Frankenstein 200

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Nace como un juego En 1816, mientras pasaban un aburrido, frío y lluvioso verano en la mansión de Villa Diodati, en Suiza, Mary Shelley, su amante y futuro esposo Percy B. Shelley, el poeta Lord Byron y su médico, John Polidori, se retaron para escribir la historia más terrorífica jamás imaginada. Los únicos que terminaron el desafío fueron Mary Shelley y John Polidori. La obra de Polidori (El vampiro) fue la iniciadora de la literatura vampírica, pero su calidad es muy inferior a la novela de Mary: Frankenstein o el moderno Prometeo.

Villa Diodati


Una autora precoz Mary Shelley (de soltera Godwin) comienza a escribir su obra el mismo verano en que cumple 19 años. Sorprende, por tanto, la calidad literaria y la profundidad filosófica de una obra de una escritora novel, aunque menos si tenemos en cuenta que Mary se crio en un ambiente cultural privilegiado: su padre fue el filósofo político William Godwin y su madre la filósofa feminista Mary Wollstonecraft.

Mary Shelley en 1820


Primera edición anónima La primera edición de Frankenstein o el moderno Prometeo sale a la luz el 1 de enero de 1818. En su portada aparece el título, pero no el nombre de la autora. Habrá que esperar a 1823 para que se publique una edición con el nombre de Mary Shelly. Es un ejemplo más de lo postergadas que han estado las escritoras durante siglos. Se pensaba que la obra tendría mejor acogida si los lectores no se percataban de que había sido escrita por una mujer.

Facsímil de los cuadernos manuscritos de Frankenstein


Origen de la ciencia ficción La novela Frankenstein está considerada como el primer clásico de la ciencia ficción, al centrarse en un logro científico imaginario, la posibilidad de dar vida a la materia inerte mediante la electricidad. Cuando se publicó, diversos científicos, influidos por las teorías del italiano Luigi Galvani, autor del libro De viribus electricitatis in motu musculari commentarius, experimentaban con la electricidad. Así, el británico Andrew Crosse aplicaba sacudidas eléctricas a cadáveres en un intento de devolverles la vida, tras comprobar que las descargas producían espasmos en sus cuerpos.

Luigi Galvani


Moderno Prometeo Frankenstein puede también calificarse como novela filosófica, pues reflexiona sobre los peligros del orgullo y la soberbia, así como sobre los límites éticos de la ciencia. Aquellos que pretendan ser como dioses e ir más allá de la Naturaleza —parece advertir la autora— perecerán víctimas de su propia vanidad. El subtítulo de la novela hace referencia a una interpretación mítica de la historia. El doctor Frankenstein se parecería al titán Prometeo, que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, y fue castigado por su osadía.

Prometeo

La novela presenta también tintes existenciales, al tratar sobre las difíciles relaciones entre el creador y su criatura.


Naturaleza romántica El relato gótico o de terror es, junto a la novela histórica, la modalidad narrativa preferida por los románticos. Entre los elementos románticos de la novela de Frankenstein, destaca la presencia de una naturaleza grandiosa, que influye de manera determinante en el estado anímico de los protagonistas. La hostilidad entre el doctor Frankenstein y su criatura es subrayada por el carácter desolador del paisaje ártico, en el que se enfrentan por última vez.

Paisaje ártico


“Soy malo porque soy infeliz” Otro elemento romántico de la novela es la influencia de las teorías sobre la educación y la felicidad del filósofo francés Jean-Jacques Rousseau. “El hombre es bueno por naturaleza”, dice Rousseau, y así lo es la criatura de Frankenstein al recibir la vida. Perderá su bondad y su inocencia en contacto con la sociedad de los hombres, que lo rechazan o maltratan sólo por su aspecto.

Ilustración de Theodore Von Holst


El monstruo sin nombre Aunque popularmente se conozca al monstruo como Frankenstein, éste no es sino el apellido de su creador. La autora utiliza para ese ser los términos «monstruo», «criatura», «creación», «engendro» o «demonio». Nunca se le otorga un nombre propio, lo que evidencia aún más la crisis de identidad del protagonista.

Robert de Niro caracterizado como la criatura


¿Un doctor Frankentein real? Aunque es una teoría controvertida, el investigador Radu Florescu defiende que Mary Shelley se inspiró en el alquimista alemán Johann Konrad Dippel a la hora de crear al doctor Frankenstein. Dippel nació en 1637 en el castillo de Frankenstein, al sur de Darmstadt, en Alemania. Las leyendas sobre él cuentan que robaba cadáveres de los enterramientos para sus macabras investigaciones.

Johann Conrad Dippel

Castillo de Frankenstein


Una imagen diferente En el imaginario popular, el monstruo tiene un aspecto muy diferente a como se le describe en la novela. Mary Shelley lo presenta como una criatura gigantesca, inteligente y sensible, de piel amarilla, cabello largo y sedoso, ojos vidriosos y labios negruzcos. La imagen que se ha popularizado de una bestia torpe, de voz gutural, de tez verde y crรกneo plano, con dos tornillos en el cuello, pertenece a la caracterizaciรณn de Boris Karloff para la exitosa adaptaciรณn cinematogrรกfica de 1931.

Boris Karloff como la criatura del doctor Frankenstein


En las tablas La novela de Mary Shelley tuvo un éxito inmediato, convirtiéndose en todo un fenómeno cultural. La primera adaptación al teatro (Presunción, o el destino de Frankenstein, de Richard B. Peake) se estrenó en Londres en 1823. Recientemente, han dado vida al monstruo en los escenarios actores como Benedict Cumberbatch, en Londres, o Joel Joan, en Barcelona.


En la gran pantalla La primera adaptación de la novela al cine es un cortometraje mudo estadounidense de 1910, con guion y dirección de J. Searle Dawley. En aquella ocasión, el monstruo (Charles Ogle) lucía un gigantesco rostro blanco, ojos bizcos, hirsuta melena, largos dedos esqueléticos y joroba. Tras ésta, llegarían innumerables versiones más, aunque ninguna alcanzaría el éxito de la rodada en 1931 por James Whale, con Boris Karloff en el papel de la criatura.

Charles Ogle como la criatura del doctor Frankenstein


En las artes plásticas La influencia de la novela en las artes plásticas también ha sido fructífera. Como muestra, un botón: esta escultura de Clay Renders, titulada Frankenstein, y que nos muestra a una criatura simiesca y hamletiana, preguntándose por el sentido de la existencia “humana”.


En la cultura popular Frankenweenie

La presencia de la novela en la cultura popular es extensísima. Además de las adaptaciones cinematográficas “serias”, cuenta con otras muy singulares: en El jovencito Frankenstein (1974), de Mel Brooks, la historia se convierte en comedia descacharrante; y en la película de animación Frankenweenie (2012), de Tim Burton, el monstruito es un perro al que resucita su atribulado dueño, un niño con exceso de imaginación. El clásico ha sido reimaginado en cómics y en novelas gráficas. En televisión, hemos visto al monstruo recitando versos de poetas malditos románticos en la serie Penny Dreadful, o convertido en el mayordomo de una familia de monstruos en La familia Addams. En Halloween y en toda fiesta de terror que se precie, no puede faltar su disfraz.


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