Barrabes Cuadernos Técnicos, 70 - Oct/Nov 2013

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“Amanece lentamente en este rincón perdido en el tiempo. La luna llena, que se resiste a sumergirse en el horizonte, se despide fundiéndose entre las líneas rotas que perfilan esta selva asiática. Al oido nos llegan los sonidos de la montaña acompañados del rumor bravo del agua, que rompe en estruendo unos metros más abajo. Aquí estamos, siguiendo el camino excavado entre estas montañas, dispuestos a asombrarnos un día más con la naturaleza inexorable que nos confina junto a este río.” Quizás sea un extraño comienzo para un artículo sobre barranquismo. Pero son momentos como el descrito en estas líneas los que dan sentido a cualquier exploración. Era el amanecer del tercer día de apertura en el Runchet Khola. Habíamos pasado noche en el interior del cañón, vivaqueando bajo una oportuna visera de montaña desde la que dominábamos todo el valle. La sensación de estar en un lugar remoto que ni si quiera el hombre ha pisado y que todavía mantiene intacta la esencia de hace miles de años es el gran regalo de esta actividad deportiva. El barranquismo entendido como herramienta de exploración nos ofrece la oportunidad única de arrojar luz sobre los rincones más salvajes y desconocidos de la tierra. A todo ello, hay que sumarle el reto deportivo que puede suponer la apertura de un cañón de casi 2.500 metros de desnivel y 11 kilómetros de desarrollo. Pero la exploración deportiva no es algo que hayamos descubierto ayer. Desde que allá por los años 50 se comenzaran a ollar los picos más altos del planeta y las cuevas más profundas del mundo, exploración y reto deportivo han caminado juntos. Sin embargo, no siempre han tenido el mismo peso. Quizás en el alpinismo de altitud, con sus cumbres descubiertas al cielo, ha pesado más la cifra que la meta exploratoria. Y sin embargo, los escenarios que hay que superar para alcanzar esas cumbres son de una belleza escalofriante. La espeleología moderna, si bien también padece del “síndrome de la cifra”, sigue practicándose mayoritariamente por puro interés exploratorio. Todavía en España hay mucho por descubrir bajo los afilados lapiaces de nuestras montañas. Un mundo que los espeleólogos se empeñan en representar a través de meticulosas topografías y detallados estudios geológicos. Una evidencia más de que en esta disciplina, el interés deportivo sigue estando un escalón por debajo de la curiosidad humana. El barranquismo comparte con la espeleología ese profundo interés por indagar y explorar, pero a la vez, al igual que en el alpinismo, hay un creciente movimiento deportivo centrado en las cifras y que aparece retratado en las últimas actividades realizadas. Las cascadas más altas del mundo, los cañones más caudalosos y los barrancos de mayor desnivel. Son tres dimensiones de la disciplina, donde se están forzando sus límites. Pero llega un momento en cualquier deporte donde también las cifras comienzan a perder peso dando paso a una segunda evolución deportiva más centrada en el estilo.


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