Cuaresma, camino hacia la Pascua

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CUARESMA, CAMINO HACIA LA PASCUA

ARZOBISPADO DE LIMA Oficina de Pastoral


CUARESMA, CAMINO HACIA LA PASCUA

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Cuaresma, camino hacia La Pascua

1. PRESENTACIÓN Así como el antiguo pueblo de Israel marchó durante cuarenta años por el desierto para poder ingresar a la Tierra Prometida; la Iglesia, Nuevo Pueblo de Dios, se prepara durante la Cuaresma para vivir y celebrar la Muerte y Resurrección del Señor. La Cuaresma es un tiempo de gracia que el Señor nos concede para reafirmar nuestra identidad de discípulos y misioneros de Cristo, renovando la gracia del bautismo que un día recibimos. Sabemos que hemos sido reconciliados por la Muerte y Resurrección del Señor Jesús, para ser Hijos amados del Padre y Templos vivos del Espíritu Santo. Pero sabemos también que somos pecadores, que hay en nosotros una inclinación al mal llamada concupiscencia, que permanece en nosotros luego del bautismo en vistas al combate espiritual. El Catecismo nos dice: “sin reconocerse pecador, el hombre no puede conocer la verdad sobre sí mismo, condición del obrar justo, y sin el ofrecimiento del perdón no podría soportar esta verdad” (CEC n. 1697). La Cuaresma es un tiempo favorable para reconocer nuestra fragilidad y para acogernos a la misericordia de Dios, renovando nuestro esfuerzo por convertirnos y comenzar una vida nueva. La Oficina de Pastoral de la Arquidiócesis ha preparado este folleto que ofrece una serie de subsidios a los sacerdotes, agentes de pastoral y a los fieles en general, para preparar y vivir más intensamente estos días de Cuaresma. Confiamos que les sean de utilidad. Si desean adquirir más ejemplares pueden comunicarse con la Oficina de Pastoral en el 2037718 o escribir a secpast.arzobispadolima@gmail.com En Cristo y María,

P. Juan Carlos Rivva L. DIRECTOR DE LA OFICINA PASTORAL


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2. ORIGEN DEL NÚMERO 40 EN LA BIBLIA La Iglesia celebra todos los años la Cuaresma como camino de preparación para la Pascua. La palabra Cuaresma surge de los cuarenta días que dura este tiempo penitencial. En las Sagradas Escrituras, el número cuarenta simboliza un tiempo de preparación y purificación. En el Antiguo Testamento se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. En el Evangelio se narran los cuarenta días y cuarenta noches de ayuno, oración y lucha contra las tentaciones que vivió Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública. También Jesús Resucitado se apareció a sus discípulos durante cuarenta días antes de ascender a los cielos. La liturgia romana tiene 6 semanas de Cuaresma (hasta el Sábado Santo). Como los domingos no se ayuna (por ser día de resurrección y fiesta), el número cuarenta se obtiene multiplicando las 6 semanas por los restantes 6 días de la semana (6x6=36). Para llegar al número 40, se agregan cuatro días “de ceniza”, de miércoles a sábado (36+4=40). En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

3. HISTORIA DE LA CUARESMA Ya desde el siglo I se celebraba la Pascua Anual en las iglesias de Roma, Corinto, Asia Menor y Jerusalén. Esta celebración gozosa es precedida por la celebración de la Pasión y Muerte del Señor los días previos, como días de ayuno y penitencia. La historia de la Cuaresma se remonta al siglo IV en Roma. La primera referencia a una preparación de 40 días para la Pascua es de Eusebio de Cesarea en el año 332. La Cuaresma romana –que influye progresivamente en toda la Iglesia Occidental- se configura a partir de dos instituciones importantes: El orden de los catecúmenos y el orden de los penitentes, que ha marcado esta doble dimensión bautismal y penitencial de la espiritualidad de la Cuaresma.


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La Cuaresma era la última etapa del catecumenado de adultos que recibían el sacramento del bautismo en la Vigilia Pascual. En los Domingos III, IV y V de Cuaresma se realizaban los escrutinios y exorcismos. Estos ritos están -de algún modo- presentes hoy en el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos. Los pecadores públicos confesaban privadamente sus pecados ante el Obispo el Miércoles de Ceniza, quien los ungía con ceniza y les imponía una penitencia de cuarenta días. El rito de la reconciliación era el Jueves Santo en que eran admitidos a la mesa Eucarística.

4. ESPIRITUALIDAD DE LA CUARESMA En la celebración del Miércoles de Ceniza el ministro nos unge y nos exhorta a convertirnos y a creer en el Evangelio, y la Palabra de Dios (Mt 6,1-6.16-18) nos indica los medios a través de los cuales podemos entrar en el clima de la auténtica renovación interior y comunitaria: la oración, la penitencia y el ayuno, así como la ayuda generosa a los hermanos. La Cuaresma es un tiempo fuerte en que la Iglesia nos invita a «redescubrir nuestro Bautismo» y «experimentar la gracia que nos salva», que nos hace ser verdaderos hijos de Dios, partícipes de la herencia prometida por el Padre. Vivir según esa dignidad implica una renuncia radical al Maligno y al pecado. Implica una opción por despojarnos cotidianamente de nuestra vieja condición, para revestirnos de la gracia que nos da Cristo, el «hombre nuevo»(Rom 8,1-4). Conversión significa, pues, un cambio de rumbo integral, de toda nuestra vida, hacia la vida plena y reconciliada a la que nos ha llamado el Señor. Significa optar por Él sin miedos ni cobardías. Implica un cambio de mente, de criterios y actitudes (Rom 12,2) que tiene como primer paso la humildad de reconocernos como pecadores necesitados constantemente de la gracia y del perdón de Dios. La Cuaresma es el tiempo de una particular solicitud de Dios que confía a la Iglesia el servicio de la reconciliación, buscando a las ovejas perdidas y recibiendo con gozo a aquellos hijos pródigos que se han alejado de la casa paterna. La Cuaresma es uno de los cuatro tiempos fuertes del año litúrgico y ello debe verse reflejado con intensidad en cada uno de los detalles de su celebración. Cuanto más se acentúen sus particularidades, más fructuosamente podremos vivir toda su riqueza espiritual.


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5. ORACIÓN, AYUNO Y LIMOSNA La Cuaresma debe renovar en nosotros la conciencia de nuestra unión con Jesucristo y nos muestra el camino para realizarla: el ayuno, la oración, la limosna; que expresan la conversión con relación a Dios, a uno mismo y a los demás. 5.1. La Oración Es el medio que nos acerca más a Dios, a permanecer en unión con Él, lo que nos lleva a una maduración espiritual. Aprendemos a orar orando. Cuando oramos somos discípulos de Cristo. Podemos orar con palabras y mentalmente. En la oración, el creyente ingresa en el diálogo íntimo con su Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre a la acción de Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y generosa (Lc 1, 38). Medios importantes para acrecentar la vida de oración en el tiempo de la Cuaresma son: el recurso frecuente en el Sacramento de la Reconciliación, la participación asidua en la Eucaristía, la meditación diaria de la Palabra de Dios, el rezo del Via Crucis y del Santo Rosario. PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL ¿Cómo está mi vida de oración? ¿Qué puedo hacer en esta Cuaresma para crecer en mi relación con Dios? 5.2. El Ayuno y La Abstinencia Son medios concretos para ejercitar el dominio sobre nosotros mismos. Ayunar significa abstenerse, renunciar a algo. La Iglesia nos pide que practiquemos la abstinencia de carne especialmente los Viernes de Cuaresma que son días penitenciales. El día Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno obligatorio. El ayuno y la abstinencia expresan nuestra solidaridad con Cristo – quien se retira al desierto a ayunar y carga sobre sí los pecados de la humanidad- y con todos los miembros sufrientes de su Cuerpo que padecen pobreza e injusticia. No se trata solo de abstenerse de comida o bebida, sino de otros muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos. Se trata de ayunar al pecado, al egoísmo, a la violencia y a la sensualidad. Se trata de vivir la mortificación en las circunstancias cotidianas de nuestra vida, ofreciendo a Dios con paciencia aquellas cosas que nos son molestas y aceptando con humildad, gozo y


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alegría, los distintos contratiempos que se nos presentan a diario. De la misma manera, el renunciar a ciertas cosas legítimas, nos ayuda a vivir el desapego y desprendimiento. El ayuno debe ir junto con la oración porque ello nos dirige directamente hacia Dios. El ayuno, esto es, la mortificación de los sentidos, el dominio del cuerpo, confieren a la oración una eficacia mayor, que el hombre descubre en sí mismo. PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL ¿Comprendo el sentido y los beneficios del ayuno y la abstinencia? ¿Qué sacrificio concreto le puedo ofrecer al Señor en esta Cuaresma? ¿Descubro el rostro de Cristo sufriente en los pobres? ¿Qué puedo hacer para vivir mejor la solidaridad y el servicio en esta Cuaresma? 5.3. La Limosna La palabra limosna viene de un vocablo griego que quiere decir compasión y misericordia. Limosna significa, ante todo, don interior; actitud de apertura hacia el otro. Factor indispensable de la conversión, así como lo son la oración y el ayuno: la oración como apertura a Dios; el ayuno, como expresión del dominio de sí; y la limosna como apertura hacia los demás. Pero el sentido de esa recomendación no se reduce a dar alguna ayuda material al más necesitado, sino que se refiere a algo mucho más amplio: significa en primer lugar vivir la caridad con las personas que están más cerca (nuestros familiares, compañeros de trabajo, etc.). Significa también desprenderse de uno mismo, de lo que tenemos y de nuestros propios intereses, para entregarnos a los demás. Implica desarrollar nuestra «capacidad de compartir», pues en el servicio al hermano el amor se hace concreto. Significa ser sensibles a las necesidades de los más pobres, descubriendo en ellos el rostro sufriente de Cristo, y compartiendo con ellos el fruto de nuestros ayunos y abstinencias. El ayuno, en efecto, es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlos, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica. De los sermones de San Pedro Crisólogo, (Sermón 43: PL 52, 320. 322)


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6. ALGUNOS MEDIOS PARA VIVIR MEJOR LA CUARESMA 6.1 Miércoles de Ceniza La liturgia del Miércoles de Ceniza da inicio al tiempo cuaresmal. La ceniza es símbolo de humillación, penitencia y arrepentimiento. Nos recuerda que nuestra vida en esta tierra es frágil y breve, que somos polvo y al polvo hemos de volver. El cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas y olivos benditos del Domingo de Ramos del año anterior; y con las palabras “conviértete y cree en el evangelio” o “recuerda que polvo eres y al polvo volverás”, la liturgia nos invita a iniciar este tiempo de conversión. 6.2. Viernes Penitenciales – Rezo del Vía Crucis Los Viernes de Cuaresma son días penitenciales en los que profundizamos en la Pasión y Muerte del Señor Jesús. Se pide a los fieles que se abstengan de comer carne y ofrezcan al Señor algún sacrificio o mortificación especial como un modo de unirse al Señor Crucificado y purificarse de sus pecados. El Via Crucis o Camino de la Cruz es un ejercicio piadoso que consiste en meditar el camino de la cruz que va desde el pretorio de Pilato hasta el Gólgota, por medio de lecturas bíblicas y oraciones. Se divide tradicionalmente en 14 estaciones (ver anexo) vinculadas a los pasos de la Vía Dolorosa. Tiene un carácter penitencial y suele rezarse los días viernes, sobre todo en Cuaresma. 6.3 Sacramento de la Reconciliación La Cuaresma es un tiempo propicio para hacer un buen examen de conciencia y acercarnos a la confesión sacramental. Se le denomina Sacramento de la Reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia; por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente el perdón de sus pecados, restablece la comunión perdida y le da nuevas fuerzas en la lucha contra el pecado. En las parroquias y capillas se deben establecer y aumentar los horarios de confesión, procurando orientar a los fieles a la práctica del Examen de Conciencia. También se recomienda tener algunas celebra-


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ciones penitenciales de la Palabra de Dios con confesión individual del sacramento de la reconciliación. 6.4 Pláticas y ejercicios espirituales La cuaresma es un tiempo propicio para que las parroquias, congregaciones religiosas y movimientos de la Arquidiócesis organicen charlas, jornadas y retiros que ayuden a los fieles a vivir santamente este tiempo litúrgico. 6.5 Ayuno y Abstinencia Todos los viernes del año y en particular los Viernes de Cuaresma –a no ser que coincidan con una Solemnidad- se debe guardar abstinencia de carne, que puede ser reemplazada por otras prácticas de piedad y ascesis. (Cf. CIC 1251 y Documentos de la Conferencia Episcopal Peruana 19791989, Lima 989, p. 323). El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo se debe guardar ayuno y abstinencia (Cf. CIC 1252, ss). La ley de la abstinencia obliga a todos los que han cumplido catorce años, y la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. 6.6 Devoción Eucarística - La Cuaresma es un tiempo apropiado para acercarnos a Jesús realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. - La Iglesia nos invita a la participación frecuente en la Santa Misa, interiorizando el carácter sacrificial de la misa, en la que se renueva y hace presente la ofrenda total, libre, gratuita y amorosa de Jesús al Padre en la Cruz, por nosotros y por nuestra salvación. La comunión frecuente y con el corazón bien dispuesto será el mejor antídoto en nuestra lucha contra las tentaciones. - Somos invitados también a visitar con frecuencia a Jesús en el Santísimo Sacramento. Visitando a Jesús Sacramentado, lo acompañamos en la hora de su agonía en Getsemaní, le ofrecemos nuestras alegrías y dolores y nos unimos a su Sagrado Corazón como reparación por nuestros pecados y los de la humanidad. 6.7 Obras de caridad cristiana La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. Un modo concreto de


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vivir la caridad y la limosna es practicar las obras de misericordia que enseña la Iglesia: Obras de Misericordia espirituales: • • • • • • •

Enseñar al que no sabe Dar un buen consejo al que lo necesita Corregir al que yerra Perdonar las injurias Consolar al triste Sufrir con paciencia las adversidades y flaquezas del prójimo Rogar a Dios por los vivos y los muertos Obras de Misericordia corporales:

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Visitar al enfermo Dar de comer al hambriento Dar de beber al sediento Socorrer al cautivo Vestir al desnudo Dar posada al peregrino Enterrar a los muertos

6.8 Corrección fraterna Entre las obras de misericordia espirituales, el Papa Benedicto XVI destaca en su mensaje de Cuaresma de este año 2012 la práctica de la corrección fraterna como un ejercicio concreto de caridad, solicitud y vigilancia por el bien espiritual del hermano en vistas a su salvación eterna. 6.9. Meditar en la Palabra de Dios “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’” (Mt. 4,3-4). La conversión supone una metanoia, es decir un cambio de mentalidad. Debemos procurar despojarnos de los criterios errados del mundo para revestirnos de los criterios del Evangelio. Para ello es necesario profundizar en la Palabra de Dios, de manera que podamos resistir con ella a las tentaciones del maligno como nos enseña Jesús en el Evangelio y tener los pensamientos, sentimientos y actitudes del Señor Jesús.


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La meditación en las lecturas de cada día (ver anexo) y la profundización en los Evangelios de cada Domingo son un medio concreto para conservar la Palabra de Dios y meditarla en el corazón como nuestra Madre María. 6.10 Cuaresma: Tiempo Mariano - Rezo del Rosario: El santo rosario es un compendio de la historia de la salvación. Al rezar el rosario meditamos sobre los misterios gozosos, dolorosos, gloriosos y luminosos de Jesús y María. En cada una de las apariciones marianas, la Virgen María nos invita a rezar el santo rosario como arma poderosa en contra del maligno. Que este tiempo de cuaresma sea una ocasión propicia para retomar el rezo del santo rosario, tanto en las comunidades parroquiales como en las familias cristianas; especialmente para meditar en el misterio de María al pie de la Cruz. - Devoción 7 dolores de la Virgen María: En estos días de Cuaresma dirijamos nuestros ojos a Nuestra Señora de los Dolores para implorarle que interceda por todos nosotros. Ella que sufriendo calladamente, acompañó a Jesús en los momentos más dolorosos de su pasión, nos enseña a descubrir el sentido salvífico del sufrimiento y a ofrecer nuestros dolores junto a la Cruz de su Hijo. Los siete dolores de nuestra Madre son: 1º La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús; 2º La huída a Egipto; 3º La pérdida de Jesús; 4º El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario; 5º La crucifixión y la agonía de Jesús; 6º La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto 7º El entierro de Jesús y la soledad de María. En estos días podemos meditar también en el hermoso himno litúrgico: Stabat Mater. 6.11 Peregrinaciones cuaresmales a la Catedral por Vicarías Episcopales Una peregrinación es el desplazamiento de un grupo de creyentes a un lugar sagrado para vivir una experiencia de encuentro con Dios. En


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la Cuaresma la peregrinación puede tener un sentido de penitencia y purificación. Durante los domingos de Cuaresma, las parroquias de nuestra Arquidiócesis, vendrán en peregrinación a la Basílica Catedral. A continuación las fechas de peregrinación por vicarias. Domingo 26 de Febrero: Primer Domingo de Cuaresma. Iglesia de San Lázaro. Peregrinación de la Vicaría Episcopal I. 09:00 a.m. Partida. 10:45 a.m. Llegada a la Basílica Catedral 11:00 a.m. Santa Misa. Domingo 04 de Marzo: Segundo domingo de Cuaresma Basílica de San Francisco. Peregrinación de la Vicaría Episcopal III, V y VII. 10:00 a.m. Partida a la Basílica Catedral. 10:45 a.m. Llegada a la Basílica Catedral. 11:00 a.m. Santa Misa Domingo 11 de Marzo: Tercer domingo de Cuaresma Basílica del Santo Rosario. Peregrinación de la Vicaría Episcopal IV y VI. 10:00 a.m. Partida a la Basílica Catedral 10:45 a.m. Llegada a la Basílica Catedral. 11:00 a.m. Santa Misa. Domingo 18 de Marzo: Cuarto domingo de Cuaresma Santuario del Sgdo. Corazón de Jesús (Parroquia de San Pedro). Peregrinación de la Vicaría Episcopal VIII y IX. 10.00 a.m. Partida a la Basílica Catedral. 10:45 a.m. Llegada a la Basílica Catedral 11:00 a.m. Santa Misa. Domingo: 25 de Marzo: Quinto domingo de Cuaresma Basílica de la Merced. Peregrinación de la Vicaría Episcopal II. 09:00 am. Procesión de la Cruz de la Merced y Nuestra Señora de la Esperanza. 10:45 a.m. Llegada a la Basílica Catedral 11:00 a.m. Santa Misa


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7. ALGUNAS PROPUESTAS LITÚRGICAS • Sobriedad en la ornamentación de la Iglesia: no se ponen flores, se usa el color morado como signo de penitencia. • Procurar en los cantos reducir o eliminar el uso de instrumentos musicales, especialmente los más festivos. Se puede recurrir por ejemplo al órgano. • Buscar resaltar la cruz del presbiterio. • Se puede hacer antes o durante la misa algunas catequesis sobre el sentido de la Cuaresma y sus símbolos • Invitar a los fieles a una participación más frecuente en la Eucaristía, de preferencia diariamente. • Resaltar el acto penitencial de la Misa (pe. variar con más formularios entre los kyries que propone el misal; hacer un silencio más prolongado para propiciar una mayor conciencia de arrepentimiento) • El misal ofrece para este tiempo 5 prefacios (tres acentúan el tema penitencial y las privaciones; uno el Éxodo y el otro el sentido espiritual de la Cuaresma); hay que buscar cuál se adecua mejor a las lecturas de cada domingo. En el año A, todos los domingos tienen un prefacio propio que glosa el evangelio del día. En los años B y C, tienen prefacio propio los domingos I y II y el domingo de Ramos. Los restantes domingos, se usa uno de los prefacios comunes de Cuaresma. El más apropiado para el domingo IV es el prefacio I, por sus alusiones a la Pascua que, se avecina. En cambio el prefacio IV por sus alusiones al ayuno, es más apropiado para los días viernes que para los Domingos. • Este tiempo no se reza ni canta el Gloria ni el Aleluya. Antes del Evangelio se puede cantar otro canto apropiado o hacer silencio. • En la oración de los fieles se pueden introducir peticiones por nuestra conversión del pecado. • Hay que preparar bien las homilías dominicales y las homilías breves de las ferias para alimentar al Pueblo de Dios con el tesoro de la Palabra. • El miércoles de ceniza la liturgia ofrece dos simbolismos: la ceniza y el Evangelio. Se puede solo imponer solamente las cenizas en la frente con


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las palabras «acuérdate que eres polvo y al polvo volverás», o también hacer este gesto seguido de otro que propone la liturgia: que el fiel una vez que recibe las cenizas en la frente se acerque a otro ministro que tiene en su mano el Evangelio y lo bese o toque escuchando las siguientes palabras «conviértete y cree en el evangelio». • En cuanto a las plegarias eucarísticas, pueden usarse las dos de la reconciliación (sobre todo los miércoles y viernes que son los días más penitenciales). • Escoger adecuadamente los cantos para la misa según las lecturas del día.

8. MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA 2012 MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2012 «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24) Queridos hermanos y hermanas La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual. Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24).


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Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal. 1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano. El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).


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La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza. El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos.


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No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros. 2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad. Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante


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los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana. Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16). 3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad. Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf.


Cuaresma, camino hacia La Pascua

1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras. Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10). Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011 BENEDICTUS PP XVI


ARZOBISPADO DE LIMA, OFICINA DE PASTORAL

ANEXO I: CITAS BÍBLICAS PARA CADA DÍA DE LA CUARESMA MIÉRCOLES DE CENIZA (Ayuno y Abstinencia) Jl 2 ,12-18 ; Sal 50 ; 2 Cor 5, 20-6, 1-2; Mt 6, 1-6.16-18

(22 de febrero)

Jueves después de Ceniza Dt 30, 15-20; Sal 1, 1-4.6; Lc 9, 22-25

(23 de febrero)

Viernes después de Ceniza Is 58, 1-9a; Sal 50, 3-6a.18-19; Mt 9, 14-15

(24 de febrero)

Sábado después de Ceniza Is 58, 9b-14; Sal 85, 1-6 ; Lc 5, 27-32

(25 de febrero)

DOMINGO I DE CUARESMA Gn 9, 8-15; Sal 24, 4-9; 1Pe 3,18-22; Mc 1,12-15

(26 de febrero)

Lunes de la I Semana Lev 19, 1-2.11-18; Sal 18, 8-11a.15; Mt 25, 31-46

(27 de febrero)

Martes de la I Semana Is 55, 10-11; Sal 33, 4-7.16-19; Mt 6, 7-15

(28 de febrero)

Miércoles de la I Semana Jon 3, 1-10; Sal 50, 3-4.12-13.18-19; Lc 11, 29-32

(29 de febrero)

Jueves de la I Semana Est 14, 1.3-6.12-14; Sal 137, 1-3.7-8; Mt 7, 7-12

(01 de marzo)

Viernes de la I Semana Ez 18, 21-28; Sal 129, 1-8; Mt 5,20-26

(02 de marzo)

Sábado de la I Semana Dt 26, 16-19; Sal 118, 1-2.4-5.7-8; Mt 5, 43-48

(03 de marzo)


Cuaresma, camino hacia La Pascua

DOMINGO II DE CUARESMA (04 de Marzo) Gn 22, 1-2.9a-13.15-18; Sal 115,10.15-19; Rm 8,31b-34; Mc 9,2-10 Lunes de la II Semana Dn 9, 4b-10; Sal 78, 8-9.11.13; Lc 6, 36-38

(05 de marzo)

Martes de la II Semana Is 1,10.16-20; Sal 49,8-9.16bc-17.21.23; Mt 23,1-12

(06 de marzo)

Miércoles de la II Semana Jr 18, 18-20; Sal 30, 5-6.14-16; Mt 20, 17-28

(07 de marzo)

Jueves de la II Semana Jer 17, 5-10; Sal 1, 1-4.6; Lc 16, 19-31

(08 de marzo)

Viernes de la II Semana Gen 37, 3-4.12-13a.17b-28; Sal 104, 16-21; Mt 21, 33-43.45

(09 de marzo)

Sábado de la II Semana Mi 7,14-15.18-20; Sal 102, 1-4.9-12; Lc 15, 1-3.11-32

(10 de marzo)

DOMINGO III DE CUARESMA Ex 20,1-17; Sal 18, 8-11; 1Co 1,22-25; Jn 2,13-25

(11 de marzo)

Lunes de la III Semana (12 de marzo) 2S 7,4-5.12-14.16; Sal 88,2-5.27.29; Rm 4,13.16-18.22; Mt 1,16.18-21.24 Martes de la III Semana Dn 3, 25.34-43; Sal 24, 4-9; Mt 18, 21-35

(13 de marzo)

Miércoles de la III Semana Dt 4, 1.5-9; Sal 147, 12-13.15-16.19-20; Mt 5, 17-19

(14 de Marzo)

Jueves de la III Semana Jr 7, 23-28; Sal 94, 1-2.6-9; Lc 11, 14-23

(15 de Marzo)

Viernes de la III Semana Os 14, 2-10; Sal 80, 6c-11b.14.17; Mc 12, 28b-34

(16 de Marzo)


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Sábado de la III Semana Is 7,10-14; Sal 39,7-11; Hb 10,4-10; Lc 1,26-38

(17 de Marzo)

DOMINGO IV DE CUARESMA 2 Cro 36,14-16.19-23; Sal 136,1-6; Ef 2,4-10; Jn 3,14-21

(18 de Marzo)

Lunes de la IV Semana Is 65, 17-21; Sal 29, 3-6.11-12a.13b; Jn 4, 43-54

(19 de Marzo)

Martes de la IV Semana Ez 47, 1-9.12; Sal 45, 2-3.5-6.8-9; Jn 5, 1-3a.5-16

(20 de marzo)

Miércoles de la IV Semana Is 49, 8-15; Sal 144, 8-9.13-14.17-18; Jn 5, 17-30

(21 de marzo)

Jueves de la IV Semana Ex 32, 7-14; Sal 105, 19-23; Jn 5, 31-47

(22 de marzo)

Viernes de la IV Semana Sb 2, 1.12-22; Sal 33, 17-21.23; Jn 7, 1-2.10.25.30

(23 de marzo)

Sábado de la IV Semana Jer 11, 18-20; Sal 7, 2-3.9-12; Jn 7, 40-53

(24 de marzo)

DOMINGO V DE CUARESMA Jr 31,31-34; Sal 50,3-4.12-13.14-15; Hb 5,7-9; Jn 12,20-33

(25 de marzo)

Lunes de la V Semana Dn 13, 1-9.15-17.19-30.33-62; Sal 22, 1-6 ; Jn 8, 1-11

(26 de marzo)

Martes de la V Semana Nm 21, 4-9; Sal 101, 2-3.16-21; Jn 8, 21-30

(27 de marzo)

Miércoles de la V Semana Dn 3, 14-20.91-92.95; Sal de Dn 3, 52-56; Jn 8, 31-42

(28 de marzo)

Jueves de la V Semana Gen 17, 3-9; Sal 104, 4-9; Jn 8, 51-59

(29 de marzo)


Cuaresma, camino hacia La Pascua

Viernes de la V Semana Jr 20, 10-13; Sal 17, 2-7; Jn 10, 31-42

(30 de marzo)

Sábado de la V Semana Ez 37,21-28; Sal de Jr 31,10-13; Jn 11,45-57

(31 de marzo)

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR Is 50, 4-7; Sal 21, 8-9.17-18a.19-20.23-24; Flp 2, 6-11; Mc 14,1-15,4

(01 de abril)

*Las lecturas de los días siguientes se publicarán en el folleto sobre la Semana Santa. ANEXO II: VIA CRUCIS TRADICIONAL I Estación: Jesús en el Huerto de los Olivos II Estación: Jesús traicionado por Judas, es arrestado III Estación: Jesús es condenado por el Sanedrín IV Estación: Jesús es negado por Pedro V Estación: Jesús es juzgado por Pilatos VI Estación: Jesús es flagelado y coronado de espinas VII Estación: Jesús cargando la cruz VIII Estación: El Cirineo ayuda a Jesús a cargar la cruz IX Estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén X Estación: Jesús es crucificado XI Estación: Jesús promete su Reino al buen ladrón XII Estación: Jesús en la Cruz, la Madre y el Discípulo XIII Estación: Jesús muere en la Cruz XIV Estación: Jesús es colocado en el sepulcro


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VIA CRUCIS BÍBLICO DE S.S. BENEDICTO XVI, AÑO 2005 I Estación: Jesús es condenado a muerte ( Mateo 27, 22-23.26) II Estación: Jesús con la cruz a cuestas (Mateo 27, 27-31). III Estación: Jesús cae por primera vez ( Is 53, 4-6) IV Estación: Jesús se encuentra con su Madre ( Lucas 2, 34-35.51) V Estación: El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz ( Mateo 27, 32; 16, 24) VI Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús ( Isaías 53, 2-3) VII Estación: Jesús cae por segunda vez (Lamentaciones 3, 1-2.9.16) VIII Estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén ( Lucas 23, 28-31) IX Estación: Jesús cae por tercera vez (Lamentaciones 3, 27-32) X Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras ( Mateo 27, 33 -36) XI Estación: Jesús clavado en la cruz (Mateo 7, 37-42) XII Estación: Jesús

muere en la cruz ( San Juan 19, 19-20)

XIII Estación: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre ( Mateo 27, 54-55) XIV Estación: Jesús es puesto en el sepulcro ( Mateo 27, 59-61)


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