ninguno.

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CAPITULO II Zarza de Momtánchez: LA FIESTA DEL «PAN Y EL QUESO» La villa de Zarza de Montánchez —perteneciente al par­ tido judicial de Montánchez— está ubicada en una deriva­ ción de la abrupta serranía de este nombre, en la sierra de San Cristóbal, en cuyas inmediaciones, y al saliente de la misma, nace el río Tamuja —denominación que recibe de una planta espinosa que se cría y prolifera en terrenos hú­ medos—, subafluente del Almonte, que vierte sus aguas en esa vía de fecundidad de la Alta Extremadura y de España que es el «padre» Tajo. Esta localidad es la cuna de Diego Martín, quien militó a las órdenes del capitán Diego de Mazariegos en el terri­ torio mejicano, y con él pasó después, en el año 1585, a la conquista de Chiapas, de la que fue obispo el padre Las Casas, apóstol de las Indias y amigo del esclarecido montanchego Pedro de la Rentería, que fue alcalde de la isla de Cuba, si bien se ocupaba más que nada en rezar y ser li­ bertador de los indios. Zarza de Montánchez brinda a la atención general su famosa fiesta de «El pan y el queso», que se celebra el día 19 de enero, cuyos antecedentes hay que buscarlos en la épo­ ca de Ja Reconquista, y que fue establecida en acción de gracias por la victoria alcanzada sobre los sarracenos, con su tripie significación religiosa, patriótica y caritativa, en la que —junto a la conmemoración de las gestas hispanas y actos religiosos— se distribuyen panecillos y trozos de que­ so entre las personas necesitadas de la localidad. Realmen­ te, la generosidad se ha extendido a cuantos acuden a la fiesta. Para la celebración de esta solemne función, la Alcaldía invita a la misma a todas las autoridades locales, maestros y personas de relieve 17 2


Z arza de Montánchez.— La fiesta de «El Pan y el Queso». Un momento de la fiesta: el que lleva la cruz es un chico de la escuela que dice la oración: «Por esta Santa y adorable Cruz..., etc.


A las cuatro de la tarde se trasladan los maestros con los niños de las escuelas en formación a la iglesia. Las cam­ panas del templo tocan a difunto, rezándose un responso en memoria de los caídos en la batalla que se iba a conme­ morar. Terminado el responso, se trasladan todos los asistentes a una plazuela inmediata a la iglesia. Seguidamente se for­ ma un círculo, estando los niños en primera fila, provistos de unas porras de madera. En el centro del círculo se colo­ can autoridades y dos niños, uno de los cuales recita la ple­ garia del Padrenuestro, que es contestada por toda la con­ currencia. Inmediatamente después, el otro niño — con la mano derecha en alto, y haciendo la señal de la cruz— re­ cita esta oración: «Por esta santa y adorable cruz, luz brillante que ilumi­ na a todas las naciones. Fue la que sirvió de estandarte a los mayores de este pueblo para batirse contra los moros y obtener una señalada victoria, que perpetuó para siempre esta función. A la oración del Padrenuestro que dirigían a Dios, el enemigo retrocedía; cuando avanzaban, en señal de prepararse, se decía: «El enemigo malo viene por la sierra. ¡A matarle!» Acto seguido, al terminar esta arenga, se verifica el «po­ rreo»; los niños empiezan a dar con las porras en el suelo, ti ver quién hace el hoyo mayor, como si se tratara de com­ batir al enemigo. Terminado este acto, toda la concurrencia se traslada nuevamente al templo, procediéndose después al reparto de un trozo de pan y queso a cada persona. No existe ningún documento histórico de esta función y de su origen. Unicamente la lectura de la oración y una deducción lógica de la misma —armonizada con los hechos históricos que en Extremadura se desarrollaron en tiempos de la Reconquista— atribuye que en la segunda mitad del siglo xn hubo una batalla en la sierra de San Cristóbal —ya mencionada al principio de este capítulo— contra los sa­ rracenos, en la que participaron los habitantes de Zarza de Montánchez, y, una vez alcanzada la victoria, las personas pudientes dieron de cgmer a los que tomaron parte en la ac­ ción bélica con productos naturales, como el pan y el queso de cabra, que abunda en la población cacereña. Es induda­ ble que la fecha de 19 de enero corresponde al día en que se libró la batalla. Relacionada con esta tradición —que se conserva con 19


Z arza de Montánchez.—Otro momento de la función de «El Pan y el Queso». Alrededor del corro, por dentro, están los niños con sus porras


toda fidelidad—, expongamos que en el Presupuesto del Ayuntamiento de Zarza de Montánchez se consigna todos los años una partida para la adquisición del pan y el queso, distribuyéndose un promedio de unas 1.500 raciones de pan y queso.

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CAPITULO III Acehuche:

LAS CARANTOÑAS Situada en la cima de los riberos del Tajo, Acehuche es una población cerealista y ganadera, cuyo término está ba­ ñado por el río Tajo. De esta villa era natural Pedro Alonso Galea, uno de los oficiales que acompañaron a Ursúa en su expedición en bus­ ca de El Dorado, y que fue obligado a seguir a Lope de Aguirre en su rebelión. Fugado en un bote desde la isla Margarita, Galea se unió a los leales al Rey, marchando contra el tirano Aguirre, al que dieron muerte, sofocando la sublevación. En Acehuche fue hecho prisionero por los franceses, en 1811, el partidario don Antonio Temprano, libertado des­ pués por los ingleses a las puertas de Talavera. Durante la guerra de la Independencia, Acehuche llegó en un momento a ser capital del territorio cacereño. ' Fiel a su característica pulcritud, en un concurso de em­ bellecimiento de los pueblos de la Alta Extremadura —ce­ lebrado por la Jefatura Provincial del Movimiento— Acehu­ che conquistó un premio de la Diputación Provincial por su aspecto general más cuidado, por la pulcritud que se apre­ cia en sus calles y callejas. En la villa de Acehuche es famosa la fiesta de «Las Ca­ rantoñas», función que viene celebrándose desde hace si­ glos y que constituye una estampa de acusados rasgos et­ nológicos. «Las Carantoñas» datan de tiempo inmemorial, y con­ sisten en varias parejas de máscaras —suelen ser ocho— aue asisten a la procesión de San Sebastián, patrono del pueblo, 23


Acehuche.— «Las Carantoñas». San Sebastián sale del templo parro­ quial, momento que aprovechan los escopeteros para atronar el espacio y llenar el ambiente de pólvora


cuya fiesta se verifica el día 20 de enero, exaltación del már­ tir al seno de los bienaventurados. Parece ser que «Las Carantoñas» están fundadas en una falsa tradición, pues se creía que el glorioso mártir fue man­ dado arrojar por Diocleciano a las fieras, y que éstas, en lu­ gar de devorarle, se postraban, humilde y mansamente, a sus pies y le adoraban. Es tradición, también falsa, de que al humillarse las fie­ ras ante el mártir, el emperador, enfurecido, mandó soltar un toro —como bestia más fiera— para que diera fin al ca­ pitán, pero aquél, lejos de matar al Santo, acometió con las fieras, dispersándolas. En estas falsas leyendas se funda la pantomima de «Las Carantoñas», que son hombres vestidos con pieles bien so­ badas, sin curtir —de cabra, oveja o buey— , desde los pies al cuello, y tocados con un gorro del mismo pellejo — care­ ta lo más horripilante posible, terror de la chiquillería y regocijo de los mpvores—, que portan en la mano un palo con puntas, y que en la procesión que se celebra a continua­ ción de la santa misa preceden a la imagen por parejas, ha­ cen carantoñas al Santo —estando siempre de cara a éste para «asustarle»— , simulando que tratan de arrojarle un cuchillo v devorarle, para terminar postrándose ante la imá­ nen. Son reverencias muy ceremoniosas que van acompaña­ das del gu-gu. La procesión se detiene en casa del mayordomo. Enton­ ces se lleva a efecto la loa por un vecino que recita en ho­ nor del Santo. Al final de la procesión, en las esquinas de la localidad, los escopeteros atruenan el espacio con sus salvas. «Las Ca­ rantoñas» se revuelcan en el suelo, charcos, etc., se agrupan en la plazuela de la iglesia, bailando una danza de fuerte sabor ancestral, hasta oue por una de las calles entra a la nlaza la llamada «vaca-tora», que acomete con «Las Caran­ toñas» v las dispersa. Es la «vaca-tora» —nombre que parece significar vaca brava— un hombre o dos que, agachados, por­ tan sobre las esüaldas unas angarillas con cornamentas, y, tañados con una manta de campo, vienen a simular un toro. Detrás de la cornamenta llevan un cencerro, y acometen a todo el mundo. En la procesión a que hemos hecho referencia precede el tamborilero, que ejecuta con el tambor unas melodías pro­ pias de la fiesta. La figura del tamborilero es otro de los principales personajes y protagonistas de la fiesta. 25


Acehuche.—La juventud

femenina

luce sus galas típicas en la celebración

de «Las Carantoñas


Hace su entrada — «la entrá»— jubilosa, triunfalmente, en el pueblo el día anterior a la hora de la víspera, ya que generalmente suele ser un pastor de oficio o venir de la ma­ jada, o bien un forastero y venir de su pueblo.. En las cercanías de Acehuche empieza a tocar el tambor —con la monotonía de su tam-tam— y la flauta, y así penetra en la localidad, rodeado de chiquillos, mientras las campanas de la parroquia voltean al alegre toque de vísperas y desde la casa del mayordomo —otra figura importante del festejo— se disparan multitud de cohetes que, con sus estampidos y bengalas, ponen una nota de festivo color en la fría noche de enero. (La mayordomía es siempre muy solicitada; pero si al­ gún año está vacante, entonces es la propia Corporación Municipal la que se encomienda y se dispone a «servir» a San Sebastián bendito.) Al amanecer del día 20, el tamborilero pasea las calles del pueblo al son del tambor y la flauta, tocando la «alborá», mientras que en cada casa se preparan las migas que, de precepto, es el desayuno de los acehucheños en este día. Juzgamos muy oportuno consignar que igualmente se hacen las puchas — «gachas»—, sopas azucaradas con las que se obsequia con un enorme cucharón a «la carantoñina», jovencillo vestido de «carantoña» que es muy aten­ dido en la fiesta reseñada. Las puchas se dan también a probar a los que presen­ cian la procesión y el acto de la «vaca-tora» v las cuchara­ das son lanzadas a diestro y siniestro, manchando a cuan­ tos se alcanza. Esto motiva el consiguiente jaleo y pro­ testas: chillidos, empujones, manotazos, de todo hay en la escena lugareña. Una de las notas dignas de resaltar de la fiesta es la que ofrecen las mozas —vestidas con el típico atuendo— y las «carantoñas» cuando bailan la alegre jota extremeña. Otro detalle que merece hacerse figurar es que las mozas son las encardadas de repartir confites al salir del templo parroquial; desde hace unos años también espar­ cen, «tiran» confettis. Algunos años —nos informa don Ansrel Julián Sánchez, como buen acehucheño entusiasta de la típica fiesta lo­ cal— hay dos mayordomos, uno cada día y en este caso en ambos días citados se celebra procesión y aparecen «Las Carantoñas». De lo contrario, el secundo día sólo se veri­ fica la fiesta profana, que es, desde luego, de menos im27


Acehuche.— La fiesta

de «Las

Carantoñas». La

«carantoña», acompañada

del tamborilero

y la chiquillería


portancia que la del primero, a la que acuden muchos fo­ rasteros de los pueblos aledaños. A principios de la presente centuria, una vez que en­ traba la procesión en el templo aparecían el «galán» y la «dama» en una escena que era una verdadera alegoría del pecado. La intervención de estos personajes ha desapare­ cido por la propia índole del asunto que representaban. La fiesta de «Las Carantoñas» es la más popular y señera de Acehuche, que muestra su entusiasmo renovado por la misma cada vez que se celebra. Hay tipos locales que sobresalen. Cabe recordar a E’lorencio Martín Bueso, que se vistió durante un lapso superior a cincuenta años con el espeluznante traje. Publio Hurtado, que fue venerable patriarca de las le­ tras y creador de la escuela de investigadores cacereños, estudió la fiesta glosada en su trabajo monográfico de cos­ tumbres populares Las Carantoñas de Acehuche, y acer­ ca de éstas escribe: «Sin entrar en un detenido examen histórico-crítico de este festival, porque no creo que lo necesite, veo dibujar­ se en él tres períodos y cuadros perfectamente deslinda­ dos; uno, la función religiosa; otro, una alegoría o, mejor dicho, una representación más o menos burda del pecado por el cual nuestros primeros padres fueron lanzados del Paraíso; y, por último, la parodia carnavalesca de una co­ mida taurómaca a que tan dados fueron desde ab initio nuestros compatriotas; pero todo confundido en grotesco revoltiño a causa de coincidir la festividad del santo con los comienzos del carnaval.»



CAPITULO IV

Piornal:

EL «JARRAMPLAS» Perteneciente la provincia de Cáceres en su parte nor­ te a la cordillera Carpetovetónica, tiene localidades serra­ nas como la del Piornal —situada entre el Valle y La Vera, comarcas importantísimas— a 1.200 metros sobre el nivel del mar, donde en el estío se goza de las delicias del fres­ co, del verdor y del agua, que la convierten en un excelente lugar de veraneo y en el invierno se ve envuelta por una alba capa. Piornal —que se asienta en una meseta— dista 119 ki­ lómetros de la capital alto-extremeña. Correspondiente al partido judicial y diócesis de Plasencia, de esta Muy No­ ble, Muy Leal y Muy Benéfica Ciudad la separan 27 ki­ lómetros. Está unida al Valle de Plasencia a través de Valdastillas y a La Vera por Garganta la Olla. El nombre de Piornal viene de piorno, retama que prolifera en el término municipal. Piornal debe su fundación —allá por la décima centuria— a sus finos pastos y abun­ dantes manantiales. La localidad serrana se ha distinguido siempre por el acervo de su folklore, digno de figurar en el mejor can­ cionero de Extremadura, e incluso, de España por su pu­ reza prístina y por el valor ancestral, por su personalidad específica, propia e inconfundible dentro de la parcela cacereña. A continuación presentamos a los lectores una estampa de acusados perfiles etnológicos. El 20 de enero, Piornal celebra la fiesta de San Sebas­ 31


tián, su patrón y mártir. En la víspera, los chicos pronun­ cian el pregón de la fiesta y cantan la copla: Por el 20 de enero, cuando más nieva, sale un capitán valiente a poner bandera. Uno de los chicos repite: «poner bandera». El día de la fiesta —de neto sabor localista— los piornalegos lucen su traje típico. La figura principal del pueblo en la fiesta es el «Jarramplas», el hombre agradecido a San Sebastián por haberle devuelto la salud y que el día citado hace el mártir. Viste un traje vulgar, blanco, con muchas cintas, con careta y va tocando un tambor. El 19 por la tarde, divierte a los muchachos y al hacer gazmoñerías le tiran bolas de nieve. Por la noche, el «Jarramplas» concurre al portal de la iglesia con los mayordomos y amigos con los que reza una salve después de haber cantado la copla: A la puerta de la iglesia vamos ahora a rezar una salve a Nuestra Señora. El «Jarramplas» canta las «alboradas» —que ya había ensayado en su hogar— coplas de un romance religioso que se refiere a la vida de San Sebastián durante la persecución de Diocleciano. En el día de la fausta celebración, el famoso personaje de Piornal pide con los mayordomos para el santo; es una invitación constante para que nadie se olvide en su gene­ rosidad. Y siempre con el tambor... Después asiste a la misa solemne y ofrece su promesa. Las mozas «cantoras» dedican su canción de alabanzas a San Sebastián: A las devotas que cantan aquí está rosca y ai «Jarramplas» que toca dales la gloria... Una vez que finaliza la misa empieza el sacrificio del 32


«Jarramplas». Recorre las calles seguido de la chiquillería que le arroja los más diversos objetos. Suenan disparos por todas partes de la plaza. Es el momento más interesante del día de San Sebastián. El «Jarramplas» huye del peloteo y se refugia en cualquier parte hasta desaparecer por comple­ to, poniendo una nota de sorpresa entre el elemento joven. Por la tarde se verifica la procesión. El «Jarramplas» concurre, marcha siempre dando la cara al santo y tocando el tamboril. Cuando termina la procesión se entrega en la bandeja el óbolo al santo y se baila en su honor. La tradicional «Jarrampla» —anota el fino escritor cacereño Blázquez Marcos— termina dejando oír en la hosca y brava soledad de la noche invernal las viejas «alborás», plenas de ternura devota... Levántate zapatero a hacer zapatos, para el santo bendito que está descalzo. Matizadas otras de intención picaresca: La mujer del «Jarramplas» está dormida y si no se levanta no come migas... En opinión de Cruz Rebosa —que estudió amorosamen­ te el folklore de Piornal, abordando sus matices diferencia­ les— «el "Jarramplas”, en su origen, pudo ser el ladronzuelo de reses fracasado, sometido a las iras del pueblo; pero la Iglesia, con más caridad y sentido, lo apropió y así llega a nosotros como digno del lugar que supo de la buena nueva y se hizo cristiano». La fiesta del bendito San Sebastián se celebra también en Navaconcejo, pueblo próximo a Piornal, con la denomi­ nación del «Taraballo», cuya descripción dejamos para el capítulo siguiente.

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CAPITULO Y Navaconcejo: EL «TARABALLO» A la falda de la sierra de Tormantos, en el frondoso y fértil valle, en la margen del río Jerte y en la carretera de Plasencia a Tornavacas, se halla situada la Villa de Navaconcejo, perteneciente al partido judicial y diócesis de la Muy Noble, Muy Leal y Muy Benéfica Ciudad. El casco urbano de Navaconcejo bien puede decirse que está formado por una larga calle. El terreno de la localidad del valle placentino —en par­ te, montuoso, y en parte, de valle— es muy próspero: el de monte está labrado en pintorescos escalones en las más ele­ vadas sierras, el de la parte baja se integra de huertos y prados. Bañado por el Jerte — que lame sus casas— Navaconcejo posee abundantes robledales y castañares, arboleda que pro­ duce magníficos frutos de hueso —sobre todo, cerezas— mantiene mucho ganado y en sus «gargantas» se crían de­ liciosas truchas. Las precedentes líneas —apretada síntesis de la situa^ ción y principales producciones de este pueblo alto-extreme­ ño— nos sirven de entrada en el presente trabajo sobre la fiesta principal del lugar ameno y deleitoso. Una visita a Navaconcejo en el mes de mayo constituye un encanto in­ definible que supera a toda ponderación. La tradicional fiesta de San Sebastián en la Villa de Navaconcejo presenta unas características y un tipismo que incitan a recogerlas para el conocimiento de los ilustrados lectores de este volumen. En la víspera, a la anochecida, comienzan a dispararse 35


cohetes y tiros de escopeta en abundancia, sin ^ue se sepa el motivo de esta costumbre, aunque se supone que sean «salvas» en honor del santo, dada su condición de Capitán. Así amanece la fiesta con mayor profusión de disparos hasta la hora de misa, que reviste carácter solemnísimo y donde al final y durante la procesión, se cantan tradiciona­ les canciones a San Sebastián, cuya letra es la siguiente: Desde niño chiquito y tierno infante, a Dios del Cielo buscó firme y constante. Sebastián valeroso hoy se levanta, formando compañía de gente santa. Hoy se viste de gloria este soldado, pidámosle que sea nuestro abogado. Diocleciano algún tiempo su amigo era, y ahora manda que a un tronco amarrado muera. A un tronco le amarraron y allí le dieron la muerte con saetas, verdugos fieros. El tronco y las saetas lleva por armas, a Maleo y Marceliano de retaguardia. Una mujer piadosa llamada Irene, le recogió en su casa y hoy vida tiene. 36


Ha florecido él tronco donde le amarraran; flores con él fruto de sus espaldas. A los veinte de enero florece un lirio cubierto de saetas en su martirio. Vivan los mayordomos, canten victorias, que él que sirve a los santos sube a la gloria. Viva el Ayuntamiento, viva el Alcalde, y viva todo él pueblo que quiere honrarle. A los veinte de enero cuando más hiela, sale un ca/pitán fuerte a poner bandera. Ahora comienza la intervención del «Taraballg», «per­ sonaje jocoserio que desempeña un importante papel en la fiesta del bendito San Sebastián», dicho sea con frase del folklorista cacereño Manuel García Matos. Al iniciarse la procesión, el «Taraballo», vestido con un traje típico —blanco, con ribetes rojos— y sobre la espalda, en la parte de arriba, en rojo, una especie de muñeco, símil del «Taraballo» y sobre las posaderas un letrero, rojo tam­ bién, que dice: besa —y provisto de un látigo de cáñamo comienza su danza ante el santo al hacer su aparición en la puerta de la iglesia, dedicada a la Asunción de Nuestra Señora— , mientras de todas las ventanas y desde la misma calle se disparon tiros. Tan pronto como algunos de I q s concurrentes da el azo­ te con una especie de zurriago al «Taraballo» en el lugar que dice «besa», éste sale corriendo tras el que ha pegado, defendiéndose de la multitud con dicho látigo. Una vez que se cree vengado, vuelve a danzar ante el santo, continuando la procesión entre los azotes del vecindario y la defensa del 37


«Taraballo» que, por regla general, recae —previo ofreci­ miento— en los mozos o personas más formadas de la loca­ lidad. La vieja y tradicional costumbre de lanzar al «Taraba­ llo» castañas cocidas y naranjas —que los chiquillos reco­ gían alborozadamente— ha desaparecido en estos últimos años, sin duda alguna, por haber adquirido buenos precios estos productos o por considerarse que todo ello perjudica­ ba a los vestidos de los que asistían a la procesión. La fiesta hay años que dura cinco o seis días, corrien­ do los gastos de la ceremonia religiosa y convite con que se obsequia espléndidamente después de la misa, a cargo de los mayordomos que, como promesa —al quedar bien en sus enfermedades o salir airosos con sus empresas— lo ofrecen así en honor del santo. No se sabe el motivo de la danza y martirio del «Tara­ ballo». Hay quien supone que baila para vejar al santo y por ello es martirizado y, por el contrario, hay quien opi­ na que es un acto de humildad y fervor a San Sebastián como desagravio a su martirio.

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CAPITULO VI Romangordo: LAS SALVAS DE SAN BLAS

Entre el río Tajo y puerto de Miravete —665 metros, vista pintoresca, mirador maravilloso en el interior de la provincia—, a la izquierda de la importante vía fluvial, en terreno quebrado y rico, se halla situada la Villa de Ro­ mangordo, perteneciente al partido judicial de Navalmoral de la Mata —capitalidad de Campo de Arañuelo y diócesis de Plasencia— . Romangordo formó parte con Casas de Miravete e Higue­ ra de Albalat de la «Campana de Albalat» y los tres pue­ blos conservaban la comunidad de aprovechamientos. De próspero término municipal, la localidad cacereña produce cereales, aceite, garbanzos y fruta y cría ganado cabrío, vacuno y de cerda. La tradición costumbrista cacereña ofrece pintorescas modalidades que están incorporadas a la tradición en la que es pródiga la Alta Extremadura. Y Romangordo es claro ex­ ponente de nuestra afirmación. La festividad de San Blas es una de las señaladas en el calendario festivo de Romangordo, siempre inclinado a festejar y venerar los diversos momentos de las grandes figuras de la Iglesia. En la Villa de Romangordo las sencillas y laboriosas gentes celebran anualmente los días 3, 4 y 5 de febrero con el mayor fervor la festividad de San Blas, que_tiene las ca­ racterísticas de San Blas «Grande», San Blas «Mediano» y San Blas «Chico». En estos días es notabilísima en el lugar cacerense la algarabía de los chicos y de la juventud, todos recorren las 39


calles en la forma más bulliciosa, acusando la nota de la alegría festera. Como en la mayor parte de nuestros pueblos, la fiesta se inicia el día anterior y así lo pregonan las dos campa­ nas —bautizadas con nombres bien expresivos— como: «La Clara» y «La Ronca», cuando anuncian con sus tañi­ dos la oración vespertina y el toque de vísperas. Durante la noche los vecinos de Romangordo se con­ sagran a una de las más simpáticas y bellas dedicaciones que tantas ilusiones les produce: preparar los trabucos o escopetas de pistón. Para ello, previamente, los limpian con esmero al objeto de dejar bien dispuestas las armas para la mañana siguiente cuando comiencen los actos del día de San Blas, utilizando todo el lujo de accesorios imprescindi­ bles: baqueta, paños, grasa animal, pólvora, tacos,^cartu­ chos y pongan los lectores etcéteras. Como unos verdaderos expertos los romangordeños pre­ paran sus escopetas o trabucos para librar el día de San Blas el más interesante de los pugilatos, disparando «sal­ vas», las «salvas» de San Blas. Apenas despunta el alba, las campanas de la parroquia tocan el «Angelus Matutino». Como Romangordo es pueblo esencialmente labrador y ganadero —en consonancia con las características funda­ mentales de la provincia de Cáceres— sus moradores se «tiran», lo que se dice, en seguida de la cama y se encami­ nan a atender sus ganados para estar listos de toda ocu­ pación en orden a asistir a la misa solemne, ya que es día «gordo» en el pueblo. La mañana avanza y cgn este avance aumenta el en­ tusiasmo del pueblo por la fiesta típica y tradicional si las hay, disponiéndose los vecinos a vivirla en toda su intensi­ dad, luciendo sus mejores galas que sacan de sus ricas, an­ tiguas y espléndidas arcas. El vecindario entero penetra —devota y reverentemen­ te— en el sagrado templo, dedicado a Santa Catalina, para concurrir al santo sacrificio, misa solemnísima, de «tres», así dice el pueblo en su expresión. Después del Evangelio el Ministro del Señor ocupa la sagrada cátedra y hace en la homilía el panegírico de San Blas. Terminada la misa se verifica la procesión e inmediata­ mente da principio uno de los momentos más emocionantes de la fiesta: las «salvas». 40


Cuando entraron en la iglesia —1q hicieron los romangordeños— en medio del mayor orden; ahora se arremoli­ nan y aglomeran a la salida para poder presenciar quiénes son los que disparan las primeras «salvas», los «cañona­ zos» que producen el mayor pavor en la chiquillería. El es­ truendo es enorme: un olor penetrante a pólvora inunda el ambiente mientras el santo camina procesionalmente por las calles de la localidad, portado por los fornidos mozos. Por balcones, esquinas y ventanas asoman los cañones de los trabucos. La agitación de los escopeteros es extraor­ dinaria. Se trasladan constantemente de una calle a otra por el trayecto por donde camina el santo para seguir disparan­ do cañonazos; no cesan hasta que el milagroso San Blas entra en la iglesia parroquial, que es el momento culminan­ te de las detonaciones. Así finaliza la tradicional costumbre de las «salvas» de San Blas. Luego se desarrollan otros actos de la fiesta —los que pudiéramos denominar profanos—, pero los rasgos más sa­ lientes y espectaculares son los expuestos. Todo el mundo empieza a recobrar la calma —anota con su nativo entusiasmo el ilustrado maestro nacional, don Abdón Ramiro Escobar, que nos ha facilitado diversos detalles de los aspectos de Romangordo— . Los niños, para recupe­ rarse del susto, acuden al puesto del «tío Rogelio», de Almaraz de Tajo, que, con sus confites y golosinas, producen con su abundante y variada exposición dulcera, activa secre­ ción gástrica en los estómagos infantiles que, insaciables, gastan «perras y más perras» en las dulzainas. Las características y atributos de la jornada que hemos descrito en forma somera, contribuyen asazmente a hacerla muy simpática y popular. Por lo que concierne a la índole etnológica, las «salvas» de San Blas ocupan puesto señero en la Alta Extremadura.

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CAPITULO VII Garrovillas de Alconétar: LOS «SAN BLASES» Garrovillas —primitivamente «Garro»— es una pobla­ ción típica y pintoresca que ocupa la parte centro-occidental de la Alta Extremadura. De origen muy remoto y de singular importancia en el medioevo, Garrovillas quedó en señorío por herencia de los Condes de Alba de Aliste. Al término garrovillano pertene­ cen la Citania de Altagracia y los dólmenes de las vegas del Guadancil y Cerro de la Horca. Su gran riqueza prehistóri­ ca fue estudiada por Jerónimo de Sande y Vicente Paredes Guillén y sus restos forman la porción prehistórica más in­ teresantes del Museo de Cáceres y una de las más desco­ llantes del Museo Arqueológico Nacional. Notables son en Garrovillas las iglesias de Santa María y San Pedro —ésta de tres espaciosas naves, con un retablo de valiosas pinturas flamencas— que fueron edificadas por maestros de la localidad, de lo que se ufanan justamente los garrovillanos— , el Monasterio de Nuestra Señora de la Salud, convento de religiosas Jerónimas, con «tablas» de Morales, «El Divino»; las ermitas del Cristo del Humillade­ ro, la Soledad y San Antón y el convento en ruinas de los Franciscanos, notable y espacioso cenobio que erigió el Con­ de de Alba de Aliste, señor de la villa. También merecen citarse en Garrovillas los barrios ára­ bes y judíos de los Castillejos y juderías y numerosas man­ siones y casas solariegas. En el aspecto monumental, tal vez lo que más sorprenda de Garrovillas sea su Plaza Mayor, con su marco incompa­ rable — «amplia, luminosa y alegre»— de corridos soporta43



les, con artística galería de ventanas de medio punto, con el palacio de los Condes de Alba de Aliste. El llorado investigador cauriense, don Tomás Martín Gil, afirmaba que, en Garrovillas, «puede el curioso contemplar en toda su pureza rincones de un pueblo español de los si­ glos x v y xvi». Villa hidalga, acogedora, laboriosa en grado sumo y sen­ cilla por excelencia, al decir del ático escritor y poeta local Fernando Bravo, «Garrovillas vive, trabaja y siente en el más puro estilo extremeño». Garrovillas —que cuenta con más de 7.000 h a b ita n tespuede considerarse como la auténtica representación de lo popular y lo típico. En el orden benéfico-social, resaltemos la institución de las casas de «Por Dios», para los pobres, la de «Mendigos Transeúntes» y la de la «Cabra Nodriza», por la cual la ca­ bra dedicada a dar leche a un niño de hogar modesto tiene derecho a pastar libre y gratuitamente en las fincas de los vecinos mediante un turno establecido. Hay, sin embargo, un aspecto que no podemos omitir: la curiosa y pintoreca fabla, con los términos garrovillanos puros de «maninus» y «cutainus», de marcado sabor local, que recogen celosamente, como un tesoro, los investigadores de las lenguas propias y dialectales. En lo que respecta a la parte piadosa anotemos que los garrovillanos cumplen su deseo de ayudar a las almas en su último viaje: al dolor de los parientes y deudos se agre­ ga el de las antiguas «lloronas», las cuales, cubiertas con las «cobijas» —especie de mantilla que usan las mujeres de esta localidad— «van dejando tras el fúnebre cortejo el eco des­ garrado de sus plañidos mercenarios». También podríamos ocuparnos de la costumbre de llevar bastones en el entierro, pero la extensión de este trabajo nos lo impide. En el orden propiamente típico tenemos que referirnos a las fiestas de los «San Blases». (San Blas, obispo y mártir, que, estando para morir, alcanzó del Señor la gracia de fa­ vorecer a los que en sus enfermedades y ahogos invocaran su nombre.) Tanto el día de San Blas —con su doble matiz piadoso y folklórico— como el siguiente, llamado de San Blasino, se festejan de modo extraordinario. El segundo está dedicado a jiras y cuchipandas campestres, para comer el «bollu» y el «chorizu». Por ello puede decirse que Garrovillas hace 45


fiesta a un santo que no existe en el santoral: San Bla­ smo. San Blas con la barriga alantri

Primero Jebreru, segundo Candeleru, Bros terceru Brasinu festeru. El día de San Blas escoltan la procesión de la santa ima­ gen las mozas y las niñas, vistiendo los atuendos típicos, que vuelven a lucir en el paseo de la tarde, que ha quedado como reminiscencia de la antigua romería a la —ya en to­ tal ruina— ermita de San Blas, en la dehesa de Villasbuenas y por eso el paseo se hace por el camino a la Fuente de la Madroña —en dirección a la antigua ermita— y re­ gresando por la Peña de la Vista. Durante el paseo hace su aparición la «vaca romera», que no es otra cosa que un hombre disfrazado con una ho­ palanda negra, con las manos y la cara tiznadas de corcho quemado, y una cornamenta de vaca encasquetada en la ca­ beza, amén de un campano colgando del cuello, con todo lo cual pone el mayor espanto y susto en la siempre jubilosa chiquillería. Va provisto de una especie de alforjas colocadas sobre los hombros, en cuya bolsa trasera suele llevar algunas confituras baratas para obsequiar a los niños y apaciguarles el susto, no sin que, a cambio, se le regalen viandas: pan, morcilla patatera, tocino, etc., que guarda en el bolso delan­ tero. A esto obedece que le canten: La vaca romera de buen «'paletón», que come morcilla La «Vaca romera» va de grupo en grupo —entre asus­ tadora y pedigüeña— haciendo sonar el campano y dando bromas, como arrojar paja o «pelillos» —vilano, a las mo­ zas y tiznando a los mozos con el corcho quemado— , al por que aceptando obsequios y tragos. 46


El día siguiente —el de San Blasino— está consagrado a comerse el «bollu» y el «chorizu». Con este motivo se or­ ganizan jiras con carros engalanados y caballerías pintores­ camente enjaezadas. Se llama del «bollu» y el «chorizu» por­ que sirve de pretexto para comerse un pan especial, con anís, al que se le da forma de ave, «paloma», habiéndose puesto dentro de la masa, en la parte del buche un chorizo de lo­ mo, y en la parte del ano un huevo, de forma que —masa, chorizo y huevo— se cuecen al mismo tiempo. El pueblo en­ tero muestra una alegría inusitada. Por la mañana, al ini­ ciarse las salidas de las jiras, y por la tarde, al regreso de las mismas, entrando en la villa las cabalgaduras al galope, todo ello animado de canciones: Cuando paso por tu puerta el día de San Blasino llevo el jocico pringao por el bollo y el chorizo, trialará, ay, ay, ay, ay, por el bollo y el chorizo; pá que no diga tu paire que estoy lampando y jambriento, pá que no diga tu maAre que de verte me mantengo trialará, ay, ay, ay, que de verte me mantengo. Si están acabando, V olé, larga la lleva, quisiera saber larga la lleva, rama de laurel. De tu casa a la mía, vida mía, va una cadena, tendida por los aires, vida mía, de amores llena. De tu casa a la mía, vida mía, 47


va un río claro, y ahora las envidiosas vida mía, quieren turbiarlo. Quererte por quererte yo te quisiera, pero tienen un conque ¡que con cualquiera! Quítate, niña de esos balcones, porque si no te quitas, ramo de flores, doy parte a la justicia que te aprisione con las cadenas de mis amores. Quisiera que tu calle fuera de legua, pá róndala de noche sin salir de ella. A y, amor, ay, amor, ay, amante, ay, amor, lo que siento olvidarte, ay amor. Para buenas mozas Coria, para feas Granadilla, para cantar y bailar las mozas de Garrovillas. Una aldeana me quiere, una ”ventera” me llama, y una garrovillanita es la que me roba el alma. A las Navas he de ir a buscar novio ”ventero” (1) (1) A sí se conoce a los naturales de Navas del Madroño, villa cerca­ na a Garrovillas de Alconétar, a cuyo partido judicial pertenece.

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porque los garrovillanos paecen mulos quincenos. No quiero novio ”ventero” que los ”venteros” son bobos, lo quiero garrovillano de los que guiñan el ojo. Hay otras muchas canciones, mas estimamos que, a los efectos de este volumen, basta con las transcritas que nos ha facilitado el escritor citado, señor Bravo. Aquí queda una rápida visión general de Garrovillas de Alconétar, de tan acusada y robusta personalidad —máxi­ me por lo que al tipismo respecta— en la entrañable geo­ grafía de la Alta Extremadura.

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CAPITULO VIII

Monroy: LAS PURIFICAS Perteneciente al partido judicial de Garrovillas de Alconétar la localidad de Monroy, situada en una suave eminen­ cia, presenta un terreno llano, aunque desigual, bañado por el río Almonte. Monroy es una población agrícola y ganadera. Su igle­ sia parroquial está dedicada a Santa Catalina, virgen y mártir. En 1309, hallándose el Rey Femando IV en Toledo con­ cedió por privilegio de 21 de abril, a Hernán Pérez, copero mayor de la Reina su madre, doña María de Molina, «que pudiera poblar con cien vecinos el lugar que entonces se lla­ maba de Monte-Rey o Monroy», para que como suyo le die­ se los Fueros que quisiese, con todos los pechos y derechos que pertenecían a Su Majestad (excepto moneda forera y la mayoría de la justicia), con calidad de Mayorazgo, que se ha conservado en los marqueses del título citado. La Aldea de Monroy se trocó en villa en 1371 por pri­ vilegio de Enrique II. El gran Mayorazgo lo fundó en 1501 Hernando de Monroy, el Bezudo, en favor de Don Sancho de Monroy y Zúñiga, Gobernador de la Plaza de Cambray, en los Estados de Flandes. Inferiríamos grave ofensa al castillo de Monroy —testi­ go de empresas bélicas, vivo, permanente testimonio del pa­ sado, capítulo petrificado de la historia de Extremadura— si no le dedicáramos alguna atención en la exposición que hacemos. De la importancia del castillo hablan los pleitos sosteni51


M onroy.—«Las purificás> (F. Javier.)


dos entre las ciudades de Plasencia y Trujillo para diluci­ dar en tom o a cuál de las dos jurisdicciones pertenecía, y, también, la autorización de Don Enrique II al matrimonio formado por su camarero don José Guirao y doña Catalina Alonso de Monroy para que el apellido Monroy lo usase su descendencia. El castillo que, como decimos, denota su antigua pujan­ za, es de planta cuadrangular, con tres torres grandes y dos más pequeñas, con dos recintos, c e r r a d o el primero por una barbacana y el segundo por foso y muralla. Sus puertas están resguardadas por torres cilindricas. La fortaleza se ve coronada por almenas achatadas que le pres­ tan singular belleza. Expuestos los orígenes de la villa de Monroy y de su castillo, vayamos al objeto primordial de este volumen. Por la acusada personalidad que tiene hemos de destacar en la villa de Monroy la típica y señera fiesta de «Las Pu­ rificás». Esta festividad se verifica el día de la Purificación de la Virgen, el 2 de febrero. Tanto la celebración de la fiesta —preciosa estampa que muestra ostensiblemente el hondo sentimiento religioso de Monroy— como las coplas que cantan «Las Purificás» tienen el máximo interés. La fiesta de «Las Purificás» es inmemorial en la parro­ quia monroyega, y cada año se celebra con el mayor en­ tusiasmo y fervor, viniendo los hijos ausentes a vivir la emo­ ción religiosa de este gran día y la alegría rebosante que por todo el pueblo se respira. Son «Las Purificás» cuatro jóvenes elegidas por la Mayordoma de la Virgen del Rosario. Van ataviadas con el típico traje local, integrado por refajo de bayeta encarna­ da, bordado primorosamente en blanco y plisado, jubón ne­ gro con remate de rico encaje blanco y tocadas con pañuelo de raso blanco —airosamente suelto— precioso mantón de Manila, cogido atrás, medias blancas de hilo y zapatos blan­ cos. Con este vistoso atuendo lucen valiosas gargantillas y aderezos. La joven que lleva la rosca de piñonate —donada cada año a la Virgen por una devota, lo que se denomina espe­ cíficamente en Monroy «pagar la purifica»— se adorna tam­ bién con el mismo traje y precede a las «purificás» en la procesión que hacen con la Celestial Señora, mientras las mismas cantan las coplas. Una de las «Purificás» acompaña la canción con golpes 53


ininterrumpidos de pandereta e inicia y canta los dos pri­ meros versos: Dadnos licencia, Señor, para entrar en vuestra Casa. Cantando los dos restantes las otras tres y siempre la pandereta, que da al sonsonete, un aire ancestral. Entran las «Purificas» en la iglesia parroquial sin ser vistas por los fieles, porque lo hacen comenzada ya la misa, quedándose entre la puerta y la cancela. Aquí inician el canto, oyéndose las voces como en la lejanía por el efecto de las puertas cerradas: Dadnos licencia, Señor, para entrar en vuestra Casa, confesaremos tu nombre muy humildes a tus plamtas. Niño que estás en los brazos más hermoso que wn clavel, a tu madre que ”nos abra” la venimos a ofrecer. Se abre entonces la cancela v aparecen las «Purificás», y la que porta la rosca —bellamente adornada con un ramo de flores hecho expresamente en la capital de la provincia v colocado en la cúspide del hermoso dulce— lleva unos colerantes de alambres v pendiendo de ellos varios billetes de 25 a 50 pesetas. Antiguamente, colocaban monedas de plata. Esta rosca se rifa el lunes de albillo, fiesta popular en romería a la ermita de Santa Ana v la recaudación de las boletas vendidas se destina a los fondos de la Virgen del Rosario. Niños v mayores miran curiosos tanto a las «Purificás» como a la rica rosca. Las «Purificás» siguen cantando y cuando dicen: Tomemos agua bendita, para entrar limpias de mancha, Efectivamente, se acercan a las pilas que están coloca­ das a uno y otro arco central de la bóveda del coro y hacen uso de este Sacramental. 54


Se arrodillan cantando a las plantas de la Virgen y lo­ grada la venia de esta Divina Señora y del señor Cura Pá­ rroco, inician la exposición del misterio hasta llegar al al­ tar mayor. Cuando dicen: Recibidle, sacerdote, y mostradle en el altar y mirad que es una ofrenda de la Reina Celestial. El párroco se levanta y toma al Divino Niño en sus bra­ zos y lo deja en el altar, quedando también al lado del Evan­ gelio la rosca para su exhibición y descansando así la joven que la llevó, ya que suele pesar corrientemente unos siete kilos. La Virgen y las «purificás» vuelven hacia atrás hasta terminarlas: COPLAS DE LAS «PURIFICAS» Dadnos licencia, Señor, para entrar en vuestra Casa, confesaremos tu nombre muy humildes a tus plantas. Niño que estás en los brazos más hermoso que un clavel, a tu madre que nos ábra la venimos a ofrecer. Y pues nos lo concedéis Redentor de nuestras almas, de rodillas por el suelo te pedimos vuestra Gracia. Y para que resplandezca en nosotros, dicha tanta, tomemos agua bendita para entrar limpias de mancha. A l Señor Cura Rector, pues, que manda en, esta Casa, también pedimos licencia con petición muy cristiana. 55


Al 'publicar el misterio de esta solemnidad santa venimos con vuestra ayuda, Madre de Dios soberana. Y para que comencemos a elogiaros, Virgen Santa, rendidas a vuestros pies pido supláis nuestras faltas. En la Ley de Moisés ninguna mujer entraba al templo santo de Dios sin estar purificada. Y para entrar en el templo la ofrenda que acostumbraban, era un cordero o paloma con cinco sielos de plata. A los pobres permitían, pues aue en todo tiempo se hallan, dos tórtolas o palomas porque la ley observaba. Vais a ofrecer vuestro Hijo, madre de Dios Soberana, vara que vean los hombres la humildad que en Vos se halla. No poraue a Vos os obliga, madre de Dios soberana, sino vor dar buen ejemplo a toda alma cristiana. Pues Vos, Reina, como pobre con la humildad que en Fos se halla, vais a cumplir la Ley que Moisés os tiene dada. En Tos, Reina de los Cielos, no se entiende dicha manda, estáis más pura que el sol, pues en Fas no se halla mancha.


Ahí está él 'profetizado del profeta patriarca, recibidle Simeón, dándole infinitas gracias. Presentado ese ”Agnus Dei” y atended a las palabras que dice San Simeón en la Escritura Sagrada, Recibidle, Sacerdote, y mostradle en él altar y mirad que es una ofrenda de la Reina Celestial. La muerte de vuestro Hijo os la anunció Simeón, ése fue el primer cuchillo que pasó tu corazón. Presentaa esas palomas que es ofrenda acostumbrada, que en la Ley de Moisés todos los pobres llevaban. Alégrense los mortales, muera de rabia el infierno, que ya ha ofrecido la Virgen a Dios Hombre verdadero. Bendita seáis, Señora, alabada seáis Reina, reverenciada de todos los nacidos de la tierra. De corazón le vedimos a esta Soberana Reina, que a nuestro Párroco dé salud y gracia completa. A la Señora Justicia, que asisten a su Gobierno merezcan de este Dios Niño gozar de su santo Remo. 57


A todo este auditorio, Reina y madre esclarecida, 'pedimos que, ese tu Hijo, alcance gracia cumplida. A nosotros, Virgen Pura, con la obediencia, debida, os pedimos vuestra Gloria en saliendo de esta vida. No podemos terminar este capítulo sin expresar nuestra gratitud al culto hervasense don Abilio G. Rubio Neila, que fue párroco de Monroy, por la amplia y concreta informa­ ción que nos facilitó.

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CAPITULO IX LA CANDELARIA: FIESTA DEL MAYOR TIPISMO CACEREÑO Tan pronto como comienza el año, Cáceres y su provin­ cia brindan la celebración de festejos plenos de tipismo en los que bien puede apreciarse lo propio y característico, el colorido y atractivo que cautiva siempre que se somete a la admiración. Díganlo si no los capítulos precedentes y este concer­ niente a la conmemoración de la festividad de la Purifica­ ción de Nuestra Señora, «La Candelaria», con su arcaísmo y rancio sabor, estampa del más bello colorido. Visítese el día citado la ciudad de Cáceres, la villa de Arroyo de la Luz —urbe populosa y alegre, engalanada con el blanco purísimo de sus fachadas y famosa por su reta­ blo de Morales, «El Divino», que se exhibe en su iglesia pa­ rroquial— , la histórica villa de Jerte —con un paisaje bellí­ simo en el Valle placentino— , Monroy — con su castillo ro­ quero, llevado al lienzo por el gran artista Lezcano—, Torrejón el Rubio con su Virgen de Montfragüe, que sonríe desde su trono de riscos escarpados, etcétera, y podrá sola­ zarse con el maravilloso espectáculo de su juventud femeni­ na que viste unas galas únicas que impresionan todo áni­ mo dispuesto al goce de las más puras emociones estéticas. Los jubones, negros, adornados con encajes, pañuelos —pañolones en el decir popular— mantones de Manila, pa­ ñuelos de cien colores y de manta, mandiles negros con len­ tejuelas —ribeteados de puntillas— refajos de lana —ver­ des, rojos, amarillos, con más de tres metros de vuelo y primorosamente bordados —faltriqueras como los refajos, medias de cadenetas, aderezos, pendientes y gargantillas, obra de los orives de Ceclavín o Torrejoncillo, zapatos negros de medio tacón, etc., que hermosean a la mujer cacereña, los 59


Cáceres.— Señoritas

cacereñas

luciendo

el traje de «campuza», en la romería de San Blas


luce garbosamente en su desfile por el paseo de San Blas o en las calles arroyanas, jerteñas o monroyegas en una mani­ festación de apego a lo tradicional, no obstante la media de nylón y el vestido y zapato moderno y ortopédico. Bastante espacio llenaría la completa descripción de las prendas de «campuza» de la moza cacereña, arroyana, jerteña o monroyega, alegre y pimpante. El «Día de las Candelas» todo Cáceres se traslada a la ermita de San Blas —desde 1959 convertida en templo pa­ rroquial— para hacer una visita a la sagrada imagen y ver la «Mesa de Ofrendas» que contiene platos con tartas, pas­ teles, dulces caseros, licores variados, etcétera, que son «pu­ jados» por los devotos y no hablemos de las clásicas «ros­ cas» para cuya adquisición se forman «colas» larguísimas desde las primeras ñoras de la tarde, pues no hay cacereño que se quede sin «las roscas de San Blas». Luego tiene lugar el animado paseo por la carretera de Monroy en el que las «mozas» —sin distinción alguna de clases— lucen los trajes de «campuzas» con el mono tren­ zado, de picaporte y otros trajes regionales. En Arroyo de la Luz, «La Candelaria» Qfrece la particu­ laridad de que las mozas dejan oír sus antiquísimas can­ ciones —sus orígenes se remontan a la época musulmana— al son del pandero. Hay algunas tan bonitas —escribía el prestigioso investigador don Vicente Criado Valcárcel, de grata memoria— que son verdaderamente madrigales y otras con algún sentido del humor y fina ironía. A continuación transcribimos para deleite de los lectores las «Coplas del Pandero». COPLAS DEL BAILE DEL PANDERO Dale niña al Dale que E stoy harta Mi amor

'pandero suene, de darle. no viene.

La primera coplita No vale nada Porque sale del pecho Avergonzada. A la luz del cigarro Te v i la cara 61


No he visto clavellina más enamorada. Levanta gua/pa el ala de tu sombrero, que me ha parecida Tu cara un cielo. Desde la mí ventana Lo veo todo Veo suegra, cuñada Y el bien que adoro. Eres alto y buen mozo Como wn castaño, Tienes buena madera Para un escaño. Viva, viva mi calle Y el que la ronda La noche que hace luna Va por la sombra. De tu casa a la mía Va una cadena, Tendida por el suelo De amores llena. Toda la calle viene Llena de Juanes, Como no viene él mío No viene nadie. Aunque tengo el pandero Puesto delante, No me estorba amor mío Para mirarte. Las estrellas del cielo Son ciento doce, Y las dos de tu cara Ciento catorce.


La luna se ha parado Niña en tu frente Porque no hay otro sitio Más aparente. Aunque descolorida No he estado mala, Lo que el corazón siente Sale a la cara. Morena es la cebada, Moreno el trigo, Moreno es el espejo Donde me miro. La lima se ha parado niña En tu boca, Creyendo que tus labios Eran dos rosas. Anda y Que Que los Son

dile a tu madre te empapele empapelados los claveles.

Te echo la despedida No para siempre, Que mañana sin falta Volveré a verte. Son las ocho bien dadas Mi amor no viene, ¡Quién será la traidora Que lo entretiene! Tienes una garganta Tan clara y bella, Que hasta él agua que bebes Se ve por ella. Mi calle está regada Y no ha llovido, De lágrimas de un gxmpo Que he despedido. 63


Mis brazos torneados Son tan bonitos... ¡Qué vueltas tan airosas, Válga/me Cristo! Si le doy al pandero Es porque quiero, Que amores en el baile No los espero. Esa moza que baila Mírale el moño, Si tiene cinta verde Ya tiene novio. Mi calle barrancosa Yo la allanara, Si el galán de mi gusto La paseara. Como soy chiqm tita, Dice tu madre, Más vale plata en casa Que oro en la calle. Azucenita blanca, Lirio morado, Despierta que aquí tienes Tu enamorado. Agua Diot en el surco De mi moreno, Que está la tierra dura Y él está enfermo. Viva la Corredera Y cálle ”El Pozo” Y la tierra que pisan Los buenos mozos. Dicen que no me quieres, Pues no me quieras, Mi corazón por eso No tiene penas. 64


He cogido el pandero Y he reparado, La amiga que más quiero La tengo al lado. Con im pañuelo blanco Que tú te pongas, A todas las amigas Las arrinconas. Mira qué bien lo bailan Las dos hermanas, Una es la clavellina La otra la rama. Mi amante está en tierra Del enemigo, Mi corazón combate Dando suspiros. A mi amante lo han hecho Cabo Primero, Siempre a los buenos mozos Les dan empleo. En las cuatro esquinas de Correderas, Hay una rosa blanca ¡Quién la cogiera! Eres alto y buen mozo Luego te pones Un ceñito que robas Los corazones. Azucenita blanca, Lirio morado, Despierta que aquí tienes Tu enamorado. Amores y dólares Tengo a manojos Pero tengo en un Angel Puestos los ojos.


Clara soy, Clara he sido, Clara me llamo, A sí claritamente Te desengaño. Ese mozo que baila Baila a saltillos Y al moverse enseñaba Los calzoncillos. Estrella guiadora ¿Por qué no guías A mi amante de noche Y a mí de día? La perdiz en el campo Vuela y se esconde A sí son las palabras Que dan los hombres. Eres como la lima Dulce y amarga, Traidor, que me entretienes Con tus palabras Como los tortolitos Te considero, Que arrullan, cucmdo llevan Perdido el vuelo. Mi amante se dw ierte Con otra hembra, Y yo por el ovillo Saco la hebra. La fiesta de la Virgen de la Candelaria de Jerte —que comparte el patronazgo de la villa con el bendito Cristo del Amparo— tiene como tipismo el canto de las alboradas en el amanecer del día 2. También de maravillosa emoción. A las ocho de la mañana tiene lugar el petitorio casa por casa con una imagen pequeña de la Virgen, la Maristela, como la llama el pueblo, contracción de María Estela. Luego, procesión de Las Candelas, misa cantada y por la tarde el 66


Ofertorio, como se celebra en la festividad del Cristo del Amparo. Torrejón el Rubio continúa celebrando con el mismo en­ tusiasmo de siempre la fiesta de La Candelaria, en la que resurge el folklore popular y las notas de alegría y colo­ rido. Cinco son las chicas que visten los trajes de sus an­ tepasados y se dirigen al templo parroquial al ritmo de las coplas que cantan para hacer la ofrenda que exigía la Ley de Moisés: Dadnos licencia, Señor, para entrar en vuestra Casa. Hagamos notar la expectación —ante tan solemne y grandioso acto— que se produce cuando se abren las puer­ tas de la cancela de la iglesia, las jóvenes avanzan llevando sus ofrendas: palomas, tartas, etc. Ha habido quien ha dicho que las fiestas de Las Can­ delas de Torrejón el Rubio deben estamparse en un libro de oro. Nada más acertado, por su sabor ancestral, por su significado de obediencia, humildad y sumisión a la Ley Antigua de una Virgen «más pura que el sol» y exenta de toda mancha, por la emoción honda y ternura con que los hijos de Torrejón renuevan todos los años este día. Con el mayor esplendor se verifica en Cáceres, Arro­ yo de la Luz, Jerte, Monroy y Torrejón el Rubio y otras poblaciones alto-extremeñas, la fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, la típica «Candelaria», motivo de devo­ ción y esparcimiento de nuestra virtuosa juventud feme­ nina, que luce con garbo en un espectáculo pleno de colo­ rido esas prendas, ese traje regional, todo ese conjunto vis­ toso en una estampa antañona, lejana, pero no definitiva­ mente ida, pues, por fortuna, se ha recobrado para cons­ tante deleite de propios y extraños.

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CAPITULO X

Malpartida de Plasencia: COSTUMBRES TRADICIONALES Y TIPISMO La villa chinata. En la Alta Extremadura, la villa chinata de Malparti­ da de Plasencia —que se encuentra sobre una colina a la falda de otra más elevada— está bañada por el río Tiétar, que delimita su término municipal. Una pléyade de vastagos ilustres. Cuenta Malpartida de Plasencia con una pléyade de vástagos ilustres, como Fray Francisco de Malpartida, con­ fesor de Isabel la Católica; Pedro Alonso Vázquez, tesore­ ro y contador mayor de la impar Soberana de Castilla; Fray Alonso Fernández, célebre historiador y orador sa­ grado, quien dejó varias obras, entre ellas, los «Anales de Plasencia» y al que se atribuye~él Quijote apócrifo; el Pa­ dre Francisco Alonso, perteneciente a la selecta milicia que fundara San Ignacio de Loyola, que regentó cátedra en Alcalá de Henares; el capitán Juan Alonso, que se distin­ guió notablemente en la conquista de Indias, etc. En los últimos tiempos cabe citar a Marcelo Fernández Sayans, el alto poeta, cuya fina e inspirada lira quedó interrumpida por su temprana muerte. El llamativo traje típico. Famosa es la población cacereña de que nos ocupamos por la laboriosidad de sus hijos y por los llamativos trajes 69


típicos que lucen lo mismo en sus fiestas más importantes, los días de las festividades de San Blas, Virgen de la Luz y Corpus Christi, que en las bodas. El traje típico de los «chinatos» consiste por lo que respecta al varón en lo siguiente: camisa de lino, de cuello estrecho, chaleco y chaquetilla colorada, pantalón atado con cordones de seda a 1q que denominan «buches». También presenta un pañuelo de seda anudado al cuello. Esta prenda hay que resaltarla como típica en el campesino extremeño. El sombrero con que toca su cabeza es basto, estando todo recubierto de borlas. El pastor lleva una zamarra de cuero con un rosetón en la espalda al que llaman «la vergüenza». La clásica zamarra es lucida actualmente por las personas de más edad de la localidad. La mujer se adorna la cabeza con un peinado de pica­ porte, con cintas sobre el moño y el cuerpo, busto y espal­ da, con pañuelo de cien colores de cenefas, pavas, etc., ju­ bón de bebero y sayas de vivos colores, medias de lana y zapatos bajos con hebilla de plata. La mantilla —lo mismo que hacen las cacereñas— la usan para la iglesia. La dama malpartideña complementa su exorno con pendientes de rue­ da y cruz de paralte fabricados por los acreditados orives de Ceclavín y Torrejoncillo. Devociones, costumbres y tradiciones. Entre las devociones mañanas de la villa «chinata» destaca la de su Excelsa Patrona, la Santísima Virgen de la Luz, que se remonta al siglo xv. Por entonces, los judíos —que habitaban en el pueblo de Las Corchuelas— fueron trasladados a Malpartida por su mala conducta y para es­ tar mejor vigilados por los señores de Plasencia. Converti­ dos al cristianismo, adoptaron a la Santísima Virgen por Patrona, bajo la advocación de Virgen de la Luz, como sím­ bolo de la fe que habían recibido. Son muchas las costumbres y tradiciones que conserva Malpartida de Plasencia, algunas de las cuales intentare­ mos resumir a continuación, si bien hemos de advertir que —por haberse perdido y quemado durante la invasión francesa los documentos relativos a la historia de la po­ blación— no se tiene constancia de todas las viejas cos­ tumbres «chinatas», que, al decir de las personas de edad más avanzada, eran muy semejantes a las de los pueblos del Valle de la Vera por su cercanía a Malpartida. 70


Citemos el juego de «la barra», que consistía en lanzar desde lo más lejos posible una herradura hasta quedarla colocada en una barra situada horizontalmente. Entre las costumbres de más fuerte sabor puede ci­ tarse la de las bodas. El día anterior a la ceremonia se llama «Día de las cabras», porque se va por ellas al cam­ po para preparar la comida de boda. La alborada de wn día de boda. En la alborada del día de boda, «la alborá», mujeres del pueblo, amigos y amigas, cantan a la novia intermina­ bles canciones alusivas al acto que se va a celebrar, sal­ picadas con frases atrevidas entreveradas con sanos con­ sejos, producto de la musa popular: Los mandamientos de amor te vengo niña a cantar, estáte atenta un ratito si los quieres escuchar. La despedida te doy con el ramo del olivo que duermas y que descanses y que te sueñes conmigo. Levántate morenita, levántate resalada, levántate morenita, que ya viene la mañana. Si la mañana viniere el buen día lo tenemos la niña suspira y llora que no la quiere su dueño, que no la quiere su amor, que no la quiere su dueño, que quien la quiere soy yo. Levántate, porque ya es de día porque ya se ve porque ya es la hora de venirte a ver. 71



Pon atento los oídos cristiana en esta ocasión, voy a explicar ccm sentido devota contemplación. En lo que tienes que hacer en el acto en que te hallas, pues mañana vas a ver lo que la Iglesia nos manda. Cuando pa la iglesia vayas puedes ir considerando los pasos que dio Jesús hasta llegar al Calvario>. Cuando entres por la puerta tomarás agua bendita, que es un misterio sagrado que nuestros pecados quita. Allí te arrodillarás esperando ai confesor, con examen de conciencia y verdadero dolor. Y después que le hayas dicho tus culpas y tus pecados te echará la bendición y quedaréis perdonados. Luego te vas a tu casa donde está tu habitación y a quien esté en el deber pedirás la bendición. Luego te vas a la iglesia acompañada de gente y allí te preguntarán delante de los penitentes. Delante de tus parientes el cura te ha de decir que si le quieres gustosa y tú respondes que sí.


En el dedo te pondrán un anillo muy perfecto, en lo cual ha de servir testigo del casamiento. Luego vais la iglesia arriba agarrados de la mano con silencio apacible, como todo buen cristiano. Cuando vayas a subir por las gradas del altar a Dios vas a recibir bien puedes considerar. Cuando la Hostia recibas dirás con el corazón: ”Dios purificaque m i alma y me dé la salvación.” Y si tú limpia estuvieras de toda culpa mortal, un ala echarás al viento para enseñarle a volar. Las alas serán de fe; el voto, de castidad; nos llevas por el camino de la Gloria Celestial. Allí te pondrán el velo quedando los dos unidos, mira que es cruz muy pesada aunque de esta fe tan fino. Y la Pura Concepción de María Inmaculada, sea por siempre jamás bendita y glorificada. Los sacramentos de amor. Constituyen parte integrante de la «alborada de bodas» y se cantan en ella juntamente con las demás canciones po­ pulares los sacramentos de amor: 74


Los sacramentos de amor, niña te vengo a cantar, estáte un poquito alerta si los quieres escuchar. El primero es el bautismo, bien sé que estás bautizada en la pila del bautismo para ser mi enamorada. El segundo es penitencia, de penitencia me echaron el hablar contigo a solas y esto no se me ha logrado. El tercero es confirmación, bien sé que estás confirmada que te confirmó el Obispo con su mano consagrada. El tirapiés. Completivo del rico y abundante repertorio de canciones típicas es el famoso tirapiés, canción que se canta en las bodas al salir de la iglesia una vez efectuado el casamiento y dice así: Con un tirapiés, otro tirapiés. Sálga usted a bailar que la quiero ver, que la quiero ver, que la quiero hablar. Y al amanecer, morena, salá. Por esta calle me voy, por la otra doy la vuelta; me han dicho qwc no hay salida, yo digo que la ha de haber. Estribillo: Con un tirapiés otro tirapiés, etc... 75


Vi/van la novia y él novio, el cura que los casó, la madrina,, el 'padrino, que a la iglesia les llevó. Que resaladita, que dame la mano, que resaladita que ya te he dado. Canciones a los padrinos. Después de cuanto queda expuesto, los amigos de los novios marchan a casa de los padrinos con igual objeto, siendo obsequiados por ellos en tanto les dicen: Eres padrino de bodas perteneciente al estado. Dios te dé mucha salud para acompañar a tu ahijado. También le has de acompañar hasta en el último extremo, luego le regalarás aquellos buenos consejos. Visita a los recién casados. En la localidad hay la costumbre de ir los vecinos del barrio donde se van a instalar los recién casados a buscar a éstos después de la cena para llevarlos a dormir. Entran en el local en el que se verifica el ágape cantando coplas alusivas: En el camino me han dicho que venimos muy temprano; tengan ustedes güeñas noches y cenen ustés despacio. Tornaboda. El día siguiente de la boda se llama «tornaboda». Du­ rante el mismo continúa la alegría ininterrumpida a base del buen vino de la tierra, embutidos y carne guisada. 76


Las capeas. Célebres eran también antaño en Malpartida de Plasen­ cia los días de capeas, que estaban precedidos por ir por las vacas, cosa que realizaban los mozos del lugar y que se ve­ rificaba en las grandes fiestas locales: San Blas, San Gre­ gorio y San Fulgencio. Los mozos traían a todas las vacas a la carrera, las entraban en la plaza del pueblo -—un poco a lo San Fermín— encerrando después a las que habían de torearse. La capea se celebraba en la plaza del pueblo, ce­ rrando sus calles adyacentes con carros. Una vez cerrado el círculo era típico pasar por encima de los otros carros uno que se colocaba en el centro de la plaza para picar al toro y al que se subían los más audaces. En tales capeas se hizo muy popular el «tío Canín», que, con más de dos vasos siempre ponía a su mujer en vilo a.1 salir a torear. Los quintos. De las costumbres que todavía perduran, tal vez sea la principal la de los quintos, que está sometida a un riguroso y complicado ceremonial. Los días fundamentales en ella son los del «talleo» —en que el mozo estrena un traje, camisa, zapatos, etc., como si se fuera a casar e invita a su casa a comer a todos sus amigos y a los de su familia— y el del «sorteo» en que de nuevo han de reunirse todos a comer y a libar abundantemente. A continuación de este día los «quintos» andan siempre juntos y van a comer cada día en casa de uno, cuyos padres, naturalmente, se esmeran en pre­ parar buena comida, bebiendo continuamente hasta que lle­ ga el momento de marchar a sus destinos —los Cuerpos donde les haya correspondido prestar el honroso servicio de las armas, servir a la Patria— en que de nuevo vuelven a reunirse en opípara comida, familiares y amigos de la casa, todos los cuales dan sus regalos en metálico al «quinto». Otras costumbres. En los entierros es vieja costumbre que sigue observán­ dose, dar una cantidad en metálico a los dolientes, sean éstos pobres o ricos, precisamente en el funeral. Ancestral costumbre es en esta villa llamar a sus ha­ bitantes «tíos». La razón que a ello determine posiblemente 77


esté en el próximo parentesco que los antiguos habitantes de la localidad tendrían entre sí. «Tío Paco», «tía Segunda», «tío Felipe»... Es corriente hablar y oír sin que les una pa­ rentesco alguno a los que así se entienden. En este capítulo queda trazado un sucinto perfil de las notas más salientes en el aspecto de costumbres tradicio­ nales y tipismo en lo que Malpartida de Plasencia tiene una robusta personalidad que reclama imperiosasmente su divul­ gación para el mayor conocimiento.

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CAPITULO XI

LOS FAMOSOS CORROS DE ARROYO DE LA LUZ Sólo a 20 kilómetros de Cáceres, y en la carretera de esta ciudad a Alcántara, se halla la antiquísima villa de Arroyo de la Luz: sus orígenes se remontan a la prehistoria. Su anterior denominación de Arroyo del Puerco procede, sin duda, de las esculturas de «verracos ibéricos», que hu­ biera en la orilla del arroyo. Pueblo de labradores y alfareros —el fino estro de José Canal ha cantado con garbo los pucheros de Arroyo—, de bellísimas romerías en la ermita de la Virgen de la Luz, su Excelsa Patrona, que se celebran el lunes de Pascua de Resurrección y el 19 de octubre, festividad de San Pedro de Alcántara, el «Portento de la Penitencia», el fraile anda­ rín y gigante extremeño de la santidad, con el tipismo de sus bailes, los corros, los domingos de Carnaval. En el mes de enero, antes de San Antón —día 17— , ya empiezan a salir a las esquinas las mozas de cada barrio a cantar las «Coplas del Pandero» y formar los corros. Hace años no las dejaban actuar los guardias municipa­ les hasta que no entraban los carnavales, teniendo que estar escondiendo el pandero cuando los veían venir. Si los mu­ nicipales podían cogerle, lo llevaban a la inspección y para poder sacar el pandero, de nuevo, las chicas tenían que pagar una pequeña multa. Salir a cantar por las noches, duraba -—por los tiempos a que nos referimos— hasta el Domingo de Piñata. Los domingos y fiestas la juventud arroyana cantaba los corros en la plaza por la tarde, habiendo corros de todas las edades. Estos corros consisten en cantar los romances y dar vuel­ tas al corro con más o menos rapidez, según el ritmo musi79


A rroyo de la L uz.— Tabla de Morales, del famoso retablo de la iglesia parroquial Nuestra Señora de la Asunción. Adoración de los Santos Reyes.


cal de la canción. Las canciones son muchas: el «Gerineldo», «Griselda», el «Conde de Ingalaterra», la «Pulida Hortela­ na», «Judío Honrado», «Estaba Fray Diego», el «Oritín», «Mañanita, mañanita», «Estaban las tres comadres», «Larin, larero». «Mi carbonero», «Boda de Inesilla», el «Brillante», «Estaba el señor don Gato», y otros muchos. De estos romances, algunos, muy pocos, los cantan en otros pueblos, pero con distinta música. La letra de ellos tiene buena parte intencionada y picaresca, pero la música es preciosa. Los mozos van de «corro en corro», se están un rato en cada uno y se marchan, o bien, se cogen también de las mozas. La costumbre de salir a cantar los «corros» —nos in­ forma la señorita Purificación Pacheco— debía ser el aliciente de la juventud que habitualmente no paseaba. La primera copla es con la que empieza el corro invaria­ blemente todas las noches: La primera llegada que un galán tiene, santas y buenas noches tengan ustedes. A la ramá tengan ustedes, resalá. En Arroyo se bailan las danzas «San Sebastián» y «Pá­ jaro Bobo». Las coplas de las primeras se refieren a los ob­ jetos de barro elaborados en la villa y a I q s amores de los mozos. Se distingue el «Pájaro Bobo» porque a la salida de la iglesia baila la juventud en las esquinas. Las mozas, al can­ tar, llaman a los mozos, reuniéndose todos en los famosos «corros». EL JUDIO HONRADO E ste era un judío, un judío honrado. Cada vez que juega juega un ducado. Cada vez que gema gana un ducado. Ande él amor y ande la mano. Ande el amor que ya se le ha dado. 81 6


Ocultándose tras el seudónimo de «Amenofis», un ins­ pirado poeta ha glosado líricamente el «corro» arroyano: Ya gira, rítmico y lento, trenzado el corro su danza... Ya eleva su argentería un rorrumcillo de plata... Una voz va desgranando como un rosario de nácar, los versos que el romancero puso en los labios de grana. Qué bellas amadoras que suspiran y que cantan... ¡Bellos coros antañones, —de un pueblo su bella estampa—, que permiten ver mujeres tan preciosas y reguapas que en la retina se fijan y para siempre se graban...! Damos a continuación algunos textos: fragmentos de los romances y cancioncillas de los corros. EL JUDIO HONRADO Era un judío, un judío honrado; ande el amor y dame la mano, ande el amor, que ya te la he dado. Era jugador, jugaba a los dados, ande el amor y dame la mano. (Se repite siempre el estribillo.) EL

0RIT1N

Saliéndome a pasear, Oritín, tin, tin, oritón, con mi caballo trotón, qué, qué, con el oritín, qué, qué, con el oritón, con mi caballo trotón. Entré por una calleja, oritínj tin tin, oritón. 82


salí con con salí

por un callejón, qué, qué, el oritín, qué, qué, el oritón, por un callejón. MAÑANITA DE SAN JUAN

Mañanita, mañanita, mañanita de San Juan, la del gavilán y el galán, la del gavilán. Llevé m i caballo al agua a la orillita del mar, la del gavilán y el galán, la del gavilán. Mientras mi caballo bebe, yo me divierto encantado, la del gavilán y el galán, la del gavilán. (Se repite siempre el estribillo.) EL GERINELDO —Gerineldo, Gerineldo, Gerineldito, pulido, quién te cogiera esta noche tres horas en mi albedrío. —Como soy vuestro criado, señora, os burláis conmigo. —”No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.” EL POLLITO CHILINDRON Una vieja que en Granada un pollito que crió, sopa en vino le daba, sopa en vino le dio. Y al cabo de los tres meses el pollito le cantó que quería casarse sin ninguna dilación.


NO SE VA LA PALOMA. NO Una paloma blanca como la nieve me ha picado en el alma. ¡Cómo me duele! ESTRIBILLO No se va la paloma, no•; no se va, que la tengo yo. Y si acaS’O se fuera, ella volverá: que queda los pichones a medio criar. (Al estribillo) ROMANCE DE GRISELDA Se paseaba Griselda por sus lindos corredores, con vestidito de seda que la tapa los tacones. El Conde Monte Albar la ha pretendido de amores. "No, Conde, que soy muy niña, y lo dirás en la Corte.” A otro (Ma de mañana en la Corte se decía: ”Yo dormí con una dama, la flor de la m aravilla” ESTABAN LAS TRES COMADRES Estaban las tres comadres en el balcón de José. E sta es la zarandaina, andaina, esta es la zarandaina es. Le ofrecen una merienda al divino San Andrés. Esta es la zarandaina, andaina, esta es la zarandaina es. (Se repite el estribillo.)


Existe otro estribillo, que es: Qué toma la china inina, qué toma la china Inés, qué toma la china inina, qué toma las dos, las tres... LARIN LARERO (O la esposa infiel) ¿Quién da a m i puerta a estas horas ? Larín Larero. Yo no me levanto a abrir; Larán Larí. El gran francés soy, señora, Larín Larero. A quien vos soléis abrir. Larán Larí. MI CARBONERO Mi carbonero no vino anoche; lo estuve esperando hasta las once; corra usté, madre, con el dinero, que va de paso mi carbonero. Y va diciendo por las esquinas: ” ¿Quién me lo compra, carbón de encina, carbón de encina, picón de roble, que la firmeza no está en los hombres?.’’ No está en los hombres ni las mujeres. BODA DE INESILLA Y EL BRILLANTE Ya se ha casado Inesüla con el hijo del Brillante; como son muchos hermanos, no lleva el elote muy grande. Por dote lleva Inesüla una cama de pinares, un colchón con agujeros, que la lana se le sale; 85


A rroyo de la L u z.— Maravillosa cabeza, de Morales, el «Divino», reta­ blo mayor de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. San Juan Bautista


un cesto de la cólá, sin hcmdón y sin asares; un candü sin garabatos, que el aceite se le sale; unas medias comineras, que no tienen carcañales, y unos zapatitos rusos, que no tienen para atarse; unas enaguas pasas, con una alforja muy grande, que las heredó Inesüla de la abuela de su madre. Por su importancia etnológica, a continuación consigna­ mos los curiosos detalles que hemos podido recoger de la cerámica popular arroyana. Como vestigio de épocas remotas, hay en Arroyo de la Luz unos pocos olleros, que viven todos en el antiguo Arra­ bal, alrededor de la ermita de San Sebastián, hoy bajo el pontificado del prelado de la diócesis de Coria-Cáceres, con­ vertida en parroquia. Estos olleros continúan moldeando pucheros, cántaros, ollas, barrilles, anafres, etcétera, exactamente igual, con la misma arcilla, con el mismo tom o y con idénticos y primi­ tivos utensilios y técnicas que hace muchos siglos, ya aue la cerámica arroyana conserva intactos sus procedimientos a lo largo de muchos miles de años. Este oficio, en Arroyo, se hereda de padres a hijos, como si fuera una reliauia, porque ni siquiera permite vivir ex­ clusivamente de él; razón por la cual antaño casi todos es­ tos olleros tenían también su viñita, con lo que se ayuda­ ban para su sustento. Es admirable el tesón de estas gentes, que, por su amor profesional, nos permite contemplar ahora cómo eran y cómo hacían los pucheros, en los tiempos remotos. Antiguamente, y después de elaborados los objetos, los sacaban a las aceras de las calles a secar. Estas calles eran las de Matamoros, Quinea, del Pozo, de San Esteban, del Rollo, etcétera, calles típicas de los pucheros, que presenta­ ban el aspecto más original y pintoresco que imaginarse puede. ¡Cuántas veces tenían, y siguen teniendo, que entrar los objetos apresuradamente ante la presencia de las nubes e inminencias de lluvias! 87


Tanto o más que los alfareros trabajan sus mujeres e hijos pequeños, que tienen el cometido de sacar los cacha­ rros por la mañana, recogerlos por la tarde, y al cabo de ciertos días, cuando todo está seco, llevarlos a cocer, lo que denominan hornada, mediante hornos muy rudimentarios. En las festividades en honor de su Patrón, San Sebas­ tián, se ejecutan danzas, en cuyas coplas se alude a los ob­ jetos de barro moldeados por los moradores del barrio. He aquí un ejemplo: San Sebastián valeroso, vecino del Arrabal, oyes de hacer los pucheros a puntapiés y a patás. A l Arroyo dél Puerco te vas a casar; pucheros y barriles no te han de faltar. San Sebastián valeroso, para entrar en vuestra ermita, licencia le pido al pueblo, a la señora justicia y al señor cura primero. San Sebastián valeroso, mocito de la cruz mocha, venimos a regalarte una rosquilla de corcha. San Sebastián valeroso vecino de la Laguna, oyes de cantar las ranas entre las doce y la una. San Sebastián valeroso, mocito de quince años, amarrado a un duro tronco, allí frnste "asaeteado”; amarrado al duro tronco, os tiraron las saetas; las sufriste, santo mió. con humildad y paciencia. 88


San Sebastián valeroso, ya me voy a retirar; tengo la media en la cesta y la tengo que acabar. Otra danza arroyana es la de ”E1 pájaro pinto”, que bai­ la la juventud por las esquinas a la salida de la iglesia los días festivos. Goza de la mayor popularidad, hasta el punto que no hay festejo típico donde no se cante su canción, que a continuación ofrecemos: Ya está él pájaro pinto puesto en la esquina, de teñe, tenedor, caracol, puesto en la esquina. Esperando que salga la golondrina, de teñe, tenedor, caracol, la golondrina. Si yo soy golondrina tú eres muñeca que, citando vas al baile, te pones hueca. Y si me pongo hueca, debo ponerme, debo ponerme, que el galán que me adora pesetas tiene, pesetas tiene. Y si tiene pesetas, que las enseñe, que las enseñe. Y te compre un vestido de seda verde, de seda verde. Y después de comprado él vestido verde, el vestido verde, pegarle* fuego, 89

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y verás qué bien arde el vestido nuevo de teñe, tenedor... el vestido nuevo. El autor expresa su gratitud a don Julián Olgado por el material que le suministró y a doña Dominica Molano Nar­ ciso, viuda del ilustre y laureado poeta don Juan Luis Cor­ dero y a su hija doña Isabel Cordero de Martínez Sierra, por habernos recitado cuanto queda transcrito, que viene a poner de manifiesto el tesoro popular de la histórica villa de Arroyo de la Luz.

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CAPITULO XII

Arroyo de la Luz-Villar del Pedroso: LA MARA VAQUILLA Y EL CARNAVAL DE ANIMAS Las fiestas, animadas por excelencia, de Carnestolendas, han tenido mucha importancia y acusada personalidad en la Alta Extremadura. No es posible —dado los límites de este volumen— que recojamos todas sus alegres manifestaciones. De aquí que nos limitemos a informar a los lectores de los rasgos más salientes de dos localidades cacereñas por lo que al tiempo de antruejo se refiere. En Arroyo de la Luz se celebraba la fiesta de «La Maravaquilla». Era un divertimiento de aquellos días de Carna­ val en que dos hombres se metían dentro de las varillas que servían para que se deslizaran las cemideras cuando se ama­ saba el pan en casa. Se cubrían con una manta y con una a modo de cornamenta que se ponía el que iba delante, siem­ pre dejando unos agujeros para ver. Corrían asustando a las gentes como si fuera una vaquilla de verdad. A los chicos les encantaba correr delante de ella alguna vez, porque nunca les alcanzaba; en cambio, no ocurría lo mismo con las mujeres y, sobre todo, los hombres que su­ frían no pocos achuchones, aunque sin consecuencia. La fiesta arroyana de «La Maravaquilla» constituía una pincelada de alegría y de vida en aquellos tiempos, no tan lejanos de los actuales, pero sí muy distintos.

Villar del Pedroso es un pueblo alto-extremeño situado en los confines de la provincia, perteneciente a la Archidiócesis de Toledo, distando 120 kilómetros de la capital de 91


Cáceres. Tiene relación con la romana Augustóbriga y figu­ ra entre las mansiones del itinerario romano. La iglesia parroquial de Villar del Pedroso está bajo la advocación de San Pedro de Alcántara. Pongamos de relieve la devoción de los jareños a Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de Extremadura y Reina de la Hispanidad, a la que tiene consagrada una de sus ermitas, la situada en la carretera que desde la localidad va a Valdelacasa de Tajo. La población celebra con extraordinario esplendor la fiesta de Carnestolendas, más conocida por «Carnaval de Animas», en la que hay que resaltar especialmente la danza «El Serengue». Sus verdaderos antecedentes no pueden apreciarse por falta de documentación, pero por tradición oral se sabe que antes había una cofradía que era la administradora de estas fiestas que, sustancialmente, consisten en lo mismo que hoy, salvo que antes se hacían con soldadesca —varones— y, ya entrado el siglo actual, se hacen con igual número de per­ sonas de cada sexo. Parece ser que el origen del «Carnaval de Animas» fue una fiesta de desagravio por las faltas que se cometían en el Carnaval. Después, si es así para algunos, la verdad es que se trata de lo contrario, o sea de divertirse la juventud en días en que tradicionalmente ya no hay bailes v de esta forma los siguen celebrando sin alarma de las madres. Nueve días antes de la semana de Carnaval se forma la llamada «Soldadesca», un grupo de jóvenes de unos veinte y otro igual de mozas, aue se comprometen a efectuar el carnaval. Para aue se realice el «Carnaval de Animas» es nreciso que exista alguna manda u ofrecimiento de organizarlo. Esto sucede cuando alguien quiere honrar a la Virgen por un fa­ vor recibido. En este caso, queda nombrado por el señor Cura, como «general». Estos son los que proponen los nom­ bres de los sargentos y sargentas o sea de la «Soldadesca». Hay un llamado bastonero, que es quien dirige todo el ejercicio y un abanderado que porta una gran bandera que —en tiempos pasados— era un dibujo de Animas. Actual­ mente es un trapo en forma de bandera con varios colores, mas sin alegoría religiosa alguna. Ya formado este ejército se tocan sus componentes con unas monteras como las de los antiguos toreros del siglo pa­ sado y le colocan bandas de colorines. La «Soldadesca» del género femenino presenta igual atuendo con refajos y pa­ 92


ñuelos típicos extremeños. Todos llevan una alabarda y palo terminado en una especie de Cruz de Santiago. Gran atavío de joyas y peinados y ya tenemos el ejército a punto de em­ pezar al compás de dos tamborileros que producen un mo­ nótono son muy parecido al que emplean los países árabes en sus danzas. Nueve días antes recorren todas las casas del pueblo al son del tambor y esquililla, pronunciando la expresión de «¡Animas Benditas»!, al tiempo que piden para la fiesta. Todo lo recaudado es depositado en casa del «general». Llegado el lunes de carnaval, los tamborileros van casa por casa de la «Soldadesca» y la recogen y cuando todos están formados caminan a paso marcial del tambor a casa del señor Párrocg y al grito de «¡viva!» le reciben. Lo mismo hacen con el señor Alcalde; se encaminan a la iglesia donde se dice la misa formados todos y a su ter­ minación en perfecta formación se dirigen al lugar señalado donde se baila el llamado «Serengue», baile parecido al ton­ tón de los tambores morunos y formados en dos filas saltan al compás con un ejercicio violento de brinco y acompañán­ dose de un cantar que dice así: El Serengue es un borracho que a la taberna se va y su madre le regaña y se m ete más allá. Serengue mío; Serengue dan con el Serengue tú lo verás. Terminado el baile —que presiden el Cura y el Alcalde— concluye el acto, hasta la hora del Rosario en que otra vez se hace el mismo recorrido que para la misa y el mismo baile. Después, comienza lo profano: todos, a los bailes y al ja­ leo, a la alegría festera. Llegado el martes, he aquí el día grande del «Carnaval de Animas». Es el día que llaman «del Ramo». Con las limosnas re­ cogidas —trigo, dinero, etcétera— se han hecho un par de centenares de roscas grandes como de un kilo de peso con anises que durante la noche —esto es tan típico, que hace 93


llorar a las viejas y emocionar a todos los del pueblo— a la puerta del «general», colocan en un llamado «Ramo» una armadura de madera con muchos dientes, donde van colgan­ do estas roscas que se entrelazan con centenares de cintas de colorines y algo de ramaje, dando al «Ramo» un aspec­ to de pirámide o árbol, cuyos frutos son las roscas de hari­ na bien cocidas. Puesto el «Ramo» sobre unas andas se monta la guardia antes de que sea de día y dos soldados de la «Soldadesca», con su alabarda terciada y descubiertos, firmes, uno a cada lado, vigilan el desfile del vecindario en su totalidad que pasa a reverenciar lleno de temor a este símbolo de fe, se­ gún los naturales de Villar del Pedroso. Los más portan escopetas cargadas sólo con pólvora y disparan salvas al «Ramo». Es ésta una escena que a los villaros emocionado y se les ve como si asistiesen a una función religiosa. En tanto, llega la hora de misa. Esta es solemnísima a todo órgano, para lo cual el señor Cura y las autoridades —recogidas en la forma ya referida— han levantado el «Ra­ mo» indicado, sonando verdaderas descargas de tiros, así como el paso por las calles. Entrado en la iglesia todo el pueblo, empieza la misa. Se hace el Ofertorio, verificándose un cambio o trans­ mutación de los soldados que dan guardia al altar mayor, originando un vistoso movimiento de la «Soldadesca» que, por su atavío, llama la atención. Terminada la misa, queda el «Ramo» en la iglesia. Finalizado todo para el «Serengue grande», que es por la tarde. Comienza el Rosario, al que asiste todo el vecindario, y en solemne procesión sascan el «Ramo» hacia la plaza pú­ blica. Suenan los disparos, el tambor, etcétera. Situado el «Ramo» en la plaza, empieza el Serengue gran­ de, Bailes y ofrecimientos de limosnas a la Presidencia que forman el Párroco y autoridades, depositando en la bande­ ja su óbolo y besando la estola que está sobre la mesa. Cuando acaba, se inicia la venta de las roscas ya bendecidas. Los fondos son recogidos por el Cura en la bandeja. Y con este acto termina el carnaval propiamente dicho, si bien hasta el domingo siguiente continúan los jareños asistiendo a la misa y bailando el consabido «Serengue» y haciendo fiesta casi todo el pueblo. Resaltemos cómo celebran los vecinos de Villar del Pe­ droso la asistencia de forasteros de pueblos limítrofes que 94


acuden al «Carnaval de Animas» a los que con insistencia les invitan a tomar parte en el «Serengue» y que por no conocer adecuadamente este típico baile no lo ejecutan con la debida propiedad. Ello ocasiona notas verdaderamente có­ micas que sirven de regocijo a todos los participantes en la fiesta, muy digna de ser conservada por las distintas e inte­ resantes facetas que presenta.

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CAPITULO XIII

Cáceres: LAS LAVANDERAS Y LA FIESTA DEL «FEBRERO» Si Cáceres cuando era villa y después cuando fue recién estrenada ciudad —título que le concediera el Rey Alfon­ so XII el 8 de octubre del año 1881 con motivo de la inaugu­ ración del ferrocarril Madrid-Cáceres y Portugal— era abas­ tecida del precioso líquido por las fuentes que le rodeaban, no es menos cierto que en sus alrededores la población tenía una buena red de lavaderos, donde un esforzado «gremio de lavanderas» constituía algo así como lo que podíamos llamar «academia de la ropa blanca», por aquello que viene muy al caso de «limpiar y dar esplendor». He aquí el bello lema que pueden enarbolar las lavanderas. Este gremio, por las circunstancias actuales del cons­ tante ascender, del progreso incesante, siguiendo la ley de la vida, está hoy muy reducido. Los medios mecánicos, como en tantos casos, han presionado sobre él hasta el punto de ponerlo en verdadero trance de desaparecer, aunque bien es verdad que en detrimento del servicio, como manifiestan las amas de casa. Los lavaderos de Cáceres más cercanos, y por ello más concurridos, todos surgidos en torno de las fuentes, eran Concejo, La Madrila, Beltrán, La Pavila, Ginche, Fuente Barba, Aguas Vivas, Fuente Fría, El Corchito, Vajondo (Va­ lle Hondo), etcétera. En el de Ginche las lavanderas fue­ ron atendidas muchos años por un viejo guarda que en los días crudos del invierno Ies hacía hogueras para sobrelle­ var los rigores de la estación y con frecuencia las obsequia­ ba con alguna copa de licor. Aquellas mujeres cacereñas, excelentes trabajadoras, su97 7


Cácere*.—Las típicas

«aguadoras.', de Fuente

Concejo. (F. Blasco.)


fridas, austeras, que el lunes recogían la ropa «de la sema­ na» y que el sábado la entregaban en las casas de proceden­ cia, limpia y bien planchada, cobrando un tanto por pieza, según tamaño, bien temprano, durante todos los cuas ae la semana y de forma ininterrumpida se dirigían a los lava­ deros con sus cestos de ropa a la cabeza, haciendo equili­ brio con ellos por las pinas calles de la ciudad, tal y como las sorprendieron y las llevaron al lienzo con sus inspirados pinceles los afamados pintores Conrado Sánchez Varona, Juan Caldera y Eulogio Blasco. (El tema nos hace recordar asimismo la genial paleta de Eugenio Hermoso, entre cu­ yas obras figura el magnífico cuadro «Las lavanderas», que se exhibe en el Palacio Provincial cacerense.) Después, en el lavadero les esperaba un duro trabajo, pero como éste no les impedía hablar, allí, diariamente, se editaba lo que hoy denominamos una «revista hablada», a la que nunca le faltaba la sal y que, de ley ordinaria, tenía la sabrosa pimienta del genio popular, tan acusado en los cacereños, como es muy notorio. Aquellas gentes sencillas celebraban una fiesta anual de duración mensual, que venía a romper la monotonía de su entrega constante, permanente, dentro del tiempo carnava­ lesco, del antruejo, concretamente en febrero, mes ligado a ellas por nuestro refranero: «Febrerillo el loco apedreó a su madre en el lavadero». Luego, en honor de un hijo de cier­ ta innominada lavandera tenía lugar la fiesta que a conti­ nuación describimos. El día 1.° de febrero, festividad de Santa Brígida, las la­ vanderas construían y aún lo siguen haciendo, un monigote al que no le faltaba nada en su completo atuendo: camisa con corbata, pantalones, chaleco, chaqueta, zapatos y som­ brero, todo ajustado, a la medida. Su cara, con buen mos­ tacho y un cigarro puro en sus labios, le daba un matiz so­ lemne y algo picaro. Tenían, los que alcanzamos a ver en los pasados años, mucho de petrimetres desocupados y un tanto de enamoradores. Las veleidades climatológicas de «febrerillo el loco», como también se le suele llamar al segundo mes del año, las pa­ gaba el monigote con sendas palizas de sus «enojadas ma­ dres», pero como en febrero no faltan tampoco los días en que los rayos del vivificante Febo calientan con intensidad, esos días la ropa se secaba pronto y el quehacer cotidiano era incluso más llevadero, el premio consistía en sacar a «fe­ brero» a tomar el sol entre la alegría estruendosa, el albo­ 99


rozo del personal lavanderil, que también — ¿y por qué no?— tiene su corazoncito. Como quiera que los lavaderos cacereños estaban próxi­ mos a caminos trasitados por gentes que los días soleados se acercaban a sus olivares o huertas aledaños, las lavande­ ras aprovechaban tal circunstancia para invitar cordialmen­ te a los transeúntes a que pasaran a ver al «febrero» y és­ tos agradecían la invitación, dejando como generoso testi­ monio de su visita, unas monedas en la hucha que, colgada del cuello, presentaba el festivo monigote. También el «fe­ brero» era paseado en un sufrido vertebrado, en el simpá­ tico Platero, según la genial denominación de Juan Ramón Jiménez, «el andaluz universal», por las calles de la pobla­ ción y con este motivo recibía no pocos donativos de los simpatizantes de la fiesta. Los fondos del «febrero» se incrementaban con I q s do­ nativos que acostumbraban a dar las dueñas de las casas para las que lavaban la ropa estas afanosas mujeres. El penúltimo día del mes se hacía balance de lo recau­ dado, y bien de mañana, con lo reunido, las lavanderas de más edad se dirigían al día siguiente al mercado, tiendas de ultramarinos y almacenes de vino, a fin de comprar Iq s ar­ tículos que en la comida consumirían. Este día los cestos de las lavanderas no transportaban ropa, llevaban los yantares y dulzainas, que, una vez adere­ zados, serían consumidos en aquella «comida gremial» en medio del mayor júbilo y ocurrencias y comentarios chis­ peantes. Todos los años, lo primero que hacían las lavande­ ras era acudir a misa en la ermita del Cristo del Amparo y después tenían un espléndido desayuno a base de chocolate que les preparaba la ermitaña.) El día transcurría entre la preparación de la comida, la propia comida, un poco de baile y una especie de juicio en que las «madres lavanderas» actuaban de testigos de cargo o descargo de su «veleidoso hijo». Siempre febrero había jugado alguna mala pasada de tipo climatológico a sus resignadas «madres» y éstas lan­ zaban corrientemente frases imprecatorias y su veredicto condenatorio para su caprichoso hijo y «febrerillo» era con­ denado a morir en la hoguera. Terminaba por ser pasto de las llamas. Hay que concretar que en cada lavadero se construía su respectivo «febrero» y tenía lugar su correspondiente fies­ ta y comida. Ampliemos que un «febrero» se colocaba en la 100


calle Villalobos durante el segundo mes del año. Cuando pa­ raban las lavanderas, si hacía mal tiempo, le pegaban, «por­ que no las dejaba lavar». Tampoco era extraño encontrar en los lavaderos cacereños al lado del «febrero» a su esposa la «febrera», que, sin duda, y en justificada consonancia con el carácter de su sexo, recibía mejor trato, mayores cuidados que aquél por la mujeril concurrencia. En la ciudad de Cáceres las fiestas animadas y movi­ das del «febrero» —fiestas de origen romano y de un in­ dudable arraigo lupercal—fueron muy sonadas al final de la pasada centuria y algo más del primer tercio de la actual. Decayeron como ocurrió con los carnavales, ya que si aún continúan celebrándose, el festejo se reduce solamente a un pobre remedo de lo que era fiesta en sí.

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CAPITULO XIV Albalá:

LAS «CORRIDAS DE GALLOS» Albalá es un pueblo cacereño que ofrece testimonio de su jugoso pasado, de su arcaísmo y que sabe conservar y ac­ tualizar lo que constituye la esencia de su historia. Pertene­ ciente al partido judicial de Montánchez, la localidad de Al­ balá dista de la capitalidad de la Alta Extremadura 49 ki­ lómetros. Este Municipio lleva el nombre de Albalá del Caudillo desde el día 6 de marzo de 1959, que en Consejo de Ministos celebrado en dicho día, previos los trámites reglamenta­ rios a propuesta del Consejo Local del Movimiento y acepta­ ción y acuerdo de la Corporación Municipal, el Jefe del E s­ tado accedió a conceder la denominación. Albalá —que quiere decir Carta o Cédula Real— tiene escudos de nobleza y conserva inscripciones antiguas ará­ bigas y costumbres ancestrales y típico folklore. Los naturales de Albalá son conocidos por el sobrenom­ bre de 'paletos, afirmándose que solían comer pan de cente­ no. La musa popular así lo pregona: Can pan de centeno y agua del charco, crían los paletos buenos muchachos. Albalá presenta una estampa lugareña que gana la ad­ miración de los elementos que la integran y por su expre­ sividad. La fiesta a que nos referimos es la de las «Corridas de gallos», una de las más típicas y esperadas que despiertan 103


siempre enorme expectación en Albalá. Se verifica durante el lunes y martes de carnaval y el miércoles de ceniza, y con­ siste en cortar la cabeza a un gallo o gallina que cuelga de una soga, cabeza abajo, de forma que — dada su altura— pueda un jinete que cabalga a todo galope golpear con un palo la cabeza del ave hasta cortársela. Aproximadamente un mes antes de celebrarse las corri­ das, todos aquellos vecinos que han de participar en las mis­ mas se preocupan de atender esmeradamente sus caballos, para lo cual los apartan por completo de las faenas agrí­ colas, los encierran en corrales o cercas y los cuidan con un mimo especial, dándoles forrajes y buenos piensos con la finalidad de que engorden y se pongan lucidos para que sean los más alabados durante las corridas. Asimismo los jinetes los van amaestrando y amansando con el propósito de que con dicha práctica se luzcan en las carreras y hagan movimientos que llamen la atención. Es muy corriente ver en los días que anteceden a las co­ rridas por los alrededores del pueblo hombres y jóvenes ha­ ciendo ejercicio con sus monturas. Se preocupan del herra­ je, previniendo cualquier daño en los cascos. Unos ocho días antes de la fiesta acuden los que han de participar en las corridas al lugar donde han de celebrarse las mismas para ver si sus caballos «entran», o sea, pasan bien entre el arco que forman dos carros de varal arriba y una cuerda sujeta en las puntas de los mismos. Llegada la fiesta, en la que los organizadores son los «quintos» del año, uno de éstos —generalmente el más vie­ jo— es el encargado de confeccionar la lista de los que han de participar en las corridas, formando ésta en los dos pri­ meros días —lunes y martes— todos aquellos jóvenes sol­ teros del pueblo que lo deseen y entreguen un gallo o galli­ na, a los que se les da un número de actuación. En el tercer día, miércoles, pueden inscribirse también casados, sometién­ dose a las condiciones señaladas para los solteros. Cuando llega el día de las corridas, acuden todos los ins­ critos al lugar acostumbrado «la corrida», con sus caballos. Lo mismo los jinetes que los caballos lucen galas vistosísi­ mas, formando un conjunto precioso. Los jinetes visten tra­ jes camperos, bota de media caña, pantalón y chaqueta cam­ peros, sombrero de plancha, etcétera, todo ello adornado con borlas y cintas de vistosos colores. Los caballos, portando sus mejores arreos —montura, bocado, silla, etcétera—, lle­ van liadas sobre la parte delantera de la silla mantas pre­ 104


ciosas rematadas en borlas de colores, la crin rizada y ma­ droños y cintas por doquier. Existe emulación por ver cuál es el conjunto que más gusta al público. El caballista lleva en su mano un palo, también adornado, taladrado en su par­ te inferior, por cuyo taladro pasa una cuerda que el jinete arrolla en su mano y que no tiene otro fin que al dar ei golpe no salga el palo despedido. Situados los carros en la forma ya citada, se colocan a un lado de los mismos los participantes a una distancia regu­ lar para que el caballo pueda tomar velocidad en su carrera. Junto con los jinetes que participan se coloca la «borricá», consistente en un buen número de asnos montados por ni­ ños, hombres e incluso muchachas, todos vestidos con dis­ fraces de diversa índole. Estos organizan la parte verdadera­ mente cómica del festejo. Es de hacer notar el ambiente alegre y bullicioso que se aprecia en el lugar de las corridas. Todo el pueblo, en masa, se desplaza a presenciarlas. Vense casetas expende­ doras de bebidas que contribuyen a la fiesta y distribuyen sus sillas y mesas por la explanada, puestos de dulces y caramelos, mocitas, que —ataviadas lindamente con trajes regionales—, presencian el festejo, q que en grupo —-«estu­ diantinas»— bailan mientras se desarrollan las corridas, gentes disfrazadas, etc. Por fin, comienza la corrida. Dos quintos —llamados los «sogueros»—• son los encargados de colocar en la parte me­ dia de la cuerda el gallo o gallina. Parte veloz el primer caballista y, al pasar bajo el ave, da el consiguiente golpe con su palo. Si no corta la cabeza, parte el segundo y así sucesivamente hasta que haya un afortunado que, al dar el golpe, corte la cabeza del gallo. El que alcanza el éxito recibe estruendosos aplausos, fe­ licitaciones, etc., y con su «cortá» ya está comprometido para invitar a familiares, amigos y conocidos. Continúa la corrida tras de haber colocado los «sogueros» otro gallo y haber metido en un saco, a ello destinado, la cabeza del an­ terior. Todos los que van pasando, se colocan en el lado opuesto para cuando termina el último galopar velozmente en sentido inverso. El caballista que sigue al que hace «la cortá» es el primero en el ave siguiente. Una vez que pasa el último caballo, hacen la «pasá» los borriqueros, no de uno en uno, como los corredores, sino en m a s a , no pudiendo dar a los gallos, que los «so­ gueros» suben y bajan aflojando y tensando la cuerda. Este 105


paso de la «borricá» es de lo más alegre de la fiesta, ya que —aparte de ir la mayoría de los «borriqueros» disfraza­ dos— van dos o tres montados en el mismo asno. Pasados los «borriqueros» comienzan una segunda vuel­ ta con las mismas características y hasta que se hayan cor­ tado las cabezas a todos los gallos. Al final, cada dueño recoge su pieza y los «quintos» son los propietarios de cabezas y cuellos que han ido almace­ nando en el saco. Concluida la corrida, los participantes, en grupos, reco­ rren el pueblo y sin bajarse de sus caballos son agasajados en las casas de los afortunados que cortaron cabezas. La mayor satisfacción para un caballista es ser el que más ca­ bezas ha cortado. Produce la más grata impresión presenciar por las calles del pueblo de Albalá, el espectáculo de esos grupos vistosí­ simos de jinetes que han participado en las «corridas». El número de participantes suele llegar algunos años hasta el centenar. Digamos también que en esta fiesta, plena de tipismo y colorido, sólo pueden participar los naturales del pueblo, ex­ ceptuándose la «pasá» de la «borricá», en la que pueden to­ mar parte los forasteros. El autor desea dejar constancia de la colaboración que le prestó el maestro nacional, don José Luis Soto.

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CAPITULO XV

Villanueva de la Vera: LA FIESTA DEL «PERO - PALO» Al N. E. de La Vera, la fértil comarca natural de la provincia de Cáceres —en un llano de la falda de la sierra de Gredos— , en los confines de la Alta Extremadura con Avila y Toledo, está situada la localidad de Villanueva de la Vera, que, si goza de prestigio por sus encantadores pai­ sajes y sorprendentes cascadas de sus «gargantas», es fa­ mosa en muchas leguas a la redonda por su impresionante fiesta del «Pero - Palo», típica, señera y alegre si las hay, que se conserva intacta, en la que participa toda la pobla­ ción sin distinción de sexo ni edades y en la que se mani­ fiesta ostensiblemente la enemiga contra los judíos que vi­ vieron en la villa. La tradicional costumbre se halla injertada en los villanovenses, de tal modo, que no hay año que no se verifique, y si alguno dejara de efectuarse se consideraría como un año pleno de calamidades. Por ello, el auto de fe se viene repitiendo a través de todos los tiempos, cumpliéndose la sentencia —como se hacía en el medioevo, siglo x i i i — con­ tra un criminal judío en presencia de todo el vecindario. Origen. El origen v antigüedad de la fiesta del «Pero - Palo» se desconoce, aunque, posiblemente, tenga su fundamento en las siguientes hipótesis. Primera: Pudiera tratarse de un guerrillero de la época de la Reconquista, que, hecho prisionero, fuera ajusticiado después de ser sometido a diversos suplicios durante varios días. 107


Villanueva

de la V era,— El «Pero-Palo»

en su sitio: la aguja


Segunda: Que un malhechor— procedente de los montes de Asturias— huyendo de la justicia se refugiara en las es­ tribaciones de la sierra de Gredos y hecho prisionero cuan­ do merodeaba por los alrededores del pueblo, éste le conde­ nara a morir por los procedimientos usuales de la Santa In­ quisición. Tercera: Que el público fingiera reproducir los procesos habituales de la Inquisición para con los reos de aquel tiempo. Aunque confusos, los primeros antecedentes que se co­ nocen son los concernientes a que la celebración de la fiesta del «Pero - Palo» fue autorizada por el Tribunal de la Santa Inquisición, que radicaba en Llerena (Badajoz), después de ser realizada su presencia con motivo del proceso que siguió a los que la ejecutaban en Villanueva de la Vera en virtud de denuncia formulada contra éstos. Según versiones, este Tribunal no sólo autorizó la cele­ bración de la fiesta, sino que regaló tambores, banderas y alabardas. Mas vayamos directamente al festejo. Desarrollo. Se inicia la fiesta de una forma simple en la tarde del sábado, víspera del Domingo de Quincuagésima, en la que el grupo de «Pero - Paleros» se preocupa de colocar la aguja o pedestal en que ha de exhibirse el «Pero - Palo» en los días de duración del festejo. La aguja se conserva en la Casa Ayuntamiento. Al anochecer, estos mismos «Pero - Paleros», provistos de sus tambores, hacen un recorrido por las calles del pueblo, atronando con sus redobles y en cuyos momen­ tos acuerdan el sitio donde han de hacer el «muñeco», lo que se mantiene en secreto hasta el tiempo de empezar su formato. Averiguado el local, los jóvenes que quieran pre­ senciar el acto solicitan permiso de las autoridades «Pero Paleras» para asistir al mismo, pudiéndose contar de ante­ mano con que han de ser admitidos, si bien con la seria ad­ vertencia de que allí no han sido llamados y que si no guar­ dan el mayor silencio serán expulsados, e incluso, apaleados si preciso fuera. Constituido el grupo de «Pero - Paleros» con gran número de acompañantes, preparan una mesa don­ de depositan los restos del «Pero-Palo» del año anterior, comenzando los trabajos con la reparación del traje, que van cosiendo y rellenando de heno con ritmo lento a la par que recitan unas coplas con voz imperceptible, lamento fi109


Villanueva

de la V era.— Ronda

con el «Pero-Palo»


lial y toque suave de tambor. (Es creencia general que tanto los que cosen el «Pero - Palo» como los que asisten a los ac­ tos de su formación, se verán favorecidos por la suerte en el transcurso del año.) Compuesto el «pelele», se inicia una orgía con libertad para beber, hablar y cantar diversas coplas alusivas al to­ que de tambor. ¡Ha nacido el «Pero-Palo»! Antes de alborear el día —domingo de Quincuagésima— empiezan a dimanar órdenes de I q s «Pero-Paleros» hasta formarse la comitiva que sale de la casa donde reconstruye­ ron el muñeco al exterior iniciando un recorrido por las ca­ lles del pueblo con el «Pero-Palo», que es portado a hom­ bros por I q s acompañantes, que se suceden en cortos tra­ yectos. Todavía en penumbra, el itinerario se hace con el mayor silencio y un quejido lastimoso que emite uno de los «Pero-Paleros» al final de cada una de las coplas que és­ tos han recitado relativa al acto. Al terminar la ronda se coloca el «Pero-Palo» en la aguja —ya preparada de ante­ mano— en cuyos momentos los quejidos son los más im­ presionantes que imaginarse pueda. Colocado el «pepele», se inicia un fuerte repiqueteo de tambores y una especie de dan­ zas a saltos alrededor de la aguja en las que intervienen los acompañantes, pasándose a continuación a bailar una jota con la música del tambor en el centro. La «judia». Durante el domingo y lunes siguiente, el «Pero-Palo» es repetidas veces paseado a hombros de sus simpatizantes, lo mismo hombres que mujeres, recorriendo las diversas calles del pueblo y al llegar al centro de la plaza se procede a hacer­ le la «judiá», que consiste en formar unas filas dobles entre­ cruzadas en las que se sitúan los «Pero-Paleros» con tambo­ res y acompañantes; entre la primera es paseado el «pelele» con la cabeza inclinada hacia el suelo y movimientos rápidos, concluyendo con una danza que mueve vertiginosamente al muñeco. Al final de cada ronda es colocado el «Pero-Palo» en la aguja, terminándose con la clásica danza de los acom­ pañantes en tom o a éste. ,El m artes de carnaval. La mañana del martes de carnaval y después de haber paseado al «Pero-Palg» por las calles del pueblo, se consti111


Villanueva

de la .V e ra .— El «Pero-Palo». Paseo de capitanes


tuye en el portal de la casa Ayuntamiento el grupo de «PeroPaleros» para designar la justicia o tribunal encargado de condenar a éste. Nombrado el tribunal, se anuncia al vecin­ dario por medio de un jinete disfrazado y envuelto en una sábana o en un trozo de arpillera que monta una cabalgadu­ ra, un burro lo más nervioso posible. El jinete lleva a su espalda un cartel muy grande con los nombres —supuestos y absurdos— de los que componen esta justicia. Del cuello del asno se sujeta un ronzal de bastante longitud que sirve para que la juventud y chiquillería en pleno, conduzcan al pollino por las calles del pueblo. El ronzal —siempre tenso por las personas que de él tiran— es repetidas veces corta­ do, originando las correspondientes caídas con el natural re­ gocijo de los que presencian el acto. Correr las «elecciones». La comitiva es esperada en diversas calles por los esco­ peteros que forman parte de la justicia, los cuales disparan repetidas «salvas». Este acto es conocido por el nombre de correr las «elecciones». Mientras se corren las «elecciones», los «Pero-Paleros» colocan sobre la espalda del muñeco otro cartel anunciando la sentencia: «condenado a muerte por el Tribunal Popular por delito de alta traición». Seguidamente, los «Pero-Paleros», provistos de sus tambores y acompaña­ dos por gran masa de público y por el «Capitán», primera autoridad de la localidad en este día del «Pero-Palo», se trasladan a la casa parroquial, en la que recogen las ala­ bardas que en ella se custodian y con las que marchan a casa del Jefe de los «Pero-Paleros» por la bandera, que es portada por el «Capitán» y protegida por los alabarde­ ros, dando una vuelta a la redonda a la plaza, en medio del redoble de tambores. Después se vuelve a pasar al «PeroPalo» juntamente con banderas y alabardas, y, colocado éste nuevamente en la aguja con el ceremonial antes dicho, es portada la bandera al domicilio del «Capitán», situándose en uno de los balcones de la casa donde es izada al exterior. El «Ofertorio». Sobre las tres de la tarde se inicia el Ofertorio, que pre­ side el Alcalde acompañado de varios concejales y Secreta­ rio del Ayuntamiento. (Antiguamente también formaba par­ te de la presidencia el párroco de la localidad.) Estas auto­ 113 8


ridades son acompañadas por uno de los «Pero-Paleros» —con música y tambor— hasta el sitio destinado para el acto, donde previamente hay colocada una mesa con ban­ deja. A continuación, otro de los «Pero-Paleros» conduce a los que forman la justicia del «Pero-Palo», que cruzan el trayecto desde la Casa Ayuntamiento al lugar del «Oferto­ rio», haciendo figuras grotescas con disfraces absurdos y portando largos palos, de los que penden sendas calabazas de las llamadas de agua, que utilizan para aporrear a I q s «Ofe­ rentes». El Secretario de la justicia es portador de un corcho que­ mado y un cuerno de grandes dimensiones, tintero y pluma con los que han de firmar los forasteros. La justicia se sitúa en bandos formando dos filas que hacen una calleja por la que necesariamente se ha de tran­ sitar para entrar y ofrecer. Tan pronto como están situa­ das las presidencias y la justicia del «Pero-Palo», la ju­ ventud en masa inicia el «Ofertorio», que suele hacerse en grupo de dos o tres o más personas o aisladamente. En el momento de la entrada, nada se les hace, pero al iniciar la salida y hasta conseguir verse fuera de las filas son apo­ rreados con las calabazas por los que componen la jus­ ticia. Lo verdaderamente impresionante es cuando se consigue que entre a ofrecer un forastero, ya que éste —a la salida— es sujetado para que dé su filiación y estampe su firma so­ bre un papel de periódico con el cuerno que sirve de pluma. Al intentar articular palabra, le son arrojados salvados a la boca y una vez que ha hecho el simulacro de la firma, ha de salir entre las filas que forma la justicia, siendo asimismo golpeado por las calabazas. El miedo que cunde entre los forasteros es tal, que pro­ curan evitar verse obligados a ofrecer, pero su sorpresa es grande al comprobar que no se les causa daño, por lo que en la mayoría de los casos repiten varias veces la oferta. Las personas que intervienen en este acto acompañadas por se­ ñoras o niños, son respetadas y no tienen que soportar los golpes de las calabazas. De la recaudación que se obtiene se destinan cincuenta pesetas para sufragar una misa de ánimas, otra cantidad igual se entrega a los «Pero-Paleros» y el resto se invierte en limosnas con destino a los pobres de la localidad. 114


Villanueva

de la V era.— El «Pero-Palo». «Jura

de Bandera»


El paseo. Durante la celebración del «Ofertorio» se inicia lo que se conoce por «paseo», que consiste en dar vueltas por las ca­ lles o plazas del pueblo con el «Pero-Palo» acompañado del «Capitán», que porta la bandera, protegida por las alabar­ das y de la capitana, que es portadora de una gruesa vara de zarza sin hojas y en un extremo sujeto un chorizo. Los alabarderos y «Capitán» llevan como indumentaria un pa­ ñuelo a la cabeza, especie de turbante y otro de los conoci­ dos de seda en plan de bandolera. Las mujeres que acompañan a la «Capitana», así como las del resto del pueblo, lucen sus mejores galas, visten el precioso y llamativo traje típico formado por guardapiés de diversos colores y enormes cenefas, pañuelos, mantón de Ma­ nila y aderezos, gargantillas de cuentas de oro y largos pen­ dientes también de oro, todo ello de mucho valor y un sor­ prendente colorido. Es tradicional que, cuando el «paseo» cruza por la plaza, algún simpatizante entre a ofrecer, por­ tando el «Pero-Palo» sobre sus hombros. Al concluir el «Ofertorio» se da también por concluido el «paseo». Se pone término al acto con la oferta de los «ca­ pitanes», depositando la «Capitana» el chorizo de que era portadora, que se destina a algún pobre de la localidad. «Jura de Bandera». Después del «Ofertorio» y «paseo», se procede a la «Ju­ ra de Bandera», que preside el «Pero-Palo» acompañado de los «capitanes». Para ello, se forma un gran redondel en la plaza pública — con sus balcones rebosantes de gentes— en el centro del cual se procede a la jura, que consiste en reco­ ger la bandera de manos del «Capitán» y luego de entrar con ella hasta el lugar donde está situada la presidencia para depositar la cantidad que de antemano se fija para la jura, se procede a blandir la misma airosamente durante unos se­ gundos al ritmo de la música de tambor. Si el que jura obtiene éxito, es lanzado a los aires por sus amistades y se disparan «salvas» en su honor y si, por el contrario, no consigue el éxito, por liarse la bandera al asta, es abucheado. Terminada la jura, nuevamente un «Pero-Palero» reco­ ge a la autoridad y vuelve a trasladarla a la Casa Ayunta­ miento, portando el producto del «Ofertorio» para su distri­ 116


bución en la forma antes indicada y otro de los «Pero-Paleros» acompaña a la justicia del «Pero-Palo», que desfila con el mismo ceremonial de su ida. El entierro. Seguidamente, el «Pero-Palo» es llevado a la casa del Jefe del grupo de «Pero-Paleros» en parihuela y se proce­ de a la celebración del entierro, acto que se acompaña con sonidos lúgubres del tambor. A estos actos concurre el pue­ blo en masa y, mientras se procede a la decapitación y en­ tierro, se forman numerosos grupos que discuten airadamente si el «Pero-Palo» debe o no morir, asistiendo varias perso­ nas de ambos sexos y avanzada edad arropadas con capas y sayas negras y simulando fuerte llanto en señal de duelo. Llegada la comitiva a la plaza —después de grandes traba­ jos por la masa de público que se arremolina sobre los por­ tadores del «Pero-Palo»— se procede al manteo y tiroteo de éste, repetidas veces, hasta que a fuerza de volar por los aires se queda sin heno. Así muere el «Pero-Palo». Finalizadas estas ceremonias, las autoridades «Pero-Paleras», justicia del «Pero-Palo» y gran número de invitados se trasladan al domicilio de los «capitanes», donde son obse­ quiados. Indumentaria del «Pero-Palo». Es interesante la descripción del «Pero-Palo». Consiste en un muñeco de tamaño natural con cabeza de madera so­ bre la que se coloca un sombrero de los denominados de púa y un traje de calzón y chaqueta corta —todo en una pieza— de paño negro, con una faja liada sobre su vientre, dentro de la cual lleva escondida la mano izquierda. La derecha va cubierta con guante blanco, con el brazo caído, formando ángulo con el cuerpo. Sobre el pecho y espalda, el «PeroPalo» lleva colocado un pañuelo de pico con lunares y en la boca un cigarro. Es sujeto por una horca de madera que se introduce entre las piernas, sobresaliendo el cuerpo para em­ potrar la cabeza. Los «capitanes» suelen ofrecerse voluntariamente de un año para otro, con verdadera fe, existiendo la creencia —ya un poco vaga— de que tienen influencia en la sucesión fa­ miliar. En la celebración de esta fiesta se recitan y cantan múl­ 117


tiples coplas alusivas a la misma, que no podemos transcri­ bir por la extensión de este trabajo. Impresiones. La impresión que se tiene del «Pero-Palo» es que, en un principio, el pueblo de Villanueva de la Vera estaba dividi­ do en dos bandos —judíos o «rabiques» y Pero-Paleros»— entre los que existía un odio enconado hasta el extremo de que no se permitían matrimonios en que los contrayentes pertenecieran a distintos bandos, y si en el transcurso del tiempo se llegó a celebrar alguno, sus cónyuges se separa­ ban en los días de duración de la fiesta. La bandera que se utiliza durante los actos de la fiesta es de origen árabe, en su centro lleva estampada la media luna. Aquí queda reflejado lo más saliente de la costumbre verata del «Pero-Palo». Agradecemos a don Francisco Vázquez Borja los datos que nos ha facilitado sobre el festejo narrado. Pese al interés de la tradicional fiesta —que motiva la concentración en Villanueva de la Vera de muchos turistas de Madrid y otras poblaciones para presenciar el espectáculo folklórico sobre el «Pero-Palo»— no existe literatura. Sola­ mente alguna referencia ligera en la prensa local y poco más. En el tomo «España», de la Enciclopedia Espasa y en la sección relativa a folklore y costumbres hay una ligerísima descripción. En la revista de «Dialectología y tradiciones populares», del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el in­ vestigador don José Ramón Fernández Oxea ha dado a co­ nocer la costumbre verata y en este trabajo se anuncia otro del Maestro Nacional don Enrique García Calvarro, que, se­ gún los informes que hemos adquirido, todavía no ha visto la luz pública. En él primer día deü año se ha de leer un renglón que a pesar a quien pesare se ha de tocar él tambor. En el año ochenta y cinco nos arma la jugarreta, 118


entre intrusos y rabiques también los de la mala seta. Esos de los gorros blancos, azules y colorados, no son de la buena gente, que son de los revelados. Ese que llaman ”R evite” y par nombre «Pero-Palo» ha salido en la sentencia que tiene que ser quemado a eso del tercer día. Judíos que no queráis ni a nosotros ni al tambor, lleváis una pandereta delante de la procesión. Una fiesta a los niños en el día del Señar, tocáis una pandereta si es que m ejor que él tambor. Que se junte mucha leña y se haga un hoguerón y allí se vayan echando los de la nuda intención. Qué cuidado le da a nadie que él «Pero-Palo» repita, es limosna que le hacemos a las ánimas benditas. Por las montañas de Oviedo baja un valeroso eco, caballero en una cabra can su albardón y su freno, y por compañía trae cuatrocientos mil gallegos. Los unos vienen preñados, los otros vienen pariendo, y otros a medio parir, y otros paridos enteros.


Y les dice, hijos míos, hijos, de aqw este ciruelo alzarme este jarapal veréis el m isar que tengo. No hay cálle ni callejita por chiquita que sea, que no tenga cuatro o cinco de los de mala ralea. Si se acabara la casta, qué bien para el mundo fuera, mejor fuera para Dios si de esta casta no hubiera. Pero es tan largo él esparto que al confín del mundo llega y no se puede acabar si la hebra no se quema. Amados cristianos nuevos los que sois de buena sangre, no os arriméis a los judíos porque es infame linaje. Linaje que al mismo Dios le derramaron su sangre y en él rostro le escu/pieron pensando borrar su imagen. Ya tocan a Sacramento, van corriendo porque es tarde, la cara de la Pasión entre ellos la reparte. Unos se llevan a Cristo otros se llevan su imagen. ¡Sabe Dios su intención si será crucificarle! Yendo yo muy quieto y se asoman a pajarillos me

por una calle muy sosegado, la ventana han tirado.


Si alguno de esa semilla viene con cuatro corderos, tres cintas, una bólsita, cuatro docenas de botones... ponen una tiendecilla donde su pobreza está y con ellas mantiene, gana dinero y caudal. A eso del tercer día va él Alguacü y los llama, no os iréis sin que paguéis esa deuda que debéis a la justicia ordinaria. Y si no tenéis hacienda con que la deuda paguéis, mando que sos lleven presos y en la cárcel moriréis. Su padre es utn gran judío y un gran ladrón afamado, que del primer matrimonio hizo ciento y un muchachos. Mal lavado en su ciruelo tantos hizo de una vez siempre la mala semilla que le prevalece bien. Hallándome con pobreza, pobreza y poco dinero, donde me fui a refugiar al portal de un zapatero. Como era la cama dura no me descansan los huesos, hoy de estar en consulta sobre cierto casamiento. Es menester castigarlo, hágase junta de buenos al casar una judm con un gran cristiano nuevo.


En el Monumento están 'pintados los judijuelos, con un gorro colorado y en el culo metió un dedo. Y con la otra mano están amenazando él cordero, y es menester castigarlo. Hágase junta de buenos y a los judíos quemarlos, porque es sangre de ellos mesmos. Judíos, mi padre es Cristo, vosotros me lo matasteis. Cada día que amanece veo a quÁen mató a mi padre. Esos de los gorros blancos, azules y coloradlos, no son de la buena gente, que son de los rebelados. Esos de los gorros blancos y los de los amarillos, se parecen a Püatos cuando sentencia a Cristo. El judío con judío y el cristiano con su igual, y él que esté limpio y sin mancha sin pecado original. No os arriméis a los judíos los que vais con él tambor: no sos pasen con un chuzo los de la mala intención. A pesar de quien pesare se ha de tocar él tambor, que en Llerena se ha vencido por la Santa Inquisición. Porque los Inquisidores gustaron de aquí esta fiesta,


cuando la vieron de hacer cuando fuimos a Llerena. Llamados por un traidor que se puso a darles cuenta y su nombre se negó porque allí no pareciera. Un Don Diego de la Jara se puso por apellido. Ese hombre en Villanueva en jamás ha aparecido. Ya vienen los presidiarios y vengan en hora buena, que somos los presidiarios que venimos a Llerena, llamados por un traidor. De Cuacos salieron diez, de Jaraíz salen veinte, trescientos de Cabezuela con veinticinco de Jerte. Qué dichoso es el Barrado que no tiene de esa gente, Garganta, Arroyomoíinos y el Piornal va la creciente. Quien no sea del ”Pero-Palo”, no se arrime a la cuadrilla que le dan por primera vez más de cuatrocientos palos encima de sus costillas. Yendo yo por Mesa Llana me encontré con un pelao y le dije: ¿Dónde vas? —Voy por el queso al Horcajo. Temo que él Hispitálón me salga algún malvado de esos de la Ley cansada que me traen acusado.


San Anión como era viejo, dejó hecha información: que ningún cristiano nuevo coma carne de lechán. Si alguno la comiera, ha de sufrir grandes penas, no valiéndole la sangre ni a toda su descendencia. El miércoles de ceniza dicen los de mala seta: ”andáis, judíos, andáis, ya se acabó vuestra fiesta El ”Pero-Palo” en su sitio. ¿Qué cuidado les da a ellos que mire hacia solano, que mire hacia gallego ? Adiós, miércoles de ceniza, que yo hasta el domingo estoy a cumplir con mis amigos, como es verdad que los hay. El que no lo haga así, será rabique por cierto, y a los rábiques echarlos a un hoguerón muy ardiendo.


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CAPITULO XVI

Volver de de la Vera: DRAMATICA SEMANA SANTA: LA PROCESION DE LOS «EMPALAOS» Son famosos los pueblos de la Alta Extremadura por cuanto manifiestan sus creencias cristianas, su honda fe, su piedad, heredadas de los antepasados, reflejada de modo os­ tensible y según sus tradiciones, en las fiestas solemnes anuales que celebran en honor de su santo Patrón, bajo cuya advocación viven, y los Cristos que se veneran en las ermi­ tas situadas en las serranías de los lugares pintorescos de sus términos municipales. Estas características de arraigada devoción las aprecia­ mos mejor en las conmemoraciones extraordinariamente ma­ jestuosas, aun dentro de una austera sencillez y recogimien­ to del Drama Mayor, conmemoraciones que adquieren ver­ dadera sublimidad. En todos los pueblos existe, como si dejéramos, una clave diferencial constituida por sus peculiaridades, sus cos­ tumbres tradicionales, ancestrales y típicas, que en los Días Santos, se ponen de relieve en sus procesiones y demás ac­ tos religiosos con los que están enlazados. Arroyo de la Luz, Aliseda, Casar de Cáceres, Garrovi­ llas de Alconétar, Torrejoncillo, Coria, Brozas, Ceclavín, Sal­ vatierra de Santiago, Zarza de Montánchez, Baños de Montemayor, Gata, Acebo, Valencia de Alcántara, Logrosán, Garciaz, Villamesías, Hervás, Valverde de la Vera, Cabezuela del Valle, Trujillo, Plasencia, Serradilla, Guadalupe, etcéte­ ra, atesoran en sus templos imágenes y «pasos» muy ve­ nerados y poseen tal riqueza en su acervo consuetudinario, piadoso, es tal la pujanza y el esplendor de su Semana San­ ta, que bien merece su divulgación. 125


Arroyo de la Luz, Aliseda, Villamesías y Garrovillas de Alconétar, presentan la costumbre piadosa de la «Guardia del Cuerpo del Señor». Jóvenes con traje de luto, pañuelo de seda al cuello, rosario precioso y grande, colgado del mismo con la cruz sobre la blanca pechera, firmes como estatuas, con las manos, una sobre otra, apoyadas en la empuñadu­ ra de un enorme sable, permanecen en dos filas paralelas frente al presbiterio. Si alguno se ve precisado a salir del templo, hinca sus rodillas en tierra, besa el sable y lo co­ loca sobre una bandeja en la grada del presbiterio. Y pasamos a ocupamos de las principales característi­ cas, las notas realmente impresionantes de un pueblo verato: Valverde de la Vera, bañada por el Tiétar, es una villa enclavada en la falda Sur de la Sierra de Gredos. Se formó en tomo del palacio de los Condes de Nieva en la época de los Templarios. Su iglesia parroquial está bajo la advoca­ ción de Nuestra Señora de Fuentes Claras. En el arciprestazgo de Jarandilla, en el pueblo de Valver­ de de la Vera se mantiene la devoción de la noche del Jue­ ves Santo al Viernes Santo, que exponemos. Todo el vecin­ dario comparte y vive el emocionante recorrido de los penitantes «empalaos» en el Vía Crucis. Al decir del poeta verato Felipe Jiménez Vasco, «El ruiseñor de la Vera»: «Es un extraño e impresionante es­ pectáculo cívico-religioso que se considera único en el mundo». Los hombres de Valverde —ha dicho el erudito escri­ tor cacereño Domingo Sánchez Loro— cuando aprieta la tristura, cuando agobia la fatiga de este mundo, miran al cielo y hacen promesa: los hombres prometen «empalarse»; las mujeres prometen servir de cirineos a los hombres «em­ palados». Jamás dejan de cumplir su promesa, sino por muer­ te o físico inmediato. Se cuenta de muchos novios que hicie­ ron esta promesa: él, de empalarse; ella, de servirle de ciri­ neo. Luego se desnoviaron. A pesar del enojo, se juntan esta noche de Jueves Santo para cumplir la promesa. La hacen con mucho fervor, con devoto recogimiento, con infinita es­ peranza. De esta promesa, muchas veces los antiguos novios salen amigados, y dispuestos a reanudar las relaciones amo­ rosas. Después de azotarse las espaldas con cuerdas llenas de nudos y humedecidas de sal y vinagre e impregnadas con vidrio molido —con lo que se quedan las partes del cuer126


Valverde de la Vera.— La figura impresionante del penitente «empalao», en la noche del Jueves Santo


po dichas hechas todas una llaga— el ofrecido se cubre la mitad inferior de su cuerpo con unas enaguas o faldas de mujer sujetas a la cintura, envolviendo el tronco desnudo con una soga nueva de esparto, que así es más áspera, que le da diez vueltas para continuar después rodeando los bra­ zos y al fin de que éstos se puedan mantener extendidos en forma de cruz se sujetan con dicha soga al largo palo de un arado. De aquí viene el nombre de «empalaos», que en Valverde se da a estos penitentes. Requiere muy especial pericia la colocación de la soga, ya que debe quedar apretada al objeto de evitar rozaduras y al propio tiempo un tanto holgada para que al «empalao» no le sobrevenga una paralización de la sangre. El sacrificio se hace más terrible aún colocando en los brazos las vilortas o cadenas de hierro del arado; esto aña­ de peso y hace más duro el ofrecimiento. Por último, entre el palo del arado y las espaldas se co­ locan dos espadas de aguzado filo, que, al sobresalir por en­ cima de la cabeza del «empalao» parecen las antenas de un gigantesco insecto. La cara se cubre para evitar que el «em­ palao» sea conocido. Con el propósito de mantener secreta la penitencia lle­ van los que las practican un velo o antifaz. Así, el «empa­ lao» sigue el camino del Vía Crucis en silencio y precedido tan sólo de dos acompañantes vestidos con trajes negros y portadores de sendos faroles para alumbrar al penitente y evitarle tropiezos. Hemos presenciado cómo se visten los «empalaos» y cómo desfilan en la procesión y hemos de afirmar cuánto nos impresionó todo. En la noche solemne del Jueves Santo se oyen sonsone­ tes de las vilortas al chocar entre sí. Al oírlo, surgen voces que dicen: «¡que viene el empalao!» Las gentes que a su paso se lo encuentran se arrodillan uniendo sus plegarias a la de esta aparición trágica que cruza las calles pinas de la villa de Valverde de la Vera como un fantasma sobrena­ tural, cuya presencia sobrecoge el ánimo de los fervorosos espectadores, que cada año se incrementan más. El valverdano Manuel Correas Pérez describe en sus ver­ sos al «empalao»: ¡Miradle cómo avanza, penitente! conno un gigante se recorta su figura, 128


a la vacilante luz del Cirineo, firme impresiona, escalofría su presencia como algo fantasmal, desconocido...

en su camino,

¿Qué te importan los guijarros, las espinas, el peso del timón y las vilortas, la punzante caricia del esparto, la agobiante apretura de las sogas?... Tú caminas con fe de iluminado y al clavar reverente la rodilla ante las cruces del largo .cinerario, la plegaria se eleva al cielo puro, con aroma suave de jazmín y nardo. Tu acción en estos tiempos de m ateria y átomos grita ante un mundo escéptico y podrido, que aunque para ellos seas locura y desvarío, eres cordura, porque a toda costa, quieres pagar aquel favor divino recibido. Todos los años son muchos los penitentes «empalaos» que durante más de cuatro horas recorren las calles de la villa de Valverde y después se dejan caer totalmente ago­ tados, exánimes, en sus domicilios, donde puede decirse que vuelven a su ser. Y todos los años son muchos los viajeros de la rica co­ marca verata y de distintas poblaciones los que acuden a Valverde para presenciar en medio de la mayor emoción el lento, silencioso e impresionante caminar de los famosos pe­ nitentes «empalaos». A ello ha contribuido mucho con su diligente inteligencia don Abelardo Borja Bravo. Consignemos que la procesión de los «empalaos» existía ya cuando llegó al Monasterio de Yuste el Emperador. En el año 1600 tenía profundas raíces. Pertenecían a la Cofra­ día de Hermanos «Empalaos» los feligreses de la Villa de Valverde y el lugar de Talaveruela y los de Losar de la Vera, Cuacos y Piornal. El Presidente de la Cofradía te­ nía denominación de Alcalde, y el Secretario, de Escribano. Concluimos este capítulo anotando que en Hispanoamé­ rica, en Chile y Colombia, tierra de Colón, que antes se de­ nominó Nueva Granada, también existe la tradición de em­ palar y enrollar a una soga a los penitentes que hacen el tremendo sacrificio. Esta costumbre piadosa fue llevada por los esforzados conquistadores extremeños. 129 9



CAPITULO XVII

ROMERIAS Entre las fiestas populares de la Alta Extremadura, bien merecen capítulo aparte, dentro de las fiestas movibles de la Iglesia, las romerías cacereñas que atraen sobremanera y que se celebran en las ermitas que se asientan en las cum­ bres y en los valles de todos los pueblos. Son fiestas que gozan de todo el asenso popular y que hacen vibrar inten­ samente los corazones y las almas de los creyentes. Cabe resaltar siquiera las más importantes. La Muy Heroica, Muy Noble y Muy Leal Villa de Alcán­ tara« síntesis pétrea de Extremadura», en frase del ágil pe­ riodista Narciso Puig Megías, cuna de la venera de la Cruz Verde, celebra fervorosamente la fiesta de la Virgen de los Hitos, su Excelsa Patrona, el día 25 de marzo. Si esta fes­ tividad coincide con la Semana Santa, su celebración se traslada al primer domingo de abril. Hay misa de campaña en el santuario, procesión, pujas de andas y subasta de ofrendas. Existe la Hermandad de la Virgen de los Hitos, que desde su constitución está in­ tegrada por todos los alcantareños. La sagrada imagen tiene un manto precioso, análogo a los de las vírgenes andaluzas, sevillanas. El regreso de los caballistas, pintoresca y llamativa ca­ ravana que acude a la romería brindando la más bella es­ tampa de fe mariana, constituye una carrera ininterrum­ pida desde el santuario hasta la entrada de la histórica población, de vieja prosapia, que se enorgullece de sus pre­ ciados monumentos y, sobre todo, del puente romano, sober­ bia obra de Cayo Julio Lacer, única en el mundo y en un magnífico estado de conservación, lo que verdaderamente asombra. Esta fiesta alcantarina requiere destacarse por su ejem131



plaridad. Conviene no omitir la nota de religiosidad y fer­ vor dada por los romeros, montados en sus cabalgaduras, rezando el santo rosario. En la villa fronteriza con Portugal de Valencia de Alcán­ tara, un apéndice cacereño que se introduce en el país her­ mano, el domingo, lunes y martes de Pascua todo el vecin­ dario se traslada a la Ribera para pasar la tarde. La gente se echa al campo para comer los típicos y suculentos «bo­ llos de Pascuas», de elaboración casera, que son las delicias de los valencianos en los días de romería. Valencia de Alcántara se supera constantemente en man­ tener la tradición. El sencillo, sobrio y genial pintor Godofredo M. Ortega. Muñoz —Gran Premio de pintura de la Bienal Hispanoame. ricana de La Habana, en 1954— ha unlversalizado los genuinos tipos y paisajes valencianos y extremeños; ha lleva­ do a sus lienzos maravillosos, tan cotizados, toda la belleza y hermosura que atesora nuestra región. El lunes de Pascua se celebra en Jaraicejo una romería en los aledaños de la ermita de la Virgen de los Hitos, que dista cinco kilómetros del pueblo. El santuario debe su de­ nominación a hallarse ubicado en la intersección de las tres fincas que allí limitan. Como la fiesta se celebra en prima­ vera y en esta estación el campo de Extremadura adquiere singular belleza, todo él es una pradera policromada y per­ fumada. Por la mañana se dirigen a la ermita grupos de jóvenes y aun de personas maduras, utilizando toda clase de cabal­ gaduras y andando, y últimamente, en estos tiempos moto­ rizados, algún que otro automóvil y motocicleta. Pero lo real­ mente interesante son los grupos que marchan a pie o a caballo entonando canciones alegóricas a la romería, algunas de las cuales transcribimos: Virgen Pura de los Hitos de Torrejón caminera; de San Blas eres vecina y de Jaraicejo, Reina. Virgen Pura de los Hitos, qué linda estás con tu manto, y más cuando te lo pones encamado, azul y blanco. 133


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«Olivos y encinas». Paisaje de Godofredo M. Ortega

Muñoz, auténtico intérprete de Extremadura. (F. Pando.)


De oro, tenéis la corona; de oro tenéis el vestido, como sois Madre del Verbo, todo lo tenéis cumplido. El histórico santuario de Nuestra Señora de la Fuente Santa, ubicado en el término parroquial de Zorita, tiene multiseculares raíces que pregonan su viejo tipismo y la hondura de su rebosante fervor religioso en las fiestas tra­ dicionales, su alegría sincera y el testimonio elocuente de las sanas costumbres de tiempos antañones. Hasta el 28 de diciembre del año 1567 era un santuario exento de toda jurisdicción parroquial, que centraba la de­ voción mariana con los pueblos comarcanos. Alcollarín, Abertura, Aldeacentenera, Campo-Lugar, Conquista de la Sierra, Garciaz, Herguijuela, Madroñera, Puerto de Santa Cruz con Santa Cruz de la Sierra y hasta el mismo Trujillo rivalizaban en visitar el riente santuario a cuyos pies está la milagrosa fuente que le da el nombre. Basta hojear los viejos libros de cuentas de la ermita para hallar reflejada la intensa piedad a la Virgen, plasmada en donaciones es­ pléndidas, ricos ex votos, memorias pías, etc., con nombres de los citados pueblos. Cuatro eran las fiestas y romerías principales que tenían como escenario este bello rincón, si bien en este volumen no podemos hacer figurar nada más que la romería del lunes de Pascua Florida. Un ansia desbordante de alegría y movimiento, conteni­ da durante los tristes días de la emotiva Semana Santa —consigna don Teodoro Fernández, párroco de San Pablo, Apóstol, y erudito escritor— invita a romper los moldes de la austeridad. Una inmensa caravana avanza hacia el san­ tuario. Brillan los jinetes con sus trajes típicos, con sus se­ das bordadas y el oro de las joyas que deslumbran cabe el rostro de la hermosa y riente juventud. Parecen caballe­ ros y damas de las leyendas medievales. Se dedica la fiesta a la Santísima Virgen y se celebra solemne misa en el santuario o en el atrio para que tome parte la multitud que se apiña sobre el mismo y la explana­ da contigua. Luego, la puja estimulante y retadora para sacar la santa imagen en triunfal procesión. A veces, la puja para entrar y sacar la imagen constituía un pundonoroso duelo entre las familias que aspiraban al campeonato de ge­ nerosidad, de amor y de esplendidez. 135


Sirve de base para la suculenta comida el cor­ dero pascual como recuerdo de las viejas costumbres pas­ cuales. Esta romería es la más concurrida de todas las del año. En algunas se contaron hasta 6.000 romeros. En el amplio y uniforme atrio —que embellece los por­ ches del santuario— se hacía el baile de la famosa jota llamada de «Los Pitos» o de Zorita, cuyas letras han corri­ do multiplicadas con todos los matices e intenciones. El pa­ vimento, de bien cortadas losas de granito, ofrece un esce­ nario insuperable para todas las demostraciones de tipo ar­ tístico y folklórico, al ritmo del tamboril y la flauta de an­ taño o también de los más modernos instrumentos de cuerda y de aire. Por la concurrencia de los devotos de la comarca, el in­ terés exhibicionista y competitivo en las danzas, en las jo­ tas, en los lujosos trajes, adquiere un especial clima emo­ tivo. Diríamos que lo mismo los caballeros que las damas necesitan traje de etiqueta, que es el típico y tradicional para tomar parte en los concursos y alcanzar algunas veces co­ diciados premios. En Alcuéscar tiene lugar el lunes de Pascua «La Gira», singularísima fiesta típica que consiste en concurrir las pare­ jas a la fincas y dehesas donde pasan el día cantando y bailando. Cuando la tarde declina, regresan al pueblo y, con las ca­ balgaduras bien enjaezadas con la clásica manta «gallera», que otorga fama a la localidad por sus trabajos artesanos, dan vueltas al casco urbano hasta que penetran en los sa­ lones de baile. Como la de los pueblos de La Vera, es proverbial la ri­ queza de los campos de Miajadas, villa que se asienta al sur de la provincia. El lunes de Pascua se verifica en esta población la ro­ mería de San Bartolomé. El vecindario se traslada en ca­ rros, coches, motos, etc., a la ermita de San Bartolomé, que se alza a unos 12 kilómetros de la localidad a orillas del río Búrdalo. La fiesta consiste en misa con sermón, procesión con la clásica puja de las andas de San Marcos y Nuestra Señora la Virgen de la Consolación. Después se llevan en proce­ sión por todo el contorno de la ermita las imágenes cita­ das. Al finalizar la fiesta religiosa los romeros se reúnen en grupos, cada uno con sus familiares, a comer el frite ex136


Plasencia.— Romería de la Virgen del Puerto: puja para

entrar a la Patrona en su camarín.

(F. A. Medina.)


tremeño o «caldereta», hecha con el borrego adquirido el domingo de Pascua, y empanadas caseras, todo rociado con el rico caldo de la tierra, que se sube un tanto a la cabeza y alegra bastante. Finalizada la comida, la juventud se entrega en brazos de Terpsícore hasta avanzada la tarde, en que empiezan los romeros a retornar al pueblo entre cánticos. Hace años, los mozos iban en muías y caballos enjaeza­ dos y era costumbre celebrar apuestas en favor de los ani­ males mejor preparados. A estas fiestas acuden todos los años los dulceros de Miajadas, que son famosos por sus trabajos y la cuidada presentación de los dulces. A partir del primer viernes de Cuaresma acuden en pe­ regrinación los miajadeños, muchos descalzos, a la ermita de San Bartolomé. La peregrinación llega a su máximo apogeo el Viernes de Dolores. En la villa de Ceclavín, en la llanura donde se venera a su Patrona, la Santísima Virgen del Encinar, el segundo día de Pascua de Resurrección tiene lugar la tradicional rome­ ría, también conocida por «El Sermón de las Gracias». Todo Ceclavín, enfervorizado, se traslada al santuario en caballerías enjaezadas, en sufridos cuadrúpedos y en veloces coches modernos para asistir a los solemnes actos: misa, sermón, procesión por el amplio valle con la Virgen y la salve cantada. Después hay otros festejos profanos durante los cuales se prueba el vinillo de la localidad, que es excelente, se come el escabeche de peces del Tajo y Alagón y cochifritos, plato exquisito de la localidad ceclavinera. Por último, el personal regresa a la villa donde continúan los festejos. El día de romería a la Virgen del Encinar es siempre re­ cordado con devoción por los ceclavineros. En la Muy Noble, Muy Leal y Muy Benéfica Ciudad, en la floreciente población de Plasencia se verifica el domingo siguiente al de la Pascua de Resurrección la romería de la Virgen del Puerto, Patrona de la localidad y de la comar­ ca placentina. Como suele caer a principios de primavera, da lugar a la mayor concentración de romeros. La ermita está situada en el Puerto de la Dehesa de Valcorchero, distante de la ciudad unos cuatro kilómetros. Es un lugar pintoresco, campo hermosísimo, que bien parece 138


Plasencia.—Agujas de la catedral. (F. A. Medina.)


escogido para auténtico solaz de los que van a pasar el día de romería. A excepción de algunas familias que van en caballerías y algún carro de tracción animal que los llevan enramados graciosamente, se traslada desde por la mañana, para apro­ vechar bien el día, un 60 por 100 de los placentinos, además de los que van de I q s pueblos inmediatos, destacándose en­ tre ellos el serrano de Piornal. En realidad, puede afirmar­ se, que no hay un solo placentino que no suba a besar las plantas de la Virgen. Por lo que se refiere a la fiesta religiosa, su programa se compone de una misa cantada que tiene lugar a las doce de la mañana con asistencia de las autoridades, presididas por el señor Obispo de la diócesis placentina; por la tarde, se saca en procesión a la Virgen, que hace un recorrido por las inmediaciones de la ermita y al volver a entrarla se pro­ cede a realizar la típica «puja», y como son tantos los rome­ ros que hacen promesa para entrarla suben las «pujas» a cantidades cada año más altas, que llegan hasta las 30.000 pesetas, siendo la principal la de entrar a 1a. Virgen a su ca­ marín. Seguidamente es entrada la Virgen en la ermita entre vítores y flamear de pañuelos que oscilan en el anchísimo espacio. Las fiestas profanas consisten en bailes, después de bien comidos y mejor bebidos los romeros, los mayores por un lado y los jóvenes por otro, y da comienzo el desfile de re­ greso a sus hogares, entonando los himnos a la Virgen, mez­ clados con canciones de todas clases y gustos, dando vivas a la Señora a la que llaman «La Canchalera»; la denomina­ ción ha sido motivada porque fue encontrada entre unos canchales, donde hoy tiene su trono en el lugar llamado de «Las Tres Cruces». Como todos los pueblos de nuestra España, mariano por excelencia, Plasencia tiene una fe en la Virgen del Puerto rayana en el paroxismo del mayor entusiasmo y este día enronquecen los placentinos elevando canciones y cánticos a la Madre de Dios. De la ermita de la Virgen del Puerto se ha hecho eco el espléndido ventanal de Televisión Española. Cilleros, localidad situada al noreste de la provincia, sien­ te gran veneración por Nuestra Señora de Navelonga, San­ ta María de la Nave-Longa. La cofradía, fundada en su ho­ nor, coadyuva al esplendor de los cultos y gloria en honor de la Patrona. En la fiesta tradicional de la romería, el 140



domingo siguiente al de la Pascua de Resurrección, hay misa solemne y procesión con la sagrada imagen —portada en unas andas en forma de barco que da el nombre a la imagen—, la fiesta es amenizada por una banda de música. Es forzoso evocar la estampa de la Virgen de Navelonga, colocada en artística carroza y escoltada por otras carrozas con chicas ataviadas con trajes regionales y otras jóvenes montadas a caballo y chicos vestidos con trajes típicos. De distintos pueblos de la comarca acuden romeros en peregri­ nación al santuario de Navelonga. Por lo que respecta a los jóvenes romergs hay que hacer constar que se mantiene la costumbre de los montados en cabalgaduras, luciendo sus magníficos trajes y al regreso de la romería la carrera hasta llegar al pueblo. En el calendario de fiestas de verdadera importancia de Pozuelo de Zarzón, figura la romería que se celebra el se­ gundo lunes después de Resurrección. La romería es la fiesta de la Patrona del pueblg, la Vir­ gen de la Encina. La imagen está en la ermita de Santa Ma­ ría. La fiesta consiste en una procesión desde la iglesia a la ermita, que dista 1.500 metros. Durante el trayecto se «echa la bandera», de rodillas y ante la imagen, demostrando mozos y hombres sus habili­ dades para evolucionar con ella sin liarse al asta. Se da una pesetas por tal faena. Hay un tipo representativo de Pozuelo, Linos Esteban, que es el máximo exponente de la fiesta, muy diestro en «echar la bandera». Acompañan a la Virgen dos ramos cuajados de «roscas de la romería», que son vendidos por los mayordomos al final de la misa. Los ramos son de laurel. Entre el verde del laurel resalta el amarillento de las roscas que ofrecen una singular belleza. Todos los niños llevan sus roseas e!a boradas en casa por su familia. Antes del santo sacrificio se pujan las piernas, que son cuatro como brazos o asideros que tienen las andas, estable­ ciéndose verdadera batalla por ver quién las lleva. Los máxi­ mos postores introducen la imagen en la ermita. Antigua­ mente se celebraba de verdad la romería, se iba en caballe­ ría y se corría alrededor de la ermita, sacándose los jóvenes y aun los bien maduros buenas «palizas» de bailar jotas y «charras». La orquesta está integrada por tamboril y flauta, que produce una especial melodía. El miércoles siguiente al domingo de Resurrección es bajada procesionalmente en Cáceres su Excelsa Patrona, la 142


Cáceres.

La romería de la Virgen de la Montaña, patrona dad. Apunte de Victoriano Martínez Terrón

de la ciu­


Virgen de la Montaña, desde su santuario enclavado en lo más alto de la sierra de La Mosca, a la que vienen veneran­ do desde hace más de tres siglos. La recepción oficial por autoridades y vecindario tiene lugar en la Fuente de Con­ cejo, tan sonada en la ciudad. «Cada año, Cáceres, contem­ pla emocionada y gozosa a su Madre Santísima, que de la Montaña viene a gozarse con sus hijos en las fiestas pas­ cuales y a recibir el homenaje de devoción y de amor. Durante su permanencia en la ciudad se alberga la Se­ ñora en la bella con-catedral gótica de Santa María la Ma­ yor, y se dedica un solemne novenario. También hay mesa de ofrendas, besamantos y la festividad mayor, que recoge diversos y muy solemnes aspectos. La heráldica ciudad cacerense registra esos días un mo­ vimiento de fervoroso homenaje a la Madra Común. Entre flores, aplausos y oraciones de miles y miles de cacereños vuelve María de la Montaña al santuario el se­ gundo domingo in albis después de Pascua de Resurrección, cabiendo poner de relieve la estampa alegre y colorista de las danzarinas de la Sección Femenina, ocho niñas y la guia­ dora vestidas de serranitas, que tejen y destejen armonio­ sas danzas, los tradicionales bailes de Portaje, ante la Reina y Señora de Cáceres. En este día es clásica la visita al «Hoyo», lugar de re­ unión de los hermanos de carga en el «Día de la Vir­ gen». Fue levantado en 1849 por el alma de los herma­ nos fallecidos. Es tradicional que los romeros guisen el típico plato «fri­ te extremeño» —a base de patatas picadas condimentadas con el rico pimentón verato— , lo que constituye un exqui­ sito manjar que, mojado con el delicioso vino de Montánchez, o de otros pueblos acreditados por la riqueza de sus caldos, hace que durante el día se experimente una gran alegría entre los romeros. Se celebra una procesión alrededor del santuario y por la típica pradera con la imagen de la Patrona. Este día de la gran romería cacereña es exponente del fervor religioso de los cacereños que acuden en masa al santuario, manifes­ tando su júbilo inusitado. La fiesta principal de primavera de Aldeanueva de la Vera es la del Santísimo Cristo del Sepulcro, que se verifi­ ca el día de Pentecostés. Después del santo sacrificio de la misa en la iglesia parroquial, dedicada a San Pedro Após­ tol, se organiza una procesión que recorre las calles de la 144


localidad. Pueden admirarse las típicas danzas que se eje­ cutan por los aldeanovenses al son del tamboril y de la flauta. Ya no se celebra la romería de la Virgen de la Peña, cuya ermita, en estado ruinoso, se levantaba en lo alto de la de­ hesa de «Abajo», en la confluencia de los términos munici­ pales de Perales del Puerto, Cilleros y Hoyos. En la peña, donde según la tradición apareció la Virgen, se reunían los pastores de los tres pueblos. Precisamente donde coinciden los tres términos municipales. Cuando se celebraba la festividad con toda solemnidad —el limes de Cuasimodo, el de la octava de la Pascua de Resurrección— afluían romeros de indicadas localidades y otras limítrofes que rivalizaban en ofrendas y actos piado­ sos en honor de la Señora. Ahora está la Virgen en Perales del Puerto —pueblo si­ tuado sobre una colina al nordeste de la Sierra de Gata— . Se conserva la tradición de celebrar la fiesta de la Virgen, pero ya en Perales, y acuden peregrinos de Hoyos, Cilleros y otros pueblos. Hay con tal motivo solemne procesión con Nuestra Señora de la Peña y otros actos religiosos y profanos, si bien no revisten toda la brillantez y calor de romería de los que se verificaban en tom o al santuario desaparecido. Con las canciones dedicadas a la Virgen en sus diversas advocaciones podría formarse un haz precioso de nuestro folklore. Lástima que no podamos incluir en este capítulo mono­ gráfico la celebración de las demás romerías cacereñas, que tienen un encanto indefinible, pero su descripción rebasa la extensión de este trabajo.

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CAPITULO XVIII

Torremocha: «LA PICA» Torre-mocha la mocha, la Pica-piedra todoh son cardaoreh y jüanderah. A la falda de un cerro un poco elevado y junto al río Salor, que baña su terreno, se halla la villa de Torremocha, que perteneció, en el orden eclesiástico, a la diócesis de San Marcos de León (Llerena) y hoy a la de Coria-Cáceres y en el administrativo al partido judicial de Mérida, la ro­ mana y eternal Emérita Augusta, del que pasó al de Montánchez, en la geografía cacereña. Se llama Torremocha por­ que su torre es mocha, sin capitel. Una de las fiestas castizas y típicas en grado sumo, la principal de la localidad alto-extremeña y de más fama en muchas leguas a la redonda, es la de «La Pica», que se celebra por Pascua Florida, el martes siguiente al Domingo de Resurrección. Recibe la denominación de «La Pica» de­ bido a que llevan los torremochanos a la fiesta muchos hue­ vos cocidos con los que juegan golpeando unos con otros; el de cascarón más tenaz gana a su contrario. La narración de la fiesta va a comenzar por los prepa­ rativos para la misma: El día anterior a la fiesta, en las casas —de media po­ sición o bien acomodadas— se cuecen grandes cantidades de huevos, agregándoles materias diversas, como corteza de encina, cal, etc., en la creencia de que la cáscara del huevo adquiere más dureza. Como dulces típicos figuran las «Roscas de la Pica» y 147


los «Hornazos». Las primeras se preparan con harina de superior calidad, azúcar, anís, huevos —solamente la ye­ ma— y vino, conservando el resto para el barnizado de las mismas. Los «Hornazos» se hacen como es corriente en otros pueblos; se utiliza harina blanca —como para el pan de buena calidad—, a la que se le agrega un poquito de aceite de oliva; una vez bien amasada se introducen en su interior trozos de chorizo, jamón y huevos, según el tamaño, dán­ dole la forma de grandes roscones que se llevan a la pana­ dería para que por la temperatura se ludíen, dicho sea con término de ia expresión popular, y adquieran el punto crí­ tico para su cocción en el horno. Los huevos cocidos y las roscas sirven para repartirlos entre los familiares y amistades íntimas, jóvenes de ambos sexos. Las roscas se destinan especialmente para los niños, los cuales se las llevan a la romería metidas en el ante­ brazo. Anotadas las características de los dulces netamente torremochanos, vayamos a la descripción de la fiesta religiosa: A las nueve, aproximadamente, de la mañana sale de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción la cruz parroquial con su manga, el sacerdote y los romeros de ambos sexos, con dirección a la ermita de Nuestra Señora de Torrealba —que dista del pueblo dos kilómetros y medio— . Entre los romeros figuran todas las autoridades locales. Desde la igle­ sia hasta una cruz de las tres existentes a la salida del pue­ blo (1), en que el día 9 de mayo, festividad de San Gregorio, se realiza la bendición de los panes, la hoja de labor sem­ brada de trigo, se va cantando la Letanía de los Santos. Santa Marta, te rogamos, dómine... En este punto termina la romería con carácter estricta­ mente religioso y es renovada al llegar al ejido de la er­ mita en que se continúa la letanía mencionada hasta entrar en el pequeño santuario. Hoy se ha incrementado notablemente la romería, ya que se trae la Virgen desde su ermita a la parroquia, donde (1) Hay que advertir al lector que en Torremocha se efectúa la bendición de los campos en una de las tres cruces ubicadas en la direc­ ción de las tierras sembradas de trigo ese año. Estas cruces corres­ ponden a las hojas de sembraduras propias de la rotación de cultivos cerealistas de esta zona.

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se le hace un solemne novenario que finaliza el día anterior a la fiesta con el propósito de llevar a Nuestra Señora de Torrealba a su ermita el mismo día de la fiesta en su honor. Una vez colocada en su altar, se celebra la misa cantada, sermón y procesión. Al términar ésta, los romeros «pujan» los brazos de las andas que conducen a la Virgen, antes de entrar en su ermita, asiéndola y penetrándola los cuatro ro­ meros —sin distinción de sexo— que más han ofrecido, ge­ neralmente trigo, que pagarán en la próxima recolección, según costumbre arraigada, inveterada. Antiguamente, los vaqueros del pueblo llevaban en este día todo el vino que podían beber los romeros, siendo cos­ teado por aquéllos. El Ayuntamiento tenía asignada una partida de su pre­ supuesto para esta fiesta, consistente en abonar el importe de los gastos religiosos y el del chocolate y dulces con que obsequiaban a los romeros. Después del Movimiento Nacio­ nal de 1936 ha desaparecido el reparto de chocolate y dul­ ces, reduciéndose a cierta cantidad de vino que es distribui­ da entre algunos, con preferencia entre la clase humilde, te­ niendo libertad todos. Después de terminada la parte religiosa, comienza la ver­ dadera fiesta de «La Pica», que consiste en ver cuál es el huevo más resistente al choque sin quebrarse, debiendo ser perdido aquél que se rompa y entregado al que lo rompe. Por regla general, desafía el sexo femenino, cogiendo un huevo con su mano derecha, dejándole ver entre la mano y dedos pulgares e índice un xtremo muy poquito, y el mozo, con uno que tiene, le da un golpecito; si se rompe el de éste, debe entregarlo, y como esta entrega no se hace volun­ tariamente, sale corriendo y tras él las mozas que estaban presentes durante «La Pica», con el propósito de quitárselo, cosa que no se consigue nunca, pues aunque aquél se deja coger, al pretender abrirle la mano, termina el huevo ha­ ciéndose migas y lo peor es que si lleva más en los bolsise los aplastan todos y lo mismo ocurre cuando él rompe el huevo. Para lograr el éxito se preparan huevos falsos como cas­ carones de huevos rellenos de pez negra, resina, mármol y, sobre todo, de alabastro, materia con la que se imita muy bien a los naturales. En esta fiesta intervienen sacerdotes y autoridades que también «pican», pero claro es, más ordenadamente. Hace muchos años llevaban a la fiesta exquisitos frites 149


y meriendas; hoy no es corriente, hay quien aún lleva algo. Terminada la «pica», regresa el personal romero; sale de la ermita cantando la letanía de los santos hasta el ejido de la misma para reanudarla al llegar a la cruz que hay a la entrada del pueblo, donde continúa hasta la parroquia. Se ha perdido hace unos años la costumbre de prolongar por la tarde la fiesta glosada en este capítulo en los alre­ dedores de la ermita del Santísimo Cristo del Humilladero, Patrón de la villa torremochana, en cuyas inmediaciones había gran número de cruces —en la actualidad casi todas desaparecidas— donde era continuada con nuevo repuesto de huevos. De aquí marchaba la juventud a los bailes, donde pro­ seguía la fiesta y finalizaba al terminarse los huevos natu­ rales, ya que los artificiales se guardaban por sus buenos resultados para el próximo año.

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CAPITULO XIX

Escurial y Salorino: LAS FIESTAS DE «LAS COMADRES Y «LOS COMPADRES» Escurial fue aldea de Trujillo; por privilegio de Carlos II se hizo villa el año 1678. La localidad alto-extremeña —próxima a la urbe de Miajadas y perteneciente al partido judicial de la Cuna de la Conquista—, tiene acusada personalidad y bien lo mani­ fiesta en su tipismo, una de cuyas muestras consignamos en esta estampa. Todos los años se celebra en la villa cacereña de Escu­ rial el jueves anterior al Domingo Gordo, la fiesta típica de­ nominada específicamente «Jueves de Comadres». De los pueblos limítrofes y, sobre todo del populoso de Miajadas acuden numerosos forasteros para presenciar la fiesta y probar los sabrosos churros con la típica copa de aguardiente que se despacha en numerosos puestos situados al aire libre. Con más de un mes de anticipación, las muchachas escurialeñas que se van a reunir de comadres se juntan todos los días para ensayar las canciones y bailes que una mujer vieja, por regla general, se encarga de componer para que sean entonadas el anhelado día. Todos los años se organizan varios corros, unos años más y otros menos. Las canciones tienen que presentarlas con antelación al Alcalde para que éste dé su aprobación. Llegado el día, contratan a varios músicos para que les acompañe; ellas van con trajes típicos regionales, de cual­ quier región, y a los músicos les ponen alguna vestimenta, fuera de lo común, con el propósito de que hagan gracia. 151


Salen de la casa de una de ellas formadas por parejas y al primer sitio donde se dirigen a cantar es ante el do­ micilio de la primera autoridad local. Al llegar, forman un corro y una de ellas —que porta una bandera— se pone en el medio y con la misma como batuta dirige la canción con rápidos movimientos, mientras todas cantan y bailan a ratos. Estas canciones las repiten por todo el pueblo, ya que van pasando por los domicilios de cada una de ellas y por los de sus amistades; en la plaza y lugares de gran concurrencia de público también se exhiben. Están reunidas desde por la mañana, que toman el choco­ late y buñuelos; comen también juntas y durante toda la mañana no salen a ninguna parte, pues la que sale se expo­ ne a que la remojen, debido a que los muchachos de su edad las esperan preparados con jeringas de caña. La salida, por tanto, es por la tarde, cuando ocurre cuanto queda expuesto. Al terminar el recorrido, que viene a ser a la caída de la tarde, cuando el sol se oculta en el horizonte, cada grupo tiene su baile domiciliario, y el público —princi­ palmente el elemento joven— los recorre todos. Así es -—según queda reflejado— como se celebra actual­ mente la fiesta de «Las Comadres». Es creencia general que la fiesta tiene su origen en las que se verificaban en los antiguos hilanderos, donde se reunían, al empezar los carnavales, las jóvenes y a los que acudían los amigos y vecinos a pasar parte de la noche. Antiguamente había también, según testimonios fidedig­ nos, que hemos recogido, el «Jueves de Compadres», que era el anterior al «Jueves de Comadres», en el que éstas buscaban su pareja entre sus amistades para salir por parejas el «Jue­ ves de Comadres», cosa que hoy ha desaparecido. Por lo que queda narrado se comprende que esta fiesta era propia de las muchachas en su transición de niñas a mu­ jeres, como si dijéramos su presentación en sociedad. h o y día salen también algunos cerca de niñas pequeñas, pero la fiesta es propiamente de jóvenes de quince años en adelante. Entre la Sierra de San Pedro y el río Salor se asienta el pueblo de Salorino, cuyo término municipal, de terreno va­ riado, está bañado por el afluente citado del Tajo, que dis­ curre en dirección Este-Oeste. Salorino se distingue por la belleza y buena forma de sus mujeres. 152


Esta localidad celebra también con animación extraordi­ naria los «Jueves de Comadres» y de «Compadres». En tiempos inmemoriales existía la costumbre de celebrar reuniones —chicas y chicos— en casa de una de ellas, donde hacían juegos de manos. En los días citados se confeccionaban unas papeletas con los nombres de las hembras y otras con los de los varones, que depositaban en el fondo de un sombrero, las de unas y en distinto, las de los otros. Los más jóvenes de uno y otro sexo las extraían y los nombres que coincidían en la salida se denominaban de «com­ padres» y de «comadres» que, de ordinario, engendraban una simpatía que, en muchos casos, culminaban en noviazgo. De aquí arranca la costumbre —que todavía persiste— de obsequiar en Salorino a los maestros en los «Jueves de Com­ padres» y a las maestras en los «Jueves de Comadres», de lo cual nos ocuparemos con mayor amplitud en el capítulo dedicado en este volumen a la fiesta de la «Chaquetía».

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CAPITULO XX

Cáceres:

SAN JORGE, EXCELSO CAPITAN Y PATRON DE LA CIUDAD San Jorge, capitán de Diocleciano, vencedor del dragón, el gran mártir, como le llaman los griegos, encarna el pro­ totipo del caballero esforzado y santo, el caballero del ideal. San Jorge, símbolo del sacrificio, alma sencilla y pura, pa­ trón de los héroes, es también Patrón de Cáceres debido a la conquista definitiva de la ciudad del poder de los agarenos por las tropas de Alfonso IX de León, acaecida en el histórico día de la festividad del protector de los ejércitos cristianos del año 1229. (Pocos años hace que el investigador cacereño don Pedro Lumbreras Valiente ha presentado un alegato sobre la conquista definitiva de la ciudad del 24 de junio de 1227, «In festo Sancti Ioanis».) La Bandera de las Milicias Concejiles, conocida por el «Pendón de San Jorge», fue bordada en tiempos del Rey Fer­ nando III el Santo. Es la primera insignia en que apare­ cen unidas las armas de Castilla y León. Según cuenta la historia local, el «Pendón de San Jorge» fue antaño utilizado para conducir las huestes a la guerra y presidir las proclamaciones de los soberanos en las calles y plazas de la villa, que guarda Cáceres amorosamente, como una inapreciable reliquia del fausto suceso, y restaurado por la Reina Católica cuando vino en 1477, año de gracia y júbilo, a la heráldica población. Enterada la impar Isabel del lamentable estado en que se hallaba el trofeo, ordenó que se lo llevasen a su presencia y al ver, con pena, «cuán maltratada estaba aquella insignia, es 155


Cáceres.—Bandera

de las Milicias

Concejiles, con ocida por el «Pendón

de San Jorge». (F. Bem al.)


fama constante que con sus reales manos la dexó cuidado­ samente y prolixamente reparada». La venerable enseña, que era ondeada por las milicias con­ cejiles en los acontecimientos bélicos, se guardaba, aunque en lamentable estado de conservación por el transcurso del tiem­ po, en la Casa Consistorial. (Hace unos años —estando al frente de los destinos cacereños don Alfonso Díaz de Bustamante y Quijano— ha sido excelentemente restaurada y colocada en una vitrina en el despacho del regidor de la ciudad. La cofradía encargada de rendir culto a San Jorge fue fundada el día 16 de abril de 1548. Desde esta fecha se co­ rrían toros en la plaza pública el día de San Jorge y el pen­ dón se colocaba en el altar mayor de Santa María —la ac­ tual iglesia hoy concatedral— en las vísperas y fiestas. La festividad de San Jorge languidecía en Cáceres. Hace poco más de una veintena de años se resucitó en feliz hora. En 1937 —durante la Cruzada de Liberación Nacional— volvió a salir el pendón de Cáceres, siendo portado por el cronista oficial de la ciudad y pretigioso investigador, don Antonio C. Floriano Cumbreño, en desfiles cívicos. Entonces comenzó a incrementarse la fiesta con la co­ laboración decidida de la juventud masculina de Acción Ca­ tólica bajo el patrocinio del Ayuntamiento, en excelente y laudatorio acuerdo. La celebración de la fiesta —primerísima del calendario oficial cacereño—asciende y gana en perfección, gracias al empeño ilusionado de la juventud, la aguerrida milicia ca­ tólica. La festividad ha vuelto a adquirir el mayor auge. La bella leyenda de San Jorge es actualizada en Cáceres, robusteciéndose en poder evocador por los jóvenes estudio­ sos, enamorados de nuestro pasado. Cáceres celebra ya todos los años con el mayor entu­ siasmo los festejos en honor de su generoso capitán con un programa muy nutrido e interesante que, en su desarrollo, cuenta con la asistencia de todo el vecindario que sigue a los entusiastas con las mayores simpatías. El Pregón de la fiesta es proclamado por tres heraldos a caballo acompañados de cometas y tambores que recorren alborozados la ciudad. No olvidemos que la fiesta tiene un signo eminentemen­ te religiosQ. Además de los actos piadosos, deportivos y re­ creativos, es de resaltar, sobre todo, la magnífica cabalgata de moros y cristianos, que, con el colosal dragón y banda 157



de música, recorre la población, terminando en la plaza del General Mola, donde —en su simulacro guerrero— a modo de torneo con previsto vencedor, se libra la encarnizada ba­ talla entre ambos bandos, que concluye con la victoria sobre el ejército de la Media Liuna por los cristianos —capitanea­ dos por San Jorge— quienes, después de prender luego al temible dragón en la noguera, capturan al ejército moro con su armamento y pasean su triunfo en airoso y marcial desfile con el acompañamiento de cadenciosas marchas, en medio de un regocijo extraordinario. Lo mismo la plaza que las calles resultan insuficien­ tes para acoger al público que desea contemplar la batalla entre moros y cristianos, cómo San Jorge alancea al dra­ gón, las llamas de la monumental hoguera y el desfile de la cabalgata por las arterias del recorrido. Hemos mentado las hogueras, «símbolo del renacer a la fe». ¡Ah, las hogueras, las famosas hogueras de San Jorge! En las vísperas, la ciudad se convierte en una inmensa hoguera. Cáceres está en llamas, es una ascua pura y viva. Tal es el poder de la tradición, tan arraigada está la ances­ tral costumbre, que no hay barrio donde no se enciendan unas cuantas hogueras, estando todo el tiempo que dura el fuego rodeadas de chicos, de la grey infantil, sobresaliendo siempre la de la plaza mayor, situada delante de la escali­ nata del Ayuntamiento. En estas hogueras se consume todo lo viejo, lo inservi­ ble, que es acarreado durante la tarde que precede a la fies­ ta principal. También era costumbre que entre los bandos de los chi­ quillos de los distintos barrios de la ciudad se entablaran batallas utilizando las brevas y los higos que cogían verdes de las higueras. L q s chicos hacían objeto de los brevazos, igualmente, a todos los transeúntes de la capital sin mira­ mientos ni contemplaciones de ningún género. (Hace varios años, el Ayuntamiento suprimió esta costumbre por llegar a constituir un verdadero peligro, ya que los chicos aposta­ dos en ciertos sitios estratégicos de las calles y plazas daban fuertes golpes en la cara, ojos, etc., a quienes pasaban por las mismas.) Agreguemos que los muchachos de los barrios cacere­ ños, en las hogueras que hacían, saltaban por encima del fue­ go «para evitar que les picase el «burgaño», se tenía por se­ guro que el que no saltase el fuego sufriría la terrible pi­ cadura. 159


Cáceres.— Fiesta dedicada a San Jorge por el A yuntam iento, que coincidió con la estancia de la Patrona la ciudad, la Santísima Virgen de la Montaña, con motivo de su solemne novenario. (F. B em al.)

en


En las hogueras grandes utilizaban unas cañas, también grandes, que cortaban en los cañales de la «madre», Puente Vadillo y huerta, etcétera, que empleaban a modo de pér­ tigas. Los chicos formaban verdaderas trifulcas. Siempre sa­ lía alguno malparado y no eran raros los que se quemaban los calzones y tenían que prepararse para la regañina fami­ liar y algún pescozón. En suma, las fiestas patronales cacereñas de San Jorge —principalmente la representación histórica de la conquista de la ciudad, movida estampa anual— son unas fiestas sanas, alegres, jubilosas, de marcado carácter juvenil y bullicio callejero que, en plena primavera, ponen una nota de fervor por el excelso y santo capitán, a lo que contribu­ yen los cacereños para darle el mayor esplendor. Pero no hay que dejar de incluir en este capítulo el ma­ tiz espiritual que registra Cáceres el día de San Jorge. El hecho de celebrarse la fiesta del libro en conmemo­ ración del aniversario de la muerte de Cervantes, como re­ cuerdo piadoso y tributo admirativo al inmortal «Manco de Lepanto», Príncipe de la Literatura, es motivo para que se inauguren exposiciones, se profesen conferencias y otros ac­ tos que ponen de manifiesto —en forma pujante— el am­ biente intelectual y el valor que ha CQbrado en Cáceres cuan­ to se relaciona con lo propiamente cultural, que tanto en­ noblece a la colectividad.

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CAPITULO XXI

Almoharin y Jarandillo,: LAS FIESTAS DE LA VIRGEN DE SOPETRAN Pocas y confusas son las noticias que se tienen acerca de la Virgen de Sopetrán, así como de la época y circuns­ tancias que rodearon la creación de sus ermitas. Tres son los lugares de España en los que se venera la imagen de la Excelsa Madre de Dios bajo la advocación de María de Sopetrán: Hita, provincia de Guadalajara, y Almoharín y Jarandilla, pertenecientes a la Alta Extrema­ dura. La milagrosa aparición de la Virgen de Sopetrán se re­ monta al siglo xi y va unida, según la tradición, a los nom­ bres de Alfonso VI y Almenón, Rey de Toledo, cuyo hijo, el Infante Alí-Maymón, se convirtió al cristianismo por media­ ción de la Virgen, que le instruyó en las verdades del dog­ ma cristiano y le bautizó con el nombre de Pedro, al aparecérsele a éste sobre una higuera, en medio de un enorme resplandor que quedó ciego al mahometano. En este lugar levantó la primera capilla Pedro debajo de una gran peña. El ermitaño Pedro hizo pintar una imagen en el lienzo, que sustituyeron en 1434 los monjes benedictinos encargados de su custodia por la actual que se venera en Hita. El origen del culto a la Virgen de Sopetrán es muy re­ moto. Se sabe que figura en uno de los cuatro lienzos muy antiguos existentes en el Santuario que, muerto el Pontífice León IX, Pedro de Alí-Maymón vino a España desde Roma en 1054 y fundó los santuarios de Sopetrán. La ermita de Nuestra Señora de Sopetrán dista una le­ gua de Almoharin y se halla situada en un precioso paraje poblado de encinas que van desapareciendo, dándose la cir­ cunstancia de que el muro de su parte sur delimita las tie163


rras de la provincia de Cáceres con las de la hermana Ba­ dajoz y sobre un lugar que fue mezquita y cuyo nombre conserva, existiendo restos de edificaciones árabes, bañan­ do las tierras —propiedad del santuario— un arroyo que lleva el nombre de Sopetrán. La ermita es un hermoso edificio con amplios soporta­ les y columnas de granito. El interior lo constituye una sola nave cubierta de bó­ veda. Al Este de la misma se eleva la esbelta media na­ ranja bajo la que se halla el altar de la Virgen, y, detrás de éste, el camarín, también con su media naranja, amplio ven­ tanal a saliente. Al Oeste posee un coro alto. Además de otros dos altares dedicados a Santa Ana y San Bartolomé, está el altar mayor de estilo churrigueresco, formado por dos cuerpos sostenidos por columnas salomóni­ cas, y sobre el superior, tres cruces de Santiago. (La Cruz de Santiago, sobre campo de oro, constituye el escudo de armas de la villa de Almoharin, que le fue concedido por Real Cédula de 6 de julio de 1596.) Sobre uno de los muros de la ermita cuelgan muchos ex­ votos ofrecidos, que son vivos testimonios y que prueban la fe en la Virgen de Sopetrán, que jamás defrauda a cuantos en Ella confian sus peticiones. «La imagen de María de Sopetrán, de Almoharin, es obra de muy buen gusto y todos los detalles de la misma así lo revelan; mide la escultura 1,20 metros, se halla colocada so­ bre una peana de seis centímetros. La escultura es de made­ ra bien tallada y de mucho peso, toda ella de buen dorado; sostiene con la mano izquierda al N íiíq y con la derecha un canastito de frutas en actitud de ofrecérsela a su Hijo, y formando un solo conjunto o cuerpo, la Virgen, ei niño y el cestito...» Grandísima y profunda es la devoción de los hijos de Almoharin a la Santísima Virgen de Sopetrán, siendo mu­ chas las manifestaciones exteriores de amor y veneración a la bendita imagen. Las fiestas «grandes» que en su honor se celebran son: La fiesta de agosto y «La Velada». La fiesta de agosto —que antes se verificaba en el Santuario y ahora en la villa— consiste, principalmente, en una novena que comienza el día 7 de agosto y finaliza el 15 del mismo mes, día de la Asunción de Nuestra Señora, con una solemne función religiosa para lucrar el jubileo con­ cedido por bula pontificia, según antiguas constituciones de 164


la Cofradía de Nuestra Señora, con sermón final y procesión de la Santísima Virgen por las calles del pueblo, a cuyo fin, todos los años el día 6 de agosto, festividad de la Transfi­ guración del Señor, patrono principal del pueblo, en el que se conoce con la denominación de «Día del Salvador», viene en procesión la imagen de la Virgen desde su ermita a la iglesia parroquial, acompañada de una multitud enfervori­ zada y en medio de un púbilo indescriptible. Es verdadera­ mente emocionante la entrada en el pueblo al anochecer. Con este motivo, el pueblo vive sus «Fistas Mayores» durante los días 15, 16 y 17 de agosto en medio de festejos religio­ sos y profanos, no faltando verbena y quema de fuegos arficiales, terminando el 17 con novillada en la plaza principal, convertida en improvisado coso taurino. En la tarde del día 16, en la misma plaza, se celebra el «Ofertorio» en el que se subastan muchas e importantes li­ mosnas en especies: trigo, ganado, dulces exauisitos y típi­ cos. Su importe se dedica íntegramente a la Santísima Vir­ gen y al Santuario. «La Velada» —auténtica romería cacereña— es la más típica de las fiestas que se celebran en honor de la Virgen de Sopetrán. Antiguamente se conocía con el nombre espe­ cífico de «La Candela», debido a aue todos los componentes de la Corporación Municipal de Almoharin iban al santua­ rio a ofrecer a la Virgen una vela de cera, cada uno. «La Velada» se celebra todos los años el día segundo de la Pascua de Resurrección, o sea, el lunes y en la actualidad la fiesta consiste en una corta procesión desde la ermita y alrededor de una antañona encina, distante unos cincuenta metros, conocida por la denominación de «La encina de la Virgen», llevando los estandartes de la Hermandad y por­ tando el Alcalde o Mayordomo una vela encendida y cantán­ dose la letanía. A continuación hay una misa cantada con sermón —que todos los feligreses esperan con anhelo— seguido de una pro­ cesión con la imagen de la Virgen en torno a la ermita. Al terminar la misa tiene lugar la subasta de los brazos de las andas sobre las que va la imagen entre los devotos rome­ ros, que se disputan el honor de llevar sobre sus hombros a la Celestial Señora. Luego, refresco y comida para el clero, autoridades y directivos de la Hermandad de Nuestra Señora de Sopetrán y comida para todos los pobres. (Desde hace varios años ésta se da en el pueblo.) 165


También hay carreras de caballos —de aquí la famosa estampa de la cabalgata de Sopetrán— de cintas, concurso de trajes regionales, etcétera, y otros actos para solaz y es­ parcimiento de los concurrentes, especialmente para los jó­ venes. Es muy numerosa la afluencia de personas este día al Santuario, no sólo de Almoharin, sino de los pueblos comar­ canos, especialmente de Valdemorales, Montánchez, Arroyomolinos de Montánchez, Don Benito y Miajadas. Hay años que se reúnen hasta cerca de tres mil personas que, por to­ dos los caminos, van llegando al santuario, unos a pie, otros en carros y caballerías enjaezadas y otrgs medios de trans­ porte, luciendo muchas jóvenes los típicos trajes regiona­ les y llenando los campos con sus jubilosos cantos. Al final de los actos religiosos, los asistentes se desper­ digan por el campo que rodea a la ermita, formando no el moderno y mundanal «camping», sino «rancho» cada fami­ lia o grupos de familias y amigos, y sobre el rústico man­ tel del césped, comen, bailan y cantan hasta la hora del atardecer en que tornan a sus pueblos y lares respectivos con la satisfacción del feliz día pasado consagrado al tribu­ to a la Virgen y de goce pleno y sano en medio de la Madre Naturaleza. Jarandilla también se honra, como expusimos al prin­ cipio de este capítulo, en tener por Celestial Patrona a la Santísima Virgen de Sopetrán. El Emperador Carlos V —que antes de su retiro al fa­ moso cenobio de Yuste se albergó en el magnífico castillo de I q s Condes de Oropesa y Duque de Alba y Frías, levanta­ do en el siglo xv i— concedió a Jarandilla los privilegios de los preciados títulos de Muy Noble y Muy Leal y el uso del escudo que hoy ostenta, águila imperial bicéfala, una jara en campo de plata y escudo de Alcántara. La fiesta en honor de Nuestra Señora de Sopetrán se celebra con la mayor solemnidad y esplendor todos los años el jueves anterior al de la Ascensión, asistiendo todos los feligreses, los hijos del pueblo que residen fuera y muchos forasteros. La novena se celebra en la ermita de la Virgen, debida­ mente adornada e iluminada y al terminar se cantan los him­ nos en su honor —dieciséis— la mitad un día y la otra al día siguiente. Los mayordomos de esta festividad son nombrados por la Cofradía de la Virgen por votación y en número de cuatro 166


cada año, los cuales se encargan de cuidar de la ermita du­ rante el año en los meses señalados a cada uno. En la víspera de la fiesta de la Virgen, los mayordo­ mos hacen la limonada e invitan a los cofrades a tomarla. En este día, los hombres «danzantes» recorren las calles del pueblo adornándose la cabeza con un pañuelo de colores vivos. Van acompañados de un tamborilero que simultanea el tamboril con una flauta o pito («chistu vasco»). Al salir a la novena, al anochecer de este mismo día, los «danzantes» —aún sin adornarse— danzan y enlazan o arro­ llan la «rosca», un palo con cintas que es portado por el zurronero. El día de la fiesta, y antes de la misa, sale la imagen procesionalmente para ser trasladada desde su ermita a la iglesia parroquial. A la procesión asisten todos los jarandillanos y devotos de la localidad, convocados en la fiesta ma­ ñana por excelencia. Por la mañana del día de la fiesta los hombres de la «lanza» acompañan a la Virgen de Sopetrán danzando para atrás. Tienen seis clases de danzas o ritmos, concretamente los bailes de la «cadena» y de la «entrada»; los del cordón o de la salida, de las flores y del pañuelo. En la fiesta propiamente dicha consignemos el toque de los palos «cara con cara», «debajo de las piernas», «sa­ len las guías» y «salen las muías». Los palgs actuales debieron ser «lanzas» antiguamente. En la procesión tiene especial interés la señera, típica y maravillosa danza de gran colorido que es ejecutada por los «doce Danzantes de la Virgen» que, dirigidos por un maes­ tro, al son del tamboril y flauta, y acompañados de casta­ ñuelas, vestidos de blanco y cubiertos de cintas multicolores con un pañuelo a la cabeza —que recuerda a los aragone­ ses— van trenzando delante fases de la preciosa danza, en la que hay que destacar «Los palitroques», «Las cintas» y «El pañuelo», en las que se entrecruzan los palos que cogen de un cesto o zurrón aue lleva a sus espaldas el «zurronero»; lo propio hacen con las cintas y pañuelos, que penden, las primeras, de un palo alto y los segundos, de su cintura, lo que otorga vistosidad y alegría a la fiesta. La danza de la «lanza» se ejecuta solamente en la fies­ ta patronal —movible— que es siempre el jueves anterior a la festividad de la Ascensión del Señor. 167


El traje de los danzantes de la «lanza», consta de las siguientes prendas: Pantalón blanco, camisa blanca, fajón verde, pañuelo de colorines a semejanza de turbante en la cabeza, castañuelas que utilizan conforme danzan para atrás, palos cuando rit­ man los gestos de la «lanza». A continuación se celebra la misa solemne en la iglesia. Durante la tarde la imagen es trasladada también proce­ sionalmente, después de finalizar el Rosario, a la Plaza Ma­ yor. Aquí se celebra el «Ofertorio». Los jarandillanos ofre­ cen sus ricos productos, que son subastados y así se obtie­ nen fondos para el sostenimiento del culto a la sagrada ima­ gen. Finalizado el «Ofertorio», la Santísima Virgen tom a a la iglesia en la que permanece hasta el domingo siguiente, que es llevada en procesión a su santuario y, antes de pene­ trar en el mismo, se subastan sus brazos, las cintas que cuel­ gan de la peana de la imagen, con la que termina la fiesta mayor. La devoción a Nuestra Señora de Sopetrán la llevó al Nuevo Mundo el célebre conquistador de Colombia, Gaspar de Loaysa, surgiendo un monasterio y una ciudad con la ad­ vocación de Sopetrán. También se conservan en América la danza y los ritmos descritos de la procesión en honor de la Virgen de Sope­ trán. En Jarandilla hay una inscripción —que data de 1599— en la cual se habla de una capilla construida por Loaysa, «Capitán de las Indias por el Rey Nuestro Señor». Como estamos en la tierra de los conquistadores, deja­ mos constancia de que en Jarandilla tuvieron su cuna Juan Acedo de la Rocha —célebre por sus hazañas en Méjico— y no pocos arcabuceros de Flandes y de los famosos Tercios españoles, que tantas pruebas dieron de su bravura y es­ fuerzo. Al ocuparnos de la fiesta típica más importante de Ja­ randilla nos parece cosa obligada dejar constancia del traje típico que usan las «serranas», es decir, las mocitas de la localidad. Está constituido por un jubón y blusa negra, con escote alto, el pechero con puntilla y agremanes del mismo color, las mangas, del codo para abajo, igual que el pechero. El guardapiés o falda, en rojo, con picado en blanco, adornado con lentejuelas en colores. 168


Las medias blancas, caladas, y el zapato negro, de ter­ ciopelo bordado en colores. El pañuelo de Manila, en negro, bordado en colores; en el pañuelo, y por la parte de atrás, una cinta ancha, hacien­ do un lazo, de tal forma que caigan las puntas al borde del pañuelo. Esta cinta se llama «sígueme-pollo». Una faltriquera en blanco bordada en colores. Debajo del guardapiés o falda se llevan dos enaguas muy almidonadas, con tiras bordadas, entredoses y jaretas. En la cabeza, el pelo con raya en medio, con un moño en la parte de atrás y dos cocas sobre las orejas. En el moño, una peineta y en la parte izquierda un ramo de claveles. El moño y las cocas se sujetan con horquillas doradas y de fantasía. Aderezos: Las «serranas» llevan en el cuello una gargan­ tilla de oro con cuentas gordas y caladas y colgando de la gargantilla un galápago de oro, sobre el pecho. Asimismo, se adornan con Hendientes —también de oro, haciendo juego con la gargantilla— muy grandes, que llegan al hombro, lla­ mados de «reloj», o de «calabazas». Finalizamos cuanto concierne a las fiestas de Sopetrán consignando los nombres de los colaboradores: don Agustín Pájaro Peña y don Valentín Soria Sánchez, activo escritor que se oculta tras el pseudónimo de «Padre T. B. O.»

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CAPITULO XXII

Casar de Cáceres: LAS FAMOSAS «TORTAS» A diez kilómetros de la capital de la Alta Extremadura, y sobre una llanura suavemente inclinada, en terreno des­ pejado, se asienta Casar de Cáceres, pueblo laborioso, gran­ de, extenso, de amplias calles, edificios de piedra, con sepul­ cros e inscripciones antiguas, escudos y blasones que pre­ gonan, y en forma harto elocuente, la importancia de la lo­ calidad. Como nota curiosa de su iglesia parroquial —que está bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción— , con espléndidos retablos y varias capillas, hemos de referimos a la piel de un lagarto que estuvo colocada al lado izquier­ do, sobre la pila del agua bendita. Se trata más bien de la piel de un cocodrilo en buen estado de conservación, y que, según tradición, fue muerto por un hijo de este pueblo en América, al verse acometido por el reptil, y que —en me­ moria de su peligro y victoria— lo dedicó a la imagen de un Cristo Crucificado, el Santo Cristo de la Peña, que se venera en una capilla contigua, al lado del Evangelio. Ac­ tualmente se encuentra en una habitación situada en el ma­ cizo de la torre. La villa de Casar de Cáceres fue anteriormente aldea de la ciudad de Cáceres. Estando en Sepúlveda el Rey San­ cho IV, concedió a la población casareña algunos privile­ gios, con el fin de fomentar la cría de ganado. Estos pri­ vilegios fueron confirmados por monarcas posteriores. Casar de Cáceres fue «una de las aldeas más famosas, realengas y de behetría que tuvo el Rey de España». Después, Casar de Cáceres alcanzó otras concesiones, has­ ta que se extendió en la forma que conserva. 171


La artesanía ocupó un puesto privilegiado, por sus fá­ bricas de tejidos y curtidos de lana. Casar de Cáceres es una localidad eminentemente agrí­ cola y ganadera. Son elogiadísimos sus pastos, que alimen­ tan abundantes rebaños de ganados. En esta población se elaboran las riquísimas «tortas del Casar», tan famosas, que no se hacen directamente, sino que se preparan aprovechando el tiempo húmedo y lluvioso. En años normales se empieza a hacer queso de Casar a pri­ meros de abril, para terminar a últimos de mayo; el queso casareño es de los más ricos de la provincia, mas no porque se fabrique mejor, sino a causa de los pastos del término municipal. Durante los días húmedos y lluviosos se tiende el queso hecho, y esta es la exquisita «torta», que, a pesar de ser de la misma masa del queso, tiene sabor comple­ tamente distinto a éste. Trátase de un producto que es un amago de queso, que —por su rápida fermentación— no llega a serlo; sólo se tra­ baja en este pueblo, debido a la peculiaridad de su clima, y en ninguna otra parte de España se ha conseguido ha­ cerlo. Las «tortas del Casar» son deliciosas, tienen un punto suave, son mantecosas v aromáticas. En una palabra, son muv codiciadas en toda España, por lo que los encargos lle­ gan a tal número, que no es posible atenderlos cumplida­ mente casi ningún año. La riqueza es importante, no por la «torta», que es la que menos se produce, sino por el queso. El principal punto del mercado adonde se envía el producto es la capital cacereña, de donde se transporta a muchos lugares de E s­ paña. Pueden producirse las «tortas» en otros sitios, pero no de la misma calidad; las de Casar se conocen a simple vista, y mucho más, naturalmente, al saborearlas. La cantidad aproximada que se produce es de 3.000 a 4.000 kilogramos anuales. Muy ajustada nos parece la anécdota que vamos a re­ ferir, relacionada con las «tortas del Casar». En la pasada centuria, a finales del año 1891, concrtamente, se publicaba un periódico en la ciudad de Cáceres, un periódico que re­ zumaba ingenio y amenidad, denominado «El Gazpacho», que dirigía el inspirado poeta Felipe de Uríbarri. Comentábanse en las humorísticas páginas del semana­ rio los vaivenes políticos e incidentes y peripecias locales. 172


Entre éstas, apareció una relacionada con un joven diputa­ do, del que se decía jocosamente: «Es un joven ejemplar que nos ha venido a honrar de San Martín de Trevejo, y su cara es el espejo de ima ”torta del Casar”.» Esta copla motivó la consiguiente solicitud de rectifi­ cación por parte del interesado, y la súplica fue atendida por el periódico en la siguiente forma: ni de ni de

«Ni es joven ni es ejemplar nos ha venido a honrar San Martín de Trevejo, su cara es el espejo una ”torta del Casar”.»

El parangón con la «torta» de Casar promovió comen­ tarios satíricos en las tertulias finiseculares de la ciudad cacerense. FIESTAS TRADICIONALES Los vecinos de Casar de Cáceres son muy adictos a la­ borar, lo que les falta son tierras para semorar. El Patrón de Casar de Cáceres es San Gregorio, Obis­ po de Ostia, abogado contra la langosta. Tiene Casar de Cáceres costumbres ancestrales que —por su rareza y peculiaridad— bien merecen ser divul­ gadas para su conocimiento. Al que fue párroco del pueblo, don Gregorio Sánchez, se debe el trabajo Descripción y noticias del Casar de Cá­ ceres UY94), que recientemente ha sido publicado por el Departamento Provincial de Seminarios de F. E. T. y de las J. O. N. S., que dirige el escritor Domingo Sánchez Loro. Préciase el vecindario casareño de contar entre sus hijos esclarecidos a dos varones ilustres en santidad, Fray Agustín del Casar, religioso sacerdote, y Fray Juan de San Diego, religioso lego de los Observantes de San Francisco en la provincia de San Miguel, cuyas vidas han sido estu­ diadas por Fray Francisco de Soto y Mame y Fray Fran­ cisco de la Vega y Toraya, respectivamente. 173



En nuestros tiempos, el erudito cauriense, Tomás Mar­ tín Gil, estudió el pasado de la villa casareña que dio a co­ nocer en sus publicaciones, principalmente en la R evista de Estudios Extremeños. El primer domingo de septiembre, Casar de Cáceres ce­ lebra la fiesta del «Hamo». Fiesta tradicional que está pre­ cedida de una gran afluencia de casareños que se encuen­ tran ausentes repartidos en otras poblaciones donde viven habitualmente y que anhelan hacer una visita al pueblo al que tanto añoran. También acuden muchos forasteros de pueblos limítro­ fes y de Cáceres a pasar el día del «Ramo». Los actos del día del «Ramo» consisten: por la mañana, en misa solemne y, por la tarde, mesa de ofrendas. Lo más sobresaliente es el «Ramo», que consiste en un gran árbol que se planta en la calle principal de la localidad, y del que se cuelgan diversos regalos que luego se pujan, como embutidos, algún que otro jamón, aves, conejos, etc. Debajo del árbol se coloca la mesa de ofrendas con los dis­ tintos platos, todos procedentes de obsequios, dulces típicos, tencas y otros para la puja. Hay grupos de amigos que compran los regalos para la fiesta, que se distingue por el desbordamiento de júbilo. Es curioso en extremo conocer las obligaciones del ma­ yordomo, diputados, y capellán de la Cofradía del Ramo. El mayordomo administra los fondos de la cofradía, paga el capellán y demás servicios —rinde cuentas del año a los quince días justos del cumplimiento de la festividad— y asiste con la vara a todas las funciones y misas de nú­ mero que se celebran por las ánimas benditas. Los diputados concurren con el mayordomo a las fun­ ciones y misa, piden en el Ofertorio de las mismas que se celebran los domingos, fiestas y días de misa de todo el año, alternando por meses estos servicios piadosos, asisten al cántico de Animas que se hace por todo el pueblo antes de la Pascua de los Santos Reyes y piden el aguinaldo. Puede sintetizarse que concurren a todo cuanto concierne a los cofrades y resulta beneficioso para la Hermandad. El capellán tiene la obligación de celebrar las siguientes misas: una, en el primer domingo de cada mes o en uno de ellos si no puede realizarse en el primero, aplicándola por los hermanos de la Cofradía. Asimismo, aplicará por éstos las misas que se celebran con asistencia de mayordomo y 175


diputado en los días de la fiesta de mayo y noviembre y en la que se hace el «Ramo». En los días que siguen al primer domigno de sep­ tiembre, o sea, el «Ramo», se verifican capeas por la ma­ ñana, y por la tarde tiene lugar el toro, festejos animadí­ simos siempre, que cuentan con la asistencia de lo que se dice todo el Casar. En Casar de Cáceres el día del Nacimiento Divino desfi­ lan típicas «cuadrillas» de mozos y mozas, de niños, e in­ cluso, ancianas pedigüeñas cantando villancicos. Recorren la población a la caída de la tarde. Hay que subrayar la «cua­ drilla de los artistas» —es decir, los artesanos— aparado­ ras, modistas, costureras, así como zapateros, carpinteros, sastres, etc., que entonan cantos previamente ensayados y que se acompañan por guitarras, bandurrias, flautas, pan­ deretas, yerrillos, etc. Es la más delicada ofrenda al Niño-Dios. La primera visita que realizan es al Ayuntamiento. La «cuadrilla» es atendida y obsequiada por el alcalde, concejales y otras au­ toridades. Después, el conjunto artístico es recibido en las casas, siendo generosamente obsequiado con dulces y pastas. Durante los días que median entre Año Nuevo y la Ado­ ración de los Reyes, la Cofradía de Animas desfila por las calles casareñas a primera hora de la noche. El interesante cortejo está integrado por el mayordomo de la Cofradía, sus diputados, familiares y elementos simpatizantes y cu­ riosos. Para tocar, llevan una guitaarra y una campanilla, y para guardar los donativos que les suelen dar, un capacho. El cortejo se detiene ante las casas, cuyos dueños, en unión de todos los cofrades, entonan esta copla: Las cuentas de tu Rosario son batas de artillería, que todo el infierno tiembla al decir Ave María... Y esta otra: La cárcel del Purgatorio es terrible y espantosa, las almas que allí padecen, suspiran y no reposan. 176


Anotemos que únicamente en las moradas de los dipu­ tados de la Hermandad puede penetrar el cortejo, y, tam­ bién, que es delicadamente obsequiado con dulces típicos y i'inos de «pitarra».

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CAPITULO XXIII

Torrejoncillo: LA DANZA DE LOS PALOS Famosa es la villa de Torrejoncillo por su fervor marianista, cuyo exponente máximo lo pone robustamente de re­ lieve en los actos de su fiesta cívico-religiosa, su fiesta tí­ pica por excelencia, de «La Encamisa», cabiendo destacar la procesión, solemnísima, con su nutrida y vistosa cabalga­ ta, que se verifica en la noche que antecede al día de la In­ maculada Concepción, Patrona de España y que constituye un magno acontecimiento en la localidad, al que acuden gen­ tes de todos los contornos. Pero en el aspecto que aquí abordamos hay una fiesta que acusa las notas más señeras: la del día del domingo de Quasimodo, en que Torrejoncillo celebra una animada rome­ ría en la ermita de San Pedro, situada a siete kilómetros del casco de la población. Se construyó esta ermita en el primer tercio del siglo pasado para entronizar la imagen de San Pedro, que cuenta más de cuatrocientos años. El lugar fue elegido —más que por las condiciones geográficas de sus contornos— para la solemnidad de la fiesta, porque la fantasía de las gentes —no hay datos concretos ni nada escrito al respecto— daba por muy seguro que el Santo había merodeado por aquellos parajes pescando en la ribera de Fresnedosa y en un charco que lleva el nombre de San Pedro. Existe también el des­ cansadero de San Pedro, un banco de piedra enclavado en la mitad del camino y sobre unas rocas; a mediados de la ermita están grabadas las llaves de San Pedro, La finca donde se halla el santuario se llama «El Rincón de San Pe­ dro». 179


El domingo de Quasimodo todo el vecindario torrejoncillano se traslada a la ermita. Durante la procesión, alrede­ dor de la misma, y como tributo a la sagrada imagen tie­ ne lugar la «Danza de los Palos», o «Paloteo», manifesta­ ción coreográfica del más hondo sentido religioso y solemnizador. Figura un grupo constituido por el maestro o direc­ tor y ocho danzarines. El traje de los danzarines, tanto del director como de los números que componen el grupo, consiste en chaleco de raso negro adornado todo su contorno de bordados de fan­ tasía; es cruzado, con doble botonadura. La camisa es blan­ ca, las mangas quedan al descubierto. El calzón, corto, de raso negro liso, ceñido a la rodilla por cordones de filigra­ na; media blanca de tejido grueso de ganchillo y zapatillas también blancas. No hay distinción entre el indumento de los danzarines ni el del director. La cabeza la llevan tocada con un gorro circular de cartón forrado con tela de fantasía y abierto por la parte superior, cuyos ribetes son de encajes de bolillo. La danza es ejecutada por los danzarines con palos y castañuelas. Con palos, constituye el verdadero cuadro fol­ klórico por la diversidad de su ejecución coreográfica, mú­ sica de tamboril y cánticos con que se ameniza. Las partes de la letra, entre otras, rezan así: La zarza no me enzarza la falda de mi jubón; hoy aquí, mañana en Francia y otro día en Aragón. Tan, tarantán, María, tan, tarantán, José; el Niño tiene un diente ea... ea... Samica, la emperadora, ama de tanto poder, déjame rascar un poco que sabe como la miel. Mi padre, francés, mi madre, millona; y yo catalán. Soy de Barcelona, tararán, tan, tararán. 180


Torrejoncillo.— Fiesta «La Romería de San Pedro». Las cruces, camino de la ermita

Torrejoncillo.—Jóvenes luciendo el traje típico y la cuartilla en la cabeza, Fiesta típica del «Tálamo»


El curioso y llamativo grupo teje y desteje el cordón. Este cuadro consiste en ir formando el cordón sobre un palo largo con tantas cintas como danzadores componga el gru­ po y con los colores variados. Cada uno tiene una cinta y, entrelazándose unos con otros, van cubriendo el palo hasta quedar completamente cubierto por las cintas como un te­ jido. Los danzarines tocan las castañuelas al son del tam­ boril y con el ritmo que el mismo marca. También dedican los torrejoncillanos una loa a San Pe­ dro, que consta de tres partes: «El diablo», «El pastor» y «El ángel». Es muy curiosa y se ejecuta por actores impro­ visados que no dejan de surgir en los días propicios. La demostración de esta danza tiene un éxito notable, tanto por lo que concierne en la realización artística —en la que rivalizan todos los danzarines— como por la asisten­ cia del vecindario y vecinos de pueblos comarcanos. Ello viene a demostrar el indudable arraigo que tiene la manifestación coreográfica. La agrupación formada por el director y los danzarines puede considerarse como una institución. La «Romería de San Pedro» presenta un magnífico y co­ lorido desfile. La estampa puede catalogarse como un acon­ tecimiento folklórico de indudable categoría. Al tratar de la «Danza de los Palos», de Torrejoncillo, hay que destacar forzosamente dos figuras: las de Félix Moreno Núñez, de noventa y dos años, que durante más de cincuenta dirigió la danza, y Jacinto Díaz López, de ochen­ ta y ocho años, que muchas veces intervino en la loa del San­ to. Ambos nos informaron en los últimos años de su vida con el mayor entusiasmo y devoción de sus intervenciones en la «Danza de los Palos» y «Loa a San Pedro». La «Danza de los Palos», si bien fue creada por la fes­ tividad de la «Romería de San Pedro», cuando un mayordomo de otra imagen, excepto las de Semana Santa, quiere con­ tratar a los danzarines, actúan también éstos para dar el mayor realce a la festividad, distinguiéndose de otras ce­ lebraciones que no contaron con la manifestación coreográ­ fica. Cuando hay sequía en Torrejoncillo y los campos están yermos, el pueblo entero se congrega en la ermita de San Pedro y traslada la imagen en procesión hasta la parroquia, donde se le dedica un novenario. En el trayecto procesional los hombres, mujeres y jóvenes van alternando en las an­ 182


das, se trae a pie y entre rezos y cánticos llega la imagen a la población. San Pedro fue -pescador y después fue marinero y ahora tiene las llaves de abrir y cerrar el Cielo. Esa fuente que tenéis por bajo de vuestra ermita hacedla una nube de agua, que el campo la necesita.

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CAPITULO XXIV

Jaraíz de la Vera: LA FIESTA DE SAN ANTONIO En la fértil comarca de La Vera sobresale Jaraíz de la Vera, pueblo de influencia árabe, cuya fundación se remon­ ta a tiempos anteriores al siglo xn. La villa de Jaraíz —ubi­ cada casi en la sierra de Tormantos— es un verdadero em­ porio de riquezas agrícola e industrial, cabiendo destacar su producción de tabaco, pimiento y algodón. Baste decir que tiene más de cien molinos de pimentón. El pimentón es de calidad inmejorable y esmerada elaboración, por lo que ha llegado a imponerse en todos los mercados. Las vegas del Tiétar y del Jerte brindan la estampa co­ lorista y maravillosa de los afanes de los veratos —personi­ ficados en los medieros, institución por excelencia e inimi­ table— que al recoger sus cosechas, entonan las canciones de la tierra. Durante las épocas estival y otoñal, los veratos dejan desierto el pueblo, entregados a sus faenas. Los jaraiceños —nuevos aventureros de la tierra— artífices de esas magníficas obras, realizaciones de instauración y am­ pliación de regadíos, tornan a sus hogares en los días 25, 26 y 27 de agosto, cuando se celebran las tradicionales y animadas ferias y espléndidas fiestas locales con sus varia­ das atracciones y, definitivamente, en Navidad. Por entonces comienzan las bodas. Hay derroche de alegría. Las jóvenes lucen con garbo el traje típico, aunque también lo hacen en los domingos próximos al carnaval y durante éste. Suenan las alegres tonadas que diría Gabriel y Galán, el inspirado y celebrado vate campesino. Se baila la jota, se dejan oír los aires populares: 185


Calle de las cuatro esquinas, crucera de San Miguel, ¿dónde están las buenas mozas que yo las quiero ver? Que no te peines, que no te la/ves, que tú eres la rosa de los rosales, de los rosales de Alejandría, que no te peines, morena mía y olé. No te cases, niña, no te cases, no, que las casaditas pierden la color, pierden la color, también la salud, y por eso niña, no te cases tú. De la floreciente población alto-extremeña vamos a des­ cribir la festividad de San Antonio. La Cofradía de San Antonio fue fundada hace siglo y medio; probablemente a raíz de la guerra de la Independen­ cia con la finalidad provisionista de atender a los gastos de entierro y sufragio de los fallecidos pobres que hasta aque­ lla fecha se habían venido enterrando en forma harto de­ ficiente, incluso sin ataúd. Desde un principio, la Hermandad consta de socios o her­ manos beneficiarios —pobres— y hermanos protectores, aquéllos que por poseer medios económicos pagaban y pagan la cuota anual sin beneficiarse, en caso de defunción, de los fondos de la Cofradía. De entonces databa también una cofradía con iguales fi­ nes mutualistas dedicada al culto de la Purísima Concep­ ción, seguramente ésta un poco anterior a la de San An­ tonio, pero que se extinguió hace unos cuarenta años. En la fecha indicada, el conjunto de los «danzantes», con su acompañamiento de gaita y tamboril, que siempre había pertenecido a la Cofradía de la Purísima —única fiesta en que intervenían— , pasó a la de San Antonio, en la que si­ guen ahora. 186


El conjunto de «los bailarines» estaba y está constitui­ do en la siguiente forma: Primero: Un maestro de danza, va vestido con camisa blanca, pantalón corriente —antes calzón—, zapatillas blan­ cas, un semiturbante formado por un pañuelo de seda en tor­ no a la cabeza y que se remata, en lugar de nudo, por un artístico rodete, etcétera, sobre la sien derecha y a ambos lados de las caderas sendos pañuelos de seda de colores que penden desde la cintura hasta las rodillas. Este maestro va provisto de una pandereta con la que sigue el compás y danza, haciendo también con ella —utili­ zándola a modo de batuta— las indicaciones precisas a los otros «danzantes». Segundo: Cuatro o seis parejas de «danzantes» vestidos igual que el maestro, provistos de castañuelas o palitroques, según la intención que corresponda. Tercero: Un auxiliar, que no lleva castañuelas o palitro­ ques, sino las castañuelas o palitroques de todos los demás cuando éstos no los necesitan. Va provisto de un canasto que porta a la espalda; en él depositan los «danzantes» sus cas­ tañuelas, o palos. El auxiliar lleva, además, unas castañue­ las enormes que no se quita de las manos; con ellas suele seguir el compás de la danza. Y decimos suele seguir, porque la mayor parte del tiempo estas castañuelas sirven para dar cachetes en las coronillas de los chicos que asisten a la procesión. Este auxiliar es un tipo muy interesante. Nos hemos in­ formado de personal de alguna edad y principalmente del periodista y poeta jaraiceño Teodoro Cepeda Gil, quienes manifiestan que a este elemento de la danza, incluso cuan­ do «bailaban» a la Purísima, le llamaban el «Tío Seseras». Recordemos al respecto una copleja que decían los chicos cuando corrían delante, ante los que parecía propinaba ca­ chetes el «Tío Seseras» en la procesión de San Antonio: «Tío Seseras, el borracho, el que pega a los muchachos.» Lo del «Tío Seseras» debió venir a cuento de los cache­ tes que daba en la «sesera» a los chicos y que esta cos­ tumbre de golpearlos con las castañuelas grandes sería mo­ tivada por el afán de lograr que los muchachos que asistían 187


a la procesión se quitaran la gorra o boina, que antes tanto se usaba. Hoy ya han cambiado las costumbres. Los chicos, los que concurren, van todos descubiertos. El «Tío Seseras», sigue siendo el mismo, asiste como siempre con su canasto a la espalda y sus grandes castañuelas grotescas. Actualmente, la Cofradía de San Antonio se compone de unos 300 cofrades entre beneficiarios y protectores, de los que uno actúa el día de la fiesta en calidad de mayordomo, quedando designado el mayordomo para el año siguiente. El nombramiento consiste en la entrega de un báculo —la vara de mayordomo— que el nombrado se lleva a su casa, en la que permanece todo el año hasta el día de la fiesta, durante la cual el mayordomo, con la «vara», hace ostentación de su autoridad. La víspera, el párroco de la iglesia de San Miguel —en la que está incardinada la Cofradía— , acompañado del ma­ yordomo y seguido de numerosos cofrades, se encaminan a la ermita del Salobral —donde se alberga también la Patro­ na de la villa y de ahí el nombre asignado— . En dicha er­ mita, San Antonio tiene una imagen y capilla, siendo por­ tada la primera en la procesión con danzantes y tamborile­ ros hasta el templo de San Miguel, en que se celebran las solemnes vísperas. Durante todo el día, los «bailaores», precedidos del maestro y del tamborilero y seguidos del «Tío Seseras», re­ corren el pueblo ensayando sus danzas y su «tejido del cor­ dón». Con este acto de «tejer el cordón» culmina la actuación de los «bailaores» durante la procesión del Santo. Llegada la procesión a la Plaza Mayor, hace un alto y todo el público asistente ocupa los lugares desde donde puede, con más comodidad, presenciar el cortejo y las cere­ monias. Consiste el «cordón» en un mástil del que penden tan­ tas cintas como danzantes vayan a actuar. Estos cogen las cintas que les corresponden y comienzan la danza en tomo al mástil divididos en dos grupos: uno, que danza en el sen­ tido de las manecillas del reloj —diríamos sobre su ma­ no derecha con la que cogen la cinta— , y el otro, en sen­ tido contrario —o sea, sobre su mano izquierda, con la que tiene asida la cinta correspondiente— . Los danzantes de uno y otro grupo ocupan posiciones alternas, con lo que al ter­ minar la danza resulta de un trenzado perfecto de las cintas 188


sobre el mástil. Llegado este momento se repite la danza en sentido inverso, quedando cada una de las cintas otra vez libres y en línea recta sobre el palo hasta la mano del dan­ zante: es lo que se llama «tejer y destejer el cordón», para lo cual cada uno de los «danzantes», durante la danza, ha de pasar alternativamente bajo o sobre la cinta del «bailaor» que se encuentra de frente, o sea, del grupo contrario. Si el acto de «tejer o destejer el cordón» resulta bien, el pú­ blico prorrumpe en vítores y aplausos, en medio del mayor entusiasmo, y si resulta mal se dejan oír rumores de franca desaprobación. En la víspera de la festividad de San Antonio la actua­ ción de los danzarines es como queda expuesto. En el día de la fiesta, hay que poner de relieve la asistencia a la misa mayor, ejecutando una danza cara al altar mayor du­ rante la Consagración. Después del Santo Sacrificio se ce­ lebra la procesión con el Santo, con el «tejido del cordón» en la Plaza Mayor. Durante toda la procesión ejecutan las únicas dos formas de danzas que constituyen su repertorio: una, de ritmo lento, propio de la procesión, acompañándose de las castañuelas; otra, de ritmo más movido, una especie de «allegro», con los palos o palitroques, mientras la proce­ sión se detiene. Es como si todo el movimiento de la masa de fieles, al detenerse, se concentrara en los «danzantes», que animados de pronto, cogen los palos y ejecutan una danza que, para calificarla de una manera gráfica, se diría fre­ nética y que consiste esquemáticamente en que cada dan­ zante, vuelto de cara al que forma su pareja, coge los pa­ los que bate uno con otro tres veces; pero con los dos palos puestos en cruz bate contra los que, en igual posición, le presenta su pareja. El ritmo sería así: un-dos-tres... cuatro; un-dos-tres-cuatro. Y así durante unos minutos, viéndose a los bailarines danzar, golpear, jadear y... sudar de una manera impresio­ nante. En Jaraíz de la Vera es tradicional, asimismo, la rifa del cordero de San Antonio, cuyas papeletas venden los « dan­ zantes» y que el público adquiere con verdadera ilusión. Párrafo aparte, mención especial, merece la popular fi­ gura del tamborilero. No existiendo este artista en la po­ blación verata, para las fiestas de San Antonio, se hace ve­ nir uno de los pueblos próximos: Aldeanueva de la Vera, Arroyomolinos de la Vera, Barrado, etc. La llegada del tam­ borilero es el anuncio, casi diríamos el pregón de la fiesta. 189


Como en Jaraíz no es habitual, la chiquillería se solivianta con el monorrítmico tan-tan que sale del tamboril... Durante la Consagración, en la Misa Mayor, al alzar, el tamborilero ejecuta la Marcha Real. Una audición que re­ clama ser escuchada: es ramplona y sublime al mismo tiem­ po; puede decirse que es «... admirable». Bien vale la pena hacer un viaje a estos pueblos alto-extremeños, aunque sólo sea para oír la Marcha Real interpretada por el tamborilero.

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CAPITULO XXV

Coria: FIESTAS DE LA SANTA CRUZ Y EL TRADICIONAL TORO DE SAN JUAN Este capítulo concierne a los fastos señeros de la mi­ lenaria, la antiquísima ciudad de Coria, la Cau/ria de los celtíberos, la Cauriwm de los romanos, que el historiador Plinio menciona como estipendiaría de la Lusitania. Las murallas de Coria delatan su abolengo. Coria pudo competir con Norba, Julia Contrasta, Miróbriga y Cáparra. Coria es sede episcopal —su episcopado data del si­ glo v i—, habiendo sido fundada, según parece, por el Papa San Silvestre. Ciudad de abolengo histórico, con su castillo de planta exagonal y la enorme mole de su catedral, recio monumen­ to de líneas rectas, precioso ejemplar del arte gótico na­ cionalizado, Coria no sólo ofrece testimonio de su pasada grandeza, sino una vida plena de laboriosidad y vigor, unas tierras fecundas que arrojan constantemente los frutos de­ rivados de sus fuentes de riqueza. Coria es una población de espléndido porvenir. Una de las fiestas típicas y de singular importancia de la población cauriense es la de San Sebastián, que se celebra el día 20 de enero. En la víspera, el mayordomo de la Cofradía —acompañado de una multitud de chiquillos y del tamborilero— sale por las calles pidiendo para el Santo. Lleva la bandera, que es «echada» por quien lo desea me­ diante la entrega al mayordomo de una limosna. Llaman «echar la bandera» al acto de flamearla unas cuantas ve­ ces, lo que suelen hacer por manda al Santo y «a la salud de...» la persona por quien la echan y el motivo del porqué 191


se echa que es, generalmente, por haber salido con bien de alguna enfermedad grave, de la guerra, etc. Por la tarde, van por leña con algún carro para la ho­ guera, entrando el vehículo en la ciudad con la bandera y a los sones del tamboril. La hoguera se hace por la noche en la plazuela del Rollo. En la mañana del 20 se celebra misa solemne con ser­ món en honor del Santo, a la que acude la Cofradía con el tamboril, verificándose —inmediatamente o después, a me­ dia mañana— la procesión cgn la imagen de San Sebastián. Por la tarde hay el correspondiente «Ramo», en el que mo­ zos y mozas bailan al son del tamboril. Todos los años y con el fin de allegar recursos para el Santo, se rifa una chiva a la que llevan por las calles la víspera, adornada con multitud de cintas de colores. Por la noche, el grupo de aficionados locales representan una obra teatral con la misma finalidad expuesta, de incre­ mentar los fondos destinados a cubrir los gastos que se oca­ sionen a la Cofradía Otras festividades típicas de Coria son los Lunes de Cruces, la Santa Cruz, los «Ramos», y sobre todo, el tradi­ cional Toro de San Juan. En la catedral se guarda la insigne reliquia del «Mantel de la Sagrada Cena», al que hace siglos se rendía un culto esplendoroso y había muchas peregrinaciones de fieles para su adoración, que se llevó a cabo, al principio, en el atrio de la catedral y después, en el interior del hermoso templo. La historia registra enorme afluencia de peregrinos para adorar el Sagrado Mantel. Mas después del siglo xvm deca­ yó la tradición y también el culto. El «Mantel» estuvo oculto durante más de un siglo. Fue guardado por un celoso Deán, para evitar los desperfectos que sufría cada año por la afluencia de fieles que con su fervor y entusiasmo deseaban siempre llevarse algún trozo. Desde hace unos años ha resurgido la devoción y se ve­ nera amorosamente el Santo Mantel, que tiene una impor­ tancia enorme, ya que sobre el mismo se instituyó el Sa­ cramento de la Eucaristía. El «Mantel» es una reliquia va­ liosísima con la particularidad de ser única, lo mismo que acontece con el Santo Sudario de Turín. (La ciudad cauriense, la catedral y la gran reliquia del Mantel han sido estu­ diadas por el erudito escritor y académico don Miguel Mu­ ñoz de San Pedro, Conde de Canilleros. A este investigador puede considerársele como redescubridor de la reliquia, ha192


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Coria.— El tradicional «Toro de San Juan». Salida

del Toro. (F. Karpint.)


biendo contribuido con ella a fomentar el culto propular.) Los días 3 y 4 de mayo, con motivo de la veneración del «Lignum Crucis», que figura entre las diversas reliquias del tesoro de la catedral y de la Adoración del Sagrado Man­ tel, se celebra la Feria de la Cruz, de ganados de toda clase llegados de la comarca y principalmente borregos y terne­ ros. El 3 de mayo, Fiesta de la Santa Cruz, es fecha clave y muy importante en el calendario cauriense. La ciudad pre­ senta un aspecto animadísimo. El «Toro de San Juan» es la fiesta principal, la más tí­ pica y arraigada y por ello vamos a desarrollarla en su in­ tegridad. No existen antecedentes históricos documentales de la tradición de esta fiesta y sí sólo algunos indicios en el Ar­ chivo Municipal. Ello es debido a que en el siglo x i i el ar­ chivo fue transportado —en sus fondos principales— a Sala­ manca, la celebérrima ciudad del saber, para su estudio y selección en orden a la formación del archivo histórico na­ cional. Por esta circunstancia tenemos que atenernos casi ex­ clusivamente a lo que pregona la tradición oral. Y, según ésta, se trata de un privilegio concedido — ¿por el Rey Don Alfonso vil?— por el comportamiento de las huestes de Coria en una batalla reñida con los moros, después, de la Re­ conquista, en los llanos de Algodor, situados a unos cinco kilómetros de la población. Hay indicios documentales que hacen referencia a tal privilegio en una resolución de la Cancillería de Valladolid, en el siglo xvn, recaído en un plei­ to seguido entre el Cabildo Central y el Cabildg Municipal, en que falla el derecho que tenía la ciudad a soltar el toro por las calles debido a un privilegio real. Para la organización de todos los detalles de la fiesta, el Concejo, el día del Corpus —y, concretamente, durante el re­ fresco con que obsequia a todas las autoridades y fuerzas vivas de la ciudad que asisten a la procesión con la misión de turnarse en llevar las varas del palio— proclama solemne­ mente al concejal que ha de ser abanderado para la fiesta de San Juan. La denominación de abanderado data de que en el antiguo corregimiento de Coria existía un alférezabanderado, cuyo cometido era el de llevar el Pendón de la ciudad cuando el Cabildo Municipal, con sus maceros al frente, asistía en Corporación a algún acto solemne, y en­ tonces dicho cargo llevaba anexo el de la organización de las fiestas, principalmente la popular del «Toro de San 194


Coria.—El tradicional «Toro de San Juan». Por la calle. (F. Karpint.)


Juan». Era nombramiento del Duque de Alba, como Señor de la ciudad y Marqués de la misma. La fiesta de San Juan empieza propiamente en la vís­ pera, el 23 de junio por la noche, y dura hasta la madruga­ da esta primera parte en que tiene lugar el encierro del toro en su corral, contiguo a la Casa Consistorial. Durante la mayor parte de la noche vense llamaradas en la plaza: es la clásica hoguera del «capazo», que consiste en ir en­ cendiendo, una tras otra, las capacetas o capachos que han servido en los molinos de aceite, produciendo las grandes llamaradas citadas, a las que se acompaña con los sones de flauta y el parchear del tamboril, cohetes, bailes, cánticos y gritos de júbilo que dan a la plaza todo el encanto brujo de una sonata misteriosa y que es la expresión recia de la ale­ gría de un pueblo que lleva en su sangre el ardoroso sen­ timiento por las exaltaciones de la fiesta. Y es que las au­ toridades pueden ahondar en su sentir como lo hacen los bravos navarros con sus famosos «Sanfermines», ya que su «Toro de San Juan» tiene caracteres muy análogos a la fiesta pamplónica. Para el encierro del toro, se le trae acompañado de más ganado vacuno por los «capeones», becerrillos que vienen con las madres a la Plaza Mayor para dejarlos encerrados en el toril, a fin de que las vacas y becerros sean llevados nue­ vamente al cercado donde tienen el toro que se ha de torear. Este ganado vacuno es conducido por gente a caballo hasta una de las puertas de la ciudad y una vez dentro de las murallas se le trae a la plaza, corriendo el público delan­ te y detrás del ganado por las calles. Al día siguiente, después de tocar tres veces las cam­ panas, se saca el toro a la plaza por entre dos largas filas de mozos, que le esperan a la salida para ponerle bande­ rillas. El toro es lidiado en la plaza durante media hora aproximadamente, y luego de otros tres toques de campa­ na se abre una de las puertas de aquélla y se le suelta por las calles, no sin antes haber cerrado las cuatro puer­ tas de la muralla. Y en esta parte de la fiesta —en la que los caurienses dan una fuerte nota de emoción— es en la que intervienen como actores todos los hombres y mujeres que se encuen­ tran con el valor y las piernas suficientes para correr de­ lante y detrás del comúpeto; dura esta parte del espectácu­ lo unas dos horas. Los mozos citan a cuerpo descubierto, y el toro corre tras la multitud, que se refugia en casas, cuyas 196


Coria.— El tradicional «Toro de San Juan». En las calles estrechas los mozos trepan las ventanas y balcones para que pase el toro. (F. Karpint.)


puertas permanecen abiertas. En las rejas se apiñan, como si dijéramos, racimos humanos para ponerse a salvo y evi­ tar el encuentro con los «morlacos» mientras gritan: ¡Eh, toro! Fijada la hora conveniente, se le mata de un tiro de escopeta, pero, siempre que es posible, de frente, para lo cual, y como es natural, se necesita también echarle cierto valor. La bravura, el arrojo y el valor son indudablemen­ te signos ostensibles de esta fiesta cauriense, saturada de verdadero vigor. Fiesta de sabor y estruendo. Lo tradicional era que la fiesta del «Toro de San Juan» se celebrase con la lidia de un solo toro que costeaba el Ayuntamiento; pero —desde hace media centuria— se ha hecho también tradicional que se den tres o cuatro toros seguidos —los días 24, 25 y 26 de junio, coincidiendo casi con el solsticio de verano— , para enlazar con la Feria de San Pedro, una de las más antiguas e importantes de E s­ paña y de las primeras de Extremadura, que tiene gran re­ percusión en el comercio ganadero regional, que se verifica los días 29 y 30. Las fiestas típicas más importantes de Co­ ria duran, por tanto, casi ininterrumpidamente, siete días. Coria, ciudad episcopal, presenta, según indicamos an­ teriormente, otras fiestas típicas que no podemos omitir en este capítulo, como los «Lunes de Cruces» y los «Ra­ mos». La primera se celebra el lunes inmediatamente después al de Pascua de Resurrección. Por la mañana sale el sacer­ dote, revestido, de la parroquia de Santiago y en las afueras de la población bendice los campos. A la procesión que se organiza acuden los niños y las niñas llevando roscas col­ gadas del brazo. Mucha gente va de romería en este día al Santuario de Nuestra Señora de Argeme, Patrona de la ciu­ dad, y por la tarde, acuden a esperar a los romeros a la salida de la carretera los chiquillos, llevando por merienda las roscas que por la mañana les habían servido para ir a despedirlos. Los romeros entraban, hace años, en Coria co­ rriendo los caballos en los que llevaban a la grupa a sus novias. Hoy, la fiesta descrita se reduce a salir al campo a co­ merse las roscas, las que acostumbran a regalar los padri­ nos a sus ahijados. Las novias suelen hacérselas a sus pro­ metidos, incluso las familias acuden a comerse las roscas al campo. En el mes de septiembre se celebran los «Ramos», fiesta típica organizada por las Cofradías del Señor y de las Ani­ 198


mas. Por la mañana, de temprano, salen los mayordomos acompañados del tamborilero, recorriendo las calles de la ciudad. Por la tarde, recorren igualmente acompañados de las «Patanas», mozas vestidas con trajes típicos regionales. En la plazuela del Rollo tiene lugar el «Ramo», baile al aire libre donde la juventud danza al son del tamboril y la gaita. En cada «son» se acercan las parejas a depositar li­ mosnas en las bandejas colocadas en las mesas presididas por el párroco, mayordomo y directivos de las cofradías respectivas. El autor quiere poner de relieve la información que le facilitaron los señores Paniagua y Albalá.

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CAPITULO XXVI LA NOCHE DE SAN JUAN Inminente al solsticio del verano, está la noche de San Juan. Noche supersticiosa, exornada con típicas y gigantestas hogueras —legado histórico— con que se conmemora al Bautista. Noche consagrada al amor y quimeras. Mucho podría escribirse acerca de la fiesta de San Juan en los pueblos cacereños en los que hasta hace pocos años se observaba tanta relación e influjo en las costumbres y en la existencia, de los astros de todos los órdenes, en la salud y el amor, leyendas de brujas, hechizos y encantamien­ tos. Resaltemos en Jarandilla la víspera de la noche de San Juan la llamada «Enramada» —que tiran los mozos a las mozas por las ventanas y balcones— consistente en dulces, flores y frutos, cortando un árbol que, después, ponen en medio de la plaza, así como los claveles de todos los bal­ cones y cantando la siguiente canción: A cortar el árbol, el árbol, él árbol a cortar el árbol, la noche de San Juan. En Madroñera —verdadera urbe, próxima a la ciudad de Trujillo, cuna de la conquista— y también durante la vís­ pera de San Juan, se celebra tradicionalmente un baile. Des­ pués del mismo, se reúnen todas las mozas en una casa y los mozos acostumbran a quedarse fuera echándolas guin­ das, manzanas y otras frutas del tiempo. Por la mañana —al despertar la aurora— van juntos todos a lavarse la cara en una fuente del pueblo, cantando estas coplas: 201


Qué ganas tengo que llegue la mañana de San Juan, para lomarme la cara con mucha serenidad. La mañana de San Juan hace el agita gorgoritas; yo te he de querer a ti por aquella cruz bendita. La mañana de San Juan, cuando la zorra madruga, el que borracho se acuesta con agua se desayuna. San Juan, Sam Pedro, valedme, San Antonio que me muero, tengo una pumaladita que me la dio un cuerpo bueno. A un Juan quiero y a un Juan amo y a un Juan tengo en la memoria, y un Juan me ha de dar la mano para subir a la Gloria. En el río de Jordán, terreno que no se ha visto, Cristo bautizó a San Juan y San Jurni bautizó a Cristo. (Fueron recogidas por el escritor José Ramón y Fernán­ dez Oxea.) Arroyo de la Luz brinda en sus famosos Corros éste titulado «Mañanita de San Juan» sobre la infanta y su galán: MAÑANITA DE SAN JUAN Mañanita, mañcmita, mañanita de San Juan, la del gavilán y el galán, la del gavilán. Llevé m i caballo al agua a la orillita del mar, la del gavilán y él galán, la del gavilán. 202


Mientras mi caballo bebe, yo me divierto encantado, la del gavilán y el galán, la del gavüán. (Se repite siempre el estribillo.) Para que me vea la mi infanta que la vienen a cantar El rey que lo estaba oyendo desde su balcón real. —Asómate, hija infanta, si te quieres asomar y oirás la sirenita, la sirenita del mar. —Esa no es la sirenita ni tampoco el sirenal, que eso son los m is amores que me vienen a cantar. —Si esos son los tus amores, la muerte les pienso dar, —Si m is amores muriesen, yo viva no he de quedar. Al otro día siguiente por ambos hacen señal; ella, por ser hija del Rey, la entierran junto al altar; el, por ser hijo de conde; una tumba más allá; de ella ha salido un naran jo; de él, un fuerte limonal; las ramas que se alcanzaban besos y abrazos se dan. Y las que no se alcanzaban se hartaban de llorar. El rey, que supo esto, los ha mandado cortar; de ellas salió una paloma y de él un pichón real, y se iban a besar a la orülita del mar. 203


El rey, de que swpo esto, los ha mandado matar. Como eran aves volantes no las -pudieron matar. Aqrn se ha acabado el Corro de la infanta y su galán. En los pueblos de la Alta Extremadura también se cele­ bra por la juventud que sueña la noche de San Juan. Es cosa propia de esa edad dorada de la vida rendir culto a la poesía y al amor. Durante la noche de San Juan, en Baños de Montemayor —ya en el confin de la provincia de Cáceres y limitando con la de Salamanca— las mozas duermen o esperan con anhelo ruidos cerca de sus habitaciones: los mozos suben en la más alegre compañía a los balcones y ventanas y colocan la «en­ ramada» —ramas de guindos y cerezos— a las novias y se oyen las siguientes canciones: A coger el trévoli, el trévoli, el trévoli, a coger el trévoli los mis amares van. A coger el trévoli, el trévoli, el trévoli, a coger el trévoli la noche de San Juan. Como vives en alto, pon-pon, vives ai/rosa; por eso te has criado pon-pon, tan buena moza. Quítate, niña, de esos balcones, que si no te quitas, ramo de flores, llamaré a la justicia que te aprisione. En la villa veraniega, los mozos pasan la noche entera al raso consagrados a la bella dedicación amorosa y, ya de madrugada, se van al campo a tomar el chocolate. En Serradilla —integrada por la villa de su nombre y la aldea aneja de Villa Real de San Carlos, nombre que re­ cibió de su egregio fundador, Carlos III— los novios obse­ quian a sus prometidas colgando igualmente, de sus rejas y balcones la «enramada»: Flores y frutas, y podemos con­ 204


signar que I q s que no las poseen las cogen de donde las en­ cuentran «sin que ello —al decir del cronista local «Un amante de Serradilla»— constituya afrenta, pues lo obligado del fin hace disculpables los medios». La noche de San Juan ha sido objeto de importantes obras en la literatura española. Como este capítulo concierne a la Alta Extremadura conseguiremos la aportación de un poeta cacereño que la ha hecho objeto de tema literario. Regis­ tremos el siguiente «Romancillo de la noche de San Juan», producto de la inspirada musa de Femando Bravo y Bravo: — ¿Por qué lloras, hija mía? —Madre, ¿por qué he de llorar? Lloro porque estoy soltera y no me ronda un galán. CLas flores de la ventana aroman el suspirar.) —Quince años tienes, hija, quince años nada más, y lo m ejor de la vida es el poder esperar. —Esperando estime, madre, en la noche de San Juan... Vergüenza me da decirlo, que luego se burlarán, toda la pasé velando entre sufrir y esperar. CLas flores de la ventana sin riego se secarán.) —Los mozos con la enramada por m i calle vi pasar a casas de m is amigas, no< a la mía por mi mal. Y allá por la madrugada, cuando a recogerse van, debajo de m i ventana cantaron, madre, mi cantar. 205


—El son de los rondadores tiene falso resonar y el corazón que lo escucha pierde su tranquilidad. — Yo escuché, madre, la ronda, en la noche de San Juan: ¡las flores de mi ventana, ay, deshojaba el cantar!


CAPITULO XXVII

Garganta la Olla: LA DANZA «LAS ITALIANAS» En una hondonada de la sierra de Tormantos, en la tierra de la famosa Serrana de la Vera, se halla la pintoresca villa cacereña de Garganta la Olla, bañada por caudalosas «gar­ gantas», con sierras elevadas, canchales, robles y, también, fértilísimos campos que producen uno de los mejores taba­ cos de España. Afírmase por algunos investigadores que este pueblo fue fundado con la denominación de Ad-fauces por unos gana­ deros de Cáceres que, en una gran sequía el año 1250, se retiraron con sus ganados a esta tierra, coincidiendo con la despoblación de la inmortal ciudad romana de Cáceres. Garganta la Olla tuvo el renombrado mayorazgo de Gar­ ganta de la Casa del Condado de Oropesa. La historia de la localidad serrana refiere las luchas de ésta con el corregidor de Plasencia, que quería imponer sus leyes y justicia hasta que, con los apoyos del Condado de Oropesa, don Femando de Toledo, personificados en su her­ mano don Francisco, al mando de los garganteños y a la voz de «viva el Conde» fueron puestos en fuga los placenti­ nos y aledaños unidos a los mismos que querían avasallarlos. Los aldeanos de Garganta la Olla se trasladaban con mu­ cha frecuencia al solitario cenobio de Yuste para ver al Emperador Carlos V. Dos varones de relieve hay que resaltar como origina­ rios de Garganta la Olla: don Pedro de Carvajal, Capitán General de la Armada y Virrey de Flandes y el Padre Fray Martín de Vera, escritor. Y bueno es que dediquemos un poco de atención a la fi207



gura femenina a que nos hemos referido anteriormente: la Serrana de la Vera. La ciudad de Plasencia meció la cuna de la varonil, re­ suelta y exaltada mujer, de esto hace ya muchos años, más de tres siglos y los más grandes ingenios de nuestro tea­ tro como Lope de Vega, el «Fénix de los Ingenios» y Vélez de Guevara habían de ocuparse de tan interesante persona­ je, cuya existencia fue presentada en los antiguos corrales de comedias. Es la que estudiamos una tierra de heroínas y mujeres decididas y luchadoras que no ceden tan fácilmente ni se resignan con sobrellevar una situación consumada llena de afrentas. Recordemos también a la placentina María de Monroy, «La Brava», que vengó la muerte alevosa de sus hijos. La Serrana de la Vera, en opinión admitida, fue burla­ da y abandonada por un aguerrido mancebo —sobrino del Obispo don Gutierre de Vargas Carvajal— después de ha­ berla poseído, pero ella prometió que había de vengarse de los hombres, eligiendo como escenario de sus hazañas a Garganta la Olla, en la Sierra de Tormantos. Y a todos los que encontró en su camino los obsequió con banquetes y deleites pasionales en las cuevas que le servían de rústica morada, terminando con ellos dándoles muerte hasta que acabó ajusticiada en Plasencia. Aun permanece el trágico recuerdo de la apuesta placentina, principalmente en el ro­ mance popular: Allá en Garganta la Olla, en La Vera de Plasencia salteóme una serrana, blanca, rubia, ojimorena. Además de cuanto queda expuesto, otros aspectos par­ ticulares e interesantísimos brinda Garganta la Olla —pue­ blo pintoresco de belleza serrana— a la admiración de to­ dos, que contribuyen asazmente a otorgarla una personali­ dad propia e inconfundible. Conserva las más antiguas tra­ diciones populares. Su típica Plaza Mayor es única. Lo pro­ pio puede afirmarse de sus trajes. En este capítulo estudiaremos especialmente la danza que lleva la denominación de «Las Italianas», que ha con­ tribuido en gran manera, y continúa en los tiempos actua­ les, a que el nombre de Garganta la Olla traspase justamen­ te las fronteras provinciales por el prestigio de la manifes­ tación coreográfica. 209 14


La original danza se celebra principalmente el día en que se festeja la visitación de Nuestra Señora a Santa Isa­ bel y gana fuerte y profundamente el entusiasmo y verda­ dero fervor admirativo de cuantos la presencian. Por la fecha aludida se verifica la fiesta principal, la fiesta grande en el preciado y acogedor rincón verato. Estas afirmaciones las robustecemos dejando constancia de que la celebración de la fiesta basta a congregar a gen­ tes de toda la comarca, seducidas por el embrujo de la dan­ za, llenándose por completo el pueblo de visitantes ávidos de contemplarla. Bien merecen los garganteños la gratitud de todos por haber sabido conservar en su prístina pureza esta auténtica expresión popular colorista: un baile monorrítmico, con muy pocos giros, que parece ser una danza antigua dedicada a alguna diosa pagana. La danza de «Las Italianas» es ejecutada por un lla­ mativo grupo integrado por nueve danzantes, en el que so­ bresale la figura del director o maestro, que es un magní­ fico bailarín y que recibe la denominación específica de «bailaor» y ocho «danzantes» —que tienen que ser solteras—, tituladas «Italianas», situadas en dos filas de a cuatro cada una; las primeras se llaman «madres», las segundas «trasmadres»; las que ocupan el tercer lugar «poses» y las úl­ timas «rabeonas». Marchan al son del tamboril y la gaita. El danzarín y las danzantes se visten a la antigua usan­ za, de blanco, con cintas de colores. Las «danzantes» se subren el tórax con jubón blanco con mangas de puntilla con unos pañuelos de encaje de colores en forma de bandolera. Van calzadas con zapatillas y lucen media blanca calada. En la cabeza llevan un gorro —llamado «moña»— con un espejito redondo en la parte anterior, en el ángulo que forma el gorro con el ramete. Las «danzantes» presentan precioso peinado con clave­ les en el pelo sobre el lado izquierdo y están provistas de castañuelas que tocan al son del tamboril, lo que presta una extraordinaria animación a la danza. Bailan sólo chicas jóvenes, siempre hacia atrás, dando la cara a las imágenes de la Virgen y Santa Isabel, y, al final, hacen la ofrenda de un canastillo con dulces, etcétera. En la fiesta lugareña hemos de resaltar cuanto concier­ ne a la víspera, la «Alborá» y al aspecto propiamente re­ ligioso. 2 10


T ^ t: Garganta la Olla.— «Las Italianas»


Por lo que respecta a la víspera, anotemos el recorrido del danzarín y las danzadoras por las calles hasta bien en­ trada la noche; la asistencia al rezo del Santo Rosario —previamente han recogido al sacerdote— y la visita a los mayordomos, que convidan espléndidamente al selecto grupo. En lo que se refiere al aspecto religioso, consignemos en este relato que los danzadores acuden fervorosamente a la misa —en la que también danzan—, a la procesión, al Ro­ sario y al Ofertorio. Esto viene a corroborar el sentimiento religioso, bien expreso, que anida en los participantes en la arcaica danza. Durante la procesión se ejecuta toda la danza y el dan­ zarín dirige los movimientos. Los pasos son hacia atrás y también hacia adelante hasta llegar al fin del recorrido. En este sitio, las primeras danzadoras hacen una reverencia y en unión del tamboril se vuelven y, al aproximarse a las se­ gundas, dan éstas una vuelta, lo que repiten con las terceras, en tanto en cuanto que las segundas esperan la terminación, al objeto de salir rápidamente y hacer lo propio con las ter­ ceras, mientras que las primeras lo realizan con las cuartas. Todas llevan a cabo lo indicado en orden a ocupar el mismo sitio que tenían al empezar. Pero tal vez uno de los momentos más importantes de la actuación de las «Italianas» sea el siguiente: cuando está el típico «Ramo» en la plaza repleto y rebosante de roscas y frutos de la localidad. L q s devotos llevan a efecto sus ofre­ cimientos así: Primero actúa el danzarín que hace las tres reverencias y genuflexiones de rigor ante las sagradas imágenes de la Virgen y Santa Isabel; después, las «danzantes», una por una y siempre acompañadas del maestro y danzando hacia atrás para no dar la espalda a las imágenes; por último, ofrecen todos los demás feligreses y devotos en general que lo desean por haber hecho alguna promesa. La fiesta termina con la subasta de lo ofrecido y las roscas del «Ramo», así como con la entrega de los premios concedidos por los mayordomos a las danzadoras. Acerca del origen de lo que constituye una viva, típica, airosa y fervorosa estampa pueblerina, como la que hemos descrito de Garganta la Olla —digna por tanto de seguir rebasando las fronteras extremeñas y patrias— hemos in­ quirido antecedentes a los naturales de la localidad. Es opi­ nión de los mismos que la danza procede de la cabaña cel­ tibérica y, más aún, de Italia —de donde recibió la deno­ 212


minación de «Las Italianas»— habiendo sido incorporada a nuestro acervo por soldados y pastores naturales de Gar­ ganta la Olla que estuvieron presentes en el país citado y que la Iglesia prestó su autorización para que figurasen en las fiestas españolas reseñadas, debido a lo cual han podido conservarse mejor. Se tiene conocimiento de que en la pro­ vincia de Nápoles existe otro pueblo que conserva la danza. Sin embargo, el erudito y prestigioso folklorista Manuel García Matos —a quien tanto debe la Alta Extremadura por su extraordinaria labor en la faceta que humildemente tratamos— que ha investigado y estudiado exhaustivamen­ te la danza, aportando datos y pruebas preciosas, llega a la conclusión de la procedencia gitana de «Las Italianas», que también reciben la denominación de «Gitanas». Garganta la Olla ofrece, además —como nota de singular tipismo y belleza— las canciones de ronda, «tan hermosas como cantos de ruiseñores en los sotos o en las vegas». Cuando los «quintos» marchan a prestar el honroso ser­ vicio de las armas, en la noche de despedida, mozos y mozas dan rienda suelta a sus corazones e interpretan una bella canción, «Ya se va mi corazón», que ha sido recogida por el conocido compositor Santiago Berzosa en un poema líri­ co popular a cinco voces. Cantan las mozas; Ya se van los quintos, madre, ya se va mi corazón, ya se van los que tiraban chinitas a mi balcón. El adiós de los mozos es todavía más melancólico: Adiós, pueblo de Garganta, las espaldas te voy dando, yo no sé qué queda dentro que mis ojos van llorando. Arriba, paloma y sube, que mis ojos van llorando. Estas preciosas escenas rurales las pregonan elocuente­ mente por todas partes las agrupaciones coralistas de la Alta Extremadura —Coros y Danzas de la Sección Femeni­ na de Cáceres y Coros Extremeños de Plasencia— con la gracia y dominio característicos de sus magistrales y entu­ siastas ejecutantes. 213



CAPITULO XXVIII

Aldeanueva de la Vera: LA FIESTA DE LOS CRISTOS En las estribaciones de la cordillera Carpetana, cual si dijéramos colgado de un hondo valle, en el corazón de La Vera, entre Jarandilla y Cuacos, entre las sierras de Tormantos y Jaranda, y contigua casi a las «gargantas» de «Horcajo» y «Las Bolsillas», se encuentra el pueblo de Al­ deanueva de la Vera, «acaso el más típico de ese lindo rin­ cón», en frase del fino escritor cacerense Blázquez Marcos, que, en virtud de cédula, obtuvo el título de villazgo. Su campiña es extraordinariamente deliciosa. Rodeado de un aparente puñado de casas —de aleros sa­ lientes y sobrepuestos— hay infinidad de árboles frutales de diversas clases, entre los que se intercalan pequeñas huertas que bañan y fecundan con las frescas y cristalinas aguas —abundantes en truchas— que bajan de la sierra. Dignos de mencionar son sus huertos de pimientos y tabacos, y sus castaños antañones que otorgan un bello co­ lorido al paisaje. Tiene Aldeanueva de la Vera, como acabamos de anotar, un bonito paisaje del que forman parte las famosas «nogaleas», delicioso y encantador lugar que adquiere su nombre de un gran bosque de nogales y castaños fertilizados por las «gargantas». La temperatura de la localidad es benigna y agradable. Pueblo limpio y bien cuidado, Aldeanueva ofrece porta­ das con ventanales de las centurias XV y XVI, antiguos pa­ lacios, casas con amplios aleros y espaciosas solanas, tan propios de la zona verata y una hermosa plaza bien pavi­ mentada. 215


Pueblo, en suma, pintoresco, con casas con sgportales de gran tipismo, bien digno es de ser visitado por los turistas. Aldeanueva es una localidad en la que el sentimiento religioso se acentúa notablemente. Sus costumbres son sen­ cillas. Sus tareas son fundamentalmente agrícolas y ganade­ ras, motivadas por sus producciones; aceite, vino, cereales, legumbres, pimientos, tabacg y algodón. Nota interesante en el aspecto pintoresco es la bella estampa que ofrecen los ve­ cinos durante el despezonado del pimiento en plena calle. Este pueblo verato es cuna del austero varón Fray Pedro de Godoy —perteneciente a la Orden de Santo Domingo— predicador que fue de Felipe IV, Obispo de Osma y escritor de Teología Moral. Aldeanueva de la Vera nos lleva a evocar el recuerdo del Emperador de Occidente cuando el año 1556 arribó a E x­ tremadura buscando un paisaje físico y espiritual, verdade­ ro refugio para —en la paz soledosa de Yuste— entregar su alma al Supremo Hacedor. Pero Aldeanueva no se ha detenido. Su paisaje —incom­ parable— se ha transformado por mor de la incorpora­ ción de su geografía al resurgir de Extremadura Alta, que se patentiza sobremanera en La Vera. Sus plantaciones de tabaco, pimiento y algodón lo denuncian claramente. Las principales fiestas de la localidad verata son las consagradas a rendir tributo a los Santísimos Cristos del Sepulcro y de la Salud. El primero se celebra el día de Pentecostés. Después del Santo Sacrificio de la Misa en su iglesia parroquial —dedi­ cada a San Pedro Apóstol— se verifica una solemne proce­ sión que recorre las calles, acompañada de las típicas danzas que bailan los «danzantes» aldeanovenses al son del tambo­ ril y de la flauta. Los «danzantes» visten camisa y pantalón blanco, cin­ tas de seda de colores en forma de trinchas que cruzan des­ de la cintura a las espaldas. En la cabeza se tocan con un pa­ ñuelo de seda de colores en forma de turbante; sujeto a una faja negra en la cintura, a la parte izquierda, llevan prendi­ do por una esquina un pañuelo charro de seda, colgando; en el pantalón y a media pierna, una cinta de seda de color que lo sujeta; calcetines y alpargatas blancas. Los «danzantes» bailan delante de la procesión y siem­ pre marchan hacia atrás, dando cara al Santo Cristo. Lle­ van unas castañuelas que no cesan de tocar y, en determi­ nados sitios, hacen un cordón con cintas que penden de un 216


Aldeanueva

de la Vera.— Plaza de toros


palo de unos tres metros; comienzan a girar alrededor del palo, cruzándose unos con otros, llevando cada uno una cin­ ta asida por los dedos; otras veces cogen dos palos cada uno y, como marchan en dos filas, se ponen uno frente a otro y chocan los palos al compás del tamboril y la flauta. Al final de la procesión se procede al «Ofertorio» de los regalos que los vecinos hacen al Santísimo Cristo, consisten­ tes, principalmente, en bandejas de dulces, canastos de fru­ tas, corderos, etcétera, que son pujados en mesas en el ma­ yor de los pugilatos. También bailan los «danzantes» cuando a continuación de la procesión acuden a un refresco que da la Cofradía del Santo Cristo del Sepulcro en honor de las autoridades y co­ frades, y por la tarde en el «Ofertorio» al que asisten las autoridades. Van bailando delante de las mismas. La otra fiesta consignada es la del Cristo de la Salud. Tiene lugar el día 16 de julio. Su carácter no puede ser más alegre, ya que, a continuación de los actos religiosos —aná­ logos a los de la festividad del Santo Cristo del Sepulcro— hay toros en una plaza cerrada con tablones y madera, des­ de donde los asistentes disfrutan presenciando los festejos. Durante la noche y hasta bien entrada la madrugada, se celebran animadas verbenas, a las que concurre también la juventud de los pueblos próximos. En los tres días de las fiestas del Cristo de la Salud constantemente se observa que por todas partes aparecen grupos de jóvenes cantando con inmensa alegría la «Tore­ ra», canción transmitida por los antepasados. TORERA Ya viene el torito bravo por la sierra de Garganta, con el cuerpo ensangrentado, pisando la nieve blanca. Estribillo :

Torito valiente, te van a matar, por no haber tenido por donde saltar (b is), por donde saltar 218


por donde salir... Torito valiente, te vas a morir. Salga el torero, salga el de los calzones de terciopelo, de terciopelo. Echale y dale, por una perra chica, cinco mü reales, cinco mü reales. El torito era bardino, y tenía nueve años, y la leche que mamó, se la di yo con m is manos. (E l estribillo) Ya está él torito en la plaza y el torero en la arena, y las damas en los balcones diciendo que el toro muera. E s t r i b i 11 o : Ya está el torito en la plaza, dando berríos, y los mozos cobardes, descolorios, descolorios (bis). (Vuelve al estríbalo.)



CAPITULO XXIX

Jerte :

EL CANTO DEL RAMO La histórica población de Jerte —enclavada en el valle de Plasencia— tiene una imagen preciosa del siglo xvn, del Bendito Cristo del Amparo que, en opinión del egregio Miguel de Unamuno —figura que ahora está siendo debida­ mente valorada—, cuando visitó el Valle, es de la escuela de Montañés, residiendo su mérito principal en la perfección que tiene en la cabeza. Desde luego, es una imagen impre­ sionante. Tal talla debió venir al pueblo por el siglo xvn o x v i i i , no se sabe exactamente la fecha, ya que durante la invasión francesa —que en Jerte se dejó sentir más que en los restantes pueblos del Valle— los invasores quemaron los archivos. Lo que sí se sabe es que la imagen era propiedad particular de un matrimonio de Losar de la Vera que, por re­ cuerdo de familia, la tenía en gran estima; estando en la agonía, el marido rogó a su mujer que, por muchas vicisi­ tudes que fuese por las que atravesara, no vendiera ni se deshiciera del Cristo. Apenas muerto y enterrado el hom­ bre, la mujer se lo vendió a unos castellanos que sacaron la imagen por la ventana de la casa. Una vez ya en la calle el Cristo y cargado en un carro de muías, sin causa justi­ ficada, empezó un gran incendio en la casa, quedando sin ser tocada por el fuego la ventana por donde salió la imagen. Los arrieros emprendieron el camino hacia la provincia de Avila, debieron venir por la sierra de Tormantos y Puer­ to de Jarandilla al Valle para llegar a sus tierras, es decir, siguiendo el mismo camino que —en sentidp inverso— llevó el Emperador de Occidente a La Vera, y al llegar a la salida del pueblo de Jerte las muías se reventaron y cayeron muer221


Jerte.— Portales de la plaza. (F. Breña.)


tas. Este hecho —escribe Isabel Alia Pazos, jerteña de corazón, a quien se debe el magnífico florilegio del «Kaleidoscopio del Valle», que cabría agavillar— , se interpretó como voluntad divina de que la imagen permaneciera en Jerte y allí mismo se enterró a las muías, en el sitio que hoy es portal de la ermita que se construyó para su culto con la advocación de Cristo del Amparo, y que el uso común de las gentes le llama el «Bendito Cristo». En principio, su fiesta fue el 14 de septiembre, pero —desde hace muchos años— se celebra el día 16 de julio en recuerdo del triunfo de las armas cristianas en la me­ morable batalla de las Navas de Tolosa (1212). La fiesta es maravillosa por el marcado sabor local que tiene y como cosa naturalmente sentida en su devoción por el pueblo con el arte propio que I q s españoles damos a nues­ tras cosas, ya que el pueblo español es esencialmente este­ ta, sobre todo en su comunicación, en sus oraciones con Dios. Pero ocupémonos de la fiesta. Se dice la misa cantada en la ermita, que, por ser pequeña, resulta insuficiente para el crecido número de devotos que asiste a la misma. Después del santo sacrificio se celebra el canto del «Ramo», que está compuesto de un ramo de tejo, árbol que prolifera en la sierra a orillas de las «gargantas». Se le adorna con cin­ tas multicolores, con roscas, caramelos, etcétera. «El Ramo» es portado por un mozo. ”Angel que llevas el Ramo, llévale con devoción, que te libre de las quintas y de toda tribulación ” dice la letra del canto en uno de sus pasajes. Va detrás un grupo de jerteñas ataviadas con pañuelos a la cabeza y portando cada una una ofrenda al Cristo, entre las que re­ salta un bizcochón; otra, una granada; un pensamiento, otra; en fin, sus ocho o nueve ofertas. Empieza el canto del «Ramo» entonando el primer cantar en el portal de la er­ mita, pidiendo permiso a la autoridad para cantarlo y, a medida que van cantando, van entrando, hasta que al ter­ minar ya están próximas al altar mayor y empiezan a re­ citar las ofertas al Bendito Cristo, cada una la suya. Todo esto es de una gran emoción. Oír cantar el «Ramo» y reci­ tar las ofertas tiene en este recinto sagrado la mayor emo­ ción, que no puede experimentarse en todas partes, pues se 223


requiere su ambientación única, unida al sentimiento reli­ gioso y al calor que saben poner las jerteñas. Por la tarde se verifica el ofertorio y subasta de los re­ galos que hacen para este fin, por el sistema de pujas a la llana. Se baila la «Jota de Jerte», en las fiestas del Bendito Cristo, Candelaria y San Antonio —que son las tres fiestas típicas, de solera— en la plaza de la Independencia, y des­ pués de terminar de cantar las Alboradas en honor de Nuestra Señora, en la madrugada de la Candelaria. He aquí una copla que dice lo que son las jerteñas: "Vale más una jerteña con una cintita al pelo que toda la serranía vestida de terciopelo.” La jerteña —precisa la escritora citada— es de movi­ mientos reposados y señoriales. Hay en las jerteñas un sentido innato de la castidad y por eso al bailar su jota dan a su busto un movimiento elegante. Esta jota siempre tuvo en las fiestas acompañamiento de tamboril, dulzaina y pan­ deretas. En esto de tocar bien las panderetas son diestros, tanto ellos como ellas, en Jerte. Los domingos se bailaba en un sitio llamado «La Nogalea» y que parece arrancado de una égloga virgiliana o de un lienzo del francés Watteau, que se distinguió por sus maravillosos cuadros, en los que reflejaba el paisaje con todo el natural colorido. Desde los tiempos de que tienen noticia las personas más ancianas del pueblo —sabido es que estas cosas en Jerte son producto de tradición oral— se recuerda que el Cristo haya salido en procesión seis veces. Las dos primeras por enfer­ medad del mildeu en las parras —la segunda vez que sa­ lió por esta causa lo recuerdan los viejos de la localidad— ; por la sequía otras dos veces; al terminar la Cruzada de Li­ beración Nacional, por la primavera de 1939, y con motivo de unas misiones, en la primavera de 1951, siendo emocio­ nantes las muestras de fe del vecindario en estas salidas. No se recuerda que haya habido riña ni hechos sangrientos en ninguna fiesta del Cristo. Quedaría incompleto este capítulo si no incluyésemos ín­ tegra la letra del «Ramo» del Cristo del Amparo: 224


A l entrar en esta ermita el 'permiso pediremos a la señora justicia y a la gente de este pueblo. I Rey coronado de espinas, clave por dentro imperial el estandarte real en la Cruz santa y divina. Vuestras heroicas insignias te aclaman restaurador. Santo Cristo del Amparo, sednos propicios, Señor. II Mil laudes y bendiciones os repiten sin cesar en la tierra y en el mar y en las empíricas regiones. Castas las dominaciones y repita el pecador: Santo Cristo del Amparo, sednos propicios, Señor. III Amparo contra la muerte, amparo contra el infierno, gran amparo y triunfo eterno se cantará eternamente dándote muy reverente gloria, alabanza y honor. Santo Cristo del Amparo, sednos propicios, Señor. IV Tú rompiste las cadenas del antiguo cautiverio y al usurpador soberbio con su suerte lo encadenas.


Vuestras dolorosos penas os hacen libertador. Santo Cristo del Amparo, sednos propicios, Señor. V Gracias, bienhechor piadoso, gracias consuelo del triste, gracias, pues nos redimiste en un caudal tan costoso, caudal santo y misterioso, precio de amargo valor. Santo Cristo del Amparo, sednos propicios, Señor. VI A la enmienda pecadora está pidiendo Jesús fidelidad, gratitud, correspondencia y amores para estimar tus favores esta es la prueba mejor. Santo Cristo del Amparo, sednos propicios, Señor. VII Ayudadnos a salir de este mundo con victoria y a vuestra celestial gloria y allí siempre repetir gloria, alabanza y honor. Santo Cristo del Amparo, sednos propicios, Señor. VIII Angel que llevas el Ramo llévalo con devoción, que le libre de las quintas y de toda tribulación Los tres Reyes de Oriente 226


te ofrecieron oro y mirra y nosotros te ofrecemos el Ramo, roscas y cintas, \porque la piedad aumente y triunfe la religiĂłn. Santo Cristo del Amparo, sednos propicios, SeĂąor.

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CAPITULO XXX

Portezuelo: LA TRADICIONAL OFRENDA A LA VIRGEN DEL ROSARIO Por su situación geográfica, por su esplendoroso pasado, por el importante papel que juega su castillo árabe —le­ vantado hacia el siglo ix en la orilla derecha del Tajo, sobre una sierra en el camino Cauria Alconétar y cuya silueta g i­ gantesca destaca majestuosa en el horizonte a muchos ki­ lómetros de distancia— por su bella campiña, por sus fiestas típicas, por sus costumbres ancestrales, leyendas y tradicio­ nes, la villa de Portezuelo ofrece el mayor interés a quien se acerque a ella ávido de penetrar en sus arcanos, en su secreto y de informarse del lento transcurrir de su exis­ tencia. La histórica localidad de Portezuelo —su fortaleza fue cabecera de una rica Encomienda de la Orden de Alcán­ tara, la de la Venera de la Cruz Verde— tuvo el raro pri­ vilegio otorgado a su Ayuntamiento por el César Carlos V de «poder examinar y expedir sus correspondientes títulos a los maestros de cualquier oficio mecánico, que podrían ejercer en todos los pueblos de la nación, e impedir que lo ejerciesen otros que careciesen de igual autorización». A continuación, vamos a exponer una estampa tradicio­ nal de la devoción y costumbrismo de Portezuelo. El día 15 de agosto se celebra la festividad de Nuestra Señora y, durante la misma, la tradicional ofrenda a la Virger del Rosario en el pueblo alto-extremeño, en la que las mozas llevan a Nuestra Señora los frutos de los campos y bailan el castizo «ti-ru-rí», que inician las mujeres ca­ sadas. La ofrenda consta de dos partes, las cuales transcribi­ mos fielmente: 229


Portezuelo.—Vista

del castillo. Parte

oriental. (F. Gregorio

Gallego

Cepeda.)


Por la tarde, se verifica la procesión de la Virgen y en el cerco de ésta, al llegar a la plaza Mayor, donde ha sido instalada una parada para la Virgen, rodeada de una mesa para depositar las ofrendas y unos bancos para el clero y autoridades, tiene lugar la ceremonia de la ofrenda indi­ cada. Se coloca la Virgen en la peana. El pueblo hace alrede­ dor un amplio corro silencioso y lleno de respeto. Al aire suben los cohetes cual saetas de fuego. Rompe el tambor su música plena de monotonía y un halo de fervor y recogimien­ to se adueña de todos al entrar en el corro las prioras ata­ viadas con el típico traje regional, cubierta su cabeza con la mantilla negra, corta y bordada con abalorios relucientes. Llevan en la mano derecha una vela. Se dirigen a la Virgen, haciendo cada tres pasos una reverencia y al llegar a sus pies se arrodillan y depositan en las andas su ofrenda. Se coloca cada una a un lado de la Virgen en guardia amo­ rosa. Comienza el desfile de oferentes. En parejas van las mozas —ataviadas con sus galas arcaicas— dando al con­ junto una colocación pintoresca. Sobre la cabeza, una rodi­ lla galana con coletas de lazos y apoyada en ella su cuar­ tillo rebosante de trigo. Van, poco a poco, acercándose a la Virgen y ante Ella hacen tres genuflexiones en un verdadero prodigio de equilibrio. A Iq s mismos pies de la Señora, unos mozos les quitan las cuartillas y vacían su contenido en costales maquileros. Detrás va una pareja de mozas repi­ tiendo la ofrenda, cada una con el producto de su cosecha. Así, hasta que todas han cumplido su promesa de llevar a la Virgen su obsequio, que ¡cuántas veces encerrará la más bella poesía de la gratitud y el más tierno encanto de una súplica juvenil y, quien dice juvenil, dice amorosa! Una vez terminada la ofrenda, se organiza nuevamente la procesión y se devuelve la Santísima Virgen a la iglesia. Después, todo el vecindario retoma a la plaza. Sentados el párroco y autoridades tras la mesa que sir­ vió para las ofrendas, se convidan todos con dulces y pon­ che y da principio la «Danza de la cera o de las velas». Abierto un amplio corro —lo mismo que ocurrió en las ofrendas— toca el tamborilero la antiquísima música del «Ti-ru-rí» y salen dos mujeres casadas a romper el baile. Este rito de ser precisamente dos casadas las que rom­ pen el baile —sin que nadie en absoluto pueda interrum­ pirlo hasta que acaba— supone una simbólica ceremonia 231


de iniciación para las prioras — que son mozas solteras— las que permanecen a la espera con la vela en la mano hasta el momento en que las primeras danzadoras termi­ nan el baile inicial. Finalizado éste, las dos prioras —sin soltar las velas que llevan cogidas con un pañuelo de en­ caje— salen despacio, ceremoniosamente, al medio del co­ rro, van hacia la mesa, donde en una bandeja depositan unas monedas y comienzan las danzas acompañadas de mozos que, al son del tambor, bailan el célebre «ti-ru-rí», baile aborigen de Portezuelo, que, además de su bello y encendido colorido localista y regionalista, tiene un sabor ancestral, pleno de efluvios celtibéricos, recargado con simbólicas entonaciones heroicas que recuerdan los singu­ lares romances de las voces de gesta. Es una pena que sólo se haya conservado la música de esta interesantísima manifestación folklórica. Esa música tierna y jugosa, nostálgica y racial, debió gastar canciones sencillas y heroicas, acordes con su sentido místico y gue­ rrero, notas que afloran del substrato psíquico de esta raza extremeña, recia y austera, noble y sencilla que supo crearlo. Antiguamente las prioras iban vestidas de negro. El pelo lo llevaban suelto y prendido en él manojos de flores. Ahora usan el traje típico regional de sayas y pañuelos de colores. La mañana de la fiesta, las mozas recorren el pueblo bailando al son del tamboril y mientras tanto, mu­ jeres casadas piden limosna en las casas, entre baile y baile. Es justo mencionar aquí al poeta y entusiasta investiga­ dor don Gregorio Gallego Cepeda, que durante tantos años ejerció su misión docente en Portezuelo.

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CAPITULO XXXI

Almaraz: DANZAS Y BAILES EN LA FIESTA DE SAN ROQUE Asentada en la antigua región vetona, en una pequeña hondonada a la derecha del Tajo, la villa de Almaraz for­ mó el mayorazgo de su nombre por obra de Blasco Gómez de Almaraz. El rey Enrique III confirmó el mayorazgo en 1393 a Diego Gómez de Almaraz, que se había distinguido nota­ blemente en su servicio y en el de su padre Don Juan I. Después, Almaraz perteneció a la casa de Monroy, que poseyó el Condado de Oropesa, refundido en la casa del Duque de Frías. En el castillo de Almaraz se alojaron el Marqués de Mina —General en Jefe de las tropas aliadas en favor del Archiduque de Austria, pretendiente de la corona de E s­ paña en la Guerra de Sucesión— y el Rey Felipe V. Notable es en Almaraz su iglesia parroquial de San An­ drés, con fachada renacentista que data de 1557. Durante la Guerra de la Independencia los arrasadores soldados de Napoleón dejaron triste huella en su paso por la localidad cacereña, que perdió los archivos parro­ quial y municipal. A cuatro kilómetros de la localidad hállase el famoso puente sobre el río Tajo, del que dijera el viajero y escritor don Antonio Ponz, autor de la obra «Viaje por España», que logró gran celebridad, que «era comparable a las fábri­ cas más magníficas en esta línea sin excluir las mayores que hicieron los romanos». Esta obra ha sido justamente ponderada por no pocos viajeros. Debido a Pedro de Uría, arquitecto y lego domi­ nico, presenta las armas imperiales y de la ciudad placentina que la costeó. Habiendo sido destruido, en parte, en 1809, en la Guerra de la Independencia por el General 233


Almaraz

de Tajo.—Vista, con la iglesia

parroquial de

San AndrĂŠs al fondo


Cuosta para impedir el paso del río al General francés Marian, más de tres años se tardó en reconstruir el arco roto. Aquí tuvo su origen la conocida leyenda: «Almaraz, Alma­ raz, si te caes no te levantarás, y si te levantas no como estás». El arco en cuestión quedó cerrado en 1845. El puente de Almaraz contribuyó a convertir la locali­ dad en un punto singularmente estratégico y así reconoci­ do por los Generales que operaron por esta parte de la Península. El puente de Almaraz ocupa puesto sobresalien­ te en el pasado de Extremadura. Expuestos los antecedentes históricos de Almaraz, que sirven de entrada a este trabajo, nos ocuparemos de una fiesta de marcado sabor popular, en la que vibra de sana alegría la villa cacereña. En la fiesta del Santo Patrono, en la que se baila una danza con palos en honor del mismo, los bailarines o dan­ zantes —dirigidos por el denominado «Danzante de Alma­ raz»— dibujan figuras al compás de la música, trenzando y llevando el ritmo, chocando unas varas o palitroques que llevan en la mano, de forma análoga a los espatadanzaris vascos. La fiesta se celebra en honor del Santo Patrón del Pue­ blo, San Roque, el día 16 de agosto. Antiguamente se organizaban los bailes y danzas. Hace bastantes años se reanudaron nuestros bailes, que habían quedado como si dijéramos olvidados. En la actualidad, las fiestas se concretan a solemne función religiosa, aparte de los actos públicos de bailes, etc. La típica danza y baile a que nos referimos eran pre­ parados y dirigidos por el titulado «Maestro», dirección que durante muchos años corrió a cargo de un artesano vecino de la localidad, el «Danzante de Almaraz». Muerto éste, los bailes fueron dirigidos por uno de los propios ac­ tuantes. Pero veamos la descripción que hace del traje del «Dan­ zante» el escritor folklorista tan autorizado como Manuel García Matos: «El «Danzante de Almaraz» remeda el coselete con un pañolillo de colores adosado al pecho, la haldeta, con unas antigüillas de puntillas: las guerridas, con simples medias blancas. En lugar de casco o yelmo se toca con una cinta o pañuelo, que, al fin y al cabo, era en Grecia emblema militar honorífico o en todo caso imita la cinta que los jóvenes helenos usaban para tener recogido el cabello. Bajo 235


la haldeta luce un calzón negro, ajustado, que le llega de la rodilla y esto porque, naturalmente, el concepto moral de hoy no consentiría el lucir desnudos los muslos como lo hacía el soldado de Grecia». La danza la verifican cinco parejas de individuos ves­ tidos con el típico «Corpiño», calzón, medias y zapatillas, con cintas que tienen el color asignado a cada pareja. Esta danza es ejecutada usando cada «danzaor» dos palos de unos cincuenta centímetros de longitud, especialmente preparados y al compás de una música producida por una flauta y tambor, tocados ambos instrumentos por un mis­ mo individuo, las cinco parejas forman dos filas de a cinco y dándose la cara comienzan a danzar tocando los palos unos con los otros y al son de cantares que se titulan «Las palomitas», «Tengo el zapato roto», «A los vuelos de una garza»; «Mi padre es francés», etc. Para finalizar, ejecutan un baile que consiste en lo si­ guiente : Al extremo superior de un palo de unos tres o cuatro metros y medio de altura —objeto que puede manejar un hombre fácilmente— se sujetan tantas cintas de color —de unos tres metros todas— como individuos son, cogiendo cada uno de éstos una cinta por la parte inferior, mientras un hombre sostiene el palo del que penden las cintas, y al son de la misma música que usan para los palos, comien­ zan a bailar la jota, formando una circunferencia alrede­ dor del palo, utilizando castañuelas, entremezclándose unos con otros, de tal manera que las cintas se van tejiendo en el palo del que están colgadas, formando una combinación de colores que desean los actuantes que casi siempre te­ jen la bandera nacional. Para ello, los cinco individuos lle­ van cintas coloradas y los otros cinco restantes, amarillas. Para destejer lo hecho comienzan a bailar nuevamente, dando cada individuo las vueltas en sentido contrario a la vez anterior y entremezclándose también a la inversa de como lo hicieron antes, quedando, por tanto, el palo limpio de todas las cintas. Esta es una estampa más de la variada gama que en este orden brinda la Alta Extremadura a la admiración de propios y extraños en una fiesta de íntima y acentuada fibra localista como es la que se verifica en la villa de Al­ maraz en honor de su Santo protector, San Roque. Mucho debe la villa de Almaraz al presbítero y publi­ cista don Vicente Hernández y por esto lo citamos. 236


CAPITULO XXXII

Berzocana: LAS FIESTAS DE LOS SANTOS La Real Villa de Berzocana ■ —perteneciente al partido judicial de Logrosán y diócesis de Plasencia— se encuen­ tra situada en las estribaciones de las abruptas sierras de las Villuercas. Su paisaje es, por tanto, escarpado y ás­ pero, propio de sierra. Tiene un agua fina y delicada. En su suelo se producen cereales, toda clase de frutas y, entre las plantas indígenas, el brezo es de las más representati­ vas; por eso es opinión muy generalizada en el pueblo de que el origen de la palabra Berzocana se debe al hecho de haber aparecido los restos de los Santos Fulgencio — a ello obedece que se llame Berzocana de San Fulgencio— y Flo­ rentina en la localidad junto a un «brezo cano». (El brezo más corriente tiene la flor lila y es raro un brezo con la flor blanca.) No es admisible esta etimología, ya que, en algunos escritos antiguos, aparece el nombre de Berzocana registrado en fecha anterior al de la aparición de estas veneradas reliquias. El origen de Berzocana es antiguo, aunque no histó­ rico: en esta sierra hay pinturas rupestres en las llamadas «Cuevas de los Morales», «Cuevas de los Caballos» y en otra intermedia, con lo cual puede suponerse habitada esta comarca por el hombre primitivo. También, al hacer los hoyos para la plantación de una viña, se hallaron sepulturas y útiles antiguos, tales como una piedra redonda que denominaron «molinera», usada para moler el trigo. En el camino de Garciaz, y como a unos 15 kilómetros de Berzocana, encontraron en la dehesa «Caballerías», una 237


lápida sepulcral, de granito, cuya inscripción latina fue copiada, en la traducción que de ella hizo don Clodoaldo Naranjo, presbítero que fue de Trujillo y docto historia­ dor, ya desaparecido, venía a decir algo así como que un tal Nigrinus se la dedicaba a un tío, o a la inversa, situán­ dola o fechándola «versus canus» hacia el lugar o pose­ sión de los Canos. El señor Naranjo opinaba que pudiera ser este «versus canus» la etimología de Berzocana, ya que dicha sepultura estaba en el camino hacia Berzocana y fi­ gurar bastante extendido el apellido Cano. Esta lápida la emplearon —partida en dos trozos— como piedras bases en la campana de una chimenea en una casa de dicha de­ hesa. Próximo al lugar de esta sepultura hay dos eminencias del terreno, restos de dos campamentos romanos, que se llaman «Plaza de Zahornil» y «Plaza de Castrejón». Como resumen de esto es de presumir que en la denominación romana debía ser éste ya un lugar de alguna población. Cuenta la tradición que en la invasión árabe, los cléri­ gos de Sevilla, huyendo hacia el norte, transportaban las reliquias de los Santos Fulgencio y Florentina y la imagen de la Virgen, que el Papa San Gregorio regaló a San Lean­ dro, y que estaban en el panteón familiar en la iglesia de San Juan Bautista de La Palma. Al pasar por Berzocana, y en la fragosidad de esta tie­ rra, quedaron enterrada el arca de piedra de alabastro en que estaban las reliquias de los santos, y en Guadalupe, la imagen de Santa María. Transcurrido el tiempo y cuando el Señor dispuso, apa­ recieron de este modo: se encontraba arando su finca un labrador, y al pasar el arado por un sitio, se arrodillaron los bueyes que llevaba, porque la reja enganchó en algo que les impidió seguir; tuvo entonces que descubrir el mo­ tivo, viendo que se había introducido en una argolla de hierro que estaba sujeta al arcón de piedra. Dio cuenta a las autoridades, y éstas descubrieron las referidas reliquias, que, con toda solemnidad, fueron tras­ ladadas a la iglesia parroquial y colocadas tras una verja de hierro en el presbiterio, al lado del Evangelio. Se celebra con fiesta propia la aparición de los Santos en el 26 de octubre. En el interior del arca se encontraron las dos calaveras y bastantes huesos grandes, un velo y un peine de Santa Florentina, tierra y granos de trigo; 238


también se cree que había papeles escritos, pero no se con­ servan en la actualidad. No se sabe con certeza el año en que tuvo lugar, pero se supone fue en el siglo xm. Desde entonces han obrado muchos milagros que fueron recogidos en documentos del archivo parroquial y en el «Libro de los Milagros», siendo patronos de la villa. San Fulgencio es, además, patrono de la diócesis de Plasencia. Berzocana fue antiguamente aldea que dependía de Trujillo. El Emperador Carlos V concedió a esta localidad el titulo y privilegio de Real Villa, por haber contribuido con armas y dinero en la memorable batalla de las Navas de Tolosa primero, y en las de Granada, después. El pre­ ciado galardón se conserva en el archivo municipal. En el reinado de Felipe II, la ciudad de Murcia promo­ vió pleito para llevar a su catedral las reliquias de los San­ tos. alegando que eran de allí originarios y que en la igle­ sia de Berzocana no recibían el culto y veneración debidos. Defendieron los habitantes de la villa la custodia de dichas reliquias con toda entereza y devoción, siendo ayu­ dados por el Obispo, la Comunidad de Guadalupe y la ciu­ dad de Trujillo. Falló el Rey, mandando que llevasen a El Escorial cuatro huesos grandes, y dos para Murcia, y otros dos para dicho monasterio, y que en la iglesia de Berzocana se les erigiese una capilla, todo lo cual se hizo de modo que en el siglo x v i i , se terminó la capilla de los San­ tos. Cuatro son las fiestas que durante el año se celebran en Berzocana en honor de sus Santos patronos: la suyas propias, que son San Fulgencio, el día 16 de enero, y Santa Florentina, el 14 de marzo; la aparición de los Santos, el 26 de octubre y, por último, consignaremos las fiestas por antonomasia, que se conocen por las fiestas de los Santos, que tienen lugar el último domingo de agosto, y de las cua­ les haremos una sumaria descripción. Existe en la villa la Cofradía de los Santos, encargada del servicio de su capilla, así como de la organización de las fiestas y administración de cuentas, siendo en la Her­ mandad los principales cargos los de mayordomo, alcalde, cofrades y alguacil. Cada dos años se renuevan estos car­ gos; tienen la obligación de desempeñarlos todos los veci­ nos de la villa, ya que todos —por voto del Ayuntamiento en representación del pueblo— se comprometieron a ejer­ cerlo. 239


En la semana que antecede a las fiestas —días domin­ go, martes, jueves y sábado— , en la puerta de la casa del mayordomo, a primera hora de la noche, se cantan las co­ plas de los Santos, que recopiló un oficial del ejército, na­ tural de Cabañas, que se transcriben al final del capítulo; el acto es presidido por el cura párroco y mayordomo; re­ unidos a la puerta y con la venia del párroco, cuatro mu­ jeres cantan las coplas. Tienen para ello un cuaderno en el que están escritas, y se acompañan con dos panderos de cuero de forma cuadrada. El domingo de las fiestas, se empieza por una misa solemne; la iglesia se exorna con sus mejores galas; de­ lante del altar mayor se ha preparado un altar especial en el que se colocan las reliquias de los Santos, que se ve­ neran en una artística arqueta, regalo del Rey Prudente, y cobijado todo ello por un precioso baldaquino o dosel de seda de color encarnado. (En Berzocana existe la costum­ bre de tocar a las reliquias diversos objetos: medallas, ro­ sarios, etc., también roscas de pan y hostias, con lo que se tiene la misma devoción que con el agua de Lourdes). Precede a la misa una solemne procesión con las re­ liquias, la arqueta se transporta sobre andas; en dos reli­ carios de plata sobredorada van los cráneos y el de Santa Florentina contiene, además, el peine que usara, y en otro estuche el velo de la misma. La misa suele ser de diácono, dándose a venerar las reliquias al terminar, como en todas las misas si son con los santos abiertos, o sea, si se ha di­ cho con exposición de reliquias. Terminada la misa mayor, un sacerdote, con roquete y acompañado por dos cofrades que portan bastones —insignia de su cargo— lleva una re­ liquia y recorre las casas de los enfermos que han avisado para dárselas a besar; éstos acostumbran a entregar luego una limosna a los cofrades. Por la tarde —a las cuatro, aproximadamente—- se ve­ rifica el acto conocido con el nombre de «El Ramo»; en la casa del mayordomo se ha revestido con hiedra y ver­ de vegetal un palo de unos dos metros y medio de longi­ tud, que tiene a su vez algún palo pequeño clavado para que se le pueda llevar con comodidad y agarrarse mejor al revestimiento y adornos con cintas; lo que lleva como ob­ sequio: uvas, palomas, roscas de pan y, en la parte supe­ rior, una vela encendida. Todo ello significa los obsequios que el pueblo hace a sus Santos, que son los que quiere ofrecer y de los cuales éstos son una representación. 240


A la hora de «El Ramo», y con solemnidad, salen con él el cura, mayordomo, cofrades y pueblo que quiera acom­ pañar; se dirigen a la iglesia cantando las coplas de este acto que continúan indefinidamente en el interior de la igle­ sia, dando vueltas porque se acostumbra ir a coger «El Ramo». Un cofrade porta verticalmente «El Ramo» en esta pro­ cesión, y mientras dan vueltas en la iglesia, las familias van a cogerse a él; para ello le cogen por las hojas de la hiedra, y, asidos a él, le acompañan hasta que después de recorrer unos diez metros, aproximadamente, hacen alto y uno de los cofrades dice en voz alta: «otro devoto y devo­ ta». Entonces, el jefe de familia entrega a un cofrade, que lleva una cesta, la limosna que quiera. Y así, hasta que no queda nadie en la iglesia que no haya ido «a cogerse». Tan pronto como un cofrade lleva «El Ramo» las fa­ milias van cogidas a él; acompañan el cura, mayordomos, alcalde, cofrades y mujeres que cantan. En tanto, en el coro se cantan vísperas y, en el Presbiterio, otro sacerdote da a besar las reliquias. Después se hace la novena que en honor de los Santos se ha venido realizando, y, por último, la reserva de las reliquias en la capilla, donde están encerradas con cerra­ duras de dos llaveros diferentes. Al anochecer, en la Plaza Mayor, se celebra el Oferto­ rio, como generalmente se efectúa en toda Extremadura. Presiden las autoridades; se nombran madrinas a tres se­ ñoritas de la localidad que lucen el traje típico, para que inicien y terminen el baile del Ofertorio. También se de­ signan tres padrinos que tienen la obligación de llevar el paso del mismo, invitando a bailar a las mozas que allí están viendo el Ofertorio que, como en todos los sitios, no es más que la subasta de los ofrecimientos diversos que el pueblo ha hecho en especie. El baile dura hasta que ter­ mina la subasta. Algo varía esta subasta de los pueblos de unos a otros en la forma de hacerla. En Berzocana salen los cofrades a ofrecerla a quienes quieran comprarlas, pre­ gonando: «A tantas pesetas, tal cosa y vale más». De este modo venden todas las especies. El baile se prolonga con este propósito; los padrinos tienen, cada uno, un tenedor con una manzana en él prendida y en la manzana una mo­ neda de plata metida; con estos adminículos invitan a bai­ lar a las mozas y con la música de un acordeón bailan las 241 16


movidas jotas extremeñas. Por ello este baile se denomina «El baile de la manzana». Terminado el Ofertorio, la Cofradía invita a las autori­ dades allí presentes a una copa de vino y después de com­ probar los ingresos obtenidos se da por finalizada la fiesta religiosa. AI día siguiente continúan los festejos profanos, que suelen variar de unos años a otros, ya que no poco influ­ yen los ingresos obtenidos en el año que, como proceden de productos agrícolas y ganaderos por las características del pueblo, fluctúan mucho. Bien sabido es que el humor para la diversión depende de la salud económica. Las capeas y toros en la plaza pública son los números más importantes de los festejos populares. Podría añadirse que constituyen momentos de auténtica algazara, plenos a la vez de intenso dramatismo, ganados en el trabajo, en el incesante trajinar del año. COPLAS A los Santos gloriosos Fulgencio y Florentina, Patro­ nos de la villa de Berzocana, cuando en el día de sus fies­ tas —-último domingo de agosto— se les lleva la ofrenda en nombre del pueblo, que vulgarmente se dice «El Ramo». Dedicadas a mi dignísimo párro­ co, don Policarpo Barco Andrés. Ber­ zocana, 3 de septiembre de 1895. Lo­ renzo Sánchez González. Para empezar a cantar las coplas de nuestros Santos necesitamos la Gloria de Jesucristo Soberano. Para empezar a cantar la licencia ya tenemos, que nos la dio Florentina, y su hermano Sam Fulgencio. Coged, mozos, ese Ramo, se lo iremos a llevar a Fulgencio, a Fulgencio y Florentina con entera voluntad. 242


En la picota del Ramo hay una vela encendida que va alumbrando a San Juan, a Fulgencio y a Florentina. A la iglesia caminamos si hay quien nos quiera seguir a despertar a San Juan que se ha empezado a dormir. A la iglesia caminamos si hay quien vaya con nosotros a presentar este Ramo, a nuestros Santos gloriosos. Las campanas se repican a tan amorosas salvas, a regocijo que vienen los Santos a Berzocana. La ConcepciĂłn a la entrada, San Miguel a la salida, y en el medio del lugar San Fulgencio y Florentina. Dulce nombre de JesĂşs que en el medio resplandece, arriba, Virgen del Puerto y a los lados dos claveles. Sois de sangre tan ilustre y de pimpollos tan aĂąos, que merecisteis el ser cuatro hermanos todos Santos. De Cartagena vinieron San Fulgencio y Florentina. De Cartagena vinieron, a reinar en esta villa. De Cartagena vinieron San Fulgencio con su hermana. De Cartagena vinieron a reinar en Berzocana. 243


Por la pérdida de España, huyendo de la tiranía, los trajeron a esta tierra los clérigos de Sevilla. Detrás de un ”berezo cano”, como se ve en su capilla, depositaron gustosos aquestas santas reliquias. Cerca de seiscientos años estu/vieron escondidos hasta que el Señor dispuso que fuesen aparecidos. Antes que se apareciesen muchos milagros hacían, según dicen los papeles que en el archivo tenían, Recogieron sus papeles, dieron la vuelta a Sevilla, recogieron sus caudales que moros los destruían. Siempre Guadalupe quiso en llevarse a nuestros Santos, mas por alta providencia siempre le han sido excusados. Mas por ver su desengaño, una vez que lo intentó, siendo la m itad del día al instante anocheció. De Murcia la catedral llevárselos intentó, mas la Alta Majestad de nuestro rey lo estorbó. Para sentenciar el pleito llegó a las mü y quinientas, Trujillo lo defendió y el Cabildo de Plasencia.


Envió el Rey una carta para aquesta ilustre villa, que para aplacar el pleito le manden cuatro canillas. Y a los dos de cada uno a Murcia les envió, a las dos que le quedaron en su Santuario entró. San Juan, bienaventurado capitán de aquesta calle, tended Señor la bandera y revoladla por el aire. Cuándo será mi llegada a dar vista al cementerio donde está San Juan Bautista dando vista a todo el pueblo. Dadnos licencia, Señor, para entrar en lo sagrado donde está la Virgen pura que la llaman del Rosario. Dadnos licencia, Señor, para entrar en vuestra iglesia, digo que se la daréis, a quien serviros desea. Aquí me voy a poner por ver si la veo entrar a quien deseo servir con entera voluntad. A la entrada de la iglesia reparad bien con cuidado veréis armas y banderas de la Virgen del Rosario. Bajo el coro de la iglesia un divino memorial, la concepción de María, sin pecado original. 245


A Fos; Sagrada María, a vuestro esposo José os damos el parabién del ministerio de este día. Una misa os ofrecemos por las ánimas benditas, ¡Oh, mi Dios! y quién pudiera ofrecerlas infinitas. ¿Oh, Cristo de la Salud! lucero resplandeciente, te venimos a pedir la gloria principalmente. Con la azucena en la mano el bendito San José, con la azucena en la mano y ai otro lado el clavel. Sois carpintero real, y del gran taller de amor habéis pintado un retablo para la iglesia mayor. A la Sta. Santa Ana la daremos buenos dáas, que mire por sus devotos y por esta ilustre villa. Pelícano soberano que estáis con tanto primor, te están sacando la sangre tus hijos del corazón. Dios les dé su eterna gloria a los que solicitaron el pedir una limosna para hacer este retablo. Día del Señor San Pedro, y con la ayuda de Dios, pusieron este retablo el año de... treinta y dos. 246


Para hacer esta capilla, ni Rey ni Obispo ayudó porque aquesta ilustre vüla todo siempre lo cumplió. En medio de este retablo hay una urna metida con los huesos y cabezas de Fulgencio y Florentina. Para trasladar los Santos vino a su colocación el Concejo de Trujillo, de Guadalupe, el Prior. Más de treinta religiosos trajo consigo el Prior, con más de treinta vasallos para hacer esta función. El Prior de Guadalupe mandó cuatro practicantes para que en esta función les asistan vigilantes. Buena será mi llegada a dar vista ai Precursor, donde está el divino trono puesto en el altar mayor. ¿Cuyo es aquel aposento que está en el altar mayor?, es del Hijo de María donde se encierra el Señor. Detrás de aquella cortina y de aquel velo morado está la esencia divina y el Señor de lo criado. Detrás de aquella cortina y de aquel velo de flores está la esencia divina y el Señor de los señores.


Reliquias de San Fulgencio y de Santa Florentina, dad victoria en este lance a esta sierva tan indigna. Con las colgaduras nuevas, oh, qué lindos parecéis, San Fulgencio y Florentina una rosa y un clavel. E ste Ramo os ofrecemos todas las de nuestro igual, que quisiéramos que fuera más que fuera este lugar. Aunque corto es lo que ofrecemos, recibid aquesta ofrenda, pues es una dulce prenda del amor que procedemos. Si te vieses en la cama muy malo y muy enfermo, llega con mucha humildad a Florentina y Fulgencio. Eres un clavel morisco, eres wn fino coral, tienes el mundo en la mano y una esmeralda real. Virgen pura singular, a tu altar hemos llegado sólo a hablar vengo con vos un ratito deseado. ¡Oh, que rato de alegría! donde el alma se recrea, el primer requiebro sea un Dios te salve, María. Virgen pura singular entre todas fuisteis sola, echadnos la bendición y llevadnos a la Gloria. Aquí está San Juan Bautista, con el corderito al pie, acompañando a María y al bendito San José. 248


San Juan le llaman él Santo el más llegado de Dios, ¡Jesús!, qué dicha tan grande tan gran Santo por patrón. San Pedro y San Agustín y San Antonio en el medio, que el Cristo de la Victoria tenéis al lado derecho. Al niño de San Antonio le pedimos en favor que nos lleve a la su gloria y nos dé su bendición Perdonad, Santos benditos, que no hemos tenido gracia para serviros con ella y daros las alabanzas. ¿Dónde pondremos el Ramo que esté bien arrecadado?; entre estos Santos benditos y el Señor de lo criado. Echadnos la bendición. San Fulgencio y Florentina echadnos la bendición que nos vamos de esta villa. Hinquen todos la rodilla a adorar el Sacramento, nos eche la bendición que nos vamos de su templo. Qué buen colofón de este capítulo la cantinela A l párrucw de esti pueblu le debemos dar vun vítor, que ha consentío las fiestas de nuestrus Sanius Benditus.



CAPITULO XXXIII

Santiago de Alcántara: COSTUMBRES TIPICAS Y FOLKLORE Cerca y al Sur del río Tajo, al final del promontorio de­ nominado de la Sierra de Carbajo, en la margen derecha de la ribera Aurela, frente a la plaza portuguesa de Caste11o Branco, a 32 kilómetros de Valencia de Alcántara, ca­ becera del partido judicial y a 96 de la capitalidad de la pro­ vincia, se levanta el pueblo de Santiago de Carbajo, que recientemente adquirió la denominación de Santiago de Al­ cántara. A petición de la Alcaldía y Hermandad Local de Labra­ dores y Ganaderos, Santiago de Carbajo pasó a denominar­ se Santiago de Alcántara, motivado por los antecedentes his­ tóricos; el pueblo cacereño perteneció al antiguo Priorato de Alcántara. La resolución de la súplica fue acordada en Consejo de Ministros celebrado el 24 de noviembre de 1960. Santiago de Alcántara —de terreno suave y ondulado— tiene como producciones principales cereales y aceite, sien­ do también su queso muy estimado. Posee una hoja de oli­ var que, por su suelo y calidad de frutos, es lo más rico en rendimiento de la provincia, ya que el término medio es de un 23 a un 27 por 100. Cuenta con yacimientos de aguas termales en la vertien­ te del Tajo, el manantial conocido por «La Geregosa». La ribera Aurela, que baña el término municipal por su parte Sur, sirve de límite con la cabeza del partido judi­ cial. A unos 200 metros de la carretera de Valencia de Alcán­ tara se encuentran las ruinas del histórico castillo de Maimonda en la finca denominada «El Esparragal». en 1600, Santiago de Carbajo —que estuvo afecto a la 251


Orden Militar de Alcántara, a la que perteneció— se llamaba «Lugar de Santiago». Durante el reinado de Felipe IV el lugar ofreció al monarca «nueve cuentos de moros porque se le declarase exento de Valencia; pero habiendo acudido esta v. a pujar con cuarenta y dos cuentos se negó la solici­ tud de Santiago». Hasta 1834 perteneció a Valencia de Al­ cántara; era considerado como un barrio de la misma. En virtud de disposiciones posteriores se declaró emancipado, pero conservando la comunidad de pastos. La antiquísima ermita de Santo Domingo de Carbajo fue destruida y recientemente transformada, siendo utilizada por el Servicio Nacional del Trigo. Perteneciente a la Diócesis de Coria-Cáceres, la iglesia parroquial de Santiago está dedicada a Nuestra Señora de la Consolación. Santiago de Carbajo comprende la antigua Encomienda del Esparragal con los restos del pueblo del mismo nombre. Previo informe de la Real Academia de la Historia, en septiembre de 1960, fue aprobado el escudo heráldico del Municipio, que consiste en la cruz de Alcántara (plata); destrocera de plata saliendo del cantón siniestro del Jefe del Escudo y al timbre, Corona Real. Hecho el somero estudio precedente de Santiago de Carbajo por lo que respecta a sus antecedentes históricos, pro­ ducciones y datos de índole religioso-administrativa, vaya­ mos a la exposición de sus típicas costumbres —principal­ mente relacionadas con las bodas— y folklore. Ya cuando se acerca el otoño por las vísperas de la fies­ ta local del Santísimo Cristo de las Batallas —2 de septiem­ bre— el párroco da a conocer I q s próximos enlaces matriniales de feligreses, que —presentes unos y ausentes otros— desean recibir el Santo Sacramento a los pies de la bendita imagen que los vio nacer y bautizar. Con frecuencia se oye a los que regresan de veraneo de­ cir que en tal ciudad o pueblo asistieron a un lunch q gua­ teque y otras zarandajas dialectales por el estilo; que co­ mieron esto o lo otro y lo que ni ellos mismos saben. ¡Po­ bres ellas y pobres ellos!, ya que —por su ausencia de la localidad— no gozan de los preludios de las bodas en los que la tarde antes, todo el vecindario se pone en movimiento para ver la «frenada» u ofrenda que hace el novio a la que va a ser su Eva durante toda su existencia. Y cómo miran y cuentan las «comadres» todo lo que en los tableros se «portea», por las más gentiles y bellas, las 252


más guapas mozas, caminando de tres en tres y muy atavia­ das. La cosa no es para menos. Las tres primeras llevan la carne, pero ¡qué carne! «¡Vaya machos!», exclaman los mo­ zos, sin mirar para arriba, pues —a pesar de la manifesta­ ción— sus ojos se van tras las porteadoras, ya que ellas en­ tre sí van comentando y pidiendo a San Antonio que su acontecimiento llegue pronto. Las seis siguientes llevan el riquísimo pan blanco, con algún que otro tablero repleto de golosinas, intercalando dulces fabricados por ciertas muje­ res de la localidad con especialidad bien acreditada. A continuación van las del arroz, los huevos, gallinas, gallos y hasta pavos — ¡cómo no!— y todo lo concerniente al aderezo de la gran comilona, incluyendo la sal, perejil, etcétera. Suele cerrar esta comitiva o desfile de exhibición una se­ ñora de edad y sin atavío, por si se mancha, que es la encar­ gada de transportar el purísimo aceite de los olivares santiagueños con el que ha de condimentarse la suculenta co­ mida. Hasta aquí los preliminares del trascendental paso en la vida por lo que respecta a la pitanza. En las primeras horas de la mañana del día de la boda I qs futuros desposados acuden a confesar y ya hay «coma­ dres» que están al tanto para verlos pasar y ver la cara que presentan. A las diez empieza el repique de campanas para que to­ dos los invitados y asistentes al acto se vayan preparando y acudiendo a casa de los contrayentes, donde —para ir abrien­ do boca— se les invita a una copita, dulces y los clásicos «chochos». Ni que decir tiene que los invitados concurren y se concentran en la casa por la que fue hecha la invita­ ción. El novio suele tener puntualidad para la ceremonia de la boda, pero ella... ¡ay de ella! El acto estaba señalado para las once de la mañana, mas son las once y media y el cura no ve el acompañamiento ni oye los acgrdes, por lo que transmite un aviso a través del monaguillo, quien va muy gustoso, porque conforme anteriormente se ha dicho, ya ha empezado el convite y, como es natural, es un invitado más. Al fin, sale el cortejo nupcial de la casa de la novia. Una verdadera muchedumbre luciendo sus mejores galas. En las esquinas, calles y plazas lo presencian grupos de curiosos, principalmente mujeres, las «comadres», a las que se les está quemando el cocidu y que aunque no están de boda es 253


como si lo estuvieran; ellas la gozan con su «tijera en ris­ tre». Los asistentes a la boda suelen entrar en la iglesia pa­ rroquial hasta que ésta se llena del medio para atrás, los que no lo hacen, se quedan en el atrio mablando y fumando, los hombres, claro es, ya que son los que se quedan fuera, pues como antes de salir de casa, el padrino y los hermanos, si los hay, han abastecido de tabaco a fumadores y no fu­ madores en honor del que rompe con el celibato, todos ha­ cen uso del excitante nicotínico. Terminado el sagrado acto, vuelve a formarse la comiti­ va a la salida del templo para dirigirse a la nueva morada de los contrayentes y, consiguientemente, vuelven a sucederse los corrillos en plazas, calles, esquinas y cañerías para ver pasar a la feliz pareja. Los vivas se suceden entusiastas y estentóreos en el trayecto, y las «comadres» entran en acción con cinta y tijera: «— ¡Ay, hermana, qué bien van, pero...», ha dicho con un «pero» muy expresivo una de ellas. Llegada al nuevo «nido». Aquí son exhibidas las ropas, enseres, adminículos y cachivaches útiles para el hogar, úti­ les unos, mas no todos. Algunos jamás serán usados, aun­ que han de gastarlos fregando cada sábado. Estos objetos no pueden faltar; de faltar alguno, sería motivo más que su­ ficiente para que saliesen comentándolo las de «la lengua larga». En una palabra, que sin pluma ni papel queda con­ feccionado el «inventario» con el infalible adagio: «Lo que no ve la boda no ve la novia». Muy cerca de la «oficina», alcoba, se sitúan los novios para recibir los obsequios, que, corrientemente, son en me­ tálico con el parabién o enhorabuena. Todos los invitados se dedican a observar los detalles; hasta el magnífico «nido» o lecho. Terminada la entrega de regalos, los jóvenes salen para el gran baile donde se divierte de lo lindo hasta el abuelo de la novia. Es costumbre que los nuevos consuegros o per­ sonas que hagan sus veces y acompañados por los coetáneos asistentes, recorran todas las tiendas de Baco existentes en la localidad, motivo para que -—al final del itinerario y hora de la comida— estén los ánimos más que alegres, mientras que las respectivas esposas presentan cara de matronas vie­ jas ante extranjera joven en la puerta de la aduana. Claro es que todo esto es momentáneo, porque cuando empiezan a servir las mesas y el tinto y el clarete —catorce grados— 254


comienza por «marcar» los manteles, las buenas amas cam­ bian de actitud y todos contentos. También existe la sana costumbre de que en estos ága­ pes de los enlaces se separen las edades; la prole es apar­ tada como en el cine, aunque en lugar del gallinero son pues­ tas sus mesas en las trojes, donde la chiquillería tiene per­ fecto derecho al escándalo. Así llega la comida. Sendas fuentes de arroz por mesa, pero, ¡qué arroz!; que vengan los valencianos con su pae­ lla de mariscos a saborearla y a buen seguro que se queda­ rán anonadados. Además, es mucha la abundancia. Le sigue el suculento «guiso» —guisado de res— clásico frito extremeño y, por último, chanfaina confeccionada con la asadura y menudo de las reses, aves y conejos. En fin, que esto es comer opíparamente y no el «piscolabis» que vie­ nen diciendo los de fuera. Total, muchas calorías por bar­ ba, según el galeno local. Terminada la comida, el propio novio hace el reparto a los hombres de selectos puros, que cada cual se encarga de quemar y en seguida se trasladan al café a esperar to­ dos por el baile, que no tarda en empezar, en el que toman parte abuelos y nietos; y decimos nietos porque, a última hora de la tarde, suele tocarse algún «popurrit» que los nue­ vos bailan como vals y que los viejos y viejas, estimulados por Baco, se lanzan a la pista a bailarlo como jota. Entonces viene lo bueno: son aplaudidos y se animan más y más, has­ ta que a los espectadores pueden observar ciertas piezas an­ tiguas, tales como los refajos de la abuela y las tranzaderas de algunas prendas varoniles; esto sin que ocurra que una juvenil y vigorosa pareja irrumpa en la parte de la pista dominada por los joteros y resulten éstos derribados por sus propios nietos. El baile suele ser de los invitados hasta que se encien­ de el alumbrado público. Desde este momento lo es para todo el pueblo que —en honor del nuevg matrimonio— pue­ de divertirse hasta que, por cansancio, se da fin a la fiesta por falta de público. Avanzada la noche se celebra la clásica serenata. Es cos­ tumbre en la madrugada dar la clásica serenata, muy bien ordenada y dirigida, ya que sólo se oye la música de una se­ lección de valses propios y adecuados a quienes van destina­ dos, hasta que se levantan los novios para obsequiar a la rondalla con unas copitas y un monumental bizcocho o unos sabrosos chorizos de lomo, preparados de antemano. 255


Y aquí termina en Santiago de Alcántara la típica boda para los invitados, porque a los novios les queda una sema­ na que llaman «la más dulce». (Nos ayudó para escribir esta estampa don Marcelo Cedillo Rubio.) El atavío o traje típico femenino en el pueblo estudiado es el de labradora. Consiste en falda o refajo bordado a mano sobre paño o bayeta encamada, verde o amarilla; justillo, también primorosamente bordado ■—al igual que el delan­ tal— y media blanca. Las mozas lucen sus valiosos aderezos. El traje masculino es de pana negra y camisa blanca con tira bordada. Este indumento es lucido en la fiesta de las Candelas, el domingo de Septuagésima y el lunes de Pascua de Resu­ rrección, por ser este día la fiesta mayor del vecino pueblo de Carbajo, donde se verifica la romería de Santa Marina, a la que van los santiagueños en caballos enjaezados y por parejas, habiendo quien hace a pie los cinco kilómetros que separan estos pueblos. Cuando más vistosa resulta la exhibición del traje típi­ co y el folklore es el día 2 de septiembre, en que se festeja al Santísimo Cristo de las Batallas, máxima devoción, no sólo en el pueblo sino en toda la comarca, y jamás faltan los hijos de la localidad ausentes, que son innumerables. Los fes­ tejos duran tres días. Consignemos las canciones y bailes conservados a tra­ vés de los siglos. Mozoo y mozas se reúnen en las plazas y calles con el típico traje; forman lo que se llama el corro o «barandilla», cogidos entre sí de la mano, empezando los compases con la siguiente letra: Lo que me dio mi suegra fueron dos cazos; cada vez que reñimos los descolgamos. Si cuando está el corro formado pasa algún mozo y no se une al baile, entonces le cantan esta letrilla: Este mozo que va ahí si no se quita el sombrero merece más puñaladas que estrellitas lleva el cielo. 256


Y si el mozo objeto de esta glosa no obedece, es abuchea­ do con frases cortantes, hirientes: —Anda, bobo, que no llevas «na», que no llevas «na», que vas solo... Estos corros y danzas —que tienen gran similitud con la sardana catalana— se hacen en calles y plazuelas, pero no se estacionan; por el contrario, cambian de lugar y el tra­ yecto de una a otra plaza lo hacen de cuatro en cuatro, tam­ bién mozos y mozas unidos de la mano siguen el compás, pero más dinámicos y cantando lo siguiente: La carbonera se quema con él polvo del carbón, y yo con él vino tinto me voy poniendo tizón. Yo soy él amo del burro y en él burro mando yo; ctumdo qmero digo: ¡arre!, cuando qmero digo: ¡so, so, so! E sta es la calle del Aire, calle del remolino, donde se remolinea tu corazón con el mío. ESTRIBILLO A verme viene Manuel del alma; a verme viene que ”estado mala".

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CAPITULO XXXIV

Guadalupe: LAS POPULARES FIESTAS EN HONOR DE LA REINA DE LA HISPANIDAD Guadalupe: En la parte meridional del Cerro de Altamira, que no es sino derivación de las abruptas sierras de las Villuercas, se yerguen el Real e Histórico Monasterio Ma­ riano levantado en el siglo xm en honor de la Virgen More­ na, que se apareció al vaquero cacereño Gil Cordero de Santa María, y la Puebla, formada en torno del santuario. La historia de ambos está lo que se dice total, indisoluble­ mente unida. Guadalupe, del que se ha dicho que hasta el hilo del agua se hace escultórico junto a las piedras labradas con maravillas. En Guadalupe hay ese intercambio de lenguas que cae, que baja providencialmente a apagar la sed y nuestra sed católica y magnífica, hecha piedras arrugadas, que apunta impaciente hacia arriba, hacia el cielo. Miguel de Unamuno, en sus andanzas y peregrinaciones por la vieja y recia Extremadura, llegó hasta este preciado rincón patrio y dejó grabadas sus impresiones en páginas admirables. El que fue Rector de la Universidad Mayor de las Españas legó capítulos interesantes de la geografía pro­ vincial y concretamente de Guadalupe, una visión que aho­ ra nos ha llamado, nos ha incitado insistentemente más. De Guadalupe dijo el autor de Por tierras de Portugal y de España: «El pueblo de Guadalupe que rodea y abraza al Monasterio, es uno de estos típicos pueblos serranos lleno de encanto y de frescura. Sus soportales, sus fuentes, sus ca­ lles con entrantes y salientes y voladizos balcones de made­ ra, sus casas señoriales, sus sellos, en fin, de reposadero». 259


G uadalupe.— E l Real e H istórico S antu ario M ariano, uno de los principales de la cristian d ad . (F. Jav ier.)

Guadalupe.—La sacristía, reina de las sacristías. (F . Javier.)


En estos tiempos del mayor auge del turismo, de pro­ moción turística de la Alta Extremadura, el elogio del gran escritor y pensador vasco es un verdadero regalo. Guadalupe es nombre de universales resonancias. Es centro de devoción y de arte. Centro donde se reúnen de­ votos de nuestra Madre Santa María de Guadalupe para rendirle ferviente tributo. Es obligado hacer referencia a la expansión, a la pro­ yección espiritual de Guadalupe en toda España y América, en lo que tanta parte tuvo con su protección la impar Reina Isabel de Castilla, que consideró a Guadalupe como su cielo y su paraíso en la tierra, que decía que Guadalupe era como un anticipo del cielo. Juzgamos oportuno mencionar siquiera del santuario el claustro mudéjar, la hospedería, el relicario y la sacristía, «reina de las sacristías», con los magníficos cuadros de Lu­ cas Jordán y del dulce y afamado pintor de monjes Fran­ cisco de Zurbarán, cuya vida y obra han sido abordadas por la notabilísima investigadora doña María Luisa Caturla, es­ tudiosa del pintor de Fuente de Cantos y que contribuye a que se robustezca el prestigio de éste, como lo demostró con la efemérides del tricentenario de su fallecimiento y la ex­ posición del Casón del Retiro en 1964. (En esta obra de Zur­ barán —sostiene el gran escritor José Montero Alonso— se transparenta aquel ideal de piedad y ascetismo que caracte­ riza al alma española en la Edad de Oro.) También cabe mencionar los sepulcros, los bordados y te­ jidos y los libros corales, ejemplares valiosísimos. ¿A qué seguir? Baste decir que el Monasterio de Guadalupe es de los principales santuarios de la cristiandad. Guadalupe llama la atención nacional con sus fiestas del 8 de septiembre en honor de la Morenita de las Villuercas, Patrona de Extremadura y Reina de la Hispanidad, en el famoso santuario mariano en el que se dan cita peregrinos de todo el mundo. Guadalupe vive una serie de actos que anualmente es­ tremecen de emoción desde hace siete siglos, las grandiosas naves de la basílica. Mencionemos en este capítulo, dedicado a las fiestas guadalupanas que entre los actos anuales se destacan, el novena­ rio, con misas por la mañana; las fiestas de la Virgen, so­ lemnísimas; la concurrencia de los Caballeros de Guardia de Honor de la Señora; la asistencia de peregrinos de todos los confines; la procesión, impresionante, por el claustro mu262


Guadalupe.— Sacristía. Los

famosos

cuadros

de

Zurbarán. (F. Javier.)


déjar, con tantos fieles que caminan de rodillas; los actos profanos, pero que también tienen como dedicación la Vir­ gen Morena, con sus canciones, jotas, letrillas, muchas de la fina y sentida musa guadalupana de Angel Marina. Las solemnidades del día 8 vienen a constituir un ver­ dadero broche áureo de las extraordinarias y gozosas fies­ tas anuales de la Virgen de Guadalupe. Este día es la fiesta principal. Bien temprano recorren las calles de la villa grupos de jóvenes con acompañamiento musical. Son I q s que llaman al Rosario de la Aurora y sue­ len cantar diversas coplillas, pues no hay que olvidar que Guadalupe es una de las más ricas fuentes del folklore mu­ sical. A las once de la mañana se celebra la misa solemne con sermón. El predicador canta las Glorias de la Virgen en su advocación de Guadalupe. A continuación tiene lugar la pro­ cesión con la venerada imagen por el Claustro de los Mila­ gros. La Virgen es portada sobre andas de plata repujada. Avanza muy despacio, lentamente, por las largas filas de penitentes que de rodillas la preceden. La Reina de la His­ panidad luce en esta procesión y en este día sus mejores ga­ las, ya que, además de la corona mejor, suele llevar uno de los tres mantos «ricos»: el de la Comunidad, el de la Empe­ ratriz Clara Eugenia o el Rico. Miles y miles de peregrinos de todas las clases sociales, confundidos en un solo corazón, llegados de todos los rin­ cones de España en coches, caballerías y andando, y también muchos extranjeros abarrotan la mole ingente del santua­ rio que verdaderamente resulta insuficiente para acogerlos. El monumental órgano eléctrico, cientos de velas envidiadas por el sol, los maravillosos claustros, todo ello junto a la Morenita de las Villuercas, emociona a extremeños, españo­ les, hispanoamericanos y hasta a extranjeros, que lloran gritando hasta enronquecer ¡Viva la Virgen de Guadalupe! A los solemnes actos —en olor de multitud fervorosa y creyente— asisten las autoridades provinciales y locales, los Caballeros de la Guardia de Honor de la Virgen y un gentío inmenso de fieles de Extremadura y de Córdoba, Ciudad Real, Toledo, etcétera, que no caben en las enormes naves del solemne y célebre santuario, regido por los hijos de San Francisco desde 1908. Es un hormiguero constante de peregrinos, muchos des­ calzos, el que desfila durante varios días —aunque las pe264


Guadalupe.— El claustro

mudéjar. (F. Javier.)


regrinaciones no cesen en todo el año— ante la Patrona de Extremadura, que luce mantos riquísimgs. La festividad en honor de la Virgen Morena depara mag­ nífica ocasión para hacer aún más real y efectivo el tributo a la Madona y admirar el colosal monumento mariano que le sirve de original albergue. Inapreciable joya artística, y los bellos alrededores de la Puebla. Pero es lamentable que la fiesta que describimos, la más importante de Extremadura, no tenga más presencia oficial de modo continuado, según ha defendido el periodista guadalupense Juan José Rodríguez Gamino.

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CAPITULO XXXV

Pedroso de Acim: FIESTA EN HONOR DE LA SANTISIMA VIRGEN DEL ROSARIO Pedroso de Acim es un poético pueblo que se asienta sobre la sierra en que el año 1567 levantara San Pedro de Alcántara su famoso convento de El Palancar, cuna de la Reforma Franciscana, maravillosa en su grandeza. El convento e iglesia se distinguen por su pequeñez y, sobre todo, las celdas. Estas eran, además, muy bajas, has­ ta el extremo de que para entrar en ellas había que bajar la cabeza, por lo que alegaba el Santo que «más estrecha es la puerta del cielo». La imagen del austero franciscano, del apóstol de Espa­ ña y Portugal, que hoy se venera en el monasterio, «mini monasterio», el «gran conventito» de El Palancar, es obra del insigne escultor imaginero y académico de la tierra En­ rique Pérez Comendador, natural de la Leal e Ilustre Villa de Hervás. También la eximia pintora parisina Magdalena Leroux de Pérez Comendador, esposa del artista, ha dejado huellas de su fino arte en el santuario pedrosino. Pedroso de Acim brinda una estampa típica por excelen­ cia en sus tradicionales fiestas en honor de la Santísima Virgen del Rosario, el día 15 de septiembre. El pueblo entero se despierta con la alborada y Rosario de la Aurora que es rezado por todo el vecindario. Después, y reunidos por el tamboril, las «mayordomas grandes» y las dos «mayordomas chicas» —vestidas con traje típico— son portadoras de dos grandes y ricos bizcochos que ofrecen a la Virgen y comienzan la solemne fiesta de la parroquia. Se celebra la Santa Misa. Seguidamente, son obsequiados en casa de la «mayordoma grande» el párroco, autoridades e 267


El histรณrico cenobio de El Palancar. (F. Navarro.)


San Pedro de A lcán tara.—Talla en madera en el cenobio de El Pa­ lancar. Es obra del escultor de la tierra Enrique Pérez Comendador


invitados con exquisitos dulces y el delicioso vino pedroseño, que es muy codiciado, aunque escasea mucho. Por la tarde se celebra ante la Virgen —colocada en el Ayuntamiento— el tradicional ofertorio y puja de los re­ galos que los buenos y católicos pedroseños llevan a su ve­ nerada Madre Común. Imagínese el lector el tipismo de la estampa pedroseña. Pero no acaba aquí la manifestación de lo propio y sin­ gular de la fiesta del Pedroso. Al siguiente día se verifica la tradicional «maná». Esta consiste en el recorrido que ha­ cen bailando por el pueblo las «mayordomas chicas» y cuan­ tos lo desean para incrementar el coro, sin que falten los «viejos» que rememoran, naturalmente, sus años mozos y que hasta dan las mejores lecciones a los jóvenes. El coro continúa y la «mayordoma grande», en unión de parientes de «mayordomas chicas y grandes» van de casa en casa re­ cogiendo la limosna para la Virgen, que consiste en los más variados productos, los cuales, una vez vendidos, se aplican al culto. Lo mismo este acto que los del día anterior cuen­ tan con la presidencia del párroco y autoridades. He aquí una preciosa estampa cacereña, desconocida has­ ta para la mayor parte de los hijos de la Alta Extremadura, que nos complacemos en recoger en estas páginas, tanto por su tipismo y sabor netamente localista, como por tener por escenario el bello y más aún, maravilloso, de El Palancar, el rinconcito que se honra con haber sido elevado a las ma­ yores cimas por San Pedro de Alcántara, director espiritual de Santa Teresa de Jesús, la Mística Doctora; del Rey Por­ tugués Juan II y del Emperador Carlos V. El gigante extremeño de la santidad, el primer Santo de Extremadura, que encama todas las virtudes y esencias es­ pirituales de la raza, es la figura excelsa a la que hoy vuel­ ve la vieja región impetrando su protección. Así lo compro­ bamos en el movimiento alcantarino al que hoy asistimos.

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«Angei». Mosaico debido a la artista Magdalena Leroux de Pérez Co­ mendador, en la capilla del santuario de El Palancar



CAPITULO XXXVI

Gata:

LA ROMERIA DE SAN BLAS Gata, levantada sobre la Sierra de Jaque, perteneció a la Orden Militar de Alcántara y Encomienda de Santibáñez. La villa de Gata —de las mejores urbanizadas de la co­ marca de Agatam, en armonía con su prosapia— ostentó antiguamente la capitalidad del partido judicial de Hoyos. Gata está ubicada en la vertiente meridional de la sierra de su nombre. Presenta majestuosa iglesia parroquial y en su soberbio retablo mayor, magníficas tallas debidas a Pedro de Córdoba. En gracia a la fidelidad de la población, el Emperador Carlos V, en la Guerra de las Comunidades, le concedió su actual escudo, que está fijado encima de un pilar frente al templo parroquial y que vino a sustituir al que ya tenía la villa, consistente sus armas en unos gatos con una gran cruz encima. En la vetusta localidad no podemos pasar por alto a la familia de los Arias-Camisón, cuyo origen, remotísimo, está demostrado por el blasón, el árbol genealógico y la ejecuto­ ria de hidalguía por la Cancillería de Valladolid. El apego de los hijos de Gata al trabajo, sus magnífi­ cos olivares —famosos son sus olivareros—, su rica miel y embutidos otorgan notorio prestigio a la localidad. Tenía razón el maestro nacional y olivarero Julio Sán­ chez y Cayetano. De todos los pueblos de la comarca de la Sierra de Gata pocos hay que celebren una fiesta tan tí­ pica e interesante como la romería de San Blas que se ve­ rifica en Gata. Esta fiesta debiera efectuarse el día 3 de febrero; mas por encontrarse la ermita donde se venera el santo citado enclavada en plena serranía, se traslada su celebración al 273 18


segundo domingo de septiembre, que es cuando se puede dis­ frutar en aquel elevado paraje de una temperatura deliciosa. Al llegar el día de la fiesta, bien temprano, el tamborile­ ro recorre las calles del pueblo anunciando la alborada y al­ borotando a jóvenes y viejos. A las diez de la mañana las campanas anuncian la salida de los romeros en devota fila, luciendo las bellas serranitas el precioso traje regional y los mozos, el típico traje de calzón. Por la calle del puerto arriba, los gateños —unos a ca­ ballo y otros a pie— se encaminan hacia el santuario a ren­ dir tributo de amor y de fe a San Blas. El sitio de donde parte la nutrida caravana se denomina «Reventón». En este lugar los romeros montan en sus ca­ balgaduras, excelentemente enjaezadas, y empiezan a su­ bir la penosa ascensión —verdadera línea divisoria de E x­ tremadura y Castilla— y no se bajan hasta llegar a la er­ mita. Después de llegar las autoridades y romeros a la ermita, el tamborilero toca unas piezas típicas para que la juventud se entretenga hasta la hora de misa. Se celebra el Santo Sacrificio y a continuación, la pro­ cesión con la imagen de San Blas por los alrededores de la ermita. Entonces es cuando los devotos del Santo hacen lo que se denomina específicamente «tirar la bandera». « ¿Quién la quiere, quién?», es la expresión que se deja oír. El méri­ to de esta breve y sencilla operación estriba en que a quien tire o flamee la bandera no se le enrede, cosa harto fre­ cuente. Terminada la procesión, viene la subasta mediante la puja correspondiente de las andas del Santo. El sacristán es el encargado de cantar el precio de cada una. Casi todos los años suelen entrarlas en la ermita las familias que tienen alguna promesa. Otra parte muy singular de la fiesta es el Ofrecimiento del «Ramo», torcer y destorcer el cordón. De un palo cogido por el «ramero» se sujetan varias cin­ tas de color, asiéndolas las «rameras», feo nombre y, ade­ más, con todo el peso de su significación, pero que en Gata tiene la acepción de referirse a las muchachas que intervie­ nen en el «Ramo», quienes, mediante el ritmo y movimiento a que se someten y cantando la letra tradicional, tejen el «Ramo» hasta dejarlo perfecto, resaltando los colores. Des­ pués, mediante movimientos y giros inversos, las «rameras» 274


destejen el «Ramo», oyéndose las canciones que figuran al final de este capítulo. (Hubo un año que el «Ramo» se realizó en la plaza de Gata. Fue en hongr del Senador chileno don Raúl María Balmaseda, con motivo de hacérsele entrega del título de Hijo Adoptivo de la Villa.) A la vera de la ermita de San Blas también se baila la típica «charra», «chalrrá», en expresión gateña. Una vez finalizada la fiesta religiosa, llega la jubilosa hora del yantar. La comida se celebra en una fresca y am­ plia explanada a la sombra de un pintoresco y frondoso cas­ tañar, en franca camaradería. Las familias comen juntas —destaquemos el plato local, tortilla de pimientos— y los amigos también se congregan; se reúnen las meriendas y no es extraño presenciar grupos de veinte o veinticinco per­ sonas comiendo. Los sacerdotes acostumbran a recorrer to­ dos los puestos departiendo con los comensales romeros. Desde estas cimas de la Alta Extremadura que estamos describiendo, se experimentan las mayores emociones. Es­ tando limpio el horizonte se divisa un panorama encantador. Se contempla gozosamente la inmensa Extremadura y Por­ tugal y al fondo Cáceres, la capitalidad de la provincia. El paisaje es maravilloso; la temperatura, agradable. Como después de la comida los espíritus se encuentran animados, comienza nuevamente el baile. Canto y danza, la «charra», con verdadera ilusión, a lo que se pone término cuando el cielo empalidece y el sol presenta tintes rosados sobre la azul claridad, en que se emprende el regreso a la vi­ lla después de haber vivido una jornada apretada, intensa de devoción y solaz esparcimiento. En el archivo parroquial de Gata aún se conservan los Estatutos de las Cofradías de San Blas y de la Virgen del Puerto, festividad que también se verifica. En tiempos pa­ sados se daban en la plaza de toros, que todavía existe, co­ rridas, y sus ingresos se destinaban al sostenimiento de los ermitaños. Los poetas Jesús Delgado Valhondo y David Rayo, han dedicado frutos de su ingenio a cantar esta fiesta lugareña de tan acusados perfiles. A continuación incluimos la letra de la musa popular sobre «El Ramo de San Blas». Las «rameras» van cantan­ do sus estrofas mientras tuercen y destuercen el cordón, según consignamos anteriormente. 275


ESTROFAS PARA TORCER EL CORDON Cada cinta de este Ramo remata en una canción y en cada canción ponemos como broche el corazón. Comenzaba a desplegarse la blanca capa del día: de azul, de verde y de oro vestirse en tu honor quería. Un ramillete de versos, florecidos de esperanzas, te traen hay, santo Patrón, las serranitas de Gata. Te cantaban esta noche los luceros de cristal; las rosas de tus rosales te vienen hoy a cantar. E stá besando el rocío en los labios de una flor y en cada cinta se encienden cálidos besos de sol. Se ha visto la mañana, de flores y de cantares, y tiene plata de espuma, el mar de los olivares. Hoy te ofrecemos, San Blas, todas nuestras alegrías, para que tú se las dés, a Nuestra Virgen María. Y también nuestros dolores, te venimos a cantar, que canción de aroma cantan los claveles al sangrar. Y en este metal fundido, con risa, amor y dolor,


engarzaremos rubíes de la Sangre del Señor. Las estrellitas que están nevando el campo del cielo, son lágrimas que lloró por mí la Virgen del Puerto. San Blas, düe Tú a la Virgen que por no ver su dolor, me clavaría los clavos de su Hijo en el corazón. Cairel de cien mil colores es él trenzado corazón, de luz, en flores y en trinos dé el Santo su bendición. ESTROFAS PARA DESTORCER EL CORDON Para ti, Santo bendito, vamos a soltar al viento, las cintas que antes trenzamos con corazones y ruegos. Cada cinta es el emblema y él símbolo de un afán. Todo afán una plegaria depositada en tu altar. La lu/na daba esta noche al Santo su resplandor, los pinares de la sierra le rendían guardia de honor. Tienen las nobles, San Blas, un manto de mil luceros. De día le da su capa verde de esperanza al Puerto. Ponía él sol al morirse besos de fuego y de sangre en la seda desvahída de la tarde agoniza/nte. 277


Hay un trono y un altar para ti, Santo bendito, cavado a golpe de amor en el alma de tus hijos. Bendice nuestros pesares que aunque es cruel el sufrir, hace falta sal de llanto que haga el vivir buen vivir Dale al sufrimiento alas de saetas y de oración, que el dolor puesto en las cielos es gloria y es salvación. Por el mundo que destila sangre de odios y de rencores; por los que yacen sin cruces, sin llanto y sin oraciones. Pon en manos de la Virgen a España y su cwpitán, que en sus manos amorosas hay ancho puerto de paz. Dé a nuestras almas sedientas un amplio riego de amor y bendice al sacerdote que nos ha dado él Señor. Bendito sea nuestro Ramo, bendita nuestra canción, bendito sea San Blas, bendito él nombre de Dios. Agradecemos la colaboración que nos prestó don San­ tiago Pérez Limón, presbítero y publicista.

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CAPITULO XXXVII

Torre de Santa María: LA DANZA DE LOS TABLEROS En la localidad alto-extremeña de Torre de Santa María, situada en una llanura rodeada por las sierras de Montánchez, Almoharín y Zarza de Montanchez, en gracio­ so arco y perteneciente al partido judicial de Montánchez, descuellan como hijos ilustres don Juan García Benito, que ocupó la silla episcopal de Túy, y que por tres veces renunció al Arzobispado de Santiago de Compostela, y don José Lozano, General de la Armada. En el aspecto que venimos abordando en este volumen interesa ocupamos por lo que a Torre de Santa María se refiere de su conocida y tradicional «danza de los table­ ros», danza de amor y de guerra que tiene reminiscencias árabes. Si bien la danza se ejecuta en algún día excepcional, con motivo de solemnidades insólitas —visitas de primerísimas autoridades y jerarquías religiosas y civiles, acon­ tecimientos culminantes de la vida local— cuando es clá­ sico admirarla es el día 21 de septiembre, festividad de San Mateo, Patrón del pueblo. El día de San Juan Bautista, 24 de junio, el párroco publica en la iglesia los nombres de la primera y segunda madrina y luego éstas se encargan de gestionar quiénes han de ser las «tableras». Las madrinas y las «tableras», a su vez, designan, cada una, a su respectivo danzador, que suele ser, de ley ordinaria, un pariente próximo. En el verano, las madrinas y «tableras» empiezan la recogida de especies —trigo, garbanzos, aceite, huevos, et­ cétera—, y dinero entre los vecinos de la localidad que dan voluntariamente, según sus posibilidades económicas y buen corazón. Con el fruto de la gran colecta preparan los ?79


Torre de Santa

M aría.—Jóvenes de ambos sexos, luciendo el atuendo los Tableros»

local, preparados

para

la

«Danza

de


panes, dulces y adornos de los «tableros». Esta prepara­ ción se hace en casa de la primera madrina y se tiene a gala. Los dulces responden a recetas antiquísimas. Los ensayos para la «danza' de los tableros» comienzan el día 1 de septiembre, verificándose hasta el 15 de este mes sólo de los danzadores y del 15 al 20 se efectúan los ensayos generales en los que intervienen ya danzadores, madrinas y «tableras». Desde hace muchos años la dirección de las danzas co­ rre a cargo del gran entusiasta de las mismas y vecino de Torre de Santa María, Agustín Palomino. Se forman dos filas, cada fila lleva cinco personas; una, cuatro danzadores y el que toca la flauta; en la otra, cua­ tro y el director, que toca el tambor y que va delante. Todos los danzadores presentan las castañuelas bellamen­ te adornadas con cintas y madroños de seda; el de la flau­ ta, un lazo puesto y el tambor del director exhibe muchos madroños y cintas. Los danzadores van vestidos con cha­ lecos antiguos y fajas coloradas y un pañuelo por el cuello, atado delante y otro anudado por la cabeza con un lazo al lado izquierdo y alpargatas blancas, llevando un puro bordado, prendido al lado izquierdo. Las madrinas van con los refajos bordados, mantón de Manila o pañuelo de cien colores, mandil negro, una rodi­ lla en la cabeza, hecha de cintas. Los «tableros», muy adornados con banderas preciosas, ramos, panes y roscas de piñonate y muchos dulces. Los «tableros» se presentan todos iguales y los correspondientes a las dos madrinas delanteras llevan más que los otros y por esto valen más cuando se «pujan». Los panes son ocho de a dos libras. Los dulces necesa­ riamente han de ser «roscas obispales», «madroños», «ros­ cas de piñonate» y «repelao». Puede añadirse algún «bra­ zo de gitano», «empanadas de bizcochos», etc. Las banderas son recortadas en papeles de seda. Lle­ van sesenta, todas distintas y las madrinas dos más borda­ das o pintadas en seda que guardan como recuerdo todavía. Las mozas son ocho: cuatro para cada lado. Los dan­ zadores están todos con mucha atención, pendientes del di­ rector, de su voz de mando cuando les dice: media vuelta, a la una, a las dos y a las tres. Otra vez les dice: vuelta entera y otra les cambia de filas. Otras veces, haciendo cruz, y otra, los ritos, el aro y también les ordena formar una sola fila. Luego se abren y cada uno queda en su fila. 281


Torre de Santa M aría.— Festividad de San Mateo, Patrón del pueblo. La madrina, ataviada con el traje típico


Esto por lo que se refiere a siempre en sus filas quietas.

Iq s

danzadores. Las mozas,

Chi-cu-rri-chi, chi-cu-rri-cha, tal es el monótono son de la «danza de los tableros», me­ lodía primaria de sabor berberisco. El día 20 por la noche, después de ensayar, hay fue­ gos artificiales y, a continuación, la velada en la iglesia pa­ rroquial, que figura bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. Luego van los danzadores con sus table­ ros tocando a comer y a casa de la madrina. Pasan un buen rato de distracción. El día 21 —festividad de San Mateo— , por la mañana, se celebra la misa solemne con sermón en la iglesia parro­ quial y, seguidamente, la procesión con la sagrada imagen, barroca, muy bella, pero desacertadamente restaurada. Asisten a la misa las madrinas con sus mantillas y sus te­ jas y los danzadores con sus mejores trajes, aunque de atuendo corriente. Por la tarde, a las cuatro, se verifica en la plaza el Ofertorio. Durante él se presentan todos los danzadores ya preparados. Allí se coloca cada uno en su fila y salen a recoger a la primera madrina, a continua­ ción, a la segunda y las demás «tableras» y se le da una vuelta al pueblo para lucirse, mientras arreglan los bancos de la iglesia y mesas donde se colocarán después los ta­ bleros que adornan con carpetas de colores tejidas de lana. Los tableros están todos en la casa de la primera ma­ drina y se carga cada una el suyo, madrinas y «tableras» marchan con dirección a la parte de la entrada sur de la iglesia al repicar las campanas. Cuando se llega a la plaza, están el señor cura y las autoridades sentadas en el banco, que presenta el blasón de Santiago, ya que este pueblo perteneció a la indicada Orden Militar de Caballería. Cada «tablera» y madrina es esperada por sus familia­ res cuando se da la voz de que se descarguen; todos a la vez ponen cada uno de los tableros en su mesa y es gala el des­ cargarse la primera. Entonces, el alguacil del Ayuntamiento coge una bande­ ja del tablero de la primera madrina que está en la fila del director, le pone un tope de «equis» pesetas y el que da más de aquí para arriba, se lo lleva. En esto consiste la típica y clásica puja. Suele llevárselo la misma familia y llegan a valer hasta 1.500 pesetas. 283


A trasladar el tablero al domicilio de la persona que lo h a ad q u irid o v a n todos los d an zad o res de esa fila y esco ltan ­

do a la moza que lo lleva a la cabeza. Y como se hace con el primero, se repite con todos. Mientras se puja —procurando los familiares de madri­ nas y «tableras» den lo más posible— es cuando se danzan los pasos que se ensayaron a lo largo del verano. Es fastuosa la procesión de tableros —juzga la inspi­ rada poetisa cacereña Ventura Durán Andrada, que ha par­ ticipado en esta fiesta como una hija más del pueblo casi— que parecen barcos empavesados a la cabeza de las mozas mientras los danzadores a compás del «pito y pandero» dan saltos enormes rodeándolas, adelantándolas y siguiéndolas. A los actos acuden las autoridades, el vecindario y mu­ chos forasteros de pueblos limítrofes, así como los hijos de la localidad residentes en Madrid, Barcelona y otros puntos de la geografía nacional. Vuelven aun con sacrificio. La tradicional fiesta de San Mateo, con su arcaica «dan­ za de los tableros», continúa pujante como una superviven­ cia de devoción popular con renovado fervor. Quienes quie­ ran comprobarlo, pueden asistir a las fiestas y así la con­ templarán, lo que se dice, «en su propia salsa».

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CAPITULO XXXVIII

Portaje: LAS TIPICAS BODAS El pueblo de Portaje, situado al sur de una pequeña colina y bañado por el río Alagón, tiene fama no sólo en el ámbito provincial, sino incluso en el nacional, principal­ mente por la tradicional ceremonia de la Reverencia al San­ tísimo y por el tipismo de sus bodas. En Portaje se verifican todas las bodas en septiembre, ya que en este mes el labrador ha terminado con la reco­ lección de los frutos dorados de sus sudores y no tiene en verdad faenas urgentes. Por otra parte, la mayoría de los regalos con que se obsequia a los novios son medidas más o menos grandes de trigo. Puede decirse que la boda empieza con los preparativos. Un par de días antes, las mujeres, parientes y amigos de los contrayentes hacen los dulces que siempre son de dos cla­ ses: coquillos y floretas; los primeros se elaboran con ha­ rina de trigo y aceite formando una masa, que, colocada sobre una criba de cereales, deja la señal de los cuadritos de ésta. Luego se fríen y se enmielan. Las floretas son más difíciles de hacer y hay en el pue­ blo mujeres especializadas en ellas. Se baten huevos en un recipiente y se introduce un molde de hierro; mojado bien el molde, se introduce en aceite hirviendo y queda hecha la floreta. Después se enmielan. Estas son casi del tamaño de un sombrero y parecida a una rosa. La antevíspera de la boda por la noche, el novio va por el pueblo invitando para los «machos»; generalmente dice esta expresión: «mañana son los "machos”». Al día siguiente, víspera de la boda, los amigos del no­ vio, muy de mañana, van al campg por los machos cabríos que han de constituir el principal plato de la comida con 285


motivo del enlace matrimonial. Desde este momento los amigos del novio tienen tabaco y bebidas gratis; todo lo paga el novio. A media mañana son sacrificados y descuarti­ zados los machos cabríos por los amigos en presencia de todos los invitados y , mientras esto se realiza, el novio da tabaco y una garrafa de vino va pasando de mano en mano. Al terminar la faena se toma un aperitivo y I q s amigos se comen los riñones de los machos en una taberna. Dos ami­ gos quedan invitados a tomar café. Cuando llega la noche, el novio, nuevamente, invita para el «guisao» a toda la juventud masculina y la novia, a la femenina. El «guisao» se hace de carne de macho en una taberna y pagan los gastos todos los que comen. Aquí asiste el tamoornero con su gaita y tamboril y , una vez finalizado el «guisao», Iqs amigos e invitados se disponen a cantar la al­ borada por el pueblo para terminar en el baile. Las canciones son exclusivas para las bodas y entre otras es típica la que empieza así: «Verdeguea y grana, una niña se perdió...», etc. Las amigas de la novia también cantan la alborada con música de pandereta, sonaja y almirez y unas y otras se reúnen en el baile. El baile lo rompen los novios con una jota extremeña y , finalizada ésta, levantan al novio en alto y los amigos le dan un vaso de vino. Luego, otra jota como la anterior la bailan los amigos del novio y los amigos de la novia y continúa el baile hasta la una o dos de la madrugada. Concluido el baile, la juven­ tud acompaña a la novia a su casa y ésta invita a coquillos y floretas. Después se acompaña al novio que también invi­ ta a lo mismo. La víspera por la noche el pregonero, en bando público, invita a todo el pueblo a la boda. La mañana de la boda, los amigos, que se habían re­ unido en casa del novio, con el tamborilero van por el pa­ drino y la madrina; con éstos y los invitados que se agre­ gan van por el novio; con éste y sus invitados se dirigen a casa de la novia y desde ésta a la iglesia. Terminada la ceremonia religiosa, el novio acompaña a la novia y sus invitados al «refresco» —a una casa cual­ quiera donde se toman coquillos y floretas— en tanto los familiares de los contrayentes, acompañados del sacerdote e invitados, van al refresco que ha sido preparado en el salón del baile o en una taberna amplia donde pueda entrar todo 286


el pueblo masculino y que consiste en tomar coquillos y floretas, además de altramuces y vino. (El sacerdote toma le­ che y chocolate.) Aquí se reúne el novio con la masa de invitados y son él y el padrino los que dan un cigarro a cada asistente. Como en el salón no cabe todo el mundo, hay dos o tres turnos. Una vez que el sacerdote se ha convidado, familiares e invitados le acompañan hasta su casa y, luego, los invitados de rigor —amigos íntimos y familiares— van de bar en bar bebiendo vino hasta la hora de comer. Mientras sucede todo esto, en una plaza o calle ancha se ha hecho una gran hoguera con leña de encina y unas cuantas mujeres se encargan de preparar la comida para la gran masa de invitados a la boda. La comida consiste en arroz con los menudos de los ma­ chos cab río s, de p rim e r plato, y carn e de m acho cocida con

patatas, de segundo, con ensalada de postre. Tanto el arroz como la carne con patatas se preparan en unas ollas de barro grandes que —formando una circun­ ferencia— se colocan alrededor de la gran hoguera. Cuando la comida está preparada, las campanas anun­ cian que es hora de comer y entonces, grupos de mujeres colocan mesas, cajones, tablas, etc., en la sombra de una calle próxima a la hoguera para formar la larga mesa ca­ paz de acoger 300, 500 ó 1.000 comensales que, llevando cada uno su cubierto y su silla —si quieren sentarse— se disponen a saciar su apetito. Los novios no comen a la som­ bra de la calle, sino en una casa próxima en compañía de su familia. Para atender a la larga mesa están las mujeres más o menos parientes de los novios que son las encargadas de lle­ var y traer platos. Los amigos se encargan de ir pasando tres o cuatro jarros de vino de unos a otros. Parece un verdadero hormiguero el ir y venir de las mujeres desde la gran hoguera a la larga mesa, diciendo chismes unas con otras y enterándose de quién va a la boda. Cuando termina la comida, los novios, padrinos y padres de los novios se disponen a recibir los parabienes y rega­ los y, para ello, la madrina, con una bandeja y empezando por un extremo de la mesa, va pasando ésta de comensal en comensal y cada cual da, en metálico, lo que quiere o lo que a él le dieron antes, porque hay una enorme cadena entre las familias de Portaje en esto de las bodas. Cada uno da lo que le dieron o lo que quiera que le den a él lue­ 287


go. Corrientemente se da una cantidad en metálico, pues la familia íntima e invitados de rigor aportan sus regalos en otro momento que se expresa más adelante; aquí, en la gran mesa, come y regala el pueblo en general. En segundo turno comen las mujeres que antes sirvieron a la mesa y que también depositan sus dádivas en la ban­ deja de la madrina. Conforme va pasando la bandeja por la mesa, el novio invita a tomar café en tal o cual bar a aquellos que son más amigos y que le han dado más dinero. Los amigos que han servido el vino en la mesa, comen con las amigas de la novia, así como el tamborilero, que toca a todas horas y acompaña siempre a los amigos. Los novios, después de comer cuentan el dinero que han sacado y el novio se reúne luego con familiares y amigos en el bar, donde toman café y licores hasta que llega la hora del «tálamo». A las seis de la tarde, aproximadamente, es la hora del «tálamo» y, para ello, en una plaza se colocan cuatro o cinco mesas repletas de coquillos, floretas, altramuces y sandías y una sillas donde se han de sentar los familiares y los no­ vios. Aquí se entregan los regalos y se hacen de la siguiente forma: familiares y amigos, con música de tamboril, van a todas las casas una por una de los familiares que han de dar una o más fanegas de trigo, las cuales son transporta­ das a hombros de I q s amigos desde la casa a una manta que se tiende en el suelo, en la plaza, donde se realiza el «tála­ mo», formando una pila de fanegas de trigo. Las fanegas las dan los padres, varias si económicamente pueden, tíos y primos hermanos. Otros familiares y amigos dan cuarti­ llas de trigo, que, sin acompañaminto, son transportadas al «tálamo» por muchachas ataviadas con sus mejores galas o con el típico refajo extremeño. Estas muchachas son re­ cibidas en la pila del trigo por dos o tres amigos que se quedaron para ello y, entre piropos y bromas, cogen las cuartillas y las van echando en sacos, aumentando así la pila. Cuando esto ha terminado, familiares y novios ocupan sus puestos en las mesas y empieza el baile al son del tam­ boril y a base de los aires movidos de las jotas extremeñas. Todo el que quiera bailarle algo a los novios, elige pareja y baila una jota, entregando en una bandeja el regalo bai­ lado. Los novios son, naturalmente, los más solicitados y to­ dos los familiares, jóvenes y viejos bailan al son del tam­ boril hasta terminar I q s regalos. 288


Cuando el baile concluye, madrina y novia invitan a los concurrentes a los consabidos coquillos y floretas. Terminado el «tálamo», amigos y familiares trasladan las fanegas de trigo a casa de los novios y allí, dulces y vino están a disposición de todo el que lleva fanegas. Desde la casa de los novios se empieza a pedir la «maná», que consiste en ir de casa en casa solicitando algo para los novios. A este acto asiste la gente que concurrió al «tála­ mo» cantando las típicas canciones de bodas sin olvidar la garrafa de vino. Unas familias entregan dinero, pero lo más generaliza­ do y tradicional es dar una medida de trigo, como un ce­ lemín, un cuartillo, etc. Como los novios no salen de viaje hasta el día siguiente —los que salen— la cena también se realiza en común con familiares y amigos y, terminada ésta, la juventud asisten­ te acompaña a los recién casados a su nuevo hogar, se to­ man otra vez nuevos dulces y se les desea buenas noches. A la mañana siguiente, amigos, amigas, primos y algunos invitados, van a casa de los novios a tomar el chocolate que la madrina y la novia han preparado. Es tradicional que mientras toman el chocolate se ha­ yan atado dos fanegas de trigo juntas para que todo el que lo desee intente cargárselas al hombro desde el suelo y sin ayuda. El que lo consigue, se gana un puro que le da el no­ vio, además de la admiración de la juventud femenina. Esto, en algunas ocasiones, se prolonga bastante, viniendo a po­ nerse de relieve el brío y pujanza de los jóvenes portajeños. Y aquí termina, caro lector, la descripción de las bodas tal y conforme se celebran en Portaje. En los últimos años, el típico tamboril ha sido sustituido por el acordeón y el «tálamo» sólo se hace cuando los novios tienen buena posición económica. Lo demás, sigue igual.

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CAPITULO XXXIX

Portaje:

«LA REVERENCIA AL SANTISIMO» Desde tiempo inmemorial se celebra en Portaje el Do­ mingo de Resurrección y el día del Corpus una danza típica llamada «La Reverencia al Santísimo», conocida vulgarmen­ te con el nombre de «Las Serranas». Esta danza es también conocida por el «El Guiador». Nada se sabe concretamente del origen de la danza, ya que nada hay escrito sobre ella y ningún nacido puede dar testimonio cierto. Sin embargo, hay quien opina que referida danza fue in­ troducida por los pastores que venían a la localidad el día del Corpus y la danzaban. Tal vez por ser danzada por pastores se llamen las dan­ zarinas «serranas»; pero con certeza no puede afirmarse. «La Reverencia al Santísimo» la danzan ocho «serranas» y un joven llamado «guiador». (El nombre de «guiador» pue­ de obedecer a que es el guía de las «serranas» durante la danza.) Ellas van vestidas de blanco, con velo del mismo color y una corona en la frente. El «guiador» viste calzón corto, con calzas y cascabeles, camisa blanca y chaleco charro ex­ tremeño y una faja igual. Lleva, además, un gorro de car­ tón adornado, en la cabeza. La danza de «La Reverencia al Santísimo» es como si­ gue: La mañana del Corpus y después de confesadas se reúnen todas las «serranas» en casa de la del pandero. (El pandero es una especie de caja cerrada, con cascabeles alrededor, que lleva la primera de la derecha). Desde aquí y danzando ya, van a casa del «guiador». En la puerta de éste esperan danzando a que se una a ellas. 291


Realizadg esto, se dirigen a casa del mayordomo y en unión del mismo parten a la casa parroquial para recoger al sacerdote y luego asisten a misa. Una vez en la iglesia y para tomar comunión, hacen el caracol, que consiste en lo siguiente: El «guiador», danzando, pasa entre la primera y segunda de las filas de la derecha y aquélla sigue tras él a la fila de la izquierda (al paso de una a otra fila hacen una reve­ rencia) ; pasan entre la primera y segunda de esta fila y la primera sigue detrás de la primera de la fila de la derecha; vuelven a la fila de la derecha y haciendo lo mismo se lle­ van la segunda; pasan a la fila izquierda y se llevan la se­ gunda de la izquierda. Jfsí, hasta que todas las «serranas» están en una sola fila tras el «guiador» y colocados todos delante del altar mayor para recibir la sagrada comunión. Recibido el Santo Sacramento, el «guiador» coloca a las «serranas» en sus puestos con una danza semejante a la an­ terior, aunque inversa. Teminada la Santa Misa, empieza la procesión en la que las «serranas» van delante del Corpus, danzando. Danzan yendo hacia delante hasta que llegan al salón. Al llegar aquí se paran, dan la vuelta entrando por el cen­ tro de las dos filas y, a paso lento, cantan el Solen hasta que llegan al Corpus. Hacen una reverencia y, rápidamente, em­ piezan a danzar, entrando otra vez por las dos filas y si­ guiendo ya el sentido de la procesión. Esto lo repiten varias veces durante el trayecto de la procesión y así se acercan a la plaza. En este lugar se para la procesión y delante del Corpus danzan las «serranas». Cada una recita una pequeña poesía, que algún poeta local improvisa para este día. Empieza primero el «guiador» y al terminar éste, dan­ zando, saca una «serrana» —siempre empieza por la primara de la derecha, la del pandero— al centro y él ocupa su pues­ to hasta que termina de recitar la poesía; luego le corres­ ponde a la primera de la izquierda y así hasta que todos dicen su poesía. El «guador» utiliza castañuelas y las «serranas», exmientras ésta está recitando. Una vez realizado esto se continúa la procesión hasta la iglesia. El «guiador» utiliza castañuelas y las «serranas», ex­ cepto la primera de la derecha que lleva el pandero con cas292


cábeles y la primera de la izquierda que lleva una pande­ reta. El «guiador» puede considerarse como el alma de la danza, ya que ha de ser un mozo de gran agilidad y do­ minio que va siempre dirigiendo a la cabeza de las parejas de «serranitas» a las que coloca adecuadamente y trazando las evoluciones que la danza exige, sin olvidar nunca que no hay que dar la espalda al Señor. A continuación transcribimos los cantares de «La Re­ verencia al Santísimo» que nos ha proporcionado don Ela­ dio Galán Sánchez, portajeño de ley, que es tanto como decir fervoroso enamorado de las hermosas y bellas tradi­ ciones de la localidad, que puede considerarse como ejem­ plar por lo que respecta a la conservación del tesoro folkló­ rico de su acentuado y bien arrigado tipismo, lo que acusa su robusta personalidad. CANTARES AL GUIADOR A los padres del «guiador» le damos los buenos días estas humildes serranas oon contento y alegría. Descante Vamos, «guiador», vamos contento, humildes a servir al Sacramento. II Tengan ustedes buenos días, mayordomos del Señor, que estas humildes serranas os los dan con gran fervor. Descante Poned, compañeros los ojos en Dios, no miréis el qué dirán, mirad al Señor. 293


III

Mayordomos del Señor, bien podéis estar contentos, que vais con gusto a servir al Divino Sacramento. IV Tenga usted buenos días, párroco de nuestra iglesia, que estas humildes serranas os los dan con reverencia. D e sc a n te

Alégrate, hombre, de augusta lección que el premio te dará nuestro Redentor. V Sigamos, amigos míos, con nuestro fiel prelado hasta recibir en gracia a Jesús Sacramentado. D e sc a n te

Si por el ganado perdido de amor estáis como aquella flor de pasto en pasto. VI A l Dmino Sacramento le venimos a pedir que nos dé salud y gracia para poderle servir. 294


VII

Entrando en la militante en el día del Señor a pedir salud y gracia al Divino Redentor. VIII Ocho serranas venimos y nueve con el «guiador», a hacerle la reverencia a este Divino Señor. Descante Vamos, «guiador», vamos contento, humilde a servir al Divino Sacramento. IX Por toda la cristiandad, por todo el género humano, hoy se celebra la fiesta de Jesús Sacramentado. Descante Pájaros al vuelo, jilgueros, cantad que nos desposamos hoy con Su Majestad. X Vamos, amiguitos míos, por esta calle real a la puerta del sacerdote volvem os a parar. Descante Poned, compañeros, los ojos en Dios, no miréis el qué dirán, mirad al Señor. 295


CANTARES DEL SOLEN XI Con tal solemnidad, damos con devoción a la suma bondad dolor de corazón. XII Con recta 'prontitud y en tan buena ocasión, mudemos el lam en virtud. XIII Memoria nos quedó en la cena legal, Cristo a los suyos dio el Cordero pascual. XIV Conforme y según ley, mandando en general a los que aquella antigua ley. XV Venid, hijos de Adán, al convite de amor que sólo en vino y pan hoy se nos da el Señor. XVI Con tal conformidad, que primero ha de ser, si está en su gracia y amistad, después le dio a gustar su cuerpo el gran Señor


haciéndose manjar del orbe el Creador como a todos se da a todos con amor a cada cuál que allí está. XVII El pan que ahí se nos da del cielo descendió, el pan que vivo está que vida y ser nos dio, el pan angelical que se amasó y esció en aquel vientre virginal. XVIII El pan que hoy se nos da de ángeles a comer quiere Su Majestad que él hombre guste de él con tal conformidad que primero ha de beber si está en su gracia o amistad. XIX Los flacos convidó con su carne a comer, a los tristes le dio de su sangre a beber, diciéndóle tomad del cáliz a placer y a todos juntos gustar. CARACOL / Pan vw o, que del cielo por amor descendió, y al hombre así se dio entero y tan real, 297


dando a/umento de gracia, 'porque ésta es su eficacia al débil corrobora en la vida mortal. Descante Realice eres y el tránsito dos hoy la redención de vino y de pan. II E l puesto de Belén de mercadería nave en horas muy suaves allí desembarcó, donde condujo el trigo para darle allí abrigo en una humilde troje para su sembrador. Descante ¡Oh, mies soberana, que tal grana dio, vendido por precio de la redención! III A ve, Hechicera Amante, que ardiendo en esa pira flechas al alma tiras de amor con tal primor que, queriendo sin dolencia, temes sin resistencia aclarado halagüeña Divino Corazón. Descante A l luchar con vida, aunque eres Sansón,


hoy será rendido a fuerza mayor. IV Alimento sagrado, y bocado di/vino en que se da Uno y Trino por el que Adán comió, mas siendo ya felices ya amarga, ya felices, sólo con un bocado * el amargor quitó. Descante Si sólo un bocado el cielo cerró hoy tenemos éste que fue el que le alivió. V Pelíca/no Divino, que hiriéndote el pecho, das ser a lo derecho con entrañable amor, porque desta manera vuelva a ser lo que era donado su carne y sangre en comida y porción. Descante De este modo hizo al hombre el Señor, quitándole el yerro que el hierro forjó. VI El fiero Goliat esto no conocía y penetrar quería


de acercarnos el sabor, así como indiscreto no alcanzó el te secreto y sólo lo distingue por la obra mayor. El necio no piense que el cono de Dios se ha de penetrar.


CAPITULO XL

Trujillo: TIPISMO EN LA CUNA DE LA CONQUISTA Importante conjunto monumental. Trujillo: historia y arte. El viejo solar de los conquista­ dores se asienta sobre una eminencia de granito. «Por don­ de quiera que a Trujillo entrares, hallarás media legua de berrocales», dice la expresión popular. Con un conjunto monumental de los más importantes de España, perfectamente conservado para solaz del esteta, la romana Turgalium, la árabe Torgiela, la cristiana Truxillo, la antañona villa romana del ayer, teatro de señaladísimos acontecimientos históricos, cuna de gloriosos linajes y cuna sobre todo de la Conquista, la «Muy Noble y Muy Leal Ciudad» —evocadora y señorial— es un rincón privilegia­ do, un verdadero venero de espiritualidad de Extremadura y España. FIESTAS DE MARCADO SABOR FOLKLORICO El mayor tipismo de Trujillo lo ofrecen las fiestas de marcado sabor folklórico del domingo de Gloria y lunes y martes de Pascua en que los descendientes de Pizarro lucen preciosas prendas y cantan aires populares que producen gran admiración en los turistas españoles y extranjeros que acuden a presenciar las fiestas. Pongamos de relieve el colorido de la ciudad en la Pas­ cua de Resurrección cuando se llena de corderillos que lle­ van los pequeños pastores luciendo zamarras y zahones de piel. En la Plaza Mayor, a mediodía, se celebra la fiesta: las 301


Trujillo festivo


jóvenes trujillanas exhiben su rico atavío típico y se entre­ gan a juegos y canciones. EL TRAJE TIPICO Mas concretemos en tom o al traje típico: está forma­ do por refajo de paño bordado q bien polleras tejidas en los antiguos y afamados telares trujillanos, pañuelo de lana es­ tampado. También hay chicas que lucen corpiño de terciope­ lo negro. Se atavían con magníficos aderezos, pendientes y gargantillas de oro, llevando venera o galápago. No es posible pasar por alto en esta exposición de la tradición festera la visita de los turistas que acuden todos los años a Trujillo a presenciar cómo se desarrollan las fies­ tas de la Pascua de Resurrección. Tal es la simpatía de los nietos de Pizarro, que ganan a todos los viajeros que los visitan. El juego a que se dedican en el corro —lo mismo que en Arroyo de la Luz y otras poblaciones alto-extreme­ ñas— es algo ancestral en la ciudad de la Conquista. TRUJILLO CANTA... ••

¡ Chicos y chicas se cogen de la mano, dan vueltas y can­ tan jubilosamente el «Chibirí».

[

Cuando yo me muera, y a tqngo dispuesto en nii testam ento que me han de enterrar en una bodega. ai pie de una cuba con un gajo de wvas en él paiadar. A mí me gustan, chin, chibirí, chin, chin, las buenas mozas, chin, chibirí, chin, chin. También me gusta chin, chibirí, chin, chin. Que no sean sosas, chin, chibirí, chin, chin. Los de Berzocana tienen un buen vino y a los de Trujillo pitarra les dan. A mí me gustan, chin, chibirí, chin, chin, las buenas mozas, chin, chibirí, chin, chin. También... 303


T rujillo,— La fortaleza-castillo


En Pascua se canta, asimismo, cuanto a continuación transcribimos: Déjalo sólo, solo bailando que a mi niño le gustan los tangos. Que le quiero ver saltar, danzar y bailar y andar por el aire. Que esas son «geringocias» de fraile, etc. Trujillo por las Pascuas yo no sé lo que parece que vienen los forasteros y se «cuelan» como peces. Hay, chibiri, chibirí, chibiri. Hay, chibiri, chibirí, chón. Trujillo es él pueblo más bello de España; aquel que lo dude que pase por él, que venga y compruebe que a nadie se engaña que aquí se derrama la sal a granel. Son las trujillanas u/nas mujercitas con garbo y con gracia. Yo afirmo que son las más campechanas y las más bonitas que Dios ha creado con satisfacción. OTRAS MANIFESTACIONES DE LA PASCUA DE RE­ SURRECCION La Plaza Mayor de Trujillo ofrece en la Pascua de Re­ surrección un aspecto animadísimo. En la tarde, es el campo de San Juan el escenario de la fiesta. También hay corros, análogas diversiones y juegos hasta la hora de la merienda y podemos agregar que con­ tinúa la fiesta en la noche en los círculos de recreo. Si bien no con tanta animación, la fiesta sigue el lunes y martes de Pascua por la tarde principalmente. Son muchas familias las que se trasladan al campo a los famosos berrocales. Es frecuente ver partidas de jóvenes que marchan en romería a las dehesas próximas a la ciudad. 305 20


Lo verdaderamente señero de esta fiesta es el colorido de los trajes y el rico folklore, auténtica manifestación lo­ cal en una exteriorización de su tipismo y estrepitosa alegría que caracteriza a la fiesta. La celebración de la Pascua de Resurrección en Truji­ llo en la forma que hemos señalado, lejos de perder vigor, por el contrario, se robustece hasta el extremo de que cada año que transcurre es mayor la animación y de su divulga­ ción se ocupa el periodista local don Juan Moreno. EL «HORNAZO» Relacionado con la Pascua ocupémosnos —en lo que res­ pecta a la cocina típica trujillana— del «hornazo». El «hornazo» consiste en una rosca de harina de tri­ go amasada con aceite de oliva a la que se da forma de corona, guarneciéndola de chorizos y huevos crudos que se cuecen juntamente con la masa en el horno, tomando la mis­ ma el sabor de aquéllos y quedando de un gusto muy agra­ dable y con verdadero alimento. El «hornazo» se hace en Trujillo en la víspera de la Pascua, y lo mismo por gentes bien acomodadas que por per­ sonas modestas. Tan suculentas roscas son enviadas, acompañadas de bo­ llos durmientes, a las personas, parientes de los vecinos de Trujillo que se encuentran ausentes en la festividad de la Pascua. LA FIESTA DE LA PATRONA Y LAS VAQUILLAS LETRA DEL HIMNO-SALVE Salve, sálve, Judit victoriosa, honra y prez del blasón de Trujillo, que en los muros del viejo castillo resplandeces cual iris de paz. Salve... Honra... Que... resplandeces... Que en los muros... resplandeces cual... 306


Trujillo.— El fabuloso conquistador Francisco Pizarro, creador de un imperio. La estatua es obra del cincel del americano Rumsy. Al fondo, la iglesia de San Martín. (F. Arribas.)


Resplandeces cual iris de paz, como flor en vergel solitario, su corola dirige hacia el suelo; estuviste, ¡oh, Reina del Cielo!, resguardada en oscuro lugar. Mas tus hijos, por fin, se acordaron del honor de tu gloria pasada y en tu histórica y regia morada te erigieron de nuevo un altar. Sálve, salve, Judit victoriosa, honra y prez..., etc. Con motivo de las fiestas de la Patrona de la ciudad, la Santísima Virgen de la Victoria —cuya preciosa imagen re­ nacentista se venera en la fortaleza-castillo, que se destaca con las murallas, torres y casonas en la bella silueta de la ciudad, quedando transcrita la letra del Himno-Salve en honor de la misma—, se celebran tradicionalmente, con la mayor animación y como un rito ancestral las capeas. Las vaquillas: he aquí un espectáculo taurino pleno de tipismo y emoción que llama siempre la atención y que con­ grega a miles de espectadores de Trujillo y su comarca. Cuando el ganado penetra en la plaza, centenares de mo­ zos corren delante de las reses. En las capeas abundan las carreras, los achuchones, los sustos y los baños de los mozos —lanzados por las vacas— en el pilar de la Plaza Mayor, convertida en improvisado coso taurino. Pero hay de todo en las clásicas vaquillas: hay momen­ tos de gran alegría en que los espectadores situados en los palcos ríen estrepitosamente con la serie de incidentes que presenta la antigua fiesta. Mas también hay otros en que la bravura de las reses se manifiesta con todo vigor y siembran el pánico entre los toreros y hasta en los espectadores. Las vaquillas son cedidas por los propietarios y gana­ deros a quien el público dedica sus aplausos cada vez que sale alguna res con extraordinaria bravura. Las fiestas de la Patrona — observa el activo escritor, doctor Pablos Abril— han adquirido rango y altura, con el «Pregón» y corte de honor, acto social que tanto dice al buen nombre de Trujillo y por el que han desfilado cantando las glorias históricas de la ciudad los Embajadores de Améri­ ca, y con el esplendor de los cultos. 308


CAPITULO XLI

LAS «CAJAS» DEL SEÑORIO DE PASARON DE LA VERA Pasaron de la Vera es una villa de la provincia de Cáceres situada en un valle, en la falda de la Sierra de Tormantos, perteneciente al partido judicial de Jarandilla, a 28 kilómetros de la Ciudad Episcopal de Plasencia y a uno de las estribaciones de la sierra. Disfruta de un excelente clima, muy grato en la estación estival. La fundación de Pasaron de la Vera es antiquísima y ha sido estudiada por el investigador cacereño Gervasio Velo y Nieto, de grata memoria, que puso de relieve su añeja im­ portancia cuando constituía el gran señorío de Pasaron y Torremenga, perteneciente a los Manrique de Lara, de la Casa Ducal de Galisteo. Las principales producciones de Pasaron son las siguien­ tes: ganadería, plantas industriales —tabaco, pimiento y algodón— , aceites, higos, madera de castaño, etc. En el templo parroquial de la localidad —bajo la advo­ cación de San Salvador— los viajeros pueden admirar el te­ soro artístico en tem os de ropas sagradas, cálices, y una monumental custodia labrada en plata y ornada con piedras preciosas, que está considerada como una de las mejores de la Diócesis Placentina. Todo ellg realza el maravilloso re­ tablo parroquial, verdadera joya con que cuentan los pasaroniegos. Desviándose de la general, existe una carretera entre Tejeda de Tiétar, que enlaza a Pasaron con la villa de Jaraíz de la Vera y recorre un maravilloso paisaje formado por bos­ ques de castaños, robles y otras muchas especies forestales con admirables panorámicas sobre la vega del Tiétar, en la comarca de Campo de Arañuelo, etc., reflejo de la fertili­ dad de estas tierras de la Alta Extremadura. Después de esta introducción sobre el señorío de Pasaron, 309


nos ocupamos de las «cajas», siguiendo la información que nos ha facilitado amablemente el señor Matías. Hemos de de­ jar constancia de que las «cajas» y la «voz» de las cofradías de dicho pueblo tienen plena actualidad, ya que se repiten todos los años. Como manifestación del fervor público-religioso y se­ gún las particulares devociones, suelen Iq s pasaroniegos in­ corporarse a Cofradías — «Hermandades» las llaman más comúnmente, prefiriendo el vocablo romance al de raíz la­ tina—, cuyo primordial objetivo estriba en rendir culto pú­ blico, comunitario, a una imagen o devoción determinada. «Apuntarse» a una Hermandad es una ancestral tradi­ ción en Pasaron, que felizmente es transmitida de abuelos a nietos. Existen cerca de la docena de Cofradías y sus «her­ manos» constituyen la totalidad de la histórica villa. De casi todas ellas falta un documentado estudio histórico de su ori­ gen y vicisitudes. Pero sus tradiciones y Ordenanzas se con­ servan íntegras en la memoria del pueblo y los acuerdos de sus «Cabildos» se reflejan fielmente en los libros de actas de cada una, libros, por tanto, del mayor interés para quie­ nes desean conocer a fondo las Hermandades con todo lo que en sí encierran. Por ahora queremos para mientes exclusivamente en una manifestación popular de algunas de ellas. Son las típicas «cajas», con que las Hermandades del Niño-Dios, Inmacu­ lada y San Blas anuncian sus actos, sus reuniones o la in­ minencia o fin de la fiesta mayor respectiva. Bien merece la pena para ser testigos de tales ritos tras­ ladarse a esta villa y, en cualquiera de sus típicas y empi­ nadas callejuelas ■ —hasta las que llega el rumor agrada­ bilísimo de los bosques próximos— presenciar el paso de las «cajas». Si el visitante lo prefiere, no le sería difícil conse­ guir asiento en un balcón rústico de maderamen o tras una enjalbegada ventana desde donde contemplará la singular procesión silenciosa de los «hermanos» de la Cofradía de turno y oirá el alegre corretear de los niños huyendo de las descomunales castañuelas con que el «Voz», elemento fes­ tivo de la devota comitiva, pretende alcanzarles. Las campanas de la iglesia han convocado a todos los «hermanos» en la casa del mayordomo. Fervorosamente se rezan plegarias por vivos y difuntos, y... comienzan las «ca­ jas». En la oscuridad de la noche y en el silencio de las sere­ nas calles, una o dos siluetas blancas —de cara enharinada— 310


Pasarán de la V era.— Bellísima calle


tableteando unas descomunales castañuelas se recortan al atravesar el claroscuro de cualquier plazoleta. Este persona­ je, mitad serio mitad bufonesco, es el «Voz» — «Bus», pro­ nuncia el pueblo y «Zampajigos», «Zampabollas» le apelli­ da la alegre chiquillería, para la que es a la vez delicia y temor. No puede certificarse su presencia en las «cajas». En los ya fenecidos «coloquios» —populares autos sacramentales al estilo, que no a la altura, de nuestro glorioso Siglo de Oro— . Sí que cumplía una específica función: ser el «gracioso» de los Autos, que representaba la Hermandad del Niño-Dios. Mas, ¿por qué su presencia en las «cajas»? Posiblemente —el aserto sólo tiene valor de hipótesis— viene determina­ da por la necesidad de conseguir alejar de la reposada co­ mitiva orante de los «hermanos» la algarabía infantil. O tal vez su presencia tiene un fin proselitista ejemplar: incorpo­ rar a los niños de la localidad a la pública devoción de los adultos. O quizá —y de ahí el llamarse «Voz»— dar conoci­ miento, pregonar, con su atuendo y sus castañuelas, la lle­ gada de la procesión. Difuminada la blancura del «Zampajigos» en la oscuri­ dad de la noche, el tono grave de los redobles de un par de tambores —las «cajas»—, advierten la presencia inminente de la Hermandad. Vienen en hilera, silenciosos, precedidos y presididos de su alcalde, autoridad máxima de la Cofra­ día, elegido anualmente, que dirige el rezo colectivo y ce­ losamente cuida de que toda persona ceda el paso a la comi­ tiva so pena de la correspondiente multa, impuesta en uso de un vetusto privilegio otorgado por la primera autoridad civil de la villa. En sus funciones directivas y ejecutivas es auxiliado por dos diputados, hombres de confianza del ma­ yordomo, al que «deben servir en las cosas que pertenez­ can a la Hermandad», según rezan las viejas Ordenanzas de una de estas singulares Cofradías. Tres detenciones obligadas hace en su itinerario la pro­ cesión. En el pórtico de la iglesia, para conmemorar el re­ galo del Sacramento, y en las esquinas más extremas de las dos calles orientadas hacia las ermitas del Santo Cristo de la Misericordia y la Inmaculada, ambas extramuros de la localidad. En estas paradas, ■ —enmudecidos los tambores— , rompe el silencio la oración colectiva de los labriegos hermanados en la Cofradía. Las «cajas» recorren las principales calles de Pasaron 312


Pasaron

de la Vera,—Balcón


como trovadores callejeros de las noches invernales. Quizá frente a la casa cuya ventana enjalbegada le brindó al visi­ tante la hospitalidad de cualquier pasaroniego, se ha dete­ nido la comitiva. N q obedece, descubierta su presencia, a una concesión folklórica. Allí vive un «hermano...» El al­ calde de la Hermandad traspasa el umbral. Los «cajeros» —constituye un verdadero arte el ritmo del redoble— jalo­ nan la entrada mientras van integrándose en el círculo que los cofrades realizan en el espacioso patio de la casa —casa y patio de auténtico labrador— . Cumplido el deber religioso para con vivos y difuntos de la Hermandad, los diputados escancian el buen caldo, que largos años durmiera en la bodega de la casa y del que ya gustó en otro tiempo el César Carlos, el Emperador de Occidente, en su retiro im­ perial de Yuste. En generosas bandejas se ofrecen las deli­ ciosas y sabrosas «perrunillas», Iq s jugosos higos, nueces y cacahuetes. Es el menú clásico en cuantas detenciones — «convites»— realizan las «cajas», invitadas por el her­ mano, que previamente comunicó a su alcalde el deseo de obsequiar a sus co-hermanos. ... Y breves minutos después, en las calles sugestivas de Pasaron vuelve a resonar, multiplicándose, el eco del correr apresurado de los niños, el silencio de la comitiva hermana­ dos con el redoble rítmico de las «cajas» y las castañuelas que bailan en las rudas manos del «Zampabollas». Cuando, dormida de nuevo la calle, vuelve a ella el vien­ to con aroma de los bosques contiguos, la procesión llegó a casa del mayordomo del año. ... Al día siguiente, que, según la fecha elegida, será día de Todos los Santos, la Inmaculada Concepción, Navidad, Año Nuevo, Reyes, San Fulgencio o San Blas, puede, tran­ quilamente, el visitante escudriñar y admirar gozosamente a plena luz del día todos los rincones típicos, adivinados la víspera, visitar la iglesia, el palacio de los Manrique o, plá­ cidamente, contemplar la singular belleza de la compañía, que abraza la Villa.

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CAPITULO XLII

LA FIESTA DE LA CHAQUETIA «La primera profesión, por su importancia fundamental, es la del M agisterio.» Eugenio M. de Hostos. En 1957 el Ministerio de Educación Nacional instituyó con carácter oficial el «Día del Maestro» en la festividad de San José de Calasanz, Patrono del Servicio Español del Ma­ gisterio. La fiesta tiene por finalidad rendir homenaje a los edu­ cadores esparcidos por la multiforme geografía española y difundir los valores de la Escuela Primaria. Todas las instituciones y centros que tienen relación con la Escuela, los padres y, sobre todo, los niños —que reci­ ben directamente el benéfico influjo de la educación— rinden en este día tributo a quienes a diario en el yunque de la E s­ cuela vierten la semilla regeneradora, forjando almas y ta­ llando corazones en una actuación profesional en la que aflo­ ra, de modo robusto, la vocación pedagógica. Porque en la Escuela, en su laborar sin prisas ni pausas, como quería Goethe, por el artista, no artesano, de la educación, está el engrandecimiento de España. ¡Con cuánta razón pudo decir Disraeli que «de la educación depende la suerte de la na­ ción» ! Todo cuanto contribuya a enaltecer a los encargados de realizar las importantísimas tareas didácticas está en la línea de la simpatía y del agradable deber. Los pueblos que honran a quienes saben conducir a sus hijos por los mejores senderos son pueblos que recogen la inmortalidad. No hay que olvidar que la entrega del Maestro es total en un actuar incesante en favor del florecimiento de los pueblos. 315


Es obra de estricta justicia exaltar los valores educati­ vos y honrar la labor de apostolado que constantemente eje­ cuta el Magisterio en un cometido de gran magnitud y tras­ cendencia en la sociedad española. Hay que honrar debidamente a los que se esfuerzan por transformar la infancia y elevar el nivel educativo y cultu­ ral de los pueblos. España está llevando a cabo con denodado entusiasmo •—a través de su Magisterio— la ingente tarea de extinguir la odiosa plaga, el morbo fatal del analfabetismo, hasta el punto de que es insólito el rincón patrio donde tal planta florece. Buen día el «Día del Maestro» para dedicar el más de­ licado tributo a los pedagogos, los titanes de la enseñanza. Todo ello por feliz acuerdo del SEM al recabarlo así del Mi­ nisterio de Educación Nacional. Pero nos interesa concretar algunas formas de homena­ jes, citando solamente a los fines de este volumen las más conocidas del ámbito cacereño. Muchas y curiosas costumbres registra la Alta Extre­ madura que han sido conservadas y que vienen a engrosar su valioso acervo. En los pueblos de Montánchez, Alcuéscar, Albalá del Cau­ dillo y Arroyomolinos de Montánchez y los de la Sierra de Gata, «el país del aceite de oro», en frase de «El Bachiller de Trevejo», es notable la costumbre —transmitida de ge­ neración en generación— de la «chaquetía», que es un tri­ buto de honra y gratitud a los maestros. El día de los Santos, los niños de las escuelas obsequian a sus maestros —en prueba de agradecimiento por el bien recibido al facilitarles las provechosas enseñanzas y didascalías como consecuencia de una labor tan abnegada como vocacional— con regalos diversos con arreglo a las disponi­ bilidades económicas de los padres de la infancia. Los mentores de la niñez corresponden a los alumnos con un día de vacación. El día de Todos los Santos piden los niños de Alcuéscar —y de esta costumbre, que responde a los dictados de la gra­ titud, se ha ocupado el gran folklorista Rafael García Plata de Osma en su Otoño popular— el aguinaldo al que llaman «chaquetía». A ello se refiere la siguiente cantinela: ¡Tía, la chaquetía! Loh polloh de mi tía 316


unoh le cantan y otroh le dicen: ¡Castañah, cociah! En Salorino es costumbre obsequiar a los maestros en el Jueves de Comadres, que se celebra la semana anterior al Domingo Gordo de Carnaval y el de Compadres, el de la semana anterior al citado. Se verifica la fiesta —que persiste todavía en su pujan­ za, según nos comunica el Maestro Nacional don Antonio Isado Sereno— en una época del año agradabilísima por las condiciones climatológicas, cuando los campos pardos se vis­ ten de gala con la fragancia de las flores, brotes delicados, maravillosa eclosión de una naturaleza que se despereza... Resulta verdaderamente hermoso y grato presenciar có­ mo los escolares se dirigen al augusto templo de la educa­ ción, la Escuela, con ramos de flores, fresas silvestres, un huevo en cada mano, dibujos y viñetas con incipientes rasgos artísticos, mas plenos de cariño, como ofrenda a I q s maes­ tros. En los pueblos más altos de la provincia de Cáceres —así lo ha comunicado al autor de este ensayo el maestro nacio­ nal y corrector escritor, don Santos Nicolás Rodríguez— , la fiesta descrita recibe el nombre de «chiquitía». Las localidades de referencia son: Guijo de Granadilla, Ahigal, Santibáñez el Bajo, Mohedas, Casar de Palomero, Aceituna, Santa Cruz de Paniagua, Cerezo, Palomero, Marchagaz y otras. Los niños empiezan por la mañana del día de los Santos a recoger la «chiquitía» en casa de sus padrinos de pila, abuelos y demás familiares. En la farde del mismo día salen en grupos al campo a comerse esa «chiquitía». Hacen mesa redonda y cada uno aporta lo que lleva. En dichos pueblos, la fiesta de la «chiquitía» proclama la característica de ser exclusivamente infantil.

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CAPITULO XLIII

Torrejoncillo: LA «ENCAMISA» Judit valiente, Débora ufana, Raquel hermosa que a todas ganas. (De las canciones a la P u ra). A cincuenta y ocho kilómetros de Cáceres, próximo a la levítica y episcopal ciudad de Coria, y asentado al sur del Alagón —afluente del Tajo— hállase Torrejoncillo, uno de los más importantes pueblos de esta provincia que — des­ truido el año 1809 por los arresadores galos— se fue des­ pués rehaciendo hasta su completo restablecimiento. Su terreno, en parte montuoso, es abundante en cereales, lino, leguminosas, etc. Sus encinares y viñedos dan ricos frutos. Excelentemente comunicada, con prestigiosos centros de enseñanza y recreativo-culturales, pulcra, pintoresca y bella, la población torrejoncillana —5.525 habitantes— es conoci­ da por sus famosas y antañonas industrias, si bien éstas han decaído de su esplendor y pujanza, ya que sus fábricas de paño empleaban a casi todo el vencindario antes del esta­ blecimiento de las máquinas en Béjar, Coria, Hervás y Ca­ ñaveral. Torrejoncillo se enorgullece de su bien acreditada arte­ sanía: la textil, de distintas clases de tejido de lino; la de calzado y guarnicionería, eminentemente útiles, y la de los metales, sobre todo la de metales finos; es decir, la orfe­ brería. Para abordar ésta nos vamos a valer de la palabra 319


Torrejoncillo.—La típica «Encamisá», de la noche del día 7 de diciembre


autorizada del profesor y académico de la Historia y la de Bellas Artes de San Fernando, don Miguel A. Ortí Belmonte: «El orive de Torrejoncillo trabaja lo mismo que traba­ jaba hace mil, dos mil años, utilizando las pepitas de oro del Aurifer Tagus, que funde, con las que él hace filigranas, pendientes de peva, de herradura, de reloj, de aljófar, galá­ pagos, gargantillas, cruces de pingallo, veneras de una gran belleza, con estilos heredados e inmutables; pero cuyos an­ tecedentes están en las alhajas, lusitanas, fenicias e ibéri­ cas de Aliseda, con su técnica de granulento punteado, joyas que vemos adornar el busto de la incomparable Dama de El­ che, recobrada en feliz día para España por el invicto Cau­ dillo, el Generalísimo Franco.» Este es el mayor elogio que podemos hacer del artesano, del artista torrejoncillano. No encontramos palabras para ofrecer nuestra admira­ ción a la dama torrejoncillana, apegada —loado sea Dios— a la tradición, merced a la cual se mantiene enhiesto y pu­ jante el típico traje regional, de singular importancia, de enorme interés, de severa belleza y colorido, que ha lucido airosamente la Sección Femenina en sus viajes por Europa y América, conquistando triunfos para España. Hemos de referirnos especialmente al tesoro, a la tra­ dición por excelencia de Torrejoncillo —pueblo noble y cre­ yente—, lo que más acusa su recia y señera personalidad, de acendrado sentimiento religioso: la «Encamisá». Pero antes, anotemos que el recorrido de la «Encamisá», «andar la «Encamisá», lo efectúan las devotas torrejoncillanas por­ tando faroles y después de la invocación de costumbre rezan el Santo Rosario, pidiendo favores a la Virgen, cumpliendo promesas, al amanecer del día 7 de diciembre, cuando la luz natural deshace el misterio de las tinieblas, y después del toque de vísperas. Bien puede decirse que la «Encamisá» es una fiesta de plegaria, de oración fervorosa, porque no hay una mujer —ora vestida con la clásica saya, ora con toquilla o con el moderno traje— que no rece y pida a la Virgen, a María Inmaculada. Evoquemos la noche por antonomasia de Torrejoncillo, la noche que precede al día de Nuestra Venerada Madre la Inmaculada Concepción, cuando el pueblo arde en fiestas y alegría piadosa —una verdadera explosión de fe— portando el estandarte de la Virgen, recorriendo con él las calles. La nutrida y vistosa cabalgata mariana de la «Encami­ sá» —como en una fantástica estampa oriental—, hombres envueltos en amplias sábanas, con albos turbantes y faro321 21


Torrejoncillo.— La cabalgata

de «La Encamisá», con el estandarte


les pendientes de largas pértigas, cabalgando briosos corce­ les enjaezadgs con lujo —casi todos los años más de doscien­ tos— el mayordomo, vestido a la antigua usanza, luciendo un manto con estrellitas azules que rodean el bordado de la Purísima, custodiado por jinetes, gana la vía pública hasta aproximarse al sagrado templo de San Andrés; en las puer­ tas de éste —escenario magnífico, maravilloso, de este her­ moso retablo lugareño— , el Ministro del Señor le entrega el rico estandarte, cuya aparición es acogida con vivas esten­ tóreos, lágrimas y sonar de cohetes, disparos de escopetas... El momento, del que está pendiente todo Torrejoncillo, es de una intensa emoción. Enmudecen las gargantas, calla el tamboril cgn sus no­ tas graves, arcaicas, monorrítmicas, cálmase todo el estruen­ do y rasga el aire la canción devota... Pues concebida fuiste sin mancha; A ve, Mario,, llena de gracia. Y estas otras endechas a la Inmaculada: Patrona eres de toda España; rogad por ella Virgen Sagrada. Oliva verde, Paloma blanca; Ave, María, llena de gracia. En fila cuádruple la uniformada y briosa cabalgata, la «Encamisa» recorre las arterias torrejoncillanas: estallidos de cohetes, fuegos artificiales, disparos de tiros, pólvora, olor campestre..., registra el ambiente. Arden «jachas» y ho­ gueras en todas las calles. El vecindario —que participa ac­ tivamente en la devoción tradicional— prorrumpe: Eres portera, eres María, eres la rosa de Alejandría. 323


Y también: En esta noche, en este día, digamos todos: ¡Viva María! En este día y en esta noche cantar queremos tu santo nombre. Fuente -perenne, pozo de agua, donde la culpa no tuvo entrada. Tiende tu manto, Patrona Amada, sobre la guerra que está formada. En todo tiempo Tú nos amparas, pero, en la muerte, con más constancia. Al llegar a la plaza la procesión con el estandarte al frente, los caballistas forman una larga hilera frente al Ayuntamiento y atrio de la iglesia. Hierve la plaza; es la apoteosis de la fiesta. Luego, el estandarte es entregado por el mayordomo, en medio de gran fervor, aclamaciones y súplicas, al párroco entre incesantes vivas a la Patrona de España y a la In­ maculada Concepción. El cortejo, del que puede decirse que está integrado por fantásticos centauros, avanza como una centella a casa del mayordomo, quien obsequia generosa­ mente, con gran esplendidez, a los «encamisados», con los clásicos «coquillos» y vasos de «bon vino», como diría el poeta. En la última «Encamisá» que presenciamos, en casa del mayordomo se hicieron seis fanegas de «coquillos». En la «Encamisá» del año 1939, la de la Victoria, a la 324


que asistieron los excombatientes torrejoncillanos con la na­ tural satisfacción, alegría y emoción, cantaban: Bajo tu manto los has tenido y hoy te acompañan agradecidos. Es la «Encamisá» una fiesta cívico-religiosa de un gran tipismo, con acentos propios, característicos, conservada a través de los tiempos y que debe perdurar en su prístina pureza. Los más viejos torrejoncillanos manifiestan que oye­ ron decir a sus abuelos que los de éstos ya conocían la mis­ ma representación «semidivina» de esta noche. N q hay ningún torrejoncillano ausente de la patria chica que no acuda a la cita de la Madre Común en la noche de oración inolvidable para purificar su alma. Es natural, por tanto, que sean muchísimos los foraste­ ros que se desplacen a Torrejoncillo para asistir a la «Enca­ misá», seducidos, fascinados por la novedad de una fiesta religiosa única pira vivirla con el entusiasmo y fervor de los naturales de la hospitalaria población. A estos espon­ táneos asistentes al magno acto y a los invitados, a todos alcanza el magnífico convite de los mayordomos. ¡Así son los torrejoncillanos! Después de las doce de la noche se organiza por el mismo itinerario la Procesión del Silencio o Penitencia, que hace el pueblo de Torrejoncillo. A esta procesión no asisten nada más que las personas de luto —algunas descalzas—, pero que quieren rendir homenaje a la Santísima Virgen. Esta es la segunda parte de la «Encamisá». El poeta cacereño Gregorio Gallego Cepeda improvisó en la noche de vísperas del Día de la Purísima de 1958, en la procesión del Silencio, la siguiente composición, que tuvo la delicadeza de dedicar al autor de este volumen: LA «ENCAMISA» Noche de la ”Encamisá”, ebria de pólvora y luna, ancestral evocación que vierte fuego en el alma de nuestra estirpe moruna. 325


Revivir de un viejo rito lleno de fe y de pasión; módulo eterno, infinito del amor que por Ti sienten, ¡Purísima Concepción! Noche de estrellas perladas con lágrimas de rocío; va la procesión callada de penitencia inflamada loca de amor y de frío. Rutilan luces marchitas de faroles encendidos; rumia sus preces contrita la penitente bonita por sus amores perdidos. Llora una madre la ausencia del hijo que se le ha ido; ¡rosario de penitencia!..., pide a la Virgen clemencia para los seres queridos. y en la noche de todo afán, de amorosa emulación, de la Virgen soberana caminan tras el pendón, mientras canta la campana ardorosa y plañidera presidiendo esta quimera que brota del corazón. Reyes Huertas, el delicioso novelista extremeño, con su pluma ágil y colorista, dejó una magistral descripción de la «Encamisá» —en la que le parecía ver un trasunto de ca­ balgata moruna— en su bella narración Mirta. La «Encamisá» de 1959 registró la presencia de la me­ jor embajada que pueda tener Extremadura, la de los her­ manos de raza de allende las fronteras, de hispanoamerica­ nos, que sienten vigorosamente la llamada de la madre pa­ tria, verificándose con tal motivo actos de auténtica confra­ ternidad. En noche tan saliente, la población torrejoncillana, con su proverbial hidalguía, acogió grata y gentilmente a 326


las distinguidas personalidades de las florecientes hijas de España, que pudieron participar en un espectáculo de des­ bordamiento de fe mariana realmente impresionante, de es­ tremecimiento de amor a la Inmaculada Virgen María, la «Pura», en la expresión popular, la Patrona de España, y recibir su gracia divina...

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CAPITULO XLIV

Ceclavín:

«LA BORRASCA» Y «LOS CABALLOS» El pasado de la villa de Ceclavín —agrícola, campesina— , situada sobre una pequeña colina cerca de la frontera por­ tuguesa, metida entre ríos, en la confluencia casi del «padre» Tajo y el Alagón, ha sido ampliamente estudiado por el presbítero, hijo de la localidad, don Julio Rosado en su obra Bosquejo histórico. Cuando nos iniciamos en las lides periodísticas y litera­ rias, recordamos gratamente que se encargaba de aventar en las columnas del diario cacereño Nuevo Día, los latidos de la actualidad de Ceclavín, el hoy prestigioso pedagogo don Isaías Lucero Fernández, galardonado con la Cruz de Alfon­ so X el Sabio, por sus merecimientos en el campo de la en­ señanza. En su sección «Ceclavín al día», Lucero Fernández refle­ jaba toda la vida del pueblo en sus diversas manifestaciones y buena parte de su tarea la ocupaba la descripción de las costumbres y fiestas y la exposición del folklore. Bien pode­ mos decir que —por la puntual y adecuada información del entonces periodista local— sabemos mucho de lo que ateso­ ra Ceclavín. En el orden etnológico resaltemos entre las fiestas origi­ nales de la villa cacereña —privilegio que le concedió el egre­ gio Soberano Carlos I— la de «La Borrasca» y «Los Caba­ llos». «La Borrasca» se celebra en la noche del 24 de diciembre, la noche más tradicional de la cristiandad. En la tarde de este día se pregona el bando de la Alcaldía, bando tradicio­ nal, en el que la autoridad municipal hace saber: «Que ce329


lebrándose en la noche del día de la fecha la tradicional fies­ ta de «La Borrrasca», haciendo justicia a nuestros antepasa­ dos, ruego que, como ellos, se tomen las diversiones típicas con la mayor fraternidad, sin molestias para nadie y con la alegría propia de corazones sanos y sentimientos religiosos». En la noche citada la gente ceclavinera invade las calles y locales públicos provista de diversos instrumentos —zam­ bombas, tambores, panderetas, campanillos, hierros...— tiene la costumbre de recorrer la localidad cantando. También en no pocos domicilios, y congregados en parti­ das, los ceclavineros se sitúan en los patios y zaguanes y can­ tan alegremente al son de los instrumentos citados. A estos lugares — «borrascas»— suelen concurrir lo mismo personas ya casadas que algunas de buena edad y, en medio de la ma­ yor animación, brincan, cantan y beben, todos bulliciosamen­ te, borrascosamente, en consonancia con la fiesta que se ce­ lebra. Pródiga la musa popular en cantares propios de «La Bo­ rrasca» anotemos algunos. He aquí algunos relativos a la No­ chebuena y a las relaciones de tipo amoroso: Vino la Nochebuena no vi tu cara. Para todos fue buena, para mí mala. En el olivarcito de la aceituna, hablando con mi amante me dio la una. Levántate las alas de ese sombrero, que me pareces viudo y eres soltero. Ya está mi carbonero puesto en la esquina, pergonando con gracia: ¡Carbón de encina! Corra usted, madre, con el dinero que se va mi carbonero. 330


El carbonero anuncia con su vozarrón: ¡Carbón, carbón de encina y picón! Si piensas que me mueven tus intereses, es mi pecho más noble que te parece. Por esta calle a lo largo tengo que sembrar piñones, y los tengo que regar con sangre de corazones. Arriba, Simón, y abajo el romero, que yo te rondaré aunque sea sin desvelo al amanecer. Hay cantares que se refieren a la vida campesina, como éstos: Esquilones de plata bueyes rumbones, éstas si que son señas de labradores. Si no tienes coyundas, para los bueyes, yo te daré un manojo de cintas verdes. Cuando las mozas quieren despedir a los mozos de «La Borrasca», les cantan: El candil se está apagando y mi madre no está aquí. Yo no digo que te vayas. pero, ¿qué haces aquí? A las doce asisten a la Misa del Gallo y a continuación vuelven a las andadas. Los ceclavineros no se cansan de fes­ 331


tejar «La Borrasca», hasta el extremo de permanecer en pie toda la noche: Aquí de noche, aquí de día hasta que venga la luz del día... Todos los pueblos se sienten orgullosos de sus productos y especialmente de su vino. Ceclavín —que se llamó antigua­ mente Celia Vinís, lugar o bodega de vino, debido, sin duda, al mucho y de excelente calidad que producía su viñedo y que gustaba al César de Occidente— lo expresa en estas co­ plas que se cantan en «La Borrasca»: Echame una copa de ese vino blanco. Echame una copa, que si no no canto. Echame una copa de ese vino tinto. Echame una copa, que si no no brinco. Coplas de tipo humorístico, de los instrumentos usados en la fiesta y de todo intencionado y picaresco son las que siguen: Gasta la molinera ricos collares de la harina que roba de los costales. Una suegra de azúcar dicen que amarga. ¡Ay de mí!, que la tengo de carne humana. Dale tú al pandero, dale al almirez, dale a la zambomba, bomba, dale al almirez. Lava la niña en el prado, 332


lava y tiende, tiende la ropa en el prado, prado verde. El clavel en el huerto llueve y se moja y el aire lo sacude hoja por hoja. Vengo de moler, morena, de los molinos de arriba: duermo con la molinera, y ¡olé! No me cobra su maquila; que vengo de moler, morena. Más quisiera una noche, ki-kiri-ki dormir contigo, que tener una troje, ki-kiri-kí llena de trigo. Este repertorio de folklore local ceclavinero fue dicta­ do por «el tío Nicolás», guarda durante muchos años de la dehesa «El Encinar», un tipo popular, representativo. Queremos poner de relieve a los lectores que «La Bo­ rrasca» es una fiesta —en la que se oye la voz multicolor de Ceclavín— que responde perfectamente a su denomina­ ción y que en la misma participa todo el vecindario cecla­ vinero, amante de sus tradiciones, conservadas a través de los tiempos. Una observación interesante del presbítero e investiga­ dor citado al principio de este capítulo ngs complacemos en recoger: «A pesar de tanto choque, jamás ha habido una riña seria el día de Navidad, y es que ya lo dijeron los án­ geles, aquella noche habría paz entre los hombres...» Otra fiesta objeto de esta visión de etnología cacereña es la de «Los Caballos». La fiesta de «Los Caballos» se verifica durante los días 26 y 27 de diciembre, es decir, a continuación de «La Bo­ rrasca», como si dijéramos, complementándola. Consiste en ir y venir a la ermita de Nuestra Señora la Virgen del Encinar, Patrona de la localidad, objeto de la mayor devoción de los ceclavineros y vecinos de los pueblos comarcanos, en briosos caballos —de donde adquiere el nom­ 333


bre la fiesta— a todo correr y a cantar villancicos al Niño Jesús que está en el portal... La estampa no puede ser más vistosa y movida por el pugilato que se establece. Al regreso del santuario, la juven­ tud recorre las calles del pueblo montada en caballos y ca­ rros engalanados, acudiendo a las casas amigas, donde se la obsequia con el exquisito vino y los riquísimos «coqui­ llos» de Ceclavín. Esta estampa de jinetes y carros engala­ nados es verdaderamente atractiva: las chicas que van a la grupa con sus jinetes o en carro lucen el traje típico. Como dato curioso consignemos la escasez de accidentes —si es que ha habido alguno— producidos en estas fiestas en cuyos días —principalmente por la tarde— partidas de jinetes corren los caballos por las tardes haciendo paradas en las puertas de los bares para saborear el rico caldo, en­ tonando canciones clásicas como la que sigue: El caballo tardo, que me regalaste, se me ha puesto cojo y no puedo montarle.

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CAPITULO XLV

Albalá del Caudillo:

«LAS TABLAS» En este libro figura ya un capítulo consagrado al pue­ blo de Albalá del Caudillo, con motivo de la descripción de «las corridas de gallos». Sin embargo, por la importancia que tiene y notas cu­ riosas que brinda una costumbre ya muy antigua, vamos a dedicar a la localidad citada otro capítulo en el que reuni­ remos cuanto se relaciona con la costumbre. Nos referimos a las fiestas de «Las Tablas», estampa de algunas localidades montanchegas, pero típicas, sobre todo, de Albalá del Caudillo, que siguen celebrándose y que concretamente concierne a la Nochebuena y días sucesivos. No ocurre con el relato de «Las Tablas» lo que con los restantes de las fiestas señeras de la Alta Extremadura. «Las Tablas» —que incluimos en este ensayo— si no tienen lo que se dice literatura propia, cuentan, al menos, con una preclara figura del folklore, Rafael García Plata de Osma, que se ocupara de ella y la diese a conocer en la R evista de Extremadura y no sabemos si en alguna otra publicación donde habitualmente colaboraba el ilustre escritor. Empiezan los preparativos de «Las Tablas» el día 8 de diciembre en que se designa a las «pedidoras» que, en nú­ mero de seis, han de afanarse con denuedo y entusiasmo por la mayor brillantez y esplendor de la fiesta cristiana. Las «pedidoras» tienen que ser Hijas de María. Su nom­ bramiento 1q hace la junta directiva de la asociación. Estas «pedidoras» comienzan a pedir de casa en casa a partir del día 15 hasta el día de Nochebuena. Salen a pedir por el pueblo para la fiesta y puede decirse que nadie, ab335


solutamente nadie, se queda sin aportar su óbolo. Además, tienen que aguantar las músicas que, con el mismo son y los mismos instrumentos empleados para «Las Tablas», le van a dar casi todas las noches los vecinos que se reúnen en pandilla a tal fin. Hagamos constar que las amistades y parientes se con­ sideran en la obligación de, siquiera una noche de los días que anteceden a la Nochebuena, dar música a las «pedido­ ras». Las ofrendas de «Las Tablas» consisten en unas tablas engalanadas con pañuelos de seda, rosarios, medallas, cintas, etcétera. Colocan encima rosquillas, bollos, panes y naran­ jas, todo lo cual ha de venderse mediante la puja corres­ pondiente. «Las Tablas» son subastadas en el portal de la iglesia. Hay un detalle que no podemos omitir, si bien hemos de indicar que es relativamente reciente. Es más propia­ mente el traslado a la fiesta de «Las Tablas» de las popu­ lares y españolísimas hogueras de San Juan cuando el sor­ teo de los quintos. Así y con este motivo se hacían en la localidad cuando los quintos se sorteaban en el Ayunta­ miento. El día de la Inmaculada Concepción van los quintos al monte por encinas. En el momento en que salen las mozas de Misa Mayor llegan las encinas a la plaza lugareña. Estas encinas, el árbol secular de Extremadura que tanta admira­ ción y beneficio produce, tan bien cantado por figuras de la talla de Eduardo Hernández Pacheco, Pedro Caba, Blas Piñar, etc.—, son subidas por los quintos del año siguien­ te el día indicado y forzosamente han de pasar por la puer­ ta de la parroquia con ellas a la hora que queda consigna­ da de finalizar el Santo Sacrificio. El 24 de diciembre están los q u i n t o s y acompa­ ñantes todo el día con carros recogiendo leña por el pueblo. Al anochecido comienzan a quemar las encinas hasta que se acaba la leña. Pero dejemos que sea la pluma autorizada de García Pla­ ta de Osma la que narre con toda precisión la costumbre: «El 24 de diciembre, después del toque de maitines, em­ pieza la fiesta. El pueblo, en masa, acude a la puerta de la iglesia y en tanto llega la hora de la misa, la apiñada mul­ titud no cesa de cantar coplas y romances religiosos, amis­ tosos, pastoriles, de todas clases, excepto los que encierran un fondo demasiado grosero. La tonada es dormilona, simplí­ 336


sima; el segundo verso viene a ser un acompañamiento de tono del primero y todos los demás tienen la misma no­ ta. ¿...? Véase. Calderos, cañas, panderos, almireces, casta­ ñuelas y otros utensilios más o menos ordinarios con los que se produce una armonía que llaman el chas-ca-rri-rrás; con una onomatopeya la definen con gran exactitud. El primer día de Pascuas y los sucesivos, las «pedido­ ras» y otras que quieren hacer la ofrenda pasean alrededor de la iglesia antes de entrar en misa, llevando sobre la ca­ beza sus tablas, adornadas y entre los toques del «chas-carri-rrás». La fiesta de «Las Tablas» se verifica los días 24, 25, 26 y 27. El 24 por la noche se celebra el convite de la «pe­ didora» de «Las Tablas» a base de buñuelos. Hay música producida por los instrumentos citados y las latas. Se oyen las expresiones: Jóle y jóle, ja, ja La Misa del Gallo la pagan las «pedidoras» que asisten a la misa con sus familiares y, cuantos lo desean, pueden lle­ var tambores, castañuelas, panderetas, sartenes, latones. Van cantando villancicos. El día de «Las Tablas» los mozos van a bailar éstas; dos salen por las calles, los cuales se encargan de descargar a las mozas, por lo que se les denomina «descargaores». Fiel reflejo de la realidad cuanto queda expuesto en tor­ no a «Las Tablas», dicen los naturales de Albalá, que lo mejor para entenderlas y tratar de comprenderlas es vivir en toda su intensidad la fiesta durante los días del «jóle», las latas y los saltos. Completamos a continuación la estampa con algunas ex­ plicaciones —que nos ha facilitado amablemente Francisco Berrocal Flores— respecto al «jóle», las latas, los «descar­ gaores» y los saltos. En cuanto al «jóle», consignemos que es vicio de pro­ nunciación del «olé»; es el grito de los mozos al acercarse a la tabla que lleva la moza en su cabeza, pues los «descar­ gaores» y bailarines, amigos y parientes de la «pedidora», van danzando junto a la tabla y se separan de la misma en movimientos de ida y vuelta en un radio de cinco o seis me­ tros y el saludo a la moza es «jóle». Así, tal y como suena. Las latas significan que es el instrumento típico de la fiesta, que es un latón o, por mejor decir, todos los latones 337 22


que se puedan reunir que son los que llevan el ritmo. Liega a tal altura lo de las latas, que cualquier lata, por vieja que sea, se cotiza mucho los días de la celebración de «Las Ta­ blas». El resto de los asistentes, prescindiendo de los «bailaores» y «descargaores» de «Las Tablas», que llevan casta­ ñuelas, usan I q s más peregrinos instrumentos, desde el al­ mirez hasta una herramienta sin tablas. Los «descargaores» son una pareja de mozos para cada tabla, que la sostienen en las paradas en que la «pedidora» la suelta para formar todo el mundo corros y seguir bailan­ do al son. Los saltos son sencillamente los saltos del ritmo. Acerca de la historia y el porqué de la tiesta, etcétera, podemos añadir poca cosa, ya que se pierde en los tiempos, i^o cierto es que se viene haciendo siempre de la misma rorma que queda relatada. En nuestro deseo de quedar un capítulo lo más exhaus­ tivo posible, a continuación transcribimos las coplas que re­ cogió García Plata de Osma. Los romances los remitió al egregio maestro de la Filología Española don Ramón Menéndez Pidal, hoy en la más venerable ancianidad. Estas co­ plas son reflejo del alma poética y creyente de Albalá: Gracias a Dios que he llegado al templo de la murciana, donde se venera a Dios. Madre, un niño está a la 'puerta, más hermoso que un clavel; a tu madre; que nos abra, que venimos a ofrecer. Danos licencia, Señora, para entrar en vuestra casa; confesaremos tu nombre, muy humildes a tus plantas. Y de que estamos dentro, Madre de Dios Soberana, tomemos agua bendita para entrar limpio y sin mancha. En la Ley de Moisés ninguna mujer entraba 338


al santo templo de Dios sin estar purificada. Ya viene el profeta Elias, el profeta patriarca, recibiendo a Simeón, dándole infinitas gracias. En la Ley de Moisés todos los pobres llevaban dos tórtolas o palomas, porque la ley lo mandaba. Los señores de Justicia que asisten a este gobierno merecen de aqueste Niño gocen de su santo reino. Al señor cura, Señora, pues que manda en vuestra casa, también pedimos licencia, con petición muy cristiana. En el medio de la iglesia hay un hermoso guindal; las ramas llegan al cielo y las guindas al altar. De la iglesia sale el sol, de la sacristía un ramo, de los ojos de María salen los enamorados. Todos le llevan al Niño, yo no tengo qué llevarle; le llevaré una camisa, que se la ponga su madre Todos le llevan al Niño, yo también le llevaré; le llevaré una camisa y un panal de rica miel. En un portal sucio y pobre la Virgen se recogió: 339


entre la muía y el buey, el Hijo de Dios nació. Acuérdate, Virgen pura, de que en un portal nació, de que meciste en tus brazos, de que en tu seno durmió. Acuérdate cuando huía de terrible persecución; que por tu Niño temblabas al más ligero rumor. Antes de empezar los romances, proceden las siguientes estrofas: En el nombre sea de Dios, y de la Virgen María, que ésta es la primera copla que he cantado en este día. En el nombre sea de Dios, y del Espíritu Santo, que esta es la primera copla que a esta parte llego y canto. Subid, niños, al altar, y la miel que es dulce y buena; Jesucristo es el panal y la Virgen la colmena. De la iglesia sale el sol, de la sacristía un rayo, del corazón de María tres claveles encarnados. Tres puertas tiene la iglesia, entremos por la mayor, le haremos la reverencia a aquel divino Señor. Tres puertas tiene la iglesia, entremos por la del medio, haremos la reverencia a Jesús el Nazareno. 340


Tres puertas tiene la iglesia, entremos por la más chica, haremos la reverencia a las Animas Benditas. En la iglesia de Albalá, mano derecha entrando, está San Buenaventura con el librito en la mano. En la iglesia de Albalá, a mano izquierda entrando, está la Virgen María con el rosario en la mano. Dígale pronto el romance a la curiosa María; dígale pronto el romance y luego la despedida. A continuación transcribimos las canciones de Navidad de Albalá: ¡Ay del chiquirritín que ha nacido entre paja! ¡Ay del chiquirritín que ri ri ri queridito del alma! Los pastores le ofrecen ricas mantillas y también una caja de maravillas, y también una caja de maravillas. ¡Ay del chiquirritín que ha nacido entre paja! ¡Ay del chiquirritín que ri ri ri queridito del alma! Esta noche nace el Niño, el Santo Niño Manuel, que mostrará a los niñitos la salvación y la fe. 341


Qué Niño más bueno, qué bonito es, otro Manolo, es otro Moisés. Santo Niño del oriental astro caído sobre el portal, sanio Niño celestial. Hace falta bulla para estos momentos, meten mucho ruido con los instrumentos, dale y dale fuerte a todos los panderos, aunque luego tengan muchos agujeros, dais, que aale; dale que dale; dale que dale, que le dé, que le dé. Hace falta bulla... Arre, borriquito, vamos a Belén, no me quieres coger que voy yo tamoién; arre borriquito, vamos a belén, que mañana es fiesta y al otro también. Qué noche tan clara, qué clara que está, ¡el Sol de los cielos, brilla en un portal! El Verbo encarnado nos viene a implorar, mirad confiados y humildes llegad. Arre borriquito, vamos a Belén... Venid acá, partorcitos, paso a paso acá venid, y entonemos dulces cantos que ya el Niño va a dormir, que ya el Niño va a dormir. 342


Duerme Niño arrullado a los ecos de mi sentida y dulce canción, duerme niño al compás que te llevan los latidos de mi corazón; duerme Niño al compás que te llevan los latidos de mi corazón. Si te falta una cuna mullida en el pobre portal de Belén llore Niño que duermes nacido en sus brazos de reales brizas, si te falta una cuna mullida en el pobre portal de Belén. A la nana, nanita, ea, mi Jesús, tiene sueño, bendito sea; a la nana, nanita, ea. Mi Jesús tiene sueño, bendito sea, ea, ea, ea. Pimpollo de canela, lirio en capullo, duérmete, Niño mío, mientras te arrullo. Duérmete que del alma mi canto brota y delicias de amores es cada nota. Duérmete que, si Herodes viene a buscarte, en mi pecho amoroso he de guardarte ¡Oh lirios en cuyos ojos el sol fulgura 343


mientras de éste cabellos y de noche oscura, pero cierra, bien mío, tus ojos bellos, aunque yo, madre, muera de verme en ellos ay, ay, ay, ay, Fuentecilla que corres clara y scmcyra. Ruiseñor que en el bosque cantas y moras, callad mientras la cuna se balancea, que el Niño está durmiendo, bendito sea, ea, ea, ea. Pajarillo sin fuentes, aurora sin brisa, ruiseñor de las selvas y en la sonrisa, callad mientras la cuna su balancea, que el Niño está durmiendo, bendito sea,


CAPITULO XLVI

LA TRADICIONAL NOCHEBUENA Uno de los mayores elogios sobre Extremadura, su fol­ klore, típico indumento y género de vida, tal vez sea el que hiciera S. S. Pío XII cuando recibió a los grupos folklóri­ cos de esta región, a la que calificó como «la de sanas cos­ tumbres y rico atavío», juicio que escuchamos de labios del amadísimo Pastor de la Diócesis de Coria-Cáceres, doctor Llopis Ivorra. Estas sanas costumbres se aprecian en el transcurrir co­ tidiano de la vida de las provincias extremeñas y, máxime, en la conmemoración de las fiestas hogareñas por excelen­ cia de la Natividad del Señor. Son fiestas que se celebran en días de paz y amor, entrañables. La familia renace en estos días tradicionales. En el pesebre —bajo la estrella de Orien­ te— está la salvación de la humanidad. Hay que vivir la Navidad cristianamente, con auténtico sentido cristiano y hogareño. Pero hemos de circunscribirnos a la Alta Extremadura. La tradicional Nochebuena se celebra en la misma en con­ sonancia con su acendrado sentimiento religioso. En los días prenavideños y navideños, se pone más de re­ lieve la capacidad de generosidad y la exteriorización de la excelsa virtud teologal de la caridad que anida en los cacereños. La campaña de Navidad en favor de los pobres, —en una entrega espléndida, amplia, de buena gana— para que se celebren las fiestas como corresponde a los herma­ nos más predilectos de Jesús —los pobres— lo pregona con harta elocuencia. Lo mismo en la capitalidad de la provincia que en los pueblos se celebra con júbilo extraordinario el nacimiento del Niño-Dios. En muchas casas se levantan artísticos nacimientos, 345


—renovación plástica del advenimiento de Cristo Salvador entre los hombres— que son visitados por amigos de la fa­ milia y gentes humildes del pueblo. La costumbre popular española del Belén fue introducida en España por el Rey Carlos III y —no obstante todas las campañas snob no ha podido ser desplazada por las motiva­ ciones y corrientes exóticas, ajenas por completo a la Navi­ dad católica. Los nacimientos continúan en el primer plano. Son un símbolo de las fiestas navideñas; una representación de la familia cristiana que es el mejor ejemplo de todas las familias del orbe. Hoy día asistimos en verdad a un resurgimiento del he­ lenismo o pesebrismo. Las Asociaciones de Pesebristas de España organizan todos los años grandes exposiciones, con­ sagradas a glosar los pesebres tradicionales con lo que man­ tienen viva la expresión popular. En estos belenes se baila y se canta al son de las pande­ retas, zambombas, castañuelas, tapaderas, hierros, etcétera. El Nacimiento, el pesebre, tiene que figurar en todo ho­ gar para honrar a Dios. El Nacimiento es una plegaria, una comunicación de la familia cristiana dirigida a Dios al rememorar el Natalicio Divino, poema de les más subidos acentos líricos, la más sublime poesía que fluye de la inspiración que jamás pudo soñar ningún poeta. El pueblo canta villancicos —la popular canción de No­ chebuena— por el Niño que ha de nacer. Hay que apreciar la suavidad que pone en ello. Bien puede decirse que el vi­ llancico es manifestación de devoción popular de tema na­ videño con copla y estribillo. El espíritu cacereño está im­ pregnado del más hondo sentimiento religioso. La celebra­ ción de la Nochebuena es una auténtica expresión de fe po­ pular. La familia se congrega con ruidosa alegría en un acontecimiento que es un desbordamiento de amor. En la ciudad de Cáceres y en los pueblos de la Alta Ex­ tremadura se asiste a la Misa del Gallo con gran devoción y, terminado el Santo Sacrificio, se vuelve a la alegría es­ trepitosa de las rondas hasta terminar, los que participan en la misma, cansados. Al son de la zambomba y el almirez cantan los cacereños villancicos y tradicionales canciones en la reuniones que celebran en diversas casas de la típica y cacereñísima calle de Caleros y también en las no menos cacereñísimas vías de Santa Gertrudis Alta y Baja y Villalobos. 346


Invariablemente las movidas y alegres reuniones comien­ zan con las siguientes estrofas: Entre usted, mozc entre usted, mozo: olé, salero; olé, salero. Que no quiero entrar, que no quiero entrar, olé, salero, porque me falta la voluntad. Porque tengo mil reales para gastarlos con quien tú sabes.

Otra de las canciones más conocidas y preferidas en esias reuniones es la siguiente: ¡Ay, qué castillo! ¡Ay, qué muralla! No puedo menos que atravesarla. Y si la paso, no la atravieso: en el castillo me quedo preso; preso me quedo y encadenado con los amores que tú me has dado. Romances.—Podríamos citar «La señora del mandil de seda», «Las tres cautivas», con su variante que hace alusión a esta ciudad: «Estando en la Fuente fría...» Entre los romances más bellos que cantan los cacereños por esta fiesta hogareña por excelencia, está el de «El co­ rregidor y la molinera». 347


En la tradicional Nochebuena cacereña no es posible omi­ tir la siguiente canción: I Tres -puertas tiene la iglesia; entremos por la mayor a hacerle la reverencia ai Divino Redentor. ESTRIBILLO Bajad, bajad, pastores; al Niño hermoso adorad, que aunque pobre y poderoso ha nacido en un triste portal. II Tres puertas tiene la iglesia; entremos por la del medio a hacerle la reverencia a Jesús el Nazareno (AL ESTRIBILLO) III Tres puertas tiene la iglesia; entremos por la más chica a hacerle la reverencia a las Animas Benditas. Otros de los villancicos que merecen consignarse son los siguientes: La Virgen va caminando por una montaña oscura, y al vuelo de la perdiz se le ha espantado la muía. ESTRIBILLO Pobrecita Virgen, va pisando nieve 348


pudiendo pisar rosas y claveles. En el portal de Belén hay un hombre haciendo migas; se le cayó la sartén, acudieron las hormigas. Que suban y bajen esos vasos llenos hasta que digamos bueno está lo bueno. Ven acá, María; ven acá corriendo. El candil se está apagando v mi madre no está aquí; yo no digo que te vayas, pero, ¿qué haces aquí? De las doce palabritas dichas y retorneadas, dime las doce: Los doce Apóstoles, las once mil Vírgenes, los diez Mandamientos, los nueve meses, los ocho gozos, los siete dolores, las seis candelas, las cinco llagas, los cuatro Evangelistas, las tres Personas d t la Santísima Trinidad. las dos tablas de Moisés donde Cristo Nuestro Rey, puso los pies: la una eme parió en Belén, la Virgen Pura En Serradilla resaltemos la misa pastoril de las mon­ jas —que los feligreses siguen con verdadero entusiasmo— 349


con el canto de preciosos villancicos a la música del órga­ no acompañada de tamboril, flauta y pandereta. En Palomero tiene lugar la «Pastorela» con la participa­ ción de un niño vestido de ángel y cuatro pastores a los que el primero participa el nacimiento del Niño Jesús en Belén en un acto llamado «La Embajada» y, después, pe­ netran en el templo a hacer la ofrenda, todo con la música de los instrumentos citados anteriormente.

I ¡Pastores de estas montañas. Que habitáis en estas selvas! Escuchad a mi embajada, y no asustéis de mi presencia. II Aquesta noche en Belén. Ha nacido a la inclemencia. El Mesías deseado. Que anunciaron los 'profetas. III Id a adorarle, pastores. Y veréis la primavera. En este mes de diciembre Las flores más pintorescas. IV Quedad con Dios, pastorcitos, Que yo me marcho a dar cuenta, Al auditorio divino Del mandato que se ordena. En Ceclavín se celebra «La Borrasca» en la noche del 24 de diciembre. El Galisteo, pongamos de relieve los cultos del NiñoDigs organizados por la Cofradía de este nombre, que data del primer tercio del siglo xvi. 350


En Albalá del Caudillo se verifica la típica fiesta de «Las Tablas». En Trujillo, a la hora del Angelus, los niños con los ins­ trumentos pastoriles danzan por las calles, que llenan de júbilo con el canto de preciosos villancicos navideños. En Coria, el 25 por la noche, salen los chicos armados de almireces, tapaderas y otros útiles por el estilo, cantan­ do villancicos por las calles, llaman a las casas conocidas donde se les obsequia con perrillas, caramelos, dulces, etc. En Casar de Cáceres, el día del Nacimiento Divino des­ filan típicas «cuadrillas» de mozos y mozas, de niños e in­ cluso de ancianas pedigüeñas, cantando villancicos. Guadalupe.—La Navidad del Señor ofrece relieves muy singulares en el Real Monasterio-Basílica de Extremadura, donde se rinde culto a la Patrona de Extremadura y Reina de la Hispanidad, por lo que es el templo de la Hispanidad. Son tradicionales las misas de la Cruz que se celebran los nueve días anteriores a la Nochebuena en recuerdo de las jornadas de María y José a Belén; es una misa muy so­ lemne que se dice al venir el alba; a ella asisten muchas gentes y se cantan villancicos. Durante estos días empiezan a salir por las calles y de noche, pandillas de familias —hay algunas que lo conservan de tradición— cantando villancicos y tocando zambombas, almireces, panderetas, ordenadamente, por las calles del pueblo. En toda la Alta Extremadura, en las fiestas Navideñas, se entonan, además de villancicos, otros cantares populares muy antiguos. No se nos oculta —y por ello lo hacemos constar como tributo de justicia— la labor fecunda y hermosa que lleva a cabo la Sección Femenina de fomento del villancico con los concursos anuales que establece en los dorados días prenavideños. G U A D A L U PE V i l l a n c i c o s

Niño querido del alma, muéstranos iu gran poder, socórrenos con tu gracia que buenos liemos de ser. 351


¡Ay!, Niño hermoso, ¡ay!, chiquitito, ¡ay!, gitanillo del corazón, ¡ay!, ¡ay!, ¡ay!, que te quiero, si, ¡ay!, ¡ay!, ¡ay!, que te quiero, no, ¡ay!, ¡ay!, ¡ay!, que te quiero, sí, ¡ay!, gitanillo del corazón. Con un sombrero de paja, en Belén entró un gallego, mientras que adoraba al Niño, el buey se comió el sombrero. Qué rechiquitín, qué mono que está, con su padre y madre en aquel portal. ¡Ay!, por Dios, señá María, déjeme usted que le bese, con esa cara de rosa que está diciendo: "comedme”. Qué rechiquitín, qué mono que está, con su padre y madre en aquel portal. Todos le llevan al Niño, yo no tengo qué llevarle, le llevaré un poco de lienzo para que le hagan pañales. Qué richíquitín, qué mono que está, con su padre y madre en aquel portal. Pastorcito, Niño amado, prenda de mi corazón, yo te adoro, rey sagrado, pues me robas la aflicción. Desnudito y puesto al frío, traspasado está mr Dios, quién pudiera, dueño mío, darte alivio en tal dolor. 352


¡Qué chiquito, qué bonito, qué amoroso, qué gracioso, nos escucha cariñoso el Divino Redentor. ZORITA « R o m a n c e d e la V is it a c ió n »

Mi prima Santa Isabel está sólita en su cuarto ; si quieres, esposo mío, iré a acompañarla un rato. Estribillo Jesús, qué contento, Jesús, qué alegría, en su dulce nombre que vaya María. CASAR DE CACERES « S in l e ñ a »

Sin leña ni abrigo, helados de frío, llegan al portal donde, fatigados, deciden la noche pasar. E s t r i b i 11 o Vámonos todos para Belén que él Rey del Cielo ha de nacer en un pesebre, en un portal, donde los reyes le han de adorar, En un lecho de paja desnudito está, le han de adorar.


BAÑO S D E MONTEMAYOR « L a s se r r a n a s d e la s ie r r a »

(Lo dictó don Valeriano González.) La Serrana de la Sierra y la gitana de gito caminan hacia Belén a ver al Niño chiquito. E s t r i b i 11 o Toque, toque el tamboril y la flauta, vamos, vamos al valle frío, a ver al Niño hermoso que en el portal ha nacido. Los Reyes y los pastores todos van hacia Belén para ver al Niño-Dios que acaba de nacer. CORIA San José era carpintero de fina carpintería, le hizo una cuna al Niño que ella sola se movía. E s t r i b i 11 o Bolo, bolo, bolo, mira como suena son los martülitos de la Nochebuena. Esta noche no hay coche. porque el cochero ha cogido una mona y la está durmiendo.


LAS

PROFECIAS

Nos dicen las profecías que cumplidas las edades, en la ciudad de Judea una Virgen se hace madre. Leyendo la Virgen estas profecías, le rogó a los Cielos, que llegue este día. El día de Año Nuevo por la mañana circuncidaron el Niño, Manusl se llama. Es que eres una perla, hola que los niños te adoran, oye que te rodean pastores, vaya que eres el refulgente Niño del alma. LA

V E R A

« S o m o s p a s t o r c it o s »

Somos pastorcitos que venimos a Belén a buscar al que ha nacido, a Jesús que es nuestro bien. E s t r i b i 11 o Caminando, camina, ligero, no te canses, no, de caminar, que te esperan José y María, con el Niño en el portal. « A l N i ñ o r e c ié n n a c id o »

Al Niño recién nacido, todos le traen algún don, 355


yo soy chico, nada tengo, te ofrezco mi corazón. La Virgen lava -pañales y los tiende en el romero y los pajaritos cantan y el agua se va riendo. CASATEJAD A Yo soy Vicentillo que vengo a cantar al Niño que llora y hacerle callar. E s t r i b i 11 o Mi sol, sol, sol, mi sol, sol, sol, do no llores, bien mío, no llores, más, no. El frío y la escarcha le hacen tiritar y los pastorcillos le van a adorar. SERRADILLA Estas puertas son muy altas y aquí vive un labrador; tiene la mujer muy guapa y las hijas como un sol. En el vasar hay un vaso y en el vaso una alelia venimos a dar las Pascuas a la Señora María. En la parte alta de la provincia se acusa más acentuada­ mente la expresión dialectal y vernácula que en la parte cen­ tral y baja. Veámoslo con motivo de la festividad del Niño356


Dios. Transcribim os a continuación una canción que refle­ ja la alegría ingenua de la gente de la A lta Extrem adura. Noche-güena, Noche-güeña, güeña nos la dé mi padre, que empezó por él más chico y acabó por el más gra/nde. Noche-güena, Noche-güena.

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CAPITULO XLVII

Galisteo: «LA VAQUILLA» Y LOS CULTOS EN HONOR DEL NIÑO - DIOS Entre las episcopales ciudades de Coria y Plasencia, en un cerro y a la orilla del Río Jerte y rodeada de murallas de argamasa —que se amparan en el recio bastión de su Castillo— se halla situada la villa de Galisteo, que presenta un pasado de gran importancia en la historia de la Alta Extremadura. Galisteo fue cabecera del señorío de su nombre con ju­ risdicción sobre las aldeas de Aldehuela, Carcaboso, Valdeobispo, Holguera, Montehermoso, Aceituna, Ríolobos, Pozue­ lo, El Guijo y Malpartida de la Despoblada. Tuvo corregidor nombrado por los señores feudales y un convento de frailes. De origen romano y contigua a la antigua Vía de la Pla­ ta, Alfonso IX de León firmó en el castillo de la histórica localidad el convenio de 1229, luego de la reconquista de Cáceres. El Rey Juan II hizo merced del señorío de Ga­ listeo a don García Fernández Manrique —Casa de Osorno— y, a su vera, la Villa se desarrolló, creció y prosperó ex­ traordinariamente. Habiendo venido a menos la casa de Man­ rique, el señorío pasó a la casa Ducal de Fernán Núñez y Duque de Montellano y del Arco, Conde de Cervellón. El palacio —magnífica morada y residencia de precla­ ros varones de la casa de Lara y que albergó al Marqués de las Minas cuando sometía a la Alta Extremadura al Archiduque don Carlos de Austria, aspirante al trono de España contra Felipe de Anjou, proclamado Rey con la de­ nominación de Felipe V, que tuvo diversas propiedades— , conoció la lucha de los Infantes de Castilla con los Maestres 359


de la Orden de Alcántara y sufrió la devastación de los fran­ ceses en la Guerra de la Independencia. Lo más característico del castillo es su torre de defen­ sa, rectangular, con un chapitel octogonal piramidal, que data de la catorce centuria. Notable es en la Villa su hermosa iglesia parroquial de tres naves. Galisteo —que tuvo un pretérito jugoso— hoy se ofrece con vida pujante, como consecuencia de la intensa activi­ dad que en el mismo se registra debido al favorecimiento de los nuevos regadíos, ya que pertenece al sistema de ese gran vaso que es el embalse que lleva el nombre del cele­ brado vate campesino Gabriel y Galán. Principalmente, de algodón tiene una gran producción: más de dos millones y medio de kilogramos y considerables cantidades de tabaco, maíz, pimiento y cereales. En el término galisteño se han transformado en regadío más de mil hectáreas, que ocupan a mil familias campesinas. Famoso es el pueblo de Galisteo por la fiesta de «La Vaquilla», que proviene nada menos que del medioevo. La Santísima Virgen de Fuente Santa poseía una dehesa de su mismo nombre y todos los años en el otoño regalaba el ad­ ministrador una vaquilla brava que era lidiada y muerta por las mozas de la localidad y la carne se repartía a los pobres. Las mozas —en festejo tan singular y vestidas con el típico traje de «patanas»— bailan una danza a la Virgen y piden la llave al son del tamboril, petición que es dene­ gada por dos veces y concedida a la tercera. Actualmente este festejo popular lo dan los quintos. Se celebra en el mes de septiembre, corriendo los gastos a car­ go de personas particulares; todo ello para no perder la tra­ dición que desean conservar con carácter primitivo. Durante los días del 14 al 18 del mes de agosto, Galis­ teo celebra las Ferias y Fiestas en honor de su Excelsa Patrona Nuestra Señora de la Asunción. Los galisteños se di­ vierten alegre, pero sanamente. La Virgen tenía el santuario en las afueras de la muralla y por sus numerosas y valiosas alhajas se la denominaba «Maravilla de la Diócesis», estando patrocinada por la Casa de los Manrique en su época del mayor auge y esplendor. El santuario era custodiado por los Dominicos, siendo arra­ sado y totalmente destruido por los franceses en la guerra ya citada. Los hijos de Santo Domingo tenían un convento 360


que fue fundado por don García Fernández Manrique, señor de la Villa, el año 1545. Al decir de un cronista, era una obra del mejor gusto y arquitectura. Galisteo se distingue, además, por los cultos que celebran en honor del Niño-Dios en la tradicional Nochebuena. La Cofradía de este nombre que se encarga de ello, data del primer tercio del siglo xvi. Los estatutos que hoy se con­ servan fueron dictados el año 1663, habiendo sido modifica­ dos en 1812 y 1817. Existe un libro de la Cofradía que se considera el pri­ mero, manuscrito en castellano antiguo, que data del año 1764, en el que se registran todos los cabildos celebrados a partir del año 1763. En dicho libro se observa la constitu­ ción de la Cofradía en la forma siguiente: Decano.—Cargo honorífico correspondiente al hermano de más tiempo en la Cofradía. Muñidor.—Lo desempeña el hermano que ha de ser ma­ yordomo al siguiente año. Su misión es la de tocar la «caja» —tambor— por medio de la cual se notifica a los hermanos cofrades la asistencia a los actos a celebrar; cabildo, ensa­ yo del Auto Sacramental, etc. Mayordomo.—Cargo que corresponde a quien en el año anterior fue muñidor. Sobre él recae la organización de la fiesta. Alcalde.—Asume este cargo el anterior mayordomo y hace de tesorero. Estos tres últimos cargos tienen de duración un año y rotan entre los hermanos por orden de ingreso en la Cofra­ día. Regla.—Lleva la dirección de los ensayos, designa acto­ res para el Auto Sacramental y hace de escribano en el ca­ bildo. Es elegido anualmente por votación. La Cofradía se compone de 33 hermanos, haciendo refe­ rencia a la edad de Nuestro Señor Jesucristo. Al entrar un nuevo cofrade no ha de ser mayor de cuarenta años. Al so­ licitar el ingreso en la Cofradía es preferido, en primer lu­ gar, el sacerdote; en segundo, el hijo de cofrade; en tercero, el casado con hija de cofrade, y después según el memo­ rial que presenta al solicitar su ingreso cada aspirante o cofrade. El cabildo se ha de celebrar todos Iqs años los días 24 y 25 de diciembre, a las veinte horas, en casa del mayor­ domo. En él «juntos y convocados a son de ”caja”, según lo tienen de estilo, uso y costumbre para tratar y conferir 361


las cosas tocantes a su buen gobierno y servicio de Dios Niño Salvador». La representación del Auto Sacramental corre a cargo de los hermanos cofrades y sus más próximos familiares. Se representa en la plaza del pueblo y al descubierto. Los cultos de la piadosa Hermandad para celebrar el N a­ cimiento Divino comienzan el segundo domingo del mes de noviembre, sujetándose en todo a las ordenanzas. Anuncian las proximidades de las fiestas del Nacimiento di Niño-Dios con un toque dominical de tambor que es la señal y citación para comenzar los ensayos del Auto Sacramental. El día 24 de diciembre se celebra el primer cabildo por parte de la Cofradía para tratar del movimiento del año: ingresos, gastos, nombramientos de mayordomos, alcaldes, muñidor, escribanos, tres repartidores, etc. En tanto el cabildo está reunido, dos hermanos visitan al párroco para acordar la hora de la misa del día siguiente. Terminado el cabildo dan principio las «rajas», que consisten en cuanto se refleja a continuación. El día citado —a las diez en punto de la noche— todos los cofrades —precedidos del «muñidor» que va tocando la «caja»— con sus antiguas y típicas capas recorren las ca­ lles del pueblo, tocando instrumentos, cantando villancicos y rezando. Tienen la obligación de pasar por el domicilio o puerta de los cofrades y pararse en cada una de ellas; en unos cantan villancicos y en otros rezan, según que esté o no de luto al cofrade; si está de luto, a la puerta colocan un farol de aceite. A continuación transcribimos algunos vi­ llancicos de los cantados en las «rajas»: Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres en la tierra; pues ha nacido el Mesías de una Virgen pura y bella. Estribillo: Cantemos, bailemos y hagámosnos rajas que ha nacido el Dios Niño esta noche entre las pajas. La Virgen es panadera y San José Carpintero, 362


y él Niño recoge astillas para atizar el puchero (Al estribillo) Ya que Dios ha nacido vamos a verle que es Señor de señores y él Niño lo va a vender. (Al estribillo) La Virgen es panadera en él portal de Belén, Ella lo cierne y lo amasa y el niño lo va a vender. (Al estribillo) Los tres Reyes han venido por la parte del Oriente a adorar al Niño-Dios que ha nacido en un pesebre. (Al estribillo) Los pastores en Belén caminan de dos en dos, con sonajes y platillos a adorar al Niño-Dios. (Al estribillo) A la flor olorosa que hoy ha nacido vamos a verla todos con regocijo. (Al estribillo) El 25 por la mañana el «muñidor», tocando su caja, re­ corre el pueblo anunciando al mismo y a los cofrades que van a dar principio los cultos del Niño-Dios. Los cofrades todos acuden al domicilio del mayordomo en donde está el 363


Niño-Dios; el pueblo, igualmente, se concentra en el mis­ mo sitio para acompañar al Niño-Dios. A la hora convenida empieza el desfile en la siguiente forma: el «muñidor» de­ lante tocando su caja, los cofrades, en dos filas muy or­ denados y colocados por antigüedad, llevando cada uno su capa y el blandón que no puede faltar; en medio de las dos filas, un familiar femenino del mayordomo ataviada con sus mejores ropas lleva a la cabeza el Niño-Dios en su cuna, el pueblo detrás acompañando y cantando villancicos del más rancio sabor del medioevo y dando continuados vivas al Niño-Dios y así se encaminan hacia la iglesia, bajo el patro­ cinio de la Asunción de Nuestra Señora, para oír la Santa Misa. Llegando a la plaza, por donde tiene que pasar siempre el Niño en donde quiera que viva el mayordomo, allí le re­ cibe el sacerdote revestido de capa pluvial, incensario y cruz alzada. Recibido que es el Niño e incensado, se entona el Te Dewm, y directos a la iglesia entran en ésta y los cofra­ des —sin abandonar las filas— reciben el agua bendita de manos de los cofrades que se colocan junto a las filas; ter­ minada esta operación se unen a las filas hasta colocar al Niño-Dios en el centro de la iglesia muy cerca del altar mayor; cada cofrade toma su asiento teniendo el blandón encendido. El sacerdote se reviste de los ornamentos para empezar la misa; cuatro cofrades le acompañan desde la sacristía hasta el altar mayor. Terminada la Santa Misa —que se celebra con la mayor solemnidad— habiendo hecho la ado­ ración del Niño-Dios los cofrades y el pueblo cogen al Niño y, precedidos de la caja, salen al igual que vino a la iglesia, con el mismo orden y por el mismo itinerario. Lo llevan nuevamente a casa del mayordomo, colocándole en una mesa o altar. Después sale por las calles la «Carantolla» —que es ri­ tual y obligatoria en la mañana del día de Navidad— y que consiste en lo siguiente: uno de los cofrades se coloca o se pone una especie de mono blanco, con remiendos encama­ dos, traje burlesco y cubierta o tapada la cara con un antifaz o careta, siempre alegórica y, tocando la caja, recorre las calles del pueblo haciendo el «coco» a los niños, atemori­ zándolos. Se cree que procura recordar a Herodes en su per­ secución a los niños. Terminada esta operación se sientan todos por orden de antigüedad en casa del mayordomo en donde está el NiñoDios, que presencia los actos. El mayordomo les da una co­ 364


mida de hermandad con arreglo a 1q dispuesto en los esta­ tutos, desarrollándose el acto en silencio, ya que para ha­ blar o decir alguna cosa se necesita permiso del hermano mayor. Finalizada la misa, I q s nombrados por el alcalde para cada año marchan a la plaza a colocar el tosco escenario para el Auto Sacramental. A las dos en punto el «muñidor» coge nuevamente la caja y tocando ésta se encamina a casa del mayordomo, don­ de está el Niño-Dios y con un familiar femenino —ataviada al igual que por la mañana —lo llevan precedido del toque de la caja al escenario donde se ha de representar el Auto Sacramental. Una vez el Niño-Dios en su lugar, en la misma forma y tocando se va en busca de la que ha de hacer la Vir­ gen y esto se repite con todos los actores femeninos del auto. Cuando se hallan todos en el lugar del escenario, y lo mismo los cofrades, da principio al Auto Sacramental y a su terminación se procede a llevar al Niño-Dios a casa del mayordomo. La representación de este Auto Sacramental, como to­ dos, se efectúa al aire libre, eligiendo como pórtico para la escenificación la Plaza Mayor del pueblo y como principales personajes intervienen San José, la Virgen, un coro de pas­ tores, zagales y el diablo ataviados con los primitivos trajes típicos de un rico sabor folklórico de principios de la Edad Media. He aquí los cánticos entonados en los autos sacra­ mentales : Alegraos, almas todas, que él R ey del Cielo y la tierra ha de nacer en Belén, según dicen los 'profetas. Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres en la tierra, porque ha nacido él Mesías, que él universo desea. A la media noche del hielo al rigor en Belén, pastores, ha nacido él Sol. 365


Los cristales del Jordán con armonía sonora hacen la salva a la aurora y al sol envidia le dan. A la flor olorosa que hoy ha nacido vamos a verla todos con regocijo. No temas, varón santo, que Dios piadoso quiere que María egipciaca goce su reino alegre. Aves que habitáis los vientos, pues no hay cazador que estorbe, venís a ver al que cria los celestes resplandores. En los profundos abismos se halla Luzbel desterrado, porque quiso ser su igual de nuestro Dios soberano. Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres en la tierra, felicitadle criaturas y cantad su gloria inmensa. Pastores, regocijaos, pues un gran gozo os anuncio; sabed, Mesías ha nacido para remedio del mundo. Con sus cabellos de oro y sus labios de coral y su carita de cielo ¡qué rebonito estás! Aunque el pobre está llorando no está llorando de frío, es que le colma de pena de los hombres al desvío.


Consuélate Niño hermoso, enjuga tu amargo llanto, que nosotros te amaremos por los que te olvidan tanto. Mirad como ya sonríe, su boquita es una rosa, por lo fresca y colorada y redondita y graciosa. Repique el pandero con grata emoción, cantemos, zagalas, que ha nacido Dio.\ Decidnos, María, decid por favor, quién es ese Niño que madre sois vos. Que bailen los pastores en el invierno desechando las penas cerca del fuego. Ya que la bondad divina para nuestra salvación al Mesías prometido esta noche nos mandó. A Belén pastores vamos sin tardar a adorar al Niño que ha nacido en el portal. Bailemos, pastores, para festejar al Verbo divino que está en el portal. Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres en la tierra; no tenemos ya la guerra del demonio tentador.


En Belén, ciudad hermosa, hay un portal de primor que en él nació él Redentor de una Virgen luminosa. A las siete en punto de la noche, hora solar, el «mu­ ñidor» recorre las calles del pueblo tocando la caja para que todos los cofrades se reúnan en casa del mayordomo al objeto de celebrar el segundo y último cabildo del año en curso. Es curioso en extremo el ingreso en la Cofradía. El escribano levanta acta de todo lo acordado en el Cabildo la noche del 24, como si algo surgiese de momento, acta que es firmada por los mismos. A continuación, si la Co­ fradía no está completa, o sea, que falta alguno para com­ pletar los 33 de que se compone, se pregunta si hay «me­ morial» de alguno que aspire a ingresar en la Hermandad; si así es, se da a conocer el nombre del solicitante para que los cofrades piensen si es apto o no y pueda, por tanto, ser o no admitido en la Cofradía. Cada cual lo piensa para sí y, acto seguido, el hermano mayor ordena que se en­ treguen a cada cofrade unos cuantos garbanzos y otros tantos altramuces; una vez repartidos, el hermano mayor ordena que un cofrade con una bolsa vaya recogiendo de cada uno de ellos una de las dos clases de piezas entre­ gadas, la que sin ser vista ni conocida por ninguno se de­ posita en la bolsa; terminada esta operación se procede al recuento de la misma, primeramente si está el número exacto del de cofrades y, en segundo lugar, el número to­ tal de cada especie; si en el recuento resulta mayor núme­ ro de la especie de garbanzos el solicitante es admitido; en caso contrario, no es aceptado Si el nuevo solicitante es admitido, se inscribe en el li­ bro de actas y se da a conocer al interesado, quien pro­ mete cumplir fielmente los estatutos. Así termina el Ca­ bildo de indicada noche y con la obligatoriedad de asistir a él, de acuerdo con los estatutos, ya que a los actos que siguen hasta el día de Reyes no es obligatoria la asistencia de ellos y que son los siguientes: el día 29 de diciembre en la tarde, a la hora convenida el nuevo «muñidor» recorre tocando su caja las calles del pueblo para que los cofrades y el vecin­ dario se reúnan en casa del mayordomo para llevar al NiñoDios, en la misma forma que se hizo el día 25 en la maña­ 368


na, a la iglesia parroquial y dar principio la novena que ha de terminar el día de Reyes. El día de la Epifanía del Señor se cierra el ciclo litúr­ gico que la Cofradía celebra anualmente en honor del NiñoDios con objeto de la Adoración, que se verifica en la igle­ sia parroquial y que, con la concurrencia del pueblo en ma­ sa, la Cofradía —ataviada con sus mejores galas— rinde pleitesía y honor en la nave principal de la parroquia al Niño-Dios, que, una vez terminados los actos, es recogido por la nueva mayordgma nombrada para el próximo año, llevándolo a su domicilio, con la sola diferencia de que en esa tarde el sacerdote, con capa pluvial, sale a despedir al Niño hasta el atrio de la iglesia, y así terminan los cultos del Niño-Dios del año en curso. Galisteo sabe vivir las jornadas expuestas con exalta­ ción religiosa y con el mayor fervor y entusiasmo.

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INDICE Páginas P rólogo ........................................................................................................ Capítulo I.— «17 de enero, San Antonero» .................... — II.—Zarza de Montánchez: «La Fiesta del Pan y el Queso» ............................................ — III.—Acehuche: «Las Carantoñas» .................... — IV.—P iornal: «El Jarramplás» ........................ — V.—Navaconcejo: «El Taraballo» ................ — VI.—Romangordo: «Las Salvas de San Blas». — VII.— Garrovillas de Alconétar: Los «San Blases» ............................................................. — VIII.— Monroy: «Las Purificás» ......................... — IX.— «La Candelaria»: Fiesta del mayor ti­ pismo cacereño ................................................ X.—Malpartida de Plasencia: «Costumbres tradicionales y tipismo» ............................. — XI.— «Los Famosos Corros de Arroyo de la Luz» ............................................................. XII.—Arroyo de la Luz-Villar del Pedroso: «La Maravaquilla y el Carnaval de Animas» ........................................................... XIII.—Cáceres: Las lavanderas y la fiesta del «Febrero» ......................................................... —■ XIV.—Albalá: «Las corridas de gallos» ............ — XV.—Villanueva de la Vera: La Fiesta del «Pero-Palo» .................................................... — XVI.—Valverde de la Vera: Dramática Sema­ na Santa: La Procesión de los «Em­ palaos» .............................................................. — XVII.— Romerías ........................................................... — XVIII.—Torremocha: «La Pica» ............................. — XIX.— Escurial y Salorino: «Las Fiestas de las Comadres y los Compadres» ............ — XX.— Cáceres: «San Jorge, Excelso Capitán y Patrón de la Ciudad» ................................. —XXL—Almoharín y Jarandilla: «Las Fiestas de la Virgen de Sopetrán» ........................

9 11 17 23 31 35 39 43 51 59 69 79 91 97 103 107 125 131 147 151 155 163

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Páginas C a pít u l o

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XXII.— Casar de Cáceres: Las famosas «Tortas». X XIII.—Torrejoncillo: «La danza de los palos». XXIV.—Jaraíz..de la Vera: «La Fiesta de San Antonio» ........................................................... XXV.— Coria: Fiestas de la Santa Cruz y el tradicional «Toro de San Juan» ............ XXVI.— «La noche de San Juan» ......................... XXVII.— Garganta la Olla: La danza «Las Ita­ lianas» ............................................................... XXVIII.—Aldeanueva de la Vera: «La Fiesta de los Cristos» ....................................................... X X lX .—Jerte: «El canto del Ramo» .................... XXX.— Portezuelo: «La tradicional ofrenda a la Virgen del Rosario» ............................. XXXI.—Almaraz: «Danzas y bailes en la Fiesta de San Roque» .............................................. XXXII.— Berzocana: ;<Las Fiestas de los Santos». XXXIII.— Santiago de Alcántara: «Costumbres tí­ picas y Folklore» .......................................... XXXIV.—Guadalupe: «Las populares fiestas en honor de la Reina de la Hispanidad» ... XX 'CV.— Pedroso de Acim: «Fiesta en honor de la Santísima Virgen del Rosario» ....... XXXVI.—Gata: «La romería de San Blas» ....... XXXVII.—Torre de Santa María: «La danza de los tableros» .................................................. XXXVIII.— Portaje: «Las típicas bodas» ................ XXXIX.— Portaje: «La reverencia al Santísimo». XL.— Trujillo: «Tipismo en la Cuna de la Conquista» ...................................................... XLI.— Las «Cajas» del Señorío de Pasaron de la Vera ............................................................. XLII.— «La Fiesta de la Chaquetía» .................... XLIII.— Torrejoncillo: «La Encamisá» ................ XLIV.— Ceclavín: «La Borrasca» y «Los Ca­ ballos» ............................................................... XLV.—Albalá del Caudillo: «Las Tablas» ....... XLVI.— «La tradicional Nochebuena» .................... XLVII.— Galisteo: «La Vaquilla» y los «Cultos en honor del Niño-Dios» .............................

171 179 185 191 201 207 215 221 229 233 237 251 259 267 273 279 285 291 301 309 315 319 329 335 345 359


Se terminó de imprimir este libro, «Por la geografía cacereña», en los Talleres Gráficos de las Escuelas Profesionales «Sa­ grado Corazón de Jesús», Juan Bravo, 3, Madrid, el día 19 de octubre de 1968, festividad de San Pedro de Alcántara



le resalta. Es un viajero infatigable y h a recorrido con tesón esos am plios 20.000 kilóm etros cuadrados de la geo­ grafía cacerense, buceando por los rin ­ cones m ás dispares, inquiriendo el da­ to, la tradición, el m onum ento, el len­ guaje, la fiesta, todo. Por la Geografía Cacereña. Fiestas Populares, obra que hoy publicam os, es una consecuencia de esa investiga­ ción exhaustiva y característica de es­ te escritor cacereño. La obra, es posiblem ente la m ás com pleta que se ha escrito sobre el tem a. E n ella expone G utiérrez Macías, por orden cronológico, todas las fies­ tas y festejos populares de la A lta E x­ trem ad u ra, desde «el diecisiete de ene­ ro, San Antonero», h asta las estam pas llenas de te rn u ra de la N avidad. De uno a otro polo, la obra se presenta como u n bello arco iris de b rillan te y diverso colorido, cuadros de ingenua factu ra se entrem ezclan con tradicio­ nes im presionantes, que nos producen em ocionales escalofríos, como los E m ­ palaos de la Sem ana S anta de Valverde de la Vera. A certadam ente, el a u ­ to r hace en cada capítulo u n concreto y ligero esbozo de la historia, situ a­ ción, m onum entos y h asta su gastro­ nom ía, p ara p re p a ra r al lector, antes de referirse al asunto cen tral de la obra. E scrita sencilla y am enam ente, a veces con p articu lar gracejo, Por la Geografía Cacereña. Fiestas Popula­ res es u n a obra que interesa por igual al etnólogo, al h istoriador y al arqueó­ logo, se hace im prescindible al estudio­ so de n u estro folklore y a todo lector curioso, interesado en conocer bien a su p atria.



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