Reportaje sobre el Canal Surco en Caretas

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En Lima, ciudad mosaico abatida por los huaicos, discurre como el musguito en la piedra un riachuelo olvidado pero vital: el canal de Surco. El cauce original fue labrado durante millones de años por el desmadre hídrico que hizo del valle del Rímac un enorme delta de tierra aluvional a través de las eras geológicas. Pero fue la mano civilizadora de los antiguos peruanos quienes lo domesticaron y pusieron al servicio de la humanidad hasta literalmente nuestros días. Así, no es el Surco propiamente hablando un río, sino un canal de irrigación prehispánico de 2,000 años de antigüedad. Si no se ha desmadrado en estos días es porque su caudal es regulado por juntas de regantes municipales que pocos conocen y reciben unos cuantos peniques. “Saludo el coraje de esos hombres visionarios que con este canal transformaron el desierto en un valle”, exclamó el arquitecto belga Bas Smets, uno de los once reconocidos urbanistas extranjeros participantes del reciente taller de arquitectura Limapolis organizado por la Pontificia Universidad Católica del Perú este

Desde Ate hasta Chorrillos, el río Surco tiene 29,5 km de largo. Los ubérrimos parques de San Borja

El Surco fue el principal canal de irrigación de Lima para las haciendas en Ate de la Calera hasta Chacarilla del Estanque y San Pedro de Chorrillos desde la Colonia. Sus servicios para la agricultura estuvieron plenamente vigentes hasta la década de 1950. En esa época el aeropuerto internacional de Lima instalado en San Borja estaba rodeado de cañaverales y cultivos de panllevar. El avasallante crecimiento urbano de Lima a partir de entonces alteró para siempre el paisaje rural de la capital de la República, pero las aguas del canal de Surco siguen discurriendo vibrantes hasta nuestros días. Aunque no se lo crea. Porque el canal de Surco está hoy escondido, marginado, ignorado por los limeños. Nace a la altura del km 24 de la Carretera Central como una bocatoma del río Rímac antes de la planta de tratamiento de la Atarjea.

Arquitecto Gonzalo Bustamante, director de Limapolis de la PUCP. “El río Surco es un tesoro escondido en Lima”.

Tiene 29,5 kilómetros de largo y en su recorrido atraviesa 10 distritos de Lima. Sus aguas permiten irrigar los parques de un total de 16 distritos de la capital.


Los canales subtributarios corren paralelos y subterráneos por la Av. Javier Prado, Angamos, Benavides y Ayacucho, entre otros. El 70 por ciento de su recorrido está cubierto y es ajeno al trajinar diario de los limeños. Pero, ¡albricias!, un 40 por ciento de su curso subterráneo está cubierto con apenas una losa de cemento. Bastó levantar una de esas losas polvorientas y cantó el agua que corre a la sombra de la vasta y desorientada metrópoli. “Es totalmente absurdo”, dijo Smets. “El canal de Surco es tratado como una acequia oculta y fea, pero es la que hace posible que existan áreas verdes en Lima”. Un modelo de lo que puede convertirse su curso son los ubérrimos parques alrededor del Cuartel General del Ejército en San Borja. “Es paradójico pero el sector público es más consciente de la importancia del canal que la propia población. A lo largo del camino hay varias plantas de tratamiento de aguas, junta de regantes, etc. Pero el día que recorrimos el canal, un vecino arrojaba a nuestras espaldas su basura al cauce”, explicó el arquitecto Claudio Magrini. Pero es posible descontaminarlo –razón por el cual ha sido cubierto–, visibilizarlo y aprovecharlo. De hecho, los márgenes del Surco, 30 metros a ambas orillas, son terrenos públicos intangibles. No se trata de un capricho burocrático: es una ancestral norma de prevención en caso de desborde. Y, en gran medida, la franja de terreno ha sido respetado. Pero no está al servicio del ciudadano: O es tierra de nadie o ha sido bloqueado por muros. “El Surco puede convertirse en un gran atractivo de Lima, un tip en la guía turística Lonely Planet: Visite el canal de Surco. Súbase a una bicicleta. Descúbralo”, según el belga Smets. Limapolis no propuso un plan maestro, no dijo cómo – va – a – ser, sino proporcionó herramientas y soluciones que permitirían aprovechar el enorme potencial del viejo y leal canal preincaico. “No es el final del recorrido”, confió Benavides en la clausura de Limapolis, “sino el comienzo”.


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