arteBA . 2012 . CATALOGO

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Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, Argentina 1921 - 2012)

Homenaje a una coleccionista de quilates Rendir homenaje a la figura de una mecenas y coleccionista como Amalia Lacroze de Fortabat en el umbral de una nueva edición de arteBA tiene la lógica absoluta de hacer historia y hacer justicia. Es la oportunidad de recordar a la empresaria que eligió transitar por el mundo del arte con un único rol: el de protagonista. Fue una activa compradora, audaz y, se diría, sin límites. Desarrolló, al mismo tiempo, una actividad filantrópica de largo alcance en todas las áreas en las que le tocó actuar. Con el mismo ímpetu levantaba escuelas en remotos puntos del país, contribuía a la reconstrucción de la Opera de La Fenice, en Venecia, a la que el fuego había convertido en cenizas, y era la primera en comprometerse para que nuestro Teatro Colón tuviera un lugar de privilegio en la agenda de los melómanos globales. Hay que decirlo con todas las letras, nadie nunca fue tan esperado como Amalita en los pasillos de la feria de arte contemporáneo de Buenos Aires desde sus primeras ediciones. Su pasión por el arte, su capacidad para moverse en la escena internacional con la seguridad de pertenecer al club selecto de los coleccionistas de récords, se traducía en los días de feria en el interés manifiesto por un amplio espectro de obras, siempre atenta a explorar en las nuevas canteras del arte, sin prejuicios, aún cuando sus preferencias se orientaron siempre hacia la pintura orientalista, impresionista y, por cierto, su amado Turner. Varias de las obras que integran la Colección Fortabat de Puerto Madero fueron compradas en arteBA, entre ellas la instalación de la Difunta Correa, de Antonio Berni, una pieza descomunal, expresiva y doliente. Aquel fue un momento celebrado por organizadores y galeristas, fue también una señal de cambio en la mirada de la coleccionista. Será difícil reeditar el modelo creado por ella misma, como presidenta de Fondo de las Artes, editora de libros y organizadora de seminarios internacionales. Como sucede con ciertas figuras paradigmáticas que saben hacer de su vida una leyenda, Amalita marcó la huella, indicó el camino por el que seguirían nuevos coleccionistas. Muchos de ellos se iniciaron muy jóvenes, inspirados en la audacia y en el gesto intrépido de “la rubia dama sudamericana”, según la llamó el The New York Times, que supo una vez quedarse con el cuadro récord en una subasta neoyorquina. La pintura era “Julieta y su niñera” de J.M.W. Turner, el inglés que vio la luz como nadie. Bravo por ella. Alicia de Arteaga Periodista

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