La señora y el niño

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¿Hasta qué punto puedes sentir miedo de algo y al mismo tiempo sentirte atraído por ello? ¿Hasta dónde puede llegar tu imaginación? La vieja mujer fascina al pequeño muchacho que la ve a diario. Ella parece enorme, parece el tipo de mujer que se come a los niños. Pero cuando un día en el mercado presencia como se le cae la bolsa, repentinamente le parece más pequeña. Él le ayuda a recoger sus cosas y la visita en su casa. Descubre que la vieja señora es realmente más suave que las nubes de algodón y mas dulce que las golosinas.

La señora y el niño

La señora y el niño es una historia cautivadora. Un libro encantador que nos enseña a superar prejuicios.

• Geert De Kockere • Kaatje Vermeire • barbara fiore editora

La señora y el niño Geert De Kockere • Kaatje Vermeire

barbara fiore editora



En la ciudad vivía una señora. Una señora enorme. Una señora gigante. Una giganta. «Apuesto a que come niños», pensó el chico. «Desde su balcón los recoge de la calle con un simple gesto, como si los barriera con un parasol. Así de simple, al azar. Y luego los encierra en una jaula enorme hasta la hora de cenar.»


El chico también solía toparse con la mujer en la ciudad. Grande y terrible como era, solía llevar gruesos abrigos o vestidos holgados que permitían esconder todo tipo de cosas debajo. Dos o tres niños a la vez, atrapados en una jaula de rigidos plieges. Cuando la veía, corría a esconderse detrás de un árbol o de la primera esquina que encontraba. La primera vez que la vio fue en el mercado, mientras se abría paso por entre los tenderetes. Parecía un tanque, llevaba una bolsa enorme en la mano, con la que apartaba los obstáculos de cualquier manera. Ni siquiera se volvía. Incluso estuvo a punto de golpearlo a él, que había llegado a tocarla por un momento. Había notado su olor, olía a carne de niño…





El niño guardó la tarjeta con la otra. Comenzaba a sentir lástima por la mujer. Por Rosa. Se la veía sola. Sola con sus naranjas. Sola con sus galletas y sus gatos de cartón. Y nadie la ayudaba. El niño hizo un dibujo. Dibujó un gato que sonreía. Lo dobló y se lo metió en el bolsillo. A la mañana siguiente, el niño metió el dibujo por el buzón del caserón. Levantó la mirada, cautelosamente, hacia el balcón y la ventana contigua, la ventana de la jaula,


pero no vio nada: ni la mujer, ni el parasol, ni la red de pescar. Oyo cómo su dibujo caía al suelo, al otro lado de la puerta. De pronto notó algo sobre su cabeza. Era una sensación extraña. Levantó los ojos y la mujer estaba allí, en el balcón. El niño se puso tenso. La mujer lo saludó con la mano. —Hola, muchacho —le dijo—. ¿Te apetece entrar un momento? El niño se mordió el labio y salió corriendo.


© 2009 barbara fiore editora editora@barbara-fiore.com www.barbara-fiore.com depósito legal: gr 2509-2008 isbn: 978-84-936778-0-0 Traducción: Carles Andreu y Albert Vitó Todos los derechos reservados. Queda prohibida cualquier forma de reproducción o publicación de esta obra, ya sea a través de una impresión, fotocopia, microfilm o cualquier otro procedimiento, sin la autorización previa por escrito del editor. © Texto: Geert De Kockere © Ilustraciones: Kaatje Vermeire © 2007 Uitgeverij De Eenhoorn bvba.

Esta obra ha sido publicada con el apoyo financiero del Fondo flamenco de las letras. (Vlaams Fonds voor de Letteren - www.vfl.be)


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