Expresso de oriente 7 de octubre del 2013

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Expresso de Orient e, Lunes 7 de Octubre del 2013 BEATÁGORA...VIENE DE LA PÁGINA 17 Si bien se mencionaba mucho al cantautor en el contexto del movimiento folk de Nueva York, se distinguía de éste en varias formas. Tenía más de treinta años cuando salió su primer disco y prefería vestir trajes caros en lugar de mezclilla y camisas a cuadros. Tampoco compartía el interés del movimiento por la política izquierdista o radical. Prefería concentrarse en temas como la soledad y el deseo. “Crecí vistiendo trajes –afirmó con respecto a aquella época—. Nunca traté de manifestar nada ni de diferenciarme de los demás y tampoco me gustaban los pantalones de mezclilla. Cuando usarlos comenzó a significar algo yo ya era un adulto y no me avergonzaba de mi educación ni fingía ser un campesino. No trataba de ser nadie más. Me llamaba Leonard Cohen. Escribía libros y había ido a la universidad. Eso era todo”. Fue un debut extraordinario. Canciones como “Suzanne”, “Hey, That’s No Way to Say Goodbye”, “So Long, Marianne” y “Sisters of Mercy” lo llevaron hasta la cima de la música confesional. Las letras de sus canciones poseían mucha fuerza (tanta que las piezas de Cohen que usó Robert Altman para su película McCabe y Mrs. Miller se convirtieron de hecho en largos videos para ellas) y representaban el mismo romanticismo expresado en su obra literaria: erotismo mezclado con imaginería religiosa (“Sisters of Mercy”), desesperación melancólica (“So Long, Marianne”) y elementos de misticismo esotérico (“Master Song”). Cohen entonaba las palabras suavemente, con su voz grave, ante un fondo acústico escaso, elemental, mientras que la sobria producción de John Simon logró equiparar en forma apropiada el sonido y el significado.

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Desde entonces, lo mismo en una montaña en Montreal, Canadá, o en la isla de Hydra, frente a las costas de Grecia, pasando por una infinita sucesión de habitaciones de hotel, un monasterio budista y

hasta una casa modesta en Los Ángeles, Leonard Cohen ha explorado las posibilidades humanas y sus sentimientos in extremis, como los ya mencionados de la soledad y el deseo, con un apetito a veces voraz y a veces espartano. Fue pues en 1968, tras algunos poemarios y dos novelas, que Cohen decidió compartir con este primer álbum su visión mística del mundo, del amor, de la pareja, con aquellos que se dan cuenta de que los enigmas de la vida interior, así como los de la realidad constituyen siempre un reto a sondear, interminablemente, por medio de la palabra. Su poesía intimista (escrita y cantada), su aguda prosa y sus intenciones de marcado carácter literario en ellas, le han valido desde entonces ser el creador de un destacado “imaginario sentimental” en el que la poesía y la música se funden efectivamente en un valor inalterable. Como cantautor editó este primer disco en 1968 y no ha parado. ¿Qué hacer con el arte de la palabra cuando a los 30 años se ha convencido al mundo con él y develado el sentido de muchas cosas que rodean al ser humano? Pues seguir haciéndolo. Y eso resolvió este artista, pues al fin y al cabo cualquier motivación es buena, máxime cuando la vida siempre se renueva, como sus misterios. Personal: Leonard Cohen, voz y guitarra; David Lindley, guitarra y mandolina, fiddle; Chris Darrow, bajo y guitarra; Solomon Feldthouse, cuerdas diversas y acordeón; Chester Crill, violín, viola, bajo, órgano, piano; John Vidican, batería y percusiones; además de músicos sesionistas de aliento, cuerdas y coros femeninos. Portada: foto de Leonard Cohen.

Graffiti: “La poesía está en la calle”.

http://expressodeoriente.com


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