El Arcano de la Quina

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CONTENIDO

PRESENTACIÓN

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MUTIS, EL SABIO QUE ENSEÑÓ A PENSAR

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LA CORTEZA MILAGROSA

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EL ARCANO DE LA QUINA

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Número 89 (10 de mayo de 1793)

21

Número 90 (17 de mayo de 1793)

28

Número 91 (24 de mayo de 1793)

33

Número 92 (31 de mayo de 1793)

39

Número 93 (7 de junio de 1793)

44

Número 94 (14 de junio de 1793)

48

Número 95 (21 de junio de 1793)

52

Número 96 (28 de junio de 1793)

56

Número 97 (5 de julio de 1793)

60

Número 98 (12 de julio de 1793)

65

Número 99 (19 de julio de 1793)

72

Número 100 (26 de julio de 1793)

79

Número 101 (2 de agosto de 1793)

86

Número 102 (9 de agosto de 1793)

91

Número 103 (16 de agosto de 1793)

98

Número 104 (23 de agosto de 1793)

106

Número 105 (30 de agosto de 1793)

112

Número 106 (6 de septiembre de 1793)

118

Número 107 (13 de septiembre de 1793)

124

Número 108 (20 de septiembre de 1793)

131

Número 109 (27 de septiembre de 1793)

138


Número 110 (4 de octubre de 1793)

145

Número 111 (11 de octubre de 1793)

151

Número 112 (18 de octubre de 1793)

156

Número 113 (25 de octubre de 1793)

161

Número 114 (1 de noviembre de 1793)

165

Número 115 ( 8 de noviembre de 1793)

171

Número 116 (15 de noviembre de 1793)

176

Número 117 (22 de noviembre de 1793)

181

Número 118 (29 de noviembre de 1793)

185

Número 119 (6 de diciembre de 1793)

193

Número 120 (13 de diciembre de 1793)

197

Número 121 ( 20 de diciembre de 1793)

201

Número 122 (27 de diciembre de 1793)

205

Número 123 ( 3 de enero de 1794)

209

Número 124 (10 de enero de 1794)

213

Número 125 (17 de enero de 1794)

220

Número 126 (24 de enero de 1794)

224

Número 127 (31 de enero de 1794)

229

Número 128 (7 de febrero de 1794)

232

Número 129 (14 de febrero de 1794)

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La numeración se realiza con base en el número del ejemplar del Papel Periódico de Santafé de Bogotá, donde fueron publicados originalmente los textos del sabio Mutis.


PRESENTACIÓN

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ara la Alcaldía Mayor de Bogotá D.C. y para el gobierno de la Bogotá Positiva es motivo de orgullo entregar a la comunidad científica y cultural de la ciudad y del país, así como a la ciudadanía en general, esta edición facsimilar de una de las obras más importantes y tal vez menos conocida del sabio José Celestino Mutis, El Arcano de la Quina. Durante mucho tiempo la quina fue considerada como una planta con propiedades maravillosas y milagrosas para curar enfermedades tropicales, razón por la cual fue estudiada ampliamente por diversos científicos de la época, entre los cuales estuvo, naturalmente, el médico Mutis. El homenaje que rendimos a esta figura histórica de la ciencia, lo hacemos en el marco de la conmemoración del bicentenario de su muerte. Además de su importancia científica, Mutis representa la clase de persona cuyo saber, liderazgo y ejemplo, incidió en la formación de las generaciones que luego fueron las protagonistas de nuestra independencia y nacimiento a la vida Republicana. El Arcano de la Quina fue dado a conocer a través del Papel Periódico de Santafé de Bogotá en sus ediciones 89 a 129, publicadas entre los años 1793 y 1794. Otra impresión fue realizada en Madrid en el año de 1828, bajo el título El Arcano de la Quina, editado por Ibarra, Impresor de la Cámara del Rey y con notas, apéndice y prólogo realizado por el Doctor Don Manuel Hernández de Gregorio, boticario de la Corte. En 1808, año de su muerte, su sobrino Sinforoso Mutis y Consuegra “concluye y arregla” el manuscrito que verá la luz en 1957, en el libro titulado Las Quinas de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, publicado en el tomo XLIV, en el cual aparece con el título de “Historia de los árboles de quina. Obra póstuma del D. D. José Celestino Mutis, célebre naturalista, patriarca de los botánicos, director de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. Año 1809.” Esta reedición que hoy les presentamos, fue posible gracias a la colaboración de la Biblioteca Nacional de Colombia y de su directora y funcionarios, que nos permitieron el acceso y la manipulación cuidadosa de los originales del Papel Periódico de Santafé. Conmemoremos pues estos doscientos años reviviendo uno de sus mejores textos, “El Arcano de la Quina”.

Samuel Moreno Rojas Alcalde Mayor de Bogotá D.C.

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García del Campo, Pablo Antonio José Celestino Mutis Ca. 1805 Pintura (Óleo/Tela) 75,4 x 63,3 cm Número registro: 546 Colección del Museo Nacional de Colombia Foto: ©Museo Nacional de Colombia/Juan Camilo Segura

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MUTIS, EL SABIO QUE ENSEÑÓ A PENSAR

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os griegos consideraban que el destino era una fuerza superior no solo a los hombres sino incluso a los propios dioses. Era una fuerza sobrenatural impredecible que guiaba las vidas de los hombres unas veces hacia la fatalidad, otras hacia la inmortalidad. José Celestino Mutis y Bosio fue quizás un hombre predestinado. Vivió en un periodo histórico intenso que abarcó la rebelión comunera, la independencia norteamericana, la Revolución Francesa y las primeras escaramuzas que antecedieron a la separación de España del Virreinato de la Nueva Granada. En el colegio del Rosario forjó a una generación de ciudadanos en una empresa intelectual todavía insuperada; y apadrinó a la élite de jóvenes que encabezó la radical transformación política del país, entre ellos Pedro Fermín de Vargas, Jorge Tadeo Lozano, Francisco Antonio Zea y Francisco José de Caldas. Al fallecer, el 11 de septiembre de 1808, Mutis no sólo dejó una gran reputación literaria sino, más importante aún, decenas de trabajos e investigaciones científicas, acumuladas durante casi cuarenta años de investigaciones. Su espléndida biblioteca llegó a tener 8500 volúmenes, cifra extraordinaria por entonces. En opinión del más importante naturalista de la época, Alexander von Humboldt, no había otra que la superara en asuntos de historia natural, a excepción de la de Banks, en Londres. El sabio alemán lo definió como “Patriarca de los botánicos” y le dedicó su libro Plantas Equinocciales. Mutis fue un hombre de su tiempo, quizás algo ambivalente entre su apoyo a la monarquía y el “rechazo” a los criollos que ya eran proclives a la secesión de España. Pero, en todo caso, fue un hombre de convicciones y vivió por ellas: en marzo de 1762, durante la inauguración de la cátedra de Matemáticas del Colegio del Rosario, expuso los principios del sistema de Copérnico, de la ciencia moderna y del método experimental, lo cual le valió una denuncia ante la Inquisición. En 1774, nuevamente, tuvo que defender ante el Tribunal del Santo Oficio la conveniencia de la enseñanza de los principios Copernicanos, así como de la física y matemática modernas, inspiradas en Isaac Newton, y de la "filosofía natural"; en ambas causas fue absuelto. Con una sola de sus obras, “El Arcano de la Quina”, hubiera pasado a la historia. Porque fue él, pacientemente, el primero en determinar los usos médicos, farmacológicos, terapéuticos, posología y contraindicaciones de una planta que todavía es considerada milagrosa; aquella investigación está considerada hoy como el principal aporte de España a la historia de la farmacología moderna. Pero el nombre Mutis, sin duda, estará indisolublemente ligado por siempre a la Expedición Botánica, una empresa que cubrió 8.000 kilómetros cuadrados de nuestro país, utilizando como eje el río Magdalena, para descubrir, catalogar e inventariar nuestra variada flora. Con este esfuerzo, Mutis adquirió un gran renombre en los círculos científicos europeos y, hasta su muerte, mantuvo constante correspondencia con los principales naturalistas del Viejo Mundo, entre quienes se destacan Carlos Linneo, a quien envió materiales botánicos, y Alexander von Humboldt, quien lo visitó en Santafé durante su viaje expedicionario por América.

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Mutis llegó a la Nueva Granada como el médico personal del virrey Pedro Messía de la Cerda, en 1760. Pero detrás del encargo el sabio gaditano venía con otra intención al Nuevo Mundo: escribir una historia natural de América. Tan pronto llegó a Bogotá solicitó del virrey que le diera permiso para hacer exploraciones científicas. El propio Linneo escribió a Mutis a principios de 1761 y lo animó a emprender esas “Peregrinaciones botánicas” por América y le pidió, tan pronto pudiera, que le enviara materiales biológicos para aumentar su gabinete sueco de historia natural. También le prometió poner su nombre a una planta, y así lo hizo con el género Mutisia. (Con ella en la mano lo pintaron sus discípulos en uno de los retratos que se conocen de él). Mutis puso a su disposición numerosos productos naturales: material disecado, láminas en color y descripciones de seres vivos; y Linneo dio publicidad a sus colecciones. Con los materiales remitidos por Mutis, el botánico sueco y su hijo publicaron varios artículos científicos en cuyas páginas aparece citado con frecuencia el nombre de este español neogranadino. Poco después de llegar a América, Mutis envió al Rey Carlos III las llamadas “Representaciones”, una especie de proyecto de investigación, en el que denunciaba el poco interés de España por la historia natural de los territorios americanos. Solicitaba ayuda para recolectar, ordenar y describir el material que habría de recoger para, más tarde, enviarlo al Jardín Botánico de Madrid que, impensadamente, acabaría convirtiéndose en punto de referencia de la botánica europea. Asimismo propuso el estudio de plantas de gran interés económico: la quina y la canela silvestre. Se dice que por razones políticas la respuesta se dilató y que, por falta de medios económicos, Mutis tuvo que dedicarse a la administración de empresas mineras, al ejercicio de la medicina, la enseñanza de las matemáticas y física de Newton, etc. Estas ocupaciones le permitieron costear sus exploraciones y recopilar datos para su “Historia Natural de Nueva Granada”. Tan importante fue este hecho, que Mutis se convirtió en el primer científico que introdujo los conocimientos de la ciencia moderna en esos territorios. A sus cuarenta años, en 1772, se ordenó sacerdote y un año después el virrey le sugirió regresar a España. Sin embargo, su vida ya estaba unida indisolublemente a la Nueva Granada. Cuando el arzobispo Antonio Caballero y Góngora fue nombrado virrey, concedió el permiso a Mutis para que preparara una expedición -que iba a durar 33 años- y que iba a tener una importancia extraordinaria para la historia natural: justamente, la Expedición Botánica. El mecenazgo de la Corona le permitió adquirir libros, instrumental, instalaciones, pagar a naturalistas, pintores, etc. Creó un taller de pintores en el que se realizaron 600 láminas en color y otras tantas en blanco y negro. En 1784 fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias de Estocolmo, correspondiente del Real Jardín Botánico de Madrid, y miembro de la Real Academia de Medicina. Sin embargo, la enemistad entre Mutis y Casimiro Gómez Ortega, entonces director del Jardín Botánico madrileño, hizo que el gaditano no enviara material alguno a la capital, como hicieron los integrantes de otras expediciones, sino que funcionó con completa independencia de la dirección madrileña.

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Tras la muerte de Mutis, su sobrino Sinforoso Mutis Consuegra, hijo de su hermano Manuel, se hizo cargo de la Expedición Botánica. En 1818, con el levantamiento independentista, los materiales de la expedición, herbario, manuscritos y dibujos, fueron confiscados por el pacificador Pablo Morillo, quien los envió a la metrópoli; actualmente se conservan en el Real Jardín Botánico de Madrid. Lo más destacado son sus más de 6.000 dibujos botánicos de flora colombiana, que forman parte ya del patrimonio universal. En cierto sentido, el legado de Mutis aún pervive. Y no sólo por sus aportes al conocimiento de la flora americana; aunque menos conocidos, también hizo valiosos aportes al estudio de la lingüística de las lenguas aborígenes de Colombia. Se dice que Carlos III le pidió que elaborara una serie de vocabularios elementales, de 100 palabras cada uno, para que fueran a parar a un monumental diccionario de todas las lenguas del mundo, que preparaba Catalina la Grande. Como anécdota, dicho diccionario se publicó, pero los compiladores tuvieron la desafortunada idea de hacerlo por orden alfabético, por lo que resulta imposible consultarlo. Si bien Mutis nunca fue proclive a la causa de los americanos, lo paradójico es que su sobrino Sinforoso fue un importantísimo abanderado patriota, y contribuyó, en mucho, a la causa de nuestra Independencia. Con Mutis entraron a la Nueva Granada las ideas del “Siglo de las Luces” y “la Ilustración”, que alentaron el discurso político de los revolucionarios de 1810. Para los griegos, el destino era una fuerza sobrenatural impredecible que guiaba las vidas de los hombres unas veces hacia la fatalidad, otras hacia la inmortalidad. Mutis fue un hombre predestinado. Al fin de cuentas, como le dijo Linneo en una de sus cartas, “Te felicito por tu nombre inmortal, que ningún tiempo podrá borrar”.

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Cinchona Pubescens Vahl. var. cordifolia Mutis Mutis desarrolló un interés particular por las quinas debido a su potencial terapéutico en el tratamiento del paludismo. El tomo cuarenta y cuatro de la flora de Mutis fue dedicado exclusivamente a la diversidad de quinas estudiadas durante la Expedición.

Iconografía Mutisiana 2863. Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid. Publicado en Pérez-Arbeláez, E. & F. Fernández. Tomo XLIV. Lámina 29. 1957. Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada.

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LA CORTEZA MILAGROSA

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l viernes 10 de mayo de 1793, en el número 89 del Papel Periódico Ilustrado de Santafé de Bogotá, José Celestino Mutis inició la publicación de su más importante investigación científica, “El arcano de la quina”, obra que, de acuerdo con sus propias palabras, “revelaba en beneficio de la humanidad”, y en la que manifestaba “los yerros inculpablemente cometidos en la práctica de la medicina por haberse ignorado la distinción de las quatro especies oficinales de este género, sus virtudes eminentes y su legítima preparación”. Hasta la edición número 129, del viernes 14 de febrero de 1794, el sabio gaditano fue revelando, semanalmente, las conclusiones de sus estudios sobre la corteza de un árbol que en aquellos tiempos era considerado “milagroso” por sus propiedades medicinales. Aunque antiguas crónicas compiladas por los exploradores españoles ya daban cuenta de que los indios peruanos curaban sus fiebres tropicales bebiendo infusiones de corteza de quina, Mutis fue el primero en determinar sus usos médicos, famacológicos, terapéuticos, posología y contraindicaciones. Sin embargo, a pesar de ello, la planta milagrosa se hizo popular sólo cuando curó con éxito “unas calenturas tercianas” 1 del español Juan López de Cañizares y luego de la condesa de Chinchón, esposa del virrey peruano Gregorio Fernández de Cabrera. 2 En el prólogo a la primera edición póstuma de “El arcano de la quina”3, de 1828, el boticario de la corte española Manuel Hernández de Gregorio asegura que un corregidor español conoció las virtudes de este árbol gracias a un indio que le reveló el secreto de sus propiedades curativas. “Un corregidor de Loxa después de haberla recibido de manos de un indio, y experimentado él mismo sus felices efectos en 1636, se la regaló en 1638 al virrey del nuevo reino de Granada 4, Fernández de Cabrera, conde de Chinchón, de donde tomó el nombre de Chinchona, y la condesa, su esposa, después de haberla hecho ensayar con felices resultados en el Hospital de Lima, fue la primera europea que experimentó sus maravillosos efectos”. Las crónicas amplían estos datos asegurando que la condesa sufría de “fiebres tercianas” y que el médico del virrey, don Juan de la Vega, le había administrado la corteza de quina, consiguiendo su curación. “Cuando se restableció del todo, y a pesar de que la figura activa de la mujer en la sociedad era muy limitada, se encargó de proporcionar el tratamiento a todos los enfermos de Lima, que denominaron al preparado y en agradecimiento “polvos de la condesa”,Lo que la convirtió en una virreina muy querida. Los jesuitas enviaron grandes cantidades del preparado de quina al cardenal español Juan de Lugo,

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Calentura intermitente que repite al tercer día. Es propia de una variedad de paludismo. Población peruana muy próspera en los tiempos coloniales. Publicada en España por Ibarra, impresor de la Corte Española. En realidad se trata de un virrey peruano, 1628.

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padre general de la orden, que residía en Roma. El cardenal lo distribuyó entre los pobres de la Ciudad Eterna” 5. A partir de entonces, el nuevo fármaco conocerá uno de los más espectaculares éxitos terapéuticos. A ello contribuirá la noticia de la curación de unas calenturas de Luis XIV, a quien dos cardenales -Mazarino y Lugo- le hacen llegar la corteza de la quina. Los jesuitas y el Vaticano mismo resultaron muy importantes para la promoción de la quina; los jesuitas a menudo la regalaron, los comerciantes la vendieron y los reyes de España la dieron como presente a muchos nobles europeos, pues el paludismo no respetaba la posición social. Un jesuita, el cardenal y filósofo Juan de Lugo la dio a conocer al médico del Papa Inocencio X, quien ordenó la redacción de una Cédula Romana con instrucciones para su uso. Por esto la droga se llamó “Corteza de los jesuitas” o “del Cardenal”. “Pero en muchas regiones esto fue contraproducente, porque las prevalentes teorías de Galeno sostenían que la “fiebre de los pantanos” era una enfermedad de los humores que se debía limpiar con sangrías o con eméticos que junto con las purgas, los diaforéticos y los vesicatorios se denominaban “terapias de agotamiento”. Además la quina se usó en toda clase de fiebres incluso las no palúdicas, por lo que a menudo resultaba ineficaz; y otra, porque en regiones no partidarias de Roma como en Inglaterra, pensaban que se trataba de un complot papal. Cromwell por ejemplo prefirió morir de malaria, antes de ingerir el “polvo del demonio”. Sin embargo fue en la Farmacopea londinense donde se hizo reconocimiento por primera vez a la quina, poniéndola en la lista como “Cortex peruana” 6. Rápidamente se irán ampliando las variedades de quina -roja, amarilla y blancae irá recibiendo los más diversos nombres: quina cascarilla, quina del Perú, kinakina. En 1816, el portugués Gomes consigue aislar los alcaloides de la quina y cuatro años más tarde P.J. Pelletier y J.B. Caventou determinan las dosis más eficaces. Hasta 1944, cuando el profesor R. B. Woodwar, de la Universidad de Harvard, logró sintetizarla químicamente, la corteza se usó como un psicotrópico. En el siglo XIX y comienzos del siglo XX, la cosecha natural de inmensas cantidades constituyó la base de la producción de alcaloides de cinchona. La historia de la corteza del árbol de la quina influyó a la farmacopea, botánica, medicina, comercio, química, agricultura tropical, etc. Hacia 1650, el médico Sebastiano Bado declaró: "esta corteza ha resultado ser más preciosa para la humanidad que todo el oro y plata que los Españoles hayan sacado del Perú”.

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Paloma Merino Amador, “La quinina, el descubrimiento que cambió el mundo”, 2004. Versión de http://encolombia.com/medicina/libros/historiamedica-quina.htm, fecha de consulta: agosto de 2008.

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