Aleceia 8

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008 mayo2008 a mi amiga Estefania


Sumario 06 Homenaje a Julia Guerra Lacunza 09 El Badulake 10 ¡Conóceme! 14 Juan Palomo 19 El Buzón 20 La estantería de aire 23 El bolso de Mary Poppins 24 Homanaje a los monjes budistas 26 Cum Laude 27 Cortos 29 Breves 31 Nuestras cosas 58 Otras cosas

008 Dirección Editorial Mª. Estefanía Sánchez García Consejo Editorial Joaquín Bassecourt Hernández, Inmaculada Jiménez Montero, Marisol Dorado Villanueva, Valerio de la Hoz Caravaca, Rosa Mª Carrasco Nieto, Raúl Rubio Millares, Luis Alfonso Corbacho Rodríguez Dirección Artística/Portada Sergio Tejedor Maquetación Dpto. Gráfico Ayuntamiento de La Línea Impresión Formularios Guolfo Pág. 2 • Revista Literaria ALECEIA


Ahora te toca a ti. O mejor, no a ti, que estás leyendo esto. A los demás, demasiados demás, que no nos leen, y, a lo peor, ni saben de nuestra existencia.

Editorial

A

hí va. Aquí estamos otra vez. Y reconocerás lector o lectora, que somos cabezones. Una y otra vez nos empeñamos en estrujar nuestras pobre meninges para que la revista vea la luz. Y es que, aunque débilmente meninjosos, amamos la poesía, la literatura y la cultura, en general y queremos aportar nuestro granito de arena a que este pueblo fronterizo tan especial y tan querido por los que lo conocemos, y criticado por los que nos conocen, tenga una revista literaria escrita y presentada con dignidad.

Tú puedes ayudarnos. Dile a ese amigo que deje la play por un rato, que está visto y demostrado que el cuarto nivel es mucho para él, y no va a pasarlo. Que nos eche un vistazo. O dile a ese otro, que basta de Barça y de Madrid, igual él en el fondo está cansado de lo mismo siempre. O a esa amiga, que vale de saber con quien se acuesta Prinfollo, o a quien le ha puesto los cuernos Sopiflanda. Por malo, que seamos, le ponemos más interés, y más honestidad que los tomates y compañía. Y cada vez tenemos más gente y de más sitios. No nos digas que no te interesa la poesía. Sabemos que las tienes en un rincón, para ti inaccesible, según tú crees, escritas para una persona que crees que nunca lo sospecharía (casi seguro que lo sabe). Anímate a confesar el poeta que hay en ti. Al fin y al cabo, la belleza es de todos y para todos, porque todo el mundo la percibe y la trasmite de una forma o de otra. En fin, querido/a lector/a, ahí te ofrecemos un numero nuevo de nuestra revista, de tu revista cultural linense, que hacemos algunos/as con todo el cariño y talento del que somos capaces.

es una revista literaria editada por la Fundación Municipal de Cultura y el Aula de Letras “Gabriel Baldrich” de La Línea de la Concepción. Para contactar con nosotros, podéis llamar al tel. 956 696 269 ó escribirnos un correo electrónico dirigido a BIBLIOTECA.LALINEA@telefonica.net. Todos los que de una u otra forma hacemos esto os agradecemos de corazón la acogida que está teniendo nuestro trabajo.

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un árbol un verso una piruleta un beso una pelota una queja una cabeza tus pensamientos una madeja de lana un garabato nuestras emociones un nido una tormenta un sol las buenas ideas un mebli y las malas también

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Teatro Pintura Cine

Escultura Literatura Danza

Música Fotografía Historia

Con sólo un click podrás tener acceso a toda la información de la Fundación Municipal de Cultura, descargarte la programación cultural, bases de concursos, solicitudes administrativas, la revista literaria Aleceia, contactar con nosotros…

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Homenaje de Aleceia a Julia Guerra Lacunza Hoy, el sol se ha oscurecido. El mar, mueve olas de esperanzas. El viento, se pasea de una forma diferente. Ha muerto una poeta. Ha muerto nuestra amiga Julia. Desde hoy, habrá una estrella más en el cielo. Nuestro sencillo homenaje para esta mujer que amo la poesía y escribía versos con la tinta de su corazón. Leemos con respeto y admiración lo que dejaste sembrado en esta tierra. Descansa en paz amiga. Siempre te recordaremos.

AMOR ANTE LA LUNA Hay un temblor de orquídeas en el aire. Y estrellas Mar en la Bahía. Neptuno ha decretado silencio entre sus aguas. Extraño es el suceso. Un fuerte palpitar rompe la noche. Dos corazones diferentes se anudan en promesas de Amor ante la Luna. Julia Guerra Lacunza

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DOS ORILLAS Amanece. El estrecho me da los buenos días. La Mar despierta tranquila. Húmeda brisa con olor a mujer extendiéndose Sobre la cubierta del Bizmilla. Dos orillas, dos mundos diferentes unidos a través del silencio y la memoria. Las montañas majestuosas del Rif en contraste con los Molinos de Viento en Tarifa, donde la historia dejó huellas de sangre en sus murallas. Al-Yazirat queda atrás. Tánger me espera con su corazón árabe. Con el aire místico de un pueblo palpitante y mágico. Pero entre estas dos ciudades guarda el Estrecho miles de cuerpos sin vida, seres sin nombre, tumbas de sal y silencio. La muerte se los llevó arrebatándoles la dignidad buscada, la libertad, oxigeno de sus arterias. El destino los unió donde los seres marinos no entienden de intereses políticos ni de mafias. Dicen que Alá ha creado para ellos un mundo de corales y caballitos de Mar, recibiéndolos en un eterno abrazo. Custodiando sus sueños los delfines. Julia Guerra Lacunza

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A JULIA Seguiremos caminando. La palabra permanece y el verbo también. Abrazaremos el verso para formar una cadena de interminables poemas inacabados. Una oda se paseará por el aire, con la misma fuerza que las olas de tu mar. Ese mar, que se llevó una mañana tus hojas en blanco, un mar, que no fue de agua y espumas sino de tierra y cemento. Ese mar, se trago tu nombre, y te dejo para siempre en la inmensa orilla donde nunca se borran los recuerdos. Aciago amanecer, que nunca debió tener ocaso. Sonrisas compartidas en esas tardes de café- teatro, donde los poetas llenaban los sentidos, copaban los espacios, las dos orillas se unían, y la inspiración se palpaba en los dedos de la mano. Jueves de Lorca y Machado de Alberti, Miguel Hernández de Storni , Valle Inclán de Bécquer……. Jueves de poetas novatos, de aspirantes a rapsodas con la garganta llena de poemas, que iban desnudando el alma en el pequeño escenario con telón rojo de terciopelo y un viejo tintero por compaña. Noches de recitales, de encuentros, de amigos, de cerveza y humo, de tragos, de poemas ¡muchos poemas! mezclados con el sabor de tu sonrisa. No te has ido amiga y poeta. Aquella noche yo mire al cielo, y las estrellas, empezaron a recitar. Inmaculada Jiménez Montero

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El Badulake por Rosa Mª Carrasco FRASES GRACIOSAS

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ueridos lectores del “Badulake” me gustaría mostraros como las frases celebres, cartas de amor, palabras sencillas e incluso la poesía han llegado a formar parte de los sms. y de los msn. en este mundo tan informatizado. Todos los que usamos habitualmente el ordenador o un teléfono móvil, comprobamos que junto con el nombre de usuario (llamado “nick”) a veces suelen venir acompañados de una frase propia o tomada de un autor sea célebre o no. A continuación expongo algunas frases que demuestran que estos mensajes en su mayoría escritos por jóvenes también llevan grandes dosis de poesía. FRASES CORTAS DE AMOR - El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece. - El amor es el único deporte que no se interrumpe por falta de luz. - Nuestro amor es como la llovizna que cae quedamente, pero desborda el río. FRASES DE AMISTAD - No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo. - La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea. - Los amigos no solo están juntos cuando están uno al lado del otro. Aún quien está muy lejos... vive en nuestros pensamientos.

-Si Superman es tan listo... ¿por qué se pone los calzoncillos encima de los pantalones?. -Un experto es alguien que te explica algo sencillo de forma confusa de tal manera que te hace pensar que la confusión sea culpa tuya. FRASES PARA ENAMORAR - El amor es como un violín. La música podrá detenerse ahora y después, pero las cuerdas lo recordarán por siempre. - Con lápiz escribí tu nombre, con pluma lo subrayé y al ver que no me querías, con lágrimas lo borré. - No sé hacia donde vamos, sólo sé que quiero ir contigo... PIROPOS DE AMOR Azul es el cielo, verdes son las plantas, cafés son los ojos de la chica que me mata. Si yo fuese un submarino me hundiría hasta lo más profundo de tu corazón. PIROPOS GRACIOSOS -Señora vaya con Dios, que yo me voy con su hija. - Eres la gasolina que mueve mi motorcito ¿Crees en el amor a primera vista? ¿O tengo que volver a pasar? - La madre que te parió tuvo que ser cocinera, porque un bombón como tú no lo fabrica cualquiera. - ¿Quién dijo que los monumentos no caminan? - Camina por la sombrita mi amor, mira que bajo el sol los bombones se derriten.


Conóceme por Inmaculada Jiménez

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alada Almostacfi. Nace en Qurtuba [Córdoba] en 1011, hija del califa Muhammad Almostacfi. Es famosa por sus costumbres livianas así como por su gran talento poético. Fue la más célebre de las poetisas de Al Andalus. En 1025 abrió palacio y salón literario en Córdoba. Su historia de amor y desamor con Ben Zaydun se convirtió en una leyenda.

a Medina, y su nodriza y maestra fue la esclava negra Safia. Cuando tenía unos 20 años conoció al hombre que marcó para siempre su vida. Es un encuentro de famosos, buscado por ella. Ben Zaydun es un noble de excelente posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento. Pero Wallada es la mujer más culta, famosa y escandalosa de Córdoba. Se pasea sin velo por la calle y, a la moda de los harenes de Bagdad, lleva versos suyos bordados en la orla de su vestido o en túnicas transparentes.

Ualada Almostacfi

La ajetreada, tumultuosa y libérrima peripecia vital de Wallada ha llevado a muchos a pensar que las mujeres de Al Andalus, por supervivencia de las costumbres cristiano-visigóticas o por cierto matriarcalismo beréber, disfrutaron de una libertad que no tienen las mujeres en ninguna sociedad islámica.

(Walada)

Tras la muerte de su padre, con apenas 17 años y gracias a los fondos que Mustafkí supo guardar, Wallada abrió palacio y salón literario en Córdoba, donde ofrecía instrucción a hijas de familias poderosas y acaso instruía a esclavas en la poesía, el canto y las artes del amor. Al cabo ella era hija de Amin´am, una esclava cristiana enviada a cultivarse

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Los versos del lado izquierdo dicen: “Por Alá, que merezco cualquier grandeza/ y sigo con orgullo mi camino”; los versos del lado derecho dicen: “Doy gustosa a mi amante mi mejilla/ y doy mis besos para quien los quiera”. Wallada era una mujer acostumbrada a mandar, en la calle, en la casa y en la cama. Se enamoró de Ben Zaydun en una noche de


fiesta poética, jugando a completarse poemas según la costumbre cordobesa de entonces. Fue el choque de dos vanidades literarias, en la que ella tomó la iniciativa. Pero tras unos amores estrepitosos, apasionados, públicos y versificados, pronto se rompió el idilio. ¿Cuál fue la razón? Sobre esto Wallada escribe: “Sabes que soy la luna de los cielos mas, para mi desgracia, has preferido a un oscuro planeta” ¿Una amante negra, esclava de la propia Wallada? Es más probable que Wallada sorprendiera a Ben Zaydun con un amante masculino, porque eso le reprocha luego ferozmente en sus sátiras:

dado sobre los hombros de su ropa (siguiendo la moda imperante). Pasados los días de esplendor y veladas literarias, parece ser que pasó el resto de sus días dedicada a la enseñanza Arruinada en su fortuna y su crédito, Wallada recorrió la España de los reinos de taifa, quizá también la cristiana, exhibiendo su talento y acaso otorgando sus favores, pero siempre volvió a Ben Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo aunque sin casarse con él y bajo cuya protección le sobrevivió, siempre altiva y hermosa, hasta cumplidos los 80 años.

“Si (Ben Zaydun) hubiera visto falo en las palmeras sería pájaro carpintero”.

Wallada murió el 26 de marzo de 1091, el mismo día que los almorávides entraron en Córdoba. No tuvo descendencia y nunca se ofreció en matrimonio.

De sus poemas, que fueron misivas entre los dos amantes, se conocen dos, de celos, de añoranza y deseos de reencuentro; un tercero, de decepción, dolor y reproche; cinco sátiras -género que dominaba a la perfección- escritas en términos durísimos y uno más, alusivo a su libertad e independencia, que lucía bor-

Cuando caiga la tarde, espera mi visita, pues veo que la noche es quien mejor encubre los secretos; siento un amor por ti, que si los astros lo sintiesen no brillaría el sol, ni la luna saldría y las estrellas no emprenderían su viaje nocturno.

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acido el 9 de septiembre del año 1908 en Santo Stefano Belbo (Piamonte), Cesare Pavese cuenta solo seis años cuando su padre (canciller del tribunal de Turín) muere víctima de un cancer cerebral. Su madre, mujer templada por el dolor y de carácter adusto, le daría una educación rigurosa. Parece superfluo subrayar el hecho de que el cuidado de su madro turbó profundamente su espíritu, sufriendo calladamente tal desgracia que habría de incidir en su vida como hombre y

Cesare Pavese

escritor. Los primeros años de su vida transcurren entre la ciudad (largos inviernos escolares) y el campo (largas temporadas vacacionales), periodos intensamente vividos por el autor ya que el paso a la ciudad representaba el momento de repliegue, de pérdida de contacto con lo vital y lo verdaderamente vivido. Durante su adolescencia, es particularmente destacable la influencia de Augusto Monti, escritor antifascista y profesor suyo. Realiza estudios de filología inglesa en la Revista Literaria ALECEIA • Pág. 11


universidad de Turín, y en 1930 defiende una tesis sobre Walt Whitman obteniendo con ella la licenciatura. Intenta conseguir una beca para proseguir sus estudios en la Columbia University, pero se le ofrece sólo la matrícula como alumno libre sin dotación económica alguna, viendose obligado a rechazarla. Empieza a componer poesías y a traducir relatos y novelas americanas de Anderson, Gertrude Stein, John Ernst Steinbeck y Ernest Miller Hemingway, así como a escribir crítica literaria. Un año después muere su madre.

de vivir / 1952)”. Es una confesión fragmentaria: el autor solo se manifiesta en el a medias y resulta discreto al hablar de su vida. También en 1936 comienza lo que será la colección de poesías titulada “Lavorare stanca (Trabajar cansa / 1936)” que es según los críticos la obra maestra del Pavese poeta. En medio de su crisis, Pavese madura su decisión de dedicarse con exclusividad a la prosa y se impone un programa de vida y literatura donde no tuviera cabida lo voluptuoso, lo pasional y casi ni siquiera lo externo, cerrándose en una deses-

“Uno no se mata por el amor de una mujer. Se mata porque un amor, cualquier amor, le revela su desnudez, su miseria, su inermidad, su nada”.

En 1932 se inscribe en el partido nacional fascista, requisito por aquel entonces prácticamente indispensable para obtener trabajo en centros oficiales. Tres meses después es arrestado por error junto a los miembros del grupo Giustizia e Libertà. Se le excluye del partido nacional fascista y no tarda en inscribirse en el partido comunista italiano. Sus escritos antifascistas, publicados en la revista La Cultura, lo condujeron a la cárcel de Brancaleone (Calabria) en 1935, donde comienza a escribir sus propias obras. Sin embargo, sus primeras poesías son anteriores a 1930, “Poesie edite e inedite (1929)”. Escritas en verso libre, están vinculadas a la corriente europea del decadentismo o según la terminología italiana, del crepuscularismo. Los principales temas son la rebeldía, y la soledad del poeta, la ciudad tentacular y el hastío de vivir. Su estilo es ampuloso, grandilocuente a menudo exasperado y a veces muy familiar. Tras finalizar su confinamiento, Pavese se plantea el suicidio: la mujer que amaba y por la que había estado en la cárcel, se había casado con otro. Así, en 1936 comienza un diario que será publicado póstumamente en 1952 bajo el titulo “L’ofici de viure (El oficio Pág. 12 • Revista Literaria ALECEIA

perada autosuficiencia hecha de una soledad vivida al mismo tiempo como liberación y como condena. Se impone un rítmo de trabajo extenuante, disciplinado, guiado por ese ideal de monotonía que se convertirá en uno de los principios de su poética. Cesare Pavese fue además uno de los fundadores de la editorial Einaudi en 1931, en la que permaneció como editor hasta su muerte, junto a Carlo Levi, Massimo Mila, Leone Ginzburg y otros. La obra de Pavese como editor tubo una cierta resonancia, especialmente a partir de 1941, ya que sus publicaciones constituirían sucesivamente uno de los modelos de la narrativa neorrealista. Durante la guerra, Pavese se dedicó entre otras cosas al estudio etnológico, elaborando una teoría del mito recogida sumariamente en el artículo “Il mito (El mito)”. Las reflexiones sobre su argumentación del concepto de mito continúan incluso hoy en día, constituyendo un aspecto esencial de la cultura mitológica contemporánea, de la etnoantropología y del psicoanálisis. Para Pavese el mito es una norma, es el esquema extraído de algo que ha ocurrido una vez y que vale para siempre. Es algo que ha tenido lugar fuera del tiempo normalmente aprehendido


por la conciencia. Tras la guerra, dirige con Ernesto De Martino, una colección de etnología en la editorial Einaundi. Entre 1941 y 1942 publica “Paesi tuoi (1941)” y “La spiaggia (La playa / 1942)”. Entre 1943 y 1945 a consecuencia de la caída del fascismo se refugia con su familia en Montferrato. Cesare Pavese escribe durante toda su vida, numerosos relatos cortos (genero en el que sobresale) y algunas novelas. La obra novelada mantiene un equilibrio igual entre los temas donde se afirma líricamente la subjetividad y los que expresan ansiosamente la búsqueda del mundo exterior. La decepción que sanciona esta búsqueda lleva a Pavese a introducir en la literatura italiana un sentimiento nuevo: la angustia. En 1945, regresa a Turín. La guerra había hecho estragos entre sus amigos: muertos o fusilados. El dolor por la desaparición de tantos y la sombra del remordimiento por la muerte de Gaspare Pajetta (a quien había dado clases partículares y al que había animado a alistarse para ir a la guerra) fueron quizás de las primeras sensaciones que experimentó al reincorporarse a la vida en la Italia libre. Entre 1945 y 1948 publica: “I Dialoghi con Leucò (Diálogos con Leucò / 1945)”,”Il compagno (El compañero / 1947)”,”Prima che il gallo canti (1948)”. En “La casa in collina (La casa sobre las colinas / 1947)” el deseo de retirarse a las colinas, que responde a una aspiración profunda, tropieza con la necesidad histórica de tomar parte en la acción política y militar. Pavese se expresa en ella con un estilo conciso, áspero y violento, donde domina la elipsis. Volver hacia si mismo, conjugar la alienación constante de si al otro, parece haber sido la obsesión principal de Pavese. Le reencontramos en sus ultimas novelas “La bella estate (El hermoso verano / 1949)” y “La luna e i falo (La luna y las fogatas / 1950)”. La ultima colección de poesías “Verrà la morte e avrà i tuoi occhi (Vendrá la muerte y tendrá tus ojos / 1951)” se fija en la imagen de la mujer inaccesible, cuya realidad se confunde con la muerte. La narrativa de Pavese trata, por lo general, de conflictos de la vida contemporánea, entre

ellos la búsqueda de la propia identidad, como en “La luna e i falo (La luna y las fogatas / 1950)”, considerada como su mejor novela y galardonada con el codiciado premio literario Strega. En cambio, su más bello y escalofriante poema es, quizá, “Verrà la morte e avrà i tuoi occhi (Vendrá la muerte y tendrá tus ojos / 1951)”. El 26 de agosto de 1950, Cesare Pavese sale de casa de su hermana María con un maletín, diciéndola que parte para uno de sus habituales viajes de fin de semana. Sin embargo, se encierra en una habitación del segundo piso del hotel Roma en Turín y pone fin voluntariamente a su vida. Su nota de suicidio tan sólo decía: “Perdono a tutti e a tutti chiedo perdono. Va bene? Non fate troppi pettegolezzi (Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿Vale? No cotilleéis demasiado)”. Más tarde, en el año 1957, se crearía un premio literario con su nombre para honrar su memoria.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1950) Vendrá la muerte y tendrá tus ojos esta muerte que nos acompaña desde el alba a la noche, insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un absurdo defecto. Tus ojos serán una palabra inútil, un grito callado, un silencio. Así los ves cada mañana cuando sola te inclinas ante el espejo. Oh, cara esperanza, aquel día sabremos, también que eres la vida y eres la nada. Para todos tiene la muerte una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como dejar un vicio, como ver en el espejo asomar un rostro muerto, como escuchar un labio ya cerrado. Mudos, descenderemos al abismo.

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Juan Palomo por Joaquín Bassecourt

Mariposas Nocturnas (Muerte de un escritor medio-ocre) Aquella tarde de abril luminoso, empañada a penas por la ligera brisa marítima y el acostumbrado hongo finisecular, montera de torero como lo llamaban otros, sobre la altísima y azul Roca que cerraba la bahía de siempre por la parte este de la residencia donde nos encontrábamos. Rosa de Jericó se disponía a regar las difembaquias altas, grandes, rotundas con sus pecíolos largos y carnosos jaspeados de verdes, amarillos y blancos a punto de romperse. Originarias de las selvas tropicales americanas, aquí estaban, aunque descolocadas de su original hábitat, adaptadas, hermosas y divertidas. Apostadas a ambos laterales del gran cierre de marcos blancos del saloón, con sus amplios cristales cuadrangulares, biselados y siempre limpios. Rosa, ninfómana, a la que le gustaba la carne y no hacía ascos al pescado fresco de la sexual jocundia ; estaba esta vez acompañada por su amiga íntima Maritoni, vestida a la vieja usanza de los ballet rusos, con unas altas botas de paño multicolor matizadas de cintas, cascabeles y campanillas de auténtica plata, todo lo cual componía una armónica sinfonía en cada leve movimiento; medias de algodón merino, una corta falda almidonada en extremo sobre puchos de encajes, corsé ajustado de lentejuelas y tiara mediana de brillante e inusitada confección. Aparte de su ya acostumbrada nerviosismo y aptitudes para: la danza, el teatro y el mentidero. Ella, Rosa, se componía y descomPág. 14 • Revista Literaria ALECEIA

ponía dentro de un finísimo triple salto mortal de cama, algo parecido a lo que hoy algunos han dada en llamar triquini pero a lo fino que, a u n q u e a n t i guo, de los años treinta del XX, más hacia el final que a sus inicios, le habían traído a su augusta madre en forma de oculto matute de Gibraltar. Aparentaba la última factura de cualquier actual modisto con ínfulas de clásicas maneras recuperables. Llevaba y traía la mediana y azul regadera sin alcachofa, embutida en su incómodo batín de terciopelo negro y sin pelusas, llegándole hasta el suelo la impedimenta que iba y venía recogiendo, de paso, las gotas del líquido elemento enriquecido con fertilizante del N°1, comprado hacía poco en el Carrefour más cercano. Entre dientes tarareaba la vieja y popular canción de “La Tarara”, que si sí, que si no; que si te he visto no me acuerdo; que si me acuerdo, no se si te he visto; y que también, a lo mejor te vi y me acuerdo o es cosa del Alzheimer que a todos nos trae y lleva por la calle de la Amargura, paralela al callejón del Parkinson y perpendicular a los pasajes de la madurez y del envejecimiento crónico y milimetrado. Entre vuelta y vuelta, recuerda por fin, ya casi acabadas de encharcar las pobres macetas sobre


sus respecti- Guerra de los noventa y nueve años y uno vos platos. más; eso sí acompañadas de auténtico orujo y macarrones sin tomate; rubias virutas del reloj Todos sabe- del padre del abuelo, cuando cierto ebanista le mos del rehizo la estropeada caja de madera empinada d e l i c a d o y, de paso, el complicado mecanismo ensordecandor que cedor de goznes y campánulas. Desde entonces se entabla comenzaron los habitantes de la casa a gozar entre las de cierta intranquilidad, pues no pudieron disd i f e m - frutar de sueños relajados que duraran más allá baquias de los treinta minutos. y el agua, y Fue entonces, al entrar de improviso de cómo Almudena, la criada madrileña de pura cepa, odian la cosa rara porque que yo tenga noticias, en la a c u m u - urbanita Madrid no quedan en pie viñedos ni lación de parras con denominaciones de orígenes ideosinhumedad en sus cráticos. ¡Cómo habían cambiado las tornas extremidades infe- alrededor del servicio doméstico! Desde hacía riores, llámense últimas varios lustros, por lo menos, aquellas mujeres raicillas; de su amor, yo diría casi que se trasladaban desde el campo a la ciudad; delirio, por la luz cercana, tami- desde, repito, lejanos países de selvas tropizada y espléndida. Pues esta mujer cales y desiertos densísimos de secas arenas; que nada, con el peligro añadido desde, y vuelvo a remachar, tierras donde la de atraer a esa caterva de insectos, tundra con su helada acostumbrada podría moscas, mohos y pequeñas arañas oxidar el hierro de las tachuelas que sujetaban rojas que lo estropearían todo y, harían ama- las suelas de neopreno del calzado, acharolado rillear sus grandes hojas tricolores. Menos mal por el agua constante que rezuma la hierba. que teníamos, más a pie que a mano a Rulfo, el Habían acabado siendo señoras, dueñas y gran perro labrador que se bebía del suelo y de dominadoras del cotarro. Comenzaron, todas a cada platillo, el agua sobrante y amenazadora. una, a meter sus míseros ahorros en pequeños y medianos títulos de la Bolsa que hicieron, Enguachirnadas las difembaquias y de la noche a la mañana, hacer crecer como la vuelas a desenguachirnar, gracias a la atenta espuma. Por detrás seguían trajinando humilsed desmedida de Rulfo, pobre, cándido y des y constantes; mas ellas, volvían a invertir sobretodo, canino; se comenzó a ver como se los dividendos que inocentemente les aportaba le encogían las patas, se le hinchaba la barriga el gran capital. Todas estas ganancias las compor culpa del fertilizante nitregenoideo, lo cual pensaban de esa vida plagada de sacrificios le invitaba, civilizadamente, a deponer y, se y fatigas. Y así sucesivamente compraban en excitaba longitudinalmente hacia el cielo su mercadillos callejeros; muchas se dedicaban, extremo arado gozoso, a causa del roce conti- durante sus escasos tiempos libres, a la rebusca nuado con los largos pelos de yak del amplio familiar, acompañadas de maridos e hijos, felpudo, donde podrían encontrarse restos por los contenedores cercanos a los grandes y reliquias de todo tipo y factura, como por almacenes, fábricas de enlatados, restaurantes ejemplo: una burda imitación de broche de entenedorsados y estrellados hoteles. Tanto, falsos diamantes montados a horcajadas sobre que hoy día ejercían el, por otro lado decente baquelita y oro pálido, habiendo tenido como oficio doméstico las descendientes directas de original una de las joyas de la Corona que antiguas matronas del más alto copete; incluso enajenó Napoleón Bonaparte en la Casita del para encontrar este trabajo digno de quitarle Príncipe Feliz; avellanas garrapiñadas con las las mierdas u ordenárselas a los demás, tenían que se celebraron el final de la primera Gran que presentar un largo currículo que demosRevista Literaria ALECEIA • Pág. 15


trara que por lo menos hasta la tercera generación ascendente, se habían dedicado al oficio y pudieran confirmar partidas de nacimiento y residencia en las mejores mansiones del anterior standing ciudadano. Estas criadas chulaponas, adaptadas al medio a causa del cambio de tornas, dejaban mucho que desear en cuanto a la total limpieza de suelos, terrazas y escaleras; no así en otros cotidianos menesteres como: la cocina gastronómica de los canapé, las rosquillas de vino dulce o los mil usos y aplicaciones de manjares tales como el besugo, amén del repollo. Debido a su local ascendente, solían coger la fregona con ambas manos y desde una loseta, elegida al azar, limpiaban toda la habitación como esa pareja que se marca un chotis, realizando la tarea al ritmo sincopado de ”Agua, azucarillos y aguardiente”, “La Puerta de Alcalá tiene polvo” o “Las que tuvimos tanto y tanto perdimos con el cambio”. Lo cierto es que había algo de inevitable engaño en todo esto, ya que no todas de esa gran mayoría, eran descendientes directas de Grande de España, de medianas, de enanas, meninas o gruñonas velazqueñas; las menos podrían aportar un pedigrí de infanzonas, damas de la Corte o incluso, correveidiles de Palacio. ¡Lo que es una sociedad venida a menos! En el caso que nos concierne y dado lo desgastado de la loseta central del saloón; apartado para la ocasión el mueblaje y, harto Rulfo de abrevar y disminuir las humedades. Almudena se colocó en una de las que había cercanas al balcón, con su veranda de balaustres, imitando mármoles jaspeados; de esta forma y manera, el lado cercano a la entrada quedó algo empañado debido a la lejanía logística del círculo laboral, tanto de la escoba como de la posterior fregona. ¡Ven Rulfiales, que te voy a llevar a un sitio que yo sólo sé y a ti te va a gustar! Y así, salieron por la puerta grande y castellana de cuarterones con paisajes al óleo pintados por Villamil y Atenza; ella, algo alterada e impaciente y, el perro, calmoso y algo más elevado aunque confuso, dentro de su rusticidad agraria y peninsular. Pág. 16 • Revista Literaria ALECEIA

En esto que Rosa y Maritoni, privadas momentáneamente de la insustituible ayuda de Almudena, se pusieron manos a la obra, con la misión de despejar, una vez seco el suelo, la gran sala de recepciones, arrinconando o mejor dicho, emparedando: el sofá de piel de cagarrutas de moscardón misógino, tratado anualmente con una gruesa capa de crema Noveas; desarrollaron a continuación, por medio de un complicado mecanismo invisible, la enorme mesa de las ocasiones festivas. Sacaron sillas, taburetes y sillones de las partes de la casa más insospechadas; claro está que todos y todas eran distintos, tanto en altura, grosor, dimensiones y respaldos: una enclenque silla estilo el Imperio Contraataca con pies de avestruz y alzado hecho de malla de camuflaje con minas antipersonal colgadas de vez en cuando por toda la red; un largo taburete sempentiforme “vis a vis” pero en sentido de cruz gamada, salvado en el último momento de un bunker con aire acondicionado y paredes tapizadas en carísimo tafilete granate y gualda; unos racionalistas asientos que se elevaban o bajaban al modo de ascensores marca Thyssen-Cerveza; un estrecho palanquín y .., hasta algo parecido a una silla-confesionario de tiempos de Felipe el Dúo, antecesor ilustre en nombre y dígitos de nuestro actual rey.!¡Dios guarde muchos años! Ante este variopinto decorado poco se destacaba el resto de la decoración, nunca milleurista. Durante todo el tiempo, yo.., el escritor medio-ocre, me encuentro, por mo de llegar primero, en la terraza, encerrado y a la vez encaramado a una alta silla de vigilancia playera de la Cruz Roja, asiento, eso sí, experimentado en gordas despelotadas, delgadas en top-less que toman el sol con gafas de sombra, sin acercarse a penas a la orilla mórbida de los salidos andarines y sin posibles ocasiones de salvamentos y ahogos .Amén de esa multitud de niños impertinentes, durante todo el día jugando a la dichosa pelotita y, picados, no de viruelas, que eso parece estar ya pasado de moda e inoculados por eficaces vacunas, si no de medusas de todos los colores y tamaños. A causa de esto se ha llegado a inventar una especie de burbuja natatoria, estampada en algas verde-jade con transparencias de un


símil de perisodáctilos, potros huesudos de –amerindio, idénticos anuncios manidos de lo mar, antecesores de los actuales asnus mula- que ya tenemos, parecidos dis-jokeis proterdiensis cumunis. vos con voces que intentaban ser sensuales, pero resultaban ridículas. Ni que decir tiene Las tres mujeres reciben protocola- que para mí, desde que se inventó la televiriamente a los protagonistas, junto a ellas, sión y puedo vele la cara al gaznápiro que me de la prometedora y gozosa tarde. Almu- habla o trata, sin conseguirlo las más de las dena, ya vuelta de la histérica salida con el veces, de llamar mi atención con el lenguaje perro, abriéndoles la puerta principal para que soez que hoy se lleva o la presentadora de voz entren; Maritoni en el recibidor que a la vez meliflua y gafas de cuerno de vaca chamuses un pasillo intermedio de dieciocho metros cada, luciendo un inservible bolígrafo entre las de largo por tres de ancho, donde se montan manos y unas largas y cruzadas piernas, por exposiciones temporales de cuadros planos de debajo de la mesa del telediario, con su falda diferentes hechuras, técnicas y marcas;¡ claro tan corta que llega a utilizarla en vez de cofia está, a la venta! Y para coronar la bienvenida para mantener erecto el imposible postizo de triunfal, Rosa de Jericó, acicalada para la oca- su propio peinado. Pues, ¿qué quieres que te sión discretamente con un traje gris perla, de diga? La radio, lo que se dice la radio, me la alpaca, sobre camisa de volantitos color hueso refanfinfla. Pero cada cual tiene sus gustos y, roído y, una gran flor sepia rodeada de hojillas mal que me pese, le respeto a Rosa y su troupe, plateadas. La verdad es que está magnífica, los suyos; aunque, no por esto, es decir por el elegante y, yo diría que, hasta discreta; si no amuermante ritmo de la radio, no he de pisar fuera por los tacones que se ha colocado esta de vez en cuando su casa o resbalarme con los tarde-noche: chirrían, más no lo hacen como nutricios chorreones del riego. Menos mal que cualquier zapato nuevo por muy de marca que esto último sólo ocurre cada dos semanas o, fuera. , ! no ¡, lo hacen mediante un disposi- casualmente, cuando el martes cae en día diez, tivo que llevan incorporado y que a cada movi- como es hoy el caso. miento o paso que realiza, resuenan al igual que esas puertas oxidadas, astilladas de puro Así que tenemos que: hay tres mujeres viejas y desvencijadas, típicas de las películas de bandera, un saloón amplio, el gran perro del de miedo. Incluso cuando todos piensan que frío, macetones de difembaquias y un ancho se hará definitivamente el silencio, se equivo- cierre enfoscado al sur del mar en plena tarde can, pues como siempre pierde, se suele poner bochornosa. Nos faltan las visitas inesperanerviosa, lo que hace que no le castañeteen los das, a parte del resto de los contertulios que, a dientes como con el frío, al contrario, forma un partir de las seis, han quedado para jugar una taconeo involuntario que llena de inquietud y partidita de chichón y fin de fiesta con gastronerviosismo al personal allí reunido. Sumados nómica cena incluida. Isa, Félix, Inma, Olga, sustos y respingos a causa del reloj que cada Isabel, José Luís, Guadalupe, Javier, Trini, media hora les pilla por sorpresa; todo hace Sonia, Tere, Chus, Ricardo y Teresa. Mas, si que más de uno se atragante, elija la excusa de estos son los esperados, ¿quiénes serán y de ir al baño o le tome las pulsaciones e incluso le qué especie, cuento o planeta los que no se ponga una mascarilla de oxígeno al compañero aguardan? Yo creo que por ahora ni Rosa, ni más cercano. Maritoni, ni nadie se imagina lo que a conti nuación ocurrirá. De fondo, suena música de fondo, es decir, la persistente cadena privada Ser o No Comienza la partida a las siete casi en Ser shakesperiana que, todas las tardes y a la punto, pues faltan como siempre José Luís e misma hora y orden, ponía idénticas melodías Isabel que siempre llegan tarde, e Isa que, como pastosas, que hacían del transcurso del tiempo, es costumbre casi aparece al cierre y se tiene un largo túnel sin salida, irresistible, agobiante, que apuntar los tantos del que más lleva. El sol desoxigenado y monótono. Los mismos acor- en poniente comienza a bostezar y nos lanza des, las mismas voces gangosas en inglés sus rayos más queridos y tenues, así parece que Revista RevistaLiteraria LiterariaALECEIA ALECEIA••Pág. Pág.17 15


va a dar su finiquitada extremaunción al día de hoy, por el tanatorio de los montes y crestas de las sierras barreñas. La Refinería se destaca, por ese lado, dale que te pego iluminada y contaminadora. En el malecón de enfrente se han parapetado varios coñazos de pescadores, pertrechados para pasar la noche con sus acostumbradas botellas de güisqui ,sus gruesos jerséis azul marino, sus cañas y sus tabardos. Van a dar las nueve y se encienden las naranjas luces de neón de las farolas de la avenida. Y, es entonces cuando, por el cielo aparecen las gigantes, monstruosas, en apretada bandada, súper organizada, formando esa gran

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nube que oculta la bondad de este mundo, con su ruido que las caracteriza multiplicado por el número y la magnitud, en ajustada hueste marcial y peligrosa: las mariposas nocturnas del desierto del Sahara. Atacan en el preciso momento en que, Almudena siempre atenta y alerta, echa la puerta corredera del cierre, dejando afuera al escritor medio-ocre, sobre su alta silla, expuesto a una muerte segura como en realidad ocurre. Solamente se encontraron los restos de la montura de sus gafas torcidas y sin cristales y, una gota de sangre reciente, síntoma de la bárbara defunción postrera.


El Buzón por Inmaculada Jiménez

23 de Julio de 1943 Él la esperaba todas las tardes a las 5 en punto. En la esquina de siempre, en la misma esquina donde el sol se paraba y el aire se convertía en brisa. Su traje, gris marengo, su camisa blanca, su corbata azul marino, su pañuelo de seda asomando por el bolsillo que la chaqueta tenía en el pecho izquierdo y sus zapatos de un negro reluciente. Ella, acudía todas las tardes a esa cita con puntualidad sacrosanta. Su vestido, también de color gris, de un gris perla claro e impoluto. Pulseras en los brazos, perlas en su garganta y como siempre, flores en el ensortijado cabello. El encuentro era un cruce de miradas, cómplices del amor que se tenían, un intercambio de ilusiones para la eternidad. Sus ojos, lo decían todo en unos segundos interminables. Ella, deseando que él la mirase de frente ardientemente. Él, siempre la llevaba bajo el palio de sus deseos. Junto a ella, su inseparable carabina……la tía Ana. Mujer acompañante de todas esas citas, guardaespaldas de un amor sin escondites donde robar un beso, defensora de la decencia, de las costumbres cristianas y de la unión santificada. La tía Ana, observaba todos los movimientos, los gestos, las palabras dichas con el rabillo del ojo.

Nuestra pareja se amaba con la mente mientras cogidos de la mano caminaban por las calles de adoquines mojadas por una inesperada lluvia del mes de julio de 1943. En un descuido él saco del bolsillo unos jazmines arrugados y se los puso a ella en el pelo. Esos jazmines, ya secos, duermen en el cajón de la peinadora entre pañuelos de encajes. Mil vueltas a la misma plaza del pueblo. Calle arriba, calle abajo. Llegaba el adiós, hasta mañana. Llegar al portón del patio. Cinco minutos de regalo. Él, le recita un poema bajito. Ella lo escucha con adoración y se sonroja. Un beso en las mejillas y ella, se convierte en amapola. Mañana volverán a verse en la misma esquina. Con la misma carabina. Mañana el aire se volverá brisa y el sol se parará a las cinco en punto para alumbrarlos. Nunca dejó de existir esa pasión, porque ese amor duerme ahora entre pañuelos de encajes en el cajón de la peinadora.

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La Estantería de Aire por Raúl Rubio

El gaucho insufrible

R

oberto Bolaño nació en Santiago de Chile en 1953. A los 13 años se trasladó con su familia a México. Volvió a Chile pocos días después del golpe de estado de Pinochet; allí fue detenido durante ocho días. Meses después regresó a México, donde permaneció hasta finales de los años setenta, cuando decide cruzar el charco. Destino: Cataluña, donde ya vivía su madre. Trabajó casi de cualquier cosa, leyó muchísimo y escribió. Murió el 15 de julio de 2003, tras pasar diez días en coma como consecuencia de una insuficiencia hepática. Poeta, narrador y ensayista, el legado de Bolaño es tres libros de cuentos (“Llamadas telefónicas”, “Putas asesinas” y “El gaucho insufrible”), diez novelas (“Estrella distante”, “Amuleto”, “Monsieur Pain”, “Nocturno de Chile”, “Amberes”, “La pista de hielo”, “Una novelita lumpen”, “La literatura nazi en América”, “Los detectives salvajes” y “2666” – publicada de forma póstuma –), dos libros de poesía (“Tres” y “Los perros románticos”) y una recopilación de artículos (“Entre paréntesis”). Después de su muerte, el crítico Ignacio Echevarría, gran amigo y conocedor en profundidad de su obra, ha editado dos libros más: la colección de relatos “El secreto del mal” y de poesía “La universidad desconocida”, ambos en 2007. Este conjunto forma, sin duda alguna, parte de la literatura que será imprescindible en este nuevo milenio; Bolaño ha entrado con todo merecimiento en el canon de lecturas obligadas. Su estilo, su mirada, su forma de narrar... agarran de tal forma al lector que, una vez

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sumergidos en su universo, protagonizado por poetas en busca de sí mismos, estrellas del porno, futbolistas africanos, filólogos desesperados o muertos acosados por necrófilos, apenas quiere separarse de él. En esta ocasión centramos nuestro interés en el cuento “El gaucho insufrible”, relato que da nombre al libro, compuesto por cinco cuentos (que no se interrelacionan) y dos conferencias, publicado en Anagrama en 2003. “El gaucho insufrible” cuenta la metamorfosis del abogado bonaerense Héctor Pereda en un gaucho. El contexto histórico, y principal motor de la transformación, es la situación político-social que vivió Argentina en 2001, cuando el gobierno de Fernando de la Rúa restringió la extracción de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorro y que se denominó «corralito».


En esta metamorfosis la literatura tiene un papel imprescindible. Señalaremos dos aspectos dignos de mención que aparecen imbricados: cómo «desmantela el mito» de la literatura argentina, dando la vuelta a los tópicos que la componen, y la presencia del lector. Luis Alejandro Nitrihual ha realizado un estudio comparativo entre “El gaucho insufrible” y “El sur” de Jorge Luis Borges. Esta conexión es evidente desde el principio del cuento, cuando el narrador comenta que para Pereda “los mejores escritores de Argentina eran Borges y su hijo” y se consolida cuando en el párrafo 15 se cita directamente el cuento de Borges al llegar a la estación de Capitán Jourdan, “como era inevitable”. Claro, es inevitable para un lector empedernido de Borges como es Pereda y para aquellos que están familiarizados con la obra borgeana. Y es que podemos afirmar que en “El gaucho insufrible” hay una triple escenificación del acto de leer, del lector de literatura: el lector Héctor Pereda, el lector Roberto Bolaño y aquel lector que va captando las referencias metaliterarias. Nitrihual señala que “puede trazarse una línea que va desde “Martín Fierro” [...] y que recorre un largo trecho hasta llegar a Bolaño” (Nitrihual, 2007). Pero podemos añadir algo más. Sabemos, porque nos lo dice el narrador, que Pereda es un ávido lector; leer y viajar ocupan su tiempo cuando enviuda. Entre sus hábitos cotidianos está leer mientras come. Cuando su hijo triunfa como escritor, “leía todas y cada una de las páginas que publicaba”. También

sabemos que tenía una vasta y desordenada biblioteca, que Borges y su hijo son sus escritores favoritos o la cita directa del personaje de “El sur”, Dahlmann. Pero hay algo más latiendo bajo el texto. Pereda se nos presenta como una persona fuertemente influenciada por la visión literaria. Incluso podemos atrevernos a decir que es un Quijote de los gauchos: un hombre que decide cambiar su vida para convertirse en otro, en un héroe de la literatura. Incluso se cambia el nombre y llega a convertirse en un “viejo barbudo y de larga melena enmarañada que vestía bombachas y llevaba el torso desnudo y requemado por el sol”. De la imagen que proyecta del gaucho y la pampa, de lo que él como ciudadano bonaerense burgués piensa que debe ser, extraemos la historia de la literatura argentina desde la emancipación. Podemos encontrar la presencia de Esteban Echeverría a través de la dicotomía «civilización-barbarie», expresada desde “La cautiva”, al igual que la visión de la Pampa. Una caracterización en la que profundizaría Domingo Faustino Sarmiento , en especial en su “Facundo”, donde sistematiza la dicotomía, expresa una tipología de los gauchos, describe la pulpería (el lugar de los gauchos) y otros hábitos de estos, y expresa su teoría determinista: “Los accidentes de la naturaleza producen costumbres y usos peculiares a estos accidentes” (Sarmiento, 1994: 57).

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Pues bien, a lo largo del texto encontramos referencias a la dicotomía «civilización-barbarie». En el pueblo, sólo encuentra “un ligero aire de civilización”. Cuando sueña con su esposa muerta, ésta “le reprocha el salvajismo en el que había caído”. Y también se refleja cómo la naturaleza influye en los caracteres. Porque Pereda, antes de llegar a Capitán Jourdan, cree que “el campo no era lugar para gente como él, padre de familia y con estudios y preocupado por darles una buena educación a sus hijos”. Es decir, un bonaerense civilizado. Pero va cambiando. Cuando en el tren pregunta al pasajero que leía un cómic, dice que esa pregunta no estaba dictada por él, “de común un hombre discreto, sino por la pampa, directa, varonil, sin subterfugios”. Cuando en la estación de Capitán Jourdan se encuentra con su amigo de la infancia, “hasta la voz, no digamos las palabras que empleó, le parecieron ajenas, como si el aire de Capitán Jourdan ejerciera un efecto tónico en sus cuerdas vocales o en su garganta”. Y poco después, “aunque nunca fue aficionado a las armas de fuego, en ese momento le hubiera gustado tener una”. Esta transformación sigue: entra montado en la pulpería, las palabras que comienza a emplear (“que les llueva finito”, “vamos, che, José Bianco”), cómo se comporta cuando el Bebe lo visita con el editor y dos escritores de Buenos Aires; y llega a la escena final con el escritor cocainómano. ¿Es el medio el que ha transformado a Pereda o es la visión literaria y su voluntad las que han producido la metamorfosis? Sigamos con la historia literaria argentina, porque también podemos señalar un guiño al “Fausto” de Estanislao del Campo. El caballo que compra Pereda, José Bianco , es un “overo rosado”. El overo rosado es el caballo del héroe del poema de Del Campo, y según nos cuenta Borges en un artículo sobre la poesía gauchesca (Borges, 2005: 186-187), Rafael Hernández – hermano del autor del “Martín Fierro” – y Leopoldo Lugones criticaron que este fuera el caballo, porque “ningún criollo jinete y rumboso como el protagonista, monta en caballo overo rosado: animal siempre despreciable cuyo destino es tirar el balde de las estancias, o servir de cabalgadura a los muchachos mandaderos”. Pág. 22 • Revista Literaria ALECEIA

Y, claro está, es José Hernández quien fija todos los tópicos respecto a los gauchos y la Pampa en su “Martín Fierro”, que llegan también, como expresa Nitrihual en su artículo, a través de la revisión de Jorge Luis Borges. Todo esto nos advierte ya no sólo del lector que es Héctor (Manuel) Pereda, sino Roberto Bolaño, conocedor a la perfección de la historia de la literatura argentina, sus entresijos, sus tópicos, sus leyendas. Y en este cuento se encarga de darle la vuelta, «desmantela el mito», “nos presenta en todo momento un mundo pervertido” según palabras de Nitrihual. Y, siguiendo la terminología de los formalistas rusos, emplea ciertos elementos desautomatizadores para hacerlo: - un abogado que se va a la Pampa y que, en lugar de morir acuchillado, como el personaje de Borges, se convierte en un hombre respetado y en un líder de los gauchos. - los conejos. Sólo hay conejos, por todos largos, en lugar de la grandiosa variedad animal que encontramos en Echeverría, Ascasubi, Sarmiento, Hernández, etc. - la actitud de Pereda en comparación con los gauchos: tiene una imagen literaria que no se corresponde con la realidad. No quedan gauchos «a la vieja usanza», peleones y valientes; definitivamente, el único “gaucho” real – según lo que ha leído, tan real como el caballero en que se convierte el hidalgo Alonso Quijano – es él, un abogado burgués que llega de Buenos Aires y en poco menos de tres años se convierte en un hombre temido y respetado. Una vez más la literatura se encarga de autocuestionarse frente a la realidad desde dentro, desde sí misma. “Pereda es el Gaucho Insufrible pues busca revivir una cultura perdida en los anaqueles de la literatura gauchesca, una cultura de valientes que ahora ha derivado en su opuesto, la cobardía” (Nitrihual: 2007). Por eso se hace necesaria la vuelta, a diferencia del cuento de Borges. Bolaño sí ofrece una salida, sí refleja la Pampa como un lugar donde escapar. Don Quijote muere, Dahlmann muere, pero Pereda vuelve – es inevitable recordar la canción... –, vuelve para seguir siendo el gaucho respetado en Capitán Jourdan que da consejos a los niños y que por la noche, a la


luz de una hoguera, cuenta “aventuras que sólo habían sucedido en su imaginación”. Elige una vida y en ella se queda, para ser feliz. Una vez más, queda reflejado el espectáculo literario que significa la obra de Roberto Bolaño, una obra compleja, riquísima.

BIBLIOGRAFÍA

En una entrevista que le realizaron en Chile antes de 1999, Bolaño respondía al entrevistador, hablando sobre el reconocimiento literario, que “dentro de cuatro millones de años [...] va a desaparecer el escritor más miserable del momento en Santiago de Chile, pero es que también va a desaparecer Shakespeare y va a desaparecer Cervantes. Todos estamos condenados al olvido, a la desaparición, no sólo física, sino a la desaparición total. No hay inmortalidad [...] En el gran futuro, en la eternidad, Shakespeare y menganito son lo mismo, son nada”. Probablemente sea así, pero mientras siga existiendo eso que llamamos Literatura, Roberto Bolaño ocupará, sin lugar a dudas, un lugar de privilegio entre aquellos lectores que hemos quedado cautivados por su obra.

- ECHEVERRÍA, Esteban. “El matadero / La cautiva”, edición de Leonor Fleming (Cátedra, Madrid, 2001)

- BOLAÑO, Roberto. “El gaucho insufrible” (Anagrama, Barcelona, 2003) - BORGES, Jorge Luis. “Obras Completas I” (RBA, Barcelona, 2005)

- HERNÁNDEZ, José. “Martín Fierro” (Alba Editores, Madrid, 2001) - NITRIHUAL, Luis Alejandro. “Borges y Bolaño: un juego intertextual desde la divergencia” (Espéculo. Revista de estudios literarios, Universidad Complutense de Madrid, 2007). Enlace:http://www.quorumderevistas.org/portal/pls/portal/ !PORTAL.wwpob_page.show?_docname=8574.PDF - SARMIENTO, Domingo Faustino. “Facundo” (Edicomunicación, Barcelona, 1994) - VIÑAS, David. “Historia de la crítica literaria” (Ariel, Barcelona, 2002) 2 entrevistas: http://es.youtube.com/watch?v=m3KNGgWIOx4 http://es.youtube.com/watch?v=eEJhPRHKZgQ

El bolso de Mary Poppins por Joaquín Bassecourt

La Candidata Por esta vez será Esmeralda Acuña prototipo de mujer, eso sí, de la derecha civilizada que, a la larga es, la que más partido saca a las circunstancias presentes en todo tiempo. Entre viento y marea, una vez removido el río de los desencantos, llegaría a escalar los peldaños, altos y marmóreos del poder político y social, con su presencia y su figura de ojos claros y pelo tinto en pajizos matices y mechas actuales. En su camino de rosas y espinos, sólo prestaría atención a las primeras, obviando los sinsabores, sacrificios, nocturnidad y alevosía de los últimos. No era su vida secreta la que la inquietara; porque su vida era una vida en dos con un límite preciso y bien marcado que, la

defendía de cualquier enemigo posible o potencial como en verdad existían. De esta forma, cada vez más fue pareciéndose a una fotografía con el color corrido, por el sepia de los años de cualquier daguerrotipo. Sin embargo, en el fondo, ella cultivaba sus miedos y sus fobias, su pánico disimulado por esas calles y espacios que iban, abriéndole camino conforme se acercaba al límite, al cambio de sentido, al paso de cebra con semáforo cambiante y coloreado por el razonamiento urbano y el predestinado futuro que le aguardaba. El día y la hora, prefijados de antemano, se acercaban inexorablemente; un sudor frío recorría sus manos, las piernas le temblaban y, un pellizco le había situado el estómago cerca de la boca, tanto que su píloro se cerró en banda a cualquier líquido o comida sólida; Revista Literaria ALECEIA • Pág. 23


ni agua que llevarse a los labios durante esos días anteriores. Esto hizo que la deshidratación más enconada, causara mella en su cutis, anteriormente terso y juvenil; por más cremas que se echara, la solución no cabía en ellas. Intentó la posición yoguística del loto pero, en su imaginación, sólo llegaba a cardo borriquero y esta postura ruin, campestre y zafia, desflecaba su inimaginable concentración. También procuró, por todos los medios, un disfrute psíquico o sexual que relajara sus nervios, sin ningún éxito. Probó a internarse en la lectura que posee un amplio campo de temas, estructuras y mentiras imaginativas y, ni si quiera la prensa rosa, con sus bulos de papel couché, llegó a entusiasmarla.

Se sentía el alma dura, los músculos agarrotados, tensos todos los huesos de su columna vertebral. La jaqueca volvía, esta vez con mayor sanguinaria inquina que nunca. Esmeralda o mejor dicho, doña Esmeralda Acuña y Díaz de Monforte, se hallaba tras su falsa prestancia, hecha una piltrafa. Al no poder comer ni beber.., tomó un taxi que la llevar, entre volantazos y atascos, al lugar cierto de la cita. Le apretaban los zapatos de tacones altos; el sostén lo notaba como dos centollos sujetándole ambos senos; y para finalizar, la braguita de marca se torcía de su sitio. Todas las incomodidades posibles durante un trayecto imposible. Las piernas, cruzadas y nerviosas, no encontraban la posición cómoda de otras veces; los labios perfilados, el nivel correcto y, el eye-line había abierto sus ojos espléndidos, ahora más grandes que nunca, a la esperanza del triunfo. Todos la aguardaban como lluvia de mayo, como rosa pequeña y aromada que diera lustre al Partido. Contar con una mujer de bandera, aportaría votos, sufragios y más diputados en la Cámara Alta. Pero, llegó la hora y el momento de hablar tras el micrófono, en la amplia sala del hotel de cinco estrellas y…, se le trabó la lengua. Después de esto y en un coqueto apartado del restaurant del mismo hotel, se hartó de comer y, con un sonoro eructo mandó a hacer gárgaras la política, quedándose tan pancha.

Homenaje por Marisol Dorado Villanueva Homenaje a los monjes Budistas perseguidos en el Tibet. Un canto a la libertad y al respeto. Rechazo a la intolerancia como elemento castrador de la vida y de la creatividad en todas sus expresiones.

Thich Nhat Hanh Poeta y Monje budista vietnamita propuesto para recibir el Premio Nobel de la Paz por su contribución al fin de la guerra y a la reconciliación del Vietnam. En palabras de su traduc-

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tor Alfonso Colodrón: “ todo poema debe empezar con belleza y terminar con sabiduría, y si hay algo que impregna toda la poesía de Thich Nhat Hanh, es precisamente belleza y sabiduría. Pero también sencillez, intensidad, inspiración y paz. Un ser espiritual y al mismo tiempo comprometido incansablemente en la causa de la paz y en obras educativas y sociales de gran amplitud y eficacia.

Llamadme por mis verdaderos nombres (fragmento) No digáis que partiré mañana, pues aún estoy llegando. Mirad profundamente; estoy llegando a cada instante, para ser brote de primavera en rama, para ser pajarillo de alas aún frágiles, que aprendo a cantar en mi nuevo nido, para ser mariposa en el corazón de una flor, para ser joya oculta en la piedra. Aún estoy llegando para reír y llorar, para temer y para esperar. El ritmo de mi corazón es el nacimiento y la muerte de todo lo que vive.

Thich Nhat Hanh

Existo porque pienso Suspendidos apenas en un átomo, intangibles e inmunes a la oscuridad latente, aparecen nuestros pensamientos. Únicos, fugaces en el instante en que nacen, explícitos en un mundo de barreras, frágiles entre fingidas memorias inmediatas, acosados por ejércitos de mensajes disuasorios, aparecen nuestros pensamientos. Héroes en el Olimpo de las palabras, naúfragos en un tiempo de linternas, huérfanos a fuerza de ser constantes, rodeados de yugos implacables, victoriosos en guerras que no cesan, aparecen nuestros pensamientos. Marisol Dorado Villanueva

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Cum Laude Juan Gelman Ganador del Premio Cervantes 2007

E

l poeta argentino Juan Gelman (1930) ha recibido el Premio Cervantes 2007, considerado el galardón más importante de las letras hispánicas. Concedido por el Ministerio de Cultura en reconocimiento al conjunto de la obra de un autor, el Nóbel de la literatura hispánica ha cumplido con la tradición y ha recaído este año en un escritor del otro lado del Atlántico, que recoge el testigo de otro poeta, el leonés Antonio Gamoneda, premiado en 2006.

Gelman es el poeta argentino más premiado de su generación, la de los años 60-70, y ha merecido ya galardones como el Nacional de Poesía argentino, el de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

El escritor argentino se ha declarado “emocionado” y ha asegurado que vive “para escribir poesía” y que aún continúa escribiendo porque a su edad, “más que una vocación, es un vicio”. “Yo no considero a la poesía como una profesión, la poesía es algo que llega cuando ella quiere y no es que uno la pueda invocar o convocar: nadie se sienta a escribir poemas porque quiere o porque se lo propone”, ha confesado Gelman.

Cómo será pregunto. Cómo será tocarte a mi costado. Ando de loco por el aire que ando que no ando. Cómo será acostarme en tu país de pechos tan lejano. Ando de pobrecristo a tu recuerdo clavado, reclavado. Será ya como sea. Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado. Me comerás entonces dulcemente pedazo por pedazo. Seré lo que debiera. Tu pie. Tu mano.

Poeta, periodista y traductor, el escritor Juan Gelman ha demostrado a lo largo de su vida ser un maestro de ese “oficio ardiente” que para él es la poesía, un género que ha combinado con su actitud cívica y su constante denuncia de las violaciones de los derechos humanos.

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AUSENCIA DE AMOR

Juan Gelman


Cortos por Valerio De la Hoz Caravaca

Proyecto: leer a Ramón y Cajal en lo legible. Alguna programación escolar que otra, podía ¡Qué distintos los grandes hombres cuando servir de ejemplo de texto surrealista. hablan de sí mismos! A lo mejor, España es imposible. Qué pobre la vida cuando se mira atrás. Pero, Católico progresista, ¿ejemplo supremo de ¿podía haber sido de otra forma? equilibrio circense? El pensamiento también es cuestión de tempe¿Quieres saber lo que es un cocoroco? ratura. Sí. También escribir es morir un poco. O un Mírame, yo soy el cocoroco. El tipo era George W. Bus, 43 presidente de los mucho. Estados Unidos de América del Norte. Mi padre, siempre grande, incluso en sus erroNo hay cosa más frustrante que empeñarse en res. (pequeñísimo homenaje) ser creativo. Maestro es aquél que enseña a pensar. Debe de haber algún caso de quiosquero ahogado en su propio chiringuito a principios de Septiembre. desconf

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Aquel animador sociocultural era alegre, dicharachero, daba saltos sin parar, hacía intervenir a la gente sin parar. En uno de aquellos saltos se quedó colgado de la lámpara, cosa que aprovechó el auditorio para matarlo a pedradas. Otra admiración: refranero del Quijote. El infierno son los otros para el que es su propio infierno. Escritores que escriben para no verse a sí mismos. Escritor barroco: fracaso de fondo.

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Escritor realista: aburrimiento fotográfico. Algunos apóstoles de la izquierda recuerdan al clero de derechas. También mienten, inventan y traicionan por la causa. Para algunas mujeres, su liberación ha consistido en adquirir los mismos vicios y limitaciones del hombre. De verdad que no nos imaginamos a Cristo en un cónclave para elegir Papa.. O cómo retorcer las ideas de un fundador. Tanto crítico literario que lee muy poco lo que escribe. Se podría hacer un catálogo de ideas retorcidas y saldría nuestro maravilloso mundo occidental. Otro ejemplo de idea retorcida: La enseñanza pública actual. El insomne sufre mucho, pero quizás atisba algo del mundo real. Cada vez se usa menos eso de estalinista (casi nada, le verdad) La gente se da cuenta que hay mucho hijo de puta nada estalinista, sólo hijo de puta en estado puro. J.L Cebrián: Tipo importante que cree que lo es mucho más. Admiración: Cuando me entero de su vida amorosa, la cosa baja mucho. Aquel tipo escribía de forma tan concisa, que legó a utilizar sólo abreviaturas. O aquel otro, tan tacaño que ni siquiera tocaba el monedero por miedo a regastarlo. También se da aquel caso del escritor pulido que se bañaba tres veces antes de ponerse a escribir. Eres una mujer malvada, réproba, aciaga. Menos mal que te has dado cuenta, hijo. Creía que era completamente tonto.

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VIII Bienaventurado el listo y su porrazo.

Breves por Joaquín Bassecourt

SOBRE BIENAVENTURANZAS

IX Bienaventurado el que no sale e casa por si acaso. X Bienaventurado el cómodo, de pocos pasos, en su sofá de piel, ante la gran tele de plasma, porque de él son los anuncios y los telediarios. XI Bienaventuradas las noticias que se repiten porque ocasionan, la ignorancia y el incierto interés del que mira.

XII I Bendito; y Dito.., viene. Dichoso el pobre que ha legado a asumir que no es rico por falta de imaginación. XIII Benpaco; y Paco.., no se mueve del sitio. II Dichoso el rico de espíritu porque en su casa XIV siempre reinará la alegría. Benboby; y el puñetero perro no se mueve el sitio. III Dichoso el orgullo magnético de tus ojos XV cuando atardece en esa playa sin sorpresas Bendito el perro que mueve el rabo, porque acostumbradas. este simple hecho nos comunica, de forma significativa, que está vivo. IV Dichoso el ser que no viaja, ni emigra, ni hace XVI turismo canicular porque al saber el terreno Benditos los días en que no pasa nada; de estos, que pisa, es de él, el Reino de los Suelos. deberían aprender los coches. V XVII Dichoso el ciego de corazón y corto de vista, El semáforo también es bendito, al imponer un porque es dueño de las letras grandes y de las poco e mesura en la ruidosa locomoción de la mayúsculas sin florituras. cercana avenida. VI XVIII Bienaventurado el ser libre con un poco de Rojo, amarillo y verde= carmín, ámbar y maniaire. gua. VII XIX Bienaventurado el humilde que con ojo de Sobre la tristeza, descansan un cúmulo de cirsumisión, no pisará la caca abundante en esta cunstancias anómalas; si unimos pobreza y acera de la vida. tristeza, hallamos el emparedado perfecto de la sumisión cristiana. Revista Literaria ALECEIA • Pág. 29


SOBRE POESIA Y CULTURISMA (A Ángeles y Jorge) I Hoy día me satisface más el culturismo que la poesía. II Me gustaría tener: un cuerpo atlético, un alma poética y una existencia.., equilibrada. III El ombligo es el centro del cuerpo.

XIII Algunos hombres y mujeres musculazos, son como un soneto.

XIV Muchos músculos, solamente riman por sus IV Los abdominales marcados son, esa difícil acepciones griegas. nebulosa rodeada de estrellas. XV Aunque arrugado por falta de espacio, el mayor V Antiguamente se sobre entrenaban los pec- músculo es, el cerebro. torales y brazos, haciendo caso omiso a, los genitales.

VI Los bizcos y estrábicos hacen furor en el mundo de las pesas. VII Es gracioso que algunos culturistas de baja talla no tengan grasa. VIII Lo contrario es que, a los culturistas altos se les nota la gracia.

XVI Los hombros son en realidad los que dirigen la vida. XVII Un hombro a tope es como un cruasán recién salido del horno vienés. XVIII La edad cronológica descuadra la edad mental del que hace ejercicio. XIX El cerebro ágil hace al corazón lento.

IX XX Era un culturista tan bien definido que, ocuEl sudor elimina la grasa; la risa.., las arrugas. paba poco espacio en el diccionario. Así que es mejor divertirse entrenando. X ¿Qué será mejor: un culturismo-poético o un poeta-culturista? XI Culturismo: poesía somática. XII El culturismo está muy alejado de la rima asonante.

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Nuestras cosas Azul y eterno Noto el aliento de tu susurro en mí nuca. Siento como este sueño inventado, no va a terminar. Abro la ventana y me responde el aire. El cielo quiere caerse y lo aguanto. Juego al escondite con mis párpados y a las cuatro esquinas con mis huesos. Juego a jugar la vida, Clavándome los abrojos. La sal, conserva la espuma de mis palabras. El sol, me traspasa y me quema sintiéndome salazón de tu inmensidad, colgada boca abajo hasta secarme en los monótonos vaivenes de la orilla. La arena caliente, llena y alborota mí silencio. El cristal quebradizo de tu cuerpo se balancea. Tus efímeras burbujas me confirman, que siempre serás azul y eterno.

Levantar la mirada No quiero sentirme misántropo en la tierra que piso. Levantar la mirada y ver, que todavía existe un espacio de tiempo que me pertenece. Inmaculada Jiménez Montero. (Poemas del libro. “Zantesdechia. El patio de las trompetas)

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El té Sus pies, tatuados de azul y amarillo están descalzos sobre una alfombra del bazar. Una mesita de madera en forma de media luna hecha con cientos de nácares y trozos de ébano luce en medio de la estancia. Sus torneadas patas sostienen la humeante tetera y los vasos de cristal con dibujos brillantes. Cansada de un largo camino, descanso en la jaima hecha con palos de madera y cuerda de cáñamo. Pastelas crujientes y melosa chuparquia. El dulzor del té, me transporta a las playas de Asilah donde el oleaje me susurra al oído que volveré algún día y que la brisa huele a hierbabuena.

El tiempo existe El amor llegará sin decir nada mudo y en silencio llegará. Estaré esperándote hasta que el reloj se canse, de repetir las vueltas en su esfera, de repetir, el monótono sonido que siempre me recuerda que el tiempo existe, y el amor también.

Carteia El universo de la piedra caída, dónde duerme el acanto escarchado, y el mármol amarillea, con la piel del pasado. Inmaculada Jiménez Montero. (Poemas del libro. “Zantesdechia. El patio de las trompetas)

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A los héroes Todas tus destrezas derriban bosques y huracanes, embarcan gritos que no callan, pisan el suelo con firmeza. Todas tus destrezas auxilian al viento en la penumbra, mojan, obstinadas, las esquinas, con su lluvia constante de eficacia. Todas tus destrezas, aureolas de un verano invicto, morirán. Extinguidas y pétreas, morirán.

Canto de ballenas Ya me está llamando el mar, ese privilegio insistente que ensortija mi retina de azules encendidos. Ya me está llamando el mar, obstinado en su presencia de rumor de nácar repetida y transparente. Ya me está llamando el mar, con su voz de sal prendida en el largo bostezo de las algas. A ti acudo, y en ti me reconcilio con el mundo, con Dios y con los peces.

Estrella de los vientos En ti me quedo y me reubico, en ti me atrinchero, arrebujada en las tardes naranjas, en las tardes frías de desolación profunda. En ti me siembro y me renazco, en ti me multiplico, alborozada en las mañanas lúcidas de cielo calmo y belleza quieta. En ti me quedo, de entre todos los mapas de la tierra, en ti, paralelo sucedido donde guardo mis congojas y mis tesoros. Marisol Dorado Villanueva

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Paris I (Le Quartier Latin) Remolinos de hojas secas por el boulevard en la tarde. ¡Tantos y tantos personajes que derramaron su presencia en tus aceras, en tus cafés repletos de palomas, en tus otoños cubiertos de versos de otros tiempos! Paris se descubre y se reinventa a cada paso, escondido en las esquinas. Sus lunas destilan sueños viejos De Moliêre, de Rimbaud y de Picasso.

Paris II (Place de Vosges) La tarde abraza con tibieza los setos de la plaza con su fuente. Cuadrada, misteriosa, sus arcadas sostienen la historia entre sus brazos. Allí Víctor Hugo escribió y amó entre cuatro paredes de un palacio y un triste mosquetero se refugia del sueño de las piedras, entre los patios. La hiedra sigue en su empeño, agazapando sombras y un gato juega absorto venciendo, a su pesar, el paso de los siglos.

Paris III (Palais Royal) Vamos de aquí para allá, a derecha y a izquierda, sin rumbo entre las casas. Avenidas que, a su paso, descubren los que fueron y se fueron y, apenas, queda de ellos su recuerdo. El ojo no puede abrazar tanta hermosura y escapan de nosotros las batallas. Pág. 34 • Revista Literaria ALECEIA


Paris inabarcable, ciudad que no se acaba: una puerta y otra puerta, ventana y ventana tras ventana, encajes de palacios deslucidos cortinas que ocultan su belleza. Duermen el tiempo los silencios que otrora fueron cantos de libertad ganada, de amores, de pasiones, de vilezas, de mentiras y verdades a medias, de traiciones que sucumben en el trasiego de la historia y de los hombres. Paris despierta y languidece, asomada al Sena que no cesa, Paris asombra y enloquece al viajero perdido entre su selva. Marisol Dorado Villanueva

Primavera 2008 No todas las tardes permiten derramar tu esencia en el horizonte. No todas las tardes, a fuerza de ser breves, esconden fugaces sus luces en la sombra. No todas las tardes habitan gaviotas naranjas y menudas. No todas las tardes son huellas de la Ăşltima gota de tu sangre. No todas las tardes, vencidas ya en la lucha del ocaso, destilan, dulces, tu aroma en la orilla. Marisol Dorado Villanueva

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Tragedia de amor en 10 versos No todo el amor fue suficiente, ni toda la frecuencia sucedida del sudor en sus entrañas, ni todos los gritos incesantes de perdidas golondrinas entre sus pechos, ni todo el aire aventurado en su pelo tras la aurora. No todo el amor fue suficiente. Envuelta en la espuma salada de la ausencia, una tarde de armoniosa hermosura y de constancia, explotó. Y fue su corazón, terciopelo roto en mil pedazos, mensajero implacable del olvido.

Sólo en tu boca Sólo en tu boca mi nombre pronunciado y existo yo, tangible, en tu conjunto. Milagro de astros conjugados que muda en sonido la fe de tus adentros y convierte mi ser y mi agonía en canción, en pájaro y en versos. Sólo en tu boca mi nombre pronunciado, declina una a una las gotas de mi sangre y existo yo, tan cierta, en armonía con tu cuerpo, universo enajenado.

Quiero saber “Quiero saber por qué la piedra neo es pluma ni el corazón un árbol delicado” (Vicente Aleixandre) Quiero saber por qué el atardecer que esconden tus ojos es lava transparente que ocupa mis entrañas. Quiero saber por qué tu río, ese agua loca que tú emanas, en mí desemboca y se transforma con su lodo, su roca y su constancia.

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Quiero saber por qué tus brazos, ramas que enarbolas rozando el infinito, florecen fecundas en mis manos, y alzan tus flores que renacen despertando del sueño de las piedras. Quiero saber por qué en mí te reconoces, aureola celeste que cimbrea mis ansias de crecer en tu orografía.

Principio Matemático Tú, en los crepúsculos serenos, tú, definitivamente arrebatado, tú, paisaje concurrido, tú, paralelo hacia el Sur, tú, frontera de los sueños lluviosos, tú, nostalgia de mariposas y herbolario, tú, paz de tabernas tú, patria que predican los políticos, tú, circunstancia que permite cerrar los ojos, tú, y, sin embargo, no importa, tú, agua en llamas de llantos vulnerables tú, tiempo de caricias tempraneras tú sombra y tú luz tú x tú = tú tú² Marisol Dorado Villanueva

Espejismo Una indígena se agacha en el río, afluente del Amazonas, verde y lleno de vida, espejo infinito, inmenso para sus ojos vírgenes e ignotos, sorprendidos por aquella algarabía silenciosa de miles de mariposas-hojas color amarillo intenso, que invaden la orilla con sus trompas sigilosas, succionando el agua del barro, sin mancharse apenas sus sutiles e ingrávidas patas. La niña quiere abarcarlas con sus manos, corriendo tras el reflejo que el vuelo de los insectos deja en el agua, acuarela efímera y fugaz, frágil sueño de la realidad, metáfora del paraíso. ¡ inmediatez del tiempo ! Marisol Dorado Villanueva

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Ausentes Había pasado la tarde obsesionado con la historia, leyendo en la habitación cerrada. A la hora de la cena, ella entró sin llamar: reparó en el libro sobre la mesa pero no lo vio a él. Miró en el armario. Nada. Había desaparecido. Se sentó junto al libro abierto por la página 189 y comenzó a leerlo, dejando que la trama la sedujera. No supo determinar con claridad cuándo ni cómo se produjo el paso al otro lado (no sintió nada especial en ese tránsito), pero de pronto se vio en un escenario que desconocía por completo y que no podía ser otro sitio que Nueva York. Pronto comenzó a preguntarse si era dueña de sus movimientos o si estos seguían una ruta ajena a su voluntad, si no podía desviarse de lo fijado en la historia. Tenía que encontrarlo para preguntárselo. Quizá él había pasado al otro lado otras veces y sabía cómo volver, quizá él conocía la respuesta. Estaba sentado en uno de los bancos de Riverside Park. Sin decir nada ella se colocó a su lado. Él fingió no verla, mirando cada poco un banco cuyo ocupante le daba la espalda. Cuando un hombre salió del edificio de enfrente, el tipo del banco se levantó para seguirlo con disimulo. De una cafetería salió otro que siguió al tipo del banco. Él hizo lo propio con el que había salido de la cafetería, siempre a una distancia prudente. Caminó tras él, empezando a sospechar que la comunicación entre ellos era inviable. Para su alivio, en una esquina él se detuvo y sus miradas se cruzaron. Entonces comprendió que debería adaptarse a aquella nueva situación, conllevase aquello lo que conllevase, porque de sus ojos interrogativos había extraído una certeza y una sospecha, a cual menos tranquilizadora: él tampoco conocía el camino de vuelta, él ya no la conocía.

La sonrisa del portero suplente Mientras caminaba esposado hasta el coche de la policía la gente me señalaba y gritaba con saña asesino, no mereces vivir, justicia, y, en definitiva, todo eso que se suele decir cuando uno quiere venganza. Habían asesinado al detective Gervasio Arrebola. Todos pensaban que lo había matado yo. En el colegio él era el número uno de la lista; yo el dos. En el equipo de fútbol él era el portero titular; a mí me tocó calentar banquillo. Se declaró a Lourdes un día antes que yo. Para colmo, cuando comenzó a trabajar como detective me eligió a mí como ayudante. Me convertí así en el torpe compañero del genio, el personaje secundario necesario para el mayor lucimiento del protagonista, llámese este Dupin, Holmes o Guillermo de Baskerville. Por supuesto, planeaba matarlo, a ser posible un día no muy lejano. Mientras tanto tuve que asistir a su boda, ser el padrino de su hijo, acompañarle en el caso del taxidermista al edificio abandonado la noche en que, persiguiendo al sospechoso, de la oscuridad emergió una bala que le horadó el pecho en el justo instante en que yo acariciaba la fría arma en mi bolsillo. Por enésima vez se me habían adelantado. Esposado, caminé hasta el coche patrulla sin cubrirme el rostro como hubiera hecho un delincuente cobarde. Simplemente miré a la masa enfurecida y, con un profundo alivio, sonreí. De oreja a oreja. Mirando a las cámaras. Nunca me había sentido mejor. Cuando el juez me pidió mi versión de los hechos, no me tembló la voz al responder: -Yo lo maté. Jesús Artacho Reyes

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Narciso El dedo anular de mi mano izquierda se ha enamorado perdidamente del dedo meñique del pie derecho. Cuentan con la ayuda de los lumbares, los músculos más serviles del cuerpo. No es la primera vez que ocurre algo parecido. Hace algún tiempo, los dos ojos se encapricharon del tríceps del brazo izquierdo. Pueden imaginarse la tragedia, el estrabismo que me provocó en el ojo derecho, empeñado en imponerse a pesar de la mayor distancia. Que no le quitaran la vista en ningún instante, que lo buscaran en los escaparates y los espejos, me provocó tropezones, despistes, caídas… Pero es que hay más. Cuando aún no había cumplido los catorce, la lengua se empeñó (durante más de un mes) en conquistar a la muñeca derecha; se pasaba las horas muertas acariciando con su pétreo ápice la tersura de esa piel. Como deben comprender, estas cosas sólo pueden acabar mal. Lo de los ojos lo curé con un parche en el derecho, el más rebelde. Cuando los amantes se vieron libres, como suele pasar, se les acabó el amor. Lo de la lengua lo curó el tiempo, ese gran hechicero. Lo que está ocurriendo ahora sí que me tiene más preocupado. Estoy por hacerle caso al poeta, y prescindir del menos útil. Y es que como ya he dicho, estas cosas sólo pueden acabar mal. Raúl Rubio

Sus ojos Gabriel era un par de ojos. Dicen que la matrona que atendió a la madre se desmayó cuando el crío los abrió de par en par después de los cachetes del médico. En el colegio todos sabíamos que tenía hipnotizada a la maestra. Se ponía a explicar, y si miraba a Gabriel, se quedaba parada, sin decir palabra, mirando sus ojos, casi ni pestañeaba. Parecía que hablaba sólo para él, hasta se le cambiaba el tono de la voz, se le hacía más dulce. Nos enfadábamos cuando repartía las notas, porque se veía que lo trataba mejor; Gabriel era muy borrico con las letras y los números, y al hablar se quedaba trabucado muy corrientemente. Sin embargo, la maestra siempre lo ponía entre los mejores, entre el Damián y el Romualdo. Por eso también empezó lo del hechizo. De mozos pasaba lo mismo. Todas las muchachas se morían por los ojos de Gabriel. Si este les dedicaba una mirada, a la que fuera, aunque ya estuviera emparentada, se ponían coloraditas y cuchicheaban entre risas. Iban en grupos a verlo al refino de Vicente, el hermano del marido de su tía Eduviges. Le llevaba los recados y esas cosas. Vicente no lo dejaba muchas veces en el mostrador, no le gustaba. Por esa época tendría diecisiete o dieciocho, no más. Por lo que dice Vicente, si Gabriel se ponía a despachar a las mujeres, estas se quedaban como tontas, coloradas como pimientos, mirando fijas los ojos de Gabriel, y se iban persignándose y sin comprar nada. “No las mires, ostias - le decía Vicente -, despacha sin levantar esos ojos que el diablo te ha puesto en la cara”. Por decir se dice mucho, usted ya sabe. Tenía que haber quedado con su madre, viuda desde que Gabriel cumplió los seis. Ayudaba en el campo, era fuerte y muy fea, pero buena mujer. Gabriel hablaba de ella como de una virgen. Lo pasó muy mal, la pobre. En fin, que cuando volvimos del servicio el murmullo ya se paseaba por todo el pueblo. La verdad es que siempre fue muy solitario, la gente decía que se creía superior, pero no era eso, era otra cosa. Monárriz trabajaba mucho. Salía temprano y no volvía hasta tiempo después de que oscureciera. Claro, durante el día, la mujer se quedaba sola demasiado tiempo. Y ya se sabe,

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si uno caza en coto que le supera… Todos nos moríamos por Blanca, era como venida de otro mundo. Contra su nombre, tenía la piel morena, como la Sofía Loren. Muchas tardes, antes de irnos al servicio, nos íbamos a la calle del Monárriz a ver si nos la cruzábamos, aunque fuera un momento. Nunca se supo bien de donde la trajo el Monárriz. Empezó a sentirse mucho a Gabriel por esa calle. Decían que la Blanca llamaba mucho a donde Vicente, casi todos los días, pidiendo chobainas que se podrían haber llevado de una vez. Y usted sabe la gente, si ven el cabo se imaginan todo el ovillo. El caso es que casi todas las tardes se veía a Gabriel por la calle de la Blanca. Recuerdo que una vez me dijo madre que esos dos no iban a acabar bien, que si se juntaba fuego con fuego sólo podía formarse un incendio. Y claro, Monárriz sordo no era. Vamos, que entre una cosa y otra, todo el mundo le cogimos tiña a Gabriel. Aunque cada uno nos íbamos emparentando como podíamos, la imagen de Gabriel sobre el cuerpo moreno de la Blanca nos sacaba de nuestros cabales. Además, como ya le dije, nunca lo sentimos como amigo. Bueno, y lo de los ojos. Bueno, pues eso, que al final pasó lo que tenía que pasar. Hay tantas versiones como familias hubo en el pueblo. Lo único cierto es que se lió una buena zapatustra. Venía calle abajo, de dejar a la Lucía, la hija de los Górriz, que casó con un sobrino de Laparte y marchó para la capital. Pero antes la gocé, y mucho, menuda era la Lucía. Pero de esto chitón, que como se entere la que está en la cocina la tenemos; eran muy amigas, y todavía no perdona que una tarde le dijera que la Lucía tenía las carnes más prieticas que ella. Ya sabe las mujeres para sus cosas. A lo que iba, la noche de marras. Pues eso, que venía calle abajo y enseguida vi las luces. No le puedo decir si eran o no eran los ojos de Gabriel lo que llevaba Monárriz en la mano, los civiles decían que sí, que eran; ahora, ¡qué cara llevaba el hombre! Era como si se le hubiera escapado todo el seso, con el cuchillo aún manchado agarrado por la empuñadura, una cosa mala. Fíjese, con los años que han pasado, lo que nunca se me olvidará es la imagen de la Blanca, tirada en el recibidor, con un tirante del camisón caído, dejando a la vista el hombro más perfecto que habré visto en los días de mi vida, y la enorme mancha negra debajo del pecho. Nadie se dignó a cubrirla con una manta, pobrica, nunca la quisieron bien. Raúl Rubio

Teresa y el silencio Un terrible silencio, un espléndido y magnífico silencio, denso, casi sólido, se adueñó del espacio, lo sojuzgó, lo sodomizó, de una manera gélida, casi satánica, instantánea desde luego, después del estrépito de la porcelana contra el suelo. Sólo con una palabra, siquiera con un gesto de los labios, una mínima intención de articular un sonido, los músculos de Teresa habrían actuado por su cuenta y habrían puesto rápido fin a la escena, habrían acabado con la paz. La paz. La paz de un cuello al filo del abismo de cristal, de una mano que sostiene firme un gollete amenazante mientras sopesa los pros y los contras de avanzar sólo un milímetro más y perforar la carne; la paz que ha sustituido al alboroto cotidiano de los clientes de siempre, clientes que han suspendido su actividad – cubiertos a medio camino entre los platos y las fauces, cigarrillos que se consumen entre los dedos, frases que no se consuman y se pierden para siempre – y que observan extasiados a Teresa como si fuese un sol y ellos simples satélites parásitos, después del estrépito de la porcelana contra el suelo, después de la violencia del cristal de la botella contra el mostrador y la aparición del vino color sangre, después del gesto del brazo de Teresa. Pág. 40 • Revista Literaria ALECEIA


Tras el gesto, ni las manecillas del reloj de la pared del fondo se atrevían a avanzar para no quebrantar el silencio, decidieron acompasar sus latidos a la respiración de los clientes y los otros empleados, que observaban también atónitos la serenidad del brazo de Teresa a dos milímetros de la garganta del cliente obsceno que decidió dar un paso más, alargar un poco la mano al paso de Teresa, y que en ese momento rezaba todo lo que había aprendido de pequeño en el colegio de los padres salesianos. Compañeros como Sofía, que no cerraba el grifo de la cerveza, que rebosaba y rebosaba por todos lados y que se unía en el suelo al flujo rojinegro que caía desde el mostrador, desde el taburete, desde el resto de la botella abandonada en el suelo, y que avanzaba sigiloso entre los pies de Teresa. O Damián, que por ver la escena olvidó la carne sobre la plancha, condenada a la basura de la tarde. Mientras, una voz sigilosa susurraba en el oído de Teresa “hazlo” y otra sofocaba su sed sugiriéndole en el opuesto “piensa”. Y actuó. Teresa destensó los músculos de la cara, bajó el brazo, posó el gollete roto sobre la barra, se quitó el delantal muy despacio, lo dobló y lo dejó sobre el charco formado por el vino en el taburete, se adentró en la oscuridad del almacén dejando atrás a los ojos espantados del encargado, y reapareció con el abrigo puesto, con el bolso colgado y con una dulce sonrisa de serenidad esbozada en sus mejillas. Miró a su ofensor por última vez, miró desafiante al resto de clientes, miró al encargado y a sus compañeros y destrozó el mítico silencio de cientoveinte segundos con un portazo que clausuraba un tiempo y que devolvía a Teresa, con su dignidad intacta, a la selva del desempleo o de los trabajos precarios. Raúl Rubio

Quorum No disimulaba, cuando le hice un guiño a la vida. Saltaría azoteas de vecinos mudos colgaría en cordeles de alambres finos batallitas de grandes héroes podaría cabelleras y grandes barbas barrería cariños hipócritas la embriaguez de compañeros inútiles aceites amargos vinagretas de miradas adorables calcinaría radios a sesenta decibelios ruidosas peleas de grillos impertinentes. luces que alumbran lo que no vemos canciones que disfrazan cariños pasajeros. Desechemos el humo negro y como fumata blanca nombremos a la humanidad y su inocencia con pancartas plateadas. Rosa María Carrasco

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Reflejo Nunca puse la sal en tu vida ni aderece tu cerebro con la arena fina de un somnoliente atardecer. Las palabras se inquietan pensando si la luna y el sol jugaron como niños a suspirar, cuándo y cómo termina nuestro idilio. Me reflejo en tu alma quiero ser como tú altivo y apasionado sin meditar en los canales que llevan a un mar en calma, en puentes sin barandillas, en góndolas que paseen pequeños sorbos de un destino. Perder el miedo que contrae mis venas, fantasmas que me envuelven en sábanas de azúcar, infusiones de recuerdos, sueros de imposibles, arañan mi corazón anclado.

A Julio (mi padre) No habrá más agua en el mar Que sale la sonrisa tuya. Más ternura en las hojas Que cierran tus ojos. Entre mis manos, Rosas sin espinas Perla blanca Del pez ovalado. ¡ Y te elijo a ti padre mío ! Guardería de sueños Soldado calido y transparente Vigilante perpetuo de tu linaje. Rosa María Carrasco

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Chorradas

( título dedicado a Valerio con cariño) Colorin colorado Este cuento no se ha acabado Cuento o contado, Cantado y cuento Date la vuelta y veras Como se va pepita sarmiento. Caperucita sin lobo La bella durmiente sin beso Garbancito sin buey Y los tres cerditos sin viento No todo es mentira, No todo es verdad, Ni hoy es trece ni martes para empatar. Rocía la sal de tu suerte, Llévate la leyenda, Y lacra la inocencia De estos versos fluorescente. Rosa María Carrasco

Autobiografía autorizada Yo me llamo como me llamo, que eso no importa nada, y nací en La Línea. Que eso sí importa algo para lo que voy a contar. Ustedes saben, y si no lo saben yo se los digo, que para eso uno está aquí, aunque no le paguen, que La Línea es una zona ventosa. Con unos vientos huracanados que hacen que uno vaya de una lado a otro, como peonza intergaláctica. Pues hete aquí y no allá que me doy por nacer de madrugada en enero en unos de esos días de horribles tempestades que asolan la zona. Y, para fastidiar más, si cabe, de madrugada. Mi padre, que era hombre que había hecho la guerra, era indómito, así que ni corto ni perezoso se echó a la calle para buscar eso que llaman matrona. Tuvo que sortear peli-

gros sin cuento, atravesar arroyos enfurecidos, esquivar árboles que le caían encima, y demás horrores de película de los cuarenta. Cuando llegó a casa de la partera, habían pasado días, quizás semanas, que esto nunca se supo. Llegó muy desmejorado, porque tuvo que alimentarse de raíces y demás porquerías. La vuelta fue peor, porque la matrona era hembra de genio violento y enfurecido y clamaba contra la injusticia de Dios, que le hacía pasar por aquellas pruebas horribles. Como había tantos curas y monjas en aquellos tiempos, todos/as se asomaban a ventanas y balcones, y le gritaban, “¡calla, réproba!”. Tardaron semanas, quizás meses, en arribar a mi casa. Claro, con tantas dilaciones y pampli-

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nas, yo ya casi había nacido, y en unas circunstancias extraordinarias, porque a la parturienta de mi madre los vientos la llevaban ora aquí, ora allá, ora acullá. Y yo vine, no al mundo, sino al bamboleo. Se habían juntado levante, poniente, el viento del norte, la tramontana, el cierzo, y qué sé yo más. Era una cosa tremenda. Es lógico que no llorara. Estaba mareadísimo, y planteándome la angustiosa pregunta: si tan contentillo estaba yo allí metido, ¿por qué diablos he tenido que salir aquí fuera? Mi padre no lo entendió. Mi padre era un señor muy serio, que había hecho la guerra, y me vaticinó un horrible destino. Dijo solemnemente: este niño me ha salido taciturno. Mi madre se había desmayado, porque era muy partidaria de los desmayos, y creía que no desvanecerse en circunstancias difíciles estaba muy mal visto y era de un pésimo gusto. Pero yo no era taciturno, sino vago, flojo y holgazán, como se notó ya en los primeros momentos: no cogía la teta, ni a las de tres, y como luego se demostraría en los años más tortuosos de mi existencia prefería morirme de hambre a dar un palo al agua. La cuestión era que me moría, oh, sí, moría, por no acercar los labios, el muy cabrón que yo ya era. Pero mi madre tenía toda clase de amistades: costureras, postulantes, monjas, árbitros de hockey, y demás gente de mal vivir. Y, entre esta aguerrida tropa había una dama intrépida, cuyo solo resonar de voz, habría sembrado el pánico en el mismo Belcebú. Y la tal dama me presionó contra la teta, de tal manera, y al grito de hijo de puta, cabrón, me cago en to tus muertos, mama ya, que yo me planteé la cosa, e díjeme, mejor tomar esta porquería que fenecer ahogado. El caso es que no me morí de inanición, pero era duro para tetear. Así que mi madre hacía gimnasia sueca todos los días, antes de darme de mamar, para coger fuerzas para apretarme los pechos contra mi boquita de cabroncete. Naturalmente, que la hacía con el delantal puesto, las alpargatas y la falda hasta el subsuelo. ¡Qué indecencia habría sido otra cosa! La dirigía mi abuela al grito de un dos, un dos, porque la mujer no había aprendido a contar hasta tres. La horrible incultura de las

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féminas antiguas. Pero no veas tú cómo se las apañaba para contar los duros, y desdichado del que pretendiera timarla. Eso de la gimnasia sueca no le sentaba bien a todo el mundo. En una ocasión conocí a un tipo que se había pasado la cruel existencia haciendo gimnasia con las suecas y estaba muy malito, el pobre. Y digo yo, en mi inocencia infantil, que sería lo mismo. O a lo mejor, no. Bueno, pues de esta tampoco me morí, aunque debía de tener un aspecto nauseabundo, porque las visitas, que acudían puntuales y por riguroso orden alfabético, siempre decían, ¡qué niño más mono! Y salían corriendo a vomitar en el único váter que había en 50 millas a la redonda. Viendo lo que se veía, mi padre, que era un hombre muy serio, que había hecho la guerra, dijo con cara sentenciosa: “A este niño lo tiene que ver un médico. Me han comentado de uno muy bueno y muy caro que hay en Algeciras”. Entonces, mis padres aprendieron a tocar la bandurria, y a dar el coñazo por los bares los domingos a la hora del vermut. Como eran pesadísimos y daban conciertos de cuatro y cinco horas, la gente le entregaba todos sus bienes muebles e inmuebles para que los dejaran en paz tomarse el maldito vermut y su tapita de ensaladilla podrida. Cuando consideraron que ya tenían bastante dudaron entre entrar en la filarmónica de Praga, o conducirme al galeno, y, al final, atacados de un horrible complejo de culpa, optaron por esto último. Cruzamos la bahía en un vaporcito entre desatadas tormentas y señoras con canastos que te daban horribles golpes. Vomitamos todos tanto, que tuvimos que achicar el barquito de asquerosidades para que no se hundiera, pero, al final, y cuando estábamos a punto de perecer, alguien grito: ¡tierra, tierra a la vista! La tal tierra no era otra que Algeciras a la que llegamos muy satisfechos de haber hecho una vuelta a la Bahía. Después de reponernos con archicoria y una torta de aceite ( en aquellos tiempos todo el mundo se tomaba una torta de aceite con cualquier pretexto), nos encaminamos al reputado especialista.


Cuando éste nos vio le gritó a mi padre, “¡descúbrase. ¿o no se da cuenta donde está?” Mi padre, nunca había ido cubierto, pero hizo como que se quitaba la boína, se tiró del pelo, y así quedó mejor. Y, aunque era un hombre muy serio, que había hecho la guerra, pensó para sí: “¡qué maldito idiota!” Adelante, clamó el sabio. Y recorrimos pasillos y pasillos, abarrotados de títulos y de extraños objetos de aspecto amenazador, hasta que al fin, llegamos a un grandioso despacho. Tan grande era que desde la puerta no se veía más que una inmensa llanura. Caminando por ella, llegamos a una mesa carísima. Junto a ella, el mentecato vociferó: “¡no se sienten!” Entonces la rodeó (la mesa quiero decir), se aposentó en una especie de trono Kitsch, tomó una suerte de cetro, que semejaba una cachiporra, y volvió a vociferar: ¡siéntense! Bajó la vista y reparó en mí. “Oigan, qué asco de niño! Mi madre se iba a desmayar, pero el tipo aquél volvió a aullar: “Señora, no le tolero que se desmaye. La española, cuando se desmaya se desmaya de verdad!” Y mi padre, por decir algo, apostilló: “se muere” Y al loco aquél, le hizo mucha gracia el comentario, se rió, batió palmas, y empezó a cantar con voz más que desagradable: “la española cuando besa es que besa de verdaaaaaaaaaaaaaaaaaaad” Y mis padres hacían hua, hua. Hasta yo, movía mis manitas sarmentosas para llevar el ritmo. ¡Lo que tiene que hacer un hijo por sus padres! El tipo se calmó, volvió a sentarse y dijo: No se preocupen, que esto lo arreglo yo en un santiamén, y empezó a escribir, y escribir, hasta llenar veinte folios de recetas, y atrapar una inmensa cantidad de dinero, que mis honestos padres habían ganado con la bandurria aquélla. De vuelta a La Línea, mi padre, que era un señor muy serio que había hecho la guerra, compró un carromato, para trasportar la inmensa cantidad de medicinas que tuvieron que comprar. También se compró un rifle, para defendernos de los bandidos que pululaban por todas partes armados de trabucos, pero la tentación le rondaba por la cabeza: “ ¿y si le pegara un tiro al de las recetas?” Cuentan

las crónicas que el boticario cerró, y puso un cartelito que decía: “Cerrado por viaje total del dueño a las islas exóticas del Pacífico” Volvimos los tres en el carromato a La Línea, disparando contra los enemigos que nos acosaban, y lo menos dejamos siete muertos, pero lo más difícil fue subir las empinadas cuestas de La Línea (¿no me estaré formando un lío?). Cuando llegamos mi madre, después de desvanecerse, empezó a darme potingues y potingues. De hecho, toda la familia, se alimentaba de ellos, porque nos habíamos quedado sin blanca, negra, amarilla o cobriza. Al cabo de los días estábamos todos muy desmejorados, hasta que mi abuela, que acababa de terminar de contar sus duros, dijo con una expresión einsteniana en su arrugada faz: ¿”por qué no le hacéis un pucherito? Igual funciona. Mi madre acudió presurosa a la cocina, atizó el picón, echó agua, la calentó, y tiró dentro algunos garbanzos que había por el suelo. Cuando probé aquel pobre puchero, mi semblante se iluminó, mis ojos brillaron, mientras me decía para mí, me, conmigo: “¡joder, esto sí es comida!” Así que me recuperé, y se fastidiaron las visitas porque no me morí. Desde entonces mis padres le cogieron tal afición al puchero, que hasta encargaron un cuadro en su homenaje a un artista local, que colgaron (al cuadro, no al artista) en la parte mejor de la casa, que no recuerdo cuál era ni puñetera falta que hace. Ya más mayorcito, me entró la desgana otra vez, o más bien el hartazgo de puchero, y estuve a punto de fundar una asociación de Derechos del Niño contra el sudodicho sopicaldo, pero mis padres, esforzados y heroicos como siempre, resolvieron volverme a llevar al médico. Éste era mucho menos ladrón, casi nada, pero igual de ignorante que el anterior y me mandó vino de Málaga para avivar el apetito, y hala, a tomar vino. El caso es que yo, jugando a los indios por el pasillo de mi casa ( el indio lo hacía, no lo jugaba), siempre iba dando tumbos, y confundía el suelo con el techo. Y nunca sabía por donde venía la carga de la caballería ligera ( a saber lo que tiene de ligero un caballo), así que terminaba prisionero, sufriendo horribles torturas. Las visitas, que habían vuelto por riguroso orden

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alfabético, les gritaban a mis padres: “¡no emborrachéis al niño, coño, que no se va a morir de hambre, pero va a acabar alcohólico”! Claro, mis padres recapacitaron, porque un dulce niñito beodo era feo asunto y resolvieron darme de hostias cuando no comiera y si aquí paz, después gloria. Engordé bastante, pero con espantosas cicatrices en la cara de las sopamantas que me dieron. Todavía en mi dulce infancia sado, me encontré con que un día no podía dormir en mi habitáculo normal. Protesté enérgicamente, y me contestaron: “es que vas a tener un hermanito” “¿Cojones me importa a mí eso?”, repliqué a mis contertulios que me rodeaban en mi nueva cama, mientras me hundía sin remedio en el colchón. “ La cigüeña puede darte un picotazo”, replicaron. “Cigüeña más bestia”, pensé entre mí, pero no dije nada y me quedé dormido. Al día siguiente, desperteme, como hace todo el mundo todos los días, exceptuando los que se han muerto durante la noche, y me llevaron con mucha pompa y circunstancias al cuarto de papi y mami: allí estaba mi madre, desmayada, normal, y una cosa oscura y peluda, que parecía un moscón enorme a la hora del bocadillo; y aquello ya no era tan normal. “tu hermanita”, dijeron. “Me quitó el cuarto, repliqué rencoroso”. “¡Qué niño más malage”, dijo mi abuela y se fue a contar sus duros. Lo que yo no sabía es que, aunque en otro sitio, había sido la ultima noche tranquila en meses. Porque si yo, entre tanto viento, había nacido alelado, no era el caso de la sudodicha hermanita, que empleaba sus mejores ratos de ocio, sobre todo en la más cruda madrugada en berrear como un poseso (suponiendo que los posesos berreen, que yo nunca vi ninguno) y allí no había quien pegara ojo, ni nada de nada. Así que mi primera relación fraternal fue con pecaminosos deseos de asesinato, y con los no tan pecaminosos de ganas de dormir. Como era niño tímido, que ni jugaba en la calle ni nada, sino en mi casa, también era buen lector de tebeos y de novelas baratas. Y la gente me decía: “Pero, hombre, si tan aficionado eres a leer por qué no vas al cine? A mi el cine me parecía una cosa tétrica, con toda aquella gente en la oscuridad, mas un buen día

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picome la curiosidad esa que dicen que pica, y acompañado de mi tía, me encaminé al matiné. Tenías que llegar a tiempo para ver el NODO, porque si no el portero te cogía por las solapas, te llamaba antipatriota y, si era de los duros, podía darte un mojicón, o perseguirte con una carabina por las callejuelas. De manera que mi tía, y yo, lanzados al viento como flechas, llegamos a la sala de proyección, nos sentamos, y enseguida la gente empezó a aplaudir como locos en cuanto se apagó la luz. Y hete aquí que salió un señor con un abrigo muy largo y una gorra de plato encasquetada que inauguraba pantanos con una rapidez suicida. Lo menos veinte pantanos inauguró en media hora. Siempre salía igual, mirada desdeñosa, con un señor de negro riguroso que le iba explicando cosas. Una vez, apareció con unas botas altísimas, con una extraña boína, en lo alto de una peña, diciendo cosas absurdas. A mí me parecía un drag queen descontrolado, pero como con mi candidez infantil no me enteraba bien de las cosas, le pregunté a mi tía: “Tita, ¿quién es este señor?” Y mi tía, alzando el brazo en la oscuridad, casi gritó: “Francisco Franco, caudillo de España por la Gracia de Dios”. Quédeme estupefacto, pero en seguida pensé: “Que poca gracia tiene Dios para dárselas a este tío tan raro” Y una lluvia de palos me llegó desde lo Alto. Como tan torpe no era, ahí comprendí lo que era pecar con el pensamiento. Luego, andando los años, que por lo visto son andarines, descubrí que los pecados de pensamiento podían ser mucho más divertidos. Las películas no eran gran cosa. Siempre había unos tíos con pluma, a los que llamaban indios, que se cabreaban muchísimo por cualquier nadería, y otros tíos, con guerrera que también se cabreaban porque se cabreaban los antes mencionados. Otras veces, no llevaban guerreras, pero siempre pistola y el cabreo encima. Las mujeres eran dulces, jo, y hacían unos asados buenísimos, aunque estuvieran a punto de cortarles la cabellera, porque los antes llamados indios eran unos coleccionistas maniáticos de cuero cabelludo. Caprichos que tiene la gente. Y siempre, al final, se daban un beso larguísimo, el de la guerrera, y la de los asados y el personal se ponía como loco de alegría. Mundo pintoresco.


Volviendo los años a pasar, que son muy pesados con eso, y leyendo a varones sesudos sobre el asunto del cine, tuve que avergonzarme de mis opiniones y reconocer que era un bruto y un mulo revueltos por no apreciar aquellos planos maravillosos en los que un señor con un sable desenvainado gritaba: “¡a la carga!” Y empezaba a correr con un caballo debajo, mientras otros, también con caballos le seguían y se liaba la marimorena de tiros, hachazos, puñalás, y otras alegrías. Y todo eso antes del beso. En fin, que había visto obras maestras, y no me había dado cuenta. Lo que es la vida... Como yo era un púber sesudo, y mi padre, que era un señor muy serio, que había hecho la guerra, daba clases particulares, yo acudía a un cuartito que teníamos en lo alto de la casa, a modo de palomar, y allí escuchaba y escuchaba. Sobre todo, cuando acudían alumnas, que enseguida se quitaban los zapatos como si las ideas le salieran de los pies y no de la cabeza, y a mí, eso me fascinaba. Siempre he sido un poco fetchista. Luego, volviendo a andar los años (¡qué coñazo!), supe de fuentes psiquiátricas que yo tenía bastante de sadomasoquista. Pero lo dudo. Nunca he entendido por qué puede ser divertido, que te den de latigazos, o que te pilles los dedos con la puerta, qué quieren que les diga. El asunto es que no aprendí nada de tanta alumna descalza, pero sí me quedó la afición a la verborrea, y a las visitas que ya he mencionado, les contaba unas historias larguísimas, que hacían como que oían, mientras merendaban lo que mi madre, entre desmayo y desmayo, les preparaba. Y vaya, que me lo creí. Por eso, un día, le dije a mi padre: “papi, enséñame a jugar al ajedrez”. Mi padre, que era un señor, etc, etc, me miró como a un vil gusano reptante y dijo con notoria indiferencia: “Bueno”. Y me enseñó. Pero resultaba ser tan malo que el rey se caía antes de empezar la partida. “Pero niño, fíjate, que me cambias la reina por un peón” Pero yo, que era generoso, se la cambiaba. Total, que de ajedrecista, nada. Primer fracaso de mi atormentada y existencialista vida. Más divertido resultaba jugar con mi hermana, a los puñales. Dejábamos un puñal en el centro, y el que lo cogiera era suyo, así

que yo me divertía apuñalándola, aunque a veces se mosqueaba y había que dejarla ganar y entonces recorría la casa dando gritos de apache verdadero, los vecinos se alarmaban y venían en procesión sin santo a amenazarnos a que como hiciéramos el bestia otra vez, y turbáramos la bendita paz de Franco, nos íbamos a enterar de lo que valía un peine. Tanta molestia, pensaba yo. Le pregunto a mi madre, si no está desmayada, y me entero de su precio, y valor. Pero, para decir, la verdad a mí se me daba una higa, de lo que costara esa cosa horrible y superflua. Como a todos los niños que teníamos la suerte de sobrevivir por aquellos tiempos, me llegó la hora del la Comunión, y, por ende del catecismo. Mas mira por donde yo desarrollé unos escrúpulos tremebundos, y me confesaba tres y cuatro veces seguida, ante la mirada de horror del cura, que se decía para sí, se, consigo: “Otra vez el plasta este: pero si es tonto y no tiene un pecado”. Ocurrió que a una cuarta confesión, de tres horas y seis minutos, el hombre salió del confesionario gritando, “¡Un turbante, un turbante, por favor! “ Y abrazó el Islam. Así que la fuerza pública de la bendita paz de Franco, lo fusiló antes incluso de que lo encontrara (el turbante, quiero decir) También me dio por saludar a los santos con una inclinación de cabeza, y como mi casa estaba llena de estampitas estuve a punto de que se me descolgara. Pero un día, mi papi, me sorprendió e diome tan horrible cachiporrazo que casi me la descuelga del todo. Así que reflexioné: “lo de mártir no me va, hay que buscar otro camino de santificación”. Mas como no lo encontré, heme aquí, ya anciano y desdentado en pecado mortal y concubinato con mi mujer, con la me casé hace ciento doce años. Fuera como fuera, es que hice la Comunión, y me vistieron de marinero discreto y afecto a la Patria. Pero antes, había de confesar. No sé por qué extraña idea mi padre, me llevó a la sacristía y allí me topé con unos cuantos curas, a cada cual más feo y siniestro, que tenían una pelotera de mucho cuidado . Uno no quería predicar, y el otro decía que predicara o lo iba a coger del cuello. ¡”Coño,

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recoño, mil coños, me dije entre mí, ¿ y estos son los varones santos? Como serán los menos santos! Y allí esperaba con cara de pasmado, a ver si el uno predicaba o el otro asesinaba. Y en esto, uno bajó la vista y me vio. “¿Qué hace este niño aquí?” Y el predicador repuso: “El padre, que quiere que lo confesemos” ”¿Para qué, si tiene cara de lelo? Seguro que no tiene pecados, el muy idiota” Anda, confiésalo, y nos quitamos el rollo de encima” Y el hombre de negro larguísimo, se puso una cosa morada por el cuello, se echó encima de mí y me preguntó: “Hijo mío, ¿de qué te acusas?” Hay que anotar que eso de que se echara encima de mí no era pecaminoso, como a EL PAÍS le encantaría sacar en primera plana, sino que hacía mucho frío en aquel sitio, y el brasero estaba a años luz de distancia. El caso es que yo seguía con cara de atontado porque no entendía lo que me peguntaba aquel señor tan serio que seguro que no había hecho la guerra. “Que me digas los pecados, niño mastuerzo,o vamos es que no me controlo”. Yo, aterrorizado, ante el energúmeno de la sotana, solté una retahíla de lo primero que se me vino a la cabeza. “Te digo los pecados, hijo, no como hace tu madre los garbanzos”, dijo el

páter, con un asomo de sonrisa, que más bien parecía la mueca del malo. Y entonces, comprendí, al fin, de qué tenía que hablar. Y hablé y conté, y como el cura se aburría a ojos vista, me ordenó rezar tres Avemarías, hizo la señal de la cruz, y me recomendó que no volviera a aparecer por allí, si sabía lo que me convenía. Ahora entenderán ustedes lo de los escrúpulos, después de tan traumático primer contacto con la Iglesia Oficial (O quizás, no, porque, la verdad, no tiene mucho que ver) Ya en la continuación de esta autobiografía, en la correspondiente a mi época de canalla, o sea, de adolescente, explicaré con más detalle esto de mis relaciones, nada malévolas, con el clero. Pero ésta es a grandes rasgos, mi autobiografía infantil, y si alguien no se la cree, con su pan se lo coma, lo cual, dicho sea de paso es una tontería, porque igual los folios, con un poco de Ketchup pueden pasar, pero con el precio al que se ha puesto el pan, mejor le echan otra cosa.

Año del Señor de Dos mil Siete Valerio De la Hoz Caravaca

Tragedias coetáneas Opositor desconsolado porque el texto para comentar se lo habían dado en edición de quiosco. Oh, Ah, Ih, clamaba el desventurado. Cola interminable en correos para mandar una miserable carta. En esto, una pareja de mozalbetes, sin dejar de parlotear en un lenguaje incomprensible, al parecer sobre un juego de Rol, entregan unos doscientos paquetes entre las desesperación de los colistas, que claman venganza y justicia. Para amenizar la función, un venerable señor desdentado se empeña en explicarnos a todos, a voz en cuello, por qué se hizo cliente del BBV y una niñata habla y habla, majadería tras majadería por el móvil. Todos gritamos, Oh, Ah, Ih, mientras se nos desmoronan los pies y la tierra nos traga. Tipo que se mesa las barbas y el cabello porque le vuelven a reclamar el IVA de un negocio que vendió hace lustros. Oh, Ah, Ih, se decía el infeliz. Cuitado ciudadano al que llaman a un velatorio de un individuo que le importaba un pimiento morrón con chorreras galas. Oh, Ah, Ih, pronunciaba el desventurado, renunciando al sueño y a su lectura preliminar.

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Insomne criatura que pone la radio a las cuatro de la mañana y le vuelven a contar lo del rey y el tal Chaves. Oh, Ah, ih, grita el malaventurado mientras lanza la radio contra el espejo, despertando a la parienta, y provocando un follón de mil demonios. Sujeto que harto de pagar hipotecas, plazos, vencimientos, y de ver obras por todas partes se hace ermitaño en lo alto de un monte. Oh, Ah, Ih, exclama el hipotecado mientras trata de curarse la diarrea que le produce alimentarse de plantas silvestres. Individuos/as que se gastan una fortunas o dos o tres para pagar la infinidad de pamplinas que hablan por el móvil. En estos momentos están tratando de pedir dinero por las calles para pagarse una escopeta barata con la que suicidarse. Oh, Ah, ih, vocean los muy imbéciles. Señor/señora preocupadísmo/a por el color que le van a poner al cuarto de baño nuevo, que no pueden pagar. Oh, Ah, Ih, repiten los/las majaderos/as. Ser estulto que se presenta a un estulto concurso de televisión y se hace el graciosillo con el estulto presentador. Oh, Ah, Ih, llora el equipo de producción nada estulto. Valerio De la Hoz Caravaca

Retorcida en los anales Del viento Y en las alturas del vacío Has cambiado el mundo Para encontrar la nada. Vendida a las huestes Del infortunio Sólo tu cabello Perfumó las estrías De tu mirada Vanamente vanidosa Equivocaste el rumbo de las estrellas Y los contertulios De las sombras Pobre mujer evanescente Almibarada en pétalos Vacíos de esencias Llegaste donde no querías. No podía ser de otra forma. Confundiste la mañana Con el páramo Y la compañía Con la ausencia.

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Valerio de la Hoz Caravaca

A mi hija, Pili

A mi hijo Valerio El retorcido amanecer del alma, fue en ti vacío de ausencias. Las claras noches te conmovieron el sentido, hombre de mujer constante, varón de nobleza y templanza. Terco, como tus ancestros, supiste tocar la rosa y empuñar alabardas. Eras niño y ya se sabía de tus virilidades y tus atardeceres limpios. También sobre ti cayeron los seres rotos, las angustias invisibles, y la noche sin luna. No importó, no importa. Tu canto es quedo y constante. Tu espíritu hecho de resonancias eternas y trasparentes tu amor, fiel y repetido. Dejas que se vayan las nubes, para volver a tu ser. Apenas hablas, pero se pueden nombrar tus caricias calladas. Hoy quiero darte las gracias. Por tu furor de león, y tu temblor de alabanza.

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Sonrisa, eres sonrisa toda. Fulgores de amanecida, Caídas de otoño, Y tu sonrisa. Cuando sobre ti, cayeron las rosas, Lo hicieron con espinas. Tu sonrisa las transformo. Supiste de rigor, de infortunios, De las mil formas de la mezquindad. Y tu mirada, clara, limpia, abierta, Las derrotó. Sonreíste a los mares, a las amapolas, También a las basuras del día a día. Fuiste más allá del cráter, de la oropéndola El infierno tuvo la cordura De palidecer Ante tanta agua clara Y las aguas claras, La cordura, De hacerse aun más claras. Sabes decir sí a la vida, como tu alma, una vida honesta, eterna una vida llena, o casi llena, del más rotundo azul , Del brillo de las hojas verdes, O de paisajes infinitos A él te acercas, Sonriendo, Amando, Perdonando, Olvidando, Queriendo toda la vida Para abrazarla, Para sentirla toda tuya, Y cuando tu yo se vaya yendo, Lentamente, Dulcemente, Todavía sabrás Que el final será de sonrisa Como un cristal De la mañana.


Valerio de la Hoz Caravaca

A un inmigrante A mi sobrino, Antonio Parte a parte, Rozando sombras eternas, Cayendo en ciénagas oscuras Toda juventud fue rota, En la cúspide del infortunio. Tu fuerza se hizo débil, Tus esperanzas, marchitas. Se te quebró la existencia En el pozo de la nada venidera. Pero tu amor fue tan eterno, Tus alas tan cálidas, Tu sueño tan despierto, Que todo se hizo De la espuma de la esperanza. Y al final, fue la vida, el renacer, La caricia, el manantial sin fin. Enhorabuena, compañero, Que has el hecho el guiño A la existencia, Y la donación a la que será. Sean tus dones venturosos En tu nueva alborada De amapolas.

Un día, compañero, Se te hizo pequeño el cielo, Y tuviste hambre de otra luna, Y nostalgia de otras estrellas. Un día, compañero, Viste unas azucenas Que no habías visto Y las quisiste todas. Un día, compañero, El mar parecía pequeño, Los lagos, la mar infinita, Y los abrazaste, los rompiste, los abarcaste. Un día, compañero, Se te apareció una luz que no era, Pero tú la hiciste, La pusiste al sol, y brilló Un día, compañero, La mujer que no estaba Era tu mujer, Y tuya quedó más allá de romances. Un día, compañero, Te viniste sonriendo, trabajando luchando, llorando, temblando. Y todas las mujeres, todos los mares, todas las estrellas, se quedaron contigo, Al amor de la lumbre de tu vida, conquistada, Con la ferocidad de tus dientes, Y la ternura de tu mirada.

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Poema de Antonio Machado a Stalin, o las limitaciones de los grandes hombres. Cuando Rafael Azcona dice que “el cine es insuperable en lo superficial”, es que no andábamos tan descaminados. ¡Cuánta superficialidad en la lírica, y no sólo en la mala, que es la mayoría!

La Soberbia Alto eres, Y a más alto, Te asomas. Pobres mortales, Te dices, A los que a tu lado, Se aparecen. Para ti, Cada otro es una nada, Cada cristal, una sombra, Cada mujer, una furcia, Cada hermano, una escoba. Miras de soslayo al mundo, Que no te merece, Cantas tu yo, Tan fuerte, Que palidece la esperanza, Haces y haces Lo que nadie hace: Robar la esfinge. Pobre diablo de la escarcha. Cuando un día llegue, El dolor que no se aguanta, Preguntarás no se sabe qué, A no se sabe quién. Y sólo responderá el diablo, Divertido y confundido De tanto necio soslayado Y tanto desmayo esparcido

Nuestras sociedades tienen mucho de pro fascismo. Véanse muchas de las películas que triunfan: fascismo de la violencia, del héroe brutal y macho, de la hembra agresiva y en el fondo más cursi que un apio. Adulación al fascismo tras la máscara demócrata. Se habla de escritores anticuados. ¡Cuantos anticuados en la novela de hoy! Tan anticuados, que no han hecho una novela en su vida. No sería tarea inútil revisar las colecciones de novelas publicadas en los cincuenta y principios de los sesenta. Me refiero a la novela extranjera. Muchos aprendieron ahí las inmensas posibilidades del género y, entre tachones de la censuran, malos traductores (pero tradujeron) y libros que se rompían entre las manos, descubrieron LA LITERATURA, con mayúsculas, ésa que escapa al análisis del erudito o del profesor. Las alas del genio volando sobre tanta mediocridad. Nada tan fácil como critiquear, nada tan difícil como criticar. Todos aprendemos el tópico por lo que tiene de inexacto. Heridas de cuerpo y alma, vivir de vida. Que también se puede vivir de muerte. Tanto vacío que se vende como cultura. Voluntad de trabajo y voluntad de dominio. Tan cercanos, tan de andar por casa. La pereza como salvación. Era tan culto, que nunca fue capaz de comprender nada. La acertada supresión de nexos, un hallazgo. La errónea, un absurdo sesentista de izquierdas banqueras.

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Me temo que hay en mi biblioteca demasiados libros de segunda mano. Con tal de que mi cerebro no los haya imitado. También el odio se ha mercantilizado, convertido en asunto de ganancias televisivas y publicitarias. Otra muestra de la canalla sociedad que formamos, disfrazada de buenismo. Tanto leyó sobre ética, que se convirtió en un espantoso asesino. Una admiración y una envidia sana: los camareros competentes. También hay un macroperiodismo, experto en ideas abstractas, comentador de todo lo vago y vaporoso, nulo con la vida cotidiana de las personas normales, mayoría de la población, a la que se supone que ese periodismo informa. Una antipatía: todos los istas de los años veinte que convirtieron la poesía en un ridículo juego de palabras. Este admirador de Ortega siente odio por aquélla frase en la que se refería a la poesía como el álgebra superior de las palabras. Suena a pretencioso, pero no puedo evitar pensar en que el ilustre pensador tuvo un ataque de majaretismo. Un terror: la falta de la más elemental ética de tantos adolescentes. Otro terror: las fortunas que ganan las televisiones emitiendo programas llamados basuras, que en realidad habría que nombrar como auténticamente miserables y canallescos. Tan buena que es nuestra sociedad democrática y la gente se relame viendo y oyendo las miserias, pequeñas y grandes de otras gentes. Montanelli decía que le hacía sonreír aquello de que el hombre es bueno por naturaleza. Nosotros no tenemos tanto sentido del humor. Algunos historiadores, a fuer de eruditos, se vuelven completamente ilegibles, y, ay, casi inútiles. Todo el mundo tiene el poder de pensar lo que quiera. Pero cada vez hay más pensamientos ridículos. Y alguno que otro, envuelto en el manto, también ridículo, de la pedantería. Un pánico total: La total ignorancia que tienen de los adolescentes un buen número de pedagogos. Se acercan a la muchedumbre. Valerio de la Hoz Caravaca

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Elevo la persiana A Ada Jota Elevo la persiana y el viento invade mi cara con su violencia intermitente de hojas de palmeras danzarinas. El suelo sabe de la sombra móvil de las curvadas hoces que en la humedad deja su acero y su constancia. Todo parece insomnio y todo se asemeja al látigo y al lazo, todo es Heráclito, todo vaivén de soga y liana por los árboles ¡Hoy, si viviera Brancusi, tendría más de mil años! Es temprano, como siempre demasiado temprano para: regar las plantas, dar puntos de sutura al nuevo tallo que se desgaja del tronco materno.

Ayer, el cielo de los tulipanes en la pasividad y, hoy las margaritas del encuentro deshojan el futuro, con la certeza y el desenfado del que sabe el porvenir que aguarda al inmaduro. La persiana celeste el aire con el ceño fruncido y malo por las arrugas e las nubes, anuncia el encapotamiento de cualquier ideal positivo y loable. En la entrada de losas catalanas de la casa, un caracol barrunta su camino de plata, junto al aroma del romero por los arriates, lóbregos en este día gris. Cuando yo no tengo el consuelo de Ada, de que me hable el paisaje o, me tome el pelo ese polvo de rayo dorado por donde la luz de febrero y el poniente, hacen la realidad tangible.

J.Bassecourt. 12-II-08

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Pinturas A J.L.Villalba Yo pinté una cara de luna con tizas e colores sobre la cal reciente. Y tú, la negra famélica de pelo ensortijado, con su candado en: ¡sálvese la parte! Ya por entonces, Villalba gozaba de la truculencia, frente al lirismo abundante y sideral de mi mismo. Colocamos con cinta aislante la mínima cortinilla que todos, curiosos, levantaban. Y así, más de uno y de dos, hallaron los pecados capitales ocultos en sus almas. La luna se expandió sobre la humedad congénita, mas la negra, en su constante danza, siguió hasta hoy el antiguo movimiento de la censura en boga. En la pared derecha e interna de nuestra casa común y discoteca, alguien halló, la causa sempiterna de lo erótico. Realidad y deseo reinventados a comienzos de las años setenta, cuando también la música era un desesperante mugido inglés: estentóreo y liberalizador.

La casa a Marisol D. V. Es una casa normal; yo diría que anormal hoy que todos completan y amueblan sus casas de electrodomésticos y comodidades, limitándolas. En esa casa sin acotaciones, donde una silla no es el adorno embustero; donde una mecedora sirve de refugio junto al fuego del hogar, los días destemplados y humanos; donde el reloj de sol no es una placa de energía; y donde el viento respeta sus adentros. La casa, sencilla junto al mar, tiene el nombre propio de las olas en el quicio de cal rústica que, enfosca la tristeza con su luminosidad. Es una casa normal que no se anuncia en las inmobiliarias; una casa regada por la sal y humedecida por la aurora, con las lágrimas del rocío más dulce y transparente. En ella, el beso es lo primero, seguido de la buena educación y la limpieza. Por ella, los amigos de siempre, abandonan sus tareas diarias con las visitas relajantes. Y, tanto los chistes provocan la risa, como las anécdotas la atención. Sobre la mesa, se ha puesto un ramo abierto de mimosas y lirios de Medinaceli. El aroma se extiende por el hule y tiñe las baldosas, bajando intenso junto a la procesión del mar relajante y sumido en penumbra. El horizonte disminuye el arrecife lejano, cuando atardece y llegan los periodistas y fotógrafos, a desvanecer el sitio y para descifrar el secreto de la original sencillez que ha revelado el nombre de la villa: MARISOL. J.Bassecourt. 16-III-08

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Cuatro sonetos: Político, mordaz, satírico y maduro

Fiel espada triunfadora A mí querido P.N.

A I.U. Hoy, el hueco se llama: Izquierda Unida; hasta que nos echaron los “peceros”, fuimos reyes y dueños, y hasta obreros de ese toro, político, en corrida. Perdieron votos, se les fue la vida de sus proselitismos más rastreros, obviando la humildad de ser sinceros cuando éramos tantos en la subida. Esa gran frustración independiente costó sangre y sudor, cortó anhelos que se vieron rodando por los suelos. Ganó quien prometía, presidente: ser dueño del cotarro y la sospecha de hundir La Unión, con su mano derecha. J. Bassecourt (8-V-04)

Por la Avenida España A un viejo footinero Por avenida del Colesterol oficialmente hoy llamada España, he visto a un viejo metiéndose caña, la lengua fuera y todo arrebol. A un ritmo sin cadencia, ni control de acelerado corazón que extraña que, a tantos años, cunda la patraña de perder peso, resoplando al sol. Éste no llega al Príncipe entero, y si llega, mejor que pare un rato a secarse, profundo y más sincero, ese sudor que expulsa y huele a gato, a gato carroñero y putañero del más bajo burdel y más barato. J. Bassecourt (1-VIII-04)

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Tengo una espada pequeña que no sabe lo que se hace, sólo ante mi se domeña y, tocándola, rehace la sonrisa de su dueña ante el erótico enlace, con su presteza de leña y el flácido desenlace. Espada que, aunque galana, sigue dando tanta brega que en loor de su hermosura: puedo decir que es pagana, esta daga que ahora llega a cabeza, extrema y dura. J. Bassecourt (30-IV-07)

Degradación A una compañera. Disimulas las pérdidas de orina con las compresas de Concha Velasco; tu memoria, se encuentra hecha un asco y, la osteoporosis va y te inclina. Tiendes a recurrir a la insulina y aparentas salud, ante el fiasco, produciéndose ese gran atasco en la circulación, lenta y sanguínea. Calamidad total que, en apariencia, llamas tú “goteritas de los años”; sabiéndote cuidar con experiencia. Tiras de la cadena de los baños, con esa fe y esa trascendencia que elimina: mierda y desengaños. J. Bassecourt (28-II-08)


Cuatro poemas dedicados -Para seguir durmiendoA David Onetto ¿Por qué no hablar del cuento falso que nos imponen? Hoy se celebra el día de los que no hacen preguntas; el día de los que hacen mutis por el foro; del que no vota porque no tiene partido; del descreído que afirma que hemos de celebrar las noches. Y así: hoy sería la noche del jamás y, o la noche del desencuentro, esa noche del divorcio y de la despedida. No es el día del niño o de las flores, ni el día del cáncer o del sida; es la noche llena de esperanza, esa noche, sin ruidos, en la que me encuentro profundamente relajado y.., hemos de celebrar ahora mismo, para seguir durmiendo. J. Bassecourt 10-I-08

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Otras cosas Silencio Las flores olvidadas de mi silencio alzarán la voz para decir las cosas que guardo y que no digo, aquellas que debemos revelar a los que queremos y no decimos. Las flores de mi silencio tiemblan en la madrugada de mis sueños intentando descifrar las imágenes capturadas en el interior de mi universo. Las flores olvidadas de mi silencio forman guirnaldas en las paredes a la sombra de los pensamientos mientras se ponen en fila para ordenar lo que siento.

El espejo Las montañas se cubren de sombras, y el viento pasea los pensamientos por encima de los muebles y de mis ojos, mientras las lilas sangran en las callejas, oyendo los ladridos en las noches, que anuncian la fatalidad y el fracaso pero el espejo sostiene las horas para que no se derrita mi rostro. Carmen Sánchez Melgar

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Sensación de sensación ¿Qué difícil explicación? ¿Quién sujetaba mi alma? ¿Quién daba vida al corazón? El subconsciente flotaba en esa paz interior. ¿Qué es la vida? Encrucijada entre realidad y ficción.

El olvido ¿Cuántas veces despertando Por el cristal del deseo! Imagino que te veo. Yo te llamo, tú huyes y yo lo entiendo. Van mis horas, van mis días, mis recuerdos, sucumbiendo.

La luz Inmensa Hermosura, aquí se muestra toda y resplandece, clarísima luz pura que jamás anochece. ¿Quién rige las estrellas? ¿quién las enciende? ¿quién pone la clara luz en sus destellos? la vida, probablemente.

El ausente Sentado en el diván, un brazo recostado, las piernas cruzadas. Balanceabas la copa entre los dedos y fijabas en mis ojos tu mirada. Suavemente la música te hacía acercarte a mis labios, y los tuyos me hablaban en voz baja. Me dio un vuelco el corazón. ¿Dónde estabas? María Luisa Mancha Cáceres

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Aproximadamente, sesenta metros cuadrados. Es una estancia ligeramente rectangular, con su puerta de doble hoja de roble en uno de los vértices y un suelo de parquet de un tono similar. Con sólo entrar en el gran salón, ya se denota riqueza, aunque sin opulencia; grandes cuadros y buenos muebles decoran con buen gusto el espacio. Pero ante tales muebles, no pasa desapercibido un gran sofá verde inglés que se encuentra frente a la gran chimenea, justo en el vértice opuesto a la puerta; y junto a ella, un viejo, pero cuidado, escritorio repleto de carpetas y papeles ordenados de una manera bastante peculiar, denotaría en apariencia para cualquiera un gran desastre logístico. Sin embargo, ante la poca luz que consigue atravesar las gruesas cortinas que cubren los ventanales, se puede apreciar la presencia de una figura alta y delgada frente al escritorio, o más bien diríamos, sobre el escritorio, revolviendo papeles con un cuidado que no señale su intromisión en ese desorden ordenado. “¡Al fin!, ¡por fin encontré lo que buscaba!; ¡y parecía tonto el viejo loco!. Al final nos hizo creer a todos que se estaba arruinando,…pero he aquí la prueba que confirma mis sospechas, tierras, muchas tierras y riquezas que no ha querido descubrir ante …..su familia.” “¿Quién anda ahí?”, - pregunta una vieja voz cansada pero firme, mientras se contempla la entrada en la estancia de una figura achatada y temblorosa por los años. Un anciano de no más de metro sesenta, con algunos kilos de más y con una gran y espesa barba blanca que intenta paliar la carencia existente entre oreja y oreja. – “Soy yo, abuelo, tu nieto preferido”, contestaba la figura delgada mientras se giraba hacia la puerta y se guardaba con cuidado los documentos encontrados en los bolsillos traseros del pantalón. “¡Ah!, ¡sinvergüenza y descastado!”, - replicaba el anciano a su joven nieto en un tono de réplica y broma. “¿No te da vergüenza tardar tanto en visitar a tu abuelo?, que sé que llegaste hace una semana de tu viaje”. – “lo siento abuelo, lo sé; pero he estado muy ocupado,... investigando algunos asuntillos para... mejorar mi futuro”, le respondía mientras se acercaba a él con los brazos abiertos buscando

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un cálido abrazo. “Bueno, bueno,….si al final no os puedo regañar a ninguno, con las ganas que tengo de recibir visitas, no voy a enfadarme cuando viene alguno de mis hijos o de mis nietos, ¿no?; tendré que aprovechar todos esos momentos antes de que llegue mi hora, jajaja….”, - le respondía a su nieto mientras se acercaba para recibir ese abrazo en el que se fundieron segundos después, - “tranquilo abuelo, que por lo menos te quedan…. algunos segundos”. Mientras abrazaba a su abuelo, no dejó de apretar su vieja cara contra el espeso abrigo que llevaba, regalo de su abuelo en las pasadas navidades; ¡ah, que bonita fecha para recordar en ese momento! El pobre anciano intentaba despegarse de su nieto mientras sus ojos reflejan la angustia de la asfixia mezclada con la tristeza de no querer reconocer quién era su verdugo. Las manos gastadas por el tiempo intentaban en balde empujar a su nieto para librarse de la ausencia de oxigeno; pero…. el tiempo pasó, y la vida del viejo anciano se fue. En la prensa local del día siguiente se cuenta que ha muerto uno de los hombres más ricos y queridos de la ciudad. Murió mientras descansaba en su sofá verde inglés frente a la chimenea, su cuerpo cansado no aguantó un día más el ritmo de vida activa de un hombre que ya había sido aconsejado por los médicos que debía tomarse la vida con mucha más tranquilidad. En la reseña muy tristemente se cuenta cómo su nieto más joven fue el que peor lo pasó, ya que fue quién se encontró el cadáver de su querido abuelo. Era además su nieto preferido, algo sabido por todos, quizás por el mismo espíritu de persona emprendedora. Durante el entierro, nadie podía apartar la mirada de la cara del pobre nieto, cuyas lágrimas reflejaban la profunda tristeza que le suponía esta terrible perdida. Terrible, sí, pero a la vez muy lucrativa, pues supo trabajarse bien los documentos extraídos del escritorio de su abuelo, para, ante la ignorancia de su familia de dichos documentos y de la consiguiente suma que todo eso traía, hacerse único dueño de todas esas tierras y fortunas. Fue alabado pues, por todos sus conocidos por la increíble capacidad de hacer fortuna, un gran emprendedor como su abuelo, dicen muchos.


La fortuna le siguió y vivió con lujos y comodidades durante toda su vida. Se casó, tuvo hijos, ninguna enfermedad, y jamás volvió a acordarse de su abuelo ni nunca tuvo remordimientos por aquello de lo que… ¡da igual, porque fácilmente lo olvidó! Murió pasados los ochenta, y según los médicos, de forma natural. Aunque con un extraño agarrotamiento en las manos, quizás propiciado por el frío, o por… quizás haber sujetado con fuerza algo antes de dar su último suspiro, como su batín, aunque esto también da lo mismo.

Lo lamentable, lo comentado en su entierro con mucho pesar y tristeza, es que fuera su único nieto la única persona que se encontrará con él mientras moría, fue él quién tuvo que soportar y pasar sólo esos duros momentos, ¡un gran y duro golpe para el joven que tanto lo quería!, murió mientras era fuertemente abrazado por su nieto, muy, muy fuertemente. V.M.S.M.

“Saber es acordarse” (Aristóteles)

Amnesia Borrada mi memoria, me quedé para siempre vagando entre brumas. Brumas de negro silencio, de desalentado caminar, hueco, vacío. Brumas de algodón sucio, de bocas negras abiertas al vacío. De gritos desolados, sin respuestas, de S.O.S. que nadie quiere oír. Quiero caminar y mis pies no me siguen. Quiero hablar y mi voz se pierde en el abismo. Sufro queriendo recordar, pero tampoco sé por qué no puedo. Siento un vacío en el estómago que me sube a la garganta y allí estalla. Sigo sin recordar y no lo entiendo. Pero: ¿Qué es el recuerdo? Sólo un velo que rasgado se deshace hasta convertirse en polvo. ¿Y, para qué lo quiero?... Y así... Mi corazón, de negra agonía herido, terminó para siempre por caer en la angustia. Nieves Buscató (Algeciras)

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El aullido del pájaro

“La tristeza es un muro entre dos jardines” (Khalil Gibran)

El silencio me invade El silencio me invade y ya no sueño. Mis sueños volaron aquella noche en que el viento del adiós barrió mi puerta. Aquel adiós para siempre que no pude entender, aquella lágrima prendida que no podré secar hasta que el sol deje de lucir, el mar deje de ser azul, y las estrellas no brillen. El silencio me invade y yo me siento extraña, Tan extraña que no puedo encontrarme. No me conozco, no sé quién soy, y sin embargo sigo aquí, viviendo en mí. Nieves Buscató (Algeciras)

Si no fuera por ese olor cálido de selva invasora y húmeda, por el susurro del agua que huye veloz de las cimas; si no fuera por el oleaje de hojas, espumas verdes con sabor a musgo, por el sol de encaje entre las copas y el aullido del pájaro; sólo tendría tu cuerpo sobre la hierba. Tendría que conformarme con tus brazos que en la tierra construyen y con tus piernas que empujan para que las estrellas sorprendan la tarde. Tendría que conformarme con tu peso y acallar el grito para no herirte los oídos, ni alarmar al bosque ajeno al seísmo. Sólo tendría el baile, el vaivén de sangre que derrite veneros de los que manan fuentes, que resbalan laderas y en la carne abren surcos. Tendría que conformarme con regresar en el tiempo al momento en que vuelvo a ser núbil, bajo la lluvia blanca y salada. Margarita García Díaz

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Autopsia de la poesía Diseccionar en sus elementos Primigenios del profundo latido De un verso escrito En plena pulsión de los sentidos Es la misión de los estetas. Por el contrario nada sabe El poeta de ingredientes Ni de mágicas pócimas Con rima consonante. El poeta es simplemente El artífice de un experimento Que no requiere fórmulas Ni probetas Sino la presencia inexcusable De la sorpresa Y de su hermana mayor, La conmoción.

La corola de tus labios El dulce nombre De tu boca Se me quedó grabado En las manzanas Y en el sabor excesivo De las rosas, que dejé Madurar entre las hojas De los libros. En las avenidas infinitas Arrasadas por la lluvia Busqué sin suerte La corola de tus labios Que tanta miel prometían Y que, como las piernas De los brazos, Se te quedó olvidada En los bolsillos de la memoria Como el envoltorio, Amargo e inútil, De un caramelo. Juan Emilio Ríos Vera (Algeciras) (de su libro “El exquisito cadáver de la rosa”)

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Carta de amor Aún me corren mariposas por el estomago cuando recuerdo la primera vez que te vi. Estaba de vacaciones con unos amigos en Cangas, y ya desde el vuelo hasta Galicia me acompañaba una euforia fuera de lugar, quizás presagio de lo que el futuro me tenia preparado. El quinto día de nuestro viaje nos embarcamos para visitar las Islas Cies. Yo me sentía envuelta por una sensación de bienestar inexplicable. Ni la lentitud de Isabel en dejar la habitación, ni la impertinencia de Ana con el camarero, ni las repetitivas bromas de José me borraban la mueca de felicidad de la cara. La travesía desde Cangas hasta Vigo transcurrió sin novedades, salvo por los nervios propios de cuatro excursionistas deseosos de pasarlo bien, y que una vez olvidados los incidentes del desayuno, se dedicaron a sacarle punta a todo lo que ocurría a su alrededor En la parada del puerto de Vigo, observé; raro en mi, que soy el despiste personificado, como subías al barco con un grupo de amigos y como os situasteis justo en frente de nosotros, con tan mala suerte para mí, que cuando se inició la marcha, el Sol; mi gran amigo-enemigo, me cegaba por completo, a pesar de las gafas de sol recién estrenadas y la gorra de amplia pala. Que fuerte es el amor, incluso cuando aún ni es, porque a pesar de que el Sol me dejaba literalmente ciega en cada intento en el que dirigía mis miopes ojos hacía tu persona, y las lágrimas, que como única defensa, recorrían mis mejillas; a pesar de todo, pude vislumbrar una silueta atlética, una estatura normal, un pelo corto moreno alborotado por el viento, una amplia y sincera sonrisa… Y así, entre limpiar las lágrimas de mi cara, disimular mis miradas hacia ti, y atender a los comentarios de mis amigos, transcurrió el trayecto hasta las deseadas Cies, y el temido momento de descender a tierra, pues ya conoces mi “miope” torpeza. ¡OH! Santo Cupido, que forma más remota encontraste para que dos corazones se conocieran. Al iniciar el descenso a tierra, cegada por el Sol, o por el amor, tropecé y aunque conseguí no caer, saqué un buen corte en la pierna derecha. Cuando el revuelo producido por la primera anécdota del día pasó, pude comprobar como el corazón se me paraba y mis mejillas se llenaban de color, al tomar conciencia de que uno de mis brazos estaba siendo asido por el perteneciente a la persona que había captado mi atención en el barco. O sea, por ti. Los tres, tu amigo, tú y yo, avanzábamos delante de mis compañeros, que intentaban darme ánimos y tranquilizarme. No habíamos recorrido ni dos metros, cuando paraste tan extraña comitiva, y decidiste que el trecho que quedaba era demasiado largo, y en soplo de aire, me levantaste y acabé el camino entre tus brazos, y con algún suspiro disimulado escapando de mis labios. ¡OH! Santo Cupido, que forma más remota encontraste para que dos corazones se conocieran. Creo que la sangre dejó de manar de mi pierna cuando comprobé que mi camillero particular se convertía en mi cirujano privado. Pues nada más entrar en la sala de cura que la Cruz Roja tenía instalada en las bellas Cies, tu voz; por primera vez inundando mis oídos, pues hasta ahora solo tu compañero era quien me había dirigidos algunas palabras de ánimo; tu voz, digo, dispuso el trabajo a realizar, reservándote para ti la labor de coserme la herida. - No te va a doler. Es un corte limpio. – Mientras tanteabas mi pierna - ¿Sí?- dije mirando al suelo. - Sí, tranquila. - Vale.- Más tímida no se podía ser. - Sólo que van a ser unos cuantos puntos. Esa fueron nuestras primeras palabras. Nuestra primera conversación. Nuestra primera vez. Tus manos recorrieron mi pierna más allá de la herida, la mirabas como buscando una explicación a lo ocurrido, como queriendo saber con que objeto me había cortado, pues el corte era tan limpio, sin rastro de residuos, que parecía increíble que se hubiera producido al bajar del

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barco, un antiguo superviviente de años de lucha contra el mar para extraerle su preciado tesoro. Cuando decidiste que no había respuesta, o quizás cuando la encontraste, con un ligero golpeo en la rodilla me avisaste de que la anestesia me iba a doler un poco, y con manos profesionales, de distinto tacto a las que hace uno minutos recorrió la pierna en busca de una respuesta, clavaste la aguja en mi maltrecha pierna e inyectaste el liquido calmante. Y te fuiste. Me dejaste con el gesto torcido por el dolor del pinchazo, dolor que en tu presencia intentaba disimular, y dándome la espalda, vi como le comentabas a tus amigos, que observan con atención tus evoluciones, lo extraño de la herida, tan limpia, y sana. Nunca te he podido perdonar esa ausencia de apenas uno o dos minutos, el tiempo que calculaste que ya habría hecho su efecto la anestesia. A tu regreso, te recibí con una mueca de seriedad, que tú atribuiste al nerviosismo por las circunstancias que estaba viviendo. Pero no, para mí las circunstancias era que mi cirujano privado se había convertido en un ATS del montón. Concentrado en unir los bordes del corte, no te percataste de que mi gesto serio varió para convertirse en una sonrisa de aceptación cuando comprobé que, cirujano o ATS, ahora estaba contemplando tu nuca, tus arremolinados cabellos negros, y sintiendo tu respiración sobre mi pierna, pues estabas tan inclinado sobre mí, que vistos con malos ojos, alguien podría pensar que estabas realizando otra operación, Doctor. Lo confieso, eran esos pensamientos los que provocaban la sonrisa que encontraste en mi cara cuando te incorporaste y quedamos frente a frente. No se que pensaste, pero tu recuerdo me acompaña desde aquel momento, y cuando la tinieblas se abate sobre mis días, me acurruco en la cama con la habitación en completa oscuridad, me dejo envolver por la ternura de Presuntos, y recuerdo mi más bella y breve historia de amor.

Cuando las musas cogen vacaciones Erase una vez que se una vez que se era, un joven escritor, que tras el gran éxito de su última obra, no conseguía empezar una nueva novela. El joven se desesperaba, porque ninguna idea original se le ocurría, y todo lo que a su mente llegaba había sido ya usado, o no tenía el sufriente encanto El escritor, hizo uso de todos los trucos del “manual del buen novelista”, para estos casos: quedarse a oscuras un día entero; pasarse toda una jornada en los bares; observar a los transeúntes, ir; venir; estar, no estar,..., pero nada le daba resultado, ninguna idea, ninguna imagen, ningún sucedido le parecía novedoso, interesante, como para desarrollar siquiera diez páginas de un breve cuentecillo. Fueron pasando los días, y la preocupación fue dando paso a la desesperación. Más que observar su alrededor, parecía dirigirles grandes vistazo, devorando toda la información que le llegaba, tratando de atisbar entre todos los datos uno que se presentara de forma diferente, atractivo, digno de convertirse en novela, ensayo, cuento o historieta..., pero ni el cantar de los pájaros, ni el rumor del viento en los árboles, ni la sonrisa contagiosa de los niños en sus juegos, lograba despertar su imaginación. La única respuesta de su cerebro ante tal atracón de imagenes, fue un encefalograma plano, plano, plano... Así, vencido por la desesperación, y frustrado en todo su ser, agotado de engullir vivencias y herido su orgullo de escritor, se desplomó en su sofá y se abandono a una ensoñación tranquila, serena, donde una voz le contó en un susurro, como un joven escritor no conseguí comenzar su siguiente novela, los esfuerzos que realizó para conjurar a las musas, y como al final triunfo con su novela “CUANDO LAS MUSAS COGEN VACACIONES” Eva Mª. Laca

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Miradas perdidas

La soledad

Llego a la sala de espera del médico, saludo y ocupo el asiento del rincón. Miro la hora, y paso una mirada rápida a la sala donde esperan cuatro personas. Los minutos no pasan, y centro mi atención en las lozas del suelo, en aquella de la esquina, frente a mí, con una mancha sospechosa. Nada, el reloj no avanza, y ahora me fijo en las paredes, repletas de cuadros que enmarcan multitud de títulos y diplomas. Cinco minutos van y todavía nada. Bien, ahora es el turno de las revistas. Atravieso con paso lento la sala, las ojeo, elijo una, y regreso a mi asiento. Nada, no pasa nada. Entre ojeo y ojeo sigo mandando miradas perdidas, y sigo sin obtener respuesta. No encuentro a otras miradas perdidas de esas que lleven aparejadas un ¿Hola, qué tal? Están todas fijas en los teléfonos móviles de sus dueños.

La soledad es mira por la ventana un día de lluvia, sabiendo que no vas a abrir el paraguas. La soledad es ver la batería del móvil vacía y no tener prisa para recargarlo La soledad es no responder con un salto cuando suena el despertador La soledad es mirarte al espejo y que solo te respondan tus ojos La soledad se acabó cuando la multipliqué por dos

Miedo atávico

Alicia llega a su casa y se dirige al baño, donde atiende a su inquieta vejiga. Permanece allí, fija la mirada en la nada, unos minutos demás, relajada, cuando le sorprende unos minúsculos ruidos, que no sabe donde La casita ubicar, por más que mira a su alrededor, hasta que siente caer sobre su cabeza algo que le Como cada día, fiel a su cita, se la puede ver resbala por la oreja en un suave roce. frente al recinto donde, poco a poco, tabique a tabique, va tomando forma la que será su nueva Histérica, manotea frenéticamente sobre su casa, el principio de una nueva vida. Es tanta la cabeza, hasta que por fin la ve, allí, grande, ilusión, que con solo cerrar los ojos se imagina marrón, amenazante, moviendo rápidamente ya en ella: en su cocina, con muebles de diseño; sus seis patitas, hasta desaparecer por el en su salón, donde podrá disfrutar de una tele pequeño agujero que lleva meses queriendo para ella sola; en su baño, pequeñito pero sufi- tapar. ciente y en su dormitorio, con una gran cama para compartir. Al despedirse, le dedica una Alicia abandona el cuarto de baño, como si del calida sonrisa a los albañiles, al tiempo que les infierno se tratase, y llama a su novia, para conrecuerda, que cuiden bien el 1ºB. tarle, con voz compungida, todo lo ocurrido, sin omitir detalle y añadiéndole alguna que Luego, a la hora de la cena, frente a un plato otra suspiro, y tras un breve silencio, el auricude sopa caliente, comenta a sus compañeros de lar le responde y, ¿quien tenía más miedo, tú o asilo los avances de la obra la cucaracha? Eva Mª. Laca

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un árbol un verso una piruleta un beso una pelota una queja una cabeza tus pensamientos una madeja de lana un garabato nuestras emociones un nido una tormenta un sol las buenas ideas un mebli y las malas también

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…dinos, ¿qué quieres que sea aleceia?

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