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La mano de Dios ¡Su vida puede ser un g-o-o-o-o-l de media cancha!

Rubén O. Zorzoli EDITORIAL MUNDO HISPANO


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Editorial Mundo Hispano

7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, EE. UU. de A. www.editorialmh.org Nuestra pasión: Comunicar el mensaje de Jesucristo y facilitar la formación de discípulos por medios impresos y electrónicos.

La mano de Dios. © Copyright 2009, Editorial Mundo Hispano, 7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción o transmisión total o parcial, por cualquier medio, sin el permiso escrito de los publicadores. Las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia: Versión Reina-Valera Actualizada. © Copyright 2006, Editorial Mundo Hispano. Usada con permiso.

Editora: Alicia Zorzoli Diseño de la cubierta: Jorge Rodríguez Fotografía en la cubierta: Getty Images Diseño de páginas: Gloria Williams-Méndez Ilustraciones: Atalo J. Méndez Primera edición: 2009 Clasificación Decimal Dewey: 248.8 Tema: Vida cristiana, varones ISBN: 978-0-311-46319-0 EMH Núm. 46319 2.5 M 9 09

Impreso en Colombia Printed in Colombia


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A mi amada esposa Alicia, compañera en la vida y el ministerio. ¡Gracias por aguantar mi afición futbolística!

A mi hija Sandra y a mi nuevo hijo Arnie, con sus hijos (mis nietos) Stephen, Michael y Kaitlyn. A mi hijo Pablo, con quien compartimos conversaciones teológicas y futbolísticas muy profundas. A mi hermano Carlos y a todos mis cuñados y sobrinos. ¡Aunque discutimos de fútbol, estamos unidos en el mismo equipo, el de Cristo!

Finalmente, a mi mamá Nieves, quien con su ejemplo me enseñó y me sigue enseñando cómo triunfar en el partido de la vida.


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CONTENIDO Introducción “Qué mano de Dios, ¡fue la mano de Diego!” . . . 5

1 ¡Comienza el partido! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

2 La emoción del gol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

3 El juego defensivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

4 La tarjeta amarilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

5 Los lesionados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

6 El juego de media cancha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

7 El entretiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 8 Conservando el resultado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93

9 La tarjeta roja . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

10 Entran los suplentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

11 ¡La hora, referí1! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 12 La próxima fecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135

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Nota del autor: Derivada del inglés referee, aceptada por la RAE como réferi o referí.


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INTRODUCCIÓN

“Qué mano de Dios, ¡fue la mano de Diego!”

Cuando usted busca en Internet la frase “La mano de Dios” se encuentra con unos pocos artículos teológicos donde se menciona esa frase cristiana. La mayoría de las menciones son al título irreverente que Diego Armando Maradona adjudicó a su famoso gol en el Campeonato Mundial de Fútbol de 1986. Permítame contarle mi vivencia personal de aquel evento. Fue un lunes, el 22 de junio de 1986. Un grupo de pastores argentinos viajábamos al principio de aquella noche a una reunión teológica que se celebraría esa semana en Quito, Ecuador. Aquella

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tarde se jugaba en México uno de los partidos por los cuartos de final del Mundial de Fútbol. El choque era entre Argentina e Inglaterra. Además de lo deportivo, el partido tenía una carga emotiva adicional por los tristes sucesos de la guerra reciente entre ambos países. Los seis pastores, futboleros y fanáticos, no teníamos otra alternativa que viajar al Aeropuerto Internacional de Ezeiza mientras se desarrollaba el primer tiempo de aquel encuentro. El Estadio Azteca albergaba 114.580 espectadores. La radio nos ayudó a saber que durante el primer tiempo el empate en cero no se había quebrado. Nuestra alegría fue muy grande cuando, luego de ingresar con el equipaje y llegar al mostrador de Aerolíneas Peruanas, nos enteramos de que Argentina ganaba por uno a cero, con un gol de Diego Armando Maradona. La gente estaba enloquecida siguiendo el partido por los televisores en el aeropuerto, pero nosotros tuvimos que correr al pasillo de embarque. Recién cuando llegamos a Lima, Perú, pudimos enterarnos del resultado final de 2 a 1 en favor de Argentina. Fue hasta el día siguiente que conocimos la historia de aquel primer gol mentiroso. Usted lo puede ver repetido en varios sitios de Internet y revivir la historia. El árbitro de Túnez, Ali Bennaceur, convalidó el tanto aconsejado por el segundo árbitro. De nada valieron las quejas de los jugadores ingleses. La mentira le había ganado a la verdad. Diego, en los vestuarios, tituló a su tanto “la mano de Dios”; irreverente título que ha quedado en la historia del fútbol. Años después, al escribir su autobiografía, dijo: “Ahora sí puedo contar lo que en aquel momento no podía, lo que en aquel momento definí como ‘la mano de Dios’... Qué mano de Dios, ¡fue la mano de Diego!”. Ante tremenda picardía convalidada por el referí, pocos se dan cuenta de la magnitud del segundo gol de Maradona aquel día; una verdadera obra de arte futbolística al que la prensa mundial llamó acertadamente “el gol del siglo”. ¡A ese sí lo podríamos llamar “las piernas de Dios”, porque Dios lo creó con ese talento futbolístico, aunque él poco lo advierta! Mi propósito es escribir un libro para varones que lean también las mujeres. Los varones somos los de la pasión futbolera; pero las 6

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esposas, madres, hermanas y novias tienen que aguantarnos mientras les hablamos con tanto entusiasmo de algo que a veces no entienden pero que, por amor, tienen que compartir con nosotros. Pero aclaremos desde el principio: este no es un libro sobre fútbol. Los hay, y muy buenos, escritos por periodistas especializados o ex jugadores del más popular de los deportes. El fútbol ha sido y es una afición que comparto con la mayoría de los hispanoamericanos, vivan donde vivan. El fútbol fue parte de la conversación en el hogar, en la escuela, en el trabajo y, en mi caso, también en la iglesia. ¡Cuántos domingos, luego de predicar y ministrar en diferentes cultos y actividades, terminé el día viendo por televisión el “show de los goles”! Usted se preguntará, entonces: ¿Qué tiene que ver el fútbol con la vida cristiana? Porque este es un libro cristiano, a pesar de la influencia futbolística que se deja ver desde que lo toma en su mano. Permítame explicarle, a ver si continúa leyéndolo. Mi propósito es guiarle a considerar su vida como si estuviera jugando un partido de fútbol. Los doce capítulos le llevarán de la mano por situaciones que se producen en un encuentro típico, con las alegrías y frustraciones de cada semana. Alegrías cuando nuestro equipo gana “por muerte”; broncas cuando el referí nos robó el partido con aquel penal no sancionado; cuando usamos la reflexión famosa en México de “jugamos como nunca, perdimos como siempre”; en fin, todo lo que usted y yo palpitamos cada semana. El propósito es, también, que su vida sea una de victoria. Mi oración es que este libro le ayude a que su vida sea un gol de media cancha. ¿Vio alguna vez un gol así? Yo recuerdo haber sido testigo de uno que Diego Bayo, el “10” de mi equipo favorito, Gimnasia y Esgrima de La Plata, el famoso Lobo de 1962, le convirtió a Racing casi desde la media cancha. La emoción fue increíble. Pero no hay emoción que supere la de la vida cambiada de un hombre que hace un gol de media cancha en el nombre de Jesucristo. Eso anhelo para usted, mi apreciado lector. Eso anhelo para mi vida también. ¡Salgamos juntos a la cancha, que el partido ya está por comenzar!

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¡COMIENZA EL PARTIDO!

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a pasión futbolística de los hispanos parece no tener límites. Vivimos los partidos desde mucho antes de que los jugadores salgan a la cancha, sufrimos las dos horas en que se juega el partido, y luego discutimos a más no poder la semana siguiente; hasta que otro partido ocupe nuestra mente y nos quite el sueño. Vamos a plantear su propio “partido de la vida” comparando su comienzo con la historia de un personaje muy simpático de la

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Biblia. Se trata de Zaqueo, un hombre como usted y como yo, que de pequeño se convirtió en grande porque triunfó en el gran desafío que tenía por delante. Su historia se cuenta en la Biblia, en Lucas 19:1-10. Vayamos por partes.

Los preparativos

Imagino que usted, como aficionado, vive con pasión los días previos a un encuentro. Se trate de un Boca-River, Millonarios-Santa Fe, Peñarol-Nacional, América-Chivas, Universidad-Colo-Colo-, LDU-Barcelona o hasta un clásico de barrio con jugadores que nadie conoce, la conversación de toda la semana gira alrededor de ese encuentro. La peluquería del barrio es uno de los lugares de encuentro de los fanáticos, conversando sobre quiénes juegan y quiénes se quedan en el banco, la locura que prepara el técnico con esa formación que nadie entiende, los planes de las barras bravas para crear disturbios; en fin, todo es tema de conversación. Todos somos técnicos, todos sabemos cómo jugarle al contrario, pero por dentro nos queda la pregunta: “¿Podremos ganar?”. Imagine la semana para los que realmente importan; es decir, los jugadores de cada equipo. Las presiones son muy grandes, porque todos quieren ganar. Casi todos ellos sienten el fútbol con la misma pasión que usted, pero además es su medio de vida. Algunos ganan buen dinero, y tienen que aprovechar sus años productivos. La mayoría no gana tanto, y lucha como cualquiera de nosotros para vivir y sostener a su familia. Pero la semana de ellos previa a un gran encuentro es una suma de nervios, trabajo duro para estar en buena forma, concentrarse y esperar el gran encuentro. Muchas veces la familia queda en un segundo plano. Hay sacrificios, y ellos esperan con ansiedad el momento de salir a la cancha. Zaqueo, nuestro personaje, también se preparaba para un gran encuentro. Él sabía que Jesús, el Maestro, “pasaba por la ciudad” (Lucas 19:1). Aunque sabemos poco de los antecedentes de aquel hombre, sí sabemos que quería conocer a Jesús. Quizá había llegado al punto de pensar que su vida no tenía un propósito claro, que no era feliz, que necesitaba que alguien le diera una mano en el 10

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gran partido de la vida. Ahora se le presentaba la oportunidad anhelada porque había escuchado de la fama de Jesús. ¿Podría ese Maestro ayudarle a triunfar? No sé en cuál etapa está usted en este momento. Puede que sea un triunfador, con mucha experiencia y muchos partidos jugados. Aunque no los haya ganado todos, seguramente está bien ubicado en la tabla de posiciones. Si ya se encontró con Jesucristo, si ya dio el paso que está por dar Zaqueo, entonces solo lea lo que sigue para ayudar a otros a dar este gran paso. Pero, si usted no ha comenzado todavía a jugar el partido de la vida junto a Cristo, le invito a pensar en que Jesús está muy cerca de su vida. Él está pasando por la ciudad, ofreciéndole ayuda para que pueda experimentar la vida de victoria: “Pero gracias a Dios, que hace que siempre triunfemos en Cristo” (2 Corintios 2:14). ¿Se preparará para un encuentro definitivo con Jesús?

El estadio y el público

Pocos espectáculos son tan impresionantes como un estadio de fútbol colmado de espectadores. Nunca tuve la oportunidad de estar en el Maracaná o en el Azteca, pero sí en el Monumental de River o en la Bombonera de Boca, ¡y sí que es algo emocionante! Todo en el estadio nos prepara para el gran partido. Los gritos, los cantos, las banderas, en fin, todo es un atentado contra las gargantas de los que participamos de esa fiesta. El momento culminante es cuando los equipos salen a la cancha. Miles de papelitos multicolores saludan la entrada de los protagonistas. Si es de noche, bengalas y otros artefactos pirotécnicos acompañan con su brillo y sonido ese momento especial. El fervor contenido durante la semana previa explota desde los aficionados de uno y otro equipo. Ya solo faltan unos pocos minutos y la pelota rodará en el césped del estadio. Cuando Zaqueo se preparó para conocer a Jesús tuvo que aprestarse para ir al “estadio”. Jesús pasaba por la calle principal de su pueblo. Como en un partido importante, la multitud estaba allí, rodeando al Maestro. El público le seguía. Era muy difícil poder verlo, especialmente para un chaparrito o petiso como Zaqueo. ¡Pero

¡Comienza el partido!

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Zaqueo no se podía perder aquel encuentro especial! Me imagino que, de haber existido revendedores de entradas en Jericó, Zaqueo habría pagado lo que le pidieran por ver a Jesús. Zaqueo superó primero el inconveniente de la multitud: “Entonces corrió delante...” (Lucas 19:4). Su decisión inteligente le hizo ganar tiempo, pues la multitud impedía que Jesús se desplazara rápidamente. Esto le dio tiempo a Zaqueo para pensar qué hacer, pues había otro inconveniente: “Era pequeño de estatura” (Lucas 19:3). ¿Qué hacer para poder ver a Jesús? Zaqueo encontró la solución rápidamente: allí, frente a él, había un palco especial desde el cual podía observar todo. ¿Vio los estadios modernos? Los construyen con unos palcos excelentes, para 10 ó 15 personas, con sillones mullidos y toda la comodidad del mundo. Los espectadores con buen dinero pueden gozar del partido con más comodidad que en su propia casa. Bueno, Zaqueo “subió a un árbol sicómoro para verle, porque habría de pasar por allí” (Lucas 19:4). Estoy seguro de que, tarde o temprano, usted también tendrá que tomar alguna decisión en cuanto a Jesús, quien está pasando cerca de usted. Alguien le habló del Maestro, alguien lo invitó a un culto de una iglesia, o a una “conferencia” evangelística, y usted tiene la oportunidad de decidir si asiste o no. Seguramente habrá inconvenientes que superar, habrá prejuicios que vencer. Pero, ¿por qué no imitar a Zaqueo? ¡Corra al estadio! ¡Puede que allí haya ya una multitud, pero siempre hay lugar para uno más que quiera jugar el partido con Jesús! Hay una platea, y hasta un palco, para que pueda encontrarse con el Señor Jesús.

¿Qué trae cada uno?

Los jugadores ya están en el campo de juego. Todo lo que discutimos durante la semana queda atrás. El partido depende de los once de cada equipo (más los suplentes que pueden ingresar luego). Las estrategias se diseñaron, las jugadas de pizarrón se practicaron, los libretos se escribieron minuciosamente. Pero, como dicen los relatores de fútbol, “llegó la hora de la verdad”. A la hora de jugar el partido, entonces, los que importan son los 12

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jugadores. Hay equipos históricos, como los mencionados al comienzo del capítulo, de los cuales solo se espera que ganen. Tienen que ganar todos los partidos, y salir siempre campeones. De lo contrario, se despide a los técnicos y se comienza de nuevo. De otros equipos se espera que luchen con lo que tienen y, de vez en cuando, dan el batacazo o sorpresa de un gran triunfo, porque al cabo son once contra once. Pero, por supuesto, importa lo que cada equipo trae al campo de juego. ¿Qué traía Zaqueo, el personaje del partido bíblico que estamos analizando? Dice el relato que “era un principal de los publicanos y era rico” (Lucas 19:2). Se nos define allí su oficio (jefe de los publicanos) y su condición económica (rico). ¿Qué significaba este bagaje para Zaqueo en el primer siglo de la era cristiana? Los publicanos eran cobradores de impuestos, y aunque hoy pueda ser un trabajo respetable, no lo era en aquel tiempo. Este hombre cobraba impuestos para una potencia extranjera: el odiado imperio romano. Cada vez que Zaqueo le cobraba los impuestos a alguien se generaba una onda negativa hacia su persona. Algunos lo llamarían vendepatria, o mercenario, o algún insulto parecido. Para peor, la fama de estas personas era que la comisión que cobraban como pago por su trabajo ellos la manipulaban para que algunas monedas se les quedaran pegadas en su bolsillo. Es decir, era común que robaran y de esa forma pudieran ser ricos. Todavía hoy uno sospecha cuando algún funcionario público, u oficial elegido por el pueblo, comienza a mostrar que tiene más de lo que se supone son sus medios. De modo que Zaqueo llegó al encuentro con Jesús con su currículo de una persona de buena posición económica, de un trabajo seguro, de prosperidad, pero... nada de eso le había proporcionado la felicidad que anhelaba. ¿Cómo llega usted al encuentro más importante de su vida? Muchos llegan con su pobreza material, con falta de trabajo, con profunda necesidad física por alguna enfermedad. Otros llegan, como Zaqueo, con prosperidad económica, buen trabajo y buen futuro, pero faltos de propósito, sin hallarle sentido a la vida. Lo

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importante es que, con lo que trae, usted busque el encuentro que puede cambiar definitivamente su vida.

La estrella del equipo

Casi todos los equipos tienen un jugador estrella. Algunos lo llaman “la manija del equipo”. Es el jugador que, por su juego brillante e inteligente, hace que el equipo triunfe. Sabe hacer los pases perfectos. Saca de la galera una gambeta genial. Administra la pelota con inteligencia. Algunas veces es, también, el goleador que asombra con un toque oportuno y un gol espectacular. Es Pelé, Maradona, Platini, Paolo Rossi; es Ronaldinho, Messi, Kaká, Cristiano Ronaldo. Muchas veces vamos a la cancha solo por ver jugar a esa estrella. ¿Se imaginan mi emoción, cuando tenía 17 años, de ver jugar a Pelé en vivo? ¿Y descubrir las genialidades que hacía con su compadre Coutinho? En el partido de la vida, Zaqueo pudo ver al jugador estrella que estaba buscando. Dejó de mirarse a sí mismo y a las monedas que pesaban en su bolsa. Por primera vez tuvo la oportunidad de ver, desde su palco especial, a Aquel del cual había escuchado. ¿Sería Jesús una esperanza para él? Lo que Zaqueo no se imaginaba era que Jesús lo iba a ver a él, y a reconocerlo por nombre, en medio de la multitud que lo rodeaba. Pero así ocurrió, según el relato: “Cuando Jesús llegó a aquel lugar, alzando la vista le vio y le dijo: ‘Zaqueo, date prisa, desciende; porque hoy es necesario que me quede en tu casa’ ” (Lucas 19:5). ¡Jesús lo reconoció, y lo llamó por su nombre! Increíble, pero cierto. En el comienzo de su relato sobre la vida de Jesús, Juan dice que Jesús “no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que había en el hombre” (Juan 2:25). El currículo de Zaqueo estaba ante los ojos de Jesús. No solo lo conocía por nombre, sino que sabía de sus necesidades espirituales y de por qué estaba subido a aquel árbol. La reacción de Zaqueo no se hizo esperar: “Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso” (Lucas 19:6). Quizá su esposa tuvo un principio de infarto cuando se apareció Zaqueo junto con 14

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Jesús y los doce. ¡Había que improvisar un banquete, porque el jugador estrella llegaba de visita! Pero, más que abrirle su hogar, lo que esperaba Jesús era que Zaqueo le abriera su corazón. Puede que usted ya se haya dado cuenta de que, en el partido de su vida, usted no es un mero espectador. Usted está jugándose su destino en cada pensamiento, en cada decisión, en cada acción. Es muy divertido ir a la cancha y ver a otros disputándose el balón. Si usted fuera uno de los jugadores, el partido se convertiría en algo muy serio. Déjeme decirle que el partido de la vida es tan dramático que su destino eterno se define en ese encuentro con Jesús. Si lo recibe, dice la Biblia, tiene vida eterna. Si lo rechaza, pasa a la condenación eterna. ¿Se ha encontrado ya con el único jugador estrella que importa? Jesús pasa frente a usted y, para su sorpresa, ¡se detiene y lo llama por su nombre! Esto le dice, a lo menos, dos cosas: Primera, que Dios le ama y tiene interés en intervenir directamente en el partido de la vida que usted está disputando. Él quiere que usted triunfe, que logre los propósitos por los cuales lo puso en este mundo. La segunda cosa es que Jesús lo conoce antes de que usted lo busque. Desde cuando estaba en su casa, debatiéndose si ir o no ir. Desde que tomó la decisión de vencer los obstáculos y se subió al árbol. Jesús lo conoce y quiere tener un lugar muy importante en su vida. La otra cosa que hace Jesús es invitarse a su casa. Golpea a la puerta de su corazón y le dice que quiere entrar. ¿Cuál será su respuesta? Mi oración es que, como hizo Zaqueo, usted salga corriendo de su platea, y sea el protagonista de un encuentro salvador con el único que puede hacerle triunfar: Jesucristo.

La clave es un buen comienzo

¡Comienza el partido! Si usted está en la cancha, sabe muy bien que todas las miradas están clavadas en el ir y venir de la pelota. Si está frente al televisor, llega la frase del relator que a veces dice: “A la derecha de su pantalla, señora, con la camiseta blanca...”. La frase, dirigida a las esposas o madres para que entiendan de qué se trata

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el juego, nos hace sonreír. Pero todo eso es para decirnos que el partido ha comenzado. Después de ver mucho fútbol usted coincidirá conmigo en que es clave tener un buen comienzo. Hay partidos donde uno se asombra por la manera en que uno de los equipos avanza, arrollando al otro, de entrada y con todos los bríos. No falta el comentario mordaz de su cuñado, que le susurra al oído en medio del ruido de la tribuna: “Estos salieron drogados”. En el partido particular que jugaba Zaqueo, vemos que él tuvo un buen comienzo. En su relato Lucas resume en unas pocas declaraciones lo que pasó aquel día en la casa del cobrador de impuestos. Podemos imaginar que comieron, en franca camaradería. Jesús y los doce disfrutaron la hospitalidad de esa casa, aunque pienso que la esposa de Zaqueo estaría muerta de nervios ante la invasión de invitados a su mesa. Los vecinos, cuándo no, aprovecharon para hacer correr el chisme del día: “Todos murmuraban diciendo que había entrado a alojarse en la casa de un hombre pecador” (Lucas 19:7). ¿De qué hablaron Jesús y Zaqueo? No lo sabemos, pero podemos imaginar que se planteó “el plan de juego”, lo que en términos evangélicos conocemos como “el plan de salvación”. ¿Qué se necesita para encontrar el rumbo para el partido de la vida? Zaqueo necesitaba reconocer su pecado, advertir que la clase de vida que llevaba no agradaba a Dios. Pero ese era solo el punto de partida, pues Zaqueo necesitaba también reconocer que debía amar a Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerzas, y que su prójimo debía ser también amado como él se amaba a sí mismo. Suponemos, por lo que pasó después, que esas líneas de pensamiento estuvieron presentes en aquella conversación. Lo que sí sabemos es que los primeros movimientos de Zaqueo en el partido de su vida fueron los correctos, y fueron clave para una vida que va de triunfo en triunfo. Zaqueo decidió aquel día que él, un despreciado cobrador de impuestos, invitaba en aquel momento a Jesús a ser el Señor de su vida. Su decisión pública de seguir a Cristo la expresó de esta manera: “He aquí, Señor, la mitad de mis

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bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8). ¿Por qué fue un buen comienzo? Porque Zaqueo se quitó el peso del pecado y decidió comenzar una vida nueva. El pasado se podía reparar, por lo menos en parte. Él decidió que iba a restituir lo cobrado de más y repartiría una parte sustancial de sus riquezas. La vida nueva no era una fórmula religiosa que iba a seguir desde ese día, haciendo sacrificios o dando ofrendas. La vida nueva era una relación de amor expresada en la dádiva de lo que tenía para ayudar a su prójimo. Era la forma que tenía Zaqueo para decir que ahora Jesús era Señor, dueño, amo absoluto de todo lo que él era y tenía. ¿Ha tenido usted ya un buen comienzo en su propio partido de la vida? Puede que sus circunstancias sean diferentes de las de Zaqueo. Pero lo importante es que, como aquel hombre de Jericó en la antigüedad, usted reciba el mensaje de Jesucristo en su corazón y comience bien este partido, tomando las decisiones que honren a su Señor. Completemos esta primera etapa en este largo partido con una reflexión sobre las palabras con las que Jesús respondió a Zaqueo. Primero, Jesús indicó que algo muy importante había ocurrido aquel día en aquella casa: “Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham” (Lucas 19:9). Significa, sencillamente, que cuando usted recibe a Jesús en su vida, la salvación ha llegado a su familia. Una persona en una casa que recibe a Jesús es la puerta de entrada para que otros en esa familia puedan tener la misma experiencia. No quiere decir que, porque usted recibe a Jesús, entonces automáticamente todos los de su casa son salvos. Pero sí es una promesa de bendición, pues la presencia de Jesús ya está en el hogar. La luz que usted irradiará podrá iluminar a los suyos y, algún día, ellos podrán alcanzar la salvación (vea Hechos 16:31). La otra cosa que dijo Jesús define su propia misión: “Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Aunque puede que usted, como Zaqueo, haya buscado el encuentro con Jesús, la paradoja es que Jesús primero

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lo estaba buscando a usted. Su equipo estaba perdido (la humanidad); usted, como jugador individual, no tenía rumbo, perdido en sus delitos y pecados. Pero él, que se llama a sí mismo Hijo del Hombre, vino a este mundo para meterse en el partido que usted está jugando y darle la victoria. Como le pasó a Zaqueo, la clave es dejarlo entrar a la vida y que él comience a dirigir sus jugadas. ¿Ha tomado ya esa decisión? Si es así, lo invito a seguir disfrutando este partido, porque ahora sí que viene lo mejor, lo que todos esperamos al jugar o presenciar un partido.

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Jugadas de pizarrón…

Si está leyendo este libro usted solo, planee sus próximas jugadas. Si lo está leyendo junto con un grupo de varones, además de conversar de fútbol, analicen qué van a hacer para mejorar su desempeño como parte del equipo de Cristo. Lo que sigue son algunas sugerencias para este tiempo de pizarrón.

1. Si todavía no entró en el equipo de Cristo, ¿qué es lo que le

impide buscar a Jesús? 2. Si ya está integrado al “equipo ganador”, ¿cuáles son los cambios que han ocurrido en su vida desde que se encontró con Jesús? 3. Jugada clave: Invite a un amigo a conversar sobre fútbol. Si se presenta la oportunidad, cuéntele de la similitud entre un partido de fútbol y el partido de la vida. Sin forzar la conversación, siga hasta donde pueda para guiarle, quizá en varias charlas, hacia el “jugador estrella”.

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