VIVAR DEL CID

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Vivar del cid TRABAJO REALIZADO POR NAIARA ALONSO Vivar o Vivar del Cid es una aldea de 140 habitantes del municipio de Quintanilla Vivar situada a 7 kilómetros de Burgos (España). La tradición afirma que en esta aldea nació El Cid, aunque no hay documentación que lo pruebe y la primera vinculación de Rodrigo Díaz con Vivar (a la que se añadió «del Cid» para reforzar esta adscripción) aparece en una obra de ficción: el Cantar de mío Cid, compuesto hacia 1200.1 2 A la salida de Vivar una y entrando en Burgos Se encogió mío Cid de ¡Alegría Álvar Fáñez, que (Versos 11 y ss. CMC)

corneja les salió por la derecha les salió por la izquierda. hombros y agitó la cabeza: nos echan de la tierra!

Es aquí, en Vivar, donde comienza el Cantar, la epopeya del Cid, y también nuestro viaje. Es precisamente Vivar el inicio del Camino del Cid, el lugar desde el cual, según el Cantar, el Cid salió desterrado acompañado de un grupo reducido de fieles con la orden real de abandonar Castilla en nueve días.

A comienzos del siglo XI, estas tierras pertenecían al padre de Rodrigo, con cuya presencia y la de sus hombres se reforzaba la defensa de la frontera con el reino de Navarra, por entonces a pocos kilómetros al norte de Burgos, cerca de Urbel del Castillo, a menos de 30 kilómetros de Vivar. Por entonces Vivar no podía ser mucho más que una aldea, posiblemente al amparo de una fortificación en el actual Sotopalacios. La zona es regada por el río Ubierna; los molinos harineros de su ribera pertenecieron al Cid. Desde el siglo XII Vivar formó parte del alfoz de Burgos, condición que mantuvo durante la vigencia de esta figura administrativo-territorial. Recurrentemente es mencionado en las principales colecciones diplomáticas de la época.


Vivar superó con éxito la borrasca bélica que acompañó los primeros tiempos de su fundación, llegando incluso a beneficiarse gremios como los herreros, importantes para el apresto de las bestias y armas, agricultores y ganaderos que tenían en la soldadesca clientes seguros. La aldea quedó consolidada muy cerca del río, en medio de tierras feraces. Organizada con arreglo a normas urbanísticas básicas, casas modestas, alternándose según el poder adquisitivo de sus dueños la piedra, adobe y madera como materiales constructivos básicos y conectadas por callejas polvorientas que se convertían en verdaderos muladares. Sus pobladores buscaban apoyo espiritual en el sosegado espacio intramural de la iglesia, que conserva algo de su añeja estructura románica. En el atrio sesionaba el Concejo, propugnador del honor de ser considerados Ommes Buenos, merced sustentada en la figura de su hijo más esforzado. El Cantar inmortalizó al pueblo de Vivar al ubicar en esta pequeña población castellana la patria chica del Cid. Históricamente, es aceptada de forma general y sin reticencias la tenencia de posesiones importantes, lo suficiente como para estar contenidas en el listado de propiedades dadas como dote a su esposa, Doña Jimena: “…meas porciones; in Vivare…” Justamente en esta Carta de Arras, fechada en julio de 1074, aparece por vez primera el nombre de este singular enclave burgalés. Qué hacer Vivar es un pueblo volcado en la figura del Cid. Desde los nombres de sus calles hasta los hitos escultóricos recuerdan su figura; el más llamativo e interesante es el monumento a su memoria, situado en su plaza, obra del escultor y artista valenciano Alberto Catalá Blanes, quien donó desinteresadamente la escultura al pueblo. Al lado se eleva un pequeño mirador desde el cual se puede observar la llanura castellana, y al norte las formas orográficas que delimitaban la antigua frontera de Castilla con el reino de Navarra. Junto a la plaza se encuentra la iglesia de San Miguel Arcángel, aunque la actual edificación es del siglo XVI, con numerosas reformas, diversas excavaciones han descubierto una necrópolis datada entre los siglos XI a XIII. En su interior se conserva una pila románica de aquella época. En el Convento del Espino se guardó durante siglos el único manuscrito existente del Cantar, hoy en la Biblioteca Nacional; las monjas clarisas exhiben en su interior el cofre en el que según la tradición se guardó el poema durante siglos: una buena excusa para comprar sus pastas y dulces artesanales, algunos con nombres tan "cidianos" como Lágrimas de doña Jimena.


Nuestro camino finaliza en la Legua Cero, junto a un antiguo molino hoy convertido en mesón, punto simbólico de inicio de la ruta. De la época del Cid apenas quedan restos, aunque el viajero atento podrá rememorar en las antiguas acequias los ya inexistentes molinos harineros que fueron en tiempos propiedad de la familia del Cid, y podrá por último acercarse al castillo de Sotopalacios, en el que algunos estudiosos ubican la casa solariega del Cid. Conmemorando la muerte del Cid en Valencia, el 10 de julio de 1099, Vivar del Cid celebra anualmente una semana cultural en la que se rememora al personaje.



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